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Aquí estoy, frente a usted, mon bon ami, preguntándole si lo que leyó le hizo
fruto, si alguna que otra palabra le hizo bien o mal, si le tomó el pulso a alguna
poesía, cuento o artículo, si todo este esfuerzo es real, si vale la pena creer tanto
en la palabra y, en últimas, si vale la pena escribir.
De mal gusto será tratar de hablar con usted tan íntimamente, sabiendo, a
ciencia cierta, que ni usted ni yo estamos frente a frente, que ni siquiera nos
conocemos y, muy probable, ni siquiera guardamos una amistad. Pero bueno,
sabrá que todo este intento por dialogar es deseo de mostrarle lo que somos, de
revelarle poco a poco el misterio de esta lucha, aún sabiendo que es una lucha
titánica contra la superficialidad, la frivolidad del mundo, contra la falta de
interés por las letras y sobre todo por la escritura.
Entonces ¿la escritura se limita a crear realidad, a vivir una noche más?
Claro que no mí querido lector, la escritura, y usted bien lo sabe, es una
manifestación del alma, es usar el lenguaje para un fin político, jurídico,
filosófico, etc. Pero aquí lo que se quiere es llegar a un fin catártico, un
levantamiento del hombre como hombre, no como máquina productiva que
espera que llegue el fin de semana para volver a lo humano, sino como un
elevamiento del alma para llenar el vacío del mundo.
Odiamos el silencio que se vierte por andenes, por alcantarillas, por plazas, por
las madre selvas, por noticieros. Por eso escribimos, porque es una manera de
pellizcarle la nalga a esta puta miseria, a la tristeza –si todavía nos queda-, a la
muerte, e, inclusive, a Dios. Bien sabemos que este grito es un eco perdido entre
tantos ecos, pero qué vaina, pienso que uno no elige la escritura, ella lo elige a
uno sin preguntar, además, como dice el maestro Llosa “uno no encuentra otro
modo de vida”. Definitivamente este es un espacio compartido pero inconcluso
en el que nos ocupamos de lo interminable y amenazado, la creación propia de
hombres y mujeres que no hemos dicho nuestra última palabra; la palabra aquí
no con un sólo sentido, sino con significados múltiples, con la grandeza de lo
universal y con la potencia de un mundo que se desborda de su orbita.
Ahora bien, la escritura está sana cuando mujeres y hombres saben que su
historia no ha terminado, ni lo han hecho las palabras que manifiestan
inconformidad, escepticismo, insatisfacción ante el orden actual, cualquiera que
éste sea. Somos seres inacabados, somos seres insatisfechos, somos hombres y
mujeres interminables. Nuestra historia y nuestro lenguaje aún no terminan
porque son historia y lenguaje múltiples, contradictorios, policulturales,
multirraciales e históricamente presentes.
Lo cierto es que muchas veces el trabajo que se presenta es para cerdos que se
bañan en su propia mugre. Espero, querido lector, que usted no sea uno de esos.
Todas estas palabras puestas en este papel no significan nada si usted no les da
vida, si lo dicho, al menos le disgusta, ya es algo, no queremos ser palabra
muerta.
Ahora bien, muchas veces el trabajo que se presenta es para cerdos que se bañan
en su propia mugre,
Una sociedad está sana cuando sus mujeres y sus hombres saben que su historia
no ha terminado, ni han terminado las palabras que manifiestan
inconformidad, escepticismo, insatisfacción ante el orden actual, cualquiera que
éste sea. Somos seres inacabados, somos seres insatisfechos, somos hombres y
mujeres interminables. Nuestra historia y nuestro lenguaje aún no termina
porque son historia y lenguaje múltiples, contradictorios, policulturales,
multirraciales e históricamente presentes.
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