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Así, el principal accionista de Coltejer, la Organización Ardila Lülle -con el 55% del
capital accionario-, quería deshacerse cuanto antes de esa participación, pues la
firma se le había convertido en un desangre financiero. Sus 2.900 trabajadores
jubilados le costaban US$ 720.000 cada mes, y el sueldo de cada uno de sus
2.000 empleados activos le costaba tres veces más de lo que cuesta en México o
Brasil. La empresa estaba bajo el amparo de la ley local de quiebras, y si no
encontraba un esposo rico, su destino era desaparecer, dejando atrás un siglo de
historia. "Yo hice la cirugía y otro vendrá a hacer la terapia", dijo al momento de la
firma del acuerdo con Kaltex, José Roberto Arango, el presidente de la empresa y
encargado de los pormenores de la unión, así como de convencer a los 2.000
trabajadores de la textilera de que canjearan sus prestaciones, avaluadas en US$
66 millones, por un paquete del 65% de las acciones de la compañía, para luego
venderlas al nuevo dueño. La terapia de la que habla Arango es complicada. Él
mismo confesó que "Coltejer, regalada, era cara". Y los mexicanos tendrán mucho
trabajo para ponerla a andar de nuevo. Lo primero que hicieron al sellar la alianza
fue nombrar una junta directiva para el período 2008-2011, que integran tres
representantes de la firma mexicana: Rafael Kalax, su presidente; Rodrigo
Jaramillo Correa, presidente de la empresa comisionista Interbolsa y Santiago
Londoño White, representante en Colombia del grupo mexicano.
Con los US$ 118 millones que Kaltex desembolsó por el 55% de las acciones de
Coltejer, los mexicanos asumieron las obligaciones laborales e indemnizaciones
por la terminación de los contratos de trabajo y de la convención colectiva y le
inyectarán a la firma recursos para capital de trabajo. Pero la misión prioritaria es
la de reconvertir la obsoleta maquinaria de la empresa. "Aunque se salvó de su
liquidación, éste es sólo el primero de muchos esfuerzos para sacar de apuros a
Coltejer", asegura Estefanía León, analista de la firma Correval. Agrega que la
infraestructura, maquinaria y demás activos materiales de la empresa son tan
viejos y usados que difícilmente tienen valor comercial. "Lo que sigue es una larga
y costosa reconversión de maquinaria y procesos de producción", confirma León.
Sin embargo, entre los miembros de la junta directiva, los gremios de la industria y
los trabajadores persiste el optimismo sobre el futuro del matrimonio. "Lo que
viene es una nueva y prometedora etapa para la textilera, que tiene resueltos sus
principales dolores de cabeza: el pasivo pensional y las responsabilidades
financieras", asegura Rodrigo Jaramillo, presidente de Interbolsa, compañía que
compró las acreencias fiscales que tenía la compañía textil con el gobierno.
Considera que el precio del dólar se estabilizará en el futuro próximo en niveles
cercanos a los 1.850 pesos colombianos y que esa tasa le hará ganar
competitividad a la textilera y le permitirá mantenerse en el juego. "Sobre todo con
la competencia china, que podemos contrarrestar con textiles y confecciones de
primera calidad y productos de valor agregado con los que los chinos no pueden
competir".
Aún es temprano para saber si el grupo Kaltex contrajo nupcias con la menos
agraciada del baile. Sin duda, compraron la compañía a un precio bajo, pero a
pesar de que la nueva Coltejer arranca de cero en la parte financiera, parte con un
evidente rezago en cuanto a su estructura productiva. Hasta ahora no se sabe
mucho sobre el plan estratégico de los nuevos dueños, que serán los encargados
de definir las medidas a tomar para que Coltejer sea de nuevo la empresa
productiva y pujante que llegó a ser un día.