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Diana Elsa Morán Garay, poeta, ensayista, educadora y activista de movimientos patrióticos , nacio

en el poblado de Cabuya, Chame, el 17 de noviembre de 1929, pero vivió en su niñez y juventud


en los barrios populares de la ciudad de Panamá. El mes de nuestras efemerides patrias no seria
completo sin una referencia a esta extraordinaria mujer que aporto al asentamiento de la
nacionalidad panameña.

Diana Moran se recibió como profesora de segunda enseñanza con especialización en español en
la Universidad de Panamá, en 1954. Fue nombrada entonces como profesora de segunda
enseñanza en el Colegio Salomón Ponce Aguilera, en Antón, provincia de Coclé. Se afilio a la
Asociación de Profesores de la República de Panamá, a cuya formación dedicó catorce años de
trabajo organizativo.

Habiendo compartido muchas de las necesidades que golpeaban a los barrios populares de Santa
Ana, el Chorrillo, San Felipe, el Marañón y Calidonia, su entorno, y henchida de una alta
sensibilidad social que la acompaño desde su primera juventud, Diana Moran lucho, siempre, por
un orden social igualitario en Panama. Igual abrazo la defensa de los derechos humanos y políticos
en la región centroamericana y el Caribe.

La literatura, la palabra, las letras, fueron las mejores armas de Diana Moran en su lucha por una
sociedad mas justa. En 1965, obtuvo el Premio Ricardo Miró de poesía con el libro Gaviotas de cruz
abierta.

En 1969, siendo la Secretaria de Cultura y Asuntos Educativos de la Asociación de Profesores de


Panamá, y docente del Inst. Fermin Naudeau, Diana Moran se mostro abiertamente contraria al
golpe de estado acaecido un año antes. Fue exilada, primero en Venezuela y despues en Mexico
donde se doctoro en Lingüística y Literaturas Hispánicas en el prestigioso Colegio de México
(1979). En el pais azteca ejerció como profesora titular de tiempo completo e investigadora en
prestigiosas instituciones academicas.

La contribucion de Diana Moran a la poesia y la critica literaria fue vasta. Sus esfuerzos por
introducir a los jóvenes panameños a la literatura se materializaron en ese formidable libro de
texto que lleva por titulo: "Iniciación Literaria, para III año" de cuyas paginas muchas generaciones
de estudiantes han tenido la fortuna de beber.
Diana Moran mostro rasgos de su alma rebelde y de una gran fortaleza, desde sus primeros libros.
Posterior a los sangrientos y heroicos hechos del 9 de enero de 1964, esa inquebrantable mujer
escribio "Soberana presencia de la Patria", uno de los poemas mas "dulces" que recoge la lucha
generacional por la recuperacion de la antigua Zona del Canal

Diana Morán murió en el exilio, en México, el 10 de febrero de 1987. Su última voluntad de


reposar eternamente en las aguas del Canal de Panamá fue cumplida en el año 2004, cuando sus
cenizas fueron esparcidas en el Canal.

Varios han sido los reconocimientos a su memoria entre ellos se encuentra el Taller de escritura
creativa "Diana Morán" de la ciudad de Panamá. En el año 2012, el X Encuentro de Escritoras en
Panamá dedicó todas sus actividades a recordar su obra. El documental Diana Morán, Flor de
Terquedad fue seleccionado para competir en el Festival Internacional de Cine de Centroamérica y
el Caribe ICARO 2012, llevado a cabo en Guatemala. El Festival Internacional de Poesía Ars Amandi
de Panamá dedicó su edición de 2012 a su memoria. Hoy, una avenida que recorre las cercanías de
la urbanización Los Llanos de Curundú, en la antigua Zona del Canal, lleva su nombre.

Morán, Diana (1932-1987).

Poetisa, ensayista, filóloga y profesora universitaria panameña, nacida en la ciudad de Panamá el


17 de noviembre de 1932 y fallecida en Ciudad de México (México) el 10 de febrero de 1987.
Autora de una brillante producción literaria que sobresale por su espíritu revolucionario y
combativo, desplegó también una intensa labor como docente e investigadora que, por medio de
su entusiasta acento patriótico, la convirtió en una de las figuras femeninas más destacadas de la
intelectualidad panameña del siglo XX.

Inclinada desde su juventud hacia el conocimiento de los saberes humanísticos y el cultivo de la


creación literaria, tras cursar estudios superiores de Letras orientó sus pasos profesionales por el
sendero de la docencia; y así, durante casi toda su trayectoria laboral en Panamá ejerció como
profesora en el Instituto Fermín Naudeau, de la capital del país, donde pronto se reveló como una
de las maestras más queridas y admiradas por todas las promociones de estudiantes que pasaban
por sus aulas. En efecto, Diana Morán no se limitó a transmitir a sus alumnos los vastos
conocimientos filológicos que poseía (plasmados también en sus fecundos trabajos de ensayo e
investigación), sino que utilizó la preeminencia que le otorgaba su cargo docente para forjar en
sucesivas generaciones de jóvenes panameños la identidad cultural nacional, el amor a la patria y
el respeto y la veneración por la literatura, el arte, la música y, en suma, todas las manifestaciones
artísticas del conocimiento humano.
Por desgracia, esta fructífera labor docente se vio bruscamente interrumpida en 1968, a raíz del
golpe de Estado que, protagonizado por la Guardia Nacional y el teniente coronel Omar Torrijos,
arrebató la presidencia de la República a Arnulfo Arias Madrid y puso los designios del país
centroamericano en manos del coronel José María Pinilla. Era, a la sazón, Diana Morán dirigente
de la Asociación de Profesores, cargo desde el que se significó públicamente en contra del nuevo
régimen dictatorial, lo que provocó su destitución como docente del Instituto Fermín Naudeau y,
poco después, su detención y condena a destierro por parte de las nuevas autoridades del país.
Ante el temor de que los partidarios de la dictadura militar pudieran atentar contra su vida, Diana
Morán no retrasó su marcha de Panamá.

Rumbo al exilio, la animosa y combativa humanista se instaló en 1969 en la capital mexicana, en


donde continuó desarrollando una intensa labor académica que la condujo hasta las aulas de la
Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde impartía clases en calidad de profesora
titular en el momento de su muerte (1987). Previamente, la humanista panameña había obtenido
en el Colegio de México el grado de doctora en Letras Hispánicas, merced a su tesis titulada Cien
Años de Soledad: novela de la desmitificación (México: Universidad Autónoma Metropolitana,
1988). Otro estudio filológico suyo de notable interés es el titulado Ficción e historia: la narrativa
de José Emilio Pacheco (1979), escrito en colaboración con Ivette Jiménez de Baéz y Edith Negrín.

En su faceta de poetisa, Diana Morán difundió una voz sonora y personal que, clamando en todo
momento por la insurgencia de las naciones hispanas, fue a alinearse con la lírica combativa de
otros autores carismáticos del entorno geocultural centroamericano (como el salvadoreño Roque
Dalton, el dominicano Pedro Mir o el nicaragüense Ernesto Cardenal). Entre las señas de identidad
que personalizan su obra, conviene destacar que, a pesar de escribir en todo momento desde los
postulados ideológicos del compromiso radical, Diana Morán no descuidó jamás la calidad estética
de su trabajo, que defendió no sólo en la práctica, sino también desde la palestra académica. Esta
constante búsqueda de la calidad y la perfección formal la indujo a permanecer en todo momento
atenta a cuantas innovaciones pudieran servir para renovar los parámetros temáticos y estilísticos
de la lírica tradicional escrita en lengua castellana; de ahí que, en uno de sus poemarios más
célebres (el titulado Gaviota de cruz abierta, de 1965), la poetisa panameña recurriera de forma
sorprendente a los registros léxicos y los recursos expresivos propios de los juegos infantiles, para
denunciar a través de ellos un asunto tan grave como la intervención armada en Panamá de las
fuerzas militares estadounidenses llevada a cabo el día 9 de enero de 1964. Por medio del violento
choque entre la importancia del tema y la aparente futilidad del molde formal infantil que lo
envuelve, Diana Morán conseguía llamar la atención sobre su denuncia y, al mismo tiempo,
alcanzar una extrañeza de gran belleza y notable valor literario. El éxito cosechado por este
poemario desde su aparición fue unánime entre críticos y lectores, y quedó refrendado con algún
galardón tan digno de ser destacado como el prestigioso premio Ricardo Miró de poesía.

Otras obras suyas que vale la pena recordar son las tituladas Eva definida (1959), Soberana
presencia de la Patria (1964), En el nombre del Hijo (1966) y Reflexiones junto a tu piel (1982). En
este último título, Diana Morán extrema hasta límites insospechados su búsqueda transgresora de
nuevos cauces formales, genéricos y temáticos, para acabar ofreciendo al sorprendido lector una
escritura difícil de encasillar en las categorías poéticas tradicionales, ya que se apodera de recursos
propios del lenguaje dramático y narrativo, indaga en las fórmulas típicas del colage (que hacían
furor en las artes plásticas de la época), y se sirve de un registro coloquial que en nada recuerda al
léxico habitual de los poetas de otras épocas.

Una obra de tal magnitud como la producida por Diana Morán ha rebasado las fronteras de su
Panamá natal para ver la luz en su México adoptivo, pero también en otros muchos lugares del
mundo, como Chile, Cuba, España, Estados Unidos de América y Guatemala.

Ascanio Condecorado por Un Golpe de Mar , por

Diana Morán

Al mártir Ascanio Arosemena

PALOMAR DE NUBES

Lluevan las palomas, lluevan,

que el girasol se va...

Ascanio va adelante,

los otros van detrás.

ALONDRA ENTRE SOLLOZOS

En fila los gorrioncitos,

cuando los vean pasar,

tiendan los jazmincitos

y la estrella de mar.
BAJA MAREA DE INCIENSO

Barco que va de flores,

barco que va de sal,

barco de cuatro albores

y un cordero de altar.

PALOMAR DE AURORAS

Arrullen las palomas

y vuelvan a arrullar:

Ascanio es la bandera,

escudos los de atrás.

ALONDRA ENTRE ALBOROZO

En rueda los gorrioncitos

que aquí está el girasol;

suelten arpas de trinos

y amapolas de amor.

ALTA MAREA DE ESTRELLAS

Barco que vuelve rojo,

barco en las olas de tul,

barco que vuelve blanco


con un cordero azul.

Del Libro Gaviotas de Cruz Abierta, 1965

Enero Condecorado por Un Golpe de Arterias , por

Diana Morán

A los mártires Gonzalo

Crance y Teófilo De la Torre

Un mes que tiene

nombre de escuela.

El mapa es su cuaderno,

campana, campanela.

Palabritas de esfinge

cruzan la cerca...

Enero es uniforme,

paso de estrellas.

Tréboles del rocío

la noche vela...

¿Quién te dejó

sin venas

lápiz de cera?
Espada o gavilán,

filo de fuego,

cabrito horizontal,

bajel del pueblo.

Medallita de sol,

medallita de sombra,

en el mástil

gaviota

en la carne

amapola,

la pájara pinta

le canta

y le llora.

Es un mes que tiene

nombre de escuela.

Enero es uniforme,

campana, campanela.

Del Libro Gaviotas de Cruz Abierta, 1965

Soberana Presencia de La Patria , por

Diana Morán
Es enero en las calles donde ruedan los gritos,

nueve o diez en la carne, en la súplica radial

de un arroyuelo rojo para soldar los nervios,

es la fecha de un pueblo que encontró su camino.

Escuchen lo que digo

con una brasa de odio

en el pájaro dulce que habitaba mi seno,

aunque la barba de Walt Whitman hable

de familias de hierba y moral manzanera.

La patria se fue, como siempre se ha ido,

con su camisa blanca

y la corbata azul de adolescencia,

con el civismo juvenil de su paso

y el fértil batallón de sus arterias

a enarbolar el vuelo allí donde cortaron

las alas tricolor de sus emblemas.

Escuchen lo que digo

con la capilla ardiente del rencor más viejo:

Mi patria, cántaro de amor en todo idioma,

que ofrece su agua buena al peregrino

ha arrastrado sesenta calendarios

sin derecho a la fruta, al árbol de su huerto,

saqueada en la bondad de su cintura.

Escuchen lo que digo:

En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas

para contar al mundo la parábola del buen vecino


que aplastó la luz recién nacida.

Muchachita de paz,

exigiste la fruta, el huerto, el asta de tu nombre

y el muro... el muro blanco... el muro rubio

-su carta fraternal... Punta del Este- deshilvanó tu esencia, derramó su cauce,

a la húmeda intemperie de gases lacrimógenos

gemías, Panamá, como un maizal en llamas.

¿Quién me pide cortinas

para azular la piel quemada de estas sienes

que jamás pensaron en tirar un jazmín a las alondras?

¿Quién reclama la sílaba final de un corderito

para ensayar un apretón de manos

aquí, donde quedó sin gasa el hospital

para cubrir la fuga de amapolas?

Quién, quién se atreve a rezar:

Tío Sam, Santa Claus, Cuerpo de Paz

-Arca de las Alianzas, Consuelo del Afliigido-

el corazón agujereado

cicatriza con verdes papelillos.

¿Quién me pide que sufra, que suframos de amnesia,

que le demos a Fleming tres medallas

y con Bogart bailemos tamborito

por la amistad del tiburón

y el anzuelo en las sardinas?

¡No! El sol no despierta para ustedes,

usureros del aire.


Ese disfraz de oveja, hermano lobo,

ya no engaña el candor de las violetas.

Ahora ¿cómo bautizarás esta maniobra?

¿Juegos de patos?

¿Operación amiga en Canal Zone?

¿Pildoritas Johnson para el subdesarrollo?

Estos brazos que buscan una forma de niña,

un latido de novio, una frente en los libros,

película no son para soldados morfinómanos.

La viudez de estos cuartos no se vende en coca cola.

El salitre escapado de la herida en desvelo

no es negocio de chicles o zapatos.

Este nueve de enero no es cera de museos,

no es moneda de cambio

ni tiene la firma de Bunau Varilla.

Yo tengo que gritar,

-Oh, prendida garganta de mis muertos- yo tengo que gritar

con su polen de incendio

en los cuatro puntos de la rosa del aire

donde soltó la UPI sus vampiros.

¿Qué palabra,

qué palabra por más sucia que sea

no resulta flor para escupir el rostro

de búfalo en conserva?

Qué adjetivo no es ángel para pintarte buitre,

si por cada paloma que la mano te ofrece


asesinas la mano, la sal y la paloma!

No hay lago, frontera, axila que no lleve

el tatuaje de tus colmillos roedores de luceros.

Malditos de ayer! Asesinos de hoy!

Herodes de siempre!

Los huesitos de Chapultepec...

los huesitos de Atitlán...

Los huesitos de Hiroshima...

La carne, los huesitos de mi patria

molidos con repiques de metralla.

Mi cielo violado, como una niña ciega,

en la torturada inocencia de su pubis,

las venas sacadas de su casa joven,

los hijos deshojados, lirios secos,

la última estrofa del Canto a la Bandera

en el frío ruiseñor de la mirada

y el llanto, el llanto maternal

-Oh vaso ardiente-

sangriento memorial de labio en labio.

Yo tengo que gritar:

Mis muertos son vivas sembraduras,

ataúdes que nutren la esperanza

con el ritmo ascendente de la lucha.

En las cuencas de Rosa revientan las espigas,

en la espalda de Ascanio se arman las legiones

los fémures de Alberto, Teófilo y Rogelio,


son astas invencibles otra vez en el muro.

Los ojos de Ricardo, los labios de Rodolfo,

las células de Víctor, los dedos de Carlos,

las piernas mordidas, sus núcleos morados,

sustancias nacionales, patrimonio se han vuelto.

La sangre de los hombres es historia viviente

savia que da la muerte se incorpora

soberana presencia de la patria.

El gorrión machacado en la lengua de un héroe

fertiliza el reposo de su hielo

y hace nido en la marcha su clarín de conciencia.

Escuchen lo que digo, hoy nueve de enero,

a ustedes tragalunas del mundo,

a ustedes que asesinan los dedos sembradores de olivo:

Del hijo acribillado retoñan muchos hijos,

del obrero en el polvo mil obreros regresan,

del semen inmolado toda cuna germina.

Las tumbas pregonan! Se desclavan las cruses!

De la cal del pueblo, el pueblo resucita!

Y tú, pequeña patria, gigante de esta fecha,

esculpida en la roca de tus muertos

para nacer definitivamente,

abrirás tus alas agredidas

en el dolido cofre de tus peces.

Hasta el último niño en presagio de mieles

ofrendará su pálpito de auroras


por la libre heredad de sus estrellas

Hoy! Mañana! Siempre!

FUENTES: http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=moran-diana

http://panamapoesia.com/pt19.htm

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