Cuando se habla de educación expandida, me llegan a la mente, primeramente, recuerdos de
experiencias que tuvieron lugar en algunos encuentros para el diálogo y la creación artística, en espacios públicos del barrio donde habito, gestionados por algunas y algunos jóvenes habitantes del mismo territorio, algunos con títulos académicos y otros no. Recuerdo, pues, que el objeto de estos encuentros siempre fue la colectividad, el aprender y el accionar conjuntamente con las demás experiencias de vida, lo que hacía posible reconocer la realidad en varias de sus diferentes manifestaciones dentro del territorio que nos acogía; esto, a su vez, me permitió reconocer la importancia, la legitimidad y la necesidad del conocimiento comunitario en la construcción de ciudad. Posteriormente, en mi encuentro con la academia, todo esto me serviría como una herramienta para entender que lo que en aquel momento empezaba a bosquejar en mi mente, terminaría por convertirse en una referencia ideal en el contexto educativo. La urgente necesidad de una transformación en la sociedad, basada en el respeto profundo por la diferencia, que permita la construcción del conocimiento con la otredad y que se permita dejar de invalidar las diferentes formas de saber que existen en esta, debería constituir, en gran medida, el objeto de la educación. Así pues, he ido entendiendo a lo largo de mi formación académica, la importancia de generar rupturas en las formas pedagógicas tradicionales empleadas, especialmente, en las instituciones educativas formales, pero también en los diferentes procesos educativos que puedan darse por fuera de tales instituciones, tales como fundaciones, organizaciones sociales, escuelas populares, etc. Estas rupturas deberían, pues, estar encaminadas en gran medida al reconocimiento de la importancia y validez de las diversas realidades, para que, a partir de este reconocimiento por parte de todos los implicados en el proceso educativo, se pueda generar un cambio en las relaciones de estos con el mundo, con dirección a la empatía; y de esta manera, pueda entonces la educación cumplir verdaderamente con su papel humanístico y aporte realmente al desarrollo de una sociedad más justa.