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Historia Contemporánea de España

Tema 4.- La Década Ominosa (1823-1833)

Las oposiciones – los liberales

La mayoría de los dirigentes liberales se encontraban exiliados (Francia y Gran


Bretaña) o en la clandestinidad; se dividían en moderados (Espoz y Mina, que
querían un pacto con los absolutistas para redactar una constitución) y los
progresistas (Torrijos, que querían una ruptura con los absolutistas y volver a la
Constitución de 1812).

Los liberales sabían que no habría un cambio de régimen sin un golpe de estado, por
lo cual iniciaron la estrategia insurreccional consistente en el “rompimiento”: Valdés a
Tarifa (1824), Mina a los Pirineos (1830) y Torrijos a Gibraltar (1831). Aun así,
después del fusilamiento de Torrijos no se produjeron más revueltas.

Los pronunciamientos fracasaban debido a la falta de consolidación fruto de la


ausencia de apoyo popular (formación de juntas). La mayoría acababan con el
fusilamiento de sus dirigentes. Aumento de la represión con los liberales: fusilamiento
de la granadina Mariana de Pineda para bordar un lema liberal en una bandera
española.

La sucesión

En 1830 el principal problema era la sucesión a la Corona: Fernando VII era ya


grande, estaba enfermo y su tercera mujer había muerto (1829) sin tener
descendencia. A esto se unían las aspiraciones de su hermano, Carlos María Isidro
(príncipe de Asturias y conde de Barcelona) para acceder al trono. Fernando VII se
casó por cuarta vez con María Cristina de Nápoles, con la cual tuvo una hija, la infanta
Isabel.

Este acontecimiento comportó la división de los absolutistas entre: moderados


partidarios de Isabel y María Cristina (sectores de la nobleza) y los ultras a favor de
Carlos María Isidro (eclesiásticos y nobleza de palacio). El marco internacional era
favorable a los moderados: estallido de revueltas liberales en Europa y sustitución del
absolutista Carlos X de Francia por Luís Felipe de Orleans (monarca constitucional).

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La Ley Sálica (1713) prohibía la sucesión femenina si había sucesión masculina
por línea principal o lateral. Antes del nacimiento de la infanta Isabel, Fernando VII dio
a conocer una Pragmática Sanción de 1789, hasta entonces desconocida, y que
suponía la anulación de la ley anterior.

En los sucesos de la Granja (septiembre de 1832) los ministros ultras presionaron a


Fernando VII, enfermo, y consiguieron que revocara la Pragmática Sanción: los
derechos sucesorios vuelven a Carlos. Aun así, poco después Fernando VII vuelve a
promulgarla.

En octubre de 1832 se formó un nuevo gobierno constituido por ministros


moderados, sin ningún ultra y presidido por Cea Bermúdez. El nuevo gobierno intentó
convocar cortes porque Isabel, niña de tres años, jurara una constitución (que se
tendría que redactar). Las medidas liberales consistieron en: la amnistía a los liberales,
la reapertura de las universidades o la creación del Ministerio de Fomento Económico.

La destitución de los capitanes generales ultras comportó la sustitución de Carlos de


España por el general Llauder en el caso de Cataluña: Carlos de España se pasa a los
carlistas, de los cuales será dirigente. Esta medida tuvo consecuencias de primera
importancia: a la muerte de Fernando VII, los carlistas no tuvieron el apoyo de las
capitanías generales y se vieron obligados a formar un ejército nuevo.

La muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833), personaje muy odiado por el
pueblo español, fue seguida de celebraciones. Acto seguido, Isabel II juró como reina,
pero mientras fue menor de edad se estableció la regencia de María Cristina. Carlos
María Isidro tuvo que marchar al exilio en Portugal.

La primera guerra carlista

Los ultras proclamaron como rey a Carlos María Isidro (Carles V). En cambio, los
absolutistas moderados y los liberales aceptaron a Isabel II y la regencia de María
Cristina, que estaría asesorada por un Consejo de Gobierno liberal, que tenía como
presidente del gobierno a Martínez de Rosa (liberal moderado). Estallido de la primera
guerra carlista con levantamientos armados en todo el país, especialmente en el País
Vasco y en Cataluña.

Esta división comportó la configuración de dos bloques: liberales y absolutistas. Los


liberales (cristins o isabelinos) defendían el sistema constitucional y se formaron fruto
de la alianza entre absolutistas moderados y liberales moderados; apoyo de la
mayoría de la nobleza y la burguesía agraria y urbana (alianza de los propietarios).

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Los absolutistas (carlistas) estaban conformados por un pequeño sector de la
nobleza, el clero y un sector importante del campesinado.

El contexto internacional garantía la protección de los liberales: formación de la


Cuádruplo Alianza entre Francia, Gran Bretaña, España y Portugal.

Tema 5.- La Revolución Liberal (1833-1868)

Características generales de la etapa Cristino-isabelina (1833-1868)

Una de las características más importantes del periodo fue el contexto de guerra civil
provocado por la primera guerra carlista (1833-1840) y la segunda guerra carlista o
guerra de los tempraneros (1846-1848).

Otras características fueron: la definitiva consolidación e institucionalización del estado


liberal, el dominio de la burguesía agraria e industrial, la generalización del capitalismo
en el campo y en las ciudades (industrialización de Cataluña), la aparición de
movimientos democráticos (reivindicación del sufragio universal) y la divergencia
progresiva entre la realidad catalana y la realidad española (causa de los conflictos
entre el estado liberal español y la sociedad catalana).

Los factores de esta divergencia fueron políticos, económicos y sociales. El factor


político consistía en que la mayoría de las revoluciones europeas se anunciaban
previamente en Cataluña y más concretamente en Barcelona (1835-1836 y 1842-
1843): “cada derrota deja al menos entonces para un nuevo combate” (Josep
Fontana). El factor económico y social se debía al hecho que Cataluña era la única
región española industrializada junto con el País Vasco. Las divergencias entre la
sociedad catalana y el aparato del estado se concretaron en diferencias a las juntas y
el provincialismo.

El fracaso de la centralización y la integración se debió a una preeminencia del


ejército y la guardia civil en el modelo español frente la integración por la vía de las
escuelas y la educación del modelo francés. Este fenómeno provocaba que el Estado
español fuera identificado como represor por parte de la sociedad catalana y la
formación de: “una nación sin estado [Cataluña] y un estado sin nación [España]”
(Josep Fontana).

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El siglo XIX español y catalán se caracteriza por los constantes cambios de
gobierno. Mientras que entre 1808-1833 el conflicto giraba en torno a los absolutistas
y liberales, a partir de 1833 se mantuvo el conflicto con los absolutistas (carlistas) pero
apareció la división entre liberales moderados y progresistas. Entre los progresistas
surgieron a la vez los demócratas, buena parte de los cuales republicanos.

Las características de las regencias

Una de las principales características de las regencias de María Cristina (1833-1840)


y Espartero (1840-1843) fue la diversidad de opciones políticas. Los
carlinos/absolutistas estaban formados por la unión de los nostálgicos con el Antiguo
Régimen (nobleza y clero) y los descontentos con las reformas liberales (campesinos).

El liberalismo era la opción de la burguesía y las clases medianas y se dividía en


moderados y progresistas. Los moderados ostentaban la hegemonía política y
desarrollaron el estado liberal (código civil) y el estado centralista; querían un acuerdo
con los absolutistas. Los progresistas desarrollaron la legislación agraria y
económica: desamortizaciones, desvinculación y fin del régimen señorial. A pesar de
que las reformas progresistas eran paradas por los moderados, nunca eran anuladas.

Los demócratas y republicanos estaban formados por clases medianas y sobre todo
clases populares urbanas que defendían la democracia, el sufragio universal y la
supresión de la distinción entre derechos civiles y políticos; relación con la aparición
del socialismo utópico y del primer movimiento obrero.

La tendencia general del periodo fue el dominio de los moderados (moderantismo


político), el centralismo administrativo, un gran protagonismo del ejército (conflictos en
Cuba, Primera Guerra Carlista, Guerra de los Tempraneros y práctica de los
pronunciamientos) y el inicio de una lenta y desigual industrialización en Cataluña y el
País Vasco (aparición de nuevas clases sociales y nuevos conflictos).

Los elementos principales de la regencia de María Cristina de Borbón (1833-1840)


fueron: la alternancia de gobiernos moderados y progresistas, estuvo protagonizada
por las clases populares urbanas (urbanas), el abandono definitivo de la constitución
de 1812, la aprobación de la constitución de 1837 y la reforma agraria liberal.

La regencia de Espartero supuso la primera vez que los progresistas


controlaban el gobierno y la cabeza de gobierno; también aparecieron los primeros
movimientos democráticos y las primeras movilizaciones de las clases populares en
defensa de los intereses propios (Jamància).

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La regencia de María Cristina (1833-1840)

La regencia de María Cristina consistió en una alianza entre absolutistas


moderados y liberales moderados, que había sido perfilada ya con Fernando VII:
inicio de la monarquía liberal parlamentaria en el marco de la guerra contra los
carlistas.

Una de las características más relevantes fue la centralización del estado: definitiva
división provincial de Javier de Burgos (1833) y homogeneización de la
administración del territorio (división en regiones fáciles de gestionar).

En cada provincia se nombraba un subdelegado de Fomento (futuro gobernador civil)


y a cada municipio, un alcalde (delegado del gobierno al municipio).

La transición (inicio de los cambios) se prolongó de enero de 1834 a agosto de


1835, momento en el cual se nombró a Martínez de Rosa (diputado liberal) para
hacer la transición de una monarquía absoluta a una monarquía parlamentaria (política
del “justo medio”. Algunas de las medidas fueron: amnistía a los liberales, libertad de
prensa con restricciones y creación de la milicia urbana.

El Estatuto Real (10 de abril de 1834) fue una carta otorgada (concedida por la reina)
y no una constitución (elaborada por un parlamento), que recogía las ideas liberales
más moderadas. La carta contemplaba cortes bicamerales: los Próceres del Reino
(cámara alta, el nombramiento de la cual correspondía a la reina regente) y los
Procuradoras del Reino (la elección corresponde a los ciudadanos con un determinado
nivel de renta). Su función era deliberativa y consultiva, no legislativa, a pesar de que
tenía la competencia de elaboración de los presupuestos.

La elección de los parlamentarios se hacía por sufragio censitario indirecto, es decir,


por medio de juntas electorales locales y de partido, y tan sólo podían votar los más
ricos (16.000 personas en todo el estado). En mayo de 1836 se amplió la masa
electoral y los electores directos a 65.000 personas.

El fracaso de la transición se debió a la guerra con los carlistas y el consecuente


descontento de las clases populares debido al doble tributo de guerra (sangre e
impuestos) y debido al paro. Descontento de los progresistas con unas reformas que
consideraban lentas e insuficientes y estallido de insurrecciones populares (bullangas),
que contenían reivindicaciones sociales y políticas (revolución de agosto de 1835).

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Esta oposición condujo a la destitución de Martínez de Rosa y la sustitución por el
conde de Toreno, José María Queipo de Llano, hasta entonces ministro de hacienda.
El nuevo ministro de hacienda fue Juan Álvarez Mendizábal (junio/agosto de 1835).
La identificación de la Iglesia con el carlismo condujo a los primeros ataques a
conventos y a religiosos en Madrid (julio de 1834).

El carlismo consistía en la confluencia de contrarrevolución y anti revolución; no


era exclusivamente un conflicto dinástico, sino un movimiento contrarrevolucionario
dirigido por las viejas élites, sectores del clero y el campesinado rico ultraconservador
que recogía la insatisfacción de sectores del campesinado con el régimen liberal y la
reforma agraria. Esta alianza coyuntural tuvo como fundamentos el papel del rey y la
Iglesia en la sociedad del siglo XIX y la economía moral.

El carlismo era un movimiento heterogéneo formado por campesinos (pobres y ricos),


menestrales empobrecidos, sectores de la nobleza (pequeña y media) y del clero
(regulado). Fue protagonista en regiones como el País Vasco, Navarra, Cataluña,
Aragón y Valencia (las mismas afectadas por el realismo en 1822), es decir, está
relacionado con la geografía del empobrecimiento (paralización del desarrollo
económico debido a la crisis de inicios del siglo XIX).

Los lemas del carlismo eran “Dios, rey y patria” (Cataluña) y “Religión y fueros” (País
Vasco). La defensa de los fueros ha sido un tema muy discutido; parece que tuvo
mayor importancia en la tercera guerra carlina (1872-1876).

La primera guerra carlista

El ejército liberal contaba con 200.000 hombres en todo el estado, bastante a la


cual se tenía que sumar la milicia urbana. Pero el gobierno no aportó suficientes
recursos ni lideres eficaces entre 1836-1837, cosa que se tradujo en éxitos carlistas en
el País Vasco. La concentración del ejército liberal en las ciudades impedía el dominio
de un amplio territorio.

Los carlistas disponían de 80.000 hombres: 50.000 al norte y en Castilla (mando de


Zumalacárregui), 20.000 en el Maestrat (dirección de Ramón Cabrera) y 10.000 en el
norte de Cataluña (bajo las órdenes de la Junta de Berga).

La primera guerra carlista fue un conflicto feroz donde no se hacía prisioneros o no se


respetaban sus derechos. Para solucionar este fenómeno se firmó el convenio Elliot
entre los líderes liberales y los carlistas, pero los oficiales no lo respetaron. Joan Prim
empezó aquí su carrera militar y acabó con el grado de coronel.

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Al norte, el general Zumalacárregui formó un verdadero ejército (1834-1835) y Don
Carlos se instaló en Navarra. En el Maestrat, Cabrera formó un ejército pequeño pero
cohesionado. En Cataluña se fracasó en la formación de un verdadero ejército todo y
los intentos de los oficiales provenientes del País Vasco. Aun así, se mantuvieron las
partidas, opuestas a 28.000 soldados y 50.000 milicianos. En el resto del estaado el
movimiento fue de poca importancia.

La primera guerra carlista – las etapas

Entre 1833-1835 se produjo la formación de partidas en las Tierras del Ebro y en


Campo de Tarragona, unidas a las partidas de Cabrera al Maestrat y el Bajo Aragón.
En el norte se firmó el convenio Elliot y fracasó el asedio de Bilbao (muerte de
Zumalacárregui).

Entre 1835-1837 se organizaron expediciones desde Navarra a Cataluña, dirigidas


por Guerguè (1835) y Maroto (1836), y que fracasaron en su intento de formar un
ejército. A continuación se formaron partidas en la Cataluña Central (10.000 hombres).
Al norte se situó la capital en Bergara y se nombró lider del gobierno carlista a Juan B.
Erio (1836-1837).

La expedición del general Gómez (2700 hombres) por España lo condujo por País
Vasco, Galicia, Valencia, Extremadura, Córdoba, Gibraltar y de regreso en su punto de
partida; no consolidó ningún dominio territorial pero recaudó dinero.

Entre 1837-1839, la junta de Berga consiguió el dominio de la mitad norte de


Cataluña con el apoyo del ejército. La creación de juntas corregimientales y de una
universidad responde al intento de construir un estado alternativo en Cataluña.

En el mismo periodo se organizó una expedición real debido al supuesto acuerdo


entre la reina regente y Carlos para hacer el traspaso de la corona ante la presión de
los progresistas. Los carlistas organizaron una expedición para poder ocupar Madrid
formada por 11.000 soldados de infantería, 1200 lanceros y la corte. La expedición
siguió la ruta de Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia, Aragón y Castilla y llegó a las
puertas de Madrid. Pero Carlos esperó que la reina saliera para confirmar el acuerdo.
Aun así, María Cristina no se presentó; Carlos renunció a atacar Madrid y volvió al
País Vasco. Desde 1837 los liberales aumentaron la acción militar contra los carlistas.

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En 1839 se produjo la división del carlismo entre moderados (partidarios de llegar a
un acuerdo) y los apostólicos. La Junta de Berga también se dividió entre una
aristocracia pactista (Ferran de Sagarra) y el clero ultra (conde de España). Carlos de
España fue nombrado por los carlistas, capitán general de Cataluña, pero fue
asesinado poco después.

El 31 de agosto de 1839 los moderados dirigidos por el general Maroto firmó el


convenio de Bergara con Espartero. El Abrazo de Vergara supuso el fin de la guerra
y la incorporación de los dirigentes carlistas al sistema liberal. Aun así, los ultras no
aceptaron el acuerdo y Cabrera y la Junta de Berga continuaron la lucha un año más.
La Ley Paccionada (25 de octubre de 1839) supuso el mantenimiento de los fueros de
Navarra y el País Vasco.

La guerra continuó en el Maestrat y Cataluña hasta el verano de 1840 puesto que


Cabrera no aceptó los acuerdos y dominaba una amplia zona comprendida entre el
Aragón, el sur de Cataluña y el norte de Valencia. Cuando Espartero conquistó
Morella, Cabrera se retiró con 20.000 hombres a Francia (6 de julio de 1840).

El carlismo había reforzado el papel de los militares en la vida política española,


puesto que dos generales protagonizaron la política a los años centrales del siglo XIX:
Baldomero Espartero (antiguo absolutista y ahora progresista que había derrotado a
los carlistas al norte y al este, es decir, donde eran más potentes) y Ramón María
Narváez (antiguo liberal y moderado, que había vencido a las partidas carlistas
dispersas por el sur y oeste peninsular).

Las bullangas

Las bullangas fueron revueltas de las clases populares urbanas provocadas por el
descontento popular contra las autoridades moderadas y el clero debido a su papel
en la guerra carlista y su coste económico (crisis económica y trabas provocadas por
la guerra) y el coste humano (muertes y soldados movilizados).

Las bullangas se iniciaron en Zaragoza (julio de 1835) cuando la población cantó el


himno de Riego y exigió el regreso de la constitución de 1812. La represión
provocó la extensión de la revuelta (Málaga, Granada, Cádiz, Valencia, Mallorca y
Madrid) y los ataques a conventos. El 22 de julio estalló en Reus con la revuelta
popular y la crema de conventos (muerte de 22 personas).

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La revuelta estalló en Barcelona el 25 de julio cuando se quemaron 16 conventos, a
pesar de que ninguna iglesia; el resultado serían dieciséis muertos. Una nueva
sublevación se inició el 5 de agosto debido a las amenazas de las autoridades
militares al pueblo, tanto del comandante de las tropas en Barcelona (Llauder) y el
capitán general de Cataluña (Balsa). El primer acto de los sublevados fue la
destrucción de los buros de acceso a la ciudad (especie de peajes), que encarecían
los productos alimentarios básicos (lema de “Viva Cristina y venga harina”).

El asalto al Palacio de los Virreyes fue seguido del asesinato del capitán general Balsa
(“o yo, o el pueblo!”) y la crema de los papeles de la policía. A continuación, todo y la
defensa de sus trabajadores, se incendió la fábrica Bonaplata, que había introducido
la máquina de vapor (ludismo). Formación de la Junta de Autoridades y de la Junta
Auxiliar Consultiva que, con la ayuda de la milicia, controlaban la situación y
sustituyeron el Ayuntamiento de Barcelona y el gobierno de Cataluña; reivindicación
de la constitución de 1812.

Las consecuencias políticas fueron un cambio de gobierno (septiembre de 1835): el


progresista Mendizábal fue nombrado ministro de hacienda y después presidente en
sustitución del conde de Toreno. Mendizábal organizó una quinta de 100.000 hombres,
disponía de recursos financieros para el ejército (fruto de las desamortizaciones) y la
ayuda de la Cuádruplo Alianza (227.000 hombres).

Mientras que en Cataluña las bullangas fueron importantes en el campo y en las


ciudades, en el resto del estado estaban concentradas en las grandes ciudades. A
finales de 1835 estalló otra bullanga dirigida por el batallón Blusa, de la milicia nacional
(formada por clases populares), que reclamaba la constitución de 1812.

El gobierno de Mendizábal

La desamortización de los bienes eclesiásticos consistió en el regreso de las


propiedades a los compradores del Trienio Liberal y la abolición de las
comunidades religiosas con menos de doce miembros; la desamortización afectó a los
bienes del clero regular (tierras y edificios). Las tierras nacionalizadas fueron vendidas
en subasta pública: los compradores serían mayoritariamente campesinos, nobles y
burgueses. Muchos edificios restaron en manos del estado y se convirtieron en plazas,
teatros y mercados.

Las consecuencias fueron la reducción del déficit fiscal, la consolidación de la gran


burguesía terrateniente y la proletarización del campesinado. La mayor parte de las
ventas se habían producido en las provincias de Sevilla y Madrid.

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En mayo se produjo la destitución de Mendizábal y su sustitución por el gobierno
Isturiz (moderado), junto con la disolución de las cortes de mayoría progresista. Entre
julio y agosto se produjeron nuevas bullangas en Andalucía y Sevilla, donde se exigía
de nuevo la constitución de 1812.

En agosto estalló el motín de los sargentos en la Granja, que obligó a la reina


regente a restablecer la constitución de 1812 y a la formación de un nuevo gobierno
presidido por Calatrava, con Mendizábal como ministro de hacienda.

Las medidas de la reina no pararon las revueltas: estallido de una nueva bullanga el
14 de mayo de 1837 en Barcelona, dirigida por el radical Ramón Xauradó (fusilado en
la Rambla) y que comportó la formación de juntas y la reorganización de las milicias.
El carácter popular de las revueltas condujo a los primeros movimientos sindicales
(elementos de clase) y la burguesía catalana abandonó definitivamente la idea de
revolución.

La constitución de 1837 era progresista y fruto de un pacto con los moderados;


suponía un recorte de la constitución de 1812 con la excusa de una adaptación a los
nuevos tiempos y que la primera tenía demasiados artículos (más de 250, frente los 77
artículos de la nueva).

Los principales elementos de la nueva carta magna eran: soberanía nacional, cortes
bicamerales (Senado y Congreso) frente las cortes unicamerales de 1812, sufragio
censitario en las elecciones generales (participación del 2-4% de la población con un
determinado nivel de renta), sufragio universal masculino en las elecciones
municipales (hasta 1843), diferencia entre ciudadanos (derechos civiles y políticos) y
habitantes (derechos civiles), y mantenimiento del status de las colonias (no
integradas al estado y reguladas por la vía militar).

También suponía el final definitivo del Antiguo Régimen a nivel económico:


supresión del diezmo (a cambio, el estado se encargaba del mantenimiento de la
Iglesia) y fin del régimen señorial, a pesar de que en favor de los señores, convertidos
ahora en propietarios, que eran la base de la sociedad.

Los objetivos de la reforma agraria liberal eran: generalizar el nuevo sistema de


propiedad privada y las relaciones sociales capitalistas, proteger los intereses de las
viejas y nuevas clases propietarias frente el campesinado, el aumento de la
producción agraria y la disminución de la deuda pública. La gran derrotada fue la
Iglesia, que sufrió un golpe muy duro a nivel económico.

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Algunas de las medidas fueron: la abolición de los derechos señoriales y la supresión
del diezmo, la desamortización de los bienes eclesiásticos (1653 millones entre 1798-
1808 y 4500 millones entre 1821-1851), la desvinculación de los mayorazgos
nobiliarios, la privatización de las tierras comunales y el cierre de tierras, la
privatización del agua y el fin de los privilegios de la Mesta. Aun así, se produjeron
algunas pervivencias feudales, como los censos y luismos, provenientes de la
enfiteusis.

Los resultados fueron: el aumento del cultivo de las tierras (25%) y el aumento de la
productividad, la debilitación económica de la Iglesia y de parte de la nobleza, y la
configuración de una nueva clase de propietarios agrarios.

La reforma agraria liberal permitió un pequeño aumento de la producción destinada al


comercio y una leve mejora de las condiciones de los campesinos. Aun así, la
consecuencia principal fue el cambio de los receptores de la renta: desaparición de la
Iglesia y aumento del protagonismo de la burguesía.

El gobierno moderado (1838-1839) constituía una alianza entre la vieja nobleza y la


nueva burguesía. Su objetivo era frenar las reformas políticas, controlar el nuevo
estado liberal y hacer frente al crecimiento de las clases populares y obreras, que
habían protagonizado las bullangas (reclamación de democracia y de mejoras
sociales).

En mayo de 1839, los progresistas ganaron las elecciones y, todo y la consecuente


mayoría progresista en las cortes, la reina mantuvo el gobierno moderado, cosa que
se tradujo en conflictos, por lo cual disolvió las cortes (noviembre). María Cristina se
había visto con fuerza debido a finales de la guerra carlista con el abrazo de Vergara
(agosto de 1839) entre Espartero y Maroto (integración de los carlistas al sistema).

Los moderados y los progresistas coincidían en el estado centralista, uniforme y


unitario y en el sufragio censitario. Aun así, divergían en la soberanía compartida
(moderados) o nacional (progresistas), la amplitud del sufragio censitario (los
moderados sólo querían dejar votar a los propietarios más ricos y los progresistas a
todos los propietarios), el papel de los ayuntamientos y las diputaciones (por los
moderados tenían que ser representaciones del gobierno en el territorio y por los
progresistas tenían que ser representaciones de los territorios ante el gobierno), la
milicia nacional (los moderados estaban en contra y los progresistas a favor) y la
libertad de prensa (los moderados eran partidarios de la censura y los progresistas
querían que los jurados decidieran sobre las publicaciones).

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La Ley de Ayuntamientos moderada (1839-1840) pretendía restringir los votantes
por su riqueza, mientras que hasta entonces podían votar todas los líderes de casa.
Los alcaldes de las capitales de provincia serían nombrados por el ministro de la
gobernación, mientras que los alcaldes de las ciudades de más de 500 habitantes
serien nombrados por el gobernador civil (el alcalde sería el representante del poder
ejecutivo a nivel municipal).

Los regidores sólo tendrían funciones deliberativas y la milicia nacional no dependería


de los ayuntamientos. La ley fue impuesta por el gobierno y las cortes moderadas y
sólo estaba pendiente de la sanción real.

La insurrección progresista (1840) pretendía impedir que la reina firmara la ley.


Las protestas se iniciaron en Barcelona y coincidieron con la presencia de Espartero
en Cataluña, donde estaba luchando contra los últimos carlistas de Cabrera.

Espartero era progresista y el hombre de más prestigio en España. Pero la reina fue a
Barcelona para conseguir el apoyo de Espartero, pero este impuso condiciones: el
cambio de gobierno y la disolución de las cortes (las exigencias de los progresistas).
La reina no aceptó y viajó a Valencia (julio de 1840), donde firmó la Ley de
Ayuntamientos. En septiembre estalló la revolución en Madrid, seguida de la
formación de juntas progresistas.

El 12 de octubre de 1840 la reina se exilió a Francia y acto seguido se produjo la


formación de un gobierno progresista y el inicio de la regencia de Espartero (1840-
1843). Por lo tanto, la regencia de María Cristina se divide en tres sub períodos:
transición (1834-1835), revolución (1835-1837) y moderación (1838-1839).

Los partidos políticos

Los moderados se reunían en la Loja e incluían propietarios, hacendados,


profesionales y nobles. Tenían como diarios El Guardia Nacional y El vapor,
controlaban las diputaciones y tenían el apoyo de la Guardia Civil. Algunos de los
personajes principales fueran: Ignacio Santpons, Ramón Martí de Aixelà y Albert
Baldrich.

Los progresistas se reunían en el Ayuntamiento de Barcelona y el partido estaba


formado por comerciantes, fabricantes y abogados. Sus diarios eran El Constitucional
y El Catalán, y tenían el apoyo de los ayuntamientos y de la milicia. Algunos de los
personajes de más renombre fueran: Víctor Balaguer, Marià Borrell y Pau Torrents.

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Los radicales eran una escisión de los progresistas y constituían las bases del Partido
Demócrata y del republicanismo. Personas como Ramón Xauradó, Rafael Dagollada y
Josep Baiges tenían fuerza en Barcelona y gran influencia sobre las clases populares.

La regencia de Espartero (1841-1843)

Espartero era un progresista pero tenía una concepción del poder muy dictatorial: la
concentración de poder provocó conflictos con los mismos progresistas.

Las cortes votaron a favor de una regencia personal (153 votos) frente la posibilidad
de un triunvirato (136 votos), tal y como marcaba la constitución de 1812. Espartero
recibió 179 votos frente otros candidatos como Arguelles (103) o la propia María
Cristina (3 votos).

Espartero aplicó la constitución de 1837 para asentar el régimen liberal y contó


con el apoyo de la burguesía. Aun así, se plantearon dos problemas: la inestabilidad
política (conflictos con moderados y progresistas) y el descontento de las clases
populares urbanas (revueltas populares dirigidas por demócratas y republicanos).

Las medidas del gobierno progresista fueron: la revocación de la Ley de


Ayuntamientos, el refuerzo de la milicia nacional y los ayuntamientos, más libertad de
prensa, la disolución de las juntas y la convocación de cortes. Aplicación de las leyes
anti señoriales: supresión del diezmo, desamortización de los bienes de la iglesia
secular y municipales (no se llegó a aplicar), y la disolución del régimen señorial.

El desigual desarrollo entre Cataluña y España condujeron al debate entre


proteccionismo y libre cambio, y el centralismo (lucha entre Cataluña y el gobierno
central).

Espartero mantuvo conflictos con los moderados y con las clases populares urbanas.
Los moderados se situaron al margen del sistema político (inicio de las
conspiraciones) dirigidos por los generales Narváez y O’Donell; fracaso del
pronunciamiento moderado (octubre de 1841) organizado desde París y con el apoyo
de Pamplona, Bilbao y Logroño (otro paso hacia la militarización de la vida política
española).

Las clases populares urbanas iniciaron revueltas de cariz político y social (1842-
1843) donde no se amenazaba la propiedad, sino que se pedía la democratización de
la propiedad; estaban protagonizadas por trabajadores urbanos, menestrales y la
pequeña burguesía. La crisis económica se reproducía y se pidieron medidas
proteccionistas desde Cataluña, que no fueron escuchadas por el gobierno progresista

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Durante su regencia se produjo la separación del sector radical del Partido
Progresista. Los radicales se concentraban en Madrid, Sevilla, Valencia, Barcelona y
San Sebastián. En las elecciones municipales de 1841 apareció por primera vez una
candidatura democrático-republicana (Barcelona).

En octubre de 1841 se produjo un intento de golpe de estado promocionado por


los moderados pero con la participación liberal: formación de la Junta Suprema de
Vigilancia de Barcelona (popular y catalanista, dirigida por el radical Joan de Llinàs).
Algunas de las medidas fueron el acuerdo para derrocar la Ciudadela, que constituía
un recuerdo de la opresión borbónica e impedía el crecimiento de la ciudad. La
propuesta tenía el apoyo de la burguesía catalana (Junta de Comercio y Comisión de
Fábricas). La Ciudadela había sido construida en el 1714 sobre el barrio de la Ribera
para controlar la ciudad de forma conjunta con Montjuic.

También se querían derrocar las murallas, que impedían del mismo modo la expansión
de la ciudad y eran un mecanismo de control de sus habitantes: “Abajo las murallas”
de Felip de Monlau (1840).

La respuesta del gobierno fue la represión (dirigida por Van Jalen) para acabar con
“el espíritu anárquico de los catalanes”. Finalmente se consiguió el dominio de la
ciudad, se desarmó a la milicia, encarcelar los dirigentes y disolver la junta. La revuelta
había puesto en evidencia la oposición a Espartero y las diferencias entre el
desarrollo de España y Cataluña.

En verano de 1842, Espartero envió a Cataluña al general Martín Zurbano con la


excusa de reducir los restos de las partidas carlines; pero en realidad tenía la orden de
reprimir a los radicales.

En noviembre de 1842 estalló una nueva revuelta debido a la coincidencia de


factores: la crisis económica, la aprobación de la ley de reclutamiento de quintas, el
malestar provocado por los impuestos de consumos (derecho de puertas) y la política
militarista de Zurbano (“Bien puede existir España sin Cataluña”). La causa directa fue
el rumor que el gobierno negociaba con Gran Bretaña la firma de un tratado de libre
comercio y que discutía establecer un impuesto extraordinario en los catalanes para
reconstruir la Ciudadela.

Estas supuestas medidas provocaron la oposición de trabajadores y empresarios de


Cataluña, que defendían el proteccionismo y pedían una mayor lucha contra el
contrabando: apuesta catalana por el proteccionismo y el desarrollo integrado de la
industria, la agricultura y el comercio.

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Los redactores del diario El republicano fueron detenidos en querer publicar la noticia,
así como la comisión que pedía su libertad. Del 15 de noviembre al 4 de diciembre de
1842 el pueblo respondió a los abusos del ejército: formación de barricadas y
enfrentamientos entre el pueblo y las milicias contra los militares. La revuelta estaba
dirigida por Joan de Llinàs y Joan M. Carsy y fue relativamente pacífica, puesto que
no se produjeron ataques contra personas o propiedades y el ejército salió de la
ciudad.

En Barcelona se formó una junta de gobierno interclasista y con el apoyo del


Ayuntamiento: inicio del catalanismo y del republicanismo federal, así como las
demandas de autonomía contra Madrid y el proteccionismo.

Entonces se produjo la formación de una Junta Consultiva formada por los sectores
ricos y que quería concentrarse en la reclamación del proteccionismo y evitar las
reivindicaciones sociales. La nueva junta disolvió la Junta de Gobierno, desarmó a los
batallones populares de la milicia e intentó negociar con Espartero, a pesar de que
fracasó.

La respuesta fue la formación de la Junta Republicana, formada por clases medianas


y populares, y que rearmó la petuleia; aparición de las banderas negras (símbolo de la
reclamación de la revolución y el cambio).

La represión de Espartero fue precedida de una preparación de la población por medio


de la propaganda anti catalana en Madrid para justificar el bombardeo de Barcelona
desde Montjuic: el 3 de diciembre de 1842 se bombardeó durante 12 horas la ciudad
con 1014 proyectiles y provocando la destrucción de 462 casas y 20 muertos. Se dice
que el regente afirmó: “Hay que bombardear Barcelona cada cincuenta años para
mantenerla a raya”.

Después de la caída de la ciudad se iniciaron las detenciones (74 condenas a diez


años de prisión), catorce fusilamientos, la disolución de la milicia nacional y una multa
a la ciudad de Barcelona de 12 millones de rals.

Entre la primavera y verano de 1843 se produjo una crisis política, puesto que
Espartero sólo tenía el apoyo de los militares de las guerras coloniales
(“ayacuchos”), mientras que los moderados habían formado una alianza con los
progresistas disidentes: formación de juntas donde coincidían los sectores populares y
moderados.

15
En mayo se iniciaron levantamientos armados en Málaga (moderados Narváez y
O’Donell) y Reus (progresistas Prim y Milans de Bosch). En junio se produjo la
formación de la Junta Suprema Provisional del Gobierno de la Provincia de
Barcelona, formada por propietarios y profesionales progresistas. Sus objetivos eran:
el mantenimiento de la monarquía con Isabel II, el regreso a la constitución de 1837 y
la creación de una Junta Central con representación territorial (pre federalismo).

En julio, Narváez entró en Madrid y Espartero se tuvo que exiliar: creación de un


gobierno dirigido por el progresista general Serrano (como portavoz de la Junta
Central) y el general Narváez como capitán general de Madrid. Las primeras
medidas fueron: restaurar el orden, desarmar las milicias nacionales y disolver las
juntas. Por lo tanto, una vez los moderados lograron el poder pretendían dar por
concluida la revuelta.

En verano de 1843 se produjo una nueva crisis política, seguida de una revuelta
popular, puesto que Serrano no había respetado los acuerdos con la Junta de
Barcelona y se había negado a crear una Junta Central (federal). Entonces varias
juntas provinciales apoyaron a la junta de Barcelona contra Serrano y el gobierno de
Narváez y a favor del sistema democrático.

Los sublevados tenían el apoyo de treinta juntas provinciales (sobre un total de


cincuenta): se reunieron en Barcelona (juntas de Zaragoza, Sevilla, Granada,
Valladolid, León y Galicia) y acordaron hacer frente al nuevo gobierno. Esta reunión
coincidió con una nueva revuelta popular en Barcelona, la “insurrección centralista”
(defiende de la Junta Central federal y del programa democrático), conocida como la
Jamancia.

La Jamancia.

La Jamancia se inició el 2 de septiembre de 1843 y se extendió en todo Cataluña


(Barcelona, Girona, Reos, Vic, Olot y Figueres); se supone que el nombre viee de
“jamar” (comer). Josep Fontana la ha definido cómo: “un solo combate para construir,
con Cataluña, o a partir de Cataluña, una España moderna, progresiva y más
igualitaria”. La revuelta tenía como himno popular el “Xirivit”, reclamaba más
democracia y estaba relacionada con el cartism británico.

Entre el 20-24 de octubre, Prim bombardeó Barcelona con 5000 proyectiles, que
causaron la muerte de 300 personas. El bombardeo supuso una radicalización de la
revuelta: los sectores populares abandonaron la burguesía, partidaria del gobierno.

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También provocó la división de la junta de Barcelona entre los partidarios del
gobierno y los partidarios de la Junta Central. Los gubernamentales apoyaban el
gobierno progresista y eran contrarios a la Junta Central; incluían la burguesía y las
autoridades militares, que salieron de Barcelona y se instalaron en Gracia; apoyo de
Terrassa y Vic. Los partidarios de la Junta Central estaban formados por la media y la
pequeña burguesía, así como las clases populares; apoyo de Reus y Figueres.

En noviembre, la policía detuvo a una serie de ciudadanos populares, que ahora


pasaron a dirigir la revuelta. El día 16 se constituyó la Junta Popular, presidida por el
republicano Carsy, mientras que la insurrección duró tres semanas más. La revuelta
se prolongó hasta el enero de 1844 en Figueres, dirigida por Narciso Almendro y Abdó
Terrades.

Las consecuencias de la regencia de Espartero.

La principal consecuencia de la regencia fue el fin del progresismo y el inicio del


predominio moderado (1844-1868), así como la división del movimiento
progresista: una parte se unió a los moderados y la otra a los republicanos; pérdida
del apoyo popular. El moderantismo se convirtió en la la opción mayoritaria de la
burguesía y tanto moderados como progresistas apostaron por el nombramiento de
Isabel II como reina (noviembre de 1843).

En diciembre de 1843 estalló un golpe de estado que logró el gobierno y estaba


dirigido por González Bravo, que había sido radical, progresista y moderado (“hay
una época de mí vida de sentimiento, otra de reflexión y otra de rectificación”). Las
resistencias locales de los progresistas fueron importantes en Zaragoza, Alicante,
Murcia y Cartagena.

La regencia de Espartero fue seguida de 25 años de gobierno moderado (1844-1868),


protagonizados por el general Narváez y con la excepción del Bienio Progresista
(1854-1856).

En Cataluña se produjo la división de las clases populares y la burguesía:


surgimiento de las primeras asociaciones obreras y de un movimiento popular
autónomo respecto la burguesía, ligado al republicanismo y la democracia. La
burguesía catalana se alió con la burguesía y la aristocracia española, renunciando a
la alianza con las clases populares para luchar por una sociedad más democrática.

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Las oposiciones al liberalismo – democracia/republicanismo

La democracia y el republicanismo fueron movimientos diferenciados pero que en


España nacieron de la mano; en aquella época, eran considerados de naturaleza
revolucionaria. Fue un movimiento diverso que disponía de diarios, semanarios y
espacios de sociabilidad: lecturas públicas en cafés y parques y posterior formación de
ateneos y casinos (con biblioteca y caja de ayuda mutua). El movimiento surgió en
Cataluña y se expandió por España (Madrid, Valencia, Terol, Cádiz y Sevilla) y era
cercano a las asociaciones obreras (la primera fue la Asociación de Tejedores de
Barcelona, 1840).

Cataluña y Madrid eran las zonas donde el republicanismo tenía más fuerza. Abdó
Terrades publicaba el diario “Hojas republicanas” (1841), donde se defendía una
organización federal del estado (mantenimiento de la unidad y garantía de la
diversidad), y la democracia y el sufragio universal (extensión de los derechos políticos
a toda la población. Terrades era cercano a las ideas socialistas de Cabet.

Fundación del Partido Demócrata (1849), que hizo suyos los ideales de la Revolución
Francesa: Liberté, Egalité, Fraternité. Su programa era contrario a la ley de
reclutamiento (quintas) y a los impuestos de consumos (que grababan los
alimentos básicos), mientras que era partidario de los impuestos proporcionales según
la riqueza y del sufragio universal masculino y la democracia (elección de la cabeza de
estado). La base social estaba conformada por la pequeña burguesía, tenderos,
artesanos y menestrales, labradores, aparceros y trabajadores asalariados.

Las oposiciones al liberalismo – el movimiento obrero

El mutualismo fue la primera expresión del movimiento obrero: las sociedades


mutuales consistían en el acuerdo de pagar una serie de cuotas para hacer frente a
situaciones adversas para los obreros (paro, enfermedad y muerto), mientras que el
siguiente paso fue asegurar un entierro digno (compra de caja y nicho). En el
campo, los socios se ponían de acuerdo para trabajar la tierra del enfermo.

El cooperativismo podía ser de consumo o de producción y la iniciativa a menudo


correspondía a obreros de oficio parados. Las cooperativas de consumo consistían en
comprar al por mayor para vender más barato en las tiendas. En el campo, servían
para disponer de la maquinaria necesaria para transformar los productos agrícolas
(aceite, vino y harina) y para comprar adobos.

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El sindicalismo consistía en la formación de asociaciones para defender y
mejorar la situación de los obreros en las fábricas: de las organizaciones de
protección social a las organizaciones de mejora social. En algunos casos se
preconizaba una alternativa al capitalismo (socialismo utópico).

La Asociación de Protección Mutua de Tejedores del Algodón de Barcelona (10


de mayo de 1840) fue el primer sindicato español y estaba formado por los obreros
de las fábricas de algodón de Barcelona; era una sociedad de ayuda mutua porque la
ley moderada de 1839 prohibía las organizaciones sindicales de clase. Por lo tanto,
era una mezcla de sociedad mutual, cooperativa (creación de una cooperativa para
dar trabajo a los obreros parados) y sociedad de resistencia.

Los primeros sindicatos recibían el nombre de sociedades de resistencia porque una


parte de la cuota que pagaban estaba destinada a las convocaciones de huelgas.
Las principales reivindicaciones eran: el derecho de asociación obrera, mejoras
salariales, una reducción de la jornada laboral (se trabajaba 12 horas de lunes a
sábado), la prohibición del trabajo infantil (edad mínima de 12 años) y la protección
ante accidentes. Uso de la huelga para la lucha sindical en defensa de los puestos de
trabajo y los salarios.

El movimiento obrero tenía su núcleo en Barcelona y se expandió por Cataluña:


formación de sociedades de tejedores en Mataró, Vilanova i la Geltrú e Igualada. Aun
así, las primeras asociaciones eran sindicados de oficio y locales.

En 1841 se iniciaron las movilizaciones obreras debido al sistema de salario: los


tejedores cobraban por pieza, por lo cual los empresarios alargaban las piezas
sistemáticamente. El Ayuntamiento de Barcelona creó una comisión mixta formada por
obreros y patrones que llegó a un acuerdo. Pero este no fue respetado por los
patrones, cosa que condujo a nuevas huelgas y finalizó con la prohibición de la
Sociedad de Tejedores (continuó sus actividades de forma clandestina).

La creación de la Confederación Sindical Obrera de España (1841) pretendía la


unión de los sindicatos sectoriales a imitación del modelo británico, pero el intento
fracasó. Las nuevas reivindicaciones fueron más allá de la fábrica: enseñanza gratuita
para niños y adultos, repercusión de los beneficios de las empresas en mejoras para
los trabajadores, adopción de medidas proteccionistas y represión del contrabando.

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Las oposiciones al liberalismo – el carlismo

El carlismo protagonizó tres guerras: la primera guerra carlista (1833-1840), la


guerra dels matiners o segunda guerra carlista (1846-1848) y la tercera guerra carlista
(1872-1876). El movimiento evolucionó desde una alternativa al capitalismo a un
capitalismo conservador y católico (importancia de la Iglesia y de la religión católica
frente un mayor distanciamiento defendido por los moderados).

El movimiento sufrió una reducción progresiva del apoyo popular en el campo,


especialmente a partir de mediados del siglo XIX, y la incorporación de los elementos
foralistas (último tercio del siglo XIX). Los dirigentes optaron por una progresiva
incorporación al juego político/parlamentario: participación en las elecciones, creación
de casinos y constitución de partidos. Este fenómeno se tradujo en una división entre
ultras y neocatólicos: “Rey, Dios y Patria”.

Los pretendientes carlistas al trono español fueron: Carlos María Isidro (Carles V);
Carlos Luís María, conde de Montemolín (Carlos VI); Juan III, y Carlos VII, duque de
Madrid.

El dominio moderado (1844-1868): la etapa isabelina

Las etapas del dominio moderado son: la década moderada (1844-1854), el bienio
progresista (1854-1856) y la segunda década moderada (1856-1858).

Las características del periodo son: el reinado de Isabel II (proclamada mayor de


edad con 13 años), el protagonismo del general Narváez (el Espadón de Loja), la
presencia del ejército en política (conflictos al Marruecos y en Cuba), el papel de las
“camarillas” o grupos de presión alrededor de la reina (gobierno en la sombra), la
oligarquía isabelina (élite económica y profesional que se reparte los grandes negocios
y las obras públicas), la corrupción (“la Corte de los milagros ”), la constitución de 1845
(poco funcionamiento debido en el estado de excepción casi permanente), la
reconciliación con la Iglesia (firma del Concordado con la Santa Suyo), el liberalismo
oligárquico y la consecuente marginación y descontento de amplias capas sociales y
fuerzas políticas, y la división de los moderados en tres facciones.

La década moderada (1844-1854)


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Las características generales de la década moderada fueron: el acceso al trono de
Isabel II, el gobierno moderado y el protagonismo del general Narváez.

Represión contra los sectores populares y radicales, y defensa del orden y la


propiedad: detenciones y encarcelamiento de dirigentes radicales (214 fusilamientos al
1844), limitación de la libertad de prensa y predominio del poder ejecutivo sobre el
legislativo.

Unidad, uniformidad y centralismo: restablecimiento de la ley de ayuntamientos de


1840 (restricción del poder de los ayuntamientos en favor de un alcalde nombrado por
el gobierno). La uniformización de las leyes condujo al Código Penal único (1848) y el
proyecto de Código Civil (1851), en base a las instituciones castellanas e iguales para
todo el mundo; tan sólo se mantuvieron los fueros vascos, mientras que en Cataluña,
la discusión se prolongó 30 años.

Centralización del orden público: supresión de la milicia nacional y creación de la


Guardia Civil (1844), instrumento de uniformización y centralización política y
jerarquizada militarmente (el general Ahumada sigue el modelo de la Gendarmerie
francesa). En los primeros tiempos, la Guardia Civil estaba formada por 10.000
hombres y 1000 destacamentos y estaba destinada a combatir el bandolerismo y
proteger la propiedad agraria.

Cataluña se mantuvo en un estado de excepción casi permanente y bajo el control


del capitán general y un ejército de 30.000 hombres.

La constitución de 1845

La Constitución de 1845 contemplaba la soberanía compartida (no nacional) entre


las cortes y la reina y mantenía la declaración de derechos y la división de poderes.

El poder legislativo era bicameral y estaba dividido en un senado de


nombramiento real y un congreso nombrado por sufragio directo pero censitario.
Según la ley electoral de 1846 sólo un 1% de la población podía votar: hombres de
más de 25 años que contribuyeran con 400 rals y tenían una fortuna de más de 12.000
rals.

El poder ejecutivo estaba en manos de la reina (con ministras). El monarca


sancionaba y promulgaba leyes, y tenía derecho de vet; responsabilidad de los
ministros. El poder judicial estaba en manos de los tribunales de justicia.

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La constitución mantenía la protección del culto a la religión católica, limitaba la
libertad individual, establecía una organización del estado según un sistema de
administración de base centralista y se arrecia el carácter obligatorio del reclutamiento
militar.

La década moderada (1844-1854)

La década moderada (1844-1854) se caracterizó por la inestabilidad política:


sucesión de quince gobiernos en diez años (Narváez, González Bravo, Bravo Murillo),
la influencia de las “camarillas”, la división de los moderados y los pronunciamientos
progresistas (1844, 1846, 1848).

Como ministro de economía y hacienda, Alejandro Mon (1845) intentó solucionar el


problema de la deuda pública (12.000 millones de rales) por medio de la reforma de la
hacienda pública (fiscal y monetaria) y el establecimiento de un sistema que
contemplaba las contribuciones directas (sobre las ganancias y propiedades derivados
de la agricultura, la industria y el comercio) y contribuciones indirectas (aduanas,
timbre, consumos y derechos de puerta). Estas reformas permitieron un aumento de
los ingresos y una reducción de la deuda pública.

El concordado de 1851 entre la Iglesia y el estado estuvo vigente hasta la Primera


República y condujo al mantenimiento de las leyes desamortizadoras pero paralizando
su aplicación; representa la reconciliación entre la Iglesia y el estado liberal. Por
medio del tratado, se reconocía la religión católica como única y verdadera del Estado
español, que se comprometía a mantener el culto y un sueldo para el clero, con
carácter vitalicio y como compensación de las tierras expropiadas. También se
atribuyó el control del sistema educativo a la Iglesia. A cambio del reconocimiento
vaticano de Isabel II como reina legítima, el estado reconocía los derechos de
propiedad de la Iglesia.

La década moderada – la guerra dels matiners (segunda guerra carlista)

La guerra dels matiners o segunda guerra carlista (1846-1849) estalló después del
intento de intermediación de Jaume Balmes para casar Isabel II con el hijo de Carlos
María Isidro, Carlos VI (duque de Montemolín). Pero las negociaciones fracasaron y la
reina se casó con Francesc de Asís y Borbón, su primo y con quien casó con 10 años
(1846).

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La constante interferencia de la reina y de la corte en asuntos políticos, la división
interna del Partido Moderado (partidarios y disidentes del primer fenómeno) y la
corrupción financiera se tradujeron en una gran desconfianza hacia la reina.

En Cataluña, esta desconfianza se veía agravada debido a la centralización


administrativa: reimplantación de las quintas y los consumos, incremento de los
impuestos y nuevas formas de reclutamiento militar. La consolidación de la propiedad
burguesa en el campo provocó que la nueva guerra se convirtiera en una respuesta
del mundo rural frente la aplicación de las medidas liberales y el descontento por la
gestión de los nuevos propietarios (burguesía financiera y comercial).

La crisis económica era fruto de la unión de la crisis en el campo de 1847-1848 (las


malas cosechas provocan la alza de los precios de los cereales y del pan y una
disminución de la demanda textil) y la crisis industrial (fábricas paradas), cosa que
derivó en protestas.

El mundo campesino estaba desarticulado y desorganizado y el carlismo era el


único que podía ofrecer una estructura adecuada. Tanto el carlismo como los
dirigentes republicanos fomentaron los levantamientos y canalizaron el movimiento del
campesinado descontento con el liberalismo.

El escenario de la guerra fue fundamentalmente Cataluña, a pesar de que también


se produjeron pequeñas insurrecciones en Aragón, Guipúzcoa, Burgos, Toledo y
Navarra. Cataluña también fue el único lugar donde hubo participación republicana.
Los enfrentamientos se iniciaron en el Campo de Tarragona.

La revuelta en Francia y las revueltas progresistas (1848) condujeron a la formación


de un comité revolucionario en Barcelona, donde se espoleó la formación de
partidas republicanas que se añadían a las partidas carlistas. Las partidas
republicanas más agresivas pedían la democratización del estado liberal.

En el caso de Cataluña, las partidas estaban animadas por Bellera, Ametlles y sobre
todo, Tomás Bertrán y Saler, que propuso la creación de una Diputación General de
Cataluña, proyecto que no tuvo éxito ni entre carlistas ni entre republicanos y
constituye el precedente del catalanismo. El fin de la guerra llegó de la mano de las
victorias gubernamentales del general Pavía (mayo de 1849).

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La década moderada – la crisis de los moderados

La división del Partido Moderado condujo a una crisis de gobierno. Una de las causas
principales fueran los escándalos financieros con implicaciones de la familia real.
Ante la crisis, los moderados intentaron cerrar todavía más el sistema político
(gobierno de Bravo Murillo): desaparición del régimen parlamentario, gobierno por
decreto, suspensión indefinida de las cortes y restricción de los censos electorales.

Las conspiraciones moderadas recibieron el apoyo de los progresistas para


expulsar a los moderados más conservadores, especialmente en el caso de Cataluña:
unión de los demócratas contra el gobierno moderado. Aun así, fue el general
moderado O’Donnell quién encabezó el alzamiento militar. Movilización de las clases
populares contra la política impositiva del gobierno (consumos) y las quintas,
especialmente en Barcelona, Madrid y Zaragoza.

Todos estos movimientos confluyeron en la Vicalvárada (verano de 1854), dirigida


por el general O’Donnell y un reaparecido general Espartero, que exigieron la
eliminación de la camarilla cercana al trono, el respecto a las leyes y la libertad de
prensa, una rebaja fiscal, el autogobierno de las provincias y la creación de la milicia
nacional (Manifiesto de Manzanares del 6 de julio de 1854). La Vicalvárada, como el
resto de pronunciamientos anteriores, consistió en la ocupación del Palacio Real por
parte del ejército y el ataque a las casas de los ministros conservadores por parte de
las clases populares.

El Bienio Progresista (1854-1856)

La revuelta de O’Donnell y Espartero estuvo acompañada de una revuelta de cariz


popular en Barcelona protagonizada por republicanos y obreros. Una de las
problemáticas del Bienio Progresista (1854-1856) fue el desequilibrio entre el
gobierno progresista (Espartero) y unas cortes de mayoría moderada (la Unión
Liberal de O’Donnell pretendía agrupar a los progresistas más conservadores y a los
moderados más liberales); problemas para satisfacer las demandas populares y
democráticas. Reanudación de las medidas capitalistas (paradas por los moderados)
pero paralización de reformas las democráticas.

La desamortización de Madoz (1 de mayo de 1855) afectó a los bienes comunales


de los ayuntamientos (excepto al noroeste) debido de al compromiso del estado de
respetar los bienes de la Iglesia en el Concordado de 1851.

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El objetivo era formar una masa de pequeños propietarios e impulsar la agricultura
comercial. En este caso, el pago se tenía que hacer en efectivo, no con vales reales,
cosa que se tradujo en dificultades para vender pero permitió al estado ingresar dinero
en metálico.

A pesar de que el estado consiguió una recaudación de 5400 millones de rales, la


nueva desamortización fomentó la proletarización del campesinado y fue contestada
con movilizaciones de jornaleros en Andalucía y Extremadura. Los campesinos habían
perdido el acceso en las tierras comunales y no las habían podido comprar, cosa que
se tradujo en una gran dependencia de los terratenientes y fue la base de los
conflictos agrarios del sur de la península en el siglo XX. Gran parte de los
beneficios procedentes de la desamortización fueron destinados a la construcción de
la red de ferrocarril.

La Ley de Ferrocarriles (3 de junio de 1855) pretendía facilitar el transporte de


mercancías en grandes cantidades, en poco tiempo y a bajo precio. Concretamente,
se pretendía fomentar la exportación de cereales y que España se convirtiera en el
granero de Europa. Previamente, sólo existían las líneas de Barcelona-Mataró,
Madrid-la Granja y Oviedo-Langreo.

Las líneas de ferrocarril no eran obra del estado, sino que este autorizaba a
empresas privadas su construcción; las líneas eran pagadas por el estado y
explotadas por las compañías constructoras, procedentes sobre todo de Francia,
Bélgica y Gran Bretaña. Por medio de la nueva ley, el estado garantizaba el 6% de los
beneficios de la inversión, cosa que atrajo a las empresas: de 400km (1848-1854) a
4832km (1856-1865).

La construcción del ferrocarril podía haber contribuido a la industria siderúrgica


vasca, pero se contrató a empresas extranjeras que importaban el hierro otras zonas.
Los problemas de la red española fueran el ancho de vía diferente y la red radial.

Por medio de la Ley de Minas, el estado alquilaba por cien años aquellas zonas con
posibilidad de extraer riquezas minerales. Las principales beneficiarias fueron las
empresas inglesas y francesas. Posteriormente se promulgó una ley para la creación
de bancos y sociedades de crédito (1855).

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Conflictos

La conflictividad social se proyectó en forma de explosiones de violencia


procedentes de las capas sociales más castigadas por la situación económica. Los
progresistas utilizaron la represión contra los movimientos radicales de tipo
democrático, republicano u obrerista, por lo cual, quedaron aislados políticamente.

Formación del movimiento obrero a partir del conflicto de las selfactinas (máquinas
que trabajaban todo el tiempo), a raíz del cual, los obreros consiguieron algunas
mejoras (negociación de convenios colectivos). En junio de 1855, la junta central de
directores de la clase obrera reclamó la libertad de asociación, la jornada de 10 horas
y la formación de comités mixtos para negociar los salarios.

El desarrollo del movimiento obrero provocó inquietud en las autoridades y la


burguesía. La represión del general Zapatero (capitán general de Cataluña) contó con
el apoyo de los empresarios y condujo a la prohibición de los sindicatos y la ejecución
de Josep Barceló.

En julio de 1855 se declaró la huelga general por todo el país (Sabadell, Terrassa,
Osona o Vilanova): aparición de banderas rojas y del grito de “¡Viva Espartero.
Asociación o muerte. Pan y trabajo!”. Los obreros expusieron su situación en las cortes
y pidieron mejoras en la “Exposición de la clase jornalera en las Cortes”, redactada por
Pi y Margall y firmada por 33.000 obreros, 22.000 de los cuales catalanes. Publicación
del primer periódico obrero: “El eco de la clase obrera” (Madrid).

En 1856 estallaron motines de subsistencia: protestas contra la carestía de pan


(Castilla) y contra las quintas (Valencia, Barcelona y Zaragoza). Dimisión del gobierno
progresista y formación de un nuevo gobierno moderado por orden de la reina,
cosa que provocó la revuelta de los diputados progresistas: O’Donnell ordena
cañonear el Congreso. Espartero no se puso delante de la milicia nacional y marchó
de Madrid.

En julio se formaron barricadas en Barcelona (bombardeada desde Montjuic),


Zaragoza y Madrid con el grito de “¡Muera la reina puta, los generales O’Donnell y
Zapatero! ¡Guerra total, exterminio a los ricos, fabricantes y propietarios!” O’Donnell
ordenó suprimir la milicia nacional, la disolución de las cortes, la destitución de las
diputaciones y los ayuntamientos, la censura de la prensa y el regreso a la
Constitución de 1845. Aun así, la reina destituyó a O’Donnell y pidió formar un
gobierno a Narváez: inicio de la segunda década moderada (1857-1868).

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La Unión Liberal y los moderados (1857-1868)

La Ley Moyano (1857) fue la primera ley de educación con vigencia: establecimiento
de la enseñanza elemental obligatoria y gratuita (cosa que no se consiguió hasta la
Segunda República) y mantenimiento de la educación bajo el control de la Iglesia.
Paradoja de un mayor acceso a la educación en el campo que en la ciudad debido a
un mayor número de niños eb los grandes centros urbanos y el predominio de las
escuelas religiosas de pago.

La revuelta contra la desamortización de Sevilla (1857) consistió en una


sublevación del partido demócrata y republicano (Sixto Camara) que se extendió por
toda Andalucía y donde se exigió la República (democracia) y tierras. La ocupación de
tierras planteó el problema de la propiedad de la tierra, puesto que la subleva
campesina estaba dirigido contra los nuevos terratenientes, que utilizaban formas
capitalistas de explotación. La brutal represión condujo al encarcelamiento de los
jóvenes dirigentes demócratas. A pesar de que la revuelta fracasó, el desgaste del
gobierno condujo a la destitución de Narváez y el regreso de O’Donnell.

O’Donnell se separó de los moderados y fundó la Unión Liberal, situada entre


moderados y progresistas para formar un gran partido de centro. Sus objetivos eran:
estabilizar el sistema político y la monarquía, realizar las reformas necesarias y evitar
nuevas revueltas (capitalismo agrario). Su principal apoyo fue la burguesía agraria y se
mantuvo en el gobierno entre 1858-1863).

El principal problema fue la incapacidad para integrar los sectores más progresistas,
que volvieron a la vía insurreccional (progresista, republicana y demócrata). A partir de
1865 el general Prim, nuevo líder de los progresistas, dirigió una serie de golpes de
estado que fracasaron y comportaron su exilio en Gran Bretaña, donde se impregnó
de las ideas y las políticas europeas. Poco después se sucedieron las muertes de
O’Donnell (1867) y Narváez (1868).

Las expediciones y las guerras colonialistas se cubrieron en el manto ideológico del


nacionalismo español y el intento de recuperación de la idea de imperio; interés del
gobierno de O’Donnell para “despistar” la atención política. Las campañas militares
fueron de remolque de Francia e Inglaterra: Marruecos (1859-1860), Conxinxina
(1858-1862), anexión de Santo Domingo (a petición de sus habitantes), expedición en
México (1861-1862) y guerra contra Perú y Chile (1864-1866).

27
La Unión Liberal y los moderados – la guerra del Marruecos (1859-1860)

Los antecedentes de la expedición en Marruecos eran la posesión española de


penales en Melilla y Ceuta (en construcción), así como la revuelta de tribus vecinas
contra occidentales, a raíz de las cuales, el cónsul español pidió al soldó la entrega de
los dirigentes, petición que no fue aceptada: proclamación de la guerra santa por
los marroquíes y de la defensa del honor por los españoles. Relación con la
piratería y las misiones evangelizadoras.

El incidente de 1859 consistió en la captura de una nave española por piratas


rifeños, cosa que provocó que O’Donnell enviara una escuadra a Tánger y pidiera la
liberación de los marineros. El conflicto diplomático provocó que el soldó de Marruecos
permitiera en España ampliar sus penales en la zona norte. Pero el interés de
O’Donnell en una guerra para distraer la atención de los problemas del país y dar
salida a los líderes del ejército condujo a una ampliación mayor de la autorizada.

En el transcurso de 1860 se sucedieron las victorias españolas de los Castillejos,


Wad-Rass y Tetuán. Francia dio mano libre, pero Gran Bretaña apoyaba al soldó y
exigió a España la devolución de Tetuán (intereses británicos en la zona).

Por medio del Tratado de Tetuán (abril de 1860), España devolvía Tetuán a cambio
de un tratado de comercio muy ventajoso y el derecho de enviar misioneros.

La Unión Liberal y los moderados – el regreso de Narváez

La insurrección de Loja (julio de 1861) estuvo protagonizada por 10.000 jornaleros


armados dirigidos por Pérez del Álamo; era una revuelta de cariz social, republicana y
demócrata pero no dirigida por el partido, sino espontánea. Extensión de la revuelta a
toda Andalucía sin apoyo político. La represión condujo a 1183 encarcelamientos, 25
ejecuciones y 500 expulsiones a los penales del norte de África.

La revuelta y las desavenencias entre Isabel II y O’Donnell condujeron al regreso de


Narváez (1863-1868): instauración de un sistema dictatorial y suspensión de los
derechos. El aumento de la oposición estuvo motivado por los escándalos en la corte
(Sor Patrocinio, padre Claret, amantes y negocios), la rotura de la Unión Liberal, el
regreso de los pronunciamientos y la crisis económica (unión de la crisis agrícola de
1867 y de la crisis industrial provocada por la Guerra de Secesión a los EE.UU. y la no
llegada de algodón).

28
Tema 6.- El Sexenio democrático

El contexto internacional

Debido al internacionalismo, la clase obrera tomó el relieve a la burguesía como


sector dinámico de la sociedad. Los obreros tomaron conciencia de clase a nivel
internacional debido a una situación material parecida (mundo industrial) y la oposición
all estado y a la economía capitalista (propuesta de reformas sociales). Los principales
dirigentes obreros eran Karl Marx (Manifiesto comunista, 1848) y Mikhaïl Bakunin
(Dios y Estado, 1882).

La formación de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864) comportó la


unión de las dos corrientes principales (marxismo y anarquismo) y la idea que los
obreros no tienen patria. Este fenómeno fue seguido de la formación de otras redes
internacionales: configuración de las Trade Unions inglesas en el 1868 (servirá de
modelo al sindicalismo europeo) y aparición del SPD en el 1869 (modelo alemán para
los partidos socialdemócratas europeos).

La Comúna de París (1871) fue la primera revolución socialista contemporánea;


adoptó como himno “la Internacional”.

En aquella época también se produjo la expansión del concepto de estado nación a


través de la vía de la integración (formación Italia y Alemania por unión de pequeños
reinos) o la desintegración (Bélgica y Grecia). Estallido de conflictos desde finales del
siglo XIX a inicios del siglo XX fruto de la configuración del mapa europeo.

Consideraciones generales

El Sexenio Democrático (1868-1874) fue una etapa rupturista debido a la ruptura con
una época anterior: insurrecciones de carlistas, cantonalistas, federalistas
(movimientos muy radicales), republicanas e independentistas (Cuba). Estallido de
revueltas populares contra las quintas y los consumos.

La aparición del republicanismo federal condujo a la formación del Partido


Republicano Democrático Federal, partidario de la república, el sufragio universal y
el federalismo. Fue la opción política mayoritaria en Cataluña y estaba dirigido por Pi y
Margall, que defendía un estado federal con autonomía de las provincias y los
municipios, unido a un elemento de reforma social. Formación del “Club de los
federalistas” y de asociaciones por Cataluña. Configuración del movimiento obrero.

29
Una de las otras características fue la sucesión de modelos políticos: gobierno
provisional, regencia (Prim), monarquía constitucional (Amadeo de Saboya) y
república. Finalmente estos sistemas fueron sustituidos por la Restauración, un nuevo
régimen político pensado para conseguir la estabilidad. Fue el régimen “constitucional”
más largo de la historia de España (1875-1923) y estaba basado en la Constitución
de 1876.

La revolución de septiembre de 1868 – la “Gloriosa”

Las causas políticas: agotamiento, inmovilismo y corrupción del régimen moderado


isabelino; difusión de las ideas revolucionarias (imprenta y prensa); deficiencias e
incapacitados de la reina para gobernar, y unión de la oposición en el Pacto de
Ostende (1866).

Las causas económicas: crisis de subsistencias (malas cosechas de 1867-1868


provocadas por un gran incremento de los precios y la implantación de nuevos
impuestos de consumos), crisis industrial y paro (provocados por la guerra civil a los
EE.UU.) y crisis financiera (fruto de la caída de las acciones de los ferrocarriles, que
condujo a la quiebra de los bancos y a ventas de deuda pública). Alza del precio del
suelo urbano, puesto que las ciudades necesitaban reformas y ampliaciones para
adaptarse a la industrialización.

Las causas sociales (reivindicaciones obreras): unión de las demandas laborales, la


AIT, el sindicalismo y la formación de una cultura popular (escuelas, prensa, novelas,
sociabilidad formal e informal).

La revolución de septiembre de 1868 – desarrollo

La revolución se inició con un pronunciamiento de las fuerzas del Pacto de


Ostende protagonizado por la armada anclada en Cádiz. Después del golpe del
almirante Topete (18 de septiembre de 1868), la revuelta se extendió por Andalucía.
Entonces, el general Prim volvió a España del exilio por mar y recorrió la costa
mediterránea. Extensión de la revuelta en todo el país con los lemas “España cono
honra” y “Abajo lo existente”.

Las movilizaciones obreras en las ciudades estaban dirigidas por los demócratas y
republicanos. Aun así, mientras los demócratas hacían la revolución (cambio del
sistema político), los progresistas y los unionistas ocuparon el poder (sólo quería un
cambio de gobierno).

30
La victoria revolucionaria en la batalla de Alcolea (28 de septiembre de 1868), fruto
del mando del general Serrano, marca el triunfo de la revolución. La reina se tuvo que
exiliar a París (30 de septiembre) y acto seguido se instauró un gobierno provisional.

En Cataluña estalló una revuelta popular sin relación con el pronunciamiento que se
inició en Barcelona y Tarragona (29 de septiembre) y se extendió en Mataró, Manresa,
Girona, Figueres, Lleida, Tárraga, Reus, Terrassa y Sabadell Esta revuelta popular
contra los consumos derivó en la formación de juntas burguesas que controlaban el
proceso. La junta de Reus estaba dirigida por el general Prim, desde donde afirmó
que: “todo sigue con revolucionaría tranquilidad”. Actitud permisiva del ejército.

La formación del gobierno provisional condujo a la disolución de las juntas, a pesar


de que algunas de ellas no se disolvieron (Barcelona, Jerez, Alcoy); el pueblo pedía
reformas sociales aparte de las reformas políticas, sobre todo en Cataluña y
Andalucía.

El gobierno provisional estaba dirigido por el general Serrano (sucesor de O’Donnell


al frente de la Unión Liberal), mientras que después fue nombrado regente. El general
Prim (progresista) fue ministro de guerra en un primer momento y después lider del
gobierno (regencia de Serrano). Sagasta (progresista) fue primer ministro de
gobernación y después lider del gobierno (con el asesinato de Prim). Sus objetivos
eran: la regeneración política del país y asegurar la orden y las libertades de
expresión, asociación y reunión.

Las elecciones a cortes fueron convocadas por sufragio universal masculino, pero
registraron una elevada abstención; el resultado fue una mayoría de progresistas
monárquicos en el conjunto del estado. En Cataluña obtuvieron la victoria los
republicanos federales (28 de 27 escaños), mientras que en el conjunto de España
obtuvieron 57 escaños de 304, junto con 85 escaños de los republicanos y 32 de los
carlistas.

Por lo tanto, las cortes resultantes estaban formadas por una mayoría favorable de
implantar una nueva monarquía no borbónica. Los carlistas ofrecieron su alternativa,
Carlos VII, pero en no ser aceptada estalló la tercera guerra carlista (1872-1876).

31
El gobierno provisional – de 1868 a 1870

La Constitución de 1869, que nunca se llegó a aplicar a pesar de ser aprobada,


contemplaba: la soberanía nacional (fin de la soberanía compartida), un amplio
reconocimiento de los derechos y las libertades individuales, la independencia del
sistema político respeto la Corona (sin derecho a veto, tan sólo sanciona las leyes
aprobadas por las cortes) y el sufragio universal masculino.

También se garantizaban las libertades de residencia, de prensa, de reunión y


asociación, así como la libertad de enseñanza y la libertad de culto, cosa que provocó
muchos conflictos y el boicot de la Iglesia católica. Aun así, el estado se comprometía
a mantener el culto católico.

La división de poderes mostraba una preeminencia del legislativo (dividido en dos


cámaras, Senado y Congreso) sobre el poder ejecutivo. La independencia del poder
judicial ya había sido garantizada por otras constituciones, pero ahora se ponían los
medios para conseguirla con la instauración de un sistema de oposiciones a la
judicatura.

Estallido de revueltas federales (1869) que reclamaban una constitución y la


instauración del sistema republicano: formación del Comité republicano federal en
Barcelona (27 de septiembre de 1869) y extensión de la revuelta por Cataluña,
Valencia, Aragón y el País Vasco. A pesar de que fue reprimida por el ejército,
continuaron las protestas locales.

La monarquía constitucional – de 1871 a 1873

Amadeo de Saboya fue elegido recibe de España para aceptar el sistema


constitucional y el hecho que su elección no alteraba el equilibrio europeo (la casa real
italiana era poco importante). También se pretendía rehuir del conflicto entre
austríacos y borbones que había caracterizado la Guerra de Sucesión. El nuevo rey
recibió el apoyo mayoritario de las cortes, a pesar de que en contra votaron carlistas,
republicanos, alfonsinos y aquellos diputados más cercanos a la Iglesia católica.
Sesenta diputados habían votado a favor de la República.

La monarquía constitucional vivió seis gobiernos entre el 2 de enero de 1871 y el 14


de febrero de 1873.

32
La monarquía constitucional – el movimiento obrero

El movimiento obrero experimentó una expansión de las sociedades obreras, que


habían sido legalizadas en septiembre de 1868 (el derecho de asociación estaba
recogido a la constitución de 1869).

La Dirección general de las sociedades obreras de Barcelona (1868) fue el primer


organismo que unió diferentes organizaciones obreras, a pesar de que reducidas al
ámbito barcelonés; publicación del primer diario obrero en Cataluña y España (La
Federación).

La llegada de las ideas de la AIT en España de la mano del anarquista Guisseppi


Fanelli (delegado de Bakunin, 1868) fue la causa de la importancia del anarquismo en
España junto con la coincidencia de la ideología con ciertos elementos del
republicanismo federal.

Mientras tanto estallaron protestas contra los consumos y las quintas (el gobierno
había prometido su abolición pero no cumplió) y en reclamación de mejoras laborales.
El fracaso de las insurrecciones federales (septiembre y octubre de 1868) y los
disturbios contra las quintas (abril de 1870) se tradujeron en un aumento del
apoliticismo (Rafael Fraga Pellicer, García Viñas, José L. Pellicer, Santiñón) y, por lo
tanto, un aumento del protagonismo del anarquismo.

La celebración del Congreso de sociedades obreras españolas en Barcelona


(1870) supuso la reunión de 89 delegados que representaban a 200 sindicatos con
25.000 afiliados. Las decisiones tomadas fueron: adhesión a la Primera Internacional
(AIT), declararse apolíticos (respecto de las decisiones individuales), priorizar el
cooperativismo al mutualismo), la resistencia en el capital por medio de una red de
sindicatos de oficio (federaciones locales y Federación Regional Española).

La Federación Regional Española fue el primer sindicato español propiamente dicho,


formado por una organización horizontal (federaciones locales) y una organización
vertical (federaciones de oficios). Agrupaba cuatro tendencias: bakunista (anti política,
anti estatal y colectivista), sindicalista apolítica, sindicalista federal y cooperativista-
reformista (moderada).

La Comuna de París (1871) tuvo una gran repercusión en España, donde se


produjeron vagos y protestas que condujeron a la ilegalización de la Federación
Regional Española y de la AIT (1872) con la excusa que respondía a intereses
extranjeros.

33
La monarquía constitucional – la guerra de los diez años en Cuba

Cuba constituía, junto con Puerto Rico y Filipinas, los últimos restos del Imperio
Español. Todo y las promesas de los gobiernos españoles desde 1837, la isla no
había conseguido las leyes especiales que se le prometían debido a la estrecha
relación con la metrópoli. Por lo tanto, estaba gobernada por capitales generales que
tenían el apoyo de la oligarquía del azúcar.

El conflicto armado y social estaba causado por el movimiento independentista


cubano, dirigido por Carlos Manuel de Céspedes (1868), partidario de la
independencia y la abolicionismo. La causa directa de la rebelión fue la negativa del
gobierno español a las reformas políticas, sociales y económicas que pedían los
sectores dirigentes del Partido Español, que exigía el fin de las políticas
proteccionistas y el inicio de un clima de entendida con los esclavos y los cimarrones
(esclavos rebeldes).

La formación de un gobierno republicano alternativo provocó que la guerra se


prolongara diez años (1868-1878), conflicto en el cual se aplicó la política de tierra
quemada y campos de concentración del general Weyler.

La monarquía constitucional – la tercera guerra carlista (1872-1876)

Los carlistas habían protagonizado una oleada de levantamientos entre 1869-1870


todo y la división del movimiento entre la corriente conspirativa y la corriente
partidaria de la vía de acción política. Sustitución de Juan III por Carlos VII (Carlos
María de Dolores), duque de Madrid, que se casó con Margarita de Parma.

El principal escenario de la guerra fue el País Vasco puesto que los carlistas instalaron
el centro y la corte en Astilla, que actuaba de capital del estado carlista construido
temporalmente (creación de impuestos y corregimientos). Los principales líderes en
esta región fueron el cura Santa Cruz y Dorregaray.

La guerra en el Maestrat no contó con el apoyo de Cabrera, en desacuerdo con el


resto de carlistaas. En Cataluña, los dirigentes fueron Rafael Tristany, Francesc
Savalls y Miret. Aun así, en esta zona había perdido mucha fuerza en favor del
republicanismo federal. Estallido de revueltas esporádicas en Castilla, Galicia y la
Mancha.

El final de la guerra se produjo cuando Cabrera juró fidelidad a Alfonso XII como rey,
cosa que supuso una escisión en el carlismo en ser seguido por otros generales a
cambio del respecto de su sueldo y su graduación.

34
El Papado presionó en la Iglesia católica española para apoyar al liberalismo y
abandonar el carlismo a cambio de la representación eclesiástica en el estado y la
educación (firma de un nuevo concordado). El acuerdo contó con la obediencia de la
jerarquía pero no del bajo clero, que continuó siendo carlista.

La Primera República – de 1873 a 1874

La Primera República fue proclamada el 11 de febrero de 1873 a raíz de la abdicación


de Amadeo I, del cual Engels afirmaba que era “el primer rey en huelga”, mientras que
Pi y Margall decía “nada hizo, pero nada le dejaron hacer sus hombres”.

La República fue proclamada por unas cortes monárquicas al ser vista como la
única alternativa: votación en una reunión conjunta del Congreso y el Senado, donde
el sistema republicano recibió 258 votos a favor frente 32 en contra (sólo había 77
diputados republicanos). Por lo tanto, hacía falta un régimen renovador y
reorganizador, y los obreros depositaron grandes esperanzas en la República:
demanda de una reducción de la jornada y un aumento de los sueldos.

Los mayores problemas de la República fueron la división del republicanismo (unitarios


contra federales y derecha contra izquierda) y la falta de reconocimiento internacional
en un primer momento, a excepción de los EE.UU. y Suiza (dos repúblicas).

La Primera República, a pesar de durar sólo un año (1873-1874), tuvo cuatro


presidentes y cuatro jefes de gobierno. Una de las medidas de más renombre fue la
abolición de la esclavitud en Puerto Rico (a pesar de que no en Cuba, que era donde
se concentraban los principales negocios de españoles y catalanes) y la abolición de
las quintas.

Las elecciones de mayo de 1873 para formar cortes constituyentes fueron ganadas
por los republicanos, que consiguieron 344 escaños de los 391 posibles. La oposición
estaba formada por radicales y constitucionalistas, los miembros de la antigua Unión
Liberal, los progresistas, los demócratas y los moderados, que consiguieron muy
pocos escaños. Aun así, la abstención había sido del 60% del electorado.

Los cuatro presidentes de la Primera República fueron: Estanislau Figueres (de


febrero a junio), Francesc Pi y Margall (de junio a julio), Nicolás Salmerón (de julio a
septiembre) y Emilio Castelar (de septiembre a diciembre).

El 7 de julio de 1873 las cortes proclamaron la república democrática federal en un


intento del gobierno de construir un sistema federal desde arriba.

35
Por lo tanto, se intentaba conseguir a la vez el orden y la federación del país
emprendiendo grandes reformas: elaboración de una constitución federal (que no llegó
a ser aplicada), separación entre Iglesia y estado, concesión de la independencia a las
colonias, restauración de la disciplina al ejército y elaboración de una serie de leyes
para modernizar el país (leyes políticas pero no de cariz social).

El proyecto de constitución de un estado republicano federal seguía la línea


democrática de la Constitución de 1869 (sufragio universal masculino a partir de los 25
años) e incluía una amplia legislación social: abolición de las quintas, abolición de los
consumos, regulación del trabajo de los menores, fijación de una jornada de trabajo
máxima y enseñanza pública. La nación española estaría integrada por 17 estados
(las regiones españolas y Cuba) y seguiría una estructura basada en tres pilares:
municipios, estados regionales y sido federal.

Los estados regionales tendrían una autonomía económica, administrativa y política


que tendría que ser compatible con la existencia de la nación española (no
cuestionada). También podrían elaborar constituciones propias, compatibles con el
estado federal. El presidente de la república sería el encargado de mantener el
equilibrio entre los estados regionales y con el estado federal.

La Primera República – división e insurrecciones

La inestabilidad política estuvo provocada por las divisiones internas de los


republicanos (federalistas, también divididos, contra unionistas) y la retirada del apoyo
de la AIT al gobierno republicano, a quien acusaba de no tener un programa social.

Estallido de insurrecciones federales en Cataluña: Igualada (9 de junio) y revolución


social en Barcelona que, dirigida por García Viñas, motivó un cambio de ayuntamiento
(19 de junio). El único partido republicano que se mostró partidario de controlar las
revueltas fue la formación presidida por Estanislau Figueres, cosa que motivó su
dimisión.

El movimiento cantonalista se concentraba en Valencia, Murcia y Andalucía y


constituía la expresión máxima del federalismo al considerar al municipio como un
estado independiente (imitación de la Común de París). La primera revuelta empezó a
inicios de julio en Alcoy con la convocación de una huelga general; estaba controlada
por los federalistas/internacionalistas de la AIT. Declaración de independencia y
formación de un gobierno revolucionario, acto que tuvo importancia debido a la fuerte
industrialización de la ciudad.

36
En Cataluña, a pesar de que el movimiento cantonalista no fue excesivamente
importante, comportó la formación de una Junta de Salvación de Cataluña (19 de
julio de 1873) que constituía un acercamiento de federales, obreros y apolíticos (Roca
y Galés , Pau Alsina, Baldomer Lostau). La base social del movimiento era obrera y
menestral.

Estas revueltas condujeron a la ilegalización de la AIT, por lo cual sus dirigentes en


Barcelona huyeron a Alcoy, controlada por los revolucionarios. Una de las
consecuencias fue la radicalización del republicanismo federal y de la masa obrera
rebelde. Rápida extensión de la revuelta en multitud de municipios.

Pi y Margall se negó a reprimir las revueltas cantonalistas, por lo cual tuvo que dimitir,
siendo sustituido por Salmerón. Muchos de los participantes en las insurrecciones
fueron condenados a muerte y al negarse a firmar las condenas, Salmerón
también dimitió. Castelar fue el último que ocupó el cargo de presidente y pertenecía al
republicanismo moderado y unionista; durante su gobierno se produjo un giro hacia la
derecha y hacia el centralismo.

De la república a la Restauración – de 1874 a 1876

La represión del movimiento cantonalista fue ejecutada por el ejército (generales Pavía
y Martínez Campos), cosa que confirió de nuevo poder a esta institución, que se
presentaba como garante de la orden y la solución.

Como presidente de la República, Emilio Castelar dirigió un progresivo


desplazamiento hacia la derecha con el apoyo del ejército y de las clases
ricas(orden, autoridad y gobierno); consiguió plenos poderes de las cortes para
reorganizar el ejército, obtuvo un crédito y gobernó con el parlamento cerrado hasta el
fin del sistema (enero de 1874).

Castelar gobernó sin las cortes (de mayoría republicana) e hizo lado a los sectores
políticos más conservadores, apoyándose en el ejército. La moción de censura de los
diputados contra el gobierno (3 de enero de 1874) obtuvo 120 a favor frente 100 votos
en contra, a pesar de que el gobierno la ignoró.

El pronunciamiento del general Pavía (capitán general de Castilla) contó con el apoyo
de sectores del ejército y la Guardia Civil, y comportó la disolución de las cortes.
Entonces se recurrió al general Serrano, que actuó como presidente de la república sin
los republicanos (Unión Liberal y progresistas).

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El golpe de estado del general Martínez Campos (Sagunto, 29 de septiembre de 1874)
fue un pronunciamiento a favor del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II. En diciembre, el
nuevo monarca firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas de Castillo
y que sintetizaba el programa de la nueva monarquía: régimen conservador y católico
que tendría como principal objetivo garantizar el funcionamiento del sistema político
liberal y restablecer la estabilidad política y la orden social (evitar la intervención del
ejército).

La burguesía catalana recibió con joya al nuevo rey Alfonso XII (enero de 1875) puesto
que, después del fracaso de la Gloriosa, se esperaba un periodo de estabilidad y
prosperidad. Inicio del sistema de la Restauración borbónica.

Tema 7.- La Restauración (1876-1902)

Las características generales

El liberalismo autoritario pretendía romper con el Sexenio e instaurar un régimen


conservador y católico por medio de un gran pacto. Dominio de las oligarquías
económicas (agrarias e industriales), que acceden a la corte y al gobierno, y
predominio del poder político sobre el poder militar. Las garantías constitucionales
fueron suspendidas 19 veces.

La Constitución de 1876 incluía una mínima tolerancia religiosa por deseo expreso
de Cánovas, así como la soberanía compartida con grandes poderes para el
monarca: garante de la soberanía nacional; líder y dirigente del ejército; líder del poder
ejecutivo; participación en la legislación por medio del derecho a veto o la sanción de
leyes; nombramiento y destitución sin restricciones del consejo de ministros etc. Las
decisiones del rey eran inviolables e irresponsables (no se le exigen cuentas).

Las cortes eran bicamerales (modelo inglés). El Congreso de los Diputados era la
cámara representativa del pueblo y sus miembros eran escogidos por sufragio
censitario restringido primero, hasta que se amplió hasta el sufragio universal
masculino (1890). El Senado era muy conservador (derecho de veto), estaba ligado a
la monarquía y estaba formado por: 1/3 eran miembros de derecho (grandes de
España), 1/3 era nombrado por el rey y 1/3 era escogido por las corporaciones
(municipales y económicas).

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El poder judicial estaba formado por jueces que llegaban por oposición. El estado se
basaba en una organización centralizada donde los ayuntamientos y las diputaciones
estaban bajo el control gubernamental; gran poder del gobernador civil (a menudo
mayor que el del capitán general).

El Partido Conservador estuvo dirigido por: Antonio Cánovas de Castillo (1875-


1897), Francisco Silvela (1898-1904), Antonio Maura (1905-1913) y Eduardo Dato
(1913-1921). Sus pilares eran la monarquía y el catolicismo, eran los herederos del
moderantismo y sus apoyos eran las oligarquías terratenientes de Castilla y Andalucía.
Predominio entre 1876-1896.

El Partido Liberal estuvo presidido por: Mateo Práxedes Sagasta (1876-1902), José
Canalejas (1905-1912), Moret y el conde de Romanones. En un principio fue fundado
como Partido Fusionista, pretendía una monarquía progresista y tenía el apoyo de las
élites industriales y comerciales norteños peninsular.

La dinámica política se basaba en que, mientras que los gobiernos conservadores


limitaban las libertades (Código Civil, 1889), los gobiernos liberales las ampliaban:
derecho de reunión (1881) y sufragio universal masculino (1890). Los gobiernos
normalmente duraban entre dos y tres años, a excepción del Parlamento largo
(1885-1890).

Los partidos marginales se dividían entre aquellos que estaban dentro y fuera las
cortes. Entre los primeros se encontraban la Unión Católica de Menéndez Pidal
(reunión de los elementos que defendían a ultranza el catolicismo) o el Partido
Posibilista de Emilio Castelar (reunión de los elementos republicanos que querían
participar en el sistema de la Restauración). Fuera de las cortes se encontraban los
republicanos (divididos y derrotados, entran a las cortes al 1886), los carlistas
(divididos y derrotados, entran al 1884), los grupos regionalistas (Cataluña, País Vasco
y Galicia) y el movimiento obrero.

El caciquismo era la red de influencias que servían para asegurar la alternancia


política de los partidos conservadora y liberal, basada en la adulteración, (alteración de
los resultados electorales

El cacique era un personaje con poder económico y/o político que tenía capacidad de
coacción/influencia física y moral sobre su circunscripción (control local/municipal y del
censo electoral); concesión de favores a cambio de votos. También velaba porque el
resultado de las elecciones al territorio se correspondiera con el previsto por el
gobierno.

39
El monopolio del poder por parte de las oligarquías agrarias e industriales se tradujo
en un régimen socialmente muy conservador: influencia de la Iglesia y pacto con
los militares. El pacto entre el régimen de la Restauración y la Iglesia católica no evitó
diferencias; sus objetivos eran sacar apoyo a los carlistas, fundamentar
ideológicamente al régimen, el mantenimiento de las prerrogativas de la Iglesia en
educación y el mantenimiento del culto y el clero.

La Iglesia católica recuperó así la hegemonía social por medio de la llegada de


nuevas órdenes religiosas y la recuperación del concordado de 1851. La discusión y
aceptación del estado liberal comportaron la división del catolicismo: contraposición de
un León XIII más abierto frente un Pio IX más conservador. En España se enfrentaban
el conservador Cánovas (liberal en temas religiosos) y los ultras.

Durante la Restauración, la burguesía catalana abandonó la política y se retiró a sus


negocios, cosa que comportó la ausencia de diputados catalanes. A la década de
1870 se configuraron en Barcelona los partidos liberal y conservador, a pesar de que
sin mucho entusiasmo.

Los políticos conservadores eran: Manuel Girona (banquero) y Ferrer y Vidal (sector
textil). El principal ideólogo fue el periodista Joan Mañé y Flaquer, director del Diario
de Barcelona; al 1881 rompió con Cánovas y fundó el diario La dinastía, a pesar de
que sin resultados positivos.

El político liberal por excelencia eran Ríos y Taulet, alcalde de Barcelona durante la
Exposición de 1888. El órgano liberal de Sagasta era La Vanguardia, fundada por los
hermanos Godó y que poco después se desvinculó del partido liberal.

Los últimos conflictos coloniales – Cuba y Filipinas

Después de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la burguesía cubana aceptó la


Paz de Zanjón, pero no los esclavos ni los trabajadores. Su validez fue nula porque la
administración española incumplió todos los puntos, entre ellos, la promesa del
derecho a la autonomía. La burguesía cubana no reaccionó porque temía el estallido
de una revolución social en la isla y no tenía más remedio que mantener al ejército
español para ser protegida.

La guerra “chiquita” (1879-1880) se inició debido a las restricciones impuestas por el


Estado español sobre el comercio cubano con otros países, especialmente los EE.UU.
con el objetivo de blindar la relación comercial entre la metrópoli y la colonia.

40
El pacto obligaba a las posesiones a consumir los cereales y los bienes de consumo
de la metrópoli y establecía un impuesto del 30% sobre las exportaciones de azúcar y
derivados.

Después de la guerra, la administración norteamericana inició negociaciones con


España para comprar la isla de Cuba, pero no se llegó a un acuerdo. La falta de un
pacto con la colonia condujo a la Tercera Guerra de Cuba.

La Tercera Guerra de Cuba (1895-1898) se inició debido a las continuas demandas


de la oligarquía cubana para conseguir una mayor autonomía y más capacidad de
gobierno y la falta de soluciones desde Madrid. La clase mediana, muy reducida y
realmente independentista, aprovechó las continuas negativas españolas para ganar
apoyos.

José Martín fue el dirigente unánimemente aceptado como conductor del movimiento
independentista cubano; procedía de una familia burguesa (era hijo de comerciantes)
y pertenecía a la clase media. Desde el principio fue partidario de la independencia, no
de la autonomía, y fundó el Partido Revolucionario Cubano, con apoyos a izquierda
y derecha.

La región de Santiago (sur de la isla) fue el principal escenario de la guerra debido a la


concentración de tropas españolas y a la alta presencia de la guerrilla. Máximo Gómez
fue el general en cabeza del ejército independentista cubano. Los hermanos Maceo
representaban el independentismo social de los esclavos y trabajadores (radicalismo
social).

En España, la prensa y el gobierno hicieron uso de una demagogia total por medio de
eslóganes como “Hasta el último hombre, hasta la última peseta”. El gobierno organizó
un reclutamiento brutal que provocó revueltas contra las quintas. La guerra fue una
auténtica carnicería para España, causada por las guerrillas y, sobre todo, por las
enfermedades tropicales.

En las Filipinas, José Rizal, escritor educado en España, fue el líder independentista.
Previamente, la prensa española había denunciado la continuada tiranía colonial
española y los abusos de las órdenes religiosas. El proceso independentista tuvo una
menor relevancia (ausencia de una burguesía filipina) y menor resonancia en España:
Cuba mantenía un contacto permanente con España y Filipinas sólo actuaba como
centro de bases y escalera naval.

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Filipinas no llegó a declarar la guerra, sino que se vio inmersa cuando los EE.UU.
intervinieron en Cuba por orden del presidente McKinley.

Entrada de los EE.UU. en guerra con la excusa de la explosión del Maine, provocada
por el propio ejército americano. Las batallas fueron principalmente navales: los
EE.UU. enviaron naves a Cavite (Filipinas), donde nunca había habido un conflicto
colonial.

La guerra se prolongó entre febrero y julio de 1898 y finalizó con la firma de la Paz de
París: reconocimiento de la independencia de Cuba y cesión de Puerto Rico y Filipinas
en los EE.UU. Por lo tanto, España perdía las últimas colonias.

El movimiento obrero

El movimiento obrero se consolidó entre 1870-1874: creación de la FRE, delegación


española de la AIT (1870), que tuvo un funcionamiento legal y un consecuente
crecimiento entre 1870-1874 en Andalucía, País Vasco, Valencia y Cataluña.

La ilegalización de la FRE (1874-1880) supuso un aumento de los grupos anarquistas


insurreccionales. Como organización clandestina desaconsejó las vagas y otras
actuaciones legales y se proponía la revolución social, la insurrección y la
“propaganda por el hecho”; coincidencia en una oleada de atentados terroristas en
Rusia, Alemania e Italia. Entre 1878-1879 hubo varios atentados frustrados contra
Alfonso XIII.

La comisión federal de FRE estaba dirigida por el médico García Viñas y cambió
varios gveces de sede debido a la clandestinidad (Alcoy, Madrid, Barcelona).

El movimiento obrero – el mundo socialista

En el mundo socialista (PSOE y UGT), los miembros de la Nueva Federación de


Madrid se separaron de la FRE-AIT y crearon en Madrid la Asociación del Arte de
Imprimir, presidida por Pablo Iglesias (1874-1885): defensa de las ideas socialistas y
marxistas en dirección a la creación de un partido obrero.

En mayo de 1879 se creó la Agrupación Socialista Madrileña, formada por dieciséis


tipógrafos y cuatro médicos; José Mesa actuaba de contacto con Marx y Engels. En
Cataluña tuvo el apoyo de los tipógrafos y los moderados del textil (fundación del
sindicato Las Tres Clases del Vapor); en el 1882 los socialistas tenían siete
federaciones locales en Barcelona, Mataró, Manresa y Reus, mientras que en el 1887
ya tenían quince.

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Debido a la poca importancia de los sindicatos en Madrid, en el 1888 se trasladó la
dirección socialista en Barcelona, donde se celebró el primer congreso del PSOE (18
delegaciones, 7 de las cuales catalanas), presidido por Pablo Iglesias. Fundación de la
UGT, dirigida por Antonio García Quejido y Toribio Reoyo.

El PSOE se definió como un partido marxista partidario de la acción política


(parlamentaria y municipal); traslado de la sede estatal en Madrid. Celebración del
segundo congreso en Bilbao (acuerdo para participar en las elecciones después de la
aprobación del sufragio universal) y del tercer congreso en Valencia (1892).

En el 1895, el PSOE consiguió regidores en el Ayuntamiento de Mataró y en el 1899


en Manresa. El primer diputado a cortes fue Pablo Iglesias (1910).

El movimiento obrero – el mundo anarcosindicalista

En el 1881, anarcosindicalistas cómo Rafael Fragua, Josep Llunas Pujals, Antoni


Pellicer y Eudald Canibell pretendieron crear un nuevo sindicato de masas.
Celebración del congreso de Barcelona (septiembre de 1881), permitido por el Partido
Liberal (en el gobierno) y que comportó la dimisión de los antiguos dirigentes.

Fundación de la Federación de Trabajadores de la Región Española (desaparición de


las siglas de la ilegalizada AIT), con éxito en la industrial Cataluña y en la rural
Andalucía. En el primer congreso de Barcelona (1881) asistieron 162 organizaciones
de 72 localidades. En el segundo congreso de Sevilla (1882) asistieron 663
organizaciones y 218 federaciones locales. Llegó a los 57.000 afiliados (38.000
andaluces y 13.000 catalanes).

En el 1882 se produjo la división entre los anarquistas colectivistas (partidarios de


Bakunin y mayoritarios en Cataluña) y los anarco comunistas (partidarios de Kropotkin
y Malatesta y mayoritarios en Andalucía). Todos estaban a favor de una sociedad
socialista sin estado.

Los anarco colectivistas o anarcosindicalistas pretendían el uso de sindicatos


obreros públicos y legales para conseguir mejoras inmediatas para los obreros y
constituir la base para una nueva sociedad; defensa de la producción según la
voluntad/capacitado y percibir según el trabajo.

Los anarcos comunistas eran más individualistas y radicales, y se oponían al


sindicalismo y al legalismo: apuesta por la revolución social y la formación de
pequeños grupos con afinidad ideológica; uso de la propaganda y la lucha sistemática;
defensa de la producción según la voluntad y recibir según las necesidades.

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Después del tercer congreso de Valencia (1883) se volvió a la represión y la ilegalidad;
el rápido crecimiento provocó una gran represión. Surgimiento del movimiento de la
Mano Negra, un grupo que hacía atentados contra los propietarios y los latifundistas
(base del gobierno), siempre relacionados con las reivindicaciones obreras. Estas
actuaciones condujeron a los procesos de Jerez (1883) y la ilegalización de la FTRE.

Después del congreso extraordinario y clandestino de Barcelona (1884), la represión,


la división y el terrorismo condujeron a la desaparición real. Por lo tanto, entre 1886-
1907 no hubo un gran sindicato obrero, pero sí sociedades anarquistas: Pacto de
Unión y Solidaridad (Barcelona, 1888) y Organización anarquista de la región española
(1889).

Los principales órganos de la prensa obrera eran: La Asociación (1883-1888 en


Barcelona), Los Desheredados (1882-1886 en Sabadell), La Federación Igualadina
(1883-1884), La Revista Social (1881-1885 en Madrid), entre otros.

Creciente influencia intelectual de la propaganda: Josep Prat, Ricardo Mella, Francisco


Urales, Teresa Claramunt y Teresa Mañé. Aun así, eran momentos complicados para
el anarquismo debido a la desunión interna y la desorganización, cosa que lo abocó a
la primera gran oleada de violencia (Barcelona).

A partir de 1890 empezó la celebración del 1 de mayo (conmemoración de los


“mártires de Chicago”, 1886): reivindicación de la jornada de ocho horas de trabajo,
ocho de descanso y ocho de ocio. Por los anarquistas era una jornada de lucha social.

Entre 1890-1893 las movilizaciones por el 1 de mayo supusieron problemas de orden


público y en la mayoría de lugares las reivindicaciones no tuvieron resultados, cosa
que se tradujo en un desencante con el movimiento obrero y un refuerzo de las vías
violentas.

Un sector del anarquismo catalán optó por la “propaganda del hecho”. El triunfo de las
tesis anarco comunistas condujo a atentados contra los símbolos de la sociedad
burguesa.

El atentado en la calle Canvis Nous (1896) consistió en el estallido de una bomba al


paso de una procesión, que mató a seis obreros e hirió a 46. La bomba había sido
tirada por un anarquista francés que huyó y nunca fue detenido. El atentado fue la
excusa del gobierno para llevar a cabo una gran represión del movimiento obrero: 400
detenidos entre moderados y revolucionarios, maestros laicos, anarquistas y
federalistas; suspensión de las revistas obreras.

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Barcelona recibió el nombre de la rosa de fuego y entre 1887-1897 consolidó su
imagen como ciudad de las bombas y capital del anarquismo europeo. La represión de
Montjuic desactivó el movimiento obrero durante una década (1887-1897). En
venganza, el anarquista Anjolino asesinó a Cánovas (1897).

Intelectualmente, el anarquismo resultaba muy atractivo para las masas obreras y


tenía mucha influencia entre las izquierdas. Pretendía construir un mundo cultural
propio, filosófico y científico: relación con las ideas de la Ilustración, la democracia de
la Revolución Francesa, el racionalismo y el libre pensamiento.

Los anarquistas catalanes se caracterizaban por el anti estado, el apoliticismo y la


colectivización de base sindical; ideas claras pero praxis compleja puesto que eran
republicanos, federalistas y laicos. Fundación de escuelas públicas y ateneos
populares o libertarios.

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