Está en la página 1de 41

ePublicar o ePerecer I: Los formatos

Rodolfo Martínez

09.12.2010 | Zascandileando

Probablemente el reinado del libro electrónico como forma dominante de lectura se


retrase bastante más de lo que creen los entusiastas. «A las ideas les cuesta morir» como
rezaba un viejo cuento de Asimov; o, poniéndonos científicos y parafraseando a
Newton, toda tendencia social persevera en su estado de reposo o movimiento a no ser
que sea obligada a cambiar su estado por fuerzas exteriores a ella; y añadiría que,
incluso aunque sea obligada a cambiar su estado, perseverará más de lo que parece
razonable.

Dicho de otro modo, al libro impreso le queda aún bastante más tiempo como forma
dominante de publicación de lo que muchos piensan.

Pero, le quede el tiempo que le quede, tiene los días contados: muchos o pocos, eso es
difícil de saber, pues depende de numerosos factores (sociales, económicos y estéticos)
bastante difíciles de cuantificar. Pero digamos que, si en los próximos cincuenta años no
mandamos al carajo nuestra propia civilización, el libro impreso pasará a convertirse en
una curiosidad de coleccionista y un objeto de regalo, y será el libro electrónico el
principal medio de publicación.

¿Y mientras tanto, qué hacemos?

Bueno, quizá en estos momentos el ebook sea más una curiosidad que otra cosa, tal vez
sus ventas sean marginales comparadas con las del libro impreso y puede que muchos
escritores piensen que no les compensa abordar ese mercado en serio teniendo en cuenta
los pocos beneficios que se obtienen.

Sin embargo, creo que esa actitud es un error. Es ahora, al principio, cuando aún las
cosas no se han decidido, cuando no parece claro qué va pasar, cuando hay que estar
ahí. Correr el albur, arriesgarse, ver qué pasa. Cierto, existe el riesgo evidente de que
quemes comercialmente parte de tu obra en el proceso, pero los beneficios a largo plazo
de haber estado ahí en el momento adecuado, creo que compensan. No siempre el que
se sitúa primero es el que gana, pero un posicionamiento adecuado en el momento
correcto influye bastante en el resultado final.

Tal vez para un escritor profesional sea una opción difícil, incluso no viable. Para
alguien cuyas lentejas dependen única y exclusivamente de los libros que vende, es muy
posible que el riesgo sea demasiado elevado para considerarlo siquiera.

Sin embargo, para el escritor amateur (o semi-amateur, entendiendo como tal el que
publica de un modo profesional pero no ha hecho de la escritura su fuente principal de
ingresos) es una oportunidad que no debería desaprovechar.

Hay que estar ahí, repito. Y creo que hay que estarlo ahora, cuando las cosas aún no
están del todo claras.
Y hay que estarlo… ¿cómo?

Supongamos que tienes tu libro (tu poemario, tu novela, tu colección de cuentos, tu


estudio sobre la obra de Marcial Lafuente Estefanía…) y quieres probar suerte en el
mercado del libro electrónico.

¿Por dónde empiezas?

Bueno, lo primero es decidir qué formato vas a elegir. Hay unos cuantos pero creo que
hay tres que destacan sobre los demás: el formato Kindle (basado en el mobypocket), el
ePub y el PDF.

Yo descartaría el tercero, al menos para un escritor que no tenga ciertos conocimientos


de maquetación: el PDF tiene un cierto problema de rigidez que te exige maquetar con
mucho cuidado y pensando en el dispositivo en el que va a ser visualizado (su tamaño
de página, su resolución…). Es posible crear un ebook legible y atractivo en PDF, desde
luego, pero es bastante más difícil que en otros formatos y exige unos conocimientos de
maquetación que un escritor puede no tener.

Los otros dos formatos, sin embargo, son más versátiles. La página, la tipografía, el
tamaño de la letra, se van a adaptar sin problemas al lector que reproduzca el libro y,
siguiendo un par de normas bastante sencillas, quedará un libro electrónico
perfectamente legible y funcional.

Kindle es el formato de Amazon y, para publicar en él, tienes que darte de alta en su
Plataforma de Texto Digital. Una vez hecho esto, Amazon te permite subir tu libro en
varios formatos: serán ellos los que se encarguen de convertirlo a Kindle. Los formatos
que aceptan son:

• HTML en un zip (.zip)


• Word (.doc)
• Adobe PDF (.pdf)
• ePub (.epub)
• Texto plano (.txt)
• MobiPocket (.mobi y .prc)

Amazon recomienda que uses un HTML. Y es de cajón que el texto plano no es una
opción: se pierde cualquier atributo que quieras darle al texto (cursiva, distintos
tamaños, centrado de los títulos).

Así pues… ¿hacemos caso a Amazon y nos curramos un HTML, ya sea como los
hombres «de verdad» en Notepad o cualquier otro editor de texto plano, ya sea usando
algún programa tipo FrontPage —que no recomiendo— o Dreamweaver?

Podemos, evidentemente.

También podemos simplemente usar nuestro .doc, suponiendo que escribamos en Word,
y darle un preformateo muy básico antes de pasárselo a Amazon. Nada de andar
alternando dieciséis tipos de letra a cual más exótico, ni complicados formatos que, una
vez que se pase el fichero a Kindle, van a desaparecer. Un solo tipo de letra, un
espaciado adecuado entre líneas, justificado por ambos márgenes y, en todo caso, los
títulos de los capítulos centrados y un salto de línea automático entre cada capítulo. Un
formato sencillo y funcional que Amazon, al convertir, nos respete.

A partir de ahí podemos pasarle directamente el fichero de Word (los resultados serán
bastante decentes) o convertir ese Word en un HTML (el propio procesador de textos
permite esa opción) y pasarle ese fichero a Amazon. No es una opción que recomiende,
entre otras cosas porque Word, en su conversión a HTML, llena el fichero resultante de
código propio (y a menudo innecesario). Por otro lado, el resultado final, una vez
Amazon lo tenga en su poder, no va a mejorar gran cosa: incluso es posible que
empeore. Amazon respetará los saltos de página de Word en cada capítulo, pero esos
saltos desaparecen en el HTML y el libro quedaría como un único bloque.

Así que, de las dos opciones, es preferible pasarle .doc que el HTML.

Hay una tercera opción, claro.

Ya vimos que Amazon acepta ePub. Y, dado que ése es un formato con el que
deberíamos trabajar de todas formas (a menos que pretendamos vender sólo a través de
Amazon), podemos aprovecharlo y matar dos pájaros de un tiro.

Es decir, preparar un ePub para vender en otras plataformas. Y usar ese mismo ePub
como base para que Amazon nos genere su formato.

¿Qué es un ePub? Básicamente un HTML (o varios), con su correspondiente hoja de


estilos y sus carpetas de metadatos e imágenes, todo ello metido en un fichero zip. Tiene
que tener, por supuesto, una estructura concreta de carpetas, para que los lectores lo
puedan interpretar adecuadamente, pero no es demasiado complicado hacerlo a mano si
uno tiene unos mínimos conocimiento de HTML. De hecho, Fran Ontanaya explica en
su blog cómo crear un ePub a mano partiendo desde cero, desde un fichero de texto
donde tenemos nuestro libro.

Pero hay otras opciones y, a menos que uno sea un fanático del HTML, es preferible
usarlas. Existen varios programas que permiten generar un ePub y formatearlo a nuestro
gusto como si estuviéramos en un editor de texto, además de añadirle un índice,
metadatos, una tabla de contenidos, dividir el texto en bloques (capítulos) o insertarle
imágenes o archivos multimedia.

De los distintos programas que permiten eso, quizá el más sencillo y versátil sea el
Sigil, que además es gratuito. Sencillo de manejar, permite trabajar en tres modos: texto
(lo que llaman «Book View») donde vamos viendo el libro, más o menos, tal como se
vería en el lector; código («Code View») donde vemos el html con sus correspondientes
tags, que podemos editar; y mixto («Split View») que parte la pantalla en dos y nos
permite ambas modalidades al mismo tiempo.

El único pero que tiene el Sigil es que su versión para Mac es bastante inferior a la
versión para Windows; defecto que, seguramente, se corregirá con el tiempo.
También en el blog de Fran Ontanaya se puede encontrar un minitutorial que explica
cómo crear un ePub usando Sigil. Muy básico, sin embargo nos comenta todo lo
necesario para generar un libro electrónico bastante decente (Sigil es tan sencillo de
manejar que no hace falta decir mucho más) que luego podremos intentar poner en el
mercado.

Pero…¿dónde? ¿y cómo?

De eso hablaremos más adelante.

8 respuestas

1. Daniel Salvo dijo:


09.12.2010 a las 6:58 am

No sólo es el futuro de la edición de libros, sino de su difusión, y mejor que sea


así. Hay lugares en Perú donde es difícil que se instale una librería, pero donde
si llega la internet y la gente pueda hacerse de un lector de libros electrónicos, o
incluso utilizar su teléfono móvil (acá les decimos celulares) como lector de
textos. Publicar y llegar a donde nadie ha llegado jamás. Campaña de e-
alfabetización.

2. icvav dijo:
09.12.2010 a las 10:19 am

Las editoriales están metiendo la pata hasta el fondo con este tema. A cuenta del
miedo que le tienen a la piratería están retrasando la digitalización de sus libros.
Pero no se dan cuenta de que en realidad sus libros sí están siendo digitalizados,
pero “extraoficialmente” y por supuesto no con intención de pagarles un duro.
Ahora pueden encontrar casi todos los libros de éxito (y muchos que no son de
éxito) en Internet… siempre que no los busques en una librería.
Los usuarios de lectores de libros electrónicos se están (¿nos estamos?)
acostumbrando a descargar gratis, y esa es una costumbre casi imposible de
quitar.

3. JMB dijo:
09.12.2010 a las 10:55 am

Buen artículo. Coincido plenamente con Rudy en eso de que es el momento de


que el autor “indie” apueste por la edición digital. Sobre todo ahora que la
escritura se entiende cada vez más como afición (y bendito sea el fenómeno).
No he probado Sigil aún, solo el Mobipocket Creator. Pero puedo adelantar que
la conversión entre epub y azw (el formato del Kindle) es muy buena.
4. Sim dijo:
09.12.2010 a las 11:48 am

Francamente impagables consejos. Muchas gracias. Ya mismo me bajo sel Sigil-


Respecto a la parte teorica, discrepo un poco apenas… El libro en tanto que
regalo es una importante parte del mercado, por ej. Yo creo que terminarán
siendo dos negocios diferentes, como la radio respecto a la prensa, o los bares y
los restaurantes. A fin de cuentas, no importa tanto el objeto en si sino su valor
simbólico, …

5. RSMCoca dijo:
09.12.2010 a las 12:01 pm

En efecto.

Pero a día de hoy, los libros editados directamente en formato electrónico (al
menos los de nuestro género favorito, que es verdad que no son demasaidos
todavía pero alguno sale) en general pasan desapercibidos. Ni aparecen en las
listas de novedades (y Literatura Prospectiva es un ejemplo de ello, solo listan
como novedades las publicaciones en papel), ni se reseñan, ni se critican, ni
aparecen en listas de recomendados (las que he visto hasta ahora solo incluyen
papel)…

Y no me refiero a los autoeditados, sino a los que una editorial apuesta por
publicar directamente en ese formato.

6. Rudy dijo:
09.12.2010 a las 12:20 pm

JMB: Confieso que no conocía el Mipocket Creator. Hasta ahora sólo me he


movido en ePub (y un poco en PDF, pero no tardé en abandonarlo) y en el
Kindle que genera directamente Amazon, sin intervención por mi parte más que
proporcionarles el «archivo fuente», digamos. Pero me apunto la referencia y,
desde luego, lo probaré. Gracias por el consejo.

Sim: Sin duda no te falta razón en lo que comentas de la importancia en el


marcado del libro como objeto de regalo. Digamos que pasé por el tema un poco
de puntillas. Aunque el libro electrónico se convierta en la forma dominante de
editar, no tengo ninguna duda de que el libro en papel (o en algún material
sintético que imite al papel, libro impreso, al fin y al cabo) seguirá en el mercado
durante mucho tiempo y moverá una cantidad importante de negocio. No será la
forma principal de leer, eso es todo.

RSMCoca: Es cierto, el mercado en español de los ebooks (y quizá


especialmente los ebooks de género fantástico, eso no puedo asegurarlo, aunque
no me sorprendería) sigue siendo muy marginal. Crecerán, no me cabe duda. Y
estoy seguro de que es cuestión de tiempo que reciban una atención crítica
similar a la de los libros impresos.
7. Fran Ontanaya dijo:
09.12.2010 a las 1:26 pm

Gracias por los enlaces. :) Si alguien tiene alguna duda sobre el formato ePUB o
Sigil puede dejarme un mensaje por allí.

Estoy de acuerdo en que hay que posicionarse temprano. Por eso no hay que
olvidarse tampoco de la publicación directamente en web. Eventualmente los
ereaders se igualarán a las tabletas y se borrarán las diferencias entre web y
ebook. De hecho Google ebooks y la app de Kindle de Chrome OS ya usan el
navegador para renderizar libros.

8. Carneiro dijo:
10.12.2010 a las 11:12 am

Estupendo artículo.
Recomiendo el Sigil. Trabajo en bibliotecas y se usa mucho por su facilidad de
manejo, aparte de ser gratuito.
Y no diré para qué lo usan algunos bibliotecarios ;-)
EPublicar o ePerecer II: Dónde
Rodolfo Martínez

02.02.2011 | Zascandileando

Bien, ya tenemos nuestro ePub, maquetado a nuestro gusto y que, por supuesto,
habremos probado en nuestro lector. O, si no lo tenemos, al menos lo cargaremos con
algún programa que visualice ebooks, como puede ser el Lucidor.

Es importante hacer esto puesto que, aunque Sigil nos presenta el texto con un aspecto
bastante similar a como se vería en un lector, los resultados no son del todo idénticos y
conviene hacer alguna prueba al respecto, antes de considerar nuestro libro electrónico
listo para publicarse.

Pero supongamos que ya hemos hecho todo esto y ha quedado a nuestro gusto.

Aunque… un momento. ¿Está todo a nuestro gusto? ¿Significa eso que tiene también
una cubierta? Y si es así, ¿de dónde la hemos sacado? Éste es un tema peliagudo, que
quizá merezca un artículo para él solo. Pero digamos de momento que es importante
tener una buena cubierta, no sólo en el sentido de que tenga una ilustración atractiva,
sino de que esté bien diseñada. Y, como en todo, si queremos algo hecho de un modo
profesional, tenemos que pagar por ello. Por supuesto, si tenemos los suficientes
conocimientos de diseño gráfico para encargarnos nosotros de la portada, adelante, pero
mejor nos los pensamos bien antes de hacerlo. El libro, ya sea electrónico o impreso, va
a entrarle al lector por los ojos y lo va a hacer por lo primero que verá de él: la portada.

De acuerdo, asumamos que tenemos el libro acabado, cubierta incluida. ¿Qué hacemos
ahora con él? ¿Lo ponemos en nuestra web para que la gente se lo descargue?

Es una opción, por supuesto, si es que pretendemos que el libro sea gratuito. Subimos el
ePub a nuestro espacio web, ponemos el correspondiente enlace y dejamos que la gente
interesada se lo baje.

Pero, si pretendemos que nos paguen por descargarse el libro, los quebraderos de cabeza
que supondría montar en nuestra web una plataforma de pagos serían considerables, por
no mencionar que las comisiones bancarias probablemente nos dejen temblando.
Tengamos en cuenta que estamos hablando de micro-pagos: no vamos a esperar que la
gente que entre en nuestra tienda virtual se pille veinte ejemplares de nuestros treinta y
ocho eBooks; comprará, como mucho, uno de cada. Y, de hecho, lo más probable es
que se limite a ir pillando uno a uno.

Así pues, si queremos cobrarle a la gente para que lea nuestro libro, lo mejor es que
acudamos a un lugar donde se vendan libros. Sí, eso llamado librerías. Hay unas cuantas
en la red que venden libros electrónicos, así que es cuestión de entrar, ver qué
condiciones manejan, ponernos en contacto con ellos, ofrecerles nuestro material…
Como he dicho, las opciones son muchas. Pero, para los propósitos de este artículo me
centraré exclusivamente en dos. ¿Por qué esas dos? Bueno, en un caso se trata de una
librería española muy solvente y, en el otro, de la más conocida librería online del
mundo.

Pero, primero, hay dos preguntas cuya respuesta deberíamos tener muy clara antes de
dar ningún paso.

¿Pretendemos ponerles a nuestros libros algún tipo de sistema anti-copia o vamos a


confiar en la bondad del consumidor y suponer que una vez que alguien se ha comprado
un ejemplar del libro no va a hacer miles de copias para distribuir entre amigos, familia,
conocidos causales y vecinos lejanos?

No es una pregunta baladí y no tiene una respuesta fácil.

La primera reacción suele ser de desconfianza. Al fin y al cabo, nos decimos, si nos
bajamos películas, música y libros gratuitos… qué no harán los demás que, por
definición, son peores personas que nosotros.

Por otro lado, a poco que lo pensemos, los sistemas anti-copia no son lo que se dice
muy fiables (o no podríamos bajarnos todas esas películas, música y libros que nos
bajamos), así que ¿para qué molestarnos?

Lo cierto es que no sabemos qué pasará. Ponerle un DRM al libro no garantiza que no
lo vayan a craquear en un par de días y que esté disponible al tercero para que todo
quisqui se lo baje. Y no ponérselo tampoco tiene por qué implicar un desastre: quizá
encontremos suficientes personas dispuestas a comprar el libro si ponemos un precio
adecuado, por no mencionar que algunos sistemas de DRM son bastante engorrosos y
hacen que el consumidor se lo piense antes de comprar un libro con protección. Hay
incluso una tercera opción, que comentaremos en la siguiente entrega y que, quizá (si es
que funciona y se impone) esté llamada a revolucionar por completo el modelo de
negocio.

Entretanto, digamos que nuestras opciones se limitan a ponerlo en una librería online
para que quien desee pagar por el libro se lo baje a su lector. Seguimos con la duda de si
ponerle DRM o no.

¿Qué hacer?

Me temo que es una opción personal.

Desde mi punto de vista, los sistemas anti-copia están hechos para ser reventados. Así
que no merece la pena malgastar el tiempo con ellos. Pero, como dije, es una opción
personal: cada uno decidirá lo que le parece mejor.

Bien, de acuerdo, primer escollo superado: ya hemos decidido si le vamos poner DRM
o no al libro.

Nos queda la segunda pregunta a responder: ¿a qué precio pretendemos venderlo?


La respuesta es muy sencilla y muy complicada al mismo tiempo: debemos ponerlo
exactamente al precio que los consumidores estén dispuestos a pagar. Ni un céntimo
más.

Fácil, ¿eh?

Sí, sólo falta saber cuál es ese precio.

Preguntarnos a nosotros mismos cuánto estaríamos dispuestos a pagar por un libro


electrónico puede ser una buena opción. Y, casi siempre, la respuesta será: «no mucho».
Un precio entre uno y cuatro euros, tal vez. Por encima de eso, la mayoría de los
lectores —nosotros mismos, entre ellos— considerarán que se los está estafando y
pasarán del libro (sobre todo si pueden encontrárselo gratis en otras partes).

Así que pensémoslo bien, seamos realistas y hagamos nuestros números.

Y ahora, sí, a la librería.

La primera es el Kindle Store de Amazon. Allí se venden los libros en el formato para el
lector de la popular librería online.

Ya explicamos en la entrega anterior que nuestro ePub sirve perfectamente para que
Amazon lo adapte a su formato. Ahora sólo nos queda saber cómo hacer que quieran
venderlo.

Muy sencillo y totalmente gratuito: nos damos de alta en su Plataforma de Texto Digital
y a partir de ese momento estaremos en disposición de tener nuestros libros electrónicos
a la venta en Amazon. Los pasos a seguir son simples (eso sí, en inglés) y en unos
minutos podemos tener el libro en producción. Tardará unos días en estar en la web (el
tiempo que Amazon tarda en sus comprobaciones), pero el proceso en sí de entregárselo
para que lo publiquen no lleva más de unos minutos.

¿Y el pago? ¿Cuánto te paga Amazon?

Bueno, tiene dos modalidades. A priori, querremos la más ventajosa para nosotros: un
70% para el autor y un 30% para la librería. Esa opción sólo tiene un pero: Amazon nos
obliga a poner un precio mínimo que, a lo mejor, encontramos demasiado elevado. De
no ser así, adelante. Y si queremos ser libres de poner el ebook a un precio tan bajo
como deseemos, tenemos la opción de que la librería se lleve el 65% y el autor «sólo» el
35. Nosotros elegimos.

Ya está, unos minutos para rellenar unos formularios (en los que debemos indicar, entre
otras cosas, si queremos aplicarle DRM al libro) y subir unos archivos y el ebook estará,
en un par de días, en Amazon, en su tienda Kindle.
El otro lugar del que quería hablar es Cyberdark, la
librería online española especializada en el género fantástico y que, desde hace unos
meses, ha abierto también una tienda de ebooks. Cyberdark, que es partner de Google
Books Search, trabaja con Todoebook y Libranda, distribuidores de de libros
electrónicos, pero tampoco tiene problema en trabajar directamente con los autores.

Si hemos optado por no proteger el libro contra copias, el proceso es rápido: una vez
que hayamos llegado a un acuerdo con la librería, le proporcionamos el fichero y en
unos minutos el libro puede estar a la venta. Cyberdark acepta sin problemas ePub y
PDF y también, en algunos casos, FB2. En cuanto al reparto de porcentajes, ofrece un
80%, sin exigir ningún precio mínimo.

No obstante, si queremos que nuestros ebooks lleven DRM, la cosa se complica algo
más, ya que somos nosotros, como proveedores, quienes debemos proporcionarle a la
librería el sistema anti-copia y la inversión que eso exige para un particular es, a todas
luces, excesiva.

(Mencioné antes a Todoebook. A través de ellos, el libro puede estar disponible, no sólo
en Cyberdark, sino en la web de la Casa del Libro, en la de El Corte Inglés y en
multitud de sitios; y podremos elegir si queremos el libro con o sin DRM, con
posibilidad de que el consumidor lo imprima y con varias opciones más. ¿La pega?
Todoebook nos cobrará por distribuir tu libro. No son grandes cantidades, pero es ya
cosa de cada uno decidir si quiere trabajar con ellos y que muevan el libro por donde
puedan o prefiere realizar él mismo esas gestiones y acercarse, una por una, a todas las
librerías online y ofrecerles tu material. Lo primero es más cómodo —comodidad por la
que hay que pagar—, lo segundo exige más tiempo y esfuerzo.)

De un modo u otro ya tenemos el libro publicado. Lo ideal sería que estuviera al menos
en dos sitios: Amazon, para aquellos que usen Kindle, y alguna otra librería online en
ePub para los que utilicen otros lectores. He mencionado a Cyberdark porque me parece
un buen ejemplo de un negocio serio y llevado de forma extremadamente profesional,
pero desde luego las opciones son múltiples.

Y no olvidemos una cosa: hemos cambiado el soporte y hemos prescindido de


intermediarios. Pero una vez que estamos «en el escaparate», por así decir, la cosa no
cambia tanto con respecto al modo tradicional de vender libros.

Lo que quiero decir es que, salvo contadísimas excepciones, la obra no se va a vender


por sí sola. Necesitamos promocionarla, publicitarla; hacer, en suma, que hablen de ella.
Y bien, a ser posible.

Es cierto que internet permite estrategias de publicidad cuyos costes son


considerablemente menores que los de la publicidad tradicional. Pero no lo es menos
que lograr que el libro esté presente, se hable de él y les suene a los lectores nos va a
exigir una considerable inversión en tiempo y esfuerzo.
Publicar electrónicamente implica muchas ventajas: la mayor, que hemos prescindido
de casi todos los intermediarios entre el público y nosotros. Pero ése es también el
mayor inconveniente: todo lo que habría hecho un editor o un distribuidor, tendremos
que hacerlo nosotros mismos ahora y quizá descubramos que no es tan fácil como
parecía o que no estamos dispuestos a tomarnos la molestia.

Así que, a lo mejor, el camino que acabo de detallar no es el nuestro. Cada uno debe
decidirlo, obviamente.

10 respuestas

1. JMB dijo:
02.02.2011 a las 8:56 am

Muy interesante tu artículo; echo en falta hablar del ISBN, asunto que la verdad
me preocupa bastante.

2. Joserra dijo:
02.02.2011 a las 11:41 am

Sobre el artículo, decir que yo al menos paso de comprar e-books en Amazon


entre sus tropelías granhermanescas (creo que Rudy había dejado de vender
Sportula por esto mismo) y sus porcentajes draconianos.

A JMB, decirle que el ISBN no es obligatorio en España. Lo que es obligatorio


es el depósito legal. El ISBN lo pueden pedir las librerías porque les facilita
localizarlos y etc etc, pero no es obligatorio. En toda Europa es un mecanismo
de gestión privada que en España dependía del Ministerio de Cultura porque
hace no tanto tiempo teníamos un señor que, como Amazon, nos decía que era
moralmente bueno leer y qué no y por eso era el que los adjudicaba. Una charla
con una bibliotecaria cambió un poco mi perspectiva del asunto.

3. JMB dijo:
02.02.2011 a las 12:46 pm

@Joserra: Vaya, pues yo pensaba que sí, que era obligatorio para publicaciones
con ánimo de lucro. De hecho recuerdo haberlo leído en algún sitio. A ver que
busque… ah, sí, aquí, por ejemplo. ¿Estás seguro? Tendré que investigar al
respecto. En cualquier caso, gracias por tu aportación :).
Hablando de un todo un poco, ¿y el código de barras, es obligatorio? (Sé que el
artículo va de epublicar, pero ya puestos…)
4. raquel dijo:
02.02.2011 a las 1:05 pm

Según la agencia del ISBN no es obligatorio si no quieres vender tus obras.

http://agenciaisbn.es/web/faq.php#que_no

Si quieres venderlas puedes no ponerlo (nadie te va a decir nada) pero lo vas a


tener complicado para acceder a determinados canales de distribución.
A cambio del precio (3 euros por lo que parece, en grupos de 10, es decir, que
tendrías que adelantar la enorme cantidad de 30 euros) tendrás una base de datos
que funcione, actualizada y manejada por el sector editorial que, oh dioses que
horror, son los que manejan la publicación de libros.
Era absurdo que fuese el ministerio quien se encargase de controlar un sistema
que solo sirve para el comercio, pero bueno, para gustos los colores.

Raquel

5. Joserra dijo:
02.02.2011 a las 1:43 pm

Como ves en ese mismo enlace pone que en diciembre de 2009 se derogó la
obligatoriedad a la que se refiere Bubok. Tenía una respuesta mucho más larga
pero Raquel, que fue la que me lo dijo, lo ha explicado mucho mejor.

6. JMB dijo:
02.02.2011 a las 1:51 pm

Gracias a los dos por vuestras aclaraciones.

7. Sim dijo:
02.02.2011 a las 2:33 pm

De todas maneras, frente a tanta reflexión teórica, es muy de agradecer el “cómo


se hace” que expone RM. Yo ya no me aclaro con el ISBN. Ahora lo lleva el
gremio de editores. Su virtualidad consiste en tener clasificado lo que
administrativamente es un libro comercializable. Dado que el eb tiene
consideración legal de software (de momento, y salvo que las cosas hayan
cambiado) no sé si es aplicable al eb.
Considerad también un 18% de IVA para el eb (y no el reducido , del 4, bueno,
ahora creo que es el 5) aunque la idea es equipararlo.

8. JMB dijo:
02.02.2011 a las 3:48 pm

Si en futuras entregas se abordara el tema del POP (impresión bajo demanda)


sería un lector feliz :).
9. Rudy dijo:
03.02.2011 a las 10:17 am

Gracias por vuestros comentarios.

Los dos temas que por aquí se apuntan, tanto lo relativo al ISBN como a la
impresión bajo demanda serán tratados, sin duda.

Quizá no tanto dentro de la “serie dentro de la serie” que es este Epublicar o


eperecer como en columnas más independientes dentro de Zascandileando.

Pero, desde luego, son temas merecedores de nuestra atención. Y el asunto del
ISBN, en concreto, es preocupante. Cierto que ahora mismo por 30€ consigues
diez números, pero una vez que la cosa está en manos de la empresa privada
nada nos garantiza que no empiecen a subir los precios (echadle un vistazo a
cuánto cuesta un ISBN en Alemania, por ejemplo) de forma que iniciativas
como la autoedición o las small press empiecen a encontrarse con que el trámite
es demasiado costoso y no les compensa.

En cualquier caso, sí, ambos temas serán tratados en el futuro.


EPublicar o ePerecer III: Buscando un mecenas
Rodolfo Martínez

03.02.2011 | Zascandileando

En cierto modo, las librerías online no tienen mucho de novedoso. Utilizan tecnología
moderna, cierto es, pero su funcionamiento no se diferencia gran cosa del de una
librería tradicional que venda por correo, por ejemplo.

¿Hay alternativas? Dicho de otro modo, si tenemos listo nuestro ebook, aparte de
intentar venderlo nosotros mismos, ¿tenemos más opciones aparte de ponernos en
contacto con una librería (o un distribuidor, como Todoebook) y que ellos lo vendan a
cambio de un porcentaje?

En realidad, sí, existen otros medios.

Medios que, además, solucionan la duda que planteábamos en la entrega anterior sobre
si ponerle a nuestro libro electrónico algún sistema anti copia o no. De hecho,
convierten esa idea en algo irrelevante.

Supongamos el siguiente caso:

Tienes tu —digamos— novela.

Informas a los lectores de que esperas recaudar con ella unos 1000 euros, pongamos por
caso. Y que quieres que te financien. Es decir, que aceptas donaciones. Las aceptas,
además, en distintas modalidades; en tramos de cantidades, tal vez, de forma que a los
que donen en 1 y 10 euros les envías una foto dedicada; a los que donen en 11 y 20, la
foto dedicada y un ejemplar dedicado del libro; a los que donen entre 21 y 30, los haces
aparecer en los agradecimientos de la novela; a los que… bueno, creo que lo vais
pillando. Digamos que les ofreces, aparte del libro en sí, un pequeño extra por su ayuda
económica.

Cuando hayas recaudado esos mil euros (o más, si tienes suerte y has logrado una
participación del público más entusiasta de la que pretendías) pones la novela a
disposición del público de forma totalmente gratuita bajo una licencia creative
commons.

Es decir, no publicas hasta que no hayas obtenido, como mínimo, una cierta cantidad. Y
a partir de entonces (aunque sigues aceptando donaciones, si alguien está dispuesto a
pagar por el libro) lo ofreces gratuitamente.

Parece… no sé, como de cuento de hadas, ¿no?


Un modelo de negocio que es imposible que funcione. Basado sobre todo en la buena
fe, en esperar que la gente pague por algo que no ha visto (quizá ha leído un capítulo o
dos, pero ¿cómo va a saber si la novela completa merece la pena o no?) y que, además,
«quema comercialmente» el material, pues una vez que se alcanza la cantidad deseada,
el libro se convierte en un objeto de distribución libre y gratuita y deja de generar
royalties.

Lo dicho, algo como eso no puede funcionar.

Y sin embargo, lo hace.

Echadle un vistazo a Lánzanos, que es exactamente lo que acabo de describir y muchas


cosas más.

De hecho, su idea de partida es bastante más amplia: se trata de pedir públicamente


donaciones para financiar proyectos creativos, ya sean literarios, cinematográficos,
musicales… Y, una vez obtenida esa financiación (que incluirá, lógicamente, un
porcentaje de beneficios para la web y otro para el autor) el proyecto se pone a
disposición del público, de cualquiera.

Y está funcionando, os aviso.

Echadle un vistazo, por ejemplo, al proyecto Condenados

Allí veréis una novela de Santiago Eximeno que, treinta y cinco días antes de terminar
el plazo de financiación, ya ha recaudado un 118% de lo que esperaba recaudar. Cierto
que es una cantidad modesta y, en ese aspecto, Santiago ha sido prudente, cosa que
nunca está demás.

Pero demuestra que una cosa así es posible, que funciona y que puede ser una
alternativa a medios de publicación más tradicionales.

Santiago no es un escritor profesional y no es muy conocido fuera del núcleo más activo
de aficionados al fantástico así que, como hemos dicho, ha optado por una cantidad
prudente. Cantidad que ha conseguido con bastante facilidad.

Y si lo pensamos un poco, ¿no podría un escritor profesional ya asentado, con un grupo


de fans lo bastante nutrido, obtener cantidades más elevadas con ese mismo sistema,
quizá incluso cantidades equivalentes a las que obtendría publicando de modo
tradicional, editor y distribuidor interpuestos (con su correspondiente mordisco al precio
de venta del producto) y demás?

Tal vez sí, o tal vez no.

El camino está ahí, en todo caso, para cualquiera que desee seguirlo y probar suerte. ¿Es
el futuro? ¿Es el modelo que se impondrá para que los autores puedan cobrar su trabajo?

¿O es el pasado?
Al fin y al cabo, bajo otra fórmula, utilizando herramientas modernas y estrategias
contemporáneas, de lo que estamos hablando es de un método de financiación del arte
casi tan antiguo como la propia civilización: el mecenazgo. En este caso, un mecenazgo
compartido por varias personas y, sobre el papel, libre de las servidumbres que
conllevaba el mecenazgo tradicional.

No tengo ni idea de si este sistema se impondrá, fracasará, se convertirá en dominante o


acabará siendo simplemente una alternativa más.

La Revolución Industrial propició el nacimiento de la prensa moderna y eliminó la


figura del mecenas, permitiendo que el autor generase más o menos ingresos en función
de la cantidad de lectores de sus obras. ¿Está la Revolución Informática destinada, no
sólo a eliminar la prensa tal como la conocemos, sino a hacernos regresar al sistema de
mecenazgo?

La idea tiene cierta ironía, sin duda.

4 respuestas

1. Sim dijo:
03.02.2011 a las 1:54 pm

Pues no sé, con todo el cariño para con Santi… El sentido común me dice que es
una locura más allá de la cosa novedosa. Hombre, para dar el palo a amistades y
fans puede funcionar Pero entonces, ¿para qué están las presentaciones que
hacemos a la familia? :)

Dicho esto, me consta que no ha sido el caso de Santi, ojo, lo suyo me da que es
más afán innovador, marca de la casa, y capacidad para captar ese segmento de
fanáticos de lo nuevo… De hecho, creo que ha sido el primero…

El principal argumento es lo que comentabas en la entrada anterior, la dificultad


de llegar a un flujo directo sin intermediarios entre productor y consumidor (en
este caso, acentuado por la necesidad de convencer al lector sobre las bondades
de algo que todavía no es). Salvada esa dificultad,me parece más sensato
enfocarlo como has hecho en Sportula, por ejemplo.

Y ojalá funcione, claro… Es mi escéptica opinión en absoluto contrastada por


los hechos (tiendo al pesimismo comercial, esa es la verdad). Conste que hablo
de libros, para cosas de ONGS Soft libre y movidas en pro de la humanidad, en
general, pues no sería tan nihilista.

2. Santiago Eximeno dijo:


03.02.2011 a las 4:04 pm

Anda, gracias por hablar de “Condenados”, Rudy, creo que ha sido una
experiencia a tener en cuenta, tanto por la novedad como por lo que significa
para un autor que busca alternativas a la edición tradicional. De verdad que me
hace ilusión que hayas reflexionado sobre el tema.
Como dice Sim, soy el primero, y eso tiene su punto a la hora de que haya
funcionado el sistema. Pero lo de amistades y fans… hombre, está claro que han
colaborado amigos y conocidos (fans me temo que no tengo), pero (si las
cuentas no me fallan) más del 50% de los ingresos - hasta ahora, que ha
alcanzado el 139% de los fondos solicitados- es de personas que no tienen
relación directa con el autor.

Esto es una forma alternativa de edición que funciona. Si me ha funcionado a


mí, que no soy nadie, está claro, como dice Rudy, que es un sistema que debe
funcionar con otros autores, sobre todo con autores profesionales.
Económicamente (tomemos como ejemplo mi caso) no será la panacea, pero
ofrece posibilidades de edición que un autor debería estudiar y plantearse.

Yo, sin duda alguna, lo recomiendo.

Pero también recomiendo publicar con editoriales que ofrezcan formas de


edición alternativas o novedosas.

Evidentemente puedo hacerlo porque no vivo de ello.

3. Latro dijo:
03.02.2011 a las 4:33 pm

Como siempre, a falta de numeros, encuestas, perfiles y demás, yo voy a hablar


de lo que conozco en plan anécdota.

Yo sigo a un autor de juegos de rol, Greg Stolze, que de un tiempo a esta parte
se dedica a usar este mismo modelo (la web es kickstarter.com, pero vamos, lo
mismo) para sus cosillas tanto de suplementos de juegos (saco hace tiempo un
juego propio llamado Reign que vendio por Lulu en plan “impresión bajo
demanda”; pues ahora de vez en cuando suelta la idea de que va a hacer un
suplemento asi o de esta otra manera y los que lo quieran financiar…) como
para sus cuentos que escribe. Le podriamos preguntar (tengo contacto con él por
foros) pero creo que dado que no para de sacar proyectos la experiencia por
ahora ha sido provechosa, aunque sufrida.

Peeeeero. Esto funciona porque a - Greg Stolze ya era conocido. Lleva años
trabajando en la industria, ha sido autor de juegos de rol muy apreciados por la
crítica y el público y b - Greg se dedica a darle caña al asunto lo mas que puede,
circular por internet, ponerlo en su twitter, oye, que faltan 15 dias si quereis
colaborar en X… y aun asi hay veces que por los pelos.

Básicamente la idea del hombre es, simplemente, que tiene muchas ideas y
proyectos que sabe que no van a conseguir una salida por editoriales ni
borracho, porque son muy muy particulares y no van al gran público y las
editoriales (de todo, juegos y libros) ya sabemos como van, asi que cuando tiene
estas cosillas que le estan ahi en la cabeza dando vueltas, en vez de archivarlas o
dejarse de ideas les busca una salida. Y lo dicho, tiene sus seguidores, entre los
que me encuentro, porque es muy bueno, pero no deja de ser algo que es mitad
por sacarse unas pelas capitalizando algo que normalmente no le daria ni un
duro, mitad por el nombre y la fama que tiene y que se sigue creando ya que no
para de estar en la mira de los interneteros que nos movemos en su mundillo.

Asi que si, es factible, tiene su atractivo, y se le puede sacar provecho. Camino
único o tan siquiera bueno para acercarse a hacerse escritor profesional y
ganarse la vida con ello… aun no lo tengo tan claro, pero no apunta. Apunta a
eso, a una de las muchas estrategias que puedes tener en la recamara para hacer
tu presencia en linea y sacarle rendimiento, pero creo que el tirón de ser ya
conocido y tener seguidores y saber llevarlos (y saber cabalgar la linea entre
conversar con tus seguidores y freirlos a base de spam, tambien) es condición
mas que necesaria para que salga bien.

4. Rudy dijo:
03.02.2011 a las 5:57 pm

Evidentemente, yo no recomendaría algo tipo “Lánzanos” (que, si no me fallan


las referencias, es la versión española de una iniciativa americana muy similar)
como única vía.

Pero está ahí, es interesante y, en el fondo, no sabemos lo que puede dar de sí y


cómo va a funcionar. Podemos especular, podemos suponer esto o lo otro, pero
una de las cosas que tengo claras en este momento es que atravesamos una etapa
de incertidumbre casi total.

Lo cual a veces es desesperante. Y otras estimulante. Y a menudo, ambas cosas.


Los derechos del autor
Rodolfo Martínez

28.10.2010 | Zascandileando

Así que uno va, como buenamente puede, pergeñando su obra. Le dedica un tiempo. La
revisa, la corrige, la pone a punto. Y luego, tras las dificultades de rigor, consigue que el
público acceda a ella. Estrena su película, publica su libro, expone su cuadro, edita su
canción… lo que sea.

A partir de ese momento, la ley le reconoce, como autor, una serie de derechos. La
propiedad intelectual de su obra, por ejemplo, no puede ser enajenada: es suya y nadie
se la puede arrebatar; ni siquiera él mismo (al menos con la legislación europea, que
aplica aquí el mismo principio por el que uno no puede venderse como esclavo a sí
mismo, por mucho que quiera: a ciertos derechos no puedes renunciar aunque así lo
desees). Puede ceder, alquilar o regalar el disfrute de los royalties, pero la obra sigue
siendo legalmente suya hasta su muerte y lo será de sus herederos durante sesenta años
más, si no me falla la memoria.

Tiene también el derecho de que nadie la altere o la deforme. Aunque yo compre tu


cuadro no puedo llegar y decidir que ese cielo azul estaría mucho mejor verde y
ponerme a darle brochazos al lienzo. He adquirido ese cuadro, pero no la propiedad
intelectual del mismo: no puedo modificarlo.

Pero… ¿puede el autor? ¿Puede el propio autor deformar o alterar su obra?

Desde luego, yo puedo decidir que esa novela que escribí hace veinte años no estaba a
la altura de mis pretensiones, que aún no sabía cómo contar todo lo que quería contar y
que, por tanto, vale la pena volver sobre ella y, ahora sí, hacerlo bien.

Bueno, sin duda eso es lícito y los autores llevan haciéndolo desde siempre. Sólo que
aquí no estoy alterando la obra original, en realidad. Es como si un pintor decidiera
volver a pintar un cuadro con todo lo que ahora ha aprendido: hace una nueva
composición pictórica y la original sigue ahí, intocada.

Así que, por ese lado, no hay ningún problema. El autor se está limitando a hacer una
nueva versión de lo que ya hizo. A volver sobre una cierta peripecia, un cierto tema y
narrarlo de nuevo. Pero eso no altera para nada lo que ya hizo en su día.

No está, por tanto, ni alterando ni deformando su obra.

Pero, ¿qué pasa cuando el autor decide que, a todos los efectos, esa nueva versión es la
única válida y trata de suplantar con ella a la original?
Lo hizo Raymond Chandler en su día, por ejemplo, negándose a reeditar los cuentos que
había “canibalizado” para construir sus novelas de Philip Marlowe. Y lo hizo, por poner
un ejemplo más cercano, George Lucas con su trilogía original de las Galaxias. Cuando
reestrenó las películas en 1997 con varios insertos digitales afirmó que ésas eran las
versiones válidas, las acabadas, las “auténticas”, y que nunca se volverían a estrenar las
originales.

Los fans se subieron por las paredes. Pero, bueno, ya se sabe cómo son los fans: pesados
y molestos y un tanto exagerados en sus reacciones. Que sean los que te den de comer o
los que eleven lo que haces al estatus de “obra de culto” es irrelevante. Qué narices,
ellos no son más que espectadores: su único derecho es consumir mi obra y, como
mucho, opinar sobre ella, pero jamás decidir cómo debe ser.

¿Seguro?

Bueno, ya decidiremos eso más adelante. Entretanto, recordemos que los fans de Star
Wars no cargaron masivamente contra lo inadecuado de los nuevos efectos digitales
(que, en algunos casos eran pegotes que no casaban con la imagen original, pero en
otros estaban bien integrados) sino sobre un momento que dura menos de un segundo.

Sí, ya sabéis. Cuando Greedo apunta a Han Solo en la taberna y éste lo mata. En la
versión original, Han no espera a que Greedo dispare y falle (a poco más de un metro de
distancia, menudo cazarrecompensas de mis narices), sino que dispara primero.

Y ése fue el grito de los fans:

¡Han disparó primero!

Con ese mínimo inserto (ya digo, menos de un segundo de reloj) Lucas había pervertido
el sentido original de su obra. Había convertido a un contrabandista sin escrúpulos, un
superviviente nato que hace lo que tenga que hacer para sobrevivir, en un imbécil que
espera a que le disparen primero —confiando en que no le den— antes de devolver el
fuego. Que un tipo así haya llegado a ser un contrabandista exitoso es, como poco,
sorprendente.

El caso es que ese pequeñísimo instante cambiaba el carácter de un personaje


(eliminaba algunas de sus partes más oscuras, digamos) y, al hacerlo, pensaban los fans,
se estaba traicionando lo que había sido la película original.

Y me temo que no les faltaba razón al pensar eso.

Sin embargo, quien hizo ese cambio fue el autor de la obra original. Y, ¿por qué no va a
hacer el autor lo que quiera con su obra?

Quizá por no es suya. No del todo. No desde el momento en que la publica. A partir de
entonces, diga lo que diga la ley, pasa a ser parte de un acervo cultural común. El autor
deja de tener un derecho especial sobre esa obra —que quede claro que no uso
“derecho” en un sentido legal— y pasa a ser un espectador más. Sí, con una relación
con la obra mucho más cercana que la de cualquier otro espectador, pero eso no le
debería dar ningún privilegio extra. Como autor, sin duda tiene derecho a disfrutar de
los royalties de lo que ha hecho, pero no debería tenerlo —igual que no debería tenerlo
nadie— a modificar, deformar o alterar su obra.

Puede realizar una nueva versión, sin la menor duda —igual que, en buena ley, debería
poder realizarla cualquier otra persona— pero nunca con la pretensión de que su nueva
versión suplante a la original.

Porque la original ya no es suya. Dejó de serlo en el momento en que la hizo pública y


la puso al alcance de los demás.

Hay un viejo proverbio que, aunque no estaba pensado para esto, ejemplifica sin
embargo lo que afirmo: soy esclavo de mis palabras y amo de mis silencios. Mientras tu
obra siga en el cajón es totalmente tuya. Lo que hagas con ella no le compete a nadie
más que a ti: puedes modificarla, puedes negarte a publicarla, puedes destruirla.

Pero una vez que das el paso, una vez que tu obra abandona el silencio y se convierte en
palabra articulada en voz alta… cuidado. Ya no eres su único dueño. Ya no tienes
potestad total sobre ella.

Puedes pensar que sí, que la tienes, pero deberías darte cuenta de que, a la larga, no la
tendrás. Es lo que tiene el tiempo, que lo acaba poniendo todo en su sitio.

Tras la muerte de Chandler, esos cuentos que él no quería reeditar fueron reeditados.
¿Habrá que esperar a la muerte de Lucas para volver a ver la trilogía original tal como
fue concebida en su día?

No, en realidad, esto ya ha pasado. El propio Lucas cedió en parte y en una de las
últimas ediciones en DVD de la trilogía aparecían ambas versiones, permitiendo así que
cada uno escogiera la que prefiriese (algo que ya había hecho su amigo Spielberg con
E.T. unos años antes, por cierto).

Pero, incluso aunque Lucas no hubiera dado su brazo a torcer… bueno; si algo puede
hacerse, se hará. Y una de las cosas que permite con cierta facilidad la tecnología actual
es realizar un nuevo montaje de una película existente. Así que los aficionados no
tardaron en tener sus propias copias donde, en efecto, Han había disparado primero. O,
yendo más lejos, montajes alternativos de La amenaza fantasma donde Jar-Jar Binks
desaparecía del metraje.

¿Es ilícito hacer eso?

En realidad, me parece más lícito que lo que Lucas pretendía. Esos aficionados no
alteran la obra original (cosa que sí quería hacer su autor); se limitan a ofrecer —buenas
o malas— sus propias versiones.

Tal como lo veo, están en su derecho. O, al menos tanto como el autor. En ese estadio,
ya publicada, asimilada, convertida en una parte importante de la cultura popular del
siglo XX, son tan dueños de la obra como lo fue en su día su autor.

O deberían serlo.
6 respuestas

1. Zascandileando: Filtros y merecimientos « Escrito en el agua dijo:


28.10.2010 a las 7:59 am

[...] Zascandileando: Filtros y merecimientos #cita {font-size:12px;text-


align:right;font-style:normal;}#autor{font-size:13px;text-align:right;font-
style:normal;font-weight:bold;font-color:#000000;}Ver la última entrega de
Zascandileando en Prospectiva [...]

2. Kaplan dijo:
28.10.2010 a las 1:31 pm

Exacto. Pero vayamos más lejos. Si realmente ha habido un pecado original en


esto, por importancia y por resonancia, ese es Blade Runner. La película original
es la que se estrenó primero. Pero para la segunda versión, que en sólo una
escena cambia, no un personaje, sino el sentido entero de la obra, Scott esgrime
como razón que la película original no es la que él quería rodar, y que su
director’s cut sí es lo que él pretendía. Y resulta que el producto resultante a
muchos nos parece muy inferior al que parieron a medias él y sus productores.
Eso nos lleva a la máxima: “el producto original es el primero que vio la luz”.
Aunque viera la luz así por motivos ajenos a la voluntad del autor. Porque si no
lo consideramos así, entonces nos estamos ciscando en todo lo que señala el
artículo de ahí arriba. O vale para todo o para nada; no hay casos y casos. Y así
tendremos que el original de Guerra y paz es el breve, y que los cuentos
originales de Carver son los que remozó su editor, no los que acaba de editar
Anagrama. Pero entonces… ¿no debería acompañar el nombre del editor al de
Carver en su portada?
Complicado, ¿verdad?

3. Rudy dijo:
28.10.2010 a las 1:47 pm

Curiosamente, coincido con todo lo que dices en tus comentarios. Sí, es así. Y sí,
el tema es complicado.

De hecho, podríamos decir que los autores de “La muerte de Arturo” son
Mallory y Caxton.

Y, ojo, me parecería legítimo hacerlo.

Y sí, estoy de acuerdo en que el argumento vale para todo o no vale para nada.
El editor no mutilaría o alteraría tu obra si tú no se lo permitieses, así de
sencillo. Porque siempre te queda el recurso de negarte a publicarla. Si accedes,
si llegas al compromiso, deberías ser consciente de lo que estás haciendo y
aceptar las conscuencias de ello. No vale hacer trampa después y decir: “es que
lo que yo quería era…”.
Sin embargo, en “Blade Runner” han hecho las cosas como debían, desde mi
punto de vista. La “lata” que salió hace unos años incluye todas las versiones de
la película. Es cosa del espectador decidir cuál prefiere. Ahí no se está
deformando ni se intenta sustituir la obra original.

4. Risingson dijo:
29.10.2010 a las 9:18 am

Como dice Rudy, la diferencia con Blade Runner es que en ésta te dejan elegir.
En Star Wars la han reescrito, y no tienes más huevos que escuchar la nueva
melodía del bar y la nueva melodía de los ewoks, que son francamente hórridas.

5. Kaplan dijo:
29.10.2010 a las 1:25 pm

Y yo que tiré a la basura los vídeos de la original…


Filtros y merecimientos
Rodolfo Martínez

08.09.2010 | Zascandileando

Hoy por hoy es muy fácil crearte tu ebook y subirlo a alguna de las tiendas y
distribuidores de libros electrónicos que hay por ahí. O, con una inversión bastante
asequible, tener listo tu libro impreso en la modalidad de impresión bajo demanda e ir
colocándolo en las librerías.

Se ha saltado un paso.

Y no, no hablo de los distribuidores.

Se ha saltado el paso de los editores tradicionales. Y, con él, el filtro que éstos
conllevan. Al fin y al cabo, partimos de la base de que un editor, a la hora de decidir qué
libro publica o cuál no, analiza las posibilidades de rentabilizarlo (comercialmente,
artísticamente o, en un mundo ideal, ambos). El editor actúa como filtro, dejando a un
lado lo que no merece la pena ser publicado —terreno resbaladizo donde los haya, ya
volveremos sobre ello— y dando paso sólo a lo que tiene algún valor para los lectores.

Filtro, lógicamente, subjetivo. Entre otras cosas, lo que un editor rechaza a otro puede
parecerle admirable. Claro que, cuando todos rechazan lo mismo, es razonable pensar
que es porque el río agua lleva. Incluso así, se han dado casos de obras que durante años
fueron rechazadas por un editor tras otro, se consiguieron publicar finalmente a costa de
grandes esfuerzos y acabaron convirtiéndose en clásicos o en obras de culto. Si
hubiéramos hecho caso a los editores, por poner un ejemplo archimanido, nos
habríamos perdido, entre otras cosas, la peripecia de Ignatius J. Reilly.

Así que no, el filtro editorial dista de ser perfecto. Pero, ¿qué lo es en este mundo? Y
contemplado a gran escala, es un filtro que funciona más veces de las que falla. Así que,
aunque sea perfectible, no es del todo malo.

Las nuevas tecnologías, como digo, permiten saltarse ese filtro. Con lo cual nos
encontramos en un reino del «todo vale» donde obras que no merecen ni el tiempo que
el autor ha dedicado, no ya a escribirlas, sino siquiera a pensar en ellas, conviven con
libros extraordinarios que nadie debería perderse.

Es decir, el mismo problema que tiene internet para tantas cosas: hay tanto ruido que
resulta difícil discernir dónde está la información útil.

Sin embargo, me pregunto, ¿es cierto que no hay filtros? ¿Es verdad que éstos han
desaparecido?

Bueno, no.
Hagamos un experimento mental. Supongamos una vaca esférica, como en el chiste.
Imaginemos que existe una única librería online donde todos ofrecen sus obras al
público. Es el caos total, absoluto. ¿Cómo va a poder orientarse el lector?

Bueno, hay un filtro que es el mismo que existe en el mundo real.

El dinero.

Al fin y al cabo, un editor puede gastarse una pasta en promocionar sus libros que un
particular difícilmente puede permitirse. Así, su libro aparecerá en banners, será
recomendado en ciertas páginas “de prestigio”, tendrá una presencia que hará que,
simplemente, no puedas obviar su existencia y, cuando estés buscando algo que leer en
esa librería online, su título te venga a la mente y, tal vez, te arriesgues a leerlo. “Si
tanto bombo le dan, será por algo”, te dices.

Así que, en realidad, el filtro editorial sigue existiendo. Ha tenido que cambiar y
adaptarse a un nuevo entorno. Pero, bueno, es lo que hacemos todos para sobrevivir,
¿no?

Pero añadamos un nuevo elemento a nuestro experimento mental y supongamos que ese
filtro tampoco existe, que todos compiten en igualdad de condiciones económicas.

Sigue habiendo otros filtros. Más directos. Y, para algunas mentes, tal vez más
peligrosos.

Todos conocemos casos de libros que fueron publicados sin apenas promoción y que,
gracias al boca a boca, acabaron convirtiéndose en súper ventas. No tantos como nos
quieren hacer creer algunos. Ni tan pocos como a otros les gustaría que creyéramos.

Y ese filtro actuaría más que nunca en ese hipotético experimento mental que estamos
haciendo. Sin guía alguna para saber lo que es bueno y lo que es malo, acabas fiándote
de lo que te dicen personas de cuyo criterio te fías: amigos o algún crítico con el que
sueles coincidir en los gustos. O, directamente, decides leer ese libro porque, bueno,
todo el mundo lo hace.

De un modo u otro, los filtros se establecen. De una manera u otra, los más aptos
terminan sobreviviendo, y los menos acaban enterrados en el olvido. Ocupando espacio,
tal vez, en los servidores, o en la despensa de tu casa, pero nada más.

Fijaos que no he dicho «los mejores», sólo los más aptos. Que, en este contexto,
significa aquellos que han sido más vendidos, y lo siguen siendo a lo largo del tiempo.

Pero… eso no garantiza su calidad, me diréis.

Bueno, ¿la garantizan los otros filtros?

¿Hay alguna manera de garantizar que sólo salen al mercado libros que lo merecen?
Y, puestos a ello, ¿qué significa «lo merecen»? ¿Quién lo decide?

Fijaos bien, lo recalco, no hablo de calidad. (Y no, hoy no voy a meterme en la camisa
de once varas de dilucidar si ésta puede ser definida de un modo objetivo o no). Sino de
si merecen estar al alcance del lector.

Lo cual me recuerda aquella conversación de Abraham con Dios. Ya sabéis, ésa de “¿y
si hubiera cien hombres justos en Sodoma? ¿Y si fueran cincuenta? ¿Y si sólo fueran
diez?” (De Gomorra, al parecer, nadie se planteaba que hubiera ni un solo justo, pero
ésa sería otra historia).

Con que haya un solo lector que haya conseguido disfrutar de ese libro, el libro ya
merece la pena estar disponible y al alcance de los lectores.

Lo demás… no diré que es irrelevante, pero sí que carece de sentido en el ámbito en el


que estamos hablando.

17 respuestas

1. lola mariné dijo:


08.09.2010 a las 9:51 am

Interesante reflexión.
Aunque daría para hablar mucho más.
Saludos.

2. Zascandileando: Eso no pasará jamás « Escrito en el agua dijo:


08.09.2010 a las 10:56 am

[...] Zascandileando: Eso no pasará jamás #cita {font-size:12px;text-


align:right;font-style:normal;}#autor{font-size:13px;text-align:right;font-
style:normal;font-weight:bold;font-color:#000000;}Ver la última entrega de
Zascandileando en Prospectiva. [...]

3. Kaplan dijo:
08.09.2010 a las 11:36 am

Utilizando otra frase manida, la de Jeff Goldblum en Parque Jurásico, “la vida se
abre camino”. No es otra cosa que selección natural. Es decir, cualquier nueva
tecnonlogía encuentra al final sus propias claves. El filtro saldrá por sí solo, y
creo que irá seguramente por donde tú dices. Hoy en día el dinero es el juez de
todo. El problema es que si hacemos una comparación con el negocio, tal como
está hoy, es para echarse a temblar. Comparemos el dinero y la promoción de El
código Da Vinci con los que ha movido, por ejemplo, la reedición de La colina
de Watership. Y creo que no hay duda de cuál tiene más calidad.
4. Emilio Bueso dijo:
08.09.2010 a las 11:52 am

En Internet son las redes sociales las que se ocupan de mitigar el ruido, de
separar la paja del grano.

Yo cuando me quiero descargar complementos para el Firefox o cuando me


quiero bajar música del Jamendo voy directo a la sección de los más
descargados. Ordeno lo que he venido a buscar según el número de descargas y
a partir de ese listado voy viendo si algo me interesa hasta que lleno el saco. Si
se trata de ver una peli, me planto ante la IMDB y miro la cartelera priorizándola
según la valoran millones de internautas de todo el mundo.

Pronto haré lo mismo cuando me toque cargar el Reader. Me plantaré ante un


CMS bien estructurado y pediré dos listados: el de los libros mejor valorados por
la red y el de los más descargados. Y no, no creo que haya filtro editorial mejor
que ese, más contrastado y más democrático.

Si además resulta que puedo excluir de mi red social a la gente que no me gusta
cómo valora los elementos del portal (algo que ya permiten hacer los portales
centrados en la promoción de noticias), ya tengo un filtro personalizado y más
ajustado a mis criterios.

Imagina una búsqueda del tipo: “quiero ver qué es lo mejor que están leyendo en
el fandom en lo que va de año”. Un motor de consultas como ese es
rematadamente sencillo de implementar, yo mismo habré diseñado varios como
ese. Y apuesto a que Cyberdark acabará teniendo uno.

5. egan dijo:
08.09.2010 a las 4:18 pm

Con esta política de seguir las recomendaciones de los conocidos de siempre, te


aseguras unos mínimos de calidad pero quizá te estanques un tanto. Quizá te
pases temporadas enteras leyendo más y más de lo mismo. Está claro que la
promoción que un editor te hace en las contraportadas siempre será interesada,
eso ya lo sabemos. Y también es verdad que muchos editores te dan siempre más
de lo mismo, con todas esos títulos que se parecen unos a otros como si fueran
clónicos.

Pero, de vez en cuando, hay un elemento de novedad y algún editor se arriesga


sacando al mercado alguna rareza, algo que no habrías conocido si no fuera a
través de estas personas, que dedican mucho más tiempo que un lector medio a
explorar lo que se escribe por todo el mundo lo que, en mi opinión, les otorga un
criterio muy apreciable. Los índices de “lo mas valorado” son algo numérico,
tan solo podrían indicar modas pasajeras.
6. Laura dijo:
08.09.2010 a las 8:19 pm

Y de todas maneras, si un libro es realmente bueno, pero el autor no cuenta con


suficientes “amigos” en el fandom, quizá le sea casi imposible ser tan bien
valorado como otros que quizá no sean tan buenos. Pienso que todo filtro puede
ser todo lo bueno posible, pero ninguno será perfecto. Y en el mundo de
Internet, la selva es tan espesa y está tan poblada que puede ser incluso más
doloroso y difícil darse a notar que pasando por los editores y consiguiendo una
mínima publicación tradicional. A saber.

7. Emilio Bueso dijo:


09.09.2010 a las 12:46 am

Si os fijáis en cómo las redes sociales ponderan las calidades en los webs 2.0,
veréis que la posición que ocupa un elemento en el baremo es la media
aritmética de todos sus votos, tenga mil o tenga dos.

Así las cosas, cuando un fulano sube su novela, lo primero que hace es votar
sobre ella y, muy probablemente cascarle un diez sobre diez. Diez puntos entre
un voto, diez. La novela es de diez, toma ya. Y sube a lo alto de la tabla, la
novela de marras. Con un voto.
En los próximos treinta segundos treinta palomos la descargan, la catan y la
mandan al infierno como no sea la bomba.

Por lo que, teóricamente, toda obra obtiene su oportunidad. Sus cinco segundos
de tiempo, sólo que en vez de ser un lector profesional quien le dedica un
momento fugaz e interesado, son n lectores independientes los que le dedican al
manuscrito un momento de duración indeterminada. La red manda un número
indeterminado de usuarios que durante los próximos indeterminados instantes,
emitirán sus votos.

Ese es el algoritmo, a grandes rasgos, tal y como lo enseñan en algunas


facultades de ciencias de la computación.

Y os garantizo que la cosa funciona bastante bien a la hora de valorar todo tipo
de elementos. Es un método contrastado y que se puede calibrar con cuidado si
es necesario. Puede además complementarse con valores de karma que lo hacen
todavía más preciso, permitiendo a los mejores lectores emitir votos de mucho
mayor peso que a los lectores que no se lo aciertan a los otros lectores.

Y, egan, esos lectores pueden ser “los mismos de siempre” si tú defines tus
filtros empleando una lista blanca, pero si en vez de hacer siempre semejante
tontería hermética defines tus filtros por una lista negra, en vez de ser los
mismos de siempre los que votan los libros que te pasa el portal de distribución,
son doce millones de almas anónimas de las que has excluído a las que te han
recomendado mucho un libro que no te ha gustado.

Vamos, que detrás de ese índice no “se reflejan modas”, sino las opiniones de
las masas. Y a las masas las defines tú, si quieres particularizar tus lecturas.
8. egan dijo:
09.09.2010 a las 1:53 am

Pero Emilio, las personas que te han recomendado mucho un libro que no te ha
gustado y luego penalizas por ser “malas” o “no fiables” también podrían
recomendarte otro libro bueno más adelante, lectura que te perderás por seguir
ese refrán de que, por un perro que maté, mataperros me llamaron, formulado
sea en castizo, que estas cosas no son algo tan matemático.
Pasaba en Cyberdark y pasa en Sedice y también aquí en Prospectiva. Hay quien
te recomienda algo que luego te resulta un bodrio, sí, pero otras veces acierta.

Si definimos las masas, puntuando a los opinadores y “particularizando” así


nuestras lecturas, lo que estamos haciendo no es mas que reforzar nuestro propio
perfil idiosincrásico, alimentando mas y mas nuestras preferencias por los
estímulos de siempre y cerrándonos a las novedades cualitativas, a lo diferente.
No me extraña que para muchos esto aparente “funcionar”, según aseguras. Este
tipo de puntuaciones y valoraciones son fácilmente rastreables por los creadores
de contenidos, que se limitarán -me temo- a dar lo que más se pide.

Se podrían crear también -de hecho ya se crean- muchos montoncitos de


subgéneros, cada vez más cerrados y estandarizados ¿Como sabemos -además-
que se animan a valorar libros por Internet todas las personas con opiniones
realmente valiosas? Lectores e internautas activos no son lo mismo.

9. Laura dijo:
09.09.2010 a las 2:39 am

O sea, un autor sube su libro y ya. Lo vota 10 y está listo para el éxito. ¡Já! Me
suena a Jauja. Eso no es así.

10. Emilio Bueso dijo:


09.09.2010 a las 9:25 am

Egan, la idea es que cada cual determine cuándo ya no quiere saber nada de un
determinado estrato o elemento de la masa social.

Con cada filtro que pone, el usuario puede estar disparándose en un pie, o
ahorrándose un montón de tiempo perdido. Evidentemente, el filtrado de la masa
social debe hacerse con cuidado si uno no quiere terminar siendo asesorado por
freaks.

Por otro lado, ¿realmente crees que si interactúas con una red social de medio
millón de personas terminarás proyectando absolutamente todos tus gustos en
ella, excluyendo todo cuanto salga de la norma? ¿Y por qué crees que un tío que
te ha recomendado cuatro libros buenos luego no te puede recomendar un libro
totalmente nuevo y diferente? ¡Yo te puedo valorar por las nubes un libro de
Bukowski, luego uno de Vilar-Bou y luego uno de Tolstoi!

¿No lo acabas de ver? Pues haz la prueba. Ponte a ver qué puntuación le da
IMDB a tu peli de culto favorita. O entra en 11870.com y mira a ver qué
restaurantes te recomienda el respetable una vez lo hayas escorado un poco hacia
la cocina asiática. O entra en Spotify, escoge un disco y pulsa sobre “artistas
relacionados”, verás que los primeros son populares, pero los últimos ya no.
También verás que el sistema comenzará recomendándote música muy parecida
a la que tú has escogido inicialmente, pero con el tiempo comenzará a hacerte
propuestas cada vez más osadas y divergentes.

Vamos, que no. Que una red social bien calibrada dispersa un grafo de tráfico
que no tiende siempre a aislar a los nodos distantes. No necesariamente. Esto es
así como se imparte, aunque no en mis clases porque esta no es mi especialidad,
pero te aseguro que sé de lo que hablo.

Al respecto de lo que dices sobre incentivar el juicio de las personas de


opiniones mejor valoradas, eso ya se hace. Es uno de los factores estrella del
algoritmo que se emplea en Menéame, que es el principal portal de promoción
de noticias de España y quizás pronto sea más influyente ante la opinión pública
que los medios de primer orden.

El elemento empleado en Menéame para favorecer el voto de las personas cuyas


opiniones conectan mejor con los usuarios es el karma. El karma es un factor
basculante que hace que las opiniones de unos usuarios cuenten un poco más
que las de otros.

Pongamos que tú tienes, como yo, fobia a Meg Ryan y que votas con un cero
todas sus pelis aunque no has visto más que una. Cuando ya te hayas pasado con
la pobre Meg diez veces, conseguirás que el algoritmo vaya arrinconando tu
opinión sobre todo cuando haga ella, por punitiva. Pongamos por la contraria
que siempre le cascas un diez a las novelas infumables de tu cuñado, ya te
puedes imaginar lo que pasará con tus votos a la larga. Pongamos que eres de los
que siempre le pone un siete a todo, el sistema dispersará tus valoraciones por la
recta comprendida entre el cero y el diez para que sean más representativas.

Y esa es la idea. Hay mil algoritmos para captar y representar la opinión de una
red social. Y se está invirtiendo mucho dinero en mejorarlos. Son el futuro, y
funcionan mucho mejor de lo que imaginas.

Perfectos no son. Te puedo decir por dónde fallan más, pero puedes estar seguro
de que funcionan mejor que los de ningún promotor o productor de contenidos
que haya elaborado la industria obsoleta.

Oh, y, Laura, me has dejado sin argumentos. :-)

11. Sim dijo:


09.09.2010 a las 9:44 am

Por variar, voto a Laura.


Pero Ismael, lo más recomendado como criterio de compra ya existe, y aunque a
veces deja paso a algo bueno (entendiendo por tal que encierre sabiduría, belleza
e innovación, a lo que añado diversión), en general beneficia la penetración de lo
más masificado. A la vulgaridad. Y no me estoy referiendo solo a las listas…
¿sabes cuál es criterio de compra más relevante hoy por hoy? El consejo del
librero. ¿Tiene usted una novela de marcianos? El dependiente saca la que le
suena, sea por autor o por haberlo oido, mejor y se la encoloma.

En segundo lugar, una enormísima masa de lectores no sabe que es 11870,


Sptofify ni na de ná… Ni lo sabrá. Hay que ver la de tiempo que se pierde en
facebook.

Yo estoy más por un pool de criterios. Buenas reseñas, editores que se la juegan,
pinta en general del libro, cata a través de adelanto de capítulos, por supuesto,
prescriptores de la red, premios que luciera en la portada, la ilustración de la
portada… Y al final, siempre me compro otro, uno que me suscita curiosidad y
cuyo autor lleva un mínimo de 50 años muerto (que este es, para mí, el mejor
Criterio Total de valoración de un libro, que haya trascendido el tiempo).

12. Emilio Bueso dijo:


09.09.2010 a las 9:55 am

Sim, todo sistema democrático tiende a ser una dictadura de las mayorías, por
eso las redes sociales se pueden estratificar, para que uno determine cuánto
quiere de “vulgaridad masiva” y cuánto quiere de “friquismo”.

La cosa no es blanca o negra, no va a ser que el sistema sólo favorezca a Dan


Brown o que únicamente te pase los libros que se reseñan en Rescepto. Somos
miles de ingenieros los que estamos trabajando para equilibrar las cosas de
manera que los rankings le hagan justicia a los juicios colectivos de todo tamaño
y subcultura… ¿Por qué no nos dais un voto de confianza? ¿Por qué confiais en
un baremo complejo e ineficiente a la hora de determinar qué partido obtiene
más escaños y no os queréis creer que la interacción hombre-máquina pueda
servir para separar lo bueno de lo malo mejor que la industria del
entretenimiento moribunda que tenemos a día de hoy?

Al respecto de los lectores que no conocen las redes sociales bien basculadas,
son una especie en extinción. Terminarán rindiéndose ante las evidencias si
realmente funcionan bien estas nuevas tecnologías, puedes estar seguro de ello.
Pregúntale al tío que regentaba el videoclub de tu barrio si sigue pensando que
eso de bajarse las pelis de Internet es de freaks o qué.

13. Sim dijo:


09.09.2010 a las 10:53 am

Pues no voy a dar ese voto a la tecnología por una razón de peso.
El 90% de lo que me gusta no sale en lista ninguna (y ya no entro en el tema
rarezas). ¿Tan malo te parece mi pool de criterios intuitivos-objetivos?

Epa, dicho desde el mayor de los respetos y de los aprecios Ismael (que siempre
nos tienes que sufrir a los mismos) pero si tu sabes de ingenieria yo sé de
marketing (o debería, cuando menos alguna gente me paga por ello) y las listas,
los consejos del tipo la gente que compro esto le gustó esto y esto otro actúan
como elementos focalizadores de la demanda (es decir, tienen sus cosas
positivas pero, cualititativamente catalizan la vulgarización y el rechazo de la
novedad, es el puto problema de la moda)

Y además endogámicos y además sesgables, y además aburridos… Lo divertido


de mis criterios es que fomentan la caza, dejarse llevar por el instinto… :)

En cuanto a la gente que se mete o no. Pues escepticismo total… Mi padre pasa
de todo y le va muy bien… (y tu sabes mejor que yo que pronto habrá más
jubilados que chavales) Supongo que pronto cierta tecnología me superará (no
estoy ya dispuesto a remplantearme el interfaz cada cuando a Microsoft o
llámale X le sale del culo). Por ej. tecnología móvil, ahí ya no llego o no quiero
llegar o sí llego es porque me pagan…(sí, es verdad que estáis trabajando y
mucho y bien en eso, en que no se cambie el interfaz cada vez que se añade algo
al sistema, pero…)

14. egan dijo:


09.09.2010 a las 11:14 am

Mas que dar un voto de confianza a las redes sociales de lectores se trataría de
incluirlas como un elemento más de juicio. Está claro que nunca antes en la
historia habían existido comunidades lectoras donde salen puntuaciones de
libros mediante un filtro informático y esto puede tener muchas ventajas, claro
que hay que aprovecharlas, faltaría más.

Pero parece ser que en toda comunidad online terminan participando de forma
asidua tan solo un 10% y máximo un 20, ya sean foros o lo que sea, a fin de
cuentas, no deja de ser un colectivo humano con todas sus características.
Siempre hay quien no deja de dar “meneos” y habrá quien está una temporada y
luego ralentiza su participación, por tanto, es un flujo inestable de criterios.
Nunca sabremos que juzgadores entrarán mañana y quienes continuarán, pero
siempre termina habiendo una “minoría ruidosa”, ejem.

Basta con mirar el tipo de comentarios del Meneame -por seguir con el ej- y ver
como hay un sesgo indisimulable tanto en los mismos como en el ranking, muy
característico de cierta ideología y cierto nicho cultural: geek, tirando a progre e
izquierdista, partidarios del freesoft, de las descargas, treintañeros con un
supuesto desparpajo divertido. No lo juzgo ni lo valoro pero ahí está y queda
claro que a los más activos les gusta porque equivale, muchas veces, a una
mirada de ombligo.
De hecho, es algo equivalente a comprar el periódico de toda la vida. En el
fondo no es algo tan nuevo, creo yo.

Y buena parte de las compras de libros -al menos las mías- salen de vagar al
buen tuntún por librerías y probar, arriesgándote, con lo que te llama la atención,
porque en sí mismo es algo placentero. Una estantería virtual no puede sustituir
eso. No creo, vamos.
15. Santiago Eximeno dijo:
09.09.2010 a las 11:18 am

Mmm… Yo también comparto el gusto de vagar por una librería, pero sí creo
que puedes obtener el mismo resultado “vagando” por la red. De hecho yo lo
hago así muchas veces, me paso por distintas webs que venden libros en formato
electrónico de géneros que me atraen y me dejo llevar.

Así por ejemplo adquirí la antología de Claude Lalumière (Objects of Worship),


que me ha parecido un libro magnífico.

16. Emilio Bueso dijo:


09.09.2010 a las 11:38 am

Sim, si no encuentras lo que buscas es porque le estás pidiendo peras al olmo,


porque no has definido correctamente tus criterios de búsqueda y tus reglas de
filtrado o porque estás consultando en una red social que todavía no ha
alcanzado la masa crítica necesaria para indexar las cosas por las que le
preguntas. Todo llegará.

Cada año se incorporan al mercado laboral una serie de muchachos que se están
suscribiendo a mil portales de gestión colectiva, ellos irán cambiando las
tendencias de consumo y posicionando los productos. Reemplazarán a esos
jubilados y, ya sea en cinco o en cincuenta años, terminarán imponendo los
métodos más eficientes por sus propios méritos y pese lo que pese la
demografía.

Yo apuesto a que en menos de diez años el peso del dinero hará que hasta mi
padre, que está jubilado, emplee redes como las que te comento para escoger sus
libros. De momento ya se ha pasado al Reader porque le permite leer novelas en
Paladino de cuarenta puntos.

Egan, Menéame está escorado porque, como casi todos los que estoy abordando,
es un producto pionero e inmaduro. Cuando se establezca bien representará
mejor a la población que le corresponda representar, que eso es algo que todavía
está por ver, porque como red social, Menéame no está definida, se las pretende
de genérica.

Y lo de comprar libros al tuntún… Tú pídele a la Wikipedia que te muestre un


artículo al azar. Yo lo hice una vez y aprendí cuatro cosas sobre la gastronomía
zapoteca. ¿No te ves haciendo lo mismo con un portal?

P.D. Oh, y yo no soy Ismael. Ismael es bastante tecnófobo, como vosotros. :-)
Eso no pasará jamás
Rodolfo Martínez

24.06.2010 | Zascandileando

En los últimos tiempos me da por recordar con bastante frecuencia un vídeo que circula
por la red en el que llega a un monasterio medieval el encargado del servicio técnico de
una innovadora tecnología que acaba de implantarse.

El libro.

Quizá algunos recordéis el vídeo. El monje, acostumbrado a los rollos de papiro, no


acaba de aclararse con conceptos como pasar las páginas (¡hacia atrás y hacia adelante,
nada menos!) o “arrancar” el libro (eso de abrir las tapas tiene su miga) y al principio se
muestra totalmente receloso. Esto es demasiado complicado, como mucho puede
funcionar como mera curiosidad pasajera, jamás sustituirá al viejo y fiable rollo.

Y parece que llevamos varios años en un momento muy parecido. Y lo que nos queda.

¿Os suenan cosas como que el libro electrónico nunca sustituirá al papel, que siempre
será menos cómodo, más prosaico, carecerá del encanto sencillo y evocador de pasar las
páginas o recorrer con la mirada los anaqueles de la biblioteca y contemplar los lomos
de todos tus volúmenes?

Seguro que sí.

Y confieso que yo mismo me siento un poco así. Aunque he probado lectores de eBooks
y no me ha quedado más remedio que rendirme a la evidencia de que el papel
electrónico es perfectamente adecuado (por no mencionar que argumentos como que
leer en una pantalla cansa la vista se están volviendo obsoletos a velocidades de
vértigo), una parte de mí sigue resistiéndose a ese invento del Maligno. El eBook no
puede sustituir al libro impreso, me digo. Imposible. ¡Inconcebible!, que diría el astuto
Vizzini en La princesa prometida.

Soy consciente de que soy un fetichista del papel. Como mucha otra gente, me crié entre
libros, pasé años con la nariz metida entre ellos y me falta algo fundamental si me
enfrento a la lectura de una novela sin el ritual adecuado. Un ritual que implica un peso,
una consistencia, unas páginas que van pasando…

Pero, reconozcámoslo, tengo ya una edad. No diré que peino canas porque poco pelo me
queda ya por peinar, pero por mucho que pase buena parte de mi tiempo (ya sea en el
trabajo, en casa, o en momentos de ocio) rodeado por lo electrónico y lo digital y me las
apañe con todo eso con perfecta comodidad… bueno, no es mi ambiente natural, no es
mi terruño. No es con lo que me he criado.

Así que es normal que, pese a reconocer que, objetivamente, el lector de eBooks es un
cachivache perfectamente apto para leer, siga resistiéndome a él y siga encontrando que
me falta algo si no leo en papel.
Por lo que podríamos pensar que sí, que es verdad, que eso del libro digital es una moda
pasajera y que nunca desbancará al libro analógico.

Hasta que, como he dicho unos párrafos más arriba, uno se da cuenta de que tiene una
edad, y que hay un montón de generaciones tras él que, prácticamente, han nacido
rodeadas de ordenadores, teléfonos móviles y otros dispositivos electrónicos. Que están
acostumbradas a escribir y leer en una pantalla y que lo que para nosotros sigue siendo
en cierto modo ajeno, para ellos es el pan suyo de cada día.

El libro en papel (o en otro material, tal vez un papel sintético; libro físico, con sus
portadas y sus solapas y sus páginas, en todo caso) no va a desaparecer. Del mismo
modo que la forja de espadas como habilidad artesanal no lo ha hecho pese a la
invención de las armas de fuego.

Pero pasará a ser lo mismo: una curiosidad, un fetichismo, un objeto de coleccionista,


algo para regalar… un objeto “bonito”, en suma.

Se seguirán imprimiendo libros dentro de trescientos años, estoy seguro (bueno, siempre
que nuestra civilización no se nos escurra por el sumidero antes, lo cual no deja de ser
una posibilidad). Y de tres mil, estoy convencido.

Pero no tardarán mucho en dejar de ser la forma mainstream de editar. Y tardarían


mucho menos si una industria reaccionaria y acojonada (porque el cambio en el modelo
de ventas, de producción y de distribución que lleva aparejado el libro electrónico no es
precisamente moco de pavo) no le estuviera poniendo todas las trabas que puede en el
camino.

Nos guste o no, el libro electrónico (en su actual formulación o en otra cualquiera) se va
a convertir en la especie bibliófila dominante. Y el libro impreso será una minoría que
tendrá su pequeño nicho ecológico y que, tal vez, se consolará de vez en cuando con
nostálgicas rememoraciones de cuando era el rey de las bibliotecas y librerías.

Como seguro que hizo antes de eso el rollo de papiro, o la tablilla de cera o de barro.

12 respuestas

1. Víctor Conde dijo:


24.06.2010 a las 8:35 am

Una cosa muy buena tiene el e-book: ¡la cantidad de celulosa que se va a ahorrar
la industria!

2. alvaro lopez-linares derqui dijo:


24.06.2010 a las 9:13 am

En fín, ya veo que yo seré de los que se apunten a esas tristes ” rememoraciones
nostálgicas”, … que queréis que os diga, y aunque paso ya de los cuarenta,
moriré consolado por mi biblioteca, con el orgullo de ser un último mohicano en
otro campo de batalla más… es verdad, la Ciudad ha impuesto su modo de
civilización con una fuerza indiscutible, pero pocos saben lo hermosa que es la
nieve helada de enero sobre los robles que rodean mi pequeño pueblo castellano
… y lo más duro es disponer en soledad de toda esa belleza. Gracias, de todas
formas, por tus maravillosos libros Rodolfo. Y también a tí Victor. Que sepáis,
no obstante, que os disfruto más en papel, jaja ( y que vuestros libros, consuelan
físicamente mi soledad mesetaria). Un saludo de victorderqui

3. Víctor Conde dijo:


24.06.2010 a las 9:20 am

A los románticos de los libros, ¡semper fidelis! Pero que la nostalgia no nos
impida disfrutar de las nuevas tecnologías, sino amar aún más las viejas :)

4. Zascandileando un poco más « Escrito en el agua dijo:


24.06.2010 a las 10:51 am

[...] leerla pinchando aquí. © 2010, Rodolfo MartínezPero debe haber una
guerra. He pagado un mes de alquiler por el [...]

5. Sim dijo:
24.06.2010 a las 12:18 pm

Pienso que el debate real es de otra índole y tiene más que ver con qué producto
garantiza la generación de plusvalías de un modo más eficiente. Es un debate
que los medios de comunicación tenemos abierto desde 1997. Es claro que hay
tecnología sustitutoria del papel (y más que satisfactoria), lo que no hay es un
modelo económico viable de comercialización de la tecnología no papel
(modelo, claro, no a nivel teórico o pequeña escala, sino a nivel real y aplicable).
Al revés, los modelos que se han utilizado son antimodelos que han afectado
negativamente la rentabilidad del sector. Y no es una cuestión de piratería y tal
(que también), es bastante más serio. En conclusión, que el mercado –
especialmente en el ámbito lingüístico hispanoparlante- no está maduro. Habría
que estudiar que está fallando aquí…

6. Rudy dijo:
24.06.2010 a las 3:11 pm

No niego lo que comentas de la falta de madurez del mercado. Es un tema


bastante complejo, sin duda.

Pero en todo caso, sigo pensando que es cuestión de tiempo.

7. Fernando dijo:
25.06.2010 a las 2:24 pm

Yo también pienso que es cuestión de tiempo, pero lo difícil es aventurar cuánto.


Existen demasiados factores implicados, demasiadas variables a considerar. En
cualquier caso, y aunque las horas que paso frente al ordenador no son
desdeñables, yo me alineo al lado de los nostálgicos del papel. Os dejo aquí una
especie de microrrelato/microrreflexión:
Ya no quedaban libros.
Las letras persistían, pero sus frágiles sueños de tinta habían sucumbido al yugo
digital. Habría literatura, mas nadie probaría de nuevo el veneno de El Nombre
de la Rosa.

8. alvaro lopez-linares derqui dijo:


25.06.2010 a las 5:13 pm

¿ Pueda ser que llamemos ” falta de madurez del mercado”, al simple hecho de
que el ” consumidor ( palabra odiosa, vive dios!!! ) de libros” y el ” de
tecnología” ( ahí va otro brochazo gordo) sean muy distintos entre sí? ¿ Quién
que gaste sus ahorrillos en libros, que ocupe sus ocios deambulando en tétricas
bibliotecas públicas, no está en las antípodas de quien gusta de Ipods y demás
criaturas y mascotas del luminoso bestiario digital?. También yo opto por el
Veneno de la Rosa ante esta triste omnipotencia de plástico de la nueva diosa
razón que es la Tecnocracia ( de la que también soy esclavo y terminal, muchas
veces feliz como ahora),
Un saludo de Victorderqui y gracias por vuestras opiniones.

9. Rudy dijo:
26.06.2010 a las 12:12 pm

Creo que hay que distinguir entre dos tipos de lectores, muy distintos entre sí. El
que podríamos llamar, no sé, bibliófilo, para el que la lectura es una pasión, y el
lector casual, que lee de vez en cuando como una opción más de ocio. Para el
primero, seguro que el cambio de papel a ebook será difícil; para el segundo, no.
Y los que crean bestseller, por simplificar la cuestión, son los segundos.

Los primeros, nos joda o no, somos una minoría y no vamos a decidir el futuro
del mercado.

10. Rudy dijo:


26.06.2010 a las 12:22 pm

Dicho de otro modo, la gente que por las mañanas, de las que va en el tren al
curro, aprovecha para leer algo (bastantes, en mi experiencia) y a veces
verdaderos tochos, sospecho que preferirán mayoritariamente poder leerlo
cómodamente en un aparato ligero, pequeño y de calidad.

Los que, cuando les dices “vamos de copas” o “vamos al cine” prefieren
quedarse en casa leyendo un buen libro, seguro que no, que adorarán el tacto de
las páginas y la consistencia del papel.

Pero los que van a decidir el futuro del mercado, repito, son los primeros, no los
segundos. Los segundos no son otra cosa que una minoría anacrónica. Que no
desaparecerá (igual que no han desaparecido los coleccionistas de espadas
medievales) pero que no van a decidir el rumbo de la corriente mayoritaria en la
edición de libros.
En otras palabras, que me digáis (o que yo mismo diga) que es preferible el
papel al libro electrónico. No es relevante. Es evidencia anecdótica y tiene tanta
validez como si yo llego a la conclusión de que todos los franceses son zurdos
porque todos los franceses que mis amigos y yo hemos conocido resultan serlo;
el universo de muestreo comparado con la población total de Francia es ridículo
y carece de relevancia.

Contextualizar las cosas es importante y deberíamos tener en cuenta que los que
hablamos aquí, por lo general, formamos parte de una minoría.

11. alvaro lopez-linares derqui dijo:


26.06.2010 a las 12:51 pm

Cierto, cierto Rudy, no cabe duda. Lo que afirmas es cierto y, de verdad, que me
gustaría tener contrareplica. No la tengo, ni poseo conocimientos suficientes
sobre el arte de las empresas editoriales como para poder decir nada. Es solo
que, como ” miembro” de esa minoría ( enamorada de los libros) veo con dolor
y preocupación la posible ( quizás no, ojalá que no) desaparición de aquello que
amo. Pero es cierto, no deja de ser un desahogo individual sin relevancia para
nadie, salvo yo mismo … u otros ( por pocos que sean) que puedan sentirse
como yo ( que, esa sí que es una de las grandes - grandísimas- aportaciones de
internet). En fin, gracias por tus palabras. Aunque yo refunfuñe contra las ”
nuevas tecnologías” es un verdadero placer ( casi un milagro, casi magia - como
diría Arthur C Clarke-) poder ” charlar” con un gran autor español de ciencia
ficción. Lo dicho, rudy, un abrazo y te leo. Victorderqui.

12. PP dijo:
30.06.2010 a las 1:01 am

Sin embargo, el libro posee algo que el e-book no tiene: consistencia física.

Quiero decir: imaginemos (no es tan difícil, ya lo hemos visto en más de una
novela) un mundo con problemas graves de suministro energético. Tanto, que
éste no sea de acceso barato a la inmensa mayoría de la población (quizá vamos
hacia eso, de hecho: el problema de la energía, más que el de la contaminación o
el de las fuentes de producción, es el más importante a medio y largo plazo para
todo tipo de industrias hoy).

Un e-book o un dispositivo similar necesita energía para funcionar. Sin “pilas”,


se agota, no funciona. Un libro siempre se puede abrir, hojear, leer y cerrar;
siempre está ahí, de manera física, con independencia de que el lector sea rico,
pobre, viva en la ciudad o en un camping.

Un colapso energético nos dejaría sin e-books, sin ordenadores y sin millones de
datos y cifras almacenadas hoy en la “nube” o en discos duros o pinchos de
memoria que quedarían inservibles.

Pero el libro seguiría estando ahí.

¡Papel y tinta forever!


El círculo sin fin
Rodolfo Martínez

06.04.2010 | Zascandileando

“Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, dicen.

Pero lo que no sabía Santayana (venga, no seáis tímidos, consultad al Oráculo de


Delfos… digo, a Google, o buscadlo en la Wikipedia, que al pobre Santayana se pasan
la vida citándolo sin que, en la mayoría de los casos, tengan la menor idea de quién fue)
es que en algunos casos parecemos condenados a repetir la historia incluso aunque la
conozcamos. Bueno, o igual sí que lo sabía, pero no lo dijo. O lo dijo pero nadie le
escuchó, que todo puede ser.

¿A cuento de qué digo esto?

Muy sencillo, a cuento de que la industria editorial parece haberse empeñado en repetir,
con auténtico entusiasmo y entrega, todos y cada uno de los errores que en su día
cometió la industria discográfica.

Así, no es raro que nos encontremos con verdaderos absurdos empresariales como el
hecho de que un eBook cueste casi lo mismo que un libro impreso. ¿Por qué? ¿Por qué
el lector del libro electrónico tiene que asumir y pagar los costes de un producto que no
ha comprado? Esperad, oí que decía el otro día un editor. Que el coste de impresión de
un libro es en realidad una parte mínima. Lo que de verdad cuesta dinero es el proceso
de revisión, traducción –si la hay-, maquetación, diseño e ilustración de cubierta. Y
todos esos costes deberían repercutirse tanto en el producto impreso como en el
electrónico.

Bueno, sí, cierto, pero menos.

Porque lo que este hombre no nos dice es que los costes realmente grandes son los de
almacenamiento y distribución del libro físico. Unos costes que el eBook no tiene.

Así que, repito, ¿por qué tiene que pagarlos el comprador.

La razón: porque sí. Porque puedo. Porque no me fío de que esto vaya a funcionar o no
me destruya el negocio. Así que lo vendo, porque no me queda más remedio, pero voy a
exprimirlo hasta la última gota, por si acaso. E iré racaneando y paso a paso, sin fiarme.

Así que venderás poco y caro. Y, a la larga, nada.

Puedo entender ese comportamiento empresarial. Al fin y al cabo, las empresas, una vez
que han encontrado su nicho en el mercado, se vuelven conservadoras y juegan siempre
a arriesgar lo menos posible. Ya no son los jóvenes emprendedores que iniciaron un
negocio en el garaje de su casa y que no tenían nada que perder. El momento de
arriesgar ha pasado y ahora hay que mantener lo que hemos conseguido.
Que sean tan miopes como para ignorar que el primero que le eche un par de narices y
empiece a poner sus libros electrónicos a precios realistas va a forrarse… bueno,
tampoco me sorprende, en realidad. Sobre todo porque, llegados a ciertos niveles
empresariales, el que toma la decisión ya no es el dueño de la empresa, sino un
ejecutivo que tiene que responder ante un consejo de administración que quiere unos
beneficios anuales jugosos. Pensar a largo plazo queda fuera de la cuestión.

Sin embargo, no puedo por menos que preguntarme… ¿por qué los escritores, al menos
algunos, les están haciendo el juego? ¿Por qué se enrocan en actitudes gremiales y están
empezando a comportarse como lo hicieron algunos artistas audiovisuales tiempo atrás,
exigiendo cánones, prebendas y, sobre todo, legislación a la medida de sus intereses?

Quizá porque tienen miedo. La llegada del eBook puede suponer que su medio de vida
deje de existir. Que la forma en que se ganan las lentejas se vuelva obsoleta y el escritor
profesional, tal como lo conocemos hoy en día, desaparezca del mapa.

No creo que pase eso. Al contrario. Pienso que el eBook puede significar, entre otras
cosa, una liberación del escritor de ciertas servidumbres que lo atan ahora mismo, puede
hacer que prescinda de intermediarios y que culmine el proceso iniciado en la
Revolución Industrial (cuando dejó de depender de un mecenas y empezó el lento
camino que le llevaría a hacerlo sólo del favor del público) y pueda llegar directamente
a sus lectores.

El eBook traerá problemas, qué duda cabe. La forma de encarar el oficio de los
escritores cambiará. Tiene que hacerlo. Nunca ha habido cambios tecnológicos que no
implicaran un cambio social, y éste no va a ser una excepción.

Sin embargo, también es una oportunidad. Una buena oportunidad si se sabe


aprovechar.

De momento, tengo claro que en mis próximos contratos editoriales me reservaré los
derechos para la edición en eBook. Quizá con eso no consiga nada, o lo haga tan
rematadamente mal que sea un completo desastre. Pero la ocasión está ahí. Y, en lugar
de lamentarme y de pedir protección a un estado que, por proteger los intereses de otros
colectivos, se está cargando ciertos derechos y mosqueando más de lo que debe a sus
votantes, tengo claro que lo que hay que hacer es aprovechar la oportunidad.

Hay suficientes iniciativas en la red que demuestran que, si pones unos precios realistas
y razonables, la venta de música por internet puede ser un buen negocio. No veo por
qué va a pasar lo contrario con el libro electrónico.

A menos que sigas enrocado en tu absurda posición y trates de imponer unos precios
que los lectores no están dispuestos a pagar. A corto plazo, quizá tengas éxito.

A largo, seguirás el mismo camino que los dinosaurios.


4 respuestas

1. Blas dijo:
06.04.2010 a las 8:31 am

Hemos estado hablando de todo eso en el Blog de César Mallorquí.


http://fraternidadbabel.blogspot.com/2010/03/sobre-la-cultura-y-otros-lujos.html

2. Sim dijo:
06.04.2010 a las 10:42 am

Pienso que sí, que el libro electrónico afectará a toda la cadena, editor, autor,
librero… Ahora bien, en el momento presente, el precio del LE puede ser alto o
bajo, depende. Si partes del libro papel, entonces el coste material es casi cero,
de donde sólo hay que repercutir margenes comerciales, derechos e impuestos…
eso situa un pvp del LE en un 20-30% sobre el PVP papel, más lo que te quiera
cobrar el vendedor (que esta es otra). Este esquema cambia si el LE tiene que
soportar por si solo diseño y promoción, entonces el PVP final no creo que baje
del 60-70, en algunos casos 80% sobre el pvp papel.
En cualquier caso, el conservadurismo de la industrial editorial iberoamericana,
e incluso europea, en el caso del LE, tiene más que ver con la inmadurez del
invento y, muy especialmente, con hábitos de consumo que asignan valor cero a
los bienes intangibles. Pienso que una buena medida para impulsar el sector
sería dar, con el libro papel, una copia en formato electrónico. Pero lo cierto es
que hay tantas incertidumbres que es comprensible que casi nadie arriesgue en
este campo.

3. Zascandileando « Escrito en el agua dijo:


06.04.2010 a las 11:02 am

[...] encontrar la primera entrega aquí mismo. © 2010, Rodolfo MartínezLa vida
es sólo un vistazo momentáneo de las maravillas de este [...]

También podría gustarte