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LA EDUCACIÓN EXPANDIDA.

Cuando se habla de educación expandida, me llegan a la mente, primeramente, recuerdos de


experiencias que tuvieron lugar en algunos encuentros para el diálogo y la creación artística, en
espacios públicos del barrio donde habito, gestionados por algunas y algunos jóvenes habitantes
del mismo territorio, algunos con títulos académicos y otros no. Recuerdo, pues, que el objeto de
estos encuentros siempre fue la colectividad, el aprender y el accionar conjuntamente con las
demás experiencias de vida, lo que hacía posible reconocer la realidad en varias de sus diferentes
manifestaciones dentro del territorio que nos acogía; esto, a su vez, me permitió reconocer la
importancia, la legitimidad y la necesidad del conocimiento comunitario en la construcción de
ciudad.
Posteriormente, en mi encuentro con la academia, todo esto me serviría como una herramienta
para entender que lo que en aquel momento empezaba a bosquejar en mi mente, terminaría por
convertirse en una referencia ideal en el contexto educativo. La urgente necesidad de una
transformación en la sociedad, basada en el respeto profundo por la diferencia, que permita la
construcción del conocimiento con la otredad y que se permita dejar de invalidar las diferentes
formas de saber que existen en esta, debería constituir, en gran medida, el objeto de la educación.
Así pues, he ido entendiendo a lo largo de mi formación académica, la importancia de generar
rupturas en las formas pedagógicas tradicionales empleadas, especialmente, en las instituciones
educativas formales, pero también en los diferentes procesos educativos que puedan darse por
fuera de tales instituciones, tales como fundaciones, organizaciones sociales, escuelas populares,
etc. Estas rupturas deberían, pues, estar encaminadas en gran medida al reconocimiento de la
importancia y validez de las diversas realidades, para que, a partir de este reconocimiento por
parte de todos los implicados en el proceso educativo, se pueda generar un cambio en las
relaciones de estos con el mundo, con dirección a la empatía; y de esta manera, pueda entonces
la educación cumplir verdaderamente con su papel humanístico y aporte realmente al desarrollo
de una sociedad más justa.

Daniel Stiven Urrego Castaño.

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