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Facultad de Ingeniería
E.P Ingeniería Civil
Innovación y Desarrollo en Procesos Constructivos
INFORME N°04-JCC-INOVACION-UPLA-2021
Es grato dirigirme a Ud. Para saludarlo cordialmente así mismo presentarle el informe
técnico “Porque colapso el puente de Tacoma”.
Algunos investigadores han sugerido que el colapso fue causado por un fenómeno
conocido como "atenuación negativa". El sumergido en líquido tiene dos tipos de
amortiguadores: mecánicos y aerodinámicos. El primer es siempre positivo (reduce la
oscilación), pero el aerodinámico puede tomar un valor positivo o negativo de Por tanto,
los aerodinámicos permiten una mayor amplitud. Esta atenuación está relacionada con
un fenómeno llamado temblor en. Esto ocurre cuando el viento golpea una estructura
previamente vibrante.
de hacer estallar copas, hundir puentes y si los Piratas del Caribe lo usan
adecuadamente, pueden conseguir que arriba sea abajo y volcar un barco.
Pero los tiempos cambian, y la resonancia ya no es lo que era. Ese bello fenómeno
está siendo desmontado ejemplo tras ejemplo. La guardiana de la puerta de Griffindor
tuvo que romper una copa con la mano porque su voz no conseguía el efecto resonante
como Ella Fitzgerald. Recientemente, el Amazing Enchufa2 nos demostró que la
resonancia no era la responsable de calentar el desayuno. Y para colmo, el ejemplo de
los ejemplos muerde el polvo.
Sin embargo, el que considero mejor libro de texto en física general (el Tipler) ni
siquiera menciona el puente. Y otro libro me dice que “hay dudas al respecto”. ¿Qué
dudas va a haber? ¿Quién osa poner en duda el ejemplo de los ejemplos? Molesto
por tamaña falta de fe, me dispuse a averiguar la verdad. Y lo cierto es que, en cierto
modo, todos tienen razón. Hubo resonancia en el puente de Tacoma Narrows, pero no
fue esa la causa de su colapso.
Pongámonos en situación. Nos vamos a los EEUU de los años treinta, época de
crisis económica en la que el Estado invierte fuertemente en infraestructuras (¿les
suena?). La ciudad de Tacoma, en el noroeste del país, necesita un puente para
conectarse con la península de Kitsap, al norte. El resultado fue un hermoso puente
colgante, inaugurado el 1 de julio de 1940. Su forma recuerda al famoso Golden Gate
de San Francisco, y era sólo algo más pequeño: más de 1.800 metros de longitud, con
una separación de 850 metros entre soportes. Fue en su momento el tercer puente
más grande del mundo, una mole compuesta por miles de toneladas de acero y
cemento, diseñado para durar. Y duró, ciertamente. Exactamente cuatro meses y seis
días.
Ya desde su nacimiento estaba claro que el puente de Tacoma era algo especial. Y
no precisamente por su diseño o sus dimensiones –que también– sino porque
disfrutaba de una particularidad única: era el único puente del mundo que hacía doblete
como atracción de feria. Los suaves vientos de la zona hacían que el tablero del puente
subiese y bajase cada pocos segundos. Evidentemente, eso no era lo que debía
suceder, pero al público le encantó. Los conductores recorrían decenas de kilómetros
para cruzar por “Gertrudis galopante,” como la bautizaron los obreros que la
construyeron. Eso eran buenas noticias, no sólo para el turismo local, sino para la
cuenta de resultados del puente, que era de peaje.