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El Marxismo como fuente de disputa entre la verdad y el saber

Por: Alfredo Espinosa Rodríguez

Introducción:

El presente trabajo surge de dos dudas casi existenciales para un militante de izquierda en
los momentos actuales. ¿Es posible o necesario reformular la teoría y el pensamiento crítico
Latinoamericana?, y ¿por qué el marxismo se encuentra en disputa entre su noción de
verdad y saber? Para ello elaboré un documento que fue sometido a discusión al interior
del Movimiento al Socialismo (MAS) de Ecuador, que integra la Liga Internacional de
Trabajadores Cuarta Internacional. La crítica constructiva y la problematización sobre el
marxismo en su vertiente trotskista pretenden esbozar algunos pasos –quizás pequeños,
pero importantes- a la hora de replantear la teoría crítica en América Latina. Por ello, este
documento se despoja de cualquier dogmatismo canónico de vieja sepa, ya que su finalidad
no es contribuir a la estilización de las arengas políticas; sino más bien al debate académico
político.

Carta dirigida a los compañeros del Movimiento al Socialismo (MAS) de la Liga


Internacional de los Trabajadores Cuarta Internacional.

Estimados compañeros, uno de los problemas fundamentales para la reformulación de una


teoría crítica, que el debate de las organizaciones de izquierda ha eludido, es sobre la crisis
del sistema de pensamiento marxista; una crisis que se remonta desde mucho antes de la
caída del Muro de Berlín y el ascenso del Glasnost y la Perestroika.

Sin embargo, nuestras recurrentes consignas y alabanzas al sujeto político idealizado para
liderar la revolución internacionalista, fueron –en parte- la causa por la cual nos hemos
auto-alienado a un marxismo romántico que consciente o inconscientemente, desde las filas
de la militancia, elude la problematización sobre sus propias aporías; la principal de ellas
entre la Verdad y el Saber, discusión propuesta desde los espacios académicos por José


Licenciado en comunicación social por la Universidad Central del Ecuador; Maestrante de investigación en
Estudios Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar; Analista político; Tiene varias
publicaciones en los medios digitales: lalineadefuego.info, rebelión.org, y la Revista de debate Coyuntura de
la Universidad Estatal de Cuenca.
Elías Palti en su libro “Verdades y Saberes del Marxismo, Reacciones de una tradición
política ante su crisis”, escrito en 2005.

Frente a esta dicotomía provocadora, Palti esboza una pregunta para ahondar en el
escenario de la discusión: ¿Cuál es y en qué consiste esa instancia de Verdad en que el
marxismo, como práctica revolucionaria, se sostiene y cómo ésta –a través del discurso-
trastoca su Saber? (2005, 54). Quizá la respuesta a esta inquietud se encuentra en medio de
las discrepancias entre los dirigentes trotskistas Nahuel Moreno y Ernest Mandel, por
ejemplo sobre el supuesto surgimiento de un sistema neocapitalista de producción1; en cuya
polémica subyace el carácter liquidacionista (o no) del trotskismo como Verdad implícita
del marxismo.

Lejos de asumir beneplácitamente las interpretaciones y argumentos de José Elías Palti,


esbozo algunos lineamientos que considero importantes para discutirlos al interior de la
organización. Espero también que este diálogo no sucumba ante la inmediatez de los
acontecimientos nacionales y locales, porque nuevamente seríamos víctimas de nuestros
propios descuidos.

No debemos olvidar que “si bien es cierto que al sostenimiento de una militancia política le
es inherente una cuota de “optimismo revolucionario”, no es menos el tener que confrontar
permanentemente las contradicciones que esa misma práctica genera” (Palti 2005, 56).

La sintomatología de la crisis

Problematizar sobre el concepto de crisis implica remontarse a sus nociones primigenias


tanto en la medicina como en el derecho. En el primer caso, el término crisis –cuyo origen
es griego- implicaba “una mutación grave que sobreviene en una enfermedad para mejoría
o empeoramiento”, así como también “un momento decisivo en un asunto de importancia”

1
“Aun cuando esta no era exactamente esta la conclusión de Mandel, el concepto de neocapitalismo planteaba
claramente la alternativa de que los cambios ocurridos en el nivel de los modos de producción estarían
haciendo inactual, en los países desarrollados, la perspectiva de una revolución socialista” (Palti 2005, 75).
Para Mandel: “mientras el capitalismo clásico educaba al obrero para que luchara por mayores salarios y
menos horas de trabajo en su fábrica, el neocapitalismo lo educa para desafiar la división del ingreso nacional
y la orientación de la inversión al nivel superior de la economía en su conjunto” (International Socialist
Review 1968, Mandel 1968 en Moreno 2010, 384). A lo cual Moreno interrogó “¿Las masa trabajadoras del
mundo se han movilizado cuestionando la conducción capitalistas de las empresas y el carácter alienante del
consumo?” (2010, 385).
(Corominas 1996 en Palti 2005, 13). En el segundo, el término alude al “momento en que
se produce una sentencia” (Palti 2005, 13).

A pesar de sus distinciones, ambas perspectivas se encuentran atravesadas por una


dimensión temporal (de momento), incluso si esta es de carácter crónico (al exteriorizar
contradicciones o conflictos latentes), pues lleva implícita la idea de superación; razón por
la cual, cada crisis encuentra su momento de resolución.

En el caso del marxismo, la crisis es mucho más profunda porque es de índole conceptual y
-por ende- representa una situación (hasta el momento) indefinida. La posible superación de
esta dificultad implicaría una crítica sustancial, incluso a la esencia de los fundamentos
teórico marxistas para mostrar su posibilidad de existencia en este nuevo siglo.

Emprender esta relectura de Marx no para actualizar el dogma, sino para encontrar un
pensamiento crítico y hacer inteligible el mundo contemporáneo, traería como resultado la
muerte del horizonte de sentido y de inteligibilidad del marxismo (soviético stalinista), que
en su praxis política legitimó un Estado de Bienestar incapaz de dar respuesta a la
transnacionalización del capital internacional.

Esta crisis también se encuentra en las organizaciones de izquierda (partidos y movimientos


políticos), que operaron bajo este esquema de pensamiento y fueron concebidos como el
medio principal para la organización política; una especie de pre-Estado para llegar al
Estado, y en consecuencia al poder.

¿Es ésta únicamente la crisis del stalinismo y del marxismo soviético?

De ninguna manera, no debemos olvidar que desde 1923 e incluso después del fin de la
URSS, el stalinismo edificó su propia narrativa histórica como Verdad única del marxismo,
a través de sus instituciones del saber2. De esta manera, por obra y gracia del sentido común

2
Desde la perspectiva de Michel de Certeau, las instituciones del saber son las encargadas de regular ciertas
narrativas, investigaciones y un conjunto de supuestos epistemológicos que responden a momentos históricos;
pero también imposibilita otras, principalmente porque las instituciones del saber obligan a los sujetos a
pensar de una determinada manera. La escritura juega un papel importante para la construcción de
comunidades epistémicas que se legitiman desde las narrativas, pero también desde rituales de consagración.
En el caso de URSS esto calzaría perfectamente en el enfrentamiento con el nazismo, en el campo de batalla
así como en los discursos se legitimó el stalinismo como vanguardia de la izquierda, aquellas voces disidentes
que defendieron la Oposición de Izquierda fueron consideradas contrarrevolucionarias o agentes del fascismo.
(doxa), la mayoría de personas considera: primero, que todos los partidos y organizaciones
políticas de carácter marxista son iguales y; segundo, que al ser todos marxistas son a la vez
stalinistas. Es decir, se naturalizó la homologación del marxismo en una sola categoría: la
stalinista.

¿Quiénes se beneficiaron históricamente con esto? Sin lugar a dudas el propio stalinismo, a
quien poco o nada le importó formar parte del sentido común de las personas con tal de
adjudicarse el título de “socialismo real”; pero también y sobre todo al imperialismo, ya
que exhibía propagandísticamente “el salvajismo desenfrenado” de Stalin y, casi por
antonomasia, del marxismo. (Trotsky 1938 en El Socialista Centroamericano 2010, 44).

No dejo de reconocer el trabajo de la IV Internacional (1938) por mantener vigente la


presencia de la oposición de izquierda en la esfera mundial, tanto en el ámbito académico
como organizativo. Su existencia en sí representa (todavía) un intento por destruir la doxa
que asimila al marxismo y al stalinismo como uno solo. Sin embargo, aunque la identidad
de nuestro discurso es reconocida en el terreno de los grandes debates entre organizaciones,
militantes e intelectuales, todavía no llega a las masas3.

¿A qué se debe esto? Una respuesta tentativamente polémica alude a que desde el
trotskismo se continúa observando el devenir histórico como resultado de una crisis de
dirección4 y en base a esta premisa, hartamente planteada por Nahuel Moreno y Ernest
Mandel, seguimos discutiendo los problemas de la política nacional e internacional.

3
En sus diversos escritos, Trotsky y Ernest Mandel, del Secretariado Unificado, realizaron lo que Eduardo
Grüner y otros autores denominarían como la objetivación de una situación histórica a partir de las narrativas
oficiales, en este caso del stalinismo. Por ello, a más de argumentar en sus textos sobre la crisis de dirección
de la URSS, también situaron los conceptos que operaban en ese horizonte de inteligibilidad para mostrar
cómo se construyó ese mundo histórico. De esta manera, por ejemplo, tanto en el Programa de Transición de
1938 elaborado por Trotsky, así como en el libro Treinta preguntas y treinta respuestas en torno a la nueva
"Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética", de Ernest Mandel; se evidencia cómo la disputa por
los conceptos y categorías de una época (la del auge stalinista) generó tensiones en el trotskismo que
permitieron visibilizar las percepciones de sus textos. Nahuel Moreno, trotskista argentino fundador de la
Liga Internacional de los Trabajadores Cuarta Internacional, realiza este mismo ejercicio conceptual, pero en
el ámbito de los grandes debates y discrepancias entre tendencias trotskistas, principalmente en su texto El
Partido y la Revolución, en el cual sostiene el carácter impresionista y revisionista de Ernest Mandel.
4
“La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria” (Trotsky 1938, en El
Socialista Centroamericano 2010, 5).
Para ninguno de nosotros resulta ajeno que de 1923 a 1987 (año en que falleció Nahuel
Moreno) se tenía como único principio de certidumbre, para superar la crisis del marxismo,
la caída del stalinismo y todo su aparato político-burocrático. Esto traería consigo –
supuestamente- el triunfo de una dirección revolucionaria (auténticamente bolchevique)
que retome el trabajo de los soviets. No obstante, todos sabemos el desenlace de esta
historia, en 1991 la URSS se disolvió y con ella el horizonte de inteligibilidad que sirvió de
sustento para interpretar la crisis del marxismo como crisis de dirección.

Palti polemiza en este tema y mira en la desintegración de la URSS la presencia de lo que


Nietzsche denominaría “experiencia abismal”, entendida como un “tipo de perturbación
subjetiva que genera la aparente quiebra de todo horizonte de inteligibilidad” (2005, 19). La
consecuencia fue una supuesta falta de alternativas, hecho que legitimó la figura de los
denominados sujetos “trágicos”. Es decir, ciertos marxistas que no renunciaron a este
horizonte de sentido, a pesar de considerarlo arcaico.

Otros optaron por la indiferencia desde el momento en que dejaron de asumir la teoría y
práctica marxista, a partir de la disolución de la URSS; o en su defecto, por la negación
tajante de la crisis al considerar vigente los postulados marxistas. En ambas situaciones, los
sujetos políticos no reconocen la crisis conceptual del marxismo, porque ya no se puede
legitimar algo en lo que no se cree, como en el primer caso; o porque la crisis es vista
únicamente en el ámbito de la dirección revolucionaria, como en el segundo.

Sin embargo, la noción de “experiencia abismal” surge en el trotskismo mucho antes de


1989 o 1991; esta se remontaría a 1923, cuando inició la burocratización de la Revolución
de Octubre y los constantes fracasos de la Internacional Comunista que denunció Trotsky5
como producto de la crisis de dirección del bolchevismo. Es en este escenario donde se
generó el primer quiebre en el horizonte de inteligibilidad para el trotskismo, como Verdad

5
“Desde principios de 1923 la Internacional Comunista no ha sufrido más que derrotas: en Alemania y en
Bulgaria, en Inglaterra y en China. En otros países las derrotas no han sido tan dramáticas, pero también son
graves. En todos los casos, la causa inmediata de esas derrotas ha sido la ceguera oportunista de la dirección.
Queda decir que la más grave de esas derrotas es la que Stalin prepara dentro de la República Soviética:
parece que se ha fijado como objetivo pasar a la historia con el título de gran organizador de derrotas”.
(Trotsky 1929, 6)
implícita del marxismo; lo que vendría después –entre 1989 y 1991- sería el resultado de la
descalabrada administración burocrática de la URSS.

En este sentido, el trotskismo entendió la crítica de la razón marxista como la recuperación


de la dimensión histórica de los procesos humanos que dieron lugar a la Revolución de
Octubre. Desde este enfoque, pensar la política implicó –por medio de las diversas obras de
Trotsky y los trotskistas- repensar en los fracasos del marxismo soviético no solo en el
ámbito de sus discursos, sino también en la materialidad de su praxis. Cabe anotar que las
explicaciones trotskistas únicamente se enfocaron a problematizar sobre la crisis del
marxismo como resultado de una crisis de dirección.

Aunque este proceso contribuyó a repensar el “socialismo real” por medio de una relectura
histórica sobre el origen político de este concepto. No pudo avizorar –ni siquiera en el
retorno a la naturaleza trágica de la existencia del “socialismo real”- dilemas conceptuales
mucho más amplios y profundos como el de la restauración del capitalismo en los países
alineados con el marxismo soviético (stalinista). “¿Se trató de un triunfo o de una derrota
para la clase obrera?, ¿fue este el resultado paradójico de una revolución política o el
desenlace natural de la contrarrevolución social?”6 (Palti 2005, 59).

Debemos ser conscientes que si la tarea esencial de la crítica es poner en crisis un sistema
de pensamiento, a pesar de los sesudos trabajos teóricos elaborados por Trotsky y los
trotskistas, y su correspondiente asimilación en organismos como el Secretariado Unificado
y la Liga Internacional de Trabajadores Cuarta Internacional, la crítica de la razón marxista
no cumplió este objetivo con el “socialismo real”. La historicidad de los acontecimientos
demostró que la crisis del sistema de pensamiento marxista soviético fue producto de sus
propias contradicciones y de la incidencia del imperialismo.

Esto no significa que los trabajos intelectuales y el esfuerzo organizativo de Trotsky y los
trotskistas fuera en vano; al contrario, en la mismidad y creatividad de sus argumentos se

6
Para Trotsky, el pronóstico político tenía un carácter alternativo: “o bien la burocracia, convirtiéndose cada
vez más en el órgano de la burguesía mundial en el Estado obrero, derrocará las nuevas formas de propiedad y
volverá a hundir al país en el capitalismo, o bien la clase obrera aplastará a la burocracia y abrirá el camino
del socialismo” (Trotsky 1938, en El Socialista Centroamericano 2010, 41).
encuentra precisamente la razón fundamental por la cual el trotskismo demostró ser la
Verdad implícita del marxismo, a pesar de sus contradicciones internas.

Lo expuesto no solo relata la crisis de inteligibilidad del marxismo soviético (stalinista),


sino que también pone en evidencia cómo esta incidió en la crítica de la razón marxista que
formuló el trotskismo a lo largo de su historia. Por ello, es importante mencionar cuatro
aspectos que integran el sentido trágico trotskista y que obvia Elías Palti al momento de
justificar la derrota final del marxismo y la emergencia de un pensamiento postmarxista.

El primero, tiene que ver con la frustración que provocó el no dislocar al “socialismo real”,
pese a la objetivación de la situación histórica de la URSS a partir de sus narrativas
oficiales y la posterior crítica de la razón marxista. El segundo, está relacionado
directamente con la crisis del horizonte de sentido del “socialismo real”, producto de la
homologación perversa que redujo el marxismo a su categoría stalinista, a tal punto de crear
una doxa (resguardada celosamente por la militancia stalinista y su aparato de propaganda)
que hasta la fecha se resiste a ser destruida.

El tercero se refiere a la caída de la URSS en 1991, porque junto con ella también se
derrumbó una posible alternativa a la modernidad capitalista, hecho que dio origen a la
postmodernidad no como algo ajeno, sino como el triunfo de la modernidad capitalista. Es
decir, “la posibilidad de otros órdenes sociales era característica de la modernidad. Una vez
que se desvanece esa posibilidad, surge algo así como la postmodernidad” (Jameson 1990,
en Palti 2005, 43). Esto significa que ni en el auge del stalinismo y peor aún en su derrota,
el trotskismo fue considerado como una alternativa frente a la modernidad capitalista.

Finalmente, el cuarto punto tiene que ver con los intentos del trotskismo por mantener
vigente el pensamiento marxista como mecanismo de inteligibilidad para interpretar su
propia situación y el desenvolvimiento de los fenómenos sociales, durante el dominio de la
postmodernidad.

La sinergia de estos cuatro elementos nos permite evidenciar por qué la crisis del sistema
de pensamiento marxista no le atañe únicamente al “socialismo real”, sino también al
trotskismo; y cómo este dilema en su conjunto supera las premisas de una crisis de
dirección.
Elías Palti elude estas minucias importantes para la reflexión marxista, las mismas que
permiten mostrar –como se mencionó al inicio del presente trabajo- su posibilidad de
existencia en este nuevo siglo. Al hacer esto, Palti avala la “derrota final” del marxismo
(2005, 89). Bajo este parámetro utiliza la doxa como medio de homologación del sistema
de pensamiento marxista con su categoría stalinista, tal como lo hizo el “socialismo real”
(incluso después de su debacle), o el capitalismo globalizado de la postmodernidad. No
obstante, Palti no se encuentra inscrito en ninguno de estos paradigmas; su intención es
legitimar el postmarxismo o el marxismo post-estructuralista.

Por ello se pregunta “¿cómo puede reconstruirse el marxismo como horizonte político
práctico una vez que se admite que toda su teoría se encuentra hoy desechada, que no
alcanza a dar cuenta de la realidad ni de su propia situación?” (2005, 89). Inquietud a la que
intentarán dar respuesta Laclau, Zizek, la escuela althusseriana, y el mismo Bolívar
Echeverría.

Sin embargo, esta premisa propuesta por Palti daría cuenta de la fisura entre Verdad y
Saber en el marxismo, ya que busca posicionar desde las instituciones del saber la tesis de
que la revolución obrera condujo a la restauración del capitalismo (2005, 80). Visto así,
todo el sistema categorial del marxismo –sin ningún tipo de excepción- entraría en crisis.
Es decir, su esencia como Saber quedaría dislocada, aunque su noción de Verdad sobreviva
en el dogma y la ideología.

¿Cuál es la alternativa? Si en un primer momento fue repensar la crisis y sus debates desde
las experiencias trágicas de la política para determinar qué tan inteligible es el marxismo en
sí mismo, y como vehículo para el entendimiento de la realidad. Hoy el trotskismo tiene
que conocer a fondo las nuevas narrativas post-estructuralistas para problematizarlas,
asumirlas (de ser el caso) o provocar las respectivas críticas a sus categorías.

En este proceso, como se evidencia en el presente documento, no hay ventajas históricas


dirimentes, porque en esta nueva época ambos –trotskismo y post-estructuralismo- parten
de la incertidumbre para alcanzar su Verdad.
BIBLIOGRAFÍA:

El Socialista Centroamericano. 2010 “El Programa de Transición”. Consulta: 23 de junio.


2015. < http://elsoca.org/pdf/esca/Programa%20de%20Transicion.pdf>

Moreno, Nahuel. 2010 “El Partido y la Revolución”. San Pablo: Lorca.

Palti, Elías. 2005 “Verdades y Saberes del Marxismo. Reacciones de una tradición política
ante su crisis”. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Trotsky, León. s. f. “La Tercera Internacional después de Lenin (o el gran organizador de


derrotas)”. Consulta: 23 de junio. 2015.

<https://www.marxists.org/espanol/trotsky/eis/1928-comintern-depues-de-lenin.pdf>

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