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El deseo del analista no es neutral (Rubistein)

Clínica Psicológica y Psicoterapias: Clínica de Adultos (Universidad de Buenos Aires)

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El deseo del analista ¿ Es neutral?


25/11/2004- Por Adriana Rubistein –

Introducción

Desde Freud en adelante se ha planteado que el analista sostiene en el dispositivo


una posición neutral. Sin embargo esa neutralidad, mal entendida, dio lugar
al clisé de un analista pura pantalla, más allá del bien y del mal, sin deseo. Las
teorías de la contratransferencia respondieron a esto por la vía de reintroducir los
sentimientos del analista y orientar la interpretación desde ellos. El deseo del
analista, introducido por Lacan puede considerarse un intento de hacer lugar a un
deseo en el analista, pero un deseo inédito, que no es su deseo como persona sino
un modo de orientarse en la cura a partir del recorrido del propio análisis.
Ahora bien, ese deseo ¿es neutral? Puede considerarse como un deseo más allá
de la neutralidad del analista? Ubicaré la repuesta a esta pregunta en una doble
perspectiva, manteniendo una doble afirmación que aunque parezca contradictoria
intenta dar cuenta de la tensión que el problema, en su complejidad, nos presenta.
Diré entonces que el deseo del analista es neutral y no es neutral según qué se
entienda por neutralidad y en que perspectiva se ubique el problema.
En una primera perspectiva podríamos decir que el deseo el analista no es
neutral,si se entiende que es un deseo orientado, es decir, que responde a una
política, la política de valerse de la transferencia para llevar la demanda a la
pulsión, para ir en contra de la identificación. La orientación no es neutral. Implica
una toma de posición del analista respecto de su operación. El deseo de hacer
advenir el deseo del analizante causado por el objeto a que el analista encarna.
Pero en otra perspectiva el deseo del analista es neutral, si se entiende por
neutral un deseo que no opera por prejuicios ni por juicios de valor del analista, que
se presenta como una x para hacer advenir el deseo del analizante y un saber
sobre su goce, que no se orienta por ningún ideal personal sino por lo real de la
estructura.
Punto de tensión siempre vivo entre la necesidad de la orientación para la
intervención del analista y el riesgo de confundir dicha orientación con juicios de
valor o prejuicios. Tensión que puede seguirse en los debates de la literatura
psicoanalítica desde Freud en adelante y que el concepto lacaniano de deseo del
analista busca resolver, teniendo en cuenta la complejidad de la cuestión de la
transferencia y la necesidad de “articular de una manera un poco más pesada de lo
que había sido hasta ahora, eso que debe ser el deseo del analista.” [1]
Trataré de seguir entonces algunos hilos del problema pasando por algunas
consideraciones sobre la neutralidad en Freud, la teoría de la contratransferencia y
retomar hacia el final algunas elaboraciones de Lacan relativas al deseo del
analista.

La neutralidad en Freud

No son muchos los textos en que Freud se refiere a la neutralidad del analista y
cuando lo hace, en su búsqueda por situar aquello que orienta la acción y la
interpretación del analista, opone la neutralidad a los juicios de valor, a los
prejuicios o a la comprensión propia del yo del analista que actúan como
obstáculos.

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Puede decirse que la neutralidad aparece en Freud ligada a su pretensión de


mantenerse con rigor a la altura de la ciencia (aunque diferenciándose de ella [2]) y
a su esfuerzo por reducir el efecto subjetivo de la persona del analista como
obstáculo a la emergencia del Inconsciente.
Se trata para Freud de hacer lugar al inconsciente evitando que el analista
interprete desde sus propios juicios siempre sesgados por sus deseos, por sus
fantasías o por su yo. La perspectiva freudiana, busca mantener la neutralidad del
yo, del $ y del fantasma por parte del analista. Podría hablarse extendiendo los
términos, de una “orientación freudiana por lo real” en contra de la ilusión y de la
creencia como fundamento de la interpretación.
Pero esta concepción se aleja de la idea de un analista indiferente, puro espejo. El
analista freudiano no es un Otro completo, no ritualiza su técnica y sostiene un
deseo decidido por producir cambios a partir del descubrimiento del inconsciente y
de la interpretación. En esa perspectiva no es neutral y se opone a todo
eclecticismo. Freud buscó por vía de la regla de abstinencia y de su posición en la
transferencia, empujar a que la libido insatisfecha ceda a la asociación libre y se
oriente a querer saber, renunciando a la satisfacción inmediata. No era neutral. Hay
una clara política de la cura ya presente en el armado de un dispositivo que permite
dar lugar al deseo inconsciente, que no se convierte en una conversación cotidiana,
que por la atención flotante va contra la comprensión propia del yo.

Neutralidad y contratransferencia

La lectura que algunos postfreudianos hicieron de la neutralidad, dio lugar no sólo


a la confusión entre neutralidad y abstinencia sino a la versión de un analista ideal,
puro espejo, indiferente. Paula Herman denuncia en su artículo de 1950[3] las
consecuencias de ese malentendido, que dio lugar a la noción de que ”un buen
analista no siente nada más allá de una uniforme y suave benevolencia hacia su
paciente” y de que cualquier sentimiento es un disturbio. Esta neutralidad
benevolente, también criticada por Lacan, deja al analista como un Dios inhumano
y puede ahí la figura de un analista que en nombre de la neutralidad, queda en una
posición de Otro no barrado, en una posición de dominio. La autora encuentra en la
contratransferencia el recurso para humanizarlo, que el paciente vea que su
analista es un ser humano “no un dios o un demonio”. De este modo, a la
neutralidad benevolente que deja al analista como Dios inhumano, le contrapone la
humanidad del analista y sus sentimientos.
Como sabemos, la solución aportada por las teorías de la contratransferencia
redujo la posición del analista a una posición dual, de persona a persona, situada
en el registro imaginario y duramente criticada por Lacan en su intento de
formalizar el estatuto simbólico de la transferencia. Pero aun con una solución
incorrecta, denuncian el problema de un analista que en su pretensión de
neutralidad no hace lugar al deseo.
Resultan interesantes en esta perspectiva, las consideraciones que Lacan hace en
el Seminario de la Angustia[4] sobre las intervenciones de Margaret Little con su
paciente Frida[5]. M. Little en su relato del caso, hace oír su preocupación por la
responsabilidad del analista, al tiempo que muestra, en nombre de la “confesión
contratransferencial”, las modificaciones que produce la vacilación de su neutralidad
en un análisis estancado por el fracaso de la técnica interpretativa standard. Sin
compartir sus fundamentos teóricos, Lacan destaca, sin embargo, los efectos de sus
intervenciones a la luz de la función de corte y señala en ellas la introducción de un
punto de falta del lado de la analista que hace posible su caída del lugar de Otro
completo, de analista sin deseo en el que sus interpretaciones la habían colocado.
Lacan avanzará desde allí hacia el deseo del analista reordenando el problema,

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mostrando las confusiones y saliendo al mismo tiempo de los límites de la teoría de


la contratransferencia y de los impasses a los que habían llevado las lecturas sobre
la neutralidad. “...no puede dejar de escapar a los oídos más duros: que en la
dificultad del abordaje de esos autores en lo relativo a la contratransferencia, el
obstáculo está en el problema del deseo del analista...”[6]

Deseo del analista y neutralidad

Retomemos entonces nuestra doble perspectiva y situemos el deseo del analista y


su operación, en acto, en el dispositivo analítico. Ya que “... es..., a partir del acto
psicoanalítico solamente, que hay que localizar lo que yo articulo del “deseo del
psicoanalista, el cual no tiene nada que ver con el deseo de ser psicoanalista.”[7]
He planteado que mediante el deseo del analista Lacan permite dar una nueva
vuelta al problema planteado para la posición del analista como un Otro no barrado,
introduciendo un deseo, que como tal no es neutral, pero que no se trata de su
deseo personal. Es entonces neutral si se piensa que va más allá de cualquier
intento de sugestión o de dominio. Se trata sin duda de una solución diferente a la
de la contratransferencia, y bordea un problema nada fácil de resolver en
psicoanálisis. Se trata de lograr que desde su posición en la transferencia el analista
haga operar un deseo que dé lugar a la emergencia del deseo del analizante, y por
lo tanto un deseo que empuje contra los efectos de transferencia, un deseo
orientado, no neutral, pero que al mismo tiempo mantenga la neutralidad en el
punto mismo en que no se confunde con su deseo personal, y no responde a
ningún ideal.
No es neutral, porque el deseo del analista va contra los efectos de engaño y de
señuelo de la transferencia. Los recorridos del seminario 11[8] ubican el problema.
Lacan dirá que “..... –si la transferencia es aquello que de la pulsión aparta la
demanda, el deseo del analista es aquello que la vuelve a llevar a la pulsión. Y, por
esta vía, aísla el objeto a, lo sitúa a la mayor distancia posible del I, que el analista
es llamado por el sujeto a encarnar. El analista debe abandonar esa idealización
para servir de soporte al objeto a separador, en la medida en que su deseo le
permite, mediante una hipnosis a la inversa, encarnar al hipnotizado.” Y agrega “El
esquema que les dejo,... indica que la transferencia se ejerce en el sentido de llevar
la demanda a la identificación. Es posible atravesar el plano de la identificación, por
medio de la separación del sujeto en la experiencia, porque el deseo del analista,
que sigue siendo una X, no tiende a la identificación sino en el sentido exactamente
contrario. Así, se lleva la experiencia del sujeto al plano desde el cual puede
presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión.” No podríamos decir que
esto sea neutral. Va contra la identificación, apunta a articular el deseo con la
pulsión, más allá del engaño de la demanda y del amor. Se trata de “hacerse causa
de ese deseo.”[9]
Tampoco es neutral cuando Lacan reconoce que “... una vacilación calculada de la
“neutralidad” del analista puede valer para una histérica más que todas las
interpretaciones”[10]
Pero al mismo tiempo es neutral, “el deseo del analista es su enunciación, la que
sólo podría operar ocupando allí la posición de la x... ”[11]
En tanto hace funcionar esa x, el analista no aporta sus propios significantes, ni su
idea de felicidad. No comprende ni trata de enseñar nada, sino de favorecer el
resultado. Lacan nos dice “Es este el deseo del analista en la operación: lleva al
paciente a su fantasma original, eso no es enseñarle nada, es aprender de él como
hacerlo. El objeto a y su relación en un caso determinado, la división del sujeto;
esto es el paciente que sabe hacer allí. Y nosotros estamos en el lugar del
resultado, en la medida en que lo favorecemos. El analizado es el lugar donde esto
se verifica de un modo radical porque aquí se muestra la superposición estricta que

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designa el deseo del Otro, no porque al paciente le sea dictado el deseo del
analista, sino porque el analista se hace el deseo del paciente. Esto es lo que está
expresado por el pequeño triángulo que muestra en qué espacio virtual del lado del
Otro, lugar ocupado por el analista, se sitúa el punto del deseo en el polo opuesto
donde yace la realidad del sexo.”[12]
El deseo del analista es neutral también si consideramos la relación del analista
con el saber “... sería totalmente excesivo decir que el analista sabe de qué modo
operar. Lo que sería necesario es que sepa operar convenientemente, es decir, que
pueda darse cuenta de la pendiente de las palabras para su analizante, lo que
incontestablemente ignora.” [13]
En la misma dirección destaca la importancia de que el analista preserve “la
dimensión imaginaria de su no-dominio, de su necesaria imperfección”, así como “la
consolidación en él voluntaria de su nesciencia en cuanto a cada sujeto que viene a
él en análisis, de su ignorancia siempre nueva para que ninguno sea un caso.” [14]
Deseo del analista que como efecto de formación, depende del análisis del analista
y de su verificación en cada acto analítico.
Por fin quizá extremando los términos quizá pueda decirse que la neutralidad de
un modo absoluto es imposible, porque aún la no toma de posición, es una
posición. Se trata entonces de reconocer la orientación, sostener el deseo, sin
reducirlo a juicios de valor.

Adriana Rubistein
arubist@fibertel.com.ar

* Trabajo presentado en las XII Jornadas anuales de la EOL “Más allá de la neutralidad analítica”, diciembre de 2003

Lacan, J: Seminario 8 “La transferencia” (1960-61) clase del 11/1/1961. Bs. As. Paidós, 2003.
[1]

“Sucede que un psicoanálisis no es una indagación científica libre de tendencia, sino una intervención terapéutica; en
[2]

sí no quiere probar nada, sino sólo cambiar algo. Siempre, en el psicoanálisis, el médico da al paciente las
representaciones-expectativa con cuya ayuda pueda este discernir y asir lo inconciente.”(Análisis de la fobia de un
niño, Pág. 86, Amorrortu)
P. Heiman, “On Countertransference”, International Journal of Psychoanalysis, Vol. 31, 1950.
[3]

[4]
J. Lacan, Seminario 10. La angustia, Bs. As., Inédito.
M. Little, “The analyst's total response to his patient's needs”, International Journal of Psychoanalysis, Vol. 38,1957.
[5]

[6]
J. Lacan,(1962-63) Seminario 10. La angustia, Bs. As., Inédito. Clase 27/2/63, p. 31.
[7]
Lacan, J: Discurso pronunciado el 6 de diciembre de 1967 en la E.F.P. en Autres Ecrits.
Lacan, J: Seminario 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” (1964), clase 20 (24/6/64) „En ti más
[8]

que tú‟, p. 281/2.


[9]
Lacan, J: Discurso pronunciado el 6 de diciembre de 1967 en la E.F.P. en Autres Ecrits
Lacan ,J: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1960) p. 804 en Escritos II
[10]

Lacan, J: “Proposición del 9 de octubre de 1967 acerca del psicoanalista de la Escuela” en Momentos cruciales de la
[11]

experiencia analítica, Buenos Aires, Manantial, 1987, p. 14, 16, 19, 22.
Lacan, J: El Seminario 12: Problemas cruciales – inédito- clase del 19/5/65
[12]

Lacan, J: El Seminario 25 “El momento de concluir” (1977-78), inédito, clase del 15/11/1977
[13]

Lacan ,J: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1960) p. 804, en Escritos II
[14]

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