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VI.

LAS MIRADAS (fragmento)

1. Mirar para imponer o mirar para escuchar.

“Por una vez podré decir


Sin que haya nadie que me contradiga
Que no es lo mismo el que desea
Que el que codicia algo
Como no son las mismas las palabras
Dichas para ser escuchadas
Que dichas para ser obedecidas
Ni tampoco es el mismo el que me habla
Para decirme algo
Que el que me habla para que me calle”.

Tomás Segovia.

Si no aprendemos a mirar el mirarse del otro, ¿qué sentido tiene nuestra mirada,
nuestras preguntas?

¿Quién eres?

¿Cuál es tu historia?

¿Dónde tus dolores?

¿Cuándo tus esperanzas?

Pero no sólo importa qué o a quién se mira. También, y sobre todo, importa desde
dónde se mira.

Y elegir a dónde mirar es también elegir desde dónde.

¿O es lo mismo mirar desde arriba el dolor de quienes pierden a l@s que quieren
y necesitan, por la muerte absurda, inexplicable, definitiva, que mirarlo desde
abajo?

Cuando alguien de arriba mira a los de abajo y se pregunta “¿cuántos son?”, en


realidad está preguntando “¿cuánto valen?”

Y si no valen, ¿qué importa cuántos son? Para obviar ese inoportuno número
están los grandes medios de comunicación de paga, los ejércitos, las policías, los
jueces, las cárceles, los cementerios.
Y para el mirar nuestro, las respuestas nunca son sencillas.

Al mirarnos mirar lo que miramos, nos damos una identidad que tiene que ver con
dolores y luchas, con nuestros calendarios y nuestra geografía.

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