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Resumen del Cap.

4 de La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento


Jorge H. González Fabiani
Comúnmente se sostiene la división entre conocimiento y moralidad. Mientras que uno se
refiere a hechos, la otra a normas y valores. Por lo mismo, se cree que el conocimiento
genuino está libre de valores. Más bien, la dimensión ética no juega parte en la producción
de conocimiento, sino en su aplicación. Sin embargo, nada de eso está más lejos de la
realidad. Dado que la epistemología y la bioética se complementan. Tanto la ética como la
bioética analizan la estructura axiológica de ciertas “prácticas”, con el fin de establecer
normas y valores auténticamente éticos desde nuestra perspectiva.
La responsabilidad de los científicos actualmente es doble: como ciudadanos y
como científicos. Lejos está el ideal de la ciencia y del científicos apartados de toda
inclinación, de elementos pasionales y de influencia de un tercero. Empero, como se ve
actualmente con el diseño de tecnologías para guerras, terrorismo, creación de productos
con efectos adversos, experimentación con animales, clonación, etcétera, el ideal tambalea
un poco. No por eso significa que un científico tenga un control absoluto de sus
investigaciones, y que un descubrimiento suyo pueda ser empleado para fines bélicos.
Tampoco significa que sepa que el medicamento que inventó pueda tener consecuencias
nocivas. No obstante, eso no lo libra para asumir responsabilidad en su toma de decisiones
y, por ejemplo, negarse proseguir una investigación sabiendo de antemano los efectos que
puede producir, u ofrecer transparencia al público sobre su investigación para una mejor
toma de decisiones,
Hay que distinguir entre moral y ética. Entendiendo moral por un conjunto de
normas y valores aceptados por una comunidad que regulan sus acciones, y por ética un
conjunto de valores y normas racionalmente aceptados por comunidades con diferentes
morales positivas, de modo que permita una convivencia armoniosa y pacífica. Los valores
y normas que prescribe la ética carecen de valor universal y absoluto, y, aunque son a
priori, dependen del contexto histórico desde donde se postulan. La bioética analizaría las
estructuras axiológicas del conocimiento de modo que puedan adecuarse a normas y valores
que promuevan el desarrollo éticamente aceptable de prácticas pertinentes para el
fenómeno de la vida en todos sus aspectos. La pertinencia de la bioética dependerá de la
capacidad que tenga para mejorar la toma de decisiones dentro de un Estado que lleve a una
convivencia pacífica entre diferentes formas de pensar.
Asimismo, posturas ético-epistemológicas como el paternalismo, en las cuales hay
alguien que sabe y alguien que no, han perdido firmeza, puesto que existen diferentes
maneras legítimas de conocer el mundo. Así que el ciudadano común tiene tanto derecho a
estar al tanto de los progresos científicos y participar en decisiones acerca de ellos como los
expertos en esos temas. Por otra parte, el empleo de un conocimiento científico siempre
conlleva un riesgo y es tarea del Estado ofrecer transparencia al público, así como
desarrollar dispositivos adecuados para valorarlo, de forma que puedan tomarse decisiones
racionales y consensuadas.
Referencias.
Olivé, León (2007). La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento. Ética,
política y epistemología. Editorial Fondo de Cultura Económica: Ciudad de México.

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