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Universidad Peruana los Andes

Facultad de Ingeniería
E.P Ingeniería Civil
Innovación y Desarrollo en Procesos Constructivos

“Año del Bicentenario del Perú: 200 años de Independencia”

INFORME N°04-JCC-INOVACION-UPLA-2021

A : ING. FRANCISCO CYL GODIÑO POMA


Docente del curso

DE : CAPCHA CARHUALLANQUI Javier.

Asunto : Porque colapso el puente de Tacoma

Fecha : Huancayo, 09 de agosto del 2021

Es grato dirigirme a Ud. Para saludarlo cordialmente así mismo presentarle el informe
técnico “Porque colapso el puente de Tacoma”.

Algunos investigadores han sugerido que el colapso fue causado por un fenómeno
conocido como "atenuación negativa". El sumergido en líquido tiene dos tipos de
amortiguadores: mecánicos y aerodinámicos. El primer es siempre positivo (reduce la
oscilación), pero el aerodinámico puede tomar un valor positivo o negativo de Por tanto,
los aerodinámicos permiten una mayor amplitud. Esta atenuación está relacionada con
un fenómeno llamado temblor en. Esto ocurre cuando el viento golpea una estructura
previamente vibrante.

La resonancia es uno de los fenómenos físicos más espectaculares y divertidos. Lo


notamos cuando cantamos en la ducha, pulsamos el botón del microondas o
empujamos el columpio del niño. Su estructura interna es bastante sencilla: una fuerza
externa periódica con la frecuencia adecuada, un sistema que no quiere moverse de
donde está, quizá algo de disipación (energética, se entiende), y poco más. Es capaz

Alumno: CAPCHA CARHUALLANQUI JAVIER


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de hacer estallar copas, hundir puentes y si los Piratas del Caribe lo usan
adecuadamente, pueden conseguir que arriba sea abajo y volcar un barco.

Pero los tiempos cambian, y la resonancia ya no es lo que era. Ese bello fenómeno
está siendo desmontado ejemplo tras ejemplo. La guardiana de la puerta de Griffindor
tuvo que romper una copa con la mano porque su voz no conseguía el efecto resonante
como Ella Fitzgerald. Recientemente, el Amazing Enchufa2 nos demostró que la
resonancia no era la responsable de calentar el desayuno. Y para colmo, el ejemplo de
los ejemplos muerde el polvo.

Me refiero al puente de Tacoma Narrows. Durante décadas, los profes de Física lo


hemos utilizado como ejemplo de libro cuando explicamos el tema de la resonancia, y
los libros de texto suelen incluirlo con profusión de fotografías. El libro de Física de
Giancoli afirma que el colapso del puente fue debido a un fenómeno resonante ocurrido
“como resultado de fuertes ráfagas de viento impulsados al claro en un movimiento
oscilatorio de gran amplitud.” El de Serwett-Jewett lo explica en términos similares: “fue
destruido por las vibraciones de resonancia … los vórtices generados por el viento que
soplaba a través del puente se produjeron a una frecuencia que coincidió con la
frecuencia natural de oscilación del puente.”

Sin embargo, el que considero mejor libro de texto en física general (el Tipler) ni
siquiera menciona el puente. Y otro libro me dice que “hay dudas al respecto”. ¿Qué
dudas va a haber? ¿Quién osa poner en duda el ejemplo de los ejemplos? Molesto
por tamaña falta de fe, me dispuse a averiguar la verdad. Y lo cierto es que, en cierto
modo, todos tienen razón. Hubo resonancia en el puente de Tacoma Narrows, pero no
fue esa la causa de su colapso.

Pongámonos en situación. Nos vamos a los EEUU de los años treinta, época de
crisis económica en la que el Estado invierte fuertemente en infraestructuras (¿les
suena?). La ciudad de Tacoma, en el noroeste del país, necesita un puente para
conectarse con la península de Kitsap, al norte. El resultado fue un hermoso puente
colgante, inaugurado el 1 de julio de 1940. Su forma recuerda al famoso Golden Gate
de San Francisco, y era sólo algo más pequeño: más de 1.800 metros de longitud, con
una separación de 850 metros entre soportes. Fue en su momento el tercer puente
más grande del mundo, una mole compuesta por miles de toneladas de acero y
cemento, diseñado para durar. Y duró, ciertamente. Exactamente cuatro meses y seis
días.

Ya desde su nacimiento estaba claro que el puente de Tacoma era algo especial. Y
no precisamente por su diseño o sus dimensiones –que también– sino porque
disfrutaba de una particularidad única: era el único puente del mundo que hacía doblete
como atracción de feria. Los suaves vientos de la zona hacían que el tablero del puente
subiese y bajase cada pocos segundos. Evidentemente, eso no era lo que debía
suceder, pero al público le encantó. Los conductores recorrían decenas de kilómetros

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para cruzar por “Gertrudis galopante,” como la bautizaron los obreros que la
construyeron. Eso eran buenas noticias, no sólo para el turismo local, sino para la
cuenta de resultados del puente, que era de peaje.

El motivo de las galopadas de Gertrudis es la resonancia. Veamos cómo es eso


posible, y con esto comienza la clase de hoy. En la naturaleza existen muchos sistemas
que, alejados de la posición de equilibrio, tienden a volver a él. Eso le sucede, por
ejemplo, a un muelle cuando lo estiramos, o a un péndulo cuando lo separamos de la
horizontal. Eso implica una fuerza que tiende a restaurar el estado inicial. Cuando esa
fuerza es proporcional a la distancia que el cuerpo se ha alejado del equilibrio, tenemos
el llamado movimiento armónico simple. La solución es sencilla: el sistema efectúa un
movimiento sinusoidal con una frecuencia angular ωo (también llamada frecuencia
natural). Le pondría la consabida fórmula “x igual A por coseno etc, etc” pero me he
apostado que no voy a incluir ni una sola ecuación en este artículo. Manías que me
han dado hoy. De momento, voy ganando.

La naturaleza, por su parte, suele imponer fuerzas disipativas (viscosidad,


rozamiento, amortiguamiento magnético), así que ni el muelle ni el péndulo van a estar
oscilando eternamente, y la amplitud de las oscilaciones se va reduciendo con el
tiempo. Para compensarlo, podemos efectuar una fuerza externa. Es lo que todo
abuelo que se precie hace con el columpio de su nieto.

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