Está en la página 1de 5

NOCIONES FUNDAMENTALES Y CARACTERÍSTICAS EXISTENCIALES DEL CONOCIMIENTO

NOCIONES FUNDAMENTALES

1) Todo acto de conocimiento consiste en una actividad de conciencia, en forma de relación


sujeto-objeto, con pretensión de constitución de sentido. Este proceso de relación consistirá
probablemente en la determinación de la naturaleza o cualidades de las cosas. El conocer
sería, pues, la pretensión de aclarar los términos en los que se produce la relación sujeto-
objeto en el proceso de constitución de sentido. Todo esto, independientemente de que ello
se constituya o no en forma de evidencia.

2) Todo acto de conocimiento debe hacerse con una actitud crítica. Debe descartarse el azar
como forma de constitución de sentido y, por tanto, también debe descartarse la creencia sin
ningún tipo de justificación. Pero conocer implica ser algo más, estar en una actitud
trascendente a la del dogmático e incluso el escéptico. Ésta es, entonces, la segunda noción
intuitiva del conocimiento: conocer consiste en ser algo más que dogmatismo y escepticismo.
Este algo más nosotros lo denominamos crítica. Todo acto de conocimiento ha de ser un acto
de crítica. Debemos asumir un estado de conciencia diferente al del dogmático y al del
escéptico, asumir un estado de conciencia crítico.

3) Toda certeza extraída de la relación sujeto-objeto no debe partir del dogmatismo, sino de
un proceso de justificación y fundamentación. Toda actitud de crítica requiere un acto de
justificación. Conocer es discernir de modo claro y distinto una cosa de otra, y por tanto
evidenciar. Esto implica también abrir un proceso de fundamentación, implica la
obligatoriedad de conocer el conocimiento, implica asumir la actitud crítica como un proceso
de fundamentación. Determinar las estructuras, el valor, los orígenes y los límites de la
actividad de conciencia que es el conocimiento.

4) Hay una determinación ontológica del objeto. La Teoría del Conocimiento es un intento de
determinación ontológica del objeto. Las cosas pueden ser objetos de verdad y objetos de
sentido. Kant, por ejemplo, decía que las cosas solo pueden ser verdad bajo el sentido que yo
le constituya. El arte, por ejemplo, no nos explica las cosas, pero nos permite comprender las
cosas. En cambio, la ciencia explica sin necesidad de que exista una comprensión. Con todo
esto, se quiere decir que la denominación o descripción del objeto no agota la dimensión
misma que él tiene. El conocimiento no pretende definir por completo la cosa, sino prever lo
que es la cosa, qué función tiene la cosa. Conocer el objeto es, de alguna forma, delimitar el
conocimiento del objeto. Es hacer del objeto un objeto a mi medida.

Conocer consiste en adoptar un estado crítico de conciencia. Es un acto intencional que nos
sitúa más allá de la creencia pero más acá de la certeza. Conocer es un acto intencional de
conciencia que nos sitúa entre la creencia y la certeza. Este entre es el espacio de reflexión
propio de la Teoría del Conocimiento. Conocer, por tanto, consiste en ir ganando la
profundidad de las cosas en nosotros. Y si nosotros admitimos la noción que acabamos de
señalar, estamos admitiendo que comprender no es nunca la constitución de una verdad
expresada en términos absolutos. La verdad no será más que una posibilidad de verdad para
nosotros. Y dependiendo del modo en que concibamos el proceso de conocimiento,
obtendremos y aceptaremos una concreta y cada vez diferente definición de verdad.
5) El conocimiento absoluto del objeto es inefable. No hay una sola verdad, debido a que no
hay una sola Teoría del Conocimiento. Renunciamos a la definición de una única verdad. Y si no
existe esa verdad, definida y con carácter absoluto, debemos considerar el conocimiento como
un proceso plural y cambiante. Por tanto, nuestra pretensión será la construcción de una
noción de verdad susceptible de falsación, en constante renovación.

La imposibilidad de agotar el misterio que conlleva la verdad desde el principio de los textos
filosóficos no debe hacernos renunciar a su posible tematización. Pese a que no existe una
única definición esencial de conocimiento, y por tanto no existe una única definición esencial
de verdad, lo que sí tengo son aproximaciones en torno a las características existenciales del
acto noético o del acto de conocimiento. Pero esto no implica que ya esté en disposición de
decir lo que el conocimiento es, ya que el conocimiento no es un acto de conciencia único, ni
unívoco: el conocimiento es equívoco.

En definitiva, frente a la carencia de una definición de verdad o conocimiento universal y


permanente, nos encontramos con un mundo de posibilidades y la evidencia de ciertas
dimensiones constitutivas en lo que nos rodea. Así pues, la realidad se constituye como la
suma de lo dado más lo probable. (R=D+P)
CARACTERÍSTICAS EXISTENCIALES

1) Todo acto de conocimiento es un diálogo de nosotros en cuanto sujeto con aquello que no
es propiamente sujeto. Y esta relación de sujeto-objeto se lleva a cabo a través de la
conciencia. Cabe señalar que todo sujeto es conciencia. Y la conciencia es un elemento
intencional que funciona como un enrejillado transparente, como una frontera divisoria que
une y separa, que sirve como elemento de comunicación con el mundo. El conocimiento
consiste en una invasión mutua, en una unión entre el sujeto y el objeto, pero no una
confusión. Es una relación dialéctica de afirmación y negación, de inmanencia y trascendencia.
Y tampoco es un acto estático, sino que tiene un carácter procesual: el conocimiento es un ir
haciéndose con las cosas, ir ganando la profundidad de las cosas en nosotros. Es como si el
sujeto saliese a la conquista del objeto, mientras que éste se adentra y se instala en la
conciencia del sujeto. En definitiva, conocer supone una inmanentización del objeto en la
conciencia: es una inclinación intencional del sujeto hacia el objeto.

2) El conocimiento no es un fenómeno arbitrario. El conocimiento requiere no estar sujeto a


la ley del azar. Como intenta reducir el azar al máximo, requiere que para el sujeto exista una
legalidad intrínseca de constitución de sentido en todo acto de conocimiento. El conocimiento
debe de ser una actividad rigurosamente legalizada. Y esta legalización debe tener siempre un
sentido doble: legalización es por un lado la impuesta por el objeto y por otro lado la impuesta
por el sujeto (aquello que pertenece a las estructuras trascendentales de la conciencia). Es en
esta doble legalización como se ha forjado la concepción clásica de verdad y falsedad (hasta
Descartes, e incluido él mismo).

El conocimiento es la comunión entre las propiedades entitativas materiales del objeto con las
estructuras formales trascendentales del sujeto. Y lo que se da en el propio acto de
conocimiento es esta comunión. Respecto a este acto, el público presenta una doble
naturaleza: por un lado la de testigo, una disposición de atención. Por otro lado, en cuanto
comienza el espectáculo ante el que uno se encuentra, el público se convierte en ejecutante.
Eso que sucede lo hace ante nosotros y también en nosotros. En este sentido, el conocimiento
es la suma de lo que experimento yo como testigo o receptor acrítico y como ejecutante. El
conocimiento es el resultado de esta, de nuevo, doble legalización.

Según cualquiera de estas legalizaciones vaya perdiendo eficacia, el conocimiento irá


perdiendo objetividad. Serán conocimientos verdaderos aquellos en los que ambas
legalizaciones se cumplan, y conocimientos ciertos aquellos en los que tengamos conciencia
clara de su cumplimiento. Si esta creencia falta, nos moveremos en la opinión o la creencia, y
su falla el cumplimiento de ambas legalizaciones estaremos en el dominio de la falsedad.

3) Nuestra actividad cognitiva tiene un sentido unitario, es decir, es siempre un proceso pero
a la vez es un acto totalizante y totalizador. A menudo analizamos el conocimiento de una
forma fragmentaria. El conocimiento es explicado como una yuxtaposición seriada de actos de
conciencia absolutamente diferentes. Incluso llegamos a creer que estos actos tienen un orden
lógico, cronológico y natural. Si bien es cierto que analíticamente podemos distinguir los actos
de conciencia que forman el conocimiento, también es cierto que el conocimiento es para
nosotros un acto en la medida en que nos devuelve un sentido.
Aunque el conocimiento es siempre un proceso de nuestras facultades cognitivas, nosotros en
tanto sujetos epistémicos vivimos el conocimiento como un acto único y totalizador. Por ello,
no debemos confundir el modo de conocer el conocimiento que albergamos como teóricos del
conocimiento, con el modo que tiene de producirse el conocimiento.

No obstante, podemos distinguir cinco dimensiones o niveles que se dan en el proceso de


conocimiento.

— Dimensión de la presencia: consiste en la relación salvaje con los objetos, en lo


inmediato, lo espontáneo. No hay conciencia de percepción y no admite ningún tipo
de juicio. Se da una confusión del sujeto con el objeto sin conciencia de ello. Es un
modo de relación natural
— Dimensión de la percepción: se da una relación de cierta distancia somática con el
objeto a conocer, por lo que en cierto modo ya hay conciencia. Hace referencia a
nuestros órganos sensoriales, que por medio de la comunicación corporal se
relacionan con lo otro. Toda percepción nos permite la obtención de sensación.
— Dimensión de la representación: actividad que lleva a cabo la imaginación, y donde se
da la conversión del objeto en imagen. Se llevan a cabo, paralelamente, una función
empírica (suposición de que el objeto existe) y otra trascendental (elaboración del
concepto). Todo objeto de conciencia es representado; en tanto que representado es
imagen; y en tanto que imagen, es concepto. Siempre que representamos obtenemos
una imagen del objeto, y finalmente transformamos el objeto en objeto-para-mí. Cabe
señalar que espacio y tiempo son elementos constitutivos, necesariamente subjetivos,
que el sujeto impone, interviniendo así en la onticidad del objeto.
— Dimensión de la reflexión. La razón es la facultad que gobierna en este nivel. Lo que el
sujeto pretende es establecer las condiciones de necesidad de todo lo representado
y/o percibido. Lo que pretende el sujeto es averiguar las condiciones de necesidad
sobre nuestras funciones tanto perceptivas como imaginativas. La suma de la
percepción y la representación nos permite, en virtud de la formulación de conceptos,
el establecimiento de juicios.
— Dimensión de la afección. Es el llamado conocimiento relámpago (Merleau-Ponty).
Consiste en la repercusión que tiene en el sujeto la suma de toda la información de los
actos nombrados anteriormente, de tal manera que se obtiene un nuevo dato en
forma de sentimiento. De tal manera, podemos comprender cuándo los objetos
producen una determinada afección en nosotros. Un sentimiento es la capacidad
intelectiva de nuestra afección. Los sentimientos son la intelectualización de nuestra
información sensorial.

Cabe decir que el conocimiento es siempre más que la suma de estas cinco dimensiones, y el
objeto conocido es siempre más que nuestras prácticas epistémicas. Ninguna de estas
dimensiones es suficiente para abarcar el conocimiento, pues es un proceso total y totalizador.
Esta constante insuficiencia de determinación positiva y esencial pone de manifiesto que el
conocimiento es insondable.
4) El conocimiento es siempre irreductible. Aunque se dé el cumplimiento de estos cuatro
estadíos en una relación noética con el objeto, nosotros tenemos la sensación de que
comprendemos el objeto en la medida en que el objeto se nos oculta. Hay siempre parte del
objeto que se me sigue ocultando. Esta condición de irreductibilidad implica el reconocimiento
de que el conocimiento es siempre una actividad profundamente compleja. Se manifiesta que,
como sujeto epistémico, debo dejar de perseguir una definición rigurosa y positiva del
conocimiento. En el acto mismo de conocimiento, el sujeto se está dando cuenta ya de que no
es posible aprehender esa irreductibilidad en una definición rigurosa.

Se trata de una situación paradójica. Estamos obligados a conocer, y a la vez entendemos que
no es posible una definición positiva del conocimiento. Pero, a pesar de ser conscientes de
esta insondabilidad del conocimiento, tenemos la obligación de caracterizarlo, porque eso
también significa caracterizar nuestra relación con la cosa. De aquí surgen dos grandes modos
de comprensión: una la precrítica, y otra la crítica. Si bien estamos de acuerdo en que todo
acto noético se entiende como una forma de relación insondable del sujeto con el objeto, el
modo de relación lo hemos definido históricamente hasta el momento de dos modos: bien
desde un punto de vista precrítico, bien desde un punto de vista crítico. En el primero, la
onticidad del objeto no depende en nada del sujeto. Pero, para el segundo, es el sujeto el que
tiene la capacidad de constitución del objeto: en él se culmina el proceso de objetivación.

También podría gustarte