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Dollfus Olivier - Territorios Andinos - Reto Y Memoria
Dollfus Olivier - Territorios Andinos - Reto Y Memoria
DOI: 10.4000/books.ifea.1836
Editor: Institut français d’études andines, Instituto de Estudios Peruanos
Año de edición: 1991
Publicación en OpenEdition Books: 27 junio 2014
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821845084
http://books.openedition.org
Edición impresa
ISBN: 9788489302006
Número de páginas: 221
Referencia electrónica
DOLLFUS (†), Olivier. Territorios andinos: reto y memoria. Nueva edición [en línea]. Lima: Institut français
d’études andines, 1991 (generado el 30 mars 2020). Disponible en Internet: <http://
books.openedition.org/ifea/1836>. ISBN: 9782821845084. DOI: https://doi.org/10.4000/books.ifea.
1836.
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A finales del siglo XX, los Andes continúan siendo la gran cadena de montañas más poblada del
mundo. En ninguna otra parte se encuentra, como en Perú y Bolivia, a millones de hombres
establecidos a más de 3,500 m.s.n.m.
En los Andes, a diferencia de los Alpes -que perdieron sus campesinos durante los siglos XIX y
XX- hay siempre campesinos y probablemente nunca ha habido tantos, pero éstos son ahora
minoría en las sociedades nacionales; lo son tanto en número, en países en los que la mayoría
está formada por población urbana, como por sus recursos bastante inferiores en términos de
ingresos.
¿En qué medida está ligada a la naturaleza andina esta situación tan triste? ¿Las virtudes de la
naturaleza andina se habrían transformado en defectos? y, en caso afirmativo, ¿de cuándo data
este vuelco? Virtudes y defectos aparecen entonces como singularmente relativos a una época y a
una población determinada. ¿Virtudes antaño, defectos hoy?
2
ÍNDICE
Capitulo 1. Del reto del espacio andino a los Andes como lugares de memoria
El reto cuestionado
Montañas tropicales favorables a los peatones
Dificultades contemporáneas en las montañas campesinas
Los Andes: montañas pobladas en países pobres y urbanizados
Los procesos técnicos acentúan las dificultades de las montañas: la modernidad contra la montaña
No causalidades convergentes sino situaciones interactivas; el “determinismo geográfico”
cuestionado; la naturaleza no explica, es
Memorias y sistemas en geografía
A cada uno sus informaciones: los lugares están cargados de información
Los Andes como varios “espacios producidos”
Conclusion
Imágenes y perspectivas
Bibliografia
4
El reto cuestionado
1 En 1980 publiqué un libro, El reto del espacio andino. Este título me plantea ahora una
serie de interrogantes, algunas de las cuales eran ya evocadas en la primera frase del
texto: “¿cuál reto y para quién; cuándo aparece? Este título no es paradójico ni
equívoco...”
2 1 escribía en ese entonces. ¿Puede un espacio geográfico plantear un reto?
3 Al mirar los Andes un observador del siglo XV notaría la alta densidad de la ocupación
humana, quizás una docena de millones de habitantes o más. El Estado incaico, en los
Andes tropicales al sur del Ecuador, enmarcaba vastos territorios, de varias centenas de
millares de kilómetros cuadrados. En un mapa de América del Sur habrían resaltado las
zonas densamente pobladas, más intensa en la zona andina, propiamente dicha, que en
la selva y las sabanas de las llanuras del este o que en las cuencas del Amazonas y el
Orinoco. Este observador no habría tenido que interrogarse para saber si el dominio del
espacio de esas grandes montañas intertropicales presentaba aquí mayores dificultades
que en otros sitios. Si le hubieran hecho la pregunta, probablemente habría respondido
de manera negativa; en esc momento el reto no había sido lanzado por el espacio
andino. Lo que aparecía en ese entonces era la concurrencia de un conjunto de
condiciones favorables a poblaciones que trabajaban con herramientas y que
caminaban a pie.
a frías zonas de altura es siempre algo excepcional en el mundo. En los Andes tropicales
del sur del Ecuador, las grandes extensiones planas y descubiertas de las punas, entre
3,600 y 4,500 m.s.n.m., facilitan la circulación durante todo el año: son los recorridos de
pastoreo de las llamas —los únicos grandes mamíferos domesticados del continente,
que sirven como animales de carga, y de los que se aprovecha su carne y lana, pero que
no se ensillan ni proporcionan leche—. Por otro lado, los cultivos de tubérculos son
siempre posibles a más de 4,000 m.s.n.m. En las cuencas y valles ensanchados, situados
a lo largo de las sierras que van de la actual Bolivia a Colombia, entre los 2,500 y 3,000
m.s.n.m., se cultiva sobre todo el maíz. En los Andes del norte, cubiertos en su mayor
parte por selva, los claros pueden ser desbrozados por agricultores que sepan practicar
la chamicera.
5 En los Andes tropicales no existe el problema de la nieve y el frío del invierno de las
sierras de las latitudes medias. Nieve y frío bloquean las actividades agrícolas, obligan a
ensilar el forraje para alimentar a los animales domésticos, a menos que se les haga
transhumar fuera de la sierra; la nieve, además, dificulta el tránsito. La gente de la
sierra debe encontrar soluciones como la emigración temporal hacia las regiones bajas;
tiene que hacer grandes construcciones para almacenar el forraje, el combustible y
alojar hombres y animales. Es el verano la época de máximo trabajo en la sierra, cuando
largas jornadas se dedican a la búsqueda de ocupaciones y mantenimiento.
Contrariamente, durante las largas noches de invierno, hay que buscar el modo de
ocupar el tiempo.
6 La limitación de una estación seca, aunque acentuada por heladas nocturnas y
matinales en los altos Andes tropicales del sur del Ecuador, es menos temible que la de
la nieve; los animales pueden permanecer fuera durante todo el año, sin que sea
necesario prever establos ni graneros para el forraje. La irrigación permite prolongar la
estación agrícola y paliar, en parte, la variabilidad de las precipitaciones. En distancias
cortas se puede sacar partido a producciones de climas cálidos, templados, o de fríos,
sin olvidar los recursos de las riberas del Pacífico o de los lagos. La presencia de
yacimientos metalíferos de cobre, plata y oro —escaso este último, pero a la vez bien
repartido en toda la cadena —, permite extraer minerales, tratarlos para producir
metales y, claro está, fabricar objetos.
7 Los campesinos andinos tenían condiciones de vida probablemente mejores y
seguramente menos difíciles que las de los campesinos de los Alpes o de las de los
pastores tibetanos de la misma época. Si en el siglo XV, incluso hasta la primera mitad
del siglo XIX, algunos geógrafos andinos hubieran ido a estudiar los modos de vida de la
gente de la sierra en Europa occidental, se habrían sorprendido muchísimo de ver que
pudieran subsistir en número tan elevado, aunque miserable, en sierras con un clima
invernal tan riguroso.
11 Desde hace por lo menos dos milenios, los Andes tropicales han sido regiones pobladas
del continente americano. En el momento de la Conquista tenían por lo menos doce
millones de habitantes, de los cuales ocho a diez estaban reunidos en el imperio inca. La
caída demográfica, posterior a la llegada de los españoles, aunque severa en la sierra,
llegó a ser menos brutal que en las regiones bajas, que prácticamente se quedaron
vacías. El incremento demográfico, iniciado dos siglos antes, se acelera durante el siglo
XX. En los Andes ecuatoriales, la mayoría de los que fueron pobladores andinos son
ahora urbanos. No son raras las densidades rurales superiores a 100 habitantes por
Km2., como lo son en las regiones cafetaleras o en las cuencas intraandinas. En los
Andes tropicales del sur, hay menos ciudades importantes, salvo La Paz, pero ahí
también, las cuencas están muy pobladas.
12 En Perú y Bolivia, los habitantes de los Andes se sitúan dentro de cuatro círculos de
pobreza. Son pobres porque siguen siendo campesinos en su mayoría y porque en todas
partes del mundo los campesinos tienen ingresos muy inferiores a los de otras
categorías de la población. A escala mundial, los recursos de los agricultores,
contabilizados y contabilizables per cápita, son el tercio de los de otras categorías
socio-profesionales y, entre los agricultores, los de los campesinos-minifundistas que
viven de explotaciones de pequeña dimensión, son aún menores. Son pobres porque los
ingresos en los Andes —y sobre todo en el Perú— son inferiores a los de las regiones
bajas. La renta producida en los Andes representa probablemente el 14% de la renta
nacional oficial e informal —lícita o ilícita—; la parte de la producción agrícola andina
no representa sino el 4% del PBI. Los pobladores andinos son pobres porque muchos de
ellos, sobre todo los que viven en el Ecuador, Perú y Bolivia, son todavía “indios”, los
vencidos de la Conquista, los siervos de la Colonia, los despreciados de la República. Los
andinos son pobres porque son los pobres de los países pobres; el producto medio per
cápita en los cuatro países es del orden de 1,000 dólares en 1988; cifra algo superior en
Colombia, e inferior en Bolivia. Además, son pobres porque la mayor parte son
campesinos. Sin embargo, se debe hacer la distinción entre los Andes colombianos, con
una población urbana en su mayoría, y los Andes de los otros tres países; las diferencias
en las rentas regionales son por lo menos del orden de 6 a 1, lo que corresponde, en la
Europa de la CEE, a la distancia entre las regiones más ricas y las más pobres. Los
problemas de desarrollo no son los mismos en los Andes colombianos que en los del
Perú.
tecnológicos han incidido e inciden en la producción agrícola así como sobre el material
agrícola y de transporte utilizado en las llanuras y las regiones cálidas. Las regiones
frías de altura, consideradas como difíciles, están marginadas. De todos modos, la
mecanización agrícola es difícil y por lo tanto costosa en los terrenos de fuerte
pendiente. El rendimiento de los cultivos como el de los motores disminuye con la
altura pero por razones diferentes. La duración de los cultivos, para una misma planta,
es más larga en un clima frío que en un clima cálido y los rendimientos son inferiores
en la altura que en zonas más bajas. La potencia de los motores se reduce al bajar la
presión atmosférica: a 4,000 m.s.n.m., es 40% inferior a la del nivel del mar. En
conclusión, las vías de comunicación terrestre son más difíciles de construir y
mantener en la montaña que en la llanura, aunque en los países andinos, de manera
particular en el Perú, a la facilidad de la construcción en el desierto costero se opone la
dificultad de la construcción y el mantenimiento de las rutas en los climas de selvas
cálidas y húmedas, a los suelos de alteración profunda, y en los que los grandes ríos son
más obstáculos por franquear. Sin embargo, y más o menos por todos lados, el relieve
se transforma en otra traba que hay que vencer con los criterios de una sociedad que
utiliza el motor y el eje, en el seno de una sociedad que emplea herramientas, usa
caminos y se desplaza a pie. Por esta razón, las dificultades de la montana se presentan
como mayores en la época contemporánea; ésta es una de las razones del abandono
progresivo de las montañas que antiguamente eran pobladas por el campesinado, que
ha migrado de los Alpes al contorno del mediterráneo. El progreso técnico, orientado
de determinado modo, refuerza y acentúa los problemas de la montaña, a ello se agrega
el progresivo saneamiento de las llanuras cálidas, con la disminución del paludismo y la
casi desaparición de la fiebre amarilla. La oposición “montaña sana-llanura malsana” se
atenúa, aun si complejos patógenos ocasionen estragos en las regiones cálidas.
15 Sin embargo, los “recursos naturales” de las montañas son explotados, pero sobre todo
en provecho de las regiones bajas o del extranjero. El recurso agua, que permite la vida
en la costa peruana proviene de los Andes, y son numerosas las corrientes de agua que
se explotan para proporcionar electricidad; los Andes tropicales conforman una región
con un importante potencial hidroeléctrico, aun cuando los terremotos y los huaycos
imponen la toma de precauciones específicas. Finalmente, las minas permiten,
particularmente en el Perú, equilibrar la balanza comercial. Las ventajas obtenidas las
usufructúan otros y no los andinos, que son los que prestan la mano de obra, trabajando
en condiciones muy difíciles. Las ventajas que la economía moderna puede sacar de los
Andes no concierne sino muy parcialmente a los que allí residen. Especialmente en el
Perú, los Andes constituyen una “periferia”, “tierras adentro”. En este sentido, en
Colombia la situación es muy diferente.
caza. Puede “extraer” de la naturaleza los elementos que le permiten vivir gracias a las
experiencias adquiridas y a los aprendizajes transmitidos de generación en generación.
Una población de agricultores, en el mismo medio natural, conoce la calidad de los
suelos, los ritmos y características del clima, las propiedades de las plantas
domesticadas que cultiva, en función de las técnicas cuyo empleo domina. El
vocabulario en su riqueza y sus matices, traduce el interés y la importancia otorgada a
ciertas cosas, mientras que otras no son ni siquiera nombradas, o lo son únicamente por
agrupaciones donde desaparece hasta la identidad del objeto, de la planta o del animal.
Es así que, fuera de los recursos naturales indispensables a toda vida terrestre, como el
aire que respiramos y el agua que bebemos, cada sociedad extrae de la naturaleza un
cierto número de informaciones que le permite producir, realizar sus objetivos. La
visión y la percepción de las punas no son las mismas para el cazador de los primeros
milenios antes de la era cristiana que para el hacendado del siglo XIX o el revolucionario
de “Sendero Luminoso”.
23 La “memoria del tiempo de los hombres” es alimentada por la historia. Nadie puede
hacer tabla rasa del pasado; vivimos de herencias ya sea materiales o inmateriales.
Herencias materiales como las chacras con sus diseños, ciudades, redes de
infraestructura que permiten el transporte de los hombres, productos e informaciones,
los Estados con sus fronteras y sus divisiones administrativas que los zonifican. Estas
herencias son como palimpsestos en los que se descifra, por trozos, los testimonios del
pasado; pero estas herencias se modifican permanentemente por la acción humana y
por el desgaste relacionado con el paso del tiempo. Estando siempre presentes, pesan
en las decisiones. Las localizaciones se explican prácticamente siempre por el
encuentro de las elecciones resultantes del pasado con las del presente. En la América
española, el empuje urbano contemporáneo se hace en gran parte sobre aquellas
ciudades fundadas por los colonizadores en los siglos XVI y XVII. Las selecciones
vegetales y animales contemporáneas se ejercen, en su mayoría, a partir de especies
domesticadas, en otras condiciones, por los primeros agricultores del quinto al tercer
milenio antes de nuestra era.
24 Por lo menos en parte, los paisajes son historia sedimentada en el suelo; proporcionan
informaciones que provienen de dos memorias, unas provienen de la “memoria de la
naturaleza”, otras de la “memoria del tiempo de los hombres”; esos paisajes son tanto
una marca de la acción humana como una matriz en la que se generan. Hay ahí también
una relación dialéctica entre las dos memorias. Lo que hace asimismo que los lugares,
elementos de los sistemas geográficos, estén cargados de informaciones para los que
saben leerlas. Por ejemplo, cuando se evoca el Cusco, se sabe inmediatamente que este
lugar está situado en la zona intertropical, a 15° de latitud sur, lo que hace que el ritmo
de las estaciones esté regido por la alternancia de estación húmeda-estación seca y que
las temperaturas medias mensuales casi no varíen. Estar en los Andes implica estar en
un sector de inestabilidad de la corteza terrestre, de ahí las posibilidades de un
terremoto. Estar a 3,300 m.s.n.m., en la zona intertropical, es estar en una región al
límite de las posibilidades de hielo nocturno, pero con temperaturas suaves durante el
día. Cusco, ciudad capital del Imperio incaico, ciudad colonial que se superpone sobre
las edificaciones precolombinas, por su número de habitantes es ahora una ciudad
media, una capital regional, una ciudad turística por su pasado arquitectónico y por la
belleza de sus paisajes. Por tanto, al solo nombrarse un lugar se le otorgan atributos
vinculados a diferentes informaciones extraídas de cada una de las memorias.
12
NOTAS FINALES
1. N.E. En la edición de 1981, publicada por el IEP, la versión textual de la cita es ”El título de este
libro ¿es pedagógico o equívoco? ¿Qué reto y para quién? ¿Cuándo aparece?”.
14
Sus límites
1 Los Andes tropicales, es decir, la parte de las cordilleras que va desde Venezuela hasta
el norte de Chile, se extienden de los 10° de latitud N a los 23° S. Es un segmento de las
cordilleras circumpacíficas, en el borde occidental de un continente donde al este
alternan llanuras y mesetas. Cubre los 5/6 de la superficie total de la cadena y
concentra a más de los 9/10 de la población que vive en los Andes. Es ahí donde en el
transcurso de milenios, el campesinado ha contribuido a modelar paisajes
humanizados. Es de este modo que España practicó un molde urbano, después de que
los Incas habían constituido su Imperio en los Andes tropicales, al sur del Ecuador. Tres
de las cuatro repúblicas andinas tienen ahí su capital: Bogotá, Quito y La Paz.
Venezuela, aunque atravesada por el extremo de la cadena, es apenas andina; en la
actualidad el porcentaje de población de sierra es muy bajo y el peso de los Andes en la
economía contemporánea es aún más limitado. Si en la descripción de los medios
naturales, que no conocen las fronteras políticas, y en las evocaciones de la historia
humana antes del establecimiento de los Estados territoriales en el siglo XIX, no se
incorpora los Andes de Venezuela como parte andina o a los del norte de la Argentina y
de Chile (cuando se evoca los problemas contemporáneos), es por una simple razón, nos
limitamos a las cuatro repúblicas de los Andes tropicales. Tanto en Colombia, Ecuador,
Perú como en Bolivia, las actividades y los recursos de las montañas andinas
desempeñan un papel importante para sus poblaciones. Pero, en cada república, tienen
un lugar diferente, tanto en lo real como en lo imaginario. Por el contrario, el Chile
humanizado vive al pie de la montaña. Lo mismo sucede en Argentina como en
Venezuela: ahí las regiones de montaña ocupan un lugar relativamente secundario en
la vida humana y en la economía de sus naciones.
2 El ámbito montañoso tomado en cuenta es muy amplio; alrededor de 1’300,000 Km 2,
para un volumen en relieve, por encima de las llanuras que representan unos cuatro
millones de Km3. Distribuidos en unos 35° de latitud. Se extiende a lo largo de 5,000 Km.
y al fin de la década de los años 80 está poblado por unos treinta millones de habitantes,
15
si no se toma en cuenta las poblaciones de los piemontes situados más abajo, que ahora
reúnen globalmente a la mayoría de las poblaciones de las cuatro Repúblicas. Las
relaciones “regiones bajas-regiones altas” serán descritas porque la articulación entre
el alto y el bajo es indispensable para la comprensión de la organización de esos
espacios de montaña.
3 Cuando se evoca el término de “Andes tropicales” todo un conjunto de informaciones,
que son otro tanto de atributos de esos lugares, afloran a la memoria. Aquí evocamos
algunos de ellos, relacionados unos a la historia natural (limitándose a los que son
importantes para la ocupación y las actividades humanas) y los otros a las historias
humanas.
La arquitectura de la cadena
4 El dispositivo orográfico puede dividirse en tres conjuntos:
5 1. Al sur, los Andes tropicales entre los 8° y 23° S se caracterizan por su altura y la
masividad de sus relieves. Ocupan una gran parte del espacio estudiado en esta obra:
alrededor de 700,000 Km2. Todo cruce de la sierra es imposible a menos de 4,000
m.s.n.m., las cimas más altas sobrepasan los 6,000 m.s.n.m., trátese de las de la
Cordillera Blanca, de la Cordillera Real, de las del Cusco o de los grandes volcanes que se
encuentran sobre la línea divisoria por encima del Pacífico, del norte de Chile al sur del
Perú. Es en Bolivia donde los Andes son más anchos (500 a 600 Km.), la parte central de
la montaña está ocupada por altas mesetas, a más de 4,200 m.s.n.m., superficies
suavemente onduladas, originadas por planicies de erosión del Terciario o
derramamientos volcánicos que las moldean. Estas mesetas están abiertas por cuencas,
ya sea ensanchamientos de valles como en Huancayo, Ayacucho o en la región del Cusco
(los fondos de los valles se mantienen alrededor de los 3,000 m.s.n.m.) o en las altas
planicies o altiplanos, menos encajonados en las planicies como el altiplano de Junín, a
4,100 m., o sobre todo el gran altiplano peruano-boliviano, de suave pendiente hacia el
sur y donde se ubican los lagos Titicaca o Poopo y los “salars” en el árido sur. Estos son
los Andes de amplios horizontes de las herbosas estepas de la puna, realzados por las
cimas de las cordilleras; al sur, un alineamiento de volcanes dominando el largo flanco
occidental, seco y disecado por profundos valles que desembocan en el árido litoral del
Pacífico. Más abajo de las cordilleras, la vertiente oriental, más corta, de encajonados
valles, y colinas y cuencas hacen la transición con las llanuras amazónicas. Esta gran
vertiente verde oscuro, nublada con frecuencia, se opone a la vertiente amarillo cobre,
soleada por encima del Pacífico.
6 2. En Colombia, al norte de Pasto, los Andes cubren alrededor de 320,000 Km 2, y se
dividen en tres cordilleras, separadas por grandes valles de dirección meridiana, los
más importantes de los cuales son drenados por el río Magdalena, entre la Cordillera
Oriental (130,000 Km2.) y la Cordillera Central (110,000 Km2.) y por el Cauca, entre ésta
última y la Cordillera Occidental (70,000 Km2.). Las altas superficies planas desaparecen
o se reducen a antiguos fondos de lago como en la sabana de Bogotá. La mayor parte de
la superficie la ocupan las pendientes, con frecuencia cubiertas por árboles o pastizales
y entre los 1,000 y 1,800 m.s.n.m., por cafetales. Las diferentes tonalidades de verde son
los colores que dominan el paisaje durante todo el año. Al interior de las montañas,
algunos corredores, como en el Boyacá, facilitan la circulación. Las alturas superiores a
los 3,200 m.s.n.m. representan sólo un bajo porcentaje de la sierra y forman conjuntos
16
discontinuos, archipiélagos de altura. Son raras las cimas superiores a los 5,000
m.s.n.m.: volcanes de la Cordillera Central, nevados del Cocuy en la Cordillera Oriental,
y, en Venezuela, el Cerro Bolívar, por encima de Mérida. El alto triángulo de la Sierra
Nevada de Santa Marta cuyas cumbres se yerguen a más de 5,500 m.s.n.m., por encima
del mar del Caribe, no pertenece a los Andes.
7 3. Entre los Andes tropicales del sur y los Andes colombianos del norte, un segmento
central cubre aproximadamente 200,000 Km2., la Cordillera es más estrecha, de 150 a
250 Km. En la parte norte, las cuencas se sitúan como un rosario de dirección
meridiana, y los fondos comprendidos entre 2,000 y 2,500 m.s.n.m. están dominados por
grandes volcanes, entre ellos el Chimborazo que es el más elevado, pues culmina a más
de 6,000 m.s.n.m. Más al sur, la regularidad del dispositivo desaparece poco a poco: las
cuencas en posición de abrigo alternan con un relieve de ramales que sobrepasan
apenas los 3,000 ó 3,500 m.s.n.m., y con restos de mesetas secas. Aparece la oposición
entre una vertiente de montaña oriental húmeda y una vertiente del Pacífico más seca.
El dispositivo estructural
8 En la estructura geológica se toma en cuenta únicamente lo que desempeña un papel en
la ocupación humana. Los Andes, como la mayor parte de las cadenas orientadas, son
una cadena joven que se edificó entre el Cretáceo superior y la época actual. Sin
embargo, en los Andes intertropicales, se diferencian dos segmentos por su estructura.
9 En el Perú y Bolivia, los Andes centrales son una cadena liminar construida en el borde
siálico del continente y bajo dependencia de la subducción, marcado por el
hundimiento de la placa del Pacífico, llamada de Nazca, bajo la placa de América del
Sur. Los Andes septentrionales, en Ecuador y Colombia, están formados por elementos
de sustrato oceánico, pegados al continente. Sin embargo, a partir del período Cretáceo,
esas evoluciones fundamentalmente diferentes se terminaron; el levantamiento del
Terciario y el Cuaternario retomaron el conducto y dieron nacimiento a los actuales
relieves.
10 Tres características específicas de los Andes permiten distinguirlos, por lo menos en
parte, de una cadena como la de los Alpes. Los fenómenos intrusivos, comandados por
la subducción, son acompañados por la instalación de batolitos graníticos y por la
mineralización de los magmas y rocas volcánicas; de ahí los yacimientos de minerales
como cobre, zinc, plomo y plata, por lo menos ahí donde los instrusivos no han sido
recubiertos por recientes desparramamientos volcánicos. En las cuencas
eugeosinclinales del Secundario, donde los depósitos sedimentarios se efectuaban a
poca profundidad, se instalaron carbones cuyos yacimientos se encuentran desde los
Andes del norte del Perú hasta la Cordillera Oriental de Colombia (Boyacá). En los
Andes tropicales coexisten yacimientos sedimentarios como los de carbón, yacimientos
intrusivos como los de minerales no ferrosos. En las rocas más antiguas, se encuentra
oro repartido en poca cantidad, asociado a otros minerales, pero puede concentrarse en
los aluviones después de la erosión de las rocas-madres. Finalmente, en los
plegamientos y fallas de las series sedimentarias de los piemontes, se ha acumulado el
petróleo de Venezuela a Argentina. Se encuentran yacimientos discontinuos.
11 El origen de numerosos sismos y del volcanismo activo se encuentra en la subducción.
Una parte del epicentro de los sismos se sitúa bajo la placa en proceso de subducción,
mientras que otras se localizan al contacto de dos placas, como a lo largo de la costa del
17
Pacífico de Colombia (región de Tumaco). Los más violentos de ellos están relacionados
a las grandes fallas actualmente activas, como la que bordea el flanco oriental de la
Cordillera Blanca o la falla que atraviesa el norte de los Andes orientales de Colombia
(falla de Bucaramanga).
12 El volcanismo activo reciente marca diversos puntos de las cordilleras entre los 5° de
latitud norte y los 45° de latitud sur; la placa oceánica, fría, se sume en una astenósfera
caliente, lo que la calienta progresivamente hasta que se produce la expulsión de
fluidos, de agua en particular, lo que ocasiona la fusión de diversos productos en la base
de la corteza. Estos últimos, más ligeros, suben a través de la corteza terrestre y
construyen volcanes andesíticos en las dioritas que permanecieron en profundidad. Los
volcanes actualmente activos se encuentran en la Cordillera Central de Colombia como
el Nevado Ruiz; en Ecuador el Chimborazo, el Sangay y el Cotopaxi; al sur del Perú, al
oeste de Bolivia y al norte de Chile como el Sajama; volcanes potencialmente activos,
pero sin explosiones ni manifestaciones violentas entre largas fases; de ahí el riesgo
volcánico al pie de volcanes, pacíficos durante décadas, incluso siglos, pero susceptibles
de brutales despertares.
13 Mineralización, volcanismo y sismos marcan los Andes, que son siempre una montaña
en resurrección y cuyo levantamiento está contrabalanceado por una erosión
particularmente vigorosa.
El dispositivo climático
14 Está regido por: 1. la situación en latitud entre los 10° N y los 23° S, es decir en la zona
intertropical, en la que los ritmos anuales se marcan mucho más por las temporadas de
precipitaciones que por las diferencias en los promedios de temperaturas estacionales
entre el mes más caliente y el más frío; estas diferencias, muy pequeñas, del orden de 1°
a 3°C en las cercanías del Ecuador, no sobrepasan 10°C en el trópico. La duración del día
y la noche varía muy poco durante todo el año; 2. la posición en el litoral oeste de un
continente y al borde del Pacífico que es el más vasto océano mundial; 3. la importancia
de la masa montañosa modifica la circulación de las masas de aire, debiendo alternar
las posiciones de frente de montaña húmedo y de vertiente más seca en posición de
abrigo, y regula los pisos térmicos regidos por la disminución de la temperatura con la
altura.
15 La circulación de las masas de aire se organiza entre las grandes células anticiclonales
de las latitudes subtropicales, de donde soplan los alisios. Los que vienen del Atlántico y
que han atravesado la cuenca amazónica, se cargan progresivamente de humedad,
mientras que los que resultan del anticiclón del SE del Pacífico, empujan hacia el NO,
paralela u oblicuamente en relación al trazado de la costa, masas de agua fresca
constantemente alimentadas por las aguas profundas (“up welling”).
16 La zona de convergencia intertropical (ZCIT), en la que coinciden los alisios nacidos en
las grandes células anticiclonales subtropicales, es una zona de ascendencia del aire
húmedo. De ahí la importancia de las precipitaciones sobre su trazado. Sigue el
balanceamiento aparente del sol entre los trópicos y se localiza ahí donde existe el
máximo de radiación solar. Sin embargo, como el continente sudamericano es
particularmente ancho hacia el sur del Ecuador y que, en posición central, bajo la línea
ecuatorial se extiende la cuenca amazónica, la ZCIT, que está sobre Colombia durante el
verano boreal (de junio a agosto), dibuja una bolsa hacia el sur durante el verano
18
este, mientras que las regiones habitualmente regadas del oeste del Pacífico o las de la
Amazonia están secas. Durante la fase del Niño, hay frecuentes lluvias torrenciales en la
vertiente occidental de los Andes del Ecuador y del Perú septentrional, así como en la
costa, pero una sequía relativa al este de los Andes. Durante el fenómeno, en Bolivia y
en el sur del Perú hay igualmente una menor pluviosidad que se explica por la
disminución de la ascendencia de aire húmedo procedente de la Amazonia. Por el
contrario, el sur de Bolivia es más regado que lo normal; el Jet subtropical del oeste,
corriente rápida de altura, bloquea los frentes fríos en sus desplazamientos hacia el
norte, originando acrecentadas precipitaciones, con el estacionamiento de los frentes
fríos en el sur de Bolivia.
20 Por el contrario, cuando la célula Walker retoma fuerza, el anticiclón recupera toda su
potencia con los alisios y la corriente de Humboldt que le son asociados; la costa
peruana se hace más fresca. Estas aguas frías al norte del Ecuador bloquean las masas
de aire calientes y húmedas, ocasionando precipitaciones excepcionalmente fuertes en
Colombia. Jamás es tan fuerte la oposición entre costa seca al sur y costa regada al
norte. La subsiciencia atmosférica ligada al reforzamiento del anticiclón se extiende
entonces al sur del Perú y una parte de Bolivia, impide la llegada de las masas de aire
frías y húmedas que generalmente vienen acompañadas de lluvias. Es así que en el
altiplano, se genera una anomalía positiva de las temperaturas en un aire estancado, en
el que se mantiene el polvo, sobre todo el que tiene relación con los fuegos de la
estación seca (situación ocurrida, por ejemplo, en la segunda quincena de agosto de
1988).
Climas y paleoclimas
21 De este modo, la regularidad de los ciclos estacionales puede ser interferida
temporalmente por oscilaciones pasajeras, las que a escala plurianual, se inscriben, sin
embargo, en las características del clima, y deben por lo tanto ser tomadas en cuenta
por la agricultura y las instalaciones humanas. Por un lado se manifiestan en forma de
lluvias que caen en regiones habitualmente secas, por el otro, en sequías en regiones
húmedas inscritas en los climas a escala de la década. Se distinguen a la vez
modificaciones cuyo paso por el tiempo es del orden de un millar de años, como las
glaciaciones que afectaron durante el Cuaternario a diferentes regiones —entre ellas los
Andes—, y movimientos de masas de aire a escala del decenio, es decir de la decena de
días, que introducen otros tipos de perturbaciones, a la vez mucho más frecuentes y
más breves.
22 Así, en esta escala de tiempo de diez días, en la parte meridional de los Andes tropicales
así como en las llanuras orientales situadas en la parte baja, se observa descensos de
algunos grados de temperatura en relación a los promedios estacionales; son
provocados por el desplazamiento del aire polar, que circula de sur a norte, a lo largo
de los Andes. Estos “Surazos” pueden ocasionar a veces caídas de nieve en el altiplano
durante la estación seca; es por eso que en agosto de 1974, el aeropuerto de La Paz
estuvo cerrado durante varios días consecutivos y los terneros recién nacidos murieron
de frío.
23 Las glaciaciones mundiales y los fenómenos que les son asociados se sitúan en la escala
del milenario. Es así que un corte mayor se establece durante el final, en los Andes, de
la última glaciación, que terminó hace 12,000 u 11,000 años. Esa última glaciación
20
estuvo marcada por varias fases, la más antigua de las cuales se remonta a un poco más
de 30,000 años, mientras que dos últimos avances importantes se registraron a 14,000 y
11,000 B.P. (léase Before Present) en los Andes centrales. Teniendo en cuenta las fechas
que se conocen en la actualidad de los inicios de la presencia humana en los Andes, es
inútil interrogarse sobre la cronología de las glaciaciones anteriores al Cuaternario
Medio y al Cuaternario Antiguo, que dejaron sus depósitos en forma de morrenas y
estratos aluviónicos y torrenciales, tanto en los Andes del Mantaro como en los
bolivianos y los del sur del Perú.
24 La última gran glaciación andina tuvo movimientos de menor duración que los
registrados en los glaciares alpinos, y a fortiori en los grandes casquetes glaciares
continentales del Cuaternario, tomando en cuenta el número más limitado de glaciares
de los Andes tropicales. La disminución de las nieves, por el deshielo de los inlandsis, se
tradujo en un alza del nivel medio de los océanos del orden de 70 a 100 m. La subida del
nivel marino se acelera entre 13,000 y 7,000 B.P.; el nivel actual ha sido ligeramente
sobrepasado en el momento de la transgresión de Flandes (3,000 B.P.) y durante la
transgresión de Dunkerque, a principios de nuestra era. Las consecuencias de las
variaciones eustáticas son importantes en la costa del Pacífico; la subida del nivel
marino está acompañada por el desplazamiento hacia el este de la línea de las riberas,
que van desde unos centenares de metros hasta varios kilómetros; los conos de
deyecciones torrenciales, como el del Rímac, edificados durante las fases glaciares del
Cuaternario son atacados y crean acantilados por encima del Pacífico. La transgresión
destruye todos los emplazamientos humanos de pescadores recolectores en la
proximidad de la orilla, por lo menos en lo que se refiere a los anteriores a 7,000 años.
Así pues, la ausencia de emplazamientos litorales más antiguos no se explica
necesariamente por la inexistencia de instalaciones humanas, sino que es más probable
que se deba a su destrucción vinculada con la subida del nivel de los océanos. Es posible
que la baja de los niveles marinos, consecutiva a las glaciaciones mundiales del
Cuaternario, haya contribuido al ensanchamiento de los istmos de América Central,
facilitando así el paso de los primeros americanos. Además nos interrogamos sobre las
posibilidades de franqueamiento a pie seco, del estrecho de Behring, en el momento de
los períodos de regresión marina.
25 En los Andes los problemas aparecen de modo diferente. Durante el último período
glaciar, las temperaturas medias debían ser inferiores de 5° a 7°C en comparación a las
actuales. Pero aun en el momento de las mayores crecidas glaciares, los glaciares no
constituían una dificultad para la circulación en el interior de la cordillera o para su
paso, salvo quizás en la Cordillera Occidental, en la latitud de Lima. La diferencia entre
una estación húmeda y una seca debía estar muy atenuada, la mayoría de los páramos
tenían en esa época una vegetación de punas, y las punas —actualmente húmedas
(“punas bravas”) —, tenían una apariencia de puna seca. Las cuencas interandinas,
secas en la actualidad, estaban probablemente mejor alimentadas en agua que ahora,
por las aguas de deshielo provenientes de las partes altas de las montañas. En ese
entonces la montaña era recorrida solamente por unas cuantas hordas, compuestas de
un número limitado de cazadores recolectores. La gran fauna, abundante de mamíferos,
algunos de los cuales han desaparecido hoy en día como el hipparion (caballo
americano), el mylodon y el mastodonte debió proporcionar bastante carne de cacería.
¿Su desaparición es o no relacionada a un exceso de cacería? La hipótesis está siempre
latente, aun si parece poco plausible teniendo en cuenta el escaso número de cazadores.
21
26 Por el contrario, para comprender la historia de la ocupación de los Andes, hay que
tomar en cuenta los acontecimientos que siguieron al deshielo de los glaciares y las
fluctuaciones climáticas del Holoceno, es decir el período que comienza hace 11,000
años, después del retroceso glaciar.
27 El deshielo de los glaciares en las montañas, más arriba del altiplano se acompaña de la
extensión de capas lacustres, es así que el lago “Tauca” forma una sola unidad en el sur
del altiplano, extendiéndose sobre 43,000 Km2, con una profundidad máxima de 60 m.
(Servant 1978). Sus depósitos más elevados, de calcáreos lacustres y de conchas, datan
de entre 12,360 y 10,600 B.P.; su desecamiento se sitúa hacia 10,000 B.P. La alimentación
de los grandes lagos, cuya duración de vida ha sido breve, considerando su extensión,
estaba ligada probablemente a un desequilibrio positivo, provocado por la fusión de las
masas glaciares en un ambiente marcado por un recalentamiento, pero en una
atmósfera relativamente húmeda que limitaba la evaporación. Sin embargo, Mercer y
Palacios fechan en la misma época un pequeño repunte glaciar, el del Tardiglacial. En
los Andes ecuatoriales, en la actual región de Bogotá, el fin del período seco y frío está
fechado 13,000 B.P. (Van der Hammen), le sucede un estadio tibio, marcado por un
ascenso de las capas lacustres, la reconquista de los suelos por plantas pioneras (myrica,
dodonea) que preceden a la instalación de los robles. Las temperaturas eran cercanas a
las actuales.
28 Con algunas diferencias en las fechas, se observa un nuevo incremento del frío de una
duración de un poco menos de un milenio que, en los Andes del norte, se data entre
10,800 a 9,500 B.P. y que se marca por el rebajamiento de los límites forestales, mientras
que el encinar se mantiene en los sectores en posición de abrigo. En los Andes
centrales, en Milloc, a 4,800 m.s.n.m., Francou observa a partir de una turbera que el
clima era netamente más seco y apenas menos frío.
29 El Holoceno comenzaría en los Andes centrales, hacia 11,000 B.P. y los climas de aquel
período no han sido casi modificados durante estos diez últimos milenios y son muy
semejantes a los climas actuales. Quizás entre 10,500 y 3,000 B.P. se observa en la
montaña un ligero calentamiento registrado en los Andes tropicales así como en los
ecuatoriales, donde Van der Hammen observa, cerca de una extensión lacustre entre
9,500 B.P. y 7,500 B.P., un suavizamiento del clima, con la llegada de “Cecropia” que
desaparece a partir de 3,000 B.P.; en Venezuela, en el páramo de Culeta a 3,800
m.s.n.m., las variaciones climáticas se limitan al período comprendido entre los siete
últimos milenios, fuera de un breve descenso de la temperatura hacia 6,000 B.P.(Van
der Hammen y otros 1973). En la región del Titicaca, las precipitaciones más fuertes
manifestadas por un escu-rrimiento pluvial más marcado se habrían registrado hacia
7,000 B.P.
30 Para un mejor conocimiento de los climas, lo que se debe retener de estas referencias es
que en el curso del Holoceno las variaciones han sido limitadas. Por lo tanto, es en el
transcurso de los diez últimos milenios, y dentro de contextos climáticos semejantes al
actual, que se llevó a cabo la progresiva ocupación humana de los Andes. Sin embargo,
esto no significa que las oscilaciones climáticas, es decir las modificaciones climáticas
de corta duración, de menos de una treintena de años, no hayan podido ejercer una
cierta influencia en las sociedades, sobre todo cuando éstas explotan un medio al límite
de sus posibilidades ecológicas. Es posible que un ligero suavizamiento de las
temperaturas en altitud hacia el X milenio de nuestra era haya podido facilitar la
instalación, en altura, de los campesinos cultivadores de tubérculos y criadores de
22
llamas, y que por el contrario pequeñas recrudescencias del frío en el siglo XVI
contribuyeran al reagru-pamiento emprendido por las autoridades españolas más abajo
de las punas. Pero la pequeña ola glaciar, registrada en los Andes centrales tropicales
en el siglo XIX con el neto decrecimiento entre 1920 y 1950, no impidió la “colonización
de las punas” (H. Favre) en el siglo XIX y la instalación de las vías férreas que atraviesan
los altos pasos en los Andes tropicales, como Ticlio.
31 En el curso del Holoceno, las grandes modificaciones en los paisajes son ante todo
producto de la acción humana, y hay que tener mucha cautela y no atribuir a
modificaciones climáticas la causa principal de los cambios en las condiciones de
utilización del espacio y localización del habitat. Lo que tampoco significa, por ello, que
una perturbación en las regularidades climáticas previstas no pueda intervenir, sobre
todo si la sociedad motivo de la discusión está por una u otra razón “fragilizada”.
presión atmosférica equivale a los dos tercios de la presión a nivel del mar y a 5,000
m.s.n.m. a la mitad) actúa directamente sobre las otras variables físico-químicas, la
disminución del número de moléculas de aire limita las posibilidades de calentamiento,
y en consecuencia disminuye el calor específico de la atmósfera; la disminución es aún
más rápida por la tensión en el vapor de agua (a 2,000 m. esta tensión es la mitad de lo
que es a nivel del mar, y a 4,000 m. equivale a un cuarto, lo que posibilita el rápido paso
de la saturación a situaciones de aire seco); ello permite también un aumento de la
intensidad de las radiaciones solares, sobre todo en las azules, violeta y ultravioleta.
4 La disminución de las temperaturas es la variable mayor que rige los elementos bióticos
el escalonamiento en la cordillera. A principios del siglo XIX, Humboldt vuelve a
emplear en su Geografía de las Plantas los términos españoles utilizados en las cordilleras
americanas de “tierra caliente, tierra templada, tierra fría y tierra helada”. Como las
temperaturas de base son elevadas en las cordilleras tropicales (del orden de 24° a 26°C)
y que el promedio de las bajas de temperatura varían entre 0.5° y 0.7°C por franjas de
100 m., las posibilidades de actividad biológica, por lo menos en las plantas, se
desarrollan en una vasta gama de altitudes. Si el 0°C de temperaturas medias anuales
(isotermo de 0°) en las regiones trópico-ecuatoriales se mantiene generalmente entre
4,800 y 5,000 m., el isotermo de 6°C se encuentra en promedio entre 4,100-4,200 m., lo
que constituye un límite para los cultivos sin abrigo de diferentes plantas cultivadas,
tubérculos en especial.
5 Es así que en esta gran cordillera intertropical en la que se tienen todas las transiciones
del frío al calor, de la aridez extrema a la hiperhumedad, del suelo desnudo, mineral, a
la densa selva, de las paredes verticales a las superficies horizontales, el número de las
combinaciones geosistemáticas es muy superior al de una cordillera de las latitudes
medias como los Alpes, y a fortiori, de una cordillera de las altas latitudes donde el hielo
permanente “homogeneiza” los medios naturales.
6 Por otro lado, en las combinaciones de geosistemas, un factor puede pesar mucho más
que los otros. Acabamos de ver que con el frío la aridez impone también su marca. En
las transiciones de los desiertos tibios a los desiertos fríos, como en el sur del Perú o el
norte de Chile, una parte de los caracteres del escalonamiento desaparece con la
presión de la aridez, que marca los paisajes de una manera determinante. Del mismo
modo, pero esta vez gracias a una humedad constante y abundante durante todo el año,
en las laderas orientales húmedas de los Andes se pasa sin solución de continuidad de la
selva ombrófila caliente a la selva fresca de altura, “selva nublada”.
7 Rara vez en el mundo se agrupan tantas posibilidades de explotación, ligadas a medios
naturales diferentes y en tan cortas distancias. En un centenar de kilómetros se puede
pasar de zonas cálidas a zonas frías, con toda la gama intermedia de zonas templadas,
más o menos húmedas. Rara vez también una gran cordillera presenta tantas zonas
utilizables por la agricultura, desde el nivel del mar a 4,000 m.s.n.m. y más. La
ganadería es posible hasta el límite superior de la vegetación, entre 4,600 y 4,800 m., y
se abre minas a más de 5,000 m.s.n.m.
8 La extensión de las superficies planas, con frecuencia vecinas de las horizontales, entre
3,500 y 4,500 m.s.n.m. constituye en los Andes tropicales del sur otro elemento
favorable en la utilización de la cordillera. De este modo los Andes presentan una gran
“habitabilidad” potencial. En este aspecto la diferencia es sensible con las grandes
cordilleras de Asia central o aun del macizo alpino donde, a más de 2,400 m.s.n.m., la
26
17 La importancia de los frentes montañosos, expuestos a las masas de aire húmedo, que al
enfriarse provocan precipitaciones, es conocida y caracteriza especialmente la ceja de
montaña. Así como las localizaciones en posición de abrigo respecto a la circulación del
aire, que descendiendo por las laderas de la montaña se comprime y al calentarse se
torna más seco, son características de las cuencas internas, aun en la ladera oriental de
los Andes, como en Huánuco en el Perú central, en las unidades regionales, como en la
ladera del lado del Pacífico de los Andes peruanos.
18 La exposición interviene menos en las latitudes intertropicales que en las medias,
donde la oposición entre las vertientes sur y norte es bien marcada. No obstante, se
puede distinguir las pendientes al este, que reciben el sol en la mañana y se calientan
más rápidamente que las orientadas hacia el oeste, que no lo reciben sino en la tarde,
cuando está velado por las nubes. El modelado y la topografía intervienen: en el fondo
de los valles, en altitud, el aire frío más pesado se acumula (lo que ocasiona una
inversión de la temperatura) sobre todo en tiempo calmo, al final de la noche y muy
temprano en la mañana, cuando la radiación nocturna del suelo provoca temperaturas
más bajas en aire estable. Las heladas son más frecuentes o intensas, por encima de los
3,000 m.s.n.m., en las cuencas que en las pendientes. La amplitud térmica en los valles
pequeños es menor, la humedad es más constante que en las crestas a la misma altura,
lo que ocasiona que en el límite de la selva los árboles remonten hasta ellas. Las
condiciones del sustrato edáfico (formación superficial y suelo) intervienen igualmente:
textura que rige la permeabilidad y la porosidad, composición química y capacidad de
intercambio del complejo absorbente, descomposición de la materia orgánica y calidad
del humus. La acumulación del humus pasa por un máximo en el piso del nebelwald (en
Colombia y Ecuador).
19 Cierto es que en función de los criterios asumidos, los que varían según las disciplinas,
las clasificaciones no serán las mismas, ya que no hay una clasificación universal, válida
y aceptable para todos. Para los botanistas, los límites de los ecosistemas reposan sobre
los criterios térmicos acumulados que rigen la fenología de las especies vegetales. En las
montañas tropicales, en las que la temporalidad térmica es limitada, los límites son más
claros que en las latitudes medias en las que se puede utilizar la suma acumulada de las
temperaturas estivales. Es también sabido que aun en lo concerniente a las plantas de
los medios fríos, la vegetación no crece sino cuando las temperaturas son superiores a
cinco grados, sobre todo en el suelo a nivel de las raíces: éste es más o menos el límite
de la vegetación en los Andes. Para los pedólogos, los límites entre pisos ecológicos son
graduales y basados en el tipo de evolución de la materia orgánica que mejor integra las
variables mesoclimáticas y bióticas. Pero si para la investigación pedológica el
escalonamiento debe ser tomado en cuenta, la unidad de referencia es la toposecuencia,
que integra los procesos de erosión y acumulación superficiales como el lavado, la
lixiviación en los suelos y sustratos. Para la explicación de los fenómenos son
fundamentales las modalidades de la circulación del agua en la vertiente.
20 Lo que le interesa al agrónomo es el límite de ciertos cultivos con los sectores que
aparecen como óptimos para las producciones agrícolas. En este caso intervienen las
prácticas y técnicas agrícolas, las modificaciones varietales y las decisiones económicas.
21 Se deben hacer varias observaciones: las plantas cultivadas y los animales domésticos
tienen una gran gama de posibilidades altitudinales: las papas pueden ser cultivadas en
los oasis de la costa peruana y también hasta más de 4,100 m.s.n.m., el maíz puede
cultivarse tanto en la selva amazónica como en las vertientes andinas hasta los 3,500
29
miles de individuos, mientras que 5 millones de pobladores andinos viven en las punas
recorridas por varias decenas de millones de ovinos y auquénidos.
4 Debe señalarse una diferencia geográfica importante. En los Andes del norte, el paso de
los páramos bajos, landas de leñosos, a los páramos altos se hace en función del
escalonamiento mientras que en los Andes, la distribución de los diferentes tipos de
puna, de las húmedas a las áridas, responde a una lógica zonal o regional; existe una
gradiente general, norte-sur, de las punas húmedas a las secas al cual se puede agregar
a veces una transición regional entre el este y el oeste.
Los páramos
5 En los diferentes tipos de páramos, la distinción debe ser hecha entre los páramos altos,
por encima de los 4,000 m.s.n.m., y los bajos que hacen la transición con los bosques de
altura.
6 Respecto a los primeros, las temperaturas medias son inferiores a los 7°C, las
amplitudes térmicas cotidianas son limitadas por la fuerte humedad del aire, las
heladas nocturnas son frecuentes (más de 150 por año) pero de poca intensidad. Las
máximas son poco elevadas (una docena de grados para las máximas promedio), las
temperaturas en el suelo y dentro de él son relativamente constantes como
consecuencia de la humedad, cercana a la saturación y al tapiz de la vegetación. En
todas partes, las precipitaciones anuales sobrepasan los 1,000 mm. y pueden alcanzar
hasta 2,000 mm. en el páramo de Sumapaz, al sur de Bogotá. Están bien repartidas
durante todo el año, a pesar de la existencia de dos pequeñas estaciones más secas.
Caen en forma de granizo menudo y garúa; la neblina es frecuente, pero en los flancos
de los volcanes de la Cordillera Central de Colombia los vientos son a veces violentos. La
topografía está constituida por pendientes cóncavas en los flancos de los volcanes,
alternados con hondonadas llenas de turberas y de protuberancias morrénicas o de
barras rocosas ralladas por los glaciares cuaternarios. En las morrenas y en los
sustratos filtrantes, como los de las cenizas volcánicas, los suelos son rankers que pasan
a podzols. En los fondos, gleys y suelos de turberas nacen de la hidromorfía. En el borde
superior, de donde pasa a praderas discontinuas, la cubierta vegetal es densa. Algunas
plantas en roseta como la espeletia (frailejones) caracterizan el piso así como las plantas
en almohadilla, todas tienen raíces bien desarrolladas, el tapiz vegetal está garantizado
por un tapiz de musgo y liquen, lo que limita los efectos de la erosión. En las pendientes
bien drenadas de los volcanes, praderas de ¡estuca, stipa y calamagrostis son los pastizales
más apetecidos por algunos animales domésticos. Estos páramos húmedos, en los que la
evaporación es muy reducida, funcionan como esponjas y son reservorios de agua para
los niveles más bajos.
7 Frecuentemente el páramo bajo está formado por leñosos bajos que crecen en suelos
húmedos profundos. Las temperaturas medias que predominan oscilan entre 7 y 10
grados, las heladas matinales son más cortas y sobrevienen en tiempo despejado.
Pueden tener entonces un efecto nefasto, en particular sobre las plantas de papa, en el
momento en que salen los brotes o en el de la floración. Según la exposición las
precipitaciones varían entre 800 y 2,000 mm. La vegetación, que ha podido ser
transformada por el recorrido de los animales o la roturación hecha para la agricultura
(papa), seguida del sembrío de forraje para un ganado bovino, está constituida por
varios estratos; árboles bajos, de tronco nudoso cubiertos de liquen y de epífitos como
34
Las punas
9 Las punas constituyen un conjunto profundamente original de los Andes tropicales al
sur del Ecuador, por su continuidad y extensión simultánea, por las topografías planas
u onduladas en su mayoría. Las punas, que a más de 3,800 m.s.n.m. en el norte y a 3,500
en el sur, están cubiertas por estepas y praderas. Praderas con matas continuas de las
punas húmedas, estepas con manchas discontinuas de plantas resinosas y con espinas
de las punas áridas del suroeste. Son paisajes abiertos, en los que, en la estación seca, la
vista se extiende en lontananza. Por algunos lugares, como en los pequeños valles
rocosos abrigados, subsisten restos de selva rala con polylepis y buddleia. Desde hace
milenios, las punas son recorridas y explotadas por los hombres; han sido territorios de
caza y luego lugares de domesticación de los auquénidos, de los tubérculos como la
papa, los ollucos y la oca; desde la Conquista, las punas son recorridas por carneros y
bovinos, y son centros de explotación basados en la ganadería. Es probable que la
utilización pastoril, como la búsqueda de combustible y de madera para las minas, haya
contribuido a reducir las selvas ralas de polylepis que debieron ocupar en el pasado
extensiones más vastas.
10 A diferencia de los páramos, las punas están marcadas por la alternancia estacional de
una estación húmeda y una seca; estación húmeda de seis meses de duración, que
recibe alrededor de un metro de agua en las punas húmedas, estación húmeda breve,
con precipitaciones irregulares y aleatorias, que varían de algunas decenas a algunas
centenas de mm. en las punas secas. En todas partes las heladas llegan en tiempo
despejado y también las temperaturas medias anuales son inferiores a la decena de
grados. El límite superior, hacia los 4,600-4,800 m.s.n.m., está regido por el frío, con
temperaturas medias anuales comprendidas entre 3° y 4°C, y con heladas nocturnas
casi cotidianas, que impiden el crecimiento de la vegetación. El límite inferior es el de
las formaciones de matorrales y forestales que se encuentran entre los 3,700 y 3,800
m.s.n.m. al norte y 3,300-3,500 al sur. Las diferencias internas entre las punas están
determinadas por la importancia y la regularidad de las precipitaciones y, en menor
medida, por las diferencias térmicas estacionales. Estas últimas en el norte se limitan a
2° ó 3°C y alcanzan una decena de grados en el trópico. El paso de las punas húmedas a
las punas secas se hace por una doble gradiente: norte-sur y este-oeste.
11 El sustrato geológico de las punas es variado: mesetas sedimentarias truncadas por los
achatamientos terciarios o esparcimientos volcánicos que los moldean, formaciones
lacustres y desprendimientos glaciares y fluvioglaciares heredados del Cuaternario.
35
12 Las punas húmedas se caracterizan por lo contiguo de las matas: gramíneas (stipa
bromes y festuca), poas, calamagrostis. La mayoría de estas especies tienen hojas angostas,
duras y celulósicas. Las especies de estación que crecen durante el período de las lluvias
son las más apetecidas por el ganado. Pero cuando hay un exceso de pastoreo, el
recorrido es invadido por astrágalos, opuntia flocosa y plantas en almohadilla con
espinas. El desarrollado sistema de raíces de las plantas de la puna permite sacar el
agua almacenada durante la temporada de lluvias y aprovechar las temperaturas
constantes, sin heladas, mientras que el aparato aéreo está adaptado a las variaciones
térmicas e hídricas violentas, por lo que siempre son capaces de aprovechar los efectos
del rocío durante la estación seca. Cuando la pradera es densa y alta, las variaciones
térmicas cotidianas son parcialmente introducidas en el suelo por la vegetación,
mientras que el tapiz húmico ejerce una protección eficaz contra el escurrimiento de
las lluvias de las temporadas que rara vez son violentas. Los suelos varían en función
del sustrato de la pendiente; con mucha frecuencia moderadamente ácidos, son
rendzines en las formaciones periglaciares calcáreas de pendiente suave; una tendencia
a la podzolización se marca en las punas más húmedas de sustrato bien drenado,
mientras que los suelos marrones con horizonte B gris naranja y mulls suaves se
encuentran en la franja altitudinal inferior. Por todos lados el tapiz húmico es
importante; el ciclo del nitrógeno es lento por el frío y en consecuencia se realiza
deficientemente la mineralización de la materia orgánica; esta es la causa de la lentitud
de la reconstitución de la fertilidad de los suelos después de las cosechas.
13 Estas punas húmedas son medios bastante estables, pero sensibles al exceso de pastoreo
–sobre todo en los límites altitudinales superiores– y a la erosión hídrica ligada a las
maneras de cultivar en las pendientes. Las transiciones estacionales son rápidas, pero
no tanto como en los sectores más secos; durante la estación de lluvias, las lluvias y
neblina que humectan los suelos, contribuyen a la inundación de las hondonadas; la
vegetación y las actividades biológicas comienzan con la tibieza de las temperaturas.
Algunas semanas después del fin de las lluvias, cuando empiezan nuevamente los
grandes contrastes térmicos cotidianos como las heladas nocturnas en una atmósfera
seca, la alfombra vegetal se seca y se pone amarilla. Las granizadas que caen durante la
estación seca sólo humectan la superficie.
14 Las punas secas tienen temperaturas promedio análogas a las de las punas húmedas,
pero los contrastes térmicos cotidianos son más marcados, sobre todo durante la
estación húmeda que se caracteriza por la variabilidad interanual de las
precipitaciones, generalmente inferiores a los 500-600 mm. Los litosuelos son extensos,
la evolución de la materia orgánica, menos abundante que en la puna húmeda, es más
lenta por el efecto conjugado del frío y la sequía. La vegetación es estépica, con una tasa
de cobertura comprendida entre el 15% y 70% de la vegetación leñosa baja, las tolas
(lepidophyllum quadrangulare), son una de las plantas más características. En los sectores
más secos que anuncian la puna árida, las bolas de yareta (azotella yareta), plantas verdes
resinosas, forman almohadillas muy duras y su crecimiento es extremadamente lento
(varias décadas), proporcionando un apreciado combustible. En los sectores más
regados se encuentra el cortejo de las gramíneas (festuca, poas, bromes), que constituyen
el forraje de los animales. Dichas gramíneas no crecen sino en el momento de las lluvias
y desaparecen desde el inicio de la estación seca. Aquí la vegetación húmeda de las
depresiones hidromorfas –los bofedales– es particularmente apreciada por los
camélidos durante la larga estación seca. Además, los bofedales son creados y
36
mantenidos por los pastores que los alimentan por medio de pequeños trabajos de
irrigación, reteniendo el agua con embalses de tierra y turba. Al borde de las
depresiones aparecen afloramientos salinos como testimonio de la sequedad del medio.
La erosión se marca por una acción epidérmica del hielo entre las matas de vegetación
y los bordes de las turberas. Los elementos más finos son redistribuidos por el viento,
mientras que el escurrimiento, excepcional durante los chubascos de las temporadas de
lluvias, puede ser eficaz en los suelos desnudos.
15 Estas punas secas ocupan una gran parte de los altiplanos y de las mesetas de los Andes
del sur del Perú y de la Bolivia central y occidental. Son medios de baja productividad
biológica, de los cuales sólo una fracción (de unas cuantas decenas a una centena de
unidades forrajeras UF) puede ser utilizada por el ganado, principalmente en la
estación de lluvias. Las pendientes mejor expuestas pueden ser trabajadas para la
agricultura, a veces hasta los 4,300 m. Las cargas animales son extremadamente
variables, de un ovino por hectárea a un ovino por diez hectáreas. Las modalidades de
consumo varían según las especies animales; las alpacas se concentran con frecuencia
en los bofedales, mientras que los carneros pacen hasta el límite de la vegetación. El
enriquecimiento en materia orgánica de los suelos está limitado, por un lado porque la
descomposición de las deyecciones animales es extremadamente lenta, pero también
porque como son recogidas en corrales donde los animales pasan la noche, sirven como
combustible y a veces como abono. En esos medios, poco productivos, la presión
humana produce desequilibrios que conducen a su degradación; así, el uso de la yareta y
la tola como combustible y el exceso de pastoreo en los recorridos son causa de que la
restitución de la fertilidad sea escasa.
16 Las punas áridas constituyen una transición hacia los desiertos de altura,
particularmente frío como en el Lípez donde la altitud media es superior a los 4,200
m.s.n.m. Casi en todos los lugares la cubierta vegetal es inferior al 20%, y se limita a
algunos de los biotopos más favorecidos, mesas volcánicas, pendientes bajas de los
volcanes. Los contrastes térmicos estacionales sobrepasan los 7°C y las diferencias
térmicas cotidianas sobrepasan 15° a la sombra y 25°C en el suelo. La humedad relativa
puede bajar durante el día a menos del 15%. Las precipitaciones varían según los años
de algunas decenas de mm. a 150 mm. Los suelos salinos ocupan el fondo de las
depresiones, que luego conforman capas sólidas, por ejemplo, los salars en el sur de
Bolivia, en los que el albedo es particularmente intenso, lo que ocasiona un déficit de
radiación como en el salar de Uyuni. La yareta es muy explotada como combustible. En
los pantanos, a los que siempre se les da mantenimiento, crecen rizomas que son
consumidos por los puercos, como en Chipaya, en Bolivia. El viento barre los elementos
finos y forma dunas.
17 La utilización de esos medios difíciles por el hombre se hace puntualmente; de este
modo en Chipaya, al borde del lago de Coipasa, los campos son desalinizados cada año
antes del cultivo de la quinua, mientras que los pantanos son inundados para permitir
la cría de puercos. Las áreas posteriores a la formación de dunas son pequeños campos
de cultivo, que aprovechan la humedad acumulada por las dunas. En el Lípez, las minas
de azufre que son explotadas se ubican en el cráter de los volcanes. Los flamencos
rosados que se alimentan de las diatomeas de los lagos salados, tinamous y niandous de
las estepas, vizcachas de los bíotopos rocosos pueden constituirse asimismo como
animales de caza. Estos altos desiertos, convertidos en estepas, no estuvieron nunca
37
totalmente vacíos, aunque las densidades humanas han sido siempre extremadamente
bajas.
La selva nublada
23 En los Andes del norte, la selva de altura, húmeda, la “selva nublada” cubre todos los
frentes montañosos, los flancos occidentales y orientales como también el flanco
oriental de los Andes tropicales del sur. Es un medio extenso, pero con frecuencia en
forma de fajas en la ladera del sur de las montañas; es un medio que se atraviesa cuando
se circula de arriba hacia abajo. En la selva nublada, la nebulosidad y por lo tanto la
humedad son casi constantes; no hay prácticamente mes sin lluvia y el total anual,
superior a 1,000 mm. en todas partes, puede alcanzar los 4 m. Las temperaturas medias,
en la parte superior del nivel son del orden de 10° y alcanzan 17°C hacia los 2,000
m.s.n.m. Las transiciones en la cubierta forestal son progresivas, las especies del
páramo bajo dejan lugar, en la parte baja, a las de la selva tibia ombrófila. La cubierta
forestal es prácticamente continua. La copa de la vegetación leñosa de altura (polylepis y
buddleia) se mezcla con los bambús (chusquea chusquea) y con los helechos de grandes
dimensiones. Podocareus y Weinmannia, de troncos alargados, delicados, marcan la parte
baja del nivel. Por doquier, musgos y epífitas se adhieren a los árboles o cubren el suelo.
Estos bosques, de un verde oscuro, cubren las pendientes largas y empinadas,
modeladas en poderosas formaciones de esquisto atravesadas de granito.
39
32 En los Andes tropicales, una parte de esas pendientes ha sido arreglada en andenes, y
las chacras pueden ser irrigadas a partir de la derivación de las aguas de los torrentes y
de los lagos de altitud. La irrigación de los campos se desarrolla sobre todo por debajo
de los 3,400 m.s.n.m. donde disminuyen los riesgos de las heladas. Esto permite alargar
el período vegetativo de los cultivos y mitigar, por lo menos en parte, algunas
irregularidades pluviométricas. El mosaico de los paisajes humanizados comprende los
montes arbustivos, que es donde incursiona el ganado, y los sectores de cultivo secos
(“secanos”) –con largos períodos de descanso dedicados al pastoreo– que deben ser
cercados para protegerlos de los animales. El renuevo de cultivos es acompañado por la
roza de los matorrales leñosos bajos que son quemados. Los matorrales leñosos de los
montes tienen raíces profundas, hojas duras y puntiagudas resultantes de su
adaptación a la sequía. En la temporada de lluvias crecen las gramíneas mientras que
los musgos reverdecen. A las plantas autóctonas como los lupinus, caesaleinia tinctoria y
berberos se agregan ahora los agaves y las retamas a lo largo de los caminos, mientras
que los eucaliptos señalan las viviendas y las fuentes o reservorios.
33 En este piso, habría que interrogarse si actualmente los fenómenos de erosión se han
incrementado más que antes del aumento de las densidades de las poblaciones
humanas y de animales, y por una peor gestión de las chacras, debido quizás a la
disminución de presiones colectivas. Pero también asistimos, desde los años 60, a
fenómenos de abandono de las tierras que aparecen ahora como marginales.
34 En los fondos de las cuencas, con mucha frecuencia cubiertas por depósitos aluviónicos
(cenizas en las regiones volcánicas), los suelos pardos tienen tendencia a enrojecerse y
los suelos hidromorfos señalan lo malo del drenaje. Ahí, la pluviosidad es generalmente
inferior a la de las vertientes, pero las tempestades pueden ser provocadas como
consecuencia del recalentamiento durante el día, mientras que el aire frío puede
contribuir a las heladas matinales, en tiempo calmo durante la estación seca, a más de
3,000 m.s.n.m. El mejoramiento es aquí más o menos permanente, frecuentemente
asociado a una irrigación completada por drenajes. Son los sectores con una gran
densidad de la población campesina, donde se desarrollan caseríos y pueblos que
contribuyen a la organización de las producciones agrícolas.
cultivos de frutales (cítricos y paltas), menos café en general –sobre todo el “caturra”–,
pero también muchos más campos de coca (exythroxylon coca) cuyos surcos dispuesitos
con frecuencia en el sentido de la pendiente contribuyen a la erosión le las tierras. Las
“yungas húmedas” fueron los lugares tradicionales del cultivo de la coca, que han sido
trasladados a regiones de acceso más difícil y a menor altura. En las cuencas más secas,
en posición de abrigo, el bosque seco, de espinosos y cactus, se desbroza para plantar
gramíneas (gramalote, imperata) que servirán de pasto a los bovinos. Estos terrenos
necesitan mantenimiento para evitar que sean invadidos por matorrales y espinosos,
como berberos, no consumibles por el ganado. Las “yungas húmedas” son zonas
bastante malsanas, en ellas se puede contraer el mal de Chagas, la leishmaniasis y el
paludismo, que han vuelto a reaparecer.
40 Las “yungas secas” de la ladera del Pacífico ocupan el fondo, generalmente estrecho, de
los valles ubicados entre los 800 y 1,600 m.s.n.m. En esta zona hay muchos días de sol,
por lo menos 300 al año, el aire es agitado por brisas alternas que limitan el
calentamiento durante el día, pero que contribuyen a acrecentar su sequedad y la
evapotranspiración, que sobrepasa los 1,500 mm. Las precipitaciones, que son escasas,
permiten, fuera de los perímetros irrigados, a los cactus, a los oreopanax y a las acacias
adherirse a las vertientes donde aflora la roca, ferruginosa en la superficie y con
depósitos de gruesos desprendimientos de roca.
41 Algunas grietas torrenciales horadan la superficie de las pendientes y muestran
aguaceros poco frecuentes. Algunos rebaños de cabras pueden recorrer estas
vertientes. Los fondos de los valles son irrigados, lo que permite una vegetación que
semeja largas fajas verdes que contrastan con los tonos cobrizos de las vertientes
desnudas. En vista de las temperaturas (entre 20° y 24°C) y del agua de regadío
generalmente abundante la elección de los cultivos es muy amplia: algodón, caña de
azúcar, ají, yuca, pero también alfalfa, maíz, y entre los árboles: cítricos, paltas
(aguacates), además de duraznos y manzanos. Esta zona soleada, con un clima que no es
nunca excesivo, es a pesar de ello malsano; son las tierras de la leishmaniasis, de la
verruga y de la uta.
Zonas de piemonte
42 Se debe mencionar particularmente los fondos de los grandes valles, encajonados
profundamente en las cordilleras, como en Colombia el del Cauca y del Patía. Su
situación es la de las cuencas, cubiertas por los despósitos de torrentes bajados de las
montañas. El calor es fuerte, con frecuencia superior a 30°C durante el día, son raras las
lluvias y elevada la evaporación. La vegetación natural es la de una estepa con cactus y
acacias que crecen sobre suelos pedregosos, rubeficados por la fersialización. Estos
fondos, calientes y secos, se distinguen de los piemontes externos. Aunque situados
fuera de la cordillera, están ligados a la vez por las formaciones detríticas que
provienen de los Andes. Se oponen claramente al piemonte amazónico húmedo, el de
los Andes septentrionales igualmente bien regado y el desértico del Perú del Pacífico.
Por un lado es el reino de la selva densa, ombrófila –pudiendo pasar a selvas más secas,
con cactus en los sectores en posición de abrigo, es la tierra del calor, más o menos
constante, superior a 23°-24°C de temperatura media–, por el otro, es el desierto.
Desierto soleado a partir de las primeras pendientes andinas, desierto tibio, gris y
húmedo a lo largo de la costa, desierto atravesado por una treintena de oasis cuyos
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perímetros irrigados cubren un millón de hectáreas, que albergan una población que en
su mayoría es urbana.
45
11 Aun antes de la fase inicial de la previsión y de la prevención, hay que tomar en cuenta
el riesgo, su naturaleza y su manifestación. Los fenómenos pueden ser raros o
excepcionales; si una helada, que afectara una cuenca andina a 2,000 m.s.n.m.,
sobreviniera todos los siglos sería un fenómeno excepcional; si fuese cada diez años,
sería un fenómeno raro; un terremoto cuya manifestación es cada siglo, es un
fenómeno raro; será excepcional si su probabilidad es del orden del milenio. Ya no hay
“riesgo” cuando una actividad no es posible como consecuencia de la frecuencia o la
permanencia de un fenómeno. No se siembra más en las pendientes de un volcán,
permanentemente rociado por cenizas y barrido por ríos de lava, del mismo modo que
en un piso bioclimático en el que no sería posible cultivar sino uno de cada cuatro o
cinco años, como resultado de condiciones ex-cepcionalmente favorables en ese
momento. Pero la necesidad de tomar conciencia del riesgo desaparece cuando al
interrogar a la memoria de los lugares, incluso de un tiempo remoto, no proporciona
ninguna información sobre la posibilidad de la existencia del riesgo que podría existir
en ese sitio. Este tomar en cuenta los riesgos se sitúa en algún lugar entre esos dos
extremos como resultado de un cálculo de probabilidades.
12 Una vez conocido el riesgo hay que asumirlo. Tanto Lima como Arequipa son lugares
donde los sismos son frecuentes; la historia de esas dos ciudades conserva el recuerdo.
Los sismos no han impedido su desarrollo, como tampoco impidieron el crecimiento de
San Francisco, Lisboa o Tokio. Se plantea una interrogante, ¿ha sido razonable la
reconstrucción de Huaraz, destruida en el terremoto de 1970, desde el momento en que
se sabe que la ciudad está situada precisamente en el cruce de fallas activas y que la
historia nos enseña que la ciudad ha sido destruida seis veces en cuatro siglos? ¿Es
aceptable que una ciudad soporte terremotos destructores con una probabilidad de
destrucción de una vez cada siglo o cuando existen posibilidades de construcción, con
mucho menores riesgos, en lugares muy cercanos? La elección de implantaciones y
acondicionamientos deben tomar en cuenta los riesgos, su probabilidad e intensidad. Es
inútil construir en un corredor de aluvión cuando se puede hacerlo en otro lugar. La
cuestión se torna más difícil de resolver cuando no hay ninguna otra posibilidad que la
49
de enfrentar el riesgo. Una población puede estar obligada a correr riesgos cuando no
puede hacer otra cosa. Los campesinos de Bangladesh, cuyo número se duplica cada 30
años, para poder sobrevivir, se ven obligados a instalarse y cultivar tierras, propensas a
frecuentes y catastróficas inundaciones, porque no pueden instalarse en otro sitio. A
mediados del siglo XIX, los campesinos irlandeses sabían que el trigo no era un cultivo
bien adaptado a su clima; sin embargo, tenían que hacerlo, pues eran obligados por los
propietarios ingleses.
13 Los pobres, es decir aquéllos que no tienen elección y que están mal equipados,
soportan mucho más los efectos de los riesgos naturales que los más afortunados; hay
desigualdad ante los riesgos naturales. Aquí se construirá sobre terrenos estables y
tomando medidas antisísmicas, allá se instalará en terrenos sensibles a los temblores,
con construcciones de morrillos y adobe que se derrumbarán fácilmente. Sin lugar a
dudas el terremoto de México muestra que a veces los inmuebles modernos y costosos
no tienen protección antisísmica; aquí se trata no de olvidos, sino de constructores que
prefirieron economizar en los gastos para incrementar sus beneficios.
14 Tomar conciencia de los riesgos, en función de su naturaleza, puede ser la decisión de
una familia (la elección de los cultivos por el jefe de una explotación agrícola), de un
grupo (una comunidad que decide adoptar tal o cual estrategia frente a un riesgo de
sequía), de una empresa (una compañía ferroviaria que escoge tal o cual trazado para la
vía férrea, conociendo las posibilidades de deslizamientos de terreno, de derrumbres),
del Estado que puede dictar normas para la construcción o para la localización de las
actividades y que organiza las evacuaciones o los socorros (servicios de defensa civil).
15 Aquí evocamos cinco riesgos naturales: el riesgo volcánico, el riesgo sísmico, el riesgo
torrencial y de deslizamiento de terreno, el riesgo de erosión de las tierras, el riesgo
climático (sequía, heladas o lluvias excesivas). Dos o tres pueden conjugar sus efectos:
volcanismo y sismicidad, riesgo torrencial y sismicidad, por ejemplo.
El riesgo volcánico
16 Es mucho más fácil de localizar: se conocen los volcanes, y también su grado de
actividad. Pero cada volcán tiene su propio comportamiento, aun cuando pertenezca a
un mismo conjunto de volcanes: el Cotopaxi no tiene el mismo comportamiento que el
Pichincha en la región de Quito, aunque los magmas, producidos en la vertical de esos
volcanes, tengan orígenes muy semejantes. Pero esos magmas van a sufrir
modificaciones independientes de una estructura a otra (contactos entre la capa de
agua subterránea y el magma, morfología del volcán, etc.); de ello resulta estilos
eruptivos muy particulares en cada volcán. Esto es lo que exige un conocimiento de la
historia reciente de los volcanes todavía activos o susceptibles de estarlo, a través de
estudios y da-taciones de las manifestaciones recientes, de su estilo y de sus ritmos, a la
vez por el análisis del material volcánico (dataciones por medidas radiométricas), por
las crónicas que describen sus acciones perniciosas (por ejemplo, la erupción del
Cotopaxi en 1876 provocó un lahar que pasó junto a Latacunga). Aun así, dichos riesgos
son con frecuencia muy difíciles de medir.
17 La primera vez, las erupciones se producen en formas y lugares en los que jamás se
habían manifestado antes, como en el Saint Helens (USA) en 1980. ¿Hay que tomar en
cuenta, en las disposiciones que limitan la implantación humana, sectores volcánicos
50
El riesgo sísmico
21 El área de extensión de los riesgos sísmicos en los Andes es más vasta que la de los
riesgos volcánicos. En un mapa del mundo, toda la región andina, con sus piemontes,
presenta riesgos de terremotos. Sin embargo, ciertos sectores presentan más riesgos
que otros; así, de manera no limitada, podemos mencionar el norte de Colombia, a lo
largo de la falla de Bucaramanga; Tumaco, en la costa del Pacífico al sur de Colombia,
lugar de encuentro de dos placas; el departamento de Ancash, a ambos lados de la
cordillera Blanca; la franja de la costa del Pacífico del Perú central y meridional, la
vertiente oriental de los Andes.
22 Unos están ligados a un bloqueo de la subducción, que se efectúa a una velocidad media
de 5 a 6 cm. por año —con acumulación de la energía hasta el punto de ruptura que la
libera reajustando de manera brutal el deslizamiento de la placa oceánica bajo la placa
americana — , otros son debidos a las colisiones entre dos placas. Unos tienen un foco
profundo, hasta 700 Kms. de profundidad —éstos son muy violentos y localizados, como
el de Cusco de 1960; son los que se producen en la ladera oriental de los Andes — , otros,
al oeste de los Andes, tienen su foco situado a menor profundidad (50 a 250 Kms.) pero
conciernen a una vasta superficie como los de Ancash en 1970 o de Tumaco en 1985. Los
terremotos en los Andes son diferentes a los que afectan por ejemplo a las regiones
mediterráneas y que están ligados a las estructuras falladas de la cobertura, como los
que destruyeron Lisboa y Messina. En las regiones sísmicas, hay lugares
particularmente vulnerables, situados en los campos de fallas o en el cruce del sistema
de fallas; por ejemplo Huaraz, en el Callejón de Huaylas, que ha sido destruido seis
veces desde su fundación a fines del siglo XVI... lo que es demasiado para una ciudad y
no aboga en favor de la seguridad de su emplazamiento. Así pues, al interior de una
región sísmica, hay lugares que son más peligrosos que otros y son aquéllos en los que
se debería evitar la implantación de ciudades u obras importantes.
23 Los terremotos están muy presentes en la conciencia andina; en las iglesias, el “Señor
de los Temblores” de sombríos colores, marca la importancia concedida a los riesgos de
sismos y a la protección que debía dar frente a los terremotos. Temores justificados,
pues muy pocas iglesias coloniales, sobre todo en el Perú y el Ecuador, han
52
las grandes ciudades y para ciertos tipos de construcción, no son respetadas, pues el
constructor prefiere ganar a expensas de la seguridad. Hemos visto las consecuencias
del terremoto de 1985 en México. Por lo menos hasta una determinada intensidad, la
prevención es posible por medio de técnicas de construcción. Igualmente en lo que
atañe a las obras de gran envergadura (puentes, represas, rutas). Por el contrario, la
previsión exacta no es nunca segura, permite definir probabilidades de ocurrencia de
temblores, pero con frecuencia en un lapso bastante amplio y no proporciona sino
aproximaciones a la intensidad de los mismos. En la etapa en que se encuentra la
previsión, no es operativa para otros fenómenos naturales, como por ejemplo los
ciclones, observables por satélite, que pueden ser seguidos y su trayectoria más o
menos prevista.
30 Ya que en los países andinos los dos tercios de la población viven ahora en las ciudades
(cada vez más pobladas y extensas, dependiendo de las redes de agua, electricidad,
transportes y telecomunicación), el riesgo de los estragos causados por los terremotos
es infinitamente más importante que lo que era en los siglos precedentes, en los que la
gran mayoría de la población era rural y vivía en pequeñas casas, fáciles de evacuar en
cuanto se sentían los primeros temblores. Los efectos secundarios de los terremotos no
son desdeñables: incendios provocados por rupturas de los ductos de gas (que deben
tener empalmes muy bien hechos para resistir el paso de la onda sísmica), o por las
brasas de los fogones domésticos, inundaciones por ruptura de canales, postes
eléctricos arrancados, etc. En las ciudades de los pobres, con construcciones mal hechas
y redes muy deficientes, un temblor de la misma intensidad provocará probablemente
más daños y muertos que en una ciudad rica donde se habrá tomado precauciones.
31 La repercusión de un terremoto es diferente según las circunstancias en las que
sobreviene. El del norte del Ecuador en 1987, que cortó el oleoducto, privó al país, en un
momento de dificultades económicas, de las divisas esperadas por la venta del petróleo,
ligadas en parte a la baja del precio del crudo. Unos años antes, estas consecuencias
financieras habrían sido mucho peores para la economía. Todavía existe el valor
premonitorio de grandes acontecimientos que pueden tener los terremotos en la
imaginación de los pueblos. El gran terremoto de 1976, año del Dragón, que afectó al
norte de la China, ocasionando la muerte a más o menos 600,000 ó un millón de
personas, anunciaba a los chinos la desaparición, poco tiempo después, de Tchou En Lai
y Mao Tsé Tung.
NOTAS FINALES
1. El croquis muestra el Ruiz y el trazado de los flujos de barro (huaicos) más peligrosos, así como
los sectores de aspersión de las cenizas.
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situaciones son frecuentes en los llanos del Orinoco y también en el valle bajo del
Magdalena.
4 A escala de los Andes tropicales es muy difícil hacer un balance global y preciso de la
erosión como riesgo agrícola. Dicha erosión se ejerce a escala de la parcela, del campo,
de la chacra, así como de la región y a determinadas escalas de tiempo que pueden ir
desde una lluvia durante una tormenta hasta una duración de milenios. Para medir los
efectos de la erosión de las tierras hay que evitar ceder a la comodidad de una rápida
observación así como a tener en cuenta sólo los fenómenos espectaculares. Un barranco
activo, que corta un andén, es visible; la progresión de la supresión de los elementos
finos o de la materia húmica de un conjunto de campos es menos perceptible
inmediatamente, pero sus consecuencias se harán sentir más en las producciones
agrícolas. Además lo “espectacular” se limita a veces sólo a la superficie. Un
abarrancamiento, por ejemplo, que después de un gran chubasco dividide en dos una
parcela cultivada; pero, al lado, una chacra en andenes conservará sus tierras, tanto
gracias al freno aportado por éstos al escurrimiento como a la cobertura del suelo por
los cultivos. En el piso de los “yungas” la acumulación de elementos finos, en la parte
baja de un campo en pendiente, testimonia la erosión areolar. Pero si la descomposición
de la roca madre, en un clima húmedo y tibio, se hace rápidamente y proporciona bases
intercambiables, esta erosión, al equilibrarse con la descomposición del sustrato, evita
la fersialización y mantiene la fertilidad. En otros sitios la erosión no es visible, pero el
lavado lleva al empobrecimiento de las tierras, en materias orgánicas y en bases
intercambiables. La sola observación visual no es capaz de dar cuenta del fenómeno en
la diversidad de sus procesos.
5 Sin embargo, es claro que cuando se practica la agricultura o el pastoreo en las
vertientes de la montaña, se introduce riesgos de aceleración de la erosión. La toma de
conciencia de estos problemas por los campesinos, se ha manifestado en las técnicas
apropiadas de trabajo de la tierra y del acondicionamiento de las parcelas.
medios, los cultivos de cereales en altitud, entre 1,800 y 2,000 m.s.n.m., eran
particularmente sensibles a las limitaciones climáticas: si no había nieve durante el
invierno en las pendientes expuestas al sol, ahí donde se encontraban los campos de
cebada y trigo, las heladas en tiempo calmado “quemaban” los brotes tiernos; si el
verano era lluvioso, la maduración de los granos era incierta; así pues, los riesgos
climáticos eran mucho más considerables que cuando los cultivos se mantenían dentro
de su óptima ecología. Evidentemente, en los Andes ocurre lo mismo.
15 En la gran montaña tropical no hay hielo por debajo de los 2,800 m.s.n.m. y no
interviene de manera sensible sino a partir de los 3,000 m.s.n.m. En los Andes
ecuatoriales, donde las precipitaciones se reparten bien durante todo el año, la
variabilidad interanual de las lluvias es menor que en los Andes tropicales secos y una
variación de 30 a 40% de la cantidad de agua no tiene mayor consecuencia. Aquí, los
riesgos están mucho más ligados a las enfermedades, que afectan a las plantas y a los
animales, que se desarrollan en la humedad y la tibieza de las temperaturas: micosis,
agresiones bacterianas o virales, proliferación de insectos o arrasadores de los cultivos.
Aun en altitud, existen estos ataques; las largas rotaciones de las parcelas de los lugares
de cultivo seco (las “aynocas” de los campos aymara) están ligadas a la vez a las
necesidades de la restitución de la materia orgánica por el largo barbecho cubierto de
pastos, y a la preocupación por evitar la proliferación de nemátodos en un campo
cultivado varios años seguidos. Es así que, en los Andes bolivianos, a altitudes similares,
pero con climas locales diferentes, a algunos kilómetros de distancia, los riesgos no son
los mismos; en las cabezas de valle de la ladera oriental de los Andes, entre 3,500 y 3,400
m.s.n.m., en vertientes muy inclinadas, inmersas en la niebla durante una gran parte
del año, los riesgos para la agricultura están ante todo ligados a las enfermedades
inherentes a la humedad, en segundo término a la erosión de las tierras y en muy
menor medida a las consecuencias, mínimas, de las heladas o de la sequía; por el
contrario, en el altiplano vecino, los riesgos son: heladas y sequías, a las que se agregan,
a orillas del lago Titicaca, los relacionados con la subida de las aguas que ocasiona, en
los años húmedos, las inundaciones de los campos.
parcela en una zona muy baja podrá ser sensible a las heladas pero conservará la
humedad en períodos de sequía.
18 Otra estrategia, que se cruza con la precedente, se esfuerza por gozar de un relativo
dominio del tiempo, utilizando un calendario agrícola que toma en cuenta las
probabilidades de heladas en períodos sensibles para las plantas (en el momento que los
plantones prenden durante la estación de lluvias, y el período de floración en las
plantas de papa), sembrándose especies precoces y otras tardías.
19 Finalmente, hay pequeños trabajos que permiten evacuar por drenaje el exceso de
humedad, acumular agua por medio de pequeñas presas de contención hechas con
tierra y piedras que conservan el agua en las hoyas de altitud, la que puede mantener
los bofedales para los rebaños de alpacas o servir para irrigar algunos campos más
bajos. Los andenes favorecen la circulación del aire y por lo tanto disminuyen la
posibilidad de enfriamiento de un aire estancado. Pequeños muros de piedra, hileras de
árboles y arbustos de la foresta modifican los microclimas, limitando durante las
noches las pérdidas de energía por irradiación, permitiendo efectos de abrigo, mientras
que durante el día disminuye la radiación solar y sus consecuencias excesivas
(demasiada radiación hace cerrar los estomas de las plantas y reduce su actividad de
fotosíntesis); los camellones que cubrían vastas extensiones alrededor del lago Titicaca
en la época incaica, y en algunas pequeñas cuencas del Ecuador, como en Otavalo,
tenían un efecto regulador de la humedad; facilitaban la alimentación hídrica de la
planta en pequeño período seco, limitando, quizás, el riesgo de heladas gracias a una
humedad más fuerte a nivel de la superficie del suelo. De este modo, diversos micro-
acondicionamientos, implementados por las agriculturas campesinas del pasado,
permitían limitar los efectos de algunas heladas y de sequías limitadas; traducían a la
vez un buen conocimiento empírico de los medios naturales y una conciencia de las
situaciones; la estrategia de estas prácticas y técnicas tenía como finalidad asegurar la
regularidad de las producciones, indispensable tanto para la supervivencia como para
la búsqueda de una máxima producción en los años favorables. Esto resulta inútil ante
los fenómenos catastróficos excepcionales: grandes heladas, sequías que se prolongan
durante varios años, pueden conducir al abandono de los cultivos en los sectores más
afectados.
20 Las reacciones frente a un fenómeno catastrófico no son necesariamente las mismas en
pueblos vecinos y con territorios semejantes. Entre 1977 y 1979, la vertiente occidental
de los Andes fue afectada por la sequía, que disminuyó las potencialidades forrajeras, ya
restringidas de los pastizales, y la cantidad de agua disponible para las irrigaciones.
Tres comunidades vecinas pueden proporcionar diferentes reacciones. En 1977, en San
Juan, no se contó con la nueva llegada de las lluvias y, al año siguiente, los ganaderos no
hicieron nada: estrategia del descuido. Los animales languidecían y al año siguiente la
falta de posibilidades de recuperación se tradujo en un incremento de la mortalidad del
ganado, el debilitamiento de los animales que aún subsistían y la esterilidad de las
hembras; en tres años, el 60% del rebaño desapareció y el estado del 40% restante era
lamentable al fin de la sequía en 1980. En Pampas-la Florida, donde las prácticas del
comercio están más desarrolladas por la arboricultura frutal, la estrategia adoptada
fue, desde el inicio de la sequía, la venta, en buenas condiciones, del rebaño y la
reinversión del dinero en la arboricultura. En Huascoy, la comunidad, constatando que
sus pastizales ya no permitían alimentar al conjunto de los animales, alquiló otros a
comunidades vecinas con poco ganado, y de este modo, con la disminución de la carga,
62
logró aliviar en algo sus pastizales, lo que le permitió, mal que bien, pasar este cabo
difícil. En San Juan, la disminución de las lluvias y del agua para la irrigación llevó a
abandonar los cultivos de secano en altura, a disminuir las dotaciones de agua para los
cultivos de panllevar y a utilizar al máximo el agua disponible para la arboricultura
frutal, cuyas producciones fueron mejoradas, pues anteriormente echaban demasiada
agua lo que desarrollaba las enfermedades y el oidium. El mercado de frutas colabora en
las explotaciones familiares, cuyos ingresos, en términos monetarios, no disminuye a
pesar de la pérdida de capital, relacionada con la reducción del ganado. Pero la sequía
acelera el declive de los cultivos de pan-llevar y la ganadería extensiva y poco
productiva.
mostrándose nada propicio para la implantación de una ciudad capital y que sin
embargo llega actualmente al millón de habitantes. Emplazamiento imposible de
considerar para implantar ahí una gran ciudad “nueva”... y, a pesar de todo, está ahí,
con sus fuertes desniveles, duras pendientes que se derrumban, y de barrancos que
separan los barrios, todo esto en una región sísmica... La posición inicial de abrigo, más
abajo del altiplano frío y barrido por los vientos, se torna el sitio de una ciudad capital
en la que las dificultades naturales son superadas, de manera desigual con el correr de
los años. A veces las ciudades crecen en malos terrenos... que no les impiden crecer.
24 La energía que se debe gastar para vencer la gravedad es, desde el punto de vista de la
física, siempre la misma (una caloría por metro y por kilo). Pero esta realidad física se
presenta de maneras muy diferentes, según las técnicas de transporte y
desplazamientos. Un hombre o un animal gastan energía muscular, compensada por la
alimentación. El gasto y la transferencia del alimento al músculo son mejorados por las
prácticas y la costumbre; de ahí, los mejores rendimientos obtenidos por un hombre o
un animal acostumbrados a la circulación en escarpadas pendientes. La limitación de la
pendiente —por lo menos entre ciertos límites: una pendiente de una treintena de
grados en las zonas inferiores, que representa la pendiente media de gravedades y
diversos tipos de desprendimientos — , es fácilmente vencida en el mundo por los
campesinos de la montaña. La adaptación por instalación de andenes que rompen la
pendiente, caminos en zigzag, en los interfluvios, permiten, con perfiles de una
quincena de grados, ganar fácilmente la altura, sin por ello desequilibrar la vertiente
con una grieta muy profunda. Un caminante entrenado alcanza una velocidad de
ascenso de 450 a 550 m. por hora en la subida y el doble de bajada. La velocidad de una
caravana de asnos y de muías es menor: 300 m. de ascenso por hora es un promedio
corriente para una caravana cargada. De ello resulta la primera observación:
considerando las ventajas obtenidas por el escalonamiento (diversificación y
repartición de las producciones, por lo menos en parte), no constituyendo la pendiente
una mayor dificultad en sociedades en las que todo el consumo de energía, tanto
humana como animal, era ante todo muscular, y que había posibilidades de acceso
gracias a una red de distribución relativamente densa que contribuyó a homogeneizar
el espacio montañoso, de accesibilidad más o menos igual entre los diferentes lugares,
expresado en tiempo de recorrido, en los Andes el aislamiento es menor que lo que se
podría pensar a primera vista; a pesar de la pendiente, la circulación estuvo siempre
organizada cuando fue necesario.
25 La pendiente no era una limitación mayor, y como los pisos térmicos comportaban
ventajas potenciales, que la latitud limitaba los riesgos patógenos, la habitabilidad de
las montañas se mostraba mejor ante las sociedades campesinas —organizadas en
cacicazgos y en estados — , que la que podían ofrecer las llanuras cubiertas de densas
selvas, atravesadas por grandes ríos. Pero hay que ser prudente con estas
generalizaciones; la selva de Yucatán sirvió de asiento a las civilizaciones mayas, así
como, también, las montañas de Guatemala, y en Asia Menor, Ankhor; ello muestra que
los medios forestales podían soportar fuertes densidades organizadas en estados,
mucho antes de la época contemporánea.
26 Por el contrario, la instalación de carreteras y vías férreas hace patente las limitaciones
de la pendiente; las posibilidades de implantación son más limitadas, de ahí la
necesidad de elecciones muy precisas: las rampas de las carreteras no pueden
sobrepasar sino muy difícilmente de 6 a 10% de pendiente; si se tiene en cuenta la
64
Limitaciones superadas
27 Sin embargo, la historia de las comunicaciones ferroviarias y terrestres en los Andes
nos muestra que a pesar de las dificultades, en cuanto la necesidad se puso de
manifiesto, los “medios modernos” de comunicación fueron instalados en los Andes;
vapores en el lago Titicaca, subidos y transportados en piezas por caravanas, desde el
Pacífico hasta el altiplano, en la segunda mitad del siglo XIX. Al fin de 1869 se firma el
contrato de construcción de los ferrocarriles del Callao a La Oroya y de Arequipa a
Puno. En 1876, se termina el que va de Arequipa a Juliaca y la vía llega a Sicuani en 1892
y al Cusco en 1908 (fueron dificultades financieras las que atrasaron hasta inicios del
siglo XX su llegada al Cusco). Asimismo, en la segunda mitad del siglo XIX, se construye
la línea Ticlio que permite unir Lima con La Oroya, siguiendo el fondo y la ladera del
valle del Rímac, atravesando el paso a 4,800 m.s.n.m., sin cremallera. Como la mano de
obra local es escasa, se importa chinos. El relieve, aún excepcionalmente fuerte, no
impidió la construcción de vías férreas, esto es una demostración de la unión de la
voluntad política y la justificación económica de la explotación de los recursos andinos:
minas en el centro del Perú y lana en el sur. Más o menos en la misma época se instalan
las comunicaciones ferroviarias en el Ecuador, de la costa a las cuencas interandinas, y
en Colombia, los rieles iban a transformar las relaciones entre la costa y la sierra e
incluso en el interior de ésta, facilitando la comercialización de los productos locales.
De este modo se acentuaban las diferencias entre las regiones comunicadas por el tren
y las que no lo eran.
28 El desarrollo vial ha sido un factor muy determinante en las relaciones y en la
articulación entre los Andes y sus piemontes. Desde 1928 el Perú poseía 18,000 Kms. de
carreteras, de las cuales 4,000 eran utilizables en toda época; 40,000 en 1960, y en 1980,
más de 55,000 Kms., de las cuales 6,000 son asfaltadas. En los Andes, los caminos son
construidos tanto por la administración como por las compañías mineras, las empresas
agrícolas y ganaderas o las comunidades campesinas. Los esfuerzos hechos por estas
últimas son con frecuencia notables: así, en la región de Lima, los campesinos de
Huarochirí, trabajando durante más de veinte años, construyen una carretera de más
de cien kilómetros, la que, partiendo del desierto costero, atraviesa las punas antes de
llegar a la cuenca de Huarochirí a 3,000 m.s.n.m.; esta obra fue realizada a pico, lampa y
barreta, utilizando un poco de dinamita sólo para hacer saltar los pasos rocosos.
29 Esos esfuerzos son especialmente importantes a mediados del siglo XX.
Progresivamente, la carretera llega a las principales ciudades. Este esfuerzo de
construcción de carreteras y pistas, desplegado en los países pobres, por sociedades
pobres es, con la difusión del camión y el ómnibus que lo acompaña y justifica, un
elemento importante de transformación social y económica. Por un lado las
producciones se orientan sobre todo hacia el mercado, por ejemplo con el desarrollo de
la producción de productos lácteos, quesos, etc., por otro, se plantan árboles frutales;
65
en otro lugar se instala una escuela en un cruce de pistas. Con frecuencia, las
dificultades son mayores en los Andes húmedos de Colombia que en los Andes secos del
Perú y Bolivia. Finalmente, también se han desarrollado las vías en el Altiplano, ya que
las mesetas de las punas son relieves en los que la instalación de carreteras se hace sin
excesiva dificultad, ciertamente con algunos problemas en la estación húmeda, por el
ahondamiento de carriles y por los ríos en creciente que hay que atravesar.
30 Ciertamente, el costo del transporte es siempre más elevado en la montaña que en la
llanura; la velocidad media es generalmente inferior (60/80 Kms/h en la llanura, 30
Km/h con frecuencia mucho menos en la sierra); en las pistas, las llantas y máquinas se
gastan mucho más rápido. En la sierra, el costo promedio de transporte terrestre es 50%
más elevado que en la llanura. Las ventajas comparativas juegan aquí en favor de la
llanura y en detrimento de la montaña. No obstante la limitación, muy real, de la
pendiente, ésta ha sido vencida en parte por el esfuerzo de los andinos. La diferencia
con otras montañas es considerable. En el Himalaya del Nepal, donde en promedio las
dificultades no son superiores a las de los Andes tropicales, donde en las colinas (es
decir en las montañas medianas escalonándose entre los 800 y 3,000 m.s.n.m.) la
densidad de la población campesina es grande —a veces más de doscientos habitantes
por Km2.— y donde además no había carretera hasta la segunda mitad del siglo XX, las
escasas carreteras existentes, que forman una red todavía muy floja y no continua, son
construidas con financiamiento de la cooperación técnica internacional y la gente de
los pueblos no asume su comunicación terrestre.
31 La aviación ha permitido superar ciertas limitaciones de la “rugosidad del relieve”.
Como en los otros motores, la potencia del despegue de los aviones se ve reducida por
la menor presión atmosférica de la altura; lo que también causa el encarecimiento del
costo del transporte. Sin embargo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, los
transportes aerocomerciales se generalizan en los Andes. Y, a pesar de la dificultad de
encontrar superficies planas y entornos lo suficientemente despejados para permitir el
vuelo y aterrizaje de los aviones, se puede constatar que en los países andinos
prácticamente todas las ciudades de mediana importancia (un centenar de miles de
habitantes) cuentan con un aeropuerto. La frecuencia de los accidentes se debe más a
las condiciones, a menudo mediocres, del mantenimiento de los aviones efectuado por
las compañías; al límite de la rentabilidad, y a los medios financieros y técnicos muy
limitados, que hacen volar los aviones de segunda y tercera mano, que a las dificultades
naturales. Es la pobreza y el subdesarrollo más que los mismos Andes los que
acrecientan la frecuencia de los accidentes tanto en Colombia como en el Perú.
andinos y a muy reducido costo, debido a las bajas remuneraciones pagadas a los
trabajadores. Queda, como en todas partes, el problema de la pendiente en los trabajos
de los campos que no se prestan a la mecanización, propia para las “economías de
escala”. Pero la pendiente no existe en todos los Andes donde, sobre todo en el-Perú y
Bolivia, las superficies planas son importantes.
33 A diferencia de los Alpes y de una parte del Himalaya central, los Andes intertropicales
heredan de su historia geológica diversos yacimientos mineros: metales no ferrosos,
plata, zinc, plomo, mercurio, metales raros y oro, sobre todo en los Andes tropicales;
yacimientos de carbón en Colombia o el norte del Perú; Potosí y su Cerro Rico están
presentes en la memoria colonial tanto como Cerro de Pasco y Toquepala en la del Perú
del siglo XX. Las minas de los Andes han sostenido y sostienen todavía parte del
comercio exterior tanto del Perú como de Bolivia, aun cuando el estaño desaparece
después de haber sido, en la primera parte del siglo, el principal producto de
exportación del país. Las minas, local y regionalmente, desempeñan un papel en la
organización de una parte de los espacios andinos. Finalmente, la energía
proporcionada por la gravedad puede ser transformada en electricidad mediante la
utilización de las caídas de agua, pero además puede facilitar la irrigación gravitacional,
tomando el agua de una fuente, un torrente, o un río. Entonces, existen
compensaciones para las dificultades propias de la montaña. ¿Pero es la montaña lo que
hace que una gran parte de los andinos, sobre todo los campesinos, sean pobres? ¿Es la
naturaleza la que hace aquí la desgracia de los hombres? Aquí tampoco la explicación
pasa por el establecimiento de causalidades simples y no puede fundarse en un
determinismo elemental, aceptable en todos los lugares y circunstancias. Es claro que la
pendiente es ahora más que antes una dificultad natural que se traduce en costos
suplementarios para los transportes y en una imposibilidad de aprovechar las
economías de escala que aportan la mecanización y la motorización en la agricultura.
34 Tomar en cuenta las dificultades propias de las montañas, en la época contemporánea,
muestra que éstas no son las mismas en un país y dentro de una sociedad donde los
centros de comando se encuentran en la montaña y en los que la montaña es marginada
progresivamente, porque está mal inserta en la economía nacional y porque sus
habitantes son considerados, por las élites dirigentes, como salvajes difíciles de
civilizar. En Colombia, Cundinamarca — departamento donde se localiza Bogotá — , no
figura en la economía como un departamento atrasado, y el hecho de que su capital esté
situada en altitud no ha constituido un freno para su desarrollo en el transcurso de las
últimas décadas. La elección de Santa Fe de Bogotá, como sede de una Audiencia, luego
de un Virreynato, antes de su transformación en capital de la República, a pesar de su
alejada localización de los océanos y la dificultad de acceso cuando se viene de abajo, no
ha obstaculizado en nada el desarrollo actual de la región urbana. En Colombia no se
evoca para nada la situación andina de la capital como una fuente de dificultades para
el país. Por el contrario, en el Perú, el hecho de que la capital se localice desde 1536 en
la costa y que la sociedad criolla se haya formado allí, ha contribuido, sin ninguna duda,
a desvalorizar a los Andes en las sociedades y en las formas de organización del espacio.
67
Capitulo 7. Distribución y
localización de las poblaciones
andinas
poblacionales son las del Extremo Oriente (más de 1,000 hab. por Km 2, en el de
Katmandú).
4 Los Andes tropicales se inscriben también dentro de estos tipos de distribución. En los
Andes del norte, en Ecuador, la densidad poblacional, a fines de los años 80, sobrepasa
los 60 h/Km2. en promedio en la sierra (alrededor de 4'400,000 h/72,000 Km 2.), pero una
mitad vive en aglomeraciones de más de 20,000 hab. Las densidades en las cordilleras
de Colombia son bastante cercanas, con un porcentaje mayor de citadinos (2 sobre cada
3) y de densidades rurales cercanas a los 100 h/Km2. en las regiones rurales productoras
de café (departamentos de Quindio, Caldas o Rizalda o en las llanuras y cuencas del
Boyacá, del Cundina-marca o la meseta del oriente antioqueño).
5 En los Andes tropicales, al sur del Ecuador, las densidades medias son menores; en el
Perú siete millones de pobladores andinos en 350,000 Km 2., pero aquí la importancia de
la densidad media de 20 hab. por Km2, —y es la densidad media del espacio rural en la
escala del mundo —, pierde su significado, pues las extensiones vacías o poco pobladas
ocupan un alto porcentaje de la superficie. Aquí también, básicamente es una población
rural asentada en “amontonamientos” superiores a 100 h/Km 2., incluyendo los pueblos
inferiores a 20,000 hab. que pertenecen al mundo rural. En Bolivia, sobre 420,000 Km 2,
de montaña (altiplano y flanco oriental de los Andes, surcado de valles) encontramos
3'200,000 hab., es decir una densidad media de más o menos 12 hab. por Km 2. Pero las
extensiones desérticas del sur y la de las altas punas secas modifican los promedios. La
realidad geográfica de los “amontonamientos” es particularmente clara; cinturón
poblado del lago Titicaca, con densidades superiores a 100 h/Km 2., archipiélago minero
en decadencia y en vía de abandono entre Oruro y Potosí, valle como el de Cochabamba
donde, fuera de la aglomeración, las densidades kilométricas rurales son también
superiores al centenar de habitantes. Las 4/5 partes de la población boliviana, es decir
más de 5 millones de habitantes, viven en menos de 150,000 Km 2. (J.P. Deler).
11 Otras partes de los Andes son poco pobladas, como consecuencia de las dificultades
relacionadas con las condiciones naturales; la “selva nublada” de los frentes andinos
pluviosos constituyen medios repulsivos, que se atraviesan difícilmente. Cuando cae
más de 4 metros de agua por año, en montaña, la vida húmeda debe enfrentarse a
numerosas limitaciones.
Espacios “producidos”
1 Cada sociedad humana, cada empresa o institución crea su espacio, lo “produce”, es
decir, utiliza una porción de la extensión terrestre para desplegar sus actividades y
vivir allí. A la vez, hay ocupación de una extensión y de sus lugares y dentro de este
espacio, el establecimiento de relaciones de los lugares entre ellos, la utilización de sus
propiedades y, a veces, la creación de atributos en ciertos lugares (por ejemplo la
creación de una ciudad o la transformación de una selva en campo o pastizal). Todo
espacio tiene una forma que permite su cartografía, y una estructura que permite su
esquematización, y que está hecha de sus lugares, de las redes que los unen, de los
flujos que los recorren. Cada espacio tiene una identidad y una o varias localizaciones.
Un espacio puede ser continuo como discontinuo y distribuirse en un amplio territorio,
es el caso de una firma que posee varias fábricas en lugares diferentes.
2 Las relaciones entre los lugares se efectúan por redes que transportan flujos de bienes,
productos e información. Estos flujos alimentan unos “campos” que pueden ser
orientados. Un espacio dado se inscribe dentro de “campos” más vastos; la empresa
lanera del altiplano lo hace dentro del campo del mercado lanero mundial, como
también en el del comercio de las lanas en el sur del Perú. Esto es válido tanto para una
explotación agrícola como para un Estado. Una explotación agrícola funciona por el
establecimiento de relaciones de sus lugares, parcelas cultivadas, pastizales y sede de la
explotación; los cultivos se organizan en función de las rotaciones necesarias y de las
exigencias de la producción. Entre las parcelas hay una red de caminos de
comunicación, y los caminos que unen la explotación al pueblo o a otras explotaciones.
Si la explotación produce para el mercado, ella se inscribe dentro del “campo de ese
mercado”, ya sea un mercado local para vender papas o maíz o uno mundial como
cuando se trata del café.
3 Cada espacio, sea continuo o discontinuo, está limitado de una manera más o menos
neta. Las líneas de reparto entre espacios parecidos constituyen una malla. El mundo
está cubierto por la frontera de los Estados territoriales, los que también están
cubiertos por las divisiones administrativas que permiten el ejercicio del poder del
74
8 Espacios cambiantes, espacios ocultos según las actividades y proyectos de los grupos
que los producen, rara vez son fugaces, llevan las huellas del pasado y también con
bastante frecuencia son cuestionados. Hay diversos tipos de cuestionamiento; cues-
tionamiento en relación a las redes, son los conflictos de fronteras: han alimentado la
política externa de la mayoría de los países andinos desde su creación y con frecuencia
han servido para forjar el sentimiento nacional en sus ciudadanos. Un Estado confisca a
otro Estado un territorio, ya sea por razones históricas porque quiere incorporar a una
población, un yacimiento o tierras. Guerras y negociaciones permiten, mal que bien,
arreglar el conflicto. Existe conflicto sobre los límites de los territorios de una
comunidad; la historia rural andina está llena de tales conflictos que recomienzan sin
cesar. También existen conflictos ligados a la utilización de los lugares; en un lugar
sagrado para unos, otros quisieran construir un hotel aquí, un derecho de utilización,
allá, un lugar de pastoreo de los animales no sería más aceptado; en otro sitio se
expulsa a los habitantes de sus domicilios so pretexto de una renovación. Conflictos
entre una autoridad legal, un Estado, y los que trasgreden las reglas, como los
traficantes que hacen cultivar plantas controladas o prohibidas como la coca. En esc
caso, se incluye el espacio nacional dentro del transnacional, el de la droga, que tiene
sus lugares de producción en el territorio del país, y sus conflictos por el dominio de sus
territorios y habitantes.
9 Para que se mantenga un espacio, que está organizado como sistema, es necesario que
existan regulaciones, unas ligadas a atribuciones de soberanía del Estado, otras, las del
derecho de propiedad reconocido al agricultor con sus formas de transmisión, de
herencia, de venta. Otras más, las del mercado que es la instancia de regulación o una
de las instancias de regulación en el espacio cafetalero en Colombia.
10 No se trata en este libro de analizar todos los espacios que se yuxtaponen, pero que
también se recubren y forman un mosaico de varias capas, extensiones y propiedades
diferentes. Es, a partir de la localización de las poblaciones, un intento de análisis de
algunos tipos de espacios, de sus relaciones y sus imbricaciones.
11 Aunque las poblaciones rurales sean o se vuelvan cada vez más minoritarias en las
poblaciones de las montañas y en los territorios nacionales, la mayor parte de la
extensión andina está ocupada por los espacios rurales. Hasta fecha reciente, eran
fundamentales dentro de las sociedades y sus economías.
la sociedad local, y a los paisajes que ella modela, permanecer inmóvil en apariencia
durante estas últimas décadas, dentro de un mundo andino donde las cosas cambian.
31 Otro ejemplo muy particular es el de los chipaya, a orillas del lago de Coipasa, en el sur-
oeste del altiplano boliviano.Una población uro está instalada en esta estepa fría, seca y
batida por los vientos. La sociedad está dividida en dos ayllus, en dos mitades, que se
oponen y se complementan, todo a la vez; un espacio real y sagrado, cortado en cuatro
partes iguales, según los cuatro puntos cardinales y, en cada punto una divinidad, un “
ma-al cual se rinde ofrendas y homenajes en fechas fijas. Condiciones de producción
agrícola en situación límite, con heladas, sal y sequía; los cultivos irrigados de quinua
son posibles sólo después de que las tierras colectivas han sido desaladas por lavado; las
largas y estrechas parcelas de los caseríos son repartidas entonces a prorrata entre las
familias de cada ayllu, por sorteo para dividir los riesgos y paliar la desigualdad de los
suelos. A veces, detrás de las pequeñas dunas, azotadas por los vientos, algunos campos
son cultivados para sacar partido de la humedad acumulada bajo la duna. Los puercos
extraen rizomas de los pastizales lacustres artificiales, mientras que algunas llamas y
carneros nacen en las saladas estepas. Es una existencia de pobres, en condiciones muy
rigurosas; pero a principios de los años 70, existía todavía una fuerte organización
social, mantenida por los ritos y una cierta visión del mundo de los uros... Todo esto era
posible sólo porque Chipaya no está lejos de la frontera chilena, y existía posibilidades
de trabajo en las explotaciones agrícolas de los valles irrigados del Pacífico y
oportunidades de contrabando con Chile. Estos ingresos complementarios permitían
hacer frente al acrecentamiento de la población. La especificidad del espacio chipaya
podía ser mantenida gracias a las posibilidades de tráfico transnacional y al trabajo en
las haciendas chilenas, más allá de las fronteras.
32 La introducción de unas sectas protestantes, durante el año 80, modificó el panorama;
es una “revolución cultural” que contribuye a destruir la visión del mundo de los uros y
por ende de algunas de sus prácticas colectivas. Esto va unido a la desaparición de
especificidades chipaya. La propagación de estas sectas se hace desde Chile: es el relevo
de iglesias norteamericanas. Los “campos” de la religión cambian de orientación y de
contenido y modifican profundamente la sociedad y, en consecuencia, su espacio.
33 Estos ejemplos nos muestran que la autonomía de los espacios locales campesinos es
muy relativa y que si ésta puede, por lo menos durante un tiempo, mostrarse
preservada es porque se inscribe dentro de espacios más vastos. En los Andes
campesinos, a pesar de la lejanía de las grandes ciudades, las dificultades y el tiempo
requerido para el transporte, el aislamiento es muy relativo y las innovaciones pueden
propagarse, independientemente de las estructuras de encuadramiento oficial.
Chumbilvilcas, en las “provincias altas” del Cusco, está conformada por una sociedad
andina marcada durante mucho tiempo por el dominio ejercido por los gamonales
locales, poseedores de haciendas y que tenían en la mano los pocos poderes de
representación del Estado, justicia y policía, y en donde las prácticas de robo del ganado
(el abigeato) contribuyen a desestabilizar a los pequeños ganaderos indios. Las nuevas
prácticas agrícolas que asocian producción forrajera para mejorar la producción animal
y el cultivo de papas para los mercados urbanos se desarrollan y las productividades se
incrementan. El bloqueo sobreviene con la saturación de los mercados urbanos, ligada
en parte a la pauperización de una parte de la población y a las importaciones venidas
del extranjero, a bajos precios o a las producciones más rentables obtenidas en las
tierras irrigadas de la costa.
82
4 Hay mercados de un producto o de una gama de productos. Estos mercados pueden ser
cautivos, creados por una empresa; cuando esto sucede son un elemento importante del
espacio, como la cebada que es adquirida por la cervecería del Cusco. Este producto es
uno de los cereales introducidos en las rotaciones de cultivos desde el tiempo de la
Conquista. Teniendo en cuenta la importancia del mercado regional de la cerveza, se
implanta en el Cusco una cervecería y se decide asegurar una parte del abastecimiento
de cebada en las campiñas vecinas. Para responder a las exigencias de las normas y de
la calidad del producto, la cervecería provee a los campesinos de semillas y dirección
técnica, y firma contratos de compra; se inicia una especialización en los campos, que
propician la desaparición de otros productos de panllervar, provocando a veces por el
exceso el desgaste de los suelos; esto integra a los campesinos dentro de un mercado
cautivo. Se pueden tomar otros ejemplos, como la producción de leche que es
transformada en queso, yogurt, mantequilla y leche pasteurizada para el consumo de
las ciudades. Esto se encuentra tanto en el Perú como en Colombia o Ecuador. Algunas
fábricas son empresas del país, otras son sucursales de grandes grupos mundiales como
Nestlé o Carnation. Tomando en cuenta las condiciones locales de producción y los
precios, estas empresas trabajan para los mercados nacionales y con frecuencia
incorporan elementos importados en los productos vendidos en el mercado (leche en
polvo de Nueva Zelandia transformada en leche líquida en el Perú).
5 La gama de productores es a veces abierta. Si la tendencia de las empresas industriales
es la de favorecer las explotaciones, que pueden proporcionar un producto
técnicamente homogéneo y un abastecimiento regular, que están aptas para
beneficiarse con consejos técnicos y avenirse a utilizar, en buenas condiciones de
seguridad para el prestamista, los créditos acordados —cosas que a menudo demandan
una cierta dimensión de la explotación agrícola (superficie, pero también “superficie
económica” y competencias técnicas) — , la producción “campesina” puede constituir
igualmente para la empresa un aporte complementario, un medio de seguridad para la
empresa y de inseguridad para los campesinos, tomando en cuenta los riesgos del
mercado. Este tipo de mercado se acompaña de una normalización de los productos,
que valoriza ciertas calidades y rechaza otras. Las calidades de la papa de sembrío no
son aquéllas que permiten producir el chuño; un trigo panificable en un molino
industrial no es necesariamente el producido por el campesino; la leche recolectada por
la firma industrial no tiene el mismo contenido bacteriano o la misma tasa de materias
grasas y proteínas que la necesaria para la fabricación del queso rústico. Así pues, las
normas exigidas e impuestas por la empresa son a menudo difíciles de conseguir por el
campesino, que no venderá o venderá bastante más su producción.
partir de Arequipa, en la segunda mitad del siglo XIX, fue el elemento motor de la
región. La burguesía de la ciudad ve cambiar su composición con la llegada del capital
inglés; el comercio de lana justificará la creación de las vías férreas, que unen el
Pacífico al Altiplano; ella modifica la apropiación de la tierra y la organización social en
las punas del sur del Perú. Las calidades de lana vendidas en el mercado mundial, que
en la época era casi esencialmente europeo, no son las tejidas en los telares de las
mujeres indias; para ese mercado se pide fibras del mismo tamaño, color homogéneo y
que hayan sido sometidas a tratamientos específicos para su lavado. Todo un conjunto
de exigencias, que únicamente las empresas bien dirigidas, en el plano técnico, pueden
proporcionar. Esta es la razón de la progresiva implantación de modernas empresas de
cría en haciendas con límites a veces inciertos, donde el trabajo era proporcionado por
colonos, y que en la confusión de las apropiaciones podían englobar a las comunidades
indígenas. Su modernización se manifestó con el cercamiento de los pastizales en la
puna, la separación del rebaño del propietario de los animales de los colonos y la
expulsión de estos últimos. La adquisición de sementales importados, contribuye a
homogeneizar los rebaños, mejorar la calidad y el rendimiento de los animales, a los
que se brinda atención veterinaria; es decir, una tecnificación de la ganadería que sigue
siendo extensiva, pero que demanda capitales y aligera la carga humana, ésta es la
razón de la expulsión de los colonos fuera de la empresa cercada, lo que contribuye a
incrementar la densidad poblacional en las comunidades vecinas.
8 Estas empresas, que marcan la primera mitad del siglo XX, crean nuevos espacios en una
parte de las punas peruanas, que a la vez son extensión del mercado mundial de la lana;
ellas contribuyen a la exclusión de las poblaciones indígenas, a excepción de los
asalariados contratados por la empresa. Un ejemplo de esto es el dado por cinco
haciendas ganaderas que cubren 300,000 Has. de la Cerro de Pasco Co., empresa minera
al principio que se transforma luego en una empresa “minero-pastoril”. Al inicio, las
primeras adquisiciones de estepas de puna por la empresa habrían estado ligadas a la
polución engendrada por la refinería de metales no ferrosos de La Oroya, por lo que la
compañía procedió a la compra de los pastizales contaminados. Luego,
progresivamente, organiza su producción de carneros, en principio, para abastecer de
carne a sus ciudades mineras. La producción se racionaliza, se busca efectos de
economía de escala, y luego, por intermedio de los abogados de la compañía y de la
complicidad local, se efectúan compras de tierra a bajo precio en detrimento de las
comunidades. Entonces la lana se transforma en un producto interesante para la
compañía minera. Pero estos acaparamientos de tierras aumentan las tensiones en las
poblaciones de los Andes centrales del Perú (ya hemos señalado los efectos en las
densidades humanas). Estas empresas funcionan fuera de la red regional; no utilizan los
servicios de los mercados locales, se aprovisionan de toda una serie de productos
directamente del exterior del país, se tornan enclaves, proporcionando divisas como el
espacio de los archipiélagos mineros de los Andes. La lana mediocre de las comunidades
continúa teniendo un uso local; sus características hacen de ella un producto diferente
que el de las empresas ganaderas.
9 El café nos da otro ejemplo, muy diferente, de creación de un espacio por el mercado.
Aparece en el momento de la Independencia, en 1828 en el Perú y en 1832 en el
Ecuador. Se señala plantones en Nueva Granada, en las llanuras del Orinoco desde 1723,
pero las primeras exportaciones a España tendrán lugar en 1827 y el comercio empieza
a organizarse en la siguiente década. El auge del café en Colombia data especialmente
de las últimas décadas del siglo XIX, y va acentuándose hasta la crisis de los años 30.
85
Entre 1895 y 1918 se triplica el volumen de sus exportaciones, se vuelve a triplicar entre
1918 y 1930 y termina por representar el 70 % de las exportaciones colombianas. A la
mitad del siglo XIX, su cultivo atañe a más de 200,000 explotaciones y unas 800,000 Has.
se encuentran produciéndolo. Las regiones cafetaleras cubren unos 60,000 Km 2., en el
piso comprendido entre 800 y 1,800 m.s.n.m., con gran concentración en los
departamentos de la cordillera central, luego del desarrollo inicial en la cordillera
oriental (Cundinamarca, Santander y Boyacá).
10 El café contribuye, dentro del “cinturón cafetalero”, a la formación de un pequeño y
mediano campesinado. Su desarrollo es permitido porque el café que crece bajo sobra,
de débil rendimiento, puede acompañarse de producciones de panllevar, ya sea
intercalando plátanos, maíz o yuca en parcelas vecinas. La inversión es limitada y se
puede subsistir consumiendo los productos de panllevar, mientras se espera la primera
cosecha de café. Como el trabajo representa casi el 90 % del costo de producción, la
diferencia de productividad no era muy grande entre la pequeña y la gran explotación,
y como el costo de trabajo no se contabilizaba en la pequeña explotación familiar, ésta
podía resistir más holgadamente que la gran empresa capitalista las variaciones de
precio. Al principio, el acceso a la tierra, era relativamente fácil en esas tierras baldías.
11 En las primeras décadas del siglo XX, la gran plantación tuvo que enfrentar los
problemas de reclutamiento de mano de obra que era escasa; falta de brazos, costo de
trabajo, fueron unas de las trabas en el desarrollo inicial de grandes plantaciones de
café. Para los propietarios de terrenos, aptos para la producción cafetalera, había que
encontrar rendimientos de producción “no capitalistas”, que permitieran la
explotación de sus tierras; para ello se hizo promesas al colono de recibir parcelas por
el precio del desbrozo, pago por mejoras cuando los cafetales comiencen a producir,
formas de aparcería, como las de los arrendatarios que prestan trabajo no remunerado
a cambio del derecho de cultivar parcelas para ellos, o la de los aparceros que era
compartir la cosecha. De ahí viene la coexistencia de pequeños propietarios
explotadores, a veces endeudados, que se multiplican entre 1920 y 1950 y grandes
posesiones que producen café para el mercado gracias a “rendimientos de producción
arcaicos”. A la mitad del siglo XX, las explotaciones que cultivan más de 10 Has. de café
no representan sino el 5 % del número total de las explotaciones, pero intervienen en
más o menos un tercio de la producción total.
12 Sin embargo, la pequeña explotación vende mal su producción, pues se encuentra al
extremo de toda una cadena de intermediarios, que se llevan una gran parte del valor
del producto en provecho de la burguesía. Si hasta 1940 las casas comerciales
extranjeras exportan al exterior del país la mayor parte del café, la burguesía local sirve
de intermediaria y a la vez lo exporta directamente. Sin duda, las dificultades del peso
colombiano y los conflictos civiles como la Guerra de los Mil Días, al final del siglo XIX, y
la violencia a mediados del mismo, contribuyeron a desorganizar las producciones
nacionales tanto como las fluctuaciones mundiales del precio del café, particularmente
severas en el momento de la gran crisis de los años 30. Para hacer frente a estas
presiones, la producción se organizó: en 1927, se creó la Federación Nacional de
Cultivadores de Café, más tarde el Banco Cafetalero. Estas instituciones, en poder de la
burguesía, dividen en zonas y encuadran las regiones productoras y a los pequeños
plantadores, mientras que el peso de los representantes del “lobby del café” se
acrecienta en el Estado.
86
13 Las regiones productoras de café bajo sombra tienen un paisaje específico y una
organización del espacio que les es propia. Son franjas de una o varias decenas de Kms.
situado en el flanco de la montaña, donde alternan bosquecillos de leguminosas
arborescentes, como el guamo, y constituyen una ligera cobertura forestal por encima
de los arbustos de hojas verde oscuro de los cafetales, con algunos plátanos o yuca,
selva primaria conservada en los precipicios más inclinados, pastizales sembrados o
caña de azúcar en las cimas redondeadas, pequeños campos de maíz, de yuca o camote
en los recovecos. Por todas partes proliferan caminos, resbaladizos cuando llueve,
explotaciones aisladas con el área de secamiento en las proximidades, unidas por
pueblos, con una separación de 10 ó 20 Kms. entre ellos, donde se encuentran las
sucursales del Banco Cafetalero, las agencias de la Federación al lado de los comercios,
la escuela y la Iglesia. Finalmente, las capitales de los departamentos productores de
café, en la cordillera central, son ciudades de varios cientos de miles de habitantes. Este
“cinturón” es uno de los medios más densamente poblados de los Andes; casi en todos
los lugares más de 100 h/Km2., a menudo 200 y hasta más.
14 En 1987 y 1988, Colombia bate todos sus records de producción de café con una docena
de millones de sacos (de 7 a 8 millones de sacos en los años 60), aunque el rubro del café
disminuye su participación dentro del conjunto de las exportaciones. Pero este
aumento de la exportación se realiza dentro del contexto de un sistema de producción
diferente al de la mitad del siglo. Las plantaciones de café a la sombra, de bajo
rendimiento disminuyen y hasta desaparecen ante las del café “caturra”, que es
igualmente un café arábigo, de calidad y aroma semejante. El café “caturra” es un
arbusto más bajo, plantado más cerca, pero que crece sin sombra, rinde mucho más,
con mayor rapidez y con un incremento de la producción en la misma superficie. La
desventaja es que estas plantaciones exigen más abono y pesticidas. Este monocultivo
proporciona ventajas en los rendimientos, pero también inconvenientes, pues tiene una
mayor sensibilidad a la erosión si la plantación está mal dirigida, y exige más atención
en su cuidado y costo de producción más elevado, sobre todo en razón de la inversión
hecha antes de la cosecha. Elementos que no pueden reunir los minifundistas. Es por
eso que algunos de ellos, endeudados, venden su finca, la que es comprada por la
burguesía urbana que busca a veces invertir para “blanquear” el dinero adquirido en
otros tráficos, mientras que el asalariado se desarrolla en los escombros de la pequeña
explotación familiar. Paisajes y estructuras sociales de producción se modifican así,
mientras que el producto final, el grano de café, es el mismo; el espacio del café en
Colombia no es igual.
se encuentran a más de 4,500 m.s.n.m., es decir, en el límite o por encima de las punas.
El paisaje comprende la mina, con sus pozos a la entrada de los socavones que penetran
en la montaña, las vías férreas donde ruedan los vagoncillos cargados de mineral, las
instalaciones del primer tratamiento, molido, flotación, los conos de estériles como las
cuencas de color gris y rojo de decantación. Con frecuencia, en la cercanía se ubican las
casas de los mineros, con techos de calamina oxidada, la escuela, el hospital o
dispensario, los talleres de reparación del material y, generalmente más abajo, en un
lugar abrigado, el alojamiento de los funcionarios y los edificios de la administración.
La mina está unida a otros emplazamientos por carreteras, utilizadas por grandes
camiones, a veces por ferrocarril. Es el paisaje de las explotaciones de CENTROMIN en el
Perú, que extraen plata, plomo, zinc y a veces cobre.
16 El estaño en Bolivia, en la región de Oruro, había producido paisajes semejantes, que
ahora son muestras de la arqueología minera, desde el cierre progresivo de los
emplazamientos durante los años 80.
17 Por el contrario, la explotación en minas a tajo abierto de los yacimientos con baja ley
de cobre, del norte de Chile o del sur del Perú, como en Toquepala, da lugar a otro
paisaje. Es la excavación de inmensos gradientes, de unos quince metros de altura, en el
flanco de la montaña desértica, con el avance progresivo de frentes de tallador; el
mineral es extraído y transportado en grandes camiones hasta la fábrica de preparación
que está dotada de todo un conjunto de coladores, de dispositivos de molido y de
flotamiento. Una vía férrea permite la evacuación del mineral hasta la refinería situada
cerca del puerto de embarque en la costa, en Ilo. Esto es un enclave en el desierto
montañoso que no puede ejercer un efecto de desarrollo regional.
88
Antecedentes
1 Los Andes proporcionan adjetivos que califican a los estados situados entre los trópicos
y atravesados por la cordillera; los estados andinos son los descritos en este libro; a
veces se les agrega Venezuela que casi no es andina o que lo es cada vez menos. Estos
estados han firmado un pacto entre ellos, el “Pacto Andino”, esbozo de un mercado
común. Los Andes constituyen entonces un factor común a las cuatro, o cinco
repúblicas en las que las montañas andinas se encuentran presentes de manera
desigual.
2 En todos estos estados, los Andes no cubren sino una fracción de la superficie del país es
decir un cuarto o un tercio. Luego, estos países tienen la mayor parte de sus
extensiones en las llanuras, bajas y cálidas. Tanto el Perú como el Ecuador tienen un
frente marítimo, Colombia posee dos, uno en el Pacífico y otro en el mar del Caribe; sólo
Bolivia se ve privada de acceso al Pacífico desde la pérdida de sus provincias costeras
como consecuencia de la guerra con Chile (1879-1883).
3 No se trata aquí de retratar la génesis y la formación de estos estados. Sin embargo, hay
que acordarse que nacieron de la disgregación de una parte del Imperio español de
América en las primeras décadas del siglo XIX, y que desde su origen adoptaron la forma
republicana, lo cual era una relativa novedad en un mundo político resultante de las
corrientes ideológicas europeas. Estas repúblicas nacieron pobres y endeudadas, pero
se instauraron antes de la gran expansión del capitalismo fuera de Europa. La
independencia se hizo antes de la constitución de la economía mundial, marcada por la
división internacional del trabajo y los procesos de intercambio y de acumulación que
resultan de ello. Es así que estos estados pudieron dotarse de una burguesía; se han
justificado aplicando los principios del derecho y de la organización política salidos de
Europa.
89
4 A diferencia de América del Norte, y hasta de los países del Cono Sur del continente, el
incremento de las poblaciones, en el siglo XIX y sobre todo en el XX, se hizo a partir del
stock de hombres que existía a principios del siglo XIX. Es verdad que en el siglo XIX se
propició la inmigración de asiáticos para paliar la escasez de mano de obra, sobre todo
en el momento de la construcción de los ferrocarriles. Es también cierto que hombres
de negocios, algunos empresarios, vinieron de Europa después de la Independencia,
pero cuantitativamente esos aportes no modificaron mucho la demografía de los países
andinos. Por el contrario, en esas repúblicas, el peso de los Andes, la visión que tienen
de ellos los habitantes, se ha modificado muchísimo en el curso de este último siglo.
Andes y su contribución al PBN en 1987 es del orden de tres mil millones de dólares en
un PBN de 20 mil millones. En la actualidad, la relación en la creación de riquezas entre
los Andes de Colombia y los del Perú es de 10 a 1 y, si la comparación y la mesura tienen
un sentido, la relación en el PBA (producto bruto andino) por cabeza sería de 5 a 1 entre
los dos países (en la CEE, la relación entre las regiones ricas de Alemania federal y las
regiones más pobres de Grecia y Portugal son de 6,5 a 1). Un mapa de Colombia que
muestra los niveles de ingresos en función de su localización no haría aparecer a los
Andes en déficit, salvo en las regiones campesinas del sur; por el contrario, en los otros
tres países, el ingreso en los Andes sería más bajo que el de las llanuras, donde los
ingresos son más elevados. En el Perú lo ínfimo de los ingresos andinos es enmarcado
por los mayores ingresos de la costa, mayoritariamenle urbana y de una muy
productiva agricultura intensiva de oasis, y por la “cresta” de ingresos del piemonte
andino, vinculados a la producción de coca. De una manera más general, entre los
cuatro países, se tiene una gradiente decreciente de riquezas de norte a sur, las
diferencias por cabeza entre las regiones más ricas del norte y las más pobres del sur,
que mantienen siempre una relación probable de 10 a 1.
7 En los siglos pasados estas relaciones eran diferentes. Acceder a Santa Fe de Bogotá,
desde la costa del Caribe, era toda una expedición; para transportar la mercadería
venida de Europa, desde la costa hasta Santa Fe, se necesitaba más tiempo que para
venir de Europa a Colombia. En el Perú la elección de Lima como sede del Virreynato,
muy próxima de la costa, fue con el fin de organizar un relevo entre España y las tierras
recién conquistadas, pero era el interior del país andino lo que contaba para el
Virreynato, por el peso de sus minas y sus hombres, menos escasos que en una costa
diezmada por las epidemias. Guayaquil, hasta la época contemporánea, no era sino una
aldea, un puerto-relevo en la navegación a lo largo del Pacífico, un pequeño astillero,
pero también el lugar de división de la carga hacia el interior; era una aldea con una
periferia poco poblada. Quito, sede de la Audiencia, y los campos y aldeas de los Andes,
tenían, en la época colonial, un peso demográfico que no tiene nada en común con el de
la costa, casi desierta de la época. En los Virreynatos del Perú y Nueva Granada y las
Audiencias de Quito y Chuquisaca, eran importantes las tierras de las poblaciones de los
Andes. Todo será muy diferente dos siglos después; los Andes colombianos escasamente
poblados en la época colonial, llegaron a tener un gran crecimiento demográfico y el
mayor crecimiento urbano, mientras que en el Perú el eje de gravedad del país pasó de
los Andes a la costa. En la época colonial y durante toda una parte del siglo XIX. El Alto
Perú, es decir, Bolivia, en su parte andina, era más desarrollado que muchas otras
regiones andinas situadas más al norte, incluso más que Chile.
las cimas a excepción de la frontera entre Chile y Bolivia a fines del siglo XIX y la sierra
de Perija entre Venezuela y Colombia. Ahora bien, al sur, la línea de la cima andina,
forma la frontera entre Chile y la Argentina. Además, en América Latina, los ríos
desempeñan un papel fronterizo importante, salvo en las cuencas del Orinoco y el
Amazonas.
10 Si el centro de los estados andinos coincide con la sede de las capitales de la América
española —Lima, capital del Virrey-nato del Perú; Quito, sede de la Audiencia; Santa Fe
de Bogotá, sede del Virreynato de Nueva Granada; Chuquisaca (Sucre), sede de la
Audiencia de Charcas —, los límites actuales son el resultado de conflictos y arbitrajes
posteriores a la Independencia. Estas fronteras presentan una relativa particularidad
para América del Sur; mientras que en este continente 85% de las fronteras cortan
extensiones vacías o muy escasamente pobladas (menos de un habitante/Km 2.), en los
Andes atraviesan regiones pobladas; las densidades y las poblaciones son las mismas
alrededor del lago Titicaca en Bolivia y en el Perú, alrededor de San Antonio y de
Cucuta entre Colombia y Venezuela, de Ipiales y de Tulcán entre Colombia y el Ecuador.
Únicamente la frontera entre Bolivia y Chile se encuentra en un desierto de altitud.
11 Las fronteras administrativas coloniales no han sido mantenidas; las de la Audiencia de
Charcas estaban fijadas sobre la línea de división de las aguas entre la cuenca del
Urubamba y las del Titicaca, e incorporaban a todas las poblaciones Aymara del
Titicaca. La Audiencia de Quito se extendía hacia el sur hasta las cercanías de Piura y
comprendía la aldea de Jaén, actualmente peruana, mientras que al norte, el
Arzobispado de Quito ejercía su acción sobre Popayán, en la cordillera central de
Colombia.
12 El fracaso de Santa Cruz para dividir el Perú en dos —en un Alto Perú del Sur, bajo la
autoridad de Chuquisaca y un Perú del Norte, dirigido por Lima— es seguido de la
tentativa de Gamarra por reunificar el conjunto. Este proyecto se desmoronará con la
batalla de Ingavi en 1841. Bolivia y Perú se separan y la línea de demarcación,
establecida bajo la égida de Chile, corta las poblaciones aymara que quedan situadas a
ambos lados de la frontera que atraviesa el Titicaca. Como lo muestra bien M.D.
Démelas, la presa codiciada era la población de tributadores indios que luego se
comparte; ninguno de los estados podía apropiárselos completamente ni privarse de
recursos fiscales.
13 En el Ecuador, el protocolo de Tulcán de 1830, fija la frontera con su vecino del norte.
Por el contrario, la frontera entre el Perú y el Ecuador sigue siendo conflictiva. El
Protocolo de Mosquera-Pedemonte de 1830 es cuestionado por el Perú; el conflicto de
1941 fija la frontera un poco más al norte, en la costa y sobre todo en la amazonia
(Protocolo de Río de Janeiro); en 1981 un conflicto armado estalla nuevamente a causa
de la delimitación de la frontera en los ramales de montañas forestales pre-amazónicos
(Cordillera del Cóndor). Aún hoy, ésta es en los Andes una frontera entre los países, bajo
vigilancia militar y sin buenos caminos.
14 Bolivia sigue siendo la gran víctima de los conflictos entre estados. El trazado actual de
la frontera con Chile es la consecuencia de la Guerra del Pacífico (1879-1883), perdida
por Bolivia y el Perú. Este conflicto es provocado, como lo señala M. Foucher, “no
solamente por una competencia por el acceso a las materias primas, sino también por la
contradicción entre los intereses de las empresas privadas y los de los Estados
preocupados por volver funcionales al fin las fronteras que hasta entonces estaban
inutilizadas”. El salitre, meta final del conflicto, se encontraba en grandes cantidades
92
cobrar los impuestos, establecer derechos de aduana, fijar las normas para los
productos, otorgar subvenciones y, sobre todo, fijar las regulaciones monetarias.
18 No se trata de analizar las acciones y la eficacia de los estados andinos en estos
diferentes sectores, sino el lugar de los Andes en su disposición.
19 Los estados “andinos” cumplen de manera desigual las funciones nacidas de su
soberanía, severamente criticadas por algunos grupos, que oponen a la violencia
institucionalizada del Estado otras formas de violencia. Sería entonces conveniente ver
las consecuencias de ello en la organización de los espacios, ¿cuáles son los espacios que
nacen de la descomposición del Estado, en situaciones de “caos limitado” y cuándo la
soberanía del Estado no logra ya ejercerse?
27 Los indios son los vencidos. Casi cinco siglos después de la Conquista, cargan todavía el
peso del choque colonial. Permitieron, por el trabajo forzado, la explotación colonial de
los recursos andinos. Luego de asentarlos en reducciones o resguardos, la autoridad
española les había conservado una autonomía interna y local —logrando una buena
administración —, para minimizar los costos del encuadramiento. Claro es que su
situación, con frecuencia al borde de las posibilidades de supervivencia, no era mucho
peor que la de la mayoría de los campesinos en el resto del mundo en la misma época,
afectados por el hambre, las epidemias, las guerras; su productividad de trabajo se
limitaba a algunos kilos de granos por día, pero en los Andes los indios cargaban el peso
de la derrota.
28 La Independencia, lejos de mejorar la situación de los indios, contribuyó con frecuencia
a su degradación. No estando más protegidos por un encuadramiento colonial,
funcionando sobre la separación y la división de la población en castas, se
transformaban en los débiles, sometidos más a la ley del fuerte que a la del mercado,
aunque las dos podían confundirse. De ello resulta, durante una parte del siglo XIX, el
mantenimiento del tributo, con otro nombre, pero también con el progresivo
despojamiento de sus tierras por la extensión del sistema de la hacienda, la que se
reafirmaba en su lógica territorial y en sus modalidades de explotación. Finalmente en
los Andes, como en todas partes del mundo, cuando no hay movilidad en el interior de
la sociedad, dividida entre una minoría que dirige y gobierna y una mayoría de pobres
que la soporta, y que esta mayoría es diferente en lengua, costumbres y mentalidad,
existe el desprecio del fuerte hacia el débil. El resurgimiento de los esplendores
pasados, el análisis de la calidad de las prácticas agrícolas, tendiente a mostrar su buen
ajuste a las condiciones de los medios, el deseo, aún afirmado, de dar cartas de nobleza
a su cultura, ofrecida para el consumo de los visitantes venidos del exterior, no
cambian las cosas. Asimismo, las medidas que intentaban proteger los territorios de las
comunidades indígenas, como las tomadas por el presidente Leguía en el Perú de 1920,
tenían mucho más como objetivo el mantener en el lugar una reserva potencial de
trabajadores autoentrenándose en sus tierras, que el garantizar la identidad de un
pueblo y su cultura. El indigenismo ha llenado los estantes de las bibliotecas, animado
coloquios y debates, pero no ha modificado en nada la condición de los interesados.
Esta se transforma, por la emigración de los lugares de origen, por el paso a través de
las diferentes etapas del sistema educativo, por la mezcla permitida por la migración y
la instalación en la ciudad, aunque para evitar el aislamiento en ella se agrupan y se
reúnen por lugares de origen. La situación de los que se quedan en el lugar apenas
cambió.
la infraestructura, a menudo financiadas por préstamos del exterior, tenían como fin la
construcción de ferrocarriles (a fines del siglo XIX y principios del XX) para la
explotación de las minas y la exportación de lanas. Los Andes, por su producción de
manteria prima, contribuían al enriquecimiento de algunas familias peruanas,
propietarias de minas y haciendas, de las sociedades extranjeras, mineras y
comerciales, y a proporcionar divisas que permitieran importaciones. Los Andes
jugaron y juegan todavía en el Perú contemporáneo el rol de una periferia en la visión
más clásica del modelo “núcleo/periferia”, el centro que concentra y acumula los
ingresos extraídos de una periferia dependiente. Importa poco en los Andes si el
“núcleo” nacional no es sino una posta necesaria para los centros mundiales de la
economía de mercado.
31 Cierto es que los Andes no han sido evacuados del discurso; y no resumiremos aquí los
debates sobre los Andes ni sobre el indigenismo que le es asociado con frecuencia y que
continúan desde hace un siglo en el Perú. Pero la realidad de las políticas es otra. El
general Odría, que ejerció el poder presidencial en el Perú de la mitad del siglo XX,
construyó hospitales, carreteras y hoteles en su pequeña ciudad natal, Tarma, situada
en los Andes centrales; cuidó su “patria chica”, no los Andes. Su política bastante
elemental de industrialización tendió a promover una siderúrgica en la costa en
Chimbote, la modernización y la apertura de nuevas minas en la sierra (obras de
empresas extranjeras); estas empresas reforzaron los archipiélagos mineros sin ningún
efecto de difusión —lo que además es muy difícil cuando la mina está en un desierto de
altitud como en Toquepala —. Esta situación garantizaba así mejores condiciones de
seguridad material y social a los empleados de las empresas, ya trabajan en la ciudad o
en el sector moderno de la economía —es decir en Lima y en la costa —.
32 El campesinado andino fue dejado de lado, pero, en ese momento, proporcionó los
hombres necesarios para el crecimiento económico. Cuando un terremoto destruyó
parcialmente el Cusco en 1950 el gobierno se vio obligado a intervenir en la
reconstrucción de la ciudad y el desarrollo de la región; el financiamiento se hizo con
créditos externos y con programas que no se ciñen a la realidad, el resultado fue el
efecto acumulativo de inversiones deficientes: central hidroeléctrica de Machu Picchu,
que produce una electricidad con la que no se sabe qué hacer, fábrica de abono de
Cachimayo con tecnologías obsoletas que elaboran un producto poco utilizable en la
agricultura local. Decididamente, parece que la inversión, salvo en el turismo, la
minería y a veces la hidroelectricidad, no es rentable en términos de mercado en los
Andes; por lo menos es lo que parece probar el ejemplo del Cusco de los años 50 y 60.
Tampoco vale la pena tratar de desarrollar allí la investigación agronómica: ¡los
márgenes y la economía de escala son tan mayores en la costa o. en la selva! El estudio
de la agricultura andina ha sido dejada a las ciencias sociales, así como las tentativas de
mejoramiento a las ONG extranjeras o nacionales, financiadas desde el exterior. El
diagnóstico se hace sobre suposiciones y constataciones de fracasos de empresas mal
dirigidas.
33 La política del presidente Prado, entre 1956 y 1962, sigue la misma línea. El discurso del
arquitecto Belaunde, Presidente del 63 al 68, evoca los Andes, pero para ponderar los
méritos de autogestión de sus habitantes: “el pueblo lo hizo”. Se dan algunos
“empujoncitos” para ayudar a la construcción de pistas, escuelas, es la “cooperación
popular”, pero se hacen gastos públicos de inversiones sin sentido en la selva, con la
inconclusa construcción de una carretera al pie de los Andes: la “marginal de la selva”,
97
incluso, parte de sus tareas como promotor del desarrollo están garantizadas por los
ONG, cuyas acciones localizadas siguen siendo homeopáticas.
38 En Bolivia, oficialmente, el país más pobre del continente, la situación es bastante
diferente. La capital política es andina. La reforma agraria, entre 1954 y 1964, se
evidencia por la eliminación progresiva de las haciendas y por un encuadramiento de
los campos por sindicatos agrarios. Pero con algunos desplazamientos, las formas de
pobreza se mantienen como desigualdades entre los más pobres y los que lo son menos.
La nacionalización de las minas confirma el poder de los sindicatos, en especial el de la
COB, pero no se ha emprendido la indispensable modernización del sector minero, la
productividad disminuye, los déficits se acumulan en los balances. Por el contrario, las
llanuras son siempre el campo de la “libre empresa”, las explotaciones de ganado se
extienden, así como también las plantaciones de caña de azúcar. La acumulación de los
capitales se hace entre unos cuantos y la producción de la cocaína se vuelve el factor
principal. En la época de García Meza, la articulación de los intereses entre los militares
en el poder y las mafias no permite decir que la producción de la droga se desarrolle
con la oposición del Estado: lo hace infiltrando y pudriendo sus débiles aparatos.
39 El retorno de los civiles con Paz Estensoro, cargado de símbolos, uno de los hombres de
la revolución de 1953-1954, que se torna, a partir de 1985, en el hombre del retorno a
los “grandes equilibrios”y que utiliza los medios del liberalismo. El desequilibrio se
evidencia por la constatación de la descomposición del sector minero estatal y el fin del
poder sindical. A los Andes campesinos, estancados y miserables, tan sensibles a las
sequías como a las heladas, se oponen los valles cálidos y las planicies del piemonte. Es
ahí donde se explota la coca, se busca oro, se pueden realizar fructuosos contrabandos
con el Brasil y la Argentina, se puede extraer petróleo y gas, vendidos en parte a los
países vecinos: es ahí donde se encuentra todavía empleo, claro que de manera precaria
y a menudo al precio de la enfermedad. No se pasa impunemente de los altiplanos fríos
y relativamente sanos a las tierras cálidas afectadas por la enfermedad de Chagas, la uta
(Ieishmaniasis), la fiebre amarilla, el paludismo. Estas enfermedades no impiden, sin
embargo, la prosecución de las corrientes migratorias, y la instalación en la parte baja;
es fácil la solución recomendada por las autoridades. Es conveniente deshacerse de lo
que parece ser un sobrante de población en los Andes. Ahí también las acciones locales
de desarrollo corren a cargo de los ONG, de programas multinacionales (PNUD, CEE) y
muestran bien el abandono, de parte de un Estado frágil y sin recursos, de sus
responsabilidades frente a poblaciones andinas que siguen siendo mayoritarias en el
país.
vierte sobre la ciudad y en los piemontes. Pero son mucho más los flujos migratorios
campo-ciudad en el interior de los Andes, que flujos de arriba hacia abajo. Finalmente,
las regiones del café han sido afectadas por la “violencia” de los años 50 y durante estas
dos últimas décadas, el paso de los cafetales a la sombra a la variedad “caturra” no se
hizo sin dolor para numerosos explotadores que se han vuelto obreros agrícolas en sus
antiguas tierras o han emigrado a la ciudad. Estas situaciones de tensión y miseria
dependen más de problemas inherentes a la sociedad colombiana que de una
localización andina.
45 Al contrario que en el Perú o en el Ecuador, en Colombia no hay o hay apenas discurso
“andino” y oposición, mencionada sin cesar, entre un espacio y una sociedad andina y
un espacio y una sociedad de la costa, aunque esta dicotomía es discutible en sí, en vista
de las complementariedades y de los intercambios que se establecen entre estos dos
conjuntos geográficos.
Bolivia
47 En Bolivia, una capital en altitud, entre los 4,100 y 3,300 m.s.n.m., instalada en un ancho
valle horadado en el curso del Cuaternario, al abrigo de las frías ventiscas del Altiplano,
se encuentra en situación de callejón sin salida hacia abajo. Un millón de habitantes se
adhiere a las vertientes o desborda en el Altiplano, en el Alto. Para salir de ahí hay que
pasar por la altura; un paso y una carretera acrobática permiten el acceso a las
“yungas” y al piemonte del Beni, donde se explota oro y se produce algo de coca. Este
piemonte permite el acceso a las anchas llanuras cálidas donde alternan sabanas
ocupadas por grandes propiedades ganaderas, algunas de las cuales no son sino una
“pantalla” de los “barones de la cocaína”, y bosques frecuentados por algunos indios
cazadores o desbrozados por los colonos venidos de los Andes.
48 Del Alto divergen dos carreteras, una permite el acceso al lago Titicaca, cuyas orillas
están siempre muy densamente pobladas y proporcionan migrantes a La Paz y colonos
a las regiones cálidas. A principios de agosto todos se reúnen en Copacabana para
festejar a la Virgen. La frontera con el Perú segmenta la masa campesina. La otra ruta
es el mayor eje del país, une La Paz con Santa Cruz en el piemonte, vía Cochabamba, al
centro de una cuenca densamente poblada.
49 Es así que en Bolivia hay una franja que, desde Santa Cruz al lago Titicaca, toma de
manera oblicua una parte de los Andes y del piemonte, con La Paz al nor-oeste, en
posición media Cochabamba, y al sur-este Santa Cruz cuyo peso no cesa de crecer. Pero
es un alineamiento de regiones que pesan, unas por su población, otras por su tráfico,
sin formar por ello un conjunto coherente y bien articulado. Un poco más alejado, al
sur-este de Oruro, el distrito minero, antaño productor de estaño, que agoniza con el
cierre de la mayor parte de las minas y el éxodo de sus trabajadores. Más al sur, Potosí,
101
heredera de las riquezas pasadas que aún se ven en sus monumentos e iglesias de la
época colonial y Sucre, la capital ficticia, soñando con sus recuerdos. La región minera,
productora de riquezas para el mundo, ya no es ni su sombra, con sus ruinas, elementos
de una arqueología minera. Es probable que una vez borradas las secuelas de la antigua
explotación, vuelvan a comenzar las producciones en emplazamientos modernizados,
capaces de rivalizar con los mejores yacimientos del mundo... pero todavía es sólo una
hipótesis.
50 La realidad actual es el dinamismo económico brutal de los empresarios de Santa Cruz;
la ciudad pesa en el equilibrio boliviano, por el dinero de los nuevos ricos cuya fortuna
está basada en grandes propiedades ganaderas o de caña de azúcar, el tráfico de coca,
producida en parle en el Chaparé vecino y el contrabando con el Brasil, para el que
Santa Cruz es el punto de partida para el control económico de las tierras bajas. Aquí se
encuentra el centro de gravedad del capitalismo salvaje, nacido de todos los tráficos, y
de donde, a veces, se delega dirigentes a La Paz, para gobernar el país. En el piemonte se
agrega también la extracción de petróleo y gas cuyas desembocaduras naturales se
encuentran en los países de La Plata. Progresivamente, estas mesetas vuelven la espalda
a los Andes y se incorporan en el espacio de los países del Atlántico
51 En el extremo sur del país, Tarija está unida a la provincia andina de Jujuy en
Argentina... Es el encuentro de dos periferias de los estados, que en el pasado colonial
fueron las etapas obligadas entre Potosí y el país de La Plata.
52 Al oeste, las líneas del ferrocarril y las carreteras que atraviesan desiertos de altura
para unir el Altiplano y La Paz con Chile. Se puede admirar el esplendor de los paisajes,
de los inmensos salares blancos a los altos y oscuros volcanes así como las estepas de
tolas y yaretas barridas por el viento.
Perú
Ecuador
Colombia
NOTAS FINALES
1. Los límites sólo tienen un valor indicativo. El esquema trata de hacer resaltar en cada país, los
espacios económica y humanamente de peso (cuadrilátero central en Colombia, triángulo
principal en Ecuador, cuadrilátero central en Solivia, costa y área de influencia principal de Lima
en el Perú). En contraparie señala los sectores de periferia rural pobre. Se mencionan también
algunas producciones significativas: café en Colombia, petróeo en Ecuador, coca en el Perú y
Bolivia. Finalmente, las áreas de mayor inseguridad, figuran las guerrillas. Pero como éstas son
cambiantes no hay que ajustarse a las localizaciones que figuran en los esquemas.
Estos esquemas que presentan sólo una visión muy simplificada de los países, valorizan: el peso
de las ciudades y su rol en la organización de los espacios; el rol de algunas producciones, en
particular en las exportaciones; el hecho que los Estados no controlan completamente sus
territorios: producciones ilícitas, contrabandos, grupos armados.
107
La violencia en la historia
1 Que los Andes hayan sido lugares de violencia en el transcurso de los siglos no tiene
nada de sorprendente; es ahí donde se encontraban los hombres o por lo menos la
mayoría de ellos, es ahí donde estallaban los conflictos y se resolvían después de
batallas y represiones. Guerras de la Conquista, donde en cada campo se encontraban
indios y hasta españoles a veces; rebeliones “indias” del fin del siglo XVIII, de Túpac
Amaru en la región del Cusco a Túpac Katari en el altiplano boliviano, provocados por
las prevaricaciones y los abusos de las administraciones locales, insurrecciones que se
erigían más contra la administración colonial que contra la Corona. Si estallaban en los
Andes es porque era ahí donde se había impuesto el tributo, donde los conflictos por la
tierra eran más violentos y porque los desafíos humanos y económicos eran mayores en
ese entonces. Pudo haberse irradiado hacia la selva, como el movimiento “milenarista”
de Santos Ata-hualpa que se desarrolla donde los indios del piemonte amazónico, pero
son escasos. Entonces hay que hacer la distinción entre conflictos y motines, suscitados
por los abusos locales, los movimientos milenaristas andinos, resurgencias de una
cierta visión del mundo y tensiones vinculadas a conflictos raciales, en una sociedad
dividida en castas, cuyo mantenimiento estaba garantizado durante la época colonial
por la Corona.
2 La mayoría de los grandes hechos de las guerras de Independencia tuvieron lugar en los
Andes: Bolívar en el puente de Boyacá, cerca a Santa Fe de Bogotá, cargas de la
caballería en Junín y la batalla de Ayacucho que pone fin a la presencia española en las
regiones andinas.
La violencia y la política
10 Los conflictos han sido frecuentes en Colombia desde los Mil Días; huelgas duramente
reprimidas en las plantaciones de la United Fruit, enclave extranjero en el territorio
colombiano del bajo Magdalena en 1928; una parte de los obreros agrícolas se refugian
en la Sierra Nevada que está muy cerca para evitar la represión y se asentarán ahí.
Huelgas de ferrocarrileros, de estibadores en los puertos y en los transportes,
movimientos violentos en las regiones del café en Santander y en Tolima, donde una
insurrección armada es conducida en 1929 por elementos extremistas del PSR (Partido
Socialista Revolucionario). En Viota, se juntan pequeños colonos que se enfrentan a las
haciendas cafetaleras en parte explotadas en aparcería de las plantaciones; las acciones
de los colonos son coordinadas por los militantes socialistas revolucionarios y
comunistas, que actúan dentro del marco de los sindicatos agrarios. Como lo anota la
Federación de Cultivadores de Café en 1919, “a todas las dificultades de la producción y
comercialización del café se agrega esta plaga absolutamente artificial y maligna: la de
bolcheviquismo criollo, presente con sus rasgos de naturaleza destructora en ciertas
regiones del país” (Pécaut 1987).
11 La violencia que sacude Colombia a la mitad el siglo XX tiene sólidos antecedentes,
además es debida, en parte, a la acumulación de conflictos de las décadas precedentes.
Empieza antes del “bogotazo” que sigue al asesinato del líder liberal Gaitán, el 9 de abril
de 1948. Desde 1947, hay 1,400 muertos en Santander y Boyacá, es decir en el norte de la
cordillera oriental, entre cuarenta y cincuenta mil muertos en 1948; unas veinte mil
víctimas en 1949, elevándose la cifra en 50,000 muertos, alcanzada en 1950. En seis
años, del 48 al 53, se cuentan alrededor de 150,000 muertos, es decir el 1% de la
población colombiana que es en ese momento de 15 millones. Los departamentos más
afectados son los de Antiguo Caldas, Tolima, Antioquía y Santander y si los llanos son
afectados lo son primeramente en las regiones del café, densamente pobladas y en
donde se cuenta la mayor parte de muertos. Por todas partes ocurre el enfrentamiento
entre los liberales y los conservadores, batallas entre pueblos, en el interior de los
mismos, ajuste de cuentas entre los clanes y entre familias. A esto se mezclan acciones
militares y policiales, vendettas, bandolerismo, venganzas personales, fanatismo
religioso. Las grandes ciudades quedan separadas; el más involucrado es el mundo
rural. El resultado es la migración hacia las ciudades más seguras, pero también
numerosos desplazamientos de campesinos que huyen hacia lugares menos expuestos:
al interior del mismo piso ecológico unos, hacia las llanuras otros; hay entonces una
serie de “largas marchas” a través de Colombia. Varias centenas de miles de campesinos
son involucrados por estas transferencias de población.
12 Al mismo tiempo, como al principio del año 50 — un período de altos precios de las
materias primas, por la guerra de Corea y el desarrollo económico de Europa ligado a
las reconstrucciones posteriores a la guerra —, el crecimiento económico en Colombia
es importante; pero este crecimiento se debe a la preponderancia urbana, que comienza
a afirmarse, la de ciudades indemnes al torbellino de la violencia o mejor dicho de las
violencias, ya que son tantos y tan diversos sus actores, sus causas, sus lugares. A pesar
de los conflictos, las superficies dedicadas al café no cesan de crecer (cerca de 6% al año
entre 1950 y 1954), a consecuencia de los altos precios mundiales; y en las regiones
bajas hay progreso en el algodón y en la ganadería bovina.
111
13 Curiosa guerra civil, en una fase de crecimiento de la economía, con un poder político
civil que continúa ejerciendo sus funciones hasta la llegada del general Rojas Pinilla,
acogido con alivio por la clase dirigente. Si el Estado colombiano de entonces no logra
ya ejercer sus funciones de mantener el orden y garantizar la seguridad de sus
ciudadanos dentro del territorio nacional, si el Estado está en crisis y su autoridad
duramente criticada, no es por ello cuestionado en su esencia. Las élites, el poder de los
gremios, es decir, de las organizaciones patronales, se avienen a su flaqueza, pero no
cuestionan su existencia. Los liberales acusan a los conservadores de haber implantado
una dictadura y los conservadores acusan a los liberales de servir de lecho al
comunismo, y parten en cruzada para “defender los principios tutelares de la
nacionalidad y los valores de la civilización cristiana” amenazados por el comunismo. Si
las fuerzas marxistas y comunistas están presentes en el terreno, si a veces organizan
columnas de campesinos que huyen de las represiones, parece que no están en el origen
de los problemas de la violencia, aunque, en una perspectiva a largo plazo, no sacan
experiencias ni prácticas.
Frágiles implantaciones a merced de una reacción más vigorosa de las fuerzas del
orden, siempre cuestionadas y móviles. Aparecen otros en los llanos, en la selva y en las
regiones vecinas de la costa del Caribe. Los grupos se dividen por tendencia, los FARC
(Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas), repartidos en una treintena de
frentes, el M19, y otros más. Estos grupos, de geometría variable, negocian con el
gobierno al que combaten. Treguas, negociadas suceden a las incursiones, emboscadas
o represiones. Algunos se implantan en las regiones productoras de coca para percibir
con más facilidad el impuesto revolucionario, para enmarcar, es decir proteger a las
poblaciones contra las mafias con las que se negocia la venta de la “pasta” (cocaína). Así
es en el Caquetá. En esos complejos partidos en los que el juego es entre varios, las
alianzas se hacen por o contra las mafias, entre grupos revolucionarios, algunos de los
cuales aceptan durante un tiempo la negociación con los enviados del gobierno,
mientras que los otros la rechazan; las fuerzas paramilitares, apoyadas por elementos
policiales, las mafias o los propietarios de tierras, amenazados por los revolucionarios,
realizan expediciones punitivas contra los representantes de la izquierda oficial,
asesinan o torturan a los que serían susceptibles de servir dentro de un marco
revolucionario. En la ciudad crece la inseguridad ante el aumento de las agresiones,
raptos y atentados. Pero, en este ambiente de inseguridad general, desaparece la
distinción entre los Andes y la llanura; los grupos intervienen tanto en las montañas
como en las regiones bajas, alrededor del golfo de Uraba, en las selvas del este así como
en la cordillera central. Como durante los años terribles de la violencia, la actividad
económica nacional no se encuentra afectada muy profundamente; el Estado
colombiano, durante su historia, se coloca más que como Estado fuerte (centralizado
que controla territorios y poblaciones), como un ente regulador, uno más entre otros,
que negocia permanentemente entre las diferentes partes, ajustando éstas gran parte
de sus estrategias, fuera de las intervenciones estatales. De ahí viene la capacidad de
resistencia a los choques, bastante excepcional, de la economía, aun en períodos de
disturbios y de desaparición del Estado. Este no es el caso en el Perú.
16 En el Perú, la tradición centralista del Estado es una permanencia que atraviesa
regímenes y situaciones, aunque de vez en cuando se manifiesten veleidades de
descentralización y de re-gionalización. De ahí le viene a Lima su rol de lugar de poder.
Lo que no impide el cuestionamiento de Lima y su sociedad dirigente. Como casi
siempre, es un fenómeno complejo en el que la andinización y, detrás ella, la
indianización está más o menos presente. Después de la constatación hecha por Manuel
Vicente Villarán en 1907 que dice que las tierras de los aborígenes no han sido
totalmente usurpadas por los ricos hacendados, y gracias a la presión comunista,
Valcárcel anuncia en 1924 en su libro Tempestad en los Andes la venida de un Lenin para
levantar a las masas indias; poco tiempo después, Mariátegui magnifica la “comunidad
indígena” en los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana. El indio, escarnecido,
aparece como el proletario del que puede llegar la salvación luego del ciclón
revolucionario. Ideología desarrollada por los representantes, universitarios con
frecuencia, de la pequeña burguesía mestiza, que odia a la oligarquía y a sus apoderados
en el aparato gubernamental. Se trata de una transposición a los Andes de la ideología
de la revolución que acababa de triunfar en Rusia.
17 Es también una afirmación de querer vivir en los Andes contra la costa que polariza,
hacia la que se emigra perdiendo todas sus raíces. El tema es recurrente, aun cuando las
poblaciones andinas se tornan cada vez más minoritarias en el país. Cincuenta años
después de la profecía de Valcárcel, en Ayacucho, donde el renacimiento de la
113
ejercen sobre un fondo de crisis generalizada de la sociedad, del país y de los Andes. Por
lo menos en la ciudad, no existen propuestas de empleo para los jóvenes escolarizados,
por la saturación de las actividades formales y hasta de las informales; una agricultura
que, con raras excepciones, no ha sido lo suficientemente modernizada para abastecer a
los mercados urbanos y a las industrias agro-alimentarias, con un precio de los
productos poco competitivo para luchar contra los proporcionados, a veces a precio de
remate, por los países industrializados, y tratados por las firmas agro-alimentarias
multinacionales, una agricultura local que tampoco tiene redes de comercialización
eficaces, es por lo tanto, una agricultura a la deriva.
precisó de varias décadas después del choque de la Conquista —; sin embargo, este
campesinado se transformaba más o menos rápido: el campesinado, largamente
conformado durante la Colonia, era, a pesar de algunas permanencias, diferente del
campesinado precolombino, compuesto por elementos reproducibles, y que guardaba la
misma finalidad: asegurar una gran parte de su subsistencia, proporcionar al exterior
trabajo o productos en cantidades más o menos importantes.
24 Ahora que el campesinado tiende a desaparecer, ¿cómo ocupar los Andes, por lo menos
los tropicales, aun suponiendo que regrese el orden y la seguridad? La pregunta puede
parecer extraña cuando se ve todavía a los campesinos trabajar sus chacras juntos,
reunirse en gran número en ocasión de las fiestas y que los campesinos son,
globalmente, más numerosos de lo que jamás fueron en los Andes, como se ha señalado
en varias ocasiones durante esta obra. Pero estos campesinos, ¿no están afectados,
hasta en las mismas modalidades de su existencia, cuando dos tercios de la población
está en la ciudad y que el progreso y la productividad son muy lentos para permitir a
los agricultores alimentar a bajos costos a los urbanos?, o, ¿cuando todo se envejece a
causa de la partida de los jóvenes?; parece ser que estamos en la cima de la curva y que
debemos considerar su declinación.
25 En los Andes, la inseguridad ha reinado con frecuencia... como en otros lugares del
mundo. Basta con imaginar el interior del Africa asolada por las razzias de esclavos
durante siglos. La violencia ha estado siempre presente, aquí como en otros sitios y a
menudo con diferentes formas; violencia de la guerra, violencia del dominio
institucionalizado, violencia de la venganza. Lo que es nuevo en el Perú, de fines de los
años 80, es que se produce porque el Estado es incapaz de garantizar en cada uno de sus
campos, de sus atribuciones, sus funciones de soberanía. Es una crisis generalizada de la
soberanía estatal que engendra el “caos limitado” que se esboza en el Perú: crisis de
regulaciones entre los elementos del sistema pero crisis también de los elementos, así
como del campesinado andino.
116
Conclusion
Imágenes y perspectivas
1 La belleza de los Andes encierra muchos dramas, pero no únicamente eso. La estación
seca, la luminosidad del cielo, la transparencia de la atmósfera permiten ver en la
lejanía de las punas: colinas arregladas en andenes, de tonos cobrizos, de rojos suelos, el
azul profundo del lago Titicaca, con la verde orilla de los totorales y, más lejos,
destacándose claramente, las cimas nevadas de la cordillera occidental. Este es un
paisaje familiar para los que frecuentan el altiplano. También es un paisaje vivo, con
vacas que pacen al borde del lago, con mujeres de múltiples faldas rompiendo terrones
que los hombres roturan con la taklla. Se tiene la impresión de un tiempo inmóvil. A
unos cuantos kilómetros de ahí, en la ladera oriental de la cordillera, las brumas se
transforman en hilachas al subir las vertientes, que forman un anfiteatro al fondo del
cual el poblado de Ambana parece suspendido por encima de las quebradas; techos de
tejas, de paja a veces, pero con mayor frecuencia de calamina. Uno o dos caminantes
atravesando la plaza del pueblo. Más arriba de éste, los campos amarillos del maíz que
acaba de ser cosechado, el verde intenso de los cuadrados de alfalfales y por encima de
Ambana, algunos campesinos preparan la oscura tierra para los próximos sembríos de
papa. Ahí también todo está tranquilo, los ruidos de los animales se oyen con claridad.
Y, sin embargo, las tensiones en la sociedad son fuertes, es una sociedad que se
desmorona desde mediados del siglo; los vecinos más sagaces, miembros de las familias
blancas y mestizas, emigraron a La Paz; los campesinos sobreviven gracias al dinero
ganado en las yungas, o a las migajas de las ganancias que rodean la coca. Al
desplazarse de Ambana al lago Titicaca, se atraviesa una mina abandonada, la mina
Matilde, cerrada desde 1987, ahí también el desempleo es una cruda realidad,
fuertemente sentida.
2 Las cobrizas ondulaciones de la pampa Cangallo, no lejos de Ayacucho, conservan su
sobria y austera belleza. En las proximidades, se encuentran las ruinas incaicas de
Vilcashuamán, que Wiener dibujó en su viaje andino del siglo XIX. A éstas se agregan
otras ruinas en la vecindad, más frágiles y recientes: casas de adobe despanzurradas, la
escuela incendiada; los caballos y sus caballeros “los morochucos” no recorren ya las
punas; el ciclo “terrorismo y represión” ha sido de un vigor singular en esta región, en
117
la que Sendero Luminoso se implantó en sus inicios. Más al norte, se divisan los
camiones cargados de minerales, así como los de frutas y legumbres, los ómnibus
repletos de pasajeros flanquean el paso de Ticlio, donde las nieves caídas recientemente
se funden en lodo. Mucho más abajo, Lima, a más de un centenar de kilómetros,
continúa animando, a pesar de la crisis, el tráfico trasandino.
3 Al norte del Ecuador, la montaña es muy verde, nublada con frecuencia. El avión, que se
posará en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, sobrevuela el aún boscoso escarpamiento
que limita la sabana al oeste, vuela a baja altura por encima de las haciendas ganaderas,
de los cuidados y bien drenados prados, antes de aterrizar. A veces da una vuelta,
sobrevuela de cerca los barrios que, de manera progresiva, se extienden sobre la
planicie; casas bajas de las urbanizaciones, edificios de las administraciones, talleres de
las empresas a lo largo de las carreteras rápidas y en contacto con la montaña, la ciudad
que se estira sobre más de una treintena de kilómetros. Norte a sur: la gran
aglomeración se ha vuelto, igualmente, una importante realidad andina,
principalmente en Colombia.
4 Imágenes entre muchas otras. Ellas sugieren varias interrogantes. Estas poblaciones
campesinas de las orillas del Titicaca, más numerosas que nunca, son en sí
supervivencias que portan los gérmenes de su desaparición, o, al contrario, son las
bases del renacimiento de una agricultura diversificada, económica en insumos y capaz
de vender en el mercado urbano de La Paz. Bogotá pasó, en una treintena de años, de
poco más de un millón de habitantes a cinco o seis. Ni el espacio, ni el agua, ni la
energía, hicieron falta. La ciudad se desarrolló sin que los barrios marginales tomasen
un lugar exagerado. A pesar de las molestias, la circulación se hace, por ahora, en la
superficie. Probablemente, lo más notable de la historia reciente es que esta
urbanización acelerada se haya hecho sin crisis profunda. Por cierto que la miseria está
casi en todas partes presente, y principalmente entre esos niños, esas chiquillas, de
quienes la televisión mundial ha mostrado su aptitud para la supervivencia. Pero,
también, la inseguridad se ha generalizado en la ciudad.
5 Es claro que las imágenes de las grandes ciudades andinas y sus estereotipos se
encuentran en otros lugares del Tercer Mundo, en los que la urbanización se desarrolla
dentro de un contexto general de pobreza, de crecimiento demográfico y de debilidad
de los encuadramientos administrativo, financiero y social ejercido por las autoridades
municipales y el Estado. Asimismo, con colores y olores diferentes, la miseria de las
poblaciones andinas e indias del altiplano se asemeja a la de los habitantes del Sertao,
en Brasil, bamboleadas entre la emigración y la presión ejercida por los grandes
terratenientes. La inseguridad, que prolifera, casi por todas partes en el mundo de fines
del siglo XX, no es una exclusividad andina; los Andes, felizmente para ellos, no han
conocido las tristes vicisitudes de las poblaciones de Afganistán en la década de los años
80 ni las de los habitantes del sur de Sudán en el mismo período. Finalmente, la
debilidad esporádica de los Estados, se encuentra esta vez, de manera permanente, en
numerosos Estados de Africa, los que por cierto no han obtenido su independencia sino
desde hace unas pocas décadas.
6 Esta competencia, entre los más desgraciados, es tal vez siniestra y vana, ya que, en la
clasificación bastante formal y basada en los datos económicos combinados y no
siempre muy confiables, las estadísticas del Banco Mundial colocan a los países andinos
en la “franja inferior de los países con ingresos intermedios”, es decir, aquellos en los
que el PBN por habitante está comprendido entre 500 y 1,000 dólares US por año...
118
Todavía existen unos cincuenta países, poblados por 2,8 millares de millones de
hombres que viven en los Estados en los que el PBN per cápita es inferior al de Bolivia,
el más pobre de los Estados andinos.
7 Sin embargo, me parece más interesante regresar sobre aspectos ya mencionados en
este libro. En Colombia, los Andes han estado plenamente incorporados dentro del
espacio nacional, en el “cuadrilátero pesado”, centro de Colombia, que anima la
economía del país y engloba a las ciudades de Bogotá, Cali y Medellín. Este
“cuadrilátero” es andino en lo esencial. Las periferias son andinas indiferentemente
(sur de los Andes), litorales (costa del Pacífico), o mesetas del bajo Magdalena, más
arriba de la desembocadura del río. Y por esta incorporación de los Andes, aun
planteando problemas a las comunicaciones terrestres, la rugosidad de los relieves ha
sido reducida. Sin embargo, aunque bastante reales, los Andes son ignorados o tomados
en cuenta muy poco, en la imaginación de los colombianos. Por el contrario, en el Perú,
los Andes, los andinos, son a la vez glorificados en la historia y desvalorizados en el
presente. Lo andino es celebrado por los historiadores, etnólogos y novelistas, pero en
la costa se desprecia al serrano diciendo que es un patán y que al bajar de su sierra
contribuye al poblamiento de los suburbios autoconstruidos, de aquellas barriadas,
haciendo de ellos lugares de peligro potencial. En la imaginación criolla, estas
poblaciones serían “clases peligrosas”, casi como lo fueran en Europa las poblaciones
obreras del siglo XIX para la burguesía dominante. Luego, las relaciones “sociedades/
medios” son siempre mediatizadas por las creencias, las ideologías, las visiones que las
poblaciones tienen de su medio ambiente, al que llenan de defectos y cualidades. En
Colombia, la urbanización, que fue hecha a partir de los Andes, ha contribuido a borrar
las montañas de la imaginación. Los Andes en el Perú son ese pasado que se glorifica, un
presente del que se recela, un desarrollo en que desde hace varias generaciones los
responsables del país ya no creen, salvo en el basado en la extracción de materias
primas o la utilización del agua (muy escasa en la costa), importantes aportes para la
economía peruana de los que casi no aprovechan sus lugares de origen. Pero aquí, la
ciudad que decide, Lima, se encuentra en la costa. Esto es lo irónico de la historia, el
semillero de las ciudades en la América colonial, a fines del siglo XVI y principios del
XVII, da ahora todos sus frutos a fines del siglo XX.
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NOTAS FINALES
1. Estos pocos títulos no constituyen una bibliografía exhaustiva. Son simplemente representativos de
trabajos mucho más numerosos que tratan sobre los temas abordados en este libro. Las colecciones
publicadas, principalmente en el Perú por el IEP, DESCO, el Centro Bartolomé de las Casas, el Instituto
Francés de Estudios Andinos, sirven de referencia para cualquier investigación en los Andes tropicales.