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Experiencia de lectura 3A | 6.

O grado | Leemos Juntos

La parábola de la bola luminosa

Autora: Luz Flor de María Ramírez Ojeda (Lima, 26/09/1964)

En un lugar alejado del ruido de la ciudad, vivía Salvador, un niño de diez años.
Una noche, soñó que jugaba en un círculo de niñas y niños de distintas edades, con ropa de distintos
colores. El juego consistía en lanzarse una bola muy luminosa desde la altura del corazón.

Cuando la bola luminosa llegaba a su niño-destino, a este se le iluminaban los laditos oscuros de su
vestimenta y cambiaba de color a una combinación de su color con el del niño que le lanzó la bola y
ambos brillaban más. Así, por ejemplo, si un niño azul le lanzaba la bola luminosa a otro rojo, este se
volvía morado.

De esta manera, las niñas y niños no permanecían de un solo color, sino que iban cambiando de
color constantemente. Pero siempre brillaban más y más. Inclusive, había niñas y niños vestidos con
matices de un color; por ejemplo, había azul noche, azulino, azul celeste, azul cielo serrano, azul cielo
amazónico, azul costeño, azul playero…

Así que ¿se imaginan la cantidad de combinaciones de colores que se formaba en la ropa de las niñas
y niños? …

¡Infinitos!
Asustado, Salvador despertó y corrió a la cama de su abuelo Saturnino, quien siempre tenía una
explicación porque era tan viejito que sabía mucho de la vida. Don Nino, luego de escuchar el relato
del sueño, conversó con el niño así:
—Nieto mío, la luz que todas las personas proyectamos hacia afuera es producto de la luz interior.
Lo que soñaste lleva una enseñanza.

—Pero, abuelo, ¿cómo se forma esa luz interior en las personas? ¿Qué enseñanza tiene mi sueño?
—La luz interior se forma con las ideas, creencias, valores, emociones y sentimientos que cada uno
tiene. Estos elementos mentales generan una química que forma esa luz interna que se proyecta
en actos y actitudes hacia nosotros mismos y los demás.
—¿Una química, abuelo? ¿Cómo es eso?
—Nos comportamos producto de nuestras ideas, valores, sentimientos y demás elementos que te
he mencionado. Al actuar, generamos la producción de ciertas hormonas en nuestro cuerpo. Yo
te voy a mencionar como ejemplo las que se llaman “el cuarteto de la felicidad”: la oxitocina, la
serotonina, la endorfina y la dopamina.
—¿El cuarteto de la felicidad?
—Sí, mi niño. Cuarteto porque son cuatro y son importantes porque la felicidad te mantiene con
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salud.
—A ver, me vas a tener que explicar luego eso de las hormonas, abuelo. Ahora dime ¿qué enseñanza
crees que tiene mi sueño?
—Pues, que cada uno da lo que tiene…dentro. Hay que cuidar, enriquecer, hacer bonita nuestra luz
interior para que nuestra bola luminosa sea también bonita, con mucha energía y ayude a la otra
persona a la que llegue, para que brille más. Ello ayuda a que estemos sanos y a la salud de los
otros.

Algo más, abuelo, ¿qué significa que cada niña o niño tenía un color distinto?, ¿por qué no había dos
iguales y sí matices de color?
—Porque cada ser humano es diferente al otro; mira que al combinarnos —o sea, al convivir— nos
influimos entre todos, como la combinación de colores. Por eso, todo lo que hacemos o decimos
a otras personas no solo influye en ellas, sino en todos a la vez. Al lanzarles nuestra bola iluminada
a otros, podemos ayudarlos a variar los colores de su vida, a brillar y a sanar

FIN

El contenido del presente documento tiene fines exclusivamente pedagógicos y forma parte de la estrategia de educación a distancia
gratuita que imparte el Ministerio de Educación.

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