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RECOMENZAR
LA PANDEMIA, FRANCISCO Y LA PATRIA

FACTOR FRANCISCO
NESTOR BORRI – SANTIAGO BARASSI

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Editor responsable Centro Nueva Tierra

Piedras 575 PB Buenos Aires Argentina

factorfrancisco88@gmail.com

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www.nuevatierra.org.ar

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INDICE
LO QUE NOS SALVA NO ESTA DORMIDO: SUEÑA ................................................................................................................... 7

#URBIETORBI. ............................................................................................................................................................................. 15

UN PLAN QUINQUENAL ............................................................................................................................................................. 23

MUGICA A LA HORA DE LA LUZ............................................................................................................................................... 35

GRITO DE LA TIERRA, GRITO DE LOS POBRES. .................................................................................................................... 45

TODOS EN LA MISMA BARCA .................................................................................................................................................. 53

EL FUEGO DE ADENTRO ............................................................................................................................................................. 65

EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES ............................................................................................................................... 74

BANDERAS EN TU CORAZÓN ................................................................................................................................................... 87

ALMA DEL PUEBLO ..................................................................................................................................................................... 95

UN ESTADO DEL CORAZÓN.....................................................................................................................................................106

EL PROBLEMA DEL MAL ........................................................................................................................................................... 117

CULTURA DEL ENCUENTRO .................................................................................................................................................... 125

HERMANOS TODOS .................................................................................................................................................................. 135

CURAR EL MUNDO ................................................................................................................................................................... 145

FRATELLI TUTTI: PARA DESPERTAR NUESTRA HUMANIDAD........................................................................................... 157

FRATELLI TUTTI: IMPLICANCIAS DE UNA BOMBA CONCEPTUAL ESPIRITUAL Y POLITICA....................................... 167

LA SED QUE ALUMBRA............................................................................................................................................................ 181

LA ECONOMÍA DE FRANCESCO .............................................................................................................................................. 191

FACTOR DIEGO ......................................................................................................................................................................... 203

SUBORDINAR LA ECONOMÍA A LA POLITICA ..................................................................................................................... 211

LA ESPERANZA DEL RECOMIENZO EN LA MESA DE TODOS ............................................................................................. 221

SEÑALES Y PALABRAS ........................................................................................................................................................... 229

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LO QUE NOS SALVA
NO ESTÁ DORMIDO: SUEÑA
Factor Francisco en pandemia. Recomenzar

LA SOPA DE WUHAN Y/O EL VINO DE SAN JUAN

Nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta


de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados;
pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a
remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta
barca, estamos todos.
Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia
dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que no podemos
seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos.

Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud


de Jesús. Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y
desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que
primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio,
dormía tranquilo, confiado en el Padre -es la única vez en el Evangelio
que Jesús aparece durmiendo-.

Francisco, 27 de marzo 2020


Oración especial en la Plaza San Pedro por la pandemia

Poco después del comienzo de la pandemia y, luego, de la cuarentena,


en todas partes y acá circuló un pdf que compilaba las reflexiones de un
conjunto de intelectuales del mundo, con el título “Sopa de Wuhan”. Es
un buen ejercicio mirar ahora esos textos, que para una mirada con
algo de barro en las pestañas ya mostraban su límite, y quizás su vacío.

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Frente a la contundencia del fenómeno, frente a las muertes y los
dolores de los cuerpos y las almas, los “mejores” pensamientos
circulantes se presentaron como un balbuceo triste o un narcisismo
autorreferido a las propias tesis. O, en todo caso, como un comentario
largo que poco aportaba y poco aporta -ahora es más evidente- a salida
alguna. Quizás lo mejor de ese compilado, y la contribución más
importante de las expresiones urgentes y algo desesperadas de estos
pensadores ha sido mostrar, de una sola vez, de un solo download, en
unos pocos scrolls, la cruda realidad ante la que el pequeño y ciego
virus nos pone. Nuestros pensares y sentidos, el mejor stock de la
intelligentzia instalada en el pensamiento contemporáneo, su más
iluminado y elegante elenco, en todo caso queda así: compilada bajo un
título tristemente irónico -no podía ser de otra manera- circulando de
Whatsapp en Whatsapp sin decir nada a los que lo leen y sin invitar a
mucha cosa más que a… reenviarlo. Desnudez. Bienvenida si nos sirve
para vernos.

Al atardecer del 27 de marzo, en una plaza San Pedro solitaria,


Francisco hizo una oración en la que sencillamente se remitió al pasaje
del Evangelio de Marcos, donde se relata el episodio de “la tempestad
calmada”. Francisco, solo, rezó allí, y compartió una meditación sobre
la tempestad y el miedo (de ahí vienen las citas que ordenan esta
presentación).

Al respecto, él mismo lo dice en su reflexión: es el único texto donde


Jesús aparece... dormido. La extraña y única sensación de que aquel o
aquello que habría de salvarnos, parece ausente. Y la invitación a una
serenidad difícil: la de pensar que el que está dormido puede estar, en
realidad, no ausente, sino soñando. Poder confiar.

Vale leer a la distancia la meditación de Francisco en ese día lluvioso,


junto con las fuertes imágenes de la plaza desierta. Es como un paso
de la mera sopa de Wuhan y sus reflexiones pasajeras, a otro registro.
Podría asociarse también a las palabras fuertes y complejas, pero
recias y persistentes de Juan de Patmos, ese que sueña y narra el
apocalipsis en medio de la debacle del mundo y la persecución de los
justos.

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Ese que, en el último libro del canon cristiano, sostiene una visión del
despliegue terrible de la historia, pero en el mismo momento sueña un
banquete donde el vino abunda y (porque) el pan se comparte.
En medio de estas reflexiones, con conferencias de prensa y números
de muertos en las pantallas, nos detuvimos también nosotros a
conversar. Preocupados y confiados a la vez, componiendo lo común y
los encuentros de otro modo, recogiendo lo caminado en otras
tempestades y pasiones, recapitulando la historia y nuestra historia.
Preguntándonos y reafirmando nuestras convicciones sobre aquello
que puede “salvarnos”. Salvación no como plano sublime y metafísico,
que finalmente es complementario del sálvese quien pueda. Salvación
como memoria y razones, confianza en lo que nos rescata: lo que nos
trae los días felices y nos sostiene en los días oscuros. En la
tempestad.

EN LA TORMENTA DEL MUNDO, EN LA MISMA BARCA

La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al


descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos
construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades.
Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que
alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La
tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar
lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de
anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a
nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos
así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. Con
la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que
disfrazamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y
dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de
la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de
hermanos.

Francisco, 27 de marzo 2020

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“Argentina en la tormenta del mundo” es el título de un libro de Tulio
Halperín Donghi que funge como explicación, sesgada por cierto, de las
decisiones o fatalidades que nos llevaron a presentes sucesivos y
pendulares y a destinos difíciles pero singulares. Con esa referencia,
también podemos decir que la pandemia encontró a nuestro país en la
tormenta del mundo y también en medio -o en el inicio- de la ardua
tarea de salir de una de sus caídas más envenenadoras, como fueron
los cuatro años entre 2015 y 2019. Se jugaban, en el mismo momento
en que la tempestad del Covid-19 se desplegó como uno de los jinetes
del apocalipsis, las otras calamidades y dolores: la desigualdad, el
veneno de las fakes y la impostura, las propuestas de subjetividades
planas y pertenencias excluyentes orientadas por los emblemas del
odio, la banalidad de las palabras en algoritmos infinitos y mercantiles.

En Buenos Aires, en medio de varias de estas tormentas, del mundo y


la pandemia, del virus y de la crisis económica, nos juntamos a
conversar varias veces, cada semana, virtualmente primero y después
cuerpo a cuerpo, acortando y manteniendo distancia, y allí fuimos
escribiendo estos textos que ahora compartimos.

Otra vez, la figura del Apocalipsis fue surgiendo en las conversaciones,


con esta certeza: ni pesimismo ni catástrofe, ni fin del mundo ni
nihilismo, sirven para atravesar la vida, vivir la historia y saborear los
encuentros. Un apocalipsis es una narrativa, y aún más, una
conversación que sirve para contemplar las batallas decisivas del
mundo y de los espíritus, de los pueblos y de cada cual. Y sirve, no
para regodearse en la catástrofe ni victimizarse en la batalla, sino para
describir al enemigo, alimentar la esperanza y concentrar la fuerza en
torno a lo que nos salva y deseamos. Un apocalipsis es un texto de
precisión, creación, oración y combate. (Algo de esto lo dejamos
plasmado con nuestro amigo Pedro Saborido en los episodios del
podcast sobre el Apocalipsis de “Grandes momentos populistas de la
Biblia).

En Laudato si’, Francisco habla de la “larga conversación” que


necesitamos. Las mejores propuestas del Papa muchas veces caen en
diálogos ritualizados que, una vez cumplido el protocolo, nos dejan más

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o menos en el mismo lugar. Pero también, creemos con firmeza, que
convoca a conversaciones intensas, en lugares inesperados, donde
algo se revela, se enciende, se plasma como criterio y alimenta a seguir
la conversación, camino a las decisiones y oraciones que nos salven,
nos rescaten, nos vivifiquen.
Por ese lado va lo que intentamos hacer desde Factor Francisco con
estas notas. Jalonar conversaciones propias, con compañeros y
compañeras, escuchar el rumor del mundo y de la patria, de los barrios
y las televisiones, las luces vanas de los Whatsapps y las redes, pero
también los resplandores de los buenos fuegos de la amistad y la
política.
Una escritura que viene siendo, toda ella, desde la concepción, el gesto
y la circulación, entre la inspiración y la transpiración, esto: un poco de
buena fraternidad en medio de la tormenta del mundo. Lo que nos
salva.

FRATELLI TUTTI

Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares,


pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza
operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas
entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar
cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes
—corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y
de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar
a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de
nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de
reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras,
transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas
y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.

Francisco, 27 de marzo 2020

En el inicio de ese mes cargado de rock, memoria y acontecimientos


nodales que es octubre, en una tumba sencilla bajo una iglesia
hermosa pintada por Giotto, entre las colinas de Umbría en la Italia

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arrasada por el virus, un cura argentino devenido Papa firmó un
documento con título sugerente: “Fratelli Tutti: hermanos todos”.

La tumba es la del santo cuyo nombre lleva como pontífice, y cuya


aventura se ha cargado al hombro: reconstruir, reparar. Firmó en
silencio la carta circular (encíclica) con nombre de deseo aunque
también de cantina o de mesa de domingo, si se la oye con picardía, y
con sonido de esperanza aunque también de advertencia. Y agradeció,
especialmente a los traductores. O sea, a aquellos que tienen una
doble tarea: poner en todos los idiomas del mundo no solo las ideas
que contiene el magisterio del Papa argentino, sino también modismos
que en latín deben conservar algo de la música de nuestro tango: “una
civilización pasada de rosca”, o “Dios nos primerea”. Fratelli Tutti se
entiende sin traductores, pero el camino de enfrentar el avance de la
indigencia y la indiferencia en el mundo, con diagnósticos certeros y
propuestas valientes, requiere todas las lenguas. Mucha traducción.

Desde entonces, nos pusimos manos a la obra amplificando y,


justamente, traduciendo el mensaje. No porque no se entienda, sino
porque siempre es posible encarnarlo un poco más.

Traer de nuevo a nuestra tierra austral y arrabalera la fuerza de las


palabras universales que nos vuelven como regalo y exigencia. Como
oportunidad.

En eso estamos y estos son los textos y las imágenes con que
intentamos hacernos cargo de la parte que nos toca. Nos toca porque
nos corresponde, nos toca porque nos impacta, nos toca porque, hay
que decirlo y por eso lo hacemos centralmente: nos conmueve.

Aquí va, como botella al mar en medio de la tempestad, lo que pudimos


decir y colorear durante los meses de la pandemia en el 2020.

Néstor Borri - Santiago Barassi


Factor Francisco

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Agradecimientos
Al equipo de Centro Nueva Tierra, desde donde hacemos #FF, que nos
permitió avanzar en terrenos nuevos y contar con la fuerza de un largo
camino construido institucionalmente y en relación con militantes de
todo el país.

De manera muy especial, queremos mencionar a Javier Aranguri, que


es el responsable de hacer magia con las imágenes, plasmando a la
distancia y en diálogo permanente las “visiones” que compartimos cada
vez que encaramos una nota. Cada gráfica, para cada domingo, la
imaginamos como un frontispicio o un tímpano de catedral, igual a
aquellos donde desde los primeros tiempos los cristianos trataron de
plasmar en imágenes lo que la fuerza de la palabra vivida les había
inspirado. Solamente que lo hemos puesto con los modos y colores de
la cultura popular, con un poco de humor pero siempre con una
búsqueda de ampliar la imaginación y componer alguna sorpresa.

Francisco Lucero y Julieta Villar, con el procesamiento y corrección de


textos, se encargaron de que no se nos pasaran demasiadas
barbaridades sintácticas o tipográficas, salvo las que queríamos
cometer adrede en forma de inventiva y de ganas de hacerle fuerza al
lenguaje para que nos acaricie o golpee, y con nosotros a otros.

Clara Cano y Vanesa Acosta nos permitieron agilizar las cuestiones de


gestión en medio de las dificultades prácticas de la distancia.

Desde España y Roma, nuestra compañera y amiga María Luisa


Berzosa nos sirve de referencia y nos pone chispa desde los más
arduos espacios institucionales de la Iglesia Católica.

El compañero y maestro Pedro Saborido nos alentó con una larga


conversación a través de los meses sobre política y alrededores.

Gabriel Katopodis y Daniel Santoro han sido también para nosotros


interlocutores de primera sobre cosas del cielo y de la tierra. Gente de
obra que admiramos.

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Los compañeros de los grupos de intercambio Factor Francisco, Venite
y Conexión Fratelli Tutti nos alimentaron con sus resonancias y
reflexiones.

Los centenares de compañeros y compañeras que participaron en


nuestros “zooms” semanales, nos alegraron las tardes de pantalla y
cuadrícula, en el esfuerzo de seguir encontrándonos. Las miles de
personas que se sumaron a la campaña FIRMAMOS TUTTI y a la
comunidad #FF suscribiéndose a nuestros envíos, nos han honrado y
entusiasmado con su acompañamiento.

Los amigos solidarios de CCFD Terre Solidaire de Francia,


Dreikönigsaktion de Austria y Adveniat de Alemania, y sus militantes y
voluntarios de base que desde hace años apuestan a nuestro camino
de encuentro desde el sur: gracias a todos ellos y fuerza allá con la
pandemia y con la vieja Europa.

En la tempestad, seguimos. Y creemos.

Hermanos todos.

GRACIAS

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#URBIETORBI
Globalización, tempestad y salvación

En una inmensa plaza vacía de una ciudad a la que llaman eterna, un


hombre levanta un pedazo de pan revestido de oro. En la ciudad y el
mundo – urbi et orbi- miles lo siguen confinados en sus casas por una
peste que sorprendió a los poderes, paralizó la economía mundial y
descalabró las liturgias que sostienen la vida cotidiana de millones, pero
también la letanía infinita con que se celebraba hasta hace poco el
avance sin fin del capitalismo en su versión neoliberal.

Las imágenes de Francisco en la Plaza San Pedro rezando,


bendiciendo y sobre todo haciendo gestos (besando la cruz, levantando
una custodia, rezando a la Virgen) impactaron en las audiencias. Lo
hacen por su excepcionalidad y su dramatismo. Pero también por el
hecho de que esas prácticas del campo de lo religioso, en general, son
consideradas por muchos como arcaicas o insignificantes para la vida
contemporánea. La pandemia pone a la vista límites de todo tipo y
nivel, abre preguntas y confirma intuiciones sobre los agotamientos de
la modernidad y el capitalismo. Todos ellos presentes en muchas de las
cosas que plantea el Papa argentino, y que en nuestro país vienen
siendo puestos en cuestión (y en transformación) desde distintos
sectores del pensamiento y la política. Aquí, entonces, una primera
crónica y panorámica conceptual para atravesar la cuaresma-
cuarentena, en la misma barca.

REZAR / PODER
“La tempestad”, como el Papa llamó a la pandemia comentando la
lectura evangélica, desnuda los límites de la modernidad capitalista y
de las prácticas que sostiene al sistema mundo. También tensa los
alcances y la hondura de la religión admitida, instrumental y funcional.
La escena que teníamos hasta hace unas semanas ha mutado.

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La pandemia cataliza los problemas, las tensiones y los agotamientos
que ya estaban presentes y por eso la figura de Francisco y sus
planteos y propuestas toman una nueva centralidad. Los ejes centrales
de su mensaje eran ya la respuesta a una crisis civilizatoria que
evidenciaba cada vez más sus límites.

Otro nivel de planteos nos implica también: Venimos haciendo un


esfuerzo reflexivo y de traducción para reponer, en el campo de la
práctica política, la cultura de lo colectivo y la praxis militante,
elementos olvidados o desconocidos que se resumen en “lo religioso”.
Es la dimensión trascendente, redentora de la cultura política y la
doctrina del campo nacional popular. La misma que por un lado afloró
con el entusiasmo militante de los años 2000, pero que encontró
también sus límites y carencias al afrontar algo muy propio del ethos
religioso: asumir las derrotas, atravesar los fracasos y resistir de un
modo no sólo instrumental, sino sustancial, los embates de lo que
Francisco, con toda la doctrina católica desde San Pablo, llama
“mundo” o “mundanidad”.

¿Qué puede significar la posibilidad de “rezar” para militantes


orientados a “construir” o “acumular” poder? ¿Qué significa la
trascendencia y lo absoluto, en tiempos del reino de las diferencias y la
autonomía? ¿Por qué, a la hora de referenciarse en alguien, Alberto
Fernández, en contenido, estilo, gramática y explícita cita de autoridad
y de alineamiento, elige al Papa argentino?

La pandemia, diluvio y catástrofe, catalizador y removedor, escenario y


tema, simbólica y real, es una oportunidad para replantear estos
tópicos. Adentrarse en el monte fértil de lo místico, que el progresismo y
el tono habermasiano de las ciencias sociales y la cultura política han
tendido a despreciar o temer, es una necesidad evidente.

Acá estamos. Desnudos en la impotencia. En el claustro de nuestras


casas. El imperativo capitalista se suspende, sin caer, y quedamos
expuestos a nuestra propia alma. Viendo muertes de ricos y famosos,
de simples y anónimos. La pandemia: experiencia de la finitud y
oportunidad para asomarnos más allá de nuestros conceptos inerciales.

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CATOLICISMO / GLOBALIZACIÓN
Pandemia es la categoría que otorga la Organización Mundial de la
Salud a una enfermedad que se propaga a nivel planetario. La tan
publicitada “aldea global” se efectivizó finalmente de un modo oscuro y
trágico. Quizás no había otro modo posible en que se desenvolviera el
mito de la globalización. Desde un primer momento, Francisco advirtió
que su relato de uniformidad eficiente escondía “una guerra mundial en
cuotas” que ya estaba en curso. Pero la fluencia de las divisas y el
capital, y el avance triunfal de lo que no sería nunca contestado o
discutido encuentra un tope. Feroz. Contundente. Corporal. Una peste.

¿Estamos condenados? ¿Cómo se le hace frente a la globalización del


terror? ¿Quién podrá salvarse de esta tragedia universal?

Universalidad y catolicidad son lo mismo pero en diferentes registros, y


con connotaciones diferentes. En el corazón de la cuestión católica está
el problema y la creación de un “para todos”: el de la salvación. Para
todos, cada vez y siempre.

El problema de lo universal irrumpió desde el principio como discusión.


¿Quiénes entran? ¿Para quiénes vale lo que Jesús trajo? ¿Bajo qué
condiciones? San Pablo viaja hasta Jerusalén a plantear justamente
esto: “No es sólo para los judíos. Negociemos. No hace falta
circuncidarse ni ir al templo para ser uno más del pueblo elegido.
Porque todos los pueblos son el pueblo elegido.”

Por el mismo motivo que va a Jerusalén, es que Pablo va después a


Roma. Y, al menos la tradición así lo dice, Pedro terminó también allí.
El cristianismo, para ser católico, tenía que ir al centro del mundo. Y
desde allí se dispersó: como un virus (más adelante, se expandirá CON
los virus, cosa que bien supieron los pueblos originarios de América
cuando, con la Biblia y la espada, les llegaron las enfermedades que los
diezmarían).

La cuestión es que desde el principio, la Iglesia tiene a su cuidado ese


mandato de universalizar la buena noticia. No es que la institución haya

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creado la universalidad. Es que el problema de preservar ese “para
todos”, fue uno de los vectores que le dio forma a la institución. Es por
eso que no es casual que, en este tiempo en el que cruje la modernidad
y su mellizo (¿siamés?) el capitalismo, y la globalización encuentra sus
entuertos no resolubles, resulte que también la Iglesia católica esté en
crisis, y al mismo tiempo tenga un resto desde donde aún reavivar su
fuego inicial.

Ese soplo, que se espera nuevo, que de pronto llega para liderar una
de las instituciones que fue central para occidente, vino de la periferia.
Una voz para, quizás, activar el murmullo mesiánico, viene del sur. En
este tiempo en que el sol cambia su sentido aparece un hombre de los
confines. Que trae la experiencia desde el fin del mundo, un Papa que
hubo que buscar allá. Él mismo lo dijo. Y enseguida, desde el primer
momento, puso en el centro de la Iglesia, pero también de los debates
globales, lo que el “mundo sin fin” (ilimitado como el discurso capitalista
que tan bien ha conceptualizado Jorge Alemán) niega, olvida,
desconoce, representa, teme y, llegado el caso, combate y rechaza.

La plaza está vacía y en ella un hombre besa una cruz en soledad.


Desde la ciudad eterna pronuncia una antigua oración que empieza
diciendo ¡Padre nuestro! y le habla a la humanidad para recordarle que
estamos todos en una misma barca. Como un capitán en la tempestad,
desafía a la pandemia levantando un trozo de pan en un engarce de
oro, recordando a todos que aquel murmullo que nació en Palestina
hace dos mil años dice que la muerte no tiene la última palabra. Pero
no es una afirmación esotérica. Dice que es el mundo-capitalismo el
que no va más. Y no en abstracto, sino en el punto donde está
sostenido por nosotros, cada uno y todos.

La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al


descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos
construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades.
Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que
alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.

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La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y
olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas
de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a
nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos
así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los


que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer
aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita)
pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa
pertenencia de hermanos.

Francisco, 27 de marzo 2020

APOCALIPSIS / NOW. Y AQUÍ


La gran tormenta, los que temen y la batalla decisiva. Es la escena. Las
imágenes y el tono son de “apocalipsis''. No tanto en un registro bíblico,
sino más bien en los términos del cine catástrofe. Resuena, sin
embargo, la referencia religiosa.

Los signos y las señales hablan del fin. Es que estamos ante las
muertes. Flota la sensación de que se terminó la vida apacible, y
también el trajín vertiginoso. “Las cosas de antes han pasado”, es la
cita del Apocalipsis que muchos recordarán por haber sido incluida por
John Cameron en el desenlace de Titanic.

Sin embargo, en el famoso libro que cierra la revelación cristiana, el


sentido de la frase es de esperanza: “Enjugará toda lágrima de sus
ojos; ya no habrá más muerte, ni habrá más luto, ni más lamento, ni
afán, porque las cosas de antes han pasado» (Ap 21, 3-4).

El Apocalipsis no habla tanto del fin del mundo como de las batallas
decisivas, consideradas finales. Y tiene una característica central como
género: es un tipo de narrativa creada para dar esperanza a los
cautivos y fuerza a los combatientes. A los que ya portan el otro mundo

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que viene. Y hace algo más, en un lenguaje simbólico que en su
momento habrá sido apropiado, evocativo, sugerente: describe al
enemigo en términos significativos y “habilitantes”.

No es difícil relacionar esto con la crudeza con que en estas semanas


han quedado expuestos también los límites de las reflexiones de
filósofos e intelectuales. Incluso de los mejores con los que contamos.
Los eruditos de occidente balbucean casi al mismo ritmo con el que las
lógicas operativas y los sistemas de contención de los países centrales
-exceptuando la excéntrica China y la maquinal Alemania- también
hacen agua.

Alberto Fernández ha remitido a Francisco y su mensaje para dar


soporte, criterio y carnadura a sus posiciones y para articular sus
discursos. Lo ha hecho en teleconferencia ante los líderes del G20,
pero también desde antes de la pandemia. Antes lo hizo Cristina en el
Foro ciencias sociales de CLACSO, “templo” de la reflexividad
progresista. En medio de los discursos clausurados y la
sobreabundancia de análisis de coyunturas, no es casual que sea la del
Papa una de las pocas voces a escala global que puede desafiar al
sistema mundo y mostrar una luz al otro lado del río.

En su reflexión en la plaza vacía, Francisco toma otra imagen de


zozobra y batalla, de miedo y visión sobre lo que nos ha llevado a
naufragar y temer. La tempestad.

Es el modo en que conecta la tormenta narrada por el Evangelio con la


sociedad contemporánea, con el capitalismo tal como lo conocemos,
pero también con la ética con que cada cual se enfrenta a su propio
modo de vida y sus resultados. He ahí lo incisivo del mensaje de
Francisco y el motivo por el que conmueve e incomoda. Es un análisis
estructural y global que implica a cada cual, sea mero feligrés o
pontífice, gobernante o cualquier ciudadano. Remite, como lo viene
haciendo en todo su magisterio, a la necesidad de poner la política por
encima de la economía y la vida de las mayorías junto al cuidado de la
tierra. Casa común. Pero también remite a las más «corporales» e
inmediatas de las prácticas: dar de comer al hambriento, vestir al
desnudo, cuidar a los enfermos, visitar a los presos. Son las llamadas

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«obras de misericordia»: centrales en la prédica de Francisco,
asumidas para muchos como extemporáneas y sensibleras,
probablemente hasta hace unas semanas. Pero que en la cuarentena
personal, familiar, comunitaria, societal y global, aparecen con una
fuerza interpelante asombrosa. Y precisa.

LA CUSTODIA / LO SAGRADO
The Mission. Jeremy Irons avanza con los guaraníes en medio del
fuego y las balas de los bandeirantes. Lleva como estandarte y escudo
contra los traficantes de esclavos, la custodia dorada, el “santísimo
sacramento”. Robert De Niro mira herido desde el suelo cómo camina
la fe en medio del desastre. La ciudad utópica de las misiones jesuíticas
en la selva americana está incendiada. Cierra los ojos para siempre
cuando cae su compañero jesuita por el impacto de una bala de los
arcabuces portugueses. Un guaraní levanta la custodia y sigue
avanzando.

¿Qué custodia el sol de oro?

Lo más sagrado en la tradición Católica es el misterio de cómo el Dios


hijo sigue estando presente cada vez que dos o más se reúnen en su
nombre a partir el pan. En Jesús, lo sagrado es lo que alimenta al
pueblo y que construye los encuentros que lo mantienen fuerte y unido.
No es casual que su primer milagro haya sido transformar el agua en
vino para que la fiesta de bodas no termine. Jesús curaba el cuerpo y
predicaba, enseñaba y proponía prácticas concretas y cotidianas: dar
de comer, dar de beber, visitar a los enfermos y los presos, levantar a
los caídos. Por ahí empezaba la religión.

El pan compartido, la unidad entre los hermanos y dar la vida por el


otro. El Papa eleva y sacraliza eso en la plaza vacía. “Solos, nos
hundimos”, le recuerda a la ciudad y a todo el globo. La fraternidad
humana ha dejado de ser un imperativo moral para ser una necesidad
efectiva. La cultura del descarte es hoy una discusión concreta en las
mesas de crisis a la que se sientan los que deciden. Los signos que
custodian la potencia mesiánica del murmullo milenario exclaman en la
noche: la salvación es para todos y con todos.

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La plaza está vacía y sin embargo estamos todos. Mirando muchos.
Rezando algunos.

¿Cómo vamos a luchar? ¿Sostenidos por qué? ¿Quiénes sostendrán


aquello que nos sostiene?

En esta tempestad, lo que está en juego es quiénes se sentarán a la


mesa.

El pueblo lo sabe desde siempre.

La salvación, si es la que vale, es para todos.

29/03/2020

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UN PLAN QUINQUENAL
PARA RESUCITAR
Desborde, pulso, pueblo y esperanza
En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y
hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está
brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su
pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace
más presente.

Francisco, 17 de abril 2020


“Un plan para resucitar”

Cuando escribe lo que le importa, Francisco es un quirógrafo: escribe a


mano. El “Plan para resucitar” era un manuscrito que demandaba la
presión del músculo, la presencia del cuerpo y la personalidad de la
caligrafía. El sueño se hace a mano y sin permiso, dice la canción. En
medio de la pandemia que paraliza al planeta y lleno de la fuerza
pascual que desafía a la muerte cara a cara, el Papa del fin del mundo
pone el gancho y se pone el poncho para avanzar como un baqueano
entre la peste y la depresión generalizada. Su apuesta es por la
esperanza. El modo de decir que hace siete años se filtra en los
documentos Vaticanos, insiste en que “Dios nos primerea”: nos precede
en nuestro caminar sacando las piedras que nos paralizan. Hay un
nuevo orden de las cosas que invita e irrumpe, pero que en primer lugar
demanda una respuesta, creatividad y conversión. El plan tiene más de
arrojo que de cálculo. Se hace en presencia. Hay más variables que
certezas. Pero se juega con la seguridad de tener el ancho de espadas:
Dios jamás abandona a su pueblo.

Todas las citas de los apartados que componen este artículo corresponden al texto de
Francisco “Un plan para resucitar”, publicado en la revista Vida Nueva el 17 de abril de
2020

23
EL ACONTECIMIENTO Y EL PLAN
Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo
posible con el realismo que sólo el Evangelio nos puede proporcionar.

Un acontecimiento rompe la inercia y desarticula los planes, justamente


porque lo que busca la planificación es neutralizar la posibilidad del
acontecimiento. Un “plan para resucitar” es casi un oxímoron y, sin
embargo, desde esa tensión Francisco proyecta la esperanza. En
definitiva, lo que de verdad está en discusión en todo esto es cómo
encarar el momento decisivo. ¿Qué debe ser priorizado? ¿Qué es
sacrificable y que es sagrado? En la pandemia se planteó la dicotomía
entre “salvar la economía” o “cuidar a los hombres y mujeres”. Hay
otros planes con otras prioridades.

El mesías sorprende y organiza. Así describió Francisco la irrupción de


Jesús en un pasaje del Evangelio, en el que, no casualmente, entra a
“una casa”. El modo en que opera la resurrección es la irrupción de una
vida en nueva forma. El COVID-19 no es lo decisivo, pero, por despeje
y sacudida, nos puso ante un momento decisivo. No se trata de
sobrevivir, sino de nacer a la vida nueva. Hay que actuar con sorpresa -
audacia, arrojo- para re-organizar la vida y el poder. El acontecimiento
puede ser la oportunidad para desplegar el plan. Hay que estar
vigilantes, estar presentes y ponerse en marcha-acción-salida.

POR DESBORDE
Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les
impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado
tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba.

Francisco insiste con una manera singular de entender las


transformaciones: el desborde.

Desconcierta a muchos, porque su “teoría del cambio” no es


estrictamente una teoría, y tampoco se trata mucho de “el cambio”.

24
En Francisco la cuestión es el discernimiento y no tanto “el saber”; es la
transformación más que la mera “innovación” del paradigma del capital
acelerado y descartador.

Una noticia desbordante es la que se sale de cuadro y va más allá,


viniendo. Pero para ser efectiva, toca el corazón y el núcleo de lo que
ha de ser transformado. Más que enfrentarlo- que lo hace- lo asume.
“Atender a la estructura íntima” de las cuestiones, dice el Papa en
‘Querida Amazonia’ para abordar el tema exigente de la ordenación de
las mujeres. Un ejemplo: “Acariciar los conflictos” es su fórmula para
procesar los enfrentamientos (y hay que leer esto en relación a la
ternura, y donde dice conflictos entender la cercanía y las heridas).
“Jueguen al borde”, es su mensaje para los jóvenes y “sueñen en
grande”, a los movimientos populares.

Una noticia desbordante no es sólo ni tanto «un hecho». Una noticia es


lo que se dice, lo que se nombra, llama y formula ante un hecho. Por
eso la resurrección no será simplemente algo empírico inmediato, o lo
será de otro modo: es un acontecimiento que requiere la implicación, la
jugada, el jugarse. Apuesta. Es práctica, potente y política. Popular,
agregaría sin problemas el Papa a la serie.

“El reino de Dios ya está entre ustedes” insiste Jesús al llegar a cada
pueblo en la Palestina del siglo I. Ya está pero aún no lo comprenden.
El agotamiento del mundo conocido, el del supuesto derrame-paz en
una aldea global de espejitos de colores, ya era evidente antes del
COVID-19. Los que lo niegan no son obtusos sino atrapados,
interesados o implicados en un sistema que mata. Y sin embargo, el
perfume -o la sangre- derramada de los que se organizan, luchan y
crean lo nuevo, se expande y crece desde las periferias. Hay una forma
de vida, en la que no todo tiene precio y donde lo sagrado es lo que es
para todos, que se impone en lo cotidiano. En medio de la muerte, de la
lógica que prioriza lo inerte, hay una potencia vital que puede romper el
círculo. Vida en abundancia, y que rebalse. No hay garantía alguna de
que suceda la transformación, la certeza de la resurrección, sin la
conversión de los discípulos (léase ciudadanos, sujetos, militantes,
cualquiera, cada uno, todos). La efectividad de la resurrección demanda
una dis-posición. Depende de cómo se pongan.

25
SUJETO PASCUAL DE TRANSFORMACIÓN
Ustedes son constructores indispensables de ese cambio
impostergable; es más, ustedes poseen una voz autorizada para
testimoniar que esto es posible

La resurrección impacta en la historia. No es sólo una creencia que


redefine la mirada humana sobre el límite de la muerte, sino que es la
buena noticia que transforma la muerte. Transforma el mal desde
adentro. No por mera oposición bien-mal. No es la moralina progresista,
ni liberal, ni de izquierda, todas ellas caídas en ser ideologías de la
pureza y de la luz. Es otra cosa: “una victoria que no ´pasa por encima´
del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino
en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder
de Dios”. La resurrección es el corazón de la encarnación. No niega la
muerte y el dolor humano, no niega el mal. Lo supera desde dentro. Es
el modo en que el proyecto de salvación del pueblo se concreta en la
historia.

En Francisco el “Plan para resucitar” viene acompañado de la


definición, invitación e interlocución de, por lo menos, un “sujeto
pascual”. Es como la Magdalena que por amor busca a su amado
maestro, antes que ningún otro. “A los hermanos y hermanas de los
movimientos y organizaciones populares”, dice la carta publicada por el
Vaticano el mismo domingo de Pascua. No cualquier día. Es en la
celebración central de la Iglesia Católica y en medio de la pandemia
mundial que paraliza al planeta, que el Papa dirige un mensaje a los
movimientos populares. Hay que protagonizar la salida. El “Plan de
resurrección” no es tanto un ejercicio espiritual para renovar la
esperanza en la fuerza de la vida, como la puesta en marcha de la
confianza en que los descartados del sistema que se asfixia son
quienes harán nuevas todas las cosas. Pónganse ya en camino. Salgan
del sepulcro, de la inmovilidad, de lo propio y de la sumisión. Salgan de
la fatalidad y del pensamiento fatalista. Y hagámoslo ya. Desde ahora la
reconstrucción-resurrección.

26
PROTAGONIZAR LA SALIDA: EL PULSO DEL ESPÍRITU
Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a
otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva
que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia.

Un jinete lanzado al galope con su caballo, un piloto atravesando la


tormenta, un cirujano abriendo un órgano vital, un artista ante su obra,
un dirigente en su acción. El pulso conecta la capacidad con la
templanza personal. Es la frialdad-precisión que encauza la adrenalina
vital. Es la clarividencia para avanzar sin el panorama completo. El arte
de leer señales o el saber-hacer-estando del baqueano. Es una
epistemología y un ritmo. La incertidumbre que hace balbucear a los
intelectuales -la gente del saber experto- en medio de la pandemia
muestra que los diagnósticos “sapientes” evidencian sus límites y
demandan otra respuesta. La opinión queda desvelada por cacareo,
autorreferencia, veleidad, inercia. Los expertos que funcionan, son
políticos.

“El pulso del Espíritu” como fuente, guía y fuerza para intervenir en este
momento concreto de la historia. El plan necesita de ese soplo -espíritu-
que encienda el fuego que ilumine lo que viene. Ese impulso viene de
tomar el pulso. Un ritmo que coordina fidelidad, búsqueda, lealtad y
apuesta.

GEOPOLÍTICA Y ACCIÓN TRANSFORMADORA DE LOS


PUEBLOS
Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas
tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son
suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la
humanidad.

El desborde en el que Francisco pone su esperanza y llama a actuar,


parte de una insuficiencia y un plus. Por un lado, la advertencia
respecto al paradigma tecnocrático. El Papa lo señala con claridad: no
es tanto si el mercado o el estado son la solución. El tema es el

27
paradigma tecnocrático que actúa y se plasma en ambos. Por eso
advierte también: “no conformarnos ni contentarnos y menos
justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el
impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo”.

Hay una necesidad y una responsabilidad de poner en cuestión las


imágenes que ordenan la salida o la repetición. Es una cuestión de
imaginación: “Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva
imaginación de lo posible con el realismo que sólo el Evangelio nos
puede proporcionar”.

Para un no creyente, donde aquí dice “evangelio” es preciso buscar su


propia mejor-buena-noticia, su propio núcleo transformador. Para un
creyente cristiano, “el evangelio”, no es solo la fe, la Iglesia ni la
religión. Es fundamentalmente la buena noticia que irrumpe como un
mensaje que transforma. Y si esto lo ponemos en clave nacional, es la
claridad para no buscar en la sección de internacionales las recetas
para pensar el futuro sino de recuperar los signos, las tradiciones y la
fuerza de lo que ayer y hoy trajo felicidad para las mayorías. Quizás ahí
esté la fuente de la que tantos pueblos puedan beber para animarles a
“una nueva imaginación de lo posible”.

RECOMENZAR COMO UN SOLO PUEBLO


Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que
nos acechan, podemos lograr un impacto real.

En la reconstitución y la lógica de lo que se regenera, Francisco pone a


las mujeres como pioneras del nuevo comienzo. “Bendito” e
“insustituible” son los adjetivos que elige para referirse al “genio
femenino”. “Fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear
astutamente los obstáculos para estar cerca (…) sin evadirse ni ignorar
lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y
acompañar”.

Francisco se acerca, y quizás identifica el genio femenino con el modo


de actuar-estar del pueblo. Algo de esto está dicho también en la carta
a los movimientos populares. Las que están en lo cotidiano, las que no

28
abandonan, las que paran la olla multiplicando el pan. Y son también
las mujeres, en el texto que medita el Papa en el “Plan para resucitar”,
las que van a ungir a su maestro. La unción es marcar para elegir.
Ungir es perfumar, es cuidar, es embellecer. Es ternura, es plus: no
solo necesidad sino también belleza. Desborde del poder, de lo que se
puede y de lo posible.

Pero el ungido es también el elegido. Es el líder, el mesías y cada uno.


«Lo miró con misericordia y lo eligió”, es el lema papal de Francisco.
Saberse elegido es construir una autopercepción acerca de la tarea que
cada uno tiene en el flujo vital de un pueblo haciendo la historia. Es la
“unción de la corresponsabilidad”. De todos y cada uno, y con una
trascendencia singular para las autoridades cuando éstas asumen que
“no pueden sin la fuerza del pueblo”.

“No sin el pueblo”, es un criterio central de Francisco.

En Francisco, como en el evangelio y la historia, el Espíritu es una


fuerza invasora “que no se deja encerrar ni instrumentalizar con
esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas”. Es una fuerza
que impulsa a sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas
todas las cosas” (Ap 21, 5). El apocalipsis, como se ve en la cita, no es
una catástrofe sino una narrativa que posee símbolos y aliento para las
batallas decisivas, las de las cosas últimas que son las primeras
(escatología, se dice), y aliento para resistir y crear, para hacer que
venga lo que trae más vida para todos y todas. Vida en abundancia y
para el pueblo.

PLANIFICAR DESDE LA ESPERANZA


Cuando apareció la meditación “Plan para resucitar”, a un compañero le
vino una imagen: es un plan quinquenal. La planificación de un
horizonte sacudido por una conversión sustancial. La esperanza en una
redención colectiva porque también fue personal.

Durante la pandemia/cuaresma/pascua, Francisco insiste en una


meditación sobre la esperanza.

29
La distingue de la ilusión y del optimismo. La separa con fuerza del
optimismo porque este, en última instancia, es una cuestión de
carácter. Puede venir bien, pero no tiene gracia, en varios sentidos del
término. Frente a él, la esperanza es una disposición vital y política,
volcada con una fuerza extra al afuera y a lo que viene, que rebalsa
también los bordes de la felicidad-buena onda del mundo. La otra
distinción es respecto a la ilusión, que es del plano de las meras
imágenes. El imaginario es la ideología. El sistema de ideas es un
sistema de imágenes fatales, como el pensamiento. Imágenes que se
cierran sobre sí mismas y cierran la mirada. Ilusión: falsedad, puro
“mundo”. La ilusión del progreso, o sea, más capitalismo del mismo. Y,
sobre todo: más de lo mismo.

Francisco planifica desde la esperanza. Confía en que la fuerza irrumpe


y da la batalla a las imágenes, de la fatalidad o la repetición, con
símbolos fuertes. Los de ayer, hoy y siempre. Pasado hecho memoria,
presente desde los héroes anónimos, futuro desde la esperanza que no
es proyección de lo que hay sino irrupción de lo que conmueve.

En esas coordenadas está el plan. Y, en su borde y desborde, la


resurrección.

26/04/2020

UN PLAN PARA RESUCITAR


Texto de Francisco sobre la pandemia, publicado por la Revista Vida
Nueva el 17 de abril de 2020

“De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo:


‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después
de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro
vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para
transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción
(cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida
nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere

30
hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que
nos espera. Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e
incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que
estamos sufriendo por el Covid-19. No son pocos los que podrían
pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de
ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las
primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una
atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos:
“¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo
haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó
completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves
consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por
nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es
la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y
que amenaza, con su realismo, con sepultar toda esperanza. Es la
pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que
atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez
de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a
sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores
públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que
parece tener la última palabra.

Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del


Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la
situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría
pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar
por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico,
insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida
como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su
Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del
miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18,
25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni
escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las
primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo,
cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al
Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver
a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para
cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que
huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo

31
vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio
para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos
descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la
pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose,
acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien,
fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos,
enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores,
cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios,
sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se
animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura,
de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la
misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos
ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar.

Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y


preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un
anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no
era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y
acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor
desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la
Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su
caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo
que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume
derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las
amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que
transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro
velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no
son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que
tomemos parte de la Pasión del Señor, que acompañemos la pasión
de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros
oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos,
el Señor nos precede en nuestro caminar, removiendo las piedras
que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres
volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los
discípulos, que permanecían escondidos, para contarles: “La vida
arrancada, destruida, aniquilada en la cruz, ha despertado y vuelve a
latir de nuevo” (1). Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá
ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y
amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de

32
nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor
nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos
permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora.

Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos


invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos
transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede
siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr.
Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña
en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que
realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b).
Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él,
especialmente cuando el dolor se hace más presente.

Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se


salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los
discursos integristas se disuelven ante una presencia casi
imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos.
La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra
presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora, capaz de
no romper la caña quebrada ni apagar la mecha que arde débilmente
(cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a
todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la
creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien,
aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera.
Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a
otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva
que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia.
Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos
ni contentarnos -y menos justificarnos- con lógicas sustitutivas o
paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias
de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos
a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el
Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja
encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o
estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento
capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a


toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e
integral” (2). Cada acción individual no es una acción aislada. Para
bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo
está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades

33
sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo
quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para
frenar la pandemia. “Una emergencia como la del Covid-19 es
derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (3).
Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos
inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una
historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males
que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No
podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas
al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar
“¿Dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de
respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese
reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados
y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado.

Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias


que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos
capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen
tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos
mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras
alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos
dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la
pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera
y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos?
¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas
necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o
seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia
seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos
encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y
la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la
civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra
la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el
cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente,
ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos.
Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos” (4).
En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde
estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu
encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese
saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva
del Reino de Dios.
NOTAS
1. R. Guardini, El Señor, 504.
2. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 13.
3. Pontificia Academia para la Vida. Pandemia y fraternidad universal. Nota sobre la emergencia COVID-19 (30 marzo 2020), p. 4.
4. Eduardo Pironio, Diálogo con laicos, Buenos Aires, 1986.

34
MUGICA A LA HORA DE LA LUZ
Cristianismo, peronismo y pandemia
“Quiero estar con ellos a la hora de la luz”. La oración de Carlos Mugica
es oscura y luminosa a la vez, corporal y sublime cuando pronuncia
esta frase que no por nada sintetiza para muchos su vida y su figura.

¿Cuál es esa hora de la que habla Mugica? “Hora de la luz”, alguno


podría decir: cuando todo sea claro. Pero la tradición cristiana no duda
en identificar la hora de la luz con la noche más oscura. La hora de la
que quizás habla es la hora decisiva. La del juicio. También es el
momento del acontecimiento que interpela y transforma una vida. O,
mejor, la de jugarse. La de decidir.

Este hombre cuyo asesinato recordamos en los próximos días, y que se


caracterizó por el desgarro de un desclasamiento, la síntesis de “dos
credos” y la entrega total, nos da pie para retomar un tema que insiste:
la relación de peronismo y cristianismo. Y, más ampliamente, de la
relación entre teología y política. Y sobre la figura de Francisco como
expresión, vector y síntoma de un momento de recapitulación,
universalización y transformación del peronismo.

TERRENAL / TRASCENDENCIA
Esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende
a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más
feliz, en la que el individuo pueda realizarse y realizarla
simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta
torre con la noble convicción de Spinoza: “Sentimos, experimentamos
que somos eternos

J. D. Perón, La Comunidad Organizada

Este es el párrafo final de “La Comunidad Organizada”, la intervención


de Juan Domingo Perón en el Primer Congreso Nacional de Filosofía
del año 1949. Situado y afirmado en la periferia, ese general mestizo
habló al mundo y a la historia proponiendo una forma de reorganizar un
planeta que se abría luego de la segunda gran guerra. Salir de la lógica

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de los imperios para entrar al protagonismo de los pueblos. Trascender
la bipolaridad del capital y el Estado absoluto, y apostar por la
organización de la comunidad. El ser humano en el centro de la historia.
Es su propuesta.

“Sentimos, experimentamos” en nuestra carne y nuestra conciencia lo


que es propio del terreno de las almas. Lo eterno. Leonardo Favio
expresó estos conceptos en poesía y mística popular en su obra
“Sinfonía de un sentimiento”. Contando desgarros y encuentros, explicó
narrando que no se puede ser feliz en soledad. Su propia y potente
versión del desgarro y la plenitud, entre la parte y el todo. El desborde
del límite. A Carlos Mugica le pasó lo mismo. Su búsqueda incesante
de Dios lo llevó al corazón de lo terrenal. Al barro de la historia. A la
discusión por la comida, el techo y el trabajo de hombres y mujeres con
angustias y anhelos muy concretos. Lo puso frente a la política y eligió
jugarse entero por lo eterno. Lo que trasciende es el pueblo.

CLERO / PUEBLO
El cristianismo no es sólo una ética. Sí, es verdad, tiene principios
morales, pero no somos cristianos solo con una visión ética. Es mucho
más. El cristianismo no es una élite de personas elegidas por la verdad.
(…) Ese es un sentimiento elitista. No, el cristianismo no es esto: el
cristianismo es pertenencia a un pueblo, a un pueblo elegido por Dios
gratuitamente.

Francisco, 7 de mayo 2020

Carlos Mugica tenía todo para ser obispo. Hijo de la élite porteña,
trayectoria destacada en el seminario, formación en Europa como joven
sacerdote. Los claustros y los templos de pronto se le presentaron
vacíos. En los conventillos fue descubriendo algo que le daba un
sentido pleno a lo que había leído. En lugar de enfilar hacia la catedral,
se detuvo a contemplar la fe de las doñas y de los laburantes, se
conmovió y cambió de dirección. Cruzó el río Jordán a la altura de la
Avenida Libertador y se sumergió en el barrio que hoy lleva su nombre
y en el que descansan sus huesos.

Al clergyman -la ballena blanca que va al cuello de la camisa del cura-


lo combinó con una campera de cuero onda James Dean y/o dirigente
metalúrgico. Su elocuencia propia de un hijo del cuerpo diplomático de
la Nación, la usó para defender los derechos de los cabecitas negras.

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También para sintetizar la piedad popular con la vuelta de Perón. El
carisma y las condiciones que le garantizarían el éxito en su clase, lo
expusieron a la sangre y al escarnio. Pero más, a una felicidad exigente
pero íntegra. Paradojas de la “realización”.

No le tenía tanto miedo a la muerte como a ser suspendido como


sacerdote. No solo por amor a la Iglesia, como él mismo decía, sino
porque comprendía que su compromiso político asumido era parte
constitutiva de su magisterio. Carlos apostaba por la unidad. La unidad
entre la fe y el trabajo, entre Iglesia y pueblo, entre cristianismo y
peronismo.

PERÓN / PAPA
El que nace con suficiente óleo sagrado de Samuel no necesita mucho
para conducir; pero el que no nace con él, puede llegar a la misma
altura por el trabajo.

J. D. Perón, Conducción Política

La cuestión del líder y la conducción son centrales en el peronismo. El


modo de ejercicio, construcción y composición del poder le son
constitutivos. Se juega en ello la figura, el modo y las funciones. Pero
más que nada la práctica. El peronismo es situacional, del mismo modo
que el cristianismo, y en particular el catolicismo, es encarnacional-
histórico.

Dios interviene en la historia haciéndose uno más. El hijo del altísimo es


el que se arrodilla a lavar las patas de sus compañeros y amigos. Juan
Carlos Scanonne, teólogo del pueblo y formador de Bergoglio, decía
que “El Papa tiene la imagen de la pirámide invertida. Estamos todos
abajo y es el Papa quien está más abajo de todos, ‘Siervo de los
siervos de Dios’”.

¿Cuál es la imagen del peronismo? ¿Cuál era la de Perón? ¿Qué


posición de y en la pirámide? La marcha lo señaló como “el primer
trabajador”. Uno más que asume en su persona una responsabilidad
mayor. La de conducir al conjunto y preservarlo en unidad. Quizás por
eso más que una pirámide podríamos tomar la figura del poliedro.

En Francisco hay desde el principio una cuestión con la geometría: en


su propuesta de sociedad o, mejor aún, en su comprensión de la

37
realidad destaca la propuesta de la figura del poliedro, contra la forma
hegemónica de comprensión: la esfera. Una unidad compuesta por
varios planos, que no funden sus identidades y sentidos sino que
conservan lo que les da entidad. «La verdad es sinfónica», dijo un
presidente citando al teólogo alemán, Hans Urs von Balthasar. La
unidad siempre tiene algo de obra de arte.

¿Cabe preguntarse en un peronismo pandémico, cuál sería la figura?

El poder pastoral es otra imagen -con su propia geometría y


disposición- para pensar hoy la cuestión. El liderazgo, pero más aún las
conducciones fuertes -en el ejercicio y en el reconocimiento- son
tópicos siempre criticados, tanto por el neoliberalismo como por el
pensamiento crítico

(¿De izquierda?). Y sin embargo es una figura que insiste en los


movimientos populares, encontrando sus límites, sus fracasos, pero
siempre, una y otra vez, una consistencia y permanencia que le vienen
de la eficacia.

POBREZA / PROSPERIDAD
Y os pedimos la ayuda de Dios para que mirando vuestra imagen nunca
olvidemos que solamente los humildes salvarán a los humildes, y que
para ser fieles a nuestra vocación de paz y de justicia, nos
mantengamos todos unidos y en la humildad, la única y tal vez la última
fuerza que Dios ha querido dejar sobre la tierra para que volvamos a la
Fe, a la esperanza y al amor, donde reside la auténtica felicidad de los
hombres y la grandeza fundamental de los pueblos

J. D. Perón, Oración a la Virgen de Luján

El cristianismo cree que la salvación empieza desde los excluidos. El


peronismo cree en la fuerza de los humildes. No es una apología de la
miseria sino una determinación en que la belleza y el goce son para
todos. Y también que el Reino es aquí y ahora. La realidad efectiva es
la capacidad de convertir una promesa de redención en una experiencia
vital de salvación. Los milagros de Jesús fueron los que iniciaron un
rumor que hasta hoy nos llega. Algo parecido pasa con los relatos que
narran la experiencia de cuidado y amor que experimentaron muchos a
través de Eva.

38
¿En qué radica la fuerza de los que no tiene más fuerza que la de sus
brazos para trabajar? Hay una dignidad humana lastimada, que se
siente sobre todo a la altura de las tripas, que busca ser redimida. Hay
una fuerza que insiste y que busca. ¿Qué forma toma ese fuego
sagrado, pero tan cotidiano, del que madruga para ir a laburar? La
prosperidad que predican los evangélicos pentecostales interroga y
cuestiona a los progresismos, al catolicismo conservador, a los
intelectuales llamados críticos. Hay una palabra, un modo de interpelar,
una practicidad y una lógica popular que da sentido y eficacia a ese
esfuerzo. Eso mismo es lo que supo hacer el peronismo. La amenaza
es que esa fuerza y el modo de ponerla en forma con eficacia se
autonomice o, peor aún, se vuelva contra los intereses del conjunto.

PLAZA / MESA FAMILIAR


El peronismo es comer tallarines los domingos con la vieja

Lorenzo Miguel

Nadie puede negar que el peronismo nació en Plaza de Mayo un 17 de


Octubre, y que una y otra vez regresa al ágora popular para
reencontrarse y recomenzar. Pero el ágora pública y su ocupación
como acto de existencia y visibilización de los de abajo es solo un
momento de la esencia del movimiento. El peronismo se reconoce a sí
mismo en las plazas pero se renueva en la mesa servida. Las plazas
del peronismo para que sean peronistas tienen que ser plazas de fiesta.
Y no hay festejo si cada domingo en la mesa no hay abundancia. La
mesa es sagrada y también el pan. Pero la fiesta es algo más que solo
pan. Hay plaza de festejo porque hay un plus de amor y felicidad que
puede ser bolognesa, tira de asado o flan con dulce. Las plazas llenas
empiezan en las panzas llenas.

“De la casa al trabajo y del trabajo a casa” es una consigna tan


peronista como criticada. Los que lo hacen no dudarán mucho en
asociarla a los mandatos morales y reaccionarios de la Iglesia. Y quizás
no les falte razón, y hay que estar alertas al respecto. Pero no menos
que eso, esa domesticidad de los itinerarios, ese cotidiano sin más, fue
y sigue siendo para muchos y tantos un organizador de la vida y del
deseo, una figura del “buen vivir” (que muchos necesitan precisar con
colorido étnico) o del vivir bien (que los predicadores del confort o de la
salud socialdemócrata comercializan en su impulso eudemónico).

39
“Yo nunca me metí en política, siempre fui peronista” dice una célebre
frase de un personaje de Osvaldo Soriano, en ese momento en que se
sale de la estrategia de interrogación de su interlocutor. No es difícil
encontrar la expresión en los peronistas actuales. Y no es casual que
también, cambiando los términos de la segunda parte, pueda
escucharse la primera en los más fervientes neoliberales.

Es porque algo del peronismo actúa en esa región que, estando por
fuera de la política, es propiamente sede de “lo político”. Es un umbral
de discurso, de acción, de existencia. También de la sociedad e incluso
de la geografía propia del territorio y la vida colectiva. Umbral que el
neoliberalismo disputa y disputó, y seguirá disputando. Ese que se
escenificaba eficazmente por un tiempo en el “timbreo”.

Umbral que también pudo ser recuperado y sostenido, más aún hoy, en
este tiempo en el que el espacio doméstico y sus límites, en la
cuarentena, se han vuelto estratégicos y centrales.

DOCTRINA / DIVERSIDAD
Decimos desarrollar y mantener al día. Desarrollar: nosotros hemos
concebido una doctrina y la hemos ejecutado, y después la hemos
escrito y la hemos presentado a la consideración de todos los
argentinos. Pero esa doctrina no está suficientemente desarrollada. Es
sólo el enunciado, en forma sintética, del contenido integral de la
doctrina. Será función de cada uno de los justicialistas argentinos, a lo
largo del tiempo, ir poniendo su colaboración permanente hasta
desarrollar el último detalle de esa doctrina para presentar también,
finalmente, una doctrina más sintética que la nuestra, más completa
que la nuestra.

J. D. Perón, Conducción Política

Las ideas doctrinarias son mal vistas por el neoliberalismo. (Podría


decirse, paradoja lógica a su modo: por la doctrina neoliberal). Se
identifica la doctrina con catecismo (tampoco es casual el uso del
término religioso connotado como descalificación o peligro), y a este
último con dogmatismo. De ahí al totalitarismo que cercena la libertad
siquiera hay que dar un paso.

Sin embargo, sea en el catolicismo, sea en el peronismo -estamos


recorriendo esta analogía, que parece que solo se desentraña en el

40
recorrido, ya que es infructuoso hacerlo en la definición- la doctrina,
lejos de cerrar, abre. Es un criterio que le permite al peronismo ser tan
identitario y recurrente, como ubicuo. Mantener sus figuras
inconmovibles y renovadas, como plasmarse en nuevos actores y
escenarios, e incorporar sectores, agendas y realidades. ¿Después de
feminista, qué otra nota le vendrá a la secuencia nacional, popular,
etc… o cuántas estrofas más cosecharán la euforia y la emoción para
esa marcha interminable?

Catequesis tiene en su raíz la palabra susurro, eco. Rumor, en algún


punto. Los teólogos hablan del “rumor de Jesús”: algo que va de boca
en boca, -ya desde los relatos originales de los evangelios está
retratado eso- y que tiende a prender en todos y nuevos, en inhóspitos
y sorprendentes rincones del imperio, de lo que impera. Del orden. Un
rumor sobre el desafío del orden. La idea de una disciplina deslimitante
y militante.

La analogía es de la forma, pero no se agota ahí. Algo del contenido y


de lo que hace con los cuerpos y las multitudes, los corazones y las
plazas, los panes, los peces, las almas… y con “los dueños de siempre”
del poder.

MISERICORDIA / MERITOCRACIA
Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos
nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia.

Francisco, Evangelii Gaudium, 3

Una característica común entre cristianismo y peronismo es una


distorsión y una puesta en cuestión no sólo de la escala social, de las
jerarquías, objetivamente, sino también y sobre todo, de la valoración
de las mismas. De la percepción de las mismas. Es redistribución,
claramente, pero indisociable del reconocimiento. Cumple y dignifica.
¿Quién puede consumir? ¿Quién puede tocar a quién? ¿Quién puede
decirle qué a quién? Pero muy especialmente, quiénes son amados.
Privilegiados. Qué vidas pueden brillar ante el absoluto. “Se les ha
dicho, pero yo les digo…”.

La misericordia es una intervención en el vínculo social. “Perdona” con


naturalidad a aquellos que la escala habitual, la grilla predominante
relega, condena y posterga. Expulsa. De ahí, quizás, la música

41
“milagrosa” que acompaña al peronismo. Una intervención cura el
cuerpo de los pobres y los marcados, pero sobre todo, los pone en el
plano simbólico, dentro y junto con los otros. Incluye, se diría hoy.

El milagro es imperdonable, en el mismo momento en que es


incontestable -patente: “tu fe te ha salvado”- pero sobre todo en el
momento en que desmiente el mérito, el sacrificio, el cumplimiento.
Todos “merecen” vivir y ser con otros, todos entran al banquete. La
mesa está puesta y es para todos. No hay contraprestación, salvo amar
como se fue amado.

Ni el peronismo ni el cristianismo lo logran del todo. Pero lo dejan


plasmado: en algunos, por un tiempo, en concreto.

Peronismo y cristianismo son anti-utópicos: en el milagro no hay utopía


alguna. Es todo cumplimiento. De la sanidad-salvación (diríamos
felicidad, si no fuera este también un término secuestrado por el
capital). Alegría. Felicidad inmediata, como gustan de decir Santoro-
Saborido.

El peronismo tiene lugar y se realiza aquí. Tiene más propuesta y


modelo, realidad efectiva, que “proyecto” en el sentido de lo que vendrá
en el futuro. En todo caso, al desactivar y combatir el sacrificio
(“misericordia quiero, y no sacrificios”) también generan una flexión y
una contestación del tiempo neoliberal -y del tiempo en general-. La
bonanza no vendrá después de hacer méritos, ni de sacrificarse.

¿Qué es lo que adelanta el tiempo? Un acontecimiento reconocido, una


fe, y una decisión.

Poder.

La misericordia no es una virtud blanda, ni lastimera. Toda ella es


poder.

Por eso genera rechazo.

PUEBLO / PANDEMIA
Soy el remedio sin receta. Y tu amor, mi enfermedad.

Andrés Calamaro

42
Wikipedia: Una pandemia es la afectación de una enfermedad
infecciosa de los humanos a lo largo de un área geográficamente
extensa. El vocablo procede del griego πανδημία, de παν (pan, todo) y
de δήμος (demos, pueblo), expresión que significa reunión de todo un
pueblo

La pandemia del coronavirus no es menos pandemia que el


neoliberalismo. Cristianismo y peronismo entran perfectamente en esa
definición también.

Incluida su dimensión de enfermedad o infección.

Sobre todo su aspecto y dinámica de afectación de los cuerpos.

Su dimensión sorpresiva e incontrolable.

Su correlación con la situación del imperio, o sea, de lo que ordena el


mundo y lo constituye en sus circulaciones y sus rincones en un
momento dado.

Todos ellos actúan sobre la distancia social, el espacio público, los


modos de vida, la relación entre la vida y la muerte, el sentido del
sufrimiento, la circulación del poder, el futuro y los placeres, y las
redenciones y cuidados y exposiciones de los cuerpos.

Todos ellos tienen algo de incontrolable y sorpresivo. De


incompresibles y desbordantes. Mutantes también.

Totalmente naturales, y al mismo tiempo a los extraterrestres.

Todos ellos afectan la estructura y los actores.

Todos ellos inscriben un antes y un después posibles, dependiendo no


tanto de su propia identidad o consistencia, sino de la respuesta que se
les dé.

Esa respuesta que, en la oscuridad, apuesta y reconoce, sintetiza,


construye y sobre todo decide. Estar del lado correcto. Frágiles pero
enteros. Con errores que sólo se pueden cometer actuando. Con
desbordes transformadores y excesos peligrosos y equivocaciones
flagrantes. Y cuestionables.

¿Hay riesgo de caer en una identificación excesiva? ¿Se sacraliza


demasiado al peronismo? Puede ser. El plus de entusiasmo y el riesgo

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de perversión del ideal, la clausura excesiva y la santidad desbordante,
vienen todas en el paquete: es constitutivo. Otro rasgo en común.

La historia y el presente dan cuenta de ello. Hay tiempo para la


prudencia, y motivos.

Mientras tanto, quizás al peronismo y al pueblo, en estos tiempos de


incertidumbre y crisis, de oportunidad y muertes, le conviene hacerse
otra vez las preguntas de su fuente -fuente entre otras- cristiana. Hará
falta mucha hondura para salir adelante. Y hay mucha sed que
alumbrar en el desierto.

El coronavirus, como el peronismo original, llegó en un momento en


que el sol del poder atravesaba los océanos, después de la guerra.
Ayer cruzaba de Inglaterra a Estados Unidos, hoy atraviesa el Pacifico y
se posa sobre China. Otra catástrofe, un terremoto, generó el encuentro
y la conmoción de la que surgió la pareja en la que se reflejaría todo un
pueblo y un tiempo.

Mientras tanto, otra vez, en todas partes y en el barrio de Carlos, acá


en Retiro, en la capital rica de la Patria, la pandemia muestra que hay
que cambiar de mundo. Y de vida. Inventar aquel peronismo siempre de
nuevo. Recomenzar.

El invierno se acerca: más vale ponerse esa campera.

10/05/2020

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GRITO DE LA TIERRA,
GRITO DE LOS POBRES
Claves de lectura de la encíclica “Laudato Si”
a cinco años de su publicación
El gran peligro de los buenos textos es que su fuerza y su potencia
generen una adhesión y admiración tan fuerte que pueden distraer a los
lectores de las implicancias e invitaciones incómodas que se siguen de
su contenido.

Laudato Si es el documento más conocido de Francisco (aunque


probablemente es la exhortación pastoral Evangelii Gaudium el texto
que expresa mejor su programa, y que por lo tanto conviene ser leído
en conjunto). También es la encíclica más citada de la historia del
magisterio católico moderno. Además, contó desde el principio con una
extendida adhesión fuera de los circuitos de la Iglesia, bastante más
temprano y mayor entre políticos y activistas que en los espacios
propiamente pastorales.

Leerla hoy en Argentina y en el mundo, un quinquenio después de su


publicación, es un ejercicio que vale la pena hacer. Acompañamos esta
invitación con unas claves de lectura orientadas a rescatar, debajo y
junto a la fuerza del planteo ambiental, las implicaciones políticas y de
construcción que ella misma motiva y anima, pero también exige.

ENTRE LA OPORTUNIDAD DE CONFLUIR Y EL RIESGO DE


UNA ADHESIÓN SIN CONSECUENCIAS
No conviene distraerse. “Laudato Si” no es una encíclica verde sino un
desafío al concepto ecológico de los países centrales y una reubicación
de la problemática ambiental en el corazón de la problemática social.
Ya desde la mención de la “casa común”, ese oikos que es “casa” pero

45
también economía, marca la lectura. Tanto como esa mención a lo
común en la que resuena el eco del destino universal -colectivo,
común- de los bienes. Se trata no sólo del bien común, posible coartada
valórica o moral, sino de los bienes comunes.

Laudato Si es un texto central en el debate global en lo que va del siglo


XXI. Se cumplen cinco años de su aparición y en todo el mundo -
mientras la pandemia atraviesa los océanos y se detiene
diferencialmente en desiguales lugares desnudando los límites de los
criterios de hierro que rigen el globo- se proponen reflexiones sobre la
más conocida encíclica de Francisco.

Sin embargo, no se trata sólo de adherir a ella ni de publicitarla, ni de


legitimarse con el asentimiento a sus afirmaciones. Leerla con todas
sus implicancias, e incluso completarla con lo que le toca a los que
quieran ser fieles a la misma, es lo que está en juego realmente.
Tomando otro enunciado “francisquista”: no se trata de repetir la
consigna “hacer lío”. Se trata de hacerlo. Y de meterse en líos. Ya
desde la lectura.

UN ENROQUE DE LA AGENDA GLOBAL


El desplazamiento que propone la LS es múltiple y en diferentes
direcciones: del centro a la periferia, y viceversa. Del norte al sur. De
Occidente al extremo-extremo oriente no occidental, o sea: las
periferias donde puede amanecer.

La jugada consiste en un enroque que pone en el corazón de occidente


los conflictos, deseos y modos de respuesta de la periferia a los límites
de la modernidad neoliberal. No solo los de la Amazonía, los
campesinos sin tierra o los trabajadores sin derechos laborales de
América Latina, sino también el desborde de la crisis migratoria que
muestra la estrechez del cosmopolitismo europeo.

No se trata solamente de una agenda de temas o una visibilización de


la crisis civilizatoria que explota en lo social y ambiental: contiene
también las coordenadas de una respuesta que viene cargada de la

46
fuerza del sur del mundo. En la insistencia de la imposibilidad de
separar “el clamor de la tierra del clamor de los pobres” se escucha
también la voz de Leonardo Boff y de tantos otros que en América
Latina hace décadas demuestran que un amor eficaz demanda una fe
que se nutre de las luchas de los de abajo por una dignidad real.

Cuando articula el grito de la tierra con el grito de los pobres, Francisco


hace un planteo que es a la vez teológico, social, político, económico y
ambiental. La multiplicidad de niveles que sintetiza genera la fuerza del
planteo, aunque al mismo tiempo, puede dar coartada a quienes
quieran asentarse sobre los conceptos o las implicancias que se
derivan de algunos de ellos. Por eso hay que estar atentos a las “zonas
duras” y las afirmaciones exigentes de lo que dice Francisco.

UNA ZONA FUNDAMENTAL: LAS AFIRMACIONES


POLÍTICAS Y ECONÓMICAS INCÓMODAS DE LS´
El paradigma tecnocrático y el capitalismo financiero son el núcleo
conceptual-material que amenaza al planeta. Es el hipercentramiento
antropológico de occidente y su fase superior neoliberal la que se fuma
bosques, pueblos y mares en una carrera sin final. El fenómeno objetivo
tiene como contrapartida, fundamento y ariete, un pensamiento fatal y
fatalista.

La necesaria subordinación de la economía a la política es quizás el


movimiento central que propone Francisco en “Laudato Si”. En el
mismo movimiento, el Papa señala la necesidad de ir más allá de una
política procedimental, hacia una marcada y desbordada por el
protagonismo de los pueblos.

El paradigma de la sociedad civil y de los meros consensos, que prima


en el mundo de los activistas y en las democracias liberales, es
desafiado por la lógica de los pueblos. Esto implica concebir como
sujeto de la historia una entidad mítica que rebalsa al sujeto, lo
contiene, le da sentido y lo trasciende. Ser pueblo es estar en diálogo
con el pasado, el presente y el futuro de la comunidad. Sobre esto, sin
embargo, que acredita un acto de fe y de entrega, quedan siempre

47
exigidas y pendientes las jugadas de construir el pueblo y el poder
popular con la fuerza de ese reconocimiento. De otro modo, se estaría
confiando en una entidad que, teniendo la fuerza del mito, no
necesitaría la consistencia de construcción que implica la encarnación y
la historicidad. Aquí habría una advertencia a quienes quisieran que el
pueblo fuera puro dato o esencia a la que adherir, sin exigencia de
politización y toma de partido.

Francisco habla también de la solidaridad intergeneracional. Es el


respeto por la sabiduría de quienes conservan esa vida práctica y
cercana a la tierra y sus procesos, como también, la conciencia que el
consumo presente no puede condenar a la escasez y amenazar la
supervivencia de los que están viniendo. Sin embargo, aquí hay que
leer algo más que la imagen bucólica de jóvenes idealistas y viejos
sabios: hay que animarse a ver, quizás, la idea de que entre quienes
hoy no deciden (por años de más o por falta de ellos) se encuentra la
potencia y la memoria que necesitan quienes, hoy, aquí y ahora, deben
tomar las decisiones urgentes. La solidaridad intergeneracional es un
desafío de construcción de poder, también.

LA CENTRALIDAD DE LOS PUEBLOS Y LA CASA COMÚN


Los pueblos comparten una temporalidad que los acerca a la sabiduría
de la madre tierra. “El tiempo es superior al espacio”, uno de los cuatro
principios de Francisco para la construcción de un pueblo, parece ser el
mantra de un bosque siendo talado que sabe que va a volver. Los
pueblos conservan una memoria y tienen una perspectiva superior.
Pero hablar del destino universal de los bienes o el cuidado de la casa
común, sin contemplar pueblos libres y organizados para ejercer su
soberanía, es hablar en el aire. Son las comunidades cohesionadas y
consustanciados con el desarrollo de su localidad las que
verdaderamente resguardan los recursos y las ponen en perspectiva de
bienestar común.

Francisco insiste por diversos caminos con una apuesta por el pueblo y
los pueblos. Sabe que la salvación de este mundo, que no es algo
metafísico a esta altura sino una evidencia empírica y vital, no vendrá

48
de los grandes centros financieros de poder, sino de los que padecen la
debacle ambiental en el agua que toman, el aire que respiran y la tierra
que les falta. La hipertecnificación y adaptación de la vida no tiene
límites en la lógica del 1% que concentra gran parte de la riqueza
socialmente producida. Su respuesta a la crisis ambiental no les exige
renunciar a la avaricia sino que aborda el drama ambiental en su
obsesiva innovación por complejizar y a la vez singularizar la existencia.
Es siempre una respuesta global e individual.

Entre estos dos polos, los pueblos del mundo y los procesos centrales e
impersonales del capitalismo realmente existente, hacen falta personas
y grupos que tomen la responsabilidad de encarnar objetiva y
subjetivamente las construcciones que expresan este conflicto. Como
dice el Papa, a los conflictos hay que acariciarlos: pero eso implica en
primer lugar, como toda ternura efectiva, estar “de cuerpo presente” en
la materialidad de los mismos. Las caricias si, pero en el campo de
batalla y construcción.

ESPIRITUALIDAD PARA IR MÁS ALLÁ DE LO POSIBLE


“Laudato Si” es la única encíclica papal que no tiene el título en latín.
“Alabado seas mi señor” cantaba el loco de Asís en su lengua romance,
la que sea hablaba en las calles y los bares. Es un canto de
agradecimiento a la belleza y la abundancia en las palabras de todos
los días. La lengua muerta heredada del imperio no logra expresar lo
que se necesita para dar vuelta esta inercia que nos lleva al fin de la
historia.

La transformación es un cambio de perspectiva. Max Weber decía que


la subjetividad moderna y capitalista se comprendía en el cambio de
mirada del hombre al cruzar un bosque: del miedo a los espíritus que
allí habitan, a sólo poder ver en él leña para cortar y vender. Esa
voracidad por comprender y dominar, que no es otra cosa que la receta
para mitigar siempre el miedo, terminó por encerrar a la humanidad en
una calle sin salida. La luz que iluminaba todo terminó por traer la
noche de cara al futuro.

49
Al poner la figura de Francisco de Asís en el inicio y el núcleo de la
encíclica, Francisco Papa hace un planteo de trascendencia de la
modernidad y del capitalismo, señalando tiempos, convocando figuras y
jugando en los límites de un paradigma, señalando lo que hay del otro
lado. Por eso Laudato Si es un texto que vuelve a pensar la historia
larga de la modernidad para convocar a que se organice lo que va más
allá de ella. Organizarse, darse los órganos, los planes, las
intervenciones para ir más allá de ella. Es una propuesta que rebalsa
por todos lados la programación instrumental, alentando una
espiritualidad que de consistencia política e histórica a acciones
concretas y urgentes. Y que convoca a las negociaciones, los diálogos
y los encuentros, pero también a las confrontaciones y costos que
implicarán ir más allá del cerco de hierro del pensamiento fatal que
sacrifica a los pobres y a la tierra en nombre de la ganancia, pero
también en nombre de la “gestión” que vendría a reemplazar a la
política real, con su barro y sus demandas.

La teología de Francisco hace de la espiritualidad y la alegría


elementos de conocimiento y de transformación. Convoca una fuerza,
un impulso, un pulso también, una intensidad que el Papa sabe que
proviene de más allá del mundo. Por eso sus recurrentes menciones,
en la prédica cotidiana, a la “mundanidad”. Pero no conviene
confundirse a la hora de traducir esto en construcción concreta, de esa
que se espera de quien se alimente de grandes textos, como esta
encíclica. “Salir de la mundanidad” no implica, políticamente hablando,
ir a una zona de consignas amables y abarcativas, citas de autoridad
plasmadas como lema o cofradías de gente que hace tertulias hablando
de aquello en lo que coincide, pero sin costo vinculante alguno. Salir de
la mundanidad implica, políticamente hablando -y si se está hablando
realmente de la casa común- salir del lugar donde se asordinan los
gritos e ir allí donde ellos son en realidad clamores históricos que
interpelan y convocan. Ahí donde incomodan y exigen.

50
EL ENTUSIASMO POR LA ECOLOGÍA Y EL CORAJE EN LA
ECONOMÍA
Por eso, para cuidar la casa común hay que cuidar la naturaleza, con
pequeños y grandes gestos. Y con mística y espiritualidad. Los dos
conjuntos pueden, en cierto sentido, ser asumidos por ricos y pobres,
incluidos y excluidos, norte y sur. Pero a la par de eso, para cuidar la
casa común en los términos que plantea el Papa hay que pasar
también por tópicos fuertes y controversiales, menos cómodos y más
costosos a la hora de hacerse cargo: el fortalecimiento del mercado
interno, la acción política, la intervención de los estados a favor de las
mayorías, la limitación del lucro y las ganancias, la responsabilidad de
las élites y la distribución de la riqueza. O la garantía de tierra, techo y
trabajo, para decirlo con la síntesis de Francisco mismo.

En la Argentina de hoy, la potencia de “Laudato Si” puede quedar a


merced de un planteo moralista o eticista, meramente declamativo,
civista y apenas vestido de dialogal, si no se la asocia a planteos como
el salario universal (que el Papa invitó a implementar en un mensaje a
los movimientos populares, nada menos que el día de la Pascua,
ocasión solemne si las hay para un Pontífice). Es un ejercicio
interesante para hacer: analizar cuántos de los que adhieren a Laudato
Si mencionan esta medida distributiva. Lo mismo vale para la reflexión
sobre la necesidad de que los más ricos aporten con sus impuestos,
proporcionalmente, acaso no a la construcción del bien común, pero al
menos a compartir los costos sanitarios de la emergencia.
Poco importa aquí el matiz nacional-popular, socialdemócrata o
alternativo, cristiano o secular, con que se exprese la adhesión a la
Laudato: si no se toma partido a partir de lo que allí se dice, y si no se
está dispuesto a la construcción de poder concreta que implica, la
encíclica quedará como un documento más.

En Argentina están todas las condiciones dadas para que el contenido


de este documento bello y oportuno se haga carne, modelo y proyecto.
Hay que cantar con Francisco “Alabado seas” -Laudato Si!- y poner
manos al cuidado popular de un proyecto común.

51
Ese es un posible destino, entre nosotros, para el entusiasmo que ha
generado LS: alimentar la fuerza para una construcción que trasciende
las declamaciones. Y motivar para una pelea amorosa, pero pelea al
fin: la del cuidado de la tierra y de la dignidad de todos. La de la patria-
casa común, con todos adentro

17/05/2020

52
TODOS EN LA MISMA BARCA
El cuidado de lo común, lo nacional que une y la
patria al hombro para resucitar

No solo hay que forjar el riñón de la Patria,


sus costillas de barro, su frente de hormigón:
es de urgencia poblar su costado de Arriba,
soplarle en la nariz el ciclón de los dioses.
La Patria debe ser una provincia
de la tierra y del cielo.

Leopoldo Marechal, Descubrimiento de la Patria

Tata Dios nos pide coraje. Que no nos achiquemos. Tenemos una
doctrina que practicar, predicar y vivir. Y si cuando se presenta la
oportunidad, si cuando hay un riesgo en vivirla en toda su integridad
nosotros nos achicamos entonces hemos perdido la oportunidad y Tata
Dios se encuentra defraudado por nuestra falta de fidelidad. Sean
santos como Dios espera que lo seamos. En la vida cotidiana, nada
extraordinario, pero sí lo extraordinario de vivir hasta en sus detalles la
doctrina del amor

Don Jaime de Nevares, mayo 1995

Deben encararse los cambios con decisión y coraje, avanzando sin


pausas pero sin depositar la confianza en jugadas mágicas o
salvadoras ni en genialidades aisladas. Se trata de cambiar, no de
destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir. Para cambiar importa
aprovechar las diversidades sin anularlas.

Néstor Kirchner, 25 de mayo 2003

53
Todos los días hemos de comenzar una nueva etapa, un nuevo punto
de partida. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan:
esto sería infantil, sino más bien hemos de ser parte activa en la
rehabilitación y el auxilio del país herido. Hoy estamos ante la gran
oportunidad de manifestar nuestra esencia religiosa, filial y fraterna para
sentirnos beneficiados con el don de la Patria, con el don de nuestro
pueblo, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor
de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el
viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y
simple de querer ser Nación, de ser constantes e incansables en la
labor de incluir, de integrar, de levantar al caído. Aunque se
automarginen los violentos, los que sólo se ambicionan a sí mismos, los
difusores de la confusión y la mentira. Y que otros sigan pensando en lo
político para sus juegos de poder, nosotros pongámonos al servicio de
lo mejor posible para todos. Comenzar de abajo y de a uno, pugnar por
lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria, con el mismo
cuidado que el viajero de Samaria tuvo por cada llaga del herido. No
confiemos en los repetidos discursos y en los supuestos informes
acerca de la realidad. Hagámonos cargo de la realidad que nos
corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está el
Resucitado. Donde había una piedra y un sepulcro, estaba la vida
esperando. Donde había una tierra desolada nuestros padres
aborígenes y luego los demás que poblaron nuestra Patria, hicieron
brotar trabajo y heroísmo, organización y protección social.

Jorge Bergoglio, 25 de mayo 2003

LA BARCA / LA PATRIA
Hay barcos en la historia de la Patria.

Los iniciales, quizás, están en los ojos de los indios, los primeros de los
nuestros. Los que ellos vieron venir, desde las pampas hermosas e
inmensas que habían sido de ellos por milenios. Eran las naves de los
colonizadores que asomaron ávidos de la plata del Potosí. Esos que
llegaron por el río que hoy lleva el nombre del metal precioso que
buscaban y que terminó dando el nombre, argentum de nuestra riqueza
y codicia, a esta tierra. Las Provincias Unidas del río de la riqueza que
algunos querían llevarse y que debía ser para todos.

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Hay barcos que llegaron llenos de historias de desarraigo, de
hambrunas de guerra, de destinos inciertos y de esperanzas largas. Los
barcos de las fotografías en sepia y de los mil colores de Quinquela.
Son los barcos que vinieron trayendo con ellos los instrumentos para
cantar sus penas y anhelos. Fue en las orillas de los grandes ríos
donde el bandoneón de las iglesias se hizo tango y el acordeón de las
fiestas, chamamé.

Son los barcos frágiles pero certeros de los ríos de la orilla brava. Los
de trabajadores que reman enamorados mientras con el sudor y la
noche hacen el sustento para parar la olla: “Llevo mi sombra alerta,
sobre la escama del agua abierta y en el reposo vertiginoso del espinel,
sueño que alzo la proa y subo a la luna en la canoa, y allí descanso
hecha un remanso mi propia piel.”

Hay barcos-veleros como el de Vito Dumas dándole la vuelta al globo


como un lobo solitario. Hay barcos de la rebeldía, de tanguitos, de pelos
largos, utopías y de tristeza en el mundo abandonado, para irse a
naufragar. Balsas de muchos y de unos, de poesía, refugio, huida y
encuentro a la vez.

Hay barcos con dolores y hundimientos y honduras: el ARA General


Belgrano, que es una lanza clavada en el costado de la Patria y que
sigue doliendo hasta que podamos reencontrarnos todos allá en
Malvinas. También el ARA San Juan y los 44 héroes que se quedaron
para siempre sumergidos en la inmensidad del Atlántico Sur. Y el
Almirante Irizar avanzando firme hasta el fin del mundo.

Estamos todos en todas estas y otras barcas que son una misma barca.

Barca y arca, a las que no les han faltado diluvios y naufragios.

En la proa lleva una consigna difícil que es combatida y al mismo


tiempo insiste, en todas las navegaciones, naufragio tras naufragio, y
en cada nuevo viaje: NADIE SE SALVA SOLO.

La Patria es una nave en el mar de la historia y en la tormenta del


mundo.

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LA PATRIA COMO UN DOLOR / LA PATRIA FELIZ
“La Patria es un dolor que aún no sabe su nombre”, dice el “poeta de la
patria joven”. Leopoldo Marechal fue perseguido y bastardeado desde
la academia por haber gozado la fiesta del pueblo desde su embrionario
17 de octubre. Le pasó lo mismo a Enrique Santos Discépolo (que,
como el autor de Adán Buenos Ayres, es una referencia permanente
del Papa). También le pasó y le pasa a Ramón Carrillo. La excelencia
puesta al servicio de la felicidad del conjunto es algo aberrante para
quienes creen que la belleza y la salud son un patrimonio exclusivo de
quienes tienen el respaldo de las hectáreas o las divisas.

Carrillo fue un hombre que apostó por la dignidad y la plenitud del


pueblo. Por su salud y potencia. Así entendió la política sanitaria. Se lo
acusa por haber querido que los criollos y mestizos desenvuelvan su
mezcla virtuosa para ejercer plena soberanía sobre estas tierras del
sur. Que los hijos de los que padecieron el genocidio, unidos y
mezclados a otros que vinieron cruzando el océano, gobiernen estas
Pampas, selvas, cordilleras y mares. Esa pretensión de afirmación de
un pueblo, se tradujo en un sistema de salud organizado en torno a la
certeza de que “en esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo”. Eso
es lo que buscan escupir con veneno. El gran sanitarista argentino es
calumniado en medio de una pandemia que pone en cuestión los
sistemas de salud dominados por la lógica del mercado. Hay un
sistema mundial que cruje y no tolera ni siquiera el recuerdo de un país
que supo ser feliz. Sus voceros atacan los símbolos y los nombres de lo
que nos sostiene. Horadan la memoria, pero la memoria insiste. Y
florece. Hay que cuidarla, sin embargo, porque acá en Argentina
sabemos bien que la memoria es nuestra casa común.

RECONOCERNOS EN LOS NUESTROS: FRENCH, BERUTI,


RAMONA Y VICTOR
Los relatos de la revolución de Mayo cuentan que, a la par del Cabildo
abierto, las calles se iban planteando. Y no era solo una pueblada, sino
una revuelta. Había liderazgos y una proto-organización popular que tenía
en la resistencia a las invasiones inglesas el antecedente inmediato.
Billiken y Kapelusz solo se quedaron en eso de las escarapelas a la hora

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de inscribir a French y Beruti en el relato de la gesta de mayo, pero todo
indica que estaban más cerca de ser “referentes sociales” que directores
de protocolo. Eran los que lideraron a los que afuera del Cabildo
esperaban que los criollos notables patearan el tablero para decir que esta
era tierra de hombres y mujeres libres. Los que no entraron al Palacio
fueron los que adelantaron y empujaron el acontecimiento. El pueblo no
solo quería saber de qué se trataba: estaba dispuesto a poner el cuerpo.
Desde entonces, lo viene haciendo en los campos de batalla, en las
plazas, en los ríos, en los barrios.

Es la historia de nuestra Patria: articular y a la vez sobrepasar una y otra


vez el límite de lo instituido con una fuerza popular que al mismo tiempo
desborda y encuadra. Misterios gozosos, dolorosos y luminosos, misterios
misteriosos de la encarnación de lo nuestro, de la construcción del
nosotros.

Hoy es lo mismo. Junto con otros trabajadores, desde el inicio de la


cuarentena, los referentes sociales y líderes comunitarios han sido actores
esenciales. Las mujeres y hombres que trabajan en la organización de la
comunidad, son hoy la garantía de que en muchos lugares haya un plato
de comida. También son la contención de los ánimos desesperados de los
argentinos y argentinas a los que les falta todo menos fuerzas.

Hoy hay nombres equivalentes a los de French y Beruti. Referentes que


encarnan las luchas cotidianas de muchos y que son una presencia que
empuja a los funcionarios a ejercer la disciplina de no ceder ante la
tentación -sutil y grosera- de los poderes. Pero hoy, más que nunca, hay
que poner en el centro de nuestra historia a Ramona Medina, Víctor
Giracoy y a muchos más. A la Patria sublevada que aún no logra salir del
subsuelo, pero que tiene la fe y la conciencia de que tiene derecho al buen
vivir.

PUEBLO / SANTIDAD
Un país es un pueblo encarnado en un sinfín de historias únicas e
irrepetibles que se nutren de una gesta heroica que convierte en mito la
victoria fundante de una identidad. Hay que alcanzar nuevas victorias y
narrarlas en escala colectiva. Poder contar cómo el pueblo, a partir de
millones de actos heroicos y virtuosas articulaciones, logra torcer el
destino genuflexo que trazan los mediocres y avaros.

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El futuro inmediato demanda niveles exigentes de organización y
grandeza. Niveles que van más allá de lo humano. Son exigencias y
desafíos que van más allá de lo que somos. En el sentido de la política
y de la trascendencia.

Somos, más o menos, una sociedad. Pero necesitamos ser un pueblo.


Tenemos ciudadanía, tenemos una sociedad civil compleja, densa y
diversa. Tenemos el desafío de que todo eso se articule en torno a algo
superior. Acá hay una intuición central del Papa cuando habla de “el
santo pueblo de Dios”. Habla de la Iglesia pero también de esa
comunidad siempre abierta que se convoca y se deja interpelar, hasta
lo que está más allá de lo humano -hasta la santidad- por una invitación
absoluta, encendedora y redentora.

Solo un pueblo “santo” puede dar vuelta esta historia. Santo no por
moral perfecta ni por superioridad de cualquier tipo. Es el mismo
Francisco el que habla de “los santos de la puerta de al lado” o de la
“clase media de la santidad”. Es la heroicidad de lo cotidiano, del que
tiene conciencia que su existencia no es un átomo suelto sino que está
inmerso en una trama de pasiones, miedos, necesidades y luchas que
no son estrictamente suyas pero que tampoco le son ajenas. Una
solidaridad elemental y silenciosa, como la que se nos demanda hoy
con una consigna tan básica como “Quédate en casa”. Es la claridad
para saber dónde se nos necesita y también cuándo es que algo
heroico se nos demanda. “Hoy te convertís en…” dice cada tanto la
vida.

Francisco no solo habla de la santidad de todos los días. Junto con eso
pone en el centro, una y otra vez, a los que son perseguidos por buscar
la justicia social y la vida para todos.

ARGENTINOS UNIVERSALES / AUTOESTIMA NACIONAL


Estas líneas, como otras que venimos desarrollando acá, tienen un
punto de partida, que es al mismo tiempo una excusa, una mediación,
una inspiración y una hipótesis: el hecho insólito, excepcional y
disruptivo de que haya un Papa venido de acá es una oportunidad para
repensar algunas cosas nuestras. Pedro Saborido suele decir en sus
charlas que, hasta no hace mucho, decir “un Papa argentino” era como
un chiste absurdo. Pero en el reverso del chiste hay una operación del

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sentido común que tiene que ver con la autoestima de los nuestros y de
lo nuestro. Ese al que los que fugan, evaden y concentran, le temen, y
una y otra vez, socavan.

Un “Papa argentino” era como decir “el día de la escarapela”. Bueno, el


día de la escarapela llegó. Puede haber un Papa argentino, podemos
ser nosotros, podemos y debemos distinguirnos en la batalla, en el baile
y en el juego. Ya lo sabíamos en el fútbol, en las revoluciones, en la
ciencia y en el arte. En todo caso, para cosas así sirve una escarapela:
para reconocerse en la confrontación, el debate, la catástrofe o la
reconstrucción.

Por eso insistimos con algunos tópicos de lo que dice Francisco, que
sigue siendo Jorge de Flores, Bergoglio, y ahora nos “tira centros”
desde San Pedro y desde Santa Marta. O sea, desde la Basílica
imponente que ya se encargó de llenar varias veces de cartoneros e
indios, o desde la residencia bastante austera con nombre de mujer
desde la que todos los días de la cuarentena dio misa casi como un
cura de barrio, urbi et orbi, lanzando cada mañana mensajes de
cotidianidad cariñosa mezclados con señales políticas. Gestos y
expresiones, como muchos de los que desde el principio despliega y
ante las cuales las derechas y oligarquías del mundo acaso no
tiemblan… pero que algo les debe hacer porque no por nada lo atacan
como a pocos Pontífices en la era moderna.

Van acá tres de esos ejes con los que Francisco insiste y cuya
traducción, provocación y articulación siguen pendientes de ser más y
mejor asumidas.

CULTURA DEL DESCARTE / CULTURA DEL ENCUENTRO


La teología del pueblo, vertiente de la teología de la liberación de la que
Francisco se nutre sencillamente porque creció en su ambiente, que
también es una atmósfera política y social, pone en la cultura un acento
que en otros sitios no se tuvo. Sin embargo, lo cultural no es para este
pensamiento una zona blanda que escapa a la economía, sino muy por
el contrario una matriz de entendimiento del mundo, confrontada con
otras y al mismo tiempo integradora. La cultura es la matriz de sentido
profundo, mítico, diría Francisco, que orienta la vida, la acción política y

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económica. A esto, el capitalismo salvaje y sus agentes lo saben muy
bien, por eso su acción cultural y su atención al alma de lo popular son
una piedra angular de su éxito.

La denuncia de la cultura del descarte y la propuesta de la cultura del


encuentro son un par “bien de Francisco”. Y por eso merecen atención,
profundización, y también, cuidado en su interpretación.

Hay riesgos en el tipo de recepción que tienen por estas tierras esos
tópicos. En estos días en que por suerte mucha gente se sumó a debatir
la encíclica Laudato si’ al cumplirse 5 años de su publicación, no es difícil
ver su potencia pero tampoco el riesgo que aparece. No se puede pensar
la cultura del descarte como un mero problema de ecologismo reciclador,
que a lo sumo menciona al cartonero como ejemplo de superación
personal -casi un emprendedor del reciclaje-, pero omite señalar la
estructura y el modelo económico que lo empuja a vivir de la basura. Lo
mismo pasa con el encuentro: el riesgo es confundirlo con esas mesas
de diálogo anodino donde los conflictos no se “acarician”, como gusta
decir Bergoglio, sino que más bien se disimulan, pasteurizan y, en última
instancia, se evitan. El tiempo demanda un encuentro con la realidad y
nombrarlo con las palabras justas. No bastan las medias palabras que no
espantan a nadie y ni llegan a incomodar privilegios. Una idea armoniosa,
tan tramposa como inteligente, pero también tan viable como estéril. Una
cosa es la caricia y otra diferente la blandura.

La cultura del descarte que Francisco rechaza implica una reacción en


palabras y unas acciones que necesariamente harán “lío”. Pero no el que
suelen aplaudir los poderosos porque les parece simpático o innovador.
Lío del otro: el que implica incluir a fondo al prójimo, que es la Patria, ya
no como mera consigna sino como núcleo de la cultura. Como modo de
vivir y de ser. Como mandato ético. Y podemos decir más, superando
inclusive la perspectiva de derechos: porque el servicio y el amor al otro
son del campo de la obligación.

Entonces “encuentro”, dicho por Francisco, es acercamiento de cuerpo


presente a los conflictos, cuya estructura íntima, antes que nombrarse o
pensarse, debe ser “tocada”, atravesada, asumida en todo su
antagonismo hasta que suceda lo que Francisco llama una superación

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por desborde. Dicho de otro modo: hasta que se pueda poner de este
lado lo que hasta ayer se decía que era imposible. Lo que el pensamiento
fatal -el del consenso neoliberal que comparten conservadores,
socialdemócratas, izquierdas y progresistas- considera no sólo imposible,
sino aberrante.

La articulación posible es una cultura del encuentro para transfigurar la


cultura del descarte, desde los descartados mismos y su dignidad como
sujetos y medida de la política y de toda la vida colectiva. No hay que
tener miedo de llamar a este encuentro unidad del pueblo o unidad
popular. O sea, algo nada parecido a un prolijo diálogo habermasiano.
Para Francisco, en todo caso, ser ciudadanos dialogantes es más o
menos fácil o habitual. Lo bravo, y lo fundamental, es poder ser pueblo.
Eso, ser un pueblo, es una lucha. Y al mismo tiempo, un don.

POLIEDRO, ASIMETRÍA Y REALISMO AUDAZ


Daniel Santoro suele hacer una reflexión sobre el escudo justicialista.
Sobre su asimetría. Las manos que se toman están en diagonal. La
horizontalidad deseada, pero ficticia proveniente de las revoluciones
burguesas, es reemplazada por un arriba-abajo, y una toma de manos.
Muchos ven eso como un dato de asistencialismo, caudillismo, opresión,
reformismo anti-revolución. Pero se puede ver ahí también, en el apretón
de manos, un realismo inconmovible: la desigualdad existe pero el
apretón de manos, entre los hasta ahora desiguales, también.

El Papa tiene también, y es bastante conocida, una metáfora geométrica.


Donde la imaginación política clásica piensa la perfecta figura de la
esfera (platónica en filosofía, habermasiana pero al final neoliberal en
política), Bergoglio propone el áspero y anguloso poliedro. Una “forma”
que conserva sus filos, sus aristas. Lo que para muchos constituye una de-
formidad. Podemos decir, con Gramsci, que un poliedro porta siempre algo
de in-con-formismo (vale recordar que él mismo define la hegemonía como
“conformismo moral”). El poliedro de Francisco, deforme, es un no
conformismo, una hegemonía desafiada, siempre fallida y abierta. Las
cosas pueden cerrar, pero de-otra-forma. El poliedro es una propuesta de
otra forma de imaginar la sociedad.

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Muchas veces se ha pensado la Patria como una esfera perfecta:
homogénea, equilibrada, armoniosa. Impoluta. Pura. Es la utopía
conservadora. Esta forma estéticamente impecable tiene, sin embargo, un
precio: esconde, niega o eventualmente mata a lo que no se condice, a lo
que no se conforma con esa imagen, con esa forma. Estos días tenemos
un ejemplo de eso: la “embellecida” Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
que un día se da cuenta que tiene unos barrios pintados por fuera pero sin
agua por dentro. Ese es el problema de la esfera: no funciona, es mentira,
tarde o temprano aparecen las aristas. Y las heridas.

La figura del poliedro vale también como advertencia e inspiración para


construir el movimiento popular. De este lado de la cosa tendemos también
a fantasear con una identidad cerrada, en el pasado o en las ideas, en el
núcleo doctrinario o en tales o cuales maneras de construir el campo
popular. La esfera tranquiliza: en la ideología, en las maneras clásicas o
conocidas de hacer, en el espacio previsible y liso de los propios, en una
pureza de abajo o de alternativa, pero en última instancia tan irreal como la
del otro lado. Con mejores intenciones, claro, pero en última instancia
derrotable. Las izquierdas latinoamericanas lo han vivido -miremos Brasil- y
nosotros mismos hemos tenido momentos en que, cerrándose en nuestras
mejores y esféricas convicciones, nos engolosinamos de ideas, dejamos lo
real y perdemos la mayoría. Pero no sólo perdemos elecciones: también
perdemos el corazón y el alma del pueblo.

EL KERIGMA Y LO ESENCIAL, PARA PODER VIVIR JUNTOS


Todas las verdades son importantes, pero hay verdades más importantes
que otras. Más centrales. Algo así dijo el Papa y conquistó a muchos, al
mismo tiempo que se ganó unos cuantos contreras por no decir enemigos.

La idea del kerigma es en teología la noción de la centralidad del anuncio


central, del reconocimiento básico. El centro del mensaje. El núcleo de la
fe.

Cuando comenzó la cuarentena se dio en nuestras calles un fenómeno


raro y bello que se puede traer acá. Para el 24 de marzo, como no fue
posible marchar a las plazas, la gente puso en sus puertas pañuelos
blancos con inscripciones y carteles. Pero más que nada los pañuelos.

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Unos días después circuló por las redes, esas callejuelas populares de
estos tiempos, el rumor que decía que convenía anudar a la puerta un
pañuelo blanco contra los males de este mundo. Quedaron allí, unos días,
unos y otros. El luminoso símbolo de las madres y abuelas y el nudo de
tela gualicho urbano. Como una marca en los dinteles, como una señal en
los umbrales. Como una marca para que pase de largo el ángel de la
muerte, el que se lleva lo más vivo de cada casa, lo más querido, las
primicias de la cosecha y los primogénitos. En este tiempo de cuaresma y
pascua, de cuarentena y pandemia, de renegociación de la deuda y crisis
social y económica, de unidad política y desafío social, “hacemos un nudo
en el pañuelo” para olvidarnos o no olvidarnos después, como dice la
cigarra. Ambos pañuelos marcan el amplio espectro de lo que somos,
nuestra esencia popular heterogénea y contradictoria. Lo mejor de
nosotros, lo central, lo kerigmático. Hay que sintetizar todo lo que cabe
entre la conciencia popular crecida entre la reivindicación de los derechos y
la construcción de la justicia social, por un lado, y los deseos cotidianos de
vivir, prosperar y protegerse, a veces individualistas o difusos, de nuestra
gente.

En ese arco ancho hay que pensar y traer de nuevo lo mejor de nosotros,
para resucitar y seguir cantando al sol.

REVOLUCIÓN DE LA TERNURA / CUIDADO DE LO COMÚN


Este 25 de mayo nos encuentra con la palabra cuidado entre las más
mencionadas en la política y en el discurso público en general. Palabra
que, hay que recordar además, nombra uno de los núcleos centrales del
pensamiento del movimiento de mujeres y una de sus interpelaciones más
potentes respecto a las prácticas sociales, el reconocimiento y la
distribución. “Quién cuida a quién, en qué condiciones, con qué
consecuencias y a cambio de qué” podría ser una ecuación para pensar la
ciudadanía y el lazo social en la Argentina del 2020.

La fecha patria llega además mientras se cumplen cinco años de la


encíclica de Francisco sobre el cuidado de la Casa Común. Con ese
subtítulo de la Laudato si’, Francisco mete en una sola frase la cuestión
económica, la cuestión ecológica y todos los registros de las tareas y
acciones necesarias.

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Cuidado es protección y cercanía, acogimiento y ternura, cultivo y
labranza. Y al mismo tiempo es advertencia y denuncia. Prudencia,
entendida como coraje en la autolimitación y la entrega, un llamado
urgente y firme para la corrección del rumbo mortal y depredador de los
otros y de los recursos, de la vida individual y del entorno.

Desde las prácticas individuales hasta las decisiones geopolíticas, el


cuidado es un nombre de, y a la vez interpelación a, las formas de ejercer
el poder. Y es también un llamado a la delicadeza, la rigurosidad, la cautela
y la precisión, un señalamiento de la oportunidad que debemos aprovechar
pero que además podemos perder si no actuamos urgentemente, con
consecuencias terribles.

La ecología y la economía y la casa van de la mano. Las tres contienen el


eco de “oikos”, casa en griego, en su raíz.

Es un tiempo de cuidados. Cuidado del lugar donde habitamos, la tierra


compartida que debe ser distribuida, el techo que cada cual debe tener
para poder vivir juntos bajo el cielo común de la Patria. Cuidado de la mesa
servida que el trabajo creado y defendido garantiza, donde la dignidad se
plasma en el corazón íntimo de cada familia. Cuidado en las prioridades y
las decisiones. Cuidado de la unidad. Porque el cuidado de la tierra, la
mesa y la dignidad demanda construcciones políticas capaces de
subordinar la economía al bien común.

«Decir Patria es decir humanidad», escribió José Martí. Este 25 de mayo,


en medio de pandemias, renegociación de deudas y barrios emergentes,
volvemos a gritar:

AL GRAN PUEBLO ARGENTINO, y a todos los pueblos: ¡SALUD!

25/05/2020

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EL FUEGO DE ADENTRO
Y EL PULSO DEL ESPÍRITU
El espíritu es un rumor.
Dice una sola cosa:
cuando llegue el alba, viviré.
«Vieja soledad, hoy me iré de ti
Buscando la luz, de un amanecer
Cuando llegue el alba
Viviré, viviré
Noche adentro irá, vencida de amor
La tristeza gris de mi corazón
Cuando llegue el alba
Viviré, viviré.
A un costado del olvido mis sueños maduraran
Reventando en luz – florecidos
Cuando llegue el alba
Viviré, viviré
Encontrarte fue, intuición de Dios
Todo nace en ti, como nací yo
Cuando llegue el alba
Viviré, viviré
Tus palabras son fresco manantial
sintiendo tu voz aprendí a cantar
Cuando llegue el alba
Viviré, viviré
A un costado del olvido mis sueños maduraran
Reventando en luz, florecidos
Cuando llegue el alba
Viviré, viviré»
Eulogiol Figueroa / Waldo Belloso

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La narrativa de una sociedad profiláctica, imperturbable y siempre
dispuesta al consumo indefinido fue puesta en cuestión develando la
falta de inmunidad cultural y espiritual ante los conflictos.

La complejidad de lo que se debía enfrentar no aceptaba respuestas
casuísticas ni de manual; pedía mucho más que fáciles exhortaciones o
discursos edificantes incapaces de arraigar y asumir conscientemente
todo lo que nos reclamaba la vida concreta.

Nuestra fragilidad común nos despojaba de toda falsa complacencia
idealista o espiritualista, así como de todo intento de fuga puritana.

La fe permita una realista y creativa imaginación capaz de abandonar la
lógica de la repetición, sustitución o conservación.

La nueva fase que comenzamos nos pide sabiduría, previsión y cuidado
común de manera que todos los esfuerzos y sacrificios hasta ahora
realizados no sean en vano.

Si una presencia invisible, silenciosa, expansiva y viral nos cuestionó y
trastornó, dejemos que sea esa otra Presencia discreta, respetuosa y
no invasiva la que nos vuelva a llamar y nos enseñe a no tener miedo
de enfrentar la realidad.

Esos lugares donde la esperanza y la vida están en lucha. Cuánto para
aprender de la reciedumbre del Pueblo: siempre encuentra el camino
para socorrer y acompañar al que está caído.

Que ese pueblo nos enseñe a moldear y templar nuestro corazón (…)
con la mansedumbre y la compasión, con la humildad y la
magnanimidad del aguante activo, solidario, paciente pero valiente, que
no se desentiende, sino que desmiente y desenmascara todo
escepticismo y fatalidad.
Francisco, Carta a los sacerdotes de Roma con motivo de la
celebración de Pentecostés, 31 de mayo de 2020

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CINCUENTA DÍAS DESPUÉS
En este tiempo de cuarentena que comenzó en cuaresma, llega en la
caravana del año una fiesta olvidada para la mayoría pero que tiene de
todos modos un sentido interesante. Y tiene también un nombre onda
cuarentena, pero con “penta”, cinco, cincuenta. Cincuenta días después
de Pascua se celebra Pentecostés, recordando esto: el momento donde
un grupo de personas que había pasado cosas bravas, persecución y
muerte (semana santa) pero que sin embargo había visto que tenía
fuerza nueva y diferente más allá de la muerte para seguir (una
resurrección, y un plan para resucitar), finalmente, juntan coraje y se
dan cuenta que tienen un tiempo por delante, un fuego, un aliento y una
doctrina. Una pasión desbordada que hay que salir a compartir. Dicho
en criollo-cristiano: que cuentan con (un) espíritu, y encima santo.

ESPÍRITU Y POLÍTICA
La imagen es interesante: un grupo de mujeres y hombres que están
adentro, encerrados, con miedo, en todo caso con la doble sensación
de que algo fuerte les ha pasado, doloroso y vital, histórico, de pronto
se sienten llenos de algo que es como un viento (este es el significado
de espíritu) y “arden” (la imagen de las lenguas de fuego es aún más
interesante). Y, así, con valentía (la palabra de relato es parresía,
coraje en griego, muy potente y central en este relato) salen a hablarle
a todo el pueblo. Un detalle más en el relato original: los que salen
comparten un mensaje potente. Los que escuchan, es gente de todo
tipo, que hablan diferentes idiomas. Pero cada uno lo entiende en su
propia lengua.

En síntesis: todo un programa de construcción colectiva. Un relato de


qué significa salir de adentro, enfrentar el futuro de otro modo y con otra
fuerza (espíritu) y convocar a todo el pueblo y todos los pueblos. Casi lo
que la pos-pandemia, en el sentido literal de la palabra, significa: para
todo (pan) el pueblo (demia, de “demos”).

Por eso compartimos acá unos puntos sobre un tema central nuestro:
política y espiritualidad frente a lo que viene.

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La hipótesis es esta, y es cuádruple:

El neoliberalismo y su triple andamiaje ideológico (conservador,


propiamente neoliberal, pero también progresista) no tiene recursos
simbólicos ni políticos suficientes para sostener una construcción
colectiva en el mundo actual, y mucho menos en el que viene. No
obstante, tiene recursos eficaces, los exacerbó en este tiempo de
inflexión histórica, y renovará sus esfuerzos por sujetar las almas de las
gentes.

En este tiempo donde vida y muerte entran en escena, la pandemia


pone al desnudo que el imperativo capitalista es una religión. Además,
que incluso sus intelectuales críticos (véase la sopa de Wuhan si no)
están en su estela y su órbita, y tienen poco que ofrecer, salvo un poco
de ironía neutralizadora o crítica, sin destino de construcción alguna.
Una religión que pide sacrificios, como el capitalismo, solo puede ser
combatida o enfrentada con algo que pueda pelear y jugar en la misma
cancha: el alma de la gente, ahí donde es la fuerza -el alma misma- de
los pueblos.

Cuando acá hablamos del Papa, no es que somos más papistas que
Bergoglio. El tema es que vemos que el compatriota que está en este
tiempo en la silla de Pedro, y vive en la residencia de Santa Marta,
opera en este sentido, poniendo el capital (sic) simbólico del
cristianismo en dirección a su horizonte y desde su núcleo: la fuerza
popular del para-todos (el cristianismo es pandémico a su modo). El
modo en que lo hace lleva puesto el virus, el ADN argentino: el pueblo
es una fuerza transformadora que con misericordia hace revivir a todos.

Finalmente, creemos que aquí en Argentina necesitamos y tenemos


espíritu, parresía y, aún “quedándonos en casa” (a full bancamos esta),
sabemos que podemos y debemos salir. Pero no salir a sacrificarnos
como quieren los adoradores del lucro y el rendimiento, sacerdotes
sacrificadores y profetas del odio. Salir es salir de nuestras burbujas y
de la pasividad y, desde ahí, ir hacia una forma de construcción nueva
que amplía y transfigura la matriz del campo nacional y popular, y los
modos de hacer política desde y con nuestro pueblo.

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El futuro está en cuestión, pero no con el talante del “progreso”, sino
con el espíritu de la justicia social y el cuidado de todos por una vida
buena. Y por eso no es un mero futuro de utopía, del mismo modo que
no es nostalgia del pasado: es memoria que activa un “ya”, un presente
donde las decisiones y la valentía y la fiesta del encuentro, se
adelantan con acción política y nuevos modos de componer lo común.
Una Patria compartida y generosa.

El espíritu se puede definir así: es la fuerza de un desborde. Por eso se


lo representa como viento, fuego y pájaro: enciende, transfigura, mueve
y conmueve.

Al mismo tiempo tiene otras versiones: es la presencia de alguien, un


sujeto concreto que condensa la historia, las esperanzas, los dolores y
la redención (el que quiera puede decir sin problemas liberación, u otros
términos). Condensa y recapitula, y siendo reconocido, interpela y
convoca. Francisco gusta decir “sorprende y organiza”.

El espíritu es fuerza y movimiento: no es mera introspección e


interioridad, ni abstracción o sentimentalismo sublime. Si tiene algunas
de estas características, el espíritu -o la espiritualidad- las tiene en
relación dialéctica, íntima -polar, diría Francisco- con sus opuestos
complementarios. Es introspección ahí donde es búsqueda interior de lo
mejor, concierne a la abstracción que maneja una disciplina de
razonamiento muy fuerte al servicio de lo más concreto, cuyo acceso
requiere la valentía de pensar mucho. Y lo que tiene de sublime tiene la
forma de la herida curada, la fiesta compartida y otros milagros
corporales. Es eros y ágape: sublime, pero banquete sublime.

Todos estos registros pueden trasponerse del campo de lo religioso al


de lo político: es encontrar en el medio de ese camino cómo estas
cuestiones, lejos de ser solo jerga del Vaticano a las sacristías, siguen
alimentando, legitimando o sacudiendo ideologías muy concretas, de
expresión económica, cultural y propiamente políticas.

Hay una cosa más para decir del espíritu y la espiritualidad en la


política-acción concreta. El Espíritu es siempre movimiento, que crea
encuentro, que crea nuevos movimientos. Es el impulso de esa rueda,
rueda de la que ese triángulo es la expresión mínima. Movimiento de

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salida de los pocos a los muchos y viceversa. Movimiento en el
encuentro: lo que conmociona, conmueve y compone en el mismo. Y
movimiento común que surge de ese componer lo común.

Como tiene esta forma, hay una geometría y una geografía para
comentar la relación política-espíritu/espiritualidad-pueblo. Tiene que
ver con la dinámica de adentro–afuera, que viene tan al caso en estos
días.

ADENTRO / CUIDADO
Puede ser que este tiempo pase a la historia como aquel donde estar
adentro resultó ser un modo de “salir”. Salir del alcance de la muerte,
del virus, de nosotros.

Hay otro debate largo en el que se inscribe la pandemia y su


cuarentena, se puede mencionar de varias formas. ¿Cómo salir (de
esta fase) del capitalismo? ¿Cómo superar el momento actual?

En el lenguaje habitual, ese que va desde el periodismo a la cultura, o


desde la militancia a las ciencias sociales, es el tema de “la crisis” y
cómo se sale de ella, cómo se la supera. Complementar crisis con el
término que se desee: económica, paradigmática, de la subjetividad, de
la deuda, ecológica, financiera, de representatividad. En el 2001, por
ejemplo, se hablaba de una triple crisis: de representatividad, de
acumulación, de régimen. En la Argentina de hoy, ¿Qué diríamos?
¿Sanitaria, económica, de modelo?

Salir de un tiempo de repliegue y de un escenario de decadencia y


desgaste hacia otro lado.

La modernidad misma es tematizada así. Todos los pos-


(posmodernidad, posverdad) y todos los de- (decolonial,
deconstrucción, etc) van tras esa cuestión. Con más o menos suerte,
pero con dificultades serias siempre. ¿Hay un afuera? ¿Hay
exterioridad? ¿Hay otra cosa? ¿Hay otro mundo posible?

70
Son todas preguntas sobre la salida. Nos animamos a plantear algo: la
única exterioridad posible, la única salida es el pueblo («solo el pueblo
salvará»… una frase de nuestra cultura política).

Así es en este relato de la llegada del espíritu. La salida es hacia el


pueblo que está viviendo con sus dolores. Que habla en muchas
lenguas.

Y el camino es el coraje de ese pueblo.

En el relato bíblico, el espíritu llena al grupo de discípulos (hombres y


mujeres, atenti) y el resultado es que salen a hablar con parresía
(coraje en griego) con todo el pueblo. Que en ese momento es una
multitud que habla mil lenguas. Dice también el texto: «y cada uno lo
entendía en su propio idioma». No es un fenómeno de poliglotismo
estrictamente: es un fenómeno de entendimiento. Puede decirse de
esta manera: cuando un grupo de gente que quiere transformar sale
con coraje al encuentro de lo colectivo, todos entienden. Porque el
coraje orientado a las transformaciones verdaderas contacta con el
entendimiento de todos: en la lengua, el corazón y la organización.

El tema acá es dónde está el pueblo y cómo encontrarse con él.


Nosotros lo vamos a decir así: El pueblo, más que estar afuera, es la
salida. Es -diría Enrique Dussel- factor de exterioridad. Podemos decirlo
diferente: de apertura, de puerta. Esto vale para toda experiencia
política, para un momento histórico, para una organización y para cada
uno.

Esa apertura es por un lado trascendencia y encuentro con algo que


orienta y alimenta en cada momento. Por eso mismo, al pueblo hay que
buscarlo-encontrarlo (dejarse encontrar por él, también) en cada
momento, más allá de las definiciones teóricas, más allá de la
costumbre o de la conveniencia, más allá de los planes o el folklore,
más allá de los mapas -de lugares o de prácticas- con los que
contamos. El pueblo es experiencia. Significa: desde-la-prueba. Hay
que probar.

No pocas veces las derechas, que son sagaces como todo demonio, lo
encuentran primero que nosotros. Los meritócratas supieron

71
encontrarlo “adentro”, mientras nosotros creíamos abarcarlo
completamente en el afuera de nuestras plazas, movilizaciones y patios
militantes. Nuestras ágoras clásicas dejaron afuera un adentro que
fueron a timbrear, ficticia pero eficazmente, al umbral de las puertas.

Porque sabían que en ese “adentro” había algo de pueblo que nosotros
estábamos dejando de lado, porque estábamos encerrados en nuestra
imaginación sobre cómo eran las cosas. Hoy pasa algo con notas
parecidas: salir al encuentro del pueblo es quedarse dentro con él,
comprender las ansiedades y hastíos, y ahí, salir. «Timbrear” puede ser
el nombre de hacer el gesto que nos lleva a comprender lo que vive hoy
nuestro pueblo que está en ese afuera, que es para nosotros “el
centro”. Sus casas y barrios, sus dramas y preocupaciones, su
convivencia hacinada o amorosa, hecha de ternura y hastío.

Y por eso hay otro afuera donde podemos -y quizás debemos- ir: el
cuidado como un nuevo nombre para la política, la lucha y la
construcción.

“Salir” y “afuera” no son lugares fijos. Salir implica ponerse en dirección


al pueblo y sus dolores y esperanzas. “Afuera” es todo lo que al mismo
tiempo nos saca del lugar habitual dando aire, apertura y trascendencia.

SOMOS NOSOTROS / EL ÚNICO HEREDERO ES EL PUEBLO


Otro tiempo. El tiempo del espíritu es otro tiempo.

Una espiritualidad en la política implica y posibilita otro momento. Lo


que antes era miedo -o seguridad, aferramiento a recetas o dogmas o
consignas o costumbres- tiene que transformarse en búsqueda y
experimento, en creación. Lo que antes se veía en la presencia de un
líder claro, ahora se verá en el reconocimiento de otra presencia en
multiplicidad de sujetos. Lo que antes se hablaba con dos, tres o cien
frases que “conocemos todos”, hay que traducirlo. Hay que tenderse
con gestos y conformar el coro colectivo que cante las canciones y
componga la verdad sinfónica de un sentimiento.

Tener espíritu es poder rezar, cantar y luchar.

72
Saber arder.

En nuestra tradición política, el pueblo porta ese futuro porque, del


mismo modo que es memoria y tradición, raíz y tierra, es herencia y
vuelo. Es legado y novedad, pero sobre todo es presente y
actualización permanente.

En este tiempo donde componer lo común de otro modo es una


exigencia, ojalá podamos tener un solo espíritu, concepción y acción,
llama y viento, y ojalá con coraje sea posible salir a oír y cantar la más
maravillosa música. La voz del pueblo argentino.

Tener espíritu es saber que somos pueblo, y salir a encontrarnos,


adentro, con nosotros mismos. Tener espíritu es salir al sol:

El espíritu es el que gesta e implementa el plan para resucitar.

Tener espíritu es honrar la vida. Es conectarnos con lo mejor de


nosotros. Lo más íntimo que es a la vez lo más colectivo. Lo saben
nuestros poetas y cantores, lo saben nuestros mejores líderes. Tener
espíritu es dejarse encender por la fogata de amor y guía, por las
razones de vivir y luchar, de cuidar, de creer y de construir. Lo sabe
cada cual, en cada casa y en la tierra común que compartimos. Lo sabe
el pueblo: si estamos donde él está, el coraje sobra y la vida sale
adelante.

31/05/2020

73
74
EL DESTINO UNIVERSAL
DE LOS BIENES
Panes, peces, abundancia y Vicentín

La mesa compartida y la abundancia de la vida son a la vez una matriz


cultural, un modelo social, un proyecto político y una exigencia ética y
espiritual. El debate sobre Vicentín repone en la escena argentina uno
de los conflictos centrales que, como dice Francisco, «hay que
acariciar». Eso significa ir con toda la fuerza de las fuentes de la
doctrina y de la memoria. Los planteos del Papa pueden y deben
articularse con la acción militante y las decisiones de política pública
para «salir mejores» de la pandemia y del modelo que reparte el
hambre.

Raúl Scalabrini Ortiz


¡CREER! He allí toda la magia de la vida

LA MESA Y EL BANQUETE
“El paraíso es un asado que no termina nunca”, dijo un amigo a los
pies de la cordillera del viento cuando todavía no era párroco en la villa
más grande de la Ciudad de Buenos Aires. En esos barrios y en
muchos otros del país, la comida es hoy una urgencia. Hay voluntad
desde el estado, hay solidaridad espontánea y hay organización
popular. Pero no alcanza. Hoy falta comida en la mesa de muchos y
muchas. Y en tantas otras el precio de los alimentos y los ingresos
familiares resultan, otra vez, fuente de angustia y preocupación. No es
nuevo en el país. La crisis del coronavirus lo pone de manifiesto de
manera descarnada, y singular, al mismo tiempo que, como en otros
tantos temas acá y en el mundo, cataliza y desnuda los problemas de
fondo y las urgencias nuevas de nuestra sociedad. Vale para la salud,
vale para la economía.

75
“La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al
descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos
construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”,
son palabras de Francisco en medio de la pandemia que hablan de
esto.

La comida no es cualquier cosa ni una cosa más. Es un tema que en su


cotidiana seriedad rebasa lo estrictamente vinculado a la alimentación.
La mesa compartida es de las cosas más sagradas de la vida.
Compartir el pan y santificar las fiestas son sinónimos en nuestra
cultura, y la fuente cristiana habla ahí una y otra vez.

La comida “no es joda”, pero para que sea plena debe ser algo parecido
a un banquete. Porque plena y digna es la mesa abundante, en la que
se puede comer tranquilos porque hay para todos. Durante la dictadura
militar, Chichita de Erquiaga enseñaba a cocinar “con nada”, en una
pedagogía de la escasez que se repitió en los medios en la era Macri.
Pero la Argentina es la de Doña Petrona tanto como la de Evita. Son
dos registros de lo mismo: la mesa puede ser austera y simple, pero
puede y debe ser abundante por materia y espíritu. Lo saben las mesas
del domingo, los asados de los albañiles y lo saben las milagrosas
doñas de nuestros barrios, que levantan ollas populares que no
reparten sólo guiso, sino también fuego, ternura y belleza, en mil
rincones de la Patria. Petronas y Ramonas: hay una conciencia de
nuestro ser colectivo ahí.

En Argentina hay para todos y más. “No es posible morirse de hambre


en la patria bendita del pan”, decía el himno del X Congreso Eucarístico
Nacional que tuvo lugar en Corrientes en 2003, justo encima del
acuífero guaraní. Entonces, el hambre era todavía un tema central en
Argentina. “Con la comida no se jode”, podría haber sido el título
alternativo para ese himno eucarístico. Y fue también una consigna de
movilización –“el hambre es un crimen”– y un orientador de la política
pública. Mercado interno, ingresos universales, políticas sociales,
rescate de las jubilaciones. La soberanía alimentaria pasa acaso por
propuestas agroecológicas, pero no menos que eso, es sostenida por

76
estas medidas. Después de todo, “Asignación Universal por Hijo” es un
nombre más de la mesa mínimamente garantizada para todos.
En estos días, el ciclo de la pandemia y la cuarentena va poniendo otra
vez a la vista la necesidad de plasmar planes y formas de salida.
Modelos de país y “planes para resucitar”. Como dijo Francisco,
debemos -tenemos la exigencia política y ética de- “salir mejores”.

Se vuelve a poner en primer plano la necesidad de discutir las


cuestiones centrales de la economía y la distribución de la riqueza y los
ingresos en el país, el modelo producto y las decisiones que hay que
tomar. Y lo que alimente esas discusiones será central para su
resultado.

DON RAÚL / VICENTIN


Raúl Scalabrini Ortiz fue un correntino, mezcla de tano y vasco, que
estudió ingeniería y que diseñó trenes de alta velocidad en la Argentina
de mil novecientos treinta. Por esos años, también publicó su segundo
libro: “El hombre que está sólo y espera”, una gran obra pre peronista,
integrada por ensayos que podrían describirse como bocetos sobre el
ser y el destino nacional. Scalabrini escribía, discutía, tomaba vino,
comía asado, se peleaba, hacía política con Marechal, Borges,
Macedonio Fernández, Güiraldes, García Tuñon. El hombre de
Corrientes y Esmeralda es el personaje que inventó para caracterizar a
esa generación que empezó a sentir la Patria como algo que merecía
ser eterno. Una Argentina con un autoestima que quería reventar el
encastre que la unía como una perla a la corona de la reina.

“Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”, es una frase


de Hipólito Yrigoyen, que Scalabrini tomó junto a Jauretche, Manzi y
otros, para nombrar a la Fuerza de Orientación Radical de la Joven
Argentina. Ese “tanque de pensamiento” se había propuesto generar un
movimiento popular y moderno para terminar con la dependencia
nacional. Entre 1940 y 1946, Scalabrini publicó: Política británica en el
Río de la Plata; Historia de los ferrocarriles argentinos; Los ferrocarriles
deben ser del pueblo argentino; La gota de agua; Defendamos los
ferrocarriles del Estado; Tierra sin nada, tierra de profetas. FORJA se

77
disolvió en 1945 porque consideraban que sus objetivos y anhelos
estaban cumplidos.

La abundancia de la pampa, la logística que la transporta y la


dependencia. Scalabrini identificó que el principal obstáculo para el
desenvolvimiento del ser nacional no era tanto la epistemología
periférica de la inteligencia criolla -en la que Jauretche abundó tanto-
como la sangría permanente de riqueza que se fugaba por los puertos
fluviales del gran delta del Paraná. Don Raúl sabía que el verdadero
desafío de la joven Argentina era la abundancia y no la escasez. ¿Si
éramos capaces de ser el granero del mundo, cómo era posible que no
alcanzara para los nuestros? Se necesitaba una fuerza capaz de
reconducir el destino de la riqueza generosa de nuestra tierra. La
abundancia debía empezar por las mesas de los argentinos.

En el siglo XXI, la tercera revolución verde y el acceso masivo de la


nueva clase media china al consumo de carne pusieron a la gran
planicie pampeana y el litoral regado por la vida del Acuífero Guaraní
en una posición de ventaja comparativa. La frontera agrícola se
expandió, el rinde aumentó y el excedente se concentró. Un intento
imperfecto por modificar el coeficiente de captación de esa renta derivó
en una disputa que aún organiza el imaginario político en el país.
Quienes condujeron esa resistencia corporativa lograron llegar al
gobierno por los votos de las mayorías. En 2019, producimos alimentos
para 350 millones de personas y terminamos declarando la emergencia
alimentaria en el país. La empresa Vicentin es protagonista de toda
esta historia.

PANES, PECES Y MISERICORDIA


En un mundo lamentablemente herido por el virus de la indiferencia, las
obras de misericordia son el mejor antídoto. Nos educan, de hecho, a la
atención hacia las exigencias más elementales de nuestros «hermanos
más pequeños» (Mt 25,40)

Francisco, 12 octubre de 2016

La materialidad de la vida en su dimensión sagrada, espiritual,


colectiva, trascendente y urgente se plasma en Francisco en una

78
noción central, que parece insertarse o provenir de una serie distinta,
casi ajena, a la justicia: la misericordia. La palabra es extemporánea y
tiene mala prensa. Está pregnada de pietismo y probablemente
subvalorada por sentimental o poco revolucionaria. Pero pasa esto: al
acercarse al concepto y sus fuentes, a la definición más precisa, ésta
no se distingue mucho del más empinado catálogo de cuestiones
sociales “duras”: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, recibir
a los extranjeros y forasteros, atender a los enfermos y velar por los
presos. Una enumeración prácticamente idéntica a la que Marx puede
usar en sus escritos para describir las necesidades del proletariado que
el capital subsume.

Pero, al mismo tiempo, la cuestión de la misericordia no está puesta, en


esta tradición en la que abreva y difunde Francisco, en “perspectiva de
derechos”, como estila nuestro pensamiento hegemónico progresista y,
más en general la cultura política o lo que señalan las disciplinas que
nombran lo social y lo político. No lo está en dos sentidos: más que de
derechos se trata de acciones solicitadas, exigidas. Y son obras.
Realidad efectiva. En el sentido de que cuentan como fuente a la
práctica y la fuerza, no el derecho abstracto. Son del campo de la
obligación: primero es la responsabilidad con el otro, el imperativo, la
urgencia y la concreción del responder. Antes que el derecho.
Entonces, aquí hay dos rasgos: por un lado el primado de la acción
(hasta podríamos decir “de la fuerza”, pero sería mal interpretado, si no
aclaramos que nos referimos a la fuerza como potencia, y como
debilidad-ternura). Obras, efectuaciones, efectividades. Praxis diría
alguien. Gestos, seguro recalará el Papa. Pequeños: pero no por
diminutos, sino por posibles. No óptimos, sino reales. Y por otro lado:
responsabilidad, iniciativa, urgencia ética más que principio moral.

Hay dos grandes imágenes en la tradición evangélica sobre el compartir


de los bienes. Los primeros milagros de Jesús son relativos,
claramente, a la mesa compartida. No es menor el hecho de que el
primero no sea la comida, sino la bebida. Convertir el agua en vino,
para que la fiesta no se frustre. Si Caná de Galilea estuviera en
Argentina, alguien diría: “¿Cómo es que el milagro se orienta al vino
(encima vino bueno, mejor que el que se había acabado, dice el
Evangelio en modo Enólogo Divino) y no a las necesidades básicas?

79
¿Por qué el lujo? ¿Por qué piden “flan?” O, también: “En vez de darles
vino, ¿por qué no les enseñan a pescar o a hacer su huerta?”. Pero en
esta tradición cristiana, y más aún en su fuente evangélica directa, hay
algo que sobreabunda. O sea: exceso, plus de vida buena. No mera
polenta y sobrevivencia. Vino, y del bueno.

La gran escena populista -por mencionar una de ellas, en realidad- de


los inicios de la predicación de Jesús a orilla del Río Paraná o Lago de
entonces, también es alimenticia: la multiplicación de los panes y los
peces. Conmovido por la multitud, la reacción es esta: Denles ustedes
mismos de comer. Se toma lo que hay, y se organiza de modo tal que,
además -otra vez el plus- sobran canastos. Quien conoce un poco de
geografía palestina, sabe que el número de canastos que sobran es el
mismo que el número de pueblos que estaban a la orilla del lago. Para
colmo, una parte de esos pueblos eran de otras patrias.

La otra gran imagen es la del “reino” -venidero pero presente- como el


banquete compartido. Es complemento reflexivo de estas anteriores,
que son milagros efectivos, efectuaciones. No es un mero tratado de
soberanía alimentaria pero tampoco, como queda claro por los textos
mismos, no se habla de abstracto alimento espiritual. Es una indicación,
recogida por la tradición posterior, de por dónde va la cosa llamada
salvación.

Estos viejos relatos están en el origen de la idea de igualdad y de


justicia social. Para todo el mundo, y para nuestra cultura política
también. O, mejor aún, hay que ponerlos de nuevo allí. Francisco, como
otros, vuelve a traducir esto para este tiempo.

Lo hace articulando una especie de cruz conceptual: entre las obras


inmediatas, gestos de cada uno, fundamentales como sostén, casi
diríamos como disciplina militante, por un lado, y medidas estructurales
-salario universal, interpelando a los estados y dirigencias- y consignas
englobantes-Tierra, Techo y Trabajo, como apelación al pueblo
plasmada en un llamado a los movimientos.

80
Y por otro lado, sosteniendo la tensión de las cuestiones materiales con
la experiencia vivida, del dolor y el sufrimiento, la ternura y la cercanía,
que son los modos en que el Papa, lejos de una abstracción griega o
escolástica, o socialdemocracia, plantea el fondo espiritual, el nudo
álmico de la cosa, esa de la soledad de los hombres y mujeres que el
capitalismo en general y sus sacerdotes en particular conocen tan bien.
Como Margaret Tatcher tan bien expresaba cuando decía “la economía
es el medio, el objetivo es el alma”.

DISTRIBUCIÓN Y RECONOCIMIENTO: PODER RESPIRAR


Los episodios de estos días en el mundo nos dejan otra imagen para
conectar la cuestión espiritual que está en juego, esa batalla en su
complejidad. El asesinato de Geroge Floyd a manos de los policías
norteamericanos desató protestas en Estados Unidos y en todo el
mundo. Ahí se juega otra vez una dimensión central, la de la cultura del
descarte y el hecho de que sigue habiendo ciudadanos de segunda.

Las protestas se extendieron por el mundo, pasando por Europa e


incluso los palestinos desde el corazón del Mediterráneo y el viejo
mundo recordaron que ellos no pueden respirar desde 1948. La primera
impresión puede ser que esto conecta la cuestión de la distribución de
los bienes materiales, de la riqueza, con la problemática del
reconocimiento. Y es así.
Pero puesto en la máquina conceptual de #FF, esto es algo más que
eso.

“I can’t breathe”: No puedo respirar. La cuestión de la respiración no es


cualquier cosa. La respiración es la expresión corporal del espíritu. Por
eso está la partícula sp en ambas, es la de “spiritus”. Del soplo.

El fenómeno cristiano es este: el espíritu es derramado sobre todos y


para todos. Es pandémico, para todo el pueblo, para el pueblo entero. Y
para todos los pueblos, como bien se ocupa de recalcar el relato de los
Hechos de los Apóstoles, que menciona nada menos que quince
nacionalidades en la escena inmediata de Pentecostés.

81
Entonces, si uno toma el desafío del Papa de tomar “el pulso del
espíritu” no hay más que atender a tres o cuatro cosas, y no a la
imagen de una paloma evanescente: los que no pueden respirar, desde
Palestina a Minneapolis y de los Qom a Retiro. Los que están llamados
a sumarse a la construcción; desde los movimientos sociales hasta
todos los descartados en las periferias existenciales, geográficas y
sociales hasta todos los que están ahogados por la indiferencia o por el
pensamiento “fatal” de la economía, que asfixia con la tecnoburocracia
tanto nuestros modos de pensar el mundo como la casa común.

Las cosas que dice Francisco nos invitan a ver esto: la noción de que
todos somos hijos de Dios está en la fuente de los derechos humanos y
de la idea de igualdad. La matriz de la noción de ciudadanía no se
puede separar de la idea de comensalidad. Las sociedades que no
evalúen su propia mesa compartida, y a quiénes y cuántos sientan a la
mesa de lo común, tendrán acaso democracias formales, pero los
muros levantados por y para la exclusión pueden y deben ser puestos a
la vista para evaluarlas.

Desde otro lado, los “puentes” que Francisco llama a construir o la


cultura del encuentro que propone, sería esperable que no se agoten, ni
en la interpretación ni en la concreción, en llamamientos multiculturales
simples ni en confraternizaciones sin costo.

Aunque la gratuidad del encuentro humano es central y potente, la


invitación nuestra es a pensar los puentes también y sobre todo como
las políticas públicas que generan distribución del ingreso y la riqueza.
Y la cultura del encuentro como el arte y el coraje de las decisiones
políticas que permitan que nuestra sociedad sea un pueblo, un poliedro
polifacético donde todos entran. No como apenas sobrevivientes, sino
como plenos humanos planificados en la construcción histórica,
alimentados por una memoria compartida, encendidos por él el espíritu
común de creer en esta tierra.

82
DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES
“Un día como hoy, un sábado, Jesús hizo dos cosas que, nos dice el
Evangelio, precipitaron la conspiración para matarlo. Pasaba con sus
discípulos por un campo, un sembradío. Los discípulos tenían hambre y
comieron las espigas. Nada se nos dice del «dueño» de aquel campo…
subyace el destino universal de los bienes. Lo cierto es que frente al
hambre, Jesús prioriza la dignidad de los hijos de Dios sobre una
interpretación formalista, acomodaticia e interesada de la norma.”

Francisco, Mensaje a los movimientos sociales, Roma 2016

El principio del uso común de los bienes, es el «primer principio de todo


el ordenamiento ético-social.(…) La tradición cristiana nunca ha
aceptado el derecho a la propiedad privada como absoluto e intocable:
Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del
derecho común de todos a usar los bienes de la creación entera: el
derecho a la propiedad privada como subordinada al derecho al uso
común, al destino universal de los bienes. (…) El destino universal de
los bienes comporta vínculos sobre su uso por parte de los legítimos
propietarios. El individuo no puede obrar prescindiendo de los efectos
del uso de los propios recursos, sino que debe actuar en modo que
persiga, además de las ventajas personales y familiares, también el
bien común. De ahí deriva el deber por parte de los propietarios de no
tener inoperantes los bienes poseídos y de destinarlos a la actividad
productiva, contándose incluso a quien tiene el deseo y la capacidad de
hacerlos producir.

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n.72 al 77

“Abrid de par en par las puertas de vuestros graneros, dad salida a


vuestras riquezas en todas las direcciones. Dime, ¿qué es lo que te
pertenece?, ¿de dónde trajiste nada a la vida?, ¿de quién lo recibiste?
Así son los ricos: se apoderan los primeros de lo que es de todos y se
lo apropian, sólo porque se han adelantado a los demás… Si cada uno
se contenta con lo indispensable para atender a sus necesidades y
dejara lo superfluo a los indigentes, no habría ricos ni pobres”.

83
“Ea, pues, reparte de modo vario tu riqueza, sé ambicioso y magnífico
en gastar en favor de los necesitados. No vendas a altos precios,
aprovechándose de la necesidad. No aguardes a la carestía de pan
para abrir entonces tus almacenes. No esperes, por amor al oro, a que
venga el hambre, ni por hacer negocio privado la común indigencia. No
seas traficante de las calamidades humanas. Tú miras el oro, y no
miras a tu hermano: reconoces el cuño de la moneda y disciernes la
genuina de la falsa, y desconocemos de todo punto a tu hermano en el
tiempo de necesidad.”

Basilio el Grande, padre de la Iglesia, año 329-379 d.c.

“Por eso es que, sin que hayan desaparecido aún las causas y los
efectos de una lucha cruel, estamos ya elaborando pacientemente los
medios que habrán de servirnos para enfrentar con seguridad los
acontecimientos del futuro. Y en esta tierra nuestra, donde se han
confundido y delineado los tipos sociales de las más encontradas
inmigraciones, estructuramos, con fervor humanitario, los fundamentos
económicos y sociales de un nuevo convivir, que no tiene más
aspiraciones que la acción reconstructora de lo que el hombre pudiera
haber perdido por su individualismo excesivo, no enteramente
compatible con nuestras instituciones de honda raíz democrática. (…)
Vivimos una época de la historia del mundo en que el egoísmo ha
pasado a ser una de las peores desgracias de la humanidad. Es
necesario que día a día, poco a poco los hombres ricos o pobres,
pudientes o humildes, se convenzan de que nada en la vida puede
valer la desgracia de un niño que llora o de una madre que no puede
darle de comer. (…) Es indudable que el problema fundamental de
gobierno en la hora presente finca en la solución de cuestiones que
atañen a las masas rurales y a las urbanas, para ir después a la
organización integral de la riqueza del país.”

Juan Domingo Perón, Doctrina peronista, 1947

El tweet, el comment, la noticia (fake o no, en un punto tienen algo en


común, para desgracia de todos), los zócalos: todas estas cosas tienen
algo en común. Quitan a la palabra del tiempo, y la dejan como mero
episodio en un espacio cada vez más plano.Son lo que Heidegger

84
habría llamado “las habladurías”. Devolverle a las palabras el espesor
del tiempo es una tarea urgente que tenemos. Por eso rescatamos aquí
estos párrafos de fuentes diversas, separados entre sí algunos por
años, otros por décadas y otros por siglos.

“La actualidad” suele resultar inversamente proporcional a su


“actuación”, a su carácter de acto. El espesor del que hablamos pone a
la palabra en clave y exigencia de memoria, y en contar con una
doctrina es un modo de disponer de un lugar donde las palabras son
“ordenadas” por la fuerza de la memoria. Allí, ellas se vuelven
proveedoras y posibilitadoras de criterios. Y en ese momento dejan de
ser sonido que se pierde, para transformarse en pronunciamientos que
transforman o en declaraciones que transfiguran a lo sujetos.

Lo que suceda en este tiempo con cuestiones como la intervención y


expropiación de Vicentín, las decisiones que vayan a tomarse en el
ámbito impositivo, las medidas de política social y la construcción
economía que se encamine en lo que viene después de la pandemia
necesitan de palabras con espesor. No alcanza comentar ni confrontar.
El coraje -la parresia, diría Francisco- de la prudencia será central.

La dirigencia, de todos los militantes de los diferentes campos y


sectores, y la ciudadanía en general, tenemos y tendremos necesidad
de entrar a una gran conversación que nos una a todos (como dice
Francisco en el número 14 de Laudato Si). Hondura, amplitud y tiempos
largos son tres dimensiones que la fuente cristiana, junto con otras, le
puede aportar a la vida social y la construcción colectiva. Esa larga
conversación ya empezó, y tendrá momentos de debate fuertes en el
parlamento, los medios y las casas, y en su momento en las calles.

El debate que hoy se expresa en lo que pase con la empresa Vicentin


pero se desplegará en múltiples cuestiones y temas. Aquello que
nuestra gente, los diferentes sectores y actores sociales “crean” en
cada fase de esta discusión, será fundamental para el resultado.

El capitalismo, y más aún en su versión neoliberal, opera sobre la


creencia: porque el primero es una religión y el segundo lo plasma en
una feroz liturgia de promesas y sacrificios, repartidos de manera tan

85
sangrienta como eficiente. Por eso creemos que la fuente religiosa, la
doctrina y la palabra de Francisco, justo ahí donde recoge cosas
nuestras y del largo y ancho camino de los pueblos, puede y debe ser
un aporte fundamental. Y una herramienta de construcción. Lo que
nuestro pueblo crea y pueda creer tiene mucho que ver con lo que
pueda vivir. Como lo expresa Scalabrini en la cita que abre este
artículo.

Pandemia significa “para el pueblo entero”. Cuando la discusión sea


sobre la mesa de los argentinos -corazón de la casa común, indicador
central de la justicia social- que esa conversación se alimente de las
mejores palabras, para que la mesa sobre abunde, y sea para todos.

La mesa está servida.


Buen pranzo: buen provecho para todos.

14/06/2020

86
BANDERAS EN TU CORAZÓN
Continuidad realista y novedad magnánima
Belgrano fue un hombre que, en el momento justo, supo encontrar el
dinamismo, empuje y equilibrio que definen la verdadera creatividad: la
difícil pero fecunda conjunción de continuidad realista y novedad
magnánima. Su influencia en los albores de nuestra identidad nacional es
muchísimo mayor de lo que se supone; y por ello puede volver a ponerse
de pie para mostrarnos, en este tiempo de incertidumbre pero también de
desafío, «cómo se hace» para poner cimientos duraderos en una tarea
de creación histórica

Jorge Bergoglio, 9 de abril de 2003

Nosotros somos esos locos; ¿lo saben ustedes, mis amigos? ¡Somos
locos, porque pensamos que hay una justicia eterna que es llamada a
gobernar el mundo; somos locos, porque pensamos que todos los
hombres nacen iguales y libres, que lo mismo en religión que en política
ellos tienen derechos y deberes uniformes a los ojos del Cielo; somos
locos, porque pensamos que todos los pueblos son libres y soberanos, y
que no hay más legitimidad política en el mundo, que la que procede de
sus voluntades; somos locos, porque pensamos que el reino de la razón
ha de venir algún día; somos locos porque no queremos creer que los
tiranos, y la impostura y la infamia, han de gobernar eternamente sobre la
tierra; somos locos, porque no queremos creer que nada hay en el
mundo de positivo y perpetuo, fuera de las cadenas, los cañones, el
plomo y el crimen! Por eso somos locos, sí, y si por eso somos locos, yo
me lleno de orgullo en ser loco de ese modo. Yo me ennoblezco con la
locura de creer como creo, que un sepulcro está cavado ya para nuestros
tiranos, que la libertad viene, que el reinado del pueblo ya se acerca, que
una grande época va a comenzar.

Palabras puestas en boca de Manuel Belgrano


por Juan Bautista Alberdi en su obra “1810”

87
LOS SÍMBOLOS, LAS LUCHAS Y LOS PUEBLOS
Se cumplen 200 años de la muerte de Manuel Belgrano. Después de
largos años donde los próceres quisieron ser borrados y ridiculizados,
su figura sigue levantándose con una luz que nos toca.

Su figura habla, dos siglos después, de lo que puede significar “bancar


los trapos”. Su imagen como creador de la bandera y de la escarapela
muchas veces deja atrás su desempeño, coraje militar y su visión de
estadista y hacedor de la patria.

Belgrano es un hombre de acción. Cuando advirtió que el proceso de


restauración absolutista en la Europa post napoleónica cambiaba el
escenario para el reconocimiento diplomático de la independencia de
las Provincias Unidas del Sur, no dudó en postular a un emperador inca
como alternativa a la república. Lo que importaba no era tanto la forma
de gobierno sino que se gobernara desde acá, que hubiera quien
representara al pueblo: como con la bandera y la escarapela, símbolos
que constituyeran realidades de unidad.

Se alimentaba pero no se enloquecía por los discursos de la


modernidad. Los tomaba, los forzaba y los incorporaba con un
horizonte de poder popular. Por eso no le generó contradicción
consagrar las tropas del ejército revolucionario a nuestra señora de la
Merced para enfrentar a las tropas españolas luego de una dura derrota
en Salta. Su posición respecto a estas cuestiones, al frente del ejército
del Norte, mejoró el vínculo de este con el pueblo en nuestro noroeste.
Por el mismo motivo le sugirió a San Martín que promoviera los valores
cristianos entre los que formaban su ejército:

Mi amigo…

La guerra, allí, no sólo la ha de hacer usted con las armas, sino con la
opinión, afianzándose siempre en las virtudes naturales, cristianas y
religiosas; pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y
sólo por este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas,
manifestándoles que atacábamos la religión.

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Acaso se reirá alguno de mi pensamiento; pero usted no debe dejarse
llevar de opiniones exóticas, ni de hombres que no conocen el país que
pisan; además por ese medio conseguirá usted tener al ejército bien
subordinado, pues él, al fin, se compone de hombres educados en la
religión católica que profesamos, y sus máximas no pueden ser más a
propósito para el orden.

He dicho a usted lo bastante: quisiera hablar más, pero temo quitar a


usted su precioso tiempo; mis males tampoco me dejan. Añadiré
únicamente que conserve la bandera que le dejé; que la enarbole
cuando todo el ejército se forme; que no deje de implorar a Nuestra
Señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra generala, y no
olvide los escapularios a la tropa. Deje usted que se rían; los efectos lo
resarcirán a usted de la risa de los mentecatos, que ven las cosas por
encima.

Acuérdese usted que es un general cristiano, apostólico, romano; cele


usted de que en nada, ni aun en las conversaciones más triviales, se
falte el respeto a cuanto diga a nuestra santa religión; tenga presente
no sólo a los generales del pueblo de Israel, sino a los de los gentiles, y
al gran Julio César, que jamás dejó de invocar a los dioses inmortales
y, por sus victorias, en Roma se decretaban rogativas.

Carta de Manuel Belgrano dirigida a José de San Martín


6 de abril 1814

SÍMBOLOS QUE CONMUEVAN Y CONVOQUEN


Belgrano era un hombre de fe, y a la vez un líder enfrentando el
momento decisivo de una aventura nacional en su momento
embrionario. Su sensibilidad y su mirada ética coinciden en su atención
a lo simbólico, que en ese entonces y también hoy, no puede dejar de
lado la dimensión religiosa. No porque fuera especialmente pro
eclesiástico o tontamente piadoso, sino porque su preocupación por
sostener el ánimo y la unidad, el alma y lo colectivo, lo llevaban a
remitirse a la fuente de los símbolos que sostienen la vida colectiva del
pueblo. El Contrato Social de Rousseau no alcanzaba para reencender
el fuego de las tropas alicaídas para volver a enfrentar a los ibéricos en
Tucumán. El 24 de septiembre de 1812, día de Nuestra Señora de la

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Merced, el abogado devenido en general comandó a las tropas a una
victoria fundamental en el primer tramo de la gesta emancipatoria.

Este es el mismo Belgrano que puso al dios Inti en el centro de la


bandera porque la más ilustre insignia nacional no podía dejar de trazar
un puente simbólico y mítico con los pueblos originarios de América. Si
el celeste del pabellón contiene los colores de los borbones, y acaso el
del manto de la Virgen, el sol guerrero pone al pueblo mestizo y
resplandeciente en el centro del símbolo.

ROSARIO SIEMPRE ESTUVO CERCA


Esa bandera se izó por primera vez en las barrancas del Río Paraná,
en torno al cual se constituyó la ciudad y el puerto de Rosario. Nuestra
patria lleva el nombre de un río. Y el río, el nombre de la riqueza que a
través suyo querían llevarse: el argentum, la plata del Potosí.

Hoy, ese punto estratégico,300 kilómetros antes del gran delta que
rodea la perla del Plata, es el puerto de gran calado donde se concentra
la renta extraordinaria que ofrece la abundancia de la llamada “zona
núcleo”. Es, se sabe, la ciudad de Fontanarrosa, de Les Luthiers, de
Messi, de Lito Nebbia y de Fito Paéz. Pero es también la puerta de
salida de toneladas y toneladas de alimentos y de riqueza nacional. Por
allí se van tanto el agua del acuífero Guaraní como la riqueza de
nuestras llanuras. Por el puerto -por este y los otros del Paraná- se
concentra la energía vital y el trabajo de muchos en ganancias voraces
de pocos. Por eso Rosario también es la fila de nuevas torres de
departamentos que miran la abundancia del río y le da la espalda a mil
barrios zarpados en paco y tiroteo.

“Y aquellos que te dicen: ‘Si, los héroes nacionales ya pasaron, no tiene


sentido, que ahora empieza todo de nuevo’ ¡reíteles en la cara! Son
payasos de la historia”, son palabras del mensaje que el Papa envió al
Encuentro Nacional de Jóvenes de mayo de 2018. Fue justamente allí,
en Rosario, donde Francisco agitó a los pibes y pibas a que hagan
historia en grande: “No vamos solos escribiendo la historia, algunos se
la creyeron, piensan que solos o con sus planes van a construir la
historia; ¡Somos un pueblo! Y la historia la construyen los pueblos, ¡no

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los ideólogos! ¡Los pueblos son los protagonistas de la historia!”. En
ese entonces ya circulaban los billetes de la fauna local que habían
venido a desplazar los rostros de los hombres y mujeres que habían
amado la Patria con heroicidad. El guanaco se llevó puesto al
restaurador, el cóndor a las Islas Malvinas y un venado andino
reemplazó a la abanderada de los humildes. Vaya también aquí una
mención a la lucha de los símbolos y las imágenes -porque los billetes
son emblemas- y de paso, un ejemplo de los posibles y muy habituales
usos de la estética ecológica para deshistorizar a las sociedades y los
pueblos. De esa racha de cambios en la moneda, Belgrano se salvó
porque la inflación se les disparó a los tecnócratas –por no decir
payasos- que siempre explicaron con recetas recurrentes cómo se
disciplina la inflación.

SÍMBOLOS PARA LAS BATALLAS DECISIVAS


Más allá de las letanías de los interesados de ayer y hoy, el problema
nunca es solamente la emisión sino más bien la disputa por la renta
extraordinaria de nuestros recursos naturales, la fuga de capitales y la
estatización de las deudas privadas. La discusión por los recursos del
puerto de Buenos Aires y la navegabilidad de los ríos internos es
fundante de nuestra nación. ¿Quién va a controlar el modo en que la
vasta planicie de la pampa húmeda y el litoral de la banda oriental se
insertan en el orden mundial diseñado primero desde Londres y los
talleres de Manchester, luego por Washington, Chicago y Nueva York, y
ahora Beijing y Shanghai? El Instituto Argentino de Promoción del
Intercambio (IAPI) es el instrumento que mejor logró hacerlo en favor
del conjunto de los argentinos, justamente cuando el reordenamiento
del orden global dejaba una ventana de oportunidad para las periferias.
Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social son las
banderas que organizan el movimiento que construyó, con decisiones
firmes y estratégicas, un tiempo en el que los grandes ideales de la
Patria fueron mucho más que símbolos.

Hay que elegir entre la realidad o la idea. O, dicho de otro modo, entre
la realidad supuestamente neutra y objetiva, pero impotente y
victimizante, y la realidad efectiva: la que demanda decisiones con
costo, apuestas creativas, valientes y que a su vez interpela a otros

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para que tomen partido y pongan lo suyo. Esas decisiones tienen sus
propios imaginarios: ¿Qué es la gloria? ¿Qué juramos inmediatamente
después de cantar “sean eternos los laureles”? ¿Dónde radica la
grandeza de la Patria? Algunos imaginan un palacete francés con un
pabellón celeste y blanco que flamea. Otros, miles de chalecitos donde
viven los que se levantan para ir a trabajar antes de que salga el sol y
que vuelven a cenar en un mantel con manchas de tuco y vino.

HAY QUE BANCAR LOS TRAPOS


Las banderas son las insignias que se levantan para saber cómo
moverse en medio de la batalla. Dan identidad a un conjunto y son
sagradas por eso, por su efecto y no por su materia. “Hay que bancar
los trapos” dicen las tribunas llenas de pasiones y frustraciones que
hacen de los colores del barrio o de la ciudad una segunda patria. No
es casual que esos mismos símbolos conmovedores sean
permanentemente disputados y muchas veces ganados por las fuerzas
que hacen de las emociones populares y colectivas vectores de lo peor
del capital y su cultura. O que sea en ellos que se plasman algunas de
las alienaciones y violencias que circulan en la comunidad. Estas son,
en última instancia, fuerza distorsionada que no encuentra cómo
encaminarse a las batallas ciertas.

En tiempos de extravío nacional y avaricia de clase, esos colores


muchas veces dieron más sentido que la celeste y blanca. Pero la que
se izó por primera vez en Rosario hace más de 200 años siempre
vuelve a enamorarnos. Como la selección que cada cuatro años nos
activa una esperanza irracional y por eso tan genuina de poder ser, a
pesar de todo, campeones del mundo. Porque las imágenes del Diego
con la copa, con los colores de la bandera de Belgrano, tienen una
luminosidad que sigue operando en nuestro imaginario. Es una escena
que no responde tanto a la gloria deportiva sino a la experiencia de una
alegría colectiva, popular y de todos a la que siempre estamos tratando
de volver o llegar. Lo que late ahí es que, en el fondo y cada vez,
sabemos que podemos. Pero no sólo, ni tanto, ganar: podemos
conmovernos juntos y con lo nuestro: en la victoria y la derrota.

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TIERRA, TECHO Y TRABAJO
En medio de la pandemia, Francisco rezó en una Plaza San Pedro
desierta y lluviosa. Levantó la custodia con la hostia consagrada, el pan
de la unidad -como dice la misa: “fruto de la tierra y del trabajo de los
hombres”. Es un símbolo viejo, cuya potencia desafía al tiempo. En
Argentina tenemos triste memoria del “Corpus Christi”, justamente por
haber sido utilizado como insignia por los poderosos cuando temieron
que “el cuerpo colectivo” se constituyera de un modo que no respondía a
sus intereses. Los símbolos no son casuales. Hay que estar atentos a los
motivos de esto: los símbolos fuertes están en disputa. El pueblo
funciona, se constituye y se reconoce en ellos. No se los puede dejar al
azar o despreciarlos.

El mismo Francisco que levanta la custodia de oro con la hostia


consagrada es el que definió, tempranamente en su pontificado, unas
banderas. Las tres T: Tierra, Techo y Trabajo. También ha hablado de
sus ejércitos, de los héroes anónimos. Interlocuta, promueve, apuesta,
muchas veces de manera provocativa, a la constitución de un sujeto, un
colectivo, una multitud llamada a reconocerse pueblo. Para muchos
incluso es cuestionable o inapropiada la manera en que lo hace. ya sea
desde dentro de las instituciones eclesiales, ya sea desde las zonas
conservadoras de las sociedades, ya sea de parte de quienes dicen que
es una interferencia populista en nuestro pretendido sistema republicano
de representación. O también de quienes piensan que la irrupción de lo
religioso no hará otra cosa que adormecer a las masas, al tiempo que
fantasean con la idea de que lo religioso alguna vez se fue de la gente. El
hecho es que el Papa propone unas banderas, pronuncia palabras
significativas y al mismo tiempo convoca a una causa. Francisco
reconoce y espera a un sujeto. No lo inventa, le sale al encuentro.

Nosotros consideramos aquí que hay que tomar la potencia de sus


propuestas, y responderlas con la misma fuerza, lealtad, ética,
trascendencia y política, y no desperdiciar la oportunidad. Los
movimientos sociales lo han hecho, del mismo modo que en otros
planos, como con la encíclica Laudato si’, actores de otras luchas y
movimientos se han reconocido en el modo en que Francisco nos
convoca con viejas y nuevas palabras y señales.

Es como con Belgrano: son los símbolos que mueven, los que recogidos
del corazón del pueblo son puestos otra vez frente a todos para
convocarnos, y señalados en medio de batallas que tienen que ver con el

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destino de todos y cada uno. Y así resplandecen: tienen la oportunidad
de un nuevo esplendor de sentido y acción.

La gran cosa es esta: que los símbolos no queden lejos del pueblo que
se conmueve con ellos, ni que se separen de las batallas verdaderas en
las que han de servir de señal, motivación y fuerza.

BANDERAS EN TU CORAZÓN
Don Manuel se llamaba Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.
La semana pasada se celebró su fiesta. La devoción popular del Sagrado
Corazón, que no necesita que le pongamos estética pop justamente
porque lleva los colores de la sensibilidad popular ya en su versión
original, sostiene en la tradición católica dos cuestiones.

Por un lado, se opone o compensa la imagen de un Cristo juez,


legislador, racional y legalista, con uno que tiene cercanía caliente,
amorosa y apasionada con la vida del pueblo. La pasión y la compasión,
la misericordia y la ternura.

Por el otro, es una imagen que puso el acento en “el centro de la


persona”. No por nada se difunde con fuerza en el siglo XIX, cuando la
modernidad empezaba a funcionar con su velocidad destructiva y
agresiva para las subjetividades populares, y se desplegaba un
racionalismo que derivaría en el paradigma tecno burocrático
deshumanizante.

Ese corazón en llamas parece encerrar las pasiones, miedos, anhelos y


gozos de cada uno y de todos. Por eso debe ser que la gente lleva su
estampa y además lo inmortaliza en la piel como tatuaje.

Es un tiempo donde construir lo colectivo supone estar atentos al centro


de cada uno y al cuidado de todos por igual, y en el que sabemos que
vamos a necesitar arder y calentar, usemos todos los símbolos,
proveamos todas las señales y recreemos toda la fuerza acorazonada de
nuestros próceres.

Saludemos así al General Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús.


Tomemos la fuerza de los símbolos que él imaginó para la reflexión y las
tareas urgentes que los signos de los tiempos nos marcan.

20/06/2020

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ALMA DEL PUEBLO
Los ejercicios espirituales

La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un


adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de
la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero
destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este
mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por
esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí
aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma,
esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás.
Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra,
todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando
reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser
pueblo.

Francisco, El Gusto Espiritual de ser Pueblo


Evangelii Gaudium, 27

El capital sabe que el alma del pueblo es su objetivo y su campo de


batalla. Ahí donde ardemos es que hay que dar caricia, promesa y
combate. Recorremos la coyuntura y el tiempo, para pensar las tácticas
y estrategias de pandemia, de pan y felicidad que nos toca construir: la
que empieza con gesto, alivio y que ya tiene futuro, porque una vez se
saboreó.

EL OBJETIVO ES EL ALMA
¿El alma existe? ¿Existe el pueblo? Ambas entidades son evidentes y a
la vez inconmensurables. Sea en la filosofía, sea en una conversación
entre amigos. El alma remite a la singularidad, a lo eterno en cada uno
y lo que trasciende el límite del cuerpo, por dentro y más. El pueblo -
¿Dónde está si no es este? - nombra lo que podría haber más allá del
individuo, acaso sin responder a la temporalidad y las categorías del
mero mundo. Eso que estaría más allá de la opinión pública y la

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ciudadanía. Para acercarse a ambas cuestiones, más vale una
disposición valiente para entrar en conexión, que un método riguroso de
observación. Son categorías míticas, más que lógicas. Eso dice
Francisco citando a Kusch.

La modernidad construyó un mundo de cálculos, lógica y escepticismo


con la promesa de terminar con los males del oscurantismo y los
problemas de lo inefable. Por ese andarivel avanzó a fondo occidente.
Del otro lado del monte tupido de dioses y ritos no encontró un oasis,
sino más bien un desierto. Y, claro, sus propios ídolos. Allí deambulan
también los discursos emancipatorios que creyeron en la fuerza
invariable del progreso. Aceleran en círculo, sin poder encontrar un
afuera que los lleve más allá de la aridez. Es el nihilismo. De izquierda
a derecha. Progreso sacrificial y profecía utópica no son lo mismo, pero
se encuentran con el mismo tope. Porque negaron y niegan lo mismo.
Inversión en sus mejores versiones y en lo mejor de cada una.

El espacio vacante fue identificado por el capital. Todo lo sólido se


desvanece en el aire, dice el Manifiesto hablando de su avance y de
sus poderes simbólicos que son materiales. Marx lo sabía. Unas
décadas después, Margaret Thatcher le dio una vuelta de tuerca. «La
economía es el método, pero el objetivo es el alma», dijo con frialdad la
dama de hierro neoliberal, que para cerrar las minas de carbón,
financiarizar la economía y concentrar la riqueza, primero necesitaba
doblegar las uniones de trabajadores. Sabía que esa unidad se
quebraba yendo uno a uno. Alimentar la debilidad, tentar la resignación,
comprar el alma. La película “Brassed off” -Tocando al viento- muestra
cómo se libró esta lucha por el alma del pueblo inglés en los 80. Las
palabras finales del protagonista de la película es el discurso por el
cual, en nombre de su banda sindical o del pueblo trabajador británico
entero, un minero director de orquesta reconoce la victoria de la
Thatcher.

Dice Danny al auditorio colmado del Royal Albert Hall:

Esta banda aquí, podría decir que este premio me importa más que
nada en el mundo. Pero se equivocaron. La verdad es que creía que
me importaba, que la música importaba. Pero no importa una mierda.

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No es nada comparado con la vida de mi gente. Que ganemos este
premio no significa nada para el público, salvo que lo rechacemos,
como lo vamos a hacer ahora. Esto será una noticia, ¿verdad? (Los
noteros sacan fotos) ¿Ven lo que digo? Así no estaré hablando a solas.
Porque durante los últimos 10 años, este maldito gobierno ha destruido
sistemáticamente toda una industria. Nuestra industria. Y no sólo
nuestra industria. Nuestras comunidades, hogares, nuestras vidas.
Todo en nombre del progreso y por el maldito dinero. Les diré algo más
que quizá no saben. Hace dos semanas, la mina que da origen a esta
banda fue clausurada. Otros mil hombres perdieron su trabajo. Y no
sólo eso. La mayoría perdieron la voluntad de ganar, hace tiempo.
Algunos incluso perdieron la voluntad de luchar. Pero hemos llegado al
punto de perder la voluntad de vivir, de respirar. El tema es que si aquí
hubiera focas o ballenas, habría movilizaciones en su defensa. Pero no
lo son. Son solo seres humanos corrientes, comunes, honestos y
decentes. Y a ninguno de ellos les queda ni una gota de esperanza.
Pero pueden tocar maravillosamente una pieza. ¿Y eso qué mierda
importa? (Llora) Ahora llevaré a mis muchachos de vuelta al pueblo.
Gracias.

La célebre frase de Margaret Thatcher, que pronunció con los mismos


labios con los que dio la orden para hundir el Buque General Belgrano,
fue tomada, repetida y aplicada en estas pampas por el Jefe de
Gabinete de los sacerdotes del capital que gobernaron el país entre
2015 y 2019. Apostando a esa pócima nigromante que mezcla big data,
fake news y grieta sin fin, operaron sobre esa soledad tan personal y al
mismo tiempo tan extendida, a la que se asoman el resplandor del
televisor desde dentro y el ruido vano del timbreo desde el umbral. Esa
operación encontró anticuerpos que persisten en los sentidos cotidianos
y en el inconsciente colectivo, de una memoria de los argentinos que
recuerda, a pesar de todo, una redención (“un sabor eterno se nos ha
prometido y el alma lo recuerda”, dice Marechal). Pero también
encontró creyentes. El alma del pueblo nunca está del todo a salvo. Y
sin embargo insiste en su insistencia, su retorno y su sustracción. Así,
como herida pero intocada, rara, como encendida, vuelve a mostrarse.
Atribulados, pero no derrotados, diría San Pablo. Pero debemos decir
nosotros, también lo inverso: No derrotados, pero atribulados. Ahí hay
tarea álmica.

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EL ALMA DEL PUEBLO AHORA
La pandemia logró, en un primer momento, la “unidad de los
argentinos” que había sido presentada como promesa de campaña de
los lobos con piel de oveja. El enemigo invisible fue la amenaza común
que cohesionó a una sociedad crecientemente fragmentada en
múltiples segmentos. Finalmente, “pandemia” significa “para el pueblo
entero”.

Fueron pocas las semanas que pasaron hasta que el veneno comenzó
a filtrarse por las rajaduras que siempre siguen expuestas entre
nosotros. Primero los sueldos de los políticos, después el fantasma de
la liberación de los presos, Vicentín, la supuesta amenaza a la
propiedad privada, el cercenamiento de las libertades… hoy: la justicia
por mano propia. La grieta deja al descubierto la veta que permite
esmerilar lo que unido es fuerte. Las zonas de la experiencia que tocan
los límites entre la vida y la muerte -tema de todos los zócalos hace
meses- son las zonas del alma y del pueblo. Y del alma y el pueblo. El
tópico de los matables, los abandonables, los descartables también lo
es. Se conmueven o son movilizados, alma y pueblo, en torno a esas
cuestiones.

Porque detrás de la cuestión del alma-pueblo, está la pregunta de ¿qué


es un hombre, un humano? Ese límite está en cuestión. No es casual
que, casi siempre, un odiador serial de las redes, suela ser defensor de
animales inocentes y considerar sacrificable a un porcentaje importante
de la población. Margaret sabía lo que decía.

Las imágenes de un ciudadano de 70 años rematando a su compatriota


de 24, luego de haber sido asaltado, amenazado y golpeado por este y
otros cuatro, es el pus de esta herida abierta. Uno que laburó toda su
vida, desata su instinto de supervivencia y en el mismo movimiento sus
fantasmas y miedos sobre uno que no vio a sus padres ni abuelos
trabajar. Ese balazo impactó de lleno en el alma del pueblo. En un
punto, en ambos extremos.

Francisco señala la doble exclusión de jóvenes y ancianos como la


operación que desarma los pueblos, y la desconexión entre ellos, de
desprecio o no entendimiento público, una gran cuestión a revertir. Se

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los dijo a los jóvenes argentinos hace exactamente 7 años en Río de
Janeiro. A eso se refería cuando dijo “hagan lío”.

Miren, yo pienso que, en este momento, esta civilización mundial se


pasó de rosca, se pasó de rosca, porque es tal el culto que ha hecho al
dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de
exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los
pueblos. Exclusión de los ancianos, por supuesto, porque uno podría
pensar que podría haber una especie de eutanasia escondida; es decir,
no se cuida a los ancianos; pero también está la eutanasia cultural: no
se les deja hablar, no se les deja actuar. Y exclusión de los jóvenes. El
porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo, sin empleo, es muy alto, y es
una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el
trabajo. O sea, esta civilización nos ha llevado a excluir las dos puntas,
que son el futuro nuestro.

Francisco, mensaje a los jóvenes argentinos en Río de Janeiro


25 de julio 2013, Jornada Mundial de la Juventud

ALMA Y DESCARTES
Los fundamentos que justifican qué vida debe preservarse y cuál es
desechable son provistos, en última instancia, por las religiones. O,
dicho al revés: todo aquello que opera sobre ese límite, es de algún
modo religioso. Atañe a ese campo de cuestiones. Desde ahí decimos
que el capitalismo es una religión.

Y justamente por eso, es un error táctico y estratégico dejar los “bienes


de salvación” en manos de quienes no entienden ni comparten el gusto
de ser pueblo. Porque hay una promesa, que debe ser enunciada en
singular, que es vital en tanto provisión de trascendencia y prosperidad.
“Dios te va a prosperar”, es la frase que se repite y multiplica en miles
de iglesias pentecostales que se encuentran en casi todos los barrios
del país. Es una frase performativa. La creencia en ella es la principal
condición de posibilidad para que así sea.

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SANTÍSIMO SECUESTRADO
“El templo es el mundo. Si la sagrada comunión no puede darse en los
templos debe darse en las calles porque Jesús es el que sana y cura.
El Santísimo está secuestrado”, fue el Tweet con que Elisa Carrió
disparó contra propios y ajenos por la continuidad de la prohibición a
realizar ritos religiosos. También es el modo en que opera sobre esa
fibra religiosa siempre latente, y aún más sensible en estos tiempos de
pandemia. Pero vale preguntarse más allá de Carrió y su olfato para
carroñar en medio de la angustia, qué está implícito en la apertura de
comercios antes que de templos. ¿Qué es lo esencial? ¿Cuál es el dios
que ordena?

¿Dónde se juega el alma del pueblo? ¿En las catedrales o en la mesa


familiar? En muchas de ellas habrá un rezo al cielo para que no falte el
pan ni la fuerza, plegaria doméstica sencilla y sagrada. La olla popular,
la bandejita de guiso preparada cuidadosamente o del bolsón de
mercadería entregado, es tan importante en su aporte calórico como en
el gesto amable que proyecta. Es un movimiento de aproximación que
se transforma en caricia y que debe ser reconocido como un signo de
esperanza. Esa solidaridad constante es una demostración de amor
hacia nosotros mismos como unidad. Es el mejor ritual para volver a
decir que lo sagrado es el pueblo.

También es cierto esto: ¿por qué sería más prioritario abrir los
shoppings que los templos?

OPERACIONES Y PROVISIÓN DE SÍMBOLOS


Si hay algo religioso en todo aquello, qué decir sobre los sacrificios.
Pero también es cierto que una parte del alma se juega en campos de
sentido más amplios que la religión.

“Cómo te devuelve a la vida, esa musiquita”. Hay un repertorio popular


que se tararea sin pensar mientras se hace algo cotidiano. Es una
letanía y una plegaria no exentas, ninguna, de herejías y blasfemias. Es
la banda de sonido de los momentos en que nuestra alma descansa
sabiéndose en su casa. Los que construimos cantando, podemos
decirlo.

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También se trata del bajo continuo, la banda de sonido de las fiestas sin
lista de invitados, las que se daban en los clubes, sociedades de
fomento, parroquias y avenidas. Gardel, la Negra, Feliciano Brunelli o
Madonna pueden sonar allí, por apropiación mixturada. Porque la
autenticidad se da no sólo en el origen, sino en la adopción.

Son melodías que mueven al abrazo y la sonrisa, que nos llevan a esa
patria del alma que es la infancia.

Feliciano Brunelli era un tano-santafesino que con su acordeón hizo


bailar a cientos de barrios, pueblos y ciudades con canciones que
después se cantaban mientras se barría una galería o se ajustaba un
carburador. No hace falta decir que el acordeón, como el bandoneón,
es un órgano de iglesia portátil, llevado al patio profano donde el ágape
del amor colectivo se cruzaba, sublime y terreno, con el Eros del
encuentro y la fuerza de la picardía.

Cuentan que en la noche en que un general se enamoró de una


plebeya en el teatro Colón, el acordeón de don Feliciano sonó con la
fuerza de cada rincón de la Patria en los que ensayó esperando esa
velada que terminaría por desatar la más maravillosa música.

En caso de catástrofe, un acordeón para la música que convoca al cielo


de los suspiros y el patio de tierra, es fundamental.

SOLEDAD: COMÚN
Jorge Alemán ha propuesto desde el psicoanálisis una manera de
conectar lo individual y lo colectivo, mostrando el modo en que lo que
tenemos de más singular, y más solitario y más íntimo, es lo que
tenemos en común. Dicho de otra manera, el punto de desborde y
articulación (desborde es el modo en que Francisco dice que se
producen las transformaciones, y articulación es un nombre de la
construcción de hegemonía, esa misma que Gramsci define como
conformidad moral) entre cada cual y todos. También podría decirse:
hay una operación que sucede, como tarea pero también como gracia y
encuentro, que hace que de pronto la multitud -los muchos en tanto
muchos- se transfigure en pueblo -los muchos en tanto uno, en tanto
unidos-.

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Algo parecido exploró Scalabrini con su pluma, que iba de la poesía al
análisis económico político, cuando reconocía, en las masas que el 17
de octubre refrescaban sus patas en la fuente, a aquel hombre “que
está solo y espera”.

Las patas en la fuente son órganos del alma, cuando se refrescan.


Después de todo, Platón decía que “hay una parte del alma que habita
en torno al hígado”. En las patas, cuando van a la fuente después de
largas marchas, habita una parte del alma también.

Hoy las movilizaciones posibles son otras que aquellas. Pero el alma de
cada uno y del pueblo se despliega y tiembla, teme y florece a
distancias caras y con marchas sinuosas a sus propias fuentes.

En el medio sucede lo que ya venimos diciendo. El paradigma tecno


burocrático, la razón instrumental y la cultura propuesta por el
capitalismo financiero, ha redescubierto lo que en el fondo nunca
abandonó: que el alma humana es al mismo tiempo su enemigo y su
territorio. Y provee y disputa, en todos los planos, símbolos y
resplandores para ganar la batalla justo ahí donde sabe que puede
perderla.

La palabra pronunciada, conversada y cantada es su materia -tecno


procesada, torsionada e intervenida una y otra vez por mil máquinas de
producción de subjetividad-. Frente a ella, un resto siempre queda: ese
resto es el sujeto, que en torno a las verdades de su alma camina sus
lealtades.

GESTOS MINIMALES Y SACRAMENTOS COTIDIANOS


Un asado, una historia contada, un encuentro cantado, unas imágenes
provistas, un mate, un abrazo, una olla popular, una caricia, una
distancia de cuidado, una medida de gobierno, un himno y una bandera
izada en el momento oportuno, una reunión conversada bella y
aguerridamente, un debate posta, una descripción de los que nos
matan, una narrativa de la solidaridad y la estima… son todas prácticas,
gestos minimales que hacen la trayectoria con que cada cual busca y
encuentra su alma. Y en ellos se compone la trama-trayecto de nuestro
pueblo.

102
Podemos proveer -proveernos- los ejercicios espirituales, el cuidado en
la indagación y el camino -la terapéutica, la clínica, el diálogo y la
interpretación- para acompañar este camino. Podemos hacerlo, o lo
harán otros. Mientras que el neoliberalismo -llamémoslo como quieran-
se entera cada vez más de esto y produce filosofías, religiones y
afectos maquinales que le permiten andar el campo de estas
búsquedas, una conciencia ilustrada pintada de progresía, que en su
momento fue potente y aportó; insiste con que el alma no está, se
engolosina en que Dios ha muerto, patina hacia el lado en que solo
somos diferencia, se complace en la opinión infinita y piensa y dice que
la verdad es siempre totalitaria. Lo hace con buenas intenciones, pero
lo hace también en el plano inclinado donde las cosas se deslizan
fácilmente hacia una ironía neutralizadora donde lo que parece derribar
los obstáculos para la libertad, es al mismo tiempo y aún más, destruir
los pocos puntos de apoyo en los que apalancarse para sostenerse en
pie y seguir la búsqueda.

Es en este campo donde hay que pensar la efectividad de una parte del
pentecostalismo de derecha, pero también los límites de unas
izquierdas sin trascendencia ni centros. Y también acá está el problema
de interpelar a la sociedad solo como ciudadanía desde la gestión, sin
llegar a generar la palabra incendiaria que conecta la política con el
pueblo. Vale para las emitidas desde el Estado, vale para los diálogos
que se plasman en la comunidad. Vale también para las mil
interacciones virtuales y presenciales de palabras, imágenes y gestos
donde cada día y cada noche nos encontramos y buscamos.

Hay una tarea posible para leer, escuchar, intervenir y recrear esas
palabras (En guarani, alma es “ánga”. Y el término es también palabra,
lenguaje. Indistintamente).

Por eso hay tarea para todos, porque todos somos trabajadores de la
palabra «alma». El algoritmo nos atraviesa con su pretensión de
arquitectura cerrada -una torre de Babel engañosa, disfrazada de
libertad de opinión, pero con la pretensión de que sólo se hable el
idioma de la productividad y el rendimiento-. Sin embargo, somos
nosotros los albañiles, poetas de nuestras propias vidas. O, como dice

103
Francisco con más precisión, poetas sociales, tal como le gusta llamar
a los movimientos populares.

Es tiempo de ser eso: poetas sociales. Poesía y producción, poiesis y


praxis.

Qué más se puede hacer en esta tierra incendiada sino eso: cantar.

De desear y marchar a las fuentes de las que el alma del pueblo y de


cada uno bebe.

Si no están, proponerlas.

Si fueron olvidadas, traerlas de nuevo a la conversación social.

LUCHA ALMADA
En estos días se recuerda a Eva Perón. “Eterna en el alma de su
pueblo”.

Ella interpeló y amó, y el pueblo tomó su figura y la transfiguró.

Hizo con ella una figura que ilumina y cuida.

Entre el pueblo y su alma, entre el alma de cada uno y la de todos, una


figura transfigurada todavía deslumbra a muchos.

Eva es persona y política, palabra y gesto, mito y acción, contraseña y


oración. Vuelve como millones: es una y todes.

Su figura y su recuerdo alimentan una red de corazones, tanto como


una gramática de símbolos que hay que seguir tejiendo y proponiendo.

Porque el alma del pueblo no es una cosa inefable. Es la historia y el


resultado de una lucha -lucha almada- hecha de batallas simbólicas y
materiales, políticas y culturales, grandes y pequeñas, conocidas y
anónimas.

El alma de un pueblo es saber cantar y contar una historia colectiva de


amor colectivo.

104
Hay que afilar las almas, afinar los instrumentos, y salir al campo de
batalla.

¿Cuáles son las tareas de esta batalla, ejercicio espiritual y cántico?

Desplegar y ejercitar una disciplina de fortaleza y ternura.

Dialogar y formatear una doctrina que oriente, alivie, corrija, reúna y


empuje.

Discernir vidas, situaciones, políticas, heridas, conflictos, alianzas,


tragedias y recursos: intervenciones.

Decidir acciones, programas, declaraciones, confrontaciones,


articulaciones. A todos los niveles y escalas.

Pero, sobre todo, encontrarnos en la lógica del don. El alma del pueblo
o el alma propia no se encuentran en la indagación abstracta, la
elucubración sin carne o el debate en modo comentario.

El campo de batalla de la lucha almada es el del buen samaritano: ahí,


al costado del camino más allá de la inercia, donde espera el caído que
nos inclinemos con ternura y firmeza. Y que, levantándolo, nos
enderecemos y encontremos nuestro camino.

Como si dijéramos: ponerse (el alma de) la patria al hombro.

Que se despliegue el acordeón celeste y se sonría acá en la tierra de la


Patria: de los terremotos se sale bailando. Como un corazón en sístole
y diástole, latiente, amante y combativo. Ahí está el terreno, la batalla,
la táctica y la estrategia de la lucha almada.

Así sea. Que lo hagamos.

26/07/2020

105
106
UN ESTADO DEL CORAZÓN
Francisco y los jóvenes

Las frases y consignas de Francisco son fácilmente traducibles en


#hashtags para las redes. Las lanza como invocaciones para que
queden incorporadas a las cosas de todos los días. Y también como
referencias compartidas para encontrarnos. Como contraseñas. El
destinatario es el mundo entero, pero entre las mil tribus y segmentos,
la juventud se destaca. En tiempos de hiperdiferenciación,
terraplanismo y plataformas digitales globales, acá van unas
coordenadas para recrear una solidaridad intergeneracional que reavive
el fuego de les pibes.
Ser joven, más que una edad es un estado del corazón

Francisco, 25 de marzo 2019


Exhortación postsinodal Christus Vivit

#PAYASOSDELAHISTORIA
#FF tiene un abrazo como contraseña y, de algún modo, logo.
Francisco y Maradona. Maradona y Francisco. No queda claro quien se
reporta con quien. Un encuentro que podría ser el momento más
surreal de la historia nacional. Casi un cuento de Fontanarrosa. El Papa
argento y D10s, el plexo de nuestras humanas pasiones, el pecador y
barrilete.

Cuando se realizó el II Encuentro Nacional de Jóvenes de Rosario de


2018 llevamos un calco que decía “Lío del bueno. Cuando el pueblo
cree”. Las reacciones de los pibes cuando se las entregamos eran
buenísimas. Los ojos se posaban primero sobre el blanco de
Francisco y después se iban a la sonrisa del Diego. Algunos no
entendían. “¿Por qué con Maradona?”. Unos pocos recortaban al
Diego con tijeras: los separaban. Otros, flasheaban. Sentían que esa

107
imagen les confirmaba una intuición. En ambos casos, surgía la
pregunta. ¿Por qué? Nuestra respuesta: que el pueblo no es
solamente sus figuras habituales sino también, y sobre todo, los
encuentros inesperados y sorprendentes. Incómodos incluso, pero
desafiantes también. El de las pasiones, las controversias, las
tragedias, las miserias y genialidades de las multitudes. Y de cada
uno. Maradona es una de las síntesis de todo eso.

En ese encuentro de varios días organizado por la Iglesia Católica


se reunió una parte grande del espectro de jóvenes que tiene algún
tipo de participación en ámbitos de la misma. En un mensaje
enviado en video, Francisco la picanteó. “Algunos sueñan con un
futuro utópico, ‘la historia ya pasó, lo de antes no, ahora empieza…
Ahora no empieza nada. Te la vendieron. Los que te dicen que los
héroes nacionales ya pasaron, que no tiene sentido, que ahora
empieza todo de nuevo. Reíteles en la cara. Son payasos de la
historia”.

Negar la historia tiene mucho de negar al pueblo. Porque de alguna


manera, el pueblo es una identidad compartida y también tiene
mucho de destino común. Francisco apuesta por avivar el gusto
espiritual de ser pueblo: que los jóvenes se encuentren con la
conciencia de ser sujetos históricos y escaparle a la tentación de
prestarse al papel de tristes animadores o alegres consumidores de
la debacle universal.

En el punto donde habla de “gusto espiritual” también Francisco


propone otra cosa que no es sólo exterior y colectiva, sino singular y
subjetiva. Tiene que ver con las biografías y las trayectorias de cada
cual. El tipo de vida y de gente que queremos o podemos ser.
Posición. Los payasos abundan como interlocutores, interpeladores,
y como modelo insistente. No solo son modelos de una mirada sobre
el presente y la memoria: son propuestas de lugares desde donde
constituirse como sujetos.

108
#SOLIDARIDADINTERGENERACIONAL
Hay pibes que nunca consiguen laburo y viven de changas. También
hay mucha porquería rompiendo a los pibes. La pasta base. Que aferra
por la química pero también desde el alma. Se sabe que hay mucha
violencia, mucha fractura y mucha incertidumbre. En el otro extremo,
los mayores son subestimados, ignorados y despreciados. Se los pone
en un lugar de lastre cultural, social… incluso fiscal.

La solidaridad intergeneracional es un concepto de Francisco con el


que insiste una y otra vez. Está desarrollado como tal en Laudato si’.
Ahí lo presenta como una conciencia de que “el tiempo es superior al
espacio”: Y una implicancia: que las decisiones sobre los recursos y los
bienes no pueden ignorar que hay generaciones que dependerán de
ellos y justamente por eso deben ser contemplados y participados.
También que la sabiduría de los mayores, de la tradición y lo que ya
fue, tiene un sentido que debe ser comprendido para dar continuidad y
raíces al futuro.

“La liberación de la Patria no es tarea de una sola generación”, dice una


célebre consigna política del movimiento popular en Argentina. La
imagen de un argentino de 70 años –uno nacido en 1950- rematando
en un barrio trabajador del conurbano a su compatriota de 24 años –
nacido en 1996-, es un síntoma de la fractura social que nos dejó la
ruptura de una sociedad que garantizaba un piso de dignidad. El hecho
aparece en el centro de una narrativa que redobla esa experiencia y la
transforma, más que en debate público, en imagen fatal de lo que
somos.

Recrear la solidaridad intergeneracional implica un reconocimiento


mutuo que permita conjugar el esfuerzo de hombres y mujeres que
hicieron de la cultura del trabajo una identidad, con la potencia de les
pibes que viven, luchan, sueñan y también pueden refundar el horizonte
de una Argentina justa, libre y soberana.

109
Los rostros, los rotos y lo roto. Reconocimiento y espejo, exclusiones y
estigmas, herida y fractura. Por ahí hay una propuesta de esa palabra

controversial en nuestra historia, pero que puede adquirir nuevas


resonancias: reconciliación. La cultura del encuentro tiene estas
dimensiones demográficas, sociológicas y propiamente sociales. Pero
también existenciales.

#TIERRATECHOTRABAJO
Francisco es un gran publicista. No solo por su largo ejercicio de pastor,
sino también porque tiene la claridad o la picardía de que hay que
hablarle al deseo del pueblo. Haciendo síntesis. Lo que lanza como
consignas o invocaciones, está preparado para ser “campaña”, líneas
de articulación y condensación, para orientar, reunir y encarar tareas
fundamentales. También tienen la permeabilidad para transformarse en
significantes masivos que pueden resumirse en un #hashtag. Francisco
no leyó probablemente a Laclau ni sigue a Duran Barba ni imita a
Perón. Lo que pasa es otra cosa: conoce y le tocó pastorear a la
sociedad -el pueblo- sobre los que estos piensan, operan o conducen.
Y él mismo es parte de ese pueblo.

Tierra, Techo y Trabajo es quizás la más emblemática de estas


consignas. Una de las más tempranas y acaso de las más
permanentes. Fue el modo en que Francisco resumió el conjunto de
demandas, necesidades y anhelos de los movimientos populares del
mundo. La complejidad de cada territorio, donde los descartados de la
globalización (de la indiferencia) se organizan y luchan para alcanzar la
dignidad, pero que contiene también el riesgo de su propia
fragmentación, contenida en una agenda común que comprende a
todos y a la vez echa manos sobre los nudos que hay que desatar para
revertir la cultura del descarte. Por ahí es el intento o la propuesta. En
todo caso, el modo en que entendemos que debe ser recepcionada,
tomada, “respondida”.

110
También es una agenda que puede ser un factor ordenador para la
fuerza y la voluntad de los jóvenes de “hacer nuevas todas las cosas”.
En la negación de la tierra, la falta de techo y la destrucción del trabajo,
la desigualdad se hace carne. Argentina tiene las condiciones, la
capacidad y la memoria para hacer que las tres T no sean una agenda
utópica sino una realidad que puede ser construida con decisiones
concretas, apuestas colectivas y un protagonismo del pueblo.

También una agenda generacional. En dos sentidos: tarea para lo


colectivo, pero también, otra vez, proyecto de vida para cada uno, una y
une.

#HAGANLIO
Pero fue “Hagan lío” la primera frase del Papa que se hizo “hashtag”. La
dijo a los jóvenes argentinos en Río de Janeiro, en la jornada mundial
de la juventud. También fue, probablemente, la que más rápidamente
cayó en la zona de las muletillas inofensivas.

Una triple matriz -que es la misma, al final- la desactiva. La medianía


pastoral, que confunde hacer lío cuando te lo pide el Papa con hacer un
pesebre viviente o cantar fuerte una canción, es la primera. Es fácil ver
cómo esta perspectiva está agarrada a un concepto más bien pacato de
lo que las clases medias consideran que es un lío y hacer lío. En el hall
del Centro Cultural Recoleta, reciclado por el gobierno liberal de la
ciudad como templo del hip hop y las culturas juveniles, un gran mural
reza: “La libertad es una responsabilidad”. Todo dicho. La cultura
eclesiástica está fuertemente articulada con esta ideología de los
sectores medios urbanos. Por último, la idea de rebeldía que articula los
arquetipos mediáticos de la cultura masiva con los restos tristes de
mayo del 68, cierra el círculo de neutralización.

Lio viene de liar, y liar viene de ligar. Un lío es un atado de cosas


varias, ligadas entre sí. Es conectar lo que nadie había conectado antes
y parece que desentona, desafina y, quizás también, desafía. Nosotros

111
decimos que hacer lío posta, si te lo dice el Papa, tiene que ser más
bien un lío que incluso le pueda molestar al Papa mismo.

El Papa pide lío porque se encuentra con una institución -y un mundo


de la que ella es imagen y de algún modo fue fuente-, que demanda un
recomienzo. La cultura “que se pasó de rosca” de la que habló en esa
misma oportunidad con los jóvenes argentinos, tiene en su corazón el
exceso de orden que terminó cristalizando y pudriendo muchas cosas.
Es un orden terrible por lo siguiente: se reproduce vendiendo y
proponiendo también su versión rebelde. Trastoca conservadurismo y
transformación.

Entonces, en el pedido de lío a los jóvenes, hay que dar una vuelta
completa para no desperdiciar la oportunidad malinterpretando -por
exceso de comodidad- el pedido. Hacer lío es conectar, conjugar cosas
inesperadas. Ligar a la práctica aquello que la movilice más, que la
trastoque, que la incomode. Que la mestice de nuevo con lo vivo. Ahí
mismo está la cuestión de “jueguen al borde”, que es el otro pedido que
le hizo Francisco a los jóvenes en el Sínodo.

#JUEGUENALBORDE
Es fronterizo el Papa. Quien propone la salida es de frontera. Jueguen
al borde es una propuesta de transformación de las fronteras. Modo de
juego y lugar de acción. Sitio institucional. Periferia de la cancha. Jugar
al borde es transformar el contorno.

Lo que implica “hacer lío” en términos de práctica, lo plasma el borde


como tarea de construcción organizativa. Construcción de nueva
comunidad organizada, apuestas por instituciones con otras figuras
como posibles. Vale para la Iglesia. Vale para el pueblo. Vale para la
comunidad. Y vale para la vida y el mundo.

La frontera es el lugar de lo nuevo, del afuera que no es mero exterior


desconectado, y también el lugar donde se juega el agotamiento del
centro si este lo tomara todo.

112
El planteo de Francisco tiene algo interesante en este sentido: más que
criticar “el sistema”, critica el paradigma. O sea, lo que organiza al
sistema. Lo señalamos porque por acá va la cosa de jugar al borde de
la cancha, de las reglas, de lo institucional. Tiene que ver con esto: con
el destino de la rebeldía.

Francisco no es progresista. No es “el gran reformador”.

Por eso muchos de los que esperan simples revoluciones, se


decepcionan, se confunden o se desconciertan con él. Estamos sobre
todo ante un gran desconcertador. El Papa sabe -podríamos decir “los
Papas” saben- que la institucionalidad es totalmente necesaria para que
tengan sentido y destino los cambios. Este Papa en particular, por
situación, oportunidad, formación y opinión, sabe que el dilema
conservadurismo-progresismo no lleva a ninguna parte. Que se trata de
otra cosa. Porque en el momento en que el capital se dispone a disolver
toda institucionalidad, toda verdad, la cuestión de mantener
instituciones y verdades se vuelve estratégica para que el lío no se
quede en mero ruido mercantilizado en colores pero, finalmente, de
cotillón.

“Todo lo sólido se desvanece en el aire” es el efecto y la estrategia,


como bien lo vio Marx y por eso lo puso magistralmente en el manifiesto
comunista. La mercancía lo disuelve todo con su espíritu jovial y fluido.
Los jóvenes y la juventud son en ese sentido el modelo de consumidor
y de mercancía a la vez. Por eso la indicación doble de jugar para
adelante y de jugar al borde, es estratégica. Porque supone canalizar la
energía en juego para que ganemos el juego los humanos y no el
capital, los jóvenes y no la televisión, los pibes y pibas y no sus
fantasmas-zombies diluidos en el resplandor de las pantallas y el
algoritmo de las corporaciones.

#POLIEDRO
No alcanza la opinión, sin embargo. Ni siquiera meramente el diálogo.
Esta tarea demanda doctrina. Encontrar unas claves compartidas que

113
sirvan como criterios de discernimiento en la construcción, más allá de
cualquier estructura orgánica y, en algún punto, más allá o atravesando
cada situación y posición. Las disputas que existen y las que
aparecerán a partir del desenvolvimiento de las tareas actuales, van a
requerir vocación de unidad y práctica de confluencia. Pero también eso
que la cultura política moderna niega siempre como efecto totalitario
(“adoctrinamiento”): requiere doctrina.

Francisco aporta dos imágenes-concepto, tan marketineras como


desacopladas del pensamiento hegemónico del mercado global, para
esta tarea. Son a la vez doctrina y al mismo tiempo ideas orientadoras
de cómo crear doctrina.

Poliedro. Una forma, una imagen, una nueva arquitectura que va más
allá de la esfera. Una apuesta por la diversidad y la diferencia, no tanto
entre pares como entre pueblos. También de sectores sociales y
actores (“sean poetas”, les dice Francisco, en otra llamada a romper la
palabra sin aristas con la fuerza de la poesía y lo propio) que
alimentando su alma puedan dotar de sentido a diversos y diferentes
que en esa identidad se encuentren, para hacer juntos la historia. El
poliedro le vuelve a poner impurezas, imperfecciones, pero sobre todo
realismo al supuesto diálogo, fluido pero sin significado y sin
consecuencias, que proponen los tecnócratas de la democracia global y
la opinión pública. En tiempos de terraplanismos y de plataformas
digitales globales, una visión para mirar el planeta, la patria, las
instituciones y las organizaciones, con vocación de unidad, esperanza y
futuro. Con una imagen ordenadora que a su vez garantiza apertura.

Los cuatro principios. En su “manual de conducción pastoral”, la


Evangelli Gaudium, Francisco propone cuatro criterios de
discernimiento para la construcción de un pueblo, que llegaron a ser
afiches pop pegados en el microcentro porteño. Antes migraron de la
carta de la hacienda de Figueroa de Rosas a Quiroga de 1834, al
magisterio de la Iglesia Universal. La unidad prevalece sobre el

114
conflicto; el tiempo es superior al espacio; la realidad es más importante
que la idea; el todo es superior a las partes. En esos cuatro principios
hay toda una doctrina de fondo que debemos recuperar, incorporar y
revitalizar. Proyectar lo que somos a escala universal.

Se puede decir de otra manera: hacer universal lo que nos ha pasado,


los dolores y dramas pero también los heroísmos y las apuestas.

#LAPATRIAALHOMBRO / #PLANPARARESUCITAR /
#PROTAGONIZARLASALIDA
Son tres interpelaciones que en este momento se articulan y pueden
hacer algo así como el escenario de acción de la juventud. Como si las
tres conformaran un escenario cuya cuarta pared se abre hacia el
espacio de todos, el público, las gentes, nuestra sociedad, el mundo, la
pandemia, la deuda, la educación, la salud, el trabajo, la música y el
baile.

La patria al hombro porque hay fuerza para levantarla y cuidarla, si


cabe como “sansones”, pero sobre todo como samaritanos. Porque lo
contrario de los payasos no son yuppies ni quebrados: son los
solidarios que “se salen del camino” para levantar a los caídos, pero
hacen de ese desvió su camino. Así, la Patria no se vuelve carga sino
amor-proyecto.

Plan para resucitar, que siempre es un plan de renacimiento y re-


generación. La resurrección es una insistencia primaveral en la historia.
Re-generación: ser generación porque de lo original, lo propio, lo
generante se hace plan y propuesta. Criterio y diseño. Imagen propia
de donde queremos habitar y hacer.

Y protagonizar la salida: de la Iglesia -como lo ha dicho desde el


principio el Papa-, de la crisis de la pandemia y de esta civilización que
“se pasó de rosca”. Pero sobre todo de la indiferencia y de la
resignación.

115
El amor rejuvenece. A todos.

Así cierra la exhortación de Francisco posterior al sínodo de jóvenes.

“Y al final… un deseo. Queridos jóvenes, seré feliz viéndolos correr más


rápido que los lentos y temerosos. (Necesitamos) su entusiasmo, sus
intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros
todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos.”

02/08/2020

116
EL PROBLEMA DEL MAL
El príncipe de este mundo y el miedo
a ser felices
Mas no todo es folklore en la blasfemia (…) En una Facultad de
Teología bien organizada es imprescindible —para los estudios del
doctorado, naturalmente— una cátedra de Blasfemia, desempeñada si
fuera posible, por el mismo Demonio.

-Continúe usted, señor Rodríguez, desarrollando el tema.

En una república cristiana (…), democrática y liberal, conviene otorgar


al demonio carta de naturaleza y de ciudadanía obligarle a vivir dentro
de la ley, prescribirle deberes a cambio de concederle sus derechos,
sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del
pensamiento. Que como tal demonio nos hable, que ponga cátedra,
señores. No os asustéis. El demonio, a última hora, no tiene razón: pero
tiene razones. Hay que escucharlas todas.

Antonio Machado, Juan de Mairena

Odio, odiadores, gente que parece poseída, veneno social. Sobre el


malestar y las dificultades crecen mil expresiones solidarias. Pero junto
con ellas la escena pública se ve tomada también por manifestaciones
difíciles de entender. Desde las redes a las plazas. Esto sucede en el
marco de la situación excepcional de la pandemia, pero viene desde
antes en la escena política y la vida social. En la cultura y las prácticas
sociales, el tema del mal está presente de mil formas. Muchas veces es
un mal sin nombre, al que se le buscan respuestas más allá de las
ventanillas de curación oficiales. Es un momento donde el odio parece
encarnarse, tomar cuerpo en personas y líderes, en discursos y
también en propuestas. Da la impresión de que no hay disponibles
elementos, en el repertorio habitual, para pensarlo. Ni en la reflexión ni
en la política. Al respecto, una posibilidad es justamente salir de los
límites del pensamiento habitual y animarnos a beber de otras fuentes
para enfrentar la cuestión. Probamos. Como todo exorcismo, puede
fallar.

117
NO ES FÁCIL ABORDAR EL TEMA DEL MAL
Muchos temen, seguramente con razón, que reponerlo en la reflexión
solamente puede tener el destino de generar binarismos totalizantes y
totalitarios. Las prevenciones crecen si el abordaje toma como
componentes, elementos que no abrevan del mero paradigma ilustrado,
sino que suma algo que viene de la teología o de la religión. Y peor aún
si la figura del Papa está de por medio.

Algunos de los que temen y advierten son compañeros nuestros que


señalan con razón los riesgos. Otros son meros repetidores del sentido
común liberal que ve superstición en todo lo que no sea su religión: el
capital y la tecnociencia al servicio de la mercancía.

Pero en la dificultad de tomar el tema del mal y de lo diabólico, del odio


que aparece como no pensable, actúa, de manera tan sutil como feroz,
otro totalitarismo. Es una matriz de pensamiento que no duda en
condenar como totalitaria cualquier toma de posición y considerar un
ataque a la libertad y la opinión -y a la libertad de opinión- cualquier
consistencia de acción en el enfrentamiento a lo establecido. Esto, en
nombre de una forma de democracia que, en algunos casos, ya ni
siquiera menciona su nombre. Se acomoda en “república”, o en
palabras de vieja e incluso noble tradición emancipadora, como
“libertario”. Y ve en cualquier señalamiento del tema del mal una
inquisición en ciernes. Entonces se advierte sobre el pensamiento
binario, eliminando toda polaridad del pensamiento. Y en el camino, a
cualquiera que afirma algo como un bien y toma posición militante al
respecto, esta matriz de pensamiento lo señala como un dictador
binario y, en definitiva, peligroso. Porque el pensamiento
contemporáneo, desde la filosofía a los comentarios de los periodistas,
sólo admite su propia versión de lo que es “el mal”: el mal, para la ética
predominante, es la toma firme de posición en torno a cualquier
proyecto que no se doblegue ante el dominio del capital y sus formas
de pensamiento, cultura y concepción del mundo. El paradigma
ilustrado, incluso en sus versiones más progresivas, dialécticas,
plurales y abiertas, señala como diabólico a cualquiera que hable del
diablo, y mucho más a cualquiera que afirme algo demasiado enfático
respecto al “bien”. Especialmente si se trata del bien común.

118
El tema del mal no es ajeno a la filosofía. Desde la segunda guerra
mundial, el nazismo, el holocausto y el stalinismo, estuvo y está en el
centro de muchas reflexiones. De ese momento se derivan
orientaciones éticas fuertes. Pero algunos han advertido los peligros de
esa otra identificación del mal de la que se derivan una idea de bien,
una ética, y una política.

Alain Badiou señaló magistralmente esta cuestión en su “Ensayo sobre


la conciencia del mal”. Hace una crítica de esa ética que hace del mal
no una esencia, pero si un “a priori”, sólo a partir del cual es posible
definir el bien. Forzando un poco a Alain – sabemos que él no nos
acompañaría fácilmente a este territorio donde pensamos que es
posible pensar el diablo-, podemos decir que el filósofo francés
cuestiona los cimientos de ese mal-a-priori que funda la ética
contemporánea. Esa que por temor al mal, condena toda acción
afirmativa del bien como excesiva, como totalitaria, como peligrosa y,
en el último caso, como maligna. Por eso la cultura contemporánea y
una parte importante de la escena política y cultural actual está
rápidamente dispuesta a señalar como “fanáticos” o “terroristas” a
piqueteros o militantes políticos, pero de ningún modo a los
manifestantes anti cuarentena, a los vaciadores de las arcas del Estado
y el bolsillo de las mayorías, o a los que predican el sacrificio y la
inmolación como una necesidad “de la economía”.

Pero se puede pensar el mal desde otro lado. ¿Se corre el riesgo de
hacer afirmaciones peligrosas? ¿Se cae enseguida en una estrategia
de oscuridad, retrógrada y represora? El riesgo existe.

Sin embargo, la necesidad de pensar el mal existe, porque el mal


insiste como nombre de lo que nos sucede. Por eso, con prudencia
pero con decisión, es posible explorar otras fuentes y léxicos para
entrarle a la cuestión.

CON EL DIABLO NO SE HABLA


Esa es una regla fundamental para un exorcista. Con el demonio no se
dialoga porque su arte es arrastrarnos a su infierno. Esta máxima tiene
un punto de partida implícito que no está de más explicitar. El diablo
existe. ¿Qué es el diablo? El que divide para el mal. El que irrita para
dañar. El que rompe para dominar.

119
Hay una porción de la dirigencia política, fogoneada por el staff
periodístico y pagado por los dueños de casi todo, que busca contagiar.
Por un lado, en sentido literal. Quieren que a la Argentina le vaya mal y
que el sistema de salud colapse. Que podamos campear una pandemia
global con orden, planificación y resguardo de las mayorías, desactiva
el pesimismo permanente de los que viven de las crisis cíclicas de la
tragedia nacional. La autoestima argentina es inversamente
proporcional a la autoestima de la clase dominante. Defienden la
desigualdad porque se afirman en ella para ser. Pero también contagian
veneno. Inyectan veneno a la gran conversación que une y articula a la
sociedad. El tejido social también se resiente y se rompe en el debate
público. Jorge Alemán dice que estamos en un momento en que la
derecha está “desinhibida”, perdió escrúpulos y límites. Hay una
agresividad que conjuga desesperación y furia del que pierde poder.
Escupe porque quiere provocar, necesita atraer la atención, existe en el
kilombo. Ese es su juego y su negocio.

Esto es un dato objetivo de la historia económica reciente de la


Argentina. Del rodrigazo para acá, cada vez que la economía argentina
voló por los aires y se devaluó el valor del esfuerzo de los que laburan y
producen, la riqueza se concentró, se fugó y se extranjeriza. Es claro.
Cada vez que a vos te fue muy mal, a ellos les fue muy bien. Pero ellos
no son tanto los que salen con la celeste y blanca en una supuesta
defensa de la libertad y la república en medio del pico de contagios de
la pandemia, sino más bien los que rosquean en Davos y financian a
los “sacerdotes” del dios dinero del diario y la TV.

¿Hay que ir a TN? ¿Hay que penalizar a quién toma dióxido de cloro en
“prime time”? ¿Qué se hace con un periodista festejando los contagios?
¿Cómo se convive con el veneno de Alfredo Casero? La pantalla, el
algoritmo y los inescrupulosos son un combo feroz. La crisis del 2008
desató unos demonios que le hablan a lo oscuro que también nos
habitan a cada uno de nosotros. Se habla de la derecha “postsecular”, no
tanto porque estos hayan vuelto a creer en lo trascendente –antes y ahora
son fieles al dios mamón-, sino que recuperan el discurso religioso y el
clivaje sobre la esencia como un punto donde hacer palanca.

Esta lógica que se reproduce también tiene nombres propios. Steve


Bannon es uno de estos esbirros. Es el ariete y también maestro mayor de
esta operación global con episodios y escenarios concretos: el Brexit, el

120
batacazo de Trump, el NO a la Paz en Colombia y el “sí se puede” de 2015
en estas pampas. En esta ofensiva teledirigida y voraz, Roma es uno de
sus blancos estratégicos. El capital no tolera que lo señalen y lo desafíen.
Que no le tengan miedo. Por eso apuntan con insistencia contra Francisco.

EL PRÍNCIPE DE ESTE MUNDO


Francisco habla del diablo. Lo nombra, sobre todo en sus intervenciones
orales. Habrá quien diga que lo hace porque es lo-que-ya-sabemos: un
retrógrado oscurantista. Otros, en el norte o el sur, a la izquierda o la
derecha, dirán que es parte de su demagogia simplista o populista,
vinculada a su idolátrica y herética heterodoxia asociada a la religiosidad
popular.

“No puede haber diálogo con el príncipe de este mundo, ¡que esté claro!”
dijo Francisco en una homilía de Santa Marta al comienzo de su
pontificado. “El diálogo proviene de la caridad, del amor. Pero con ese
príncipe es imposible dialogar: uno solo puede responder con la Palabra de
Dios, que nos defiende” fueron sus palabras el 11 de octubre de 2013.

Para Francisco el Diablo es el “príncipe de este mundo”. El hegemon


¿podemos decir? ¿Su primer ordenador? El tema del mundo y,
especialmente el de la “mundanidad” es central también en su mensaje.
Propone algo así como una disciplina personal y popular para sustraerse a
ella, a esa “seducción del maligno” que siempre vuelve. Un planteo que va
en línea con San Juan: “estén en el mundo sin ser del mundo”.
Necesitamos convicción y astucia para no ser sujetos oscuros que están
en el mundo entregados a la inercia del mismo. También para no ser
meras almas bellas que, por no ser del mundo, se van de él.

Francisco asocia el tema del diablo a algo muy presente hoy: la mentira.
“El diablo es mentiroso, es el padre de los mentirosos, el padre de la
mentira” y reitera con San Pablo, que hay que estar “ceñidos con el
cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza”. Y también señala
al dinero: “Decía Basilio de Cesarea, padre de la Iglesia del siglo IV, citado
luego por san Francisco de Asís, que «el dinero es el estiércol del diablo».
Lo repite ahora también el Papa: «el dinero es el estiércol del diablo».
Cuando el dinero se convierte en un ídolo, dirige las opciones del hombre.
Y entonces arruina al hombre y lo condena. Lo hace un esclavo.”

121
Pero el tema del diablo y la figura de Jorge Bergoglio tienen antecedentes.
Estuvo asociado a aquella carta que el entonces arzobispo de Buenos
Aires le envió a los cuatro monasterios carmelitas en tiempos del debate
por la ley del matrimonio igualitario. En ella decía “aquí también está la
envidia del demonio”. No vamos a justificar ni al Papa ni a Bergoglio en
esto, en absoluto. Lo interesante para ser pensado -de esto se trata para
nosotros- es ver cómo es que trae la figura del diablo a un tema y
situación.

Y también pensar en la dimensión de la conversión y la sanación. «Querida


Mónica, Dios que no fue al seminario ni estudió teología te lo retribuirá
abundantemente. Rezo por vos y por tus chicas. No se olviden de rezar por
mí. Que Jesús te bendiga y la Virgen santa te cuide. Fraternalmente,
Francisco», fue la respuesta que le envió la semana pasada el Papa a la
también monja carmelita, Mónica Astorga, con motivo de la inauguración
del primer barrio trans de Argentina.

“La lucha es de igual a igual contra uno mismo, y eso es ganar”, dice la
canción. En el alma de cada uno se desata una batalla. El amor y la
compasión, salvan.

LA HUELLA DEL DIABLO


Rodolfo Kusch dijo: “Hay viajes que son como la vida misma. La vida se
siente cuando se la enfrenta con el absurdo, cuando se pone el pie en la
huella del diablo. Sólo entonces se la palpa. Y el viaje, un auténtico viaje,
consiste en ir al absurdo ubicado en algún lugar de la tierra, lejos de la
cómoda y plácida ciudad natal, junto al mismo diablo. Porque el diablo está
en los precipicios escalofriantes, en el miedo ante la enfermedad
circunstancial, en la tormenta, en la lluvia o en el granizo despiadados, o en
la súbita detención del tren por algún derrumbe de la montaña. Ahí
reencontramos los grandes temas que hemos olvidado en la gran ciudad,
la vida junto a la muerte, el bien junto al mal, Dios y el diablo (…) Aunque
vayamos a miles de kilómetros de distancia siempre viajamos dentro de
nosotros mismos “.

Quizás uno de los modos de entender las búsquedas absurdas, tanáticas,


ridículas, patológicas de un sector y unas personas de nuestra sociedad,
que parecen odiarse a sí mismas, sea que les ha sido negada la
posibilidad de poner, con un resto de fuerza subjetiva o de red colectiva de

122
contención, su propio “pie en la huella del diablo”. No es que queramos
verlas especialmente como víctimas de las que hay que compadecerse,
pero el hecho es que, para construir una sociedad justa, integrada, con
libertad e igualdad, es necesario enfrentar el mal. No basta condenar la
oscuridad, el lado fiero de la realidad y de las subjetividades, de lo personal
y lo colectivo, sino que hay que entender y atravesar.

Porque, de otro modo, no serán solo los sectores televisados y


televisables, los de los Audis de lujo y domicilio un poco al norte del
obelisco, los que se estarán movilizando, sino que una parte cada vez más
amplia de nuestros compatriotas quedarán dejados a la buena de dios -o
del diablo- porque una concepción ilustrada no sabe qué hacer con sus
angustias y experiencias.

Por eso la metáfora, el antecedente o la referencia, quizás meramente la


realidad de cuestiones como las posesiones y el exorcismo, pueden servir
para ver qué le sucede a una parte de nuestra sociedad.

Ya señalamos los riesgos de acercarnos a esto: pero nos preguntamos si


no es mayor el riesgo de los límites que los marcos de interpretación
ilustrados o moderados y otros saberes anexos tienen, si actúan solos y
omnipotentes, centrales y excluyentes, para pensar que aquí sucede lo
que nos sucede a todos aunque lo veamos expresados en “algunos”. Sean
estos algunos los “locos” del 9 de julio o los desesperados criminales de
otras zonas más alejadas, como el chico que mató a su abuela para
sacarle la jubilación y se sacó una selfie con el dinero que le robó.

SANACIONES, EXORCISMOS Y ANTÍDOTOS


Estas viejas cuestiones y nomenclaturas están presentes en los
fenómenos sociales de hoy. Se trata de viejos nombres de situaciones y
vivencias actuales. No son meras palabras provenientes de los cuentos y
leyendas o de tiempos remotos donde todo era regresivo, difuso e
irracional.

Existe, nos urge, el desafío de ampliar nuestras capacidades de pensar,


comprender, actuar y amar, y hacer justicia social y belleza colectiva. De
sanar a la sociedad lastimada por lo más cruel de la lógica del capital, la
ferocidad del mundo y sus múltiples agentes. Esos que saben usar
perfectamente la tecnociencia para generar realidades numinosas,

123
análogas o supletorias de lo sagrado. Los que generan subjetividades
seriadas, producidas en y por dispositivos simbólicos que administran las
conversaciones y las imágenes. Y atención: todos tenemos uno de esos
dispositivos en nuestras manos en este preciso momento. En ese
resplandor leemos esto: ahora mismo.

Las disposiciones culturales y políticas, colectivas e íntimas que garantizan


la conservación del capital y la transformación de todo en mercancía no
están allá lejos entre gente supersticiosa y atrasada, ni en las sacristías
perversas de los inquisidores, ni se despliega apenas entre los bizarros
manifestantes anti cuarentena. Por el contrario, están entre nosotros, al
lado de cada uno de nuestros sentidos, zonas erógenas y heridas. Aquí
mismo.

Si el tema del mal y del “diablo” -entre comillas o no- no lo pensamos


nosotros, el capital lo hará. Lo hace ya. Lo tramita y lo opera según su
lógica. La cultura es un terreno fluido para el capital. En gran medida le
pertenece. Es hoy, quizás, su terreno más propio. Los medios masivos lo
saben. Las redes sociales lo operacionalizan.

El engaño tiene su propia inteligencia. Para enfrentarlo o compensarlo, sea


para atenuar sus daños o para defender la alegría, tenemos que ser
capaces de pensar desde otro lado, con coraje y prudencia. Ampliar el
paradigma del pensamiento para complejizar las luchas. Y en esa
reflexión, arriesgarnos a cuidar lo colectivo mirando de frente y de cerca lo
que lo hiere y lo que lo amenaza. Porque el miedo a ser felices y a luchar
por ello es el peor y verdadero mal.

Desplegar nuestras vidas y militancias con prudencia y coraje, cuidar lo


colectivo, sostener la amistad social con un pensamiento tan riguroso
como valiente.

30/08/2020

124
CULTURA DEL ENCUENTRO
Base de la unidad, la humanidad
y la resurrección
Donde (dos o tres) se reúnen: ahí
Evangelio de Mateo, 18:20

Siempre seré zarpado de argentino, fanático del Diego y fanclub de


nuestro vino
Made in Argentina, MALA FAMA

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo


habían reconocido al compartir
Evangelio de Lucas, 24, 25

Che, si es que entraste a mi apartamento, si en verdad me tomás en


serio, si te ponés la camiseta: deberías saber por qué
Deberías saber por qué, CHARLY GARCIA

Hace un año entramos a una austera sala de tres por cinco metros.
Austera dentro de una residencia austera. Domus (casa) Santa Marta,
viernes 13 de septiembre 2019 AP (antes de la pandemia), 18 hs. En
nuestro código interno le decimos “el viejo”, con afecto y resonancias, y
lo escribimos #F. El Factor Francisco es una nube de hashtags desde el
principio. Justo ahí donde “#” es una marca sobre las palabras, que las
vuelven articuladoras de cosas, centros posibles de galaxias de
significados y de historias.

#FactorFrancisco lleva por nombre una “operación”: Factorear, que


implica descomponer algo en sus partes y tensiones, para poder
realizar tareas, pensamientos, más allá y más acá del nombre.
Queríamos “hacer” con Francisco. Dicho en argento: operarlo. Opus es
obra en latín. Y un Papa es por definición y misión, un operador de
unidad y apertura. Alguien nos dijo hace poco: “quien opera a un

125
operador, tiene cien años de perdón“. En eso estamos, semana a
semana, desde entonces. Tratando de aprovechar y multiplicar a este
hombre, compatriota controversial y querido, argentino y universal,
místico y político, pastor y gestor, que de operaciones sabe y hace.
Operamos a y con él. Y como dijo “el viejo” en el primer momento de su
pontificado: “Dios no se cansa de perdonar”.

FRANCISCO ES BERGOGLIO
Un año después están, para nosotros, las resonancias de un
encuentro. Así como están las resonancias del nombre. Nadie mejor
que él sabe de eso. Si uno mira en perspectiva la resonancia del
nombre que se puso, sobre todo ahora en medio de la pandemia y de
aquello que la pandemia desnuda y nombra, la operación de ponerse el
nombre del loco de Asís deja a la vista una intuición, una
correspondencia y una anticipación. Y un nuevo desciframiento que hay
que hacer. El medio ambiente, la pobreza, un mundo -y una forma de
Iglesia e incluso de religión-, que se derrumba. El nombre de un santo
cantador que se desnuda de sus viejos hábitos, de sus ropajes de clase
y de destino, y que se dispone al mismo tiempo a relacionarse de un
modo diferente con la fuente de su fe y con los que lo rodean. Nombre
pretencioso, dirá alguno. Nombre exigente, podemos decir también.
Pero oportuno. Resonador.

Muchos nos dijeron y nos dicen: “atenti, Francisco es Bergoglio’‘. Nos lo


dicen como para que desconfiemos, o para que no caigamos en una
trampa. Tal cual nosotros los vemos, la gracia de la cosa es,
justamente, que Francisco es Bergoglio. Le sabemos la historia, la
compartimos. Le conocemos los modos, las picardías y la gestualidad
italiana, al cuadrado o al cubo, de ida y vuelta como una valija de
inmigrante que vuelve a la patria de los padres.

El encuentro con Francisco que tuvimos en San Marta resultó una


figura, una metáfora y un eslabón, del encuentro reflexivo que se
expresa en el portal, en #FF. Y que creemos que es parte de un
encuentro mayor, una reflexión más amplia aún que hay que hacer con
otros.

126
Francisco, el primer Papa no europeo de la historia moderna es un
argentino, periférico, del fin del mundo, de acá donde el diablo perdió el
poncho, puesto en el centro de una institución y un sistema en medio
de un punto de inflexión. Es el Papa del fin del mundo en el fin de un
mundo.

Un Papa, como todo líder, como todo santo o conductor o figura, es un


ser humano. Cuando le conoces las cuitas, algo, como a este, te sirve
para historizar la mirada, para reconocer y reconocernos, para
encontrarse. Y es Bergolgio, y es Francisco. El Papa que lleva el
nombre exigente del que probablemente es el santo más querido de
occidente, cuyo cántico y figura puede hablarle a un mundo desolado.

Encontrarnos con el Papa nos hizo recordar que las grandes tareas,
cuales sean, están en manos de hombres y mujeres iguales a nosotros.
Que es cuestión nomás de asumir cada cual lo que debe y considera
que puede hacer. Será por eso que lo primero que nos dijo fue algo así
como ‘vengo contento pero molido, esto es un lío de cosas’ y lo último
fue esto otro: “No me mitifiquen, solo soy un hombre que hace lo que
puede y tiene que hacer”.

ENCUENTRO DE DOS, DE TRES… DE MUCHOS


Factor Francisco es buscar lo que Borges llama en la milonga para
Jacinto Chiclana: “lo que se cifra en el nombre”. Nosotros fuimos ahí
descifrando señales, llevando las preguntas y las apuestas de nuestras
propias trayectorias y búsquedas. Posiciones políticas y de fe,
construcciones y ganas de hacer. Así llegamos a ese encuentro de una
hora llena de cosas. Desde entonces, lo seguimos descifrando.

Por un lado, el encuentro nos marcó las biografías. Los trayectos


personales. Un encuentro subjetivo y compartido. Más allá de toda
pompa y fama: todo lo contrario, fue austero y compacto, intenso y muy
“privado” en el sentido de muy personal. Pero ese mismo encuentro de
“uno por uno” (como dice lacan que toma el psicoanálisis, ese ejercicio
espiritual, a los sujetos) también fue compartido de a dos y de a tres
contando a Francisco.

127
Y desde ahí nos sirvió para seguir pensando el encuentro de muchos.
De los argentinos y nuestro pueblo con sus expresiones sociales,
políticas, culturales y vitales. Los desafíos de la construcción de un país
con justicia social. Y también nos sirvió y nos sigue invitando a pensar y
proponer formas en que esta sociedad que somos se puede encontrar
no solo con el pensamiento y las propuestas -a nosotros nos gusta
decir “las provocaciones”- del Papa argentino, sino también con aquello
de nosotros mismos que de manera paradójica nos llega desde Roma.
Al menos, si queremos y nos animamos a escuchar.

Es eso lo más importante de que el Papa “venga a la Argentina”. No


importa tanto el viaje apostólico a su tierra natal -sería sin dudas un
acontecimiento- sino el hecho de que lo que él dice pueda llegar y ser
pensando acá. Ahí entendemos que se juega lo fundamental de “que
venga”.

Rápidamente identificamos esto del Papa “del Fin del Mundo” -como él
mismo mencionó la primera vez que salió al balcón de la Plaza San
Pedro- con dos acepciones y lecturas respecto a qué es ese fin del
mundo. El fin del mundo como periferia, la nuestra en términos
geográficos pero también políticos desde América Latina y Argentina.
Pero también el fin del mundo por el momento de inflexión global, de
cambio de época, del “crack” de una forma de ser, de organizar, de
distribuir y de concebir lo que es la vida en la faz de la tierra. Y la
pandemia ha generado que ese fin del mundo ya no sea una inquietud
o una interrogación sino una evidencia y una urgencia. Por lo menos,
entre quienes se animan a asomarse, acaso, a un recomienzo.

Subjetivamente para nosotros, después de la visita de ese viernes


empezó la segunda parte del papado de #F. En este momento, con la
pandemia que desnuda lo que desde el principio Francisco asoció y
contrastó con el virus de la indiferencia, y también caracterizó como
“tercera guerra mundial en cuotas”, comienza objetivamente el segundo
periodo de su tarea pastoral y política. No es casual que en unas pocas
semanas, desde Asís, el Papa se disponga a presentar su segunda
encíclica, que continuando a Laudato Si se llamará “hermanos todos”.

128
Las búsquedas personales adquieren significado colectivo. Los hechos
colectivos están llamados a traducirse en decisiones y apuestas
personales. Los encuentros decisivos son los que median y posibilitan
ambas.

ENCUENTROS DE UNO EN UNO Y EL PUEBLO


Del encuentro en Santa Marta, siempre resaltamos algo sobre los
modos de estar presentes. La administración de los tiempos, de las
miradas, de los detalles, y una capacidad inmensa de, meramente,
estar. Y al mismo tiempo, meramente estando, ser en sí mismo un
signo, un símbolo, como una humanidad, una cercanía, una naturalidad
y a la vez signo de universalidad y singularidad total.

Visto en perspectiva hay unos acentos que podemos reconocer en


Francisco, que tienen que ver con cuestiones de las que él habla
mucho: la consistencia de los vínculos, la calidad de los encuentros y
una jerarquía de lo que importa ahí, en el lugar, en situación. La
importancia de los gestos acompañando la palabra, los modos en que
el uno por uno del encuentro interpersonal se conecta con la
construcción colectiva más amplia, la importancia de hacer coincidir una
gratuidad espontánea y humilde, con una astucia y una estrategia de
construcción detallista y artesanal.

Cuando en Laudato Si o en intervenciones posteriores aparecen


formulaciones del tipo “todo está conectado”, “el hombre es un ser
relacional”, para los que conocen pastoral y catequesis hay una
remisión clásica a las relaciones del hombre consigo mismo, con la
naturaleza, con los otros y con Dios. Pero si uno mira ahora estos
planteos en el marco de lo que cotidianamente se vive con el “quedate
en casa”, la cuarentena, la pandemia y lo que pasa en términos
sanitarios y también políticos, económicos, de discriminacion, de
miedos, de explosión de solidaridad, vemos cómo esas que parecen
viejas palabras y fórmulas gastadas están en el centro de lo que está
en juego.

129
ANTICIPACIÓN Y DISPONIBILIDAD
La anticipación es otra de las cosas que llaman la atención, y lo
podemos decir tanto respecto al encuentro como a lo macro de los
planteos de Francisco. Esto lo hemos compartido con los amigos con
quienes hablamos del encuentro: la sensación de que no tenía ni idea
de quiénes éramos cuando entramos a la habitación pero que al mismo
tiempo sabía perfectamente todo lo que nos iba a decir y las cosas que
iba a hacer en esos casi sesenta minutos que estuvimos.

En estos últimos meses, eso de ‘no tenía la más pálida idea de quienes
éramos’ la entendemos como una cuestión de estar disponibles.
Horacio Gonzalez nos decía hace poco en una entrevista que “hay que
estar disponibles para un nuevo capítulo de la historia nacional”. Y ahí
otra vez una correspondencia. Estar disponibles para encuentros
nuevos, no exentos de astucias y cálculos, pero sobre todo expectantes
de qué es lo que emerge. No exento tampoco de “estar vigilantes”,
como dice el Evangelio. Estar vigilantes es la atención a que algo
puede venir de donde no se lo espera. No se puede esperar que venga
siempre lo que ustedes creen y de donde piensan que vendrá.

En la vida y en la historia, se nos impone una cosa (una pandemia, un


frente, un momento histórico, una sociedad compleja y fracturada) y al
mismo tiempo se nos regala una cosa: una posibilidad de encuentro, de
creación, de superación y transformación de lo que en primera instancia
parece una quita, una limitación, una restricción.

Hablando de la entrada de Jesus en la casa de Marta, Francisco ha


dicho que el Mesías “organiza y sorprende”. El mesías en el lenguaje
de Francisco es, obviamente, Jesús. Pero vale entender “mesías” como
todo aquello que puede redimirnos, realizarnos, convocarnos, salvarnos
o invitarnos a ser. Todo lo que salva, en la práctica cotidiana, en los
encuentros domésticos, pero también en la vida colectiva, en la historia
y la geopolítica, “organiza y sorprende”. Es un criterio que hemos
incorporado, porque lo hemos vivido.

130
ESCALAS Y CAMBALACHE
Después de verlo en su escena cotidiana lo hemos escuchado con otra
intensidad, color y temperatura. La distancia de un encuentro fraterno.
Después de regalarle un vino (va el chivo, un Durigutti Cabernet Franc)
y ver cómo lo agarró, lo miró y se lo puso bajo el brazo, volvés a
reconocerlo uno más de nosotros. Eso fue justo antes de llevarnos de la
sala de recepción a su oficina, cuando nos dijo con picardía: “ahora los
de acá afuera van a decir que el Papa está en curda”.
Como estas, tantas otras imágenes. El Papa de Roma subiéndose a un
banquito tipo escalón para alcanzar uno de los muchos libros que nos
dio para #FF. O el momento en el que abrió el cajón para buscarnos la
película que hizo Wim Wenders -”todavía no la ví”, nos dice al paso-
sobre él y encontró un montón de los que le van regalando. En el
medio, mientras pasaba los discos buscando el de la película, pasó el
de “The Wall” firmado por Roger Waters, y lo tiró por ahí. Después
agarró uno de tangos de Canaro –“el mejor, sobre todo Ada Falcon, una
mártir”– y le preguntamos por su tango favorito: ”Cambalache,
profético”, no dijo al toque.

Ese mismo compatriota, es el que le habla al mundo en medio de la


pandemia. En el epicentro de la angustia y muerte en Italia, las
imágenes que proyectó fueron muy contundentes. “Urbi et orbi” es el
modo en que venimos nombrando el vínculo entre la singularidad
nacional y la universalidad. Lo singular y lo universal dos veces, o tres,
o cuatro. De lo nacional a lo global. De la diócesis de Roma al pastoreo
de toda la Iglesia. De la palabra para la Iglesia a las palabras para toda
la humanidad. Y del encuentro entre unos pocos, en este caso tres
porteños como somos, a los encuentros grandes que hay que generar.

FALTAN UN MONTÓN
Le dimos la carpeta con todas las imágenes y producciones de
entonces de #FactorFrancisco. Le mostramos en especial el collage
que es la portada, el que tiene el abrazo de Francisco y Diego, rodeado
de una multitud de personajes, para nosotros, muy variada. Le
preguntamos si faltaba alguno más. Lo miró con atención, se agarró la

131
cruz del buen pastor que lleva en el pecho, levantó la vista y nos dijo:
“faltan un montón”.

Es así, las cosas que Francisco dice, las que hemos podido escuchar y
también las que hemos pensado a partir de él, toman un significado
fuerte no solo en torno a la realidad global de hoy, sino sobre todo en
relación a lo que nos pasa como país, lo que hemos vivido desde
setiembre de 2019 y enfrentamos ahora en el marco de la pandemia.
La gran carencia, la vacancia que hay, y al mismo tiempo constituye la
gran apuesta que hay que hacer por lo que nos falta, lo que y los que
hay que sumar, valorando lo poco o mucho que ya tenemos, pero que
de todos modos exige ir por más, sumar más, articular más, hacer más.
Es un momento tan crítico, más allá de la pandemia (que lo desnuda y
lo exacerba, pero no lo genera), que demuestra que hay algo del
mundo y del vivir juntos que está agotado y que hay que recrear. En
Argentina esto toma el nombre de desafíos políticos concretos, invita a
recrear una tradición de cultura y acción política, y propone una
apertura y al mismo tiempo una vuelta a las fuentes de lo mejor del
campo popular.

Otra vez, acá nuestro objetivo, bajo otras formas, no es tanto que venga
el Papa sino que su mensaje pueda ser recepcionado de manera
inteligente, valiente y enriquecedora. No en el mero sentido de
mencionar su nombre o de repetir sus palabras -que mal no viene, por
otro lado, porque incluso entre los propios se lo cita poco- sino en el
sentido de capturar e interrogar, y en todo caso también contestar y
cuestionar lo que Francisco plantea y propone. De manera no pasiva,
no usandolo como simple cita de autoridad o como moralina de
consigna, sino como un corpus discursivo que trama la gran tradición
cristiana de occidente con la experiencia pastoral en estas tierras y la
función global en un momento -un relámpago diría Benjamin- de
tempestad.

Sería una pena que lleguemos demasiado tarde, que el mensaje del
Papa se desperdicie. En estos tiempos, una fórmula simple de su
mirada y propuesta está en boca de todos, porque, por ejemplo, el
presidente ha sabido ver que ahí había cuatro palabras angulares:

132
“Nadie se salva solo”. Es una consigna corta, un lema, una oración, una
advertencia. Tiene detrás toda una teología, una espiritualidad. Pero
tiene también delante toda una política, una tarea de organización, un
modo de hacer comunidad, unas prácticas y una ética para cada uno y
para todos.
El mensaje de #F tiene la potencia de ser profético y de estar hablando
como una figura imposible y solitaria en la escena global. Pero al mismo
tiempo tiene una pedagogía, una pastoral, una paciencia, una artesanía
en su forma de narrar y de organizar sus planteos, que deja marcado
un surco y unas coordenadas para poder organizar no solo el “plan para
resucitar” (acá en #FF decimos “plan quinquenal para resucitar”) sino
también los sujetos personales y colectivos (“héroes anónimos” y
“ejército invisible”).

El mismo, como decimos, nos pidió especialmente que lo tomemos y lo


concibamos como alguien limitado. Es la indicación más taxativa que
nos dio, cuando nos íbamos: “no me mitifiquen”. Es decir, vean, sepan,
trabajen sobre la hipotenusa de que soy limitado. Del mismo modo nos
había dicho un rato antes hablando de la estructura de la curia romana,
con el gestito de las manos abiertas, “yo no soy el gran reformador”
pero “hay que transformarla en una verdadera comunidad de trabajo”.
Nada menos. Un modo de decir somos limitados, pero “soñemos en
grande” y de algún modo “no menos que esto”.

TRES LOCOS
Fue una hora. Ni más ni menos. Un instante de una tarde soleada de
Roma. Larga, para ser la entrevista con un Papa. Importante para
nuestro proyecto y para nuestros trayectos.
Un momento y un encuentro para ser resignificado. Como el episodio
evangélico de Emaús: un encuentro en medio de la zozobra, de
rememoración de lo que nos pasa y de indagar los modos de
entenderlo. De compartir. Y reconocer. Para releer y para seguir
escribiendo y caminando. Una articulación entre el modo de compartir y
los modos de asumir una resurrección.

133
Cuando nos íbamos, nos agarró a ambos, el Papa que se puso el
nombre de “el loco de Asís”, y nos dijo: – Voy a escribir en mi diario que
me reuní con dos locos.

“Acá parece que somos tres, por lo menos”, le dijimos.

Que seamos muchos. Un montón.

13/09/2020

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HERMANOS TODOS
Frente a frente
¡Grande es el poder de la mano tendida y de la amistad que se juega en lo
concreto! Qué importante es que aprendamos a ser manos amigas y tendidas.
El gesto de la mano extendida. Busquen crecer en la amistad también con los
que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre ustedes y se
transforme en la mejor arma para transformar la historia. La solidaridad es la
mejor arma para transformar la historia.

Francisco en Mozambique 2019

Hoy se nos pide que redimamos y restauremos la amistad social, que


está refundida. Y esto es trabajo artesanal, es trabajo que pasa por
nuestras manos, por nuestra vida toda, por nuestro cuerpo, por nuestra
carne,

Jorge Bergoglio, V Jornada de Pastoral Social, Argentina 2002

La amistad entre ustedes, su presencia aquí, recuerda a todos que el


futuro no es monocromático, sino que es posible si nos animamos a
mirarlo en la variedad y en la diversidad de lo que cada uno puede
aportar. Cuánto necesita aprender nuestra familia humana a vivir juntos
en armonía y paz sin necesidad de que tengamos que ser todos
igualitos. No nos hicieron a máquina, todos en serie. Cada uno viene
del amor de sus padres y de su familia, por eso somos todos distintos,
cada uno trae una historia para compartir. Necesitamos crecer en
fraternidad, en preocupación por los demás, en respeto por las
diferentes experiencias y puntos de vista. Este encuentro es una fiesta
porque estamos diciendo que la cultura del encuentro es posible, que
no es una utopía, y que ustedes, los jóvenes, tienen esa sensibilidad
especial para llevarla adelante.

Francisco en Japón, Noviembre 2019

135
En unos días, Francisco hace pública su primera encíclica después de
Laudato si’: “Fratelli tutti”. Vuelve a la colina de Asís para firmarla en la
tierra del santo de la alegría y la pobreza del que tomó su nombre y que
cita en el título. Señala la amistad social como el remedio básico para
las enfermedades “físicas, sociales y espirituales” de las cuales la
indiferencia ante la injusticia y el dolor de los otros es la más peligrosa.
Nos adelantamos unas semanas para inscribirla en nuestra historia y
nuestras historias de acá, presentar el marco de sus planteos y
disponer algunos puntos para interpretar su contenido activamente.

AMISTAD SOCIAL
“Un amigo es uno mismo en otro cuero”, dice Atahualpa Yupanqui
recordando los fogones de la Pampa, donde conoció la música y el
verso. Uno mismo en otra piel. Anhelos, miedos, angustias y pasiones
de igual intensidad, cruzados por experiencias singulares.
Francisco se prepara para dar a conocer una nueva encíclica después
de Laudato si’: “Fratelli tutti”, cita de Francisco de Asís. Con la marca y
los antecedentes de sus planteos durante la pandemia como insumos,
el eje del documento será “la amistad social”.
La amistad social pensada como armonía pero sobre todo como
confianza, como acto de fe. Fe en esto: que los que somos parte de lo
mismo sabemos qué es aquello que debemos cuidar en medio de
nuestras disputas. Y esto no como una concesión educada, como
buenos modales, como la expresión de una tolerancia correcta pero
instrumental. Más bien como la apuesta valiente y prudente que se
hace por ser parte, justamente, de un mismo cuero. La disciplina y el
discernimiento que derivan de saber que en el otro hay algo mío que
ahí está vivo. ¿Cuál es el límite que debemos respetar para no
destruirnos? ¿Qué es lo sagrado en una sociedad?
Desnudadora y reveladora, la tempestad de la pandemia nos hizo
vernos en la misma barca. La salida de la pandemia –“no se sale igual:
se sale mejor o peor” dice Francisco- suma al reconocimiento de la
misma barca la sensibilidad práctica de sabernos un “mismo cuero”.
Reconocimiento interpersonal y subjetivo, pero también acción colectiva
y construcción política: una olla popular, un abrigo, una donación de

136
plasma o un impuesto a las grandes riquezas, no son simplemente
gestos de paz social, sino movimientos hacia el otro necesarios si
pretendemos vivir juntos y proyectar lo que somos hacia adelante.

FRATERNIDAD, LA PARTE DE LA ILUSTRACIÓN QUE FALLÓ


La gran revolución que marcó el imaginario de occidente levantó como
bandera, junto a la libertad para contratar y la igualdad ante la ley, la
fraternidad como valor y horizonte universal. Esta proclama supo ser
complementada con el categórico “o muerte”, propia de los años en que
la decapitación del antiguo orden escalaba en tensión y resistencias.

Toda revolución tiene su “termidor”, dice una frase que toma de los
sucesos de Francia de finales del siglo XVIII la referencia fundamental
para pensar los grandes procesos de transformación social. El
jacobinismo no logró imponer su proclama a sangre y fuego -el acero ni
la pólvora alcanzan si no hay un pueblo entero detrás-, y fue entonces
cuando los partidarios de la libertad y de la comunidad ilusoria de
iguales, consideraron oportuno reemplazar la subversiva fraternidad por
la sagrada propiedad.

Desde entonces, la democracia liberal reproduce una contradicción de


base: reconoce que la soberanía es la que nace del pueblo, pero
desarticula la posibilidad de la fraternidad entre iguales al consagrar la
propiedad como un absoluto. Es esta contradicción la que está de fondo
en las disputas y enfrentamientos que una y otra vez vuelven a irrumpir
entre nosotros, desatando guerras fratricidas o abriendo grietas
insalvables.

Vivimos en las ruinas o la degradación del mundo de la revolución


francesa. La idea de “ciudadano” y la de “revolución” estaba sostenida
por el “trilema”: igualdad y libertad prosperaron, pero la fraternidad
quedó atrás -o afuera- de la construcción política y cultural. Al final del
tiempo, el largo ciclo capitalista ha hecho de los vínculos, los afectos y
las emociones que estaban en la vieja y bella palabra que nombra la
hermandad, una mercancía laxa e inofensiva. Pero en el camino, los
diferentes populismos “hermanearon” la política y la cultura: quizás por
eso, por llevar la fuerza difícil de la fraternidad, los populismos son

137
señalados como la sombra y la perversión de la democracia. En un
mundo clausurado, siguen trayendo desde la tierra otra versión de lo
que significa vivir juntos.

Hoy, una hermandad-del-odio se suma a la escena de las figuras que


se ofrecen como modo de pertenencia. Por debajo, figuras inofensivas
y edulcoradas del humanitarismo y la tolerancia son, como un bajo
continuo, el modo universal en que la indiferencia se ha hecho cultura,
moneda de cambio y coartada. Los vínculos de amistad social están
atravesados por la dinámica de las redes sociales y unos sentidos
gregarios orientados por la exclusión. Sin embargo, no todo está
perdido.

FRATICIDAS
TATITA: La miseria no es pelear, la miseria es matar al par. El uno
crece de a dos. El dos peleando es armonía. Es vuelo. El uno solo
crece monstruo. Pájaro de un ala sola, como vos. Te amputaste un ala.
Juntos podían ser un ángel. Y mirate: terminaste gallina bataraza, El
uno es la tragedia, Caín…

Mauricio Kartun, Terrenal, pequeño misterio ácrata

“Frater” -hermano- es desde siempre el vínculo más fuerte, intenso y de


proximidad. La imagen de Caín matando a su hermano Abel se
encuentra en el núcleo de la antropología judeocristiana, ejemplo de
cómo la envidia y ambición humana no tienen límites y a la vez están
en el origen. El gran Mauricio Kartún la ha escenificado en estas
pampas y con la picaresca gauchesca, enhebrando nuestra tragedia
nacional con el mito bíblico en su obra “Terrenal”. “¿Qué hiciste Caín?”,
pregunta desesperado el Tatita no pudiendo comprender dónde
habitaba, en su hijo, ese veneno letal capaz de impulsarlo al más
oscuro de los crímenes.

Esa misma pregunta puede enunciarse al repasar la historia nacional: el


exterminio de nuestros hermanos originarios -”¿Qué hiciste Caín?”-, los
trabajadores rurales reventados en la Patagonia -”¿Qué hiciste Caín?”-,
los aviones de los navales bombardeando la Plaza de Mayo –”¿Qué

138
hiciste Caín?”-, miles de desaparecidos que no van a volver –”¿Qué
hiciste Caín?”-, bebés que hoy son hombres y mujeres que aún no
conocen su identidad -”¿Qué hiciste Caín?”-.

Tanta sangre derramada y angustias repetidas, acá en el fin del mundo


y en tantas otras latitudes, vuelven a poner a la fraternidad como una
bandera necesaria y urgente.

HERMANDAD DE RAÍZ
En el cristianismo se radicalizó y se universalizó la idea de que todos
somos hermanos al ser hijos de un mismo Padre. Un hermanamiento
que además queda transitado y articulado con lo más alto y que
interroga y cambia de lugar la relación política, ya desde su formulación
evangélica: “ya no los llamo siervos, los llamo amigos”.

Desde el principio, el amor en la cultura cristiana tuvo dos expresiones,


prácticas, organizativas, sépticas y teológico espirituales: eros y Agápē.
Una doble denominación para dos conceptos o para dos caras de una
misma cosa: la cercanía afectiva entre personas, y el banquete del pan
compartido. Desde entonces, la polisemia, la materialista corporalidad
de la palabra “compañero”, encarna, ilustra y acompaña, pone en el
plano público y también en el económico -compartir el pan- la dinámica
vincular del amor.

Francisco de Asís, de quien el Papa actual toma el nombre, hizo del


hermanamiento un cántico, un despliegue de alabanza, una
construcción y una aventura. Un descentramiento y una espiritualidad.
Un modo de entender y de hacer. Abrazando al leproso y despojándose
de todo, hace de la vida fraterna una práctica concreta, experimentada
como acontecimiento, orientación y “regla”: «Y después que el Señor
me dio hermanos, nadie me mostraba qué debería hacer, sino que el
mismo Altísimo me reveló que debía vivir según la forma del Santo
Evangelio».

Tan fuerte es la compenetración del Papa actual con el hombre que le


prestó el nombre -ese mismo santo que bastante tensión tuvo con el
papado, de quien era interpelador, interlocutor, interrogante y espejo
desafiante- que su nueva encíclica, igual que la carta central que ha

139
sido Laudato si’, también llevará unas palabras textuales de Francisco
de Asís como título: “Fratelli tutti”. Otra vez el título de la encíclica no
será en latín, sino en el idioma original. El Papa Francisco vive la
fraternidad activando el mestizaje, la mezcla, las palabras del pueblo
común. Son señales.

“Me dio hermanos” dice el texto de Francisco de Asís que inspira la


encíclica. Son un don. Los hermanos y los amigos, son dones. De lo
más alto. La fraternidad experimentada desde otro lado y concebida
como otra cosa. Algo que viene de más allá de la ilustración, pero la
puede iluminar con un retorno al origen.

Si se sigue, por otro lado, la alabanza desbordada que es Laudato si’, el


de hace ocho siglos “hermana” al sol y la luna, y a todas las criaturas, e
incluso llama hermana a la muerte. En los dos extremos del cántico de
las criaturas, la ecología -nudo de nuestra encrucijada contemporánea y
límite del capitalismo- se despliega desde otra fuente, y la muerte -esa
gran negación de la cultura, y con la que nos encontramos retornando
de mil maneras-, están en clave de amistad, fraternidad, hermandad y
compañerismo. La imagen de Francisco y el lobo, completa en la
cultura popular, la fuerza de esta figura del santo de Asís.

UN RECORRIDO POR ACÁ – INFLEXIONES Y


CONJUGACIONES POLÍTICA DE “TODOS” Y “HERMANOS”
El peronismo es un “todo”. De algún modo, un catolicismo, ahí donde el
“holos” que esta segunda palabra contiene e implica, justamente, ese
todo del que hablamos. La dinámica de incluir a los que faltan. “Con
todos adentro” o “un país donde todos entren” fue también una
consigna orientadora en la anterior etapa de lucha contra el
neoliberalismo y la exclusión que le es constitutiva.

“Todos” somos hermanos y compatriotas. Es una noción que atraviesa


y marca nuestra experiencia y cultura política reciente. El frente que
gobierna en este momento a nivel nacional, extensión justamente
frentista de la tradición política popular troncal, lleva “todos” en su
nombre.

140
“Todos y todas” expresó en los años pasados una inflexión también
referida a que no va tan de suyo que todos estén realmente adentro en
la palabra “todos”. En el tiempo en que los gobiernos del Frente para la
Victoria los sostuvo una mujer, la expresión se volvió identitaria y
contraseña.

El movimiento de mujeres contemporáneo, vino a traer - ¿de nuevo? - a


la dinámica propia del peronismo, esa cuestión. Pero además, señaló y
señala en el vínculo otra dimensión de las maneras de la fraternidad, en
clave propiamente femenina: la “sororidad”. Otros colores, acentos y
espíritus para el hermanamiento.

La amistad social está en el ideario político del peronismo desde el


principio, junto con las controversias propias de los enfrentamientos que
la propuesta de justicia social trae. Proponer la hermandad de todos, la
igualdad, divide a la sociedad. La tensión entre todos y división, por un
lado, y hermandad y conflicto (o enfrentamiento), por otro, le es
constitutiva.

El “Frente de Todos”, por otro lado, es la expresión organizativa,


electoral, partidaria, justamente frentista, que estuvo orientada por el
imperativo de la unidad “por arriba”, e interpelada y motivada por las
consecuencias fatales que la desunión traía “abajo”, en todo el cuerpo
social. Poder y fraternidad, pragmatismo y amor lo atraviesan
constitutivamente.

Nuestro pueblo salió del macrismo con un gesto de hermandad y un


talante de amistad social, transformados en una apuesta a la política: si
Argentina no estalló violentamente en los últimos años, incluso si acaso
pagó el precio de “implotar”, fue porque gran parte de la población hizo
al mismo tiempo una apuesta por construir poder de otro modo, vivir la
solidaridad, aguantar y hacer ejercicio de una cultura política
democrática acompañada de una fuerza sapiencial con perfume de
amistad. La amistad en la cultura y la práctica política no son
romanticismo edulcorado: son una prudencia valiente y una valentía
conflictiva y desafiante.

En la pandemia, la política como cuidado y proyección, y la acción


conjunta del Estado y de cientos de organizaciones sociales y personas

141
solidarias, vienen sosteniendo a muchos y muchas del lado de adentro
de la vida. No es casual que los odiadores al mismo tiempo se
manifiesten como promotores de la “libertad” y del disfrute individual
expresado como derecho humano excluyente.

ATRAVESAR LA PANDEMIA Y “SALIR MEJORES”


Finalmente, aquello de amistad social y hermanamiento de todos que
está en el origen de esta etapa política, en las exigencias de los días
que vivimos y en lo que precisamos para salir adelante, necesita
encenderse conceptualmente, desplegarse prácticamente, plasmarse
en organización renovada que componga lo común en situaciones de
exigencia, peligro y restricción. La pandemia lo ha puesto a la vista,
toca mirar de frente y hacerse cargo y encontrar criterios para
recomponer lo común. En todo el mundo, pero de manera particular en
nuestro país.

Por tres motivos centrales, que hacen que este momento se inscriba en
una inflexión política que lo trasciende:

Porque en nuestro país se han plasmado unas expresiones identitarias,


políticas e incluso partidarias del capitalismo como cultura -pero
además y sobre todo-, como religión. Y por lo tanto como estilo de vida
productor de sujetos acoplados a su promesa. Estas expresiones tienen
una propuesta muy fuerte en torno a lo vincular, que ha quedado
impresa y se ha hecho carne en una parte importante de nuestra
sociedad. En este sentido, no basta con decir que el neoliberalismo es
“individualista” y pensar que así se lo condena, porque éste contiene,
muy por el contrario, una propuesta compleja de cómo vincularse con
los demás. Lo hace proponiendo un tipo de lazo, incluso en términos de
una cercanía, que se conjuga con la indiferencia de una manera quizás
forzada, pero eficaz. El macrismo-neoliberalismo, impone lo común y
tiene su propia versión de la “amistad social”, que es un vínculo
fundado en el respeto a lo de cada uno, que incluso tiene sus versiones
cool y su racimo de emociones.

Entonces, a esta propuesta hay que oponerle no sólo una versión del
“todos” y la “hermandad”, sino unas ideas de cómo cada cual puede
mantener la vincularidad y la singularidad personal en lo colectivo.

142
Necesitamos una versión nuestra para comprender y contener lo
individual y lo personal. La noción de amistad social tal cual la propone
Francisco, en gesto, pastoreo y propuesta y palabra, tiene algo para
decir allí. Porque el amor político cristiano, más propiamente
evangélico, es personal y personalizante, y concibe la comunidad y lo
colectivo tomando también “el uno por uno”, el “cada cual”. Es el
prójimo pero es también el “como a ti mismo”.

En segundo lugar porque, si lo de arriba es así, nuestra energía y


práctica militante, que es un diferencial propio del campo nacional y
popular y de la fuerza política que lo expresa, tiene que encontrar una
capilaridad, una diversificación, una cercanía práctica, que acompañen
a la justicia social con reconocimiento y ternura, en unos tonos que no
siempre hemos tenido. En la larga historia del peronismo, la figura de
Eva Perón permanece allí como inspiración y referencia que combina el
uno por uno y el todos, la justicia y la ternura, lo aguerrido y la cercanía.
La energía militante y la fuerza política que se plasma en ella, va a
necesitar en este tiempo de pandemia y post pandemia, un ejercicio de
cercanía y amabilidad, de “samaritanismo” diría seguramente
Francisco, muy potente y cuantioso. Ser “compañeros” va a ser
interrogado otra vez por el desafío de ser “amigos” con las
connotaciones de amabilidad y afecto personalizado en la práctica
política que son propias de la palabra amistad.

En tercer lugar, ya que la grieta, la fractura y el odio siguen siendo


gramáticas y prácticas, acaso no generalizadas ni masivas, pero sí
presentes y, en todo caso, propuestas una y otra vez por los aparatos
políticos y culturales como las ideas ordenadoras más disponibles y
“realistas” para la sociedad, vale hacer el esfuerzo de poder ver el
reverso de la efectividad de estos conceptos, hacer otra versión de los
mismos desde la idea de amistad que ellos encubren y distorsionan.

La grieta, que oculta y deforma los verdaderos conflictos, es horrible y


tenebrosa. Envenenadora y mortífera. Pero, como contrapartida, ofrece
fluidamente la idea de un conflicto entendible e inmediato, y unas
formas de “pertenecer” a una (parte de la) comunidad. La fractura y
fragmentación social que se proponen como modelo, vienen a “tapar” el
hecho de que nuestra sociedad está rota y herida, y que todos lo
estamos. “Sublima mal” esa cuestión y la pone en escena de manera
desviada. Y el odio es un sentimiento detestable pero intenso: por eso

143
habrá que proponer una amistad política con la misma temperatura y
potencia, con la misma capacidad de hacer lazo social, pero orientada
de otro modo.

ELEGIR LA AMISTAD
Hay quien dice que Francisco prefiere el término amistad social al de
“reconciliación”. Esa otra palabra tan cargada de controversia en
nuestra Patria y en nuestra historia. Tomando toda la densidad histórica
de nuestros dramas, encuentros y desencuentros, asumiendo las
exigencias inmensas de la inflexión histórica y política que nos toca
vivir, con la pandemia como acontecimiento singular que nos deja
desnudos unos frente a los otros, si somos capaces de ver nuestra
fragilidad y la de la tierra que habitamos, es una oportunidad para elegir
la amistad. Para pensarla y politizar. Para practicarla, articularla,
organizarla. Hagamos de sus emociones y colores, de su música que
nos desborda y que impregna nuestra cultura, un vector de la acción,
un tono de la palabra y un factor de construcción y orientación.

Estamos en un mundo y en un momento histórico donde faltan textos


orientadores. Todo es balbuceo. Una encíclica es un modo de la
palabra y de la escritura que todavía se anima a afirmar con
contundencia y sistematicidad, con fuerza moral y alcance universal,
con encarnadura y trascendencia, criterios fuertes que van a
contracorriente del amor mercantilizado.

Por eso pensamos que va a ser bueno poder recibir la próxima


encíclica del Papa, y lo que propone desde el vamos con su título
“Hermanos todos”, como otra manera de ponernos “la patria al hombro”.

20/09/2020

144
CURAR EL MUNDO
Una catequesis de cuidado, amor expansivo,
diversidad solidaria y justicia social
El próximo 3 de octubre, Francisco firmará su tercera encíclica, la
primera después de Laudato si’. Vuelve a Asís para darla a conocer,
vuelve sobre el otro Francisco, y con una cita suya, “hermanos todos”,
titula la encíclica. En los meses de la pandemia, el Papa fue
elaborando, en sus diferentes intervenciones, insumos que
seguramente aparecerán en los documentos. Lo que compartimos aquí
son reflexiones a partir de las catequesis que Francisco comparte todos
los miércoles en las audiencias generales, en un ciclo de intervenciones
con el título “Curar el mundo”. “Hermanos todos” y “Curar el mundo” son
dos invitaciones, dos afirmaciones y dos motivos que dialogan entre sí.
Preparándonos para la recepción del nuevo mensaje, compartimos un
aporte sobre las catequesis de ese ciclo.

La cura de la enfermedad es central en la perspectiva cristiana. Jesús,


que desconoce el concepto de “alma” tal cual lo solemos usar, se hace
famoso con milagros materiales y corporales. Multiplica panes,
convierte agua en vino y, muy especialmente, cura enfermos. Sana. De
manera muy corporal e inmediata: tan palpable como los panes y los
peces. O las heridas. Exorciza poseídos. Llegado el caso, resucita
muertos.

Así es la idea de redención. Curar, sanar, salvar, rescatar. Levantar.


También, como literalmente se encuentra en “curar”, se trata de cuidar.
Y esa resonancia complementaria de alerta (guarda) y de protección e
incluso de vigilancia (custodia). Terapia y clínica también.

Catequesis significa “susurro”, rumor. Palabra al oído. Invitación. “Nadie


se salva solo” es una consigna simple y revulsiva que está en el núcleo
de la política actual y sus tensiones. Es una frase de Francisco. Lo que
es escuchado como susurro, debe gritarse como acción. Y hacerse

145
como caricia. Y como milagro también. La curación es de palabra y de
cuerpo, de materia y espíritu. Pero es realidad efectiva, o no es. Sólo
así vale como promesa. Y viceversa.

CURAR EL MUNDO
En los días de la pandemia, y como preparación a su encíclica “Fratelli
Tutti/Hermanos todos”, este Papa que lleva el nombre del gran curador
-por reconstructor, que es otra resonancia de la palabra-, que fue
Francisco de Asís, planteó en sus intervenciones que hace todos los
miércoles en la audiencia general -llamadas “catequesis”-, una serie de
reflexiones con el título, justamente, de “Curar el mundo”.

De algún modo, esta invitación es la contrapartida, la motivación, el


sentimiento, la razón y el resultado de que somos hermanos. Porque
compartimos el mundo.

Notar esto. Francisco señala siempre la “mundanidad” como el peor de


los males. Y en ese camino muchas veces se lo suele acusar de
retrógrado y conservador. Sin embargo, en la diferencia entre
“mundanidad” y “mundo”, está la tarea concreta y el resto de distancia,
para poder disfrutar un mundo compartido como casa común.

La invitación es esta: notar el punto donde, sustraídos de la aplanadora


de una subjetividad de consumo que nos hace al mismo tiempo
víctimas y engranajes intercambiables, sucede ese momento de
sustracción y ternura donde podemos recordar, también a la vez, que
tenemos una tarea compartida de cuidado y un mandato político con el
nombre mismo de la fraternidad.

Las religiones, el cristianismo, el evangelio y la Iglesia (se puede tomar


cualquier nivel) con todos sus límites y perversiones, contienen algo de
ese resto como memoria y tesoro. Por eso el Papa recorre en sus
catequesis los núcleos de lo que en su tortuosa y larga marcha se ha
plasmado en el pensamiento católico de lo social.

146
La tarea posible es traducirlos a nuestra propia situación y nuestras
matrices políticas concretas, del campo popular en sentido amplio y de
cada corriente en particular. Y muy especialmente a la construcción
política concreta que debe incluir a todos en la Argentina que nos
enfrenta otra vez a operativizar un “todos” abierto y unido a la vez,
atravesado por los antagonismos propios de nuestra sociedad. No hay
que ser muy perspicaz para saber cómo estos planteos se imbrican en
nuestras historias y doctrinas.

La fuente está abierta otra vez, disponible. Contradictoria. Exigente.


Limitada también, porque Francisco es el Papa, no el mesías. Y el
mismo mesías diría, como lo hizo efectivamente: son ustedes los que
deben leer las señales del tiempo y reconocer una fuerza. Intuiciones
hay.

—–

“Una sanación física y espiritual, todo junto, fruto de un encuentro


personal y social. Imaginamos cómo esta amistad, y la fe de todos los
presentes en esa casa, hayan crecido gracias al gesto de Jesús. ¡El
encuentro sanador con Jesús!”

“A lo largo de los siglos, y a la luz del Evangelio, la Iglesia ha


desarrollado algunos principios sociales que son fundamentales (cfr
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160-208), principios que
pueden ayudarnos a ir adelante, para preparar el futuro que
necesitamos. Cito los principales, entre ellos estrechamente
relacionados entre sí: el principio de la dignidad de la persona, el
principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los
pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio
de la solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de
nuestra casa común. Estos principios ayudan a los dirigentes, a los
responsables de la sociedad, a llevar adelante el crecimiento y también,
como en este caso de pandemia, la sanación del tejido personal y
social. Todos estos principios expresan, de formas diferentes, las
virtudes de la fe, de la esperanza y del amor”.

147
“Esta cultura de la indiferencia que acompaña la cultura del descarte:
las cosas que no me tocan no me interesan. La fe siempre exige que
nos dejemos sanar y convertir nuestro individualismo, tanto personal
como colectivo; un individualismo de partido, por ejemplo.”

Francisco, audiencia general


Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 5 de agosto de 2020

FE Y DIGNIDAD HUMANA
“Tu fe te ha salvado”, cuenta el Evangelio que fueron las palabras con
las que Jesús se dirigió a la mujer que necesitaba curarse. El mensaje y
los gestos de Jesús reformularon los códigos y modos en que se
concebía la salvación y la dignidad. La curación física y corporal de
Jesús era también una redención a través de la mirada. Jesús
habilitaba (y habilita) un recomienzo que comienza con el
reconocimiento del valor de la vida del que sufre. Un Dios cercano,
misericordioso y de amor implicaba un reencuentro de cada uno con su
propia dignidad. Empezando por el último para llegar a todos, era el
criterio.

La dignidad humana como valor es el núcleo de las discusiones en


torno a los modos de enfrentar la pandemia desde lo público. ¿Qué se
cuida? ¿Qué se privilegia? ¿A quiénes? ¿Qué es lo prioritario?
Preguntas que, en otro registro, y en particular el del Papa, tienen por
detrás: ¿Qué es lo sagrado en todo esto? El modo en que se responde
a estos planteos corresponde a una ética política, conjugada también
con tradiciones e imaginarios de cada sociedad. Y también a su
experiencia histórica, sobre cómo distribuir los bienes, el trabajo, el
poder, la tierra y -en última instancia- los destinos.

Pero junto con esto, la pandemia también ha demostrado que la


dimensión individual -en tanto agencia de los sujetos- tiene
consecuencias en el conjunto. Las discusiones y dilemas respecto a
cómo encarar las medidas sanitarias como el aislamiento social,
contemplando la angustia personal con el cuidado hacia el otro, deja un
aprendizaje respecto a la “atención, cuidado y estupor” que demanda

148
una vida en sociedad y de encuentro. Salir mejores responde
principalmente a cómo se conjugan ética personal, conflicto social,
distribución material y felicidad popular. Cómo se reparte la vida.

—–

La pandemia ha puesto de relieve lo vulnerables e interconectados que


estamos todos. Si no cuidamos el uno del otro, empezando por los
últimos, por los que están más afectados, incluso de la creación, no
podemos sanar el mundo.

El coronavirus no es la única enfermedad que hay que combatir, sino


que la pandemia ha sacado a la luz patologías sociales más amplias.
Una de estas es la visión distorsionada de la persona, una mirada que
ignora su dignidad y su carácter relacional. A veces miramos a los otros
como objetos, para usar y descartar. En realidad, este tipo de mirada
ciega y fomenta una cultura del descarte individualista y agresiva, que
transforma al ser humano en un bien de consumo.

Esta renovada conciencia de la dignidad de todo ser humano tiene


serias implicaciones sociales, económicas y políticas. Mirar al hermano
y a toda la creación como don recibido por el amor del Padre suscita un
comportamiento de atención, de cuidado y de estupor.

Francisco, audiencia general


Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 12 de agosto de 2020

EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES Y LA VIRTUD


DE LA ESPERANZA
La materialidad de los bienes, la espiritualidad de su disfrute y la
concepción sobre su destino delinean el que quizás sea el punto más
revulsivo para el capitalismo contemporáneo y sus pensadores-
mediadores culturales y políticos: el límite a la propiedad privada, o
dicho por la positiva, el destino universal de los bienes.

149
Es la contrapartida económica y en ese sentido totalmente política de la
hermandad de todos. Y más allá de que para muchos es un planteo
“no-lo-suficientemente revolucionario” guarda, incluso en lo que pueda
tener de ambigua su formulación, un criterio disruptivo que cuestiona al
fondo la matriz del capitalismo. Uno de los puntos nodales, unas de las
divinidades del capitalismo como religión: la propiedad entendida como
intocable.

En nuestra tradición política popular hay fuerte memoria, doctrina,


experiencia y controversias, plasmaciones y límites, para la aplicación
de este criterio.

Hoy, en un momento donde “las dos pandemias” (la del virus, la del
neoliberalismo y, quizás también la tercera, la de la indiferencia
existente e inducida) ponen de manifiesto la necesidad de plasmar
políticas públicas, construcción comunitaria, acción política e
intervención estatal para distribuir la riqueza y componer un país no
sólo más justo, sino efectivamente viable “con todos adentro”, el destino
común de los bienes es el nombre de un criterio directamente asociado
a la esperanza que tenemos que plasmar en la acción colectiva y las
prácticas militantes.

La esperanza es aquello, como ha dicho Francisco reiteradamente en la


pandemia, que se diferencia de la ilusión. Y también del mero
optimismo. La esperanza por un lado es una apuesta subjetiva personal
y colectiva, y por otro lado es una promesa que se construye en la
acción, la cercanía y lo concreto.

Todo gesto, propuesta, argumental y cosa concreta que hagamos,


debería tener el criterio de sembrar, ampliar y plasmar el destino
universal de los bienes, la posibilidad esperanzada de su disfrute y la
promesa aglutinadora y convocante, de reconocimiento de lo que puede
ser y lo que podemos ser juntos: hermanos todos.

—–

150
Estos síntomas de desigualdad revelan una enfermedad social; es un
virus que viene de una economía enferma. Tenemos que decirlo
sencillamente: la economía está enferma. Se ha enfermado. Es el fruto
de un crecimiento económico injusto —esta es la enfermedad: el fruto
de un crecimiento económico injusto— que prescinde de los valores
humanos fundamentales. En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos
poseen más que todo el resto de la humanidad.

Para asegurar que lo que poseemos lleve valor a la comunidad, «la


autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del
bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad» (ibid., 2406)
[1]. La «subordinación de la propiedad privada al destino universal de
los bienes […] es una “regla de oro” del comportamiento social y el
primer principio de todo el ordenamiento ético-social» ( LS, 93) [2]

Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de


personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y
tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia
de un progreso material ilimitado amenaza la casa común, entonces no
podemos quedarnos mirando. No, esto es desolador. ¡No podemos
quedarnos mirando!

Francisco, audiencia general


Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 12 de agosto de 2020

LA SOLIDARIDAD Y LA VIRTUD DE LA FE
Cuando el líder sindical Luis Inácio “Lula” Da Silva llegó a la presidencia
de Brasil en 2003, desafió la lógica hegemónica de los papers
económicos planteando que “los pobres no son el problema, sino la
solución”. Su principal argumento era que, para que el gigante
sudamericano volviese a crecer, era necesario redistribuir en lugar de
ajustar y concentrar. Durante sus años de gobierno, 40 millones de
personas salieron de la pobreza y Brasil creció de manera sostenida.
Esa decisión de reformular la forma social, para acortar las distancias
que separan a unos de otros, chocó con un racismo sedimentado
durante siglos de esclavitud y segregación. La cultura del descarte hoy

151
es la que se reinstaló en Brasil. El modo en que Bolsonaro administra la
pandemia es una explicitación demasiado dramática y cruda de esto.

La tentación del “sálvese quien pueda” es permanente y sutil. Ensayar


respuestas colectivas en momentos críticos implica primero desarticular
nuestro impulso individual -mezquino pero muy instintivo también- para
luego perseverar en una apuesta por el pueblo y una fe en el otro. Es
una revolución de la mirada que implica comprender al prójimo como la
posibilidad de la solución y la fuente de una felicidad, antes que la
amenaza a lo que tengo y soy.

Leonardo Favio decía que “no es posible ser feliz en soledad”.


Francisco presenta la diversidad solidaria justamente como
“anticuerpos” contra la enfermedad del egoísmo, y también de las
estructuras injustas. No se trata de buenas acciones aisladas -siempre
bienvenidas- sino de la comprensión que el bienestar nace de una
sociedad que se concibe como un todo del cual uno es parte,
responsable y protagonista también.

La hiperconcentración de la riqueza, el descarte masivo de vidas


humanas condenadas a la pobreza y la violencia cotidiana, son todos
componentes de una distorsión económica y social que demanda una
solidaridad cotidiana pero también estructural. El proyecto de ley para
que el 1% de la población más rica del país haga un aporte
extraordinario para atender las urgencias de millones que la pasan muy
mal y que pese a eso aguantan, es un ejemplo concreto.
La solidaridad efectiva, esa que nace de darse e impacta en nuestra
comodidad, salva, cura y redime en ambas direcciones. Es un acto de
fe en el otro, de amor a la dignidad humana y también de búsqueda.
Hay una felicidad que está más allá del homebanking y que tiene que
ver con saberse pueblo y hermano de todos.

—–

“La pandemia actual ha puesto de relieve nuestra interdependencia:


todos estamos vinculados, los unos con los otros, tanto en el bien como
en el mal. Por eso, para salir mejores de esta crisis, debemos hacerlo
juntos. Juntos, no solos, juntos. Solos no, ¡porque no se puede! O se

152
hace juntos o no se hace. Debemos hacerlo juntos, todos, en
solidaridad.”

«La palabra “solidaridad” está un poco desgastada y a veces se la


interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de
generosidad. ¡Es más! Supone crear una nueva mentalidad que piense
en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la
apropiación de los bienes por parte de algunos» (Exhort. ap. Evangelii
gaudium , 188). Esto significa solidaridad. No es solo cuestión de
ayudar a los otros —esto está bien hacerlo, pero es más—: se trata de
justicia (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1938-1940).

“Diversidad y solidaridad unidas en armonía, este es el camino. Una


diversidad solidaria posee los “anticuerpos” para que la singularidad de
cada uno — que es un don, único e irrepetible — no se enferme de
individualismo, de egoísmo. La diversidad solidaria posee también los
anticuerpos para sanar estructuras y procesos sociales que han
degenerado en sistemas de injusticia, en sistemas de opresión (cfr.
Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 192). Por tanto, la
solidaridad hoy es el camino para recorrer hacia un mundo post-
pandemia, hacia la sanación de nuestras enfermedades interpersonales
y sociales. No hay otra.”

Francisco, audiencia general


Patio de San Dámaso
Miércoles, 2 de septiembre de 2020

AMOR Y BIEN COMÚN


Viralizar el amor. Un amor generativo. “Perdonar es la enfermedad de
Dios” ha dicho el Papa. El amor es otro nombre de lo mismo: “Soy el
remedio sin receta y tu amor mi enfermedad”.

El amor inclusivo sana, dice Francisco. Un amor que siendo siempre


singular se proyecta de forma abierta y disponible. Algo de eso también
señala la categoría de “soledad común” de la que habla Jorge Alemán,
y con la que resuelve -siempre en tensión- lo más personal y lo más
colectivo, lo más íntimo y lo más exterior, lo que siendo singularísimo
nos hace iguales a todos: el deseo de amar y ser amados. Estos son
criterios existenciales y políticos a retomar y plasmar. Criterios que

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también son de economía, de cultura, de vinculación, de práctica. De
política.

El amor puede generar estructuras, dice el Papa. Cuando uno lee una
frase de este tipo, no puede dejar de sentirla como cursi, blanda,
ingenua, incluso banal. Pre-política, irracional, antigua, tonta, inasible:
suena difícil. Quizás entonces, no esté de más poner esto en clave
interrogativa. ¿Puede el amor generar estructuras y realidades
políticas? ¿Bajo qué condiciones reales? ¿Qué es necesario para que
esto sea posible? ¿Con cuáles límites?

También vale hacerse la pregunta, ante la duda que pueda


presentarnos esta relación difícil entre amor y política, si acaso hay
alguna política o realidad histórica debajo o dentro de la cual no haya
una idea del otro, de los otros, de la humanidad, de lo que nos une.
Otra vez vamos a la encíclica: “Hermanos todos” puede parecer una
mera consigna, inoperante, abstracta. Pero si esto es así, ¿cómo
podemos separar las políticas actuales de consignas como “la sociedad
no existe, solo existen individuos” -de Margaret Thatcher- u otras
menos famosas pero no menos eficaces? No debemos subestimarlas.
La concepción de unidad y la unidad de concepción que tengamos
sobre qué somos y qué podemos ser, los modos de imaginar, de
proveer imágenes-consignantes que tengamos en este tiempo, son
fundamentales.

Como el amor mismo, estas imágenes son tarea, trabajo artesanal e


ingeniería. Creatividad -Francisco insiste en esta pandemia con esta
apelación y exigencia de crear- como inspiración pero también como
transpiración y trabajo arduo. Y combate. Remar y crear en medio de la
tempestad, y no un sentimiento blando, el amor. Decisivo, como dice el
Papa en el texto.

—–

Amar a todos, incluidos los enemigos, es difícil — ¡Diría que es un arte!


—. Pero es un arte que se puede aprender y mejorar. El amor
verdadero, que nos hace fecundos y libres, es siempre expansivo e
inclusivo. Este amor cura, sana y hace bien. Muchas veces hace más
bien una caricia que muchos argumentos, una caricia de perdón y no
tantos argumentos para defenderse. Es el amor inclusivo que sana.

El amor no se limita a las relaciones entre dos o tres personas, o a los


amigos, o a la familia, va más allá. Incluye las relaciones cívicas y

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políticas (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica [CIC], 1907-1912),
incluso la relación con la naturaleza (Enc. Laudato si’ [LS], 231). Como
somos seres sociales y políticos, una de las más altas expresiones de
amor es precisamente la social y política, decisiva para el desarrollo
humano y para afrontar todo tipo de crisis (ibid., 231).

Un virus que no conoce barreras, fronteras o distinciones culturales y


políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, fronteras o
distinciones. Este amor puede generar estructuras sociales que nos
animen a compartir más que a competir, que nos permitan incluir a los
más vulnerables y no descartarlos, y que nos ayuden a expresar lo
mejor de nuestra naturaleza humana y no lo peor.

Francisco, audiencia general


Patio de San Dámaso
Miércoles, 9 de septiembre de 2020

CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y ACTITUD


CONTEMPLATIVA
Un canto de alabanza de San Francisco de Asís es el punto de partida
desde donde Francisco, el del siglo XXI, se para a hablarle al mundo.
La fraternidad nace de una revelación, de una verdad que se revela y
que transforma el modo en que miramos el mundo y a los demás. La
epistemología tecno-burocrática ofrece una distancia analógica con la
naturaleza, que funciona como un engaño respecto a los límites que la
materialidad del ambiente efectivamente nos presenta. El futuro
demanda reformular nuestro vínculo con la madre tierra.

Porque justamente la naturaleza nos da un punto de encuentro como


iguales -en origen y destino-. Detener la voracidad del ethos capitalista
implica poder contemplar la abundancia que se nos es gratuitamente
ofrecida, si la sabemos apreciar y compartir, y ponerla en clave de
destino universal. Hay que universalizar la belleza y la abundancia. Hay
para todos y mucho, siempre y cuando estemos dispuestos a compartir
como hermanos y hermanas.

Esta fraternidad y solidaridad también implica a los que estuvieron y a


los que vendrán. Solidaridad intergeneracional, la llama el Papa, para
explicar que “curar el mundo” no es tarea de una sola generación. Pero

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el tiempo verbal siempre es el presente. Hoy es siempre todavía, toda
la vida es ahora.

—–

El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo


salud y esperanza (cf. Enc. Laudato si’ [LS ], 70). Cuidar de quien está
enfermo, de quien lo necesita, de quien ha sido dejado de lado: es una
riqueza humana y también cristiana.”

La contemplación, que nos lleva a una actitud de cuidado, no es mirar a


la naturaleza desde el exterior, como si no estuviéramos inmersos en
ella. Pero nosotros estamos dentro de la naturaleza, somos parte de la
naturaleza. Se hace más bien desde dentro, reconociéndonos como
parte de la creación, haciéndonos protagonistas y no meros
espectadores de una realidad amorfa que solo serviría para explotarla.

Contemplar y cuidar: ambas actitudes muestran el camino para corregir


y equilibrar nuestra relación como seres humanos con la creación.
Muchas veces, nuestra relación con la creación parece ser una relación
entre enemigos: destruir la creación para mi ventaja; explotar la
creación para mi ventaja. No olvidemos que se paga caro; no olvidemos
el dicho español: “Dios perdona siempre; nosotros perdonamos a
veces; la naturaleza no perdona nunca”

Francisco, audiencia general


Patio de San Dámaso
Miércoles, 16 de septiembre de 2020

27/09/2020

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FRATELLI TUTTI
Para despertar nuestra humanidad
El Papa Francisco fue a Asís, a la tumba de Francisco, el otro, el Santo
-el “Poverello”, cuya fiesta se celebra hoy. En la cripta que está abajo,
como en la base-raíz de la basílica más bella del mundo, dio misa con
un puñado de gente y no predicó: homilía cero. Al final, en silencio,
firmó la nueva encíclica.

Hay un mensaje ahí, en ese silencio. Sobrio y cordial, siguiendo la vieja


liturgia de la mesa. Sin mitra ni ornamentos. Sólo habló para agradecer
a los traductores. Del y al español, más especialmente aún.

Es sabido que el hombre labra sus gestos como talla sus palabras.
Gestor de escenas y señales. El lugar, la presencia, el gesto, las
palabras mínimas, el pulso y la presión de un tiempo bravo, sobre el
fondo cierto de un gran silencio. Y sobre los sonidos del silencio, las
palabras esenciales, como reconocimiento y exigencia: Fratelli Tutti.
Hermanos todos.

Take my arms that I might reach you, but my words like silent raindrops
fell, and echoed in the wells of silence, within the sound of silence.

CONCEPTOS CLAVES Y PROBLEMÁTICOS.


EL AGUJERO DE LA MODERNIDAD
Fratelli Tutti es la tercera encíclica de Francisco. La primera “carta
circular” después de su principal escrito social, Laudato si’: sobre el
cuidado de la casa común.

Los debates en torno al lenguaje inclusivo, que surgieron porque la


traducción a diversos idiomas plantearon la pregunta respecto a si las
hermanas -las sorelle- estaban incluidas en la invitación, pusieron en
evidencia algo importante. Tanto la idea de fraternidad (sororidad) como
la de todos (en el sentido de inclusión o el de totalidad) son cuestiones
controversiales en nuestro momento histórico.

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Además de mostrar el modo complejo y desafiante, pero a veces
también empobrecido, en que se dan hoy los debates, lo fuerte es esto:
“hermanos” y “todos” son palabras inconclusas. No sólo y, quizás no
tanto, por lo que la mezcla de lucha por la inclusión le interroga, sino
porque la “hermandad” y el “todos adentro” son cosas que la
modernidad y su primo, el capitalismo, no logran articular y por eso
niegan, expulsan y tergiversan.

Las mejores tematizaciones emancipadoras del trilema igualdad-


libertad-fraternidad, llegan en sus versiones más valientes a la
“egaliberté” -la conjugación de libertad e igualdad que formuló Etienne
Balibar-. Pero a la fraternidad/sororidad la dejan, por casualidad o por
definición, en el camino (véase más abajo el punto sobre la parábola
del buen samaritano, narrativa sobre lo que queda al costado del
camino y de la necesidad de “detenerse-desviarse”).

Los derechos humanos, la democracia representativa, incluso el estado


de bienestar y, en todo caso, las “mejores” modalidades de la síntesis
capitalismo-democracia que dominan nuestro mundo tienen problemas
con la fraternidad. Suponen que “todos entran”, que todos son sujetos
de derechos humanos. Pero en última instancia sólo consideran
realmente humanos a los ciudadanos - “domiciliados”- y a los
propietarios.

Todo esto dicho sin olvidar que lo que domina y lo que emerge hoy, de
aquel bello lema de tres, está bastante lejos de esas “mejores
versiones” porque el capitalismo financiero y la democracia
parlamentario-mediático-mesocrático-corporativa se muestran cada vez
más con la cara monstruosa de algo que llamamos fascismo. Lo
llamamos así porque así denominamos, bien o mal, a lo peor que
recordamos de la historia reciente. Pero puede que sea, lo que viene,
algo peor.

Del mismo modo que vuelve a ese preámbulo del renacimiento y la


modernidad que fue el santo de Asís, el hijo del mercader de telas que
se desnudó de todo y se vistió de harapos para cantar, Francisco de
Roma vuelve a la falla de origen de la modernidad. Su planteo, quizás,
es que ahí está lo que la puede reinventar o enterrar para renacer (en
un punto, es lo mismo).

El “todos” no está completo si se olvidan las víctimas. La hermandad es


apenas complicidad mercantil si no se comparte con los últimos. La
inclusividad que se plantea se centra en esto.

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LAUDATO SI’, PERO SOBRE TODO “HERMANOS TODOS”
“Grito de la tierra, grito de los pobres” es la frase que sintetiza la
operación que desplegó la Laudato si’. Esa encíclica es un mensaje
dirigido al conjunto de la humanidad pero con especial incidencia en los
debates ambientales de las sociedades donde los problemas urgentes
de la vida –tierra, techo y trabajo– se encuentran prácticamente
resueltos. Desde la periferia se sabía que era necesario embarrar la
“agenda verde”, no para complicar su avance sino para llenarla de la
exigencia de las injusticias, clamores y luchas de los que viven en el
barro, comen de lo que se descarta y se enferman con el plomo del
agua contaminada.

Ese texto potente, y a la vez muchas veces pasteurizado, toma un


nuevo impulso y se complementa con Fratelli Tutti. La amistad social y
el encuentro entre los pueblos es la raíz y punto de partida del cuidado
de la Casa Común, justamente porque de la unión verdadera entre
hermanos y hermanas se nutre un hogar, el habitar juntos.

Por eso, Fratelli Tutti (FT) es el reverso, la continuación, el fondo y el


horizonte de Laudato si’: el nombre de su politicidad interior y exigencia
exterior, para indicar a todos, advertir a los “lavados” y atarear a los
entusiasmados.

También es un mensaje a la comunidad internacional: un llamado, un


recuerdo y un acento a la dimensión universal (FT 128). Dirigido a los
Estados, organismos internacionales y también a las grandes
religiones. Reconociendo que estas son en gran medida la fuente de las
ideas, pasiones y sensibilidades de los pueblos, y por eso mismo
responsables de lo que inspiran. Es necesario reconstruir un mundo
más allá de la lógica de los “socios”, que implica siempre un cálculo,
para avanzar hacia un hermanamiento de las prioridades y objetivos de
la humanidad. No hay posibilidad de desactivar la cultura del descarte
que amenaza la vida en la tierra sin una reformulación del modo en que
se concibe al otro. El otro, el prójimo: ya sea que se trate de personas,
pueblos, países o criaturas.

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PRECISA, CONCISA Y ABARCATIVA. SOBRIA Y POPULAR
Cada párrafo tiene una idea precisa y clara. El texto proyecta una
sobriedad que la potencia como hoja de ruta. Hay una preocupación
especial en no abundar en los diagnósticos técnicos, sino más bien
abarcar la complejidad de la crisis que atravesamos a través de
categorías amplias y a la vez operativas.

Por eso abundan en el texto expresiones singulares, imágenes


concretas y análisis compactos. El apartado en el que aborda la
categoría de “populismo”, el concepto político más controversial y
potente de las últimas décadas, se destaca y sirve de ejemplo. Hay una
dedicación especial por explicar y decodificar esa categoría, tomada por
el discurso hegemónico para impugnar el protagonismo popular. El
objetivo es rescatar el concepto de pueblo de la lógica binaria -la grieta,
puesto en términos locales-.

Francisco insiste en señalar que “pueblo” es una categoría mítica y no


sólo lógica. Renueva su apuesta por esta categoría abierta y abarcativa
como una necesidad para hacer frente al ethos liberal que no puede ver
más allá del individuo y se refugia en lo instrumental. Trabajo,
organización y comunidad, palabras muy nuestras, vuelven a ser parte
de la hoja de ruta que propone para salir mejores.

SITUADA, PERIFÉRICA, ARGENTINÍSIMA Y UNIVERSAL:


SINGULARIDAD DESBORDADA
A primera vista, con menos manos de expertos y terceros que Laudato
si’, FT tiene el lenguaje de Francisco, los temas nuestros y la impronta
del modo latinoamericano y contemporáneo-memorioso de este país
roto y esperanzado. El nuestro.

Podemos ver los temas y su enfoque como escritos en cualquier


pueblo, barrio, camino o subte de acá. Pero esto no debe neutralizar la
potencia, suponiendo literalidades y guiños al cortoplacismo oportunista
de los intérpretes locales -de todos los campos-, de lo que dice el Papa.
El texto tiene una raigambre, la de la experiencia de su autor, y una

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intencionalidad, la de alguien que escribe para todos porque primero
ama a su Patria y no cambia su pasaporte.

Puede verse claramente cuando habla de costos laborales, de


reconciliación y memoria, o de miedos y polarizaciones. Al mismo
tiempo, no es novedad que estos son fenómenos globales: por eso lo
que dice Francisco interroga, confirma y desafía al pensamiento
popular, político, histórico, cultural y más aún a la práctica misma de
todos los de acá, desde un lugar que le es tan íntimo como lejano. Si se
hace el esfuerzo y se tiene la valentía, se puede ver en FT un modo de
construir un frente con todos, desde la práctica ética básica, universal e
inabarcable de estar frente a frente, unos con otros y nosotros frente al
mundo. Sale de acá, le habla al mundo, podemos escucharla como un
acorde universal de lo nuestro, que invita a que toquemos nuestra parte
en la sinfonía de la historia, del mundo e, incluso, del cosmos.

LA “SAMARITANÍA” COMO PIEDRA ANGULAR Y UNIDAD


BÁSICA DE LO SOCIAL, LA ÉTICA Y LOS PROYECTOS
En el centro de FT está la parábola del buen samaritano. Ahí hay un
llamado a reconocerla, reencontrarla y re interpretarla como una
narración olvidada de lo que podríamos ser.

Si uno le pregunta a los grandes pensadores locales o internacionales,


o a los que fungen de tales, difícilmente la citarán. Ya sea que se trate
de los nihilistas irónicos o de los que hablan de teología política, la
desconocen en el doble sentido de la palabra. No la conocen y/o la
niegan, y a veces las dos cosas.

No es casual. En la parábola del buen samaritano, los que “fracasan”


son los que “saben”. Los que saben del saber o los que saben de la ley.
Pero también, atenti, los que saben de religión. Son los que saben pero
no se salen del camino. No hacen. No saborean, y por eso no abrazan.
No besan.

El caído es tu prójimo. Y también el que levanta al caído se hace


prójimo. Esa es la respuesta de Jesús, porque la parábola del buen
samaritano es la contestación a la pregunta de uno que quería saber
quién era su prójimo. Jesús responde con su magia, su espada y su

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poesía de precisión: no es el que sabe, no es cuestión de “ser”. El que
levantó al chico, ese que además era un extranjero, un impuro, ese es
el que encuentra a su prójimo. Ese es. El que hace.

FT es el “quehacer” de Francisco. No tanto el “cómo”. Para eso confía -


con más o menos razón- en que con orientar, con un “es por acá”,
bastará. Lo hace justamente en un momento donde incluso los mejores
esperan indicaciones literales, del campo del saber, de lo dado. Pero
hay que confiar en que habrá quienes sepan ver lo que el dedo señala y
mandar a hacer. En cuanto a por dónde empezar tan incierta tarea, no
es difícil, lo dice la parábola: desviarse del camino, y levantar al caído.

FRANCISCO Y FRANCISCO
Por todo eso, la parábola del buen samaritano es una pieza central de
nuestra civilización. Sin embargo, a los organizadores contemporáneos
del sentido -expertos, filósofos, analistas, periodistas- les cuesta. La
niegan, la suelen disolver o ignorar. A “los modernos”, sean
deconstructores o conservadores, de izquierda o de derecha, les cuesta
digerir lo que viene de Jesús de Nazaret. Lo que ahí “se cifra”, no lo
ven.

Francisco lleva el nombre del santo que más que ninguno buscó ser un
Cristo otra vez. El que quería que el Evangelio, simplemente, fuera la
regla organizadora de lo institucional (en ese momento, su orden, la de
los hermanos menores). Por eso este Francisco señala al otro, al de
Asís: porque aquel Francisco es “un segundo Cristo”.

Es un señalamiento para la modernidad en el tiempo y para occidente


en el espacio. Y en ese mismo movimiento lo es para la Iglesia que
Francisco pastorea.

Lo que hay es una propuesta de santidad histórica. De modelo de


humano. De biografía y aventura existencial. Medirse con Francisco de
Asís es una jugada exigente. No es raro que derive en acusaciones de
insuficiencia. Eso está en el inicio del movimiento. Pero el impulso vale
el riesgo. Aspirar a menos, en una situación de peligro como se vive, es
fracasar justamente por pretender un éxito más seguro.

162
UNA NUEVA ARQUITECTURA GLOBAL
SOSTENIDA EN LA BELLEZA DEL ABRAZO
FT interpela al sistema mundo desde la “unidad básica” de práctica que
es la amistad. Francisco vuelve a señalar los límites evidentes de un
paradigma que subordina la política a los mandatos económicos y
advierte, una y otra vez, que estos últimos derivan de un pensamiento
fatal, de algún modo, una “fe” o, más bien, una idolatría. Al resultado de
este paradigma lo llama “poder obsoleto” ya que una y otra vez se
demuestra incapaz en resolver los grandes conflictos humanos, en el
mismo movimiento en que es eficaz para resguardar las libertades y
privilegios de unos pocos poderosos.

“Valentía y generosidad”, son las actitudes que se demandan para


romper esta lógica que asfixia cualquier aliento que busque una
distribución fáctica de los poderes. También se necesita regenerar el
valor de los acuerdos. La tentación de apelar al derecho de la fuerza
más que a la fuerza del derecho es constante y se juega en todos los
planos. Se necesitan gestos heroicos, en lo poco y en lo mucho, que
desmonten el espiral ascendente del ojo por ojo y diente por diente.

“Homo homini lupus” -el hombre es un lobo para el hombre- fue el modo
en que Hobbes describió el estado de naturaleza humana. Ese fue el
fundamento sobre el que erigió un orden político y social del poder
absoluto. En tiempos en que el desorden global se acentúa y los
conflictos sociales se agudizan, la figura del Leviatan vuelve a asomar
la cabeza. Imaginar respuestas más allá de la bestia marina implica un
desafío místico y político.

El abrazo de Francisco de Asís y el lobo puede ser la imagen del


entendimiento entre el sin sentido del amor al enemigo y el instinto
animal que también nos habita. Avanzar en esa dirección, llena de
adrenalina y riesgos, es quizás la única forma de desactivar la pulsión
tanática que se está llevando puesto todo. También el modo de mostrar
la belleza de la que todavía es capaz nuestra humanidad.

163
APERTURA, IDENTIDAD Y LEGADO
“Ponerse en salida”. La indicación que el Papa planteó primero hacia
adentro de la Iglesia (en Evangelii Gaudium) ahora la proyecta hacia la
humanidad en su conjunto. No hay posibilidad de regenerar los lazos
entre los pueblos y las personas sin un descentramiento del propio “yo”.
Redobla la apuesta en la apertura hacia el otro como condición
necesaria para generar los reencuentros que la superación de la crisis
demanda (FT 88).

“Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de salar, ¿cómo
podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada”, dice el Evangelio.
“Salir de sí mismo” es un apelo al abandono del narcisismo, no así de la
propia identidad. El “sabor local” es la sustancia de los vínculos y no su
límite. En la tensión entre lo local y lo global se despliega la existencia
actual. Armonizar ambas dimensiones es parte del desafío para no caer
en la “mezquindad cotidiana” ni dejar de tener los “pies en la tierra”.

Pero se necesita dar un salto adelante. Las transformaciones


estructurales que el tiempo histórico demanda implican decisiones
concretas y apuestas compartidas. Horizontes comunes. Despojarnos
de parte de lo que somos, eso que nos tira hacia atrás y nos encierra,
para abrirse a los otros: esa es la condición necesaria para crecer.

Francisco vuelve a señalar con claridad y podría decirlo en primera


persona. La conversión hacia una fraternidad renovada es la invitación
que el Papa propone como respuesta a la crisis de la Iglesia, de
occidente y de la especie humana. Los límites e insuficiencias que se le
puedan encontrar, sea al Papa, al papado o a Fratelli Tutti, muestran a
esta última como parte de su legado. Lo que podemos aprender de todo
eso, y que es una encomienda de tarea propia, no vendrá de ningún
pontífice. Cada cual tiene que hacer lo que tiene que hacer.

Es parte del movimiento con el que el Papa latinoamericano y argentino


entiende las transformaciones: llevarlas a su punto de desborde. No es
casual que allí mismo, quienes entienden que los cambios se hacen de
otro modo, señalen su límite e incluso alguna claudicación. Avanzado

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su papado, ya podemos ver su legado. Tiene forma de límite, señala
una frontera-borde y encarga una acción.

DOCTRINA, DISCERNIMIENTO, DISCIPLINA Y DESBORDE


La función de una encíclica, y más ampliamente la función papal es
tanto pastoral como doctrinal. Pero también es sabido que Francisco
dialoga con la doctrina desde la doctrina misma, en una clave particular:
el discernimiento. La historicidad, la precisión de la situación, la
atención a la singularidad. Criterio ignaciano para un Francisco.

A esta insistencia en el discernimiento como práctica de comprensión y


renovación de la doctrina, FT le suma una tónica de disciplina. De
orientación de la práctica, de ejercicio concreto, de tarea subjetiva y de
sujetos con misiones por delante. De algún modo ya lo había hecho en
las exhortaciones postsinodales de la Amazonia y de los jóvenes.

Es, en ese sentido, una encíclica militante para militantes. En la


eclesiología, “militante” es el conjunto que, acá en la historia concreta,
hace. Transita. FT es para todos los que son militia (“uno de mil”). La
figura de Francisco, el de Asís, le pone a esa invitación algo que lejos
de la soldadesca de algunas figuras denunciadas o progresistas, se
identifica con la alegría y el desborde amistoso, la amabilidad y la
cercanía en lo más simple y concreto. Es un llamado a la santidad
política, con nombre de amistad y perfume de alegría. Al que le quepa
el sayo, que se lo ponga. Amicci tutti.

QUE NO LOS PUEDO CONTAR: INDICACIÓN,


RECORDACIÓN Y PLEGARIA
Una última aproximación al lugar de interrogación ideológica desde la
práctica que entendemos, es FT. Ideológica en el doble sentido de
confrontar a la ideología y por ello mismo, en un punto, constituirse
también ella en una propuesta “contra”-ideológica. Desde nuestro
cantar.

“Tengo tantos hermanos que nos los puedo contar”, dice Atahualpa.
Después de enumerarlos y describirlos, la canción termina como
sabemos: “y una hermana muy hermosa que se llama libertad”. Pero al

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final. La libertad como remate, como conclusión y logro. No antes que
todos los hermanos, sino en el corazón del camino que los canta.

Solo se encuentra la libertad una vez que nos hacemos cargo de los
hermanos que tenemos. Y cuando el camino hace reconocer y desear
otra cosa más: que los hermanos son incontables, que no los podemos
contar. Porque son muchos. Y también porque no hay palabra, ni
lenguaje, ni poesía suficiente que los nombre del todo.

Una vez que ese cuento sin fin se canta y decanta, podemos contar con
una declaración nueva: la de la libertad sobredeterminada y de algún
modo sometida al amor. O las nupcias del amor y la libertad, que
transfigura a ambos. En otras palabras: amistad social.

El neoliberalismo propone y promete a la libertad como piedra angular


de su proyecto de felicidad y, en última instancia, de humanidad,
individual y colectiva. Frente a ese demonio-ídolo de libertad, la amistad
social se propone como práctica básica, como módulo elemental de
acción frente al fetichismo de la mercancía que habita y posee almas
singulares, segmentos sociales y pueblos enteros.

Con esto a la vista, podemos seguir andando, curtidos. Que nadie


quede atrás.

04/10/2020

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FRATELLI TUTTI
Implicancias de una “bomba” conceptual,
espiritual y política
Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y
local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo
cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido.
Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos
corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo
lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano.

Francisco, Fratelli Tutti, 78

Hace tanto frío…


Que no puedo… más que arder…

Gabo Ferro, Volver a volver

La nueva encíclica de Francisco es a la vez una bomba y una botella al


mar. Un grito solitario y un susurro de multitudes. La expresión de un
sueño y una advertencia tremenda. Un escrito personal con una
impronta colectiva y coral.

Al atardecer del jueves 8 de octubre, presentamos la Fratelli Tutti con


más de doscientos fratelli/sorelle, y acá traemos lo que compartimos en
esa tarde de esta primavera difícil y singular.

Las exigencias y las invitaciones de un texto fundamental para el que


quiera verlo, central para el que quiera hacer mundo en el fin del
mundo, y hermoso y alentador para el que quiera actuar, pasando por
la letra para ir al gesto.

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TRADUTTORE / TRADITORE
El Papa tiene una caligrafía muy particular, cuidada y compacta.
Significativa y podríamos decir sintomática. Es un Papa “quirógrafo”: de
los que hacen escritos a mano. Pone su letra en las cosas.

Cuando estampó su firma en la Fratelli Tutti, al pie de la tumba de San


Francisco, simplemente agradeció a los traductores. Esas fueron
prácticamente las únicas palabras que dijo más allá de las propias de la
misa. Como casi nada de lo que dice o hace Francisco va sin intención,
y al mismo tiempo tiene una fuerza de espontaneidad, creemos que en
ese gesto hay algo que rescatar y que nos implica.

No basta escucharlo, citarlo o nombrarlo: al Papa hay que traducirlo.


Esa es la operación. “Traduttore, traditore”, dice un dicho italiano que
Italo Calvino recordaba siempre. “El traductor es un traidor”. Suena raro
porque los traidores tienen -por supuesto- mala fama. Pero el dicho en
verdad quiere señalar que para que algo pueda ser traducido de un
mundo a otro, de un lugar a otro, de una lengua a otra, demanda una
implicación. Si uno traduce literalmente de un idioma a otro, palabra por
palabra o incluso frase por frase, no se entiende nada en el resultado.
Porque se pierde el lazo vital entre la vida y lo que la palabra nomina.

El desafío de traducir el texto implica traccionarlo, tomar decisiones de


interpretación y de situación. Es la única forma de llevarlo más allá y
poder así compartirlo. El traductor debe, de algún modo, ser autor
también. Interponerse, incluso con el riesgo de traicionar el original. Al
mismo tiempo, sólo así se le puede ser fiel. Los traductores deben…
poner también su firma.

El espíritu que queremos compartir es este: ponernos todos y todas, en


traductores y traccionadores de Fratelli Tutti, aun con el riesgo de
traicionar algo del sentido original, pero con la voluntad y decisión de
hacer llegar lo que Francisco dice, a nuevos lugares y sentidos.

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FRENTE A LOS DISCURSOS DE ODIO, FRATELLI TUTTI,
TODOS FRENTE A FRENTE
Francisco eligió el silencio en la presentación de la encíclica. Un poco,
quizás, porque la fuerza inmanente de la cripta del loco de Asís sigue
irradiando un sentido y una belleza que no necesita palabras para
interpelar. Pero quizás también como respuesta a esa comunicación
“constante y febril” que el Papa señala como síntoma de un mundo
sordo, en el cual sólo hay monólogos y nada de diálogo.

Por eso puede decirse que Fratelli Tutti es también una respuesta a los
discursos de odio, a esta nueva forma política que está tomando
relevancia y que exacerba la cultura del descarte. En Europa es una
realidad creciente que presiona y provoca. En nuestra región ya les
conocemos el rostro y sus consecuencias, a la vez que nuestra escena
nacional comienza a ser tensionada por sus voceros locales. Tienen
raíces comunes, agendas compartidas, argumentos similares y
objetivos en común: romper los vasos comunicantes para evitar esa
gran conversación que permita construir una amistad social a partir de
la cual se despliegue un proyecto popular.

Francisco lo sabe y por eso los señala sin entrar en su juego. Su voz no
entra en la economía de los gritos y los insultos. Habla con
contundencia, humanidad y amor, de los grandes temas y de las cosas
más personales. Le habla a la humanidad y a cada uno. Su respuesta
es una nueva invitación a no dejarse tentar por la lógica del odio, que
prolifera como virus en las redes y las pantallas, y apostar por una
fraternidad concreta y valiente.

LA LEALTAD A FRANCISCO DE ASIS,


FIDELIDAD AL ORIGEN
En pocos años, Fratelli Tutti es la segunda encíclica en la historia del
magisterio de la Iglesia Católica cuyo nombre oficial no es en latín.
Laudato si’ fue la primera, en umbro; Fratelli, en italiano. Lenguas
romances, mestizas, como el español. Esto habla de la predilección o
simplemente la inclinación del Papa por las palabras de la calle, las

169
cotidianas, las que habla el pueblo. Las que elige cada uno en su
intimidad para pedir o agradecer. Es una línea pastoral marcada por un
cristianismo mestizo desde el vamos, pero que necesita reconocerse de
nuevo en la mezcla y la traducción.

También es un mensaje de recomienzo, que se sigue desplegando


desde el momento en que el Papa venido del Sur eligió llamarse
Francisco. En el 2013 circulaba un chiste que decía que Bergoglio era
un argentino excepcional, porque cualquier otro hubiese elegido por
nombre “Jesús II”. Más allá de este chiste sobre la vanidad nacional, su
elección sigue implicando un signo claro y un desafío enorme. Los
biógrafos Francisco, el de Asís, lo han llamado como “segundo Cristo”,
tal como lo vio la gente de su tiempo: una imagen del primero. Es un
Cristo “de recomienzo”. Y de reconstrucción.

“Repara mi Iglesia”, fue el mensaje que escuchó en el templo en ruinas


de San Damián y que tardó en comprender en su total dimensión,
porque creyó primero que se trataba de piedras y columnatas. El Papa
Francisco, casi mil años después, llega y se encuentra ante algo
parecido. Es también un hombre ante una Iglesia en ruinas: por eso
este nombre está referido a los pobres, a lo nuclear de la fe, y al
recomienzo.

En un mundo también roto, en peligro y expectante, despejar lo


secundario, retomar el origen y reconstruir la hermandad entre todos,
es la invitación, también de Fratelli Tutti.

DESNUDOS Y CON LO PUESTO, DE CARA A UN MUNDO


EN RUINAS Y LO QUE VIENE
En el año 1000 se pensaba que el mundo se iba a terminar. Francisco
de Asís es un santo de lo que venía después. Algo nuevo estaba por
comenzar. Después de los años “oscuros”, vendría el renacimiento pero
también… el capitalismo. En ese momento, el hijo del mercader se
desnuda. Ese es su primer gesto, desnudarse de las ricas telas del
mercader -del habitus, diría Bourdieu- para luego elegir los harapos del
leproso. Pero, en el medio, se queda desnudo.

170
Fratelli Tutti es una encíclica muy conceptual: parte de una descripción
muy profunda sobre lo que nos pasa. Todo el primer capítulo, Las
sombras de un mundo cerrado, es una joya labrada, una piña
monumental que rebalsa el mero diagnóstico.

Si no somos capaces de quedarnos desnudos y poder ponernos la ropa


de los últimos, corremos el riesgo de que empiece otra vez lo peor.
Durante toda la pandemia, el mensaje de Francisco fue unánime: la
pandemia nos desnuda, la tempestad nos exige. O comenzamos de
nuevo, o “estamos en el horno”.

UN EXTRAÑO EN EL CAMINO: SAMARITANIA POLÍTICA


En el núcleo de la encíclica hay una hermosa reflexión sobre una pieza
central de nuestra tradición cristiana: la parábola del buen samaritano.
Un extraño en el camino es el nombre de este capítulo, el segundo.

Esta historia es una narrativa central de occidente. Es una reflexión,


una imagen, una pieza ética-espiritual pero también política, que está
en el centro del origen de nuestra cultura, podríamos decir de
Occidente. Y sin embargo, es una pieza olvidada.

“La piedra que los arquitectos descartaron es ahora la piedra angular”,


decía Jesús. Laudato si’ es el canto de alabanza. Fratelli Tutti,
hermanos todos, es una expresión de deseo, una declaración, pero
también completa la alabanza con una advertencia que al mismo
tiempo es una apuesta. O nos consideramos hermanos todos, o
estamos en peligro.

En la parábola fracasan los que saben y triunfa el extranjero, el extraño,


el inesperado. Esta eficacia del ir uno a uno, caso a caso, lejos de ser
individualismo, tiene que ver con un sentido de lo artesanal en el volver
a construir lo común. La encíclica es una advertencia, una pieza
espiritual magnífica, y una bomba política, un espejo, un horizonte, un
empujón.

En nuestra escena local se verá a intelectuales y creadores poniendo


acentos en zonas de la filosofía llenas de escepticismo, citas de los
autores que elaboraron una filosofía después del horror de la Shoá,

171
irónicos y donantes, paradójicamente con un gran acento en Nietzsche,
elegantes levinasianos, adoradores, muchas veces light y siempre de
modo cool, de Walter Benjamin y otros. Pero difícilmente se verá quien
se anime a tomar esta historia que empieza, y es otro síntoma, con la
pregunta de un “maestro de la ley” sobre “quién en es mi prójimo”, a la
que Jesús responde con la imagen del hombre que es golpeado por
saqueadores y tirado al costado del camino. Y en la que uno que sabe
de leyes y otro que sabe de oraciones y rituales -dos que saben- pasan
de largo. Porque quien se detiene y se desvía, se inclina y levanta al
caído es un extranjero, uno que no es tenido por bueno ni por puro, uno
que no alardea de saber nada. Uno que hace: levantar al caído, cura
sus heridas y lo cuida hasta que se pone de pie.

Vino uno que no era de los correctos, uno que no citaba los autores
correctos, que no decía las frases que se estilan, que no especulaba
con recetas sobre el derrame o enseñar a pescar, uno que no era
experto en nada, ni portaba curriculum, ni tenía una ideología correcta,
ni nada. Un cabecita negra, de un lugar diferente: ese es el que levanta
al caído y se reconoce como prójimo.

Francisco es bueno cuando habla de cuestiones sociales, políticas y


ambientales. Pero hay que saber leerlo en su registro sapiencial y
teológico, a este Papa que “no es teólogo”, como le han reprochado
algunos, para calar lo más potente que tiene para darnos: el núcleo no
sólo de la ética, sino de la espiritualidad y por eso mismo de la política
práctica, no sólo “de la Iglesia”, ni siquiera sólo “del cristianismo”, sino
del Evangelio mismo. Al pie, al centro, a lo fundamental.

Porque la pregunta es otra vez, o debe ser, en este mundo partido y en


medio de la tempestad: ¿quién es mi prójimo?

EL GUSTO POR LO LOCAL


En Francisco hay una oportunidad de reencontrarnos con el amor
propio por lo que somos y reavivar la autoestima nacional. Hay una
dinámica permanente de amor/odio al interior de nuestra sociedad que
nos desgasta. Algo de eso responde a una operación permanente que
se hace sobre nuestro pueblo: se le baja el precio al esfuerzo cotidiano

172
de millones, se exacerban con malicia nuestras miserias, nos comparan
con lo que nunca seremos, para finalmente mostrarnos a dos
compatriotas que llegan a la semifinal de Roland Garros como lo único
que vale la pena de acá. En Francisco hay una oportunidad de salir de
esta lógica para darnos cuenta de la potencia de nuestro pueblo.

También para estar alerta sobre el nacionalismo que excluye y agita la


mera diferencia. Lo señala como un peligro y un límite que hay que
desbordar, para construir identidades consistentes pero abiertas. “El
gusto por lo local” es el criterio que Francisco propone para nutrir esa
autoestima que se necesita para construir encuentros reales. No se
trata de licuar ni exacerbar rasgos propios, sino que se necesita estar
conectados con lo de todos los días. Hay que atender lo que pasa en el
barrio, comprometerse en las instituciones que transitamos y defender
lo que amamos. Pero todo esto hay que proyectarlo más allá y ponerlo
a disposición de procesos mayores y construcciones más amplias. En
algún punto, eso es justamente Francisco. Uno de los nuestros puesto
a escala universal.

¿Qué hay de nuestra tradición política, de nuestras gestas populares,


de nuestras luchas, que merecen ser reivindicadas? ¿Cómo podemos
ser más amables con nosotros mismos y valorar nuestra potencia?
Fratelli Tutti es una oportunidad para volver a dimensionar esto.

LA MEJOR POLÍTICA Y EL PODER OBSOLETO


El capítulo 5 ha circulado mucho dentro de la militancia. “La mejor
política” es el título que encabeza los párrafos en los que Francisco se
mete a fondo en debates y reflexiones sobre la dimensión social y
colectiva de lo que implica la construcción y la disputa política. Lo hace
desde la larga tradición de la Doctrina Social de la Iglesia, pero también
con planteos y conceptos muy nuestros.

El Papa es acusado, desde lugares y perspectivas muy diversas, de


populista. Ese es justamente uno de los conceptos que toma para
analizar y discutir la dinámica política actual, y también para advertir
qué hay detrás de esa acusación persistente. Francisco señala que el
populismo es actualmente un ordenador binario de las escenas

173
políticas, funcionando como un descalificativo de todo aquello que no
se encuadra dentro de la lógica hegemónica neoliberal. No es que por
esto haga una reivindicación del término, pero sí señala que detrás de
este machaque permanente, muchas veces se esconde un desprecio
por el derecho de los pueblos y la soberanía popular.

“En América Latina el populismo tiene otro significado. Allí significa el


protagonismo de los pueblos”, fueron las palabras con las que en enero
de 2017 el Papa reivindicó en una entrevista al diario español la
organización popular y la soberanía nacional en nuestra región. Es eso
lo que Francisco quiere resguardar de los ataques y poner en valor
como parte de “la mejor política”. En Fratelli Tutti se confirma también la
opción preferencial por el “pueblo” en su pensamiento y como forma de
pensar y encarar la salida a esta crisis civilizatoria profunda.

El paradigma que piensa al pueblo como una mera mistificación


irracional y se aferra al paradigma instrumental, es un laberinto sin
salida. Es un poder feroz en su capacidad de destrucción pero obsoleto
para ofrecer respuestas a los problemas urgentes y estructurales de la
humanidad. Sus resultados están a la vista.

CONVERSIÓN Y DESBORDE: POLÍTICA Y TRABAJO


En este problema del poder obsoleto y la mejor política, Francisco
insiste con una dimensión: el trabajo. Sólo el trabajo crea riqueza, sólo
el trabajo resuelve el problema social más inmediato. “Gobernar es
crear trabajo” podría ser una síntesis de “la mejor política”, a lo cual
agregarle otra definición clave: se necesita un amor político que
también sea eficaz. No se trata de hacer grandes discursos. No se trata
solamente de la denuncia. Se trata de cómo podemos ir atendiendo
problema por problema, uno a uno, que los tenemos y muchos. Solo, no
lo resuelve nadie.

“Sin dudas, se trata de otra lógica. Si no se intenta entrar en esa lógica,


mis palabras sonarán a fantasía”, dice Francisco y muestra cómo, en
última instancia, hay una conversión individual y colectiva que se
necesita para habilitar un recomienzo. En Laudato si’ ya estaba
planteada la urgencia de una conversión socioecológica, pero en

174
Fratelli Tutti aparece esto mismo desde una perspectiva más subjetiva:
la salida de uno mismo.

Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la


existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro hechos
para el amor, hay en cada uno de nosotros «una ley de éxtasis: salir de
sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser». Por ello «en
cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de
sí mismo», Fratelli Tutti, 88.

Esta gran transformación estructural y urgente, acelerada por la


pandemia, demanda hacer carne y sentido el “nadie se salva solo”. Hay
una transformación personal que nos exige regenerar nuestros vínculos
inmediatos, las responsabilidades institucionales y el modo en que
experimentamos la felicidad. Necesitamos trascendernos, y tenemos
que hacerlo desbordándonos. Necesitamos soltar nuestras
mezquindades, superar nuestros miedos y rebalsar nuestros límites.
Ahí está la invitación de Francisco. A estar abiertos, en salida, con
mucho respeto por lo propio, sin olvidar la memoria, pero disponibles
para un nuevo momento histórico. Todo eso demanda amor, y también
mucha fe.

7 PARES CUESTIONES Y 7 CAMINOS PARA UNA


SAMARITANIA POLÍTICA
¿Qué significa hacer samaritanía política? Proponemos siete pares
de cuestiones:

Indispensable / Bello
Esto que es bello y bueno, “ser pueblo”, también es indispensable. Y al
revés también: esto que es indispensable y constituye una exigencia -
reconocerse como pueblo y reconocer a los pueblos- también es algo
bello, que vale la pena, que nos devolverá la paz no sólo colectiva, sino
espiritual y vital.

175
Todos / Sacrificables
La construcción del “todos” tiene que ver centralmente con qué
hacemos con los “sacrificables”. Más aún: la concepción misma de que
hay una parte sacrificable y -en el mismo movimiento- “descartable” de
la humanidad, es la que desactiva y en última instancia necrosa y
descalifica todo intento de inclusión y humanitarismo. Mientras los
sigamos considerando sacrificables, ninguna estrategia de contención o
ayuda será suficiente; y tampoco los incluidos y considerados humanos
tendrán paz.

Amistad / Los últimos


La “amistad social” a la que invita la encíclica no es esa cosa
mesocrática, centrada en los tonos y modos de los sectores medios
“civilizados y ciudadanos”, de medianía y promedio, tan clásica de las
interpretaciones habituales del cristianismo cuando se plasma en
cultura o instituciones, incluida la tónica de muchas pastorales. La
amistad de la que se habla tiene como condición centrarse en los
últimos, partir de ahí, abrir la participación, hacerlos parte y tomar
partido por ellos y con ellos.

Poder obsoleto / Poder sagrado


Este poder, estas respuestas a lo que pasa con el mundo y con la vida,
que señala como obsoleto, también se presenta como sagrado.
Francisco habla, de frente, de un “dogma de fe neoliberal”.

“El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer
creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre,
repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier
desafío que se presente.” (FT168)

“Me permito repetir que «la crisis financiera de 2007-2008 era la


ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los
principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera
especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que
llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al
mundo»” (FT170)

176
La fuerza del poder obsoleto reside sin embargo en presentarse, y en
ser reconocido, como poder sagrado. De algún modo el Papa denuncia
la idolatría, pero quizás da un paso más. Y como venimos diciendo
aquí, reconoce que el capitalismo es una religión. Desde ahí, quizás,
retoma e interroga cuál es la fuerza de lo sagrado que redime la vida y
cuida el mundo.

Arquitectura-agonía/artesanía
Las referencias a una arquitectura del mundo, descrito como una
agonía, en el doble sentido de un mundo moribundo y una lucha
descarnada, requiere artesanía y arrojo: levantar a todos pero partiendo
de a uno. Ir uno a uno, levantando a los caídos, y desde ahí mismo
creer con amplitud que se puede construir una nueva historia y una
humanidad. La apuesta artesanal para construir una arquitectura nueva.

Populismo/popular (ideología/potencia)
Esta referencia es de otro plano. Está plasmada en la encíclica como la
oposición entre populismo y popular, para señalar el mecanismo que
excluye o, como dice literalmente, ignora -pretende ignorar- la noción
de pueblo

La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la


realidad social, tiene otra debilidad: que ignora la legitimidad de la
noción de pueblo. El intento por hacer desaparecer del lenguaje esta
categoría podría llevar a eliminar la misma palabra “democracia” -es
decir: el “gobierno del pueblo”- (FT 157).

Esta oposición señala en realidad cómo funciona la ideología. Toma


algo que está presente, y lo trastorna, para excluir la potencia de algo
transformador. Por eso no hay que creer simplemente que el Papa
“condena el populismo” en todos los sentidos y regocijarse en eso. Más
bien hay que ver cómo señala que el populismo mismo -el hecho
político de las nuevas derechas populistas, y los análisis que se derivan
de su valoración- es una operación ideológica que neutraliza pero a la
vez “toma” la potencia posible de pueblo, como concepto y actor.

177
Gesto/Palabra
El contenido de la encíclica, y la encíclica misma, como de algún modo
también todo el papado de Bergoglio, se inscribe en la dialéctica entre
gesto y palabra. Como lo señala la parábola del buen samaritano,
responde a una pregunta con una historia de acción. Parábola en la que
el que hace algo con el cuerpo – desviarse del camino, inclinarse en el
camino, cargarlo al hombro, curar sus heridas- resuelve aquello para lo
cual los especialistas en discursos sólo tienen eso: pasan de largo. La
palabra tiene que estar puesta en gesto. Y algo más: ser gesto ella
misma.

¿Cómo puede ser entonces, una samaritanía política? ¿Cómo


generamos una militancia, una construcción, que convide el virus de la
trascendencia? Acá proponemos, también, siete características. El
camino tiene que ser desviado, abierto a lo que viene y se encuentra,
no es tanto innovar como estar abierto a lo venidero, a lo viniente de la
vida. También ha de ser integral. Será necesariamente controversial.
Se plasmará cómo artesanal, punto por punto. Requerirá acción del
mismo modo que delicadeza y hondura. Lo que pasa en el camino, y lo
que hay que hacer, es urgente. Y, sobre todo, el camino y lo que
requiere, es posible. La amistad social en este mundo es posible, es
posible desviarse del camino de la fatalidad y desde ahí reconstruir.

Porque en el mismo punto y con la misma fuerza con que Francisco


condena la mundanidad, reivindica el mundo. Su destino pero también
su consistencia de “misterio gozoso” mucho antes que la de “un
problema a resolver”, como dice el Papa en el número 12 de Laudato
si’. Por eso mismo Fratelli Tutti es muy encarnacional, muy corporal,
muy inmediata, muy práctica. Invita a salir directamente al encuentro y
ve el encuentro como cultura porque lo considera todo acción.

Amistad social: gesto-acción que operativiza el encuentro. El misterio


gozoso de la acción es el milagro práctico de la palabra cercana,
oportuna y precisa.

Diálogo persistente y corajudo


Jesús sabía narrar y discutir. El salvador era conversador. El milagrero
y sanador, hacia los milagros con saliva y contacto. “Que en su palabra

178
sencilla se posaba la mañana”, dice una canción cubana sobre él. La
parábola del buen samaritano es justamente una respuesta a la
pregunta ¿Quién es mi prójimo? Y Jesús responde contando una buena
historia.

Francisco insiste en la necesidad del diálogo. Queramos o no, tenemos


que encontrar la forma de construir una escena donde podamos
encontrarnos a charlar, conversar. Es la larga conversación a la que
invita en Fratelli Tutti. Conversación que nos debe implicar, no como
mero “tomar el té” o “componenda primediante”. Se trata de un diálogo
“persistente y corajudo”.

Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de


comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el
verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente
necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me
basta pensar qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas
personas generosas que han mantenido unidas a familias y a
comunidades. El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los
desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a
vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta. (FT, 198)

Decir lo que se piensa y defender las posiciones pero hacerlo con una
perspectiva abierta a la posibilidad de alcanzar acuerdos y encuentros.
El Papa es bien claro: con el mero relativismo no se va a ningún lado.
Necesitamos afirmaciones. Necesitamos decir las cosas. Necesitamos
discutir. De algún modo, enfrentarnos: ponernos frente a frente.

Pero necesitamos hacerlo sin gritarnos de tal modo que nos


descalificamos o nos matemos.

Pongámosle la firma a la Fratelli Tutti, elijamos lo inevitable como el


gesto de mayor libertad: seamos hermanos todos.

Las verdades no se gritan. Las verdades se susurran. Se actúan. Son


gestos lo que las sostienen. Así irrumpen. Hagamos que así sea.

11/10/2020

179
180
LA SED QUE ALUMBRA:
MÍSTICA Y POLÍTICA
Una reflexión en las vísperas del día de la
militancia y el pacto de las catacumbas

…el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio


sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera
como vocación de todos…

Francisco, Fratelli Tutti, 277

…sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos,


de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de
apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede
convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una
caravana solidaria, en una santa peregrinación. De este modo, las
mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más
posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos. Si pudiéramos
seguir ese camino, ¡sería algo tan bueno, tan sanador, tan liberador, tan
esperanzador!

Francisco, Evangelii Gaudium, 87

El día 17 de noviembre se celebra en Argentina el día de la militancia.


Es una efeméride particular del peronismo, pero refleja una experiencia
mucho más que partidaria e incluso, si se la mira de cerca, propiamente
política, justamente porque va más allá de la política misma. Esa es la
característica, el diferencial y la gracia de las experiencias realmente
populares.

Enhebrada en tiempos de persecuciones y proscripciones, de


resistencias y esperanzas, celebra un día de plenitud y desborde cuyo

181
sentido luminoso solo se entiende si se lo ve brillar sobre un largo
tiempo de noche y oscuridad.

Queremos compartir unas líneas sobre la relación entre militancia y


mística. Por muchos motivos, pero centralmente por esto: una de las
hipótesis centrales de #FF es que podemos y debemos estar
disponibles para una nueva etapa de la historia de nuestro pueblo y del
compromiso con la justicia y la felicidad. Y que, para eso, es
fundamental, es necesario, es probablemente indispensable que
gestemos una nueva mística, una espiritualidad abierta que nos
sostenga, una capacidad de cultivar lo más propio de cada uno – una
interioridad- que vaya acompañada tanto de la capacidad de
encontrarse valientemente con todos, como la de proyectarse con una
nueva solidaridad. Esta hipótesis supone también una autocrítica:
supone que algo de la mística que gestamos en años anteriores, que
por un lado ha sido fundamental para traernos hasta acá, es de todos
modos insuficiente para lo que nos toca hacia el futuro. Por otro, se
entiende esto, que puede sonar extraño o contradictorio: que el
capitalismo, el neoliberalismo, o el sistema -como queramos llamarlo,
nos referimos a la forma hegemónica que se impone a la vida personal
y colectiva – en muchos casos ha sabido prestar más atención a estas
“necesidades espirituales” de la gente común, que algunos espacios
políticos populares nuestros. El capitalismo es una religión. Y el alma
humana es uno de sus objetivos. Si desde nuestros espacios de
militancia política no se logran tocar algunas cuerdas del alma de cada
uno, difícilmente se podrá dialogar y construir una solidaridad popular y
colectiva.

Cuando tomamos desde #FF el peronismo como referencia, no nos


quedamos en lo partidario o identitario, ni siquiera nos referenciamos a
algo estrictamente político. Sino que lo tomamos justamente por ser
una experiencia de nuestro pueblo tan real y controversial como
contundente y profunda, de lucha y búsqueda de más vida y más
felicidad colectiva. “La Vida por Perón” y “Los días más felices” son
consignas centrales de nuestro imaginario compartido, tanto por la
pasión que despiertan como por los temores o rechazos que una y otra
vez provocan. Sin pasar por ellas no se entiende nuestra sociedad, no
se conoce nuestra historia y nada serio ni grande se puede hacer:

182
porque son parte inextinguible de nuestra experiencia real. Y la
experiencia real es la única en la que pueden existir una mística y una
militancia.

Por eso nos permitimos, con alegría y como una de varias


aproximaciones que vamos a hacer, compartir unos puntos iniciales
sobre mística y política, en las vísperas del día de la militancia.

FRATELLII TUTTI: UN RETABLO MÍTICO POLÍTICO, DE


SOMBRA Y LUZ, ENCUENTRO Y ABRAZO
La reciente encíclica de Francisco tiene ocho capítulos. El primero se
llama “las sombras de un mundo cerrado”. El octavo habla sobre “las
religiones en el mundo actual”. El capítulo cuarto se llama “Un corazón
abierto al mundo entero” y el quinto “La mejor política”. Si se disponen
los capítulos enfrentados entre sí, el primero y el último, el segundo y el
penúltimo, etc, se ve que Fratelli Tutti está armada como un díptico, en
cuyo centro está la cuestión del corazón abierto, directamente asociada
a la de la mejor política. Esa bisagra puede considerarse el centro de la
cuestión.

Por eso podemos decir que Fratelli Tutti es un texto sobre mística y
política, en tanto conjuga lo individual y lo colectivo, la interioridad de la
práctica que se abre y el tipo de acción política que la plasma. Por eso
mismo será que la Encíclica tiene en su núcleo la simple, bella y
potente parábola del buen samaritano. Vale recordar que esta historia
surge de una pregunta personal que un hombre le hace a Jesús. Algo
que surge seguramente de esas búsquedas que cada cual, hace dos
mil años y hoy, lleva en el pecho y nos sacuden las noches y los días.
La pregunta del hombre es: “¿Quién es mi prójimo?”. Y también es la
pregunta sobre “qué debo hacer” y, en última instancia, quién es cada
cual.

La pregunta, y sobre todo la respuesta de Jesús, de algún modo hace


referencia a lo que Jorge Alemán llama la “soledad: común”. Eso que
siendo lo más íntimo de cada uno, nos pone en contacto con el otro y,
así con el pueblo. Con todos. Fratelli:Tutti.

183
De modo que en primer lugar, dos afirmaciones sobre mística y política
en 2020. Primero: la fraternidad y la amistad social, y la cuestión de ser
“hermanos todos”, son los ejes ineludibles para articular la vida
personal y el compromiso con lo colectivo. Segundo: para orientarnos,
tenemos a mano la vida de nuestro pueblo y nuestra realidad inmediata,
pero además un texto de primera línea, local y universal, recién salido.
La Encíclica Fratelli Tutti: como un modo de salir de los balbuceos y los
comentarios, las aproximaciones vagas y los planteos banales.

A ella remitimos en primer lugar.

LA NOCHE OSCURA Y LA POESÍA QUE DESBORDA:


EL PUEBLO AMA A LOS MÍSTICOS
El pueblo ama a los místicos. Lo hondo de su poesía o lo sublime de su
experiencia los vuelve extraña y naturalmente cercanos a todos. Tienen
música en la boca, como tienen andadura y corporalidad en su
experiencia. Buscando lo eterno tocan la fibra más íntima y por eso
universal que habita en cada uno. Son las palabras de los que buscan y
persisten aún ahí cuando todo es desierto.

“De noche iremos, de noche, que para alcanzar la fuente, sólo la sed
nos alumbra”, son los versos de San Juan de la Cruz, el místico poeta
de Segovia. “Nada te turbe, Nada te espante, Todo se pasa, Dios no se
muda”, así empieza uno de los poemas más famosos de Teresa de
Ávila, la misma que, puesta ante los avatares de la construcción
concreta de sus conventos decía, “si frijoles, frijoles; y si perdices, pues
perdices”. Contemporáneos de los tiempos del descubrimiento, e hijos
de la España mezclada de musulmanes, judías y cristianos,
conquistadora e inquisitorial. Conectan en el tiempo con palabras y
poemas nuestros: no es casual que nuestro gran Juan Gelman los cite
una y otra vez, los tome en su propia poesía para poner en palabras el
exilio, las desapariciones, el dolor por el país y la esperanza.

184
¿de este destierro subo a tu hermosura? /
¿entras en mí como contento? / ¿lágrimas
de contento o congoja? / ¿por qué aprietan
al corazón? / ¿tu mano es? / ¿apretando?/
¿acariciando moviendo? / ¿tus labios
besándome son? / ¿tu calor? / ¿tu pura
pasión donde me quiebro la cabeza? /
¿torpe? / ¿lágrimas o deseos? / ¿altos
en la humildad que das? / ¿bondad que sos? /
¿y qué es amar? / ¿o son señales del
amor lo que se ve? / ¿amar muchísimo? /
luz que bañas el apretado sueño /
meditación que vuela como pájaro
desatándome el cuerpo / corazón
que entendés en silencio / corazón /
como la tortolita del pensar

Juan Gelman
Cita XVI, Santa Teresa

Otro ejemplo. Francisco mismo, el de Asís, trovador desbordado de


alegría, referencia de multitudes, iniciador de un movimiento que
todavía hoy florece e interroga. El mismo hombre de la alegría y la
simpleza es también el que está marcado por las heridas de la cruz. Y
así lo tenemos hoy todavía, y puede estar en una canción de Serú
Girán -San Francisco y el lobo- como en el nombre de un Papa de
tierras lejanas.

¿Cómo se atraviesa la oscuridad? ¿Qué hacer cuando las certezas se


disuelven? ¿Cómo se avanza en medio de la tormenta o el desierto?
¿Qué hacer con las derrotas? La mística es un canal que va más allá
del cálculo y conecta con algo de la vida que es completamente
humano y a la vez lo trasciende. Es un vínculo con eso que empieza

185
donde la razón hace agua y la historia se clausura. Mística, la que se
necesita en medio de la oscuridad para no ser tomada por ella. Mística,
la que nos conecta a la fuente que no se agota. Mística, la que
necesitamos ahora.

Es habitual que en nuestra cultura se prefiera buscar la mística o la


espiritualidad en el exotismo de culturas lejanas, formas del
orientalismo y lo new age, o en la disección del cerebro como
posibilidad de acceder o disolver el propio misterio. Cuesta, o se evita,
encontrarse con la propia tradición, el propio camino, lo que ya está en
lo que nos constituye como cultura. Habla de tres cosas: del gran déficit
de “oferta” de espiritualidad de las religiones instituidas, de la capacidad
de ofrecer mercancías espirituales por parte de la industria cultural y los
intereses a los que responde; y por último, de la oportunidad que
tenemos de reconectar con lo mejor de nuestra larga tradición para
responder a una sed de interioridad que además es una exigencia de
lucha. Incluso de sobrevivencia.

Por eso es un buen desafío conectar y reponer a los Franciscos, a Juan


Gelman y al Juan del Cántico Espiritual, a Teresa y Evita.

PACTO DE LAS CATACUMBAS: LA FUERZA, LAS FUENTES


Y EL FUEGO
El cristianismo es una tradición que tiene en su centro esta cuestión:
¿Cómo se transforma y transfigura una derrota? Lleva la resistencia y la
persecución en su ADN. Por eso, en tiempos de agotamientos, o en
momentos donde la potencia debe ser redoblada, hay una posibilidad
siempre: volver al momento de máxima tensión entre la vida y la
muerte, para alimentarse y renacer.

Un 16 de noviembre, durante el Concilio Vaticano II, ante un momento


crucial de la Iglesia Católica, un grupo de obispos se juntó en las
catacumbas de Domitila, en Roma, para renovar el compromiso con un
cristianismo y una Iglesia comprometidos con los pobres. Allí firmaron el
llamado “pacto de las catacumbas”, que no solo hablaba del tiempo de
Iglesia o fe que querían profesar, sino sobre todo del tipo de prácticas

186
concretas que estos hombres y mujeres iban a llevar adelante para ser
coherentes y recomponer su capacidad de recomenzar.

El año pasado, para esa misma fecha, obispos del Sínodo


Panamazónico, repitieron el gesto y actualizaron la proclama. Lo
hicieron allí, en las catacumbas, buscando conectarse con esa fuerza
de lo que no pasa. Porque para conectarse con la fuerza, hay que ir a
las fuentes, ahí donde ardió el fuego de las luchas, pero también de los
sueños del origen. Con la conciencia de que en el corazón de la fiesta y
el banquete, en el núcleo de la plenitud, están las decisiones que se
toman más allá de todo dolor, en el límite.

Es una imagen, de la cual mañana se cumple otro aniversario de aquel,


que vale para la Iglesia pero que puede iluminar también otros
colectivos.

ARTE QUE NOS ALIMENTA, BELLEZA PARA LA LUCHA


El arte es otro manantial de mística. Un diálogo con el misterio que trata
de “poner en forma”, de proponer formas para eso que es a la vez
inefable y totalmente cercano.

Hace unos días murió Pino Solanas. Cineasta, documentalista y


militante de una idea de nación centrada y orgullosa, luchadora e
insistente. Un artista colmado de certezas anticipadas y zigzags
políticos, que lo mantuvieron activo y vigoroso hasta el final. “Perón:
Actualización política y doctrinaria para la toma del poder” no es solo
una pieza de la historia nacional, sino la lucidez de alguien que
comprendió que una acción certera en un momento determinante,
puede desatar la fuerza contenida en miles de corazones. También que
esos mismos estímulos se necesitan en las horas de resistencia, y que
en tiempos de victorias hay que decir por dónde seguir. Historias que
enhebraban generaciones, pasando el testimonio a los que venían
cargados de futuro. Cintas clandestinas y bombas en largometrajes que
supieron guiar a muchos y formar a otros tantos para no perder el
andarivel. Por eso luego vinieron esas imágenes azules y ensoñadas
de El Exilio de Gardel y Sur. Por eso puede abrazar Fito Páez a
Goyeneche allí, porque en el momento de encuentro con lo más

187
luchado y soñado, las generaciones se fusionan, bebiendo del mismo
pozo y ensobradas por el mismo canto.

MÍTICA Y MÍSTICA: EL MISTERIO DE LO COLECTIVO


Y LA PARADOJA DE LO MÁS ÍNTIMO
No se puede ser feliz en soledad. La mística es tan personal como
colectiva. La búsqueda introspectiva por el sentido de las cosas y de la
vida, tiene en su imaginario la forma de una redención individual. Y sin
embargo, esa sed por lo trascendente se colma no tanto en un éxtasis
espiritual sino en una experiencia mística que también vuelve siempre
como colectiva, y popular. Saberse pueblo, conectar con lo que me
comprende histórica pero también míticamente, en forma de motivación
de los sueños y las pasiones, nos devuelve a esa verdad:

“No se puede ser feliz en soledad”, dice Leonardo Favio para explicar
su sentimiento traducido en Sinfonía. Los pueblos hacen la historia y lo
hacen con las identidades de cada tiempo. Francisco insiste en su
dimensión mítica, o sea, en esa fuerza que se desacopla de la
linealidad de lo instrumental y meramente temporal. Lo que no puede
ser atrapado por lo simplemente lógico. Lo que va más allá del acá y
ahora. Lo que nos rebalsa. Lo que nos trasciende. Pero para acceder a
eso colectivamente, es necesario también que los místicos-artistas
pongan a disposición mitos-imaginaciones de lo que fuimos y podemos
ser, en forma de poesía y drama. Esa tarea que conjuga narrativa y
construcción, belleza y lucha, objetivación y metáfora, es también una
tarea militante.

SCALABRINI: EL HOMBRE QUE ESTÁ SOLO Y ESPERA,


Y LA MULTITUD ENCENDIDA
Raúl Scalabrini Ortiz es otra figura que conjuga la experiencia mística
de la militancia, y otro modo complejo y singular en que lo más solitario
e individual se conjuga, con la fuerza de la historia, en lo más colectivo
y popular. No es casual que le debemos al autor de “el hombre que está
solo y espera” las páginas que describen las multitudes del 17 de
octubre. Tampoco es casual que sea este poeta, este casi metafísico, el

188
mismo que analiza la economía y la geopolítica, lo más material y
corporal. La experiencia militante, cuando se encuentra con su carril y
su potencia, conjuga lo más espiritual con la más primigenia
experiencia corporal, económica política, profana, concreta. Suficiente y
jubilosa.

Desde tu café de adolescencia


mirabas el contorno de tormenta
como si fueras a hundirte,
y estabas brotando.
Cielos batalladores de nubes
Te conducen.
La torva aversión del cielo
Te consume y ablanda.
Historia de vientos es tu historia
Y procuración de un alma.
Luego es la lluvia
En que ablucionas y limpias,
Renaciendo

Raúl Scalabrini Ortiz


Tierra sin nada, tierra de profetas.
Devociones para el hombre argentino.

ABUELAS: UN AMOR MÁS FUERTE QUE LA MUERTE


Para concluir un recorrido por las fuentes místicas disponibles para la
militancia, para decir una referencia a la fuerza que nos puede alentar;
para encontrarnos con las fuentes de las que queremos beber una y
otra vez, para animarnos al fuego que nos va a conceder y con el que
queremos y debemos calentar la fría y difícil vida de tantos y tantas;
para anticipar también la fiesta que luchamos por compartir y que
sabemos que nos espera más allá de todo dolor y toda muerte, para
todo eso basta mencionar en esta tierra incendiada el nombre

189
luminoso de las Abuelas de Plaza de Mayo y la sonrisa de cada nieto
recuperado. Son muchos y a la vez faltan muchísimos: pero el
encuentro de uno solo basta para tener las señales del recomienzo.
Cada vez que uno de ellos es encontrado, tenemos una experiencia
concreta de lo que la militancia tiene de mística.

Uno, cada uno y muchos. Saber quiénes somos: gente rescatada por el
compromiso y el amor. Por ahí anda el misterio -pero también el
proyecto – que nos toca como pueblo.

Ser militante es vivir un poco el desgarro, un poco el compromiso y otro


poco la fiesta de ser un militia. Uno de mil. Uno de miles.

Y reconocer cada gesto y cada herida, cada paso y cada llegada, como
signo y señal de lo que somos y a la vez estamos llamados a ser: un
pueblo donde cada uno se reconoce hermano de todos: tarea, sentido y
punto de partida para cualquier militancia que quiera llamarse así.

¿Estamos lejos? ¿Estamos cerca? No se sabe. Caminamos. Cada uno.


Entre miles.

Como dice Juan: “de noche iremos: para encontrar la fuente sólo la sed
nos alumbra”. Y el pueblo.

¡Feliz día!

15/11/2020

190
LA ECONOMÍA DE FRANCESCO
Inspiración, invitación y advertencia
Además de sus tres “T” (Tierra, Techo y Trabajo) conocidas y
retomadas por múltiples movimientos y espacios, las convocatorias del
Papa recorren tres “E”: la ecología – plasmada en la encíclica Laudato
si’-, la educación -respecto a la cual ha convocado un Pacto Educativo
Global-, y la economía. Este último llamado tuvo un punto destacado
esta semana que pasó con el encuentro mundial de “La economía de
Francesco”, realizado virtualmente con centro en la ciudad de Asís y
que reunió a la distancia a jóvenes de 115 países. #FactorFrancisco
comparte el mensaje del Papa cerrando la jornada, con una
aproximación a las claves que señala para avanzar.

UN MENSAJE A LOS PROPIOS


Francisco cerró el encuentro convocado en la ciudad del “loco de Asís”
con un mensaje de esperanza, que sin embargo está estructurado
centralmente por advertencias. Todo el texto es un ejemplo claro de lo
que el Papa tiene para decirle no a los indiferentes, y tampoco a los que
se le oponen, sino a quienes se suman a sus propuestas. Por eso
advierte una y otra vez los peligros y desafíos que acechan en la
respuesta, incluso en las más entusiastas, a sus planteos y llamados.

Con Francisco pasan dos cosas, al menos, que ponen en riesgo la


potencia de su mensaje: por un lado, genera oposiciones fuertes y
desconciertos mutuos, en un momento de “no escucha” y binarismos
exacerbados; por otro, la lógica que subyace a sus propuestas y su
pensamiento tiene una profundidad propia que hace que más de una
vez no sea comprendido. Y esto, paradójicamente, no es porque sea
complejo, oscuro o abstracto lo que plantea, sino todo lo contrario. Su
mensaje es simple, nuclear y centrado en una manera extremadamente
realista de asumir la realidad, muy cercana, con una proximidad a lo
concreto que no permite refugiarse en esquemas establecidos, sino que

191
exige salir de toda “esfera” (figura perfecta) para asumir los poliedros de
la historia, el conocimiento, las sociedades y las construcciones.

En economía, entonces, con eje en una de sus hipótesis centrales


plasmada en Fratelli Tutti, donde llama al neoliberalismo “un dogma”,
dando cuenta así de su carácter-pretensión “religiosa”, convoca a
repensar la economía saliendo de la fatalidad.

Pero, como dijimos, advierte.

Advierte que no basta estar en espacios, sino que hay que generar
procesos.

Advierte que el principal recurso para resolver problemas, como el


hambre, es “institucional”, (o sea que no se requiere solamente hacer,
sino instituir, crear políticamente sociedades).

Advierte que hay respuestas fragmentarias, pero falta una cultura de


fondo que las articule.

Advierte que hay que pagar el precio y el esfuerzo de construir


liderazgos, no sólo de proponer experiencias.

Advierte que cuando la tierra está amenazada, siempre están


amenazados los pobres, y muchas veces olvidados (lo cual vale para
los que la destruyen, pero también para los que quieren salvarla).

Advierte respecto al riesgo de que una economía diferente sea solo un


lugar común, y sobre las modas intelectuales y sus lógicas (“lógicas
ideológicas”, aclara).

Advierte sobre la deriva filantrópica, asistencial o tecnocrática y,


finalmente, parcial, de las respuestas.

Advierte contra los elitismos que olvidan la multitud del pueblo. Que no
basta hacer todo por el pueblo si no es con el pueblo.

Advierte sobre el riesgo de tener un corazón “de barrio cerrado” (y lo


hace preguntando de manera directa, como si supiera el riesgo y el

192
límite de la idiosincrasia de sectores medios que suele primar en
muchos espacios de respuesta eclesial transformadora).

Advierte que hay que ensuciarse las manos.

Y que hay que ir al núcleo, al sitio donde se generan los paradigmas.

Advierte que hay que tener “sueños y visiones” y no sólo pensamientos


y propuestas, ni siquiera pensamientos emancipadores o propuestas
alternativas. Es más allá de los límites de la exposición razonada o
emocional a la que hay que ir.

Advierte, confía y envía.

Advertir es una de las acepciones de “cuidar”. Como quien dice


“cuidado” o, como diríamos entre nosotros, “atenti”. El cuidado es uno
de los ejes del paradigma en ciernes que Francisco propone. Supone
proximidad y ternura, pero también astucia y sagacidad. Porque implica
ir al barro, al núcleo y a lo que más cuesta, quizás, tomar y encontrar: la
politicidad propia de la tarea, que es, justo en su momento más profano
de atravesamiento del poder y las construcciones concretas, también su
momento más místico y, entonces, evangélico. Quizás porque en el
pensamiento mismo de Francisco esto todavía no está totalmente
clarificado, y sobre todo porque en las condiciones de recepción del
mismo es lo que más se esquiva, además de ser lo más difícil, pero lo
clave.

La subordinación de la economía a la política es central en el


pensamiento del Papa. En el texto hay un pequeño matiz donde dice
que ambas -política y economía- deben someterse a algo mayor, a un
primado del bien común y de algún modo a lo que expresa “Fratelli
Tutti”.

Esta subordinación y este sometimiento son, sin duda, cuestiones no


solo de declaración moral sino de fuerza de construcción y, en última
instancia, de poder y política concretos y al mismo tiempo
trascendentes. Por ese lado, entendemos que hay que retomar los
contenidos de este mensaje y toda la riqueza del llamado de Asís, en
Argentina, en América Latina y en el mundo.

193
Desde acá, desde la Patria de la que viene el Papa, tenemos mucho
que aportar. Porque la experiencia histórica, la creatividad comunitaria y
social presente y pasada, la doctrina construida y las controversias que
nos atraviesan son una matriz que sin duda está en lo que Francisco,
proponiéndolo urbi et orbi, universaliza al tiempo que devuelve, para
que lo plasmemos por acá, en el fin del mundo.

Entonces, sin más preámbulos, acá los invitamos a leer el mensaje de


cierre del Papa del Sur en el encuentro global de “La economía de
Francesco” (los destacados son nuestros).

23/11/2020

MENSAJE DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES


DEL ENCUENTRO INTERNACIONAL “THE
ECONOMY OF FRANCESCO”

Queridos jóvenes, buenas tardes.

Gracias por estar allí, por todo lo que trabajaron y se


comprometieron estos meses a pesar de los cambios en el
programa; lejos de desanimarse supe del nivel de reflexión,
calidad, seriedad y responsabilidad con que trabajaron: no dejaron
afuera nada de lo que les alegra, preocupa, indigna y moviliza a
cambiar.

La idea original era encontrarnos en Asís para inspirarnos en las


huellas de san Francisco. Desde el Crucifijo de San Damián y
desde otros rostros —como el del leproso— el Señor le salió al
encuentro, lo convocó y lo envió con una misión; lo despojó de los
ídolos que lo aislaban, de las perplejidades que lo paralizaban y

194
encerraban en la habitual flojera del “siempre se hizo así” —esta es
una debilidad— o de la tristeza dulzona e insatisfecha de los que
viven sólo para sí, para regalarle la capacidad de entonar un canto
de alabanza, signo de alegría, libertad y entrega. Por eso para mí
este encuentro virtual en Asís no es un punto de llegada sino el
puntapié inicial de un proceso que estamos invitados a vivir como
vocación, como cultura y como pacto. Como vocación, cultura y
pacto.

LA VOCACIÓN DE ASÍS
«Ve, Francisco, repara mi casa que, como ves está en ruinas».
Estas fueron las palabras que movilizaron al joven Francisco y que
se vuelven un llamado especial para cada uno de nosotros.
Cuando se sienten convocados, involucrados y protagonistas de la
“normalidad” a construir, ustedes saben decir “sí”, y eso da
esperanza. Sé que aceptaron esta convocatoria de forma
inmediata porque son capaces de ver, analizar y experimentar que,
así como vamos, no podemos seguir, lo mostró claramente el nivel
de adhesión, inscripción y participación a este pacto, que ha ido
más allá de las capacidades. Ustedes manifiestan una sensibilidad
e inquietud especial para identificar los aspectos cruciales que nos
reclaman. Lo hicieron desde una perspectiva particular: la
economía, que es su ámbito de investigación, estudio y trabajo.
Saben que apremia otra narración económica, se necesita asumir
responsablemente que «el actual sistema mundial es insostenible
desde diversos puntos de vista»[1] y golpea principalmente a
nuestra hermana tierra, tan gravemente maltratada y expoliada, y a
los más pobres y excluidos. Van unidos: tú espolias la tierra y
habrá muchos pobres excluidos. Ellos son los primeros
afectados… e incluso, los primeros olvidados.

Pero cuidado con dejarse convencer de que esto sea sólo un


recurrente lugar común. Ustedes son mucho más que un “rumor”
superficial y pasajero que se adormece y narcotiza con el tiempo.
Si no queremos que esto pase, están llamados a incidir
concretamente en vuestras ciudades y universidades, trabajos y
sindicatos, emprendimientos y movimientos, cargos públicos y
privados con inteligencia, empeño y convicción para llegar al
núcleo y al corazón donde se gestan y deciden los relatos y

195
paradigmas[2]. Esto me movilizó a invitarlos a realizar este pacto.
La gravedad de la situación actual, que la pandemia de Covid puso
aún más en evidencia, exige una responsable toma de conciencia
de todos los actores sociales, de todos nosotros, entre los que
ustedes tienen un papel primordial: las consecuencias de nuestras
acciones y decisiones los afectarán en primera persona, por tanto,
no pueden quedarse afuera de la gestación

no ya de vuestro futuro sino de vuestro presente. No pueden


permanecer fuera de donde se gesta el presente y el futuro. O
están involucrados o la historia los aventajará.

UNA NUEVA CULTURA


Necesitamos un cambio, queremos un cambio, buscamos un
cambio[3]. El problema surge cuando nos damos cuenta de que
para muchas de las dificultades que nos acucian no contamos con
respuestas suficientes e inclusivas; es más, padecemos de una
fragmentación en los diagnósticos y análisis que terminan por
paralizar toda posible solución. Básicamente nos falta la cultura
necesaria que posibilite y estimule la puesta en marcha de miradas
distintas plasmadas en un tipo de pensamiento, de política, de
programas educativos e, incluso, de una espiritualidad que no se
deje encerrar por una única lógica dominante[4]. Si bien urge
encontrar respuestas, es imperioso fomentar y alentar liderazgos
capaces de gestar cultura, iniciar procesos —no se olviden de esta
palabra: iniciar procesos—, marcar caminos, ampliar horizontes,
crear pertenencias… toda búsqueda de administrar, cuidar y
mejorar nuestra casa común —si quiere ser significativa— reclama
cambios en «los estilos de vida, los modelos de producción y de
consumo, en las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy
la sociedad»[5]. Sin realizar esto, no harán nada.

Necesitamos liderazgos comunitarios e institucionales que puedan


asumir los problemas sin quedar prisioneros de estos y de las
propias insatisfacciones y así desafiar el sometimiento —tantas
veces inconsciente— a ciertas lógicas (ideológicas) que terminan
por justificar y paralizar toda acción ante las injusticias.
Recordemos, por ejemplo, como bien señaló Benedicto XVI, que el

196
hambre «no depende tanto de la escasez material, cuanto de la
insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales
es de tipo institucional»[6]. Si son capaces de resolver esto,
tendrán el camino abierto para el futuro. Repito el pensamiento del
papa Benedicto: el hambre no depende tanto de la escasez
material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más
importante de los cuales es de tipo institucional.

La crisis social y económica que muchos padecen en carne propia


y que está hipotecando el presente y el futuro en el abandono y la
exclusión de tantos niños, adolescentes y familias enteras no tolera
que privilegiemos los intereses sectoriales por encima del bien
común. Debemos volver en cierta media a la mística del bien
común. En ese sentido, permítanme resaltar un ejercicio que
experimentaron como metodología para una sana y revolucionaria
resolución de conflictos. Durante estos meses compartieron
diversas reflexiones y marcos teóricos valiosos. Tuvieron la
capacidad de encontrarse en doce ejes —las “aldeas”, así los
llaman ustedes—: doce temáticas para debatir, discutir y encontrar
caminos posibles. Vivieron la tan necesaria cultura del encuentro,
que es lo opuesto a la cultura del descarte, que está de moda. Y
esta cultura de encuentro propicia que muchas voces puedan
sentarse en una misma mesa para dialogar, pensar, discutir y crear
desde una perspectiva poliédrica, las diversas dimensiones y
respuestas a los problemas globales que afectan a nuestros
pueblos y democracias[7]. ¡Qué difícil es avanzar hacia soluciones
reales cuando se desprestigió, calumnió y descontextualizó al
interlocutor que no piensa como nosotros! Este desacreditar,
calumniar o descontextualizar al interlocutor que no piensa como
nosotros es una forma de defenderse cobardemente de las
decisiones que tendría que tomar para resolver tantos problemas.
Nunca nos olvidemos de que «el todo es superior a la parte, y
también es más que la mera suma de ellas»[8], y de que «la mera
suma de los intereses individuales no es capaz de generar un
mundo mejor para toda la humanidad»[9].

Este ejercicio de encontrarse más allá de todas las legítimas


diferencias es el paso fundamental para cualquier transformación
que ayude a la gestación de una nueva mentalidad cultural y, por
tanto, económica, política y social; porque no será posible

197
comprometerse con grandes cosas sólo desde una perspectiva
teórica o individual sin una mística que los anime, sin unos móviles
interiores que den sentido, sin una pertenencia y un arraigo que dé
aliento a la acción personal y comunitaria[10].

Así el futuro será un tiempo especial donde nos sintamos


convocados a reconocer la urgencia y la hermosura del desafío
que se presenta. Un tiempo que nos recuerda que no estamos
condenados a modelos económicos que centren su interés
inmediato en las ganancias como patrón de medida y en la
búsqueda de políticas públicas afines que ignoran el costo
humano, social y ambiental de las mismas[11]. Como si
contáramos con una disponibilidad absoluta, infinita o neutra de los
recursos. No, no estamos forzados a seguir admitiendo y tolerando
silenciosamente con nuestras prácticas «que unos se sientan más
humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores
derechos»[12] o privilegios para el goce garantido de determinados
recursos y servicios fundamentales[13]. Tampoco alcanza
concentrarse y buscar paliativos en el tercer sector o en modelos
filantrópicos. Si bien su labor es crucial, no siempre son capaces
de asumir estructuralmente los actuales desajustes que afectan a
los más excluidos y perpetúan, sin querer, las injusticias que
pretenden revertir. Porque no se trata solo o exclusivamente de
socorrer las necesidades más básicas de nuestros hermanos. Es
necesario asumir estructuralmente que los pobres tienen la
dignidad suficiente para sentarse en nuestros encuentros,
participar de nuestras discusiones y llevar el pan a sus mesas. Y
esto es mucho más que asistencialismo. Estamos hablando de una
conversión y transformación de nuestras prioridades y del lugar del
otro en nuestras políticas y en el orden social.

En pleno siglo XXI «ya no se trata simplemente del fenómeno de la


explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión
queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la
que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin
poder, sino que se está fuera»[14]. Pongan cuidado a esto: con la
exclusión queda dañada, en su misma raíz, la pertenencia a la
sociedad en la que se vive, desde el momento en que ya no se
está en los suburbios, en la periferia, o sin poder, sino que se está
fuera de ella. Es la cultura del descarte, que no sólo descarta, sino

198
que obliga a vivir en el propio descarte, que deja invisibles tras el
muro de la indiferencia y del confort.

Recuerdo la primera vez que vi un barrio cerrado. No sabía que


existían. Fue en 1970. Tuve que ir a visitar algunos noviciados de
la Compañía, y llegué a un país y, luego, pasando por la ciudad,
me dijeron: “No, por ahí no se puede ir, porque es un barrio
cerrado”. En el interior había muros,

y dentro estaban las casas, las calles, pero cerrado: es decir, un


barrio que vivía en la indiferencia. Me impresionó mucho ver esto.
Pero después esto ha aumentado, aumentado…, y estaba en
todas partes. Pero te pregunto: ¿Tu corazón es como un barrio
cerrado?

EL PACTO DE ASÍS
No podemos permitirnos seguir postergando algunas cuestiones.
Esta enorme e inaplazable tarea exige un compromiso generoso
en el ámbito cultural, en la formación académica y en la
investigación científica, sin perdernos en modas intelectuales o
poses ideológicas —que son islas—, que nos aíslen de la vida y
del sufrimiento concreto de la gente[15]. Es tiempo, queridos
jóvenes economistas, emprendedores, trabajadores y empresarios,
de arriesgarse a propiciar y estimular modelos de desarrollo,
progreso y sustentabilidad donde las personas, pero especialmente
los excluidos —en los que incluyo la hermana tierra— dejen de ser,
en el mejor de los casos, una presencia meramente nominal,
técnica o funcional para transformarse en protagonistas de sus
vidas como del entero entramado social.

Esto no es algo nominal: están los pobres, los excluidos… No, no:
que esa presencia no sea nominal, ni técnica, ni funcional, no. Es
hora de que se conviertan en protagonistas de su vida y de todo el
tejido social. No pensemos por ellos, pensemos con ellos.
Recuerden el legado de la Ilustración, de las elites iluminadas.
Todo por el pueblo, nada con el pueblo. Y eso no es bueno. No
pensamos por ellos, pensamos con ellos. Y desde ellos
aprendamos a dar el paso a modelos económicos que nos

199
beneficiarán a todos porque el eje estructurante y decisional será
determinado por el desarrollo humano integral, tan bien
desarrollado por la doctrina social de la Iglesia. La política y la
economía no deben «someterse a los dictámenes y al paradigma
eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común,
necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en
diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida
humana»[16]. Sin esta centralidad y direccionalidad quedaremos
presos de una circularidad alienante que lo único que perpetuará
será dinámicas de degrado, exclusión, violencia y polarización: «La
producción, al fin y al cabo, no tiene otra razón de ser que el
servicio a la persona. Si existe, es para reducir las desigualdades,
combatir las discriminaciones, librar de la esclavitud. […] No basta
aumentar la riqueza común para que sea repartida equitativamente
—no, no es suficiente esto—, no basta promover la técnica para
que la tierra sea más habitable»[17]. Tampoco esto es suficiente.

La perspectiva del desarrollo humano integral es una buena noticia


a profetizar y efectivizar —y estos no son sueños: este es el
camino— una buena noticia de profetizar y de efectivizar, porque
nos propone reencontrarnos como humanidad en lo mejor de
nosotros mismos: el sueño de Dios de aprender a hacernos cargo
del hermano y del hermano más vulnerable (cf. Gn 4,9). «La
grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su
relación con el sufrimiento y con el que sufre —la medida de la
humanidad—. Esto es válido tanto para el individuo como para la
sociedad»[18]; grandeza que debe encarnarse también en
nuestras decisiones y modelos económicos.

Cuánto bien hace dejar resonar las palabras de san Pablo VI,
cuando buscando que el mensaje evangélico permeara y guiara
todas las realidades humanas escribía: «El desarrollo no se reduce
al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser
integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre
—a todos los hombres y a todo el hombre—. […] Nosotros no
aceptamos la separación de la economía de lo humano, el
desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta
para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de
hombres, hasta la humanidad entera»[19].

200
En este sentido, muchos de ustedes tendrán la posibilidad de
actuar e incidir en decisiones macroeconómicas donde se juega el
destino de muchas naciones. Estos escenarios también necesitan
de personas preparadas, «mansas como palomas y astutas como
serpientes» (Mt 10,16), capaces de «velar por el desarrollo
sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a
sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a
las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y
dependencia»[20]. Los sistemas de crédito son por sí solos un
camino hacia la pobreza y la dependencia. Este legítimo clamor
requiere suscitar y acompañar un modelo de solidaridad
internacional que reconozca y respete la interdependencia entre
las naciones y favorezca los mecanismos de control capaces de
evitar todo tipo de sometimiento, así como velar por la promoción
especialmente de los países sumergidos y emergentes; cada
pueblo está llamado a volverse artífice de su destino y del mundo
entero[21].

Queridos jóvenes: «Hoy estamos ante la gran oportunidad de


manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos
samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez
de acentuar odios y resentimientos»[22]. Un futuro imprevisible ya
está en gestación; cada uno de ustedes, desde su lugar de acción
y decisión puede aportar mucho; no elijan los atajos que seducen y
les impiden mezclarse para ser levadura allí donde se encuentran
(cf. Lc 13,20-21). Nada de atajos: levadura, ensuciarse las manos.
Pasada la crisis sanitaria en la que nos encontramos, la peor
reacción sería de caer aún más en una fiebre consumista y en
nuevas formas de autopreservación egoísta. No se olviden que de
una crisis no se sale igual: salimos mejor o peor. Alimentemos lo
bueno, aprovechemos la oportunidad y pongámonos todos al
servicio del bien común. Ojalá que al final ya no estén “los otros”,
sino aprendamos a desarrollar un estilo de vida capaz de decir
“nosotros”[23]. Pero un “nosotros” grande, no un “nosotros”
pequeño y después “los demás”, no; esto no va.

La historia nos enseña que no hay sistemas ni crisis que hayan


podido anular por completo la capacidad, el ingenio y la creatividad
que Dios sigue alentando en los corazones. Con dedicación y

201
fidelidad a vuestros pueblos, a vuestro presente y a vuestro futuro,
ustedes pueden unirse a otros para tejer una nueva manera de
forjar la historia. No teman involucrarse y tocar el alma de las
ciudades con la mirada de Jesús; no teman habitar sin miedo los
conflictos y encrucijadas de la historia para ungirlos con el aroma
de las bienaventuranzas. No teman, porque nadie se salva solo.
Nadie se salva solo. A ustedes jóvenes provenientes de 115
países, los invito a reconocer que nos necesitamos para gestar
esta cultura económica capaz de «hacer que germinen sueños,
suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular
la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una
aurora de esperanza, aprender unos de otros, a crear un
imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los
corazones, dé fuerza a las manos, e inspire a los jóvenes —a
todos los jóvenes, sin excepción— la visión de un futuro lleno de la
alegría del Evangelio»[24]. Gracias.
[1] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 61. En adelante LS.
[2] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 74. En adelante EG.
[3] Cf. Discurso en el Encuentro mundial de los movimientos populares, Santa Cruz de la Sierra (9 julio 2015).
[4] Cf. LS, 111.
[5] S. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 58.
[6] Carta enc. Caritas in veritatis (29 junio 2009), 27.
[7] Cf. Discurso al Seminario “Nuevas formas de solidaridad” organizado por la Pontificia Academia de las
Ciencias Sociales (5 febrero 2020). Recordemos que «la verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del
diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que
termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental» (LS, 47).
[8] EG, 235.
[9] Carta. enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 105. En adelante FT.
[10] Cf. LS, 216.
[11] Propiciando, si es necesario, la evasión fiscal, el no cumplimiento de los derechos de los trabajadores, así
como «la posibilidad de corrupción por parte de algunas de las empresas más grandes del mundo, no pocas
veces en sintonía con el sector político gobernante» (Discurso al Seminario “Nuevas formas de solidaridad”,
cit.).
[12] LS, 90. Por ejemplo «culpar al aumento de la población y no al con-sumismo extremo y selectivo de algunos
es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una
minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el
planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo» (LS, 50).
[13] Si bien todos contamos con la misma dignidad, no todos parten del mismo lugar y con las mismas
posibilidades a la hora de pensar el orden social. Esto nos cuestiona y nos exige pensar en caminos para que la
libertad y la igualdad no sea un dato meramente nominal propenso a promover injusticias (cf. FT, 21-23). Nos
hará bien preguntarnos: «¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de
fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la
reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores?» (FT, 103).
[14] EG, 53. En un mundo de virtualidades, cambios y fragmentación, los derechos sociales no pueden ser
solamente exhortativos o apelativos nominales, sino que han de ser faro y brújula para el camino porque «la
salud institucional de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana» (LS,
142).
[15] Cf. Const. ap. Veritatis gaudium (8 diciembre 2017), 3.
[16] LS, 189.
[17] S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 34. En adelante PP.
[18] Benedicto XVI, Canta enc. Spe Salvi (30 noviembre 2007), 38.
[19] PP, 14.
[20] Discurso a la Asamblea General de la ONU (25 septiembre 2015).
[21] Cf. PP, 65.
[22] FT, 77.
[23] Cf. ibíd., 35.
[24] Discurso al inicio del Sínodo dedicado a los jóvenes (3 octubre 2018).

202
FACTOR DIEGO
No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se
salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en
cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se
establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una
dinámica popular, en la dinámica de un pueblo.

Francisco, Gaudete et exsultate, Exhortación Apostólica sobre


la santidad en el mundo actual, 6

Hay momentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la


alegría sobrenatural, que «se adapta y se transforma, y siempre
permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza
personal de ser infinitamente amado, más allá de todo». Es una
seguridad interior, una serenidad esperanzada que brinda una
satisfacción espiritual incomprensible para los parámetros mundanos.

Francisco, Gaudete et exsultate, Exhortación Apostólica sobre


la santidad en el mundo actual, 125

Diego divide las opiniones, pero la unidad del pueblo en torno a su


figura y el amor que le profesa, prevalece.

Maradona puede encuadrar o desentonar en uno u otro espacio, pero


en el tiempo, Diego siempre supera y trasciende.

Podemos agarrarnos de uno u otro aspecto del Diez, pero el conjunto


de sus muchas vidas, que es la compilación de todas sus caídas y
victorias, es superior.

Pueden tener muchas ideas respecto al jugador, pero su vida se


impone como tragedia y maravilla, y sobre todo como alegría efectiva.
Realidad incontestable.

No podía ser el Papa solo. Tenía que ser Francisco en un encuentro.


Factorear a alguien es ponerlo en relación.

203
Con lo nuestro. Con nosotros.

La alternativa era el Papa de Roma tomando un mate de acá. El mate


era una manera. Bebida basada en el compartir. Gesto.

Pero no se trataba nada más que de lo autóctono o lo característico.


Imágenes del Papa con otros no faltan. Pero tenía que ser con alguien
que nos representara fuerte.

Hay abrazos más obvios, más tranquilos, más lineales. Abrazos


tranquilizadores o esperables.

Entonces, un encuentro representativo. Pero también tenía que ser un


abrazo con algo inquieto.

Algo nuestro. Algo trascendente. Algo fuerte. Pero también que no


pasara como algo más: que movilizara, invitara y provocara. Por todo
eso, Francisco y el Diego.

ABRAZO DE GOL
El Papa con lo nuestro: la argentinidad. El abrazo de dos argentinos
universales. Y el abrazo con un toque de ironía y mística.

Cada pueblo tiene héroes, referentes, ídolos. Pero un pueblo que tenga
un Papa y uno al que llaman D10s, hay pocos.

¿Quién se reporta con quién? Hay una jerarquía enredada. Un guiño,


una gambeta a la lógica. No hubo que inventarlo. El encuentro de 40
minutos entre el Papa de Roma y Buenos Aires y el Dios de Fiorito y
Nápoles, ya estaba disponible. “Es demasiado” le dirían a cualquier
guionista.

Esa cumbre celestial y arrabalera, es casi una alegoría de las de


Dolina. Una imagen de esas fileteadas que podría adornar un bondi que
va por Rivadavia hasta Cañuelas.

Pero esa cumbre esotérica y mística, no fue un relato ni un chiste en un


bar, fue una foto oficial en el Vaticano.

204
EL MEZCLADITO ME ENCIENDE
La mezcla y el mestizaje son lo nuestro. No tanto el “crisol de razas”,
metáfora algo ampulosa, como el fruto de un conventillo infinito y un
conurbano efervescente de dolores y sueños. Basta ver a los viejos del
Diego.

Mezcla de mezclas: Maradona es un napolitano canchero y un morocho


con los rasgos de nuestros indios. En el orden que se prefiera. Por eso
el efecto de reconocimiento que genera es movedizo y amplio, preciso y
un poco inabarcable. De sangres, de clase, de gestos, de sueños.

Dice Francisco, también, que el Dios cristiano es un Dios mestizo,


mezclado de humanidad hasta el tuétano. El Dios de la historia es un
Dios encarnado en ella.

LA MANO DE DIOS
¿Cómo pasa que a un ser humano le terminan diciendo Dios? Hay una
estela mágica que acompaña la vida de Maradona. Un óleo de Samuel
que no es sólo genética sino también encarnación de un sueño de
todos. Una brasa que se enciende, se quema y se consume desde el
principio hasta el final. Hay señales, gracias y milagros, pero también
hambre, decisión y audacia. En el Diez se conjuga la destreza total y el
fuego pleno, desplegado y jugado. Un niño arrojado al mundo y un
hombre enfrentado a la historia.

El Diego es puro presente porque siempre mira al destino a los ojos.


Así encaró cada una de sus batallas decisivas, sus triunfos eternos y
sus derrotas de pie. Los episodios que marcaron para siempre las
historias de vidas, las memorias familiares y las leyendas populares.

¿Qué estabas haciendo en el gol del Diego a los ingleses? Hagan esta
pregunta y escucharán historias geniales, llenas de detalles precisos y
desbordadas de alegría. ¿Es quizás el momento más feliz de todo un
pueblo? “Arranca con la pelota el genio del fútbol mundial”, fueron las
palabras del relator de la banda oriental seis segundos antes del
milagro. Un barrilete cósmico que atraviesa la historia, desafía al
imperio y atraviesa corazones. La genialidad del que irrumpe y cambia

205
el sentido de los acontecimientos con viveza y desborde de talento.
“¿Con qué lo hiciste Diego?, preguntó el periodista… “Un poco con la
cabeza, y un poco con la mano de Dios”, respondió el pibe de oro
mientras se convertía en D10s.

OPIO DE LOS PUEBLOS. DROGAS Y ANTIMARADONA


La droga es una contracara de la angustia, y la angustia es una señal
de búsqueda. Una señal de nosotros mismos. El mismo Francisco dice
que en el adicto se manifiesta una inquietud, un temblor de encuentro,
una aspiración. Una vía tortuosa para conectar con el exceso que nos
es propio y a la vez nos desgarra.

Cuando Marx llamó a la religión opio de los pueblos, no estaba


simplemente hablando de la alienación. Es posible escuchar de modo
diferente esta frase: aquello en lo que los pueblos buscan descanso y
evasión del dolor. Un más allá. Algo más. Otra realidad. Algunos
señalan al fútbol como el nuevo opio de los pueblos. “Alienación” es la
palabra que sigue esta acusación.

Los antimaradona existen, y se revelan con frases relacionadas a estas


dos cuestiones: “es un falopero” y “es sólo un jugador de fútbol”. Son
las formas en que salta también algo que tiene que ver con lo
antipopular y el ninguneo de lo que somos y podemos ser. No viene
solo de los que desprecian a los pobres, sino también de los que dicen
con superioridad y distancia cómo debería ser el pueblo. Al mismo
tiempo, creen que nada bueno puede salir de este país.

Algo parecido pasa con el Papa.

SI JESÚS TROPEZÓ POR QUÉ ÉL NO HABRÍA DE HACERLO


Cuando la gente ve la tapa de #FactorFrancisco con el Papa y Diego, a
veces se pone incómoda. Muchos se deslumbran, les brilla la cara
como reconociéndose en el abrazo. Pero cuando no quedan
maravillados, es porque se ponen incómodos.

La impureza, el pecado, la mancha. Algunas graves, también, en el


borde de lo inadmisible.

206
El redentor del cristianismo no es muy diferente. Lo acusaban de
borracho y parrandero. Puede decir alguno: “pero no tenía pecado”. Sin
embargo, vale recordar que las acusaciones que registran los
Evangelios, no se referencian a una mera desprolijidad: “borracho y
parrandero”, y andar con los impuros e impuras. Las imputaciones no
eran referidas a los modales.

Es que la santidad cristiana no consiste en no caer. Tampoco en ser


perfectos. Y mucho menos se relaciona con la pureza. Sobre esto
último podría decirse justamente que “todo lo contrario”.

Ser santo, en términos cristianos, consiste en nunca dejar de intentar


amar.

PUEBLO, REBELDÍA, REVOLUCIÓN, PUEBLO


El barrilete cósmico, la fuerza de la tierra, la sangre empedernida, en
algún momento se tatuó la piel con los símbolos de la rebeldía. Dejarse
curar por Cuba fue también quedar al cuidado de Fidel. Y de ahí en
más, acompañar los nombres y los hombres y mujeres que acá en
Argentina y en América Latina nombran lo popular, ya no como
identidad, sino como historia reconocida y opción política tomada.

Diego se manifestó peronista, para escándalo de los que se


escandalizan por lo obvio.

En el momento de salir de lo peor, también se reconstituye con los


dolores y las levantadas, con todas las marcas en la piel. Los
momentos decisivos son momentos de recapitulación. Y ahí toda la
historia personal se recoge en presente y opción. Lo personal con lo
colectivo se sintetizan en un reconocimiento que posiciona y abre.
Pertenencia y enfrentamiento, con lo propio más que con otros.

Por eso el Diego con Néstor, con la marcha, con las madres y abuelas.

Es el Diego de Fiorito el de la Casa Rosada.

Alguno dirá: pero también con Menem. La respuesta es: también.

La coherencia es un camino, no una intocabilidad.

207
LA CONCIENCIA DE REPRESENTAR: LA PATRIA ENTERA,
LOS SUEÑOS DE TODOS Y LAS PIERNAS DE LOS ÚLTIMOS
Diego no sólo nos representa.

Nuestro pueblo ama en Maradona, además, la conciencia de


representar.

La tarea y la voluntad, el gesto de cargarse a los otros sobre los


hombros. Ya sea que se trate de sus compañeros de equipo o de los
dolores por Malvinas, los que sean. O los desvelos de su papá y su
mamá. O también, como cuenta esa anécdota con un joven jugador que
había quedado paralítico. “Soy tus piernas”, le dijo al oído en un abrazo
fraterno. Representar, no como reflejo nada más. Sino como carga de
dolores y sueños.

Por eso mismo, sus alegrías son retomadas como propias por millones.
Sus caídas, pero sobre todo sus disfrutes, revanchas y sonrisas.

DESBORDE DE DIOS, VALGA LA REDUNDANCIA


Un pueblo que le llama a uno de los suyos, Dios. El pueblo te supera,
se te va, entonces hay que gobernar lo ingobernable, para que el
desborde encuentre un cauce.

En su modo de juego, en su vida expuesta, en su drama personal, en


su fiesta compartida e interior, en el vínculo con cercanos y lejanos, en
sus dichos.

En todo Maradona hay Diego. Y Diego es desborde.

El día de su despedida, fue la palabra más usada por los medios.

En ese caso, como sinónimo de descontrol, y como expresión de


miedo. Incluso de barbarie, y violencia.

Pero el miedo al desborde anula toda posibilidad de encuentro con lo


popular.

208
Especialmente desde quienes odian al pueblo. Pero también pasa que,
si no se asume el desborde, todo encuentro con lo popular y toda
pretensión de gestión, se neutraliza a sí misma como servicio al pueblo.

Hacer política, organizar liturgias –liturgia significa precisamente


“servicio al pueblo”- implica tramitar el reconocimiento del desborde.
Garantizar su posibilidad sin pretender controlarlo. Y darle cauce y
espacio a la vez.

ARGENTINA UNIVERSAL, ARGENTINA ESENCIAL:


FRATELLI TUTTI
La intuición original de #FactorFrancisco es que en un punto, el Papa
es un espejo y una pregunta sobre nosotros mismos. Y que es algo de
nosotros en el centro del mundo. Incluso si ese centro del mundo está
en ruinas. Más todavía.

Otra pista que nos orienta es que pueblo y dios son palabras -y
realidades- reversibles. No por identidad, sino por encuentro. Por pacto
de amor. En ese esquema, que constela nuestra historia y nuestra
poesía, nuestros dolores y nuestros líderes, la esperanza de muchos y
la valentía de tantos, Maradona es la paradoja, el nudo mágico, lo que
desata y conjuga nuestras contradicciones.

El Papa y Diego. Dos argentinos concretos, universales cada uno a su


modo y por su propio derrotero. Ninguno ajeno a la controversia ni a los
límites.

Los dos hijos de un pueblo sufrido y corajudo, insistidor y resucitado.

Los dos con el pueblo en los labios, en el pensamiento y en la tarea.

Cada uno, un punto de contacto y un puente con la palabra que nombre


el absoluto. Dios.

Y sobre todo, con una insistencia en mil idiomas y gestos, en abrazos


múltiples y encuentros con todos. Con una consigna: Dios y el pueblo,
ambos, no se cansan de perdonar.

209
Pero sobre todas las cosas Francisco, Dios y pueblo, y Diego, son
todos ellos, entre el dolor y la fiesta, nombres de una apuesta de amor.

Por eso trabajamos con todo eso siempre presente, de la periferia al


centro y de regreso, para que esos nombres sean lo que son: signo y
recuerdo, advertencia y propuesta de que somos “fratelli tutti”, una
patria de hermanos.

O sea: Factor Diego.

29/11/2020

210
SUBORDINAR LA ECONOMÍA A
LA POLÍTICA
La economía de Francisco y una nueva politicidad
Francisco construye su mensaje con intervenciones de diferente tipo.
Una matriz de gestos, convocatorias y documentos. Por ejemplo, con la
salida reciente de la carta encíclica Fratelli Tutti, Francisco pone en su
lugar a Laudato si’. No solo la completa y de algún modo la supera, sino
que la ubica en un sitio. Del mismo modo que este verdadero
compendio de su pensamiento “situado”, elaborado durante la
pandemia y en este momento del mundo y de su papado, dialoga con
su programa inicial expresado en la Exhortación pastoral Evangelii
Gaudium, “La alegría del evangelio”. La alegría, el cuidado, la amistad
social. Un recorrido posible por el magisterio y los nudos de Francisco.
En este sentido, con la convocatoria a los jóvenes a pensar “La
economía de Francesco”, el Papa completa una serie de campos en los
que centra sus preocupaciones: la ecología, la educación y, aquí, la
economía.

THE ECONOMY OF FRANCESCO


El evento se centró en un llamado a los jóvenes – economistas,
“emprendedores” y referentes sociales- con una fuerte preocupación
respecto a la matriz de pensamiento que orienta la economía. El
“dogma neoliberal” dice en Fratelli Tutti, pensamiento “fatal” o fatalista,
en Laudato si’.

En el mensaje con el que cerró el encuentro hay pistas para algo que
tiene que ver fuertemente con este núcleo de la economía. Pero
además hay una serie de criterios, advertencias literalmente, que
pueden servir para precaverse sobre esto: los modos en que unas
propuestas potentes, inspiradoras y disruptivas pueden perderse en la
máquina de captura. Porque la cultura contemporánea es especialista
en pasteurizar como pseudo alternativa todo elemento rebelde. No es

211
casual que el tópico de “los jóvenes” haya sido transformado desde
Mayo del 68 en un producto de consumo más, incluyendo una fuerte
absorción de la rebeldía como elemento cultural del statu quo. Algo
parecido sucede con las propuestas y experiencias también
alternativas, en forma de altermundialismo o propuestas “ideológicas” -
así las llamaría el Papa- fragmentarias y cerradas, que corren el riesgo
de ser complemento marginal, pero sin potencia, del largo y fuerte
devenir de lo mismo. También pasa con las estructuras y la cultura
eclesial, pastoral y de movilización en la que se reciben las propuestas
del Papa. Él lo sabe. Pero Francisco sabe también que ahí mismo
donde están estos problemas, está también la fuerza que hay que
reconducir a otros caminos y procesos.

Por eso, si se mira el mensaje con el que Francisco cerró el encuentro,


hay una insistencia inspiradora, una invitación renovada y, muy
especialmente, una serie de advertencias fuertes y recurrentes (las
compartimos hace unos días en http://www.factorfrancisco.org/la-
economia-de-francesco-inspiracion-invitacion-y-advertencia/)

Porque quizás en la economía como tema, y probablemente en los


jóvenes como actores o sujetos protagónicos y destinatarios a la vez,
se muestra de manera central cuáles son los límites de/frente a
Francisco, y al mismo tiempo la zona decisiva en que hay que hacerse
cargo de las implicancias de su mensaje.

El momento en que se plasma el encuentro “La economía de Francisco”


es significativo. Marcado por los desafíos de la pandemia y la “salida”
por un lado, y por las condiciones de salida real, el tipo de práctica “en
salida” que señala Fratelli Tutti para la etapa actual de la civilización, la
humanidad o la época. Se conjugan lo que desnuda la pandemia, por
un lado, y la amistad social con todos y todas, como exigencia y
condición para una nueva etapa histórica o, más profundamente, para
la sobrevivencia de la especie. O sea, se juega la politicidad propia de
toda transformación vista desde su módulo más básico, pero también
su centro insoslayable. Urgencia y criterio. Discernimiento y disciplina.
Podría decirse: una coyuntura que marca clara dimensión de la
necesidad de una acción política “más que política”.

212
Entrarle a esto, a una acción transformadora que va más allá de sí
misma, es condición de toda transformación. Y queda mucho más a la
vista al tratarse del nudo económico. Porque en el pensamiento
económico está uno de los núcleos donde se reproduce el paradigma y
se aborta la política misma, y toda politicidad se hunde.

TRES “T” Y TRES “E”


Junto a las conocidas tres T de Francisco (Tierra, Techo y Trabajo)
pueden señalarse quizás tres “E” que preocupan al Papa como campo
de acción: la ecología (Laudato Si), la educación (Pacto Educativo
Global) y ésta, la economía (The economy of Francesco). No son las
únicas, pero son centrales.

Con esto como fondo, vale ver en torno a la economía el punto límite
donde la apuesta de Francisco, sus propuestas y provocaciones,
necesitan ya no una adhesión sino una operación. Un agregado. Un
plus e incluso un desafío a Francisco mismo (conste que él mismo lo
demandó desde el principio: el pedido de “hagan lío” es eso, y no el
llamado a la algarabía de gente linda).

Pero sobre todo pide un avanzar, un pararse ahí viendo la politicidad


propia de la acción reclamada y esperada, que es, ahí mismo, la más
política y la más espiritual.

SUBORDINAR LA ECONOMÍA A LA POLÍTICA


Lo que más dice Francisco sobre la economía es que ésta debe
someterse a la política.

Y estamos de acuerdo. O no. Pero la cuestión es esta, si estamos de


acuerdo: ¿Por qué -y sobre todo cómo- habría de someterse?

Acá aparece un problema que es el de la fuerza. Para hablar de “la


economía de Francesco” no basta hablar de cómo debiera ser, aunque
esto también es necesario para orientar la motivación y el horizonte de
la acción. Pero no se puede suponer que las intenciones éticas o el
sermón moral vayan a tener “fuerza” moral. Ni conceptual ni
empíricamente.

213
“Someter la economía a la política”. Término fuerte. Incómodo. Por eso
lo traemos.

Término musulmán si los hay, que aparece muy central en Fratelli Tutti,
de la cual Francisco cuenta que está inspirada en el diálogo del Gran
Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb. La característica del Islam es
justamente este someterse (“musulmán” significa literalmente
“sometido”) a la voluntad de Dios. Y no es un dato menor que sea
también un vector del Islam dar formato a la sociedad de acuerdo a los
principios religiosos. Por supuesto que esto nos incomoda en
Occidente, y que tiene sus desvíos serios y peligrosos. Pero hay que
levantar la sospecha respecto a que este temor fundado debería ir
acompañado de la pregunta referida a cuáles sometimientos están
implícitos en la libertad occidental, paradigmáticamente articulada en el
no sometimiento y el no límite de la economía y la mercancía, a ningún
valor ni factor.

(En el mensaje final del encuentro de Asís, Francisco dice que tanto la
economía como la política deben someterse a algo más, lo cual
seguramente habla de los que escribieron parte del mensaje, pero por
otro señala también esa “política más que la política” de la que
hablamos nosotros).

LA POLÍTICA DE / EN DIÁLOGO CON FRANCISCO


La economía de Francisco no se puede hacer sin la política de
Francisco. Pero la política de Francisco no puede ser “solamente
política”, debe ser poética. Poiesis: producción, obra, creación de
sentido-sujeto. Desborde de estos.

En las propuestas que circulan en los foros alternativos, nos


encontramos con mucha economía “alternativa sin cómo” (centralmente
“sin cómo” escalar más allá de las experiencias excepcionales, en todo
caso significativas pero finalmente procesables por el sistema, o por
autorreferentes almas bellas). Del mismo modo que aparecen los
“cómo” sin importar el qué y el por qué, como modos alternos de
gestión más centrados en la innovación y la moda neoliberal del cambio
que en la transformación misma. Y también sabemos que muchos “por

214
qué” resultan no tener “quiénes”: alternativismos ideológicos, pero “de”
y “para” pocos. “Habriaqueismos”, dice Francisco en Evangelii
Gaudium. También hay muchos “quienes” proponen, pero lo hacen sin
política, porque no la encuentran o porque la evaden. Al final es claro
que, sí hay política sin elementos de recreación de la economía -ése es
el sentido del “sometimiento”-, la emancipación o la gestión propuestas
tendrán un agujero en esto: la carne de los pobres y el corazón del
mundo, el sufrimiento de muchos, inmediato corporal como señalan las
obras de misericordia, quedarán intactos. Dar de comer al hambriento,
de beber al que tiene sed, vestir al desnudo, cuidar a los enfermos y
visitar a los presos. La misericordia de la que habla Francisco es un
elemento orientador para no caer en abstracciones de burbuja.

LAS NOTAS CENTRALES DEL ACORDE NECESARIO:


PUEBLO Y “NO-ONG”
Junto con esta “samaritanía de la praxis” o “política del
desviarse/inclinarse y levantar y sanar a los caídos”, que expresa el
criterio práctico central del Papa, hay dos ejes estructuradores en la
posición de Francisco que proponemos tener en cuenta como centrales.

Uno, ya lo venimos diciendo, y no es novedad pero todavía está en


ciernes su asunción e irrupción. Asumirlo en su carácter de ruptura: es
la centralidad del pueblo lo que se propone desde Santa Marta. Como
marca de trascendencia y más que lógica (mítica, pero en este caso no
mística, como dice Francisco, previendo contra las idealizaciones y las
ideologías al mismo tiempo). Pero también como factor, núcleo y
corazón unificador de la pluralidad de enfoques y dinámicas.

Junto con esto, un planteo que el Papa hizo casi desde el minuto cero
de su pontificado y con el que insiste una y otra vez. “La iglesia no es
una ONG”. No es una organización no gubernamental. La Iglesia no lo
es, no se trata de eso. Pero el planteo vale, más ampliamente para “lo
nuestro”, o “esto nuestro de lo que hablo”, la matriz de nuestra
intervención, no es esa. Doble negación: “no-no gubernamental”. Que
no significa, como podría haberse pensado en su momento,
“gubernamental”. Es otra cosa. El planteo es hecho en un momento del
mundo donde el humanitarismo filantrópico es el engranaje por el cual

215
el neoliberalismo procesa potencia y a la vez disuelve las iniciativas de
transformación social. Sean estas organizativas, conceptuales o
experienciales, incluso programáticas.

Francisco le dice esto a una Iglesia que pasó de ser aliada de las elites
estatales de las clases dominantes, a una especie de vanguardia o
centro de la “sociedad civil”. Da unas pautas para intentar otro camino,
que cruce, que salga al encuentro de la totalidad societal desde otro
lado. Lo expresamos así: la tarea es más-que-política.

¿Que caracteriza a una ONG? Seis cosas proponemos para pensar: la


predominancia del saber experto y funcionarial. La confusión entre la
especificidad de los enfoques y recortes de problemas con la
fragmentación y dispersión de las iniciativas. El resultadismo alternativo
o integrado. El peso testimonial sin escala. La posibilidad genética de
las propuestas, de ser capturadas por lo que combaten. La ausencia de
lo central de un anuncio de redención que va al fondo del alma personal
y colectiva, junto con la disolución en el plano de las intenciones y la
ideología. Y, por último, la dificultad, cuando no el empeño, en no ir al
núcleo de los problemas, sino apenas maquillarlos o compensarlos con
buena voluntad, preciosismo metodológico o aguerrida denuncia. Al
final de todo, las propuestas en “modo ONG” son tan potentes como
limitadas. Es una matriz.

Francisco, como parece decir en todo su mensaje de cierre del


encuentro de Asís, plantea “es por este lado, pero atenti, que así no
es”.

SAMARITANIA PROGRAMÁTICA
“Es posible comenzar de abajo y de a uno, hasta el último rincón de la
patria y el mundo”, dice Francisco en Fratelli Tutti. Un modo de
construir. Concreto. Paradójicamente, centrado en la acción mucho más
que en las palabras.

Ahí hay una pista. La otra es salir de las respuestas fragmentadas, los
diálogos de secta o burbuja, de ronda de iguales o esfera de repetidos,
que son equivalentes a los debates de grieta y a los diálogos de forma.

216
Urge poner en escena la estructura de los debates, evitando la
yuxtaposición, los promedios perezosos y las figuraciones pequeñas,
que al final solo confirman identidades y nos dejan en la pequeñez de lo
de siempre.

Francisco pone pistas, hay que recorrerlas por nuestros propios


caminos. Por eso, la Economía de Francesco/Francisco no se puede
tratar con generalidades moralizantes sobre lo económico, ya se trate
de la teoría o de la práctica, de los actores o de las relaciones.
Tampoco puede quedar en las meras formulaciones análogas a la de la
grieta, o en reflexiones sobre una unidad o comunión abstracta, como si
fuera una economía de las buenas intenciones. Por último, no puede
tratarse en una burbuja de selectos para participar de un movimiento
inexistente. La economía de Francisco requiere que haya quienes
conecten con la potencia del santo europeo de la pobreza y la alegría y
con las propuestas del Papa latinoamericano que propone la
misericordia y “la salida” samaritanas como gestos básicos de
reconstrucción de la sociedad y los problemas estructurales del país y
de la etapa. Comentarios “De abajo y de a uno” hasta el último rincón
de la patria y el mundo. Con realismo y sin mundanidad, pero en el
mundo y con la valentía – parresía- necesarias en lo conceptual y lo
práctico.

DE LA ESCASEZ A LA ABUNDANCIA
Estamos en un momento en el cual, en términos de recursos a nivel
global, hay para todos, y lo que hay es mucho. En ese sentido, el
desafío de la etapa no es tanto la administración de los bienes escasos,
sino qué hacer con la sobreabundancia o la superproducción. Si hay
algo que puede decirse respecto al modo de producción capitalista -y a
su versión actual y desenfrenada que es el neoliberalismo- es que el
crecimiento de la capacidad humana para generar riqueza ha sido
exponencial en este tiempo. La productividad se acelera con la
robotización, y sin embargo, la crisis es cada vez más profunda.
Justamente porque hay una distorsión total en el modo en que se
distribuye esa riqueza y esa abundancia, generando una crisis de
demanda producto de su hiperconcentración. Por eso la distribución no
es sólo una cuestión de solidaridad -que la entendemos siempre como
un valor-, sino parte de los cambios necesarios para regenerar una
mínima armonía en el sistema mundo. “Los pobres no son el problema,

217
sino la solución”, solía decir Lula apelando a la necesaria distribución
de la riqueza de la potencia suramericana como salida del
estancamiento económico. Sin embargo, no se trata sencillamente de
reactivar la demanda de los mercados internos de los países
emergentes. Se trata de pensar el futuro de la humanidad como un
conjunto de civilizaciones capaces de disfrutar, compartir y proyectar a
las futuras generaciones lo mejor de la maravilla y abundancia que
hemos sabido conseguir.

POBREZA / RIQUEZA
Al Papa se lo acusa de hacer “apología de la pobreza”. Ha sido dicho
en editoriales de diarios del establishment global como por showmans
libertarios en set televisivos de nuestro medio local. Los adoradores del
dios dinero no toleran que se los desafíe, y eso es lo que hace
Francisco. No es casual que sea un líder espiritual quien apunte con
más contundencia al núcleo religioso del capital, cuestionando el
carácter absoluto de la propiedad y señalando el evidente límite al que
ha llegado la humanidad en términos ambientales.

En la película de Wim Wenders, “Hombre de Palabra”, el Papa dice con


claridad que “todos tenemos que ser un poco más pobres”. Es una
frase dicha refiriéndose a la vida de los cardenales de la Curia
Vaticana, pero extensiva al modo de vida hegemónico y aspiracional.
Nadie se anima a decir eso en esos términos, menos aún líderes
políticos globales, y sin embargo allí radica uno de los debates clave
para las próximas generaciones: ¿Cuál será el umbral de expectativas
de consumo que tendrán y con qué recursos podrán satisfacerlo? Este
interrogante debe ser planteado partiendo de la base de que vivimos en
el momento de mayor abundancia en términos de riqueza socialmente
producida, de mayor concentración de esos recursos y de máxima
exposición a los estímulos de los consumos aspiracionales e
inagotables. El neoliberalismo pide sacrificios y traslada a los
trabajadores la responsabilidad de acceder a las “mieles” del sistema.
Desde la perspectiva de los pueblos, la discusión debe ser reformulada:
la felicidad puede ser inmediata, la comunidad puede ser eficiente y el
espejo en que nos miramos puede ser nosotros mismos.

PLANIFICACIÓN Y REALIDAD EFECTIVA


El tiempo, los procesos y la planificación son centrales en la economía.
También el espacio. Argentina es una tierra de abundancia y sin embargo,
un país marcado por las crisis cíclicas y la inestabilidad cambiaria. Las

218
razones que lo explican pueden ser varias y seguramente todas
insuficientes. Entre los argumentos predilectos de los voceros de las élites
y grandes grupos económicos locales, se reiteran siempre el costo laboral,
el gasto público y la intervención estatal. Al peinar a contra pelo estas
letanías del manual ortodoxo, lo que aparece es lo siguiente: Argentina es
un país que no se resigna a ser mera periferia y asumir el lugar que el
poder global le asigna. Esa inestabilidad es el síntoma de la disputa. Hay
un pueblo más audaz y consciente de la potencia de esta tierra que la élite
que solo puede pensar en cómo extranjerizar la riqueza acá generada. Por
eso el Estado, instrumento que el pueblo supo aprehender y reconocer
como propio, sigue siendo el único instrumento eficaz para proyectar un
modelo de país que desafíe la mera condición periférica. En un mundo
incierto, producto de un paradigma que se presenta como agotado, la
dimensión de la planificación es fundamental. Y sin embargo, en un
continente como es América Latina, lo urgente obliga a pensar también en
lo inmediato. Tener la capacidad de mirar en el largo y mediano plazo,
poder planificar y al mismo tiempo tener la capacidad de mostrar cosas
concretas.

Muchas veces se plantea la economía popular como la respuesta a esta


crisis. No hay dudas que contiene un potencial enorme en términos
sociales y laborales, pero debe lograr discutir en el plano de la eficiencia y
la generación de riqueza. La economía popular debe poder demostrar que
se puede ser competitivo desde otra lógica. Discutir con el mercado no solo
señalando sus males, sino demostrando con realidad efectiva que otra
forma de organizar la producción puede ser mejor en términos de
distribución de los bienes, generación de puestos de trabajo y
sustentabilidad medioambiental. Es preciso plantear otra lógica de
competitividad.

Es necesario plantear estos problemas de una nueva manera, incluyendo


el hecho de marcar cual es la agenda de problemas que han de abordarse
prioritariamente, a la vez que requiere una fuerza capaz de concretar el
planteo. Con lo cual, vale volver a la historia y, otra vez, a la política.

SOBERANÍA, AYER Y HOY


Será algún tipo de fuerza la que subordine la economía a la política.

El encuentro de Asís coincidió con el día de la soberanía nacional en


Argentina.

El sable de San Martín, Libertador político, es entregado a Rosas. La


batalla de la Vuelta de Obligado muestra una cuestión de fuerza. Las

219
cadenas que no dejan pasar a los buques por los ríos que en nombre
de la libertad y el comercio expoliaron las riquezas de la Patria, pueden
ser signo de esa fuerza. A muchos pueden no simpatizarle y más de un
economista alternativo bancará a un San Martin aséptico y detestará a
un Rosas que considerará tiránico. Pero aquí hay una imagen,
crudamente histórica, de cómo la economía se subordina a la política.
No se trata de reivindicar la violencia. Pero sí se advierte que los
encuentros, diálogos y comuniones que puedan generar esa
articulación diferente entre estos campos, no podrán ser “sin fuerza”.

Lo que la batalla en la Vuelta de Obligado dice desde la historia, vale


para la fuerza que la articulación de propuestas debería tener para
transformar en potencia de cambio.

Claro: será la fuerza del amor. Pero puesta en las condiciones, los
lugares y las tensiones propias de quienes deben enfrentar conflictos,
no evadirlos o disimularlos. El núcleo del paradigma es un lugar de
disputa, y en el corazón del testimonio y la apertura, hay un momento
de “hacer frente”, acaso no en el modo de la confrontación que
neutraliza, pero sí siempre en la dirección de la fuerza que enfrenta la
injusticia. Lo demás, es un rumor que se diluye, una moda, o una
impostura (ver aquí también las múltiples advertencias del mensaje de
Francisco, muy claras al respecto).

Por eso, dilucidar y apostar a la politicidad propia de las propuestas del


Papa, también en este tema de la economía, es central. Lo que
subordina la economía a la política es una política que se trasciende a
sí misma en sus modos de tener fuerza. En esto, incluso el
pensamiento del Papa necesita ser recepcionado con una disposición
política y espiritual, incluso teológica, teologal acaso, que lo toma en el
campo propio de la acción colectiva, supera la cita moral y, en última
instancia, llegar también a ver los límites y los umbrales de lo que
Francisco propone. Porque la verdadera economía de Francisco es la
que se lleva adelante por una política concreta y experimental, que
redobla la apuesta del Papa y la pone a rodar por los caminos, los
conflictos y las solidaridades embarradas de la patria y el mundo.

07/12/2020

220
LA ESPERANZA DEL RECOMIENZO
EN LA MESA DE TODOS
Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad
de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un
deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso
secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura.
Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una
comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos
ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar
juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves
lo que no hay; los sueños se construyen juntos»[6]. Soñemos como una
única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como
hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la
riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz,
todos hermanos.

Francisco, Fratelli Tutti, 8

En estos últimos días de un año singular, las casas y calles se vuelven


a preparar -a pesar de todo- a la espera de la Navidad. Junto al árbol, la
escena del pesebre recuerda que la esperanza nace allí donde la falta
es fuerza. Nace desde los últimos, nace afuera, y desde ahí es que
abre la casa y dispone el banquete para todos. En el tiempo de las
fiestas recapitulamos la vida, y en las mesas de cada cual, es posible
ver y pensar el largo mesón de la Patria entera. Y, un poco más allá, la
fiesta prometida a todos los pueblos. La invitación a recomenzar, de a
uno y de abajo, para volver a sentarnos a la mesa como lo que somos:
FRATELLI TUTTI.

221
LUGARES DE NACIMIENTO: PREPARAR LA CUNA,
SERVIR LA MESA
Todo acontecimiento redentor, cada destello de verdad, sea en el amor,
en el arte o la reflexión y, sobre todo, en la política, llega inesperado en
el tiempo. Sorpresivo y gratuito. Pero llega a un lugar, a una trama, a
una cuna, a un lecho dispuesto y alerta. A un pueblo y una tierra, barrio
o ciudad, país o mundo en el que algunos están atentos, por si lo
inesperado invita a jugarse a construir una salida. Así es la dinámica de
la buena noticia.

El tiempo es superior al espacio. Pero el espacio espera abajo, cerca


de las raíces, donde la memoria ningún recuerdo omite.

Para que el tiempo suceda en su modo cualitativo, propiamente


humano y por eso divino, hacen falta espacios donde se lo pueda
recibir.

Sucede el tiempo que salva, que redime, que encuentra, cuando


muchos, sabiéndolo o no, se van encontrando y van esperando.

Procesando, en la palabra y en la acción, la esperanza, los viejos


dolores y heridas de los que nos levantamos y en los que nos
conocemos; las alegrías que se defienden y se agradecen porque las
recibimos como regalo; las batallas cotidianas, y las otras.

Son lugares hechos, más que de geografía, de recorridos y encuentros.


Conspiraciones: trama de respiraciones compartidas. De las que cuaja
un espíritu común. Lugares, de dramas cotidianos, en los que el duelo
de los dolores y las batallas, la memoria de la historia y las promesas y
los que nos precedieron se encuentran con el deseo de alegrarse,
disfrutar y cantar.

Mucha gente, en diferentes momentos de la historia, hizo estos


espacios, construyó estos lugares, y así pudieron recibir la novedad que
los puso de pie. Fue porque estuvieron vigilantes, atentos. No se
distrajeron ni en la indiferencia, ni en la banalidad, ni en las diferencias
pequeñas y narcisistas. Pudieron hacer silencio, o escuchar entre el
ruido, o contar otras palabras, entrar en otras conversiones.

222
Fue también, y es, porque estuvieron disponibles. Dispuestos: en los
caminos, las instituciones, los días y las relaciones, los proyectos y las
organizaciones, puestos de tal manera que pudieron estar en apuesta,
en disposición para recibir justicias y alegrías que se pudieran hacer
crecer

Se olvida que «no existe peor alienación que experimentar que no se


tienen raíces, que no se pertenece a nadie. Una tierra será fecunda, un
pueblo dará fruto, y podrá engendrar el día de mañana sólo en la
medida que genere relaciones de pertenencia entre sus miembros, que
cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas
comunidades que la conforman; y también en la medida que rompa los
círculos que aturden los sentidos alejándonos cada vez más los unos
de los otros.

Francisco, Fratelli Tutti, 53

La historia de la Navidad es una narración retrospectiva para explicar y


recordar que hubo que preparar lo que después fue justicia y salvación.
Lo mismo con los pesebres, que no casualmente Francisco de Asís,
hombre de alegría y recomienzo, promovió con fervor y ternura. Mostrar
lo cotidiano, esa escena en un lugar de la tierra, personas y personajes
que posibilitaron que algo empezara.

Escena el pesebre, de la tierra, la vida y la historia de un pueblo. En


dos sentidos: la historia larga -esa que está reflejada en la historia de
Navidad, en la idea de que la cosa venía de Belén de Judea- aunque
era evidente que Jesús de Nazaret venía propiamente de Galilea. Pero
Belén era la tierra donde había venido un rey -David- que se recordaba
como alguien que había traído días felices. Por eso se cuenta el
nacimiento desde ahí. Memoria histórica y esperanzas tramadas.

No solo esta historia larga. También historias de gente en sus arcos de


vida, de compromiso. Pastores que, trabajando turno noche, en medio
de sus tareas y sus sueños reconocen un mensaje de “alegría para
todo el pueblo”.

Viejos y viejas que recuerdan las tradiciones de su pueblo y que ante la


inminencia de una promesa, rompen a cantar.

223
Profetas rigurosos, que claman por recomponer el pueblo volviendo al
origen y volviendo a cruzar el río que hizo la patria.

Sabios errantes, buscando señales en el cielo sobre una inminencia.

Y en el centro, una mujer que se transforma en figura de lo más


dispuesto de todo un pueblo en la plenitud de su fuerza, belleza y
potencia humana -por eso “virgen”, y no por triste moralina-. Una familia
para la que no había “lugar en la posada”, pero que en la periferia se
las arregla para salir adelante.

Pesebres, mesas, herramientas de trabajo, campo abierto, caminos,


hombres y mujeres, trabajadores, gente memoriosa que en algún
momento supo esperar y vigilar, perseverar y construir, son el pesebre
histórico, el espacio de vínculos donde el tiempo encuentra dónde
recostarse para hacer nacer, justamente, un tiempo nuevo.

EL LUGAR DE LOS ENCUENTROS: ESCENA, CONFLUENCIA


Y OPORTUNIDAD
Finalmente, recuerdo que en otra parte del Evangelio Jesús dice: «Fui
forastero y me recibieron» (Mt 25,35). Jesús podía decir esas palabras
porque tenía un corazón abierto que hacía suyos los dramas de los
demás. San Pablo exhortaba: «Alégrense con los que están alegres y
lloren con los que lloran» (Rm 12,15). Cuando el corazón asume esa
actitud, es capaz de identificarse con el otro sin importarle dónde ha
nacido o de dónde viene. Al entrar en esta dinámica, en definitiva
experimenta que los demás son «su propia carne» (Is 58,7).

Francisco, Fratelli Tutti, 84

La mesa navideña es un lugar, una escena y una oportunidad.


Confluencia, conversación y celebración.

Hay mesas y mesas. Están las mesas largas colmadas por varias
generaciones -abuelos, padres, nietos- y también la sidra solitaria del
que trabaja el 24 a la noche. Las de la abundancia y hasta el
despilfarro, y aquellas en las que falta todo. La del reencuentro y la de
la discordia recurrente. La que siempre tiene una silla más para sumar y

224
la que se achica por soberbia o avaricia. La de las casas y las de las
calles.

En la mesa de Navidad se dan cita también las heridas, las injusticias y


los pesares. “Danos el pan de cada día”, dice la oración, pero en
Navidad no alcanza con un guiso. El pan dulce y la sidra, esa “canasta”
navideña representa la cuota de fiesta que nos es dada a todos como
derecho, y signo de que para cada uno una noche puede y debe ser de
esperanza. Las burbujas y la fruta abrillantada -con todas sus variantes
y ponderaciones personales- hacen un plus de goce que busca
recordarnos que los años felices no solo están en el espejo retrovisor
sino que hay una promesa que se adelanta en la copa. Es un pedacito
del banquete general que añoramos, el adelanto de una abundancia
que necesitamos saber y creer para todos y en la que siempre hay una
silla más para sumar.

Pero la mesa navideña no es la de Coca Cola ni la de Hollywood. Estas


la vampirizan y quieren imitarla, pero la de la gente es siempre más real
y controversial. En ella se junta lo que somos, lo que podemos ser y,
también, lo que ya no somos, y por eso es un espacio de recapitulación,
reencuentro y forzamiento. Es sentarse a la mesa con los que amamos
pero también con esos “otros” más difíciles. En ese tío, suegro o primo
que encarna lo que combatimos, nos encontramos con lo que muchas
veces no comprendemos o despreciamos. Tienen rostros, anhelos,
sueños y miedos. Diferentes a los nuestros, pero igualmente humanos.

Es una metáfora y a la vez un ejercicio ritual, que va más allá de la


convivencia y puede aproximarse al reconocimiento de dónde y cómo
se hacen cuerpo esas ideas con las que discutimos. Quizás ahí radique
también la fuerza de la Navidad, la catarsis de “las fiestas”: la de volver
a poner cara a cara lo que se enfrenta día a día, y forzar un diálogo que
no puede ser siempre ameno o virtuoso, pero que nos devuelve a la
realidad de lo que hay más allá de nuestros segmentos y fragmentos,
tribus de preferencia o generación autopercibida.

Por estas cosas y tantas otras, la mesa navideña conserva -pese a


todo- esa aura que trasciende todo el cotillón y el nihilismo de moda. El
24 a la noche sigue siendo un momento en que algo se suspende para
ofrecer la oportunidad de un encuentro con la fuente que ilumina. La luz

225
nos puede llegar de varias formas: la memoria de alguien que ya no
está, la gratitud de saberse bendecido, la contemplación del tiempo, la
felicidad de lo compartido, la esperanza en lo que viene.

Esa luz vuelve a brillar. No alcanza con ojos abiertos, demanda un


corazón libre para volver a empezar.

LA MESA GRANDE DE LA PATRIA Y EL PUEBLO:


LO NATAL, LA NAVIDAD Y LO NACIONAL
Navidad también es una historia-narrativa de lo común y extraordinario
de los que esperan juntos, aunque muchas veces fragmentados o
desencontrados. Nacidos en una misma tierra, se van encontrando en
la esperanza y la memoria. Un doble movimiento: los que esperan y
recuerdan, se encuentran y entonces nace lo que salva. O al revés: el
reconocimiento común, progresivo, misterioso y evidente, discreto y
desbordante de lo que salva los va juntando, o por lo menos poniendo
en sintonía.

De esta manera lo natal de la Navidad es también lo nacional. Nación


es la comunidad y el encuentro de los nacidos. El hecho salvador,
vivificador, justiciero y que hace alegría, anuda a los dispersos, levanta
a los caídos, hace cómplices a los que creen en la fraternidad posible y
cuidan las promesas de felicidad colectiva. Hace que nos
reconozcamos como nacidos en una tierra compartida, pero también
llamados a encontrarnos, a honrar la existencia.

En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia,


nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables
de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La
solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir
formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es «en
gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de
nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo». En esta
tarea cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes,
deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles.
[…] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente

226
su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la
promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que
no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas

Francisco, Fratelli Tutti, 115

Nación: los nacidos para encontrarse. Comunidad, sí. Pero también


nación llamada a una apertura total y cada vez más amplia: esa
amplitud, ese “todos vienen, todos caben”, es constitutiva de lo propio.
Lo interroga y lo realiza. Siempre, pero sobre todo cuando la crudeza
de la historia desnuda que la hermandad no es sólo un deseo, sino una
exigencia, una condición para sobrevivir.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los


que disfrazamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer
aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia
común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia
de hermanos.

Francisco, Fratelli Tutti, 32

Se plasma así y en el mismo momento queda para ser reconocido lo


que, siendo evidente, nos cuesta tanto: lo que reúne las esperanzas y
las promesas, nace desde los últimos, nace afuera. En la periferia, pero
también en la exclusión. Y desde ahí, desde los últimos, es que abre la
casa y dispone el banquete para todos.

Lo que nos hace más nacionales, más hermanos, es el pobre, el


expulsado, el que no tenía lugar. Todos invitados al banquete.

Por eso, en la historia de navidad, también vienen y son recibidos los


que buscan y encuentran desde otras tierras: los magos caminantes,
forasteros errantes, junto a los pastores de la vigilia.

Y también por eso mismo, la alegría anunciada como canto de gloria se


despliega como es: alegría para todo el pueblo. Amados todos, fratelli
tutti.

227
El amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal.
Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. Por su propia
dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de
acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las
periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua. Jesús nos
decía: «Todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8)

Francisco, Fratelli Tutti, 95

En lo concreto de la mesa de todos los días, que se enciende y se pone


de fiesta para Navidad, tenemos la oportunidad de ver el largo mesón
de la patria entera, el banquete prometido a todos los pueblos.
Comenzando de a uno y de abajo hasta el último rincón de la patria y el
mundo.

Manos a la obra, lugar en la mesa para todos y todas. A prepararse


para lo que viene.

13/12/2020

228
SEÑALES Y PALABRAS
Una esquina, una encrucijada, un cruce,
un encuentro y unos carteles
En la terraza de un café hay una familia gris.
Pasan unos senos bizcos
buscando una sonrisa sobre las mesas.
El ruido de los automóviles destiñe
las hojas de los árboles.
En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una
ventana.
Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes,
que se
me entran por la pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de
estallar…Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda…

Oliverio Girondo, Apunte Callejero

El Hombre de Corrientes y Esmeralda está en el centro de la cuenca


hidrográfica, comercial, sentimental y espiritual que se llama República
Argentina. Todo afluye a él y todo emana de él. Un escupitajo o un
suspiro que se arroja en Salta o en Corrientes o en San Juan, rodando
en los cauces, algún día llega a Buenos Aires. El Hombre de Corrientes
y Esmeralda está en el centro mismo, es el pivote en que Buenos Aires
gira.

Raúl Scalabrini Ortiz, El Hombre que está solo y espera

Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la


existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. Hechos
para el amor, hay en cada uno de nosotros «una ley de éxtasis: salir de
sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser». Por ello, «en
cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de
sí mismo».

Francisco. Fratelli Tutti, 88

229
Palabras que nos crucen, nos topen, nos muevan, nos digan, nos
pronuncien y nos transformen. Todos esperamos una palabra que nos
sea dirigida. Una invitación, un llamado, un abrazo, una indicación. Una
señal.

Algo que interrumpa el trajín cotidiano y nos traiga un anuncio.

Todos esperamos, todos pasamos de largo, todos estamos disponibles


para seguir el rastro. Lo saben la publicidad, el espectáculo, los
periodistas, los artistas, la política, el semáforo, los vendedores
ambulantes, los pastores, los community managers.

Una señal inesperada puede hacernos cambiar el rumbo, si primero


logra detenernos un momento y somos capaces de abrir un minuto de
asombro y silencio en el que podamos escuchar otra cosa. Las calles
de la ciudad están tomadas por el miedo, las máquinas, la mercancía y
los medios. Y no obstante, la estrella de la buena noticia y el pesebre
del mesías, suceden allí mismo: en el cielo de todos los días con su
cruz del sur desdibujada y en la ciudad rara, como encendida.

Poner unas palabras en un cartel, pegar el cartel en unas calles y


esquinas. Toparse con esas palabras de casualidad, leerlas a medias
por encima del barbijo, verlas de reojo mientras se compran unas
empanadas para el almuerzo en el trabajo o se entra al bar o se va al
banco a hacer un plazo fijo o a cobrar el plan. No es fácil detenerse
ante un cartel en la metrópoli inmensa. Tampoco es fácil que una
palabra te toque el alma o la mente, apenas la atención o los ojos.

Pero es posible. Es posible escuchar entre el ruido, levantar la vista del


celular, y que resulte que sea de otro resplandor de donde venga una
palabra que nos sea dirigida.

En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia,


nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables
de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La
solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir
formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es «en

230
gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de
nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo». En esta
tarea cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes,
deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles.
[…] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente
su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la
promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que
no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas».

Francisco, Fratelli Tutti, 115

En una esquina cualquiera de una ciudad de espaldas a un río, una


noche de verano de un año de catástrofes en que los días se contaban
por muertos e infectados, en un país austral que sin embargo llega
hasta el trópico, salimos a pegar unos carteles que contienen frases
inesperadas.

Con nombre de cantina y musicalidad de tarantela o pasodoble, los


carteles, parecidos a los que promocionan la cumbia o el box, dicen: ES
POSIBLE RECOMENZAR. FRATELLI TUTTI.

Otros señalan frases ambiguas por potentes y viceversa sobre las


grandes cosas del mundo y el pensamiento: el tiempo, el espacio, el
todo, las partes, la realidad, la idea, el conflicto, la unidad. Las frases
vienen de un documento que habla de la alegría con su viejo nombre
latino que remite al gozo: Evangelli Gaudium, La alegría de la Buena
Noticia. Es el programa de acción del Papa de Roma del Siglo XXI, que
vino de esta ciudad. Nos contaron que a su vez, las frases vienen de
una carta que le envió Rosas a Facundo Quiroga, mientras nuestro país
tomaba forma entre desgarros y justicias. En la encíclica, el apartado se
llama Cuatro principios para construir un pueblo. Los dejamos pegados,
en el barrio de Monserrat, el barro de los negros en la blanca CABA.

Salimos a pegar esos carteles con frases del Papa argentino, acá en
Buenos Aires, en la tierra que lo vio nacer, cuyas marcas y
contradicciones lleva el Pontifica.

231
Esto nos ayuda a reconocer que no siempre se trata de lograr grandes
éxitos, que a veces no son posibles. En la actividad política hay que
recordar que «más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente
sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro
ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de
mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando
rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de
nombres!». Los grandes objetivos soñados en las estrategias se logran
parcialmente. Más allá de esto, quien ama y ha dejado de entender la
política como una mera búsqueda de poder «tiene la seguridad de que
no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde
ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde
ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso,
no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el
mundo como una fuerza de vida».

Francisco, Fratelli Tutti, 195

Por varios motivos lo hicimos, pero entre ellos, uno principal:


necesitamos palabras nuevas que nos orienten entre el líquido viscoso
del nihilismo vacío, el ruido sin sentido y el balbuceo del comentario sin
límites. Y para que vengan a articular e interrogar nuestros mejores
debates e intercambios, aquellos en los que intentamos tramar la malla
de lo común, la larga conversación con la que se constituyen los
pueblos. El diálogo corajudo y persistente con el que podemos y
debemos, en todo caso necesitamos, intersectar el traqueteo infinito
donde la palabra se desarma envenenada por la lógica de mercancía y
el odio.

Que nos salgan al encuentro, siendo nuestras o venidas de lo nuestro,


pero ahora pronunciadas desde Roma, siempre esplendorosa y
decadente. El capitalismo es una religión y se muestra más que nunca
como lo que es. Por eso, la vieja Iglesia Católica, golpeada y en
muchos sentidos en ruinas, sostiene sin embargo, en recipientes de
triste barro, un tesoro de palabras que constituyen el núcleo de la
promesa de redención de esta parte del mundo. Es bueno escucharlas
otra vez, en otra escena, en otros labios, en otras impresiones, con

232
otros colores. Tratamos de sumarnos a eso, de aportar a esa
trasposición que las pronuncie de nuevo.

«La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por
la vida». Reiteradas veces he invitado a desarrollar una cultura del
encuentro, que vaya más allá de las dialécticas que enfrentan. Es un
estilo de vida tendiente a conformar ese poliedro que tiene muchas
facetas, muchísimos lados, pero todos formando una unidad cargada
de matices, ya que «el todo es superior a la parte».

Francisco, Fratelli Tutti, 215

Cuando comenzamos a hacer Factor Francisco, dijimos esto: acá hay


una señal para nosotros, un mensaje a descifrar y una provocación a
responder. Una operación por realizar. Una escucha, pero también una
respuesta.

Se veían ya muchos agotamientos y vacíos, inercias y limitaciones.


También habíamos experimentado como sociedad y como pueblo que
lo mejor que tenemos es el pueblo, y al mismo tiempo que este pueblo
del que somos parte está sometido a ataques y a nuestra propia
debilidad. También habíamos vivido juntos la potencia del entusiasmo,
proporcional a la ferocidad de los sacerdotes de la mercancía, los
profetas de la tristeza y los proveedores de miedo.

No habíamos visto todavía esto: que lo que se podía perder era aún
más, o que íbamos a tener que enfrentar una situación global inédita
que pondría en jaque nuestra omnipotencia y desnudaría nuestros
olvidos y claudicaciones.

Ahora, que vemos los límites pero también los límites de los límites, o
sea, que es posible andar pero que para andar necesitamos algo más
que nuestros propios pasos y brújulas, vemos esto: la política es central
pero insuficiente, y necesitamos algo del misterio y la espiritualidad
para que la experiencia de redención, justicia y alegría que queremos
proponer y construir sea viable. En los triunfos, y también en las caídas
y en la espera. O sea, otras banderas para luchar y otras armas para

233
usar como herramientas. Lucha almada: en el terreno que la mercancía
y el capital arrasador reclaman para sí. El de la soledad frágil y común
de cada uno, en los dolores del duelo y la batalla, los ecos, susurros y
gritos de la memoria y los clamores y fulgores del deseo. En el baile, en
la batalla, el juego y la fiesta.

La amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra las


relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los
demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen
derecho a ser felices. Hoy no suele haber ni tiempo ni energías
disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir “permiso”,
“perdón”, “gracias”. Pero de vez en cuando aparece el milagro de una
persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para
prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que
estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta
indiferencia. Este esfuerzo, vivido cada día, es capaz de crear esa
convivencia sana que vence las incomprensiones y previene los
conflictos. El cultivo de la amabilidad no es un detalle menor ni una
actitud superficial o burguesa. Puesto que supone valoración y respeto,
cuando se hace cultura en una sociedad transfigura profundamente el
estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de
confrontar ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos
donde la exasperación destruye todos los puentes.

Francisco, Fratelli Tutti, 224

La pregunta que se nos hace sigue siendo la misma que nos hicieron
un minuto antes de salir -de perder- el paraíso: ¿Qué has hecho? Y un
poco, después, todavía cerca del umbral, pero afuera, la pregunta que
completa la primera: ¿Dónde está tu hermano?

La respuesta inercial, dada, la del plano inclinado y de los sintagmas


disponibles a priori, sigue siendo la misma triste respuesta: ¿Acaso soy
yo el guardián de mi hermano?

Pero ahora, otra vez, ante la misma pregunta, ante el desafío de


ponerse la patria al hombro, después de tanta pena y tanta herida, se
puede ensayar otra respuesta: Fratelli Tutti.

234
Hermanos todos: como declaración, sueño, advertencia, apuesta y
tarea.

Esa es la consigna que nos permite decir: la esperanza es audaz, es


posible recomenzar.

20/12/2020

RECOMENZAR
Franicsco, Fratelli Tutti, 77-79
Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No
tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil.
Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y
generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa
en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy
estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia
fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el
dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos.
Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo
gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e
incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído;
aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a repetir
la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos,
difusores de la confusión y la mentira. Que otros sigan pensando en
la política o en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos
lo bueno y pongámonos al servicio del bien.

Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más


concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con
el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del
herido. Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que
nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está
todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano.

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Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para
crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el
sometimiento. Pero no lo hagamos solos, individualmente. El
samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel
hombre, como nosotros estamos invitados a convocar y encontrarnos
en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas
individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y
también es más que la mera suma de ellas».

Renunciemos a la mezquindad y al resentimiento de los internismos


estériles, de los enfrentamientos sin fin. Dejemos de ocultar el dolor
de las pérdidas y hagámonos cargo de nuestros crímenes, desidias y
mentiras. La reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará
perder el miedo a nosotros mismos y a los demás.

El samaritano del camino se fue sin esperar reconocimientos ni


gratitudes. La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su
Dios y a su vida, y por eso, un deber. Todos tenemos
responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los
pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada
mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y
atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano.

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