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MICHEL FOUCAULT Y LA DOCTRINA DE LAS EPISTEMES

Michel Foucault es considerado uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Su
análisis sobre la cultura lo llevó a incursionar en campos que habían sido ignorados por la
tradición filosófica, tales como la locura, el crimen, las prisiones, la sexualidad.
El punto que nosotros queremos desarrollar en las líneas siguientes es quizás, uno de los
conceptos capitales de su filosofía, a saber, el concepto de “episteme” que desarrolla en Las
palabras y las cosas”.

Las palabras y las cosas

Si atendemos a la contraportada del libro veremos que el objetivo de Las palabras y las
cosas es triple: el primero busca, a través de la arqueología” reconstruir las
“configuraciones mentales que dan cuenta de la naturaleza de las ciencias […] y de la
forma en que estas consideran a las “cosas”; el segundo objetivo de Foucault es “revelar la
existencia y significación de obras que la historia de la cultura descuida constantemente”.
En este punto Foucault ha sido criticado por darle la misma importancia dentro de su obra a
pensadores como Galileo, Descartes o Leonardo, junto a Aldrovandi, Cesalpino o Della
Porta1; y finalmente, Las palabras y las cosas “es una critica que reencuentra a partir de
que ideas y de que sistemas de ideas se formaron esas “ciencias humanas” que contribuyen
a la ambigüedad del mundo actual”. En definitiva, basándose en la arqueología Foucault
trata de descubrir cómo se ha constituido un determinado saber, cómo funciona
determinado tipo de saberes en una época específica y cuál ha sido la transformación que
posibilitó el paso de un tipo de saber a otro. Esto con el objetivo de dar cuenta de las
condiciones que permitieron el nacimiento de un tipo de racionalidad y la de un objeto para
el saber en las sociedades modernas. Así como también es una crítica a las llamadas
“ciencias humanas”

¿Qué es lo que le posibilita hacer este análisis? Vayamos al prefacio mismo de la obra.
Tomando cono “inspiración” un jocoso texto de Borges2, Foucault se pregunta porque
occidente a partir del siglo XVI a podido pensar la cultura tal y como la conocemos ahora y
no de otra manera, porque, es cierto, la occidental no es la única forma de ordenar, de
estructural, de jerarquizar la realidad (tal como nos lo demuestran las culturas orientales, o
ciertas tribus africanas que carecen de escritura, o como la “alocada” enciclopedia china de
Borges). Digámoslo en palabras de Foucault:

Cuando levantamos una clasificación reflexionada, cuando decimos que el gato y


el pero se asemejan menos que dos galgos […] ¿A partir de que “tabla”, según
que espacio de identidades, de semejanzas, de analogías, hemos tomado la
costumbre de distribuir tantas cosas diferentes y parecidas? 3

A partir de esta interrogación de cómo es que ordenamos la realidad, bajo qué criterios,
Foucault responde que gracias a la arqueología podemos descubrirlo. Realizar un análisis a
1
A este respecto véase J. G. Merquior, Foucault o el nihilismo de la cátedra, p. 75.
2
“El idioma analítico de John Wilkins” que esta contenido en Otras inquisiciones.
3
Foucault Michel, Las palabras y las cosas, p. 5.
conciencia de la arqueología (otro de los grandes términos que caracterizan la obra de
Foucault), supera con mucho las intenciones de nuestro breve texto, por ello nos
limitaremos a presentar un breve comentario del termino.

Las epistemes

Nuestro filosofo utilizo el termino de “arqueología” para referirse a “la historia que hacer
necesaria determinada forma de pensamiento”. Según al interpretación de Merquior, “la
arqueología se ocupa de las formas de pensamiento necesarias, inconcientes y anónimas
que Foucault llama epistemes”4. Como vemos el concepto de episteme es la clave que sirve
a Foucault para realizar su análisis de los “códigos fundamentales” de la cultura occidental

Foucault entiende por episteme lo que define las condiciones de posibilidad de todo saber
teórico o práctico, es el “a priori histórico” que

En un periodo determinado, delimita en la totalidad de la experiencia un campo de


conocimientos, define el modo de ser de los objetos que aparecen en ese campo,
dota de capacidad teórica a la percepción corriente del hombre y define las
condiciones en que éste puede sostener un discurso sobre las cosas en que es
reconocido como verdadero5.

Como vemos, la episteme define el campo de análisis de la arqueología. En Las palabras y


las cosas, pero como nos advierte Eduardo Castro, la episteme no es el único objeto de la
arqueología.

La descripción arqueológica está centrada exclusivamente en la episteme, pero


la episteme no es la única dirección que puede tomar la arqueología. Otras
arqueologías son posibles: de la sexualidad, de la imagen –el espacio, la luz, los
colores–, de la ética, del saber político6.

Sigamos con el concepto de episteme. La episteme tiene una ubicación temporal y espacial.
Es por ello que podemos hablar de una “episteme occidental” o de una “episteme clásica” o
“episteme moderna”. Pero la concepción de episteme del Foucault de Las palabras y las
cosas es “una concepción monolítica de la episteme” (esta concepción será más abierta en
La arqueología del saber”)

En una cultura y en un momento dados, sólo hay siempre una episteme, que
define las condiciones de posibilidad de todo saber, sea que se manifieste en una
teoría o que quede silenciosamente investida en una práctica7.

4
Merquior, J. G. op. Cit. p. 58.
5
Foucault Michel, op. cit.
6
Castro, Eduardo, El vocabulario de Michel Foucault, p 116. Advertencia: la versión que estamos utilizando
del texto de Eduardo Castro es una versión digital, por lo cual puede que no coincida con la edición impresa
del mismo.
7
Ídem, p. 166.
La descripción que hace Foucault de las epistemes “no refiere los conocimientos ni al punto
de vista de su forma racional ni al de su objetividad, sino más bien a sus condiciones de
posibilidad”8. Veamos como la dice Foucault:

Lo que se intentará sacar a la luz [con las palabras y las cosas] es el campo
epistemológico, la episteme en la que los conocimientos, considerados fuera de
cualquier criterio que se refiera a su valor racional o a sus formas objetivas,
hunden su positividad y manifiestan así una historia que no es la de su perfección
creciente sino la de sus condiciones de posibilidad.

A través de la arqueología, Foucault llega a la conclusión de que existen tres rupturas


epistemológicas en la cultura occidental, la cuales han producido cuatro epistemes
fundamentales (en este, como en la mayoría de los libros de Foucault, nuestro autor analiza
únicamente la cultura que va desde el siglo XVI hasta nuestros días):
1) la episteme preclásica, que va desde el renacimiento a mediados del sigo XVII;
2) la episteme clásica, que dura hasta finales del siglo XVIII;
3) la episteme moderna que abarcará todo el siglo XIX, y finalmente;
4) la episteme contemporánea, que se ha consolidado a partir de la década del
cincuenta9

El objetivo de las palabras y las cosas será realizar el análisis de cada una de ellas. Sin
embargo, las únicas que Foucault desarrolla a conciencia son la episteme clásica y la
episteme moderna; la preclásica y la contemporánea solo esta esbozadas.

Para concluir, unas consideraciones acerca del concepto de episteme con otros conceptos
capitales de las modernas teorías de la ciencia. Ya que hemos agotado el espacio destinado,
únicamente nos limitaremos a destacar dos puntos importantes:
1) Podemos decir que el concepto de episteme de Foucault puede, en unos aspectos (no en
su totalidad), equipararse con los paradigmas de Kuhn, pero seria un error identificarlos
plenamente10.
2) Los análisis de Foucault no surgieron de nada en la cabeza de Foucault, más bien se
apoya en la “moderna historia (y filosofía) de las ciencia: la escuela de Bachelard,
Cavaillès y Canguilhem, dedicada a la historia de conceptos11”, pero principalmente en
Koyré.

Referencias
Castro, Eduardo, El vocabulario de Michel Foucault (versión digital), Universidad nacional
de Quilmes, Argentina, 2004.
Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México, 2004.
Merquior, J. G., Foucault o el nihilismo de la cátedra, México, FCE, 1988.

8
Castro, Eduardo, op. Cit. 117.
9
Cf. Merquior, J. G., ídem, p. 65.
10
A este respecto véase el capitulo III de la obra de Merquior, principalmente las pags. 61-65.
11
Cf. Merquior, J. G., ídem, p. 66.

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