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El corazón de Dios 

Dentro de las costumbres y prácticas católicas está la devoción


al sagrado corazón de Jesús. Estoy seguro que todos hemos
visto los símbolos que se usan para representar este corazón.
Muchas personas los tienen como calcomanías, y hasta se ve
colgando de los retrovisores de los carros como un
aromatizante.
Creo que nosotros nos sentimos incómodos con esto, porque
sabemos que Dios nos prohíbe en su Palabra venerar o adorar
representaciones suyas. Pero esta costumbre y este símbolo
hacen surgir una pregunta muy interesante: ¿cuál es el
verdadero corazón de Dios? ¿Cuál es el latido de su corazón?
¿Qué es lo que él más desea?
Hoy vemos por medio de una historia que cuenta Jesús
realmente cómo es el corazón suyo. Vemos cuáles son las
cosas que le apasionan. Y podemos sacar conclusiones muy
importantes para nuestras propias vidas también - conclusiones
que van mucho más allá de una representación en un
aromatizante.
Abramos los oídos para que Dios nos hable.
Lectura: Lucas 15:1-7
15:1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para
oírle,
15:2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los
pecadores recibe, y con ellos come.
15:3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
15:4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de
ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se
perdió, hasta encontrarla?
15:5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;
15:6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles:
Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había
perdido.
15:7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que
se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de
arrepentimiento.

Aquí Jesús nos revela el corazón de Dios. Nos revela un


corazón que desea el arrepentimiento de quienes se han
alejado de él, y que toma la iniciativa en salir a buscarlos.
Jesús es el Buen Pastor que ha venido al mundo para buscar a
sus ovejas que se han extraviado. Él no se quedó en el cielo,
mandando a sus profetas para llamarnos al arrepentimiento. Él
mismo vino al mundo para rescatarnos y llevarnos al Padre.
Vemos cómo este corazón de amor se compara con la actitud
de los que, en el día de Jesús, pretendían representar lo que
quería Dios. Vamos a verlo de tres aspectos diferentes.
I. Jesús da la bienvenida a los pecadores cuando otros los
desprecian
La ocasión de esta parábola es la reacción de los fariseos
cuando ellos vieron a Jesús relacionándose con quienes, para
ellos, eran los desechos de la sociedad. Vieron que Jesús
hasta comía con ellos, y les fue imposible entenderlo.
Bien nos imaginamos a los fariseos, como un par de ancianas,
diciendo: ¡Míralo! ¿No sabe quién es esa mujer? ¡O a lo mejor
sabe muy bien! Y ¡ese hombre! ¡El que me cobra demás en los
impuestos! Imposible. 
Y así, con sus insinuaciones y críticas, ellos mismos se hacían
sentir muy superiores. Seguramente se pensaban mucho
mejores que Jesús, porque ellos nunca se juntarían con esa
chusma.
Pero Jesús veía con otros ojos a las personas que lo rodeaban.
Él los veía como personas que Dios valoraba, hombres y
mujeres con quienes él quería tener una relación, seres hechos
a la imagen de Dios. Él veía detrás de las manchas de pecado
el alma que Dios deseaba rescatar.
Debemos tener mucho cuidado de no caer en la trampa de los
fariseos. Porque fácilmente podemos olvidar que es Dios quien
nos ha dado libertad y salvación, que todo lo que tenemos y
somos viene de él, y empezar a sentirnos superiores. Podemos
pensar, No queremos a esa clase de gente aquí en la iglesia.
Por supuesto, hay situaciones en las que debemos de
distanciarnos de ciertas personas. Por ejemplo, hay amigos
que no son una buena influencia, y no debemos de acercarnos
mucho a ellos. Si Dios nos ha salvado de una vida de
borracheras y parrandas, debemos de alejarnos de las viejas
amistades - sobre todo cuando están tomando. Como dice la
Escritura, la mala compañía corrompe el buen carácter.
El peligro llega cuando empezamos a sentir superioridad,
cuando llegamos a pensar que somos mejores, y cuando
perdemos el deseo de que ellos también experimenten la
salvación que hemos llegado a tener. Si miramos a los
perdidos, y vemos en ellos gente corriente que no merece
nuestra compañía, entonces estamos pensando con la mente
del fariseo en vez de tener el corazón de Jesús.
¿Cómo respondemos a los que aún no conocen a Cristo? ¿Nos
creemos mejores? ¿O los vemos con los ojos de amor que
Cristo tiene? 
Vemos que este amor lo llevó a tomar acción. Jesús fue más
allá de la aceptación a la acción.
II. Jesús sale a buscar a los pecadores cuando otros los
rechazan
Esto lo vemos en la historia que él cuenta, algo que sería muy
familiar para sus lectores.
Quizás algunos de Uds., como niños, cuidaban vacas o chivas.
Imaginen que al llegar a la casa alguna noche, se dieran
cuenta de que falta una. Saben muy bien que su papá no va
ver con muy buenos ojos la pérdida de uno de esos animales.
Ahora, ¿qué van a hacer? Dirán, ¿a ver si regresa esta noche?
No lo creo. Más bien, ahí dejan a los demás animales bajo el
cuidado de algún familiar, y salen a buscar el animal perdido.
Esto es precisamente lo que ha hecho Jesús.
La Biblia nos dice que todos nos extraviamos como ovejas.
Vamos por nuestro propio camino, haciendo lo que mejor nos
parece. Mi papá se crió en una granja de ovejas, y me cuenta
que son unos animales muy tontos. Así que, cuando la Biblia
nos compara con ovejas, no es ningún halago.
Pero aquí precisamente vemos el amor de Dios. En vez de
dejarnos ir por nuestro propio camino a la perdición, Cristo vino
a buscarnos. El vino a mostrarnos el camino que Él abrió por
su propia muerte para que pudiéramos llegar al Padre. En vez
de decir: bueno, a ver cómo la hacen ellos, Él salió a
buscarnos.
Esto significa dos cosas. La primera es que nosotros, los que
somos creyentes, debemos de unirnos a Cristo en su misión. Él
no se quedó en el cielo, esperando que nosotros viniéramos a
buscarlo. Esto sería imposible. Y tampoco nosotros debemos
de quedarnos en la iglesia, esperando para ver si la gente
viene a buscarnos. Esto no va a suceder.
Nosotros tenemos que salir a buscarlos, así como Jesús vino al
mundo, dejando la comodidad del cielo, para buscarnos a
nosotros.
Pero la segunda cosa es para ti que todavía no te has
entregado a Cristo. Mira el esfuerzo que él ha hecho por
encontrarte. El vino del cielo hasta el mundo para entregar su
vida en cambio por la muerte que tú te mereces. El te vino a
buscar. Ahora la pregunta es: ¿Cómo responderás?
¿Aceptarás su perdón? ¿Aceptarás que él te lleve?
Porque él no te va a obligar. El quiere que tú reconozcas tu
necesidad, y aceptes su salvación. El quiere que te arrepientas
de tu pecado y empieces a seguirle.
Y esto lo vemos en un tercer contraste.
III. Jesús se regocija por los que vuelven cuando otros los
desdeñan
Jesús no sólo nos recuenta la reacción del pastor al salir a
buscar a la oveja perdida, sino que también nos cuenta del
gozo que sintió al encontrarlo.
En ese momento, el pastor siente más gozo por esa oveja que
se ha encontrado que por los otros 99 que están a salvo. Dios
siente gozo cuando el pecador se arrepiente. Dios siente
alegría por la decisión que ha tomado esa persona.
Muchas veces tenemos la idea de que Dios está tan distante,
tan lejano, y es tan grande que nada de lo que hacemos la
afecta. Podemos pensar que a él poco le importa lo que
hacemos. Pero aquí Jesús nos enseña algo muy distinto. El
nos enseña que Dios se deja afectar profundamente por
nuestras decisiones. Cuando rechazamos su amor, el siente
dolor. Y cuando lo aceptamos, cuando nos arrepentimos y
empezamos a confiar nuevamente en él, entonces le damos
gran gozo.
Si tú estás aquí en esta mañana, y nunca has recibido
personalmente el amor de Dios, si nunca le has confesado tu
pecado para que él te perdone, si nunca has aceptado la
salvación que él te ofrece mediante la muerte de Jesús, tú
puedes hacerlo hoy.
Y a Dios le importa que lo hagas. El está esperándote. El
quiere que tú lo aceptes. Dice la Biblia que Dios no desea que
nadie se pierda. El no se complace en que tú sigas por tu
camino, aunque te lo permitirá si insistes. Pero el deseo de su
corazón es que te arrepientas, que recibas su perdón, y que
llegues a ser su hijo.
Esta es la razón que Jesús vino al mundo. Esta es la razón que
él murió en la cruz. Y ésta es la razón que estamos reunidos
aquí en esta mañana - porque Dios se regocija cuando un
pecador se vuelve a él.
¿Cómo responderás al amor de Dios? ¿Te dejarás encontrar
por él? ¿O como Adán en el jardín, te esconderás porque
tienes temor? 
No desprecies el corazón de Dios. No cierres tu corazón a él.
Acepta hoy su perdón.

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