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Ansiedad y depresión: ¿crisis de la mediana edad o algo más?

Rigoberto Segura Solano

Universidad Hispanoamericana

Psicología General II

Dra. Irina Montero Valerio

Sábado 20 de marzo de 2021


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Ansiedad y depresión: ¿crisis de la mediana edad o algo más?

A veces la ansiedad puede ser tan abrumadora que las personas se sienten incapaces de

afrontar las demandas ordinarias de la vida. Factores biológicos, sociales y psicológicos

favorecen que la ansiedad y la depresión tengan una presencia doble en las mujeres (Bansal et

al., 2015). Además, la prevalencia es más marcada en el rango de mujeres en mediana edad.

“Con frecuencia las ansiedades de una persona son respecto al futuro, ya sea

preocupaciones a largo plazo sobre una carrera o intranquilidades más inmediatas sobre una cita

un sábado por la noche” (Halgin y Whitbourne, 2009, p. 162). La estructura de la personalidad

de una persona (factor psicológico) hace que para algunos sea más fácil pasar la página que para

otros. Sin embargo, a la mujer hay que sumarle la carga social, que no es para nada trivial: el

cuido de niños, responsabilidades del hogar, conservación de proyectos de vida individuales y de

pareja, entre otros. Aspectos biológicos hacen que las ideas no se renueven con el sueño, sino

que prevalezcan día con día de manera agotadora, que la tolerancia sea menor y es que los

cambios hormonales de la menopausia, para enfatizar en la mediana edad, afectan la estabilidad

emocional en general.

Múltiples estudios afirman que no es posible transitar por la adultez media sin tener,

cuando menos, una crisis moderada en la transición de la edad madura o la transición de los 50

años. Esta crisis deviene un examen de consciencia que si no se efectúa “pagaremos el precio
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con una crisis posterior del desarrollo o con un marchitamiento progresivo del sí mismo y una

estructura vital conectada de manera mínima con el sí mismo” (Gross, 2012, p.438).

Creo, al igual que Marcia (1998), que el concepto de crisis de la edad madura es

engañoso, pues “tomar decisiones acerca de la propia identidad ocurre durante todo el ciclo de

vida, cada vez que uno revisa y reorganiza su existencia” (p. 231). No obstante, los factores

sociales implicados, según la conocida propuesta de Erikson, de intimidad-aislamiento,

generatividad-estancamiento e integridad-desesperación arrastran elementos suficientes para

entrar en ansiedad y/o depresión si no hemos resuelto eficazmente las demandas psicosociales:

¿le gusto a alguien?, ¿es la persona correcta?, ¿me dedico a algo que me hace feliz?, ¿saldré

adelante con este trabajo?, ¿eduqué bien a mis hijos?, ¿es esta la vida que pensé para mí?

En la vida las cosas no siempre salen como planeamos; solemos depositar nuestras

expectativas en elementos ajenos a nuestro control; así las cosas, las experiencias emocionales

dolorosas están constantemente en el menú. En especial para las mujeres, como afirma un

estudio, realizado por Levinson (1986) y citado por Gross (2012), llamado Sueños de las mujeres

y división de género en que se menciona que “los sueños de las mujeres se construyen alrededor

de sus relaciones con sus maridos y sus familias, a quienes supeditaban con sus propias

necesidades, así que parte del sueño de la mujer es el éxito del hombre” (p. 439). Gross agrega al

respecto “esta diferencia en las prioridades de mujeres y varones coloque a éstas en mayor riesgo

de sufrir decepciones y tensión del desarrollo, ya que su inversión en las metas de otros entra en

conflicto con sus necesidades personales”.


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La vida parece no tener un café sencillo para las mujeres en su predisposición a la

depresión y la ansiedad, sino un doble expreso. La biología añade a la formula aspectos

hormonales (causados por la menopausia, como ya mencioné) y hereditarios. Carlson (2010) dice

que “los datos existentes indican que la tendencia a padecer un trastorno afectivo es un rasgo

hereditario, lo que demuestra que los trastornos afectivos tienen una base fisiológica” (p. 421).

Carlson también señala en la página 438 que el trastorno de ansiedad (generalizada y social)

tienen un componente hereditario. La epigenética también estaría de acuerdo, ya que es la ciencia

que postula que la forma en que vivimos afectará directamente a nuestra descendencia ya que los

hábitos predisponen los genes.

Como se ha revisado en estas líneas, es comprensible que de Bansal et al. (2015)

mencione que hay una prevalencia de depresión en las mujeres de mediana edad del 87%. Las

mujeres pasan por una crisis, elementos biopsicosociales confabulan para que la depresión y la

ansiedad encuentren cabida sus vidas durante la mediana edad. Ahora que lo sabemos, ¿qué

haremos para gestionarlo?


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Referencias

Bansal, P., Chaudhary, A., Soni, RK., Sharman, S., Gupta, VK. y Kaushal,m P. (2015).

Depression and anxiety amony middle-aged women: A community-based study. J Family Med

Prim Care, 4, 576-581.

Carlson, N. (2010). Fundamentos de fisiología de la conducta. UNED PERSON.

Gross, R. (2012). Psicología. La ciencia de la mente y la conducta. Manual Moderno.

Halgin, R. y Whitbourne, S. (2009). Psicología de la anormalidad. Perspectivas clínicas

en los trastornos psicológicos. McGrawHill.

Marcia, J.E. (1998). El ciclo de la vida de Peer Gynt. PEARSON.

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