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ROMANCERO DE ROMANCES VULGARES (4) Romances de prodigios y casos raros Los hombres y las mujeres estan sujetos a pasiones violen- tas. Lo mismo los plebeyos que los nobles, los grandes que los chicos. Suelen ser santos los que llevan siempre vida ejem- plar o los que se arrepienten y viven luego en otra vida de apasionamiento también: pero dedicada al amor de Dios, a la devocién a la Virgen. Premios y castigos se reparten en fun- cién del comportamiento y el pobre ciego predica por calles y plazas la sumisi6n, la obediencia a los padres como princi- pio basico de la Moral. Las asechanzas del Demonio son con- tinuas. Algunos hombres humildes y obedientes han sido uti- lizados —segiin dicta la experiencia— para comunicar a sus coterrneos los horrores del infierno de modo directo, por- que por permisi6n divina lo han visto en vida. Asi le ocurrié al pobre criado gallego “Juan de Navalla”', émulo de Virgi- lio, Dante y de otros ilustres personajes. Esta clase de avisos se une a otros, colectivos, espantosos. Desde la Antigiiedad pagana se ha considerado que cuando en la superficie de la tierra o en los cielos, se dan fenémenos extraordinarios, tales como el nacimiento de monstruos, aparicién de cometas, ete., esto indica que van a ocurrir cosas extraordinarias también a los hombres. Como es sabido, entre los “romances vulga- res” abundan los que describen semejantes casos, dandoles, con frecuencia, un sentido religioso, como signos de la célera celeste. Parco fue Duran en la “seccién de romances vulgares, que tratan de casos y fenémenos raros y maravillosos”, porque 173 slo transcribié el de “La arpia americana”, “Los cinco hijos de un parto” y el “Caso raro y milagroso de una mujer que parié trescientos setenta hijos de un parto”’. Son curiosos en verdad. El iltimo de los tres, muy antiguo, lo sacé de una coleccién de Timoneda. El caso se debe a una maldicién de cierta pobre ofendida por una princesa, que en castigo a su soberbia hubo de parir tantos hijos como dias tiene el afio. El de “Los cinco hijos...” indica cémo este parto exce- sivo asust6 a la gente, porque ademas cada nifio traia una sefial. Los sabios de la época se dedicaron a estudiar el caso. No hallaron razén a las sefiales. Si sentaron que los partos multiples podian ser naturales... Y a base de buenos autores: “Porque en este mundo ha habido, segin cuenta Alberto Magno, Andreas el Evorense, Glesiardino, Guerra y cuantos autores clasicos trae El Ente Dilucidado, como Plinio y Nieremberg refieren en un tratado de una mujer que parié de una vez un solo parto, diferentes criaturas...”’ La referencia al “monstruoso parto” podemos decir con propiedad, del padre Antonio Fuentelapefia, o sea E/ Ente di- lucidado,‘ nos indica que este romance debe ser de fines del XVII 0 comienzos del XVIII, pero corresponde al gusto por la “historia natural” fantastica, que, arrancado, en de cto, de Pli- nio y algunos otros escritores latinos y aun griegos, llega con. cierta pujanza hasta la época del Padre Feijoo. Nieremberg fue en generacién anterior a la del autor de El Ente escritor de credulidad suma, como lo refleja su Curiosa y oculta Filo- sofia’. El gran salto atras se da con la cita a Alberto Magno: porque el Evorense o Andrés Rodriguez es escritor del siglo XvI.° Pero para el caso es lo mismo. Todo esto es “vulgar” 174 cuando se escribié el romance y hubiera sido “erudito” cien afios atras. La historia de la harpia americana “animal feroz y anfibio, © que vive en agua y tierra, que fue cogido en las costas del Pera, en una laguna llamada Orfaga, en este presente afio”,’ pertenece a la historia natural, pero no a la que arranca de Buffon o Linneo, sino también a la de Plinio, o aun, mejor a la del Padre Nieremberg o el autor del Ente... ya citados. Otro tanto se puede decir de la relacién que lleva este titulo: “Romance nuevo, en que se expone al pablico un Monstruo de naturaleza triforme, que aparecis el diez y seis de Noviem- bre del afio pasaso de mil setecientos ochenta y ocho en un bosque, llamado el Monte Dorés: a, catorce millas de la San- ta Ciudad de Jerusalén, y los estragos que hizo en los Turcos, y toda clase de ganados, hasta su fin. Su Autor Don Manuel Sancha de Belasco, natural y vecino de la Villa de Hinojosa del Duque”.* Don Manuel Sancha era un ingenio moralizador, con no- ciones también muy medievales acerca de la vida en la super- ficie de la Tierra y sobre la naturaleza de las criaturas de Dios: “monstrandonos en lo minimo y en lo maximo su inmensa Potencia, y Sabiduria, Jo que obré su Omnipotencia en el Piomeo. v Givante en el Musculo, y Ballena, en la Hormiga, y Elefante, en el Lyron, y Gran-Bestia, en la Mosca, y la Estinfalida, en el Marsopla, y Lamprea Zerastes, Lobos, Dipsades Minotauros, y Ginetas, y otros horrorosos monstruos, que asombran campos y selvas, Satyros, Jannos (sic), Silvanos y Salvages, que presencia tienen de cintura arriba 175 de hombres, y lo demas de bestias, Leones, Tygres y Osos Caymanes, Sierpes, Culebras, Basiliscos, Cocodrilos, Dragones, y demas fieras que crié su Sabiduria, que sostiene su Potencia...” Estamos ya a fines del XVIII y ante un bestiario romanico © gético. Otro romance en el que se pinta a un monstruo con caracteres apocalipticos es el que lleva el titulo de “La fiera de Oporto. Caso notable y espantoso que acaba de suceder en la ciudad de Oporto, reino de Portugal, con un animal fie- ro: dase cuenta de cémo por la providencia de Dios, arreba- tava (sic) diariamente los nifios de las casas de sus padres sin hacerse visible, trasladandolos a una cueva de un monte: de- clarase también que al cabo de algunos dias se descubrié la causa de este castigo, por un tierno nifio de pecho que lo de- claré por inspiracin divina”.’ Ahora si, estamos ante un puro y claro castigo de Dios, actualizado de tiempo en tiempo: por- que lo que en un impreso de mediados del siglo XIX se da como ocurrido en Oporto, en otro més moderno se da como ocurrido en Alicante. He aqui la prueba, con “La fiera Mal- trana. Caso notable y espantoso que acaba de suceder en la ciudad de Alicante con un animal fiero: se da cuenta de como por la providencia de Dios, arrebata diariamente los nifios de las casas de sus padres sin hacerse visible, trasladandolos a una cueva de un monte; declarase también cémo al cabo de unos dias se descubrié la causa de este castigo, por un nifio de pecho que lo declaré por disposicién divina”.'* La “Mal- trana” es la fiera de Oporto, poco camuflada: tras ella vienen la “Correpia” o “Corrupia”, la “Crupecia” y qué sé yo cuan- tos animales mas propios de una talla medieval. A veces el grabado que ilustra el pliego es mas curioso que el relato, como en el caso de “La fiera malvada. Nueva y curiosa rela- cién, en la que se declara y da cuenta de las horrorosas muer- tes, estragos y desgracias que ha ejecutado una fiera silvestre titulada La Correpia, el dia 12 de Marzo del presente aiio, 176 en la ciudad de Urben, inmediata a Tierra Santa matando 153 personas y el fin que esta tuvo”.'? La versificacién y los detalles nos hablan de un autor muy metido ya en el XIX. Oto tanto ocurre en el caso del relato llamado “Horroro- sos estragos ocasionados por la fiera Crupecia, que aparecié en Melilla, en el Rio la Plata”.'* Aqui ya incluso se notan los estertores de la versificacién popular, cosa acerca de la que luego he de decir algo mas. Ahora advertiré que asi como en el caso de la “fiera Maltrana” apreciamos una adaptaci6n de un texto anterior, los impresores de la relacién de la “fiera Crupecia”, consideraron que el mismo grabado que lo ilus- tra, de modo mas o menos adecuado, podia servir para ilus- trar la relacién llamada “El fenémeno pez mujer o la maldi- cién de una madre, Horrorosos estragos’’.'’ Cosa tardia, mal versificada, romance a ratos. Una madre maldice a su hija a la que cree deshonrada, por calumnia de un ricacho que la pretende. La muchacha maldita es tragada por el mar y con- vertida en monstruo que aparece a los marinos. El calumnia- dor y la madre han de hacer retractacion, la muchacha apa- rece y se casa con su novio. Se observa en esta relacién una incongruencia absoluta, porque en realidad, la maldicién no se vuelve contra los culpables, sino contra la inocente culpa- da. Pero en las composiciones que datan de fines del siglo XIX y mas atin en las de éste, la decadencia del género “vul- gar’ es tal que la forma y el fondo, de consumo (como diria un orador de la misma época) degeneran de modo increible. Si Duran veia decadencia en los textos que recogié, equé hu- biera dicho de los que hemos podido recoger cien afios des- pués? “Decadencia” en el lenguaje, en la forma de versificar, in- movilidad en algunos gustos; pero cambio sensible a veces en la manera de tratar, de concebir los mismos hechos. Esto se observa de modo muy digno de tenerse en cuenta en los ro- mances que podemos llamar “de crimenes”, en lineas gene- rales. Reflejan los mismos un cambio de posicién respecto al crimen © delito que nos hace ver cudn distintas eran las ideas populares del siglo XVII de las del XX en un orden funda- mental. 177

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