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Lucas 7:36-8:56

Nuestro programa de hoy comienza con una invitación muy especial que Jesús recibió
para ir a comer a una casa. Vamos a leer, pues, el versículo 36 que nos introduce a un
nuevo párrafo titulado

Jesús fue a comer a casa de un fariseo

"Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del
fariseo, se sentó a la mesa."

Esta fue una de las ocasiones notables en que Jesús fue invitado a comer. Tales
eventos sociales como una salida a comer, nunca fueron intrascendentes. Recordemos
que El había estado denunciando a los Fariseos, y recordemos con quienes les
comparó, así que resultaba difícil creer que la invitación de este Fariseo fuese un gesto
amistoso. Quizás le invitó a su casa para espiarle, a ver si podía encontrar en El algo
malo o reprochable. Continuemos leyendo los versículos 37 al 39:

"Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la
mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás
de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus
cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que
lo había convidado, dijo para sí: Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de
mujer es la que lo toca, porque es pecadora."

En aquel tiempo, si uno tenía invitados, los vecinos tenían derecho a entrar y quedarse
junto a la pared o a permanecer en cuclillas mirando. No hacían comentarios; solo
observaban la escena. La mujer entró y ocupó un lugar detrás del Señor Jesús. En
esos días no se sentaban a la mesa en sillas; se reclinaban en lechos y en uno de ellos se
encontraba reclinado Jesús, con Sus pies fuera y por detrás, apoyado en su brazo,
mientras conversaba a través de la mesa con su anfitrión. Mientras la mujer
permanecía a los pies del Señor Jesús, llorando, porque sus pecados habían sido
perdonados, comenzó a humedecer los pies de Jesús con sus lágrimas, secándolos con
sus propios cabellos. Después besó sus pies y los ungió con el costoso perfume que
traía.

Este anciano Fariseo no hubiera hablado con esta clase de mujer si hubiese estado en
la calle. Quizás hubiera podido tener tratos con ella al oscurecer, cuando nadie
pudiese verle. Pero no tendría nada que ver con una mujer de esa reputación durante
las horas del día. Cuando la vio secando y besando los pies del Señor, pensó que El no
debía ser un profeta porque de otra manera hubiera sabido que tipo de mujer era y
no aceptaría tener que ver nada con ella. Continuemos leyendo los versículos 40 al 43:

"Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le
dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y
el otro, cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál
de ellos lo amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó
más. Él le dijo: Rectamente has juzgado."

Esta es una de las más deliciosas parábolas registradas por Lucas. Por el contenido de
esta historia podemos ver la dirección que el Señor estaba tomando. Continuemos con
el versículo 44;

"Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no
me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado
con sus cabellos."

Por primera vez Jesús reconoció la presencia de esta mujer. No le había prestado
ninguna atención hasta este momento, pero entonces se volvió y la miró. Mientras la
miraba, le dijo a Simón, que estaba al otro lado de la mesa: "¿Ves esta mujer?".
Simón ya había dicho que pensaba que el Señor no sabía que clase de mujer era; de
otro modo no habría dejado que le tocase. Ahora el Señor le preguntaba: "¿Simón,
conoces realmente a esta mujer? Mírala. Tu crees que la ves pero no la ves en
absoluto". El Señor estaba realmente cogiéndole a este Fariseo a contrapelo. Esta es la
razón por la que creo que el Señor no había sido invitado a cenar como un gesto
amistoso, sino para ser espiado por su anfitrión. Leamos los versículos 45 al 48, para
ver lo que el Señor le dijo:

"No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No
ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te
digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a
quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados."

Es como si el Señor le hubiera dicho: "Hoy no has practicado las más elementales
normas de cortesía" El Señor resaltó que no había mostrado buenos modales. Si
Simón hubiera sido un anfitrión correcto, habría lavado los pies del Señor. Habría
ungido Su cabeza y le habría besado. Esa era la costumbre de aquella época, pero
Simón no había guardado esas formalidades.

Hubiera deseado estar presente en aquella cena. Nuestro Señor era el mejor orador
para pronunciar discursos de sobremesa. Lo que le dijo hizo palidecer el alma de
Simón. Esta pobre mujer de la calle, sin esperanza, quería recibir el perdón. El Dios
del cielo estaba allí y El la perdonó. Entonces le dijo a Simón: "Rectamente has
juzgado, cuando dijiste que aquel deudor que debía más, sería naturalmente el que
amaría más a quien le perdonó la deuda. Pues bien. Ella es una gran pecadora y le ha
sido personado mucho. Pero tú, como no crees ser un pecador, ni siquiera has pedido
el perdón". Y así fue como aquel anciano e hipócrita Fariseo quedó allí, como un
pecador no perdonado.

Para terminar este capítulo 7, leamos los versículos 49 y 50:


"Los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién
es este, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; ve
en paz."

Esto es pertinente para nuestro tiempo. Si, desde un punto de vista meramente
formal, eres miembro de alguna iglesia y nunca le has pedido al Señor Jesús que te
perdone, estás perdido. Esta mujer no tenía ninguna obra buena a su favor, ni méritos
que cambiasen su situación frente a Dios. Pero ella creyó en el Señor, confió en Cristo
y pidió perdón.

Lucas 8:1-56

Tema: Dos parábolas de Jesús: el sembrador y la lámpara encendida; Jesús habló de


relaciones personales, calmó una tempestad, expulsó demonios en Gadara, sanó a una
mujer con un flujo de sangre, y restauró a la vida a la hija de Jairo.

Todos estos eventos fueron registrados en los otros Evangelios Sinópticos. El primer
párrafo nos habla de

Las mujeres que sirvieron a Jesús

Al continuar Jesús su ministerio, vemos que muchas personas iban con El, algunas
vinculadas a altos cargos. Leamos los versículos 1 al 3:

"Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y
anunciando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas
mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se
llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza,
intendente de Herodes, Susana y otras muchas que ayudaban con sus bienes.

Después de leer esta relación, leeremos los versículos 4 al 15, sobre la

Parábola del sembrador

"Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por
parábola: El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte
cayó junto al camino, fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó
sobre la piedra y, después de nacer, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte
cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella la ahogaron. Y otra
parte cayó en buena tierra, nació y llevó fruto hasta de cien granos por semilla.
Hablando estas cosas, decía con fuerte voz: El que tiene oídos para oir, oiga. Sus
discípulos le preguntaron: ¿Qué significa esta parábola? Él dijo: A vosotros os es dado
conocer los misterios del reino de Dios, pero a los otros por parábolas, para que
viendo no vean y oyendo no entiendan. Esta es, pues, la parábola: La semilla es la
palabra de Dios. Los de junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y
quita de su corazón la palabra para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra
son los que, habiendo oído, reciben la palabra con gozo, pero no tienen raíces; creen
por algún tiempo, pero en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre
espinos son los que oyen pero luego se van y son ahogados por las preocupaciones, las
riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Pero la que cayó en buena tierra
son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con
perseverancia."

El sembrador es Jesús. La semilla es Su Palabra. Los pájaros son un símbolo del


diablo. Los lugares pedregosos son aquellos que reciben la Palabra de Dios con un
entusiasmo humano y emocional. Y los problemas y la persecución desalientan su
interés. Por un tiempo estos oyentes de la Palabra manifiestan un gran interés y celo,
pero una pequeña dificultad revela su falta de verdadera fe. Solo una parte de la
semilla cae en buena tierra y produce una gran cosecha. Estos son los que han oído y
se han convertido genuinamente por la Palabra de Dios.

Leamos los versículos 16 al 18, que nos cuentan la

Parábola de la lámpara encendida

"Nadie enciende una luz para después cubrirla con una vasija, ni la pone debajo de la
cama, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la luz. Así nada
hay oculto que no haya de ser descubierto, ni escondido que no haya de ser conocido y
de salir a la luz. Mirad, pues, cómo oís, porque a todo el que tiene, se le dará, y a todo
el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará."

Esta parábola de la lámpara es una de acción. La luz crea responsabilidad. Un


hombre que recibe la verdad debe actuar en consecuencia. Seremos considerados
responsables por el nivel de luz que hayamos recibido. El caso es que estábamos en la
oscuridad hasta que la luz del Evangelio nos alcanzó. A veces tenemos la impresión de
que el ser humano es un pecador debido a su debilidad o por causa de su ignorancia.
San Pablo dijo cándidamente en Romanos 1 que los seres humanos, cuando
conocieron a Dios no le honraron como Dios ni le dieron las gracias. El ser humano es
deliberadamente pecador. Esa es la clase de pecadores que todos nosotros somos y la
luz que llega creará una responsabilidad. Llegamos a este mundo perdidos, y si no
aceptamos la Luz, que es Cristo, permanecemos perdidos. Seremos considerados
responsables de acuerdo con el grado de luz que hayamos recibido.

Leamos a continuación los versículos 19 al 21, que nos hablan de

Las relaciones personales

"Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por
causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y
quieren verte. Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los
que oyen la palabra de Dios y la obedecen."
En este pasaje Jesús estaba manifestando una nueva relación. No estaba negando Sus
relaciones familiares, pero estaba dispuesto a declarar una relación infinitamente más
profunda, elevada, y más permanente, que trascendería con mucho cualquier relación
de sangre. Esta sería una relación que mantendría al creyente vigorosamente muy
cerca de El.

Leamos ahora los versículos 22 al 25, en los cuales

Jesús calmó la tempestad

Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos y les dijo: Pasemos al otro
lado del lago. Y partieron. Pero, mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó
una tempestad de viento en el lago, y se anegaban y peligraban. Vinieron a él y lo
despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió
al viento y a las olas; y cesaron y sobrevino la calma. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra
fe? Atemorizados, se maravillaban y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a
los vientos y a las aguas manda, y lo obedecen?"

Jesús dio la orden de cruzar el mar. Y surgió una tormenta que no era ordinaria. La
intensidad de la tempestad sugería la ferocidad de Satanás. El Señor se dispuso a
descansar porque estaba tan cansado que el violento temporal no le perturbó. Los
discípulos se asustaron porque temieron que todos los que estaban a bordo perecerían.
La tempestad no le molestó a Señor pero sí la actitud de Sus discípulos. El reprendió
al viento y al mar, como quien reprende a un perro sujeto a una correa. Literalmente
el mandato fue "¡Quédate amordazado!" El milagro consistió en el hecho de que el
viento cesó inmediatamente y el mar, cuyas olas podrían haberse prolongado por
horas, se calmaron instantáneamente quedando tan inmóviles como un cristal. Con
cuanta frecuencia El nos hace pasar por las tormentas de la vida para que tengamos
que acercarnos más a El y aprender así qué clase de Hombre El es realmente.

En el siguiente párrafo, tenemos el relato en que

Jesús expulsó demonios en Gadara

Nuestro Señor llegó a Gadara donde vivía un maníaco que estaba poseído por
demonios. Debido a su profesión médica, Lucas trató esta historia con mayor detalle
que los otros escritores. Leamos los versículos 26 y 27:

"Arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. Al


llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde
hacía mucho tiempo; no vestía ropa ni habitaba en casa, sino en los sepulcros."

Aparentemente los endemoniados eran 2 y Lucas seleccionó a uno con un propósito


definido. ¿Por qué? Lucas era un médico y estaba intentando presentar una
ilustración. En cuanto al asunto de los demonios, hay quienes creen que pertenecen a
la categoría de los fantasmas, duendes, gnomos, sátiros, fábulas, hadas, etc. Por
muchos años el punto de vista del cristiano sobre los demonios fue que si tales
personajes existieron alguna vez, ya no existen en la actualidad. Sin embargo, yo creo
que estamos presenciando una manifestación y resurgimiento de la posesión
demoníaca en nuestro tiempo. Es difícil explicar qué está ocurriendo en nuestra
sociedad contemporánea, sin creer en la existencia de los demonios.

Lucas trató el Tema de los demonios con una notable intuición, desde el punto de vista
de un médico, más que de una perspectiva científica. El relato que Mateo registró de
esta historia fue práctico y realista. El de Marcos fue más emocional y espectacular.
Anteriormente en su relato, Lucas trató sobre lo demoníaco y aclaró que el
demonismo y las enfermedades eran diferentes. La posesión demoníaca es una
realidad, tanto como puede serlo el cáncer o la lepra. Los demonios perturban a los
seres humanos física, mental y espiritualmente. Pueden destruir las almas de las
personas y ser la perdición eterna de los seres humanos. En el próximo capítulo Lucas
nos dirá que los demonios son sinónimos de los espíritus impuros.

El caso del endemoniado de Gadara es uno de los peores que ha quedado registrado.
Hay que considerar algunos hechos relacionados con este relato. La tribu de Gad
habitaba la región de Gadara. Esta tribu no había cruzado el Río Jordán con Josué,
cuando Israel habitaba la tierra. El hombre poseído por los demonios estaba desnudo
y vivía entre las tumbas y cuevas. Su personalidad se había degradado y destruido. No
tenía voluntad propia; estaba poseído y controlado por los demonios. Continuemos
leyendo los versículos 28 y 29:

"Al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz:
¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
(Jesús le ordenaba al espíritu impuro que saliera del hombre, pues hacía mucho
tiempo que se había apoderado de él; y lo ataban con cadenas y grillos, pero,
rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)"

El poseído por el demonio reconoció a Jesús. El apóstol Santiago nos dijo en 2:19, Tú
crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. Los
demonios son los enemigos de Dios y como tales, serán juzgados.

¿Cuál fue el origen de los demonios? No podemos ser dogmáticos. El mundo físico
tiene elementos inherentes que no pueden ser vistos, como el átomo. De la misma
manera, en el mundo espiritual hay ciertos elementos que no podemos ver. Los
ángeles son reales, aunque no podamos verlos. Hay 2 clases de ángeles: aquellos que
están con Dios y le sirven y los que cayeron con Satanás en el principio. Homero habló
de "daimon" y de "Theos" como si fuesen sinónimos. Hesíodo, el filósofo griego, dijo
que todos los demonios eran buenos, mientras que otro filósofo griego, Empédocles,
declaró que los demonios son tanto malos como buenos. Detrás de todas las formas de
idolatría y de las religiones antiguas ha estado el demonismo.

Los demonios controlan al ser humano de manera que éste no puede hacer lo que
desea. Le pueden conducir a realizar acciones terribles, y le pueden impulsar a llevar
a cabo acciones que destruyan su alma. Pueden inducir crímenes entre miembros de
la familia y al suicidio. Impulsan así a realizar actos que las personas luego son
incapaces de explicar por qué los han cometido. Estos son sucesos de la vida diaria, sin
embargo, la mayoría de las personas culpan a cualquier factor para explicar la causa
de estos hechos tremendos, menos a los demonios. Leamos los versículos 30 al 33:

"Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? Él dijo: Legión. Muchos demonios habían


entrado en él y le rogaban que no los mandara al abismo. Había allí un hato de
muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejara entrar en ellos. Él
les dio permiso. Entonces los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos, y
el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó."

Los demonios no querían ir al abismo o lugar donde están encarcelados los otros
ángeles caídos, de los cuales nos habla el libro de Judas 6: (Y a los ángeles que no
conservaron su debido puesto, sino que abandonaron su propio hogar, Dios los retiene
en prisiones oscuras y eternas para el gran día del juicio.) Los demonios quieren
habitar el cuerpo de una persona. Cuando un demonio es expulsado de ella, andará
vagando y volverá a intentar entrar nuevamente en esa persona; o, si no puede, se
dirigirá a otra persona para intentar lo mismo. No quiere permanecer sin un cuerpo.
Vemos en este pasaje que estaban dispuestos a ir a los cuerpos de los cerdos que se
alimentaban en las laderas antes que ir al abismo, y así se lo pidieron al Señor.
Observemos que los cerdos prefirieron morir antes que tener a los demonios morando
en ellos. Dicen los versículos 34 al 36:

"Los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron y
dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y salieron a ver lo que había sucedido;
vinieron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios sentado a
los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. Los que lo habían
visto les contaron cómo había sido salvado el endemoniado."

En aquel hombre se realizó una maravillosa transformación. Solo Cristo puede


liberar del poder de Satanás. Necesitamos pedir la ayuda de Dios para hacer frente al
resurgimiento del demonismo en nuestra época. Los versículos 37 al 40 añaden lo
siguiente:

"Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se


alejara de ellos, pues tenían gran temor. Entró, pues, Jesús en la barca y se fue. El
hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara quedarse con él,
pero Jesús lo despidió, diciendo: Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha
hecho Dios contigo. Él, entonces, se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes
cosas había hecho Jesús con él. Cuando volvió Jesús, lo recibió la multitud con gozo,
pues todos lo esperaban."

Resulta sorprendente leer que la gente de Gadara le pidiese al Señor que se fuera de
sus costas. Preferían tener a los cerdos, que a El. Hay en nuestro tiempo muchas
personas que deberían realizar un examen de conciencia ante la posibilidad de que
prefieran tener en sus vidas otras cosas -de valor equivalente a los cerdos- antes que
tener a Cristo.
El párrafo siguiente se titula

Jesús sanó a la mujer con un flujo de sangre y restauró a la vida a la hija de


Jairo

Cuando Jesús regresó a la otra orilla del Mar de Galilea, las multitudes de reunieron
a su alrededor. Entre aquella gente, había 2 personas desesperadas. Leamos los
versículos 41 al 44:

"Entonces llegó un hombre llamado Jairo, que era un alto dignatario de la sinagoga;
postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa, porque tenía una
hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud lo
oprimía. Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que
había gastado en médicos todo cuanto tenía y por ninguno había podido ser curada, se
le acercó por detrás y tocó el borde de su manto. Al instante se detuvo el flujo de su
sangre."

Jairo vino para que el Señor sanase a su hija, no para que la resucitase. Su fe era
pequeña, pero su situación desesperada. Creyó que Jesús tendría que tocarla.
Mientras Jesús hablaba con él, fueron interrumpidos por la mujer con el flujo de
sangre, que había estado sufriendo de este mal por 12 años. La hija de Jairo tenía 12
años. Así fue que 12 años de oscuridad terminaban y 12 años de luz se apagaban.
Veamos los versículos 45 al 48

"Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Todos lo negaban, y dijo Pedro
y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas:
¿Quién es el que me ha tocado?. Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo he
sentido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que había sido
descubierta, vino temblando y, postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el
pueblo por qué causa lo había tocado y cómo al instante había sido sanada. Él le dijo:
Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz."

En medio de tanta gente que le apretaba, solo la mujer fue sanada. Continuemos
leyendo los versículos 49 al 53:

"Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del alto dignatario de la sinagoga a
decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió:
No Temas; cree solamente y será salva. Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie
consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan y al padre y a la madre de la niña. Todos
lloraban y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino
que duerme. Y se burlaban de él, porque sabían que estaba muerta."

Vemos que cuando llegaron a la casa de Jairo las plañideras ya habían comenzado su
trabajo. Solo detuvieron sus llantos para burlarse de Jesús, en su incredulidad.
Continuemos leyendo los versículos 54 al 56:
"Pero él, tomándola de la mano, clamó diciendo: ¡Muchacha, levántate! Entonces su
espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diera de comer. Sus
padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijeran lo que había
sucedido."

Finalmente, observemos nuevamente el método que Jesús utilizaba para restaurar a


alguien a la vida era siempre el mismo. El les hablaba, y ellos escuchaban Su voz. Una
vez más nuestro Señor había demostrado que era Dios. Y así ocurrirá también en el
día de la resurrección de los creyentes. Pero hasta que ese día llegue, la voz de Jesús
resuena en un mundo donde muchísimas personas están espiritualmente muertas en
sus maldades y pecados. Para ellas, Jesús continúa hoy hablando, desde Juan 5:24, El
que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a
condenación, sino que ha pasado de muerte a vida

Lucas 9
Tema: Jesús comisionó y envió a los 12 discípulos; alimentó a los 5.000; expulsó
demonios de un hijo único; se dirigió a Jerusalén, y estableció la prueba para el
discipulado.

Todos los eventos de este capítulo están registrados en los otros Evangelios Sinópticos.
El Señor había realizado milagros en todas las áreas de la vida, en los ámbitos: físico,
espiritual, natural y sobrenatural. Con estos antecedentes, envió a Sus discípulos a
cumplir su misión.

Leamos el versículo 1, que inicia el relato de cuando

Jesús comisionó y envió a los doce discípulos

Reuniendo a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y
para sanar enfermedades.

Cuando el Señor se encontraba aquí en la tierra, les dio a Sus apóstoles el don de
sanidad, que era una de los dones-señales. Sirvió como credencial de los apóstoles
para demostrar que ellos eran quienes afirmaban ser. Cuando la iglesia se estableció
(antes que el Nuevo Testamento estuviese fijado en forma escrita) la señal que
identificaba a un apóstol era el hecho de tener los dones-señales. Pedro y Pablo podían
sanar enfermos o restaurar muertos a la vida. Esto era una prueba de que eran
verdaderos apóstoles del Señor Jesucristo.

Jesús envió Sus discípulos a predicar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos. Esto
tuvo lugar antes de que El muriese en la cruz. En la actualidad, lo importante no es la
sanidad. Al leer cuidadosamente las Epístolas o cartas de los apóstoles, puede verse
que aun cuando Pablo tenía el don de sanar, hacia el final de su ministerio,
aparentemente, no lo ejercitó en absoluto. En 1 Timoteo 5:23, le dijo a Timoteo que
tomase un poco de vino para un problema de estómago, pero no le sanó. Pablo mismo,
en 2 Corintios 12:7 dijo tener como un "aguijón" en su cuerpo; aunque le pidió a Dios
que lo quitase, Dios no lo hizo. También en 2 Timoteo 4:20 dijo que tuvo que dejar a
su colaborador Trófimo enfermo en Mileto. ¿Por qué no sanó Pablo a su amigo
Trófimo? Es que Pablo había llegado al final de su ministerio y los dones-señales,
incluso entonces, estaban comenzando a desaparecer de la iglesia. Aparentemente,
cuando las Sagradas Escrituras se convirtieron en una parte de la iglesia, el don de
sanidad no apareció en escena. La autoridad se desplazó de la persona a la página de
la Escritura, la Palabra de Dios. Hacia el fin de su vida, Juan advirtió que la doctrina
correcta era la credencial personal del creyente. Dijo 2 Juan 10, Si va a visitaros
alguno que no lleve esta enseñanza, no le recibáis en casa ni le saludéis. Y en Gálatas
1:8, el apóstol Pablo dijo: Pero si alguien (sea yo mismo o un ángel del cielo) os
anuncia un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡caiga bajo maldición! Este
es un lenguaje fuerte que coloca una autoridad absoluta sobre las Escrituras.

Continuemos leyendo los versículos 2 al 6:

"Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Les dijo: No toméis
nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas. En
cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. Dondequiera que no os
reciban, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio
contra ellos. Y saliendo, pasaban por todas las aldeas anunciando el evangelio y
sanando por todas partes."

Es evidente que aquellas eran instrucciones específicas para aquellos tiempos. Leamos
los versículos 7 al 9: porque su ministerio causó impacto:

"Herodes, el tetrarca, oyó de todas las cosas que hacía Jesús, y estaba perplejo,
porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos; otros: Elías ha aparecido;
y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado. Y dijo Herodes: A Juan yo lo
hice decapitar; ¿quién, pues, es éste de quien oigo tales cosas? Y procuraba verlo."

Herodes había sido el responsable de la prisión y ejecución de Juan el Bautista.


Marcos nos relató que él tenía miedo de que Jesús fuese en realidad Juan el Bautista
vuelto a la vida. La curiosidad de Herodes le impulsó a querer ver a Jesús. Los
versículos 10 y 11 añaden:

"Al regresar los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se
retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. Cuando la gente lo
supo, lo siguió; y él los recibió, les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que
necesitaban ser curados."

Esta escena nos proporcionó el ambiente para la alimentación de los 5.000. Él había
llevado a los apóstoles a un lugar apartado para descansar, pero no tuvieron ocasión
de hacerlo. La multitud fue desconsiderada: sin embargo el Señor en su bondad les
recibió, enseñándoles y sanando a los enfermos. El próximo párrafo trata
concretamente sobre
La alimentación de los cinco mil

Leamos los versículos 12 y 13:

"Pero el día comenzaba a declinar. Acercándose los doce, le dijeron: Despide a la


gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor y se alojen y encuentren
alimentos, porque aquí estamos en lugar desierto. Él les dijo: Dadles vosotros de
comer. Dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que
vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud."

Parece que se convirtieron en asesores económicos. Versículos 14 y 15.

"Eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en
grupos de cincuenta. Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos. "

Al final hicieron lo correcto, obedeciendo a Cristo. Veamos los versículos 16 y 17:

"Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los
partió y dio a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente. Comieron todos
y se saciaron; y recogieron lo que les sobró: doce cestas de pedazos."

Mateo, Marcos y Juan también registraron este milagro. Observemos que el Señor
asignó a Sus discípulos una tarea imposible. Ellos tenían que aprender, así como
nosotros, que Él siempre pide lo imposible. La razón es evidente. El quiere realizar la
tarea. El Creador, que creó los peces en el principio e hizo que el grano se multiplicase
en los campos, ahora, por Su mandato creador creo los alimentos para la multitud.
Esa debe haber sido la primera vez que muchos en aquella multitud se saciaron. Los
trozos que quedaron en las cestas no eran restos para tirar a los desperdicios sino
piezas de comida que no habían sido servidas. El siempre provee un excedente.
Leamos ahora los versículos 18 al 21, en los que

Jesús anunció su muerte y resurrección

"Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les
preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan
el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. Él les
dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces, respondiendo Pedro, dijo: El Cristo
de Dios. Pero él les mandó que a nadie dijeran esto, encargándoselo rigurosamente"

Aquí la pregunta importante era, ¿Quién es Jesús? El quería saber qué pensaban de
Su persona y Su propósito al hacer la pregunta era imprimir en sus mentes quien era
Él realmente. Porque había mucha confusión sobre Su persona. Observemos que
todas las opiniones eran de alto nivel, aunque se quedaban cortas ante quién era y es.
Y lo más extraordinario fue lo que dijo Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente" (Mateo 16:16 registró la totalidad de la frase). Observemos lo que Jesús dijo
en el versículo 22:
"Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los
ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite
al tercer día."

Jesús les estaba preparando nuevamente para Su muerte próxima. Pero destacamos
que nunca mencionaba su muerte sin citar también Su resurrección. Los versículos 23
al 26 continúan diciendo:

"Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día y sígame. Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que
pierda su vida por causa de mí, éste la salvará, pues, ¿qué aprovecha al hombre si
gana todo el mundo y se destruye o se pierde a sí mismo?, porque el que se avergüence
de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en
su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles."

Aquí el Señor no estaba poniendo una nueva condición para la salvación, sino
definiendo la posición de los que han sido salvados. Observemos la frase el que se
avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del hombre. ¿Qué
clase de cristiano eres tú hoy? ¿Eres uno de los que le sirve e intenta honrarle? Es una
pregunta importante e incisiva para estos tiempos.

Llegamos ahora al párrafo que habla sobre

La transfiguración

Aclarando que Lucas añade algo que los otros Evangelios omiten. Leamos el versículo
27:

"Pero en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la
muerte hasta que vean el reino de Dios."

Simón Pedro interpretó para nosotros este versículo: dijo que él vio el reino. ¿Dónde
lo vio? Pedro estaba con el Señor en este monte y fue un testigo de lo que allí ocurrió.
Nos lo contó en 2 Pedro 1:16 al 18, que dice: No os hemos dado a conocer el poder y la
venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo
visto con nuestros propios ojos su majestad, pues cuando él recibió de Dios Padre
honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: «Éste es mi
Hijo amado, en el cual tengo complacencia». Y nosotros oímos esta voz enviada del
cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Esta fue la explicación de Pedro
como testigo ocular. Pero vayamos al relato mismo, leyendo los versículos 28 y 29:

"Como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y
subió al monte a orar. Mientras oraba, la apariencia de su rostro cambió y su vestido
se volvió blanco y resplandeciente."
La palabra "transfiguró" proviene del griego metamorphoom o metamorphosis. Lo
que ocurrió fue como la experiencia de la oruga, que se introduce en el capullo, del
cual sale como una hermosa mariposa. La transfiguración no expuso la deidad de
Cristo, sino Su humanidad. La transfiguración es la meta de la humanidad. Cuando
vemos al Señor Jesucristo transfigurado en el monte, estamos contemplando
exactamente lo que va a tener lugar el día en que seamos recogidos de este mundo. Los
muertos resucitarán y los que viven serán transformados, es decir que pasarán por
una metamorfosis. Entonces, todos seremos llevados a la presencia de Dios. El v.29 no
quiere decir que una luz brilló sobre El como un foco, sino que la luz irradió de su
propio cuerpo hacia fuera. Continuemos leyendo los versículos 30 y 31:

"Y dos varones hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías. Estos aparecieron
rodeados de gloria; y hablaban de su partida, que Jesús iba a cumplir en Jerusalén."

Allí aparecieron Moisés, el representante de la Ley, y Elías, el representante de los


profetas, que daban testimonio de Él. ¿De qué hablaban? De la próxima muerte de
Cristo. El Evangelio no es contrario al Antiguo Testamento. Pablo lo explicó de la
siguiente manera en Romanos 3:21: Pero ahora, aparte de la ley, Dios ha dado a
conocer de qué manera nos hace justos, lo cual se comprueba por los libros de la ley y
los profetas. La ley y los profetas revelaban que la única manera en que Dios podía
salvarnos era por medio de la justicia que obtenemos por la fe. En el Antiguo
Testamento esto se lograba trayendo un sacrificio; es que el sisTema de sacrificios era
la misma esencia del sisTema legal de Moisés. Aquel cordero ofrecido en el altar era
simbólico de Cristo, quien murió por nuestros pecados. Y los profetas hablaron del
Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo. Continuemos leyendo los
versículos 32 al 36:

"Pedro y los que lo acompañaban estaban rendidos de sueño; pero, permaneciendo


despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con él. Y sucedió
que, mientras estos se alejaban de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para
nosotros estar aquí. Hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés y una
para Elías. Pero no sabía lo que decía. Mientras él decía esto, vino una nube que los
cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que
decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd. Cuando cesó la voz, Jesús se encontraba solo.
Ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto."

Leamos ahora los versículos 37 al 43, que nos relatan como

Jesús expulsó demonios de un hijo único

"Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al
encuentro. Y un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a
mi hijo, pues es el único que tengo; y sucede que un espíritu lo toma y, de repente, lo
hace gritar, lo sacude con violencia, lo hace echar espuma y, estropeándolo, a duras
penas se aparta de él. Rogué a tus discípulos que lo echaran fuera, pero no pudieron.
Respondiendo Jesús, dijo: ¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de
estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo. Mientras se acercaba el
muchacho, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al
espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. Y todos se admiraban
de la grandeza de Dios. . . ."

Esta escena es una figura de la realidad actual. Jesús y Sus discípulos han ido al cielo
y aquí estamos nosotros en el mundo, al pie de la montaña, donde reina la confusión,
el compromiso y la impotencia. Es como si el mundo actuase hoy como un hombre
poseído por el demonio, y la iglesia se encontrase impotente ante las necesidades de las
personas. Cuando Jesús habló a la multitud, les reprendió por su falta de fe ante el
problema de aquel niño y, aparentemente, los discípulos y los escépticos estaban
incluidos. La condición del muchacho era lamentable. Jesús se volvió al padre
apelando a su fe. El padre suplicó desesperadamente para recibir fe, según el relato de
los otros Evangelios. Los discípulos estaban confundidos, porque previamente habían
expulsado demonios, pero en esta ocasión no pudieron. El Señor les confirmó que este
caso era diferente, debido a su gravedad y expulsó al demonio, ante el asombro
general.

Leamos los versículos 44 al 46, dentro del párrafo en que

Jesús emprendió con valor su viaje a Jerusalén

"dijo a sus discípulos: Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras, porque
acontecerá que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres. Pero ellos no
entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendieran; y
temían preguntarle sobre esas palabras. Entonces entraron en discusión sobre quién
de ellos sería el mayor."

Después de la Transfiguración podría esperarse que tuvieran una actitud de humildad


y obediencia a Su voluntad. Al contrario, se les despertó la ambición. Estaban
pensando en la corona e ignoraban la cruz; Esto ha sido como una maldición para Sus
discípulos desde aquel día hasta ahora y una de las maldiciones de la iglesia. (Dijo San
Pablo en Gálatas 5:26, No busquemos la vanagloria, irritándonos unos a otros,
envidiándonos unos a otros.) Dicen los versículos 47 y 48:

"Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño, lo puso junto
a sí y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y
cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió, porque el que es más pequeño
entre todos vosotros, ese es el más grande."

Este es un gran principio para todas las épocas. Los santos más grandes delante de
Dios son hombres y mujeres desconocidos que silenciosa y fielmente le sirven. Leamos
desde el versículo 49 al 56:

"Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera
demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le
dijo: No se lo prohibáis, porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. Cuando
se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a
Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea
de los samaritanos para hacerle preparativos. Pero no lo recibieron, porque su
intención era ir a Jerusalén. Al ver esto, Jacobo y Juan, sus discípulos, le dijeron:
Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los
consuma? Entonces, volviéndose él, los reprendió diciendo: Vosotros no sabéis de qué
espíritu sois, porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los
hombres, sino para salvarlas."

Jesús reprendió cualquier actitud sectaria y violenta con estas últimas palabras, que
enlazan muy bien con las que pronunció en Lucas 19:10, el Hijo del hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido. En aquella ocasión Juan interpretó mal el
propósito de la primera venida de Cristo.

Llegamos ahora al párrafo titulado

Jesús les dio la norma del discipulado

En esa sección vemos a 3 aspirantes que querían convertirse en discípulos del Señor
Jesús. Observemos que aquí no se estaba hablando del camino de la salvación: (aquí
no se formula la pregunta: ¿Qué debo hacer para ser salvo?) Sino que se habla de la
actitud que se requiere para aquel que reconoce a Jesús como maestro y desea
seguirle para aprender de El.

El primer aspirante era un joven impetuoso e impulsivo. Leamos los versículos 57 y


58:

"Y se fueron a otra aldea. Yendo por el camino, uno le dijo: Señor, te seguiré
adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas y las aves de los
cielos nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza."

La respuesta del Señor reveló Su propia pobreza cuando vivía en esta tierra, y nos
recuerda cómo se identificó Jesús con nosotros al compartir las consecuencias de
pecado. No se nos dice si el joven siguió a Jesús. Leamos los versículos 59 y 60, para
escuchar a otro aspirante:

"Y dijo a otro: Sígueme. Él le respondió: Señor, déjame que primero vaya y entierre a
mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú vete a
anunciar el reino de Dios."

La respuesta de Jesús no ha sido bien entendida. Jesús no le estaba prohibiendo asistir


al funeral de su padre. Más bien, el joven estaba diciéndole a Jesús que tendría que
hacerse cargo de su padre hasta que éste muriese. A su muerte, quedaría en libertad
para seguir a Jesús. En la cuestión del discipulado, los afectos humanos deben ocupar
un segundo lugar frente a la Voluntad de Dios. (Si surgiese un conflicto entre un
afecto humano y la causa de Cristo, Él debe ocupar el primer lugar.) Sin embargo,
hay que aclarar que Su voluntad y los afectos humanos, que Él tanto valora, no
siempre entrarán en conflicto. Finalmente, leamos los versículos 61 y 62, para
escuchar al tercer aspirante:

"Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero
de los que están en mi casa. Jesús le contestó: Ninguno que, habiendo puesto su mano
en el arado, mira hacia atrás es apto para el reino de Dios."

Este evidentemente tenía el corazón dividido, con respecto a su actitud de seguir a


Cristo. Quería ser un discípulo pero no estaba preparado para realizar ningún
sacrificio. No se sentía impulsado por la urgencia ni la importancia de la misión.
Recordemos que el Señor Jesucristo se estaba entonces dirigiendo hacia la cruz y en
su rostro podía verse la firme resolución de cumplir con su misión.

El costo de dedicarse al servicio cristiano es alto y requiere una entrega total de la


vida. En contraste con las objeciones de aquellos aspirantes, finalizamos hoy con las
palabras de San Pablo en Filipenses 3:13, 14, Hermanos, no creo haberlo alcanzado
aún; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo
que está delante,  para llegar a la meta y ganar el premio que Dios nos llama a recibir
por medio de Cristo Jesús.

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