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Institución Educativa: ISFD nº 144

Materia: REALIDAD SOCIOPOLITICA


Docente: INES MAYA 
Clase N°: 3
Fecha de entrega: 23/06/21
Apellido y nombres de la alumna: Adema, Ma. Alejandra
Localidad: Tres Lomas

Luego de dos intentos de promulgación de Constituciones, por fin llegó la que daría los Derechos y
Garantías al pueblo argentino:
a) En qué año se promulga nuestra Constitución Nacional? ¿Qué Gobierno establece? ¿Quién asume como
presidente?.
b) ¿Qué conflictos originan la reforma la CN en 1860?
c) Realiza una comparación entre los gobiernos de Sarmiento, Mitre y Avellaneda, donde se pueda reflejar el
proyectos educativos, culturales, políticos, religiosos de cada uno de ellos.
d) Explica cómo se implementa el modelo agro-exportador. Argentina y su relación cultural y económica  con
Europa y América.
e) Los inmigrantes: las ideologías (socialista y anarquista). Las primeras organizaciones sociales. La
urbanización (los conventillos; un cambio en las costumbres)
f) Analiza la revolución del parque y los cambios políticos y sus consecuencias sociales y culturales, que
surgen a partir de los primeros partidos políticos.
g) Observa la ley Nº 8.871 o Ley Sáenz Peña y compara el voto antes y después de promulgarse la ley.
h) El radicalismo 1891- 1930: ideología política y económica, su relación con Europa y América, la
participación social  sindical de los sectores populares (obreros y peones), las Universidades, el
protagonismo de la clase media en lo político y cultural, el crecimiento de los sectores populares.

a) Urquiza entró en Buenos Aires poco después de la victoria para iniciar la etapa más difícil de su labor: echar
las bases de la organización del país.
La administración de Rosas, sin duda, había preparado el terreno para la unidad nacional dentro de un
régimen federal. Los viejos unitarios, por su parte, habían reconocido la necesidad de ese sistema. Y todos
estaban de acuerdo con la necesidad de la unión, porque las autonomías habían consagrado también la
miseria de las regiones mediterráneas. Quizá la diversidad del desarrollo económico de las distintas regiones del
país fuera el obstáculo más grave para la tarea de unificación nacional.
Por lo demás, las oligarquías locales eternizadas en el gobierno habían concluido por acaparar la tierra. La
aristocracia ganadera monopolizaba el poder político, en tanto que las clases populares, sometidas al régimen
de la estancia, habían perdido toda significación política, y hasta los sectores urbanos carecían de influencia a
causa del escaso desarrollo económico.
El ajuste de la situación debía realizarse, pues, entre esas oligarquías. Pero aun entre ellas se suscitaban
conflictos a causa de la desproporción de los recursos entre Buenos Aires, el litoral y el interior.
Era necesario hallar la fórmula flexible que permitiera la nacionalización de las rentas que hasta ese momento
usufructuaba Buenos Aires y facilitara el acuerdo entre los grupos dominantes.
Una convicción unánime aseguraba el triunfo de una organización democrática. Esas ideas estaban en la raíz de
la tradición argentina; con distinto signo estaban arraigadas tanto en los unitarios como en los federales, y
cobraba ahora nuevo brillo tras la crisis europea de 1848. Y, sin embargo, la estructura económica del país,
caracterizada por la concentración de la propiedad raíz, se oponía a la organización de una verdadera
democracia. Si Sarmiento pudo decir que el caudillismo derivaba del reparto injusto de la tierra, la suerte
posterior de la democracia argentina podría explicarse de modo semejante.
No era, pues, fácil la tarea que esperaba a Urquiza. Instalado en la residencia de Palermo, designó a Vicente
López gobernador interino de la provincia y convocó a elecciones para la legislatura, de cuyo seno salió la
confirmación del elegido. No faltaron entonces recelos entre los antiguos federales — grandes estancieros como
los Anchorena, los Alcorta, los Arana, los Vedoya, de cuyo consejo no prescindió Urquiza— ni entre los
antiguos emigrados que comenzaban a dividirse en intransigentes o tolerantes frente a la nueva situación.
Urquiza convocó una conferencia de gobernadores en San Nicolás, y de ella salió un acuerdo para la
organización nacional firmado el 31 de mayo de 1852. Se establecía en él la vigencia del Pacto Federal y se
sentaba el principio del federalismo, cuya expresión económica era la libertad de comercio en todo el
territorio, la libre navegación de los ríos y la distribución proporcional de las rentas nacionales. Se otorgaban a
Urquiza las funciones de Director Provisorio de la Confederación Argentina y se disponía la reunión de
un Congreso Constituyente en Santa Fe para el que cada provincia enviaría dos diputados.
Las cláusulas económicas y la igualdad de la representación suscitaron la resistencia de los porteños. En la
legislatura, se discutió acaloradamente el acuerdo y fue rechazado, lo que originó la renuncia del gobernador
López.
Urquiza disolvió la legislatura y se hizo cargo del poder, rodeándose entonces de viejos federales. Hasta
volvió a ser obligatorio el uso del cintillo rojo. Sarmiento, que había llegado con el Ejército Grande como
boletinero, anunció que se levantaba sobre el país la sombra de otra dictadura y se volvió a Chile donde
poco después publicaría las Ciento y una, respondiendo a la defensa de Urquiza que hacía Alberdi en sus
Cartas quillotanas. Mitre, Vélez Sarsfield y otros políticos porteños fueron deportados y se dispuso la
designación de Vicente López como gobernador y la elección de una nueva legislatura.
Urquiza dejó Buenos Aires para asistir a la instalación del congreso de Santa Fe. A los pocos días, el 11
de septiembre, estalló en Buenos Aires una revolución inspirada por Valentín Alsina que restauró las
antiguas autoridades, declaró nulos los acuerdos de San Nicolás y autónoma a la provincia. Poco
después, Alsina, el más intransigente de los porteños, fue elegido gobernador.
Urquiza decidió no intervenir. El Congreso Constituyente se reunió en Santa Fe el 20 de noviembre de 1852
en una situación incierta. Tropas bonaerenses intentaban invadir el territorio entrerriano, en tanto que
otras, encabezadas por el coronel Lagos, se rebelaban contra Alsina y ponían sitio a Buenos Aires
exigiendo el cumplimiento del acuerdo de San Nicolás.
Pero el clima de violencia se diluyó y el Congreso pudo trabajar serenamente. La constitución de los
Estados Unidos y las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina,
que había escrito Alberdi en Chile con motivo de la reunión del Congreso, fueron los elementos de
juicio con que contaron los constituyentes para la redacción de la carta fundamental. El texto consagró
el sistema representativo, republicano y federal de gobierno; se creó un poder ejecutivo fuerte, pero
se aseguraron los derechos individuales, las autonomías provinciales y, sobre todo, se garantizaron la libre
navegación de ríos y la distribución de las rentas nacionales. El 1° de mayo de 1853 fue firmada la constitución y,
por decreto de Urquiza, fue jurada el 9 de julio por todas las provincias excepto la de Buenos Aires.
Este hecho consumó la secesión.
La Confederación por una parte y el Estado de Buenos Aires por otra comenzaron a organizar su vida
institucional. En abril de 1854 se dio este último su propia constitución que, por insistencia de Mitre,
consignaba la preexistencia de la nación. Por su parte, la Confederación estableció su capital en Paraná y eligió
presidente a Urquiza; poco a poco comenzó a organizarse la administración nacional y se acentuó la distancia
entre dos gobiernos. Sin embargo, las circunstancias económicas los obligaron a aceptar el acuerdo o la
guerra, sin poder desentenderse el uno de la otra.
La lucha adquirió caracteres de guerra económica. La Confederación tuvo que crear toda la armazón
institucional del Estado. Buenos Aires, en cambio, mantenía su antigua organización administrativa y
la crecida recaudación de su aduana

b) En 1857 fue designado gobernador Alsina gobernador de Buenos Aires, de quien no podía esperarse
ningún paso conciliatorio con las provincias, y poco después quedó prohibido el pasaje en tránsito hacia el
Puerto de Buenos Aires de los productos de la Confederación. Era la guerra económica, pero en tales
términos que podía preverse que no se mantendría mucho tiempo dentro de esos límites. Un conflicto
político suscitado en San Juan precipitó los acontecimientos y los dos Estados movilizaron sus tropas.
Buenos Aires declaró la guerra y encargó a Mitre el mando de sus fuerzas, en tanto que una escuadrilla
procuraba impedir el cruce por el Paraná de las fuerzas de la Confederación. Pero la operación fracasó.
Urquiza avanzó sobre Buenos Aires y los dos ejércitos se encontraron el 23 de octubre de 1859 en
Cepeda, donde Mitre quedó derrotado.
Pocos días después Urquiza estableció su campamento en San José de Flores. Era evidente el deseo
unánime de encontrar una solución, y la favoreció la gestión de Francisco Solano López, hijo del
presidente del Paraguay, que se había ofrecido como mediador. El 11 de noviembre se firmó el pacto de
unión entre Buenos Aires y la Confederación, por el que la primera se declaraba parte integrante de la
nación y aceptaba en principio la Constitución de 1853. Una convención provincial y otra nacional debían
ajustar los términos de la carta a las nuevas condiciones creadas; pero entre tanto la aduana de Buenos
Aires quedaba dentro de la jurisdicción nacional. Aunque con algunos rozamientos, el pacto comenzó a
cumplirse. En señal de buena voluntad Urquiza visitó Buenos Aires y Mitre retribuyó la visita. Y el 21 de
octubre de 1860 la provincia de Buenos Aires juró la Constitución Nacional: sólo faltaba establecer el
gobierno de la nación.
Inesperadamente un nuevo conflicto suscitado en San Juan desencadenó otro choque. Una ley de la
legislatura bonaerense declaró entonces nulo el Pacto de San José de Flores y la Confederación
respondió interviniendo la provincia de Buenos Aires.
Ésta resistió. Un ejército mandado por Mitre se instaló en la frontera provincial que tantas veces
había contemplado este enfrentamiento fratricida. Esta vez, Urquiza, jefe de las fuerzas de la
Confederación, quedó derrotado en Pavón el 17 de septiembre de 1861.
Triunfante Buenos Aires y disueltos los poderes nacionales, Mitre asumió interinamente el gobierno de la
Confederación y llamó a elecciones de diputados al congreso, que debía reunirse en Buenos Aires, donde
Mitre había fijado la capital de la República. El 5 de octubre de 1862 fue elegido Mitre presidente de la
Nación y el día 12 asumió el cargo. La unidad nacional quedaba consumada.

c. Gobiernos: Sarmiento – Mitre – Avellaneda


Durante estos dieciocho años se sucedieron tres presidentes: Bartolomé, Mitre (1862-1868); Domingo, Sarmiento
(1868-1874) y Nicolas Avellaneda (1874-1880). Sus gobiernos estuvieron dedicados a completar la unificación del
país. Para que esa unión fuera sólida, los presidentes confiaban en una herramienta, el estado. Asi durante este
periodo se puso en funcionamiento la Suprema Corte de Justicia y de esta manera se complementaron los tres
poderes del estado fijados en la constitución: Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Se creo un ejercito nacional
destinado a defender el territorio y a imponer la autoridad del estado nacional sobre los gobiernos provinciales, se
fundo el Colegio Militar de la Nación, se reglamento el funcionamiento del correo y de los ferrocarriles con el
objetivo de mejorar las comunicaciones: se promovió la migración europea para pobla el territorio y se crearon
escuelas públicas que impartían una educación común a todos los habitantes del país, fueran argentinos o
extranjeros.

MITRE:
En este período se produjo una creciente centralización del poder político donde el uso de la fuerza fue
determinante.
El gobierno nacional se fue imponiendo a través de la violencia organizada por sobre otros poderes como los de
las provincias, centralizando funciones como la recaudación impositiva, la emisión monetaria, la educación y la
represión.
La verdadera institucionalización de un ejército nacional ocurrió a través de las distintas formas de enfrentamiento
que asumió ese ejército nacional. El ejército implicó, además, un enorme gasto público que llegó a representar en
algunos años más del 50 % del presupuesto.
Mitre encargó a un grupo de juristas encabezados por Dalmacio Vélez Sarsfield la redacción del Código Civil y la
adaptación del Código de Comercio al ámbito nacional.
Se organizaron la Corte Suprema de Justicia y los tribunales inferiores.
Como elemento de unificación ideológica se crearon los 14 colegios nacionales y sus respectivos profesorados,
uno para cada provincia.
Era imposible llevar adelante la política centralizadora sin terminar con el caos fiscal y la anarquía monetaria: en
algunas provincias se superponían impuestos y circulaban tres y hasta cuatro monedas diferentes.
La creación de un aparato recaudador nacional fue condición necesaria para financiar las reformas que requería la
concreción del programa liberal mitrista.
Durante su mandato, Mitre fue urdiendo una política de alianzas con los sectores conservadores del interior
buscando subordinar a las provincias a los intereses porteños. Esta política provocó levantamientos armados
como el de los montoneros acaudillados por el riojano Ángel Vicente Peñaloza, «El Chacho», en 1863, que
culminarán en violentas acciones represivas por parte del ejército nacional.
En 1865, estalló la Guerra del Paraguay (o Guerra de la Triple Alianza) y Mitre fue designado General en Jefe de
las Fuerzas Aliadas de Argentina, Uruguay y Brasil, la guerra duró casi cinco años. La victoria le costó al país más
de 500 millones de pesos y 50.000 muertos. Del millón trescientos mil habitantes que tenía el Paraguay, sólo
sobrevivieron 300.000, la mayoría mujeres y niños.
La impopularidad de la Guerra de la Triple Alianza -llamada de la Triple Infamia por Alberdi- sumada a los
tradicionales conflictos generados por la hegemonía porteña, provocó levantamientos en Mendoza, San Juan, La
Rioja y San Luis.
Su política educativa estuvo orientada a la extensión y unificación de la enseñanza secundaria, con la idea de
extender las ideas liberales entre los jóvenes que pudieran acceder a ella;56 se fundaron colegios nacionales en
Salta, Tucumán, Mendoza, San Juan y Catamarca, y se nacionalizó el Colegio Nacional de Buenos Aires. Se
inició la construcción de los ferrocarriles Central Argentino –de Rosario a Córdoba– y del Sur; el gobierno
bonaerense provincializó el Ferrocarril Oeste.
En el orden cultural, la presidencia de Mitre quedó ligada a varias iniciativas duraderas las que ya habían
comenzado cuando era gobernador de Buenos Aires, con Sarmiento ministro de instrucción pública, primero, y
luego jefe del departamento de escuelas, inauguró la escuela de Catedral al Norte.

SARMIENTO:
Durante su presidencia, fundó el Colegio Militar de la Nación; consciente del problema que significaba la inmensa
extensión del país, se desarrollaron durante su gestión la infraestructura ferroviaria, la red telegráfica y numerosos
puentes y caminos, modernización de la cual se sirvió al momento de aplacar las sublevaciones montoneras en
las provincias. El tranvía, los puertos, el correo y la banca (incluido el Banco Nacional), también fueron parte de la
herencia sarmientina que enorgullecía al apóstol laico de la educación.

Entre las acciones que desarrolló durante sus diferentes funciones de gobierno se detallan a continuación:
 Remodelación del antiguo Fuerte como Casa de Gobierno.
 Primer Censo Nacional de Población.
 Promulgación de la Ley de Subvenciones, garantizando fondos para crear nuevas escuelas y comprar
materiales de estudio y libros.
 Fomento de la Educación Primaria, incrementándose la población escolar de 30.000 a 110.000 alumnos.
 Presupuesto para continuar la Guerra contra el Paraguay, que finalizará en 1870.
 Fundación de las escuelas normales de Paraná y Tucumán. Creación de la Comisión Protectora de
Bibliotecas Populares.
 Fundación de numerosas colonias y escuelas agrícolas en varias provincias.
 Creación del primer Observatorio Astronómico, de la Oficina Meteorológica y la Academia Nacional de
Ciencias en Córdoba.
 Habilitación del Cementerio de la Chacarita, al desatarse la epidemia de fiebre amarilla.
 Implementación del Código Civil.
 Creación del Boletín Oficial.
 Sanción de la Ley de Ciudadanía.
 Inicio de la construcciones del Ferrocarril Trasandino y ramales en el Litoral.
 Construcción de las puertos de Zárate y San Pedro.
 Fundación del Colegio Militar de la Nación y la Escuela Naval Militar.
 Tratado de límites con el Paraguay.
 Creación del Parque 3 de Febrero y los jardines Zoológico y Botánico.
 Aplicación del Sistema Métrico Decimal en las aduanas nacionales.
 Conexión telegráfica de todo el país, Chile y Europa.
 Construcción de la Casa de Correos y Telégrafos.

AVELLANEDA:
Siguiendo la consigna de Alberdi «gobernar es poblar», Avellaneda promovió en 1876 la sanción de la Ley de
Inmigración conocida como Ley Avellaneda, que aparecía como una promesa interesante de tierras y trabajo para
los campesinos europeos. En pocos años, duplicó el flujo inmigratorio. Enfrentó los efectos perdurables de la
grave crisis económica que se había desatado a fines de la presidencia de Sarmiento, con medidas extremas
como la disminución del presupuesto, suspensión de la convertibilidad del papel moneda a oro, la rebaja de
sueldos y los despidos de empleados públicos.
La restricción de las compras al exterior como producto de la crisis, estimuló un tímido desarrollo de la industria
local. A mediados de la década de 1870 se fundó el Club Industrial, por iniciativa de Carlos Pellegrini, Vicente
Fidel López, José Hernández y Roque Sáenz Peña. El club logró que se establecieran tarifas proteccionistas para
algunos productos, fortaleciendo la industria harinera, la vitivinícola, la del vestido y otras producciones.
a través del ministro de Guerra, Adolfo Alsina impulsó una campaña al entonces denominado “desierto” para
extender la línea de frontera hacia el Sur de la Provincia de Buenos Aires. El plan de Alsina era levantar poblados
y fortines, tender líneas telegráficas y cavar un gran foso, conocido como la “zanja de Alsina”, con el fin de evitar
que los “indios” se llevaran consigo el ganado capturado. Antes de concretar su proyecto, Alsina murió. Fue
reemplazado por el joven general Julio A. Roca, quien aplicará un plan de aniquilamiento de las comunidades
indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática.
El éxito obtenido en la llamada “conquista del desierto”, llevada a cabo entre 1878 y 1879, prestigió frente a la
clase dirigente la figura de Roca y significó la apropiación por parte del Estado nacional de millones de hectáreas
que serán distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder.
Al finalizar su presidencia, Avellaneda envió al parlamento un proyecto de federalización de la ciudad de Buenos
Aires, con la intención de poner fin a la histórica disputa por la residencia de las autoridades nacionales, que
estaban de hecho sometidas a la autoridad y jurisdicción del gobernador de la provincia de Buenos Aires. El
proyecto provocó la reacción del gobernador, Carlos Tejedor, quien se sublevó contra las autoridades nacionales
en tanto se llevaban a cabo las elecciones presidenciales que dieron el triunfo a la fórmula Roca-Madero,
partidarios de la federalización.

Entre 1862 v 1880. los sucesivos gobiernos tomaron medidas para vincular a la Argentina con los países
industrializados como proveedora de alimentos y materias primas. A partir de 1880, esa relación se profundizo y
se consolida la economía argentina basada en la exportación de productos del agro o campa especialmente cares
y cereales. A este período se lo conoce como etapa agroexportadora o del modelo agroexportador.
La etapa agroexportadora se extendió hasta fines de la década de 1920, cuando las exportaciones disminuyeron
notablemente debido a una crisis económica mundial. Durante esta etapa, el área pampeana (Buenos Aires, Entre
Ríos, parte de Córdoba y de La Pampa, y centro y sur de Santa Fe) fue la más beneficiada del país, pues reunía
las condiciones naturales ideales para el desarrollo de las actividades agropecuarias.

La cría de ganado vacuno se convirtió en la principal actividad económica de Buenos Aires y el Litoral en las
últimas décadas del siglo XIX. Esto se debió al aumento de la exportación de carne vacuna, que los países
industrializados demandaban en forma creciente. La introducción del barco frigorífico, que permitía el traslado de
carne refrigerada, fue una innovación fundamental en este proceso.
Para aumentar la calidad de la carne que exportaban, los hacendados introdujeron algunas mejoras. Así
realizaron cruzas con animales de raza británicos y cultivaron plantas forrajeras, como la alfalfa, para alimentar el
ganado. También alambraron los campos para separar las áreas ganaderas de las tierras de cultivadas y
concentrar los animales en un solo lugar

MEDIDAS PARA IMPULSAR EL MODELO


La intervención del Estado fue fundamental para crear las condiciones que requería la agroexportación. Entre
otras medidas, los gobiernos dictaron leyes para favorecer el comercio, organizaron un sistema de bancos que
otorgaban préstamos, expandieron la red de transportes y comunicaciones, y fomentaron la inmigración para
aumentar la mano de obra.
También fueron importantes las inversiones extranjeras (provenientes de Estas actividades se Inglaterra, Francia,
Alemania y, a partir de 1910, los Estados Unidos), que se destinaron al fomento de actividades relacionadas con
la agroexportación, como la apertura de bancos privados y la instalación de vías férreas.
Este modelo de crecimiento, el agroexportador, se basó en la exportación de productos primarios –
fundamentalmente carne y cereales- y en la importación de manufacturas, capitales y recursos humanos. (...) se
sustentó en la disponibilidad de inmensas extensiones de tierra.

La inmigración europea fue otro pilar sobre el cual se edificó el modelo agroexportador. La necesidad
de poblar un territorio casi desierto, junto con la desconfianza en el elemento nativo –el gaucho- explica la
campaña de atracción de trabajadores extranjeros a nuestro país, alentados por promesas de ascenso social y
económico que brindaba una Argentina en expansión. Estas expectativas chocaron muy pronto con la realidad. Es
reducido el porcentaje de inmigrantes que lograron ser colonos propietarios. El resto debió conformarse con ser
arrendatarios o simplemente peones rurales. Un número importante de inmigrantes extranjeros se concentró en
las ciudades conformando el incipiente proletariado urbano. La urbanización temprana que se produjo en nuestro
país respondió más a la estructura de tenencia de la tierra latifundista que a un proceso de industrialización como
ocurriera en Europa.
Este proceso modernizador, que algunos historiadores califican como "modernización incompleta" por
el total repliegue de la industria y el alto grado de dependencia con el exterior, complejizó a la sociedad
argentina, incorporando, además, las demandas de nuevos actores sociales surgidos a partir del proceso
inmigratorio.
Por un lado, el movimiento obrero –predominantemente anarquistas y socialistas – al no verse
cumplidas las promesas de ascenso social, cuestionó frontalmente la hegemonía de la clase dirigente.
Por otro lado, los sectores medios en ascenso, ya nativos, dejaron de lado la idea revolucionaria de sus padres y
comenzaron a demandar al régimen su incorporación dentro del sistema político.

Los gobiernos argentinos que se sucedieron a partir de la presidencia de Urquiza (1854-1860) fomentaron la
llegada de inmigrantes europeos con el fin de poblar el territorio y ocupar los puestos de trabajo que generaba la
expansión de la economía agroexportadora.
Para atraer a esas personas, estos gobiernos hicieron campañas de propaganda en Europa, pagaron pasajes
para venir a la Argentina y sancionaron leyes que ofrecían garantías a los inmigrantes. Entre esas garantías se
contaban la de poder disponer de sus bienes y de ejercer
libremente su culto. Como leyeron en el capítulo 8, una de esas leyes fue la llamada Ley de Inmigración,
sancionada en 1876, que promovía la creación de colonias agrícolas.
La respuesta a esta política de fomento de la inmigración fue extraordinaria, ya que entre 1880 y 1914 llegaron al
país unos 4.200.000 inmigrantes. A ese impactante desplazamiento de personas de un continente a otro los
historiadores lo llaman inmigración masiva o gran inmigración

Los inmigrantes que llegaron a la Argentina fueron en su gran mayoría italianos y españoles. También arribaron
franceses, ingleses, galeses, suizos, alemanes, rusos, polacos, ucranianos, turcos, armenios y sirioliba-neses
No menos importante fue la llegada de diversos contingentes de judíos europeos, que venían de países como
Alemania y Rusia
La mayoría de los inmigrantes escapaba de la miseria, la falta de trabajo y la escasez de tierras cultivables que
padecían en sus países de origen. También hubo quienes huían de guerras o de persecuciones políticas y
religiosas. Un ejemplo es el de los judíos del sur de Rusia, que arribaron a la Argentina a partir de 1891, gracias al
apoyo del barón Moritz Hirsch, un alemán que financió la fundación de varias colonias agrícolas (entre ellas, la de
Rivera, en el oeste de la provincia de Buenos Aires), con el fin de ubicar lo mejor posible a aquellos judíos
que eran perseguidos en Rusia y Europa Oriental.
El impulso económico que le dio al país incentivo nuevamente la inmigración europea. Gran parte de esa masa
extranjera ocupó el espacio urbano dedicándose a la industria textil, alimenticia, transporte y vestimenta .Bs As
renovó su arquitectura urbana por lo que necesitó mano de obra calificada para trabajos de carpintería, herrería y
construcción; la demanda fue satisfecha por los inmigrantes.
La llegada de un mayor número de extranjeros durante el gobierno de Roca determinó una división ideológica
entre los trabajadores, los anarquistas, quienes se nuclearon en torno a la (F.O.R.A) Federación Obrera Regional
Argentina y los socialistas que dieron origen a la (U.G.T) Unión General de Trabajadores.
La nueva oleada de inmigrantes era más activista y más politizada que las anteriores .Bs As y Santa Fe quedaron
prácticamente acorralados por las movilizaciones y huelgas obreras. En 1899 y por iniciativa de Miguel Cané se
sancionó la Ley de Residencia que facilitó la expulsión de los inmigrantes anarquistas y socialistas que atentaban
contra el estado nacional.
Estos trabajadores constituyeron los sectores obreros o sectores populares urbanos, quienes interactuaban con
los sectores medios urbanos (profesionales, comerciantes y empleados públicos)
La concentración de inmigrantes en las ciudades y especialmente en Bs As produjo una falta de vivienda que se
solucionó con el nacimiento de los conventillos.
Los conventillos eran grandes caserones que pertenecieron a familias acomodadas de la sociedad de la ciudad de
Bs As, se ubicaban en la zona sur. En la década de 1870 fueron abandonadas cuando la fiebre amarilla arrasó la
ciudad. Las construcciones se adaptaron para recibir a los inmigrantes y se transformaron en un gran negocio.
Cada familia de inmigrante alquilaba una habitación y debía compartir con los demás inquilinos las otras
dependencias. El amontonamiento de gente producía hacinamiento y consecuencias sumamente negativas que
afectaban la vida diaria de las personas .Los alquileres eran altos lo que generó duros conflictos sociales entre los
inquilinos y los comerciantes. Los conventillos no sólo fueron patrimonio de la ciudad de Bs As, en Rosario y
Bahía Blanca también se dio este fenómeno.
Hacia 1900 cambió el paradigma de la arquitectura urbana…Nacieron los barrios porteños de la mano de la
expansión del tranvía .Los inmigrantes que se radicaron en Bs As compraron terrenos y dieron origen a algunos
barrios o repoblaron otros: Vélez Sarsfield, Flores, Palermo, San Bernardo y Belgrano. La Boca, Montserrat y San
Nicolás eran los barrios con mayor cantidad de inmigrantes

La contracara de los sectores populares la constituía la elite tradicional. El grupo social era heterogéneo en cuanto
a poder económico y político, sólo unas 400 familias conforman el grupo privilegiado que tenían en sus manos el
monopolio del poder. La oligarquía generó su espacio social exclusivo en donde era imposible el ingreso de otros
grupos sociales: El Jockey Club, La Sociedad Rural, las Facultades de Derecho de Bs As y Córdoba eran
verdaderas fortalezas que sólo podía ser transitadas por una poderosa minoría.
En este contexto hacia principio de siglo XIX nacieron los sectores medios, descendientes de las primeras oleadas
de los inmigrantes, que por los esfuerzos de sus padres lograron alzarse con un título, incorporarse a la
administración pública o transformarse en comerciantes.
Variable cultural: la oligarquía argentina consideraba que las ciencias constituían la llave que abría la puerta del
progreso y el crecimiento de la nación. Vieron que la tecnología aplicada a las actividades económicas favorecía
la producción y en consecuencia aumentaban las ganancias. La postura adoptada frente a las ciencias por la elite
los identificaba con la idea del progreso indefinido

Miguel Juárez Celman (1886-1890) gobernó en beneficio de la elite y en perjuicio de los sectores populares. La
política económica y social aplicada por los gobernantes ahogó a la clase trabajadora que manifestó su malestar
con violentas huelgas, buscando recuperar el valor de los salarios. A medida que pasaba el tiempo otros grupos
sociales se fueron pasando a la fila de la oposición por los desaciertos del gobierno.
El presidente de la nación no escuchó los reclamos y profundizó sus errores:
- Contrajo empréstitos a intereses muy altos.
-Emisión descontrolada de billetes.
-Alta inflación.
-Aumento de los gastos públicos.
-Disminución de la producción.
-Aumento de la deuda pública (En un 200% en 48 meses).
-Manejo incorrecto de las tierras públicas.
-La bolsa se convirtió en un antro de perversión.
Las huelgas se sucedían una tras otras: zapateros, panaderos, ferroviarios, carpinteros y demás oficios
reclamaban por reivindicaciones sociales. El primero de mayo de 1890 la Cámara de Diputados debió recibir el
primer petitorio de mejoras laborales y sociales por parte de la masa trabajadora. El estado no se hizo cargo del
malestar y redobló la apuesta privatizando todos los servicios de manera sumamente turbia, la decisión
económica profundizó el malestar.
Ante el panorama tan complejo que se vivía los sectores medios también se plegaron a las protestas con el
objetivo de poner fin al gobierno de Juárez Celman. En septiembre de 1889 se organizó una movilización en el
Jardín Florida comandada por la Unión Cívica de la Juventud de esta agrupación nació la Unión Cívica presidida
por Leandro Alem.
En abril de 1890 se realizó una concentración en el frontón de Bs As que reunió a más de 30.000 personas, la
movilización popular era una clara advertencia al gobierno.
Juárez Celman no quiso o no pudo leer la realidad y su terquedad fue la causante de la Revolución del 90,
también denominada del Parque .La oposición sumó a las fuerzas armadas quienes ofrecieron sus armas para
derrocar al presidente, el ejército tomó el parque de artillería y la marina avanzó sobre la ciudad. Alem se puso a
la cabeza de la revolución cívicamilitar. El gobierno respondió de forma violenta y logró derrocar a los insurgentes,
a pesar del triunfo Celman debió renunciar.
Detrás de la revolución y haciendo un manejo oculto de la operación se encontraba Roca, su objetivo era poner fin
al unicato de Celman y se puede afirmar que lo logró.
Pellegrini (1890-1892) que ocupaba la vicepresidencia de la nación reemplazó en el cargo a Celman. La tarea del
nuevo presidente no fue sencilla , la primera medida tomada apuntó a sanear los bancos oficiales, para esto
convocó a los más importantes empresarios, quienes hicieron destacados aportes económicos que aliviaron la
situación .Paralelamente se crearon La Caja de Conversión y el Banco Nación para impulsar la actividad
económica.
La renuncia de Celman no frenó el avance de la Unión Cívica, que siguió trabajando para terminar con la política
corrupta, fue así que con cara a las futuras elecciones se eligió a la fórmula Mitre Bernardo de Irigoyen .Roca no
vio con buenos ojos a B. de Irigoyen y realizó todas las maniobras posibles para que fuera reemplazado por E.
Uriburu, objetivo que logró con el apoyo del presidente de la nación.
Las peleas internas estimularon las ambiciones políticas de la Unión Cívica que en las elecciones legislativas
lograron que Alem y del Valle fueran elegidos senadores. Alem no aceptó el acuerdo y se apartó de la Unión
Cívica dando origen a la Unión Cívica Radical, el otro frente conformó la Unión Cívica Nacional.

LEY SÁENS PEÑA


En las elecciones de 1910, el candidato de los notables triunfó sin oposición ya que los radicales proclamaron
la abstención electoral. La fórmula Roque Sáenz Peña Victorino de la Plaza asumió el 12 de octubre de 1910. Sáenz
Peña le propuso a Yrigoyen integrar su gabinete con dos ministros radicales, pero éste no aceptó, diciendo que no
buscaba ministerios sino comicios honorables.
Enfermo de cáncer, debió delegar el mando en numerosas oportunidades en su vicepresidente, hasta que
murió en 1914. Su obra más trascendental fue concretada en febrero de 1912, con la promulgación de la Ley
8871 de voto universal, secreto y obligatorio, titulada Ley Sáenz Peña.
Con ella, trató de superar errores, carencias y exclusiones. La ley anterior, de 1903, establecía como elector a
todo argentino mayor de 18 años de edad o ciudadano naturalizado, que no tuviese incapacidades legales
y estuviera inscripto en el Registro Cívico Nacional; implementaba un padrón permanente, que se actualizaría
cada cinco años, y se le entregaba al sufragante una libreta con varias hojas en blanco, que era obligatoria
para el desempeño de empleos públicos. En cuanto a los distritos electorales, en 1903 se proclamó el sistema
uninominal: se dividía el territorio en tantas circunscripciones como candidatos a diputados hubiese, votándose sólo
un diputado por circunscripción (con este sistema Alfredo Palacios fue elegido diputado por La Boca). Pero tuvo
poca duración, y se retorno al sistema de pluralidad de sufragios o lista completa (cada distrito presentaba la lista
completa de diputados, y ganaba la lista que obtuviera mayor cantidad de votos).
Con la ley Sáenz Peña el padrón electoral se confeccionaría sobre la base del registro militar (votaban sólo
los varones); el Poder Judicial Federal debía organizar y supervisar las elecciones, y se optó por el sistema
electoral de lista incompleta, mediante el cual se le daba un tercio de las bancas a la minoría, siempre que hubiera
tenido menos de un 25% de los votos. Es decir, ya la lista triunfante no obtenía todos los cargos, sino que se admitía
en parte al partido que salía segundo. El sufragio, que siguió siendo exclusivamente masculino hasta 1947, se
denominaba universal por no condicionar la participación de los ciudadanos; a partir de allí fue secreto, debiendo
votar el ciudadano en un cuarto oscuro y se impulso el voto obligatorio para crear al sufragante, ya que el pueblo
acostumbrado a que su voluntad no era decisoria, no concurría a votar: el voto optativo o voluntario favorecía a las
oligarquías, porque los partidos con considerables medios económicos pueden movilizar mayor cantidad de
votantes.
Antes de la Ley Sáenz Peña solo votaban unos pocos, de hecho el promedio que votó en las once elecciones previas
presidenciales a 1912 solo alcanzó un 1.7% de la población total. Hacia 1910 un 20% del total de población
masculina nativa participaba.
Las elecciones eran manipuladas a través de varios mecanismos de fraude electoral como por ejemplo la existencia
en el padrón de ciudadanos muertos o el registro indebido o la omisión de nombres en el mismo. También se
compraban votos, los ciudadanos recibía un vale al emitir su voto, el cual se transformaba en efectivo en el
comité del partido. Se remplazaban boletas o se destruían los votos emitidos.
El voto era masculino y cantado, y el país se dividía en distritos electorales en los que cada votante lo hacía por una
lista completa, es decir que contenía los candidatos para todos los cargos.
Había graves problemas para el votante, desde la pérdida de su empleo hasta la propia vida, si su voto no coincidía
con el que dominaba su circuito electoral. Sin dudas, hubo un fraude en las elecciones de 1857. En este, usaban los
votos de los muertos, quemaban urnas y falsificaban padrones entre otras cosas. Esto demostraba el desprecio de la
clase dominante a la democracia-

El 1º de septiembre de 1889 la juventud constituyó un movimiento que se reunió en el Jardín Florida. Aquel día se
constituyó la UNIÓN CÍVICA DE LA JUVENTUD.
Sus principales dirigentes eran Barroetaveña, Emilio Mitre, Manuel Montes de Oca y otros.
La Unión Cívica de la Juventud sustentaba, principalmente, dos principios: sufragio libre y elecciones honestas.
Se produjo así la primer expresión pública de ese despertar de la conciencia política.
El 8 de abril de 1890, la Unión Cívica de la Juventud, ya constituida en comités, lanzó un manifiesto al pueblo,
anunciando sus propósitos e invitándolo a una asamblea que se realizaría el 13 en el Frontón Buenos Aires de
Pelota a Paleta.
En el mitin quedó fundada la UNIÓN CÍVICA y Leandro Alem, un hombre de origen federal y autonomista,
impregnado de ideas democráticas, que desde los inicios defendió el sufragio libre, fue consagrado Presidente del
Partido.
La Unión Cívica era el resultado de un gran movimiento de oposición formado por los católicos de Estrada y
Goyena, los autonomistas que habían formado el grupo de los republicanos, los jóvenes mitristas y algunos
autonomistas que, luego de apoyar a Roca, se habían separado de él.
Poco después la Unión Cívica contaba con algunas ramificaciones en el interior,  que juntas comenzaron a
colaborar en la empresa que se propuso el Partido: la revolución.

Los sectores sociales que llegaron al poder con el triunfo del radicalismo acusaron una fisonomía muy distinta
de la que caracterizaba a la generación del 80. Salvo excepciones, los componían hombres modestos, de tronco
criollo algunos y de origen inmigrante otros. El radicalismo, que en sus comienzos expresaba las aspiraciones de
los sectores populares criollos apartados de la vida pública por la oligarquía, había luego acogido también a los
hijos de inmigrantes que aspiraban a integrarse en la sociedad, abandonando la posición marginal de sus padres.
Así adquiría trascendencia política el fenómeno social del ascenso económico de las familias de origen inmigrante
que habían educado a sus hijos. Las profesiones liberales, el comercio y la producción fueron instrumentos
eficaces de ascenso social, y entre los que ascendieron se reclutaron los nuevos dirigentes políticos del
radicalismo. Acaso privaba aún en muchos de ellos el anhelo de seguir conquistando prestigio social a través del
acceso a los cargos públicos, y quizá esa preocupación era más vigorosa que la de servir a los intereses
colectivos. Y, sin duda, el anhelo de integrarse en la sociedad los inhibió para provocar cierto cambio en la
estructura económica del país que hubiera sido la única garantía para la perpetuación de la democracia formal
conquistada con la ley Sáenz Peña.
Gracias a una política colonizadora un poco más abierta que impusieron los gobiernos radicales, logró
transformarse en propietario de la tierra un número de arrendatarios proporcionalmente más alto que en los años
anteriores. Pero la población rural siguió decreciendo. Su composición era muy diversa. La formaban los
chacareros —arrendatarios en su mayoría— en las provincias cerealeras, los peones de las grandes estancias en
las áreas ganaderas, los obreros semiindustriales en las regiones donde se explotaba la caña, la madera, la
yerba, el algodón o la vid, todos estos sometidos a bajísimos niveles de vida y con escasas posibilidades de
ascenso económico y social. En cambio, en las ciudades —cuya población ascendió del 58 al 68% sobre el total
entre 1914 y 1930— las perspectivas económicas y las posibilidades de educación de los hijos facilitó a muchos
descendientes de inmigrantes un rápido ascenso que los introdujo en una clase media muy móvil, muy
diferenciada económicamente, pero con tendencia a uniformar la condición social de sus miembros con
prescindencia de su origen.
Nuevos cultivos o nuevas formas de industrialización de los productos naturales atrajeron a nuevas corrientes
inmigratorias que, a su vez constituyeron comunidades marginales cuando ya las primeras olas de inmigrantes
habían comenzado a integrarse a través de la segunda generación. Pero las zonas más ricas y productivas
siguieron siendo las del litoral, donde disminuía la producción de la oveja y se acentuaba la de los cereales y
las vacas. En parte por la creciente preferencia que la industria textil manifestaba por el algodón y en parte
por la predilección que revelaba el mercado europeo por la carne vacuna, la producción de ovejas perdió interés y
se fue desplazando poco a poco hacia el interior —el oeste de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro
y la Patagonia— al tiempo que decrecía su volumen. Las mejores tierras, en cambio, se dedicaron a la producción
de un ganado vacuno mestizado en el que prevaleció el Shorthorn, que daba gran rendimiento y satisfacía las
exigencias del mercado inglés, y a la producción de cereales, cuya exportación alcanzó altísimo nivel.
A poco de comenzar la presidencia de Yrigoyen estalló la revolución socialista en Rusia, y las vagas aspiraciones
revolucionarias de ciertos sectores obreros se encendieron ante la perspectiva de una transformación mundial de
las relaciones entre el capital y el trabajo. Las huelgas comenzaron a hacerse más frecuentes y más intensas,
pero no sólo porque algunos grupos muy politizados esperaran desencadenar la revolución, sino también porque,
efectivamente, crecía la desocupación a medida que se comprimía la industria de emergencia desarrollada
durante la guerra, aumentaban los precios y disminuían los salarios reales.
Obreros ferroviarios, metalúrgicos, portuarios, municipales, se lanzaron sucesivamente a la huelga y provocaron
situaciones de violencia que el gobierno reprimió con dureza.
Dos dramáticos episodios dieron la medida de las tensiones sociales que soportaba el país. Uno fue la huelga
de los trabajadores rurales de la Patagonia, inexorablemente reprimida por el ejército con una crueldad que causó
terrible impresión en las clases populares a pesar de la vaguedad de las noticias que llegaban de una región que
todavía se consideraba remota. Otro fue la huelga general que estalló en Buenos Aires en enero de 1919 y que
conmovió al país por la inusitada gravedad de los acontecimientos. La huelga, desencadenada originariamente
por los obreros metalúrgicos fue sofocada con energía, pero esta vez no sólo con los recursos del Estado, sino
con la colaboración de los grupos de choque organizados por las asociaciones patronales que se habían
constituido: la Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina. Una ola de antisemitismo acompañó a la
represión obrera, con la que las clases conservadoras creyeron reprimir la acción de los que llamaban agitadores
profesionales y la influencia de los movimientos revolucionarios europeos.
También en otros campos repercutió por entonces la inquietud general.
Yrigoyen llegó al poder en 1916 como indiscutido jefe de un partido que había intentado repetidas veces acabar
con el «régimen» conservador por el camino de la revolución. Yrigoyen representaba «la causa», que entrañaba la
misión de purificar la vida argentina. Pero, triunfante en las elecciones, Yrigoyen aceptó todo el andamiaje
institucional que le había legado el conservadorismo: los gobiernos provinciales, el parlamento, la justicia y, sobre
todo, el andamiaje económico en el que basaba su fuerza la vieja oligarquía. Sin duda le faltó audacia para
emprender una revolución desde su magistratura constitucional; pero no es menos cierto que su partido estaba
constituido por grupos antaño marginales que más aspiraban a Incorporarse a la situación establecida que a
modificarla. Lo cierto es que el cambio político y social que pareció traer consigo el triunfo del radicalismo quedó
frustrado por la pasividad del gobierno frente al orden constituido.
Ciertamente, Yrigoyen se enfrentó con las oligarquías provinciales y las desalojó progresivamente del poder
mediante el método de las intervenciones federales. Entonces se advirtió la aparición de una suerte de retroceso
político. Como imitaciones de la gran figura del caudillo nacional, comenzaron a aparecer en diversas
provincias caudillos locales de innegable arraigo popular que dieron a la política un aire nuevo. José Néstor
Lencinas en Mendoza o Federico Cantoni en San Juan fueron los ejemplos más señalados, pero no sólo
aparecieron en el ámbito provincial, sino que aparecieron también en cada departamento o partido y en cada
ciudad. El caudillo era un personaje de nuevo cuño, antiguo y moderno a un tiempo, primitivo o civilizado según su
auditorio, demagógico o autoritario según las ocasiones; pero, sobre todo, era el que poseía influencia popular
suficiente como para triunfar en las elecciones ejerciendo, como Yrigoyen, una protección paternal sobre sus
adictos. A diferencia de los políticos conservadores, un poco ensoberbecidos y distantes, el caudillo radical se
preocupaba por el mantenimiento permanente de esta relación personal, de la que dependía su fuerza, y recurría
al gesto premeditado de regalar su reloj o su propio abrigo cuando, se encontraba con un partidario necesitado, a
quien además ofrecía campechanamente un vaso de vino en cualquier cantina cercana, o se ocupaba de proveer
médico y medicinas al correligionario enfermo, a cuya mujer entregaba después de la visita un billete acompañado
de un protector abrazo. Y cuando llegaban las campañas electorales, ejercitaba una dialéctica florida llena de
halagos para los sentimientos populares y rica en promesas para un futuro que no tardaría en llegar.
Los caudillos radicales transfirieron a la nueva situación social el paternalismo de los estancieros en oposición a la
política distante que la oligarquía había adoptado; pero obligaron a los conservadores a competir con ellos
dentro de sus propias normas, y el caudillismo se generalizó. Sólo la democracia progresista de Santa Fe,
inspirada por Lisandro de la Torre, y el socialismo se opusieron a estos métodos, que Juan B. Justo estigmatizó
con el rótulo de «política criolla».
Fueron los caudillos o sus protegidos quienes llegaron a las magistraturas y a las bancas parlamentarias en los
procesos electorales que siguieron a la elección presidencial de 1916, algunos todavía pertenecientes a
familias tradicionales, pero muchos ya nacidos de familias de origen inmigrante. Pero a pesar de eso la
estructura económica del país quedó incólume, fundada en el latifundio y en el frigorífico y el gobierno radical
se abstuvo de modificar el régimen de la producción y la situación de las clases no poseedoras.
Por el contrario, ciertos principios básicos acerca de la soberanía nacional, caídos en desuso, obraron
activamente en la conducción del radicalismo. Donde no había situaciones creadas, como en el caso del petróleo,
Yrigoyen defendió enérgicamente el patrimonio del país.
La riqueza petrolera fue confiada a Yacimientos Petrolíferos Fiscales, cuya inteligente acción aseguró no
sólo la eficacia de la explotación, sino también la defensa de la riqueza nacional frente a los grandes
monopolios internacionales. Cosa semejante ocurrió con los Ferrocarriles del Estado. Pero, además de la defensa
del patrimonio nacional, Yrigoyen procuró contener la prepotencia de los grupos económicos extranjeros que
actuaban en el país.

Citar la Bibliografía utilizada

José Luis Romero. Breve historia de la Argentina. Tierra Firma


https://www.elhistoriador.com.ar/bartolome-mitre/
https://www.todo-argentina.net/historia/org_nac/mitre/index.html
https://www.mendoza.edu.ar/domingo-faustino-sarmiento-1868-1874-presidente-obras-de-gobierno/
Teresa Eggers-Brass. Historia Argentina Contemporánea. Ministerio de la Nación

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