HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Julio 2021
UNA SALVACIÓN TAN GRANDE
El autor a los Hebreos nos exhorta a
ser diligentes a no descuidar una
salvación tan grande la cual ha sido
provista por nuestro Dios. Cuando
consideramos las palabras, “una
salvación tan grande”, nos hace
pensar en lo grande y maravillosa que
realmente es la obra expiatoria que
nos ha librado de la condenación
eterna. Podríamos preguntarnos
entonces, ¿por qué decimos que la
salvación que Dios nos ofrece es
grande?
Miremos a lo menos tres razones:
PORQUE NOS SALVA DE LAS
CONSECUENCIAS DEL PECADO
“Y a vosotros, estando muertos en
pecados y en la incircuncisión de
vuestra carne, os dio vida juntamente
con él, perdonándoos todos los
pecados, anulando el acta de los
decretos que había contra nosotros,
que nos era contraria, quitándola de
en medio y clavándola en la cruz, y
despojando a los principados y a las
potestades, los exhibió públicamente,
triunfando sobre ellos en la cruz.”
(Colosenses 2:13-15)
En primer lugar, es una salvación tan
grande porque nos salva de las
consecuencias del pecado. La
consecuencia del pecado es la
condenación eterna y por ello en las
Escrituras se nos exhorta a huir del
pecado y buscar la misericordia de
Dios: “Porque la paga del pecado es
muerte, más la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”
(Romanos 6:23).
En Colosenses se nos dice que
gracias a la salvación que Dios nos
ofrece nos libró de:
- La condenación eterna: perdonando
nuestros pecados y anulando el acta
que nos acusaba: “Y a vosotros,
estando muertos en pecados y en la
incircuncisión de vuestra carne, os
dio vida juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados,
anulando el acta de los decretos que
había contra nosotros, que nos era
contraria, quitándola de en medio y
clavándola en la cruz.” (vv.13,14)
- Liberándonos del poder del diablo y
sus demonios: “y despojando a los
principados y a las potestades, los
exhibió públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz.” (v.15)
De esta forma hoy somos libres de la
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condenación eterna y del imperio de
Satanás ya que hemos venido a ser
hijos de Dios.
PORQUE ES GRACIAS A LA
OBRA EXPIATORIA DE CRISTO
“Porque Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los
impíos. Ciertamente, apenas morirá
alguno por un justo; con todo,
pudiera ser que alguno osara morir
por el bueno. Mas Dios muestra su
amor para con nosotros, en que
siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros.” (Romanos 5:6-8)
En segundo lugar, es una salvación
tan grande porque es gracias a la
obra expiatoria de Cristo. Nuestra
salvación no consiste en las obras
que nosotros u otro hombre pueda
hacer, sino que está basada en la
obra de Cristo.
Como consecuencia del pecado
nuestra justicia jamás lograría
agradar a Dios ni ser suficientes
como para salvarnos de la
condenación eterna, por lo que
Isaías nos dice: “Si bien todos
nosotros somos como suciedad, y
todas nuestras justicias como trapo
de inmundicia; y caímos todos
nosotros como la hoja, y nuestras
maldades nos llevaron como viento”
(Isaías 64:6).
De esta forma ningún sacrificio
lograría ser aceptable delante de
Dios para redimirnos de nuestros
pecados: “Porque la ley, teniendo la
sombra de los bienes venideros, no
la imagen misma de las cosas nunca
puede, por los mismos sacrificios
que se ofrecen continuamente cada
año, hacer perfectos a los que se
acercan. De otra manera cesarían
de ofrecerse, pues los que tributan
este culto, limpios una vez, no
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tendrían ya más conciencia de
pecado. Pero en estos sacrificios
cada año se hace memoria de los
pecados; porque la sangre de los
toros y de los machos cabríos no
puede quitar los pecados” (Hebreos
10:1-4). Dios envió a su Hijo para
hacer aquello que nosotros no
lograríamos, debido a todas nuestras
maldades: “Así también Cristo fue
ofrecido una sola vez para llevar los
pecados de muchos; y aparecerá por
segunda vez, sin relación con el
pecado, para salvar a los que le
esperan” (Hebreos 9:28).
PORQUE ES GRATUITA
“siendo justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que
es en Cristo Jesús,” (Romanos 3:24)
Por último, nuestra salvación es tan
grande, porque es gratuita.
Definitivamente la gran bondad de
Dios se muestra en que la salvación
de nuestra alma no se gana por obras
o méritos humanos sino es un don
gratuito que Dios otorga: “Siendo
justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es
en Cristo Jesús”.
Desde el Antiguo Testamento Dios
nos viene anunciando lo maravilloso
de su salvación tan grande y gratuita,
el profeta Isaías nos dice: “A todos los
sedientos: Venid a las aguas; y los que
no tienen dinero, venid, comprad y
comed. Venid, comprad sin dinero y
sin precio, vino y leche. ¿Por qué
gastáis el dinero en lo que no es pan, y
vuestro trabajo en lo que no sacia?
Oídme atentamente, y comed del
bien, y se deleitará vuestra alma con
grosura” (Isaías 55:1-2).
Ahora bien, esta salvación es un
regalo de Dios no porque no valga
nada, sino al contrario, su precio es
incalculable ya que vale la sangre de
su Hijo, ya que nadie puede reunir los
suficientes méritos o las suficientes
riquezas como para comprarla. Es
esta la razón por la cual la salvación
no es por obras, sino a través de la fe
en el Hijo de Dios: “Porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto
no de vosotros, pues es don de Dios;
no por obras, para que nadie se gloríe”
(Efesios 2:8-9).
Por lo tanto, podemos declarar que la
salvación de Dios es tan grande.
JOAB CERVINI
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Julio 2021
UN ENCUENTRO CON JESUCRISTO
“Respondió Jesús y le dijo: Si
conocieras el don de Dios, y quién es
el que te dice: Dame de beber; tú le
pedirías, y él te daría agua viva.”
(Juan. 4:10).
Un encuentro personal con Jesús el
Cristo, es lo que toda alma necesita,
es allí donde queda al descubierto la
condición de pecado para reconocer
la necesidad de confiar en él como
Salvador y Señor. Fue la experiencia
de la mujer samaritana, de la cual no
conocemos su nombre, pero sí el
testimonio de su salvación.
Experiencia que también puede ser
una realidad hoy en la vida de
muchos, porque “Esta es la palabra
de fe que predicamos: que si
confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón
que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo. Porque con el corazón se
cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación.” (Romanos
10:8-10). El suyo no fue un encuentro
casual, Dios todo lo sabe y conocía el
vacío de ese corazón, por ello leemos
que a Jesús “le era necesario pasar
por Samaria”. Aquel día su vida
cambiaría para no volver a ser la
misma, siendo este, de todos los
encuentros que mantuvo hasta ese
momento, el que marcaría una gran
diferencia en su ser.
Antes de ello el Señor había estado
en Jerusalén, en la fiesta de la
pascua, celebración como
recordatorio por la liberación de Israel
de manos de los egipcios. Al volver a
Galilea, lugar donde vivía, la Escritura
nos dice “Y le era necesario pasar por
Samaria.” (Juan 4:4). Desde la
provincia de Judea a Galilea se podía
tomar tres rutas, puesto que los
judíos despreciaban a los
samaritanos evadían la ruta que
pasaba por esta región, aun cuando
era la más corta. Pero Jesús, aunque
judío, no la evitó, él sabía que debía
pasar por allí, puesto que como Hijo
de Dios hacía lo que había visto del
Padre, que precisamente era no
hacer diferencia entre las personas,
sino amarlos dándoles la misma
oportunidad de salvación (Romanos
2:11, Deuteronomio 10:17). Llegando
entonces cerca de Sicar, ciudad de
Samaria, el autor nos describe
aquella escena mostrándonos la
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humanidad del Señor: “Entonces
Jesús, cansado del camino, se sentó
así junto al pozo. Era como la hora
sexta.” (Juan 4:6, las doce del
mediodía en el tiempo judío).
Continuando con el texto, leemos que
mientras los discípulos se adentraron
en la ciudad en busca de comida,
apareció ella. Al acercarse al pozo en
busca de agua Jesús le pidió de
beber y sorprendida contestó:
“¿Cómo tú, siendo judío, me pides a
m í d e b e b e r, q u e s o y m u j e r
samaritana? Porque judíos y
samaritanos no se tratan entre sí.”
(Juan 4:9), entonces él respondió con
las palabras que encabeza nuestro
texto. Me llama mucho la atención
que no fue un obstáculo su estado
físico, como tampoco la respuesta de
la mujer, sino que más bien, en su
sabiduría, encaminó aquella
conversación con el propósito de
mostrarle la verdad y dejó a un lado
su necesidad para atender la de ella.
La vida de Jesús aquí en la tierra
siempre estuvo en perfecta armonía
con el Padre haciendo lo que le
agrada. Sus palabras lejos de ser una
pretensión fueron para llamar su
atención, ya que ciertamente él es el
único que puede llenar el vacío del
corazón. Así mismo, qué privilegio fue
para ella escuchar de la misma boca
del Señor la verdad y mirar al Dios
amoroso y justo que ha puesto al
alcance de todos, la vida eterna, “Y
esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado.” (Juan 17:3).
El agua del pozo sólo calmaría su sed
física temporalmente, en cambio la
que el Señor le ofreció es agua viva
que satisface la sed del alma por
siempre “mas el que bebiere del agua
que yo le daré, no tendrá sed jamás;
sino que el agua que yo le daré será
en él una fuente de agua que salte
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para vida eterna.” (Juan 4:14). El
mundo ofrece cosas temporales y
vanas, no hay consuelo ni esperanza
verdadera en él, como tampoco en
nosotros mismos a causa de la
naturaleza corrompida por el pecado
pues “Hay camino que parece
derecho al hombre, pero su fin es
camino de muerte.” (Proverbios
16:25). Es por eso por lo que
necesitamos un Salvador y Jesús es
“...el camino, y la verdad, y la vida”
(Juan 14:6).
La samaritana había escuchado la
promesa de Dios hecha a los
antiguos “Sé que ha de venir el
Mesías, llamado el Cristo; cuando él
venga nos declarará todas las cosas.
Jesús le dijo: Yo soy, el que habla
contigo.” (Juan 4:25-26) y ella confío
en su palabra. En ese mismo instante
su necesidad espiritual fue
satisfecha, adquiriendo ahora un
nuevo propósito para su vida.
Me encanta el detalle del cántaro que
dejó para compartir a sus
conciudadanos de su encuentro con
el enviado de Dios, de tal manera fue
lleno su corazón de la verdad de Dios
que rebosaba de felicidad y no podía
esperar para compartirlo.
Si de los judíos y los samaritanos
hubiese dependido que a Samaria
llegase la verdad sobre la
manifestación del Hijo de Dios, ya
sabemos que la posibilidad hubiese
sido nula, pero el Señor rompió con la
barrera de la enemistad para que los
samaritanos fuesen beneficiarios de
la salvación. Ellos “decían a la mujer:
Ya no creemos solamente por tu
dicho, porque nosotros mismos
hemos oído, y sabemos que
verdaderamente éste es el Salvador
del mundo, el Cristo.” (Juan 4:42) y
allí está el Señor manifestando su
amor teniendo en gran estima a esta
mujer criada en una sociedad con
prejuicios y confusión espiritual, y
habiendo llevado una vida
desordenada fuera de la voluntad de
Dios porque no le conocía. A ella se le
declaró verdades espirituales.
La realidad en la que muchos se
encuentran hoy es que dicen creer en
Dios, pero no viven de acuerdo con
su voluntad, evidencia de que no han
tenido un encuentro personal con
Jesucristo, pues si así fuera,
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acudirían a él para recibir lo que
necesitan, pero se conforman con
satisfacer solo el aspecto físico y no el
alma que es eterna.
Dios es el Creador y sustentador de
todas las cosas, en su amor perfecto y
misericordia extiende su mano
ofreciendo salvación, envió a su Hijo
al mundo para dar vida eterna.
¿Quieres conocer a Dios? La Biblia
revela su persona, sus obras y el
testimonio de su amado Hijo por
medio del cual puedes establecer una
relación correcta con él, a fin de vivir
en este mundo conforme a su
voluntad, “el cual quiere que todos los
hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad. Porque
hay un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre, el cual se dio a sí mismo en
rescate por todos, de lo cual se dio
testimonio a su debido tiempo.”
(1Timoteo 2:4-6). DIANA ZAMBRANO
EXAMÍNAME, OH DIOS
“Pues así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Meditad bien sobre
vuestros caminos. Sembráis mucho,
y recogéis poco; coméis, y no os
saciáis; bebéis, y no quedáis
satisfechos; os vestís, y no os
calentáis; y el que trabaja a jornal
recibe su jornal en saco roto. Así ha
dicho Jehová de los ejércitos:
Meditad sobre vuestros caminos.”
(Hageo 1:5-7).
Después de vivir setenta años de
cautividad por causa de la
desobediencia de todo el pueblo, y
como consecuencia de su pecado, el
remanente de Israel vuelve a su
tierra, su Jerusalén, una Jerusalén
desolada, abatida, destruida, en
ruinas. No es tarea fácil volver, está
claro que esto requerirá mucho
trabajo, esfuerzo, sacrificio, tiempo,
pero si algo está bien claro es que
Dios estaba con ellos, como lo
prometió desde el principio de los
tiempos y como fue manifestado a lo
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largo de toda la historia del pueblo
de Israel.
Cuando el pueblo fue enviado de
regreso a su tierra, después del
cautiverio, llevó instrucciones muy
claras de parte de Dios, tanto de
reedificación como de restauración
espiritual. No pasa mucho tiempo y
la obra y los ánimos decaen, el
pueblo se deja llevar por el
desánimo, el temor por sus
enemigos y pronto pierden la
perspectiva, desvían su mirada y
olvidan el propósito por el cual
fueron sacados de Babilonia. Dejan
la obra de Dios para trabajar en las
suyas propias y en ellas se
esmeraron, se esforzaron,
trabajaron en sus propias casas
artesonadas y abandonaron la obra
de la casa de Dios (Hageo 1:4).
Dios tiene un claro propósito en
nuestra vida y cuando nosotros nos
desviamos poniendo la mira en las
cosas de la tierra, como dijo el
predicador en el libro de Eclesiastés
“esto es vanidad de vanidades y
aflicción de espíritu”, pues no nos va
a satisfacer, a saciar. Buscamos
mucho y hallamos poco y eso poco
va todo a saco roto, porque
buscamos donde no tenemos que
buscar, para satisfacer nuestro ego,
nuestro propio yo, porque muchas
veces obramos y hacemos
pensando únicamente en nosotros,
satisfaciendo la carne y olvidando
totalmente el propósito por el cual
hemos sido redimidos.
Dios no puede usar un corazón que
está dividido. Para poder recibir y
disfrutar de la plenitud que Cristo
ofrece debemos estar al cien por
cien. La sanidad y restauración solo
puede ser posible cuando nos
humillamos delante de Dios Padre
reconociendo nuestra incapacidad
de obrar por nosotros mismos,
reconociéndole a él como el autor y
protagonista de nuestra vida, pues
suya es la obra, a él pertenece toda
la gloria y la honra. Dios es el que
produce en nosotros el querer como
el hacer por su buena voluntad,
porque separados de él nada
podemos hacer. Qué necesario es
meditar bien en nuestros caminos
porque donde está nuestro tesoro
allí estará nuestro corazón.
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El profeta Hageo también anima al
pueblo a meditar, examinar sus
corazones, pues el pueblo estaba
ajeno a su propio pecado, parece que
se habían acostumbrado y adaptado
de tal manera a vivir en idolatría y
desobediencia que era normal para
ellos, estaban ciegos y seguían
cayendo en los mismos pecados por
los cuales fueron presos. Así, pues,
debemos examinarnos y
preguntarnos ¿qué es lo que nos
mueve a hacer lo que hacemos? ¿de
qué forma lo hacemos? ¿cuáles son
nuestras verdaderas motivaciones?
¿somos sinceros en lo que hacemos?
¿hay hipocresía? ¿lo hacemos por
costumbre o por seguir una
corriente?, “Examíname, oh Dios, y
conoce mi corazón; Pruébame y
conoce mis pensamientos; Y ve si hay
en mí camino de perversidad, Y
guíame en el camino eterno.” (Salmos
139:23-24). Dios conoce muy bien
nuestro corazón y las intenciones de
todo, a él no le podemos engañar
nunca. Qué importante es
presentarse delante de él tal cual
somos, de forma sincera. Examinar
nuestros caminos y nuestro corazón
para no dejarnos vislumbrar por lo que
el príncipe de este mundo ofrece, para
confesar nuestro pecado cuando sea
necesario y ser limpiados y
purificados. Tenemos un enemigo que
nos acecha, que quiere alejarnos
poco a poco y sutilmente, que nos
enreda y seduce hacia las cosas
terrenales. Ese mismo enemigo nos
acusa delante del Padre, se burla y se
frota las manos cuando cree que ha
conseguido algo. Así pues, no demos
pie, no caigamos en sus mentiras.
“Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia,
para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro.”
(Hebreos 4:16). Que Dios nos ayude a
no desviarnos del propósito que él
tiene para cada uno de nosotros, que
podamos decir como el apóstol Pablo
“He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe.
Por lo demás, me está guardada la
corona de justicia, la cual me dará el
Señor, juez justo, en aquel día; y no
solo a mí, sino también a todos los que
aman su venida.” (2Timoteo 4:7-8).
ALEXA CASTRO
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Julio 2021
Si bien la vitalidad de la juventud es
envidiable cuando superas los 50
años, también encuentras en la
palabra de Dios de dónde viene y cuál
es la verdadera y permanente fuerza,
la espiritual.
“La gloria de los jóvenes es su fuerza”
dice el proverbista (20:29). La
Escritura no desconoce esa realidad.
La fuerza es la principal característica
de los adolescentes y jóvenes, y
muchos de ellos, no todos, elevan
ese atributo a un mástil y van por el
mundo regodeándose mientras
dicen: “vivo la vida porque soy joven”,
“cometo errores porque soy joven”,
“estoy deseoso de aventuras porque
soy joven”, “pruebo un sinfín de cosas
porque soy joven”, “me rebelo contra
toda autoridad porque soy joven”. La
ausencia de arrugas y de canas, y la
sobrada musculación y ligereza se
convierten en su estandarte sin
conciencia. Claro está que las
posibilidades son muchas: escalar
montañas, recorrer kilómetros en
bicicleta, soportar horas de aerobic o
entrenamientos durísimos como full
body o CrossFit, pero como todos
sabemos, eso también pasa. Es la
razón por la cual Dios no hace énfasis
en los asuntos temporales, él es
eterno, sin principio ni fin, de manera
que sus palabras y sus promesas
apelan a lo espiritual y permanente.
“Acuérdate de tu Creador en los días
de tu juventud, antes que vengan los
días malos, y lleguen los años de los
cuales digas: No tengo en ellos
contentamiento” (Eclesiastés12:1).
Esta es la manera como Dios
entiende la juventud. La fuerza que
les caracteriza también es para
acordarnos del Creador porque el
tiempo pasa, los años caen sobre
este cuerpo que va corrompiéndose.
¡Qué mejor que hacer cosas cuando
los miembros responden a los
deseos y órdenes de la mente! Así es
también en la obra de Dios, servir con
la vitalidad de la juventud, disponer el
corazón para recibir la instrucción
divina y ponerla en marcha, sabiendo
que el Señor es quien produce en
nosotros “el querer como el hacer, por
su buena voluntad.” (Filipenses 2:13)
El hombre más sabio sobre la tierra,
además de rico y famoso, saboreó
también la vida terrenal, sus deleites
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LA JUVENTUD
y pasiones, y le supo mal. Finalmente
llegó a una conclusión trágica, la
adolescencia y la juventud son
vanidad (Eclesiastés 9:10) por el
hecho de destinar todos sus
beneficios a satisfacer algo que no
encontrará jamás satisfacción
permanente, sino breve y superficial,
la carne. Vivir la juventud a ciegas en
lugar de entregarla para lo que
aprovecha. El fin es conocido, Dios
“ha establecido un día en el cual
juzgará al mundo con justicia, por
aquel varón a quien designó, dando
fe a todos con haberle levantado de
los muertos.” (Hechos 17:31). Por
eso Salomón dice “Alégrate, joven,
en tu juventud, y tome placer tu
corazón en los días de tu
adolescencia; y anda en los caminos
de tu corazón y en la vista de tus ojos;
pero sabe, que sobre todas estas
cosas te juzgará Dios” (Eclesiastés
11 : 9 ) . D e s d e l u e g o , D i o s n o
desprecia a los jóvenes, de ninguna
manera podemos pensar así. Lo que
sí destaca su palabra es el bienestar
que se alcanza cuando esos años
son vividos bajo el poder del Espíritu.
¡La fuerza de un cuerpo joven más el
poder de lo alto! Qué más se puede
¡ERROR!
¡PECADO!
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pedir. Sin embargo, la Biblia habla es
de fortaleza espiritual dada a todo hijo
de Dios sin que la edad sea el factor
condicionante. Pablo fue quien
escribió, inspirado, “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece.” (Fil.4:13).
En diferentes contextos él aprendió a
contentarse cualquiera fuera su
situación, “Sé vivir humildemente, y
sé tener abundancia; en todo y por
todo estoy enseñado, así para estar
saciado como para tener hambre, así
para tener abundancia como para
padecer necesidad.” (v.12). ¡Ese es el
poder del Espíritu, esa es la
verdadera fuerza! “Los muchachos
se fatigan y se cansan, los jóvenes
flaquean y caen; pero los que
esperan a Jehová tendrán nuevas
fuerzas” (Isaías 40:30,31). ¿Los
muchachos? ¿los jóvenes? Sí,
porque la vitalidad, la ligereza es
dada a todo aquel que espera, es
decir, que confía en Cristo, “Jehová el
Señor es mi fortaleza, El cual hace
mis pies como de ciervas, Y en mis
alturas me hace andar.” (Habacuc
3:19). Inclusive, él “multiplica las
fuerzas al que no tiene ningunas”
(Isaías 40:29).
ANA RUIZ
“NI YO TE CONDENO”
¡CULPA!
¡MALDAD!
ANA RUIZ