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En la localidad de Armstrong, a 95 kilómetros de Rosario, un espíritu surca las

calles y los caminos rurales. Fue allí, donde hoy se cuentan unos 11 mil habitantes,
con la tierra remolineando entre máquinas agrarias de los campos en los que iba a
trabajar, por donde Delfo Cabrera transitó incontables kilómetros corriendo. Fue allí
donde se empezó a forjar al campeón olímpico del maratón de los Juegos Olímpicos
de Londres 1948 y el mayor orgullo deportivo de esta comunidad. Por eso, no hay
posibilidad, si se crece por esos pagos, de no escuchar alguna vez historias de Delfo y
su épica. Le pasa a todos y le pasó a Facundo Bagnis, quien disputará desde el
próximo 23 de julio sus primeros Juegos Olímpicos, a los 31 años. Facu no es
maratonista, sino tenista. Pero en su medida y a su manera pondrá de nuevo de pie a su
pequeña ciudad ante la máxima cita del deporte mundial. Facu, en otras formas y en
otros tiempos, estará siguiendo la huella de Delfo. Del que tanto le hablaron. Del que
tanto se inspiró.

Es así. El espíritu olímpico está impregnado en Armstrong. Es curioso pero a la vez


emotivo. Porque sus habitantes tienen la historia aprehendida, no la quieren soltar. Y es
con ellos que vive, porque mantienen la memoria y los relatos, los mitos y las verdades
que hacen circular. Facundo lo sabe. Por eso siente de manera tan especial su entrada a
los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en los que jugará singles y dobles junto a Diego
Schwartzman. Y ni hablar de sus vecinos, que ya están todos prácticamente sentados
frente a la televisión a la espera de que este zurdo, su orgullo contemporáneo, los siga
haciendo sonreír.

Técnicamente Facu es rosarino. Vivió hasta los ocho meses en la Cuna de la Bandera,
mientras mamá Fabiana terminaba de estudiar y después se trasladó a esta localidad en
familia, con Enzo, el papá, hasta que se sumó al clan Camila, la hermana menor. Allí
creció con ese espíritu de pueblo tranquilo en el que todos conocen a todos. De ahí,
Facundo, que debe trotar el mundo para hacerse de sus objetivos en el tenis, casi nunca
pudo salir definitivamente. Mientras tantos tenistas eligen locaciones súper cómodas
para entrenar, él, el Torbellino, elige Armstrong para permanecer lo más que pueda
y para recargar energías. Sólo cuando no le quedó otra se fue a hacer base a Buenos
Aires, aunque no duró mucho. La cercanía con su gente es su esencia, entonces por ello
Rosario fue, tiempo después, una casa posible en este contexto de proximidad. Se
instaló 10 años para entrenar su tenis. Y para ir y volver a casa.

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