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Editorial Andrés Bello

¿QUE PERDIO
EL RATÓN SIMÓN?
. A ^ q u e l l a noche el ratón Simón
estaba requetecontraextra nervioso.
La ratona Julieta lo miraba caminar
de allá para acá y de acá para allá
con los bigotes crespos de
los puros nervios.
I.o (jiic pasaba era que el ratón
S l i i i M M s e h;ibía encontrado con
t|ii' < I I M I h ( ) l s ; i no estaban todos

los du'oU's había recolectado


r'..| I K )( he.

Después de mucho pensar


y dar vueltas y vueltas por su cueva,
otra vez sacó los dientes de la bolsa
y volvió a contar:
l liio, r\e de B r u n o , dos
el (k' Míirina Albornoz, tres el
de Andrés, cuatro el de Renato,
( K ho el de J u a n Morocho,
nueve el de Nieves.

qué había pasado con los


oíros dientes? ¿El cinco, el seis,
el siete y el diez? ¡Él los había
guardado en su bolsa! Y ahora,
¡habían desaparecido! ¡No estaban!
— ¡ A lo mejor los dejaste e n
otro lado! — l e dijo m u y enojada
a ratona Julieta, porque pensaba
que no podía ser que a u n
ratón recolector de dientes ¡se le
perdieran los dientes!

— ¡ Q u é horror! ¡Qué problema!


—se dijo Simón agachando la
cabeza tratando de recordar qué
había pasado.

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D e nuevo revisó c o n cuidado su
bolsa. Quizás los dientes se habían
enredado e n alguna hilacha. L a
miró por u n lado y por el costado.

¡Todo estaba bien. L a miró a


ik'recho y la miró al revés, por
AnWrd y por abajo. T o d o estaba
i i K i I . ¡La bolsa de los dientes estaba
ilescosida! ¡Tenía u n tremendo hoyo!

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U n o por donde perfectamente
podía pasar u n diente, y dos, y tres
y hasta cuatro. ¡Claro, los cuatro
dientes que le faltaban!

¡l'ienes que encontrarlos antes


• (|Lie amanezca! — l e dijo la
liona Julieta, mirándolo con las
Inanos en la c i n t u r a — ¡O si no te
(|uedarás sin queso y sin pasas por
una semana!

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Y a d e m á s . . . ¿Qué pasará c o n
esos pobres niños cuando busquen
su moneda? ¿Con q u é se v a n a
encontrar? ¡Con nada!

P
Al ratón Simón le daba lo mismo
edarse sin comer pasas,
porque no le gustaban mucho,
pero quedarse sin comer queso
lo ponía tieso.

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Más encima había cuatro niños
que se iban a quedar sin su moneda
y eso sí que era terrible.

jl I siempre había cumplido


• n i i su trabajo! ¡Él era uno
ilr los mejores recolectores de
(líenles y repartidor de monedas!
jHi'sponsable, puntual, siempre
dispuesto a ir a los lugares más
lejanos!

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¡Pero ahora, si no tenía dientes,
tampoco iba a tener monedas!
¡Eso lo sabían todos los ratones
del mundo!

;,Y qué les iba a dejar a los niños?


I >iilces? ¡Nooooo! ¡Los dulces
I'!« ukicen caries! Decidió que debía
I mar rápido.

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Se sentó para calmarse, se puso
las manos e n la cabeza, cerró bien
apretados los ojos y c o m e n z ó a
pensar por d ó n d e había andado
y todo lo que había hecho.

¡La noche estaba clara, con una


gran luna e n el cielo, y él había
recorrido tantos lugares y hecho
tantas cosas!
Cada vez que se acordaba de
algo abría m u y grandes los ojos
y paraba bien sus orejas:

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I'!n l.i t .is.i tic A I K I I C S se dio

MU I E n la casa de
Nuili.i .il l e v é s .
• I I . I l i n a s e lardó en la cocina. E n la
l i í s a di- Kaúl se escondió e n el baúl.

E n la casa de Antonieta
mordisqueó u n resto de chuleta.
E n la casa de Consuelo tuvo que
arrancar del abuelo.

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¿Y d ó n d e se le perdieron los
dientes? ¡No tenía idea! D e nuevo se
puso a pensar. T o m ó aire, respiró
tres veces seguidas. ¡Y nada! ¡No se
acordaba!

—¡Vas a tener que salir a buscar!


¡Y rápido! — l e ordenó más enojada
la ratona Julieta.
- 27

1^
J(;iai() (|iK' tenía que salir a
h i i s c M i ' ! ¡I^ronlo iba a amanecer y no
( | U ( ' r i a ni pensar e n lo que podría
suceder!

Pero tenía que salir sin hacer


ruido, porque lo podía sorprender
Hugo, el gato que siempre estaba
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de sus pasos o Federico
J K ' I K I Í C I U C

el pato que no tenía nada que


ver con él, pero que le gustaba
picotearlo de la pura envidia que
e tenía, porque sus orejas no eran
tan lindas como las suyas.

Y así lo hizo. E n puntillas salió


de su cueva y b u s c ó debajo de la
mesa, arriba del sofá, al lado de
la tele. Nada.

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Se fue a la casa del lado. B u s c ó
adentro del florero, encima de u n
cojín. Nada de nada.

Se fue a u n departamento. B u s c ó
detrás del computador, adelante
y detrás del sillón. Nada, de nada,
de nada. ¡Qué horror!

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¿Qué iba a hacer? ¡Ufffff, y a
se estaba cansando, y a se estaba
aburriendo, y a no tenía fuerzas para
seguir buscando y buscando!

Cuando y a estaba por irse, se


le ocurrió entrar a la biblioteca.
¡Y los vio! ¡Yuhuuu, ahí estaban!
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Los cuatro dientes juntitos,
brillando como gotitas de leche
sobre la tapa de u n gran libro
de cuentos.

¡Y paf, golpe de mano e n la


frente! ¡Claro, se cayeron cuando
se entretuvo leyendo cuentos
de ratones enanos, de ratones
friolentos y de gatos tontos!
•I
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Feliz el ratón Simón tomó los
cuatro dientes, se los e c h ó e n
el bolsillo y corriendo volvió
a su cueva.

Cuando llegó, la ratona Julieta


o estaba esperando.
—¡Y! ¿Encontraste los dientes
perdidos? — l e preguntó con las cejas
bien juntas, la voz bien chillona y
las dos manos e n las caderas.

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E l ratón Simón se puso m u y
nervioso, porque cuando la ratona
Julieta se paraba con las dos manos
en las caderas es que estaba muy,
muy, muy, m u u u u y enojada.

— ¡ A q u í los tengo! — l e respondió


u n poco tiritón.
Y se metió las manos e n los
bolsillos y se los p a s ó a la ratona
Julieta que en ese momento estaba
terminando de coserle la bolsa de
os dientes.
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-Me alegra que los hayas
encontrado — l e dijo la ratona c o n
u n a mano e n la cintura y la otra
e n la cadera, porque se le estaba
pasando el enojo.

E l ratón se q u e d ó mirándola
porque de verdad la encontraba
muy, pero m u y hacendosa.

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La ratona daba u n a puntada
y se reía, daba dos y se enojaba,
daba tres y lo retaba. D i o cuatro y
terminó de coser la bolsa.

Entonces el ratón Simón guardó


e n ella todos los dientes y se fue
corriendo al negocio del ratón
Ignacio a cambiar los dientes
por monedas. ¡Ya era la hora de
llevárselas a los niños! ¡Pronto iba
a salir e l sol!

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Y e m p e z ó a contar con m u c h o U n o , la moneda de B r u n o ,
cuidado para no saltarse ninguno. dos la de Marina Albornoz, tres
la de Andrés, cuatro la de Renato,
cinco la de Pepe Melinco, seis la de
Grace, siete la de Susana Navarrete,
ocho la de J u a n Morocho, nueve
la moneda de Nieves y diez... por
el diente picado de Inés.

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Editorial Andrés Bello

El ratón Simón está m u y


p r e o c u p a d o , y a no d a
más d e los nervios. Tiene
un terrible problema. ¡Y d e -
b e solucionarlo a n t e s d e
q u e a m a n e z c a ! La ratona
Julieta está muy, pero muy
e n o j a d a y el a n g u s t i a d o
ratón Simón y a no s a b e
qué h a c e r .
¿Qué sucederá?

ISBN 978-956-13-2021-6

lili
g ' r s g s e r 320215*

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