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Me pidieron firmar un documento, pero no pude, no supe, ninguno de nosotros sabía

cómo escribir nuestros nombres.


Ahí estaba él, nos miraba con esos ojos cubiertos por unas cejas espesas, esa lengua
que al rozar de sus labios nos provocaba náuseas. Al fin sería válido, al fin nuestros
recuerdos serían razón suficiente para que alguien nos creyera.
Jeni fue la primera, estaba muy asustada, le pregunté si quería que hablara primero yo,
pero me dijo que ella tenía que hacerlo, por su madre. Yo comprendí que esta vez no
tenía que intentar protejerla, que ya había hecho suficiente y que no me iba a necesitar
toda la vida. Ella es la cara que todo el mundo ve, su madre le puso Jennifer de
nacimiento, pero cuando hablamos por primera vez, Lucas pensó que era mejor
llamarla Jeni, era tan pequeña, tan frágil, que parecía que se iba romper cada vez que
ese tronco la asfixiaba.

Jeni se sentó, hizo el juramento y comenzó a contarles cómo empezó todo, o más bien
cómo se derrumbó todo. No teníamos miedo, Habíamos esperado demasiado tiempo
para decirles a todos exactamente lo que nos hizo y ahora no era el momento para
callarnos. Jeni se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban, era el turno de Nina,
luego Lucas y yo fui el último.
Comencé a hablar con la intención de ser claro y arruinarle la vida, yo empecé a
intervenir cuando eso se había vuelto costumbre, fui el protector y el que se llenaba de
ira que no sabía cómo sacar. Lucas era el consolador, el racional, a él no le afectaba
tanto, pero era el primero en hablar con Jeni luego de cada ronda del juego, la ayudaba
a que no se agotara. Jeni quería que nos acabáramos, quería acabar con el sistema,
decía que no valía la pena soportar esto y que ya no éramos de ayuda para ella, yo
siempre detuve sus planes diciendo que era una decisión que debíamos tomar todos.
Y Nina en ese entonces aún no hablaba, solo lloraba, era como si representara el dolor
que Jeni no podía sacar.

Veía el rostro de todos en el lugar y se sorprendían con todo lo que decíamos, y en


cuanto a aquel bastardo, solo miraba y torcía la boca, como si fuera sorpresa para él
como nos sentíamos, aunque era la primera vez que el me veía hablar, ya que nunca
tuve permiso de acercarme, siempre los que tomaban el control cuando estábamos con
él eran Jennie y Lucas. Me preguntaron cuándo fue que entre por primera vez, ya que
yo fui el primero en llegar, les dije que fue como si siempre hubiera estado ahí, pero
empecé a hablar cuando Jeni tenía 5 años, cuando ella no se sentía segura en su
propia mente. ”necesito esconder mi verdadero yo, el dice que puede leer mi mente,
está invadiendo mi bunker” me susurró la primera vez que decidió hablarme. Al
principio fue abrumador porque ella no quería aceptar que estábamos ahí, pero cuando
cumplió 7 nos empezó a poner nombre, nuestros nombres fueron sacados de la
película que vio con su madre la última vez que la vio.

Cuestionaban todo lo que decía, como si no hubiera pasado, así que me pidieron ser
más explícito, y que contara si había presenciado alguno de los momentos, yo les dije
que siempre escuchaba a Jeni rogarle que se detuviera, la escuche llorar, vi el terror y
el dolor que le causaba, escuché los gritos, vi la sangre y los moretones y lo escuchaba
decir que le haría lo mismo el dia siguiente. Me detuve porque escuche a Nina llorar y
no quería recordarle ni a ella, ni a ninguno los detalles de todo.

Fingimos estar muertos por 27 años para que todo desapareciera, la última persona
que se preocupó por Jeni, fue su profesor de natación, quien quiso alentar su talento
natural, pero en realidad hizo que nos ganáramos un castigo.

Quería seguir hablando pero me di cuenta que no valía la pena hablar mal de muertos,
y que por más que hubiera querido que el enfrentara los 367 cargos que merecía en
aquel escenario perfecto qué imaginé, tenía que conformarme con que nosotros
habíamos salvado la vida y el alma de Jeni.
Ascendió el mensajero y me dijo que le diría todo esto a aquel supremo quien estaba a
punto de desatar toda su ira sobre el bastardo quien no fue capaz de dar la cara y
decidió abortar esta existencia. “Ya es seguro” susurró ella.

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