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. .“La-cama magica de Bartolo. © Mauricio Paredes lustaciones de Veronica Laymuns Para mi mamd. Habia una vez un nifio que se Hamaba Bartolo, Bartolo iba todos los dias —de semana, obviamente— al colegio a jugar a la pelota, a hacer carreras de botes en la acequia, a subirse a las ramas de los Arboles, a pillar lagartijas para meterlas en frascos de vidrio, a fabricar aviones de papel, a quemar hhormigas con una lupa y,a veces, hasta dia. ‘ oe espus de dias tan agotadores como este, Bartolo Hegaba a su casa todo desastrado y bastante sucio, 10 cual a su mamé no le parecfa muy bien, Pero esto no le importaba demasiado, porque sabia que si alguna vez legaba impecable y ordenado su mamé se sorprenderfa tanto que incluso podria Tlegara tener un atague; y como Baro- fo la queria mucho, se preocupaba de andar siempre desarreglado para asegu- rarle una excelente salud. : Querer es poder “1, Una noche, Bartolo estaba acosta- do en su cama mirando el techo mientras pensaba en todas las cosas que le gustaria hacer, y eran tantas que, para poder hacer- Jas todas, tendria que vivir por lo menos ‘unos mil o dos mil afios. Hso, en realidad, era un problema tremendo porque nadie, gue él supiera, habfa vivido tanto (excep- to Matusalem, pero ese no vale, porque en esa época, como recién existia el universo, el tiempo no funcionaba muy bien que ‘ligamos; por eso Dios se demo- 16 slo siete dfas en hacer el mundo). De pronto, Bartolo se dio cuenta de que era desatinado estar perdiendo su precioso tiempo y decidié comenzar inmediatamente a realizar los proyec- tos que tenfa en mente. Total, segura mente en el futuro alguien inventaria una pastilla para vivir mucho mas que lo normal 0, incluso, para siempre. Lo malo es que, asf acostado en su cama como estaba, no habja muchas cosas que hacer salvo mirar fijamente el techo. Y aquello fue lo que hizo. Fija- mente y absolutamente concentrado, in siquicra parpadear, Resistié ast casi doce minutos. Los ojos ya le Horaban de tan itritados que los tenfa y como en todo este tiempo habfa aguantado el aire, no pudo més y aspiré tan fuerte que casi se traga la sibana Estaba a punto de desilusionarse cuando, de repeate, comenzé a abrirse tun pequefio agujero en el techo. Poco a poco fue creciendo hasta Hegar a ser del porte de la cama, Bartolo podia sentir el aire fresco de la noche en su cara y le parecfa que las estrellas se le venian encima, Estaba tan feliz que la emocién se le salfa del cuerpo. Pero eso no fue todo. Se divertia mirando el cielo, cuan- do sintié que las patas de la cama se u Jevantaron del suelo y comenzaron @ elevarse lentamente. ; Al principio se asusté un poco, pero era tan rico volar dentro de su pieza, que el miedo se le olvids répida- mente. es la cama decidié subir més y més... jy més!, hasta Hegar al forado en el techo. Ahi pard, y se quedé flotando despacio... como preparindose... y de pronto... ;Zum! salieron Bartolo y su mueble volador disparados como un cohete al infinito, Fi iba sujetandose lo més fuerte que podia, porque viajaban a tanta velocidad como la de un avin a chorro | | de la Fuerza Aérea. Miré hacia atrés y vio cOmo se alejaba su casa, cada vez mis pequefia; y después, era slo una luz que se confundfa con todas las demés de la ciudad. El aire era cada vez més frfo, por- que se dirigfan directo hacia las monta- fias. Se sent6 en la cama, tapado con su manta, y traté de manejarla, pero ella no Ie hizo ni pizca de caso y sigui su viaje, cada vez més alto, por encima de la cordillera. De pronto la cama fren suave- mente y bajé hasta aterrizar sobre la nieve. Bartolo no podia creer lo que le habfa pasado: hacfa unos cuantos minu- tos descansaba tranguilamente en su dormitorio y ahora estaba sentado jen medio de la cordillera de los Andes! Tenfa ganas de pisar la nieve, pero no se atrevia a bajar de la cama, porque en cualquier momento ella podia salir volando de nuevo por cuen- ta propia. Aunque el testarudo mueble volador no se movfa ni un centimetro. 4 ‘Como estaba en fas montafias, y més encima era de noche, hacia dema- siado frio. Por suerte tena dos frazadas bien gruesas. Pero de moverse la cama, nada, Parecia como si se le hubiese acabado el combustible o algo. Bartolo traté de echarle vuelo como a los autos. cuando estén malos y no quieren andar, Astutamente puso sélo una pierna en el suelo y empuj6, pero por mas fuerza que hiciera, no pasaba nada, y su pobre pie estaba entero azul de congelado, ast que decidié acostarse bien cubierto y esperar un rato. Y asf fue que esperd un rato. Y después otro, ¥ otro rato mas. Ya lleva- ba como dieciséis ratos y medio cuan- do se quedé dormido. Is i La ciudad asombrosa “4, Bartolo se desperté con un ruido explosivo, como el de un bus viejo pasando a toda velocidad. Pero atin tenia mucho suefio, Su mente se levant6, pero su cuerpo siguié acostado. Apaciblemen- te, con una flojera rica, se fue enderezan- do, Todavia sin abrir los ojos sintié el sol en su cara y medité acerca del increfble suefio que habia tenido, en el que volaba arriba de su cama hasta las montafias.. —Qué lindo seria que hubiese sido cierto —suspiré, y de un salto salié de las sébanas para bajar a tomar desayuno. Pero precisamente en ese instan- te, sintié que pisaba algo sumamente frio. Abrié los ajos, la boca y hasta las orejas tan grandes como podia, pero no creyé lo que estaba viendo. {No habia sido un suefio, era verdad! jEstaba en medio de inmensos cerros blancos, en Jas alturas de los Andes! iva, viva, viva! Estoy en las ‘montaiias! —cantaba Bartolo mientras bailaba alrededor de su objeto volador «sf» identificado. Después de unas cuantas vueltas, sentia los dedos como cubos de hielo, asi que prefitié seguir bailando encima de la cama—. ;Viva, vival Estoy en las montai cama mégica! Terminado su baile de celebra- cin, observé lo que tenia alrededor. El cielo era més azul de lo que nunca habia visto y la nieve resplandecia tanto que tuvo que cerrar los pérpados casi totalmente. ‘Todo era espectacular. Mucho mejor que los mapas del libro de geogra- fia; incluso més bonito que cuando Hovia y al dia siguiente amanecia despejado y él contemplaba, a través de la ventana de ta clase de matemiticas, la nieve recién caida en la cordillera (y eso era muy, muy lindo) Se entretuvo, feliz de la vida, hasta que le dio hambre. Pensé que tenia dos posibilidades: una, ir a explo- rar los alrededores; la otra, quedarse sentado esperando hasta que la cama partiera. Con la primera opcién, la cama podia salir volando antes de que él yolviese, y no era gracioso quedarse desamparado tan lejos de su casa; pero s con mi con la segunda morirfa de hambre de todas maneras. Como Bartolo no era nada de tonto, partié a buscar comida. Decidié subir una loma para mirar desde ahf. Cuando Meg6 a la cima vio la cosa més increfole que jamés, jams, jamais Gamfs, en serio) habia visto. Al otro lado de ta colina existfa una ciudad fantéstica. No-habia nieve, sino pasto por todos lados, y rios, y lagos, y todo estaba rodeado de bosques, y jhacfa calor! Las casas tenfan la misma forma que un reloj de arena, pero en gigante. Los autos esta- ban pintados de colores extranos y divertidos: celestes con puntos verdes y rosados 0 amarillos con rayas negras como abejas. Los érboles daban varios tipos de frutas a la vez: peras, manza- nas, naranjas, plétanos, piflas, sandias. Todas en un mismo drbol. Incluso algunos daban chicles, chocolates, helados, papas fritas y hasta churros rellenos con manjar. Y por si todo esto fuera poco, los habitantes (que se 21 vefan muy alegres) eran... jconejos y zorros! Los Zorros no eran tantos, pero los habia... En realidad casi todos eran conejos. Sin pensarlo dos veces, Bartolo bajé corriendo por la toma hasta Hegar aesta magnifica ciudad que acababa de deseubrir. a Bartolo conoce muevos amigos Caminaba nuestro protagonista hacia uno de estos arboles de comida cuando escuché un grito: —{jAbraham Opazooo!! No alcanz6 a entender lo que significaba, cuando algo lo tiré al suelo con vuelta de camero y todo. Pasado el golpe, se senté en el pasto para recuperarse y vio que se le acer caba un zorro que se vefa igual de mareado que él. —Perdéname por haberte trom- petillado con mi moto-silueta —le dijo. Bartolo sGlo atiné a responder: —{Qué? —Con la moto-silueta.., te trom- petillé recién, ;te acuerdas? Luego de un momento de refle- xin, dedujo que lo que queria decir el 23 zorro era que lo habia atropellado con Bartolo respondié afirmativamente. | su motocicleta, —Permiteme representarme, soy —jEstds bien? el Gran Mermeladuque Roelzo el Magni- fico —y luego hizo un saludo muy clegante. A Bartolo le parecié que era un zorro muy simpatico y bien educado (pero en realidad no conocia muchos otros zorros que digamos). Estaba a punto de explicarle su situacién, pero el animal lo tomé de un brazo y con un s6lo tir6n lo subié a 1a moto-silueta. —jAgéirrate fuerte, nitio! —Me llamo Bartolo —lo inte- mumpi6. —Agéirrate fuerte igual, nifio Bar- tolo, porque vamos muy sumamente requeteatrasados —y arraneé como un bolido. Seguramente en esta ciudad no exi- gian un examen para manejar, porque Roelzo (0 como se Hamara) iba como un Toco pasando por entre todos los autos, sin respetar ninguna sefial de trénsito, incluso subiéndose a la vereda para pasar por entre los jardines de las casas. Réipi- damente Hlegaron a una de estas vivien- das con forma de reloj de arena. — {Por qué son asf las casas? —Aaaah, te gustaria saber, ,cier- tonitio Bartolo? —le contest6 riéndose. Bartolo se dio cuenta de que el zorro le habia hablado irSnicamente, y ya no le parecié tan educado. Pero antes de que se enojara, Roelzo le explics: —Son asi porque son stiper guiller modernas con un sistema sistemético que elimina los problemas de subicién, Bartolo se rié de la forma diver- tida en que el zorro hablaba, pero ahora fue este el que se anduvo molestando. —Perdona que me ria, es que no te entendi muy bien —le dijo —Yo tampoco te entiendo dema- siado, nifio Bartolo, asi que realmente, y en verdad, no importa. Como las casas-reloj de arena eran transparentes, Bartolo pudo ver varios conejos jugando en la parte de arriba (lo que vendria siendo el segundo piso). ‘Al escuchar el timbre, los cone- jos se deslizaron por tumos a través del orificio que tienen los relojes de arena y Ilegaron abajo en un santiamén, Abrieron la puerta y los recibieron muy amablemente. Bartolo intentS imaginar cémo subirfan de vuelta, porque por la aber- 27 i | ura se vefa bastante complicado y le pregunt6 a Roelzo. —jJa, muy fécil! Mira: jAten- cién conejines! Uno, dos, En ese momento todos impulsa~ ron hacia atrés, luego hacia adelante, y Ja casa completa se dio vuelta (igual que un reloj de arena), por lo tanto, ahora estaban todos arriba. «Fantéstico!», pens6 Bartolo, y le pareci6 increfble que a nadie en su mundo se Je hubiese ocurrido una idea tan buena. En Ja conejuna residencia vivian un conejo-papé, una coneja-mamé y una cantidad abundante de conejitos que jugaban por todos lados. Bartolo le habl6 al conejo-papa: —Buenos dias. Me llamo Barto- Jo y Hegué aqui en mi cama. El conejo-papé le contesté sacu- diendo las orejas. —Qué interesante... antes nos habia tocado que legaran en avién oa caballo, © incluso en esquies, pero nunca en cama. Bartolo siguié con su descripeién: —Llegué anoche y hoy conoei al Gran Mermeladuque Roelzo el Magni- fico quien me trajo hasta aca, El conejo lo miré extraiiado. —{Conociste a quién’? El zorro se puso colorado y trat6 de hacer como que jugaba con los conejos-nifios. Oliverio! —exclamé el cone- jo-papa—. {Cudntas veces te he dicho que nunca debes decir cosas que no son ciertas? Elzorro le contest6 mirando al suelo: —En realidad y en verdad, no lo sé muy bien, Pascual, pero entre hartas y muchas. Al off el nombre del conejo-pa- 4, Bartolo dio un salto. —{Pascual? ; TU debes ser el co- nejo que pone los huevos de chocolate! Todos se quedaron mudos. Incluso Jos nifios dejaron de jugar. Miraron fija- mente a Bartolo, después se miraron entre ellos y se echaron a reir a carcajadas, 28 29 \” Tal como estan las cosas.., “| Bartolo estaba a punto de partirse en dos de hambre. Por suerte la mama- conejo se pereaté de esta situacién (seguramente escuch6 como le retum- baban las tripas) y trajo un plato leno de frutas, pasteles y caramelos recién sacados de la mata. —Tenemos que actuar répida- mente, Oliverio —dijo el conejo Pas- cual (finalmente Bartolo nunca supo si era ono el de los huevos de chocolate). —jIntermediatamente, sefior don Tal Parascual! —contest6 Oliverio ha- ciendo una imitaci6n de saludo militar, -Tii también nos puedes acom- pailar si quieres, Bartolo. —En realidad yo tengo que volver ami casa... Por otto lado, mi cama al pare- cer se agots y no quiere volar —expres6 Bartolo, un poco complicado. 31 —Mejor atin para ti, porque don- de nosotros vamos hay una nifia humana como ti, y quizés ella te pueda ayudar a arreglar tu medio de transporte —pro- puso Pascual, Oliverio de un salto aullé: —jCamas taimadas, sillas_ con estrés, mesas exquisito-frénicas o con insomnio: todos los problemas sin-zo0- Jégicos que tengan los muebles guiller- modernos del hogar, ella los puede solucionar! Bartolo se queds callado, Luego, preguaté —{Dénde esté ella? —Al otto lado del Lago Sinfondo —contesté Pascual—. Nosotros nece- sitamos su ayuda urgentemente. —jAyuda para qué? —siguié Bartolo con sus preguntas. —(Uuny! —intervino Oliverio— Hay un problemilla muy sumamente grave, gravisimo, terrible, mortal, jkaput! —y sacé la lengua y cerré los ojos como haciéndose el muerto. 32 Si, tenemos un problema —dijo con més tranquilidad Pascual, y conti- nué—. Hoy en lamagiana, justo después de que saliera el sol, ocurrié algo inex- plicable, algo que yo nunca cref que pudiese pasar... —el pobre conejo se vela muy preocupado—. Bartolo, tal como estén las cosas, mafiana’el sol no va a poder salir de nuevo. —[zQué?! —grité Bartolo. —Que no va.a poder sobresalir el pobre solcito mafiana por la mafiana, 0 sea, que no va a haber majiana, porque si no hay sol, no hay mafiana y, en realidad, hoy va a ser ayer, pero mafiana no vaa ser mafiana —«aclaré» Oliverio. Con esta explicacién, Bartolo quedé més aturdido que cuando lo habia trompetillado Oliverio, pero se levant6 y dijo con firmeza: —Esti bien. ;Cuenten conmigo! 34 La aventura comienza Salieron los tres, apresuradamen- te, arriba de la moto-silucta de Olive- rio. ¥ legaron (muy velozmente) hasta Ia orilla del Iago, donde habfa una playa, Sobre la arena habia una cabafia de madera, y hasta allé fueron cami- nando Pascual, Oliverio y Bartolo, —iHas hecho surf alguna vez? —le pregunté el conejo. No, nunca —contest6 titubean- te el nifio—, pero he visto como se hace. —Con eso basta, porque aqui es muy fécil —y le pasé una tabla muy bonita de muchos colores. «Bueno», pensé Bartolo, «si pude manejar una cama voladora, podré correr en una tabla de surf». Mird hacia la orilla y vio que las las eran extremadamente grandes para 35 ser un lago, y fue entonces que se dio cuenta de que andaban al revés, es decir, que en vez de llegar a reventar en la playa, partfan hacia el otro lado por el borde, dando la vuelta completa al lago, sin parar nunca, —|Guau! —exclams, —i¥ miau! —imité el zorro. Una vez en el agua, se subieron cada uno en una ola. No result6 tan dificil para Bartolo, y pronto estaba disfrutando como nunca antes. Sentfa el viento en la cara y vefa pasar bosques Ilenos de arboles (en realidad, jde qué més podrian estar Ienos tos bosques?). Pero estos firbo- les eran diferentes a los tipicos de la plaza; éstos eran como los que crecen en el sur de Chile, y se acordé de que habfa unos que se ilamaban coigiies y otros maiifos, pero no sabia cules eran cudles y le dieron ganas de investigar todo acerca de ellos, pero ya recalaban en la ribera y su misién ahora era urgente, asf que dejarfa tan entretenido analisis para mis adelante Llegamos! —confirms Pascual. ;Al des-bordaje! —grité Oliverio. Se bajaron y marcharon hasta llegar a una ciudad muy parecida a la anterior. Allf tocaron el timbre de una de las casas. {Ding - dong! peraron un rato... ¥ tocaron de nuevo: — {Ding - dong! Dieron un par de vueltas alrede- dor para mirar desde todos lados si habia alguien adentro. Al parecer esta- ba vacfa, aunque varias partes estaban tapadas con unas cortinas floreadas, asf que no podfan asegurarlo cien por ciento. Bartolo se desilusioné un poco, pero justo en ese momento sintis detras de él una vor de nia. — jPascual, Oliverio! ;Quéalegria tan grande verlos! Entonces, el zorro y el conejo saltaron muy contentos a darle un apre- 38 tado abrazo. Luego, la nifia se qued6 mirando a Bartolo. —{Un nifio! —dijo sorprendida. —Zéis-tamente —interrampié Oli- verio—, un nifio igualito que tt... bueno, casi-casi igualito que t6. —Hola. —Hola, me !lamo Bartolo —res- pondis, —Y yo, Sofia. —Qué gusto conocerte, Sofia —Bariolo sabia que se debe ser educa- do con las mujeres. Pero ella no le contesté nada, s6lo se qued6 mirdndolo. EI no sabia qué decir y se empezé a poner colora~ do. Blla se dio cuenta y répidamente mir6 al suelo. —E! gusto es mio, Bartolo —dijo Ja nifia sin levantar la cabeza. Entraron a la casa y la nifia les dio leche y galletas para que recupera- ran la energia gastada en el viaje. —Sofia —dijo Pascual con voz grave—, necesitamos tu ayuda —y le explicé que tal como estaban las cosas, el sol no podria salir al dia siguiente. —jEs0 es terrible! —contest6 ner- viosa—. Debemos resolverlo al instante. ‘Si, debemos devolverlo al es- tante! —complementé, a su manera, Oliverio. Lo primero que debemos hacer —opiné Sofia, ya mas calmada— es pedirle ayuda a Valentin, y para eso tenemos que ir al lago —siendo especi- fica para que Bartolo comprendiera el plan. 40 —;Vamos a volver haciendo surf igual que como vinimos? —No, Bartolo —le respondié Pascual—, ahora vamos de vuelta al Jago, pero no a la otra orilla, sino al fondo. —{Al fondo del lago Sinfondo? —pregunté espantado. —Zés-tamente —asintié Oliverio. 41 | | | Enel fondo, no todo“), es lo que parece Se tiraron de piquero y se pusie- ron a nadar hacia el centro del lago. Bartolo miraba sorprendido a Sofia, Blla era una nifia de més 0 menos Ja misma edad que él. Tenfa el pelo lar- £0 y los ojos le brillaban cuando se refa —{Cémo Hlegaste ti hasta acd? —le pregunt6 Bartolo con curiosidad, mientras nadaban. —Viajaba en un avién con mis papiis y el avin se cayé —respondié sin entristecerse. —ZY qué pas con ellos? Sofia se qued6 callada un rato, braceando coordinadamente; después Jo mir y dio un suspiro, ahora si un poco melaneélica. —No lo sé, Bartolo. Lo timo que recuerdo es a mi mam abrazéindo- 43 me, un fuerte choque contra Ja nieve... y después despertéen lacasade Pascual. EL y su sefiora me cuidaron hasta que estuve sana... de eso ya han pasado varios aio —Yo te puedo ayudar a buscar a tus papas, Soffa. Con mi cama volado- ra podemos recorter las montaiias hasta encontrarlos —se comprometié con la mejor de las intenciones. Pero ella en vez de contestarle, solamente lo miré y le dio una de las sonrisas més lindas que jamés habia visto, tanto como la de su mam cuan- do le daba el beso de las buenas noches. Bartolo sintié algo muy raro, como vergiienza y ganas de arrancar, pero por suerte ella habl6 antes de que él cometic~ ra aquel acto de cobaniia (algo humi- ante, peor atin frente a una mujer), —Llegamos —dijo, flotando en el lugar donde estaba—; ahora tene- mos que hundirnos. ~jHunditnos? —Bartolo enten- dia cada vez menos— ;Y el oxfgeno? a4 —No es nevesario —aseguré Pas- cual, que sélo sabja nadar estilo perro, ‘0 conejo en este caso. —Ustedes perdénenme, no es que yo sea malo para nadar, pero honestamente creo que nos vamos a ahogar con ese sistema. Sofia avanz6 hacia él y le dijo: —Confia en nosotros, Bartolo. Toma un buen respiro y sumérgete. No te vaa pasar nada, te lo prometo. Antes, quizés, Bartolo no habria confiado mucho en una nifia, pero, ahora algo era diferente. Sabfa que sus nuevos amigos no Io iban a defraudar y, més atin, estaba seguro de que Soffa | no le mentiria ii En aquel instante Bartolo Hend | sus pulmones con todo el aire que le cupo y se zambullé al mismo tiempo que los demas. Nadaba y nadaba para i abajo, y el corazén le latfa como un | tambor; un poco porque le daba miedo | quedarse sin aire, pero también por la | emoci6n. Sentia el pecho apretado, y 4s i se angustid, «No aguanto mas», calcu 16 desesperado; pero en ese preciso momento sintié que sus brazos ya no empujaban agua, sino aire, y cayé al fondo. Sf, por increfble que parezca, el agua del lago no Ilegaba hasta abajo, sino que quedaba un espacio con aire en la parte inferior; por eso Bartolo sali6 del agua, pero no a la superficie, sino que a algo asé como la «sub-ficie». —Lo veo y no lo creo —exclamé Bartolo. En el territorio bajo el lago Si fondo, habia una ciudad, y sf, era algo parecida a las dos que ya conocfa, pero con la diferencia de que sus habitantes eran todos... jpumas! Bartolo se fij6 en que los botes eran al revés de los que él conocfa. El suelo iba hacia arriba pegado al agua y los pasajeros colgaban sentados en unas sillas como de andarivel. —Vamos a encontrar a Valentin —dijo Pascual, exprimiéndose las orejas. 46 Y Oliverio, como siempre, enten- dié lo que él queria: —|Zés-tamente! ; Vamos a encum- brar un volantin! Llegaron a la plaza de armas, donde en la mesa de un café estaba sentado Valentin, conversando alegre- mente con otros pumas. Al verlos acer- carse, se levants a saludarlos. —jPasoual! {Sofia! ;Y el gran Oliverio! Qué gusto verlos por estas pro- "7 fundidades. Por favor siéntense con nosotros y acompéiiennos a conversar, Cuando el puma se fijé'en el nifio con piyama, Soffa dijo: —Eles Bartolo, un nuevo amigo. —Un gusto conocerte, Bartolo, si eres amigo de Sofa, eres amigo mio. —El gusto es mfo, sefior. BI puma se rié y le dijo: —Por favor, dime Valentin y tratame de ti, Mientras, Oliverio ya se habfa sen tado a la mesa y les contaba a los pumas asualrededor, todas sus aventuras (verda- deras e inventadas), al mismo tiempo que comia una torta de merengue con fruti- llas y se tomaba un chocolate helado. Esta vez fue Sofia la que habl6, y le explicé a Valentin que, tal como estaban Jas cosas, el sol no podria salir mafiana. (Ahora Oliverio comia puré de afias con crema y tomaba leche con ino) —Sf, Valentin, con tu vigor y gran caricter, nos puedes ayudar mucho. Te «i 4g. necesitamos —pidié con ojos risuefios Soffa, —Cémo podria negarme a la peticién de un angel como tii, Sofia. Por supuesto que los ayudaré en todo Jo que pueda, Bartolo se quedé pensando en lo que acababa de decir Valentin, y le parecié que tenfa toda la raz6n: Sofia se parecfa a un Angel (0 como él se imaginaba que serfan los angeles), —jiOliverio!! —grité Pascual, indignado. Los demés se dieron vuelta y vieron a los pumas dandole aire al pobre zorro que acababa de terminar de comerse absolutamente todo lo que habia en la mesa. —|Qué triste espectéculo, zomo desvergonzado! ,Cémo pudiste echar- te ala boca tamaiia cantidad de comi- da? —lo reprendié el conejo. —Con cuchillo, tenedor y cuchara, don Tal Parascual, 40 acaso cree que soy un zorrito. malaprendido? —contest6 49 Oliverio, que apenas podia respirar de tanto pastel, torta, helado (y todo to dems) que tenfa en su ahora abultada panza. —Bueno, Pascual, no lo retes tanto —dijo Sofia y fue a ayudar a levantar a Oliverio. Mucho les costé mover al glotén, y lo peor de todo fue que, con tanto peso extra, no podfa subir a la superfi- cie. Como no era posible esperar que Oliverio hiciera su digestién (aparte que todos los pumas se opusieron terminantemente a esa altemnativa, por temor a lus consecuencias), lo que hicieron fue amarrarle varios globos al cuerpo y ponerlo en el agua. Asf, lenta- mente, salié a flote. Una vez que estuvieron todos arriba, emprendieron rumbo a la orilla nadando y Valentin remoled a Oliverio que parecia una boya gigante que chapoteaba y pedia disculpas durante todo el recorrido. rm Creer en lo imposible Ahora llegaba ef momento de fa verdad. Bartolo finalmente sabréa por qué el sol no podria salir mafiana (y tt también, de hecho). Debian cumplir con su. misién. Debfan salvar al mundo de quedarse... jsin sol! Para esto organizaron una expedicién a la montafia con mochilas, cuerdas, linte mas, zapatos especiales para escalar y todo lo necesario para el andinismo. Y asf partieron con Valentin y Pascual al frente, y comenzaron el ascen~ so. En realidad, s6lo tenfan que subir una loma no muy empinada, pero evar todo el equipo de montafia le daba mas importancia a la expedicién y era mas entretenido (total, las mochilas iban casi vacfas, asi que no pesaban mucho). 33 Cuando alcanzaron el tope de la cuesta, Bartolo se quedé congelado al ver algo totalmente insdlito. Habfan Hegado al lugar exacto por donde el sol sale cada mafiana. Bartolo vefa todos los dias que el sol salfa por la cordillera, pero nunca se habria imagi- nado que fuese de semejante manera, Frente a ellos habia un enorme orificio en la tierra, un criter, por donde el sol emergfa al amanecer. ‘«lncretble», pens6. Pero lo més increfble de todo era que aquel crater, al que estaba mirando con la boca abierta. {Estaba tapado! —Si —dijo Pascual adivinando Ja pregunta que Bartolo le iba a hacer—, Hoy, pocos minutos después del amane- cer, cayé un meteorito justo en el agujero por donde sale el sol. ~Y por eso, tal como estan las cosas, mafiana el sol no va a poder salir —completé la idea Sofia. — [Ese fue el ruido que me desper- 16 esta maiiana! —coneluyé Bartolo, —Bueno, ya sabemos cual es el problema, ahora ja solucionarlo! —dijo con mucha energfa Valentin. A todo esto, Oliverio ya estaba observando detenidamente la inmensa Toca roja que tapaba la salida del sol. Ante la orden del puma, los otros reac cionaron y bajaron el monticulo corrien- do. El zorro se habja subido al meteori- to y lo tiraba con todas sus fuerzas. Sofia, riéndose, le dij —Oliverio, mejor aytidanos a tratar de sacarlo de acé abajo. —No Sofita, si ya lo tengo todo si listo... intermediatamente lo casi- 56 saco... un peniiltimo tironeito y... ah, ah... jjaaah!! Elpobre zorto rods hastael suelo. —..como te venia diciendo, mi querida Filosofia, en verdad y en reali- dad, mas mejor que lo empujemos de act abajito nomas —coneluyé Oliverio sobéindose la rodilla, Répidamente se organizaron y comenzaron a empujar. Primero todos de un lado, después del otro. Valentin enterraba sus garras en la roca y tiraba y empujaba con tanta fuerza que se le legaban a salir los bigotes. Pero el meteorito de moverse, ni por si acaso. Intentaron todas las formas que se les ocurrian hasta quedar exhaustos, pero la enorme piedra estaba abi, inmé- vil, interponiéndose entre ellos y su heroica hazafia de salvar al mundo, —Mejor dejemos Ja lasafia para mis tarde —dijo, agotado, Oliverio. —Yo tampoco doy mas —comen- 16 Bartolo y se sent apoyado en el meteorito. 37 Pascual estaba muy preocupado, meditando, Finalmente dijo: —La tinica solucién posible es tratar por el otro lado. — {Por qué otro lado? —pregun- t6 Bartolo con el cefio fruncido. —Este créter es la salida de un gran ttinel que pasa por el centro de la tierra. Al otro Indo esté el Ingar por donde el sol se pone al atardecer —dijo el conejo. ‘Valentin se puso de pie de un salto. —jEntonces vamos a ese lugar y entramos y luego empujamos el meteo- rito desde adentro! Esa es tu idea, jeierto, Pascual? —Si, esa es Ia idea —contesté Pascual, pero sin mucho énimo—. El problema es que el otro extremo del tuinel esté en el lado opuesto del mundo y, como todos sabemos, el sol se pone en medio del mar. Ya falta poco para el atardecer y, una vez que el sol entre en el tinel, nosotros no podemos meter- nos sin morir abrasados. 58 —jOh, no! —grité Oliverio—. iEntonces yo quiero morir abrazado a Soffa! —y salté encima de la nifia Bla le explicé que abrasado venfa de brasa y no de abrazo, y con eso el zoro quedé un poco mds tranquilo, pero mucho-muy confundido, ‘Todos se quedaron en silencio, tristes. Jamas podrian llegar a tiempo 59 al otto lado del planeta... a menos que fuera volando. —;Volando! —salté Bartolo— jCon mi cama magica podemos llegar a tiempo y salvar al mundo y todo lo demas! A Sofia se le ifuminé la cara de alegria y mir6 a Bartolo con admiracién: — Excelente idea! ; Vamos répido! Y¥ Oliverio, como los héroes de cine, dijo: —{Vamos! jA salvar a Edmun- do! j¥ a todos los dems! Se miraron unos a otros y después al zorro, que se habia quedado en su pose de héroe de pelicula. Atrapados en el tinel Sin més demora, todos nuestros bienintencionados personajes recorrie- ron el camino hasta Hegar al lugar donde habfan aterrizado Bartolo y su cama, —1Vamos, répido, todos arriba! —exelamé aceleradamente Bartolo, Subicron Pascual el conejo, Valen- tin el puma, Sofia la nifia_y Bartolo el nifio. Pero el zorro se quedé quieto. —Qué pasa, Oliverio? ;Ven, sube! —Ie dijo Bartolo. —Yo no me subo a ningtin obje- to-mueble-volador no dientificado, sin mi casco de moto-silueta —contest6. —[Oliverio, no podemos espe- rarte! —estaba diciendo Pascual, pero el zorro ya habfa partido corriendo a buscar su casco, —Bueno —suspiré Soffa—, pare- ce que tendremos que partir sin él. —Para ser sincero, quizas es mejor que se quede aqut, por su propia segu- ridad —afirm6 Valentin. «¥ la nuestra, pens6 Bartolo mientras intentaba que la cama se pusiera a volar. Pero no pas6 nada, —Quizés si te acuestas y cierras los ojos igual que en tu casa —sugirié Soffa. Asf lo hizo, y todos se quedaron callados... pero nada. — Por favor, cama, te lo suplico! Ahora si que es importante que me hagas caso —rogaba Bartolo a su mueble. Pas6 un buen rato. De hecho, un rato lo suficientemente bueno como para que Iegase Oliverio corriendo con su casco puesto y la lengua afuera De un salto se tird a la cama, haciendo que casi se cayeran todos. Bartolo se concentré de nuevo, con los ojos apretados y todos los que lo 6 rodeaban implorando para que lograra hacer volar la cama, «No creo poder conseguirlo», pens6 con angustia nuestro casi-héroe. «Antes traté y no pude. Cier- to, pero antes de antes, en mi casa, sf pude... Y por qué ahora no? Vamos, camita, qué pasaria si el sol no volviera a salir? ,Dotmirfamos para siempre?» Esta tiltima idea no le parecié tan mala, pero después de meditarla un segundo, definitivamente se aburrié y dijo mny fuerte: —Ya cama, por el bien de mis amigos y de los demés habitantes de este planeta, jpartiste només! —y la cama sali6 volando como un fuego artificial —Con buenas palabras cualquie~ ra entiende —bromeé Bartolo y- los demis se rieron Asf se fueron viajando por el cielo, agarrdndose como podian de la cama magica. ‘Miraban hacia abajo y vefan pasar campo, ciudad, més campo, més ciudad y después mar, mar, mar y més mar. 63 Valentin el puma observaba aten- tamente el horizonte, buscando el agujero en el océano. Ya era tarde y el sol estaba a punto de meterse. De pron- to exclams: —jAhf esti! Ahi esté el. iVamos, ripido Bartolo! Oliverio. . Se lanzaron én picada hacia la en- trada del tinel, que era‘un gran remolino en medio de! mar. Por la mente de Bar- tolo cruzé un pensamiento terrorifico: «i Qué pasarfa si ésta no fuese la entrada al tunel por donde el sol atraviesa 1a tierra, sino que en realidad faera un remolino comin y corriente?». La respuesta a esa pregunta era demasiado trdgica, asf que prefirié acclerar al maximo. Y result6 que, por suerte, ese remolino efectivamente era la entrada al tinel, porque el sol se aproximaba directamente hacia él, —[Vamos, Bartolo, mas répido, que el sol esté a punto de ponerse! —pidid Sofia. Bartolo entré en un estado de concentracién absoluta y Gnicamente pensaba en llegar antes que el sol. Se acordé que cuando iba a la playa de vacaciones con su familia, é1 miraba el atardecer y trataba de imaginarse por qué el sol no se mojaba con el mar y se apagaba. Ahora tenfa la respuesta (y era realmente insélita). Llegaron volando al remolino justo antes que entrara el sol, gracias a que ellos iban més rapido. El tinel era 66 inmenso (obvio, tiene que ser muy gran- de como para que quepa el sol, pero nunca esti de mds recalearlo) y amedida que se fueron internando se puso mas y mas oscuro, as{ que tuvieron que pren- der las lintemas para alumbrar el cami no. En un breve lapso (0 sea, un rato corto) Hegaron al otro extremo, donde estaba atascado el meteorito. Aterrizaron mansamente en el tinel, que era de roca y estaba leno de estalactitas (las que salen del techo) y estalagmitas (las que crecen desde el suelo). Pascual dijo: —Gracias a la fabulosa rapidez de Ia cama de Bartolo hemos Hegado antes del amanecer, es decir, cuando el sol venga hasta acé para salir; pero debemos recordar que ya se encuentra dentro del tinel y, por lo tanto, no tene- mos ninguna salida més que esta. De un salto se despabilé Valentin: —Entonces, sin més demora, démoste curso a nuestra labor. 67 —)Sf,unconcurso de nuestro sabor! —agreg6 ya sabemos quien. Y se pusieron a trabajar: Primero todos empujaron al mismo tiempo, pero no hubo ningtin movimiento del meteorito. —1Yo tengo una mermelomiti ca-fotocromatica idea! —aseguré el zorro, saltando en una pata. —Ahora no, Oliverio —contesté serio Pascual. {Qué tal si usamos las estalac- titas para ayudarnos a empujar? —pro- puso Bartolo, —Buena idea; tratemos —estuvo de acuerdo Valentin, y arraneé con sus poderosas garras unas cuantas estalac~ titas y otras pocas estalagmitas. Con estas puntudas estala-ctitas/ ‘gmitas hicieron palanca para extirpar el meteorito, pero con toda la fuerza que ejercieron, s6lo consiguieron quebrarlas. De nuevo aparecié saltando Oliverio: —Les estoy diciendo que tengo una meteorolégica-caleidoscépica forma 8 de sacar la piedrota en undosportreseis (1x2x3 = 6). —{Basta Oliverio! ;No ves que 'stamos sumamente apurados? —gru- fié el puma. —Bueno, pero es que mi idea es... —No, Oliverio, por favor no hagas las cosas més dificiles —lo inte- rrumpié Sofia, que ya estaba un poco nerviosa. EI calor aumentaba en el tinel y comenzaba a iluminarse indicando que el sol estaba cada vez més cerca. Pascual miré su reloj. —jS6lo nos quedan unos diez minutos antes del amanecer! Todos se lanzaron a empujar con desesperacién, pero el cansancio y el calor sofocante los hizo caer rendidos al suelo. —jNunea pensé que todo termi- naria asi! —exclamé Bartolo y miré a Sofia queriendo darle un abrazo, pero no se atrevia. —Es que si me hicieran caso un o segundito asi de microscopio... —dijo Oliverio con cara de stiplica. Valentin slo levants la’cejas en sefial de resignacién, pero Pascual cambié su actitud. —Esté bien Oliverio, danos tu idea Al zorro le brillaron los ojos de emocién y se acercé al conejo para decirle su’idea al ofdo. A medida que Pascual iba escu- chando, sus orejas, que estaban caidas de cansancio y frustracién, de a poco se fueron levantando, y un gesto de esperanza fue apareciendo en su cone- juna cara, * —Realmente es una idea total- mente disparatada, pero a estas alturas no perdemos nada con intentarlo. 70 J — Por grande quesea_— “I el castillo, hasta el ladrillo de mas abajo es importante La idea del zorro, por alocada que pareciera, era la tinica que ten‘an, yaqueel sol estaba a punto de aleanzar- Jos y, sino lograban destapar la salida, primero se quemarfan como chicha- rrones, después se derretirian como cera de abeja y luego el sol los aplasta- fa contra el meteorito y quedarfan como sopaipillas. Ninguna de estas formas de morir, en que ellos eran los ingredientes, le parecia muy apetitosa a Bartolo. Fue asf que pusieron en marcha el plan de Oliverio. Primero, Valentin dio un salto y qued6 colgado con sus zarpas de una estalactita. Los demfs le tomaron la cola y se la estiraron hasta Hegar a amarrarla a una estalagmita con mucha fuerza. El puma estaba tan tirante como un eléstico a punto de cortarse. Precisamente esa era la idea, porque luego Oliverio se puso su casco de motociclista y dijo con voz solemne: —jPueblo de Edmundo! ;Espe- cialmente los zorros! jE! gran césmi- co-nauta Verioli Tuistoff se pre-para- para ser el primer zorro-bala de la ajf-storia y de la pre-ajf-storia tambi —jVamos Oliverio, no queda nada de tiempo! —exclamé Pascual, pteocupado porque el calor ya era insoportable, el suelo temblaba y un ruido profundo como un trueno se sentia acercdndose por el tiinel Entonces, Sofia, Pascual y Barto- Jo levantaron al zorro y lo pusieron como haciendo una honda, en la que Valentin era el elastico y Oliverio la piedra. Con toda la energia” que les quedaba tiraron hacia atrds, jListo?! —grité Pascual, a méximo volumen, porque el ruido ahora era tan fuerte que apenas se ofa lo que uno mismo pensaba. Oliverio tenia los ojos que se le salfan de susto y s6lo decfa: —Ayayayayai... El sol ya se veia veniry su incref- ble luz hacfa que tuvieran que tener los ojos casi cerrados para lograr ver algo. —7Ya no resisto mas! —exclamé Valentin. Bartolo dio Ia orden: — Ahora! j;;Fuego!!! —jToinnng! —son6 Valentin cuando soltaron a Oliverio, y después: —Piuuuu! jjjBlaaaammm!!! (Es decir, Oliveri saliendo disparado. y chocando contra el meteorito) El impacto fue impresionante, y la enorme piedra finalmente salté dejando 4 despejada la salida. Apenas aleanzaron los pocos segundos que les quedaban para que se subieran corriendo a la cama y salieran yolando justo antes que Hegara el sol. Afuera aterrizaron y contemplaron el amanecer més increi- ble que jamas hubiesen visto. Una vez pasada la emociéa, y mientras el sol se elevaba hacia el cielo, iluminando las majestuosas montafias de la cordillera de los Andes, se acor- daron del zorro. —Oliverio, Oliverio! —gritaron Haméndolo. —jMmm, grmpf, mmmh! —se escuché su vor a la distancia Cortieron y encontraron a Olive- rio, que estaba con su cabeza embutida en la parte alta del meteorito, y s6lo se veia su cuerpo colgando, Se encaramaron arriba de la gran roca y tiraron a Oliverio de las patas para sacarlo. Un tirdn fuerte y salid. Lo malo fue que perdieron el equilibrio y tuvieron un aterrizaje forzoso. B —|Felicitaciones, Oliverio! ;Aca- bas de salvar al mundo de quedarse sin sol! —dijo emocionado Bartolo. —Zas-tamente, nifio Bartolo, peto te digo que, en verdad y en reali- dad, esto de salvar a Edmundo da dolor de cabeza y jaqueca migrafiosa —con- test6 el zorro, Entonces Sofia se arrojé hacia él y le dio un gran abrazo y un beso, con Jo que Oliverio se puso rojo de vergiien- za, como un tomate. Después, Pascual y Valentin también lo felicitaron y comentaron alegremente el éxito de la increible aventura. Mientras festejaban, Sofia se acereé a Bartolo: —Té también eres un héroe, Bartolo —Ie dijo sonriendo. —No, yo sélo... —y antes que terminara de decir nada, ella le dio un beso en la mejilla. Fl quedé totalmente lelo y pélido como si hubiese veraneado dentro de un refrigerador. Pero de nuevo no 76 alcanz6 a decit ni hacer nada, porque ella ya habia vuelto con el grupo a seguir celebrando. Asi nuestros personajes regresa- ron a la ciudad asombrosa, punto de partida de toda esta increfble aventura. ‘Todos los habitantes estaban enterados de su misién, y los esperaban emocio- nados. En cuanto supieron de la gran idea de Oliverio, se abalanzaron enci- ma de él para felicitarlo. Inmediatamente empezaron los preparativos para una fiesta en honor a Jos cinco intrépidos paladines. El pueblo entero fue decorado con globos y_ serpentinas. La orquesta tocaba alegres canciones y una gran mesa, epleta de las mas ricas comidas y postres, fue puesta a lo largo de la avenida principal. Oliverio fue el que mas disfruts cantando, y bailando, pero por sobre todo comiendo. Pascual y Valentin relataban los detalles, especialmente Jas escenas més arriesgadas, a quienes a Jos escuchaban con asombro. Todo era felicidad y satisfaccién por el triunfo. Pero muy pronto llegé otra vez el atar- decer y con él, el triste momento de la despedida. —Bueno, ya han pasado casi dos dias que no lego a mi casa —dijo Bartolo— y serfa bueno que volviera, porque sino a mi mamé le va a dar un ataque. —No, nifio Bartolo, quédate a vivir con nosotros unos pocos afios... només de cien o doscientos —le dijo Oliverio. A Bartolo le dio un poco de risa. —(Unos pocos afios? No, Olive- rio, no puedo quedarme. ‘Tengo que volver con mi familia, Entonces, Pascual, Oliverio, Soffa y Valentin, acompaiiaron a Bartolo hasta su cama magica. Soffa le dio un canasto con pasteles, caramelos y frutas. ‘Toma, Lleva esto para el camino, —Gracias —y se queds miréndola. 8 Sentia que el coraz6n le retumba- ba dentro del pecho. Ellaestaba sonrien- do, pero sus ojos estaban tristes y brillantes. A él le dio demasiada pena dejarla y le dijo: Sofia, zno quieres irte conmigo? Quizas podrfamos ubicar a tus papas. Ella suspind, se acereé y le dio un abrazo. —No; tti debes ir con tu familia y yo me debo quedar aqui con la mia, porque mi familiason Oliverio, Pascual, Valentin y todos los dems. Ellos me necesitan y yo a ellos. —Pero yo también... Bartolo sintié algo en la garganta que no lo dejé seguir hablando. Tenia angustia y ganas de Morar, pero en el fondo se daa cuenta de que Sofia esta- ba en lo correcto. Con mucha pena los fue abrazan- do para despedirse y lego subié a su cama voladora. Ya estaba hecho todo un experto en manejaria, y la hizo flotar suavemente sobre el suelo. 9 | Selmer —jAdiés, Bartolo! —le dijeron todos. jAdiés, amige —contesté, —Nunea te olvidaremos —le dijo Soffa mientras Bartolo se alejaba por el cielo, pero él no la alcanz6 a ofr. Ya cuando estaba lejos, y el pueblo asombroso era s6lo un punto en la distancia, se metié entre las sébanas y se acurrucé abrazado a la almohada. Se puso a pensar en los increibles amigos que habia conocido, Valentin con su vitalidad y audacia, Pascual con su sabi- durfa y calma, Oliverio con sus ideas locas, su inmensa generosidad y ganas de ayudar siempre. Pero de quien mis se acordaba era de Soffa, con su bondad y carifio, y su sonrisa de angelito, Asf, entero tapado dentro de la cams, se fue Bartolo, volando por enci- ma de las montaiias, de vuelta a casa. EI no se acordaba de lo cansado que estaba, pero su cuerpo si. Entonces, sin darse cuenta, se qued6 profundamente dormido. al De vuelta en casa — Bartolo! zjDénde has estado!? Bartolo abrié los ojos instanté- neamente al escuchar una voz muy conocida: la de su mama, No alcanz6 a contestar cuando ella lo abraz6 tan fuerte, que casi lo revienta, y le dio muchos besos, mientras de sus ojos salfa tanta agua, que Bartolo pens6 que no iba a tener que ducharse. Pero el amor de madre le duré poco y se paré de nuevo con una cara de enojada que a Bartolo le dieron ganas de desapare- cer... pero no le results. —Muy bien, caballero. Ahora usted est muy atrasado para el cole- gio, asi que se me viste y parte inme- diatamente. Pero a la vuelta vamos a fener una buena conversaci6n los dos —le dijo con tono de amenaza. Lo de la conversacién a Bartolo Te daba bastante susto, pero preferia eso a que a su. miamé se la Tevaran pres los carabineros por hijicidio. Asi que aprovechando las circunstancias, partis como un soplo al colegio sin siquiera tomar desayuno, Cortié todo el camino, pensando en la inerefble aventura que habfa teni- do, pero le daba rabia pensar que nadie le creeria jamas, porque estaba seguro de que contarle a sus compafieros de curso serfa una pérdida de tiempo Lleg6 apenas antes de que cerraran Ja puerta y se fue a sentar a su banco al fondo de la clase. En ese momento se dio cuenta de que con todo el apuro se le habjan quedado sus cuademnos en la casa, y mird dentro de su mesa, a ver si habia alguno que se le hubiese olvid: do en el colegio. Buscé revolviendo su desorden de papeles, piedras, palos y un montén de otros objetos divertides, Encontré uno de sus frascos de vidrio donde 84 habia guardado la ditima lagartija que cazé antes de irse en su viaje fantésti- co, pero la pobre estaba tiesa y bastan- te muerta, Sacé en cuenta que asf era mejor porque ahora la lagartija se convertirfa en f6sil, igual que los dino- saurios, y podria venderla a un museo. Mientras seguia buscando con la cabe- za metida dentro del banco, la profeso- a (que era algo rellena, un poco vieja ¥ usaba anteojos), dijo: —Alumnos, quiero presentarles @ una nueva compaiiera que estard con nosotros a partir de hoy. Bartolo levanté el cuello Ienta- mente para ver quién era, Sus ojos no podian creer lo que vefan, —Espero que todos la reciban bien —continué la profesora—. Su nombre es.. —jSofia! —le salié a Bartolo del alma. iSi, era ella! jEra Sofia! Pero, gc6mo? por qué? zcudndo? Bueno, ese es otto cuento. 85 aeeantetatemenieininhaioaiiii liana diene tademesaie j indice Bartolo 7 Querer es poder . La ciudad asombrosa_ Bartolo conoce nuevos amigos Tal como estéin las cosa: La aventura comienza En el fondo, no todo es Jo que parece Creer en lo imposible Atrapados en el tinel Por grande que sea el castillo, hasta el ladrillo de més abajo es importante... De vuelta en casa VERONICA LAYMUNS [Naci6 en Santiago de Chile en 1979, Fs licenciada cen Arte de la Pontificia Universidad Catélica de ile y protesore de educaciGn media con mencién en Artes Phisticas, Actualmente se dedica a la pintura, ala ilustea- cidn y al disefo grafico. Es la directora de Arte de ‘www habiaotravez.com, sitio de las cuentos para nifos de Mauricio Paredes, su marido, Junto a él publics en Alfaguara Infantil El festin de Agustin (2006). En Altaguara Juvenl itust6 Perverso (2008), vsayimus com MAURICIO PAREDES Naci6 en Santiago de Chile el viernes 3 de noviem te de 1972, Cuando nifio le gustaba la compu tacidn, jugar, leer, dibujar, escribir, conversa, cantar, y comer chocolate cuando grande también, En La utiversidad estudi Ingenieria Blécrica, pero después s le pelaron los alamibrese hizo ertocie- ‘eulto.Extonces decdi6 ser eseriter. A Mauricio 1e gusta que lo aplaudan, por eso ha hecho muchisimss.presentaciones en diferentes pueblos, ciudades y pases. Abe, sere y eonver- sa con nifios, papis y profesores, sobre literate, sus historias ye6mo disrutarias an mds. Su suetio es inventr libros toda su vida y que @ una calle le pongan su nombve Con Editorial Alfaguara ha publicado: Ay, cudnt ime quiero (2003), La familia Gudcatele (2005), Verénica tania binica (2005), Los suerios mig cos de Bartolo (2006), y Cémo domesticar a tus ‘papés (2009). Junto a Verna Laymuns hizo El festin de Agustin (2006) y, junto a Romina Carvajal, El diente desobediente ce Rocio (2005). ‘También eseibié un libro de miedo para grandes, amado Perverso. wo marisioprede com

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