La Aventura de La Palabra

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A AVENTURA PELAPALABRA SERGIO ANDRICAIN FEDERICO IVANIER: Mis primeras lecturas estan asociadas a mi madre leyéndome en las mafianas de sabado, cuando no habia escuela. Mis pa- dres se habian divorciado un tiempo atras y mi madre solia Ieerme cuando estaba muy feo como para salir a jugar. Esto se remonta a mediados de los setenta en Uruguay, momento en el cual estaba la dictadura militar en pleno apogeo. Mi madre, maestra destituida por el gobierno, creia fervien- temente en la imaginacién como instrumento de libertad, su- pongo, y de ahi creia fervientemente en los libros. De hecho, a pesar de tener ciertas premuras econdmicas, ella me Ilevaba al menos una vez por mes a comprarme un libro, lo que para mi consistia en todo un evento, un momento en el que ocu- ria algo especial. Treinta y pico de afios después, me cues- ta un poco determinar por qué es que estas salidas (que ade- mas incluian un viaje en émnibus que solia ser largo, ya que viviamos en la periferia de la ciudad, donde no habia libre- rias) significaban tanto para mi. Quizés fuera el hecho de que yo era consciente de las limitaciones que teniamos en térmi- nos econémicos y eso me colocaba en una posicién doble: de gran felicidad por tener la oportunidad de gastar dinero en algo y, al mismo tiempo, por lo que “valia” ese dinero, por la gran responsabilidad de tenerlo que gastar en algo que de ve- ras me gustara. Tiempo después, también Ilevado por mi madre, recorri bi- bliotecas y me devoraba dos 0 tres libros por semana. René Guillot y Emilio Salgari se volvieron mis autores favoritos. Es muy dificil determinar por qué un nifio se vincula profun- damente con un autor o un libro y lo vuelve parte de su vida. Es muy dificil, sobre todo, si se nos ocurre pensar ta literatura como una forma de escape. Tal vez hasta cierto punto lo sea: una forma de “dejar en el olvido” (las comillas aqui son ple- namente intencionales, porque dudo que haya cosas que po- damos “dejar en el olvido” de veras) la parte de nuestra exis- tencia que no nos pone feliz. © LA AVENTURA DE LA PALABRA * 65 : su olor no era igual al de los libros de texto be vacaciones. ais inicio del afio escolar, se confundia Con ¢ en mayo, leds de las primeras Iluvias. olor a tierra cuando pequefia, en mi casa habia un cuarto de ee descubri cajas y cajas de libros en varios idig. depésito td francés y arabe. No conoci a mi abuelo matey. ah vo euand0 preguntaba de quién eran esas cajas, recibja eed a misma respuesta: “De tu abuelito tibanés”. Enton. aaa nombre se convirtié en mi imaginacién infantil en sj. nénimo de muchos libros para leer. VirainiA READ EscoBaL: De pequefia nunca estuve en contacto con libros para nifios; algunos comics 0 “paquitos”, como los lamabamos entonces, como mucho. No recuerdo que me comprasen libros exclu- sivamente para mi, salvo el silabario a los cinco afios, cuan- do me alfabetizd en casa una tia abuela. Aprendi a leer rapi- damente porque queria saber qué contaban las historias que venian al final. Si tuve la suerte de crecer con un abuelo lector, que se en- cerraba en una pequefia biblioteca que tenia en la rebotica de su farmacia. A mi me dejaba contemplar los libros de histo- ria del arte con bellas ilustraciones. Asi que pasé la primera infancia entre hermosos cuadros de Durero, Botticelli y Leo- nardo, inquietantes composiciones de El Bosco y representa- ciones medievales de decapitaciones de santos muy graficas, que no ahorraban detalles y me llenaban de una morbosa fas- cinacién. Sin necesidad de leer, todas me contaban innume- tables historias. Un poco mayor, mis gustos se hicieron mas convenciona- les cuando mi padre nos compré la enciclopedia Mis prime- 708 conocimientos y una coleccién de clasicos que incluia Mi- guel Strogoff, Los tres mos i sy Bl u f, queteros, Veinte afios despues Y vizconde de Bragelonne, : : * SERGIO ANDRICAIN © nacia poco dejaba ver a un feto de cuatro piernas. Mi madre traerfa un monstruo al mundo? |No! Y me cerré la salida a la vida. Moririamos ambas; ella, madre indigna, y yo, un ser de- forme de su vientre. El bisturi preciso del médico me ofrecié Ja oportunidad de nadar y alcanzar la playa. No rehusé la in- vitacion, naci, con dos brazos, dos piernas y el sabor del agua salada en la boca. Ese sabor me enseiié la sed, la sed me en- seiié la letra. Asi que, para mi, la letra es un fruto del bisturi. Y, mas que para cortar, yo la uso para coser. Mi madre me daba libros? Tanto para el estudio como para la lectura. Con ellos aprendi a coser mundos, es decir, a unir con palabras encadenadas por medio de la pluma o de la tecla, dos o mas pedazos de cualquier materia hecha de lenguaje. No comencé a leer con ninguna emocién especial ni fui lectora precoz. Leia porque estaban los libros, un regalo de mi madre, que los traia de una libreria en la cual habia traba- jado como cajera. Demoré mucho para comprender el orden que habia en esto. Mi madre, que ni siquiera alcanzé a com- pletar su ensefianza primaria, me legaba en herencia la inti- midad con la cultura letrada; determinaba, ademas, que yo la tomara como espacio de mi propia naturaleza. En su Pais de las Maravillas, las pastillas y los licores lle- garon a Alicia con érdenes imperiosas: “jBébeme!”, “;Céme- me!”, Los libros me decian “jLéeme!”, y yo obedecia, y des- cubria en mi naturaleza el bisturi con que podria, a mi tumo, hacer nacer mundos, permitir a quien me lee que pueda al- canzar su playa. IRENE DE DELGADO: Los primeros libros, bellamente ilustrados, aparecian cada Na- vidad bajo el arbol de pino. Ain hoy esas lecturas de infan- cia me traen el olor a pino y el recuerdo de la época de va- caciones escolares, que por entonces duraban todo el verano. Esos libros magicamente colocados en la Nochebuena junto a otros regalos y juguetes ocupaban Iuego buena parte de mis + LA AVENTURA DE LA PALABRA * 63 — Gapy VALLEIO: : 7 e abrieron al amor cuando era nifia, B] i eae de Tom Sawyer, con el gradual y emocions , acercamiento entre dos nifios muy sensibles. El segun do lib fue Madame Bovary, de Flaubert, que me impacté por lagen, sualidad unida & lo prohibido. Me parecio fascinante, El cam. po, el quitasot, las botas, el despojo del vestido, los besos, 5 riesgo, el amor y la muerte perturbaron mis noches de ado. lescente. Tal vez la imaginacion desempefiaba un rol impor tante, porque yo por entonces desconocia esas experiencia, JorpI SIERRA I FABRA: Naci en la postguerra espajiola, 1947. Mi padre hizo la guerra y la perdié. Le dieron palos por todas partes. Yo fui hijo ini. co, y él deposité en mi todos sus suefios y esperanzas. Queria que fuera matematico. Pero ni sali brillante en los estudios nj precisamente de ciencias, sino de letras. Nunca iban a darme una beca para hacer una carrera y no podiamos pagarla. Ade- mas, era tartamudo, no podia hablar. Mi futuro se presentaba muy negro. Pero leer me salvé la vida. De nifio no tenia biblioteca en mi colegio ni en mi barrio, Pero si tenia en mi calle una tibreria de libros de segunda mano, usados. Yo vendia pan seco y periddicos viejos que me daban los vecinos, y alquilaba un libro al dia, o cada dos dias, por cincuenta céntimos. Los libros de alquiler buenos (Ver- ne, Salgari, etc.) costaban cinco pesetas, asi que yo solo po- dia alquilar y leer libros malos, del oeste, de marcianos y, S0- bre todo, de gansteres. Me formé, pues, leyendo esas cosas. Nita Lacerpa: Atravesé el mar para nacer. Mi madre, consumado ejemplar de la aldea encantada de Cien afios de soledad, de Garcia Mar quez, estaba ya en sus trabajos para dar a luz cuando oy6 al obstetra decir a la partera -en un tiempo en el cual obstetrasY Parteras convivian en los hospitales— que la radiografia hee * SERGIO ANDRICAIN © ro de la Juventud, con muchos cuentos de had; esas fueron mis primeras lecturas, Pero cuca Creo que moré del Sitio do Pica-pay amarelo, de Monteiro i a ena- verdad es que en este sitio, Obato. La una hacienda magi es 7 ; agica i llosa, vivi toda mi infancia. Eran muchos libros ud a = cin. Desde los siete afios nunca he dejado de leer. i Antonio (TONO) Macrica: Tenia unos doce afios y cur: ria. Siempre fui un chico pee soap ponies Y, Como és natural, en una escuela en la que a la hora del recreo prevalecian las leyes de la jungla, mi timidez se acentuaba, Durante uno de esos recreos me refugié en la biblioteca. El bibliotecario —ojala recordara su nombre, las palabras exactas que us6= me hizo conocer a Salgari. Y, sin saberlo, me regalé el mundo. Por- que descubri que si era posible llevarse algo a los ojos y dis- frutarlo sin tener que entregar luego un informe o contes- tar un examen. De ahi se desprendieron Verne y Wells. Y pude ampliar los horizontes de mi vida simple y cotidiana a una que, de pronto, se me antojaba gloriosa, inmensa, for- midable (y claro, un poco mas util a la hora de enfrentar a aquellos que, cuando no estaba en la biblioteca, se rendian al impulso de arrojarme de cabeza a algiin bote de basura). ANA ALCOLEA: De pequefia, leia todo lo que caia en mis manos. Mis pa- dres compraron una coleccién de clasicos rusos, encuader- nados en rojo. Ahi estaban Almas muertas, El idiota... Me los lei sin rechistar y los disfruté con mis doce afios. Enton- ces también leia la coleccién de los Cinco, de Enid Blyton. Pero mi libro de cabecera, literalmente, al que volvia cada noche, era Jane Eyre, de Charlotte Bronté: y tanto volvi a él que acabé tan enamorada del sefior Rochester como la pro- Pia institutriz. « LA AVENTURA DE LA PALABRA * 6L 60 —! ira r0jaY Ja maestra nos lo contd tomando cada = rucita ia ibujos. i aun, una persona timida, ensimismag libros fueron unl espacio de escape, de apertura a la image los a de traslado 4 otros espacios. Mi padre fue un exceley nacio ge arab Ja lectura de un modo natural, Tambigy, : ati al cine cada vez que podia yal teatro. Todo ello erg importante y deseado. De nifia fai una lectora que comia libros ia la nocion del tiempo metida en ellos. Mi padre, entre ‘ evo a leer, compraba unos tomos dedicados g de distintos paises, conoci asi cuentos que me de la India o la Europa del Norte, Fui, creo que lo soy mucho que me I cuentos clasicos resultaban exdticos, Paso DE SANTIS: Mis primeras lecturas se mezclan en el recuerdo con las pe. liculas que me contaban mis padres al volver del cine. Iban a ver Los pdjaros, de Hitchcock, o las peliculas de Dario Argen- to, sangrientas y sofisticadas. Estas ultimas a menudo trans- currian en una Turin fantasmal y tenian titulos misteriosos como Cuatro moscas sobre terciopelo gris, Suspiria 0 El pé- jaro de las plumas de cristal. A través de sus palabras, yo me imaginaba aquellas historias que tenian, ademas, el alicien- te de lo prohibido. En mis lecturas se mezclaban las novelas de aventuras que publicaba la coleccién de tapas amarillas Robin Hood (Emi- lio Salgari, Julio Verne...) con los libros de Agatha Christie y de Erle Stanley Gardner, autor de la serie de Perry Mason. Leia en un cuarto que habia en el piso de arriba de mi casa, junto a la terraza, y que era cuarto de juegos, de lectura y de planchado, todo en uno. RosEaNa Murray: Vengo de una familia de emigrantes judiopolacos. Mi casa i un poco triste, asi que los libros eran mi casa verdadera. i abuela tenia una coleccién preciosa, se Iamaba EI tes?” * SERGIO ANDRICAIN * Ivette VIAN: Antes de saber leer, tenia libros con laminas ba de mirar. Mi mama, que era maestra, dormir, y cuando mi papa se mudé con lend de libros; éi era un biblidfilo, Aprendi a leer a los tres afios de edad, en los ratos en que estaba en distintas aulas de nifios mayores, donde me sentaban al fondo, no en un pupitre, sino en una sillita baja (de mimbre y madera, hecha por mi mama), casi pegada al suelo. Asi, es- cuchando clases de distintas asignaturas, un dia me sorprendi (digo, se sorprendieron los mayores) reconociendo las pala- bras. En la fiesta de fin de curso en el teatro, me llamaron al escenario. Mi mama me Ilevé cargada por todo el pasillo y la gente decia mi nombre, chiqueado: “Ivecita”, “Ivecita”... Ya en el escenario, fui caminando sola. Alli me dieron una me- dalla “Por haber aprendido a leer”. que no me cansa- me leia cuentos para Nosotras, la casa se Laura ANTILLANO: Mi madge, que habia vivido con mucha pobreza, entre los te- soros que conservaba de su infancia tenia una coleccién de cuentos pequefiitos, que ella de adulta hizo encuadernar; eran los famosos cuentos de Calleja. Extrafias historias, con dibu- jos y colores particulares. Mi padre era periodista y gran lec- tor. En mi casa siempre hubo muchos libros y por todas par- tes, como una invasion, eso nos hacia verlos como objetos normales, lo que no ocurre con todo el mundo. Estuve de pequefia en un preescolar llamado Gabriela Mistral. Quedaba en la urbanizacién El Silencio, en Cara- cas, muy cerca del apartamento de mi abuelita, por tanto era sencillo para mi mama dejarnos alli a mi hermana Lucia y a mi y visitar a su mama. Recuerdo, parece mentira, el espa- cio de ese preescolar, la luz de las ventanas, las canciones; también recuerdo un primer amor, demasiado temprano, con un niflito de apellido Tarazona, que me regalé un juego de tacitas y cafetera que traia dibujado el cuento de La Cape- LA AVENTURA DE LA PALABRA * 59 58 guete”, con cabeza, brazos y premas, to redes ub hee , cos afios en pantalla, tras una busqueda Intenciona| o zada en internet. Fue como reencontrar a un familiay . re amigo ausente durante varias décadas. Un Otro libro que amé, me leyeron, Tei, Perdi y no he pod reencontrar, no era de literatura, sino de juegos, cutiosig lo des, acertijos, manualidades y otros entretenimientog la. los dias de Iluvia. Era de mi tio, un joven Veinteafie cada vez que yo iba a su casa tenia preparada alguna Sorpre. sa especial, por lo general tomada de ese libro que era coms el cofre de las maravillas. Tenia cuatro afios y medio cuan. do mi tio se fue a vivir al exterior y me lo regal6, Lo ley lo disfruté durante toda mi infancia; en la adolescencia tal vez lo olvidé, se rompié —éramos unos cuantos hermanos en casa-, desaparecié en alguna limpieza o mudanza y munca mas volvi a encontrar uno igual, ni rastros de su existencia, TO que Pitar LozANo: Creci rodeada de libros y de padres y hermanos lectores, Una fortuna. Pero a mi no me alcanzaba el tiempo para quedarme quieta y sentarme a leer. Era muy brincona, Mi amor por las palabras nacié de escuchar a mi hermano con- tar cuentos. El me lea La Reina de las Nieves, durante mu- cho tiempo mi libro preferido. Un libro grande, de ilustra- ciones muy bellas, que nunca me cansé de mirar y admirar. Me volvi lectora auténoma a los once o doce afios cuan- do llegé a mis manos EI llamado de la selva, de Jack Lon- don. Me trasformé. Descubri que podia viajar sin necesidad de moverme, dejandome tlevar por historias de aventureros en tierras lejanas... Juro que conozco Alaska -el rio Yukon Para mi es familiar-, aunque nunca he estado en ese lugar de tierras heladas, Amé a London como amé después a Co" tad; saciaron mi curiosidad de adolescente y me regalaron la magia de la fectura. ‘* SERGIO ANDRICAN © suelo boca abajo, con los codos apoyados en la tarima, co- miendo pipas de melén en verano y turrén de chocolate Su- chard en Navidad. Hay una anécdota divertida que me ocurrié cuando tenia diez u once afios. Un dia, fisgoneando por las librerias de mis padres, encontré la novela Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque. Supongo que el titulo me soné prometedor, porque empecé a leerla. Al poco, aparecié mi madre y al ver- me leyendo aquel libro, me lo quité y dijo: “Es demasiado fuerte para ti. Ya lo leerds cuando seas mayor”. {Demasiado fuerte? Eso, para mi mente infantil, solo podia significar una cosa: habia escenas erdticas. Asi que me puse a buscar como loco el lugar donde mi madre habia ocultado la novela y, cuando la encontré, empecé a leerla a escondidas, ansioso por localizar unas escenas de sexo que, por supuesto, jamés encontré. Pocas veces me ha decepcionado tanto una novela. Y desconcertado. En el texto se mostraban masacres, mutilaciones, destripamientos, toda suerte de horrores béli- cos, pero nada de sexo. Entonces, spor qué demonios decia mi madre que era “fuerte”? MAGDALENA HELGUERA: Mis primeras lecturas, realizadas a través de la voz de mi madre antes de que yo aprendiera a leer, y compartidas con mi hermana mayor, se ubican entre mis recuerdos mas an- tiguos y se vincwlan con algunos libros muy especiales que por ser muy pequefia habia olvidado, pero que han regresado ami memoria a lo largo de la vida en circunstancias felices. Uno de ellos -un cuento protagonizado por un espantapé- jazos— lo trajo un dia un alumno a clase: era de un familiar de mi generacién. Otro, con grandes imagenes y rimas so- bre animales, reaparecié en una libreria, en una nueva edi- cién idéntica a la mia, y fue con e} que mi hija mayor co- menzé a leer sola. Un tercero, del que recordaba apenas el nombre de la protagonista y que se trataba de un “libro ju * LA AVENTURA DE LA PALABRA * 57 56 — Jas, correos del zar, hijos de faraones \: lores de perias, scadores de oro, gente de estepag eros cat i especialmente, siempre tuvo para bees : ¢, Absorbi la terminologia marinera a : era bella y sonora. Esos Tibros desple a = aa geografia Y In historia: ofras €Docas, otmeg jy ron ante tumbres; em ellos resonaban distintas cy} gares, otras aera ja quién le importa eso cuando eg chi : werdaderas . ae codigos, paisajes, bestias descong, : agate amis héroes en tos mapas. So una nena que vivia en una tranquila Casa subyp. bana... No me puedo imaginar entonces leyendo historias de mores contrariados 0 de nenas como yo a las que les ein ocurrir las mismas cosas que ami. Yo queria lo que no . nocia. Para qué estaban los libros sino? A veces Se me ocy. rre que buena parte de la oferta de lecturas que reciben nues. tros chicos hoy, sobre todo las lecturas escolares -y encima escolarizadas-, me habria dejado bastante frustrada. ;Cuin. tos lectores pueden estar buscado lo mismo que yo buscaba? co?-; cidas. Yo {Lo encuentran? CésAR MALLoRQUI: : Mis primeras lecturas estén asociadas a los libros de Guiller- mo Brown, escritos por la gran Richmal Crompton. Me en- cantaban; jugaba a ser un proscripto —un miembro de la pan- dilla de Guillermo- y a hacer agua de regaliz. Y las novelas de El Coyote, la obra maestra de mi padre; a fin de cuentas, yo me Ilamaba César, como César de Echagiie, el protagonis- ta de la serie. También lefa muchos comics: £7 Hombre En- mascarado, Flash Gordon, El Principe Valiente, Mandrake el Mago... y sobre todo Tintin. Tengo muchos recuerdos de mis Primeras lecturas. Por ejemplo, leer en 1a cama, bajo las sae al cine de una linterna, porque mi madre me obli- eens petals luz a partir de las diez de la noche. aa joras leyendo, en vacaciones, tumbado en e ‘* SERGIO ANDRICAIN © * Escena Il « —_————. Ema WOLF: Mis abuelos, italianos del norte, vinieron a la Argentina con mi papa, muy chiquito, cuando estaba por estallar la Prime- ra Guerra Mundial. El iinico capital que traian era cultural gusto por leer, por estar informados, por la educacion como valor en si, Nuestra biblioteca no era grande y mucho menos coherente, pero tenia un lugar privilegiado en el living, se la respetaba. Entre los libros de cuentos infantiles el que mas quise fue una edicién de La Reina de las Nieves que me regalé mi papa; el que mas me impresioné fue un libro de cuentos de hadas en italiano, viejisimo, que todavia conservo, con el que mi abue- a intentaba ensefiarme el idioma. Me fascinaba ese libro, a pesar de las ilustraciones, donde, por ejemplo, un ogro se co- mia a un nifio crudo. Por supuesto, en esa biblioteca también me encontré con Salgari: en mi famitia lo lefan todos, chicos y grandes. Salga- ri, con Verne y Dumas, fue la herencia de aquellos europeos inmigrantes: genuina literatura popular, que en nuestro pais construyé tantos lectores. Supongo que tener un hermano mayor varén contribuyé a que en casa proliferara Ja literatura de accién mas que las no- velas romanticas 0 “femmeninas”, pero las chicas leemos nove- las de piratas porque nos enamoramos de los piratas. También alli habia romances: /ady Mariana, Surama, Honorata de Wan Guid... El Corsario Negro era el protohéroe romantico ojero- so y melancélico, atado a un amor imposible —la versién se- tia del Capitan Garfio. Ahora también entiendo que, mas alla de mi amor por el héroe, esa literatura me atrap6 porque me descubrié el mun- do. Los protagonistas no eran galancitos de telenovelas, eran © LA AVENTURA DE LA PALABRA * 55

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