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Los liberales sabían que no habría un cambio de régimen sin un golpe de estado, por
lo cual iniciaron la estrategia insurreccional consistente en el “rompimiento”: Valdés a
Tarifa (1824), Mina a los Pirineos (1830) y Torrijos a Gibraltar (1831). Aun así,
después del fusilamiento de Torrijos no se produjeron más revueltas.
La sucesión
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La Ley Sálica (1713) prohibía la sucesión femenina si había sucesión masculina
por línea principal o lateral. Antes del nacimiento de la infanta Isabel, Fernando VII dio
a conocer una Pragmática Sanción de 1789, hasta entonces desconocida, y que
suponía la anulación de la ley anterior.
La muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833), personaje muy odiado por el
pueblo español, fue seguida de celebraciones. Acto seguido, Isabel II juró como reina,
pero mientras fue menor de edad se estableció la regencia de María Cristina. Carlos
María Isidro tuvo que marchar al exilio en Portugal.
Los ultras proclamaron como rey a Carlos María Isidro (Carles V). En cambio, los
absolutistas moderados y los liberales aceptaron a Isabel II y la regencia de María
Cristina, que estaría asesorada por un Consejo de Gobierno liberal, que tenía como
presidente del gobierno a Martínez de Rosa (liberal moderado). Estallido de la primera
guerra carlista con levantamientos armados en todo el país, especialmente en el País
Vasco y en Cataluña.
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Los absolutistas (carlistas) estaban conformados por un pequeño sector de la
nobleza, el clero y un sector importante del campesinado.
Una de las características más importantes del periodo fue el contexto de guerra civil
provocado por la primera guerra carlista (1833-1840) y la segunda guerra carlista o
guerra de los tempraneros (1846-1848).
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El siglo XIX español y catalán se caracteriza por los constantes cambios de
gobierno. Mientras que entre 1808-1833 el conflicto giraba en torno a los absolutistas
y liberales, a partir de 1833 se mantuvo el conflicto con los absolutistas (carlistas) pero
apareció la división entre liberales moderados y progresistas. Entre los progresistas
surgieron a la vez los demócratas, buena parte de los cuales republicanos.
Los demócratas y republicanos estaban formados por clases medianas y sobre todo
clases populares urbanas que defendían la democracia, el sufragio universal y la
supresión de la distinción entre derechos civiles y políticos; relación con la aparición
del socialismo utópico y del primer movimiento obrero.
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La regencia de María Cristina (1833-1840)
Una de las características más relevantes fue la centralización del estado: definitiva
división provincial de Javier de Burgos (1833) y homogeneización de la
administración del territorio (división en regiones fáciles de gestionar).
El Estatuto Real (10 de abril de 1834) fue una carta otorgada (concedida por la reina)
y no una constitución (elaborada por un parlamento), que recogía las ideas liberales
más moderadas. La carta contemplaba cortes bicamerales: los Próceres del Reino
(cámara alta, el nombramiento de la cual correspondía a la reina regente) y los
Procuradoras del Reino (la elección corresponde a los ciudadanos con un determinado
nivel de renta). Su función era deliberativa y consultiva, no legislativa, a pesar de que
tenía la competencia de elaboración de los presupuestos.
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Esta oposición condujo a la destitución de Martínez de Rosa y la sustitución por el
conde de Toreno, José María Queipo de Llano, hasta entonces ministro de hacienda.
El nuevo ministro de hacienda fue Juan Álvarez Mendizábal (junio/agosto de 1835).
La identificación de la Iglesia con el carlismo condujo a los primeros ataques a
conventos y a religiosos en Madrid (julio de 1834).
Los lemas del carlismo eran “Dios, rey y patria” (Cataluña) y “Religión y fueros” (País
Vasco). La defensa de los fueros ha sido un tema muy discutido; parece que tuvo
mayor importancia en la tercera guerra carlina (1872-1876).
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Al norte, el general Zumalacárregui formó un verdadero ejército (1834-1835) y Don
Carlos se instaló en Navarra. En el Maestrat, Cabrera formó un ejército pequeño pero
cohesionado. En Cataluña se fracasó en la formación de un verdadero ejército todo y
los intentos de los oficiales provenientes del País Vasco. Aun así, se mantuvieron las
partidas, opuestas a 28.000 soldados y 50.000 milicianos. En el resto del estaado el
movimiento fue de poca importancia.
La expedición del general Gómez (2700 hombres) por España lo condujo por País
Vasco, Galicia, Valencia, Extremadura, Córdoba, Gibraltar y de regreso en su punto de
partida; no consolidó ningún dominio territorial pero recaudó dinero.
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En 1839 se produjo la división del carlismo entre moderados (partidarios de llegar a
un acuerdo) y los apostólicos. La Junta de Berga también se dividió entre una
aristocracia pactista (Ferran de Sagarra) y el clero ultra (conde de España). Carlos de
España fue nombrado por los carlistas, capitán general de Cataluña, pero fue
asesinado poco después.
Las bullangas
Las bullangas fueron revueltas de las clases populares urbanas provocadas por el
descontento popular contra las autoridades moderadas y el clero debido a su papel
en la guerra carlista y su coste económico (crisis económica y trabas provocadas por
la guerra) y el coste humano (muertes y soldados movilizados).
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La revuelta estalló en Barcelona el 25 de julio cuando se quemaron 16 conventos, a
pesar de que ninguna iglesia; el resultado serían dieciséis muertos. Una nueva
sublevación se inició el 5 de agosto debido a las amenazas de las autoridades
militares al pueblo, tanto del comandante de las tropas en Barcelona (Llauder) y el
capitán general de Cataluña (Balsa). El primer acto de los sublevados fue la
destrucción de los buros de acceso a la ciudad (especie de peajes), que encarecían
los productos alimentarios básicos (lema de “Viva Cristina y venga harina”).
El asalto al Palacio de los Virreyes fue seguido del asesinato del capitán general Balsa
(“o yo, o el pueblo!”) y la crema de los papeles de la policía. A continuación, todo y la
defensa de sus trabajadores, se incendió la fábrica Bonaplata, que había introducido
la máquina de vapor (ludismo). Formación de la Junta de Autoridades y de la Junta
Auxiliar Consultiva que, con la ayuda de la milicia, controlaban la situación y
sustituyeron el Ayuntamiento de Barcelona y el gobierno de Cataluña; reivindicación
de la constitución de 1812.
El gobierno de Mendizábal
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En mayo se produjo la destitución de Mendizábal y su sustitución por el gobierno
Isturiz (moderado), junto con la disolución de las cortes de mayoría progresista. Entre
julio y agosto se produjeron nuevas bullangas en Andalucía y Sevilla, donde se exigía
de nuevo la constitución de 1812.
Las medidas de la reina no pararon las revueltas: estallido de una nueva bullanga el
14 de mayo de 1837 en Barcelona, dirigida por el radical Ramón Xauradó (fusilado en
la Rambla) y que comportó la formación de juntas y la reorganización de las milicias.
El carácter popular de las revueltas condujo a los primeros movimientos sindicales
(elementos de clase) y la burguesía catalana abandonó definitivamente la idea de
revolución.
Los principales elementos de la nueva carta magna eran: soberanía nacional, cortes
bicamerales (Senado y Congreso) frente las cortes unicamerales de 1812, sufragio
censitario en las elecciones generales (participación del 2-4% de la población con un
determinado nivel de renta), sufragio universal masculino en las elecciones
municipales (hasta 1843), diferencia entre ciudadanos (derechos civiles y políticos) y
habitantes (derechos civiles), y mantenimiento del status de las colonias (no
integradas al estado y reguladas por la vía militar).
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Algunas de las medidas fueron: la abolición de los derechos señoriales y la supresión
del diezmo, la desamortización de los bienes eclesiásticos (1653 millones entre 1798-
1808 y 4500 millones entre 1821-1851), la desvinculación de los mayorazgos
nobiliarios, la privatización de las tierras comunales y el cierre de tierras, la
privatización del agua y el fin de los privilegios de la Mesta. Aun así, se produjeron
algunas pervivencias feudales, como los censos y luismos, provenientes de la
enfiteusis.
Los resultados fueron: el aumento del cultivo de las tierras (25%) y el aumento de la
productividad, la debilitación económica de la Iglesia y de parte de la nobleza, y la
configuración de una nueva clase de propietarios agrarios.
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La Ley de Ayuntamientos moderada (1839-1840) pretendía restringir los votantes
por su riqueza, mientras que hasta entonces podían votar todas los líderes de casa.
Los alcaldes de las capitales de provincia serían nombrados por el ministro de la
gobernación, mientras que los alcaldes de las ciudades de más de 500 habitantes
serien nombrados por el gobernador civil (el alcalde sería el representante del poder
ejecutivo a nivel municipal).
Espartero era progresista y el hombre de más prestigio en España. Pero la reina fue a
Barcelona para conseguir el apoyo de Espartero, pero este impuso condiciones: el
cambio de gobierno y la disolución de las cortes (las exigencias de los progresistas).
La reina no aceptó y viajó a Valencia (julio de 1840), donde firmó la Ley de
Ayuntamientos. En septiembre estalló la revolución en Madrid, seguida de la
formación de juntas progresistas.
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Los radicales eran una escisión de los progresistas y constituían las bases del Partido
Demócrata y del republicanismo. Personas como Ramón Xauradó, Rafael Dagollada y
Josep Baiges tenían fuerza en Barcelona y gran influencia sobre las clases populares.
Espartero era un progresista pero tenía una concepción del poder muy dictatorial: la
concentración de poder provocó conflictos con los mismos progresistas.
Las cortes votaron a favor de una regencia personal (153 votos) frente la posibilidad
de un triunvirato (136 votos), tal y como marcaba la constitución de 1812. Espartero
recibió 179 votos frente otros candidatos como Arguelles (103) o la propia María
Cristina (3 votos).
Espartero mantuvo conflictos con los moderados y con las clases populares urbanas.
Los moderados se situaron al margen del sistema político (inicio de las
conspiraciones) dirigidos por los generales Narváez y O’Donell; fracaso del
pronunciamiento moderado (octubre de 1841) organizado desde París y con el apoyo
de Pamplona, Bilbao y Logroño (otro paso hacia la militarización de la vida política
española).
Las clases populares urbanas iniciaron revueltas de cariz político y social (1842-
1843) donde no se amenazaba la propiedad, sino que se pedía la democratización de
la propiedad; estaban protagonizadas por trabajadores urbanos, menestrales y la
pequeña burguesía. La crisis económica se reproducía y se pidieron medidas
proteccionistas desde Cataluña, que no fueron escuchadas por el gobierno progresista
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Durante su regencia se produjo la separación del sector radical del Partido
Progresista. Los radicales se concentraban en Madrid, Sevilla, Valencia, Barcelona y
San Sebastián. En las elecciones municipales de 1841 apareció por primera vez una
candidatura democrático-republicana (Barcelona).
También se querían derrocar las murallas, que impedían del mismo modo la expansión
de la ciudad y eran un mecanismo de control de sus habitantes: “Abajo las murallas”
de Felip de Monlau (1840).
La respuesta del gobierno fue la represión (dirigida por Van Jalen) para acabar con
“el espíritu anárquico de los catalanes”. Finalmente se consiguió el dominio de la
ciudad, se desarmó a la milicia, encarcelar los dirigentes y disolver la junta. La revuelta
había puesto en evidencia la oposición a Espartero y las diferencias entre el
desarrollo de España y Cataluña.
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Los redactores del diario El republicano fueron detenidos en querer publicar la noticia,
así como la comisión que pedía su libertad. Del 15 de noviembre al 4 de diciembre de
1842 el pueblo respondió a los abusos del ejército: formación de barricadas y
enfrentamientos entre el pueblo y las milicias contra los militares. La revuelta estaba
dirigida por Joan de Llinàs y Joan M. Carsy y fue relativamente pacífica, puesto que
no se produjeron ataques contra personas o propiedades y el ejército salió de la
ciudad.
Entonces se produjo la formación de una Junta Consultiva formada por los sectores
ricos y que quería concentrarse en la reclamación del proteccionismo y evitar las
reivindicaciones sociales. La nueva junta disolvió la Junta de Gobierno, desarmó a los
batallones populares de la milicia e intentó negociar con Espartero, a pesar de que
fracasó.
Entre la primavera y verano de 1843 se produjo una crisis política, puesto que
Espartero sólo tenía el apoyo de los militares de las guerras coloniales
(“ayacuchos”), mientras que los moderados habían formado una alianza con los
progresistas disidentes: formación de juntas donde coincidían los sectores populares y
moderados.
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En mayo se iniciaron levantamientos armados en Málaga (moderados Narváez y
O’Donell) y Reus (progresistas Prim y Milans de Bosch). En junio se produjo la
formación de la Junta Suprema Provisional del Gobierno de la Provincia de
Barcelona, formada por propietarios y profesionales progresistas. Sus objetivos eran:
el mantenimiento de la monarquía con Isabel II, el regreso a la constitución de 1837 y
la creación de una Junta Central con representación territorial (pre federalismo).
En verano de 1843 se produjo una nueva crisis política, seguida de una revuelta
popular, puesto que Serrano no había respetado los acuerdos con la Junta de
Barcelona y se había negado a crear una Junta Central (federal). Entonces varias
juntas provinciales apoyaron a la junta de Barcelona contra Serrano y el gobierno de
Narváez y a favor del sistema democrático.
La Jamancia.
Entre el 20-24 de octubre, Prim bombardeó Barcelona con 5000 proyectiles, que
causaron la muerte de 300 personas. El bombardeo supuso una radicalización de la
revuelta: los sectores populares abandonaron la burguesía, partidaria del gobierno.
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También provocó la división de la junta de Barcelona entre los partidarios del
gobierno y los partidarios de la Junta Central. Los gubernamentales apoyaban el
gobierno progresista y eran contrarios a la Junta Central; incluían la burguesía y las
autoridades militares, que salieron de Barcelona y se instalaron en Gracia; apoyo de
Terrassa y Vic. Los partidarios de la Junta Central estaban formados por la media y la
pequeña burguesía, así como las clases populares; apoyo de Reus y Figueres.
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Las oposiciones al liberalismo – democracia/republicanismo
Cataluña y Madrid eran las zonas donde el republicanismo tenía más fuerza. Abdó
Terrades publicaba el diario “Hojas republicanas” (1841), donde se defendía una
organización federal del estado (mantenimiento de la unidad y garantía de la
diversidad), y la democracia y el sufragio universal (extensión de los derechos políticos
a toda la población. Terrades era cercano a las ideas socialistas de Cabet.
Fundación del Partido Demócrata (1849), que hizo suyos los ideales de la Revolución
Francesa: Liberté, Egalité, Fraternité. Su programa era contrario a la ley de
reclutamiento (quintas) y a los impuestos de consumos (que grababan los
alimentos básicos), mientras que era partidario de los impuestos proporcionales según
la riqueza y del sufragio universal masculino y la democracia (elección de la cabeza de
estado). La base social estaba conformada por la pequeña burguesía, tenderos,
artesanos y menestrales, labradores, aparceros y trabajadores asalariados.
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El sindicalismo consistía en la formación de asociaciones para defender y
mejorar la situación de los obreros en las fábricas: de las organizaciones de
protección social a las organizaciones de mejora social. En algunos casos se
preconizaba una alternativa al capitalismo (socialismo utópico).
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Las oposiciones al liberalismo – el carlismo
Los pretendientes carlistas al trono español fueron: Carlos María Isidro (Carles V);
Carlos Luís María, conde de Montemolín (Carlos VI); Juan III, y Carlos VII, duque de
Madrid.
Las etapas del dominio moderado son: la década moderada (1844-1854), el bienio
progresista (1854-1856) y la segunda década moderada (1856-1858).
La constitución de 1845
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La constitución mantenía la protección del culto a la religión católica, limitaba la
libertad individual, establecía una organización del estado según un sistema de
administración de base centralista y se arrecia el carácter obligatorio del reclutamiento
militar.
La guerra dels matiners o segunda guerra carlista (1846-1849) estalló después del
intento de intermediación de Jaume Balmes para casar Isabel II con el hijo de Carlos
María Isidro, Carlos VI (duque de Montemolín). Pero las negociaciones fracasaron y la
reina se casó con Francesc de Asís y Borbón, su primo y con quien casó con 10 años
(1846).
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La constante interferencia de la reina y de la corte en asuntos políticos, la división
interna del Partido Moderado (partidarios y disidentes del primer fenómeno) y la
corrupción financiera se tradujeron en una gran desconfianza hacia la reina.
En el caso de Cataluña, las partidas estaban animadas por Bellera, Ametlles y sobre
todo, Tomás Bertrán y Saler, que propuso la creación de una Diputación General de
Cataluña, proyecto que no tuvo éxito ni entre carlistas ni entre republicanos y
constituye el precedente del catalanismo. El fin de la guerra llegó de la mano de las
victorias gubernamentales del general Pavía (mayo de 1849).
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La década moderada – la crisis de los moderados
La división del Partido Moderado condujo a una crisis de gobierno. Una de las causas
principales fueran los escándalos financieros con implicaciones de la familia real.
Ante la crisis, los moderados intentaron cerrar todavía más el sistema político
(gobierno de Bravo Murillo): desaparición del régimen parlamentario, gobierno por
decreto, suspensión indefinida de las cortes y restricción de los censos electorales.
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El objetivo era formar una masa de pequeños propietarios e impulsar la agricultura
comercial. En este caso, el pago se tenía que hacer en efectivo, no con vales reales,
cosa que se tradujo en dificultades para vender pero permitió al estado ingresar dinero
en metálico.
Las líneas de ferrocarril no eran obra del estado, sino que este autorizaba a
empresas privadas su construcción; las líneas eran pagadas por el estado y
explotadas por las compañías constructoras, procedentes sobre todo de Francia,
Bélgica y Gran Bretaña. Por medio de la nueva ley, el estado garantizaba el 6% de los
beneficios de la inversión, cosa que atrajo a las empresas: de 400km (1848-1854) a
4832km (1856-1865).
Por medio de la Ley de Minas, el estado alquilaba por cien años aquellas zonas con
posibilidad de extraer riquezas minerales. Las principales beneficiarias fueron las
empresas inglesas y francesas. Posteriormente se promulgó una ley para la creación
de bancos y sociedades de crédito (1855).
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Conflictos
Formación del movimiento obrero a partir del conflicto de las selfactinas (máquinas
que trabajaban todo el tiempo), a raíz del cual, los obreros consiguieron algunas
mejoras (negociación de convenios colectivos). En junio de 1855, la junta central de
directores de la clase obrera reclamó la libertad de asociación, la jornada de 10 horas
y la formación de comités mixtos para negociar los salarios.
En julio de 1855 se declaró la huelga general por todo el país (Sabadell, Terrassa,
Osona o Vilanova): aparición de banderas rojas y del grito de “¡Viva Espartero.
Asociación o muerte. Pan y trabajo!”. Los obreros expusieron su situación en las cortes
y pidieron mejoras en la “Exposición de la clase jornalera en las Cortes”, redactada por
Pi y Margall y firmada por 33.000 obreros, 22.000 de los cuales catalanes. Publicación
del primer periódico obrero: “El eco de la clase obrera” (Madrid).
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La Unión Liberal y los moderados (1857-1868)
La Ley Moyano (1857) fue la primera ley de educación con vigencia: establecimiento
de la enseñanza elemental obligatoria y gratuita (cosa que no se consiguió hasta la
Segunda República) y mantenimiento de la educación bajo el control de la Iglesia.
Paradoja de un mayor acceso a la educación en el campo que en la ciudad debido a
un mayor número de niños eb los grandes centros urbanos y el predominio de las
escuelas religiosas de pago.
El principal problema fue la incapacidad para integrar los sectores más progresistas,
que volvieron a la vía insurreccional (progresista, republicana y demócrata). A partir de
1865 el general Prim, nuevo líder de los progresistas, dirigió una serie de golpes de
estado que fracasaron y comportaron su exilio en Gran Bretaña, donde se impregnó
de las ideas y las políticas europeas. Poco después se sucedieron las muertes de
O’Donnell (1867) y Narváez (1868).
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La Unión Liberal y los moderados – la guerra del Marruecos (1859-1860)
Por medio del Tratado de Tetuán (abril de 1860), España devolvía Tetuán a cambio
de un tratado de comercio muy ventajoso y el derecho de enviar misioneros.
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Tema 6.- El Sexenio democrático
El contexto internacional
Consideraciones generales
El Sexenio Democrático (1868-1874) fue una etapa rupturista debido a la ruptura con
una época anterior: insurrecciones de carlistas, cantonalistas, federalistas
(movimientos muy radicales), republicanas e independentistas (Cuba). Estallido de
revueltas populares contra las quintas y los consumos.
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Una de las otras características fue la sucesión de modelos políticos: gobierno
provisional, regencia (Prim), monarquía constitucional (Amadeo de Saboya) y
república. Finalmente estos sistemas fueron sustituidos por la Restauración, un nuevo
régimen político pensado para conseguir la estabilidad. Fue el régimen “constitucional”
más largo de la historia de España (1875-1923) y estaba basado en la Constitución
de 1876.
Las movilizaciones obreras en las ciudades estaban dirigidas por los demócratas y
republicanos. Aun así, mientras los demócratas hacían la revolución (cambio del
sistema político), los progresistas y los unionistas ocuparon el poder (sólo quería un
cambio de gobierno).
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La victoria revolucionaria en la batalla de Alcolea (28 de septiembre de 1868), fruto
del mando del general Serrano, marca el triunfo de la revolución. La reina se tuvo que
exiliar a París (30 de septiembre) y acto seguido se instauró un gobierno provisional.
En Cataluña estalló una revuelta popular sin relación con el pronunciamiento que se
inició en Barcelona y Tarragona (29 de septiembre) y se extendió en Mataró, Manresa,
Girona, Figueres, Lleida, Tárraga, Reus, Terrassa y Sabadell Esta revuelta popular
contra los consumos derivó en la formación de juntas burguesas que controlaban el
proceso. La junta de Reus estaba dirigida por el general Prim, desde donde afirmó
que: “todo sigue con revolucionaría tranquilidad”. Actitud permisiva del ejército.
Las elecciones a cortes fueron convocadas por sufragio universal masculino, pero
registraron una elevada abstención; el resultado fue una mayoría de progresistas
monárquicos en el conjunto del estado. En Cataluña obtuvieron la victoria los
republicanos federales (28 de 27 escaños), mientras que en el conjunto de España
obtuvieron 57 escaños de 304, junto con 85 escaños de los republicanos y 32 de los
carlistas.
Por lo tanto, las cortes resultantes estaban formadas por una mayoría favorable de
implantar una nueva monarquía no borbónica. Los carlistas ofrecieron su alternativa,
Carlos VII, pero en no ser aceptada estalló la tercera guerra carlista (1872-1876).
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El gobierno provisional – de 1868 a 1870
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La monarquía constitucional – el movimiento obrero
Mientras tanto estallaron protestas contra los consumos y las quintas (el gobierno
había prometido su abolición pero no cumplió) y en reclamación de mejoras laborales.
El fracaso de las insurrecciones federales (septiembre y octubre de 1868) y los
disturbios contra las quintas (abril de 1870) se tradujeron en un aumento del
apoliticismo (Rafael Fraga Pellicer, García Viñas, José L. Pellicer, Santiñón) y, por lo
tanto, un aumento del protagonismo del anarquismo.
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La monarquía constitucional – la guerra de los diez años en Cuba
Cuba constituía, junto con Puerto Rico y Filipinas, los últimos restos del Imperio
Español. Todo y las promesas de los gobiernos españoles desde 1837, la isla no
había conseguido las leyes especiales que se le prometían debido a la estrecha
relación con la metrópoli. Por lo tanto, estaba gobernada por capitales generales que
tenían el apoyo de la oligarquía del azúcar.
El principal escenario de la guerra fue el País Vasco puesto que los carlistas instalaron
el centro y la corte en Astilla, que actuaba de capital del estado carlista construido
temporalmente (creación de impuestos y corregimientos). Los principales líderes en
esta región fueron el cura Santa Cruz y Dorregaray.
El final de la guerra se produjo cuando Cabrera juró fidelidad a Alfonso XII como rey,
cosa que supuso una escisión en el carlismo en ser seguido por otros generales a
cambio del respecto de su sueldo y su graduación.
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El Papado presionó en la Iglesia católica española para apoyar al liberalismo y
abandonar el carlismo a cambio de la representación eclesiástica en el estado y la
educación (firma de un nuevo concordado). El acuerdo contó con la obediencia de la
jerarquía pero no del bajo clero, que continuó siendo carlista.
La República fue proclamada por unas cortes monárquicas al ser vista como la
única alternativa: votación en una reunión conjunta del Congreso y el Senado, donde
el sistema republicano recibió 258 votos a favor frente 32 en contra (sólo había 77
diputados republicanos). Por lo tanto, hacía falta un régimen renovador y
reorganizador, y los obreros depositaron grandes esperanzas en la República:
demanda de una reducción de la jornada y un aumento de los sueldos.
Las elecciones de mayo de 1873 para formar cortes constituyentes fueron ganadas
por los republicanos, que consiguieron 344 escaños de los 391 posibles. La oposición
estaba formada por radicales y constitucionalistas, los miembros de la antigua Unión
Liberal, los progresistas, los demócratas y los moderados, que consiguieron muy
pocos escaños. Aun así, la abstención había sido del 60% del electorado.
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Por lo tanto, se intentaba conseguir a la vez el orden y la federación del país
emprendiendo grandes reformas: elaboración de una constitución federal (que no llegó
a ser aplicada), separación entre Iglesia y estado, concesión de la independencia a las
colonias, restauración de la disciplina al ejército y elaboración de una serie de leyes
para modernizar el país (leyes políticas pero no de cariz social).
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En Cataluña, a pesar de que el movimiento cantonalista no fue excesivamente
importante, comportó la formación de una Junta de Salvación de Cataluña (19 de
julio de 1873) que constituía un acercamiento de federales, obreros y apolíticos (Roca
y Galés , Pau Alsina, Baldomer Lostau). La base social del movimiento era obrera y
menestral.
Pi y Margall se negó a reprimir las revueltas cantonalistas, por lo cual tuvo que dimitir,
siendo sustituido por Salmerón. Muchos de los participantes en las insurrecciones
fueron condenados a muerte y al negarse a firmar las condenas, Salmerón
también dimitió. Castelar fue el último que ocupó el cargo de presidente y pertenecía al
republicanismo moderado y unionista; durante su gobierno se produjo un giro hacia la
derecha y hacia el centralismo.
La represión del movimiento cantonalista fue ejecutada por el ejército (generales Pavía
y Martínez Campos), cosa que confirió de nuevo poder a esta institución, que se
presentaba como garante de la orden y la solución.
Castelar gobernó sin las cortes (de mayoría republicana) e hizo lado a los sectores
políticos más conservadores, apoyándose en el ejército. La moción de censura de los
diputados contra el gobierno (3 de enero de 1874) obtuvo 120 a favor frente 100 votos
en contra, a pesar de que el gobierno la ignoró.
El pronunciamiento del general Pavía (capitán general de Castilla) contó con el apoyo
de sectores del ejército y la Guardia Civil, y comportó la disolución de las cortes.
Entonces se recurrió al general Serrano, que actuó como presidente de la república sin
los republicanos (Unión Liberal y progresistas).
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El golpe de estado del general Martínez Campos (Sagunto, 29 de septiembre de 1874)
fue un pronunciamiento a favor del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II. En diciembre, el
nuevo monarca firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas de Castillo
y que sintetizaba el programa de la nueva monarquía: régimen conservador y católico
que tendría como principal objetivo garantizar el funcionamiento del sistema político
liberal y restablecer la estabilidad política y la orden social (evitar la intervención del
ejército).
La burguesía catalana recibió con joya al nuevo rey Alfonso XII (enero de 1875) puesto
que, después del fracaso de la Gloriosa, se esperaba un periodo de estabilidad y
prosperidad. Inicio del sistema de la Restauración borbónica.
La Constitución de 1876 incluía una mínima tolerancia religiosa por deseo expreso
de Cánovas, así como la soberanía compartida con grandes poderes para el
monarca: garante de la soberanía nacional; líder y dirigente del ejército; líder del poder
ejecutivo; participación en la legislación por medio del derecho a veto o la sanción de
leyes; nombramiento y destitución sin restricciones del consejo de ministros etc. Las
decisiones del rey eran inviolables e irresponsables (no se le exigen cuentas).
Las cortes eran bicamerales (modelo inglés). El Congreso de los Diputados era la
cámara representativa del pueblo y sus miembros eran escogidos por sufragio
censitario restringido primero, hasta que se amplió hasta el sufragio universal
masculino (1890). El Senado era muy conservador (derecho de veto), estaba ligado a
la monarquía y estaba formado por: 1/3 eran miembros de derecho (grandes de
España), 1/3 era nombrado por el rey y 1/3 era escogido por las corporaciones
(municipales y económicas).
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El poder judicial estaba formado por jueces que llegaban por oposición. El estado se
basaba en una organización centralizada donde los ayuntamientos y las diputaciones
estaban bajo el control gubernamental; gran poder del gobernador civil (a menudo
mayor que el del capitán general).
El Partido Liberal estuvo presidido por: Mateo Práxedes Sagasta (1876-1902), José
Canalejas (1905-1912), Moret y el conde de Romanones. En un principio fue fundado
como Partido Fusionista, pretendía una monarquía progresista y tenía el apoyo de las
élites industriales y comerciales norteños peninsular.
Los partidos marginales se dividían entre aquellos que estaban dentro y fuera las
cortes. Entre los primeros se encontraban la Unión Católica de Menéndez Pidal
(reunión de los elementos que defendían a ultranza el catolicismo) o el Partido
Posibilista de Emilio Castelar (reunión de los elementos republicanos que querían
participar en el sistema de la Restauración). Fuera de las cortes se encontraban los
republicanos (divididos y derrotados, entran a las cortes al 1886), los carlistas
(divididos y derrotados, entran al 1884), los grupos regionalistas (Cataluña, País Vasco
y Galicia) y el movimiento obrero.
El cacique era un personaje con poder económico y/o político que tenía capacidad de
coacción/influencia física y moral sobre su circunscripción (control local/municipal y del
censo electoral); concesión de favores a cambio de votos. También velaba porque el
resultado de las elecciones al territorio se correspondiera con el previsto por el
gobierno.
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El monopolio del poder por parte de las oligarquías agrarias e industriales se tradujo
en un régimen socialmente muy conservador: influencia de la Iglesia y pacto con
los militares. El pacto entre el régimen de la Restauración y la Iglesia católica no evitó
diferencias; sus objetivos eran sacar apoyo a los carlistas, fundamentar
ideológicamente al régimen, el mantenimiento de las prerrogativas de la Iglesia en
educación y el mantenimiento del culto y el clero.
Los políticos conservadores eran: Manuel Girona (banquero) y Ferrer y Vidal (sector
textil). El principal ideólogo fue el periodista Joan Mañé y Flaquer, director del Diario
de Barcelona; al 1881 rompió con Cánovas y fundó el diario La dinastía, a pesar de
que sin resultados positivos.
El político liberal por excelencia eran Ríos y Taulet, alcalde de Barcelona durante la
Exposición de 1888. El órgano liberal de Sagasta era La Vanguardia, fundada por los
hermanos Godó y que poco después se desvinculó del partido liberal.
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El pacto obligaba a las posesiones a consumir los cereales y los bienes de consumo
de la metrópoli y establecía un impuesto del 30% sobre las exportaciones de azúcar y
derivados.
José Martín fue el dirigente unánimemente aceptado como conductor del movimiento
independentista cubano; procedía de una familia burguesa (era hijo de comerciantes)
y pertenecía a la clase media. Desde el principio fue partidario de la independencia, no
de la autonomía, y fundó el Partido Revolucionario Cubano, con apoyos a izquierda
y derecha.
En España, la prensa y el gobierno hicieron uso de una demagogia total por medio de
eslóganes como “Hasta el último hombre, hasta la última peseta”. El gobierno organizó
un reclutamiento brutal que provocó revueltas contra las quintas. La guerra fue una
auténtica carnicería para España, causada por las guerrillas y, sobre todo, por las
enfermedades tropicales.
En las Filipinas, José Rizal, escritor educado en España, fue el líder independentista.
Previamente, la prensa española había denunciado la continuada tiranía colonial
española y los abusos de las órdenes religiosas. El proceso independentista tuvo una
menor relevancia (ausencia de una burguesía filipina) y menor resonancia en España:
Cuba mantenía un contacto permanente con España y Filipinas sólo actuaba como
centro de bases y escalera naval.
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Filipinas no llegó a declarar la guerra, sino que se vio inmersa cuando los EE.UU.
intervinieron en Cuba por orden del presidente McKinley.
Entrada de los EE.UU. en guerra con la excusa de la explosión del Maine, provocada
por el propio ejército americano. Las batallas fueron principalmente navales: los
EE.UU. enviaron naves a Cavite (Filipinas), donde nunca había habido un conflicto
colonial.
La guerra se prolongó entre febrero y julio de 1898 y finalizó con la firma de la Paz de
París: reconocimiento de la independencia de Cuba y cesión de Puerto Rico y Filipinas
en los EE.UU. Por lo tanto, España perdía las últimas colonias.
El movimiento obrero
La comisión federal de FRE estaba dirigida por el médico García Viñas y cambió
varios gveces de sede debido a la clandestinidad (Alcoy, Madrid, Barcelona).
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Debido a la poca importancia de los sindicatos en Madrid, en el 1888 se trasladó la
dirección socialista en Barcelona, donde se celebró el primer congreso del PSOE (18
delegaciones, 7 de las cuales catalanas), presidido por Pablo Iglesias. Fundación de la
UGT, dirigida por Antonio García Quejido y Toribio Reoyo.
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Después del tercer congreso de Valencia (1883) se volvió a la represión y la ilegalidad;
el rápido crecimiento provocó una gran represión. Surgimiento del movimiento de la
Mano Negra, un grupo que hacía atentados contra los propietarios y los latifundistas
(base del gobierno), siempre relacionados con las reivindicaciones obreras. Estas
actuaciones condujeron a los procesos de Jerez (1883) y la ilegalización de la FTRE.
Un sector del anarquismo catalán optó por la “propaganda del hecho”. El triunfo de las
tesis anarco comunistas condujo a atentados contra los símbolos de la sociedad
burguesa.
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Barcelona recibió el nombre de la rosa de fuego y entre 1887-1897 consolidó su
imagen como ciudad de las bombas y capital del anarquismo europeo. La represión de
Montjuic desactivó el movimiento obrero durante una década (1887-1897). En
venganza, el anarquista Anjolino asesinó a Cánovas (1897).
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