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SUPLEMEN TO JULIO 2021

«Rubén Martínez Villena en encendidos versos patrióticos escribió


un día: Hace falta una carga para matar bribones, / para acabar la
obra de las revoluciones (…). Desde aquí te decimos, Rubén: el 26 de
2
Julio fue la carga que tú pedías»
LUNES 26 Fidel Castro Ruz

Fidel, siempre amanecer caminando, atravesaron unos matorra-


les y los disparos continuaban. El tenien-
te les ordenó que se tiraran al suelo, pero
katiuska blanco castiñeira Fidel, creyendo aún que todo era un pre-
texto para el asesinato, se rehusó a ha-
Fidel para nosotros es el más fiel, cerlo y le dijo: «Yo no me tiro al suelo, no
alto e insomne discípulo del Maestro. me tiro y si quiere matarme, máteme».
Viene del monte y del arroyo, de to- Esperando lo que sucediera se quedó
das partes y hacia todas partes va, y impasiblemente erguido. El teniente se
echó, desde el comienzo de sus días, le acercó entonces y le susurró: «Ustedes
su suerte con los pobres de la Tierra; son muy valientes, muchachos», caba-
su andar definido por la justicia, el llerosidad a la que Fidel reciprocó con
antimperialismo, el anticapitalismo. un gesto: «Mire, yo quiero decirle algo:
José Martí es el corazón de su vida soy Fidel Castro», y entonces, el tenien-
extraordinaria. Como el Apóstol, está te le sugirió: «No se lo diga a nadie», y
sin falta, rebelde, junto a los olvidados, después en el camino, al cruzarse con el
y con una luz natural que el empeño y Comandante Chaumont, jefe de los que
el esfuerzo incansables han moldeado habían estado masacrando a los jóvenes
erudita con el mismo fervor con que el durante todos esos días en el Moncada,
sol alumbra nuestro universo. se negó rotundamente a entregarle los
Fidel vive en esa dimensión especial prisioneros, y consiguió trasladarlos al
de los solemnes y valientes, Quijote del Vivac, una cárcel civil en el centro de la
tiempo donde no hay imposibles y cada Fidel fue uno al principio, pero después sobrevivieron en él todos sus compañeros. ciudad, lo que le salvó la vida a Fidel.
detalle se observa y concibe como poe- Para él los senderos escogidos son
sía, revolución, filosofía y naturaleza. acompañada nada más de su escopetón Fidel en el Vedado– los sorprendió dor- invariablemente los del deber, así le su-
En lo inasible reconoce las cosas y el silbido inquietante y agudo de los midos, a Pepe Suárez, a Oscar Alcalde y cedió cuando desafió los peligros en el
grandes: en los héroes, los símbolos, la proyectiles, actuando y al unísono, su- a él, pues el grupo inicial se redujo por juicio y alzó su voz para denunciar el
historia, el recuerdo, la justicia, el sa- mido en un estado anímico difícil, ago- la inclemente caminata, la falta de sue- crimen cometido contra sus compañe-
ber, los ideales; pero también en lo co- biante, trágico ante la idea del fracaso, ño reparador de las angustias y las zozo- ros de lucha, y cuando soportó sin des-
mún de todos los días «en el mantel de de la derrota táctica. Se quedó solo, solo. bras, de alimentos y agua, lo que decidió canso el frío de la cárcel y el exilio hasta
la mesa y el café de ayer» –como canta No había nadie en la calle por la que co- a cinco de los compañeros a aceptar la el desembarco en el manglar, el barro y
Silvio–, en el decoro del abrigo humil- menzó a retirarse sin dejar de disparar propuesta de Fidel de acogerse a la in- los bombardeos, hasta las batallas en el
de pero digno e ilustrado a que aspira al punto en lo alto, hasta que otro auto- termediación de la Iglesia auspiciada firme de la Sierra Maestra.
para todos los pobladores de la Tierra. móvil que ya había salido, dio la vuel- por monseñor Enrique Pérez Serantes, Y cuando el triunfo fue una verdad
En ese afán se hermanó con quien so- ta y lo rescató. Luego, supo que había quien adelantaba gestiones para res- absoluta y pasó el fugaz desconcierto
ñaba repartir los panes y los peces, con sido un muchacho de Artemisa, Ricar- guardar de la muerte a los sobrevivien- al final de la guerra, emprendió lo difí-
los libertadores de todas las regiones do Santana, quien percatado de que él tes. El teniente reconoció a Fidel y le sal- cil aún con más fuerza, para cambiarlo
distantes, de Nuestra América y del ar- había quedado atrás, decidió regresar a vó la vida cuando ya algunos miembros todo, para ser plenos y mejores. Fidel
chipiélago al que pertenecemos, con sacarlo de aquel infierno. de su patrulla militar se disponían a ul- fue uno al principio, pero después so-
los ilustres del pensamiento y las lu- Más tarde vino la reagrupación en timar a los detenidos. El teniente Sarría brevivieron en él todos sus compañeros:
chas sociales como el Moro Marx, «el Siboney, la hora difícil de sobreponer- repetía como murmurando consigo mis- Abel, Renato, Boris Luis, Tassende, y
general Engels», y Lenin. se a la adversidad y emprender la ruta mo: ¡No tiren, no tiren, no hagan eso, las tantos, tantos otros jóvenes limpios y
Para nosotros, Fidel es el fundador de del monte, circunvalar la ciudad, al- ideas no se matan, las ideas no se matan! buenos que dieron su vida por una Pa-
un sueño viejo, de un sueño de cien años canzar las montañas y reorganizar la Fue un momento muy difícil. La pa- tria, independiente, soberana y socialis-
que no fueron solitarios sino habitados lucha en la Sierra Maestra. Se puso en trulla militar irrumpió a patadas en la ta como la de hoy, y a quienes siempre
por una multitud, por un pueblo ente- marcha con los compañeros que mejor frágil choza en que se habían refugiado honró con el sacrificio de cada instante
ro en esta Isla grande rodeada de más de disposición física y moral tenían para la para dormir, pues para Fidel y sus com- de su vida. Fidel recordaba de manera
4 000 islas, cayos e islotes en el azul inten- guerra. Eran nueve hombres dispuestos pañeros, el sueño era denso, irrefrenable, recurrente los versos de José Martí a los
so del mar Caribe, confluencia de vientos, a cruzar la bahía por el oeste, desde la y cometieron el error de resguardarse de ocho estudiantes de Medicina fusilados
corrientes y travesías, de lo profundo fí- península de Renté, e internarse en los la luz y la frialdad allí, donde fue fácil ubi- por la ignominia de la política española
sico y cultural del mundo, y por eso mis- montes del este de la cordillera. Fidel carlos. Los soldados entraron gritando, en Cuba: Cadáveres amados, los que un
mo, encrucijada vital, llave de un futuro iba inspirado en la Revolución mexica- decididos a asesinarlos, con las venas del día/ Ensueños fuisteis de la patria mía,/
más noble, más humano para todos. na, en el pequeño ejército del General cuello alteradas de tanto furor y odio. Y ¡Arrojad, arrojad sobre mi frente/ polvo
Fidel confió siempre en que era al- de hombres libres Augusto César Sandi- el teniente contenía a sus subordinados, de vuestros huesos carcomidos!/ ¡Tocad
canzable el anhelo de un país justo y so- no, y en la época mambisa de Máximo los conminaba a la calma… y en medio mi corazón con vuestras manos!/ ¡Gemid
berano, y fue esa fe encendida la que le Gómez y Antonio Maceo. Como jefe de de todo comenzó la discusión. Los solda- a mis oídos!/ Cada uno ha de ser de mis
rodeó de los mejores hombres y mujeres la acción sentía dentro de sí, el metáli- dos vociferaban que ellos eran herederos gemidos/ Lágrimas de uno más de los ti-
de nuestro pueblo, acaso y por tanta de- co, agudo, desolado tañir de las campa- del Ejército Libertador, y Fidel ripostó: ranos!/ ¡Andad a mi redor; vagad en tan-
cepción acumulada, descreído hasta en- nas en el umbral de la novela de Ernest «Los continuadores del Ejército Liber- to/ Que mi ser vuestro espíritu recibe,/ Y
tonces, hasta aquella amanecida de fue- Hemingway sobre la resistencia repu- tador somos nosotros. Ustedes son unos dadme de las tumbas el espanto,/ Que es
go sobre la ciudad dormida de Santiago. blicana en la Guerra Civil Española. tiranos y unos asesinos». Y luego, cuando poco ya para llorar el llanto/ Cuando en
De aquel 26 de pólvora y sueños, Fidel De la lectura de aquellas páginas había los soldados registraron el lugar y descu- infame esclavitud se vive!
siempre evocaba exhaustivamente todos aprendido mucho sobre la sicología de brieron cinco armas de los Moncadistas, Ellos, sus hermanos caídos en el Mon-
los instantes, incluso el momento en que los hombres en una guerrilla, justo en entonces se exaltaron aún más, fue un cada y a lo largo del arduo camino, lo
habló con Guido Fleitas, en medio del la retaguardia montañosa. También se instante crítico: pero al fin prevaleció la poblaron para ser en sí una muche-
fuego intenso que ya demoraba apro- había hecho una idea de la guerra irre- autoridad del teniente Sarría que les de- dumbre a la que después se sumaron
ximadamente una hora. Al transcurrir gular, de sus complejidades y eficacias, cía: ¡Quietos, calma, no tiren, las ideas no los mártires y los que cada día alientan
ese tiempo, tomó la decisión del replie- de su dinámica de combates previsibles, se matan! Fidel lo vio ecuánime, sin alzar el sueño. Por eso Fidel es una espesura,
gue, mientras tanto, en la azotea de un atrincheramientos en lo áspero inespe- mucho la voz, pero firme en su determi- una manigua. Fidel es pueblo, es la tie-
edificio del cuartel, un hombre, con una rado, de prolija capacidad de emboscar nación de apaciguar a los soldados para rra del mambí.
ametralladora calibre 50, barría toda la y destruir accesos, y de moverse con una que no tiraran, algo a lo que estaban acos- A un sueño realizado, sueña siempre
calle una y otra vez hasta que él comen- constancia tan pertinaz como ágil. Sin tumbrados cuando hacían prisioneros. uno nuevo. Fidel es raíz, tronco y follaje
zó a neutralizarlo. Recordaba también la embargo, aún Fidel no tenía suficiente Llegado el momento de trasladarlos, de la nación cubana y de la humanidad,
orden de retirada y su presencia hasta el experiencia práctica. de encaminarse a la carretera, se escu- y como los viejos hórreos, graneros de la
final en el combate, cuando montaba en En un vara en tierra en las estriba- charon unos disparos en la distancia. De Galicia de donde venía su padre, es re-
el último auto, para bajarse unos instan- ciones del lomerío, el 1ro. de agosto, el inmediato, Fidel pensó en una estrata- serva para el invierno rudo, la guerra o
tes después y ceder su lugar a Abelardo teniente Pedro Sarría, aquel joven que gema para provocar el tiroteo y ultimar- el olvido, y fuente para el amanecer de
Crespo, que estaba herido. durante los exámenes universitarios se los. Su memoria registró aquel instante, 26 en el tiempo, sobre todo hoy, en un
Se quedó allí en soledad, toda su impo- hospedaba en el edificio del Cuerpo de cuando los soldados enfurecidos, los en- aniversario más de aquella alborada de
nente estructura física frente al cuartel, Ingenieros –frente a la casa donde vivía cañonaban dispuestos a todo. Salieron asalto al Moncada, al futuro.

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