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ANÁLISIS 

SOBRE LA PENA DE MUERTE EN VENEZUELA Y SUS


POSIBLES CONSECUENCIAS JURÍDICAS

El tema de la pena de muerte para administrar justicia, desde tiempos antiguos


ha creado mucha polémica en la sociedad, pues siempre ha tenido sus
opiniones a favor y en contra. Como su nombre lo indica, la pena de muerte
consiste en quitar la vida de la persona que, de acuerdo al juez, es considerada
culpable de una falta grave

La pena capital fue siempre utilizada en base a dos argumentos: como


forma de castigo para el criminal y al mismo tiempo como una manera de
prevención de otros delitos.

La pena de muerte es una consecuencia jurídica de un delito o acto ilícito


cometido contra la sociedad. En tanto castigo, su fin es imponer orden dentro
de la sociedad; es, también, una medida de disuasión y pese a ello intenta
legitimar un acto pretendidamente justo en aras de la paz social ante un
sistema de justicia perfectible, incapaz de mantenerla por sus propias normas.

En cuanto al sistema penal venezolano, la pena privativa de libertad ha


constituido la máxima sanción por excelencia.

En tal sentido se desarrolla el marco normativo previsto para la ejecución


penal, destacando los principios rectores sobre los que se sustenta la validez
jurídica de la normativa relativa a la ejecución penal. Al respecto, se identifican
los criterios formales que constituyen el punto de referencia para determinar la
legitimidad interna del Modelo de Ejecución venezolano en cuanto a la
correspondencia de las normas inferiores contenidas en las leyes o
reglamentos de la materia con los principios de legalidad, judicialidad, igualdad,
humanidad, proporcionalidad y necesidad consagrados en la Constitución
Nacional y los instrumentos internacionales.

Tal como ha quedado descrito, en Venezuela, la ejecución de la pena responde


a los parámetros constitucionales de legalidad (Art. 49, Ord. 6º), judicialidad
(Art. 44, Ord. 1º; Art. 49, Ords. 1º, 2º, 3º y 4º), humanidad de las penas (Art. 46,
Ords. 1º y 2º; Art. 44, Ord. 5º) e igualdad (Art. 21) como garantías ciudadanas
frente a la imposición punitiva.

Adicionalmente, en forma especial el ordenamiento jurídico constitucional


vigente presenta una consideración expresa en relación a un punto
fundamental del derecho penal: la función de la pena privativa de libertad y de
otras fórmulas de cumplimiento de penas.

En efecto, el artículo 272 del texto constitucional, al tiempo que establece


expresamente el respeto que en la ejecución de las condenas penales ha de
procurarse sobre los derechos humanos del recluso, consagra la función
rehabilitadora de la pena privativa de libertad. Por lo que, si bien recoge parte
de la propuesta garantista del derecho penal mínimo, no obstante, subsiste en
él la idea del tratamiento y de la resocialización.

En general, se preferirá en ellos el régimen abierto y el carácter de colonias


agrícolas penitenciarias. En todo caso las fórmulas de cumplimiento de penas
no privativas de libertad se aplicarán con preferencia a las medidas de
naturaleza reclusorio. El Estado creará las instituciones indispensables para la
asistencia post penitenciaria que posibilite la reinserción social del exinterno o
exinterna y propiciará la creación de un ente penitenciario con carácter
autónomo y con personal exclusivamente técnico.

Una característica fundamental de los derechos humanos es que son


inalienables, es decir, que pertenecen a todas las personas, sin importar cuál
sea su condición, etnia, religión u origen. Nadie puede verse privado de ellos,
independientemente de los delitos que haya cometido. Se aplican tanto al peor
como al mejor de los seres humanos, y por eso están ahí, para protegernos a
todos y salvarnos de nosotros mismos.

El tema se complejiza al considerar que no existe homogeneidad al pensar la


justicia, la dignidad, el bien individual y el común. Se ha mencionado, por
ejemplo, que países retencionistas tienen firma en Tratados Internacionales, de
manera que existe una contradicción en su normatividad.

La aplicación de la pena de muerte no es reciente; su historia data de siglos


atrás y siempre ha sido polémica, dado que siempre se ha revestido de
crueldad. Es ocasión para apreciar el lado inhumano del hombre, pues
defender la pena máxima es una decisión dada en detrimento de lo humano.

Sin embargo, la indignación frente a crímenes aberrantes se refleja en la


aprobación del castigo letal de los infractores, pero si sus crímenes son
repugnantes la pena capital no deja de serlo pues representa un agravio a la
humanidad. Las leyes, por el contrario, defenderán que se ejerce en beneficio
de la sociedad; no obstante, se pone en duda la correspondencia entre lo justo
y lo ético.

Ahora bien, los medios utilizados para llevar a cabo las ejecuciones han
variado conforme a la época y el fin que se persigue. En la antigüedad a la
pena de muerte se adhería la tortura previa y el espectáculo penoso en el que
el malhechor y el verdugo eran los protagonistas. Ahora estos componentes ya
no son necesarios ni permitidos; por tanto, se han desarrollado métodos más
especializados y efectivos. La crítica en este sentido se dirige tanto a la ciencia
como a la tecnología, pues se han desarrollado con el fin específico de
aniquilar la vida humana, no dejando de lado a sus usuarios, que en este caso
específico se trata de médicos.

Aquí, hablar de ciencia y tecnología presupone un sistema de actores, medios


y fines planteados, lo que se quiere decir es que la neutralidad ética en ellas no
se puede concebir desde este punto de vista. Científicamente, nunca se han
conseguido pruebas convincentes de que la pena de muerte disuada de la
comisión de delitos más eficazmente que otras penas.

El estudio más reciente de los resultados de investigaciones sobre la relación


entre la pena de muerte y los índices de homicidio, realizado para la ONU en
1988 y actualizado en 1996 y en 2002, concluía: “[...] la investigación no ha
conseguido demostrar científicamente que las ejecuciones tengan mayor efecto
disuasivo que la cadena perpetua. Y no es probable que lo consiga
próximamente. En conjunto, las pruebas científicas no ofrecen ningún respaldo
a la hipótesis de la disuasión”.

Puesto que la pena de muerte no es un acto de defensa propia contra una


amenaza inmediata a la vida, sino el homicidio premeditado de una persona
privada de libertad a la que podría tratarse de forma adecuada utilizando
métodos menos duros.

Sin embargo la pena de muerte es un tema que tiene tanto ventajas y


desventajas, la experiencia demuestra que, siempre que se emplea la pena de
muerte y se ejecuta a alguien, es posible que otras personas que han cometido
delitos similares, o incluso peores, se salven. Las personas ejecutadas no son
necesariamente aquellas que cometieron los peores delitos, sino las que eran
demasiado pobres para contratar a un abogado hábil para defenderlas o las
que se enfrentaron a fiscales más duros o a jueces más severos.

La pena de muerte puede evitar crímenes, puede disuadir a asesinos en


potencia, puede salvar vidas. Debido a que a partir de la aplicación del castigo
a uno, los próximos criminales, que generalmente no creen que serán
descubiertos y castigados, sabrán la consecuencia de su accionar, pudiendo
perder su propia vida, siendo castigados por el gobierno; y de esta manera lo
pensaran os veces antes de cometerlo.

En el caso de Venezuela, hay actos como violación y asesinato tanto de niños


como de ancianos, asesinatos por racismo, por interés de dinero, que han
ocasionado muertes que han conmocionado a la sociedad, que han hecho
elevar la voz de diversos sectores de la sociedad venezolana, sobre la
necesidad de que sea legalizada la pena de muerte para estos delitos, sin
embargo otros sectores sobre todo los religiosos católicos, que señalan que el
legado del hijo de Dios es el perdón, por lo cual este es el principio que debe
prevalecer al ejercer la justicia de los hombres.

Aunque es un tema que debe ser analizado con cuidado, la pena de muerte
en casos justificativos, es una manera de proteger la vida de los ciudadanos,
ya que así quedaría totalmente garantizada la seguridad de ellos. Debido a que
es una forma de no correr el riesgo de que el criminal vuelva a cometer su
delito, y brindando así, tranquilidad, no sólo a las victimas afectadas, quienes
mientras el agresor siga con vida están con el alma en un hilo porque puede
regresar, sino también al resto de la población quienes están en igual peligro.

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