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Ignacio Lcwkowicz
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suma, ni las propiedades de las sustancias, ni las propiedades particulares de los
individuos, ni las ocasiones de "caída" serían posibles si al tipo adictivo no estuviera
socialmentc producido e instituido.
8. Que el adicto sea una figura instituida significa aquí por un lado, que un es un
efecto de unas prácticas sociales de producción de subjetividad; por otro, que el efecto
es umversalmente reconocible. La figura del adicto es un tipo psicosocial porque es
reconocible, está tipificada, es objeto de predicación y objeto de cuidados sociales; en
definitiva, porque brinda una identidad capaz de soportar el enunciado de virtud
ontológica: soy adicto. La identidad adictiva es el índice de existencia de una
subjetividad instituida. De donde se deriva que la adicción no sólo es un riesgo de la
época sino la amenaza de la época; o más aún, és la amenaza de la época instituida por
la época como la amenaza específica de la época, contra la cual hay que organizar una
serie de cuidados casi microscópicos.
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12. El consumidor está producido por una serie de prácticas específicas. La serie de
prácticas que lo estructura lo instituye como un sujeto que varía sistemáticamente de
objeto de consumo sin alterar su posición subjetiva. Actualmente, la vertiginosa
sustitución de ropas y juegos infantiles instaura al cachorro en una lógica de
equivalencia específica: el término nuevo de la serie es mejor porque es nuevo. El
anterior no cae por haber hecho ya la experiencia subjetiva de la relación con ese
objeto particular sino por la presión del nuevo que viene a desalojar el anterior. El
anterior cae sin tramarse en una historia, porque' el nuevo, venido de por sí, tiene que
tener la capacidad de colmar integralmente al sujeto. Por la misma vía el zapping
televisivo, la renovación del mercado, la multiplicación tecnológica, reproducen esta
inducción productiva de subjetividad a lo largo de la vida de un individuo. Las
prácticas que mencionamos en rigor arrancan siempre al poseedor o espectador (lo
mismo da) el término actual en nombre del que ya viene. F.1 que viene es la promesa de
felicidad inmediata - si no. a su vez. habrá de caer. Entonces, qué posición subjetiva es
la que inducen estas prácticas? Todo ha de esperarse del objeto, nada del sujeto. La
promesa es la del objeto próximo. La lógica de la satisfacción por el objeto es la del
todo o nada. No se produce entonces nada semejante a la modificación del objeto por
el sujeto ni del sujeto por el objeto. En un comercio sin interacción el sujeto es
soberano de asumir y desechar, pero no es libre de alterar ni de alterarse - con lo cual
queda excluida la posibilidad de una experiencia y una historia. Insistimos: aquí sólo
se trata del consumidor como figura emblemática establecida; no cuenta en esta línea
lo que cada individuo haga con lo que hicieron de él, con el consumidor en que fue
constituido (así como en los tiempos modernos, no contaba para la determinación de la
figura instituida del ciudadano lo que cada ciudadano hiciera con el ciudadano que
habían hecho de él).
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14. Las adicciones se sitúan en el revés de sombra específico del sujeto instituido del
consumo. Las patologías socialmente instituidas se constituyen en la captura del revés
de sombra por una instancia ideológica de delimitación. La institución del sujeto de la
conciencia por las prácticas cívicas - y la familia nuclear burguesa que le corresponde,
por delegación del estado nacional - produce a sit vez, como un efecto inevitable pero
ciego, el mundo fantasmagórico que el psicoanálisis estableció posteriormente como
sujeto del inconsciente. A partir de la institución del sujeto de la imagen por las
prácticas de consumo: qué se estará produciendo como envés específico de sombras?
En ese envés de sombras se produce una serie de anomalías respecto de lo que se
supone integralmente dominado por la institución del sujeto específico. Esa serie de
anomalías para consistir, tiene que ser leída por un discurso específico y controlada,
cuidada, predicada y distribuida por la serie de instituciones que realizan la eficacia de
ese discurso específico. Hasta el advenimiento del psicoanálisis, el envés de sombra de
sujeto de la conciencia era tomado como desviación por el discurso médico. Las
anomalías adjetivas hoy parecen estar en posición semejante a las anomalías histéricas
respecto del discurso médico. La instancia de delimitación de las patologías se ha
desplazado, en la modernidad tardía, del discurso médico hacia el massmediático. Lo
que socialmente se llama adicción es efecto de la lectura y tratamiento del envés de
sombra del sujeto consumidor por el discursó massmediático y sus instrumentos
institucionales (comunicación y autoayuda).
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de la imagen tibne que estar dispuesto a desestimar los signos de ser para ser
reconocido por los nuevos signos. El consumidor y el sujeto de la imagen tienen que
quedar a salvo de terminar capturados por el objeto que consumen y el signo que
momentáneamente son.
18. En esta línea, la drogadepcndencia se tiene que concebir como forma específica de
una modalidad adictiva general. La existencia de sustancias alucinógenas, barhitúricas,
estimulantes o afrodisiacas en diversas sociedades no podía dar lugar por la pura
potencia de la sustancia a la adicción instituida como tal. Esas mismas sustancias sin
la subjetividad capaz de entrar en relación adictiva con la cosa cualquiera, no podían
dar lugar a la adicción instituida a las drogas; las drogas podían circular sin
drogadictos. Por el contrario, sólo la subjetividad adictiva en general, constituida pol
las instancias de delimitación de las patologías, sobre el envés de sombra de la figura
instituida del consumidor, podía permitir el paso del usuario tenaz de sustancias
tóxicas al adicto.
19. He aquí el problema. I,as drogas de por sí no causan adicción: las diversas
situaciones en que circulan sin patologías adjetivas así lo probarían (tal como lo
señalan ilustradamente los textos de Escohotado entre otros). Pero en las condiciones
actuales de subjetividad de consumo capaz de pasar a la adicción, constituyen un
objeto privilegiado de la amenaza adictiva. En estas condiciones, las drogas producen
adictos (o mejor: realizan la adicción de los adictos producidos por las prácticas del
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consumo). Por eso es tarea de los especialistas determinar el punto en que se
constituye el campo de intervención.
2. Nada hay aquí de relativismo cultural, pues por un lado para un habitante de una
situación su situación es absoluta, sin exterior en otra situación con la cual comparar
(relativizar) su pertenencia electiva a la situación en que habita. Por otro lado, como la
pertenencia a la situación es absoluta, la naturaleza determinada por esa pertenencia es
esencial - para nada accidental. Finalmente, nó se trata de relativismo cultural porque
aquí no estamos ante concepciones culturales diversas que son predicadas de distintos
modos y con distintos contenidos a los miembros de una cultura sino que se trata de
prácticas efectivas que instauran una subjetividad de modo efectivo, sin plan, sin una
estrategia deliberada de forjar así (a partir de una causa final organizadora) los
individuos según un arquetipo. El tipo resultante no es la efectuación-resul.tado de un
tipo ideal sino el efecto consistente más allá de las intenciones constitutivas.
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mediante enunciados los significados básicos de esas marcas. La herida tiene sentido:
la subjetividad queda determinada por esas marcas y ese sentido.
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conjunto de los contenidos mentales no siempre conscientes, siempre inorgánicos, que
determinan las conductas de los hombres nías allá de los controles conscientes de las
ideas sistemáticas.
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2. Pero la historia de las mentalidades tropieza con un límite: supone que las
variaciones de la experiencia humana son insustanciales. Esas variaciones son otras
tantas presentaciones particulares de la misma estructura de base. Lo que varia de
situación en situación son los contenidos específicos en que se realiza (o colorea) la
misma estructura universal de lo que es un ser humano. La historia de las mentalidades
no puede pensar la intraducibilidad de las experiencias (altcridad) porque las supone
ocurrencias comunes de la misma estructura de base (inalterable de por sí). La historia
de las mentalidades no puede pensar las mutaciones decisivas de esa estructura de base
(alteración) porque la supone substrato de una historia que no produce su propio
substrato.
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6. El concepto práctico de hombre determina una humanidad específica (como
cualquier humanidad) por la vía práctica -y no tanto por la vía de las representaciones.
Una humanidad específica a su vez determina por un lado cuáles de los cuerpos homo
sapiens pertenecen a la humanidad culturalmcnte establecida; por otro, cuál es la
propiedad constitutiva de lo humano para las circunstancias en que se establece dicha
humanidad.
IDENTIDAD ADICTIVA
1. La existencia social tiene una serie de problemas. I.a clave estratégica del discurso
histórico consiste en escapar a las tentaciones anacrónicas de la evidencia. Pues es
evidente que los romanos eran hombres como qosotros. Con ese argumento, es muy
fácil deslizarse hacia las certezas de que nada esencial ha cambiado. Consecuencia:
cada vez que se postula una novedad, o irrumpe un fenómeno de nuevo tipo, bastará
hallar algo fenoménicamente semejante en el pasado para ponernos a salvo
imaginariamente y sentenciar que nada ha cambiado. Este es un de los
funcionamientos más frecuentes de lo que se puede llamar inercia de las
representaciones.
3. Para el discurso histórico, sólo existe lo que se inscribe con su nombre en una red
de prácticas que le dan consistencia. El sentido histórico social de un concepto es la
red de prácticas, en que se inscribe. Si hallamos en los documentos antiguos los
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testimonios de que tal individuo tenía una relación particularmente intensa con el
láudano, nada nos autoriza a sostener que, mientras vivió tal relación, era adicto al
láudano. Porque tal supuesta "adicción" no estaba establecida como tal, ni tratada por
las instituciones y los discursos que hacen de una relación materialmente semejante
hoy un adicto. Es posible que para una psicología allí se pudiera reconocer una
estructura clínica clasiftcable como "adicción". Pero el sentido social de esa práctica
se alejaba irremediablemente de nuestras nociones entonces inexistentes.
2. El estado instituye los términos a los que representa. Los representa una vez
instituidos: se distancia de su producto y lo representa a distancia. En una situación
cualquiera tenemos por un lado los individuos y por otro la instancia de
representación. Estas situaciones son estructuralmente ciegas al hecho originario de
que es la instancia de representación la que a su vez ha instituido la materia prima a
representar.
3. Una alteración- del lazo social (el pasaje del estado nacional al estado técnico-
administrativo, lo que se suele llamar pasaje a la post-modernidad) determina a su vez
una alteración del soporte subjetivo de tal lazo (de ciudadano a consumidor, para
seguir con el ejerhplo decisivo).
4. Se suele llamar soporte subjetivo del lazo social a la figura individual, específica,
que está en la base de la operatoria del estado. Si aquí es lícita la metáfora de los
elementos y las relaciones, habrá que llamar lazo social a las relaciones que se
establecen entre los elementos; habrá que llamar correlativamente soporte subjetivo
del lazo a los elementos constitutivos de la relación. Y la metáfora vale sólo si se le
adosa una condición. De ninguna manera se podrá admitir que los elementos
preexistan a la relación, o que la relación preexista a los elementos. La institución de
una subjetividad específica y de un lazo específico es consustancial. No hay
instauración de un tipo de lazo social que no sea a la vez la instauración de un soporte
subjetivo pertinente; no hay institución de una subjetividad específica que no sea a la
vez una efectuación de los requerimientos de un tipo específico de lazo social.