Está en la página 1de 7

6 FORMAS DE AYUDAR AL NIÑO ENFADADO

Este texto está sacado de la página web del doctor sears. La verdad
es que habla un poco de todo, de niños enfadados, pero sobre todo de
padres enfadados. Queda un poco rara la mezcla (sobre todo en
relación al título que tiene el texto), pero bueno, algunas cosas de las
que dice son interesantes, y ya que lo he traducido (de forma rápida y
amateur, por supuesto) pues lo subo.

Ilustración de Miguel Tanco

Aunque ninguna persona ni familia está a salvo de la ira, hay algunas


formas en las que puedes ayudar a tu hijo a manejarla.

1. AYUDA A TU HIJO A SENTIR PAZ INTERIOR

Diversas investigaciones han demostrado, y nuestra experiencia lo


confirma, que tanto los hijos que se sienten conectados como sus
padres se enfadan unos con otros menos. El hijo conectado, que crece
con sensación de bienestar, tiene un modelo de paz. Él se enfadará,
pero aprende a manejar ese enfado de forma de tal forma que esa ira
no se apodere de su personalidad. Los padres conectados conocen
bien a su hijo, así que tienen menos tendencia a generar situaciones
que les lleven a ellos y a sus hijos hacia el enfado. Los padres que
crían con apego saben que no es necesario ser severo para mantener
el control.

Los niños no conectados actúan desde una confusión interior. En su


interior, el niño siente que le falta algo importante y la ira se apodera
de él (Este sentimiento puede continuar una vez es adulto). Este vacío
es probable que se revele en sí mismo como rabia hacía sí mismo y
sus padres, llevando a todos hacia el riesgo de convertirse en una
familia irritada.

2. NO DEJES QUE TU HIJO CARGUE CON DEMASIADA RABIA

Anima a tu hijo a reconocer cuándo está enfadado, empezando desde


bien pequeño. Escúchale con atención, ayúdale a trabajar esos
sentimientos. Ante una audiencia dispuesta, que empatiza en vez de
juzgar, los niños a menudo hablan de lo que llevan dentro. Nuestro hijo
de ocho años, Matthew, insistía en ver cierto programa de TV. Yo no
estaba de acuerdo y él se enfadó. Matt sentía que tenía que ver ese
programa. Yo sentía que el contenido del programa era perjudicial
para su crecimiento y su harmonía familiar. Escuché atentamente y sin
juzgar lo que matt suplicaba. Una vez habló, también lo hice yo. Con
calma, expuse mi punto de vista, transmitiendo a Matt que entendía su
punto de vista aunque no lo compartía. Le hice varias preguntas como
“Por qué el programa es tan importante para ti?” “ Puedes pensar en
alguna actividad más divertida que ver el programa?” “Matt, entiendes
por que no quiero que veas el programa?” “Estás aburrido? Si es así,
yo tengo una idea…”. Gradualmente Matt se dio cuenta de que el
programa no valía la pena. A medida que el diálogo fue continuando,
sus ojos se secaron y su cara se fue relajando. Esto seguro también
de que el número de pulsaciones bajó. Finalizamos riéndonos de la
situación, de cómo un estúpido programa le había hecho sentir ira.
Salimos a jugar fuera.

3 BUSCA DEBAJO DEL “MAL” CHICO

Los niños que habitualmente se portan mal son normalmente niños


enfadados. Si tu hijo parece “malo” todo el tiempo o tú “no sabes qué
más hacer” o tu hijo parece retraído, busca debajo de la superficie lo
que está haciendo sentir rabia a tu hijo. Realizando counselling a
padres de estos hijos, me he encontrado con dos causas: hay mucha
rabia en la familia – madre y/o padre están al borde todo el tiempo y
los chicos incorporan esos sentimientos como parte de sí mismo; o el
chico se siente enfadado porque su sensación de bienestar está
amenazada. Ayudar a chicos que se portan mal repetidamente o
parecen “malos” más que “buenos” a menudo empieza por una
revisión de toda la familia. Haz inventario de las influencias en la vida
de tu hijo. ¿Qué hace crecer su autoestima? ¿Qué la hace disminuir?
¿Qué necesidades no están siendo reconocidas? ¿Qué tipo de
ansiedad interior es la raíz de su ira? La rabia es sólo la punta de
iceberg y avisa de las necesidades de las que nos tenemos que
ocupar bajo la superficie.

La rabia interna a menudo hace que un niño se retraiga. En una lucha


para rechazar los ataques a su tambaleante autoimagen, este niño se
pone una coraza protectora. En la superficie puede parecer calmado,
pero dentro de él hay una válvula a presión de emociones que
necesitan ser encauzadas o reconocidas. Para mantener el control, el
niño se retira, evitando la interacción que puede dispararle. Por este
motivo, recomendamos poner los ojos dentro de la mente de vuestros
hijos- las cosas pueden parecer diferentes según la perspectiva desde
la que se mire.

Para un niño es devastador sentir que es “malo”. A no ser que ese


sentimiento se invierta, el chico crece actuando tal y cómo se espera.
Para sacar ese sentimiento de ser “malo” puedes intervenir de forma
tranquilizadora “tú no eres malo, sólo eres pequeño, y las personas
pequeñas a veces actúan de forma boba. Pero papá te ayudará a
dejar de actuar así y así crecerás sintiendo que eres la maravillosa
persona que sé que eres”. Esto manda el mensaje a tu hijo de que te
preocupas en buscar al buen chico debajo del mal comportamiento.

4 LA RISA, LA MEJOR MEDICINA ANTE EL ENFADO

El humor difumina el enfado. A nuestros hijos les encantan los


espaguetis (cuanto más mancha la salsa, más les gustan). Una vez,
durante la cena, dejamos como encargados a los mayores de los dos
pequeños (2 y 5 años) que estaban jugando con su comida. Como a
menudo pasa en las familias numerosas, el mayor delegó la
responsabilidad en el siguiente, y así respectivamente. Lauren y
Stephen al final estaban sin nadie que les supervisara, así que hubo
frenesí a costa de los espaguetis. Cuando descubrimos lo que había
pasado, preguntamos a los mayores. Nosotros les gritamos y ellos se
gritaban entre sí. Lauren y Stephen se esforzaron por enseñar a sus
hermanos mayores su salsa cubriendo sus mejillas, pelo, frente. Todos
comenzamos a reir y trabajamos juntos, con buena actitud, en limpiar
a los niños y todo el follón. Ahora, cuando delegamos la autoridad,
tratamos de estar seguros que el niño tiene una edad suficiente para
asumir la responsabilidad.

5 MODELA EXPRESIONES APROPIADAS PARA EXPRESAR
ENFADO
El enfado expresado de forma inapropiada bloquea tu habilidad para
enseñar de forma efectiva. Por ejemplo, tu hijo de 4 años hace algo sin
sentido. Cubre al perro con salsa de espaguetis, y el perro acaba
dejando sus huellas llenas de salsa en la alfombra blanca. Este no es
el momento de estallar. Cuanto más grave es la situación, más
necesario se hace tener la mente clara para evaluar las opciones y
manejar la situación. Cada situación es diferente, y debes ser capaz
de pensar de forma clara para poder reaccionar de la forma que se
adecúe mejor a la situación. La rabia nubla la capacidad de pensar.
Las cosas dichas sin pensar a consecuencia de esa rabia hacen que
las situaciones se vayan de las manos. Pegas al perro (lo que causa
que corra por la habitación, manchando más con la salsa que lleva en
el pelo); le das una palmada en el trasero al niño y lo mandas a su
habitación (lo que te deja limpiando todo el desastre solo). En ese
momento todo el mundo se siente maltratado. Un enfoque menos
desbocado usando la cabeza y unas dosis de humor: rápidamente
agarras al perro y lo llevas al baño, pidiendo al niño que te acompañe
(con la voz más suave posible) a limpiar al perro y la alfombra. Tu hijo
aprende cómo manejar una crisis y cuánto cuesta limpiar una situación
semejante. Una rabieta por tu parte no va deshacer lo ocurrido, sólo a
agravarlo.
El enfado pone una barrera entre padres e hijos. Nuestros hijos nos
enseñaron esa lección. Vimos que existía distancia entre nosotros y
nuestro hijo de 17, Peter. No nos estábamos comunicando con
facilidad. Nuestra, por aquel entonces, hija de 14 nos dijo: “Él se
queda en su habitación para escapar de los gritos. Se siente mal
porque estáis enfadados y gritais”. Nosotros no nos habíamos visto a
nosotros mismos como unos padres enfadados, como una familia
gritona, pero Peter sí lo vivía así, así que evitaba la interacción con la
familia para preservar su paz interior. Hayden nos explicó en dos
palabras cómo el enfado distancia, especialmente con chicos como
Peter, de carácter tranquilo. Hayden nos hizo replantearnos cómo
expresábamos nuestras emociones. Tuvimos una reunión familiar,
para comentar que los gritos parecían un problema que nosotros
necesitábamos solucionar, nos disculpamos por ellos y hablamos
sobre cómo cambiar.

También queríamos que nuestros hijos se sintieran seguros para


acercarse a nosotros, sin importar que habían hecho o cómo se
sintieran. Así que nos prometimos eliminar el factor miedo: “Este es el
acuerdo. Prometemos no interrumpir mientras estáis hablando.
Escucharemos con calma todo aquello que queráis decirnos. No
gritaremos”. No cambiamos de la noche a la mañana, y aún
“explotamos” de vez en cuando. Cuando esto ocurre, nos disculpamos
y nos movilizamos. Las muestras de enfado asustan a los niños y les
ponen a la defensiva. Ellos retrocederán a un caparazón protector o
crecerán asumiendo ese enfado como parte de su personalidad. Una
vez se eliminó la barrera del miedo, Peter empezó a salir de su
habitación. Y continuamos trabajando en nuestra forma de
comunicarnos. Aprendimos a decir de forma calmada: “me siento
enfadado cuando tú…” Los niños y las parejas necesitan saber qué te
hace sentir enojo. Ello no necesitan ver tu rabia explotando en ellos.

Los niños pequeños se sienten devastados ante las muestras de rabia
fuera de control de sus padres. Sienten que sus padres han dejado de
quererles, que les van a herir o dejar. Tú no quieres que tu hijo vea
sus sentimientos alterados porque está asustado de qué puede
hacerte perder el control. Los adultos deben ser responsables de
controlarse a sí mismos. Los niños no deberían estar en una situación
donde se les haga sentir responsables del control de la rabia de los
mayores. Eso introduce patrones disfuncionales en el crecimiento de
tu hijo. Si tu enfado está fuera de control y estás asustando a tu hijo,
busca ayuda. Tienes que aprender que no es erróneo sentir enojo,
incluso siendo adulto (recuerda, tienes corazón). Desgraciadamente a
muchos de nosotros nos enseñaron de niños que los sentimientos
negativos son malos, pecaminosos o espantosos. El enfado en sí
mismo no es algo malo- es una respuesta normal. Lo que puede llegar
a ser muy malo es lo que hacemos con ese sentimiento. Permanecer
en calma aparente ante cualquier sentimiento (rabia, miedo, incluso
amor) es una medida de madurez emocional. Tu hijo aprenderá cómo
manejar su enfado viendo cómo lo manejas tú. Nuestra meta es
conocer y comunicar nuestros sentimientos (de esta forma nuestros
hijos verán que somos personas) y al mismo tiempo enseñar en qué
tipo de personas queremos que se conviertan.
Si tu hijo y tú tenéis una relación sana, no te preocupes porque un
arrebato ocasional vaya a dañar a tu hijo. En realidad, es saludable
que sepa que estás enojado o rabioso, siempre que no dañe a tu hijo.
Un ejemplo de cómo una madre (ella y su hijo tienen una relación sana
y basada en el apego) manejó su rabia:

Cuando mi hijo tenía 3 años, me sentía exasperada por su


comportamiento. Se encontraba en lo que mi marido y yo llamamos un
“descenso” : una bajada temporal de madurez y juicio. Ese día estaba
especialmente chinchoso. Después de varios “tiempos muertos” le
llevé a su habitación. Le senté en la cama. Corrió hacia la puerta. Lo
intenté de nuevo, con más firmeza. El hizo lo mismo. Le senté de
nuevo en la cama y le dije: escucha! Crees que para mí esto es un
juego? No lo es! De hecho, odio hacer esto! Sabes por qué estoy
aquí? Sabes por qué me voy a mantener así hasta que hagas lo
correcto? Porque te quiero y no me voy a quedar parada viendo como
creces y actúas como un imbécil!” Estaba furiosa y no podía parar de
decir “te quiero” con ira.
Pero cuando Sammy oyó la palabra “imbécil”, empezó a reir. No fue
una risa tipo “qué me va a pasar?”, sino una risa sincera, de algo
divertido. Me dí cuenta de que nunca había oído la palabra “imbécil”
antes. ¿Qué pensaría que quería decir?. Tomada literalmente,
supongo que se hizo una imagen mental bastante cómica. Esta
pequeña situación nos dio la oportunidad de tomarnos un respiro,
calmarnos y resolver la situación con “te quieros” calmados y abrazos.
Al relatar esta historia quiero resaltar que puedes leer todo sobre como
enseñar a tu hijo lo que es correcto, pero en el corazón de la batalla,
cuando tienes pocas municiones, quedas sólo tú, diciendo lo que
piensas. Es arriesgado, de acuerdo, y potencialmente dañino si se te
va de las manos. Pero a veces será la única forma de entrar y cambiar
la situación.

6. ALIGERA EL PERFECCIONISMO

Los niños necesitan aprender que no pasa nada por equivocarse.


Puedes modelar las ansias de ser perfecto de tu hijo, manejando tus
errores. Tiras tu café, te ríes de ello. “creo que hoy he ganado al señor
desorden hoy”. No despotricas si te olvidas la lista de la compra en
casa. Los niños necesitan saber que los mayores también cometen
errores. Esto es especialmente cierto en el perfeccionista que puede
sentir que la aprobación , y por ello su valor, depende de estar libre de
errores en casa y en el colegio. Nos dimos cuenta de que Matthew era
muy duro consigo mismo si no hacía las cosas de forma perfecta. Nos
dimos cuenta de que estaba captando nuestra tendencia a enfadarnos
por nuestros propios errores. Una vez vio que nos relajábamos con
nosotros mismos, lo hizo consigo mismo. Los errores son una buena
forma de aprender, y aprendemos mucho en nuestra familia. Cuando
uno de nosotros se equivoca, seguro que alguno de nosotros comenta:
“ahora, qué podemos aprender de esta situación?” Si se pulsa el botón
de la ira, esto no funciona. Ten cuidado de no reaccionar con rabia
cuando alguien derrama la leche o rompe sus pantalones.
Simplemente dí “Ahora qué podemos aprender?” Entonces, quizás
hasta os riáis. La risa hace gran parte del trabajo, aunque tú fueras
castigado por cada error cometido de niño.

También podría gustarte