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SAN BENITO l

Para conocer
B U S C A ».A r A / *
V Sl&tlCi-A _ j

LA PSICOLOGIA
DE LA RELIGION
Antonio Ávila

Avda. de Pamplona, 41
31200 E S T E L L A (Navarra)
2003
ltisl. Sup. de! r'ruí".
"SAN O E N I T O *

I
Parte cuarta
DESARROLLO MORAL
Y CULPABILIDAD
yo, una instancia m o r a l en la personalidad generada

E l desarrollo y la coherencia m o r a l no son,


como tampoco lo es la culpabilidad, temas ex-
clusivos de la p s i c o l o g í a de la religión, pero, dada la
c e r c a n í a y la r e l a c i ó n que existe entre los temas de
en la etapa i n f a n t i l a p a r t i r de la i n t r o y e c c i ó n de las
figuras paternas.
E l conductismo se centra fundamentalmente en
la a f i r m a c i ó n del aprendizaje como ú n i c a fuente de
orden m o r a l y los religiosos, les d e d i c a r é esta ú l t i m a la conducta. Para Skinner toda conducta se debe
parte. ú n i c a m e n t e al condicionamiento externo y se niega
Las distintas escuelas p s i c o l ó g i c a s han afronta- toda responsabilidad al no existir las condiciones
do de diferente forma el hecho m o r a l y su estudio, necesarias para el acto moral: v o l u n t a d y libertad
haciendo cada una de ellas aportaciones, de a h í la (B.F. Skinner, 1972b). Todo « s e n t i m i e n t o de c u l p a »
necesidad, una vez m á s , de u n enfoque ecléctico y no pasa de ser una respuesta aprendida a situacio-
sintético. nes de castigo anteriores. Pero indirectamente hace
aportaciones en el proceso de aprendizaje de las
E l p s i c o a n á l i s i s , que parte de los descubrimien- conductas morales y provoca investigaciones sobre
tos efectuados a p a r t i r del a n á l i s i s clínico de sus pa- la coherencia m o r a l .
cientes, fundamentalmente p s i c o n e u r ó t i c o s , ha he-
cho aportaciones fundamentales en t o r n o al a n á l i s i s La escuela cognitivo-evolutiva, a p a r t i r de las
de los sentimientos de culpabilidad y de la angustia aportaciones de J. Piaget, hace h i n c a p i é especial en
que é s t o s generan. Esto es lo que va a llevar a Freud la r e l a c i ó n entre desarrollo intelectual y compren-
y a sus d i s c í p u l o s a buscar el origen y el desarrollo s i ó n de la b o n d a d o m a l d a d de los actos. La c o m -
de los sentimientos de culpabilidad y p o r lo tanto de p r e n s i ó n del desarrollo del Juicio M o r a l se converti-
la n o r m a m o r a l . Una de sus aportaciones m á s i m - r á a s í en la p r i n c i p a l p r e o c u p a c i ó n de esta escuela.
portantes en este á m b i t o es la existencia del Super- Todo esto es lo que a b o r d a r é en esta ú l t i m a parte.

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 161


11
El desarrollo y la coherencia moral

1. E l origen de la moral Otra forma de abordar el tema de la base bioló-


gica ha sido el estudio de la empatia. La empatia, la

U na p r i m e r a c u e s t i ó n que debemos abordar es


la pregunta sobre el origen de la m o r a l . ¿ Q u é
hay en ella de innata y q u é de aprendida? Nos en-
contramos ante una c u e s t i ó n debatida, en la que se
p r e o c u p a c i ó n p o r los otros y sus sentimientos, es la
m o t i v a c i ó n p r i n c i p a l para la ayuda y la preocupa-
c i ó n m u t u a . Pues bien, algunos p s i c ó l o g o s , por es-
tudios comparativos con gemelos, creen que la ca-
pacidad para la empatia es innata. Siendo ésta, p o r
dan distintas posturas y argumentos. tanto, el componente innato de la m o r a l i d a d . E l he-
cho es que los b e b é s r e c i é n nacidos, cuando a ú n no
Algunos autores buscan una f u n d a m e n t a c i ó n bio-
ha habido casi t i e m p o para el aprendizaje, l l o r a n
lógica para explicar algunos aspectos concretos de
como respuesta al dolor de o t r o b e b é , y a los 14-15
la conducta m o r a l . Así, W.D. H a m i l t o n (1964) apela
meses reconocen el dolor de otro y lo a y u d a r á n .
al principio de «aptitud inclusiva», popularizado por
R. Dawkins (1993) como «el gen e g o í s t a » , s e g ú n el Si se discute sobre la base biológica, no hay n i n -
cual en los animales hay u n impulso b i o l ó g i c o b á s i - guna duda de la importancia del aprendizaje social
co para promover la supervivencia de sus genes, cui- en las conductas morales. E n él los padres u otros
dando de sus c r í a s y de las de sus parientes p r ó x i - cuidadores juegan u n papel fundamental. Los padres
mos. Pero hay m u y poca evidencia que apoye esta controlan la conducta de sus hijos desde los prime-
t e o r í a biológica, y este hecho t a m b i é n puede expli- ros momentos, p r i m e r o por medio de premios y cas-
carse por las relaciones tempranas o por el proceso tigos, y m á s tarde p o r el ejemplo, el razonamiento, el
de s o c i a l i z a c i ó n . Esto es lo que le lleva a D.T. Camp- apoyo afectivo, etc. ( M . Argyle, 2000, 173-175).
bell (1975) a mantener una postura crítica. Para este
autor la e v o l u c i ó n b i o l ó g i c a puede p r o d u c i r u n «al-
t r u i s m o » m u y p e q u e ñ o que frene los impulsos bio-
lógicos de los individuos, en c o m p a r a c i ó n con el que 2. El juicio moral
necesita una sociedad humana. Esto es precisamen- Pero m á s interesantes son las aportaciones que
te lo que proporcionan los sistemas morales y religio- hace la psicología, en este caso la corriente cogniti-
sos, que h a n surgido en el curso de historia p o r evo- va, cuando aborda el estudio del desarrollo del j u i -
l u c i ó n social. cio m o r a l . E l n i ñ o , y posteriormente el adulto, en su

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 163


vida diaria, en sus relaciones con los d e m á s : padres, el desarrollo intelectual. Este autor se h a b í a intere-
c o m p a ñ e r o s de juegos o de p r o f e s i ó n , profesores... sado, a p a r t i r de 1921, p o r el estudio de la e v o l u c i ó n
i n t e r a c t ú a , genera conductas, crea situaciones, t o m a del pensamiento infantil y, tras s e ñ a l a r cuatro eta-
decisiones que son juzgadas por los d e m á s al llegar pas en su desarrollo, c o m e n z ó el estudio de la forma
al estadio adulto, por él m i s m o como buenas o ma- en que los n i ñ o s aplican su razonamiento a distintas
las moralmente. ¿ C o n q u é criterios decide? ¿ C ó m o á r e a s del conocimiento: razonamiento m a t e m á t i c o ,
articula esos criterios? ¿ C ó m o evolucionan, si es que a d q u i s i c i ó n del concepto de volumen... y, t a m b i é n ,
lo hacen? E l conductismo t r a t ó de explicar u n fenó- al desarrollo del j u i c i o m o r a l . A este tema d e d i c ó
meno tan complejo como el de la m o r a l i d a d de la una parte de sus investigaciones, publicadas en 1932
conducta p o r medio del esquema del aprendizaje, bajo el t í t u l o El criterio moral en el niño (J. Piaget,
p r i m e r o clásico y m á s tarde operante, pero sin duda 1987; J. Piaget y B . Inhelder, 1982, 124-128). E n él
quien s i t u ó el estudio de lo m o r a l desde la psicolo- utilizó el m é t o d o clínico de entrevistas semi-estruc-
gía fue J. Piaget con su i n v e s t i g a c i ó n sobre el desa- turada con alrededor de 20 n i ñ o s entre 4 y 13 a ñ o s ,
r r o l l o del j u i c i o m o r a l . a p a r t i r de su forma de jugar a las canicas, lo que le
p e r m i t i ó s e ñ a l a r y describir las etapas del desarrollo
a) Principales estudios del j u i c i o m o r a l . Sus aportaciones, recogidas en el
esquema 11.1, siguen estando p r á c t i c a m e n t e incues-
1. E l desarrollo del j u i c i o m o r a l tionadas en lo que a la infancia se refiere (J. Piaget,
en el n i ñ o (J. Piaget) 1987, 20-22).

J. Piaget a b o r d ó el desarrollo del j u i c i o m o r a l en E n sus entrevistas con los n i ñ o s sobre el juego


r e l a c i ó n y como consecuencia de sus estudios sobre de las canicas, sobre p e q u e ñ o s relatos, etc., Piaget

ESQUEMA 11.1. DESARROLLO DEL JUICIO MORAL SEGÚN J. PIAGET

Edad Inteligencia Práctica de las Reglas Vivencia de las Reglas Juicio Moral
0 Sensomotriz Motor e
1 individual Reglas no
2 coercitivas
3 Preo-Operacional Moral
4 Egocentrismo
5 Absolutización Heteronóma
6 de las
7 Reglas de
8 Lógica Cooperación
9 coacción
10 Concreta naciente
11 Relativización
12 de las Moral
13 Lógica Abstracta Codificación Reglas Autónoma
14 de las Reglas de cooperación

164 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN


a b o r d ó sucesivamente el papel que para el n i ñ o jue- determinados fines, y su i n c u m p l i m i e n t o su-
gan las reglas, el castigo, etc., y de sus contestacio- pone ahora sanciones sociales. E l n i ñ o que no
nes deduce, a d e m á s de otros aspectos que presenta- cumple las reglas del juego s e r á tenido como
r é en el apartado dedicado al desarrollo m o r a l , que tramposo y rechazado p o r el grupo.
en el j u i c i o m o r a l del n i ñ o se dan dos etapas clara-
mente diferenciadas: la primera, que Piaget deno-
2. L . K o h l b e r g
m i n ó « h e t e r o n ó m a » , en los menores de 10-11 a ñ o s
aproximadamente; y la segunda, « a u t ó n o m a » , que Posteriormente son las investigaciones efec-
empieza en t o r n o a los 10 a ñ o s y que se alcanza en tuadas p o r L . K o h l b e r g , p r i m e r o c o n n i ñ o s y ado-
t o r n o a los 13-14 a ñ o s (J.H. Flavell, 1982, 310-317; lescentes de 10, 13 y 16 a ñ o s ( L . K o h l b e r g , 1958) y,
G. Gatti, 1988, 118-119; J. Piaget, 1987): posteriormente, c o n adolescentes y adultos ( L .
• La etapa heterónoma se denomina a s í porque el Kohlberg, 1973, 179-204; 1989, 71-100), las que con-
n i ñ o recibe el criterio ú l t i m o del j u i c i o m o r a l t i n u a r o n el pensamiento de Piaget. E n ellas, a p a r t i r
desde fuera de él m i s m o , de los adultos. Ellos de la p r e s e n t a c i ó n de dilemas morales, K o h l b e r g
son los que dicen lo que es bueno y lo que es d e s c u b r i ó que el paso de la m o r a l h e t e r ó n o m a a la
malo, y el n i ñ o , a ú n intelectualmente imposi- m o r a l a u t ó n o m a es m á s complejo y lento de lo que
bilitado para realizar sus propios razonamien- Piaget s u p o n í a .
tos morales, acepta este criterio. Es u n t i e m p o Kohlberg, ya desde su tesis doctoral en 1958, se
en que el n i ñ o , ante la ley recibida, se siente i n t e r e s ó por las aportaciones de Piaget. Tanto en ella
obligado a responder adecuadamente o a reci- como en sus investigaciones posteriores p a r t í a de
b i r de f o r m a a u t o m á t i c a el castigo que del mis- los mismos presupuestos t e ó r i c o s de Piaget: la exis-
m o i n c u m p l i m i e n t o se deriva. tencia de estadios que avanzan siguiendo una se-
• E n la etapa autónoma, por el contrario, el n i ñ o , cuencia invariable, a s í como de su m e t o d o l o g í a clí-
que ya posee razonamiento abstracto, se en- nica; pero en sus entrevistas se sirvió de dilemas
cuentra capacitado intelectualmente para ha- morales para s e ñ a l a r el m o m e n t o del desarrollo en
cer sus propios razonamientos morales, y p o r el que se encuentran sus entrevistados. A p a r t i r de
lo tanto para darse razones de lo que es bueno sus estudios con adolescentes y j ó v e n e s s e ñ a l ó la
o o o
y de lo que es malo. L a n o r m a en esta etapa no existencia de u n 4 , 5 y 6 estadios posteriores a los
es algo ú n i c a m e n t e impuesto p o r los adultos, tres s e ñ a l a d o s p o r Piaget (G. Gatti, 1988, 87ss.; L .
sino necesario para la o r g a n i z a c i ó n social: Kohlberg, 1992, 34, 405-462). Para Kohlberg, como
para el juego socializado, para la o r g a n i z a c i ó n recoge el esquema 11.2, el desarrollo del j u i c i o m o -
en casa o en la escuela. E l c u m p l i m i e n t o de las r a l pasa por tres niveles: pre-convencional, conven-
normas tiene como f i n posibilitar la conviven- cional y post-convencional, cada u n o de los cuales
cia en c o m ú n y la c o o p e r a c i ó n para el logro de tienen a su vez dos estadios.

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 165


ESQUEMA 11.2. DESARROLLO D E L JUICIO MORAL SEGUN KOHLBERG

Nivel y Estadio ¿Qué es bueno? Razones para hacer el bien Perspectiva social del estadio

Nivel I: Pre-convencional
Estadio 1: Orientación al casti- No violar las normas por te- Evitar el castigo, el poder supe- Punto de vista egocéntrico. No
go y la obediencia mor al castigo, obedecer como rior de las autoridades. considera los intereses de otros
bien en sí mismo, y evitar el o reconoce que son distintos de
daño físico a las personas y a los de él; no relaciona dos pun-
las propiedades. tos de vista. Las acciones se
consideran físicamente más
que en términos de los intere-
ses psicológicos de los demás.
Confusión de la perspectiva de
la autoridad con la propia.
Estadio 2: Relativismo instru- Obedecer las normas sólo Satisfacer las propias necesi- Perspectiva concreta indivi-
mental cuando es por el propio interés dades o intereses en un mundo dualista. Consciente de que to-
inmediato; actuar según los en el que hay que reconocer dos tienen intereses que perse-
propios intereses y necesida- que los demás también tienen guir y que pueden entrar en
des y permitir que los otros ha- sus propios intereses. conflicto; el bien es relativo (en
gan lo mismo. El bien es lo jus- el sentido concreto individua-
to, un intercambio igualitario, lista).
un trato, un acuerdo.

Nivel II: Convencional


Estadio 3: Orientación del buen Vivir de acuerdo con lo que las Necesidad de ser una buena Perspectiva del individuo en
chico o de la buena chica otras personas esperan de un persona ante sí mismo y ante relación a otros individuos.
buen hijo, hermano, amigo, etc. los demás. Creer en la Regla de Conciencia de sentimientos
«Ser bueno» es importante y Oro. Deseo de mantener las re- compartidos, acuerdos y expec-
significa tener buenos motivos glas y las normas que apoyan tativas que toman primacía so-
y mostrar interés por los otros. la conducta estereotipadamen- bre los intereses individuales.
También significa el mantener te buena. Relaciona puntos de vista a tra-
relaciones mutuas, como la con- vés de la Regla de Oro concre-
fianza, la lealtad, el respeto y la ta poniéndose en lugar del
gratitud. otro. Todavía no considera una
perspectiva de sistema genera-
lizado.
Estadio 4: Mantenimiento de Cumplir con el propio deber Mostrar respeto a la autoridad, Diferencia del punto de vista
la ley y el orden real con el que uno se compro- mantener las instituciones, evi- de la sociedad de acuerdos o
mete. Las leyes deben cumplir- tar la ruptura del sistema «en motivos interpersonales. Toma
se excepto en casos extremos el caso de que alguien lo inten- el punto de vista del sistema
donde exista conflicto con tase» y evitar los imperativos que define roles y reglas; consi-
otros deberes sociales prefija- de la conciencia por conseguir dera las relaciones interperso-
dos. El bien es también contri- un bien particular (es fácilmen- nales en términos de lugar en
buir a la sociedad, al grupo o a te confundible con la creencia el sistema.
la institución. en las normas y en la autoridad
del estadio 3).

166 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN


Nivel III: Post-convencional
Estadio 5: Orientación hacia el Ser consciente de la variedad El sentido de la obligación a la Perspectiva anterior a la socie-
contrato social de los sistemas de valores y ley a causa del contrato social dad. El individuo racional
opiniones que mantienen las de ajustarse a las leyes por bien consciente de los valores y de-
personas, y que la mayor parte de todos y para proteger los de- rechos antes de acuerdos so-
de los valores y las reglas son rechos de todas las personas. ciales y contratos. Integra las
relativas dentro de su grupo. El sentido del compromiso ha- perspectivas por mecanismos
Estas reglas deberían mante- cia el contrato que se empren- formales de acuerdo, contrato,
nerse, pero por encima está la de libremente para con la fa- imparcialidad objetiva y proce-
imparcialidad y el contrato. No milia, amistad, confianza y en so debido. Considera puntos
obstante, ciertos valores y de- las obligaciones laborales. Preo- de vista legales y morales; re-
rechos no son relativos, como cupación de que las leyes y conoce que a veces están en
la vida y la libertad, y deben los deberes tengan por base la conflicto y encuentra difícil in-
mantenerse en cualquier socie- utilidad general y racional: «el tegrarlos.
dad, sea cual sea la opinión de mayor bien para el mayor nú-
la mayoría. mero de personas».
Estadio 6: Principios éticos Seguir los principios éticos que La creencia como persona ra- Perspectiva de un punto de vis-
universales uno mismo ha elegido. Usual- cional en la validez de princi- ta moral del que parten los
mente las leyes particulares o pios morales universales y el acuerdos sociales. La perspec-
los acuerdos sociales son váli- sentimiento de compromiso tiva es la de un individuo ra-
dos porque se apoyan en tales personal hacia ellos. cional que reconoce la natura-
principios. Cuando las leyes leza de la moralidad o el hecho
violan estos principios hay que de que las personas son fines
actuar de acuerdo a ellos. Los en sí mismas y como tales se
principios son principios uni- las debe de tratar.
versales de justicia: la igualdad
de los derechos humanos y res-
peto por la dignidad de los se-
res humanos como individuos.

Adaptado de L. Kohlberg, 1992, 188-189.

Para Kohlberg, el nivel pre-convencional, p r o p i o S e g ú n este autor, estos estadios se desarrollan


de los n i ñ o s y de algunos adultos, se caracteriza por- siempre siguiendo el m i s m o orden secuencial, pues
que los dilemas morales se resuelven desde la pers- cada uno engloba al anterior, aunque no se den en
pectiva concreta del sujeto, que es incapaz de adop- todos los sujetos a las mismas edades, n i todos lie-
tar u n p u n t o de vista social. E l nivel convencional se gen en su desarrollo al nivel post-convencional (se-
caracteriza porque el sujeto se s i t ú a como m i e m b r o g ú n sus estudios menos del 25% de la p o b l a c i ó n
o
de la sociedad y la fuente de la m o r a l i d a d la recibe americana alcanza el estadio 5°), y al estadio 6 ú n i -
de é s t a . Finalmente, en el nivel post-convencional el camente una m i n o r í a de la p o b l a c i ó n adulta. Su
sujeto apela a principios morales superiores a la desarrollo es generalmente m á s r á p i d o en los me-
misma sociedad, como el derecho a la vida, la digni- dios urbanos y en las clases sociales altas y medias
o
dad humana... E l estadio 6 posee una forma de pen- que en las populares. Ahora bien, en cualquier caso,
samiento d i a l é c t i c a : acepta la paradoja, la m u l t i p l i - una vez que se adquiere u n determinado estadio de
cidad de los sistemas y la p l u r a l i d a d de los modelos razonamiento m o r a l , no se retrocede a estadios an-
de coherencia (R. Hersh y otros, 1984, 54-70). teriores. S e g ú n estudios comparativos, estos niveles

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 1 67


y estadios aparecen en culturas distintas y son inde- otros le sugieran juegos que él desarrolla, para com-
pendientes del sexo y las creencias religiosas. p a r t i r o pelearse p o r los juguetes... Es una etapa en
la que el juego es e g o c é n t r i c o y en la que no existen
Pero se h a n levantado c r í t i c a s de fondo al pen-
propiamente reglas en él. Por el contrario, la rela-
samiento y a las investigaciones de Kohlberg, que
c i ó n que tiene con los adultos, que son la fuente de su
deben ser tenidas en cuenta. Estas críticas se centren
juicio moral, es de comenzar el proceso de obedecer
en el rechazo de la universalidad de sus estadios, la
lo que mandan, pero no obedecen tanto p o r el man-
no c o n s i d e r a c i ó n que K o h l b e r g hace a la influencia
dato en sí cuanto p o r la persona que manda. Es bue-
del medio ambiente, y en la ausencia en sus investi-
no o m a l o lo que consideran los adultos como tal
gaciones y en su modelo de c o m p r e n s i ó n del papel
(J.M. A r a g ó Mitjans, 1965, 205-218, 339-354). S e g ú n
del afecto, de las c a r a c t e r í s t i c a s de personalidad y
el p s i c o a n á l i s i s , en esta etapa el valor afectivo de la
de las habilidades sociales (C. Medrano, 1999). Pero
autoridad paterna juega u n papel m u y i m p o r t a n t e .
m á s de fondo, a m i m o d o de ver, es la efectuada p o r
Es a p a r t i r de esta r e l a c i ó n afectiva como va nacien-
C. Gilligan (1993), quien s e ñ a l a que el pensamiento
do la conciencia de lo bueno y de lo malo, y consi-
sobre el j u i c i o m o r a l de K o h l b e r g responde al mo-
guientemente de la norma, y como n a c e r á la con-
delo kantiano, pero no tiene en cuenta otras formas
ciencia m o r a l en el n i ñ o . Es el m o m e n t o designado
de abordar los dilemas morales y de desarrollar los
por Piaget de moral heterónoma, en que el criterio de
juicios correspondientes, a p a r t i r de u n modelo mo-
lo que es bueno o malo n o procede del n i ñ o , sino de
r a l basado en el b i e n c o m ú n y en la misericordia.
los adultos que le rodean.

b) Descripción Junto a esta p r i m e r a c a r a c t e r í s t i c a del j u i c i o


del desarrollo moral m o r a l i n f a n t i l existe una segunda: el realismo moral.
E l n i ñ o , que a ú n se encuentra, intelectualmente ha-
El niño entre 0-2: E n esta p r i m e r a etapa no exis- blando, en la etapa preoperatoria y con una capaci-
ten p r á c t i c a m e n t e reglas sino ú n i c a m e n t e juego mo- dad de r e l a c i ó n incipiente con los otros, juzga que
tor individual en f u n c i ó n de los deseos y las necesi- las obligaciones y los valores e s t á n determinados
dades motrices. E l n i ñ o coge las cosas y las tira, por la ley o la n o r m a en sí misma, independiente-
juega con ellas, se desplaza... N o existen conductas mente del contexto en que se da la a c c i ó n , de las i n -
morales al no existir conciencia de n o r m a . Pero el tenciones del que la e f e c t ú a y de las relaciones con
hecho de que el n i ñ o de esta etapa no a c t ú e m o r a l - los d e m á s (J. Piaget y B . Inhelder, 1982, 126). Así en
mente no significa que no sea en el futuro u n sujeto estas edades valora m á s el d a ñ o objetivo que la i n -
de conductas morales. Esta es una etapa de prepa- tencionalidad. U n i d a a esta conciencia de lo que es
r a c i ó n remota. E l n i ñ o necesita una coherencia edu- bueno y m a l o procedente de las ordenes de los adul-
cativa en las actitudes de los educadores que le den tos e independiente de la intencionalidad de los su-
seguridad. Necesita ser educado en h á b i t o s de orden jetos, y como consecuencia de ella, el n i ñ o adquiere
y de limpieza, que i r á n creando en él la capacidad de conciencia del castigo que le sobreviene cuando co-
renunciar a los propios caprichos en aras de la ale- mete la falta. Este castigo tiene, s e g ú n la c o n c e p c i ó n
g r í a y de la a p r o b a c i ó n de los padres. Esta aproba- infantil, una f u n c i ó n expiatoria. Los n i ñ o s de estas
c i ó n o d e s a p r o b a c i ó n por parte de los adultos con edades creen que el delito es castigado a u t o m á t i c a -
los que comparte la vida es el origen de la d i s t i n c i ó n mente p o r a l g ú n acontecimiento desgraciado. Como
entre el b i e n y el m a l (J.M. A r a g ó Mitjans, 1965, 197- dice el dicho popular: «Dios castiga sin piedra n i
205, 331-339). p a l o » ; es l o que Piaget denomina justicia inmanente
El niño entre 2-6 años: Los n i ñ o s de estas edades (J. Piaget, 1987, 211-220). Es, t a m b i é n , el m o m e n t o
a ú n no son capaces de desarrollar u n a plena sociali- en que hace su a p a r i c i ó n el sentimiento de culpabi-
z a c i ó n entre los iguales. Juegan juntos pero cada l i d a d de f o r m a incipiente a ú n , pero, dada la dificul-
u n o su p r o p i o juego, sin preocuparse de los juegos tad de v a l o r a c i ó n de la intencionalidad de los actos
de sus c o m p a ñ e r o s , que les sirven de t e l ó n de fondo. y p o r lo tanto de la culpa objetiva, é s t a se vive como
Las interacciones son cortas y sirven para que los reflejo de las actitudes de los adultos a sus condue-

lo 8 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN


tas. Todo este desarrollo de la m o r a l i d a d influye en 354-403). Si en la etapa anterior valoraba la culpa en
su desarrollo religioso y viceversa, a s í como en su f u n c i ó n del d a ñ o realizado, poco a poco, a p a r t i r de
imagen de Dios, al ponerse en r e l a c i ó n la concep- los 9-10 a ñ o s , comienza a valorar m á s la intenciona-
c i ó n a n t r o p o m ó r f i c a que tiene de É l y la justicia i n - lidad que el d a ñ o objetivo. T a m b i é n en estas edades
manente ( I . H . Caruso, 1943; A. Godin, 1963, 97-121; comienza la progresiva a d q u i s i c i ó n de algunos valo-
R. Vianello, 1976, 251-256). res. E n este proceso juegan u n papel i m p o r t a n t e los
El niño entre 7-11 años: A p a r t i r de los 6 y los 8 modelos de i d e n t i f i c a c i ó n , como son los personajes
a ñ o s aproximadamente el n i ñ o comienza a jugar de los cuentos infantiles, de la televisión, del depor-
juegos reglados con otros n i ñ o s , que aprende de los te..., que comienzan a ser admirados por los valores
n i ñ o s inmediatamente mayores. Así descubre el jue- a los que hacen referencia: vitalidad, belleza, bon-
go como u n medio de competir y de ganar a sus dad, valor... Entre estos modelos de referencia,
c o m p a ñ e r o s . Es el tiempo de la c o o p e r a c i ó n y de la como es natural, juegan u n papel fundamental las
c o m p e t i c i ó n naciente. E l n i ñ o siente la a l e g r í a de j u - personas concretas c o n los que el n i ñ o se identifica
gar con los d e m á s y de ganarles observando reglas afectivamente. T a m b i é n en este proceso de madura-
comunes. Para ello es necesario el conocimiento y la c i ó n en la a d q u i s i c i ó n de los valores y de las p r i m e -
codificación de las reglas, que los n i ñ o s de estas eda- ras identificaciones con los modelos adultos surge la
des hacen c u m p l i r r í g i d a m e n t e . E n este momento de necesidad de mejora y de p e r d ó n .
su desarrollo vive la regla como algo « s a g r a d o » e i n - «Estimado padre celestial: Espero que no estes en-
mutable. L a h a n creado los adultos, la hizo Dios y es fadado con los hombres por sus malas obras. Si estas
así. N o se puede cambiar. Este sentimiento de i n - enfadado perdónanos a todos y haz que mejoremos.
m u t a b i l i d a d viene dado p o r el hecho de que el n i ñ o , Esperando esto se despide: Jorge. 10 años» (p. 72).
que a ú n no controla suficientemente la c o o p e r a c i ó n
E n cuanto a su c o n c e p c i ó n del castigo, los n i ñ o s
con los otros, necesita ahora de la seguridad de la
n o r m a como anteriormente n e c e s i t ó de la seguridad van pasando poco a poco de una c o n c e p c i ó n expia-
de los adultos. S e g ú n avance en seguridad en la toria a una c o n c e p c i ó n retributiva. C o n t i n ú a la pro-
c o m p r e n s i ó n de los juegos y en la r e l a c i ó n con los gresiva d e s a p a r i c i ó n de su c o n c e p c i ó n de la justicia
iguales, las reglas p e r d e r á n su c a r á c t e r incuestiona- inmanente: s e g ú n Piaget, el 73% de los n i ñ o s entre
ble y progresivamente se i r á flexibilizando su u t i l i - los 7 y 8 a ñ o s sigue creyendo en ella, a los 9-10 a ñ o s
z a c i ó n . Pero, s e g ú n se progresa en la etapa, la regla el 54%, y a los 11-12 a ñ o s ya ú n i c a m e n t e el 34% (J.
va perdiendo su c a r á c t e r inmutable, y a s í , hacia los Piaget, 1987, 211-220).
10-11 a ñ o s , a los n i ñ o s que juegan juegos reglados E l final de la etapa se encuentra cuando el n i ñ o
ya no sólo les interesa la regla como medio de coo- alcanza en su desarrollo cognitivo la capacidad de
perar y entenderse, sino que se atreven a modificar reciprocidad, de ponerse en lugar del otro y con ello
las reglas considerando todas las variaciones posi- de objetividad en su j u i c i o . Es el paso de una m o r a l
bles. Se e s t á preparando el paso de la m o r a l h e t e r ó - del deber, de una m o r a l aceptada sin m á s como obe-
n o m a a la m o r a l a u t ó n o m a de Piaget, o del nivel diencia a los adultos, m o r a l de c o a c c i ó n , a una m o -
pre-convencional al nivel convencional de Kohlberg. ral del bien sustentada en su p r o p i o razonamiento y
E n definitiva, el i n t e r é s que tiene el juego para los como c o o p e r a c i ó n con los d e m á s , moral de coopera-
n i ñ o s de esta edad ya no es psicomotor como en la ción.
etapa anterior, sino social, y esto es lo que va a posi-
b i l i t a r el desarrollo del j u i c i o m o r a l . Los preadolescentes: Con el logro de las opera-
ciones formales y la a s u n c i ó n de roles en las rela-
Pero no sólo existen cambios en la c o m p r e n s i ó n ciones sociales, el n i ñ o puede dar el paso a una nue-
y en la u t i l i z a c i ó n de las reglas, sino, t a m b i é n , en la va etapa de su razonamiento m o r a l . Este paso no se
c o m p r e n s i ó n de l o que es bueno y de lo que no en da a u t o m á t i c a m e n t e p o r la s u p e r a c i ó n de la lógica
la f u n d a m e n t a c i ó n de su m o r a l i d a d . E l n i ñ o poco a concreta, puesto que é s t a es c o n d i c i ó n necesaria
poco va comprendiendo el sentido profundo del pero n o suficiente (J.J. Conger, York 1979), pero po-
bien y del m a l (J.M. A r a g ó Mitjans, 1965, 218-229, sibilita que el preadolescente en su j u i c i o m o r a l no

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 169


dependa ya del j u i c i o de los adultos para s e ñ a l a r l o convencional, en el que la v a l o r a c i ó n de los hechos
que es bueno o lo que es malo: m o r a l h e t e r ó n o m a , y las actitudes no se hace ya a p a r t i r de las normas
sino de su p r o p i o razonamiento: m o r a l a u t ó n o m a , sociales sino de principios é t i c o s previos a a q u é l l a s
que s e g ú n Piaget se alcanza plenamente a los 13-14 e incuestionables, que hace que los sujetos en algu-
a ñ o s . ¿ Q u é considera y justifica como bueno? Para nas ocasiones se vean empujados a objetar en con-
Kohlberg, lo que los otros esperan de él. E l preado- ciencia, o a i r a contracorriente de las convenciones
lescente tiene necesidad de ser u n « b u e n c h i c o » , de sociales.
c u m p l i r las expectativas que los otros proyectan so-
bre él. Ser u n b u e n hijo, u n buen estudiante... inclu-
so cuando hace l o contrario lo hace a sabiendas de 3. La coherencia moral
que no e s t á bien. Y espera de los d e m á s que c u m -
p l a n t a m b i é n con lo que él espera de ellos, sin acep- a) Coherencia moral
tar muchas veces sus limitaciones. Nos encontra- y resistencia a la tentación
mos en el nivel convencional de Kohlberg, en el Una c u e s t i ó n que surge al estudiar el desarrollo
tercer estadio, que es el m á s elevado que alcanzan del j u i c i o m o r a l es la r e l a c i ó n de éste con las con-
en su desarrollo m o r a l muchos adolescentes y adul- ductas morales que el sujeto desarrolla en la vida
tos. Pero, aunque en este m o m e n t o su c o n c e p c i ó n diaria. ¿ E s suficiente la existencia de u n nivel supe-
de lo que es bueno depende de lo que los otros es- r i o r en el j u i c i o m o r a l para que las conductas que se
peran de él, es consciente de que no se puede pedir sigan sean coherentes con este nivel de juicio? E l
a todos lo m i s m o . Deja de concebir la ley como algo problema de la « c o h e r e n c i a ética» o de la «resisten-
i d é n t i c o para todos. Su capacidad de reciprocidad le cia a la t e n t a c i ó n » , como la han denominado otros
permite tener en cuenta las circunstancias persona- autores, ha sido objeto de estudio p o r parte de la
les de cada cual, a s í como de la intencionalidad de p s i c o l o g í a . De los datos de estos estudios, parece
las acciones que s e g ú n A r a g ó alcanza el 100% de los desprenderse que no siempre los que tienen u n j u i -
preadolescentes de 12 a ñ o s (J.J. Conger, 1979). cio m o r a l m á s elevado tienen una conducta en con-
sonancia con su razonamiento, si bien los estudios
Los adolescentes: A p a r t i r del tercer estadio de arrojan resultados distintos (A. Blasi, 1980). Veamos
Kohlberg, el desarrollo del j u i c i o m o r a l no depende algunos estudios m á s importantes:
ya tanto del desarrollo intelectual cuanto de la edu-
c a c i ó n recibida. E l hecho es que muchos adultos H . Hartshorne y M.A. M a y (1928) abordaron la
permanecen a lo largo de su vida en el estadio 3 : ser U « r e s i s t e n c i a a la t e n t a c i ó n » en una serie de estudios
« b u e n a s p e r s o n a s » , parecer tales, cumpliendo lo que pioneros y clásicos en este campo. E n ellos, p o r me-
los otros esperan de ellos, sin alcanzar el 4 . Este o dio de tests de resistencia a la t e n t a c i ó n , estudiaron
puede comenzar en la m i t a d de la adolescencia. E n a unos 11.000 escolares, pero sus resultados fueron
él el adolescente no sólo se ve necesitado de ser una poco satisfactorios porque las correlaciones entre
buena persona, sino que es capaz de adoptar la pers- test-retest fueron bajas, por lo que la capacidad de
pectiva de todo el sistema social en contraste con la p r e d i c c i ó n de estos tests sobre las futuras conductas
perspectiva del grupo inmediato. Esto i m p l i c a una morales fue puesta en entredicho. A u n a s í estos es-
mayor a m p l i t u d cognitiva porque supone la capaci- tudios deben ser tenidos en cuenta porque algunos
dad de tener en cuenta los intereses de cada grupo de sus datos fueron avalados p o r el estudio posterior
constituido y compararlos a los intereses del con- de R.E. Grinder (1964), que a n a l i z ó una muestra de
j u n t o social. Así en este estadio el sujeto considera n i ñ o s sobre su resistencia a la t e n t a c i ó n , para l o que
que lo bueno, lo justo, es mantener las instituciones utilizó «el a r m a de rayos» ( u n aparato simulado), en
sociales, las leyes y el orden excepto en los casos ex- el que se p o d í a n cometer trampas para ganar pre-
tremos en que exista conflicto con otros deberes so- mios. Este estudio c o n c l u y ó que el 80% de los n i ñ o s
ciales. N o antes de los 20 a ñ o s algunos sujetos, menos de 10-11 a ñ o s de la muestra h a c í a n trampas.
del 25% de la p o b l a c i ó n s e g ú n Kohlberg, s i t ú a n su De estos estudios surge una nueva c u e s t i ó n :
razonamiento m o r a l en u n tercer nivel, el nivel post- ¿Existe r e l a c i ó n entre « r e s i s t e n c i a a la t e n t a c i ó n » y

170 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN


edad? Los datos de H . Hartshore y M.A. M a y (1928) tados, no encontraron ninguna r e l a c i ó n esencial-
s e ñ a l a n que no existe aumento en honestidad entre mente entre r e l i g i ó n y honestidad o e n g a ñ o . Poste-
los 11 y los 14 a ñ o s ; y los de R.E. Grinder (1964) riormente T. H i r s c h i y R. Satrk (1969) descubrieron
aportan que tampoco entre los 7 y los 11 a ñ o s . A és- que los n i ñ o s que a s i s t í a n regularmente a la iglesia
tos hay que a ñ a d i r u n nuevo estudio, en este caso rea- no c o m e t í a n menos actos ilegales; y R.E. S m i t h y
lizado p o r L . Sears y otros (1965), que tampoco la otros (1975), en una s i t u a c i ó n cuasi-experimental,
encuentran entre los 4 y los 6 a ñ o s . encontraron que los estudiantes de una universidad
religiosa no copiaban menos en una prueba de se-
Posteriormente se efectuaron estudios en los que
lección. La investigación de R. Middleton y S. Putney
se pusieron en r e l a c i ó n la v a l o r a c i ó n del razona-
(1962) t a m b i é n m o s t r ó que en los e x á m e n e s copia-
miento m o r a l hecha a p a r t i r de los dilemas de K o h l -
ban m á s los preocupados p o r cuestiones religiosas
berg y la conducta m o r a l . Entre é s t o s cabe citar el
que los e s c é p t i c o s . Las personas religiosas sólo se
realizado p o r el m i s m o L . K o h l b e r g (1992, 260-263;
distinguieron consistentemente en dos á r e a s de preo-
E. P é r e z - D e l g a d o y R. G a r c í a - R o s , 1991, 65ss.) entre
c u p a c i ó n m o r a l : en la t o m a de estupefacientes y en
u n grupo de estudiantes a los que, d e s p u é s de valo-
el sexo. E n resumen, de las investigaciones de que
rar su nivel en el j u i c i o m o r a l , se les filmó con cá-
disponemos desde los a ñ o s veinte hasta hoy, con
mara oculta en el transcurso de u n examen en el que
muestras y medidas diversas, permite concluir que
p u d i e r o n copiar. De ellos l o h i c i e r o n el 15% con ra-
no hay ninguna evidencia de que las personas reli-
zonamiento m o r a l post-convencional, el 55% con
giosas sean m á s honradas que los menos religiosos
razonamiento m o r a l convencional y el 70% con ra-
o los no religiosos.
zonamiento m o r a l pre-convencional. Como puede
observarse, en este estudio se dio una c o r r e l a c i ó n
suficientemente significativa entre los dos factores 2. R e l i g i ó n
para afirmar que el nivel del j u i c i o m o r a l es una y conductas de ayuda
c o n d i c i ó n necesaria, pero no suficiente, para la con-
E n otra d i r e c c i ó n , J . M . Darley y C.D. Batson
ducta m o r a l , y que en la actualidad éste es el mejor
(1973) realizaron u n estudio de campo bajo condi-
predictor de la conducta m o r a l . Las explicaciones
ciones controladas denominado «del B u e n Samari-
que se d i e r o n para justificar el 15% de post-conven-
t a n o » , con el fin de explorar los factores personales
cionales que h a b í a n copiado fueron otros factores
y situacionales que determinan la conducta de ayu-
de menor i m p o r t a n c i a como los factores emociona-
da. En esta i n v e s t i g a c i ó n p a r t i c i p a r o n cuarenta es-
les o la debilidad de c a r á c t e r .
tudiantes varones del Seminario Teológico de Prin-
cenlon a los que se les dijo que el estudio era sobre
bj Religión «la e d u c a c i ó n religiosa y las v o c a c i o n e s » . D e s p u é s
y coherencia moral de una sesión inicial de c o m p r o b a c i ó n , en la que se
e v a l u ó su tipo de religiosidad ( e x t r í n s e c a , i n t r í n s e c a
E n cuanto a la r e l a c i ó n entre religiosidad y con- o de b ú s q u e d a ) , se les envió uno p o r u n o a u n edifi-
ducta m o r a l , c a b r í a esperar que la p r i m e r a tuviera cio cercano, a dar una charla, a unos sobre «Posibi-
a l g ú n efecto sobre la segunda. Se han efectuado i n - lidades de trabajo» y a otros sobre «La p a r á b o l a del
vestigaciones en una doble d i r e c c i ó n : unos referidos Buen S a m a r i t a n o » . Antes de marcharse hacia el edi-
a la resistencia a la t e n t a c i ó n y otros referidos a las ficio en el que d e b í a n hablar, a unos se les dijo: «Le
conductas de ayuda. quedan pocos m i n u t o s para q u é esté dispuesto el
a u d i t o r i o » , y a otros: «¡Es tarde! Le e s t á n esperando
1. Religión desde hace unos minutos. Es mejor que se d é p r i s a » .
y resistencia a la t e n t a c i ó n En el camino, cada sujeto t e n í a que pasar por una
E n cuanto a los primeros estudios, los resulta- calleja donde h a b í a una «víctima» (confabulada con
dos i n d i c a n que la r e l i g i ó n tiene escasa influencia a los experimentadores), sentada j u n t o a una puerta,
la hora de reducir la deshonestidad o el e n g a ñ o . Los con la cabeza c a í d a , con los ojos cerrados y sin m o -
verse, que t o s i ó dos veces y g i m i ó . Si el sujeto se pa-
estudios de H . Hartshorne y M.A. May (1928), ya c i -

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 171


raba a preguntar o a ofrecer ayuda, la v í c t i m a decli- son (C.D. Batson y R.A. Gray, 1981) r e a l i z ó u n nue-
naba su ayuda, explicando que sus dificultades res- vo experimento que d e n o m i n ó « a y u d a n d o a J a n e t » .
piratorias p a s a r í a n p r o n t o cuando hiciera efecto E n esta i n v e s t i g a c i ó n , a 60 mujeres, estudiantes de
una p i l d o r a que acababa de tomar. Psicología de la Universidad de Kansas, que eran al
menos ligeramente religiosas, se las puso, una a una,
Los resultados arrojan que sólo 16 de los 40 se-
en una s i t u a c i ó n experimental, que i m p l i c a b a u n i n -
minaristas (40%) ofrecieron ayuda.
tercambio de notas escritas con «Janet». É s t a era otra
De las tres h i p ó t e s i s que se plantearon, y que participante (en realidad una persona ficticia) que
fueron evaluadas p o r medio de a n á l i s i s de varianza, d e c í a sentirse sola y que necesitaba ayuda sobre al-
r e g r e s i ó n m ú l t i p l e y c o r r e l a c i ó n lineal, los resulta- gunos problemas. La m i t a d del tiempo Janet p i d i ó
dos aportaron que: expresamente a la participante real que se encontra-
• E l mejor indicador del grado de ayuda es la ur- ra con ella para una larga c o n v e r s a c i ó n , y la otra la
gencia con que se les e n v i ó a dar sus charlas. m i t a d del t i e m p o d e c í a claramente que estaba re-
suelta a solucionar sus problemas ella sola. ¿ C ó m o
• E l contenido de la charla parece indicar una respondieron las participantes ante estas dos postu-
p e q u e ñ a diferencia a favor de que, como en la ras de Janet? Cuando Batson y Gray examinaron las
p a r á b o l a , ayudan menos los que e s t á n preocu- contestaciones concluyeron que los que tienen una
pados en pensamientos religiosos y é t i c o s . religiosidad de o r i e n t a c i ó n i n t r í n s e c a sienten una
• E l tipo de religiosidad no m o s t r ó ninguna re- mayor necesidad de ayudar, incluso si la otra perso-
l a c i ó n con la variable « c o n d u c t a de a y u d a » , a s í na no quiere ayuda, pero para C.D. B a s t ó n (1990)
como tampoco las variables de personalidad. probablemente esto se debe a la necesidad de « p a r e -
cer b u e n o » , considerando que la d i m e n s i ó n religiosa
Posteriormente, con el f i n de comprobar los re-
de « b ú s q u e d a » es el mejor predictor y m á s directo
sultados, y de estudiar la r e l a c i ó n entre religiosidad
de la conducta de ayuda.
i n t r í n s e c a / e x t r í n s e c a y necesidad de ayuda, C.D. Bat-

172 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN


12
La culpabilidad

jetivo. Pero la r e l a c i ó n entre culpabilidad y culpa no

L a abundancia de b i b l i o g r a f í a sobre la culpabi-


lidad, probablemente el tema en r e l a c i ó n con
la m o r a l m á s estudiado por la psicología, hace que
sea difícil de sintetizar. Pero antes de abordar esta
es una r e l a c i ó n a u t o m á t i c a entre una y otra. La cul-
pabilidad no siempre es acorde, p o r exceso o p o r de-
fecto, con la culpa objetiva. Es frecuente que deter-
minadas acciones u omisiones se v i v a n c o n
tarea, y como p u n t o de partida, d e d i c a r é este p r i m e r indiferencia a pesar de la culpa objetiva que entra-
apartado a d e l i m i t a r algunos t é r m i n o s importantes, ñ a n , y que otros hechos sean vivenciados con una
lo que me p e r m i t i r á una m a y o r p r e c i s i ó n en la ex- excesiva culpabilidad.
p o s i c i ó n posterior.
Muchas veces la culpabilidad provoca sentimien-
tos de angustia. Por eso considero necesario dete-
nerme u n m o m e n t o en su d e s c r i p c i ó n . La angustia
1. Culpa, culpabilidad y angustia se diferencia del miedo en la ausencia de u n objeto
Es frecuente que el t é r m i n o « c u l p a b i l i d a d » apa- consciente que la cause. Esta es su p r i n c i p a l carac-
rezca en la literatura u n i d o al de «culpa», muchas terística. E l sujeto vivencia u n malestar interno ame-
veces utilizados indistintamente como s i n ó n i m o s . nazante, que le impide u n ejercicio gozoso de su exis-
Otras veces, con i n t e n c i ó n de una mayor p r e c i s i ó n , tencia, pero no es capaz de reconocer la causa de ese
aparecen diferenciados e incluso contrapuestos. De malestar. E l p s i c o a n á l i s i s propone que la angustia,
hecho, resulta menos e q u í v o c o u t i l i z a r el t é r m i n o como todo f e n ó m e n o p s i c o l ó g i c o , tiene una causa
«culpa» para s e ñ a l a r exclusivamente los aspectos real, que en este caso no es conocida por el que la
objetivos de la responsabilidad de una a c c i ó n u o m i - padece, porque hunde sus r a í c e s en su inconsciente.
s i ó n frente a una n o r m a legal, u n p r i n c i p i o m o r a l o Así la angustia tiene u n origen inconsciente, que la
una costumbre social, y utilizar el t é r m i n o «culpa- hace irracional para el m i s m o que la sufre, de a h í
bilidad» para expresar la vivencia (utilizo «vivencia» que no exista posibilidad de una respuesta adecua-
y no « s e n t i m i e n t o » , con el f i n de s e ñ a l a r su comple- da, mientras que la causa permanezca en el reino de
j i d a d ) que la culpa provoca en la persona. Por l o tan- lo inconsciente. E l hecho es que, en u n intento de
to, la culpa hace referencia a una realidad objetiva, defenderse de ella, es frecuente que se derive a obje-
medible j u d i c i a l , m o r a l o socialmente, mientras que tos o situaciones, generando fobias, s í n t o m a s físicos,
la culpabilidad tiene u n c a r á c t e r eminentemente sub- somatizaciones, etc. Para el p s i c o a n á l i s i s el ú n i c o

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 173


camino de s o l u c i ó n es el a n á l i s i s del inconsciente coanalistas (E. F r o m m , 1982; 1983a; 1984b; M .
con el f i n de reconocer la causa de la angustia y po- K l e i n , 1937; 1945) s e ñ a l a n la existencia de estos dos
der así ponerle remedio. tipos a los que dan distintas denominaciones, y de
los que s e ñ a l a diferentes momentos para su apari-
c i ó n en el desarrollo de la personalidad. Todos ellos
hacen h i n c a p i é en el c a r á c t e r evolutivo de la culpa-
2. Tipos de culpalibilidad bilidad, y s e ñ a l a n como inmaduras y enfermizas las
a) ¿Es toda culpabilidad enfermiza? fijaciones o regresiones del sujeto a etapas anterio-
res del desarrollo, que crean sentimientos de culpa-
La r e l a c i ó n entre c u l p a b i l i d a d y angustia ha he- b i l i d a d inmaduros, en el mejor de los casos, si no
cho que se plantee su v a l o r a c i ó n p a t o l ó g i c a . ¿ E s son insanos. Así pues, la p s i c o l o g í a profunda afirma
toda c u l p a b i l i d a d enfermiza? Esta pregunta y su que la r a z ó n que genera toda c u l p a b i l i d a d p a t o l ó g i -
c o n t e s t a c i ó n tienen su p r o p i a historia. ca, al nacer de una fijación o r e g r e s i ó n a estadios
Cuando Freud a b r i ó su consulta en Viena a fina- anteriores del desarrollo, se encuentra en el m u n d o
les de siglo la m a y o r í a de sus pacientes presentaban inconsciente, si b i e n sus efectos (ansiedad, angus-
s í n t o m a s n e u r ó t i c o s , o lo que es lo m i s m o , vivencias tia) y sus razones aparentes, que no son sino racio-
de angustia. E l a n á l i s i s de esos pacientes reveló sen- nalizaciones del conflicto, se s i t ú a n en el nivel cons-
timientos de c u l p a b i l i d a d inconscientes que hun- ciente (J. Cordero, 1976, 275-279).
d í a n sus r a í c e s en vivencias infantiles (P. Gay, 1989,
464ss.). L a pregunta estaba planteada: ¿Toda culpa- b) Culpabilidad madura e inmadura
b i l i d a d hunde sus r a í c e s en experiencias infantiles y
genera s í n t o m a s p a t o l ó g i c o s ? De la obra de Freud Podemos a s í diferenciar al menos entre una cul-
no creo que se deduzca necesariamente esta conclu- pabilidad m a d u r a y otra i n m a d u r a . La Tabla 12.1 re-
sión, puesto que sus afirmaciones son m á s complejas coge los criterios de discernimiento entre una y otra:
y matizadas, pero sí de otros autores de esta corrien-
te de pensamiento, como es el caso del Dr. Hesnard,
que en su obra Moral sin pecado (A. Hesnard, 1954) Tabla 12.1. Tipos de culpabilidad
abogaba p o r la e l i m i n a c i ó n de la culpabilidad, ins-
taurando una « m o r a l sin p e c a d o » , que a h o r r a r í a al Actitud Temor a Sentimiento Valoración psicológica
hombre la angustia y la agresividad propias de la Narcisista Ser dañado Angustia Inmadura
culpabilidad, que le repliegan sobre sí m i s m o , le
alienan y le deterioran ( L . Beinaert, 1986). Empática Dañar Pesar Madura

Hoy la m a y o r í a de los autores defienden una pos-


t u r a menos radical que la A. Hesnard, afirmando no Si se encuadran los sentimientos de culpabilidad
sólo la existencia sino la necesidad de una culpabili- en el desarrollo del n i ñ o y en su proceso de sociali-
dad sana, que permita al sujeto hacerse consciente y z a c i ó n , aparecen en él dos actitudes distintas: el ego-
responsable de sus acciones, y que le i m p i d a la i n - centrismo narcisista y la apertura e m p á t i c a al otro.
sensibilidad m o r a l (C. Castilla del Pino, 1981, 54-55, Para Freud el hombre desde su nacimiento, por cau-
177ss.), pues esta insensibilidad m o r a l sería t a n pa- sa del p r i n c i p i o de placer, se centra en sí m i s m o , en
tológica como una culpabilidad n e u r ó t i c a . la capacidad de encontrar placer, seguridad, bienes-
Pero con ello no se a f i r m a sin m á s que toda cul- tar... en las cosas y personas que le rodean. E l narci-
pabilidad sea sana, sino que se establece una fronte- sismo se encuentra por tanto en la base de la natu-
ra entre distintos tipos de culpabilidad, una sana y la raleza humana. S e r á el proceso de s o c i a l i z a c i ó n y el
otra enfermiza. Esta ú l t i m a , p o r desgracia, no es i n - p r i n c i p i o de realidad, que se impone en este proceso,
frecuente. E l hecho es que a lo largo de la historia de los que h a r á n que el hombre tenga que descentrarse
la espiritualidad y de la a c c i ó n pastoral ha sido una de sí m i s m o y se abra a los d e m á s . Hay, pues, en el
p r e o c u p a c i ó n constante (T. Goffi, 1961). Varios psi- planteamiento freudiano una actitud natural en el

1 74 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN


hombre, el narcisismo, que s e r á reconducido por la m o r a l i d a d y en la c o n s t r u c c i ó n de una c u l p a b i l i d a d
e d u c a c i ó n , pero al que siempre hay una tendencia a sana. Por medio de él los educadores van incidiendo
retrotraerse. Esto es lo que explicaría que en la p r á c - progresivamente en la c o n s t r u c c i ó n e interioriza-
tica estas dos posturas no se excluyan entre sí sino c i ó n una determinada escala de valores, que si es
que muchas veces convivan. Esta c o n c e p c i ó n freu- sana y se vive de forma coherente y a u t ó n o m a se
diana no es aceptada p o r otras corrientes, como por convierte en u n elemento fundamental de sanidad y
ejemplo los humanistas, que consideran que el h o m - madurez, y en caso contrario, de inmadurez e i n c l u -
bre es u n ser naturalmente abierto a los otros desde so de enfermedad ( H . Bissonier, 1973, 183-193; J.
sus inclinaciones o desde sus necesidades (C. Casti- Lorimier, 1971, 251ss.).
lla del Pino, 1981, 100-119), y que es u n m a l proceso
de s o c i a l i z a c i ó n el que genera el narcisismo. E n cual-
quier caso, sea cual sea la i n t e r p r e t a c i ó n , ambas ac- Tabla 12.2. Moralidad madura y educación
titudes e s t á n presentes en el desarrollo humano, por
eso resulta útil diferenciarlas como punto de partida Para que exista es necesario: Si no existe supone:
para la c o m p r e n s i ó n de la culpabilidad.
Una escala de valores Amoralidad
Partiendo de esta a c t i t u d b á s i c a , se puede s e ñ a - Una escala de valores Inmadurez
lar como i n m a d u r a la culpabilidad fundamental- autónoma en el juicio moral
mente e g o c é n t r i c a . E n ella se centra todo en t o r n o al
Coherencia entre Incoherencia
sujeto, y no al d a ñ o que ha podido cometer con sus
los valores y las acciones
acciones u omisiones. L o que le preocupa es el d a ñ o
que la s i t u a c i ó n culpable le puede generar a él como Proporción entre Patología en relación
la r u p t u r a de su imagen ante los d e m á s , su p r o p i a culpa y culpabilidad con la proporcionalidad
autoestima. Los sentimientos que se generan son
m ú l t i p l e s , pero si hubiera que s e ñ a l a r uno central
s e r í a la angustia ( K . Horney, 1984, 187-211). T a m b i é n es necesario que exista una coherencia
real, dentro de las limitaciones humanas, entre la es-
Frente a este tipo de culpabilidad aparece otra cala de valores, personalmente articulada y asumida,
m á s madura, en la que el sujeto desprendido de sí y las actuaciones concretas, así como la existencia de
m i s m o como ú n i c o centro de la realidad percibe la una proporcionalidad entre culpa y culpabilidad.
a c c i ó n culpable en r e l a c i ó n con aquello que le rodea.
Es capaz de situarse entre otros y valorar el d a ñ o E n este proceso educativo los padres son los
que generan sus acciones. E n este tipo de culpabili- principales agentes, de a h í la i m p o r t a n c i a para que
dad hay una sana a c e p t a c i ó n de uno m i s m o como no fomenten sentimientos de culpa, sin ayudar al
culpable, y, desde la a c e p t a c i ó n m á s profunda, hay n i ñ o a encontrar cauces objetivos de r e p a r a c i ó n , n i
u n intento de reparar el d a ñ o cometido. E n esta v i - se conformen con expresiones de arrepentimiento
vencia de la culpabilidad existe u n sentimiento madu- sin invitar a reorientar las conductas e r r ó n e a s p r o -
ro, p o r el que el h o m b r e asume sus responsabilida- piciando actitudes maduras y socializadas de repa-
des y compromisos, y gracias al cual puede o c u r r i r r a c i ó n (C. Castilla del Pino, 1981).
que se dinamice hacia una nueva y correcta r e l a c i ó n
con la realidad, aunque t a m b i é n puede o c u r r i r que
se cierre sobre sí m i s m o estableciendo u n c í r c u l o v i - 3. Manifestaciones enfermizas
cioso, que le lleve a la d e p r e s i ó n , fuente de nuevos
errores y p o r lo tanto de nuevas culpabilidades (C.
de la culpabilidad
Castilla del Pino, 1981, 177-189). a) Patología de la personalidad que influye
en la culpabilidad y culpabilidad enfermiza
A d e m á s de esta actitud b á s i c a es necesario tener
en cuenta el proceso educativo, otro elemento que E n algunas enfermedades p s i q u i á t r i c a s , como
juega u n papel fundamental en la m a d u r a c i ó n de la algunas p s i c o p a t í a s , neurosis de c a r á c t e r como la

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 175


esquizofrenia y vivencias paranoides, es frecuente margen de responsabilidad personal. Para el psicoa-
que aparezcan formas de v i v i r la c u l p a b i l i d a d i n - nálisis su origen se s i t ú a en los estadios primeros de
maduras y enfermizas. Pero é s t a s no son vivencias la vida anteriores al nacimiento del Super-yo, en las
inmaduras o enfermizas de la culpabilidad, sino en- dimensiones m á s instintivas del inconsciente, en el
fermedades de la personalidad, que como conse- Ello, de a h í su irracionalidad y sus formas de expre-
cuencia distorsionan total o parcialmente la vivencia s i ó n (J. Coderch, 1982, 167-169; M . Oraison, 1973,
de la culpabilidad ( M . Oraison, 1973, 45; V. Scheffe, 51). A ella se refiere M . Oraison cuando dice:
1969, 119-122; P. Solignac, 1976, 96; A. Vergote, «En los neuróticos, la angustia es tan insuperable
1978, 63-67). T a m b i é n es frecuente que en algunas que reprime, en sentido propio, los impulsos espontá-
neurosis como las obsesivas, en las neurosis de an- neos, haciéndolos retroceder a modos muy primiti-
gustia, etc., aparezca la vivencia p a t o l ó g i c a de la vos, y a veces disociados, y muy obscuramente narci-
culpabilidad como s í n t o m a , aunque en otros casos sistas; y este violentísimo conflicto persiste como tal
es la vivencia i n m a d u r a de la culpabilidad la que ge- en el dinamismo inconsciente del adulto» (M. Orai-
nera claramente vivencias n e u r ó t i c a s . E n cualquier son, 1973, 45).
caso, se puede reconocer esta vivencia enfermiza de E n ella los sentimientos derivados de u n acto de-
la culpabilidad p o r algunos signos como son: una terminado, percibido como u n t a b ú , explícita o i m -
angustia intensa, la e s c i s i ó n entre el m u n d o objeti- p l í c i t a m e n t e , se ponen en r e l a c i ó n con una p r i m i t i v a
vo y la p r o p i a subjetividad, una vivencia de la culpa v e r g ü e n z a , asco y temor, que en el lenguaje se suele
como r u p t u r a con una «Ley» externa y t i r á n i c a , una expresar en t é r m i n o s de pureza e impureza, sucie-
agresividad generalmente autopunitiva. Pero lo que dad, fealdad, mancha, etc., ligado a unos sentimientos
a q u í nos interesa no son las manifestaciones de la pro-religiosos e incluso pro-morales, de c a r á c t e r ins-
culpabilidad como s í n t o m a s de desequilibrios de la tintual, fundamentalmente en relación con lo sexual,
personalidad, sino aquellas veces que aparece como por ello es frecuente que a esta vivencia se asocien
causa y m a n i f e s t a c i ó n principal de esos mismos dese- ideas, sentimientos, lugares, personas, experiencias,
quilibrios. cosas, que pueden entrar en ese m u n d o misterioso,
atrayente y p r o h i b i d o del t a b ú (P. Ricoeur, 1969,
b) Patología de la culpabilidad 265-294). E l paso del placer a la v e r g ü e n z a , de la
a t r a c c i ó n al rechazo, t i ñ e n de culpabilidad t a b ú si-
Son las vivencias n e u r ó t i c a s de culpabilidad, tuaciones placenteras o atractivas, que en sí mismas
muchas veces en c o n e x i ó n con vivencias religiosas no d e b e r í a n haber generado n i n g ú n sentimiento de
enfermizas, las que a q u í nos interesan p o r su rela- culpa. L o que e s p o n t á n e a m e n t e fue placer y atrac-
c i ó n inmediata c o n la p s i c o l o g í a de la m o r a l i d a d y c i ó n se convierte en vivencia de r e m o r d i m i e n t o o
religiosa y p o r los interrogantes pastorales que plan- malestar. La i m p o r t a n c i a de estos mecanismos apa-
tean ( C o m i s i ó n episcopal de E n s e ñ a n z a y Catcque- rece con claridad en el á r e a sexual de la persona (A.
sis, 1983). Pero no toda vivencia enfermiza de la cul- Vergote, 1975, 245-246).
pabilidad tiene los mismos mecanismos n i la m i s m a
d i n á m i c a , sino que entre ellas se pueden d i s t i n g u i r La c u l p a b i l i d a d t a b ú adquiere una enorme fuer-
al menos tres tipos denominados respectivamente: za expresiva en la o b s e s i ó n n e u r ó t i c a . E l escrupuloso
t a b ú , narcisista v legalista (G. Dacquino, 1982, 187- se debate angustiosamente con el impulso i r r a c i o n a l
194; J.A. G a r c í a - M o n g e , 1991; A. Vergote, 1975, 245- que le hace sentirse culpable, sin que su l i b e r t a d ten-
255; 1978, 69-95). ga nada realmente que decir en el c í r c u l o de la pe-
nosa compulsividad ( H . Bissonnier, 1973, 106-108).
El exagerado a f á n de limpieza a u n nivel n e u r ó t i c o
1. Culpabilidad t a b ú habla claramente de la s i m b o l o g í a de la mancha ob-
sesivamente vivida, desde la angustia y las fobias
La c u l p a b i l i d a d t a b ú hunde sus r a í c e s en las d i -
(G.W. Allport, 1972, 159-160).
mensiones mas instintuales e irracionales de la per-
sonalidad, revelando una m a y o r grado de i n m a d u - E n personas que tienen una cierta e d u c a c i ó n re-
rez y una m o r a l r u d i m e n t a r i a , con u n e s c a s í s i m o ligiosa este tipo de c u l p a b i l i d a d puede ponerse en

176 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN


r e l a c i ó n con ella, sobre todo si ha sido una educa- una parte, el Super-yo es la i n t e r n a l i z a c i ó n de las ex-
c i ó n excesivamente preocupada p o r determinados pectativas sociales, y en concreto de los padres; es la
aspectos de la m o r a l i d a d , y puede aparecer una re- imagen ideal de u n o m i s m o . Y de otra, en el Super-
l a c i ó n entre fobias a objetos religiosos y problemas yo se encuentran las normas morales transmitidas
sexuales. Así la a p a r i c i ó n de determinadas formas por la e d u c a c i ó n , y que progresivamente se han ido
de vivencia de lo religioso y de lo m o r a l obsesiva- haciendo propias; es la i n t e r i o r i z a c i ó n de la Ley.
mente centrados en preocupaciones p o r la pureza; y Cuando en el nombre se rompe el equilibrio entre lo
ese m u n d o de acusaciones de posibles pecados, de que u n o es realmente y aquello que esperaban y él
acciones vividas dudosamente, cuando de hecho se esperaba de sí, o cuando se siente en c o n t r a d i c c i ó n
dio una i m p o s i b i l i d a d física de obrar de distinta ma- con las normas internalizadas, hace su a p a r i c i ó n la
nera, de los pecados que haya podido cometer sin culpabilidad. Pero é s t a no siempre hace referencia a
darme cuenta... ayudan a detectar u n fondo t a b ú en u n d a ñ o hecho o u n bien o m i t i d o ; hay veces que o
la vivencia de la c u l p a b i l i d a d y denuncian la a m b i - bien el d a ñ o hecho no existe o no es tomado p r á c t i -
g ü e d a d e inmadurez de muchos planteamientos camente en cuenta, por que lo que ú n i c a m e n t e se
«cristianos» de pecado en los que aparece. percibe es la autoimagen d a ñ a d a ( ¿ q u é p e n s a r á n los
d e m á s de m í ? ) o la n o r m a i n c u m p l i d a vivida como
E n estos casos la responsabilidad m o r a l es m u y una t r a i c i ó n a la n o r m a misma. Como esta consta-
escasa, puesto que en la m a y o r í a de ellos no existe t a c i ó n i m p l i c a una m i r a d a a sí m i s m o , una intensa
una culpa objetiva, sino que se mueven en el m u n d o a t e n c i ó n al «ideal del yo», no como algo externo que
de las f a n t a s í a s y de las vivencias inconscientes, en le es propuesto al hombre, sino en cuanto forma par-
el temor a pecar, m á s que frente a acciones propia- te de su p r o p i o esquema personal, este segundo tipo
mente pecaminosas, y cuando éstas existen tienen es- de culpabilidad meramente psicológica se denomina
casa responsabilidad, puesto que hay unos c o m - « n a r c i s i s t a » , en referencia al m i t o de Narciso, ena-
portamientos instintivos de tipo n e u r ó t i c o en los que morado de su p r o p i a imagen (G. Dacquino, 1982,
la l i b e r t a d es m í n i m a (G. Dacquino, 1982, 197-202). 187-188, 192-193; G.W. Allport, 1972, 158-159).
Por eso la a c c i ó n pastoral ha de ser p r i o r i t a r i a m e n -
te salvar al sujeto de la angustia que le embarga, Todo hombre necesita, para realizar su existen-
m á s que invitarle a superar v o l u n t a r í s t i c a m e n t e pul- cia personal, tener u n «ideal del y o » , lo que desea y
siones, l o que, al no estar a su alcance, a u m e n t a r í a c ó m o espera llegar a ser, al que referirse constante-
la angustia. mente. Este «ideal del yo» condensa las expectati-
Para estas personas la c o n f e s i ó n puede, con fa- vas, deseos y peticiones del m u n d o ambiente. L o
cilidad, derivar en u n r i t o purificatorio, que remite que sus padres esperan de él, l o que sus maestros
de nuevo a la s i m b o l o g í a de la mancha, en una ac- desean, lo que la sociedad y sus grupos le ofrecen
c i ó n m á g i c a que libera de la culpabilidad, pero que como modelos... Todo este m u n d o va creando la
no ayuda a superarla, puesto que una vez m á s cen- imagen del yo idealizada, es decir, desiderativamen-
t r a n al hombre sobre sí m i s m o , m á s que p e r m i t i r l e te realizadora de todas esas expectativas, y en rela-
u n proceso de r e a l i z a c i ó n que, en la fe, supone ad- c i ó n con a q u é l confronta su realidad. La constata-
h e s i ó n confiada en Dios (G. Dacquino, 1982, 226- c i ó n brusca o paulatina de lo que le «falta» para
230; A. Vergote, 1978, 134ss.). estar a la altura del ideal, el desnivel entre lo que es
y lo que los d e m á s interiorizados esperan de él, le
conducen a sentirse culpable. Esta culpabilidad ya
2. Culpabilidad narcisista no se reduce como en la culpabilidad t a b ú al á r e a de
A d e m á s de la culpabilidad t a b ú , que anida en las lo sexual, sino que tiene u n sentido bastante m á s ge-
dimensiones m á s profundas de la personalidad, neral. Supone una c o n t e m p l a c i ó n de uno m i s m o ,
existen otros dos tipos de culpabilidad, que el psico- que c o m p o r t a una cierta l i m i t a c i ó n de la vida psico-
a n á l i s i s s i t ú a en el Super-yo freudiano (A. Vergote, lógica. Aparece con distintas motivaciones s e g ú n las
1975, 246-248). Para Freud el Super-yo realiza dos personas y las distintas edades de la vida: en los j ó -
funciones principales, interrelacionadas entre sí: de venes como inseguridad de sí mismos, como Sentir-

PAtfA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 177


se incapacitado para tomar opciones estables, etc., niendo a s í a perder el acuerdo afectivo consigo mis-
con los estados de ansiedad consiguientes; mientras m o . Esta culpabilidad, que c o m p o r t a en su l í m i t e
que en los adultos aparece al enfrentarse en la ma- u n a a g r e s i ó n c o n t r a u n o m i s m o , se p r e s e n t a en
durez c o n la futilidad del tiempo y la presencia de la el m u n d o de los sentimientos como u n sufrimiento
p r o p i a muerte (C. Castilla del Pino, 1981, 37-4; M . que puede llevar a una d e p r e s i ó n paralizante en la
Oraison, 1973, 68-70). que el sujeto se va aislando sobre sí m i s m o y desen-
«En algunos enfermos se observa, en el estado de t e n d i é n d o s e de la t r a n s f o r m a c i ó n del m u n d o en el
intensidad neurótica, un fenómeno que constituye que vive.
uno de los aspectos más netos del 'frenado' dinámico
S e g ú n encuestas realizadas en t o r n o a los a ñ o s
del que acabamos de hablar. Efectivamente, se han
quedado -en el plano de las reacciones afectivas, a ve- 70, este tipo de c u l p a b i l i d a d aparece predominante
ces en contradicción con su pensamiento racional- en en u n porcentaje del 72%, entre la m o t i v a c i ó n de ca-
un estadio muy primitivo, en el que el narcisismo nor- tólicos practicantes de la c o n f e s i ó n , personas con
mal del niño les hace 'sentirse como un absoluto', una marcada tendencia a m i r a r ú n i c a m e n t e su pro-
para decirlo con un lenguaje evidentemente muy ana- pia p e r f e c c i ó n en u n proceso perfeccionista que ca-
lógico. Bajo el golpe de ciertas angustias de frustra- b r í a de tildar como egoísta.
ción que todavía amenazan -sin ellos saberlo y en fun-
ción de dramas de su infancia- su sentimiento de E n t r e los que vivencian la c u l p a b i l i d a d centra-
seguridad, tienen reacciones de crispación que tradu- dos en sí mismos y en la d e s p r o p o r c i ó n que encuen-
cen una imposibilidad afectiva para conocerse o acep- t r a n entre su imagen ideal y la vivencia de su reali-
tarse como desprovisto de 'valor absoluto'. Escrúpulos dad cotidiana, se encuentran grados de culpa m u y
o 'ansiedad de perfeccionitis' son enteramente típicos distintos que hay que discernir a la hora de ayudar-
desde este punto de vista. Pero sin llegar a la neurosis, les a integrar el sentimiento de c u l p a b i l i d a d de una
este 'absolutismo' infantil ¿acaso no se halla también,
manera adulta, y a entrar en u n proceso de autoa-
en estado de tendencia, en todo ser humano normal?
¿No se puede decir que los 'sufrimientos de amor pro- c e p t a c i ó n maduro, p u n t o de partida de u n creci-
pio', tan inherentes a la condición humana, están en m i e n t o personal (G. Dacquino, 1982, 195-202). E n
relación con los residuos de esa tendencia?» (M. Orai- este sentido es m o d é l i c a la r e l a c i ó n entre J e s ú s y la
son, 1973, 67-68). mujer pecadora (Jn 8,3ss.), en la que la a c e p t a c i ó n
incondicional la permite aceptarse. Frente a postu-
L o grave de la t o m a de conciencia de la r u p t u r a ras intransigentes y culpabilizantes de los educado-
interior entre lo que es y lo que d e b e r í a ser, no radi- res en la fe, claramente motivadores de este tipo de
ca solamente en la f r u s t r a c i ó n de no estar «a la al- culpabilidad, tampoco son v á l i d a s las extremas faci-
t u r a » o en el conflicto con deseos encontrados, sino lidades del educador comprensivo que no « s a n a n » ,
en la s e n s a c i ó n de haber perdido la estima de los de- porque en definitiva i m p i d e n que el sujeto salga de
m á s , que conduce a una p é r d i d a de la p r o p i a estima sí m i s m o . Es necesario ayudarlo a caer en la cuenta
(C. Castilla del Pino, 1981, 58-59). E l hombre nece- de las coordenadas en que se mueve y desde ellas
sita sentirse estimado, u n m í n i m u m de c a r i ñ o que le ofrecerle pistas de apertura a los otros, y para los
p e r m i t a reconocerse como digno de a m o r y p o r con- hombres religiosos al verdadero Dios. Esto supone
siguiente amarse a sí m i s m o . N o se trata de a m o r una e d u c a c i ó n y una catequesis con criterios mora-
p r o p i o anatematizado p o r los ascetas, sino de u n les y orientaciones sobre la culpabilidad que p e r m i -
amor a u n o m i s m o necesario para la salud p s í q u i c a ta una m a d u r a c i ó n m o r a l del sujeto, que en algunas
personal. Este a m o r esencial le s e r á difícil si, p o r el ocasiones no pueden prescindir de una psicoterapia
hecho de depender del aprecio de los otros, se ve p r i - previa.
vado de él en r a z ó n de su fallo, del no estar a la al-
tura. Se trata de aquella i m p l í c i t a f o r m u l a c i ó n del T a m b i é n estas diferencias aparecen cuando se
n i ñ o que, v i é n d o s e solicitado a sacar buenas notas, da u n d i á l o g o en p r o f u n d i d a d sobre su s i t u a c i ó n ,
ser obediente, generoso, etc., es m a l estudiante, re- muchas veces en la c o n f e s i ó n sacramental. Así apa-
belde, e g o í s t a , es decir, no llena las expectativas de recen desde resistencias motivadas p o r el miedo a
los d e m á s y se cree privado p o r ello de su estima, v i - una nueva y m á s radical o c a s i ó n de perder la p r o p i a

178 PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE IA RELIGIÓN


estima al narrar a otro el relato de su fracaso ante el y de la propia r e a l i z a c i ó n personal. Con ello no se
ideal del yo, hasta la necesidad casi obsesiva de acu- niega en absoluto la necesidad de una escala de va-
d i r a la c o n f e s i ó n como r e c u p e r a c i ó n de la p r o p i a lores personalmente asumida, n i la necesidad de
estima, al mediar el p e r d ó n de Dios, s í m b o l o de su normas sociales, sino que é s t a s se conviertan en va-
r e c o n c i l i a c i ó n con los otros. E n é s t o s se da una ac- lores absolutos fuente i r r a c i o n a l de c u l p a b i l i d a d
t i t u d que dista m u c h o de la a u t é n t i c a madurez cris- propias de una inmadurez m o r a l . Porque en el fon-
tiana. Hay una sutil i n s t r u m e n t a l i z a c i ó n del sacra- do este proceso de a b s o l u t i z a c i ó n de la n o r m a supo-
mento en beneficio de la r e c o n c i l i a c i ó n con uno ne una dificultad para alcanzar la a u t o n o m í a , de-
m i s m o . L o que el sujeto busca inconscientemente jando al sujeto prendido en los estadios infantiles
no es tanto la r e c o n c i l i a c i ó n como quedarse en paz, descritos por Piaget.
porque es é s a su necesidad, se encuentra centrado
en sí m i s m o y en su angustia y su horizonte se cie- En esta f o r m a de ser vivenciada, la culpabilidad
rra m á s allá, aunque esto pueda ocultarse tras u n ro- es entendida con una c o n c e p c i ó n j u r í d i c a y es vivi-
paje religioso ( H . Breucha, 1969, 133-139). da con una s i m b ó l i c a de « t r a n s g r e s i ó n » . La culpa no
es puesta en r e l a c i ó n con la intencionalidad sino
ú n i c a m e n t e con el d a ñ o , y muchas veces n i siquiera
3. Culpabilidad legalista con él, sino ú n i c a m e n t e con la n o r m a , lo que hace
que la sensibilidad de la conciencia c o n r e l a c i ó n a
La culpabilidad legalista, que el p s i c o a n á l i s i s si-
lo malo, lo m i s m o que a lo bueno, se circunscriba,
t ú a en r e l a c i ó n con u n excesivo desarrollo del Super-
cada vez m á s , a lo determinado por la ley. U n i d o a
yo, procede de la dificultad que experimenta el suje-
todo ello suele aparecer u n componente voluntaris-
to de pasar de una m o r a l c o n v e n c i o n a l y
ta: «hay que...», «tengo que...» en el c u m p l i m i e n t o de
h e t e r ó n o m a a una m o r a l post-convencional y a u t ó -
lo establecido.
noma. La Ley, que se ha presentado al n i ñ o como
valor absoluto, e x p r e s i ó n del bien c o m ú n y del res- Este tipo de c u l p a b i l i d a d , en muchos casos, es
peto a los otros, es divinizada de tal manera que su fomentado p o r determinados estilos de e d u c a c i ó n
quebrantamiento se hace angustioso p o r m u y razo- religiosa, en los que se cultiva m á s la a d e c u a c i ó n a
nable que sea. E l s á b a d o se ha convertido en s e ñ o r determinados tipos de conductas, que se presentan
del hombre, y no el hombre en s e ñ o r del s á b a d o (A. como salvadoras, que el fomento de una a u t é n t i c a
Vergote, 1975, 246-255; 1978, 109-116). E n ella exis- experiencia religiosa. Una vez m á s hace su apari-
ten distintos niveles que van desde una dependencia c i ó n una pseudo-vivencia religiosa, de la que los fa-
infantil ante convencionalismos sociales, pautas, riseos del evangelio fueron u n exponente paradig-
normas del grupo, hasta la a c e p t a c i ó n personal de la m á t i c o , y a la que se enfrentaron tanto J e s ú s c o m o
Ley como e x p r e s i ó n del b i e n c o m ú n (A. Bandura, Pablo en la carta a los Romanos y a los G á l a t a s . Y,
1983, 107; E. F r o m m , 1975). Pero lo que m i d e su i n - así m i s m o , puede paralizar el c o m p r o m i s o social al
madurez no es la mayor o menor bondad de la nor- generar mala conciencia ante todo lo que suponga
ma, sino el haberla convertido en u n dios, dejando c r í t i c a , y colocarse al servicio del « o r d e n » estable-
de ser u n medio para la c o n s e c u c i ó n del b i e n c o m ú n cido.

PARA CONOCER LA PSICOLOGÍA DE LA RELIGIÓN 179

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