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EL CONEJITO VALIENTE

Había una vez un conejito que quería conocer el mundo. El conejito


quería ver qué había más allá del bosque y conocer animales nuevos.
Pero el conejito tenía miedo, y no se atrevía a salir solo de su
madriguera.

Un día, el conejito recibió una carta. Su amigo el ratón había caído en


una trampa. En la carta, el ratón le pedía al conejito que le llevara un
saco con mil nueces para salvarlo.

El conejito se dio prisa. Tenía que rescatar a su amigo. La carta decía que solo tenía un día para entregar el
saco con mil nueces y que debía hacerlo yendo solo a un sitio mucho más allá del bosque. No había tiempo
que perder. El conejito pidió ayuda a sus amigos para meter las mil nueces en el saco.

¿Quién pediría tantas nueces como rescate? -pensó el conejito.

Y con esa pregunta en la cabeza, se preparó para iniciar el largo camino.


- ¡Conejito, conejito! ¿No tienes miedo? -le preguntó su amigo el ciervo.
- Pues… la verdad es que un poco sí... -dijo el conejito-. Pero tengo que ir a por salvar a mi amigo.
- Pero el miedo pesa mucho, y no te va a dejar ir muy lejos -dijo el ciervo.
- ¿Y qué puedo hacer? -preguntó el conejito.
- Cuando algo pesa y no te deja avanzar, lo mejor es dejarlo y seguir -dijo el ciervo.
- No lo entiendo... -dijo el conejito.
- Imagina que tienes una gran piedra encima de la cabeza que no te deja caminar, ¿qué harías? -preguntó el
ciervo.
- ¡Quitármela de encima! -contestó feliz el conejito.
- Pues ahora imagina que el miedo es una piedra -dijo el ciervo-. Ahora, coge esta bolsa con piedrecitas y cada
vez que sientas que el miedo no te deja seguir, coge una y tírala. Ya verás cómo se va el miedo.

El conejito se fue muy contento con su saco de nueces, su bolsa de piedras y sus ganas de salvar a su amigo.

Pero nada más salir, una serpiente se cruzó en su camino, y le dijo:


- Conejito, conejito, ¿tú no tenías miedo a salir del bosque?
- Sí, pero mi amigo me necesita -respondió el conejito-. Déjame pasar, por favor, que tengo prisa.
- ¡Y yo tengo hambre! -dijo la serpiente, abriendo su gran boca.

El conejito sintió mucho miedo. No quería ser la cena de nadie, así que cogió una piedra de la bolsa y la tiró
contra la serpiente para que se fuera el miedo y se espantara la serpiente. Y eso fue lo que sucedió.

Un poco más adelante, el conejito se encontró con un lobo. Y el lobo le dijo:


- ¿No sabes que los conejitos no deberían salir solos del bosque?
- Voy a salvar a mi amigo -respondió el conejito-. Déjame pasar, por favor, que tengo prisa.
- ¡Y yo tengo hambre! -dijo el lobo, lanzándose sobre el conejo.

Pero el conejo, rápidamente, sacó una piedra y se la tiró al lobo. Y cuando el miedo y el lobo se fueron con la
piedra, el conejito siguió por su camino.

Por fin, conejito llegó al lugar donde estaba su amigo el ratón. Y, junto a él, una pandilla de ardillas.
- Aquí tenéis vuestras nueces ardillas tramposas -dijo el conejito-. Pero primero, quiero a mi amigo.

De camino a casa el ratón le dio las gracias al conejito y éste le contó cómo había superado todos sus miedos
gracias a las piedras mágicas que le regaló el ciervo.

- Estás equivocado conejito, no fueron las piedras quienes te ayudaron a vencer tus miedos, sino tu valentía.
Pues con ella has sido capaz de jugarte la vida viniendo a rescatarme y por ello te estaré siempre agradecido.

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