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La Colmena

ISSN: 1405-6313
lacolmena@uaemex.mx
Universidad Autónoma del Estado de
México
México

Alighieri, Dante
La Divina Comedia. Infierno
La Colmena, núm. 48, 2005, pp. 112-120
Universidad Autónoma del Estado de México
Toluca, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=446344895018

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Dante Alighieri

La Divina Comedia

Infierno

Canto xxxii

Si áspero yronco mi estilo fuese, Quevengan enauxilio de mis versos


concorde a describir el pozo triste ésasque con Anfión fundaron Tebas.
dondese apoyael resto de las rocas. y el hecho y el decirsean semejantes.

mucho mejor expresaría el meollo lOh criaturas perveisas sobre todas,


de mi mente; mas como de él carezco, que estáis donde decirlo es cosa dura!
no sin miedo comienzo a relatar, ¡Más os valdría ser cabras ii ovejas!

pues no es cosa de juego la tarea Llegando al fondo delobscuro foso,


de describir del universo el fondo más bajo aún de los pies del gigante,
ni la acomete lengua balbuciente. me puse a contemplai' el alto muro;

Guillermo Fernández Dante Aiig/iieri


entonces, escuché: «Ve dónde piscis; «Vosotros, que juntáis así los pechos,
procura que tus plantas noquebranten ¿quiénes sois?», dije, y alzaron la testa.
las testas de tus míseros hermanos». Con denuedo, después de haberme visto,

Volvíme, entonces, y miré delante, de sus ojos manaron tibias lágrimas


bajomis pies, un lago congelado, que cotriendo llegaron a sus labios
más parecido al vidrio que no al agua. y al punto enescarcha se cuajaron.

De tan espesacapa no se cubren, Ninguna grapa unió jamás tanfuerte


en invierno, el Danubio en tierra austríaca dos tablones: y, como dos carneros,
ni el lejano Tanais con cielo frío. se topetearon, presas de la ira.

como el tal lago; pues si el Tambemic Yotro, que había perdido ambas orejas
o el Pietra Apuana encima le cayeran, a causa del helor, con la faz baja
niftóuna cuarteadura sufriría. medijo: «¿Qué te impulsa avernos tanto?

Y cual hacen las ranas cuando croan Si de estos dos aquíquieres saber
asomando el hocico al ras del agua, diré que todo el valle del Bisenzio
cuando la aldeana suefiaen espigar. fue de los dosy de Alberto, su padre.

yacían así los condenados, lívidos, Los hizo un mismo vientre; y aunque vayas
hasta el lugar en que el mbor asoma, por toda la Caína no hallarás
chasqueando con losdientes cual cigüeñas a nadie que merezca tantoel hielo;

Hacia el hielo inclinaban las cabezas, ni aquél al que le hendieron pecho y sombra
testimoniando con su boca el frío esgrimiendo la mano de unArturo,
y con los ojos la infinita pena. ni Foccaccia. ni éste que me impide ahora.

Cuando a mi alrededor hube mirado, con su cabeza, ver a los demás,


junto a mis pies vi a dos tan unidos Sássolo Mascheroni fue su nombre.

que susgreñas tenían enredadas. Sabes quién fue, si tú eres toscano.

Dante Alimien GuÜ crmr> Fernández


Yparaterminar con lo que digo, «ILo contrario deseo!», replicó.
soy Camición, de los Pazzi. y aguai^do «y lárgate deaquí, no me molestes,
a Carlino, que aún fue más culpable». que mal suena el halago en el tormento».

mil rostros vi. de tinte tan violáceo, Entonces lo aferré por la mollera
que desde entonces siempre me horroriza y le dije: «O me dasahoratu nombre
lavista de unestanque congelado. o no te vaa quedar un solo pelo».

Y mientras que haciael centrocaminábamos Respondió, furibundo; «Aunque me peles


donde caetodo el peso de laTierra, y patees mil veces la cabeza
yo temblaba en laeterna lobreguez. no te diré jamás cuál es mi nombre».

Si lo quiso el destino o la fortuna, Asiendo fuertemente sus cabellos


nosé, pero ai pasarentre las testas entonces learranqué másde un mechón,
mi pie topó con fuerza en unade ellas. pero él aullaba siempre cabizbajo,

Llorando, me gritó: «¿Porqué me pisas? cuando otrolegritó: «óQué tienes. Bocea?


Si no vienes a aumentar la venganza ¿No te basta trinar conlas quijadas?
deMonteaperti, ¿porqué me importunas?» ¿Por qué ladras? ¿Qué diablos teatosigan?»

Yyo: «Maesti'o mío. espera un poco, «¡Ah. malvado traidor, no quiero que me hables»
que acerca de ésteacósame una duda; ledije, «porque aumentaré tu afrenta
iremos luego aprisa cuanto quieras». al dar de ti noticias confirmadas».

Mi guía se detuvo, y dije a aquél «iLái^ate». dijo, «y cuenta loquequieras


que, áspero, blasfemaba todavía: mas si logras salir de aquí denuncia
«Pero ¿quién fuiste tú, que así rezongas?» a ése que hubo de soltarla lengua

«Y tú quién eres», replicó, «que vas y lloraaquí el dinero que le dieron


porAntenor golpeando ajenos rcístros? los franceses. "Yo vi. podrás decir,
iCaro lo pagarías si viviera!» a aquel de Duera enel helado estanque»

«Yo estoy vivo, y podría convenirte», Si porotrt)s deaquí tepreguntasen,


le respondí, «si la fama pretendes, junto a ti se halla el de Beccai'ía,
la inclusión de tu nombre en mi Comedia» a quien Florencia el cuello le cortara.

Gui cnuo Ptrnández Uante Aiymri —


Gianni deSoldaniero está, supongo,
junto con Canelón yTebaldelo,
el que entregó a la inerme Faenza».

Prosiguiendo el camino, a dos hallamos


en un mismo agujero y ateridos,
una testa sobre otra, cual sombrero.

Yasí como el hambriento muerde el pan,


el de encima clavábale los dientes
donde el cerebro se une con la nuca.

De tal modo Tideo devoraba


de Menalipo las odiadas sienes,
royéndole el cráneoy su materia.

«iOh tú. que de manera tan bestial


demuestras tu odio a ésteque tezampas!».
exclamé- «Dime la razón del caso.

porque si de él te quejas con motivo,


sabiendo quiénes soisy cual el crimen,
te recompensaré enel otro mundo

si mi lengua perduray no se seca».

Suavetnenie. en el Tose» que devora / a Lucifery ludas nos posó


ijn/- XXXI, 142-143).

Dame Mi^hieri (juillcnno h'emándcz


Canto xxxiii

De su yantar feroz alzó la boca pero estoy casi cierto deque ignoras
el pecador, limpiándola en las greñas la crueldad padecida hasta mi muerte;
que rodeban la herida de la nuca. te lo diré yverás tamaño ultraje.

Yme dijo: «Tú quieres que renueve Un breve tragaluz de aquellatorre,


la pena que esclaviza al corazón a la cual bauticé como del Hambre
aunantesque mi lengua la relate. —donde otros sufrirán la misma suerte-

Mas si han de ser simiente mis palabras por su hendidura habíame mostrado
para infamar al ruin que aquídevoro, muchas lunas, y vi en un mal sueño
me verás a la vez hablar llorando. cómo se abría el telón de mi destino.

No sé quién eres tú e ignoro cómo Este me pareció amo y maestro:


has bajado hasta aquí; por tu manera loboy lobeznos huyendo en el monte
de hablar, creo que florentino eres. que se interpone entre Luca y Pisa.

Fui condey llamábame ügolino, Deellos en pos ibael condeGuiando,


yéste, que eraarzobispo, fue Ruggiero: juntocon los Sismondi y los Lanfranchi.
ahora sabrás por qué lo trato así- con sus perros hambrientos y furiosos.

Por causa de sus planes traicioneros, El padre y sus hijuelos, acezantes


fiándome de él. vime luego cautivo tras corto trecho en la can-era aquella,
y muerto, conto yatodos lo saben; mordidos eran por la cruel jauría.

116 • Guillermo Fernández Danu -


Al despertar, poco antes del alba, Por no apenarlos más. fingí calmarme;
oí a mis hijos, compañeros fieles, y un día yotro mudos estuvimos.
que entre sueños clamaban porunpan. ¡Ay!, ¿porqué no teabriste, tierra dura?

Muy duro debes ser si no te dueles Después de transcuiridos cuatrodías,


pensando en lo que aquello presagiaba: a mis piesGaddo se airojó, diciendo:
si no lloras ahora, entonces ¿cuándo? "¡Ayúdanos, oh padre, que morimos!"

Despiertos ya—la horase acercaba Allí murió. Y así como me miras,


enque llevar solían el sustento—. a otros tres vi morir, uno por uno,
cadaquien porsu sueño yadudaba. al quinto y sexta día. Ya cegado,

Oí cómo clavaban la salida a tientas procuraba sus despojos,


de la horrorosa torre, desde fuera, llamándolos cual si estuvieran vivos.
yvi a mis hijos sin decir palabra. Después, más que el dolor, pudo el ayuno».

Llorarno pude, presadel espanto: Estodijo, y. torciendo la mirada,


ellos lloraban. Mi Anscimito dijo; mordió de nuevo el miserable cráneo
"¿Por qué nos ves así? Padre, ¿qué pasa?" hincándole losdientes como unperro.

Sin llanto alguno, nada respondí lAy, Pisa, vituperio de lasgentes,


en todo el díay lasiguiente noche del hermoso país donde el sísuena!
hasta que un nuevo sol miró el mundo. ¿Porqué note castigan con presura?

Cuando un poco de lu^ estaba entrando ¡Muévanse la Capraia y la Gorgona


en la doliente celda, el mi aspecto para fornwr un dique frente al Amo
imaginaba al ver los cuatro rostros: y en sus aguas se ahoguen losvecinos,

desesperado, me mordí lasmanos, que si el conde Ugolino fue acusado


yellos, pensando que lo hacía por hambre, de haber sido traidor a tus castillos,
alzáronse los cuatroy exclamaron: con sus hijos inermes te ensañaste!

"Padre querido, menos sufriremos Su parva edad libraba de laculpa


si comes nuestra carne: tú la hiciste a Ugucción ya Brigata, ¡ohnueva Tebas!,
Desnuda, pues, loque tú has vestido". como a losotros dos queel canto nombra.

fhiilt Alig/üeri Guillcniio Femándcí


Y fuimos más allá, donde los hielos «Yo soy fray Alberigo», respondió,
oprimen con ludeza a otragente «el mismo de los frutos del mal huerto
con la faz boca arriba y no inclinada. yaquí vine a pagar dátil porhigo».

Sus mismas lágrimas les veda el llanto «iOhl», exclamé, «¿conque muerto yaeres?».
que. topándose al punto con losojos, Yrespondióme: «Cómo esté mi cuerpo
se congela y redobla la tortura; allá arriba, en el mundo, no lo sé.

pues las primeras lágrimas del reo Esta merced nos hace Tolomea,
se hielan cual viseras de cristal pues a menudo aquícaen las almas
y adentro se desbordan sin alivio. aun antes que Atropos mueva sus dedos.

Y pesea que mi rostro, encallecido Yparaque gentilmente desprendas


porel intenso frío dominante, las lágrimas vidriadas de mi rostro,
que todos lossentidos envaraba, sabe que en cuanto un ánima traiciona.

me pareció que lo rozaba unviento. cual hice yo, su cuerpo es poseído


Ya mi Maestro dije: «¿Qué loagita? por un diablo que rige las acciones
¿Noestá extinguido aquí todo vapor?» hasta que acaba el plazo de su vida

Y él respondió: «Te encontrarás muy pronto y el alma cae en la glacial cisterna.


en un lugardonde tu propiavista Tal vez arribaven aúnel cuerpo
te explicará lacausa deesteviento». de la sombra que inverna a mis espaldas.

ün alma hundida en el glacial estanque Tú lohasde conocer, pues eres nuevo


nos in^precó: «lOh espíritus perversos, aquí: es BrancaDoria, un inquilino
que os dirigís al último recinto, queconnosotros yace condenado».

este hielo arrancadme de los ojos «Creo», repuse yo, «que tú me engañas;
a fin de que desahogue la aflicción pues BrancaDoria vive todavía
antes queel llanto forme nuevos hielos!» y come y bebe y duerme yviste ropa».

Le repliqué: «Si quieres que te auxilie, «Aún no había caído Michel Zanche»,
dimc quién eres; y si no te ayudo, agregó, «en el foso de Malasgairas.
te haré enestos hielos compañía». alládonde la pez terca rebulle,

118 • — Guillermo Fernández Dame Alighieri


cuando Branca cedíale a un diablo
su cuerpo, asimismo su pariente
que lo apoyara en la traición famosa.

Tu mano tiende ahora paraabrirme


los ojos». Pero nada hice yo
porque era cortesíaser villano.

¡Ohgenoveses. raza pervertida


por todo vicio y sinvirtud alguna!.
¿porquédel mundo noeres desterrada?

Al hombre más perverso de Romana


hevisto enel infierno: porsusobras
ya se baña su alma en el Cocito

aun antes de abandonar el mundo.

Versión de G. F.

La testa por los pelossujetaba / transportándola a modode liiticrna


/y<iiAy de mí!", repetía, y me miraba {Inf.XXViii, 121-123).

— Dame Alighieri (iuillermo Fcmánde/


•Ihv.

«Oh alme
hablaba.

Guillerma Fernández

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