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Proceso No 22733

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACIÓN PENAL

Magistrado Ponente: YESID RAMÍREZ BASTIDAS Aprobado Acta N° 122.

Bogotá, D. C., octubre veintiséis (26) de dos mil seis

(2006).

VISTOS:

Procede la Sala a decidir el recurso de casación interpuesto por el defensor del procesado HERNEY
ARGIRO PÉREZ BARRIENTOS, contra la sentencia proferida por el Tribunal Superior de Medellín
mediante la cual revocó, parcialmente, la absolutoria dictada por el Juzgado 13 Penal del Circuito de
esa misma ciudad para en su lugar condenarlo como coautor penalmente responsable de las
conductas punibles de homicidio agravado y porte ilegal de arma de fuego de defensa personal, y
como autor de falsa denuncia. Confirmó la absolución por el delito de hurto calificado.

HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL:

1. Los primeros fueron tratados por el Procurador Delegado de la siguiente manera:

?Durante 6 años, HERNEY ARGIRO PÉREZ BARRIENTOS transportó en su taxi a don Antonio de Jesús
Montoya Castaño, de 77 años de edad, cuando él terminaba sus labores como propietario de la
taberna ?La Corona del Rey?, ubicada en la carrera 81 N° 14-109 de la ciudad de Medellín.

El 28 de diciembre de 2002, cuando lo transportaba en compañía de su esposa, don Antonio iba


ubicado en el puesto de adelante. Al subir el vidrio, al parecer dañó la manija, razón por la cual, al día
siguiente HERNEY fue a la taberna con la factura, pero aquél se negó a pagarle -$48.000.oo precisa la
Sala-. En la noche lo visitó nuevamente, y luego, a la una y cuarto de la madrugada del 30 de
diciembre de 2002, regresó acompañado de alias ?Memo?, en una moto de alto cilindraje, entraron a
la taberna en busca de don Antonio, lo asediaron y uno de ellos accionó su pistola causándole la
muerte en forma inmediata. Enseguida lo despojaron de su dinero y arma de fuego, y rápidamente
huyeron del lugar.

En esos momentos don Antonio se disponía a cerrar el establecimiento y estaba esperando al mesero
Héctor Alberto Quintero, su único acompañante, para desplazarse en el taxi conducido por Gilberto de
Jesús Castrillón Builes hacia sus respectivas residencias. Este conductor (Castrillón Builes) estaba en
su taxi al frente del negocio.

Quintero estaba cambiándose de ropa, y cuando Castrillón ingresó, el señor Antonio de Jesús Montoya
yacía en el piso en un charco de sangre.

El 1° de enero de 2003, PÉREZ BARRIENTOS presentó una denuncia por extorsión en una Inspección
de Policía de Medellín, en la cual afirma que bajo amenaza de muerte fue obligado por un sujeto
desconocido a ir a la taberna ?La Corona del Rey?, con el fin de que le entregara la suma de
$100.000.?

2. Abierta la investigación y vinculado HERNEY ARGIRO PÉREZ BARRIENTOS al proceso a través de


indagatoria, la Fiscalía 90 Seccional de Medellín mediante resolución del 3 de febrero de 2003 le dictó
medida de aseguramiento de detención preventiva como presunto coautor de los delitos de homicidio
agravado, hurto calificado y porte ilegal de arma de fuego de defensa personal.

3. Cerrada la instrucción la misma Fiscalía el 16 de mayo de 2003 profirió en su contra resolución


acusatoria por las conductas punibles por las cuales había resuelto la situación jurídica y como autor
del delito de falsa denuncia, decisión que alcanzó ejecutoria el 12 de junio siguiente cuando la Fiscalía
Tercera Delegada ante el Tribunal Superior de Medellín la confirmó al resolver el recurso de apelación
interpuesto por el defensor del sindicado. En la decisión de primera instancia se dispuso continuar la
instrucción en relación con el otro partícipe de las conductas punibles investigadas.

4. Correspondió al Juzgado 13 Penal del Circuito de Medellín adelantar el juicio y celebrada la


audiencia pública, el 23 de febrero de 2004 absolvió al procesado PÉREZ BARRIENTES por las
conductas punibles de homicidio agravado, hurto calificado y porte ilegal de arma de fuego de defensa
personal, y lo condenó a la pena de seis (6) meses de prisión y multa de treinta y dos mil
($32.000.oo) pesos, y le concedió la libertad provisional por pena cumplida, como autor penalmente
responsable del delito de falsa denuncia.

5. La providencia anterior fue apelada por el Fiscal Seccional y el Tribunal Superior de Medellín el 2 de
abril de 2004 decidió lo siguiente:

- Revocó el fallo absolutorio por los delitos de homicidio agravado y porte ilegal de arma de fuego de
defensa personal y en su lugar, condenó a HERNEY ARGIRO PÉREZ BARRIENTOS a la pena de
veinticinco (25) años y cuatro (4) meses de prisión, a la accesoria de interdicción de derechos y
funciones públicas por un lapso de veinte (20) años y se abstuvo de imponer condena al pago de
indemnización de perjuicios porque los mismos no fueron demostrados dentro del proceso, como
coautor penalmente responsable de las dos conductas punibles que se acaban de mencionar y como
autor de falsa denuncia.

- Revocó la libertad provisional que le había sido otorgada al procesado y dispuso orden de
aprehensión en su contra. Y,

- Confirmó la absolución por el delito de hurto calificado.

6. La providencia anterior fue objeto del recurso de casación que ahora se decide, interpuesto por el
defensor del acusado.

LA DEMANDA:

1. Cargo primero: violación directa por aplicación indebida del numeral 4 del artículo 104 del Código
Penal, y por falta de aplicación del artículo 103 ibídem.

1.1. Al individualizar la pena el Tribunal sostuvo que la conducta punible por la que debía responder el
procesado PÉREZ BARRIENTOS era la de homicidio agravado previsto en el numeral 4 del artículo 104
del Código Penal que establece una sanción de 25 a 40 años.

1.2. Se ignora las razones fácticas y jurídicas que el ad quem tuvo en cuenta para deducir la causal de
agravación, la cual sí fue imputada en la resolución de acusación proferida por la Fiscalía en el sentido
que

?los agresores obraron cobrando un dinero de un presunto daño, el que considera este Delegado un
motivo fútil?.

1.3. El Tribunal en relación con el móvil de la conducta dijo que para que el procesado terminara con
la vida de la víctima fue por no haberle cancelado el valor de la manija que él habría cobrado en tres
oportunidades y don Antonio se negó a pagarle.

1.4. En realidad el motivo fáctico es cierto (el cobro de la deuda), lo que resulta equivocado es la
estructura jurídica que se le da a la causal de agravación porque el cobro de una deuda no es un
motivo fútil en la interpretación general de acuerdo con la costumbre social. Ninguna norma de
convivencia social o de contenido legal así lo consideran. Es un derecho de la persona. Reclamarlo por
la vía que lo hizo el procesado (mediante intimidación, no homicidio), es ilegal, mas no de un
contenido ruin, abyecto o fútil como en el presente asunto se quiere pregonar.

1.5. El juzgador de segundo grado consideró que el homicidio lo cometió el acusado con ?dolo de
ímpetu?, es decir, el comportamiento se desarrolló en forma sorpresiva, inmediata, sin premeditación,
calma, capacidad de reflexión, luego la conducta surgió como circunstancia eventual, accesoria,
independiente del designio inicial que motivó la presencia del procesado en el lugar de los hechos,

?cual fue la reclamación del pago de la deuda al hoy occiso, buscando un medio intimidante, mas no
necesariamente, por la vía de la muerte.?

1.6. Sobre los hechos y las incidencias modales en que ocurrió la conducta investigada, la ?defensa ha
hecho su propia interpretación jurídica?, de manera que en el presente caso esas circunstancias no
permiten estructurar la agravante del homicidio prevista en el numeral 4° del artículo 104 del Código
Penal, luego el Tribunal

?le dio equivocadamente el adjetivo de fútil al móvil del homicidio cuando el mismo fue ajeno
completamente a la propuesta del cobro de la obligación que aparece como supuesto de hecho cierto
en los autos.?

1.7. El error tiene trascendencia pues de no aplicarse la mencionada circunstancia de agravación el


homicidio que se debió imputar a su defendido era el simple a que alude el artículo 103 del estatuto
punitivo, siendo la sanción privativa de la libertad ostensiblemente menor a la fijada.

2. Cargo segundo: violación indirecta por aplicación indebida del artículo 29, inciso 2° del Código
Penal, y falta de aplicación del artículo 30, inciso 3° de la misma codificación.

2.1. El Tribunal condenó a PÉREZ BARRIENTOS como coautor penalmente responsable de los delitos
de homicidio agravado y porte ilegal de arma de fuego de defensa personal, a pesar de concurrir los
presupuestos jurídicos para considerar su participación en las mencionadas conductas punibles a título
de cómplice.

2.2. El acusado llegó al establecimiento de comercio de propiedad de la víctima acompañado de otra


persona que no pudo ser identificada, lo hizo manejando motocicleta de su propiedad y llevó al
parrillero que portaba la pistola, supuestos fácticos estos que no conducen irrefutablemente a derivar
la coautoría como forma de participación del acusado en las conductas punibles antes indicadas, por lo
siguiente:

- No hay prueba legalmente producida que permita deducir que entre PÉREZ BARRIENTOS y el
personaje no identificado se hubiese formalizado el designio criminal de matar a Antonio de Jesús
Montoya Castaño.

- El Ad quem admite la presencia de los mismos en el lugar de los hechos con el propósito de cobrar la
obligación contraída entre PÉREZ y Montoya a raíz de los daños causados por éste en el automóvil de
aquél.

- No se puede hablar de coautoría en el homicidio y en el porte ilegal de armas de fuego de defensa


personal, cuando el mismo Tribunal afirma que no quedó claro quién accionó el arma, si HERNEY
ARGIRO o su amigo ?Memo?.

- En el fallo cuestionado se edificó el elemento subjetivo de la culpabilidad en el dolo de ímpetu que


caracteriza la ejecución de una conducta en forma sorpresiva, de inmediato, incompatible con la
premeditación, la serenidad, la calma, entonces si esto no fue así es porque el homicidio surgió en ese
momento como circunstancia eventual, accesoria,

?independiente del designio inicial que motivó la presencia del acusado en el sitio de los hechos, cual
fue buscando un medio intimidante, mas no necesariamente, por vía de la muerte.?

2.3. El desacierto del Tribunal consistió en ubicar el comportamiento de PÉREZ BARRIENTOS como
coautor de homicidio agravado y porte ilegal de armas de fuego de defensa personal, cuando su
acción sólo puede catalogarse como simple contribución a la realización de tales conductas
antijurídicas, dando lugar a la participación a título de cómplice.
2.4. La trascendencia del yerro es evidente porque al aplicarse el artículo 30, inciso 3° del Código
Penal que establece los parámetros de dosimetría para esa forma de participación en la conducta
punible conlleva una rebaja de pena de una sexta parte a la mitad.

Por lo anterior, solicita casar parcialmente el fallo dictando uno de reemplazo que condene al
procesado HERNEY ARGIRO PÉREZ BARRIENTOS como autor de los delitos de homicidio simple y porte
ilegal de armas de fuego de defensa personal a título de cómplice.

MINISTERIO PÚBLICO:

El Procurador Primero Delegado para la Casación Penal es del criterio que al demandante no le asiste
razón por lo siguiente:

1. Cargo primero: violación directa de la ley sustancial por aplicación indebida del artículo 104,
numeral 4° del Código Penal, y falta de aplicación del artículo 103 del mismo estatuto.

1.1. El libelo plantea, de un lado, falta de motivación, y del otro, error respecto de la consecuencia
jurídica atribuida al supuesto fáctico que sirvió de fundamento para agravar el homicidio, lo cual
resulta contradictorio, pues a pesar de haber anunciado falta de motivación, lo que el recurrente
termina haciendo es justamente oponerse a los fundamentos fácticos y jurídicos expuestos por el
Tribunal.

1.2. Si la censura está orientada a cuestionar la falta de motivación de la sentencia, como así lo hizo
inicialmente el casacionista, la vía adecuada es la casual tercera de casación, en cuanto se estaría
ante un error in procedendo que de resultar acreditado y ser trascendente, conduciría a la nulidad del
fallo.

1.3. Si bien el demandante intentó el ataque por una vía equivocada, no precisa si la falta de
motivación que alega se configura por carencia total, fundamentación incompleta, anfibológica, o
motivación aparente o sofística. Aún así, tampoco le asiste razón porque mirada la sentencia en su
conjunto la misma permite comprender las razones de orden fáctico y jurídico que sustentan la
declaración de justicia a la que arribó en su parte resolutiva, en tanto ella contiene las respuestas a
las inquietudes planteadas por los sujetos procesales, así como la fundamentación requerida para
garantizar la controversia y facilitar su control en sede de casación, por lo que no habría ausencia de
motivación, como equívocamente lo sostiene el libelista.

1.4. Las pruebas acopiadas al proceso demostraron que el motivo por el cual se causó la muerte de
Antonio de Jesús Montoya Castaño fue su negativa a pagarle al procesado la suma de $48.000.oo, lo
cual, a juicio de la Procuraduría, sí es un motivo insignificante, bajo y ruin, que convierte el homicidio
en particularmente grave y, por tanto, merecedor de un mayor reproche penal, tal como
acertadamente lo dedujo el Tribunal al motivar el fallo de condena.

1.5. El hecho de que la conducta punible

?hubiese sido el producto de la exacerbación, el arrebato, la rabia o el ímpetu que pudo haber
originado en el autor material la negativa de la víctima a pagar tal suma de dinero, no excluye la
relación causal existente entre el motivo de tal impulso criminal y el resultado final muerte, como
artificiosamente lo plantea el demandante.?

El reparo no puede prosperar.

2. Cargo segundo: violación directa por aplicación indebida del artículo 29, inciso 2° del Código Penal,
y falta de aplicación del artículo 30, inciso 3° del mismo estatuto.

2.1. Si el demandante consideraba que no estaba probado el acuerdo criminal entre el procesado
PÉREZ BARRIENTOS y el desconocido ?Memo? para acabar con la vida de la víctima, debió plantear el
reparo por la vía de la violación indirecta de la ley sustancial, por error de hecho o de derecho, en
cualquiera de sus modalidades.
Esto porque cuando se acude a la violación directa de la ley sustancial, el censor debe respetar en su
integridad los hechos y la valoración probatoria que sirvió de fundamento a su declaración, tal como
fueron declarados en el fallo, exigencia esta que inobservó el recurrente porque en este caso el
Tribunal declaró que se trataba de una coautoría en las conductas punibles de homicidio y porte ilegal
de armas de fuego de defensa personal, luego esta conclusión fáctica debió ser acatada integralmente
en la demanda que al cuestionar la prueba de ese acuerdo delictivo hace que el cargo por violación
directa pierda consistencia.

2.2. Luego de referirse a lo que la jurisprudencia de esta Sala tiene decantado sobre la coautoría, en
particular la impropia, afirma que en este caso

?si HERNEY ARGIRO buscó la compañía de alias ?Memo? ? sujeto de dudosa reputación- para acudir
por tercera vez al lugar donde se encontraba su deudor, a la una de la madrugada, en una moto de
alto cilindraje, aprovisionados de un arma de fuego idónea para causar la muerte de una persona, y
una vez dentro del establecimiento, en fracción de segundos, ambos encuellan a la víctima y le
disparan en la cabeza, despojándolo de su dinero y arma de fuego, y luego huyen del lugar, debe
concluirse que, independientemente de quien haya disparado, la presencia de ambos fue necesaria y
determinante en la fase ejecutiva, tanto para portar el arma de fuego, como para la producción del
resultado muerte, más aún cuando HERNEY ARGIRO era quien tenía el motivo para actuar de esa
manera y por ello se hizo acompañar de alias ?Memo?, lo cual significa que si no fue quien disparó y
portó el arma, sí tuvo en sus manos el impedir el resultado, es decir, el codominio funcional del hecho
criminoso.

En tales condiciones, esta Delegada considera que fue bien aplicada la norma de derecho que define y
sanciona la coautoría impropia, y, en consecuencia, este cargo tampoco puede prosperar.?

Por lo anterior, solicita no casar el fallo impugnado.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE:

1. Cargo primero: violación directa por aplicación indebida del numeral 4 del artículo 104 del Código
Penal, y por falta de aplicación del artículo 103 del mismo estatuto.

1.2. Afirma el demandante que el Tribunal Superior de Medellín aplicó al procesado la circunstancia de
agravación del homicidio por motivo fútil, sin ninguna motivación de orden fáctico y jurídico. Y que si
bien el acusado pretendió cobrarle una deuda a la víctima, a este supuesto de hecho no se le puede
atribuir la consecuencia jurídica a la que se llegó en segunda instancia, pues el cobro de una deuda
mediante intimidación puede ser ilegal pero no de contenido ruin, abyecto o fútil, y si a esto se suma
que el homicidio fue ejecutado mediante dolo de ímpetu, esto es, como un suceso circunstancial, al
acusado se le debe condenar pero por homicidio simple.

1.2. Un reparo así propuesto en principio se ofrece contradictorio en tanto plantea en el mismo cargo
falta de motivación y error respecto de la consecuencia jurídica derivada del supuesto de hecho que
sirvió de fundamento para agravar el homicidio, temas que se debieron abordar a través de causales
distintas.

En relación con la falta de motivación y su vía de ataque la Sala ha precisado

?cuatro variables relacionadas con la motivación: la carencia total de la misma; la incompleta o


deficiente; la ambivalente, oscura o dilógica; la falsa o sofística, contraria a la verdad revelada
probatoriamente. Las tres primeras son susceptibles de alegarse a través de la causal de nulidad por
reportar un error in procedendo, mientras que la última lo será por la vía del error in indicando, si éste
es producto del manifiesto desconocimiento de las reglas de producción y apreciación de las pruebas
sobre las cuales se ha fundado la sentencia, o por violación de la ley sustancial debida a error de
hecho o de derecho, según el sistema procesal dentro del cual fue emitido el fallo.

Pero la Corte también ha precisado que la presentación del reproche debe dejar al descubierto la falta
absoluta de motivación, o explicar por qué es incompleta, confusa o ambivalente, si se quiere alcanzar
el cometido de la invalidez de la sentencia, puesto que el ejercicio demostrativo del reproche no se
satisface con la selección de un segmento de la misma para presentar las razones del desacuerdo por
considerarse simplemente que son equivocadas las consideraciones allí plasmadas o para que se
suplan con otras diferentes, porque el ?fallo es una unidad que, si permite integralmente su
comprensión y explica su contenido, debe tenerse por suficientemente motivado independientemente
de pequeños vacíos, incongruencias o contradicciones que pudiera contener1?2?.

Si la motivación del fallo existe, pero es equivocada debido a errores de intelección en la aplicación o
interpretación de las normas constitucionales o legales llamadas a regular el caso, cuando esto último
ocurre la vía adecuada de ataque es la causal primera de casación.

1.3. Frente a la motivación de la sentencia la Sala en reciente pronunciamiento sostuvo:

?? Consecuente con el Estado Democrático y Social de Derecho, a efectos de controlar la arbitrariedad


judicial, se ha instituido el derecho a la motivación de la sentencia como una garantía que tiene el
procesado, y que constituye un componente del derecho fundamental al debido proceso y de defensa.

? El principio de motivación de las decisiones judiciales desempeña una doble función: (i)
endoprocesal: en cuanto permite a las partes conocer el pronunciamiento sirviendo de enlace entre la
decisión y la impugnación, a la vez que facilita la revisión por el tribunal ad quem; y (ii) función
general o extraprocesal: como condición indispensable de todas las garantías atinentes a las formas
propias del juicio, y desde el punto de vista político para garantizar el principio de participación en la
administración de justicia, al permitir el control social difuso sobre el ejercicio del poder
jurisdiccional3.

? El derecho de motivación de la sentencia se constituye en un principio de justicia que existe como


garantía fundamental derivada de los postulados del Estado de Derecho, en tanto que el ejercicio
jurisdiccional debe ser racional y controlable (principio de transparencia), asegura la imparcialidad del
juez y resguarda el principio de legalidad.

? Para el cabal ejercicio del derecho de contradicción, se demanda del funcionario judicial la
motivación de sus decisiones para conocer debidamente sus argumentos que le sirven de sustento y
así poder con mejor facilidad emprender la tarea de su contradicción bien sea controvirtiendo la
prueba que le sirvió de soporte, allegando nuevos elementos de juicio que le desvirtúen o, en últimas,
impugnando la providencia correspondiente.

? las decisiones que tome el juez, que resuelven asuntos sustanciales dentro del proceso ?v.gr. una
sentencia-, deben consignar las razones jurídicas que dan sustento al pronunciamiento; se trata de un
principio del que también depende la cabal aplicación del derecho al debido proceso pues, en efecto, si
hay alguna justificación en la base de las garantías que reconocen la defensa técnica, el principio de
favorabilidad, la presunción de inocencia, el principio de contradicción o el de impugnación ?todos
reconocidos por el art. 29 Const. Pol.-, ha de ser precisamente la necesidad de exponer los
fundamentos que respaldan cada determinación, la obligación de motivar jurídicamente los
pronunciamientos que profiere el funcionario judicial4.

? Esta garantía fue prevista en una norma positiva expresa en nuestro ordenamiento constitucional
anterior5, ahora el art. 55 de la Ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia, impone
al juez el deber de hacer referencia a los hechos y asuntos esgrimidos por los sujetos procesales, al
igual que lo hacen los arts. 3 de la Ley 600 de 2000 que en cuanto a sus normas rectoras establece
que el funcionario judicial ?deberá motivar? las medidas que afecten derechos fundamentales de los
sujetos procesales, y 170 y 171, pues la providencia judicial no puede ser una simple sumatoria
arbitraria de motivos y argumentos, sino que requiere una arquitectura de construcción argumentativa
excelsa, principal muestra de lealtad del juez hacia la comunidad y hacia los sujetos procesales.

Configura uno de los pilares fundamentales del Estado Democrático y Social de Derecho, al garantizar
que una persona investida de autoridad pública y con el poder del Estado para hacer cumplir sus
decisiones, resuelva, de manera responsable, imparcial, independiente, autónoma, ágil, eficiente y
eficaz, los conflictos que surjan entre las personas en general, en virtud de los cuales se discute la
titularidad y la manera de ejercer un específico derecho, consagrado por el ordenamiento jurídico
vigente6,

de manera que puede que sea concebida desde este enfoque como la contrapartida del derecho
constitucional del libre acceso a la jurisdicción efectiva en virtud del cual todas las personas tienen
derecho a obtener tutela judicial material que concluya con una decisión final motivada, razonable y
fundada en el sistema de fuentes (art. 230 Const. Pol.), presentando desde luego pretensiones
legítimas pues no resulta suficiente la posibilidad formal de llegar ante los jueces con la simple
existencia de una estructura judicial lista a atender las demandas de los asociados, porque su esencia
reside en la certeza que en los estrados judiciales se surtirán los procesos a la luz del orden jurídico
aplicable, con la objetividad y la suficiencia probatoria que aseguren un real y ponderado conocimiento
del fallador acerca de los hechos materia de su decisión7.

Una sana argumentación es la explicación de las razones que conducen a adoptar una determinación y
permite el control de la legalidad de la principal manifestación del Poder Judicial propio de todo Estado
Democrático. Así se somete la providencia al escrutinio de los sujetos procesales y de la sociedad pues
si bien el pronunciamiento jurisdiccional tiene un efecto inter-partes, también concita el interés
general, amén del fin pedagógico que demuestra y persuade que se trata esa de la mejor solución
posible, no la expresión cruda del ejercicio de una competencia sino el caro fruto de la lógica y la
razón. Desde otra perspectiva, la respuesta judicial genera un elemento de estudio y doctrina para
casos similares, creando jurisprudencia y una fuente de Derecho.

La sentencia judicial es un acto de comunicación del Estado con la sociedad, en ella se da cuenta de
cómo se ejerce la autoridad en su nombre, no se trata de sojuzgar o subordinar al ciudadano por la
sola investidura que la sociedad ha prestado a órganos accidentales de una misión trascendental para
la sociedad. La majestad de la justicia supone un ejercicio magisterial que demanda una preocupación
permanente por comunicarse con el individuo, por mostrarse racional y coherente en la decisión,
cuando esta no es comprendida por el destinatario, el epílogo del proceso arroja un saldo de agresión
y no el plus pedagógico necesario para legitimar la función ejercida8.

? Es decir, como lo afirma Osvaldo Alfredo Gozaíni,

?? el contenido de la motivación no es otro que resolver con razones que se justifiquen sin esfuerzo
dialéctico. Debe existir una ponderación jurídica que acompañe el proceso lógico de aplicación
normativa, con el sentimiento implícito de hacer justicia que ésta sea perceptible a quien se dirige y,
en dimensión, a toda la sociedad.

Dicho en otros términos, como lo hace Farell: la circunstancia de que los jueces deban juzgar de
acuerdo con razones excluye también la posibilidad de que ellos decidan con base en la simple
expresión de sus preferencias. Los jueces emiten juicios basados en razones, y tratan de alcanzar
una ?verdad?, entendida en este caso como una buena interpretación del Derecho vigente.?

? En torno a la ponderación del aspecto fáctico y su incidencia en la aplicación del derecho como
factores trascendentes de la motivación de la sentencia,

?debe recordarse que a la fijación del aspecto fáctico se llega a través de la elaboración de juicios de
validez y de apreciación de los medios de convicción, orientados éstos últimos por las normas de la
experiencia, de la ciencia o de la lógica, o de las reglas que les asignan o niegan un determinado
valor. El mandato constitucional impone que la fundamentación de la sentencia debe comprender el
correspondiente juicio sobre los elementos probatorios y que el mismo sea expreso y asertivo y no
hipotético, toda vez que si el fallo no es explícito o determinante sino que se manifiesta de manera
imprecisa, remisa o contradictoria, o se limita a enunciar las pruebas, omitiendo su debida evaluación
y discusión y, por ende, el debido mérito persuasivo o conclusivo, necesariamente el acto
jurisdiccional es defectuoso en cuanto no es posible su contradicción por parte de los sujetos
procesales.

Precisados los hechos prosiguen las consecuencias jurídicas, escenario en el que igualmente la
fundamentación se constituye en una exigencia de orden constitucional, pues al juez se le impone el
deber de expresar sin ambigüedad tanto los argumentos jurídicos de sus conclusiones como la
obligación de responder de manera clara, expresa y suficiente los planteamientos presentados por los
sujetos procesales.

Por consiguiente,

?una propuesta de nulidad en casación por falta de motivación de la sentencia debe encontrarse
vinculada a la insuficiente o nula fundamentación del supuesto fáctico que concluyó probado el juez o
de su encuadramiento jurídico, que son los aspectos que estructuran la sustancialidad de la sentencia?
9?10?11.

1.4. Al ocuparse del reparo propuesto por el demandante, la Sala encuentra ?como también lo hiciera
el Procurador Delegado- que el Tribunal Superior de Medellín luego de referirse a los medios de
prueba acopiados consideró:

?Dentro del proceso se demostró que HERNEY ARGIRO PÉREZ estaba disgustado con el señor Montoya
porque no le canceló el daño de la manigueta y la cremallera del taxi. Durante 6 años lo transportó
todos los días cuando él cerraba la taberna, junto con sus empleados, y así lo hizo aquel 28 de
diciembre de 2002 pero resulta que la esposa de Montoya estaba enferma de los pulmones y le pidió a
su esposo que iba en el puesto de adelante, subir el vidrio, al hacerlo don Antonio tuvo que esforzarse
para ello, quedando la manigueta dañada. Al día siguiente fue a la taberna a llevarse la factura y don
Antonio se negó a pagarla, lo visitó nuevamente en la noche y recibió respuesta negativa, para luego
regresar en compañía de un sujeto a quien el procesado apoda como ?Memo? en su propia moto de
alto cilindraje que parquea a un lado de la taberna y ambos entraron en busca de don Antonio, lo
acorralaron y uno de ellos accionó la pistola por una vez con las consecuencias anotadas.?

Después de tratar las declaraciones del taxista Gilberto de Jesús Castrillón, el mesero Héctor Alberto
Quintero, el celador Pedro Antonio Peláez y el vendedor Pedro Nelson Castaño, el ad quem concluyó:

?Había un móvil para que HERNEY ARGIRO terminase con la vida de don Antonio, el no haberle
cancelado el valor de la manigueta y la cremallera, que él había cobrado en tres oportunidades y la
víctima se había negado a pagarle.?

Le dio razón al Fiscal impugnante al sostener que el procesado

?tenía un móvil para hacerlo, por eso la sentencia absolutoria será revocada y en su lugar se
condenará al acusado por homicidio agravado y porte ilegal de arma de fuego de defensa personal.?

La verdadera intención del enjuiciado al presentarse ante la víctima acompañado de otro sujeto a
cobrarle por tercera vez el valor del daño de la manija del taxi y a esa hora, una y cuarto de la
mañana,

?no era otro que el acuerdo previo para cobrarle el no pago de esa módica suma de $48.000.oo?.

Y al dosificar la pena el Tribunal señaló:

?El art. 104-4 del C. Penal para el homicidio agravado consagra una sanción de 25 a 40 años.?

Este contexto demuestra que el fallo proferido por el ad quem, consecuente con la resolución de
acusación, es expreso con suficiencia en las razones de orden fáctico y jurídico que sustentan la
agravante del homicidio cuya degradación pretende el impugnante.

1.5. De conformidad con el artículo 104, numeral 4° del Código Penal de 2000, el homicidio se agrava
cuando se cometiere por motivo abyecto o fútil. Por lo primero se entiende ?aquello despreciable, vil
en extremo; y fútil aquello que carece de aprecio o importancia, es claro que el motivo aducido como
desencadenante de la acción homicida se identifica plenamente con este último adjetivo, pues obrar
por motivos fútiles no puede ser otra cosa que realizar el hecho delictivo por una causa tan
insignificante, tan nimia, que hace resaltar en forma inmediata la falta de proporcionalidad entre el
motivo y el hecho12?.

1.6. El Tribunal encontró que la prueba allegada demostró que la razón por la cual se causó la muerte
de Antonio de Jesús Montoya Castaño fue su negativa a pagar la suma de $48.000.oo, y esto es un
acto provisto de un motivo fútil, por lo insignificante, merecedor de un mayor reproche punitivo como
así se hizo en la providencia recurrida.

Ahora: que la intención de los agresores hubiese sido el producto del arrebato, la rabia o el ímpetu
que pudo originar la negativa de la víctima a pagar la suma de dinero que se le exigía, no excluye
como bien lo apreció el Procurador Delegado la relación casual existente entre el motivo de tal impulso
criminal y el resultado final: la muerte. Lo que se demostró, se reitera, es que a la víctima se le quitó
la vida por un motivo insignificante, esto es, por negarse a pagar $48.0000.oo por un daño causado a
una manija del taxi de propiedad del procesado HERNEY ARGIRO PÉREZ BARRIENTOS.

Este reparo no prospera.

2. Cargo segundo: violación directa por aplicación indebida del artículo 29, inciso 2° del Código Penal,
y falta de aplicación del artículo 30, inciso 3° de la misma codificación.

2.1. A juicio del demandante el Tribunal condenó a su defendido como coautor penalmente
responsable de las conductas punibles de homicidio agravado y porte ilegal de arma de fuego de
defensa personal, a pesar de que concurrían los presupuestos jurídicos para considerar su
participación en los mencionados delitos a título de cómplice.

2.2. Examinado el fallo proferido por el ad quem en él se llegó a la conclusión que las pruebas
allegadas demostraban que el procesado PÉREZ BARRIENTOS concurrió en las mencionadas conductas
punibles como coautor, luego no corresponde a la realidad la afirmación del recurrente cuando sin
señalar ese segmento del fallo donde conste esa desarmonía entre la parte motiva y la dispositiva
sostiene, sin sustento, que se condenó como coautor a pesar de admitirse la intervención a título de
cómplice.

2.3. Si el libelista consideraba que no estaba probado el acuerdo criminal entre PÉREZ BARRIENTOS y
alias ?Memo? para dar muerte a Antonio de Jesús Montoya Castaño, el yerro se debió plantear por la
vía de la violación indirecta de la ley sustancial, por error de hecho o derecho, en cualquiera de sus
modalidades, esto es, en el primer caso por falso juicio de existencia, falso juicio de identidad o falso
raciocinio, o en el segundo por falso juicio de legalidad o de convicción.

Esto porque cuando se acude a la violación directa de la ley sustancial, como lo hizo el libelista en este
caso, se deben aceptar los hechos y la valoración probatoria tal como fueron plasmados por el
juzgador en el fallo. Cumplidos estos parámetros formular el reparo en puro derecho demostrando la
incorrección en que pudieron haber incurrido los jueces de instancia bien por falta de aplicación,
aplicación indebida o interpretación errónea de la norma sustancial llamada a regular el caso.

2.4. El Tribunal concluyó que PÉREZ BARRIENTOS intervino a título de coautor en las conductas
punibles de homicidio agravado y porte ilegal de arma de fuego de defensa personal, porque

?Herney en su propia moto acudió aquélla madrugada en busca de don Antonio y haciéndose
acompañar por un tal ?Memo?. Herney estaba seguro que a esa hora cerraba don Antonio el negocio y
que estaba en compañía del mesero y que entre los dos tomaban el taxi para ir a su hogar. Es tan
cierta la coautoría, que hubo un acuerdo para hacerlo llevando una pistola el parrillero, que entre los
dos tomaron por el cuello a la víctima, que si en el acta de necropsia no dejaron constancia de signos
de violencia, se puede deducir que lo asieron por la camisa. Herney había ido ese día en dos ocasiones
y conduciendo su taxi, pero a la una de la mañana cambio el taxi por la moto y se hizo acompañar de
este individuo de dudosa reputación como él mismo lo afirma en una de sus intervenciones en la
etapa de juzgamiento. De ahí que, de esa parte dinámica del delito surge el elemento subjetivo para
condenar.?
Los sucesos así planteados y la valoración probatoria que de los mismos se hicieran en el fallo
impugnado debieron ser acatados por el actor, de manera que al cuestionar la prueba de ese acuerdo
delictual y el aporte objetivo en la consecución del resultado hace que el cargo por la vía directa
resulte infundado.

2.5. Tampoco le asiste razón al libelista en la fundamentación del reproche por lo siguiente:

2.5.1. El artículo 29, inciso 2° del Código Penal de 2000 ?precepto normativo que el censor considera
indebidamente aplicado- señala que:

?Son coautores los que, mediante un acuerdo común, actuán con división del trabajo criminal
atendiendo la importancia del aporte.? Y,

El artículo 30, inciso 3° -disposición que según el libelista se debió aplicar- determina que es cómplice:

?Quien contribuya a la realización de la conducta antijurídica o preste ayuda posterior, por concierto
previo o concomitante a la misma?.

Frente a la coautoría impropia es pertinente recordar que cada uno de los intervinientes en la
conducta punible la realizan de manera conjunta pero con división de trabajo,

?por ello es inherente a esta figura la concurrencia de por lo menos dos elementos: uno subjetivo que
generalmente es previo o concurrente con la comisión del hecho, consistente en la existencia de un
acuerdo expreso o tácito para su acometimiento y uno objetivo, que se manifiesta en la realización de
actos orientados a su ejecución como cometido común, siéndoles por ello imputables a todos los
partícipes el delito o delitos cometidos que típicamente se configuren?13.

En relación con los elementos estructurantes de esta forma de intervención en la conducta punible, la
jurisprudencia de la Sala ha precisado:

?. Para que exista coautoría se requieren tres elementos: acuerdo común, división de funciones y
trascendencia del aporte durante la ejecución del ilícito.

. Para la determinación de la coautoría es menester analizar tanto lo objetivo como lo subjetivo de la


injerencia de la persona en el hecho.

. Como según la importancia del aporte se distingue entre coautor y cómplice, el funcionario judicial
debe hacer el estudio correspondiente frente al caso concreto y razonadamente sustentar su decisión.

? De la lectura del artículo 29.2, como quedó finalmente, se desprenden, es obvio, los mismos
requisitos: para afirmar coautoría se necesitan acuerdo común, división del trabajo y observación del
peso del aporte.

Acuerdo significa conformidad, asentimiento, reflexión y madurez de determinación.

División quiere decir separación, repartición. Aportar, derivado de ?puerto?, equivale a llegar o
presentarse a un lugar, hacer algo en pro de un fin común.

? Las anteriores exigencias coinciden con las generalmente adosadas, antes y ahora, a la coautoría,
vale decir, acuerdo y decisión plural; sentimiento de actuar en una obra propia inserta en una labor
global, común; comportamiento signado por esa directriz, o co- dominio del hecho; y aporte de algo
importante durante la ejecución del delito, todo ello, desde luego, mirado objetiva y subjetivamente.

Observado el fenómeno de otra forma, para hablar de coautoría son indispensables dos exigencias,
una subjetiva y una objetiva.

El aspecto subjetivo de la coautoría significa que:


Uno. Los comuneros se pongan de acuerdo, planifiquen la comisión del ilícito y, de consuno, decidan
su perpetración.

Dos. Cada uno de los comprometidos sienta que formando parte de una colectividad con un propósito
definido, el hecho es suyo, pero incluido dentro de una obra mayor, global, es decir, perteneciente,
imbricada, realizada por todos los concurrentes o, dicho con otras palabras, la persona debe sentir
que cumple tareas en interdependencia funcional.

La fase objetiva comprende:

Uno. El co-dominio funcional del hecho, entendiendo por tal que los varios individuos, sin
sometimiento, dependencia o subordinación de uno o unos de ellos a otro u otros de ellos, se dirijan a
la misma finalidad con un comportamiento esencial, mirado no en términos absolutos sino relativos.

Por conducta esencial se debe entender, primero, que sin ella es imposible cometer el hecho; o,
segundo, que si una de las personas se opone o entra en divergencia con las otras, pueda hacer
fracasar el plan, molestarlo o variarlo en su desarrollo; o, tercero, que la intrusión de las personas no
debe ser meramente casual, accidental o secundaria.

Dos. Aporte significativo durante la ejecución del hecho, es decir, prestación de algo trascendente
para su comisión, servicio importante que cada uno de los concurrentes presta a la gesta delictiva.

Esa contribución común en pro del mismo fin puede ser material o moral ??espiritual?-, por ejemplo
cuando, en esta última hipótesis, la presencia definida de uno de los comuneros refuerza o estimula el
cumplimiento del plan trazado, presiona y multiplica las energías de los otros, apoya al resto, reduce
las defensas de la víctima, aumenta la intimidación padecida por ésta, incrementa la agresividad de
los otros autores o comporta una mayor seguridad para estos en cuanto, vgr., la cantidad de sujetos
intensifica el amedrantamiento que sufre la persona objeto de la acción, etc.

Y el aporte durante la ejecución del hecho quiere decir que la prestación que hace la persona debe
ocurrir, total o parcialmente, entre el momento en que se inicia la realización del verbo rector que guía
la conducta criminal y el logro de la consumación. De esta manera, el comportamiento frente a la pura
ideación delictiva o a los actos preparatorios, no constituye coautoría, como tampoco aquél
subsiguiente a la consumación o al último acto en materia de tentativa de delito.14?

Para diferenciar los conceptos de coautoría y complicidad, particularmente cuando los protagonistas
actúan en el momento consumativo de la conducta punible la Sala ha precisado:

?? Basta, sin embargo, para despejar el equívoco y dejar en claro la objetividad legal de la distinción,
precisar, en uno y otro caso, si el acto se halla ligado finalísticamente o no a la realización de la
conducta. En la primera hipótesis, cuando brinda colaboración posterior a un hecho punible del cual
hace parte, por razón de su compromiso objetivo y subjetivo con sus resultados, se trata de un
coautor. Pero si esa ayuda es de mera coadyuvancia externa a los fines de los integrantes de la
empresa común, despojada de alianza anímica con los propósitos últimos de sus autores directos,
quien así actúa es cómplice del hecho punible15?.

2.5.2. En el proceso se estableció probatoriamente que HERNEY ARGIRO PÉREZ BARRIENTOS, molesto
porque Antonio de Jesús Montoya Castaño no le cancelaba la suma de $48.000.oo, buscó la compañía
de alias ?Memo? para acudir por tercera vez al establecimiento público de comercio de propiedad de
su deudor, a la una de la madrugada cuando éste se aprestaba a cerrarlo, en una motocicleta de alto
cilindraje, aprovisionados de un arma de fuego ?pistola-, y una vez dentro de la taberna, ambos
encuellan a la víctima y le disparan en la cabeza, despojándolo de su dinero y un revólver, y luego
huyen del lugar.

Bajo este contexto surge razonable que la presencia de los dos agresores fue necesaria y
determinante en la fase ejecutiva del comportamiento criminal, tanto para portar el arma de fuego,
como para la producción del resultado muerte, con mayor razón cuando era HERNEY ARGIRO quien
tenía el motivo para actuar de esa manera y se hizo acompañar de un sujeto a quien se cuidó de
identificar, lo cual traduce acuerdo y aporte objetivo trascendente en el resultado querido.

En estas condiciones a juicio de la Sala, acertó el Tribunal al considerar que el procesado PÉREZ
BARRIENTOS debe responder como coautor de las conductas punibles de homicidio agravado y porte
ilegal de arma de fuego de defensa personal.

Al no demostrarse el error denunciado, el cargo no prospera.

A mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, administrando


justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE:

NO CASAR la sentencia impugnada.

Contra esta providencia no procede ningún recurso.

Cópiese, notifíquese, devuélvase al Tribunal de origen y cúmplase.

MAURO SOLARTE PORTILLA No hay firma

SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZ No hay firma

ALFREDO GÓMEZ QUINTERO

ÁLVARO ORLANDO PÉREZ PINZÓN

MARINA PULIDO DE BARÓN

JORGE LUIS QUINTERO MILANÉS

YESID RAMÍREZ BASTIDAS

JULIO ENRIQUE SOCHA SALAMANCA

JAVIER ZAPATA ORTIZ

TERESA RUIZ NÚÑEZ Secretaria

1 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sentencia de casación del 5 de junio de 2003, radicación 19.689. 2
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sala de Casacion Penal, Sent. casación 4 de mayo de 2006, rad.
24.531. 3 Al respecto, Michele Taruffo, citado por Gladis E. de Midón en su libro sobre la casación,
dice lo siguiente: ?La obligación constitucional de motivación nace efectiva del Estado persona,
autocrático y extraño respecto a la sociedad civil, y de la consiguiente afirmación de los principios por
los cuales la soberanía pertenece al pueblo.? Esta transformación del modo de concebir la soberanía
significa, en el plano jurisdiccional, ?que la providencia del juez no se legitima como ejercicio de
autoridad absoluta, sino como el juez rinda cuenta del modo en que se ejercita el poder que le ha sido
delegado por el pueblo, que es el primer y verdadero titular de la soberanía.? ?A través del control
(social difuso), y antes por efecto de su misma posibilidad (con el deber de justificar las decisiones
judiciales), el pueblo se reapropia de la soberanía y la ejercita directamente, evitando que el
mecanismo de la delegación se transporte en una expropiación definitiva de la soberanía por parte de
los órganos que tal poder ejercitan en nombre del pueblo?. 4 CORTE CONSTITUCIONAL, Sent. C-252
de 2001. También, Sents. T-175 de 1997, T-123 de 1998 y T-267 de 2000. 5 Constitución Política de
1886, art. 161. ?Toda sentencia deberá ser motivada.? 6 CORTE CONSTITUCIONAL, Sent. C-242 de
1997. 7 CORTE CONSTITUCIONAL, Sent. C-242 de 1997. 8 EDGARDO VILLAMIL PORTILLA, Las
falencias en la argumentación judicial, XXI Congreso colombiano de Derecho Procesal, 2000, pág. 63.
9 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Ver, entre otras, casación 14647 del 25 de octubre de 2001,
casación 21044 de 19 de enero de 2005, casación 23186 de 11 de mayo de 2005. 10 CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA, Auto junio 1 de 2006, rad. 25382. 11 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, SALA
DE CASACIÓN PENAL, Sent. Cas. Sept.28/2006, rad. 22.041. 12 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sala
de Casación Penal, Sent. casación enero 26 de 2006, rad. 22.106. 13 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA,
Sent. Cas. Diciembre 15 de 2000, rad. 11471. 14 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sent.- Cas. Agosto
21 de 2003, rad. 19213. 15 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sala de Casación Penal, Sent. Cas. Mayo
22 de 2003, rad. 17.457.

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