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¿Por qué Arquillière habló de ‘agustinismo político’?

Porque vió una novedad (una inflexión, relativa al enfoque que prevalecía desde el capitulo XIII de la
Carta a los Romanos de San Pablo) en algunos pasajes de la Ciudad de Dios, de San Augustín, como en
este razonamiento silogístico:
Razonamiento de Agustín, del lib. XIX, c. 21.
Estado = cosa del pueblo (de Cicerón)
Pueblo = multitud reunida por la aceptación del mismo derecho y por la comunidad de los
mismos intereses.
Derecho = justicia (en el sentido de que esta depende de aquél)
Concluye Arquillière su exposición de esta línea argumental de Agustín: “cuando la verdadera justicia
está ausente, no puede haber ninguna multitud reunida por la aceptación del derecho, y, en
consecuencia, no hay pueblo, por lo que no hay cosa del pueblo o res publica” (p. 48 esp). En palabras
del propio Agustín:
“ ‘qué justicia podemos encontrar en aquéllos que substraen al hombre a la sumisión al
verdadero Dios y los someten a los demonios inmundos? ¿Es ello dar a cada uno lo que se le
debe?’”, (en p. 48 esp).
Arquillière glosa, más adelante: “la verdadera justicia no puede existir más que [por el] conocimiento y
el culto del verdadero Dios” (p. 49 esp.).
Por otro lado Agustín también incorpora la noción de justicia como justificación ante Dios, esto es,
como salvación de la condena que los hombres, como pecadores, merecen, y que sólo puede ser
alcanzada por el sacrificio de Dios Hijo, Jesucristo: los hombres por sí solos son incapaces de esta
justicia.
Visto de estos modos puede concluirse como lo hace Agustín que nunca existió un verdadero Estado
romano.
“Queda claro que la idea de paz y de justicia –consideradas como inexistentes fuera de la Iglesia –podía
conducir a las concepciones teocráticas más absolutas de la Edad Media”, como fue el caso de Egidio
Romano en su De ecclesiastica potestate al comentar CD en 1301 (p. 49 esp y n. 35). “Estas
consecuencias irían surgiendo de manera progresiva, y del ámbito de la teoría, pasarían a la trama de
los hechos históricos. Pero sería inexacto atribuirlas, tales cuales, a San Agustín” (p. 49 esp).

El verdadero pensamiento agustino


“Él mismo corrige su actitud precedente y modifica su punto de vista, examinando otra definición del
populus; una multitud de seres razonables, unida por la comunidad de las cosas que ama. Y tiene
cuidado al declarar esta definición ‘mas probable que la precedente’ y hacerla suya. [...] En este
sentido, el pueblo romano es un verdadero pueblo y su cosa pública es, sin duda, un Estado. [...] Lo
mismo podemos decir de los griegos, los egipcios, los asirios y de todas las naciones” (p. 50 esp). Estas
reflexiones se encuentran en CD, en el lib. II,1 XIX, 24. “En alguna otra parte [XIX, 17], el autor de
De Civitate Dei reconoce que la paz puede existir entre los paganos” (p. 51 esp).
“Sin embargo, no sin razón, podemos ver en el pensamiento mismo del obispo de Hipona el punto de
partida del agustinismo político. Él fue el primero de los Padres que, en el De Civitate Dei, realizará
una doctrina del Estado” (p. 52 esp).
Dice Arquillière: “Hemos reservado hasta ahora el nombre de agustinianos a los que –filósofos o
teólogos- reprodujeron más o menos fielmente el pensamiento del obispo de Hipona. […]. El
agustinismo político […] no es más que una forma simplificada y empobrecida del pensamiento del
gran doctor, una consecuencia lejana e imprevista de algunas páginas de sus obras, y una derivación
póstuma de su enseñanza, en la que seguramente él mismo no habría reconocido todo su pensamiento
personal” (p. 38 esp, n. 7).

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