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Art Auto Motor Buena Fe
Art Auto Motor Buena Fe
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por
Luis MOISSET DE ESPANÉS (*)
Sumario
I.- Introducción.
a) Buena fe en sentido subjetivo
b) Buena fe en sentido objetivo
c) Nuestra opinión
II.- Propiedad del automotor e inscripción.
a) Generalidad de las cosas muebles.
b) Reemplazo de la tradición por la inscripción.
c) Buena fe en la inscripción y buena fe en la posesión.
III.- Otros derechos sobre el automotor
a) Derechos desmembrados
b) Leasing
IV.- Buena fe, reivindicación y prescripción adquisitiva.
a) Nociones
b) Prescripción abreviada
c) Prescripción contra tabulas.
V.- La buena fe en la prescripción adquisitiva de automotores
a) Presunción de conocimiento
b) Inscripción de un automotor hurtado o robado.
c) Adulteración de la identificación
d) Adulteración de la documentación del vehículo.
e) Sustitución de la identidad del titular registral.
VI.- Buena fe y poseedores de automotores no robados ni perdidos.
a) Doctrina mayoritaria
b) Posición del profesor Lloveras
c) Nuestra propuesta.
VII.- Buena fe en la tenencia:
a) Adquirente sin inscripción y automotores robados. Secuestro.
b) Restitución. Depósito judicial.
VIII.- Buena fe y embargo.
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I.- Introducción.
Aunque sin duda en otras partes de este libro se habrá desarrollado con mayor
profundidad el concepto de buena fe, estimamos indispensable brindar algunas nociones previas,
que servirán de base para comprender mejor las posiciones que adoptamos en nuestros análisis
sobre el funcionamiento de la buena fe con relación al régimen de los automotores.
En efecto, la mayor parte de la doctrina distingue entre la buena fe en sentido
subjetivo, y la buena fe en sentido objetivo y, llegado el momento, será menester determinar en
cada caso concreto cuál de estas apreciaciones es la que debe predominar para juzgar las
conductas del sujeto.
En una de las más recientes obras escritas en nuestro continente sobre la buena fe,
por una destacada jurista brasileña1, al ocuparse de la manera en que opera en la dinámica de las
relaciones jurídicas, nos dice que:
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6. Ver Isidro Satanowsky, "Derecho Intelectual" (Tea, Buenos Aires, 1954, 2 tomos), quien al referirse al derecho de
cita nos dice: "... tres requisitos condicionan el ejercicio de su derecho: indicar el nombre del autor, hacer la cita
entre comillas e incorporarla dentro de un texto personal", agregando a renglón seguido una previsión que
estimamos no debe olvidar jamás el investigador:
"Las citas pueden constituir, si no la parte esencial de una obra, por lo menos la más interesante y
multiplicarse hasta llegar a un aprovechamiento ilegítimo de la producción ajena. Es por eso que la ley ha previsto el
caso determinando los límites dentro de los cuales debe mantenerse el que cita. La ley argentina (art. 10), fija en un
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Como bien dice José Luis de Los Mozos, la apreciación objetiva de la buena fe
“no se halla basada en la voluntad de las partes, sino en la adecuación de esa voluntad al principio
que inspira y fundamenta el vínculo negocial”7.
Se advierte con acierto que, necesariamente, la apreciación objetiva de la buena fe
presenta múltiples matices, pues las conductas social o legalmente exigidas, varían de acuerdo a
las distintas situaciones concretas que deben enfrentarse8, y no aparece como un principio
general, sino más bien como un modelo jurídico, “en la medida en que se reviste de variadas
formas y de variadas concreciones”9, aunque todas ellas presentan una unidad de sentido:
establecer si ha existido una conducta leal, merecedora de protección a pesar de haber incurrido en
error.
c) Nuestra opinión
Mas allá de las distinciones que suele establecer la doctrina, hablando de buena fe
“creencia”, buena fe “ignorancia”, buena fe diligencia, buena fe “subjetiva” o buena fe “objetiva”,
a veces en nuestros trabajos hemos utilizado la denominación de buena fe interna, para referirnos
a un estado de ánimo que es común a todos los casos en que el derecho debe contemplar y
apreciar la buena fe. Nos referimos así al “convencimiento íntimo” que anima al sujeto de que
procede con lealtad y probidad. Coincidimos en esto con una apreciación de de los Mozos, de que
las distinciones que se trazan no son substanciales, sino formales y que hay una “continuidad
esencial de la noción de buena fe”10. Pero, resulta que el derecho no se ocupa de los sentimientos
íntimos de las personas, salvo que inspiren conductas que trasciendan al mundo exterior. El
comportamiento exteriorizado va a presentar siempre un elemento de carácter objetivo.
Cuando la conducta del sujeto tenga como fundamento un error sobre la realidad
máximo de 1000 palabras, y la italiana (art. 22) tres páginas" (Obra citada, T. I, 198-E, p. 354).
8. “Es una norma necesariamente matizada, cuyo contenido no se presenta como un ‘principio general’...” (Judith
Martins-Costa, obra citada, p. 412).
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de las cosas, o su ignorancia de previsiones legales, el jurista debe determinar si existen excusas
que justifiquen su error11.
La apreciación de las circunstancias que rodean los distintos casos es tan variada,
que -como ya lo apunta de los Mozos- no puede realizarse a priori, ni con el empleo de una lógica
de tipo matemático, propia de otras ciencias, sino que es menester recurrir a la “tópica”12 como
herramienta de trabajo. Se supera así la jurisprudencia de “conceptos”, e incluso la jurisprudencia
de “intereses”, para buscar la justicia en la aproximación a los casos concretos. Mucho ha
iluminado este camino, que supone un renacimiento del pensamiento retórico aristotélico y
ciceroniano, la obra del jurista alemán Theodor Viehweg, que propicia para el derecho civil una
técnica de “pensamiento problemático”, basada en los siguientes presupuestos:
“1.- La estructura total de la jurisprudencia solamente se puede determinar desde
el problema.
2.- Las partes integrantes de la jurisprudencia, sus conceptos y sus proposiciones,
tienen que quedar ligadas de un modo específico con el problema y sólo pueden ser
comprendidos desde él.
3.- Los conceptos y las proposiciones de la jurisprudencia sólo pueden ser
utilizados en una implicación que conserve su vinculación con el problema.”13
No se piense en manera alguna que esta técnica significa abrir camino al libre
arbitrio judicial; muy por el contrario, se trata de que el intérprete busque en cada caso la forma de
adecuarlo a las previsiones legales, encontrando una solución que haga posible la justicia del
problema que concretamente debe resolver. En materia de buena fe, precisamente, la
multiplicidad de valores que se entrecruzan hace necesario aproximarse a cada caso con una
visión “tópica”, que supere la visión “axiomática”. Antes de concluir este punto
procuraremos brindar un ejemplo de esta manera de pensar. En nuestro sistema jurídico suele
darse tratamiento axiomático a la “inexcusabilidad del error de derecho”14, principio que se
11. De aquí en más hablaremos casi exclusivamente de error, porque como muy bien lo señaló Savigny, desde el
punto de vista de sus efectos jurídicos, error e ignorancia son equiparables (ver Federico Carlos de Savigny, Sistema
de Derecho Romano actual, trad. al castellano, T. II, Apéndice VIII: Del error y de la ignorancia”, ed. Góngora y
Cía., Madrid, 1879).
13. Theodor Viehweg, Tópica y Jurisprudencia, traducción al castellano de Luis Diez Picazo, Taurus, Madrid, 1964.
14. Ver nuestro: El error de derecho en el derecho civil contemporáneo y en el Código Civil Argentino, Bol. Fac. de
Derecho y C. Sociales de Córdoba, año XXV, 1961, Nº 1-2 p. 143, reproducido por la Revista de Derecho Español y
Americano, Madrid, año VII, 1962, Nº 20, p. 62).
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16. En nuestro trabajo mencionado en nota 14 dijimos, hace ya cuarenta años: “Creemos que en todos los casos en
que el derecho brinda protección a las personas de buena fe víctimas de un error, esa protección debe extenderse
tanto a los errores de hecho como a los de derecho” (trabajo citado, p. 178).
17. “Art. 2279 (Código civil francés).- En fait de meubles, la possession vaut titre”.
18. Ver especialmente las notas a los artículos 2414, 2488, 2594, 3878, 3882, 3892 y 3909.
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modelo al francés, como una referencia al “título formal”19, lo que al parecer es suficiente dentro
de sistemas como el del Código francés, que hacen del consentimiento (título) el medio suficiente
para transmitir la propiedad20. Incluso en el Código español (artículo 464), se dice que “la
posesión de los bienes muebles, adquirida de buena fe, equivale al título”, pero aquí aparecen dos
menciones dignas de resaltar, a saber: a) se hace referencia a la buena fe; y b) esa conducta se
aprecia con relación a la “adquisición” de la posesión, es decir en vinculación con el modo.
Vélez Sársfield, por su parte, aunque haya tenido en vista el modelo francés, fija
con mayor precisión el alcance de la norma, al establecer en el artículo 2412:
“La posesión de buena fe de una cosa mueble, crea, a favor del poseedor, la
presunción de tener la propiedad de ella, y el poder de repeler cualquier acción de
reivindicación, si la cosa no hubiese sido robada o perdida”.
En la nota a este artículo nuestro codificador, que tantas veces ha seguido a Aubry
y Rau, destaca que en este caso se aparta de sus enseñanzas, y prefiere inclinarse -con innegable
acierto- por la opinión de Troplong, Marcadé y Duranton21.
En resumen, el tercero poseedor de buena fe de una cosa mueble, que no sea
robada ni perdida, goza en nuestro derecho de la presunción de propiedad y no olvidemos que la
buena fe en la posesión se juzga en el momento de su adquisición (art. 2358).
19. José María Miquel menciona al Código de Baden que expresa en alemán algo que podría ser traducido como “en
caso de bienes muebles la posesión vale como documento o título formal” (ver “La posesión de bienes muebles”, ed.
Montecorvo, Madrid, 1979, p. 154.
20. En realidad aún en nuestro ordenamiento jurídico, que mantiene la exigencia de la tradición, como modo que
debe sumarse al título, también la expresión resulta suficiente, porque forzosamente para tener posesión, debe
haberse recibido la cosa, y si el título se presume, tendríamos reunidos los dos elementos.
21. “Nota al art. 2412: Aubry y Rau, extensamente en el § 183. La necesidad de la buena fe para que la posesión
valga como título, es sostenida por Troplong, Prescript., t. 2, núm. 1061, por Marcadé, sobre los arts. 2279 y 280,
por Duranton, t. 4, num. 433; pero Aubry y Rau enseñan en el § 183, nota 26, que aun respecto al poseedor de mala
fe, la posesión de las cosas muebles vale por el título”.
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22. Ver Alberto Omar Borella, Régimen Registral del automotor, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1993, p. 51 y ss.
(en especial N° 56 y 57, p. 63 y ss).
También habla de “acto abstracto de enajenación” Andrés G. Fraga, pero sin dar razón alguna que
justifique esta afirmación (ver “Prescripción adquisitiva de automotores”, J.A. 1999-IV, en especial p. 1020).
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25. Precisamente el hecho de que el nuevo titular registral no obtenga la posesión del vehículo, puede ser un indicio
que haga presumir su “conocimiento efectivo” del compromiso asumido por el anterior titular.
26. Esa norma esta dedicada a inmuebles, pero la analogía está dada por el hecho de que lo automóviles son “bienes
registrables”.
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reales de usufructo o de uso sobre un automotor, aunque en la práctica es poco frecuente que se lo
haga, a punto tal de que nunca hemos visto un caso, ni en el ejercicio de nuestra profesión, ni en
las revistas jurídicas que publican la jurisprudencia de nuestros tribunales.
De cualquier forma también será menester inscribir esos derechos, y la inscripción
tendrá carácter constitutivo27, y deberá ser de buena fe, para poder repeler la acción
reivindicatoria en caso de que el automotor fuese hurtado o robado. Así, por ejemplo, si el titular
registral fuese de mala fe, y entregase en usufructo el vehículo a una persona que inscribiese de
buena fe este derecho real, la acción reivindicatoria del dueño del coche prosperaría contra el
titular, pero no contra el usufructuario o el usuario que hubiesen tenido inscriptos esos derechos
durante dos años. En cambio, si se tratase de una promesa no inscripta, no podría defenderse,
aunque se hubiese recibido la posesión del vehículo, porque no se tendría la titularidad de ese
derecho real desmembrado.
b) Leasing
27. Borella, sin embargo, afirma que la inscripción en estos casos es declarativa, lo que a nuestro criterio es erróneo
(ver Régimen Registral del automotor, ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 1993, p. 499).
29. Analizando este cuerpo legal dijimos: “Ya hemos visto que el primer párrafo del artículo 30 indica que la
inscripción se hará "en el registro que corresponda a las cosas" que son objeto del leasing, vale decir que un leasing
inmobiliario tendrá que registrarse en el folio real correspondiente a ese bien, y cuando se trate de automotores,
equinos pura sangre de carrera, barcos o aeronaves, se tomará razón del contrato en el correspondiente registro”
(Aspectos registrales del contrato de leasing, Zeus, T. 69, D - 29).
30. Ver nuestro: Aspectos registrales del "leasing" en la ley argentina 25.248, en Libro Homenaje a Javier Vargas
Vargas, Academia Peruana de Derecho, y Zeus, T. 84, D - 115.
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apreciación, objetiva -en cuanto requiere la inscripción-, y se hace efectiva a favor del dador, si el
tomador cayese en quiebra, y subjetiva, en cuanto se funda en la ignorancia de que exista un mejor
derecho de los acreedores del dador.
"El que durante tres años ha poseído con buena fe una cosa mueble robada o
perdida, adquiere el dominio por prescripción. Si se trata de cosas muebles cuya
32. Ver en especial, Néstor J. Musto: Derechos Reales, ed. Rubinzal y Culzoni, T. II, Santa Fe,
1983, p. 264 y siguientes.
33. Ver de Antonio Rodolfo Lloveras: Prescripción adquisitiva de automotores, J.A. 1995-II-714 y siguientes, y
también su libro: Régimen de propiedad y prescripción adquisitiva de cosas muebles y automotores, ed. Universidad
Católica de Cuyo, San Juan 1998 (en especial N° 14, p. 277 y siguientes). Efectuaremos nuestras citas mencionando
el trabajo publicado en Jurisprudencia Argentina, por considerar que su consulta es más fácil para la mayoría de los
lectores.
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La distinción entre los plazos de prescripción establecidos por el artículo 4016 bis,
que se fijan en tres años para las cosas muebles en general, y en dos para las cosas "cuya
transferencia exija inscripción en registros", se justifica plenamente; el requisito es obvio, porque
el plazo reducido tiene como único fundamento la mayor publicidad que otorga el haber inscripto
el derecho sobre el bien mueble en el Registro respectivo.
Agréguese a ello que los principales Registros de cosas muebles que existen en el
campo del derecho civil (automotores y equinos de carrera), adoptan el sistema de "inscripción
constitutiva"34, de manera que no se transmite -ni adquiere- la propiedad de la cosa, si no se
efectúa la registración. En consecuencia, la persona que no cumpla con el mencionado requisito
no podrá alegar buena fe en su posesión y, por tanto, no podrá esgrimir ni el artículo 4 del
decreto ley de automotores, ni el artículo 4016 bis del Código civil, que incluyen entre sus
requisitos la buena fe 35.
34. Hoy tanto doctrina como jurisprudencia están de acuerdo en que la inscripción de los automotores es constitutiva
(ver, entre otro, Marina Mariani de Vidal: Automotores: la buena fe como requisito para la adquisición de su
dominio, L.L. 1991-B-1141 (en especial ap. b, p. 1142 y 1143); y Leandro S. Picado y Fabián M. Loiza: La acción
reivindicatoria en materia de automotores, J.A. 2001-IV-1111 y siguientes; en especial ap. VI-b, p. 1119, donde
dicen: “De los diáfanos términos de la preceptiva no puede sino sostenerse que la inscripción registral tiene carácter
constitutivo.
35. Con posterioridad vemos que Carlos Alberto DE ROSA ha sostenido también la necesidad de emplazamiento
registral para que el usucapiente pueda alegar buena fe y prevalerse del plazo reducido (ver "La prescripción
adquisitiva de cosas muebles", L.L. 1989 - A, p. 1003 y ss., en especial p. 1011).
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"Se estará, entonces, en una situación similar a la del poseedor de un inmueble que tiene
justo título y buena fe, que sería verdadero propietario si no hubiese causas de reivindicación y,
por tanto, no necesita iniciar un proceso especial, si no aparece alguien a reclamarle la entrega de
Se ha dicho también que "como en los automotores, la inscripción es constitutiva, no puede pretender ser
considerado poseedor de buena fe quien no registró su adquisición, aunque el enajenante haya sido titular registral"
(Mario José CAPÓN FILAS, "La usucapión de automotores en una sentencia", J.A., 1991-III- 303).
36. Conf. BREBBIA, Roberto H.: Problemática jurídica de los automotores, Astrea, Buenos Aires, 1984, T. II, p.
335.
En sentido coincidente, adhiriendo a nuestra opinión, se ha pronunciado también ANDORNO
("Automotores. Dominio y responsabilidad", J.A., 1981 - IV, p. 693, en especial punto II del mencionado estudio).
37. MUSTO, Néstor J.: Derechos Reales, ed. Rubinzal y Culzoni, Santa Fe, 1983, T. II, p. 268: "Surge
inmediatamente el interrogante de si prevalece la disposición de la norma específica, o si por el contrario, ha sido
derogada por el artículo 4016 bis...", y agrega " ...En nuestra opinión debe prevalecer la norma específica ya que no
ha sido derogada expresamente por la ley 17.711 que, por ser general, debió referirse expresamente si pretendía el
legislador derogar la norma específica".
Por nuestra parte, creemos haber demostrado que el artículo 4016 bis contiene una norma especial para la
prescripción adquisitiva de cosas muebles (ver nuestro "Usucapión de automotores", en especial su apartado II y las
conclusiones, publicado en Zeus, T. 32, D - 69).
38. José María GASTALDI, Dominio de Automotores. Registración y reivindicación (¿conviene reformar el
régimen vigente?), E.D. 116 - 477 (en especial ap. II, nota 10, p. 481 y ap. V, conclusión 5, p. 486).
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39. Carta enviada por el suscripto al doctor Luis O. Andorno, el 9 de febrero de 1973. Dejaba allí constancia de que
“nunca me había puesto a pensar en el trámite de usucapión de muebles...”, pero que las inquietudes de la Dra.
Marcolín de Andorno me habían obligado a reflexionar sobre el tema y mi opinión que se concretó en las palabras
que entrecomillo en el texto, es reproducida por la Dra. Marcolín de Andorno en p. 152-153 de su obra.
40. Adhieren a esta doctrina Eduardo Oroño y Marcelo Quiroga, Automotores. Inexistencia de la acción de
usucapión breve. Inscripción posesoria, J.A. 1994-III-771 y siguientes (en especial ap. VII, p. 774).
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Quizás sea éste el problema más grave que en un futuro deberá dilucidar la
doctrina nacional. En trabajos anteriores hemos dico que si el poseedor de un automotor) no
hubiese logrado la inscripción, nos encontraríamos en la única hipótesis en la cual podría
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presentar cierto interés interponer una demanda de usucapión , para lograr que se realice la
inscripción; pero en esta hipótesis no es posible aducir buena fe del poseedor, al menos para
obtener el beneficio de la prescripción “secundum tabulas”, pues si no ha logrado inscribir el
automotor no puede tener la “creencia sin duda alguna de ser el exclusivo señor de la cosa” que
exige el artículo 4006, ni estar persuadido, en razón de ignorancia o error de hecho “de la
legitimidad de su posesión”, como dice el artículo 2356. Por tanto no podrá ampararse en el
artículo 4016 bis del Código civil, ni en el art. 4 del decreto ley, con sus plazos de prescripción
reducida.
A lo sumo este poseedor -que va a usucapir contra tabulas- podrá aducir una
prescripción veinteañal, sosteniendo que el artículo 4016 ampara a cualquier poseedor que carezca
de título y buena fe, incluso en el caso de cosas muebles 42.
Esto abre la discusión de si puede admitirse la posibilidad de prescribir contra
tabulas, especialmente tratándose de un sistema en el que la inscripción registral tiene carácter
constitutivo del derecho de dominio, como ocurre en nuestro país en materia de automotores.
Recordemos que para hipótesis similares, en materia inmobiliaria, la doctrina
germánica, en un primer momento, se ha resistido a admitir la posibilidad de que un poseedor no
inscripto pueda usucapir, pero con el transcurso del tiempo, en el tremendo choque que enfrenta a
los formalismos de una pura lógica jurídica, con la fuerza pujante de los hechos que se exterioriza
en la posesión, esta última ha salido triunfante y ha obligado a admitir la usucapión contra
tabulas 43. Es que el derecho, en su afán de buscar soluciones justas a las necesidades de la vida,
41. Actualmente sabemos que no es la única, pues también hay interés en el caso de los autos "mellizos" que
mencionábamos más arriba.
42. Carta citada en nota 39; opinión reproducida por la Dra. Marcolín de Andorno en p. 153 de su obra.
no puede deformar la realidad, sino que debe ajustarse a ella, buscando regularla de la manera más
adecuada posible 44.
La posesión representa, por sí misma, un factor de tanta importancia en la vida
social que algún jurista ha llegado a afirmar que tiene aún mayor valor y trascendencia que la
propiedad y que debería reemplazarse la vieja frase "función social de la propiedad", por "función
social de la posesión" 45. Por eso termina derribando todas las barreras e imponiendo la necesidad
de que el derecho reconozca y consolide esas situaciones de hecho, por vía de la usucapión 46.
Además, en esta hipótesis estamos fuera del marco del artículo 4016 bis, pues la
necesidad de consolidar el dominio por usucapión puede darse con respecto a automotores que no
han sido robados ni perdidos, sino -por el contrario- entregados al "usucapiente" por el verdadero
propietario, inscripto en el Registro, con el fin de cumplir las obligaciones que emergen de una
transferencia que todavía no ha sido registrada, problema que analizaremos en el apartado VI.
Tanto el artículo 4016 bis del Código civil, como el artículo 4 del decreto ley
6582/58 hacen referencia a la buena fe del poseedor y ello nos obliga a preguntarnos: ¿en qué
consiste esa "buena fe"? ¿Se trata de la simple creencia del titular inscripto de que tiene el
derecho a ser dueño? ¿O la ley exige que esa creencia se base además en alguna actividad o
diligencia?
En otras palabras: ¿es suficiente la llamada buena fe "subjetiva", o se requerirá en
este caso una manifestación "objetiva" de la buena fe? 47.
44. Ver, por ejemplo, Diego ESPÍN CÁNOVAS, Derechos Reales, ed. Rev. Derecho Privado, 3ª ed., Madrid, 1968,
p. 165: " ... si pretendiese desconocer radicalmente el hecho posesorio consagraría el divorcio entre realidad y
Registro, en perjuicio del propio sistema"; y Carmelo DÍAZ GONZÁLEZ, Derecho Hipotecario, ed. Rev. de
Derecho privado, Madrid, 1967, T. I, p. 176, quien hablando de los problemas que plantea la usucapión contra
tabulas dice que "... su inadmisión equivaldría al mantenimiento de una situación ficticia y una completa
discordancia entre Registro y realidad".
45. Antonio HERNÁNDEZ GIL, La función social de la posesión, Alianza Editorial, Madrid, 1969.
46. Conf. Carlos Alberto DE ROSA, quien considera necesario articular una usucapión "contra tabulae", y menciona
en su apoyo una ponencia de Grebol y Pouysegur presentada al Tercer Congreso Nacional de Derecho Registral,
Mar del Plata, 1979 (trabajo citado, nota 91, p. 1011).
47. Para profundizar la diferencia entre buena fe "subjetiva" y "objetiva", ver José Luis De LOS MOZOS, El
principio de la buena fe, ed. Bosch, Barcelona, 1965 (en especial capítulo II, p. 43 y ss.).
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a) Presunción de conocimiento.
En primer lugar adviértase que, a diferencia del art. 2412 que se refiere a los
muebles en general, robados o perdidos, los artículos 2, 3 y 4 del decreto ley solamente
mencionan los automotores "hurtados o robados”, lenguaje que aceptamos porque resulta difícil
imaginar que, perdido un automotor, quien lo halle -si no cuenta con la documentación del
vehículo- pueda inscribir una transferencia a su nombre, y si encontrase también esa
documentación, y adulterase los papeles, falsificando la firma del titular en el formulario 08 de
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c) Adulteración de la identificación.
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la venta de vehículos usados de fabricación nacional 48, no tiene oportunidad de ser advertido de
la alteración dolosa que han sufrido la numeración de chasis y motor.
Este "modus operandi" se ve restringido por la necesidad que tienen los
delincuentes de obtener los papeles de un vehículo accidentado que sea de la misma marca y
modelo; pero, como contrapartida, se ve facilitado actualmente por la aludida supresión de la
verificación de los datos del vehículo, como paso previo a la transferencia 49, y alguna doctrina y
jurisprudencia consideran indispensable que el adquirente acuda a la verificación, para contar con
buena fe merecedora de protección50.
Pero, aunque el adquirente ponga la diligencia que puede exigirse a un hombre
común, es decir actúe sin culpa de acuerdo a las circunstancias de persona, tiempo y lugar, puede
suceder que no advierta que el vehículo es robado y obtenga emplazamiento registral, caso en el
que tendrá inscripto a su nombre, de buena fe, el vehículo robado.
De esta forma la matrícula originaria del vehículo seguirá figurando a nombre de
su verdadero dueño, con la constancia de la denuncia de robo, pero el coche circulará con los
datos de otra matrícula, correspondiente a un automotor que se destruyó y no fue dado de baja.
48. Ver lo que decimos sobre la verificación en “Automotores y Motovehiculos...”, Capítulo III, punto 11 - a), p.
143.
49. Por eso, como hemos dicho más arriba, los Encargados de Registro suelen aconsejar a los adquirentes de
vehículos usados que los hagan verificar, pese a que este requisito no es obligatorio para la inscripción de la venta.
Las Disposiciones más recientes de la Dirección Nacional de los Registros parece que tienden a reimplantar
paulatinamente la verificación.
50. Ver Mariani de Vidal, trabajo citado, p. 1146, donde estima que la verificación física “es una mínima diligencia
obviamente exigible”, y su voto en “Fernández Iriarte, María Isabel c/ Registro Nacional de la Propiedad automotor
de la Capital Federal”, Cam. Nac. Civil y Com. Federal, sala 2ª, 19 febrero 2993, donde afirma: “ ... los recaudos que
ha de adoptar a los efectos de la excusabilidad de su error son esencialmente dos: verificación física del vehículo y
verificación de su situación jurídica”, Informática Jurídica, Documento N° 7.694.
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la denuncia del robo al Registro, o la complicidad de algún empleado de la oficina que suprima la
constancia de la denuncia, sea en el legajo, sea en el certificado de dominio que se expide para la
venta, o se haya fraguado una comunicación de "recupero". Por eso, también, la Dirección
Nacional de Registros del Automotor ha mantenido la exigencia de verificación para la primera
venta que se efectúe después de una denuncia de robo, aunque se haya notificado el recupero 52,
pero si estamos frente a un hábil falsificador, también puede adulterar la documentación
correspondiente a la verificación.
El adquirente, con esa documentación, inscribe la transferencia en la matrícula
original del vehículo, tomando el lugar del verdadero propietario que queda de esta forma
desplazado.
La diligencia del adquirente, reclamando al Registro el certificado o constancias
del dominio del automotor, puede no resultar suficiente para evitar la estafa, y un timador hábil
llegar a concretar la maniobra. También aquí podemos encontrarnos con un poseedor de buena fe,
que tiene inscripto a su nombre el vehículo robado.
Los ejemplos que hemos puesto no agotan la gama de delitos que suelen
cometerse en materia de falsificaciones para vender coches mal habidos, pero sirven para
demostrar la posibilidad de que haya poseedores de buena fe, que tienen inscripto a su nombre
vehículos robados o perdidos.
52. Ver artículo 1, inciso f, Disposición D.N. N° 301/85 (texto ordenado por la D.N. 338/85).
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que la posesión cumple una verdadera función social53, y el derecho no puede permanecer ajeno a
esa realidad, por lo que deberá terminar admitiendo la usucapión de los automotores, incluso por
aquellas personas que no figuran como titulares inscriptos.
Por supuesto que mientras no medie una reforma de nuestra ley, el plazo de
usucapión será el que corresponde a los poseedores de mala fe, es decir veinte años, y la
usucapión -sea que se oponga como excepción, o que se esgrima como acción- deberá tender, en
última instancia a brindar al poseedor un "título" (la sentencia del juez), que pueda ser inscripto en
el Registro Nacional de Automotores, para que de esta manera quede investido de la plenitud de
las facultades que emergen de su derecho de dominio, y pueda incluso disponer de la cosa
enajenándola o gravándola, de acuerdo a las exigencias de la ley 54. La doctrina mayoritaria
coincide en interpretar la ley de esta manera55, y es también el sentido que se le ha dado en la
jurisprudencia dominante, aunque no desconocemos que existen fallos aislados en los cuáles se ha
hecho lugar a la prescripción adquisitiva de plazo reducido.
53. Antonio HERNÁNDEZ GIL, La función social de la posesión, Alianza Editorial, Madrid, 1969.
54. Luis O. ANDORNO expresa su conformidad con esta opinión (trabajo citado en nota 10,
punto IV, p. 697).
55. Coinciden en esta apreciación, entre otros, Mariani de Vidal, Oroño y Quiroga, Andorno, Kiper y Cerviño
Hebry, en trabajos que hemos citado en otras partes de este estudio.
56. Ver su trabajo citado en J.A. 1995-II-725 y siguientes, y también el libro mencionado en nota 33.
Expresa el mencionado autor que a su criterio “en el supuesto normado por el segundo párrafo del art. 4016
bis está implícitamente contenido el caso de los terceros poseedores de buena fe de cosas muebles registrables no
robadas ni perdidas” (p. 720).
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2355 la posesión no es legítima “cuando fuere adquirida por un modo insuficiente para adquirir
derechos reales”. Este olvido del autor torna infructuoso su esfuerzo, e inconsistentes sus
afirmaciones de que la inscripción registral “no es ni puede ser un requisito para la prescripción
adquisitiva bienal”58.
En materia de prescripción adquisitiva de automotores la buena fe exigida se
aprecia de manera “objetiva”; la ley requiere, de acuerdo a lo previsto en el artículo 16, que quien
intenta prescribir haya obtenido emplazamiento registral, y si acudimos al Código civil, y
concordamos el art. 4016 bis con el resto del plexo normativo, encontraremos una norma de
carácter general, el art. 3256, que niega amparo a quien fundamenta su “creencia” en error o
ignorancia del derecho, aunque subjetivamente esté persuadido de la legitimidad de su posesión.
El profesor Lloveras reconoce que la doctrina mayoritaria sólo admite al poseedor
no inscripto la posibilidad de adquirir “contra tabulas” en el plazo de 20 años, y la critica,
diciendo que “esta tesis es errónea e inconciliable con el supuesto considerado, y con la doctrina
legal que rige la determinación de la buena o mala fe de cosas en general y de cosas muebles en
particular”59. En largos desarrollos posteriores se limita a fundar la buena fe de estos adquirentes
en la “legitimidad” de la causa, o sea el título de adquisición, y una y otra vez olvida la exigencia
inexcusable del “modo” a que hace referencia expresa, como ya hemos dicho, el art. 2356.
En apoyo de su posición cita dos casos de jurisprudencia, uno de ellos de hace una
docena de años, de la Cámara Civil de la Capital que, efectivamente, adopta esa postura por
mayoría60; y otro de la Corte Suprema de Mendoza, al que, en su momento hemos efectuado un
comentario61. En el segundo de estos “precedentes”62, las palabras que se reproducen en la reseña,
de las que parece deducirse que se puede admitir una prescripción contra tabulas fundada en el
artículo 4016 bis63, son nada más que un “obiter dictum”, ya que lo que se reclamaba por el actor
60. Cam. Civil Capital, sala G, 29 mayo 1991, "Varizat, Ernesto J. c/ Benítez, César E.", J.A. 1991-IV-104.
1. La aplicación analógica del art. 4016 bis C.C. para el caso de prescripción adquisitiva de un automotor, realiza
correctamente la necesidad de otorgar similar solución a situaciones de indudable identidad.
2. No existe usucapión breve para el adquirente de cosa registrable que no la tenga inscripta a su nombre y que no
sea de buena fe (del voto en disidencia del Dr. Greco).
61. Ver nuestra obra “Dominio de automotores y Publicidad Registral”, Hammurabi, Buenos Aires, 1981, p. 133y
ss.
62. “Central Automotores S.R.L. c/ Sáenz, José Luis”, publicado en J.A. Reseñas 1974, p. 94, N° 1 y 1975-27-760.
63. “Si no se ha probado que el automóvil motivo de las actuaciones fuera robado o perdido, las reglas que regulan
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eran los perjuicios derivados de “no haber podido inscribir a su nombre dado que se había
constatado que el número del motor había sido adulterado”, y no se invocaba la prescripción
adquisitiva, a punto tal de que cuando años después la propia Corte mendocina debe resolver un
recurso de casación por sentencia contradictoria, en un caso en que no se había aceptado la
prescripción en el plazo reducido de dos años y la presunta contradicción se fundaba en ese
“precedente”, rechaza el recurso destacando que del caso mencionado no surgía esa doctrina, y
sosteniendo, ahora sí, que “el actor no tenía a su favor posesión computable a los fines de la
prescripción breve, por no haberse inscripto el vehículo a su favor”64
Sin duda el profesor Lloveras “está persuadido de la legitimidad de su posición”,
pero como esta creencia se debe a un olvido o ignorancia de expresas exigencias de la ley, su
“buena fe subjetiva” no es suficiente para avalar la doctrina que sustenta.
c) Nuestra propuesta
No hemos sido ajenos a la preocupación que inspira al Dr. Lloveras; hace ya tres
décadas, inspirados por una consulta del matrimonio Andorno, nos ocupamos de este problema en
un trabajo publicado en la Revista Notarial de Córdoba65, en el que formulamos una propuesta de
reforma a la legislación vigente, y hemos vuelto sobre el tema en nuestras obras sobre dominio de
automotores.
Hemos dicho en esas oportunidades que la implantación del registro de
automotores con carácter constitutivo ha creado en nuestro país un serio problema, pues se aparta
del sistema general que sólo exige para la transmisión de la propiedad de las cosas el título y la
tradición. El común de las gentes continúa ignorando este hecho, o no le da importancia, y
considera que se ha convertido en verdadero propietario del vehículo cuando ha mediado el
contrato y la entrega de la unidad, aunque todavía no haya logrado la inscripción de la
transferencia.
A ello se agrega la distorsión que introduce en el sistema la actitud de los
la adquisición del dominio de las cosas muebles registrables por la vía indirecta de la usucapión son perfectamente
aplicables”, autos citados en nota anterior.
64. Voto de la Dra. Aída Kemelmajer de Carlucci en “Manrique, Juan H. p/ Prescripción adquisitiva s/ casación”,
Suprema Corte de Justicia de Mendoza, sala I, 20 septiembre 1991 (reproducido en nuestra obra “automotores y
motovehículos. Dominio”, ed. Zavalía, Buenos Aires, 1992, p. 516 y ss., en especial p. 525).
65. Ver nuestro: El procedimiento para adquirir por prescripción bienes muebles, Rev. Notarial de Córdoba, 1973-2,
N° 26, p. 37.
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66. Ver nuestro: El error de derecho en el derecho civil contemporáneo y en el Código civil
argentino, Boletín de la Fac. de Der. y Ciencias Sociales, Córdoba, año XXV, 1961, N° 1-2, p.
143 y ss.
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Creemos que para esta usucapión contra tabulas debería fijarse un plazo especial,
más prolongado que el de dos años que se establece para el poseedor con buena fe objetiva, ya
que figura como titular inscripto del bien, pero muy debajo de los veinte años que necesita el
poseedor de mala fe para usucapir. Por eso hemos propuesto que el plazo se fije en cuatro años, a
partir del momento en que exista de manera pública, posesión efectiva del usucapiente, que nos
parece un plazo razonable y que podría articularse por dos vías:
a) Como excepción, contra el titular registral, o sus sucesores que pretendiesen reivindicar
el bien, o contra los acreedores del titular registral, que pretendiesen embargarlo;
b) Como acción, para lograr la inscripción a nombre del usucapiente 67.
Siguiendo esta línea de pensamiento en el H. Senado de la Nación se presentó en
1990 un proyecto de ley por el que se agregaba al Código Civil un artículo 4016 ter, con el
siguiente texto:
"El que recibió la posesión del titular inscripto, o sus sucesores, y no ha podido
inscribir la cosa a su nombre, la adquiere por prescripción a los cuatro años de
posesión."
En los fundamentos del proyecto su autor, senador Edgardo M. Grosso, decía que
con esa norma procuraba solucionar el serio problema que se plantea al adquirente de cosas
muebles registrables, como los automotores o los caballos pura sangre de carrera, cuando no logra
registrarlas, porque en tal caso la prescripción recién se operará a los 20 años, por aplicación del
actual artículo 4016, y agregaba 68:
67. Conf. CHICO ORTIZ, José María y BONILLA ENCINA, J.F.: Derecho inmobiliario registral,
2ª ed., Madrid, 1967, T. I, p. 305: " ... Para que la usucapión consumada pueda ser inscripta en el
Registro es preciso una sentencia en que así se declare y que el procedimiento que termine en
dicha sentencia haya sido seguido contra el titular registral...".
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“ ... También adquiere el derecho real el que poseyó durante diez (10) años una
cosa mueble registrable, no hurtada ni perdida, que no inscribió a su nombre pero la
recibió del titular registral o de su cesionario sucesivo”.
69. Ver, por ejemplo, una breve nota de Héctor N. Conde titulada: Prescripción adquisitiva de automotores. Buena o
mala fe del poseedor. Poseedor inscripto y no inscripto. Usucapión “contra tabulas”, J.A. 1994-III-891 (en especial
p. 893)
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70. Ver “Alianak, Ricardo M.”, Cam. Penal Rosario, sala 2ª, 5 agosto 1991, J.A. 1991-IV-219.
71. Cam. Penal Rafaela, 4 marzo 1994, "Incidente devolución en autos ' ... Policía de Tostado s/ secuestro
camioneta'", Zeus, T. 65, J - 92 (9763).
III.- No corresponde acceder a la entrega a quien sólo resulta adquirente por boleto de compraventa. "La
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naturaleza registrable del bien cuya restitución se pretende, torna aconsejable que el órgano jurisdiccional que
decidiera el secuestro lo devuelva a la persona que ostenta la titularidad del dominio conforme el decreto-ley; con
ello puede evitarse que el depósito judicial desvirtúe las obligaciones que la normativa sustancial impone a los
tenedores de vehículos automotores”.
Hechos: El vehículo tenía adulterada la numeración del chasis y del motor, la tarjeta verde era apócrifa, la chapa
patente no correspondía con los datos proporcionados por el Registro de Mar del Plata, que tenía registrado ese
número de chapa patente para un vehículo distinto, que seguía circulando y había sido motivo de transferencias
registrales con posterioridad al secuestro de la camioneta de autos.
En resumen, no se podía individualizar el vehículo secuestrado, ni tampoco su titular registral.
Comentario: Ninguno de estos ilícitos se imputaban al tenedor del vehículo, que si bien no podía argumentar
"buena fe" a los efectos de la usucapión, la había adquirido con "buena fe subjetiva", y -si se la restituían- podía
llegar por su uso durante 20 años a la prescripción adquisitiva correspondiente a los poseedores de "mala fe".
Esa "mala fe" da derechos al titular del vehículo, para reclamarlo durante un largo lapso, pero no al Estado
para desapoderar oficiosamente al poseedor o tenedor de la cosa!
72. Cam. Penal Santa Fe, sala 3ª, 5 mayo 1989, "M., J.A. y otros s/Inc. devolución efectos", Zeus, T. 52, R - 42
(12.202).
II.- Habiéndose acreditado la buena fe y no existiendo controversia alguna sobre la propiedad del
automóvil, y no resultando el vehículo necesario a los fines de la investigación, la petición de reintegro puede
prosperar, en la forma dispuesta en la segunda parte del artículo 231 de la ley formal, es decir provisoriamente y en
forma de depósito judicial, con las obligaciones que tal cargo impone.
73. Posiblemente motivado por la frecuencia y gravedad de los robos de automotores y que el tema de la entrega en
depósito de vehículos robados había provocado el enjuiciamiento de varios magistrados.
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74. De estos autores cita un trabajo que no hemos podido consultar: “Secuestro y entrega de automotores”, Santa Fe,
1991.
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75. Ver nuestro: “Embargo y secuestro de un automotor”, en Temas de Derecho en Homenaje al Dr. Antonio
Castiglione, Col. Abogados de Santiago del Estero, 1985, p. 53.
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Conclusión
Nuestro propósito originario era incluir otros puntos en este trabajo, pero la
extensión que ha adquirido el desarrollo de los que aquí estudiamos nos obliga a ponerle fin.
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