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A manera de prefacio:
© 2020 - Ricardo Martín Contard - Reservados todos los derechos que previene la Ley 11.723. Prohibida su reproducción total o parcial, sin el permiso del titular.
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I
... sólo a veces me subo a ese tren que va arrasando todo a su paso. Un
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tren sin gente, sin ruidos, sin vida, sin esperanza, sin luz, ... sólo una
inmensa soledad.
Fue entonces cuando, sentado en la última butaca escuché esa voz
extraña que me dijo:
“Asómate a la ventana, sentí el aire de este día y los susurros del
viento corredor. Después dime, ¿qué es lo que ves?”
Veo todo un mundo del otro lado. Distinto. Hermoso. Único. Sólo que ...
es mi propio mundo el que veo.
Los paisajes son muy anormales. Casi sin vida. Casi sin muerte.
El cielo, cubierto de un rostro de mujer, con disimuladas pecas, cabello
negro y un arco iris como bincha. Un poco de picardía ... si. Y en su
corazón, el mismo sol; radiante de luz, simple y majestuoso.
Pienso también: ¿acaso, si me asomo a otra ventana veré lo mismo? ¿o
habrá otro mundo, desde otro punto de vista? La respuesta sólo está en la
ventana siguiente ...
Y es allí que veo a dos niños: un bebé en un cochecito y un “gigante”
con sombrero y cara de pícaro, al fondo de casa, bajo el sol, con una pizca
de alegría en sus sombras ... (dicen que la sombra muestra el reflejo de
uno)
Voy a la otra ventana y veo amigos, parientes y otro poquito de amigos.
En la que sigue, veo a una niña que ya no es tan niña y mintió su nombre
alguna vez; leyó el poema, sonrió y miró hacia otro lado. Lo feo es que ya
nunca más volverá a dar vuelta su cabeza ... (quizás).
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Siguiendo con la quinta ventana, estoy yendo a un velorio pobre (sin
personas) de un muchacho que se fue, volvió y se volvió a ir; sin descansar,
tal vez, en ningún corazón.
En otra ventana veo asomar a seis amigos (buenos amigos) en uno de los
diez días nublados en la Ciudad de las Siete Colinas, y de los
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“avistamientos”.
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II
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Cuando llegó el momento en que me cansé de ver por las ventanas, por
cada ventana del vagón, volví a mi asiento inicial para continuar el viaje sin
moverme de allí.
Y cuando mi viaje me empezaba a parecer cada vez más aburrido,
llegaron los Vendedores de Teorías. Esas personas y personajes desfilaban
uno tras otro diciendo, enseñando, contando sus propias teorías y verdades,
con el fin de obtener de los pasajeros alguna especie de remuneración.
En este caso, todos los vendedores se dirigían a mi, porque yo era el
único pasajero en ese vagón.
Primero apareció un vendedor vidente. Y decía:
“Yo soy capaz de ver la realidad y mucho más allá de eso aún”
Tomó de su bolso una pequeña bola de cristal celeste, del tamaño de un
puño, y continuó:
“En este momento ... hay gente que está estudiando, gente que está
riendo, gente que está jugando, gente que está robando, gente que está
comiendo, gente que está durmiendo, gente que está llorando, gente que
se está enamorando, gente que está matando, gente que está pescando,
gente que está rezando, gente que está cantando, gente que está leyendo,
gente que está trabajando, gente que está agonizando, gente que está
escribiendo, gente que está en guerra, gente que está paseando, gente que
está descansando, gente ..., y más gente, ... pero también hay mucha
gente que ya no está ...”
Y concluyó diciéndome:
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“Si usted, amigo, quiere tener la capacidad de ver que yo tengo, sólo
tiene que comprarme una de estas bolas de cristal. Baratita la bola de
cristal ... sólo 10 pesos ...”
Entonces, un pequeño gesto de negación con mi cabeza le bastó para
recoger sus bolas de cristal y pasar en silencio al siguiente vagón.
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III
Pasados cinco minutos, llegó otro vendedor. Esta vez era el Comerciante
de Consejos. Era joven, y habló así:
“Mi primer consejo, barato, por cierto, es: La vida es una sola (A), y la
disfrutamos plenamente si aprovechamos esta oportunidad (B)
correctamente.”
Para que el comprador entendiera bien la idea, sacó de su mochila un
pequeño pizarrón portátil, tizas y un borrador; y comenzó a explicar de
nuevo mediante el siguiente esquema:
Vida del Alma
Nacimiento Muerte
(B) (A)
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yo esa palabra, haga yo esa acción ahora, pues no pasaré nunca más por
aquí”.
Luego de todo esto le compre la última frase por 20 pesos porque me
había parecido muy original; y se fue a otro vagón. (Mas tarde me enteré
de que a aquella frase la había dicho un tal William Morris)
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IV
Después apareció una bella mujer vestida de blanco que, al parecer era
una especie de vendedora de revelaciones, profecías o predicciones ... Su
discurso decía:
“Has visto el prodigio del sol (¿?); y todos, creyentes, incrédulos,
aldeanos, ciudadanos, sabios, periodistas, laicos, sacerdotes, ..., todos lo
han visto.
Si la humanidad no se opusiese a Satanás, estaré obligada a dejar libre
el brazo de mi Hijo (¿?).
Llegará el tiempo de los tiempos, y el fin de los fines, los grandes y los
potentes perecerán junto a los pequeños y los débiles. Lo que está podrido
caerá. Y lo que caerá no se levantará jamás. Tiempo llegará en que ningún
rey, emperador, cardenal u obispo, esperará a Aquél que sin embargo
vendrá, pero para castigar. Millones de hombres perecerán de hora en
hora. Aquellos que queden en vida, envidiarán a los muertos. El tiempo se
acerca siempre más y el abismo se engrandece sin esperanza”.
No compré ninguna parte de su discurso, pero me parece que aún
recuerdo sus palabras.
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El siguiente personaje fue el Vendedor de Cuentos para Niños. He aquí,
a continuación, el cuento del día:
“Érase una vez un hombre que tenía una casita en una montaña, en un
lugar alejado de la ciudad; con una chimenea, un árbol y un molino.
En la ciudad nadie le creía el cuento de que tenía una casita. Pero él,
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VI
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“Muy bien. Eres sabio en eso. Muchas personas necesitan pruebas
fehacientes y científicamente comprobables de que Dios es un Ser
existente. Yo te voy a demostrar simplemente lo que es Verdad:
Cuando somos niños, más de una vez, nos preguntamos “¿Por qué
llueve?” y nunca alcanzamos a entenderlo. Después, ya de grandes, nos
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V II
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a) El Arte no sólo se hace haciendo música o malabarismos, pintando o
escribiendo libros;
b) el Arte es la materialización del Espíritu;
c) el Alma sólo se hace sensible mediante las obras de Arte; y
d) la sonrisa es la forma más común y simple de manifestar el “Arte
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Y sonrió por última vez, y se fue por el pasillo ... haciendo malabares.
V I II
Volvió a sonreír.
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IX
... y cuando me preguntan por qué hago todo lo que hago y por qué no
hago todo lo que no hago, sólo respondo:
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“¡Hay que gastar la vida!”
Alicio Sacco
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