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EL AEROPLANO

Bernardo Ortiz de Montellano

Para que las nubes no le desconozcan, permitiéndole andar


Entre ellas, fue vestido de Pájaro. Para que pudiera volar,
en giros elegantes y atrevidos le dieron forma de caballito
del diablo. para que supiéramos que trabaja y es inteligente,
le colocaron un abdomen una máquina y en la cabeza una
hélice que zumba como abeja sin panal.
Manchado de azul y desgranando la rubia mazorca del día va el
aeroplano, sujeto a la mano del piloto y a la voluntad
de las cataratas del viento, dibujando el paisaje –magueyes,
torres de iglesia, indios cargados como hormigas—
en su cuaderno de notas cuadriculado.

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