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Atrapado en el
cuerpo equivocado
Editorial Katejón
Buenos Aires
2019
www.pablomunoziturrieta.com
www.atrapadoenelcuerpoequivocado.com
ISBN 978-987-4959-03-4
1. Filosofía. I. Título.
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CDD 128
PRÓLOGO
PREFACIO
INTRODUCCIÓN
ELEMENTOS FUNDAMENTALES
CONCLUSIÓN
Debemos volver a la ciencia verdadera
Una solución física a un problema psicológico/espiritual
Los disidentes de la ideología del género
Por una contrarrevolución cultural
El deseo sexual
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La noción de “deseo” es en sí una noción a veces ambigua. Muchas
veces, por ejemplo, se emplea “querer” para afirmar algo concreto, ya que es
un concepto que significa mejor lo que se intenta expresar. “Quiero irme de
vacaciones” es una afirmación que entraña resolución, algo que voy a hacer.
El “desear” también puede emplearse de este modo. Sin embargo, el “deseo”
también puede referirse a algo indefinido, sin ninguna especificación
concreta, o apuntando a algo que nos falta en la vida: “deseo ser feliz”, “estar
en paz”, etc. En el psicoanálisis, por ejemplo, el “deseo” se emplea para
significar fuerzas dinámicas inconscientes que conforman nuestro
comportamiento cognitivo, emocional y social pero que son independientes
de la percepción ordinaria y consciente de nosotros mismos. Por eso, el uso
del término “deseo” puede referirse a distintos aspectos de la vida y la
experiencia humana, por lo que es necesario determinar qué es este deseo al
cual se refieren tanto estudios científicos como debates populares acerca del
“deseo sexual”. El psiquiatra Steven Levine, por ejemplo, habla del concepto
del deseo como “un concepto escurridizo en cualquier mano”.[104] Esto quiere
decir que no hay manera de establecer diversos factores, la suma de los cuales
resultan en el “deseo sexual”.
Un análisis sobre el empleo de la expresión “deseo sexual” en varios
artículos científicos, nos da como resultado que el término se relaciona con
uno o más de esta lista de fenómenos. Entonces,
sta variedad de fenómenos, muy dispares los unos de los otros, plantea
E
un serio interrogante entonces cuando se emplea el término “deseo sexual”
sin ninguna connotación específica. Sin el cuidado suficiente, el uso del
término “deseo sexual” puede generar graves confusiones, especialmente al
analizar la literatura científica. Y lo que es peor, cuando los ideólogos
proponen al deseo sexual como fundamento no solo de la propia identidad
sexual sino también del sexo biológico cometen un grave error categórico y
metafísico. La noción de “deseo sexual” es una noción difícil de establecer
por el simple hecho de que en sí contiene conceptos y se refiere a fenómenos
muy variados y no siempre relacionados entre sí. Por eso, este grupo de
conceptos relacionados y clasificados como “deseo sexual” nos indica que no
es posible definirla de modo unívoco, ya que en sí es una amalgama de
conceptos.[106]
Los psiquiatras McHugh y Meyer recomiendan acudir a la filosofía, ya
que una de sus funciones es la definición y clarificación de los conceptos
empleados por las ciencias.[107] Ahora bien, entre las ramas de la filosofía se
encuentra la fenomenología, la cual analiza los fenómenos y experiencias
humanos teniendo en cuenta el contexto en el cual se producen. Es en este
contexto, dice la fenomenología, que la experiencia humana encuentra su
significado.
El hambre y la sed, por ejemplo, no son voluntarios, al menos de forma
inmediata. Estos responden a impulsos e inclinaciones biológicas y en
general no son el producto de una elección deliberada y pensada. Podemos
decidir qué comer, o cuándo, pero no el hecho de sentir hambre. Por eso, al
hambre y la sed los experimentamos como algo dado, incluso si el tener
hambre o sed en un determinado momento fue causado por un cierto olor, o
el ver una cierta bebida. Asimismo, la experiencia nos muestra cómo el deseo
y la atracción sexual no es algo voluntario. Todas esas inclinaciones y
fenómenos que se asocian a la experiencia del deseo sexual no son el
producto de la deliberación o la elección, sino que lo experimentamos como
dado. Esa es la razón por la cual muchas veces se experimenta el deseo
sexual como imponiéndose sobre uno, como una fuerza poderosa que intenta
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subyugarnos y la cual, si no es controlada y dominada, puede llevar a
dominarnos y crear una cierta esclavitud (como la adicción sexual, por
ejemplo). Y de la misma manera que el hambre distrae, asimismo el deseo
sexual puede llegar a repercutir de modo involuntario, sin que lo busquemos,
en nuestra atención a lo que hacemos, la percepción, las experiencias y las
relaciones interpersonales. Ahora bien, no hay duda de que lo que sí está bajo
el control de nuestra voluntad y libertad es el cómo vivir ese apetito, cómo
controlarlo e integrarlo en el resto de la vida personal de cada uno. Esta es
una de las razones por las cuales una verdadera educación, por ejemplo, debe
guiar a los adolescentes en este combate, de tal manera que a estas fuerzas
poderosas se les dé no solo una dirección sino también manteniéndolas bajo
control.
La fenomenología del deseo sexual nos muestra, por tanto, que el deseo
es algo que surge con anterioridad a la decisión personal, es un movimiento
involuntario que sin embargo se puede y se debe controlar libremente. Pero la
pregunta sobre qué es el deseo sexual no la hemos respondido todavía…
¿Qué es ese conjunto de fenómenos que causan esa experiencia, el cual lo
experimentamos como determinado, dado y anterior a nuestra libre decisión
racional acerca de él? La biología y la zoología nos enseñan que los animales
experimentan una especie de apetito sexual. Los mamíferos, por ejemplo,
tienen un ciclo llamado “estral”, es decir, el intervalo entre dos ovulaciones y
la recepción sexual de la hembra. Ahora bien, en la mayoría de las especies
en el grupo de los mamíferos esta excitación y apetito sexual está ligado a un
momento determinado: este solo ocurre durante el ciclo de ovulación durante
el cual la hembra es sexualmente receptiva.[108] El ser humano (homo
sapiens) es uno de los pocos, junto a algunos primates, cuyo deseo sexual no
está ligado exclusivamente al ciclo de ovulación de la mujer.[109] Según la
biología evolucionaria, esto puede significar que el deseo sexual en los
humanos ha evolucionado y así ha permitido que el ser humano establezca
relaciones duraderas entre los padres, forme una familia, cuide de sus hijos y
los guíe a lo largo de la vida. Esto confirma, por ejemplo, que la unión sexual
en los seres humanos tiene no solo un fin elemental con respecto a la
reproducción (fin procreativo), sino también una finalidad unitiva.[110] Por
eso, más allá de cuál sea la explicación con respecto al origen y desarrollo de
la sexualidad humana, está el hecho de que el deseo sexual y su experiencia
tiene un significado complejo, el cual va mucho más allá de cualquier
tendencia biológica y cualquier comportamiento sexual. Según los psiquiatras
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Mayer y McHugh, “esa significación no es un mero complemento subjetivo
de las realidades básicas fisiológicas y funcionales, sino algo que impregna
toda nuestra experiencia de la sexualidad”.[111]
Ahora bien, volviendo a la naturaleza del deseo como algo “dado”, esto
significa que el ser humano no elije de modo deliberado al objeto de su deseo
sexual, como tampoco escogemos el hecho de que sea el agua lo que
buscamos al tener sed y comida al experimentar hambre. Pero como seres
racionales, no solo tenemos la libertad de guiar o controlar dichos deseos,
sino que también debemos guiar y a veces acceder a esos deseos a lo largo de
nuestro desarrollo físico, emocional y espiritual. El ser humano es un ser
complejo, en constante lucha interior por ordenar esa complejidad en un tipo
de unidad armónica. El gran psicólogo clínico Jordan B. Peterson lo ha
descrito como una lucha interior entre el orden y el caos,[112] un tipo de
proceso de formación y reconformación de nosotros mismos como seres
humanos que otro gran psicólogo, Abraham Maslow, denomina con el
término “autorrealización”.[113] La sexualidad humana no escapa a este
proceso natural de maduración psicológica. Los factores internos a la
sexualidad, tales como las hormonas y la configuración genética, así como
los factores externos, tales como experiencias negativas o positivas, son solo
parte de la compleja experiencia humana con respecto al deseo sexual.
Cuando se presentan casos problemáticos de tenor sexual, no hay una sola
explicación que responda a todos los casos. Cada individuo es un mundo
particular y complejo que no tiene réplica. Es por esta razón que hay que
tener en cuenta a varios factores en conjunto, tales como problemas
genéticos, hormonales, emocionales y psicológicos, de entre los cuales hay
que resaltar la depresión por su incidencia tan alta y la cual es resultado del
propio historial personal, problemas familiares, abuso sexual, rechazo,
muerte de familiares cercanos, etc. La posición más apropiada, entonces, no
es afirmar una cierta “identidad sexual” deducida de ciertos deseos, sino el
preguntarse qué llevó a la persona a experimentar ciertos fenómenos.
La orientación sexual
0 - Exclusivamente heterosexual.
1 - Predominantemente heterosexual, con experiencias homosexuales
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esporádicas.
2 - Predominantemente heterosexual, aunque con experiencias
homosexuales más que esporádicas.
3 - Igualmente heterosexual que homosexual.
4 - Predominantemente homosexual, aunque con experiencias
heterosexuales más que esporádicas.
5 - Principalmente homosexual, con experiencias heterosexuales
esporádicas.
6 - Exclusivamente homosexual.
La hipótesis de que personas LGBT “nacen así” es tal vez la que más
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se escucha a nivel popular, especialmente por la insistencia de los medios, los
cuales presentan conclusiones pseudocientíficas. Según esta hipótesis, hay
una base biológica que determina la orientación sexual del individuo. Sin
embargo, hay pocas pruebas científicas que corroboren la afirmación de que
la atracción sexual sea simplemente establecida por factores innatos y
deterministas, como pueden ser los propios genes. Las interpretaciones
populares de hallazgos científicos presuponen a menudo una causalidad
determinista, como si hubiese una sola explicación que aclare la complejidad
de la realidad humana, cuando en realidad dichos hallazgos ni siquiera
justifican esa presunción. Un ejemplo del tratamiento simplista del problema
es el expresado por el psicólogo Leonard Sax, que le responde a una madre
preocupada por la homosexualidad de su hijo adolescente: “Biológicamente,
la diferencia entre un gay y un heterosexual es semejante a la diferencia entre
un zurdo y un diestro. Ser zurdo no es una mera fase. Un zurdo no se
convertirá mágicamente en diestro algún día … Algunos niños están
destinados a ser zurdos cuando nacen y otros están destinados a ser gay
cuando crezcan”.[126] La analogía propuesta no es solamente errada, sino que,
peor aún, la ciencia no ha probado nada de lo que Sax afirma.
Esta hipótesis ha influido a muchísimas personas sin formación
apropiada en la materia a concluir que el hecho de la homosexualidad o
heterosexualidad en un individuo es una característica biológicamente innata,
por lo cual es inalterable y totalmente al margen de la libertad y elección del
individuo en cuestión, de su comportamiento, sus experiencias, el contexto
social y muchos otros factores que puedan influenciar determinada conducta.
Y lo que es peor, esta hipótesis ha tenido una influencia desastrosa en las
leyes que activistas LGBT han avanzado (y políticos corruptos impuesto) en
cantidad de países. Como vimos más arriba, está prohibido en Canadá el
tratar a personas con disforia de género, lo cual hace un daño enorme a
cantidad de niños y jóvenes con graves problemas sobre la propia identidad.
La causa de dichos problemas varía de acuerdo con la persona, por lo que
tampoco se debe buscar una respuesta que se aplique a todos los casos, ya
que esta no existe. Hay que tener en cuenta variedad de factores que podrían
haber llevado a la persona a esa situación.
Para poder afirmar que una tendencia sexual es innata, se debe
primero encontrar una base genética para la misma, así como la influencia
hormonal correspondiente. Veremos a continuación estudios científicos al
respecto, concentrándonos en el caso de los gemelos, la genética y la
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influencia de las hormonas.
La genética molecular
Los estudios mencionados en el punto anterior usan métodos propios
de la genética clásica, los cuales tratan de encontrar si de hecho hay un rasgo
genético en la persona (en este caso la orientación sexual), pero sin intentar
identificar un gen en particular. Estos estudios genéticos cuantitativos
recurren a un modelo abstracto el cual se basa en múltiples suposiciones (por
ejemplo, “supongamos que haya un gen gay”). De esa manera, este modelo
abstracto se utiliza para deducir la presencia o no de una aportación genética
a un rasgo a través de la correlación entre parientes. Si un gemelo es
homosexual y el otro no, eso significa que no hay una base genética para su
comportamiento y la respuesta se debe buscar en otro lado.[139] Como vimos,
ningún estudio pudo concluir, usando los métodos de la genética clásica, que
exista la orientación sexual o que sea determinada por ciertos genes en
particular.
La ciencia ha avanzado muchísimo en los últimos años gracias a
nuevas tecnologías, tales como los “métodos moleculares”. Este método es
muy importante, ya que proporciona estimaciones sobre qué variaciones
genéticas en particular se asocian a determinados rasgos físicos o de
conducta. ¿Cómo se hace? Se analiza la estructura molecular del ADN de una
persona para determinar si hay un gen específico que cause una determinada
conducta o rasgo físico. Lo voy a explicar con el caso de Nick Vujicik, el
famoso conferencista motivacional australiano y protagonista del
cortometraje El circo de las mariposas de Eduardo Verástegui.
Nick sufre del síndrome de agenesia o tetraamelia, la cual se
caracteriza por la ausencia de las extremidades. Es decir, Nick nació sin
brazos ni piernas y viaja por el mundo contando su experiencia de vida
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inspirando a miles de personas con su mensaje cristiano de motivación y
superación.[140] Estudiando casos como el suyo, la genética molecular
descubrió que la raíz de su síndrome se debe a una mutación del gen WNT3
situado en el cromosoma 17 (17q21). Este gen es el encargado de proveer una
proteína cuya función es crucial para el desarrollo de las extremidades (como
las piernas y brazos) en la fase embrionaria. Es decir, como esa proteína no
estaba en el embrión, no se pudieron desarrollar los brazos y piernas de Nick.
¿Cómo hizo la genética para descubrir que esa mutación de ese gen
particular era la razón de su discapacidad? Se tomaron muestras de todas las
personas que sufren del síndrome y de un número de personas que no lo
sufren. El ADN de todos los participantes del estudio fue comparado por
métodos de asociación del genoma completo. Es decir, recurrieron a técnicas
de secuenciación del ADN para identificar diferencias en el ADN y si estaban
asociadas a un rasgo en particular (en este caso la tetraamelia). Y ¡oh
sorpresa! Los científicos descubrieron que todos aquellos que sufrían del
síndrome coincidían en tener una mutación en el gen WNT3 del cromosoma
17. Fue así que se descubrió el origen genético de la enfermedad.
Los estudios de asociación del genoma completo se han vuelto muy
populares en el mundo científico en los últimos años, especialmente por el
hecho de que se pueden identificar genes causantes de algún rasgo. El método
también se ha aplicado a cuestiones de orientación sexual, pero no hay
estudio que haya logrado establecer asociaciones significativas entre
variantes genéticas y alguna orientación sexual. El método que se aplica es el
explicado más arriba. Los científicos examinan millones de variantes
genéticas en un gran número de individuos que comparten un rasgo
específico (el experimentar atracción hacia el mismo sexo, por ejemplo)
comparado con un grupo de individuos que no presentan dicho rasgo. De esta
manera se compara la frecuencia de las variantes genéticas entre los que sí
tienen el rasgo y los que no lo tienen. El resultado ha sido nulo, ya que no se
han encontrado variantes genéticas al respecto. Es decir, no hay un gen que
explique la conducta sexual de una determinada persona, ya que no se han
encontrado variantes genéticas específicas que se den con más frecuencia
entre los portadores del rasgo, frente a los que no lo tienen. Esto implica que
no hay a la vista ningún tipo de asociación con el rasgo en cuestión. Un gran
estudio para identificar variantes genéticas asociadas a la homosexualidad se
hizo utilizando la base de datos genéticos de 23andMe, compañía de genética
conocida por brindar no solo el historial genético y las raíces de una persona,
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sino también el encontrar a familiares perdidos. El estudio no encontró
variantes de relevancia en el genoma completo de hombres y mujeres con
atracción hacia el mismo sexo.[141]
En el 2019, se hizo un nuevo intento en el estudio de mayor escala
hasta la fecha (medio millón de personas analizadas), el cual tuvo mucha
repercusión mundial y se suma a la evidencia que demuestra que es
totalmente falsa la narrativa dominante acerca de una supuesta determinación
genética de la orientación sexual. El estudio en cuestión, titulado “Estudio de
asociación a gran escala del genoma humano revela intuiciones en la
arquitectura genética del comportamiento sexual del mismo sexo”, sugiere,
por el contrario, que la conducta homosexual depende del medio ambiente,
del desarrollo personal, de las influencias y las experiencias muchas veces
negativas de la infancia, tales como el abuso sexual, el abandono paterno, la
violencia, etc.[142]
Hay varios elementos importantes a notar en dicho estudio. El equipo
de científicos, tanto de la Universidad de Harvard como del prestigioso MIT
(Massachusetts Institute of Technology), analizaron el material genético de
casi 500.000 personas con la intención de terminar la discusión y
posiblemente encontrar una base genética de la conducta homosexual. Es
importante notar esto, ya que se afirma que uno de los fines del estudio era
encontrar un fundamento biológico de la orientación sexual para así buscar la
aceptación y la protección de dicha orientación por medio de leyes que
protejan la identidad LGBT, como se afirma en otro artículo en la misma
edición de Science, titulado “¿Cómo afectan los genes al comportamiento del
mismo sexo?”[143] Entonces podemos dar vuelta el argumento y afirmar que,
al no haberse encontrado ningún fundamento biológico para la conducta
homosexual, no se pueden aprobar leyes que obliguen a la población a
aceptar una “identidad LGBT” que no tiene fundamento, ya que tal identidad
no existe.
Lo más importante es que el estudio rechaza definitivamente la idea
de que ser homosexual es una condición innata, y afirma que dicha conducta
no está controlada o en gran medida determinada por la composición genética
de la persona. Esta conclusión se basa en dos hallazgos claves. En primer
lugar, el estudio descubrió que el efecto de los genes que heredamos de
nuestros padres (conocido como la “heredabilidad”) en la orientación hacia
personas del mismo sexo era muy débil, con solo 0.32 en una escala de 0
(ninguno) a 1 (total) de heredabilidad. Esto significa que el entorno o medio
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ambiente de desarrollo de la persona, que incluye la dieta, la familia, los
amigos, el vecindario, la doctrina religiosa y una serie de otras condiciones
de vida, tiene el doble de influencia en la probabilidad de desarrollar un
comportamiento o atracción hacia el mismo sexo que los genes de una
persona. En segundo lugar, el estudio refutó un mito popular y desparramado
por los medios de comunicación, ya que “ciertamente no existe un único
determinante genético (a veces denominado ‘gen gay’ en los medios)” que
cause el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo. Por el
contrario, “las variantes involucradas son numerosas y se extienden por todo
el genoma”.[144] Cada una de estas variantes genéticas aumentaría la
propensión de una persona a comportarse del mismo sexo en una cantidad
infinitamente pequeña. Es decir, en términos científicos, el comportamiento y
la atracción hacia el mismo sexo son altamente poligénicos, e incluso estos
genes en conjunto “no permiten una predicción significativa de la preferencia
sexual de un individuo”.[145]
Estos dos hallazgos claves demuestran claramente que es un mito y
una gran mentira que existe la llamada “orientación sexual”, ya que no tiene
ningún fundamento genético, y también es una mentira que alguien es “gay”
porque nació así… Es decir, no existe la categoría “homosexual” y “lesbiana”
desde el punto de vista biológico, como tampoco no hay un “determinismo” a
la homosexualidad o lesbianismo. Y aún más, las variantes genéticas que
predisponen a una persona a cierta conducta muestran de hecho que
prácticamente todos los seres humanos tienen dicha disposición… Todo va a
depender del medio ambiente en el que se desarrollen y las elecciones de vida
que tomen. Es más, el estudio demuestra que las personas que experimentan
atracción al mismo sexo y que mantienen una conducta homosexual tienen de
hecho un genotipo humano perfectamente normal, por lo que no son de
ninguna manera genéticamente distintos de todos los demás seres humanos.
En consecuencia, el desarrollo de la orientación sexual y la elección de pareja
del mismo sexo no depende de una disposición genética, sino que está
marcada por la experiencia personal y la libertad de la persona.
Otro elemento de dicho estudio a tener en cuenta es que varios de los
investigadores son abiertamente homosexuales. Es decir, el prejuicio en todo
caso debería redundar en favor de un supuesto fundamento biológico de la
conducta homosexual. Sin embargo, al no encontrar ningún indicio genético,
los investigadores han honestamente concedido que el “gen gay” no existe.
Pero lamentablemente, varios investigadores LGBT también criticaron y
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trataron de impedir la publicación. Como afirma el The New York Times:
“Varios científicos que forman parte de la comunidad LGBTQ dijeron que les
preocupaba que los hallazgos pudieran dar municiones a personas que buscan
utilizar la ciencia para reforzar los prejuicios y la discriminación contra las
personas homosexuales.”[146] Steven Reilly, científico LGBT, afirmó al
mismo diario: “Estoy totalmente en desacuerdo sobre publicar esto”. Pero
¿por qué estar en desacuerdo? ¿Acaso la ciencia sirve solo cuando se quiere
confirmar el propio prejuicio? Agradezcamos que los autores principales del
estudio resistieron a la presión para suprimir la evidencia científica y no
sucumbieron a lo políticamente correcto.
Finalmente, otra consecuencia de este estudio es que las personas que
experimentan atracción al mismo sexo deben tener la libertad y protección
legal para no ser identificados o etiquetados como LGBT, o ser presionados
culturalmente o por la escuela a “salir del closet”, ya que esta no es una
identidad verdadera al no tener ningún fundamente biológico.
Por lo tanto, la genética molecular nos muestra que no se puede
concluir que ciertas conductas (tales como la homosexualidad) tienen una
base genética, o que los genes tienen un peso decisivo a la hora de interpretar
un rasgo que tal vez es más psicológico que físico. Esto nos indica, por lo
tanto, que hay que buscar la explicación en otro lado. Como afirman los
expertos Mayer y McHugh, “incluso si existiesen factores genéticos que
contribuyan a la homosexualidad, a la atracción y a la preferencia sexual de
un individuo, estos rasgos también pueden verse influidos por una serie de
factores ambientales, como son los factores del estrés social, incluyendo los
abusos emocionales, físicos o sexuales. Será necesario, pues, estudiar los
factores de desarrollo, ambientales, vivenciales, sociales y volitivos para
hacernos una imagen más completa de cómo se desenvuelven los intereses,
atracciones y deseos sexuales”.[147]
El mundo científico, con respecto al estudio de cualquier tipo de
conducta LGBT, ha de hecho abandonado ya la hipótesis de que esa conducta
es innata. La ciencia ha reconocido que no se puede explicar una conducta
como algo concreto y determinado exclusivamente por la genética, del modo
como se puede determinar un síndrome como el mencionado anteriormente.
Incluso la epigenética (la cual estudia el conjunto de reacciones químicas y
demás procesos que modifican la actividad del ADN, pero sin alterar su
secuencia) ha demostrado que en muchos rasgos la expresión genética en sí
puede estar influida por innumerables factores externos que pueden dar forma
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al funcionamiento de los genes.[148] Y más aún si se trata de conductas, la
atracción sexual y los impulsos que experimenta el ser humano.
La genética contemporánea ha concluido que, incluso si hubiese una
conexión genética, los intereses, las motivaciones y el comportamiento no
pueden ser influenciados directamente por los genes. En algunos casos los
genes pueden influir a que la persona se incline por determinadas conductas,
pero los genes en sí no pueden imponer directamente un comportamiento
determinado. Por eso, para poder explicar un determinado comportamiento,
hay que tener en cuenta una amplia gama de factores, ya que los propios
genes pueden influir de un modo muy sutil debido a estímulos externos, tales
como la presión, la sugestión o el premio o castigo a determinadas conductas,
además de otros factores psicológicos y la conformación física de la persona.
[149]
La experiencia humana es en sí una realidad muy compleja y, por lo
tanto, cualquier influencia genética que afecte a la conducta humana en gran
parte depende de las experiencias de vida del individuo a medida que madura.
Entonces, esto significa que si incluso hubiese algún gen que desempeñe un
papel, aunque sea modesto, en el comportamiento sexual del individuo, este
gen nunca va a ser la causa única o directa de tal comportamiento. Sin
embargo, la ideología de género busca imponer el relato simplista del
“nacieron así”.
El abuso sexual
De todos los factores ambientales que pueden influir en la conducta
sexual de la persona, hay un factor concreto que aparece constantemente
tanto en los estudios científicos sobre el tema, como en la practica profesional
de psiquiatras y psicólogos: los abusos sexuales en la infancia. En el caso de
la tendencia al mismo sexo, por ejemplo, el haber sido abusados sexualmente
en la infancia es un factor que aparece con una frecuencia notablemente
superior a todo otro elemento en las declaraciones de individuos que
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experimentan esta conducta. ¿Podemos afirmar con certeza que existe una
relación entre abuso sexual (especialmente en la infancia) y manifestaciones
posteriores de atracción, conducta e identidad sexual? ¿Podemos afirmar que
el abuso a un niño incremente la probabilidad de una conducta sexual
desordenada (una orientación no heterosexual, en la jerga popular)? Cantidad
de estudios científicos se han abocado a responder esta pregunta, cuyos
resultados comparto en esta sección.
Los psiquiatras McHugh y Mayer, quienes han estado estudiando la
problemática por más de 50 años y a los cuales debemos considerar entre los
expertos más versados en el tema, afirman que, como mínimo, debemos
afirmar que hay una relación, la cual podría justificar una o más de las
siguientes hipótesis:
os proponentes del “se nace así”, que como vimos no tiene ningún
L
fundamento científico, aseguran que la persona no solo nace con una
determinada orientación sexual, sino que, además, dicha orientación es
inmutable y fija de por vida. “Si se nació gay, se morirá gay…” Dejando de
lado la cuestión acerca de cómo surge el deseo y atracción sexual en la
persona ¿podemos decir que estos tienden a ser fijos e inalterables a lo largo
de la vida, o por el contrario son realidades flexibles y en las cuales se
experimentan cambios?
Los estudios que se han hecho al respecto en distintas poblaciones
apuntan a que el deseo sexual puede ser algo flexible en un número
considerable de individuos, especialmente entre los adolescentes a medida
que van entrando en las primeras fases del desarrollo y se convierten en
adultos. De hecho, se disponen de un gran número de pruebas científicas que
muestran que el deseo, la atracción, la conducta e incluso la identidad sexual
Conclusión
Conclusión
La hipótesis del estrés social propuesto por varios sociólogos ha tenido
una efectividad enorme al momento de reformar leyes, planes educativos e
incluso la práctica de la medicina, como lamentablemente ha ocurrido con el
prestigioso psiquiatra Dr. Kenneth Zucker, quien fue expulsado del
establecimiento médico donde ejercía y su clínica cerrada para siempre
debido a la Ley 77 (2015) de Ontario, Canadá, la cual prohíbe cualquier tipo
Los pacientes más conocidos del Dr. Money fueron los gemelos
David y Brian Reimer, niños canadienses que nacieron sin ningún tipo de
anomalía genética o sexual, pero que lamentablemente se convirtieron en
conejo de indias para los ideólogos del género, especialmente David. Su
nombre al nacer fue Bruce, pero para evitar confusión lo llamaremos David,
que fue el nombre que él eligió años después.
Los hermanos gemelos David y Brian nacieron en Winnipeg, Canadá,
el 22 de agosto de 1965. A los siete meses de edad, notando que ambos
varones gemelos tenían dificultades para orinar, un médico aconsejó a sus
padres que los circuncidaran. Sus padres llevaron a los gemelos al hospital de
San Bonifacio, en medio de una tormenta de nieve, donde se les haría una
intervención considerada de rutina. Sin embargo, debido a la tormenta
invernal, el cirujano no pudo llegar, por lo que un asistente decidió proceder.
David fue el primero en ser intervenido. Sin embargo, la operación no podría
haber sido peor. Durante la pequeña intervención, el pene del bebé fue
dañado por la máquina cauterizadora, causándole graves quemaduras.
Eventualmente, los médicos le tuvieron que amputar su miembro.
Por varios meses sus padres se preguntaron qué hacer, hasta que una
tarde vieron por televisión un programa sobre el Dr. Money, un psicólogo
neozelandés de la Universidad John Hopkins de Baltimore quien se
autodenominaba como el “misionero del sexo”. Money era uno de los líderes
Disforia de género
Un artículo usado como caballito de batalla por los ideólogos del género
fue el publicado en el diario Wall Street Journal en el 2013 por Robert
Sapolsky, profesor de biología de la Universidad de Stanford, en California.
El artículo (“Atrapado entre hombre y mujer”) no es en sí un artículo
científico, sino meramente de alcance popular, pero que, sin embargo, al
pretender encontrar una respuesta a la disforia de género, captó la atención
popular y de los medios, ya que pretende ofrecer una explicación
potencialmente atractiva para los ideólogos del transgénero, especialmente en
relación a personas que no padecen anomalías genéticas, hormonales o
psicosociales.[277] Hay que remarcar que, incluso si Sapolsky tuviese razón
por algún motivo, la ciencia no respalda su argumento hasta el día de la
fecha. Sapolsky propuso una explicación neurobiológica sobre las diferencias
entre el cerebro masculino y femenino y la posible relevancia de esas
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diferencias al buscar una explicación al por qué una persona se identifica
como del género opuesto, proponiendo que quien se siente varón en cuerpo
de mujer es porque en realidad tiene un cerebro “masculino” y viceversa.
Según Sapolsky, las personas transgénero podrían tener una estructura
cerebral más similar a su identidad de género que a su sexo biológico, las
cuales “probablemente contribuyan a las diferencias entre los sexos en el
aprendizaje, las emociones y la socialización”.[278] Esta no es más que una
hipótesis a comprobar, pero que motivó al investigador a afirmar tal vez
apresuradamente y sin pruebas que “sorprendentemente, a veces hay personas
que nacen en un cuerpo cuyo género es distinto al propio”.[279] Es decir que,
para Sapolsky, una persona “trans” está atrapada en el cuerpo equivocado,
dejando de lado el cerebro, por supuesto… Pero esta explicación no hace más
que complicar las cosas, ya que hay que tener en cuenta que el cerebro no es
un órgano aislado del resto del cuerpo… De hecho, el cerebro está en
constante comunicación con diferentes partes de sí mismo y del sistema
nervioso, el cual se extiende por todo el cuerpo. Esto lo hace por medio de
“mensajeros químicos” conocidos como neurotransmisores, los cuales
controlan virtualmente todas las funciones del cuerpo, desde sentirse feliz
hasta la regulación de las hormonas, el control del estrés e incluso la presión
sanguínea. Entonces, si una persona nació en el cuerpo equivocado y su
cerebro es del género opuesto, ¿cómo puede ser que el cuerpo sea el
equivocado si en definitiva es el cerebro el que controla las operaciones del
organismo, desde las hormonas que actuaron en la formación de los genitales
hasta las emociones que experimentamos?[280] En todo caso deberían decir
que la persona tiene no solo el cuerpo equivocado sino también el cerebro
equivocado, en una especie de cartesianismo craso en el cual la mente no
tiene ninguna relación con el cuerpo. Más anticientífico y antirrealista
imposible. No por nada el problema de quien padece disforia de género es un
problema de percepción de lo real, como veremos más abajo.
La pregunta que todo investigador serio se tendría que hacer no es si
de hecho existen diferencias entre el cerebro de un transexual y el de un
individuo que se identifique con un género que se corresponde a su sexo
biológico, sino, por el contrario, se debe preguntar si la identidad de género
es un rasgo fijo, innato y biológico, especialmente cuando no se corresponde
con el sexo biológico, o si hay causas ambientales o psicológicas que
contribuyan al desarrollo de la percepción de la propia identidad de género
como opuesta a la biológica en esas personas.[281]
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El tratar de asociar un rasgo psicológico o una determinada conducta
con una morfología cerebral en particular por medio de imágenes cerebrales
tiene grandes limitaciones metodológicas.[282] Y ni qué decir cuando se trata
no de una conducta sino de una pretendida “orientación sexual” o “identidad
de género”, las cuales son nociones en sí misma vagas y sin substrato
científico. Los psiquiatras Mayer y McHugh son contundentes al respecto:
“Estos estudios no pueden, al menos de momento, brindarnos pruebas
estadísticas ni demostrarnos un mecanismo biológico plausible lo
suficientemente sólido como para refrendar la conexión causal entre una
característica cerebral y el rasgo, conducta o síntoma en cuestión. Para
ratificar una conclusión de causalidad, incluso de causalidad epidemiológica,
es necesario que llevemos a cabo estudios de cohorte longitudinales
prospectivos con un grupo fijo de individuos a lo largo de su ciclo de
desarrollo sexual, cuando no de toda su vida”.[283] Esto se debe a que una
persona lleva muchos años actuando y pensando de una forma determinada,
por lo que podemos afirmar que las conductas adquiridas afectan la
neuroplasticidad propia del cerebro, lo cual lleva a que se produzcan cambios
cerebrales. Entonces, incluso si se encontrase una diferencia cerebral entre un
hombre transexual y un hombre que no padece un trastorno sobre su propia
identidad sexual, estas diferencias cerebrales podrían haber sido generadas
por la conducta correspondiente, como de hecho pasa con muchas otras
conductas que modifican el cerebro. Es por eso que no se podría probar si esa
diferencia es lo que causa la “identidad de género”.
En conclusión, la evidencia científica respalda el hecho de que un
niño o niña desarrollado normalmente desde el punto de vista físico es, de
hecho, niño o niña. Las pruebas disponibles por medio de imágenes
cerebrales y la genética no demuestran que el desarrollo de una identidad de
género distinta del sexo biológico sea algo innato, sino que se debe buscar la
respuesta en otros factores sociales y psicológicos (como por ejemplo las
experiencias vividas).
Predisposiciones biológicas
En primer lugar, hay que aclarar que los factores biológicos pueden
predisponer, pero nunca determinar la conducta sexual de una persona. Los
psiquiatras J. Michael Bostwick y Kari A. Martin, de la Clínica Mayo en los
Estados Unidos, quienes estudiaron a personas “intersexuales” (nacidas con
genitales ambiguos) y que a pesar de ser varones se los operó y crio como
mujeres, afirmaban que pacientes adultos con disforia severa (transexuales)
“no presentan ni un historial ni existen hallazgos objetivos que corroboren
una causa biológica conocida para esa discrepancia cerebro-cuerpo”.[308] Por
el contrario, pacientes “intersexuales” requieren una cuidadosa asistencia
médica y psiquiátrica para evitar la disforia de género. Es más, estos
investigadores encontraron criterios objetivamente discernibles e
identificables a través de las cuales se imprime la identidad de la persona
como hombre o mujer en el sistema nervioso y endocrino. Y estos doctores
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afirman que incluso en los casos en que los genitales externos no se
desarrollen, es muy probable que los individuos actúen de acuerdo con su
configuración cromosómica y hormonal.[309]
Una influencia más profunda en la conducta sexual la tienen los
factores no biológicos, tales como el temperamento, la presión de los padres
para actuar como el sexo opuesto durante años críticos de la formación
(recuérdese el caso de Walter Heyer), la dinámica familiar, psicopatologías
de los padres, las (malas) amistades y la curiosidad por la que un niño
fantasea en convertirse en el sexo opuesto.[310]
En general, los varones son más activos físicamente que las niñas.
Cualquiera que haya tenido hijos de ambos sexos lo puede notar. Este tipo de
temperamento tiene una base hormonal y genética, por lo que comúnmente
los varones se van a comportar de una manera y las niñas de otras.[311] Pero
también puede ocurrir que por distintas razones un varón sea tranquilo, no le
guste jugar con intensidad física, jugar al combate físico y que por el
contrario haya niñas que sean más “machonas” como se les dice
popularmente.[312] Esto, en algunos casos, puede contribuir a que el niño o la
niña se identifiquen con el sexo opuesto. ¿Por qué se da esto? En las primeras
etapas de desarrollo, el niño experimenta muchísimas cosas por primera vez.
Como la realidad y la vida humana es en sí compleja, el niño no comprende
inmediatamente esta complejidad. Para el niño la realidad se encasilla
generalmente en dos categorías simples, como decir “o es negro o es blanco”,
sin colores intermedios. De esa manera, el niño puede pensar que el varón
juega generalmente de tal manera y las niñas de otra como si eso fuese una
propiedad esencial de lo que significa ser varón o niña. En esos casos, el
varón puede deducir erróneamente que, si le gusta jugar de una manera que
es más acorde a las niñas, entonces es porque debe ser niña. De hecho, en la
práctica profesional con niños que padecen este trastorno, es común el
escuchar niños que afirman: “debo ser niña porque no me gusta pelear o
correr y la mayoría de mis amigos son niñas y me gusta jugar a la casa”.[313]
El Dr. Zucker relata el caso de Frank, un niño emocional y sensible que
tenía 7 años cuando visitó la clínica por primera vez, el cual presentaba claros
síntomas de trastorno de identidad de género. Frank tenía dos hermanos y
constantemente se quejaba del modo de jugar agresivo de ellos, al igual que
el de sus compañeros de escuela. Uno de sus hermanos tenía de hecho serios
problemas de comportamiento, lo que afectó negativamente la percepción que
Frank tenía de lo que significaba ser varón, ya que afirmaba que “todos” los
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niños eran violentos y burlescos. Debido a eso, solía juntarse con niñas en los
recreos y, como consecuencia, jugaba a juegos estereotípicos de niñas. Ya a
los 5 años comenzó a decir que quería ser niña, ya que así “se acabarían sus
problemas”.[314] Este pensamiento es una constante en personas que sufren
este tipo de trastornos, el cual muchas veces deriva en pensar que a través de
tratamientos hormonales y operaciones de cambio de sexo encontrarán la
felicidad. Lo peor que se puede hacer es afirmar el pensamiento de que un
varón es “niña”, vestirlo como tal y eventualmente dar paso a un tratamiento
mortal. ¿El resultado? La tristeza, depresión, ansiedad, graves problemas
hormonales y de salud general y, en el 41% de los casos, el intento de
suicidio. Eso no se soluciona más que con un tratamiento apropiado. Se
puede argüir que Frank tenía un temperamento sensible que, sumado a la
conducta problemática de su hermano, creó un trauma con respecto a su
propia identidad como varón. Un tratamiento para su caso se enfocaría en
mostrarle que hay variedad de maneras en vivir como varón y que la mayoría
de ellos no son violentos o burlescos como su hermano. Es importante en
estos casos encontrarle amistades de niños tranquilos, con temperamento
similar, que le ayude a tener un concepto no tan rígido de qué significa ser
varón.
Factores psicosociales
El segundo elemento a tener en cuenta, de acuerdo con los especialistas,
es la respuesta de los padres al deseo del niño de cambiar de sexo. ¿Cómo
responden los padres inicialmente a la conducta del niño? En los 40 años de
experiencia del Dr. Zucker, una característica constante en niños
diagnosticados con el trastorno de identidad de género es que, cuando un niño
comenzó a manifestarse como del sexo opuesto, sus padres generalmente
permanecieron neutrales al respecto o incluso reafirmando el deseo del niño y
alentando la transformación, lo cual suele tener consecuencias nefastas, ya
que están alentando el comienzo de un serio trastorno.[315] ¿Por qué actúan de
esta manera muchos padres? Posiblemente por ignorancia, ya que piensan
que es gracioso, o que es una etapa del crecimiento del niño la cual va a pasar
rápidamente. Cuando los padres toman una posición neutral o incluso
alientan al niño a una conducta propia del sexo opuesto, en la psiquiatría se lo
considera como “factor perpetuador”. Ahora bien, en aquellos raros casos en
los cuales la madre (la abuela, por ejemplo, en el caso de Walter Heyer) es la
que viste al hijo de nena, manifestando que desea que fuese mujer, dicha
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conducta se la considera como “factor precipitante”. Es importante averiguar
si hubo factores perpetuadores o precipitantes en los orígenes del trastorno.
Un claro caso de “factor perpetuador” por parte de la familia es el de un
niño llamado Roy. Cuando llegó a la clínica de identidad de género, Roy
tenía 4 años y llevaba dos años manifestando conducta femenina,
manifestando con insistencia que de hecho él era niña. Desde que comenzó a
manifestar esa conducta, la respuesta de los padres fue el alentarlo a actuar
así. Por ejemplo, le compraban muñecas y otros juguetes típicos de niñas
cada vez que los pedía, la madre dejaba que Roy se vistiese con su ropa y
vestidos diariamente, festejando e incluso filmando todo esto como si fuese
una diversión familiar. Lo que preocupó a los padres, lo cual los llevó a la
clínica a buscar ayuda, fue que llegó finalmente el día en que el niño estaba
convencido de ser niña, además de sufrir ataques de ira muy intensos cuando
se frustraba. Al ser interrogados por el psiquiatra, los padres de Roy
manifestaron que nunca habían cuestionado a su hijo cuando este insistía que
era una niña.[316]
Conversando acerca de este tema con un matrimonio canadiense, ellos
le contaron a este autor cómo uno de sus hijos varones se vestía de nena por
curiosidad y lloraba cuando su madre le sacaba el vestido. Una navidad, el
niño participó del pesebre viviente y lloró amargamente porque le tocó ser
pastorcito, cuando lo que él quería era ser la Virgen María. Sus padres nunca
consintieron con su conducta, lo cual benefició enormemente al niño, hoy un
joven hecho y derecho. No está demás notar aquí el por qué los padres nunca
deben festejar ninguna conducta desordenada en sus hijos, ya que esto puede
tener consecuencias psicológicas nefastas. El gran psicólogo clínico Jordan
Peterson lo resumió de modo magistral en un capítulo de sus 12 reglas para
la vida titulado: “Nunca dejes que tus hijos hagan algo que te disguste”.[317]
La dinámica familiar
Los problemas en el seno de la familia pueden tener una influencia
negativa en la percepción del propio género en un niño. Cuando esta es la
causa del trastorno, es necesario trabajar para solucionar los problemas
familiares para poder ayudar al niño a resolver su trastorno de identidad de
género. Cuando los padres no resuelven conflictos y situaciones traumáticas,
estos pueden ser muchas veces transferidos a sus hijos. Hay casos en que los
padres reconocen que ciertos problemas familiares han sido factores
causantes en la conducta de sus hijos, lo cual hace más fácil el tratamiento.
Pero en otros casos los padres no ven este problema y la situación se vuelve
realmente dramática. En un importante estudio llevado a cabo por el Dr.
Zucker, en el que siguió a cientos de niños con trastorno de identidad de
género, aproximadamente el 50% de las madres de esos niños padecían dos o
más psicopatologías y aproximadamente el 25% de las madres padecían tres
o más enfermedades mentales. Es un hecho que la psicopatología materna
tiene una correlación muy profunda con la psicopatología del niño.[329]
A continuación, voy a presentar cuatro casos de niños tratados en la
clínica de identidad de género de Toronto cuyo trastorno de identidad de
género presentaba una clara influencia del ambiente familiar.
Tom era un niño de 4 años que al llegar a la clínica ya había presentado
conducta femenina durante un año, incluyendo el deseo repetido de ser niña.
Su madre era una mujer extremadamente narcisista, ansiosa y egoísta, además
de distraída y de no prestarle atención a su hijo. Ella veía a Tom como el hijo
perfecto, hasta que un día comenzó a expresar el deseo de ser niña, lo cual
hirió profundamente su narcisismo. Para colmo de males, el padre de Tom
estaba prácticamente ausente de su vida, ya que trabajaba 18 horas al día los
7 días de la semana. Cuando Tom tenía 3 años, nació su hermana, lo que lo
llevó a sentirse abandonado por su madre, ya que esta transfirió toda su
atención a la pequeña. En conclusión, el trastorno de identidad de género que
padecía Tom era el resultado de un sentimiento intenso de haber sido
abandonado por sus padres y los celos intensos contra su hermana bebé, lo
que lo llevó a pensar que si hubiese sido niña como Suzie su madre le habría
prestado atención. Al comenzar la terapia, Tom dibujaba todo de color
rosado, como el color de ropa que su madre le ponía a la bebé. Para superar el
conflicto con su identidad de género, el psiquiatra lo ayudó a comprender sus
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celos y cómo estos guiaban su relación con el entorno familiar. Pero el
terapista también tuvo que trabajar con sus padres, notando que el padre
debía hacerse presente en el hogar y la madre debía iniciar terapia para
vencer su narcisismo.[330]
Rose era una niña de 9 años que al visitar la clínica por primera vez ya
tenía una larga historia de comportamiento masculino, incluido el fuerte
deseo de ser varón. Rose fue criada por su madre biológica, la cual era soltera
y a lo largo de ese tiempo salió con novios diferentes. Cuando Rose tenía 4
años descubrió el cuerpo de su madre al pie de la escalera de su casa: había
sido asesinada por un novio. Rose no tenía ningún pariente biológico que
cuide de ella, por lo que anduvo de casa en casa hasta que a los 6 años fue
finalmente adoptada por una familia, quien 3 años después la llevó a la
clínica a ser evaluada. Al llegar, Rose parecía un varón por su estilo de
peinado y la ropa que vestía. Durante la evaluación, Rose comentó que quería
ser un niño porque los niños eran más fuertes que las niñas. Le repetía a su
madre adoptiva que, cuando caminaban juntas por la calle, ella no debía tener
miedo, porque “parezco un varón y nadie te hará daño”. Rose reconoció que
había tenido el pensamiento recurrente de que, si hubiera sido varón,
entonces ella habría podido proteger a su madre del hombre que la asesinó
porque “los varones son más fuertes que las niñas”. Ese deseo de Rose de ser
un varón era consecuencia de un trastorno por estrés postraumático debido al
asesinato de su madre. Tal vez debido a lo que un niño percibe acerca de las
diferencias entre el hombre y la mujer, Rose se planteó el género de un modo
tan rígido que la llevó a una solución imaginaria a su problema familiar: si
hubiera sido varón podría haber salvado la vida de su madre “porque” los
niños son más fuertes que las niñas.[331]
Volviendo al caso mencionado más arriba de Roy, en el que se indicó un
“factor perpetuador” por parte de la familia, se les preguntó a los padres por
qué nunca le habían dicho al niño que de hecho era varón. ¿Por qué los
padres estaban como paralizados ante la verdad y realidad biológica de su
hijo de 4 años? Un elemento que salió a la luz durante la terapia fue el hecho
que la madre de Roy había sufrido abuso físico y psicológico durante muchos
años por parte de su padre. Psicológicamente, la madre no alentaba a Roy a
manifestarse como varón porque subconscientemente lo percibía como un
“potencial abusador”, ya que tal vez un día sería como su padre. Además, la
madre había sufrido mucho rechazo durante la niñez por parte de sus
compañeros de escuela, lo cual 30 años después la seguía afectando
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profundamente. Durante la terapia, la madre lloraba profusamente mientras
describía sus experiencias no superadas de la niñez. El padre de Roy también
había sufrido mucho durante su niñez y juventud ya que era tartamudo y tenía
un miedo casi patológico de que, si le decía a Roy que era varón, este lo iba a
percibir como un defecto, tal como la tartamudez que él padeció como
defecto degradante durante tantos años.[332]
El último caso hace referencia a un trastorno poco conocido, pero que de
hecho se da más de lo que uno piensa en la madre o el padre del niño, o
incluso en algún pariente cercano: el “duelo de género patológico”.[333]
¿Recuerdan el caso de Walter Heyer, cuya abuela esperaba ansiosamente una
niña y al nacer varón comenzó a vestir a Walter como nena? En el presente
caso, Jim era el último de cuatro varones y llegó a la clínica con 4 años, ya
que manifestaba un fuerte deseo por ser una niña. Su madre padecía un dolor
patológico con respecto al género masculino de su hijo. Luego de dar a luz,
cayó en una fuerte depresión y no quería saber absolutamente nada con el
bebé, el cual permaneció en el hospital por dos semanas. Durante mucho
tiempo la madre tuvo sueños esperanzadores en los cuales daba a luz una
nena. Tan fuerte era el sentimiento, que sus amigas le regalaron una bebé
muñeca muy realista cuando Jim tenía 1 año. Según el psiquiatra pudo
constatar, la madre no tenía ni idea del significado de este regalo, llegando a
preguntar “¿Entonces usted cree que mis amigas me regalaron el bebé de
juguete por mi deseo de tener una nena?” En la reunión de equipo de
psiquiatras y psicólogos sobre el caso de Jim, se decidió que la madre debía
someterse a tratamiento para que entienda el significado de su deseo de tener
una niña y lo que este deseo representaba para ella, para así poder superar la
patología con respecto al dolor de haber dado a luz a un varón.[334] Este
hecho particular de la madre desilusionada también se ha observado en
muchos casos de personas con atracción hacia el mismo sexo que este autor
ha tenido la oportunidad de entrevistar. Esto nos lleva a plantearnos si la
desilusión de la madre y el rechazo del niño puede haber sido transmitido a
este durante su desarrollo psíquico y emocional.
La “homosexualidad reprimida”
El primer grupo de transexuales está formado por hombres con
tendencia al mismo sexo y cuya conducta homosexual está en conflicto con
sus creencias, con su conciencia y con la sociedad en la que viven. Por
ejemplo, si la persona fue educada en un ambiente con valores morales en los
cuales la conducta homosexual no se veía bien, pero que por distintas razones
(tales como el abuso, violencia, padre ausente, etc.) cayó en esa conducta
homosexual, esa persona posiblemente va a experimentar un gran conflicto
interior y mucha culpabilidad. Esta consciencia de culpabilidad por la
conducta homosexual es reprimida, viendo como única salida el “cambio de
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sexo”. De esta manera la persona se plantea que: “si fuese mujer, los actos
homosexuales ya no serían tales”, “si fuese mujer, mi familia no tendría
vergüenza de que me acueste con tal o cual hombre”, “si fuese mujer, la
sociedad no condenaría mi homosexualidad”. Por medio del cambio de sexo,
la persona busca resolver un conflicto interno sobre la homosexualidad y por
eso se dice que este tipo de transexualidad es una “homosexualidad
reprimida”. En estos casos, por ejemplo, el “trans” mantiene relaciones con
hombres, lo que técnicamente es conducta homosexual después de todo.
Esta figura del “homosexual reprimido” parece aplicarse
perfectamente en un conocido mediático argentino “trans”. Aunque este autor
no ha tratado jamás con esa persona, se puede deducir por varias entrevistas
que ha ofrecido que ciertos factores en su infancia lo hayan llevado a la
conducta homosexual, como el perder a una buena madre muy temprano y
crecer con un padre violento y con el cual tuvo una dura relación. Sin
embargo, debido a su fe católica en la niñez (la cual incluso recientemente, ya
siendo “trans”, lo llevó a bautizar sus dos hijos adoptivos para así criarlos “en
la fe” como su madre hizo con él), puede ser que perciba a los actos
homosexuales como algo desordenado, lo cual lo ha llevado a reprimir esa
conducta homosexual por medio de la transexualidad. El caso parece encajar
en la categoría del “homosexual reprimido”.
En un duro artículo científico que denuncia fuertemente a los
activistas LGBT, los cuales ocultan mucha información científica a personas
que buscan hacer la “transición”, el psicólogo Michael Bailey y Kiira Treia,
un ex transexual tratado por el nefasto Dr. Money, refutan la idea de que un
transexual es una mujer “atrapada en cuerpo de hombre” y sacan a la luz el
testimonio de transexuales que son claros casos de “homosexuales
reprimidos”. A este grupo de transexuales ellos los clasifican como
“transexuales homosexuales”, ya que su conducta es de hecho homosexual,
siendo el objeto de su atracción “hombres atractivos”, pero que sin embargo
hacen la “transición” a “mujer” debido a las dificultades sociales, románticas
o sexuales que atraviesan.[367]
La “autoginefilia”
El segundo grupo de transexuales es aquel de hombres con tendencia
a la mujer (aunque algunos pueden tener tendencia al mismo sexo
simultáneamente) y que padecen un trastorno psiquiátrico del grupo de las
“parafilias” llamado “autoginefilia”.[368]
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Las “parafilias” se definen como trastornos psiquiátricos que se
manifiestan como un interés erótico inusual, intenso y persistente, algunos de
los cuales son violentos (tales como la pedofilia y el sadomasoquismo) y
otros no (por ejemplo, el fetichismo y la autoginefilia).[369] Dentro de la
categoría de las parafilias se encuentra la autoginefilia, la cual designa el
trastorno por el cual el hombre desea hacerse pasar por el cuerpo de las
personas o cosas a las que es atraído sexualmente. El nombre de
“autoginefilia”, entonces, indica que el hombre experimenta atracción hacia
la mujer, pero esto ocurre cuando la mujer es él mismo. Por eso el término
científico está compuesto por “auto” (en referencia a sí mismo), gine (mujer)
y filia (amor). Es decir, la autoginefilia se manifiesta como una auto
excitación sexual cuando el hombre se viste como mujer (travestismo) y se
excita con la mujer que ve (o sea, se ve a él mismo “transformado” en mujer).
[370] El término fue acuñado por el Dr. Ray Blanchard, quien es el especialista
más importante en el tema, con el fin de expresar esta experiencia erótica del
hombre consigo mismo como mujer.[371]
A medida que progresa el trastorno, las personas que padecen
autoginefilia (exclusivamente son hombres) necesitan de experiencias cada
vez más fuertes. Además, este trastorno ocurre en conjunto con el trastorno
sadomasoquista y el travestismo (vistiéndose como mujer).[372] En algunos
casos, el vestirse con ropa interior femenina ya no basta, por lo que el hombre
busca parecerse lo más posible a una mujer, lo cual lo lleva a intentar
“convertirse” en mujer. Aunque no todos los hombres que padecen de
autoginefilia terminan siendo “transexuales”, hay quienes se someten a
intervenciones quirúrgicas para implantes mamarios y algunos incluso
terminan pidiendo la amputación del pene y la reconstrucción pélvica para
que sus genitales se parezcan a los de una mujer. Además, un rasgo común en
personas que padecen este trastorno es el experimentar una fantasía erótica de
ser admirados en cuanto mujeres por otras personas.[373] Tal vez eso explique
por qué este grupo de transexuales se reconoce en las calles por lo exagerado
de su figura, como buscando llamar la atención.
Quien parece padecer este serio trastorno es Bruce Jenner, quien en
1976 ganó la medalla olímpica en el decatlón masculino. En abril del 2015,
Bruce anunció que se identificaba como mujer, llamándose ahora Caitlyn
Jenner. Su caso recibió muchísima atención mediática, con dos Reality Shows
para seguir su “transición”.[374] Lo que los medios y los activistas LGBT
ocultaron, es que de fondo su condición manifiesta un grave trastorno
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psiquiátrico: la autoginefilia. El prestigioso psiquiatra Dr. McHugh afirma al
respecto: “No he tratado personalmente ni examinado a Jenner, pero su
comportamiento se parece al de algunos de los hombres transgénero que
hemos tratado a lo largo de los años. Estos hombres querían mostrarse de
manera sexy, vistiendo ropas femeninas provocativas. La mayoría de las
veces, mientras afirmaban ser una mujer en el cuerpo de hombre, se
declaraban ‘lesbianas’ (con atracción a otras mujeres). La fotografía de Bruce
Jenner (un hombre de unos sesenta y tantos años) posado con un corsé
reforzado, elevando los senos y haciendo alarde de sí mismo como si fuera
una chica vedette de unos veinte o treinta años en la portada de Vanity Fair
sugiere que él encaja en el molde de comportamiento que Ray Blanchard ha
llamado autoginefilia”.[375]
En el Instituto Clark de Toronto, donde trabajó el Dr. Blanchard por
muchos años, se realizaron importantes estudios que profundizaron la
condición de este segundo tipo de transexuales, identificando a estos hombres
por la autoexcitación que experimentan al imitar a la mujer en el proceso de
seducción sexual. Este tipo de conducta sexual ocurre “en la cabeza” de la
persona, ya que se imagina que su parecer excita sexualmente a otras
mujeres. Lo interesante es que, ya habiendo transcurrido la etapa de vestirse
como mujer y habiéndose sometidos a operaciones quirúrgicas, al descubrir
que las mujeres eran el objeto de su interés, se comienzan a identificar como
“lesbianas” ante el psiquiatra.[376]
No es sin razón, como veremos, que distinguidos psiquiatras han
rechazado cualquier tipo de intervención hormonal y quirúrgica en estos
individuos, ya que aquí estamos frente a un tipo de trastorno mental que debe
ser tratado con un tipo de terapia apropiada.[377] Pero ¿por qué se oculta esta
realidad? Por que los activistas LGTB saben que es más fácil que la sociedad
acepte a una persona que se cree mujer, o atrapado en cuerpo equivocado,
que el aceptar a un hombre que se excita eróticamente con la idea de ser
mujer porque padece una parafilia llamada autoginefilia. Por esa razón, el
activismo LGBT define erróneamente al transexual como “una persona en la
que las estructuras del cerebro relacionadas con el sexo, las cuales definen la
identidad de género, son exactamente opuestas a los órganos físicos del
cuerpo”.[378] Esta teoría es totalmente falsa, ya que no representa la realidad
de la persona “trans”, además de ser una gran contradicción, ya que es
genéticamente imposible que haya una oposición entre el cerebro y los
órganos del cuerpo, como vimos más arriba, debido a que el cerebro controla
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las operaciones del organismo, incluyendo las hormonas que actuaron en la
formación de los genitales. Si el cerebro fuese de mujer, es imposible que el
cuerpo se desarrolle como el de un hombre.
Conclusión
El consentimiento
La noción del “consentimiento” se ha difundido ampliamente debido
a que se considera la “gran solución”: si estamos de acuerdo con el consentir,
todos nuestros problemas se resolverán… Es más, se espera que hasta un niño
de 5 años discierna cuándo “una interacción física con otra persona puede ser
adecuada y cuando no lo es sentirse autorizados a decir no frente a estas
últimas”.[446] Es decir, si alguien intenta abusar al niño, con que este
manifieste que no consiente ya se solucionó el problema… ¡como si las
personas víctimas de abuso de hecho ya no lo hicieran!
El problema es que, incluso en los jóvenes y entre jóvenes el
consentimiento no es suficiente. Solo por el hecho de que alguien consienta
no significa que uno pueda hacer lo que quiera con esa persona. Además de
eso, hay que tener en cuenta muchos otros factores que llevarán a la persona a
tomar decisiones que luego lamentarán, sea porque consintió bajo presión, o
amenaza o en un entorno social difícil.
La neurociencia ha demostrado que de hecho los adolescentes asumen
más riesgos que cualquier otro grupo.[447] Estos riesgos incluyen el manejar
de manera peligrosa (a gran velocidad y enviando mensajes de texto), el uso
de drogas, el consumo excesivo de alcohol y manteniendo comportamiento
sexual riesgoso. También se ha demostrado que, a pesar de los esfuerzos por
educarlos al respecto, muchos adolescentes continúan participando en
conductas de riesgo.[448] La razón de esto se debe a que, durante la pubertad,
el cerebro experimenta muchos cambios en su desarrollo y maduración, la
cual no está completa, como veremos a continuación.[449]
La adolescencia se refiere al período de desarrollo físico y psicológico
entre la infancia y la edad adulta. El comienzo de la adolescencia está
relacionado al inicio de la pubertad, la cual trae alteraciones dramáticas en los
niveles hormonales y una serie de cambios físicos que se siguen de esto. El
inicio de la pubertad también se asocia con cambios profundos, los cuales
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continúan a lo largo de la adolescencia, con respecto a los impulsos,
motivaciones, psicología y vida social del joven.[450] Por eso hay que tener en
cuenta los siguientes factores:
En primer lugar, durante la adolescencia hay un mayor interés en
establecer relaciones con los compañeros,[451] por lo que la susceptibilidad a
la influencia de otros jóvenes aumenta en gran manera, alcanzando el pico
más alto alrededor de los 14 años.[452] Esto se debe en parte a que el cerebro
del adolescente es más sensible a las recompensas de las relaciones entre
pares, lo que motiva a los adolescentes a tomar decisiones que involucran
conductas de riesgo.[453] Por ejemplo, con el fin de ser admirado por el resto
puede hacer cosas verdaderamente imprudentes.
En segundo lugar, el adolescente experimenta más angustia que un
adulto cuando es excluido por sus compañeros. Esto se debe en parte a que el
adolescente no ha desarrollado completamente el área del cerebro que le
ayuda a hacer frente a estas situaciones (la corteza prefrontal ventrolateral
derecha) y por lo tanto experimenta más angustia o no sabe cómo controlarla.
[454] Esto probablemente contribuye a que el joven se involucre en conductas
de riesgo para así evitar que sus compañeros lo excluyan.
En tercer lugar, el adolescente no ha desarrollado completamente otra
área del cerebro (la corteza prefrontal lateral), la cual es responsable de la
madurez con respecto a la autorregulación y control sobre sí mismo.[455] Un
interesante estudio mostró cómo cuando un joven está solo se comporta de
una manera estable, pero cuando se lo pone a hacer la misma tarea con otros
dos jóvenes se comienza a comportar de una manera muy diferente,
participando en conducta riesgosa. En el adulto, por el contrario, la presencia
de amigos no influye su conducta.[456] Por ejemplo, un adolescente tiende a
manejar de manera arriesgada y a gran velocidad cuando sabe que sus amigos
lo están observando, lo cual no ocurre cuando está solo.[457] El adulto, por el
contrario, se comporta de manera estable con o sin amigos cuando está al
volante. Eso se explica porque el adulto tiene desarrollado completamente la
corteza prefrontal lateral, por lo que puede tomar decisiones responsables al
conducir un vehículo. El joven, por el contrario, emplea áreas del cerebro que
están más estrechamente asociadas con la recompensa que se sigue al
completar una tarea, en este caso, por ejemplo, la admiración de sus amigos
por lo rápido y bien que maneja.
Todos estos cambios que ocurren en el cerebro durante la adolescencia
temprana hacen que el joven se centre más en las recompensas (como el ser
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admirado por el resto) y en el ser incluidos en actividades por sus
compañeros. Estos factores, entonces, proporcionan una gran cantidad de
oportunidades para comportamientos riesgosos, por lo que es necesario
educar a los niños y jóvenes en la prudencia.
Si trasladamos estos descubrimientos científicos a la vida diaria de un
joven será más fácil comprender por qué hay una edad mínima para manejar,
comprar alcohol, salir solo del país y, con respecto a la sexualidad… mejor
abstenerse.
Repitamos una vez más: todos estos estudios ponen en evidencia que,
como los adolescentes son incapaces de evaluar adecuadamente el riesgo, lo
mejor que se puede hacer es educarlos en la castidad y la abstinencia. Esto
no es retrógrado sino la ciencia más seria. Científicamente se ha demostrado
que la abstinencia es una conducta muy importante, ya que es mejor esperar a
que el cerebro se desarrolle por completo y así evitar las consecuencias
negativas para la salud física y mental que pueden resultar de participar en
alguna actividad sexual “consensual”. La misma UNICEF ha declarado que
el incremento del número de adolescentes con SIDA es alarmante, pero
paradójicamente llama a combatirlo con el uso de condones…[458] Y no es de
sorprenderse la ceguera al respecto, ya que una de las estrategias de la
ideología de género es la de hacernos creer que la castidad no es posible entre
los jóvenes
Además de la abstinencia, se tiene que ayudar al joven a madurar, a
ser responsable, a tomar compromisos en su modo de relacionarse con los
demás, para así generar verdadera confianza. Es muy importante que esta
perspectiva no se pierda. Esa es la razón por la que a los niños y jóvenes se
les debe enseñar a respetarse mutuamente, lo cual incluye el respeto del
cuerpo. El consentimiento no es suficiente y basta ver las estadísticas para
notar que es un fracaso educativo a nivel mundial.
Por otra parte, los padres deben acompañar a sus hijos porque “es
mejor prevenir que curar”. Es decir, si los padres están presentes van a evitar
muchos males que se siguen de su ausencia. ¿Consejos?
1- Si tienen hijos adolescentes o que están haciendo la transición a la
adolescencia, los padres deben diseñar un entorno que proporcione
actividades seguras y centradas en la necesidad del joven de buscar
sensaciones fuertes.[459] Por ejemplo, son muy importantes en esta etapa las
actividades al aire libre supervisadas por adultos, tales como el salir a la
montaña, la escalada en roca, la tirolesa, y otras actividades que tienen
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estándares seguros de tal manera que se le dé al joven un canal de desahogo
para sus emociones y una oportunidad para establecer buenas relaciones
sociales. Al joven hay que sacarlo de la computadora, porque no está hecho
para eso.
2- Es importante no solo el supervisar las interacciones entre
adolescentes, sino también el proporcionar reglas para el comportamiento
entre ellos, ya que eso limita las oportunidades de manifestar
comportamientos riesgosos.[460]
3- Hay que hablar con los hijos acerca de sus compañeros. El hablar
de estos temas ayuda al adolescente a ir formando criterios sobre su propio
comportamiento y el de los demás, además de prepararlo de antemano ante
cualquier situación que pueda surgir en la cual haya un posible riesgo. Como
siempre, “mejor prevenir que curar”.[461]
4- Estar presentes. Cuando los padres se ausentan es que
generalmente ocurren desgracias.
5- Educar a los hijos en la prudencia, la castidad y el amor verdadero.
La falta de educación en la virtud de la castidad, así como el no comprender
la naturaleza del noviazgo y del matrimonio, son motivo de muchísimos
sufrimientos.
La pornografía
Los peligros de la pornografía, muchas veces al alcance de la mano de
niños y adolescentes por culpa de padres descuidados o ingenuos, es una
realidad que no podemos ignorar en los tiempos que corren. Los jóvenes y
adolescentes de hoy están cada vez más expuestos a este peligro y por eso
toda educación que apunte al desarrollo completo de la persona debe no solo
prevenir, sino también curar. Además, que la pornografía sea tan accesible
con las nuevas tecnologías hace que se distorsione de forma muy notable la
visión real de la sexualidad en la mente de un adolescente. No porque sí
Ignacio Munilla enseña que la educación del adolescente en una equilibrada
visión de la sexualidad no puede dejar de lado la educación sobre el uso
adecuado del internet.[462]
Los padres deben ser muy cuidadosos y tomar toda medida necesaria
para que sus hijos no sean corrompidos por este mal, especialmente teniendo
en cuenta que la edad promedio en la que un niño es expuesto por primera
vez a estas imágenes es a los 12 años.[463] La neurología ha revelado que el
efecto de la pornografía en el cerebro humano es tan potente como el efecto
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de sustancias químicas adictivas tales como la cocaína o la heroína.[464]
Además de su efecto adictivo, hay algo más peligroso aún. El tejido cerebral
envuelto en la experiencia sexual, incluyendo la pornografía, es muy
maleable de por sí. ¿Qué significa esto? Muchas veces las imágenes sexuales
contienen otros elementos, tales como la violencia, tortura o ciertas
aberraciones sexuales, lo cual influye en los circuitos neuronales, de tal
manera que en el futuro es la violencia u otras aberraciones sexuales lo que
excita sexualmente a la persona.[465] Esto explica el cómo una persona puede
llegar a ciertas prácticas sexuales aberrantes, en gran parte causado por el
consumo de pornografía violenta y sadomasoquista, cuyas imágenes quedan
impresas en la mente de la persona.[466]
Es sumamente preocupante que los programas de ESI ni siquiera
mencionen el problema de la pornografía, siendo que supuestamente están
para educar al joven en la sexualidad. No porque sí, tal vez, un taller de
capacitación de ESI ofrecido en el 2016 se tituló de hecho “Educar al porno
o pornificar la educación”.[467] Según el anuncio oficial, una de las
actividades grupales a realizar en el taller de formación eran el “analizar
videos porno y materiales oficiales de ESI, poniéndolos en relación a partir
de estos ejes”.[468] Es decir, los mismos proponentes de la ESI admiten una
relación intrínseca entre la educación sexual y la pornografía. No es de
sorprender entonces que ni se la mencione como un mal a evitar.
Estos elementos mencionados en este capítulo deberían ser más que
suficientes para ayudar a padres a replantearse su postura con respecto a la
ESI impartida en instituciones educativas. La situación es muy seria, ya que
se trata de una embestida ideológica propuesta por el marxismo cultural, con
lo cual no se busca más que una destrucción de nuestra civilización y de
todos los valores que se han fomentado en ella.
[1] Cf. Bailey, J. Michael y Kiira Triea. “What Many Transgender Activists Don't Want You to
Know: and why you should know it anyway”, Perspectives in Biology and Medicine, 2007, 50, no. 4,
pp. 521-522.
[2] Courage es un gran apostolado centrado en ayudar a hombres y mujeres que experimentan
atracción hacia el mismo sexo y que se han comprometido ha vivir una vida casta.
[3] Las expresiones “transgénero” y “transexual” se usan muchas veces de modo intercambiable,
pero técnicamente hay una distinción, ya que si bien ambas nociones hacen referencia a personas que se
identifican con un sexo o género distinto al fundado en factores biológicos, “transexual” es quien ha
acudido a terapias hormonales y cirugías de “reasignación de sexo” (de mujer a hombre, y de hombre a
mujer), y “transgénero” es quien se identifica con alguno de los 112 géneros que el activismo LGBT
propone, pero que necesariamente no ha recibido intervenciones quirúrgicas. Sin embargo, como hay
una rama del activismo LGBT que afirma que el género es fluido, la palabra “transgénero” se está
volviendo cada vez más popular.
[4] Aristotle. Metaphysics. Books 1-9, traducido por Hugh Tredennick, Loeb Classical Library,
Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1989, III, 8, 431 b 421. El griego dice: “ἡ ψυχὴ τὰ ὄντα
πώς ἐστι”.
[5] En el ámbito de publicación científica, hay dos tipos de trabajos. Están aquellos estudios que se
centran en un tema particular, con un grupo controlado de participantes (por ejemplo, el tomar
imágenes de resonancia magnética al cerebro de participantes de ambos sexos, para ver si hay
diferencias sustanciales entre un grupo y otro), y aquellos otros trabajos que reúnen un número de
investigaciones y entrecruzan la información tratando de obtener conclusiones al respecto (por ejemplo,
cotejando un número de estudios sobre un determinado tema y resaltando los descubrimientos en
común, las diferencias, etc.). De este último grupo, hay un informe publicado en The New Atlantis, que
constituyó mi fuente principal, y que considero el más actualizado e importante hasta el momento, ya
que ofrece una explicación minuciosa, resumida y actualizada de los resultados de investigaciones en el
ámbito de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales acerca de la orientación sexual y la llamada
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“identidad de género”. Cf. Mayer, Lawrence S. y Paul R. McHugh. “Sexuality and Gender”, The New
Atlantis, 2016, 50, pp. 4-143.
[6] La relación entre la ideología y la psicología del hombre, en su más profundo ser, ha sido
expuesta magistralmente en Peterson, Jordan B. Maps of meaning: The architecture of belief, New
York, Routledge, 1999. Este gran psicólogo canadiense niega que las motivaciones verdaderas del
hombre sean económicas.
[7] No voy a ahondar en este libro el contexto latinoamericano, ya que fue hecho por el excelente
trabajo de Marquez, Nicolás y Agustín Laje. El libro negro de la nueva izquierda: Ideología de género
o subversión cultural, Buenos Aires, Unión Editorial, 2016.
[8] Cf. Thomson, Judith J. “A Defense of Abortion”, Philosophy and Public Affairs, 1971, 1, pp.
47-66.
[9] Ver al respecto el gran libro de Madiran, Jean. La derecha y la izquierda, traducido por Cora
B. Zaldívar, Buenos Aires, Editorial Iction, 1981.
[10] Cf. Rousseau, Jean-Jacques. Emile, ou: De l'education, Paris, Garnier-Flammarion, 1966.
[11] Muchos han notado que algunas frases del libro de Nicolás Márquez defienden, tal vez sin
quererlo, una postura liberal, la cual en sus principios está a favor de la ideología de género.
Ciertamente que este autor está totalmente en contra de esta ideología, pero tal vez sin saberlo, aunque
rechaza la postura marxista, acepta la postura liberal con respecto a la ideología de género. Por ejemplo,
afirma que “el Estado debe ser abstencionista y limitarse solo a garantizar a los homosexuales su
legítimo derecho a vivir su intimidad carnal como les plazca, pero no el derecho a que se les otorguen
privilegios ajenos a la naturaleza de la actividad venérea que ellos mismos decidieron tener” (Libro
Negro, p. 207); “¿Tiene derecho una persona a comer excremento? Estimamos que sí y ese derecho
habría de ser inviolable” (Libro Negro, p. 248); y finalmente, “Desde el inicio de este trabajo hemos
sido partidarios de que el sujeto homosexual tenga todo el derecho de vivir su intimidad de esa manera,
aunque la misma sea tan ajena a lo que la naturaleza indica” (Libro Negro, p. 252). Todos estos, en
definitiva, son argumentos liberales a favor de la ideología de género. Si bien es cierto que es necesario
que el Estado a veces sea tolerante con respecto a ciertos vicios o desviaciones en la esfera privada para
evitar introducir a la sociedad en un sistema policíaco-moral, la razón no es porque tales
comportamientos constituyan un derecho en sí mismo. Nunca hay derecho a hacer lo que uno quiera si
eso va contra el orden natural de las cosas. Y es aquí que yerra la teoría liberal del Estado como
protector de la libertad de la persona mientras no vaya contra los derechos de los demás. No se puede
decir que “cada uno es libre de hacer lo que quiera, mientras no me toque a mí ni me perjudique…”
Este es un argumento liberal y en sí pernicioso y dañino. Con esto no quiero decir que el Estado deba
intervenir la conducta de personas LGBT, para nada. Pero el afirmar estos supuestos derechos privados
deja de lado una realidad de toda persona LGBT: en muchos casos, como en personas transexuales y
transgénero, estamos frente a un tipo de trastorno mental que debe ser tratado con un tipo de terapia
apropiada. Y por lo tanto afirmar, por ejemplo, “que hagan en su casa lo que quieran”, desconoce
profundamente la realidad de estas personas, con las cuales hay que tener mucha compasión y
misericordia por la situación en la que se encuentran.
[12] Ver especialmente Marx, Karl y Friedrich Engels. “Die deutsche Ideologie”, en Marx -
Engels Werke, Vol. 3, Berlin/DDR, Dietz Verlag, 1969.
[13] Cf. Marx, Karl. “Briefe an Kugelmann”, en Marx - Engels Werke, Vol. 32, Berlin, Dietz
Verlag, 1974.
[14] Cf. Marx y Engels. “Die deutsche Ideologie”.
[15] Cf. Marx, Karl y Friedrich Engels. “Manifest der Kommunistischen Partei”, en Marx - Engels
Werke, Vol. 4.6, Berln, Dietz Verlag, 1972. Un excelente y accesible resumen del pensamiento marxista
se encuentra en Marquez y Laje. El libro negro de la nueva izquierda, pp. 13-31. Con respecto a la
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historia del comunismo, ver Jiménez Losantos, Federico. Memoria del comunismo: De Lenin a
Podemos, Madrid, La Esfera de los Libros, 2018; Service, Robert. Comrades! A History of World
Communism, Cambridge, Harvard University Press, 2007.
[16] Cf. Goldstein, Leslie F. “Early Feminist Themes in French Utopian Socialism: The St.-
Simonians and Fourier”, Journal of the History of Ideas, 1982, 43, no. 1, pp. 91-108.
[17] Cf. Marx, Karl y Friedrich Engels. “Die heilige Familie oder Kritik der kritischen Kritik”, en
Marx - Engels Werke, Vol. 2, Berlin/DDR, Dietz Verlag, 1972.
[18] Ob. Cit., pp. 258-259.
[19] Engels, Friedrich. “Die Lage der arbeitenden Klasse in England”, en Marx - Engels Werke,
Vol. 2, Berlin/DDR, Dietz Verlag, 1972, pp. 179-180.
[20] Cf. Marx y Engels. “Die deutsche Ideologie”, p. 40.
[21] Cf. Ob. Cit., p. 33.
[22] Ob. Cit., p. 44.
[23] Ob. Cit., p. 40.
[24] Cf. Ob. Cit., p. 564.
[25] Marx, Karl. “Thesen über Feuerbach”, en Marx-Engels Werke, vol. 3, Berlin, Dietz Verlag,
1969, p. 533.
[26] Marx y Engels. “Die deutsche Ideologie”, p. 192.
[27] Cf. Marx y Engels. “Manifest der Kommunistischen Partei”, pp. 459-493.
[28] Marx, Karl. “Das Kapital”, en Marx - Engels Werke, Vol. 23, Berlin/DDR, Dietz Verlag,
1962, pp. 489-490.
[29] Cf. Morgan, Lewis. Ancient Society, New York, Henry Holt and Company, 1877.
[30] Cf. Engels, Friedrich. “Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staats”, en
Marx - Engels Werke, Vol. 21, 5, Berlin/DDR, Dietz Verlag, 1962.
[31] Engels, Friedrich. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, La Plata, De la
Campana, 2011, pp. 28-29.
[32] Cf. Ob. Cit., p. 34.
[33] Cf. Marquez y Laje. El libro negro de la nueva izquierda, p. 38.
[34] Engels, Friedrich. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, pp. 43-44.
[35] Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, p. 51.
[36] Ob. Cit.
[37] Millet, Kate. Sexual politics. Illinois, University of Illinois Press, 2000, p. 33.
[38] Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, p. 66.
[39] Marquez y Laje. El libro negro de la nueva izquierda, p. 40.
[40] Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, p. 66.
[41] Cf. Wollstonecraft, Mary. A vindication of the rights of woman, New Haven, Yale University
Press, 2014.
[42] Cf. Ob. Cit., pp. 126-127.
[43] Cf. Mill, John Stuart. The subjection of women, Indianapolis, Hackett Pub. Co., 1988, pp.
143-145.