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El ser humano frente al algoritmo:


por qué el futuro necesita más Artes
y Humanidades

En pleno debate sobre el futuro del trabajo, ya hay quien ve los estudios en Artes y
Humanidades como piezas de coleccionismo, un ejemplar exótico al borde de la extinción.

(María José Carmona)

ARTÍCULOS
Por María José Carmona
8 de enero de 2019

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TECNOLOGÍAHISTORIAARTE Y ENTRETENIMIENTO

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Llevan toda la vida luchando contra el estigma de la inutilidad, pero es justo ahora, en la
antesala de la revolución robótica que viene, cuando más que nunca, parecen haberse
quedado fuera de sitio. Son todos esos alumnos que hoy se manchan las manos de arcilla,
que repasan declinaciones en latín o estudian las crónicas de Herodoto y que –todavía–
sostienen la temeraria idea de vivir de eso.

En pleno debate sobre el futuro del trabajo, ya hay quien ve los estudios en Artes y
Humanidades como piezas de coleccionismo, un ejemplar exótico al borde de la extinción. Por
ejemplo en Japón, donde el Gobierno ha recomendado a sus universidades que cierren estas
carreras y se centren en otras “más prácticas”.

“En casi todas las naciones del mundo se están erradicando las materias relacionadas con las
Artes y Humanidades, concebidas como ornamentos inútiles”, advirtió en 2016 la filósofa
norteamericana Martha Nussbaum. En particular, alertaba sobre EEUU donde, arrinconadas
por el fervor tecnológico, estas disciplinas habían perdido casi el 10% de licenciados.

“La historia de las Humanidades ha sufrido varias crisis desde los años 60”, reconoce Jordi
Ibáñez Fanés, autor de El reverso de la historia: apuntes sobre las humanidades en tiempos
de crisis. “Pero ahora es un reproche distinto. Se les acusa de no ser productivas, de ser algo
superfluo”. Y esa imagen se ha hecho fuerte a raíz de otra crisis, la económica.

En el caso de Europa, Artes y Humanidades sigue siendo la cuarta rama más escogida (el
12,3% de los alumnos optan por estas carreras), después de Ciencias Sociales, Ingeniería y
Medicina. Aun así, grados como Filología Clásica o Geografía empiezan a cerrar en algunas
facultades por no ser “rentables”.

“Tenemos más dificultades para conseguir financiación”, admite Juan Antonio Perles, decano
de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga. “Para los gobiernos, los campos de
ingeniería son más interesantes a nivel de rendimiento”. Él es uno de los 420 catedráticos y
responsables de universidades que acaban de firmar un manifiesto en defensa de las
Humanidades. Una carta desesperada para pedir que el progreso les indulte.

De momento, su talón de Aquiles sigue siendo el


mismo: la imagen pública, los estereotipos, la idea de
que cientos de McDonalds están siendo atendidos
por graduados en Filosofía e Historia. Y, en parte,
algo de verdad hay ahí.
Entre las miles de alumnas que hoy ocupan las aulas de Artes y Humanidades –más de dos
tercios son mujeres– la mayoría casi seguro tardará cerca de un año en encontrar trabajo; un
20% no lo conseguirá y aunque lo logre cobrará menos: unos 1.215 euros al mes (unos 1.384
dólares USD) frente a los 1.900 (2.164 USD) que gana un ingeniero.

“Hemos sido castigados de forma injusta porque no se ha sabido valorar lo que sabemos
hacer, sin embargo esta cuarta revolución industrial nos va a beneficiar”, confía el decano. Y
cada vez más voces de Silicon Valley están de acuerdo.

¿Crisis o revolución?
Ochocientos millones de empleos serán ocupados por robots de aquí a 2030. Es un camino
irreversible. Por eso hace tiempo que el Foro de Davos mandó un mensaje a la clase
trabajadora mundial: para no acabar sustituidos por máquinas debemos volver a lo que nos
hace humanos. Esto es, al aprendizaje cooperativo, la creatividad, el pensamiento crítico, la
empatía. Habilidades que, precisamente, tienen mucho que ver con la formación en Artes y
Humanidades.

Esto explica por qué Google anunció en 2012 la contratación de 4.000 filósofos o por qué el
34% de los CEO de las principales multinacionales estudiaron carreras humanísticas. Hasta el
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha reconocido que “todos los retos que debe
resolver la ingeniería, desde el cambio climático a las enfermedades o la pobreza, están
ligados a realidades humanas” y por eso recomiendan a sus alumnos que incluyan en sus
estudios asignaturas de literatura, historia, arte o música.

Actualmente existen historiadores y antropólogos


desarrollando videojuegos, filólogos especializados
en Big data, diseñadores que crean prótesis 3D y
filósofos trabajando mano a mano con inteligencia
artificial. Humanidades y tecnología no son
excluyentes, sino todo lo contrario.
“La máquina no es el fin, es el medio. Por eso hay que integrarla”, expone Juan Macías,
director de la Escuela de Bellas Artes de San Telmo. Una institución que hace 150 años
empezó formando a artesanos y que ahora da clases a futuros diseñadores de moda,
interiorismo y artes gráficas. “Las crisis hay que aprovecharlas, es buen momento para
renovar”.

Sabemos que Europa necesitará al menos un millón de licenciados en Ciencia, Tecnología,


Ingeniería y Matemáticas (las denominadas carreras CTIM, o más comúnmente STEM, en
inglés) de aquí a 2020. Lo que proponen algunos es añadir a ese acrónimo una letra más: la A
de artes.

“Hay dos bandos: uno dice que hay que formar solo gente técnica y otro que incorpora la
creatividad. Yo me posiciono con la A”, indica la profesora Paola Guimerans.
Ella estudió Bellas Artes y ahora enseña a diseñar  e-textiles: pinturas interactivas, bolsos con
luces, abrigos capaces de regular la temperatura. Sus estudiantes lo mismo programan, que
usan hilo y dedal. Es a esto a lo que se refiere la formación STEAM.

Según Guimerans, este tipo de estudios serán imprescindibles, también por una cuestión
de género. “Cuando incluyes el arte en un terreno tecnológico y científico abres mucho más el
abanico al público, es más atractivo para las mujeres”.

Ni de ciencias ni de letras
En un futuro, que cada vez se roza más con el presente, cualquier niño deberá aprender a
programar como si fuera un idioma más, pero también adquirir competencias humanísticas y
sociales. Las nuevas generaciones ya no serán de letras o ciencias. Esa frontera debe caer.

“En realidad, no es nada nuevo. En la Antigüedad


clásica no había separación entre artistas y
científicos”, insiste Guimerans. Y ya hay quien
intenta integrar ese enfoque en sus clases.
Es el caso del profesor José Manuel González. Con sus alumnos de secundaria mezcla
geometría, matemáticas y programación con el arte. Utiliza una plataforma electrónica llamada
Arduino con la que ha diseñado un caleidoscopio digital. Con él, los niños aprenden
electrónica pero también estudian los colores e incluso los sonidos. Puro STEAM.

“Hay que potenciar los talentos creativos desde la base. No solo en el ámbito artístico”, explica
González. Sin embargo, reconoce que las trincheras entre números y letras son todavía
demasiado altas por culpa, una vez más, de los estereotipos de siempre. “Las Humanidades
siguen siendo menospreciadas. Dentro del profesorado existen castas. Asignaturas artísticas
como la mía se consideran de tercera”.

Sobre todo en un sistema educativo cada vez más dominado por la lógica empresarial, donde
se exige a las escuelas que sean “productivas” y a los alumnos “competitivos” para adaptarse
lo más rápido posible a las expectativas del mercado laboral.

“Ahora los jóvenes viven en mundo hecho de pantallas, no de papeles. Y eso es totalmente
nuevo respecto a otras crisis de las humanidades”, apunta Jordi Ibáñez, “se lee menos, se lee
peor, la gente se informa pero sin desarrollar criterio. Estamos en una revolución como la
imprenta pero mucho más rápida”.

Y las consecuencias de esa velocidad sin reflexión ni empatía las conocemos de sobra: el
auge de los populismos, la posverdad, la manipulación, el odio. 

Humanidades contra el populismo


“Si se elimina la Historia como disciplina académica, acabarán falseándonos el pasado”. Habla
Juan Marchena, catedrático de Historia de América en la Universidad Pablo de Olavide, en
Sevilla, y lanza un aviso: Esta crisis de las Humanidades nos llevará inevitablemente a una
crisis de humanidad.
“La explicación del crecimiento de los populismos, nacionalismos, falacias y mentiras tiene
que ver con la crisis de las Humanidades. El pensamiento ha desaparecido de la opinión
pública”, resume Marchena.

Coincide con él Gonzalo Cruz Andreotti, catedrático de Historia en la Universidad de Málaga:

“Vamos hacia una sociedad muy competitiva en


términos económicos, pero poco reflexiva. Una
sociedad que permite que un individuo como [el
estadounidense Donald] Trump sea presidente”.
También la filósofa Martha Nussbaum: “Este
desprecio de las Artes y las Humanidades genera un
peligro para nuestra calidad de vida y para la salud
de nuestras democracias”.
Dicho de otro modo, sea útil o no, la formación humanística sigue siendo capital. Sobre todo a
medida que los algoritmos toman el control y, por ejemplo, empiezan a decidir a quién
despedir en una empresa o a quién otorgar un préstamo.

“Los algoritmos pueden dar lugar a nuevas formas de discriminación y reproducir la


desigualdad”, asegura Mariano Martín, de la consultora Éticas Consulting. “Por eso debemos
darle un enfoque humano a la tecnología para evitar que ésta acabe teniendo un impacto
negativo sobre los grupos más vulnerables”.

Nada que la propia literatura, el cine, el arte en toda su extensión no hayan advertido ya. “Tú
eres mi creador”, dijo el monstruo al doctor Frankenstein, “pero yo soy tu dueño”.

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Sus comentarios
 #El 12 de enero a 11:40, Por Raquel Portugal porras
Nunca le fue bien al hombre actuar sin pensar.Vamos a tal velocidad que no hay tiempo para
la reflexion. Asi tenemos una sociedad medio aletargada ,el pensamiento esta
adormecido.Urge Volver a ensenar en las aulas a pensar,a reflexionar,ya que es lo que le
diferencia al hombre del resto de los seres vivos.Solo desde el desarrollo y cultivo del
pensamiento seremos capaces de avanzar ,de conquistar la libertad individual,la empatia y la
solidaridad.Pienso que volver a estudiar filosofia nos sacara de esta anestesia general del
pensamiento.

 #El 16 de enero a 17:57, Por Sara Vanegas Coveña


De alguna manera podemos decir que se ha vuelto a la vieja y errada dicotomía cuerpo alma.
Culto al cuerpo, a la forma, a lo que llama la atención, a lo perfeccionable visualmente, a lo
"productivo" (esto es , a la tecnología y la ciencia). Y descuido del alma que rige ese cuerpo: la
historia y las artes.
Que, de hecho, son un todo.
¿Reemplazo del humano,por robots o robotización del ser humano? Esa es la pregunta. A la
manera de Hamlet.

 #El 24 de enero a 12:34, Por Sandra


Muy bueno el artículo desde la mirada europea, pero ojo cuando habla de los populismos,
mucho desconocimiento, recomiendo mayor lectura sobre el tema de los gobiernos
democráticos en América.

 #El 29 de enero a 01:07, Por Heriberto Nieves


Gracias Maria Jose Carmona por llevar el conocimiento al entendimiento para los que no
conocen la imaginación de un creador. Su importancia en la comunidad de mantener esa
mirada diferente de su entorno!
Las Humanidades son la columna vertebral de cualquier sociedad , ella escribe y atesora tu
historia!

Heriberto Nieves
Artista Plastico 
Académico UPRC
PhD artes y diseño 
El Artista como empresario

www.heribertonieves.com

 #El 16 de mayo a 17:58, Por Luz M. Malavé Ed.D


Lamentablemente siempre se ha visto el arte como un entretenimiento sin ninguna sustancia
humanística. Desde siempre la función del arte es sensibilizar al ser humano, ha sido
comunicar y plasmar en cada lienzo una historia para futuras generaciones. Es a través del
arte que hemos podido conocer nuestras historias y nuestras cultura.

 #El 19 de mayo a 12:21, Por Miguel Sauceda


Quizá el método de enseñanza y aprendizaje de estas disciplinas debe evolucionar y no
parecer anticuadas preferencias de adultos que quieren enseñarnos en que creer y en qué
pensar.
Hoy por hoy lo que predomina es el sentido de supervivencia, sobretodo en los países pobres
del triángulo norte, donde la filosofía europea no representa una erramienta práctica para
hacerle frente a los desfios diarios...

 #El 10 de junio a 13:21, Por Noemi


Excelente nota. Como docente universitaria de arte y ciencia...nunca ví tan bien explicado
nuestro problema. Gracias x publicarlo.

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