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Variaciones sobre metafísica y política

Adrián Cangi y Ariel Pennisi

“La heterogeneidad lógica y ontológica que separa lo Común de lo Universal, se presenta, hoy, como
alternativa política entre Multitud y Estado. Los individuos que componen la multitud posfordista exhiben una
“naturaleza común” como propio presupuesto real (inseparable): exhiben por entero, entonces, el proceso de
individuación del cual son la conclusión extrema. Llámese general intellect o cooperación lingüística, a este
presupuesto común que está a punto de prorrumpir en primer plano como inédito principio constitucional,
soviet del trabajo cognitivo, democracia no-representativa. El Estado, que se contrapone a la multitud, no hace
sino transponer lo Común en un conjunto de requisitos universales, de los cuales sólo él puede detentar
legitimidad. El Estado posfordista asegura una suerte de subrepticia realidad político-militar a aquella ens
rationis que lo Universal, como tal, es. La democracia representativa y los aparatos administrativos operan la
sustitución sistemática de lo Común, individuable, pero no-predicable, por lo Universal, predicable, pero no-
individuable.”
Paolo Virno

1.
Paolo Virno es un filósofo conocido por una afirmación conceptual y empírica que
promete ser una de las críticas más agudas de la filosofía política, con efectos en las
prácticas políticas contemporáneas, para aferrar nuestro tiempo al pensamiento: “la
multitud constituye, hoy, la forma fundamental de existencia política. No sólo un paréntesis
incidental, sino un estable modo de ser”. En un tiempo en el que la multitud escribe con
sus conductas concretas negro sobre blanco relaciones entre regularidad y regla e
indistinciones parciales entre cuestiones de derecho y de hecho, Virno señala que este modo
de ser constituye una categoría “histórico-natural” donde pulsiones y lenguaje,
proposiciones gramaticales y empíricas, han adquirido una inmediata relevancia política.
Los “muchos” de la multitud introducen en la esfera pública la incerteza y la
potencialidad indiferenciada abriendo este modo de ser a sistemas políticos irregulares.
Aquellos que Hobbes llama “sistemas anormales” con relación al derecho. Sin embargo,
Virno reconoce que sería un error creer que la multitud puede terminar con el “Uno” como
tal. Cree que el “Uno” que los “muchos” tienen en su propia espalda reúne una pluralidad
de singulares con la fisonomía de recursos técnico-productivos que corresponden a aquello
que Marx llamó General Intellect o cerebro social. Las propiedades transindividuales de la
facultad humana de pensar con palabras se transformó en la principal fuerza productiva del
capitalismo maduro. Constituye para el animal lingüístico desambientado un modo común
de compartir entre los hombres y la concreción histórica de fuerzas productivas posibles.
Así, lo que reúne no es el “Uno” sino las facultades del cerebro social en relaciones
cooperativas. Para los materialistas que no abandonan al hombre para pensar pero que
tampoco lo reducen a torpes datos empíricos, nada sobrehumano insiste en la cultura del
presente. De modo especulativo y sin pompa Virno piensa una antropología y una lógica,
desde un punto de vista condicionado y finito, que no deja de valorar de cara a lo abierto lo
ilimitado y creativo producido por el General Intellect para dar cuenta de la fugitiva
realidad que aparece en la penumbra y se hace superficie del mundo.

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2.
Las reflexiones experimentales de Virno cierran E così via, all’infinito. Logica e
antropologia (2010). Las reflexiones que abre en estos apartados repercuten en toda su
obra mientras proyectan una mirada por venir. Bajo el título “Reflexiones experimentales
sobre lógica y política” concibe dos abordajes. La primera reflexión “El así llamado ‘mal’ y
la crítica del Estado” bascula entre el exceso pulsional del animal abierto al mundo y la
modalidad de lo posible en la ambivalencia de la multitud. Tiene por objeto mostrar que la
multitud contemporánea, en el curso histórico del éxodo de la soberanía estatal, puede abrir
simultáneamente, o bien un paralizante regreso al infinito, o bien una oportuna
metamorfosis en instituciones políticas. Usando como método un entendimiento no
dialéctico de lo negativo, Virno dirá que “la multitud es negación y negación de la
negación”, desinhibición y limitación basadas en la oscilación permanente.
La segunda reflexión “Los ángeles y el General Intellect” abre la filosofía política a
la historia de la filosofía para pensar a la luz del principio de individuación la oposición
entre Común y Universal y establecer la reciprocidad entre Común y Singular. Esta
constituye a nuestro juicio una reflexión capital para la filosofía del presente. El propio
Virno reconoce que la reciprocidad entre Común y Singular recorre senderos y relaciones
impensadas donde las brújulas del pensamiento enloquecen. Sin duda pensar el principium
individuationis tiene consecuencias lógicas, metafísicas y políticas.
La “naturaleza común” o lo “preindividual” obliga a renunciar en el dominio de la
lógica formal al principio de identidad y de tercero excluido para abocarse a una lógica del
concepto. En la historia de la filosofía moderna la lógica del concepto pertenece al giro que
produce la lógica trascendental de Kant. Como lo recuerda Hyppolite en Logique et
existence (1952) Kant ha llamado en una carta a la lógica trascendental su ontología. Se
trata de una nueva ontología en tanto que remplaza la lógica del ser en un mundo de la
esencia, en el ser de lo lógico. Si Kant abre el camino, Hegel lo profundiza. La lógica
especulativa de Hegel comienza con lo trascendental y empuja a su fin la reducción de lo
antropológico. Se trata de la profundización de la dimensión del sentido. Dimensión que no
es sólo sentido, es la génesis del sentido que traza el camino hacia la inmanencia.
Pensar adecuadamente la “naturaleza común” como lo hace Virno, en un sentido
lógico y antropológico, como una intersubjetividad transindividual, pública y colectiva,
anterior a la formación de los sujetos, que arroja luz al “nexo Común-Singular”, requiere de
una lógica trascendental. La lógica entre Kant y Hegel controla la metafísica: el secreto del
ser es la posibilidad misma del ser, pero esta posibilidad separada del ser es un espejismo
ontológico que permite creer en una metafísica, en una sustancia distinta de sus accidentes,
en una causa distinta de sus efectos, en una posibilidad ontológica distinta de la realidad
óntica. De la Cítica de la razón pura de Kant a la Lógica de Hegel, este último lleva al
interior del movimiento de su pensamiento a Kant: la lógica del ser corresponde a la
estética trascendental, la lógica de la esencia corresponde a la analítica trascendental y la
lógica del concepto corresponde a la dialéctica trascendental. Una lógica de lo sensible, del
entendimiento y de la especulación evitaría la metafísica porque la “logicidad del ser”
remplazaría al ser de lo lógica.
Resulta imprescindible comprender el movimiento de la metafísica a la lógica en la
filosofía moderna para seguir la línea que Virno llamará “metafísica”, que no es más que la
“logicidad del ser” que permite deducir del proceso de individuación consecuencias
políticas como el concepto de Multitud.
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3.
La posición de Virno es subsidiaria de un modo realista para pensar la “logicidad
del ser”. No se trata del realismo propio del siglo XIX de los jóvenes hegelianos y de su
herencia contemporánea que centraliza al hombre como Universal, sino de un “realismo de
lo Común” que permite hipotetizar una “ontología pre-crítica” que antecede a las categorías
de Kant y a sus efectos en Hegel, para valorizar la existencia efectiva de una realidad
preindiviual y antepredicativa.
Entre Ordinatio (1307) de John Duns Scoto y L’individuation  psychique et
collective (1989) de Gilbert Simondon, Virno se desplaza por fuera de la que considera la
abstracción de lo Universal, de la unidad numérica y de las lógicas de la representación
para pensar la “naturaleza común”. Entre el mundo medieval y el contemporáneo busca las
fuentes ontológicas de los conceptos de multiplicidad y multitud para trazar la implicancia
política que separa lo Común y lo Universal en la disputa entre la multitud ambivalente y el
Estado pos-nacional.
Se detiene en el ser concreto y completo de la “naturaleza común”, es decir en lo
preindividual como la realidad de las multiplicidades que superan al individuo en cuanto
ser individuado. Se aboca al interminable proceso de individuación dinámico que acompaña
a la vida individuada. El centro de la tesis que recupera entre Duns Scoto y Simondon pone
el acento en la pertenencia preliminar a lo Común del individuo en vías de individuación,
más allá de los predicados universales y de los debates categoriales entre realismo y
nominalismo. Radicaliza –para pensar el concepto de multitud y la figura del trabajador
cognitivo como pilar de la producción de sociabilidad y de riquezas– aquello que por
sustracción (“menos que Uno”) o exceso (“más que Uno”) permite hacer emerger el
sistema de las multiplicidades y el sistema “metaestable” para dar cuenta de lo Común. Lo
que escapa a la unidad y a la representación corresponde sin embargo al individuo
componiéndolo en su pertenencia a la “naturaleza común”. Naturaleza real independiente
del intelecto aunque constituyente del individuo.
El problema que separa a Virno de las radicales filosofías de la Ilustración
emancipatoria, a las cuales adscribe en parte, es una metamorfosis de las prácticas
productivas y relacionales contemporáneas. Se distingue del movimiento de Kant a Hegel
por la concepción Universal como fin categorial predicable aunque no individuable. Más
cerca de una lectura contemporánea de Marx, se interesa por lo Común individuable aunque
no predicable.

4.
Virno cree que nuestro tiempo está llamado a pensar una individuación modal que
consiste en el pasaje de un modo de ser en potencia a otro en acto, conservando en la
estructuración de lo individuado energía potencial que prosigue actualizándose en montajes
sucesivos de determinadas estructuras. Si bien vuelve a la analogía entre “potencia/acto” y
“preindiviual/individuo”, siguiendo la tradición de Aristóteles a Tomás de Aquino que
insiste en Duns Scoto y persiste, aunque cuestionada, en Simondon, no deja de trabajar con
el reconocimiento tácito del par “virtual/actual” que proviene de Bergson y resulta capital
en la filosofía de Deleuze. Este último es bien preciso para pensar la gran fórmula que
Virno recupera de la tradición: “lo Común es Singularidad-en-Potencia (virtual) y la
Singularidad es lo Común-en-acto (actual)”. En tanto que el par virtual-actual asegura una

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inmanencia absoluta, el par potencia-acto, dependiendo de las tradiciones de lecturas y
usos, puede deslizarse hacia la trascendencia.
La singularidad que es lo Común-en-acto permitiría mostrar que el individuo es más
y menos que la especie, aunque nunca resulta equiparable a ésta. El individuo se afirma por
su potencia de obrar y agrega a la “naturaleza común” el modo de ser de la última
actualización en un proceso ininterrumpido de individuación que dura lo que el organismo
vive. Pero nunca el individuo individuado reúne la perfección de lo Común porque sólo es
una de las tantas posibles determinaciones y de ningún modo puede exhibir lo Común en sí.
Virno vincula al individuo ya individuado a lo Universal que debe su posibilidad de
individuación a lo Común, mientras lo Singular mantiene una relación entre
multiplicidades. La afirmación de lo Singular es la diferencia real que distingue a un
individuo del resto por algo positivo que éste agrega a la especie. De lo Común como
Singularidad-en-Potencia surgen las experiencias colectivas de cooperación productiva y
conflicto político que conservan lo preindividual y radicalizan lo transindividual.
La Multitud como concepto político conserva la potencia preindividual que va desde
un fondo indiferenciado a la esfera pública transindividual. Vale decir, que para Virno, la
relación entre lo Singular y la Multitud es plena: lo colectivo afina y potencia la
Singularidad porque es el ámbito en el que lo preindividual se transforma en
transindividual. Virno y Deleuze sostienen, vía Simondon, la misma fórmula: los
individuos son “individuos de grupo”. No existe la idea de una reunión entre individuos.
Cada individuo entre lo individual y lo transindividual se constituye como “individuo de
grupo”. El individuo de grupo es la relación entre muchas mentes, que pueden ser pensadas
como “capacidades afectivas” y “capacidades comunicativas”. El General Intellect –como
cerebro social– define al trabajador cognitivo contemporáneo por sus capacidades afectivas
y comunicativas. El ser del trabajador cognitivo es el resultado de la mutación de los
dispositivos encarnados del capitalismo actual. De este modo, para Virno todo individuo
individuado, en tanto individuo de grupo, se constituye por la relación entre muchas mentes
como experiencias de lo transindividual y no se deja pensar por fuera de la preposición
“entre” a partir de la cual establece las relaciones con otros trabajadores cognitivos.
Virno traza, entonces, un pensamiento de la colectividad bajo la idea del “realismo
de lo Común”. Lo cual puede decirse de la siguiente manera: la política que compone un
“realismo de lo Común” define como posible su propio principio de relación para recuperar
lo real como acontecimiento puro o preindividual en su aparecer transindividual.

5.
¿Cómo iguala lo Común y cómo diferencia lo Singular? En parte, el replanteo de lo
Común se contrapone a la lógica del Universal por el modo en que iguala condiciones sin
homogeneizar comportamientos y por el modo en que otorga sentido evitando renviar a un
principio de identidad. Lo Común nos devuelve la imagen de una igualdad ontológica cuya
legitimidad se juega en el ejercicio mismo de las capacidades; es una fuente de
sensibilidades heterogéneas, nunca el germen de la jerarquización de las capacidades o de
la clasificación por semejanza. Cuando la democracia popular o aquella republicana
enuncian el Bien común, producen un desplazamiento de la heterogeneidad constitutiva de
lo Común a lo Público como instancia centralizadora (o de captura en lo difuso), capaz de
distribuir legitimidad y administrar igualdad. Si hay una historia del poder, no es otra que la
permanente tensión del par Común/Singular y las formas de gobierno. Lo Común ingresa y
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excede permanentemente a las formas de gobierno, es, al mismo tiempo, su principal fuente
de energía y la única causa real de su colapso.
Por su parte, lo Singular no diferencia en un sentido individualista, ya que singular
es la experiencia, mas no la conciencia ni la voluntad. Lo Singular es el modo específico de
diferenciación en lo Común. No habría trabajadores cognitivos, ni cooperación de los
precarios u organización de los migrantes, sin estilos, es decir, modos singulares de
apropiación de los obstáculos, llamando obstáculos tanto a las normas como a las relaciones
en extremo desreguladas. Pero los recursos comunes (capacidad lingüística, potencia
inventiva, etc.) no son separables como instrumentos –los modos de producción del
capitalismo contemporáneo se caracterizan, entre otras cosas, por la tendencia a instalar
cada vez con más fuerza esa separación. Las capacidades separadas, ya no son parte del
círculo virtuoso de lo Común y lo Singular, sino facultades congeladas dispuestas al mejor
postor: es el principio de privatización de las capacidades. Lo Común, en cambio, es
inseparable de las experiencias singulares, está mezclado en los estilos. Los recursos
comunes o las capacidades, pertenecen al común de sus exponentes, únicos agentes
legítimos de su apropiación y disfrute. Lo Singular, entonces, no diferencia
individualizando, sino reactualizando y reinventando lo Común, exponiendo el proceso de
individuación que vuelve a un sujeto tan irrepetible como abierto y capaz de habitar
situaciones compartidas, un sujeto que tiene por detrás y por delante lo colectivo.
El mercado juega con la diferencia como goce individual (una campaña de la
empresa Telecom construye para su marca de telefonía celular el eslogan “Cada persona es
un mundo”). Pero no es ese el problema de lo Singular, no se trata de emociones personales
o de la sensación burguesa de la libertad, sino de relaciones de producción capaces de
configurar lo Común de múltiples modos, al tiempo que resistir los dispositivos de dominio
que las atraviesan. A su vez, la democracia no puede clausurar la discusión en torno a
nuevos modos de subjetivación, ya que no es el derecho la única esfera en la que entra en
juego lo Común, se trata, mejor, de relaciones de individuación en permanente tensión con
los universales abstractos estatales y mercantiles. El singular no es “un mundo”, está en el
mundo expuesto a la violencia que emerge de las fricciones de los procesos de
individuación. Lo Común no es la esfera pública estatal, es la posibilidad incondicional de
apropiación y despliegue de las capacidades en procesos de composición y cooperación.
No es casual el ejemplo elegido por Virno como primera aproximación a la relación
Común-Singular en su texto. Allí, un orador cualquiera en una asamblea, gracias a su
condición singular atestigua el fondo común que lo vincula al resto, en tanto parlante, pero
también en tanto capacidad de acción, invención y comunicación. Su modo de
diferenciarse remitiendo a la común capacidad, su modo de rendir tributo a las condiciones
comunes diferenciándose como parlante singular, revelan el pasaje de lo Común a lo
Singular y de lo preindividual a lo transindividual, punto de complejidad del individuo que,
en lugar de sumirse a una figura mayor y absorbente, como podría serlo un grupo
determinado o un liderazgo, amplía su campo de experiencia, casi volviéndose el proceso
mismo de individuación “psíquico y colectivo”. El orador de la asamblea no toma la
palabra en nombre de unos rasgos comunes que remiten a un Universal, no se refiere a las
cuestiones en juego desde su reconocido lugar de ser humano portador de unos derechos
universales, y obediente a unas leyes impartidas por alguna autoridad o forma aglutinante.
El orador, en tanto singular parlante, pone en juego sus capacidades, que son las del común,
en relación a una experiencia que lo va a afectar e incluso a redefinir. Es por eso que no son
equivalentes la voz de un orador cualquiera en una asamblea y el voto de un ciudadano en
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el marco de una instancia electoral, donde son un conjunto de rasgos ligados a un Universal
(más allá de toda experiencia) los que lo habilitan –y a veces obligan– a actuar. Pero
semejante afirmación no tiene el objetivo de complotar contra la democracia, sino de
señalar qué es lo que se pone en juego en el votante como individuo correlativo a categorías
universales y qué en el sujeto como lugar de elaboración del pasaje Común-Singular. Si no
interesa el individuo como animal racional o político a priori, si el pensar no es una
obviedad, el gesto político permanente pasa por volverse un animal pensante, hacerse un
pensamiento de la vida compartida como proceso de auto-constitución.
Ciertos hechos de nuestras vidas responden a universales abstractos en la medida en
que suponen todo un modo exterior de organización y hasta orientación de los trayectos
vitales. Pero nuestras condiciones nos colocan otras tantas veces de cara a la inmanencia de
procesos subjetivos tan inconclusos (que impiden cerrarse sobre el individuo), como
excesivos (desbordan las categorías universales que los contenían); momento en que las
decisiones tienen más que ver con la perplejidad que con seguros saberes o hábitos
tranquilizadores. La inmanencia fuerza a los individuos (por ejemplo, a los oradores de una
asamblea) a amigarse con su propia génesis; así, mientras en una concepción universalista
el individuo es unidad y remite retrospectivamente a un origen que es distinto a su
constitución, el sujeto es proceso y génesis sin origen, más bien se constituye según puntos
de experiencia que le dan su consistencia específica y lo vuelven irrepetible.
El sujeto no es irrepetible como unidad ni como contorno, es irrepetible por el modo
en que reinventa lo Común. La evidencia de la singularización en la asamblea, respecto a
la condición numérica del voto, tiene que ver con una característica de lo Común, en tanto
resulta refractario a toda mediación sin génesis. Del votante no sabemos nada, (salvo
individualmente), le suponemos, en cambio, un Espíritu democrático y un sentido común
popular, o incluso lo deducimos a partir de sondeos de opinión. Del asambleísta, como de
cualquiera cuya práctica mantiene una relación de configuración singular de lo Común sin
borrar las estelas preindividuales que insisten en él, contamos con la marca subjetiva
irrepetible de su experiencia. La política radical (Toni Negri habla de “democracia radical”)
pasa por los múltiples modos de reinvención de lo Común, dispositivos ontogenéticos como
prácticas de intervención sobre las condiciones de una historia acuciante. Es decir, no
experiencias solipsistas o intervenciones individuales, sino modulaciones de lo Común
preindividual vuelto colectivo social (transindividual).
Una filosofía contemporánea y una política radical están llamadas a practicarse y
pensarse en el movimiento que se define de lo Común a lo común. De lo preindividual a lo
transindividual, la propuesta de Virno en torno a su lectura de Simondon, marca la relación
entre filosofía y política en tanto trayecto de lo Común como condición ontológica a lo
común como cooperación social. El ser común de la multitud consiste, nuevamente, en su
capacidad de mantener las multiplicidades como tales en una deriva que va de lo Común
como sustrato preliminar (no cronológico, sino virtual) a lo común como capacidad
cooperativa. Se observa allí la consistencia entre una posición ontológica y un manifiesto
político a través de una operación ontogenética. ¿Qué otro cometido podrían tener los
colectivos ligados a prácticas singulares en tanto configuran diversamente lo Común? ¿Qué
otro sentido podría caber a las minorías políticas o a las redes cooperativas, que rencontrar
su poder de actuar en la formación de espacios comunes mediados por la reflexión
autónoma de la propia experiencia? ¿Será esa la tarea de un pensamiento contemporáneo?
¿Será, al mismo tiempo, esa la vitalidad específica de las “nuevas instituciones” entrevistas
por Paolo Virno?
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