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El molino contra el que hay que embestir: la desigualdad

Durante la década de los 80’ un punto neurálgico en el análisis de la situación social en América
Latina era la pobreza, que se presentaba como el resultado de sucesivos periodos de crisis
económicas.
Más tarde, durante la década del 90, tiene lugar un fuerte crecimiento económico en la región que no
se traduce en una mejora de la calidad de vida de los individuos, sino que los beneficios pasan a
engrosar las arcas de las minorías hegemónicas, ampliando la brecha entre ricos y pobres.
Esto provoca que ya no se hable solo de pobreza, y que incluso los orígenes de esta abandonen el
terreno puramente económico y su inherente carácter cíclico. En este momento se comienza a
mencionar el concepto de desigualdad, de su relación con la generación de pobreza; y más aún, el
papel que juega en la profunda crisis de cohesión social que acompaña a la región hasta nuestros
días.
Ante la irrupción de esta realidad y pensando en la concepción del renombrado sociólogo francés
Pierre Bourdieu, podríamos cuestionarnos: ¿todas las familias cuentan con el capital necesario para
aprovechar los recursos que el sistema escolar, y la sociedad en su conjunto les ofrece? Por otro
lado, y desde el punto de vista pedagógico, cabe preguntarse si las prácticas educativas
implementadas en las instituciones tienen en cuenta las características socioeconómicas de las
familias.

La familia, una comunidad


Al referirnos a la familia como comunidad vamos a centrarnos en una de sus características, la
dimensión educativa. La familia es una comunidad educativa que forma a los individuos a lo largo de
su vida y potencia de manera integral su desarrollo (Santelices y Scagliotti, 2005). Está ampliamente
estudiada la manera en que la familia influye en el desarrollo académico de los niños; uno de los
primeros estudios que lo reconoce fue efectuado por James Coleman, en 1966. Según Coleman la
familia no solo influye por su nivel económico, sino también por el apoyo efectivo que puede darles a
los estudiantes.
Estudios similares realizados en Chile, muestran que las instituciones con mejores resultados
académicos son aquellas que realizan acciones para lograr una alta tasa de compromiso y
relacionamiento por parte de los hogares (UNICEF, 2004).
Un poco más cerca en el tiempo y en base a las ya conocidas pruebas estandarizadas como las
PISA, que miden la calidad de la educación, Fernández y Del Valle (2013) concluyen que la
diferencia de rendimiento en las pruebas PISA entre estudiantes costarricenses, radica en la
situación familiar de los estudiantes al momento de rendir la prueba.

La desigualdad, el factor determinante

Con estos datos a la vista, es casi imposible desde el punto de vista social, no plantearnos la
siguiente interrogante: ¿como afecta la desigualdad social al papel de las familias en el contexto
educativo?
Pues bien, por un lado, la crisis del mercado de trabajo, la necesidad del multi-empleo o las
actividades informales desarrolladas en los hogares han provocado que el tiempo que se puede
dedicar a actividades relacionadas con el apoyo o a algún posible incentivo escolar se haya visto
muy reducido.
Si a esto le sumamos la distorsión en términos de valores que traen aparejadas las transformaciones
socio-económicas y su respectiva fractura en la cohesión social, no es difícil inferir que los niños
provenientes de estos contextos van a tener claras desventajas respecto de otros que cuenten con
un gran capital social, humano, económico y cultural. Ellos, por su parte, cuentan con pocas o
ninguna forma de capital, y estarán condenados a la pobreza y la exclusión.
Varios estudios internacionales relacionan el nivel socio-económico familiar con las posibilidades
académicas (o directamente la falta de ellas). Particularmente los de Parcel, Dufur y Cornell (2010)
reconocen a la pobreza material como factor de riesgo, por implicar un menor acceso a recursos
educativos.
Además, una familia en contexto de pobreza suele tener un menor capital social (o con menor
potencial), lo que se traduce en un impedimento, ya que estas conexiones sociales (vecinos,
personal de la escuela, compañeros de trabajo) pueden ampliar los recursos a los que los niños
tienen acceso.

Realidad social en el arte


La obra del brasileño Fáuston da Silva, Mi amigo Nietzsche, un cortometraje de 15 minutos, se puede
apreciar un claro y directo testimonio de la realidad social de Brasil. Nos permite apreciar, entre otras
situaciones, la manera en que ser parte de una familia de contexto crítico afecta el desarrollo
académico del personaje. Se observa una figura materna que divide su tiempo entre las tareas del
hogar y una actividad laboral informal, y una figura paterna inmersa en valores y prioridades alejadas
de una perspectiva educativa. Los adultos se presentan como poseedores de un nivel educativo bajo,
y en reiteradas ocasiones somos testigos de una tendencia a las practicas punitivas.

Conclusión

La persistencia de altos niveles de desigualdad y pobreza en América Latina nos obliga a reflexionar
sobre la necesidad de superar las brechas y restricciones estructurales que socavan la posibilidad de
un desarrollo con equidad y sostenibilidad en la región. Se requiere una modificación estructural
progresiva que logre una mayor justicia distributiva y el fortalecimiento de nuestras políticas sociales.
Desde el punto de vista educativo, no es suficiente analizar únicamente el rol de la familia o evaluar
estrategias para incentivar el acercamiento de ésta a la institución. También se debe tener un
sistema preparado para evaluar de forma diferenciada los contextos sociales en las iniciativas que se
desarrollan; no podemos dejar de considerar las barreras asociadas a la desigualdad, y en base a
estos datos planificar estrategias intensas y estructuradas que, evidentemente, van a estar
atravesadas por la complejidad. De esta forma, son igualmente importantes las redes con las que
cuente la institución y sus capacidades de intercambio con otros servicios sociales; a la vez que se
logre que sean las instituciones y las familias las que asuman la responsabilidad en equipo, evitando
delegarla completamente a otro tipo de organizaciones.

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