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Víctor Naranjo Jáuregui

CRISIS DE HOMBRES
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+
1 LR ELECCION
PRESIDENCIflL
= DE 1915 =

(Prólogo de don Luis Bañados Espinosa)

+ IMPRENTA
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UNIVERSITARIA

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(Prólogo de don Luis Bañados Espinosa)

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CRISIS D E HOMBRES

i la Elección
Presidencial
— de 1915 —

por •==

VÍCTOR NflRflNJO JflUREQUl

S a n t i a g o d e Chile
Imprenta Universitaria
1915
SUMARIO:

Introducción
1. Orjía económica
II. Decadencia agraria
III. Industrialismo
IV. Espíritu de empresa
V. Estranjerismo
VI. Politiquería
VII. Depresión moral
VIII. Algunos hechos
IX. Problemas sociales
X. Los partidos políticos i el parlamentarismo
XI. Concentración liberal
XII. La coalicion
XIII. El candidato ideal
XIV. Algunos nombres i algunos hombres
XV. Don Juan Luis Sanfuentes
XVI. Un programa
XVII. La verdad en su lugar
XVIII. El otro
XIX. Cálculos electorales
XX. Conclusión
Prólogo

Este es un libro de palpitante actualidad polí-


tica.
Su joven autor, que revela dotes de publicista,
ha bosquejado en pocos capítulos las causas de la
aguda crisis, que él llama de hombres i que yo me
atrevería a clasificar de meramente política, porque
ataviesa el pais.
La mala política que desgraciadamente ha impe-
rado entre nosotros desde hace veinticuatro años,
ha traido como consecuencia ineludible i fatal el
descalabro de nuestras finanzas, comprobándose
una vez mas la frase histórica e inmortal de Necker,
el célebre Ministro de Hacienda de Luis X V I :
«Haced buena política i yo os haré buenas finan-
nanzas».
El réjimen parlamentario torpemente estableci-
do en Chile, lo ha desorganizado i maleado todo.
Durante este tiempo se ha minado i socavado en
forma tal el poder público, que éste, ya casi ha
desaparecido, poniendo en peligro los grandes in-
tereses de la República.
— 6 —
El golpe ha sido tan recio, tan fatales las conse-
cuencias, que la reacción comienza a abrirse cami-
no i la opinion pública toda entera clama por el
robustecimiento de la autoridad, basada eso sí, en
la mas absoluta libertad electoral.
Este movimiento de reacción ha unido lógica-
mente a los partidos cuya doctrina se refleja en su
amor al principio de autoridad i que rinden tribu-
to de admiración a sus grandes apóstoles i soste-
nedores en Chile: Portales, Montt i Balmaceda.
La actual coalicion de conservadores, nacionales
i liberales-democráticos, obedece, pues, a una lei
histórica, a una exijencia de los acontecimientos.
La Convención que estos partidos celebrarán en
pocos dias mas, designará al ciudadano que ha de
rejir los destinos de la República en el próximo
período presidencial i que debe realizar en el Go-
bierno el programa que le trazará tan augusta
asamblea i que todo el pais reclama como salvación
nacional: robustecimiento del principio de autori-
dad, orden en las finanzas, economías en los pre-
supuestos, severa fiscalización eli la inversión de
los caudales públicos, desarrollo de nuestras indus-
trias i fuentes de producción, incremento del Ejér-
cito i Armada, protección a las clases trabajadoras
i demás problemas vitales cuyasolucion espera con
ansiedad el pais.
¿Qué ciudadano será el elejido?
El autor pasa en revista a varios eminentes es-
tadistas i se detiene, finalmente, en la figura varo-
nil, enérjica i patriótica de don Juan Luis San-
fuentes, que destacándose de su partido, encarna
las aspiraciones i anhelos de la gran mayoría de
los chilenos.
¡Ojalá que este libro, sanamente inspirado, sirva
de heraldo a la rejeneracion nacional!
Santiago, Abril 10 de 1915.

Luis Bañados Espinosa.


A PRÓXIMA elección presidencial, a la cual será
convocado en breve el pueblo de Chile, está
llamada a tener—dada la actual situación del pais
—una significación i trascendencia escepcionales.
I esta significación i esta trascendencia no ema-
nan solamente del precepto constitucional que es-
tatuye aquel acto político como espresion de nues-
tra soberanía popular; sino también, i mui princi-
palmente de la grave responsabilidad que pesa sobre
hombres i partidos en la designación del que vendrá
a rejir los destinos del pais.
En estos momentos de profundo decaimiento
moral, de intensos quebrantos económicos, de des-
quiciamiento de nuestros cambios internacionales i
de pobreza jeneral en que la mendicidad se ha cons-
tituido en estado normal del pais, es de necesidad
imperiosa, de conveniencia nacional, llevar a la je-
fatura del Estado a un ciudadano eminente, capaz,
enérjico i previsor, i cuya sola presencia en aquel
alto puesto—que es la coronacion de la vida públi-
ca de un hombre—sea garantía, por sus anteceden-
tes i virtudes cívicas, de corrección i honradez admi-
nistrativa, de gobierno sólido, fecundo i progresista.
— 10 —
La hora actual no es de contemplaciones sino de
acción enérjica i persistente. La causa de los males
que aquejan al pais no está ni en las leyes ni en el
réjimen: está desgraciadamente en los hombres. El
pais atraviesa por una honda crisis de hombres.
Necesitamos pues, reaccionar. I es sabido que las
reacciones saludables en un pais donde se ha clau-
dicado de los antiguos principios administrativos i
donde se han olvidado las viejas i nobles tradicio-
nes del pasado no se obtienen ni pueden obtenerse
sino mediante la acción enérjica de los hombres
honrados i patriotas. «Cuando el carácter no se
sostiene ya—dice un pensador ingles—una nación
puede ser mirada como próxima a su ruina. En-
tónces, en medio de las tinieblas si quedan afortu-
nadamente personas honradas que se cuentan i se
buscan, su sola esperauza estará en la restauración*.
Un estudio sereno, levantado, de la presente si-
tuación, en el cual se puntualicen sin reticencias
ni vacilaciones nuestros males económicos, políti-
cos, sociales i morales, i el remedio que la previsión
i el buen sentido aconsejan para estiparlos, es, en
esta ocasion, de necesidad evidente, indiscutible.
Acometemos, pues, este trabajo, acaso difícil i
molesto, talvez con demasiada rapidez, en mui
pocos días que hubiéramos deseado prolongar. I lo
entregamos al juicio de los ciudadanos honrados,
venciendo nuestra natural reserva en homenaje al
éxito de una causa que la creemos justa.
Santiago, del 1.® al 8 de Abril de 1915.
Crisis de Hombres

No puede escapar a la penetración de un obser-


vador sereno que la situación porque atraviesa el
pais es difícil, mas que eso, escepcionalmente gra-
ve. Pueblos mejor organizados que la esperimenta-
ran en el mismo grado de intensidad, la sentirían
seguramente igual que nosotros: como recias sacu-
didas de un edificio que vacila i se desmorona so-
bre una base de arena.
Empero, no vaya a creerse que nuestra grave
crisis económica actual es de esas crisis de efectos
transitorios que se advierten en otros paises de or-
ganización sólida i estable, nó. Los quebrantos
financieros que sufrimos se deben a un permanen-
te estado patolójico, a un debilitamiento económico
antiguo i persistente.
La horrenda conmocion que ha esperimentado
el pais desde la iniciación de la guerra europea; el
pánico jeneral i la alarmante pobreza que ella nos
— 12 —
ha traido en forma súbita i desconcertante, no son
sino la consecuencia lójica de esta vida de derro-
ches i de imprevisión en que hemos vivido perma-
nentemente.
I hemos vivido una vida de derroches, porque
las cuantiosas entradas que nos ha producido el sa-
litre, hasta ayer única fuente apreciable de riqueza,
léjos de invertirlas en obras de necesidad urjente i
de valor económico, las hemos invertido en obras
costosas e irreproductivas, sin método, sin estudios
ni conocimientos de las necesidades nacionales, i
sólo poseídos de una locura incontenible por cons-
truir, por crear servicios administrativos innecesa-
rios que, en la práctica, no han hecho otra cosa
que aumentar las dificultades en la tramitación ya
engorrosa de los asuntos de Gobierno i fomentar la
empleomanía, semillero de nulidades i máquina es-
terminadora de toda iniciativa i de toda actividad
individual.
Ha habido, por otra parte, imprevisión económi-
ca porque este pais consume mas de lo que produce;
porque esperándolo todo del salitre no se fomen-
taron las industrias fabril, minera i agraria de la
nación;
porque creyéndose erróneamente de que el sali-
tre seria en todo tiempo una fuente inagotable de
riqueza que debía aumentar de día en dia, no se
destinó parte de sus entradas a formar un fondo de
reserva para prevenir continjencias como la pre-
sente;
— 13 —
porque 110 se aprovecharon las ventajas de nues-
tro sistema hidrográfico natural en la irrigación de
las esteüsas zonas sin cultivo de nuestro territorio;
porque no se utilizaron las grandes caídas de
agua existentes por obra de la naturaleza de uno a
otro estremo del pais para la jeneracion de enerjía
eléctrica destinada a mover turbinas i dar vida a
grandes motores industriales;
porque no se echaron las bases de la Marina Mer-
cante Nacional para impulsar nuestro comercio de
cabotaje i espansión económica en el esterior;
porque no se creó el Banco del Estado para libe-
rar al pais de la oligarquía bancaria, i acrecentar i
mantener sólidamente el crédito de las industrias i
del comercio nacionales;
porque no se inició—en fin—una política econó-
mica firme, inspirada en las conveniencias i nece-
sidades del pais i destinada a poner término al fu-
nesto réjimen del papel moneda:, a implantar un
sistema tributario sobre bases de justicia i a impul-
sar la 'producción nacional mediante leyes aduane-
ras sabia i patrióticamente preparadas.
La esplotacion de la industria salitrera t'ué en
todo momento la única preocupación de nuestros
hombres de gobierno. Sin embargo, al salitre chi-
leno, caro, con deficiente propaganda, se opuso en
forma incontrarrestable el salitre sintético, barato
i con propaganda teaaz i bien dirijida. I como si
esto no fuera bastante al desplazamiento de nuestro
nitrato en el estranjero, la actual guerra europea
— 14 —
ha cerrado de un golpe todos sus mercados en aquel
continente, es decir los únicos con que se contaba.
Por lo demás, si las entradas fiscales producidas
por el impuesto a esta industria nos permitieron vi-
vir, a partir del año 80, con cierto desahogo i sub-
venir a las crecientes exijencias de la administra-
ción pública impuestas por el desarrollo del pais,
en cambio la explotación industrial del salitre ha
producido el desplazamiento económico del nacio-
nal por los capitalistas estranjeros. Las utilidades
obtenidas en esa esplotacion emigraron; i hoi, Chile
no es sino una factoría de centros comerciales mas
poderosos.

II

No somos ciertamente de los que creen que el re-


pentino desahogo en que se encontró el Erario
desde esa fecha diera oríjen, como causa única,
al derroche i a la orjía económica i moral semejan-
tes a la que se entregó el Perú en sus buenos dias
de la esplotacion del guano, nó. El lujo exorbitan-
te, las construcciones rumbosas, la creación de ser-
vicios inútiles i el fomento de la empleomanía, han
tenido inevitablemente por causa mui principal a
nuestra defectuosa educación, falta de orientacio-
nes económicas i de incentivos destinados a desper-
— 15 —
tar en la juventud la iniciativa individual, a robus-
tecer su carácter i a constituir en cada joven una
personalidad propia.
Los dirijentes i los dirijidos de este pais—vi-
viendo en un ambiente poco propicio a las grandes
iniciativas i bajo la influencia decisiva de esa de-
fectuosa educación-—nos hemos visto poseidos siem-
pre del hábito de la imitación por nuestro intenso
contacto con Europa, i hemos esperimentado en
todo momento sólo deseos de consumir sin pensar
en la manera de producir riqueza, rebajándose
nuestra moralidad en la misma medida en que de-
sequilibramos el alma nacional.
I esta febrilidad de gastar por imitación, no se
detuvo en las ciudades, como era prudente, sino
que también invadió los campos e hizo presa de
ella a los ricos hacendados que vivian sólo preocu-
pados noble e intensamente del cultivo de sus tie-
rras, produciéndose, como era de suponer, el éxodo
de los campos agrícolas, cuyo rendimiento tuvo su
apojeo en la primera mitad del siglo X I X .
Los dueños de fundo trasplantáronse a las ciuda-
des atraídos por las solicitaciones del refinamiento;
i los inquilinos, faltos ya de toda influencia perso-
nal de sus patronos, volvieron también las espal-
das a aquella tierra bienhechora donde habian na-
cido i descansaba la tumba de sus mayores; aban-
donaron aquellos fundos i aquellas haciendas que
ellos hicieron hermosos i productivos en los nobles
esfuerzos de una vida laboriosa, honrada i sana,
- 1 6 -
para trasladarse al Norte o a las ciudades o a la
Arjentina, donde otra vida i otras actividades los
atraían con fuerza irresistible, i hácia donde los
llevaba la esperanza de obtener grandes rendi-
mientos pecuniarios que ellos preferían al trabajo
agrícola en la opacidad de sus mentes empobreci-
das i desorientadas por el medio.
Nuestros estadistas fueron, pues, impotentes
para prevenir i evitar el decaimiento de la agricul-
tura, de la ganadería i del comercio inherentes. Los
cultivos i haciendas, entregados a empleados sin
Ínteres por impulsarlos o a campesinos rutinarios i
faltos de ideas de progreso, vinieron a ménos, de-
rrumbados por el ciclón de nuestra incoherencia
económica.

III
Ademas, esos mismos hombres de Gobierno no
han hecho gran cosa en favor de nuestro desarro-
llo fabril.
Nuestras importaciones de maquinarias, carrua-
jes, telas, muebles, etc., etc. suman anualmente
enormes cantidades de dinero que, sustraídas al ha-
ber nacional, van a aumentar la caja de los grandes
productores europeos, norteamericanos, etc. sin que
esas importaciones ños produzcan otro beneficio
— 17 —

apreciable que el ínfimo tanto por ciento obtenido


por una contribución aduanera semi libre-cambista.
I estas importaciones cuantiosas, en que imperan
por sobre todo los artículos suntuarios, no com-
pensados por nuestra incipiente capacidad pro-
ductora, vienen a ser un serio estorbo para nues-
tro desarrollo fabril i manufacturero i una sangría
que nos consume paulatinamente.
A pesar de esto, la posibilidad de que un dia no
lejano habrán de estinguirse el salitre i el cobre, i
que, duplicada nuestra poblacion actual, los 200
mil kilómetros cuadrados de terrenos susceptibles
de ser arados o utilizados en el pastoreo de ganado
serán también insuficientes a la subsistencia del
pais, no han constituido en ningún momento para
los hombres de gobierno materia digna de estudio
ni mucho ménos han podido ser para ellos algo así
como una prueba inequívoca de que los destinos
de Chile descansan indefectiblemente en las indus-
trias.
Para comprenderlo así no es necesario repetir
que el desarrollo de la agricultura carece i carecerá
en Chile de vida propia, pues si hoi está encadena-
do a la minería mañana deberá estarlo a la indus-
tria manufacturera; i que el salitre i el cobre no
son fuentes de riqueza permanente por la insegu-
ridad de sus mercados en el estranjero. Para com-
prender que los destinos económicos de Chile des-
cansan en la manufactura, es necesario pensar que,
«prescindiendo de la adecuación del clima, patri-
— 18 —
monio común a casi todas las comarcas que están
fuera de los trópicos se aunan en Chile la configu-
ración jeográfica, las fuentes de la enerjía motriz i el
hierro; es decir todos los factores físicos fundamen-
tales de la actividad fabril. Según Vattier, existen
en Chile yacimientos de óxido de hierro superior
en importancia a los de todo el mundo, aun a los
de Iron de Mountain (Estados Unidos). La configu-
ración del territorio permite en toda su estension
el acceso al mar sin grandes recargos de fletes te-
rrestres. Los yacimientos de carbón de las provin-
cias del sur no han sido reconocidos lo bastante
para poder formar ideas definitivas sobre la canti-
dad, calidad i costo de estraccion de carbón exis-
tente en el pais. I nuestros rios relativamente cau-
dalosos de Coquimbo al Sur encierran las fuentes de
una enerjía eléctrica que puede subvenir con exceso
a las exijencias del mas avanzado industrialis-
mo» (1).

(1) Don FRANCISCO A . ENCINA, Nuestra inferioridad eco-


nómica.
— 19 —

IV

Las características psicolójicas del chileno—en


cuya formacion han debido influir la educación i
el ambiente—no han sido propicios a un resurji-
miento económico audaz.
La inexactitud, la falta de método i el desprecio
por la actividad industrial que dominan en la ma-
yoría del país, no son condiciones apropiadas para
producir ese resurjimiento. Bien es cierto que por
mas de medio siglo no hemos hecho otra cosa que
anular las individualidades i crear al amparo de
nuestra deficiente educación una juventud en su
mayor parte apocada, débil de cuerpo i de espíri-
tu, destinada a no tener, con mui contadas i hon-
rosas escepciones, otra preocupación edificante que
las apuestas mutuas del Club Hípico, ni otro me-
dio de vida que un empleo de quinto o sesto orden
en una oficina fiscal o particular.
El eminente político radical don Enrique Mac-
Iver, aludiendo al alto espíritu de empresa de la
jeneracion precedente, escribe en su Crisis moral
de Chile: — « ¿ A dónde no fuimos? Proveíamos con
nuestros productos las costas americanas del Pací-
fico i las islas de la Oceanía del Hemisferio Sur;
— 20 —
buscamos el oro de California, la plata de Bolivia,
los salitres del Perú, el cacao del Ecuador, el café
de Centro América; fundábamos Bancos en La Paz
i en Sucre, en Mendoza i en San Juan; nuestra
bandera corría todos los mares, i empresas nues-
tras i manos nuestras trabajaban hasta en el fondo
de las aguas en persecución de la codiciada perla».
Empero, aquel alto espíritu de empresa ha ido
inevitablemente a ménos. Si hoi sabemos mas, en
cambio nos atrevemos ménos que hace cincuenta
años. I aun cuando en él fondo del alma chilena
hai restos preciosos de aquella iniciativa aventure-
ra de nuestros antepasados i todavía somos un
pueblo emprendedor, el caso es que la politiquería
i el refinamiento absorben nuestras preocupacio-
nes exijiéndonos mayor celeridad en nuestras acti-
vidades económicas i desviándonos del trabajo in-
tenso i paciente del industrialismo para encauzar-
nos definitivamente hácia los negocios especulati-
vos que, junto con ser más rápidos, exijen menor
esfuerzo a quien los acomete.
Los hombres de Gobierno, contajiados también
de esta fiebre especulativa, de la falta de perseve-
rancia en el trabajo intenso i de la obsesion de la
fortuna ganada de un golpe audaz, de que partici-
pan la mayor parte de las jentes instruidas de este
pais, se manifiestan inclinados mas a los juegos
bursátiles i a la compra i venta de acciones, que al
desarrollo de las industrias nacionales i a la educa-
ción económica de nuestra juventud.
— 21 —
I no sólo no han propiciado la dictacion de leyes
de protección industrial, ni han lejislado sobre el
trabajo de las mujeres i de los niños en las fábri-
cas ni sobre la remuneración proporcional a los
obreros en los accidentes del trabajo, sino que han
llegado hasta reducir la exigua suma acordada para
el sosten de establecimientos de enseñanza indus-
trial como la Escuela de Artes i Centros de Oficios
Diversos i otros, que hombres patriotas i de amplia
visión del porvenir lograron abrir a la juventud
que tiene fe en sus propios esfuerzos, a fin de ca-
pacitarla para la actividad industrial que en dia no
lejano salvará a este pais de sus permanentes que-
brantos económicos, devolviéndole el prestijio i la
prosperidad de que disfrutaba hace 50 años.

V
Nuestro espíritu profundamente «estranjerista»,
es decir, inclinado a admirar i adquirir todo lo que
viene de afuera, i a despreciar i apocar todo lo que
se produce dentro del pais, ha ahogado en la jene-
racion presente sus mejores iniciativas i sus mas
nobles hábitos de empresa. I dentro de este «es-
tranjerismo» que estrecha i limita I03 horizontes
de nuestro progreso, hemos preferido constante-
mente importar la mayoría de los artículos desti-
— 22 —
nados a la subsistencia del pais, en vez de impul-
sar el desarrollo de la producción manufacturera.
Hemos preferido esportar las materias primas que
aquí se producen, como óxido de hierro, cobre,
lana, cueros, etc., para adquirirlas de nuevo a pre-
cios exorbitantes trasformadas en máquinas, te-
las i zapatos, en vez de fabricar aquí esas máqui-
nas, esas telas i esos zapatos, a precios mas bajos i
de tan excelente calidad como los mejores del es-
tranjero.
Hemos preferido encargar las locomotoras i ma-
terial rodante a Estados Unidos, Alemania, Béljica,
Francia,—en un conjunto heterojéneo de tipos i ca-
lidades—en vez de impulsar ese noble esfuerzo
nacional que, a vía de ensayo, ha producido cinco
0 seis locomotoras mas simples i livianas, de poten-
cialidad de arrastre igual a las mejores estranjeras
1 de muchísimo ménos costo.
Mas aun; hemos preferido adquirir fuera del
pais los muebles para las oficinas públicas, i las
barracas para hangares de la Escuela Militar de
Aviación, cuando aquellos como éstos pudieron
hacerse en nuestras modestas fábricas nacionales
mejores i mas baratos.
¿A qué continuar? Conste sí que dentro de esta
tendencia «estranjerista» no hemos sabido com-
prender jamas que el ser una factoría del produc-
tor estranjero, el progreso nacional, eminentemente
nacional, es una ilusión.
I nuestro «estranjerismo» no sólo nos ha llevado
— 23 —
a entregar a capitalistas estranjeros la esplotacion
del salitre, del cobre, del yodo, del hierro, de la
pesca, de las maderas, etc., sino que también nos
ha impelido—con fuerza irresistible—a poner en
manos de estranjeros, en mucha parte, la enseñanza
pública, la provisión del ejército etc. El estranje-
rismo, pues, nos subyuga, nos causa vértigos. Ban-
cos, compañías de seguros, casas de préstamos, fá-
bricas, almacenes, etc. son en su mayoría estranje-
ros. I todo debe ser estranjero o provenir de es-
tranjeros para que tenga aceptación. Lo nacional es
repudiado; i el comerciante i el industrial i el mé-
dico i el profesor, etc., deben decir necesariamente
que sus productos son estranjeros aunque no lo
sean, o que sus estudios los hicieron en Europa o
Estados Unidos aunque jamas hayan salido fuera
del pais.
El primer factor en el desenvolvimiento económi-
co de un pueblo debe ser la firme voluntad de crecer
i de dominar, porque en la lucha del comercio inter-
nacional nunca se abre camino aquel pueblo que,
falto de ambiciones, tampoco tiene la entereza i
resolución suficiente de no dejarse gobernar.
I bien; ¿qué hemos hecho los chilenos por nues-
tra espansion económica en el campo de la concu-
rrencia internacional?
Miéntras los yanquis, los arjentinos, los brasile-
ros'i los peruanos enviaban i envian a Chile ajentes
comerciales con nombramiento oficial para estudiar
en el terreno nuestros productos, nuestros merca-
— 24 —
dos i nuestras leyes bancarias, aduaneras i ferroca-
rrileras, etc., rniéntras los arjentinos en su incansa-
ble tenacidad por adquirir un puerto en el Pacífico
jestionan un ferrocarril de Salta a Mejillones i ob-
tienen franquicias en la llamada «cordillera libre»
i nos envían sin control, cereales i ganado, vinos i
anarquistas, los chilenos, llamados irónicamente
por un príncipe alegre «los romanos de la América
del Sur» no nos hemos preocupado poco ni mucho
de la necesidad de espandir nuestro comercio en
todo el continente, i principalmente en las costas
americanas del Pacífico.
Nuestros hombres de gobierno no han creido ne-
cesario ni oportuno enviar ajentes comerciales fuera
del pais para estudiar los grandes mercados ameri-
canos i europeos, i saber qué productos chilenos
son de fácil colocacion en ellos, o qué productos es-
tranjeros conviene esportar a Chile, o sobre qué
bases ventajosas podrían suscribirse tratados de in-
tercambios comerciales con otros paises producto-
res (1), pero sí, con pretestos de una propaganda

(1) E n 1911 propusimos, en un completo proyecto de pro-


paganda, al Ministro de Relaciones, señor Antonio Huneeus,
el envió de un ájente comercial a los paises del Pacífico. El
señor Huneeus contestó manifestándome que nuestra es-
pansión comercial no era necesaria en este continente.
El actual Ministro señor Lira ha estimado lo contrario; i
al efecto acaba de encargar al jefe comercial de ese depar-
tamento, señor Carrasco Bascuñan, persona cultísima i com-
petente, para que se dirija al estranjero i organice eso ser-
vicio.
— 25 —
que en la práctica ha resultado evidentemente nula,
se han tirado a la calle muchos miles de pesos, i se
han enviado al estranjero a muchas nulidades.
No hemos, pues, atendido 'a nuestra espansion
económica por las mismas causas que no hemos
impulsado las industrias nacionales. En cambio,
mantenemos enturbiado el horizonte internacional
al no solucionar la cuestión de Tacna i Arica, con un
pais que está llamado—en la paz i en la unión—a
ser nuestro mejor mercado en el Pacífico; i, por un
exceso de susceptibilidad nos creamos ademas, a
cada momento, dificultades con la Arjentina, cuya
amistad nos es imprescindible al desarrollo vigoro-
so de nuestras industrias i de nuestro comercio.

VI
La «politiquería» con todas sus deformidades
absorbe intensamente a los hombres i a las cosas
de esta tierra. Nada se escapa a su dominio, ni na-
da es posible pensar ni hacer sin que el pensamien-
to i la acción individual o colectiva sean sometidos
a su poder.
Nuestra politiquería no es indudablemente la lu-
cha por el ideal i por el bien público que en otro
tiempo dió a este pais merecida reputación de ci-
vismo. Nuestra «politiquería» de hoi es la lucha
— 26 —
por el predominio i bienestar personales sobre toda
consideración de Ínteres jeneral, bajo la éjida de
programas sonoros i banderías partidaristas de un
simbolismo insinuante.
En Chile, donde es difícil comprender el valor
que representa el carácter individual; donde el Es-
tado es todo i el individuo es nada; donde la per-
sonalidad se diluye i desaparece en la irresponsa-
bidad colectiva; donde todo lo esperamos del Esta-
do: educación, asistencia médica, asilo, «ollas del
pobre», pensiones de gracia, jubilaciones, monte-
píos, etc., i donde poco aportamos por nuestra
cuenta al desarrollo económico del pais, no es raro
que la «politiquería» haya prendido en el alma na-
cional e incorporado intensamente a la vida jene-
ral de la República.
I en esta lucha de influencias e intereses perso-
nales, en que el triunfo es, por rigor, del mas fuer-
te, los neófitos, los que aspiran a subir, han debido
trasformar sus individualidades, desde el comienzo
de su carrera, a gusto de quien les paga. Su con-
ciencia de hombre ha debido ser vaciada en mol-
des fabricados en el laboratorio particular de los
grandes políticos, ahí donde se estienden las cartas
de recomendación i se piden al Ministro amigo, em-
pleos i granjerias fiscales para los protejidos.
Así, la ductilidad de los caractéres se ha hecho
evidente: el concepto del propio valer personal ha
venido a ménos, las voluntades hánse enajenado,
el de abajo es nada ante el de arriba todopoderoso,
— 27 —
i el criterio i la persona toda: talento, tranquilidad,
honor, se ha atado al carro de aquel en una triste
esclavitud moral.
De este modo, muchos escritores, i jueces i jefes
de oficinas i empleados subalternos, en un conjun-
to heterojéneo de individualidades sin independen-
cia moral apreciable, viven en permanente cauti-
verio, apocados, temerosos de no agradar lo bas-
tante i atentos a la orden mas insignificante, cual
presidarios que arrastran la cadena...
Todo lo exijimos i esperamos del Estado: em-
pleos bien remunerados de poca labor i de ninguna
responsabilidad personal; pasajes gratis por los fe-
rrocarriles hasta para los amigos i parientes; privi-
lejios i contratos aun cuando se burlen—para ello—
las leyes i reglamentos establecidos; comisiones a
Europa para estudios que se trasforman en paseos
i jolgorios libertinos; concesiones de terrenos en el
Sur para una colonizacion que no es tal o estable-
cimiento de industrias que no existen, etc. Todo
ello no importa ante la bondad paternal del Esta-
do, ante la enorme riqueza fiscal que en nuestra
insignificancia personal hemos centuplicado en nú-
meros, pero no en pesos efectivos.
— 28 —

VII
No es posible negar, pues, que el sentido moral
del pais se ha deprimido considerablemente en es-
tos últimos tiempos.
Nuestro pasado patriarcal se halla en plena li-
quidación; i las tradiciones evocativas de una épo-
ca histórica van siendo olvidadas entre las cosas
que fueron.
Hoi es lo mas natural del mundo hablar de ne-
gocios que en otro tiempo habríanse estimado de
dudosa lejitimidad; formularse recíprocas proposi-
ciones que entonces habrían provocado la ira de
las jentes bien nacidas; i celebrar arreglos de fami-
lia que en aquellos años habrían sido conceptua-
dos como un deshonor para los blasones i tradicio-
nes de la casa.
Ante este mal tan difundido, la sapcion social
desaparece, es cierto. Pero nadie puede negar a las
almas bien puestas este grito de protesta contra un
mal que amenaza jeneralizarse i constituir un or-
den establecido en la vida normal de la nación.
En el tiempo en que nuestros grandes patricios
fundaron la República i constituyeron un Gobierno
estable i sólido en la exelsitud de su amor al suelo
que los vió nacer, no hubo prevaricadores; ni se
— 29 —
acusó a ningún Ministro de Estado por violacion
de la Constitución i las leyes; ni se presenció el es-
pectáculo aterrador de que un representante del
pueblo se viera enjuiciado ante los Tribunales como
reo de delito común, o defendiera como abogado a
una compañía estranjera contra los sagrados inte-
reses del vecindario tan rudamente maltratado por
la honda crisis actual.
No habia por entónces inspectores fiscales, por-
que todos los empleados administrativos trabajaban
bajo bóvedas de cristal, i el ser empleado fiscal era
un timbre de honor.
Esa moral evidentemente se fué; pero el recuer-
do de aquella época, de aquella vida toda respeto,
toda honradez vivida tan plenamente en la socie-
dad chilena, despierta i vuelve a nosotros engran-
decida por los años trascurridos i singularizada ante
la contemplación del actual estado de cosas.
«Hoi existen tantos visitadores de oficinas de ha-
cienda, escribe un periodista distinguido (1), como
tesoreros hai en el pais. A pesar de esto, los robos
son tan numerosos que los jueces se hacen insufi-
cientes para conocer de todos ellos. I el sindicado o
acusado de robo, estafa, etc. hoi no se suicida ni
huye al estranjero; cuando ménos pretende otro
empleo mejor. Todo el mundo créese con derecho
a todo según las influencias de que se dispone. I

f —

(1) DON R. L . CABVALLO, El Nuevo Siglo, 1902.


— 30 —
los hombres de gobierno, por su parte, interpretan
las leyes según la calidad del solicitante.
«En los buenos tiempos de la República, el po-
der judicial se mantenia a una altura de inalterable
majestad i en cierto retiro respetuoso. No se cono-
cía la recusación de los jueces porque estos eran
correctos en sus costumbres i en sus relaciones; i
nadie habríase atrevido a cohechar a un majistra-
do. Podria éste ser un torpe, desconocer talvez en
muchas partes las leyes que tenia encargo de apli-
car, pero no incurría jamas en prevaricaciones». En
efecto, no existia juez alguno que hubiérase atre-
vido a amparar la interdicción de un millonario
para usurparle su fortuna, o se hicjera cómplice en
el desaparecimiento de un testamento auténtico
para entregar a la voracidad de parientes inescru-
pulosos i dejenerados la fortuna cuantiosa dejada
al morir por un viejo Senador de la República.
Jamas por jamas, los Jueces i Ministros de Corte
de aquel tiempo habríanse atrevido a solicitar de
diputados i senadores el aumento de sus sueldos,
entre otras razones, porque muchos de esos diputa-
dos i senadores son abogados cuyas causas debían
fallar. El poder judicial de aquella época, en que
la palabra empeñada tenia la fuerza de un docu-
mento público, cumplia su misión, severa i digna-
mente (2).

(2) El diputado balrnacedista señor Joaquín Molina pre-


sentó a la Cámara un proyecto de lei sobre recusación i
amovilidad de los jueces.
— 31 —
Nuestra moral de hoi, en que la justipreciación
de los actos públicos i privados está vaciada en
moldes de una elasticidad nunca bien ponderada
todavía, no conceptúa de delitos los cometidos con-
tra el haber del Estado, ya se trate de usurpación
de terrenos fiscales o ya de defraudación contra el
tesoro nacional. Tan es así que los autores de estos
delitos, alta o medianamente colocados, 110 han
sido enjuiciados con la severidad que corresponde;
i los pocos que han ocurrido como reos ante los
Tribunales de Justicia han gozado de toda la bene-
volencia imajinable en un juez complaciente.

VIII
En presencia de este mal que ha sido el síntoma
de la inevitable decadencia de nacionalidades me-
jor constituidas i que amenaza invadir i arrasar
con todo en este pais se han alzado voces autoriza-
das de protesta enérjica.
El Centro Liberal de Santiago, en su deseo de
revisar los rejistros de su partido, creyó de su de-
ber en 1912 abrir un amplio debate sobre sus hom-
bres dirijentes i llamar ante el Tribunal de honor
que habia de juzgarlos a los que resultaran culpa-
bles a fin de que se justificaran o en su defecto re-
nunciaran definitivamente a representar al partido
— 32 —
ante el Congreso Nacional. Según la detallada ver-
sión de las sesiones de aquel centro político, la ju-
ventud liberal acusó franca i rudamente a cuatro o
cinco diputados de su partido a los cuales se les
impugnaba gravísimos cargos como jestores admi-
nistrativos i otros.
Por otra parte, i miéntras un distinguido ex Mi-
nistro de Ferrocarriles (1) denunciaba ante la Cáma-
ra, en medio de la espectabilidad i admiración pú-
blicas, los mas vergonzosos peculados ferrocarrile-
ros en la adquisición de artículos para el consumo
de la Empresa a precios 5 ó 6 veces superior a los
fijados en plaza; i miéntras la prensa de Santiago
por su parte denunciaba los cuantiosos robos de
fierro viejo o la venta de este artículo, a precio
irrisorio, a una fábrica cuyo dueño era deudo cer-
cano de un alto jefe de la Empresa; el Gobierno
adquiría ochenta locomotoras de diversos tipos a
precios exorbitantes i que luego resultaron ina-
daptables a la trocha de la vía; i un ex-empleado
superior de los Ferrocarriles desperfeccionaba el
galpón de la Estación Alameda mediante una re-
paración técnicamente absurda.
I miéntras la Liga de acción cívica i el comité

(1) Diputado balmacedista don Enrique Zañartu q u i e n —


despues de un esfuerzo enérjico i tenaz—obtuvo la leí ac-
tual de reorganización de loa Ferrocarriles del Estado; me-
diante la cual, la Empresa tiene a esta fecha, tres millones
de pesos de utilidades en el ejercicio financiero del presen-
te afio.
— 33 —
de Reforma Municipal que encabezaban hombres
insospechables como los señores Vicente Reyes,
Marcial Martínez, Julio Zegers, Emilio Bello Code-
cido i otros, en un enérjico movimiento reformista
invalidaban ante los Tribunales la elección de mu-
nicipales de Santiago e iniciaban una ruda i vi-
brante campaña de rejeneracion social i política; i
miéntras La Union de Valparaíso acometia el pro-
ceso periodístico mas trascendental de estos últimos
tiempos contra una máquina policial de abusos e
incorrecciones abominables, un ex-tesorero fiscal de
Castro, mediante una ridicula farsa teatral, sustraía
una fuerte suma de los fondos confiados a su cus-
todia, i otro tesorero fiscal se presentaba a la justi-
cia declarándose autor de defraudaciones sucesivas
i cuantiosas en su oficina; dos cajeros de bancos i
tres corredores de comercio huian del pais; i un
alto jestor administrativo imponía al gobierno la
adquisición de cañones Krupp sindicados de defi-
cientes por algunos diarios.
Ademas, cuando entre nosotros se afianzaba una
campaña iniciada años atras en favor de ciertos mé-
todos educativos de Europa i se importaba al pais
la décima remesa de profesores estranjeros entre los
cuales los habia de una incompetencia absoluta,
cúpole a un profesor aleman cometer actos vergon-
zosos contra la hombría de sus alumnos, i a otro
profesor estranjero de Escuela Normal abusar de la
inocencia de una alumna inesperta.
Un dia es un abogado político que entabla jui-
(8)
— 34 —
cios contra el Estado en asuntos no bien esclareci-
dos todavía; otro, es un alto majistrado que jestio-
na ante el Gobierno la venta de armamentos a Bo-
livia; i que, conocidos por el Perú los fundamentos
i fines del negocio, da ocasion a protestas enórjicas
de la prensa de este pais en un bullado escándalo
internacional desventajoso para Chile.
I luego, mientras un hábil canciller (1)—a fuerza
de circunspección i visión internacional—conquis-
taba uno de los mas trascendentales triunfos diplo-
máticos mediante la intervención del A B C en
el conflicto yanqui-mejicano, otro Ministro dura-
mente censurado en el Senado por un viejo i espe-
rimentado financista (2) fué incapaz de saldar los
presupuestos i prevenir la bituacion porque hoi atra-
viesa el pais.
I cabe agregar todavía que, en medio de la hon-
da crisis económica actual, cuando mas se ha reque-
rido del buen sentido i patriotismo de todos para
salvar a la nación de una ruina que se ve venir, i
cuando el pueblo rudamente aniquilado por el ham-
bre clamaba por un pedazo de pan que fabricantes
inescrupulosos han duplicado su precio en la pro-
porcion que han reducido su tamaño; cuando en la
Cámara i en la prensa, en fin, se habló de restable-
cer el crédito, de afianzarlo e impulsarlo vigorosa-
mente a fin de conjurar el pánico en el comercio i

(1) Don Enrique Villegas.


(2) Senador señor Francisco Valdes Vergara.
— 35 —

en las industrias; los bancos, a los cuales los hom-


bres de gobierno amparan en su insaciable sed de
dinero i apoyo fiscales, se han negado a proporcio-
nar recursos a los comerciantes e industriales aun
con la garantía de sus existencias i fábricas para
restablecer los negocios i dar vida a la producción
industrial, ahondando de este modo la crisis i ha-
ciendo mas desesperante aun la situación de mise-
ria de las clases populares.
Empero, ya no sólo se abusa de las situaciones e
influencias que se poseen, para cometer incorrec-
ciones. También se ataca hoi a aquellos que no las
cometen en el ejercicio de su cargo. En esta lucha
inmoderada por subir, por llegar a los mas altos
puestos, se advierte un empeño febril por salvar
obstáculos de cualquier modo, por quitar del cami-
no a aquel que tenemos delante aunque sea fulmi-
nándolo con la injuria o la calumnia. Por ser recien-
tes, vamos a citar dos casos. Don TancredoPinochet,
director de la Escuela de Artes i don Moisés Vargas,
subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública,
han sido duramente combatidos en cierta prensa. El
primero es un hombre bien intencionado que apor-
ta a la educación económica del pais un continjente
nuevo de preparación, talento i enerjías. Es el se-
gundo un funcionario que hace honor a la admi-
nistración pública por su rectitud, intelijencia i
versación en el ramo que dirije, i cuya intensa la-
bor, bien como jefe de aquel departamento admi-
nistrativo o bien como profesor universitario, ha es-
— 36 —
tado siempre encaminada al engrandecimiento de la
educación pública. Los ataques fueron, pues, injus-
tos. En un honrado i enérjico movimiento de rejene-
racion administrativa, los ineptos, los decorativos,
los que faltan a sus deberes, los que abusan de sus
atribuciones e influencias i los que carecen de no-
ciones de cultura i de honradez, son los únicos in-
dicados a abandonar inmediatamente el puesto que
desempeñan. En cambio, los que—en un noble
jesto de civismo—trabajan honrada i dignamente
al servicio del pais merecen todo nuestro respeto.
El subsecretario del Ministerio de Relaciones,
señor Castro Ruiz; el inspector jeneral i secretario
de Instrucción Primaria, señores Díaz Lira i Mar-
dones; los inspectores jenerales de la Empresa de
Ferrocarriles, señores del Canto, Blanquier i Zamo-
rano; el jefe de sección del Ministerio de Indus-
trias señor Fernández Bañados; i tantos otros fun-
cionarios intelijentes, preparados i rectos, están em-
peñados dentro de sus respectivos departamentos
en una labor intensa, útil, de mérito i trascenden-
cia indiscutibles.

I*
En Chile, el dinero ocupa inevitablemente el
puesto que, en los buenos tiempos de la Repúbli-
ca, estaba reservado al talento i a la honradez. I así
puede verse a mediocridades afortunadas en la si-
— 37 —

tuacion de respeto i consideración públicos, en que


antes estuvieron hombres de verdadero mérito.
Al aforismo napoleónico de «todo hombre se ven-
de» hai que agregar el de «todo es cotizable bajo
el sol». Se vende el elector al mismo tiempo que
el candidato compra un sillón parlamentario. Exis-
te, es cierto, diferencia entre ámbos. En el elector
que se vende hai siempre irreflexión e inconcien-
cia; i en el candidato que compra hai siempre au-
dacia e impudicia. Para el primero faltan escuelas;
para el segundo basta una cárcel.
Pero a la cárcel no van aquí ni el abogado que
procede de acuerdo con la contraria para perjudi-
car a su defendido, ni el jurero falso de profesión,
ni el usurpador de herencias, ni el médico incom-
petente que alijera la vida a sus clientes, ni el in-
dustrial o comerciante inescrupulosos, ni el impú-
dico jestor administrativo, ni el periodista que en-
loda la honra ajena.
Ayer es Krupp que, comentando la resistencia
del Gobierno de Chile para aceptarle sus anticua-
dos cañones, declara: «Yo haré que me los com-
pre»; i hoi es Grace, que ha gozado de todas las
franquicias oficiales imajinables, el que nos injuria
ante paises estranjeros.
I el pueblo, por su parte, educado en la funesta
idea del derroche, de consumir sin producir, de es-
perarlo todo del Fisco, i falto del deber de coope-
racion al Gobierno aun en los dias de miseria na-
cional, no aceptó sin protestar las reducciones in-
— 38 —
troducidas en los gastos públicos para detener el
avance de la bancarrota fiscal. I en una asamblea
pública celebrada en un teatro por muchos de los
afectados en las reducciones, álguien aseveró cam-
panudamente que la educación nacional estaba
amenazada de muerte por el hecho de suprimirse
el puesto de subdirector del Liceo de Aplicación.
El Ministro de Instrucción, que ha mostrado en
todo momento dedicación i competencia singulares
en la dirección de la enseñanza nacional (1) defen-
dió en el Congreso esas reducciones porque ellas
respondían a un plan de economías elaborado de
acuerdo con las necesidades nacionales.
I el pais, irreflexivo por temperamento, que
nada quiere saber de lo que habrá de sobrevenirle
si la actual miseria se prolonga algún tiempo mas,
no concibe cómo el Gobierno se atreva a suprimir
empleos; así como tampoco concebirá cómo en In-
glaterra, por ejemplo, la educación, la asistencia
médica, los asilos, etc., viven i se desenvuelven al
amparo de la iniciativa particular.
La opinion pública que vibra i palpita en las
grandes democracias i es el mas alto poder de la
nación, permanece adormecida en Chile. Cierto es
que no pueden exijirse entre nosotros esas reaccio-
nes súbitas, esas formidables manifestaciones de
opinion que en paises como Inglaterra fijan rum-
bos en la marcha del Estado e imponen, según los

(1) Don Absalon Valencia.


- 39 —
casos, la norma de conducta que mas convenga en
la política interna o esterna del pais. Pueblo que
así procede es porqae necesariamente está educado
para ello; porque, digámoslo de una vez, no basta
a la integridad i progreso de una nación tener sólo
Ejército i Escuadra, ni poseer temple de guerreros;
es necesario al desarrollo i engrandecimiento na-
cionales que el pueblo esté ademas capacitado para
la vida de las instituciones democráticas, para el co-
rrecto ejercicio del derecho i de las libertades pú-
blicas.
Es Chile uno de los países que cuenta con una
cifra enorme de analfabetos; i, sin embargo, los
hombres de Gobierno no han propiciado en la for-
ma enérjica i decidida que debieran el desarrollo i
progreso de la educación pública, como lo ordena
la Constitución Política del Estado. Por otra parte,
nuestro sistema educativo con programas i méto-
dos pedagójicos copiados de programas i métodos
de otros países no satisface, naturalmente, las exi-
jencias i necesidades culturales del pais. I aunque
algo se ha hecho por cimentar i construir el edifi-
cio de nuestra educación sobre bases eminente-
mente chilenas, ella aun no se orienta a capacitar
al niño para la vida democrática; para la vida del
trabajo intenso de acuerdo con las necesidades i
espectativas económicas de la nación. Ademas, no
se ha dado solucion tampoco al problema de la edi-
ficación escolar, con el objeto de poner término a
los injentes desembolsos por arrendamiento de lo-
— 40 —
cales particulares, inadecuados i malsanos que
ahuyentan a los niños i son un peligro para su sa-
lud.
El analfabetismo—por otra parte—ha dado orí-
jen en Chile a males gravísimos, cuya inmediata i
radical estirpacion reclama con insistencia la opi-
nion consciente del pais. Entre estos males funes-
tos debemos anotar principalmente: el alcoholismo,
la criminalidad, la prostitución i la mortalidad in-
fantil. Estos males han encontrado, ademas, amplio
campo para adquirir su enorme incremento actual,
especialmente en la vaciedad de nuestra lejislacion
positiva, en la indolencia e ineptitud de algunas
autoridades i municipios; i, mui principalmente,
en nuestra relajación del sentido moral. Porque,
en realidad de verdad, los Códigos son algo mas
que una lámina de celulosa con letras de imprenta;
las leyes son una inspiración de la conciencia ciu-
dadana, el culto del deber i del derecho forjado en
el alma popular. I precisamente cuando esa con-
ciencia i ese culto están adormecidos, las leyes no
son sino papeles blancos con letras negras.
El conventillo insalubre, la taberna asfixiante,
el lupanar i garito escandalosos, centuplicados i
mantenidos al amparo de autoridades inescrupulo-
sas o complacientes; la falta, en fin, de entreteni-
mientos sanos i edificantes, arrancan al trabajador
de su hogar, donde no encuentra en la esposa in-
culta como él, ni en sus hijos ya iniciados en la
vida perniciosa de las calles apartadas, el atrayente
— 41 —
encanto que él quisiera en las horas que le deja li-
bre la fábrica o el taller mal acondicionado, sin
luz, sin aire, i donde arrastra i consume su exis-
tencia maltratada. El trabajador del campo—por
su parte—que es algo así como un desdoblamiento
del esclavo colonial, sin otros derechos que los que
le concede el patrón, viviendo por las noches bajo
un sucio techo de paja que es incapaz de detener
el agua en las lluvias del invierno, no es sino un
paria, un ser olvidado de los hombres para el cual
no hai escuelas, ni bibliotecas, ni habitaciones hu-
manas, ni teatros, ni leyes de protección ninguna.
La acción enérjica i desinteresada de numerosas
instituciones de beneficencia, es aun insuficiente
para detener en su avance los males que anotamos
i propender en forma decisiva al bienestar de las
clases populares.
Los hombres de Gobierno, por otra parte, no
han creido necesario dictar leyes sobre constitución
de la familia e investigación de la paternidad, a
fin de reprimir las uniones ilícitas i el nacimiento
de niños anónimos que, por centenares, van a au-
mentar día a dia el número de los espósitos, de los
vagabundos, de los delincuentes o de los muertos.
Esos mismos hombres de Gobierno ño han creido
tampoco necesario organizar el servicio sanitario
del pais, i lejislar en cuanto a ello se refiera; ni
dictar la lei de residencia e identidad personal que
ja prensa ha venido reclamando insistentemente en
e stos últimos años. Un dia es una epidemia traida
— 42 —
al pais por una inmigración perniciosa que en unas
cuantas semanas rebaja hasta el I X de la poblacion
total; otro dia es un atentado anarquista promovi-
do por otro lote de inmigrantes no ménos perni-
ciosos. Sin embargo, aun permanecen abiertas las
puertas del pais para las epidemias i anarquistas.
Con todo, i a pesar de subsistir perfectamente di-
señada en la sociabilidad chilena la división entre
dirijentes i dirijidos, la alta clase i la clase baja de
los tiempos coloniales, no hai felizmente en Chile
lo que se ha dado en llamar «cuestión social»; no
hai las protestas de otros pueblos contra la deno-
minada injusta distribución de las riquezas, contra
el predominio del rico, del poderoso.
El «roto», sufrido, alegre i vigoroso en el tra-
bajo, noble i filósofo a su modo, conserva casi in-
tactas las características étnicas de su raza supe-
rior; i si ha decaído, no es ciertamentejpor su culpa.
Es sumiso i patriota en su fuerte constitución gue-
rrera. En él no prenden las ideas anárquicas, diso-
ciadoras. Oye a sus voceros sin comprenderlos,
felizmente. El orgullo de un pasado heroico, el
recuerdo de los grandes hombres lo domina, lo
entusiasma, lo engrandece en medio de sus tristezas
i miserias. El terremoto de 1906 que destruyó a
Valparaíso i otras ciudades, i la muerte sucesiva
del Presidente i Vicepresidente de la República
en 1910 fueron desgracias que sacudieron recia-
mente el alma popular. Sin embargo, el pueblo
permaneció inalterable, con espartana serenidad en
— 43 —
medio de su hondo sufrimiento. El orden público
no se alteró, i el pais siguió su jornada tranquila-
mente.
Nuestra honda depresión moral viene, pues, de
arriba hácia abajo. Los cimientos del pais aun
están en su mayor parte, en buen estado. La re-
construcción no es difícil.

K
Los partidos, entroncados con las primeras ma-
nifestaciones de doctrinas políticas que hubo en
Chile, con hondas raices en la historia del pais, i
que, en razón de su existencia, dirijen el Gobierno
i la administración del Estado, no han intentado
siquiera combatir—ya que no curar—la profunda
depresión moral que aqueja a la nación. I por el
contrario, muchos de ellos, desmoralizada la ma-
yoría de sus hombres, han ahondado i difundido
este mal, imprimiendo el sello de su influencia
peligrosa en cada uno de sus actos: en el Congreso,
en el Gobierno i en el pueblo. I sus programas—
de una sonoridad seductora—han perdido poco a
poco el interés de que ántes gozaban, por la incon-
secuencia i contradicción que ha mediado siempre
entre las ideas i los actos de sus sostenedores.
Finiquitadas las cuestiones relijiosas que se
debatieron a mediados del siglo pasado entre los
dos grupos que condensaban las tendencias políti-
— 44 —
cas en que se hallaba dividida la opinion pública;
i consumadas las conquistas liberales con la dicta-
cion de las leyes del Rejistro Civil i Cementerio
Laico, era dable esperar quelos exaltados liberales
—dejando ya de mano las polémicas relijiosas
por ser propias de pueblos faltos de la libertad de
creencias i del mutuo respeto entre sus hombres—
orientaran sus actividades de partidos bien orga-
nizados hácia la realización de aquellos puntos de
sus programas que tuvieran relación con la situa-
ción social i económica del pais. Desgraciadamente,
los partidos, por intermedio de sus representantes
en el Congreso, o en el Gobierno, por intermedio
de sus Ministros, no han propendido, salvo honro-
sas escepciones, a la realización de aquellas obras
de bien público reclamadas—como hemos visto
ántes—por la opinion jeneral del pais i aconseja-
das por la esperiencia, la previsión i el buen sen-
tido.
En el fondo, todos los partidos adolecen de falta
de continuidad en su labor, de timidez en sus
resoluciones. Estamos, por ello, en el período de
las contemporizaciones bajo todos sus aspectos. Se
contemporiza i se transa en la dictacion de una lei
a gusto de unos pocos i en perjuicio de los mas
sólo para evitar daños a terceros. Igualmente se
contemporiza i se transa eu la remocion de un ofi.
cial del Rejistro Civil o en el nombramiento de un
Inspector de Policía.
«Los constituyentes del 33—dice el Eeñor No
— 45 —

güera—110 hicieron un sistema franco de Gobier-


no. Querían, es cierto, el predominio del Jefe del
Estado por considerarlo con justo título indispen-
sable para la acertada dirección del pais; pero no
se le confirieron facultades que establecieran fir-
memente su predominio i lo pusieran a cubierto de
las invasiones del Congreso».
•La revolución de 1891 trajo en el hecho como
consecuencia lójica la implantación franca del par-
lamentarismo hoi imperante, sin las atenuaciones
o correctivos adoptados en otros países que practi-
can este mismo sistema de gobierno. Sus frutos
han sido, pues, deplorables en los 24 años que está
en vijencia. Los cambios ministeriales se han re-
petido i se repiten con una frecuencia de que
talvez no presenta ejemplo pais alguno. La influen-
cia perturbadora de los miembros del Congreso en
los actos puramente administrativos que en todo
sistema político debe ser de la esclusiva competen-
cia del Jefe del Estado ha tomado proporciones
increíbles i se ha operado así una verdadera absor-
ción del Poder Ejecutivo por el Congreso.
El eminente ciudadano que hoi ocupa la Presi-
dencia de la República i que en 1891 fué uno de
los mas altos jefes del movimiento revolucionario
del Congreso contra el Ejecutivo, ha sentido sobre
sí—en los cinco años de su administración—las
consecuencias deplorables de este parlamentaris-
mo—hoi enteramente viciado—i por cuyo triunfo i
consagración definitiva él luchó ayer incansable-
— 46 —
mente. I ¡signos del tiempo! los partidos doctrina-
rio i radical que en 1891 se hicieron llamar «cons-
titucionales» han obstaculizado en cierto modo el
Gobierno del Excmo. señor Barros Luco; pues fué
una gran parte de esos dos partidos la que hasta la
víspera de su exaltación al poder le negaba a este
mandatario un Ministerio con el cual iniciara sus
labores administrativas. La decepción sufrida en-
tonces por ese viejo i honrado servidor público
ante la inconsecuencia de sus amigos i correlijio-
narios políticos en la iniciación de su Gobierno i
acentuada mas tarde por una serie de hechos i cir-
cunstancias deplorables, debió ser honda i ruda.
En el Gobierno del Excmo. señor Barros Luco,
como en todos los de estos últimos veinticuatro
años, la administración pública se lia resentido
profundamente i la preparación de las leyes, que
es la misión principal del Congreso, al igual que
su acción fiscalizadora, ha sufrido grandísimo de-
trimento debido a esta absorcion del Poder Ejecu-
tivo por el Congreso.
I aquí cabe un paréntesis. El ilustre Presidente
Balmaceda, fiel intérprete de la Constitución i de
las leyes i defensor enérjico del principio de autori-
dad, ciñó sus actos estrictamente al espíritu i a la
letra de nuestra Carta Fundamental que insinúa el
predominio del Jefe del Estado. Él quiso la inde-
pendencia de los poderes públicos i el justo límite
de sus atribuciones. Él quiso que el sistema de
Gobierno establecido por la Constitución diera bue
— 47 —

nos frutos. Para ello necesitaba de la cooperacion


del Parlamento i del pais; i su acción de mandata-
rio patriota i progresista se encaminó enéticamen-
te hácia la difusión de la enseñanza en el pueblo.
Él no comprendía el mantenimiento i ejercicio de
un réjimen democrático de Gobierno sin que estu-
viera sostenido i amparado por un pueblo culto,
consciente de sus derechos i deberes cívicos. I Bal-
maceda, consecuente con estos propósitos, multi-
plicó las escuelas de Norte a Sur de la República
con el mismo celo con que fomentó las industrias,
acometió grandes obras públicas, saldó los presu-
puestos, veló por el crédito internacional, conservó
el cambio a 24 d. i atendió al desarrollo de la indus-
tria salitrera, en su justo deseo de que parte de las
utilidades obtenidas por ésta fueran a formar un
fuerte fondo de reserva destinado a prevenir al pais
de futuras continjencias económicas.
El sistema parlamentario en un pais con el 6 5 X
de analfabetos i en la forma implantada eñ Chile a
raiz de la revolución del 91, anula la persona del
Presidente: irresponsabiliza los actos de los miem-
bros del Congreso que no cuentan con una masa
popular ilustrada i culta que los fiscalice, i produce
finalmente, quebrantos i zozobras morales para el
llamado irónicamente Jefe del Estado.
El liberalismo democrático ha hecho suya la in-
terpretación que diera Balmaceda a la Constitución
Política del Estado. Ese partido es, por así decirlo,
presidencialista; es decir, aspira a conseguir el pre-
— 48 —
dominio del Jefe del Estado en nuestro réjimen de
Gobierno i la independencia de los poderes públi-
cos dentro de los justos términos de las leyes. Don
Rafael del Canto, diputado liberal democrático—
en su discurso de recepción al Ministerio Barros-
Salinas en Setiembre de 1914—acentuó en forma
discreta, intelijente i oportuna, esta teoría consti-
tucional que hoi es una aspiración de la mayoría
de nuestros conciudadanos.
Los partidos políticos—dentro de nuestro parla-
mentarismo—son los únicos llamados a dar o no
gobierno al pais, a formar o no mayoría parlamen-
taria, a facilitar o no la administración del Estado.
La atribución constitucional del Presidente de la
República «de remover i nombrar a voluntad los
Ministros del despacho» (1) es, como se ha visto
insignificante i nula si se quiere ante la facultad
omnímoda del Congreso de imponer al Ejecutivo
el Ministerio, que crea conveniente, para luego
residenciarlo o derrocarlo en los casos, aun los mas
fútiles, que no cuenten con la confianza de los par-
tidos que forman la mayoría parlamentaria.
Sin el derecho, pues, de hacer valer en ningún
caso su voluntad, sus esperiencias, sus iniciativas
de gobernante i de ciudadano; relegado a un per-
manente cautiverio por un réjimen político abso-
lutamente viciado, en sus fundamentos, el Presi-
dente de la República—constitucionalmente res-

Art. 64. C. P. del E.


— 49 —
ponsable de actos que en realidad ejecuta por im-
posición de terceros irresponsables—ya no gobierna.
No depende de él tener o no mayoría parlamenta-
ria i Ministerio que compartan con él ante el pais
i ante la historia, las responsabilidades de su admi-
nistración. Su actuacioD—preciso es decirlo—está
hoi limitada a la sola facultad material de firmar
el despacho que le presentan los Ministros. Empero,
justo es recocer que—a la inversa de la mayoría de
radicales i doctrinarios—los conservadores, nacio-
nales i liberales democráticos no han aceptado
jamas esta estralimitacion inmoderada de las fun-
ciones del Congreso. Por el contrario, las han
desestimado enérjicamente.
Ahora bien, a aquellos sostenedores de este ré-
jimen yiciado, preguntamos: ¿Es este el parlamen-
tarismo conquistado por la revolución del 91?
¿Para esto se sacrificó a diez mil chilenos en los
campos de batalla, se llevó el luto i la miseria a los
hogares i se hizo retroceder a Chile cincuenta años
en su vida de nación?

Kl
En la actual administración, se ha dejado sentir
con mayor intensidad que en períodos anteriores
las deplorables consecuencias de la absorcion del
Ejecutivo por el Congreso i de la anarquía política
imperante.
— 50 —
La reacción era, pues, necesaria. El pánico i los
trastornos comerciales, la ruina i la pobreza jene-
ral a que nos precipitó la guerra europea sacudie-
ron nuestro abatido espíritu; la renovación de los
miembros del Congreso i de los Municipios, i la
elecion presidencial, fueron un incentivo i un toque
de llamada a los hombres honrados que aun tienen
fe en el porvenir de este pais. Necesitábamos, es
cierto, de estas recias sacudidas para iniciar la
reacción que nos era imprescindible; i la reacción
vino.
Las reacciones saludables en un pais donde se
ha claudicado de los antiguos principios adminis-
trativos i donde se han olvidado las viejas i nobles
tradiciones del pasado, no se obtienen ni pueden
obtenerse sino mediante la acción enérjica de los
hombres honrados i patriotas. Era, pues, de deber
que estos hombres honrados i patriotas se agrupa-
ran alrededor de una bandera: la reconstitución
económica de la República.
Así como ante el enemigo que amenaza la inte-
gridad territorial, los partidos i banderías desapa-
recen para dar paso a los defensores de la patria,
así también ante la ruina que amenazaba al pais,
debian desaparecer las enseñas políticas para dar
paso a los que verdaderamente son capaces de pro-
curar el bienestar i prosperidad de la nación.
Correspondióles a conservadores, nacionales i li-
berales democráticos el honor de esta jornada.
Estos tres partidos—unidos por un pacto político
— 51 —
trascendental—formaron la mayoría parlamentaria
requerida para dar al pais gobierno sólido i estable,
de acuerdo con las necesidades i exijencias nacio-
nales.
Empero, cierta prensa desafecta al actual Gobier-
no, ha tratado de desprestijiar esta combinación
política de coalicion. «Nada autorizaba la forma-
ción de esta mayoría parlamentaria» se dijo en un
principio; pero olvida quien esto afirme que la
Constitución i las leyes no autorizan en Chile otra
forma de Gobierno que aquel que se obtiene al
amparo de una mayoría parlamentaria. Hoi dia esa
prensa agrega: «El pais es liberal, por lo tanto el
Gobierno debe ser liberal».
Es justo. El liberalismo ha traído al pais las mas
nobles conquistas, desde el establecimiento de la
República hasta la difusión de la enseñanza, desde
la creación del rejistro civil hasta la fundación del
cementerio laico, desde la organización del patro-
nato del Estado hasta el derecho de profesar la re-
lijion que cada cual estime conveniente. Empero, en-
tendámonos. Si el ideal es el Gobierno liberal, no
quiere decir esto que ha llegado el caso de acome-
ter la realización de esos proyectos que siguen
consultándose en el programa de los partidos libe-
rales, como la separación de la Iglesia i el Estado i
otros. Aquel liberalismo de las luchas doctrinarias
ya pasó. El liberalismo que el pais desea que im-
pere es aquel que «no consiste en tener o no tener
relijion, dice Spencer, sino en dar a cada uno lo
— 52 —
que es suyo de acuerdo con la justicia, dejando
que las fuerzas vivas de la nación se desarrollen li-
bremente, sin precipitaciones ni violencias, en el
mutuo respeto de creencias i derechos, de hombres
i colectividades».
Sin embargo, no todos definen ni aceptan de este
modo el liberalismo; i he aquí la dificultad para la
formacion de un Gobierno de alianza liberal en el
cual los radicales, por ejemplo, habrían de exijir la
realización de algunos proyectos de su programa
que desde luego estimamos de inoportunos i talvez
peligrosos en la época actual.
I si una alianza liberal es imposible, un Gobier-
no de concentración liberal lo es también. La polí-
tica no es mas que el arte de lo posible i exijir a
los hombres i a los partidos mas de lo que pueden,
es ir contra lo imposible. Desde luego, un Gobierno
liberal que necesariamente habría de ser formado
por doctrinarios, nacionales i balmacedistas median-
te un vigoroso movimiento de estos tres partidos,
trepida, para realizarlo, en desacuerdos profundos,
inallanables, si se quiere, surjidos desde antiguo en-
tre doctrinarios i balmacedistas, i ahondados por
un sinnúmero de incidencias posteriores de carác-
ter grave. Ademas, han recrudecido los ataques de
los doctrinarios contra los balmacedistas por el he-
cho de que éstos no creen en el «derecho divino»
que se atribuyen los doctrinarios en la sucesión de
la Presidencia de la República. Como se ve, la
unión con un partido cuyos dirijentes están posei-
— 53 —

dos de la ambición del mando fracasará desde el


momento en que se insinúe, tanto o mas cuanto
que una buena parte de esos dirijentes toman pie
del proyecto de concentración liberal para deuigrar
al jefe del liberalismo democrático i otros, mas
exaltados, para convulsionar al pais.
«Sería mi anhelo—ha dicho el eminente ciuda-
dano don Vicente Reyes en reciente reportaje (1)
que se formaran i actuaran dos grandes corrientes
netamente caracterizadas como sucede en otros
paises, dos partidos que se alternan en el Gobierno
conforme las tendencias del pais i del prestijio que
supieran conquistar. Podrían haber partidos de go-
bierno i de oposicion, o mejor dicho: liberal i con-
servador». Hermosa aspiración que colma el alma
de la mayoría del pais.
Empero, una concentración o alianza liberal que
de suyo traería luchas ardientes en la opinion con
menoscabo quizás hasta de la tranquilidad pública
no es oportuna, fuerza es decirlo, en la actual situa-
ción de crisis económica. El pais, harto ya de po-
lémicas doctrinarias, no necesita que se le colme
con la discusión de problemas irrealizables. Lo que
el pais exije es precisamente el abandono por el
momento, de esta clase de discusiones a fin de que
se proceda tranquilamente a la reconstitución eco-
nómica de la República. Hai que insistir en ello:
lo que actualmente necesita el pueblo de Chile es

(1) Las Ultimas Noticias. Febrero 1915.


— 54 —
trabajo, es pan, es educación i no discusiones teo-
lójicas ni políticas con las cuales materialmente no
se vive.
«Trabaja primero por tu independencia econó-
mica—ha dicho a la juventud'de su patria el mas
eminente de los norteamericanos, Mr. Roosevelt—
i despues lucha por tus ideas». Lo cual, aplicado a
los partidos, a los gobernantes i al pueblo de este
pais, es de una oportunidad i conveniencia indis-
cutibles.

Kll
Nada autoriza para dudar del éxito que induda-
blemente alcanzará la actual combinación política
en el Gobierno del pais. Conservadores, nacionales
i liberales democráticos son tres prestijiosos parti-
dos que tienen un glorioso pasado que respetar, i,
ante sí, toda una vida que vivir al servicio de la
nación. Mueren i desaparecen los hombres, pero
los partidos, como sus pensamientos i acciones, so-
breviven e imprimen sobre su raza una marca in-
deleble. Portales, Montt i Balmaceda siguen siendo
para los suyos, faros que iluminan la atmósfera mo-
ral que los rodea, i cuyo espíritu continuará presi-
diendo los actos de estos partidos i las jeneraciones
que les sucedan.
Conservadores, nacionales i liberales democráti-
cos darán al pais un gobierno estable, sólido i fruc-
— 55 —
tífero. Para probar este aserto no es necesario ha-
cer frases sonoras. A la inversa de lo que afirma
cierta prensa respecto a que sólo los grupos libera-
les, por ser afines, son los llamados a hacer buen
gobierno, los partidos de la coalicion actual pueden
i deben realizar un gobierno liberal fuerte i compac-
to—como lo insinuaba El Mercurio—conservando
las garantías sociales para no causar perjudiciales in-
novaciones, un gobierno de evolucion, que enno-
blece al hombre que se levanta de las capas socia-
les mas humildes, i que arroja como escoria al que
decae de las mas altas situaciones; un gobierno como
el que nos recomendaba precisamente el ex-Presi-
dente Roosevelt en la Universidad de Chile al ha-
blarnos de la inconveniencia de las grandes refor-
mas, de las bruscas reformas i de la necesidad de
una constante progresión lenta i gradual en todas
las instituciones.
¿Por acaso no fué un Ministro conservador, el
señor Barros Errázuriz, quien liberalizó el servicio
relijioso en el Ejercito como seguramente no lo
habría hecho un Ministro liberal?
Conservadores, nacionales i liberales democráti-
cos harán Gobierno liberal, es decir, Gobierno de
progresión lenta i gradual: primero, porque en
ellos la reacción hácia las buenas prácticas admi-
nistrativas es evidente; segundo, porque los alien-
ta la firme resolución de hacer obra útil; i tercero,
porque cuentan con hombres capaces, honrados i
enérjicos, unidos por íntima amistad, por lealtad
— 56 —
indiscutible i por una uniformidad de propósitos
que es promesa i garantía de grandes bienes para
la República.
Ademas, hai que decirlo mui alto para que lo
sepan hasta los que se han sentido defraudados en
sus espectativas presidenciales ante esta fuerte
combinación de Gobierno, i lo sepan también los
que creen conculcados sus intereses por este vigo-
roso movimiento de opinion que se inicia para li-
bertar al pais de sus falsos Catilinas i sus voceros
de una falsa concentración liberal con que se en-
gaña a los ilusos: el advenimiento de la actual coa-
lición pone término a los Ministerios anodinos, a
las incertidumbres i contemporizaciones, a los Go-
biernos de todos i de ninguno en que hemos vivi-
do. Conservadores, nacionales i liberales democráti-
cos asumen sin timideces ni vacilaciones la respon-
sabilidad de la situación presente (1).
I por sobre el cúmulo de improperios i calum-
nias lanzados contra I03 dirijentes de la coalicion
con fines que todos conocemos; por sobre el oleaje
que se ajita violentamente a impulsos del encono i
del despecho, se yergue en ¡a roca de los procedi-
mientos intachables el Ministerio actual que, apé-
nas iniciado en el Gobierno, ya ha acometido con
éxito un plan de economías que era necesario, ha
obtenido el despacho de leyes de contribuciones

(1) La esplotacion salitrera—principal fuente de entra-


das fiscales—se ha normalizado casi enteramente a iniciati-
va del actual Ministro de Hacienda señor Edwards.
— 57 —
equitativas, i ha presidido las elecciones de Marzo i
Abril del presente año, de acuerdo con los mas al-
tos principios de respeto a la libertad electoral;
pues, cuando se haga la historia de esas elecciones
—apagado que se haya el ardor de la contienda i
restablecida la calma en los ánimos—se sabrá jus-
tipreciar debidamente la actitud serena, respetuo-
sa, pero celosa en el mantenimiento del principio
de autoridad, que asumió entonces el Ministro se-
ñor Montenegro, hombre honrado, recto i amante
de su pais.

XIII
Es, pues, en esta situación en que la moral polí-
tica se halla deprimida en igual intensidad que
nuestro estado económico, cuando nos sorprende
una elección presidencial.
Aun caldea la atmósfera el ardor de la lucha
electoral del 7 de Marzo último, recrudecido ante
los aprestos de la próxima elección de Junio; auu
se encuentra la opinion pública bajo la impresión
de horror que causaron en ella los lamentables su-
cesos de Iquique, en que cayeron, víctimas de ini-
cuo atentado, seis modestos i honrados servidores
del órden público; i aun se oyen ios ataques contra
la llamada intervención electoral que se dirijieron
en todos los tonos al Gobierno del Excmo. señor
Barros Luco, como despedida a su administración.
— 58 —
I todos estos hechos que sobrecojen de espauto
o de pesar; todos estos males de órdeu económico,
social o político, no son en realidad sino efectos de
una causa mucho mas grave de lo que se cree.
Esta causa, digámoslo de una vez, no está en las
leyes ni en los rejímenes. Desgraciadamente ella
está en los hombres.
Porque son los hombres faltos de honradez, de
rectitud o de civismo los que han torcido la inter-
pretación de las leyes, han deprimido el réjimen
de gobierno i han maleado la administración del
Estado. Porque son los hombres en los cuales im-
pera el Ínteres personal por sobre el Ínteres públi-
co los que han desmembrado a los partidos, han
abatido sus enseñas i esterilizado su propia labor.
Porque son los hombres llenos de odios i ambicio-
nes los que han desquiciado i anarquizado la po-
lítica; han perseguido a los buenos elementos i
premiado i exaltado a las mediocridades.
I los pocos hombres honrados i capaces que tie-
ne este pais: o se abstienen de las luchas, abatidos,
acobardados en un voluntario retiro que semeja una
forzada relegación; o, mal comprendidos en sus
buenos propósitos, son torpemente execrados por
enemigos interesados en su contra.
Los primeros, pesimistas, rencorosos o indife-
rentes, no representan para la colectividad fuerza
o valor apreciable alguno; mas, los segundos, por
el contrario, si son tenaces i esforzados, serán siem-
pre un factor valioso i talvez decisivo en las horas
— 59 —
de prueba trascendental como la presente. «Son los
hombres, considerados individualmente, i el espí-
ritu de que están dominados, dice un escritor in-
gles—lo que determina la situación moral i la esta-
bilidad de las naciones».
Existen indudablemente en el pais hombres de
talento, preparación i honorabilidad insospecha-
bles. Los hai en el gobierno, en la administración
i en la prensa. Son hombres de estudio, de versa-
ción amplia i profunda. Empero, son en su mayo-
ría faltos de acción enérjica i continuada, de con-
fianza en el propio esfuerzo i valer personal. El
trabajo asiduo i arduo del diario o de la oficina les
ha exijido la mayor cuota de intelijeucia, de cono-
cimientos i de resistencia física, i no les ha permi-
tido, por otra parte, un sólo instante acometer su
independencia económica, formar o retemplar el
carácter que es la base del progreso individual i el
medio único para acometer cualquiera obra de
perfeccionamiento social, de apostolado moral, po-
lítico o económico en servicio del pais.
La lucha por la vida regula los ímpetus, abate
los esfuerzos i ahoga las protestas de aquellos in-
dividuos que, bien animados, tratan de rebelarse
contra un mal social, digamos, pero que carecen
de la independencia económica necesaria para
afrontar las persecuciones i odiosidades que ha-
brán de echarse encima. «Es preciso vivir, saber
vivir con los vivos» se ha dicho, i hai que disimu-
lar, contemparizar i callar. El mas apreciado es
— 60 —
aquel que sube i sube imperturbablemente la escala
de los ascensos administrativos o políticos a costa
de adulos i humillaciones, desentendiéndose de todo
i no admirándose de nada. «Oh! Fulano es un ga-
llo!» se dice de él, i el gallo sube i sube impertur-
bable, triunfador, agasajado i aplaudido con fe-
brilidad inconciente por los neófitos de hoi que
mañana serán también otros tantos gallos.
Así, pues, ante esta ruda i honda C R I S I S DE
H O M B R E S que ha producido los daños que presen-

ciamos en todos los órdenes de la actividad nacio-


nal, la próxima elección presidencial, lo repetimos,
tendrá las proporciones de un acontecimiento
único en la historia política de Chile.
Ya no puede ni debe intentarse la exaltación al
Poder de personajes improvisados, anodinos, deco-
rativos, impuestos por el dinero o salidos de simu-
lacros de convenciones.
La situación actual i las conveniencias naciona-
les exijen llevar a la Presidencia de la República a
un hombre honrado, versado en los negocios pú-
blicos, conocedor de los hombres i economista
práctico; i lo decimos con El Mercurio (1) este debe
ser «un liberal de intelijencia i patriotismo com-
probado, de altas miras, un estadista i no un poli-
tiquero, un reconstructor i no un combinador, una
fuerza nueva para el gobierno i no una incóg-
nita».

(1) El Mercurio, Santiago, Abril 2, 1915.


— 61 —
A este hombre, a este candidato ideal que recla-
ma el pais, no necesitamos irlo a buscar entre los
polvorientos anaqueles de una biblioteca, ni siquie-
ra lo iremos a buscar a las oficinas públicas o par-
ticulares donde se escriba sobre papel sellado. Mr.
Wilson, salido de una Universidad para presidir
los destinos de los Estados Unidos—según propia
espresion del eminente estadista Mr. Roosevelt—no
ha hecho otra obra trascendental que violar la
soberanía de un pais i amparar el bandidaje revo-
lucionario contra el gobierno constituido.
A nuestro candidato tampoco lo iremos a buscar
entre el grupo—bastante crecido desgraciadamente
—de esos voceros de los llamados graves doctrinos
que dificultan las labores parlamentarías con sus
estensas peroraciones metafísicas o entre los jesto-
res administrativos i los abogados de bancos i em-
presas comerciales; ni siquiera entre los que—tras
una bandera de un simbolismo insinuante—ocul-
tan sus mezquinas rencillas i sus locas ambiciones
de poder i de grandeza.
El pueblo de Chile, tan rudamente maltratado
por la actual crisis económica i harto ya de pro-
gramas llenos de estudiados halagos, de calculadas
promesas i de frases tan sonoras como faltas de
sentido, mas que de retóricos, oradores i teóricos
de gabinete, necesita hoi de hombres de acción,
de resoluciones enérjicas, de honradez i rectitud
comprobadas para que acometan decididamente la
reconstitución económica de la República. Necesita
— 62 —
que el futuro Jefe del Estado gobierne, en toda la
acepción de este vocablo; que impere su voluntad
en el justo término de las leyes; i que en todos los
actos de su administración imprima el sello de su
personalidad de ciudadano i de gobernante.
Porque hai que poner término a la anarquía po-
lítica imperante, a la profunda depresión moral
que nos consume, i a la honda crisis económica
que quebranta las fuerzas vivas de la nación.
El pueblo de Chile, que hoi sufre las consecuen-
cias deplorables de un parlamentarismo adulterado,
de la rotativa ministerial i los gabinetes anodinos,
de una autonomía municipal que es abandono de
los servicios comunales i derroche o malversación
de las rentas; de una libertad electoral de simple
aparato que en el fondo es fraude, venalidad i fal-
sificación; de un déficit fiscal que ha pasado a
constituirse en institución de carácter permanente
como la corrupción electoral; el pueblo de Chile
(decimos) que hoi esperimenta los graves efectos de
la falta de cultura, de la escasez de escuelas, de
preparación industrial i de la ninguna protección que
se dispensa al talento i a la iniciativa particular,
anhela i exije que el futuro Jefe del Estado sea
garantía evidente de honrada i fecunda adminis-
tración.
I aunque deseamos que el hombre ideal, probo,
enérjico i competente, que exije el pais para la je-
fatura del Estado, reúna a su alrededor a todos los
partidos, porque todos son necesarios en la obra
— 63 —

de reconstrucción nacional que urje acometer; en


cambio, queremos—para satifaccion jeneral—que
los dos bandos en que se hallan divididos los parti-
dos se disputen el triunfo de Junio próximo en una
leal i franca lucha electoral. Es necesario, volvemos
a repetirlo, que terminen definitivamente las tran-
sacciones i contemporizaciones, los gabinetes uni-
versales i las mayorías que para gobernar piden
permiso a los minorías. Es necesario que desapa-
rezca esta época de los candidatos únicos, elejidos
sin lucha por debilidad, escepticismo e impotencia
de los partidos. Es necesario que presida i dirija el
Gobierno del pais aquel que legal i dignamente
reúna la mayoría de los electores.
«Preferible es la lucha—ha dicho don Juan Luis
Sanfuentes en reciente reportaje.—Las luchas son
saludables cuando tienen un objetivo elevado. El
agua que se mueve es buena; el agua que se estan-
ca se corrompe» (1).
Si radicales i doctrinarios cuentan con esa mayo-
ría, como lo aseguran; entónces, que lleven a la je-
fatura del Estado al candidato salido de sus filas;
pero que no retarden su proclamación i no busquen
candidatos entre los políticos que hoi forman en el
bando contrario.
«Estamos felizmente en un réjimen social i polí-
tico—ha dicho El Mercurio—(2) en que toda lista

(1) La Union, 28 de Marzo de 1915.


(2) Editorial, 18 de Marzo de 1915.
— 64 —
de candidatos, sin escepcion, contiene los nombres
de los servidores mas asiduos i mejor inspirados del
Estado. Pero a lo ménos esperemos que en este te-
rreno se guarde el decoro necesario de una demo-
cracia altiva i bien organizada: que no aparezca
cada hombre público temeroso de afrontar el juicio
de los electores, buscando la sombra i la última hora
para presentarse al pais.»
I es lójico. El pais necesita conocer el nombre
de los aspirantes a la jefatura del Estado; la lista
de candidatos que se redacta en los altos círculos
de los bandos en lucha; el pueblo elector escojerá
de entre esa lista el ciudadano que mas convenga
a sus ideas i a los altos intereses nacionales.
- Los partidos conservador, nacional i liberal de-
mocrático no irán a tentar el campo contrario—es-
tamos seguros—para proponer nombres que con-
vengan a radicales i doctrinarios; nó. Alentados
por el triunfo indiscutible del 7 de Marzo, leal i
fuertemente unidos, llevarán a las urnas de Junio
el candidato proclamado por la convención coalicio-
nista del 20 de Abril, ampliada dignamente con los
elementos tranquilos i de buena voluntad que quie-
ran colaborar en la constitución de ese Gobierno
sólido que reclama el pais».
XIV
Los nombres que hasta hoi se dan como posibles
candidatos a la Presidencia de la República entre
radicales i doctrinarios son los de los señores Fer-
nando Lazcano, Ismael Yaldes Valdes, J. Antonio
Orrego, Ismael Tocornal i Guillermo Barros Jara,
miembros todos del partido liberal.
Empero, i de acuerdo con nuestro modo de apre-
ciar la actual situación política, existen otros emi-
nentes ciudadanos que, en la Jefatura del Estado,
podrían acometer con éxito la reconstrucción eco-
nómica del pais i constituir el Gobierno que la
opinion reclama insistentemente. Entre estos pres-
tigiosos servidores públicos se encuentran los seño-
res Miguel Cruchaga, Arturo Besa, Gonzalo Búl-
nes, Eduardo Charme i Juan Luis Sanfuentes.
El señor Cruchaga Tocornal, miembro promi-
nente del partido conservador, es un distinguido
servidor público: Abogado, ex-profesor universita-
rio, ex-Ministro de Estado i actual Ministro Pleni-
potenciario en Berlín. Su versación en materias
económicas i jurídicas es notoria; i su habilidad di-
plomática es unánimemente reconocida. Como Ple-
nipotenciario en la Arjentina contribuyó de un mo-
do decisivo i eficaz a consolidar nuestras buenas
relaciones de amistad i de comercio con aquella
— 66 —
República; siendo el iniciador de las jestiones di-
plomáticas que dieron por resultado el intercambio
de visitas de los Presidentes de Arjentina i Chile
en las fiestas centenarias de ambos paises.
Don Arturo Besa, reputado hombre de trabajo, i
educado en la vida intensa del comercio i de las
industrias, es uno de los pocos políticos de este pais
que puede exhibir un pasado fecundo en ejemplos
de honradez, enerjía i perseverancia. Ex-Diputado,
ex-Ministro de Estado i actual Senador, el señor
Besa, en el Congreso, en el Gobierno i en la jefatu-
ra del partido nacional, ha servido al pais con celo
i patriotismo.
Don Gonzalo Búlnes, publicista, historiador i Se-
nador de la República, encarna todas las glorias de
un pasado heroico. La educación nacional i la his-
toria militar de Chile debe a su esclarecido talento
i dedicación al estudio una de las obras de mayor
mérito histórico que han visto la luz pública en es-
tos últimos tiempos, «Historia de la Guerra del Pa-
c í f i c o , i los proyectos del último período parlamen-
tario deben al señor Búlnes un estudio, una obser-
vación oportuna, una manifestación franca de su
esperiencia i de su saber.
Don Eduardo Charme, ex-Ministro de lo Interior
i actual Senador es, como el señor Búlnes, liberal
de orden, elemento tranquilo i patriota, cuya labor
fecunda i cooperacion entusiasta al gobierno del
pais es notoria, permitiéndole descollar por su
— 6? —
caballerosidad, versación i enerjía entre los hombres
mas distinguidos.
El señor Charme, como los señores Búlnes, Besa,
i Cruchaga harian, pues, en caso de de ser elejido
cualquiera de ellos Presidente de lá República, un
gobierno fecundo en bienes para la nación. Todos
ellos son políticos espertos, enérjicos i capaces. To-
dos ellos son garantía de corrección i de honradez
absoluta.

XV
Pero el ciudadano que se impone con mayor
acentuación aun a la consideración nacional, como
candidato ideal a la Presidencia de la República, es
el señor don Juan Luis Sanfuentes.
I como este político ha sido el único sobre quien
se han emitido los mas variados i ardientes' con-
ceptos en su favor o en su contra; i, como cierta
prensa lo ha venido hostilizando, al mismo tiempo
que lo mostraba como el candidato ostensible de
los partidos coaligados, nos vamos a permitir es-
tendernos en algunas consideraciones por creerlas
necesarias para la formacion de un juicio aca-
bado i sereno respecto de este prestijioso servidor
público.
El señor Sanfuentes, dentro de su psicolojía sin-
gular, posee todas las características del director
de hombres: es enérjico, hábil, previsor; discreto
en el decir i resuelto en el obrar. Se inició en la
política ya en la edad madura, premunido de un
buen bagaje de esperiencias i observaciones que
una vida intensamente consagrada al trabajo i al
estudio habíanle permitido formar. I surjió. En
Chile donde los aspirantes son muchos i los prime-
ros puestos son pocos, sólo la perseverancia, la te-
nacidad, el talento, el dinero i las simpatías perso-
nales pueden abrir camino para subir a ocuparlos.
I los ocupó. Título profesional, apellido ilustre, for-
tuna adquirida honradamente i que incrementaba
dia a dia mediante su propio esfuerzo personal, ti-
no i conocimiento de los hombres fueron los fun-
damentos de su carrera. Los medios para luchar
en la política activa al servicio del pais los ha teni-
do el señor Sanfuentes en la confianza absoluta que
le inspira su propio esfuerzo personal, en su carác-
ter fuerte, vigoroso, i en la rectitud de sus proce-
dimientos. El señor Sanfuentes buscó i asumió
siempre responsabilidades, no rehuyó jamas nin-
gún puesto de sacrificio i supo, en todo momento,
encontrar i mantener dignas i leales amistades.
I así de este modo, los primeros puestos de prueba
i de "sacrificio en el partido, en el Congreso, en el
Gobierno, lo atraían por la fuerza de las cosas, con el
imán irresistible de las necesidades evidentes.

«Una voluntad enérjica dice Smiles—es el alma


de todos los grandes caractéres. Donde ella se en-
cuentra hai vida; donde ella no existe, vínicamente
hai debilidad, impotencia i desaliento». El liberalis-
— 69 —

mo democrático, rehecho en la Convención de Tal-


ca, i en los precisos momentos en que para su re-
surjimiento mas necesitaba de sus hombres esper-
tes, hizo sitio entre sus esforzados capitanes a
ese hombre de treinta i cinco años, fuerte de cuer-
po i de espíritu, lleno de buenos propósitos i de
grandes aspiraciones, ex-Diputado i periodista en
1890, i que en 1894 se ofrecia espontáneamente
para colaborar en el triunfo de una causa que él
creia justa i noble. Así, pues, la obra de reinvidi-
cacion que se propuso acometer entonces ese gran
partido—perseguido i execrado con los mas abo-
minables dicterios en las admistraciones de Montt
(Jorje) i Errázuriz (hijo) tuvo en el señor Sanfuen-
tes un útil i entusiasta colaborador, cuyo talento,
tenacidad i sereno juicio lo impusieron bien pronto
a la consideración de amigos i correlijionarios po-
líticos. I el que habia sido periodista, Diputado i
Ministro de Estado; el que habia hecho el recorri-
do de la primera jornada ora con entusiasmos de
juventud idealista i viril, ora con serenidad de hom-
bre esperimentado i receloso, pero con firmeza i
altura de miras, convirtiendo en esperiencia todos
los acontecimientos, sin vana ostentación, modesto,
sencillo, estimando la gloria i menospreciando la
afrenta, obedeciendo i mandando con igual entere-
za de carácter, el señor Sanfuentes, digamos, llegó
finalmente a ser el jefe ostensible del liberalismo
democrático.
El señor Sanfuentes—a la inversa de la mayoría
— 70 —
de los políticos de esta tierra—no es orador, no ha
hecho discursos sonoros, grandilocuentes, de frases
pomposas que, por serlo, son demasiado huecas
para decir algo bueno; tampoco ha escrito sobre
papel sellado, ni siquiera ha alegado ante las Cor-
tes en juicios salitreros o testamentarios; no ha de-
fendido jamas ante el Congreso a ningún banco ni
a ninguna firma comercial estranjera o nacional,
ni se ha puesto al frente de la defensa de intereses
particulares contra los intereses del Estado.
Hombre esencialmente práctico, de hechos rea-
les i positivos, que repudia los oropeles de una
vana palabrería de que otros, por desgracia, echan
mano para halagar a los ilusos, el señor Sanfuen-
tes, como miembro de las comisiones de hacienda
i de gobierno del Congreso, como redactor de dia-
rio, como Presidente de la Comision Organizadora
de las fiestas centenarias, como consejero de la
Caja Hipotecaria, como vice presidente del Conse-
jo de Estado, Ministro de Hacienda i como jefe del
liberalismo democrático ha cooperado en forma
eficaz i decisiva a la realización de todas aquellas
obras que en bien del pais se han llevado a feliz
término en estos últimos veinte años.
El señor Sanfuentes—a la inversa de la mayoría
de los políticos de este pais-—no ha hecho ostenta-
ción de sus ideales, de sus propósitos, ni ha dado a
conocer a cada instante sus juicios sobre los distin-
tos ramos de la administración pública. A él le ha
— 71 —
bastado acatar i hacer suyo el programa del parti-
do que preside i procurar incansablemente, tenaz-
mente, porque los ideales espuestos en ese progra-
ma sean en hora oportuna una hermosa realidad,
sin violencias ni precipitaciones peligrosas. El se-
ñor Sanfuentes estima que el pais, que los lectores
de diarios no necesitan saber lo que piensan en tal
0 cual sentido los hombres de gobierno; a su juicio
lo que el pais i los lectores de diarios deben saber
es lo que hacen i harán los hombres que dirijen la
cosa pública.
El pais no necesita tanto de pensamientos ni de
frases sonoras; lo que el pais necesita son hechos,
1 son los hechos tomados en conjunto o separada-
mente lo que pueden formar un concepto claro i
completo de los hombres; ya que en Chile, como en
todo el mundo, los ideales no siempre están acor-
des con los actos de los individuos.
I en esta época en que se abren camino las obras
i nó los decires; en que imperan los constructores i
nó los retóricos, el señor Sanfuentes ha disciplina-
do a su partido, i con la cooperacion de esforzados
capitanes, lo ha mantenido constantemente en si-
tuaciones espectables. «El jefe enérjico de noble
espíritu—escribe un pensador ingles—no tan sólo
sabe abrirse un camino para sí, sino que arrastra a
los demás consigo. Cada una de sus acciones tiene
una significación personal que indica el vigor, la
independencia, la confianza en sí, i que, sin darse
— 72 —
cuenta de ello, atrae el respeto, la admiración i el
homenaje».
Empero, en el camino recorrido, el señor San-
fuentes se ha conquistado muchos amigos pero tam-
bién numerosos enemigos. I hoi, ya no es posible
referirse a él sino con apasionado ardor, bien sea
para aplaudirlo o para excecrarlo. El jefe del libe-
ralismo democrático ha llegado al punto preciso de
su vida pública en que se es amado o se es odia-
do. Para él no rezan los términos medios. Su ac-
tuación detitro de los partidos ha cautivado mu-
chas voluntades, se ha conquistado muchos afec-
tos; pero también, al salvar algunos obstáculos for-
midables, ha destrozado, talvez, sin quererlo, mu-
chas espectativas, ha quebrantado muchas ambi-
ciones locas de poder i de grandeza... I la seguri-
dad de aquéllos i el temor de éstos, de que el
señor Sanfuentes sea unjido en la convención coa-
licionista, candidato a la ^Presidencia de la Repú-
blica i triunfe en las urnas de Junio próximo, han
levantado rudas protestas entre sus enemigos, i en-
tusiastas manifestaciones entre sus amigos i corre-
lijionarios. Con todo, el señor Sanfuentes, hábil
piloto—según propia espresion de El Mercurio—
deja venir los acontecimientos sin precipitarlos ni
violentarlos. Los espertos jenerales levantan su
plan de combate en los momentos precisos de
iniciarlo; ántes, es perder el tiempo inútilmente.
XIV
En estos momentos de honda espectacioñ públi-
ca, el pais conoce ya las ideas del señor Sanfuen-
tes en cuanto a la situación electoral (1) i en cuan-
to a los diversos problemas de orden económico,
político i social que hoi se debaten ardientemente.
Benévolo ante la insistencia de un repórter de
La Union de Santiago, el señor Sanfuentes—ven-
ciendo su proverbial reserva—ha hecho declara-
ciones terminantes sobre todas las cuestiones de
ínteres público; diseñando, si se quiere, un verda-
dero programa de Gobierno: sobrio, concienzudo,
práctico i fecundo en grandes obras de beneficio i
engrandecimiento nacional.

PROGRAMA

Respecto a la CUESTIÓN ECONÓMICA, el señor


Sanfuentes estima imposible precisar una serie de
medidas determinadas para remediar los graves
males económicos que sufrimos desde hace ya 30
años. Los intereses respetables creados al amparo
del réjimen fiduciario desde 1879 hasta hoi, todo
gobierno a su juicio debe contemplarlos i respetar-
los. «Hai que curar el mal del papel moneda, dice
el señor Sanfuentes, como se curan todos los males
largo tiempo arraigados mediante un réjimen, un

(1) El Diario Ilustrado de 21 de Marzo.


— 74 —
tratamiento. En primer lugar, con economías enér-
gicas i persistentes; estendiéndolas aun a las jene-
raciones venideras, porque no es lójico que la pre-
sente cargue sola con todas ellas. En segundo lu-
gar, debe valorizarse nuestra moneda, mediante las
economías mencionadas i una política de franca
protección a las industrias nacionales, sin que esto
signifique encarecer los artículos de consumo indis-
pensable, sino dar vida a aquellas industrias que
puedan realmente aclimatarse en el pais. 1 como al
Estado le interesa el incremento de la riqueza par-
ticular—base de la riqueza pública—no deben im-
ponerse grandes contribuciones que entraben el
ejercicio del trabajo. Las rentas del salitre deben
invertirse en obras de carácter reproductivo que
tiendan a fomentar la producción. Debe abando-
narse el sistema de incrementar las rentas nacio-
nales con la esplotacion de las oscilaciones del
cambio, sistema que convierte al Estado en un
vulgar especulador a la baja. Debe procurarse un
acercamiento entre el productor i consumidor
del salitre a fin de eliminar los intermediarios que
son los que fomentan la especulación, encarecen i
entraban la venta de ese artículo.
«Respecto de la agricultura debe llevarse a
efecto cuanto ántes la irrigación del territorio; i en
cuanto a la minería, carbón de piedra, madera i
fierro, debe iniciarse una política de franco apoyo.
La mejor protección a estas industrias será siempre
la baja del Ínteres que hace posible las fuertes in-
versiones. Para producir la baja del cambio, debe
organizarse metódicamente el crédito industrial,
modificarse el actual réjimen bancario i fomentarse
vigorosamente el desarrollo de nuestras fuentes de
producción, dando facilidades al capital estranjero
para su colocacion en aquellas empresas que no
— 75 —
puedan realizarse con el sólo concurso de nuestros
capitales. Debe también crearse una institución de
crédito que facilite las relaciones comerciales de
los Bancos i evite los déficits de caja que se tradu-
cen en restricción del crédito i en cobros alarman-
tes a deudores apurados. Puede sintetizarse esta
protección en estas dos palabras: confianza i tran-
quilidad, cuyo valor exacto sólo conocen los hom-
bres de negocios, productores, comerciantes e in-
dustriales.
«Debe crearse la Marina Mercante Nacional; pero
para hacer algo serio i eficaz en este sentido es pre-
ciso organizar primeramente la base de un fuerte
capital que permita resistir a la competencia inevi-
table de las poderosas empresas estranjeras. En
materia de obras públicas seria ilusorio ofrecer un
impulso estraordinario a las múltiples obras que el
pais necesita, porque seria pronunciar palabras inú-
tilmente. El futuro Gobierno—en la situación ac-
tual—podrá considerarse feliz si logra proseguir
las obras públicas ya acometidas e iniciar algunas
de las de mas urjente necesidad.
«Es en la solucion de los problemas sociales
donde debe andarse de prisa, con espíritu amplio i
abierto, francamente liberal en el buen sentido de
la palabra. Al poder creciente del pueblo que sale
de la oscuridad en que ántes se hallaba i llega a las
alturas mas elevadas de la sociedad, al Parlamento
i al Gobierno, i que mentes tan esclarecidas como
León X I I I i Bismark, como si dijéramos los dos
polos opuestos, la caridad i la autoridad, lo precur-
saron, hai que favorecerlo encauzándolo por las
vías legales, de suerte que el Poder Público en-
cuentre en el pueblo, en la democracia su mas fir-
me sosten i su verdadero punto de apoyo. El Go-
bierno, pues, debe ser el primero en impulsar las
— 76 —
leyes llamadas sociales. Hai que ser previsor i no
esperar que se produzcan los conflictos sociales
para remediar dolorosamente a posteriori males que
antes deben evitarse. Hai que imitar a ese sagaz
Ministro católico belga que presentaba su proyecto
de sufrajio universal aun ántes de que éste fuera
reclamado por el pueblo. El seguro obrero, la habi-
tación sana i barata para las clases trabajadoras, la
protección del niño i de la mujer, el retiro por cau-
sa de vejez, de enfermedad o de accidentes del
trabajo, la mutualidad; en fin, el conjunto de leyes
conocidas con el nombre de lejislacion social, deben
ser sincera i vigorosamente estimuladas por el Go-
bierno, porque son de justicia i de conveniencia
sociales.
«Respecto de la educación nacional hai que la-
mentar que en este pais donde hai tantos analfa-
betos se haya hecho de ella un campo de luchas
políticas.
«Lo principal es difundir la enseñanza primaria,
que es la base de la educación nacional, que trans-
forma al pueblo de masa inconsciente en una co-
lectividad de ciudadanos con la conciencia de sus
deberes i sus derechos. Ningún partido político
tiene el privilejio ni dispone por sí sólo de los ele-
mentos de cultura necesarios para satisfacer las
exijencias del pais. El que ame la instrucción sin-
ceramente, por lo que ella es, por lo que significa
para el engrandecimiento de la nación, sin mez-
quinos propósitos utilitarios, debe abrir amplia-
mente las puertas a todo el que aporte verdaderos
elementos de educación, vengan de donde vengan.
Por lo demás debe darse preferencia a la difusión
de la enseñanza práctica, sin que esto signifique
relegar al último término los estudios científicos i
literarios que responden a otro orden de necesi-
_ 77 —
dades. Igualmente es indispensable resolver al-
guna vez el problema de la edificación escolar, pero
en forma que sea un verdadero alivio i nó una
carga mas para el Estado. Queremos nacionalizar-
lo todo: las fuentes de producción, el crédito, los
seguros, las industrias, el comercio. Perfectamen-
te. Pero debemos comenzar por nacionalizar nues-
tra enseñanza, no sólo en cuanto a métodos i ten-
dencias, sino también en cuanto a personal. Hai
en la actualidad numerosos e importantes estable-
cimientos de instrucción de ambos sexos dirijidos
por estranjeros i las cátedras mejor remuneradas
están desempeñadas por estranjeros. Hora es ya
de que tanto los unos como las otras pasen a ma-
nos de nuestros connacionales sin violencias i por
la fuerza natural de las cosas: que cada vacante
dejada por un estranjero sea llenada por un chi-
leno; ni mas ni ménos. No olvidemos que lo que
necesitamos es ciencia, es cultura, la cual debe ser
difundida por profesores chilenos, porque sólo ellos
pueden comprender las modalidades de la raza,
de suerte que al enseñar no necesiten deformar
los caractéres, sino al contrario, correjirlos i vigo-
rizarlos, conservándoles los rasgos propios que
los distinguen de otros pueblos u otras razas.
«Respecto a la POLÍTICA INTERNACIONAL ésta debe
sintetizarse en dos palabras: paz i buena amistad
con todo el mundo, sobre todo con los pueblos de
este continente. Pero esto, sin perjuicio de estre-
char de un modo especial los vínculos que nos li-
gan a aquellos países que siempre nos han dado
pruebas de leal i sincero cariño. Esto es elemental.
Nunca provocaremos, por nuestra parte, ninguna
situación difícil; pero es indispensable que tanto
el Ejército como la Marina estén en estado de
hacer frente a esos momentos críticos que pueden
- 78 —
sobrevenir aun contra nuestra voluntad i de las
cuales no está exento ningún pais de la tierra, co-
mo lo está probando la guerra europea.
Naturalmente, esa preparación que yo deseo pa-
ra el Ejército i la Marina está limitada por la capa-
cidad financiera del pais. No podemos ir mas allá
de lo que permitan nuestros recursos discretamente
considerados».

Esta opiniones del sefior Sanfuentes que hemos


tratado de sintetizar lo mas fielmente posible, son
en él el resultado de estudios i esperiencias recoji-
das en sus ya largos avíos de vida pública. Fluye
sí de ese puñado de buenos propósitos i noble^ as-
piraciones su apasionado nacionalismo, su amor
bien inspirado a todo lo que hai de chileno en los
distintos órdenes de la actividad pública i particu-
lar, i su confianza sincera i absoluta en el porvenir
de este pais.
I bien, un economista práctico como el sefior
Sanfuentes, que conoce las necesidades económicas
de Chile, que sin vacilaciones ni timideces traza un
concienzudo plan de Gobierno en orden a satisfa-
cer esas necesidades, remediar los males que nos
aquejan en la situación presente i prever aun fu-
turas continjencias financieras, con orden, método,
enerjía; un estadista como el sefior Sanfuentes que
da a la educación pública el valor que correspon-
de, que reconoce que la vida de las instituciones
democráticas sólo adquiere solidez i estabilidad en
un pueblo culto; i que estima elemental, impres-
cindible, acometer—junto con la difusión de la
— 79 —
instrucción primaria en las clases populares—la so-
lución de todos aquellos problemas que tienen re-
lación con éstas; un hombre de trabajo como el se-
ñor Sanfuentes cuya situación política, social i eco-
nómica se la debe a sus propios esfuerzos, i que
sabe justipreciar dentro de las colectividades lo
que valen la honradez, el talento i la laboriosidad
de los individuos; i un político, en fin, como el se-
ñor Sanfuentes que conoce a los hombres i a los
partidos de esta tierra, i cuya hábil i bien animada
intervención en las luchas partidaristas ha defini-
do mas de una situación difícil e imperado, si se
quiere, sin contrapeso en estos últimos quince
años, es lo que el pais necesita como Jefe del Es-
tado en las circunstancias actuales.
Un hombre bien intencionado, patriota i enérji-
co como el señor Sanfuentes, que de la mañana a
la noche vive preocupado del estudio i resolución
de todas aquellas cuestiones que se relacionan con
la política, con el bien público; que para el cente-
nar de personas venidas de todos los puntos del
pais que desfilan diariamente por su estudio tiene
siempre una atención, un estímulo, un apoyo de-
sinteresado; i que aun en medio de las luchas mas
arduas de la política activa, en que se abaten tan-
tos caractéres i decaen tantas constituciones robus-
tas, se muestra infatigable en su recia complexión
de acero, con una superioridad física i un carácter
férreo en la plenitud de una vida que se posee toda
entera, es lo que el pais reclama como Presidente
de la República en la difícil situación presente.
— 80 —

XVII
Hemos llegado, sí, al período de una campaña
política en que ninguna consideración de respeto
o de decoro individual nos detiene para com-
batir al que conceptuamos de enemigo, i a quien
la fantasía o la animadversión que nos inspira lo
hacen aparecer como una amenaza para determi-
nados intereses políticos o personales. Hemos lle-
gado al término preciso de esta jornada ya inicia-
da por los aprestos de las convenciones presiden-
ciales, de ámbos bandos, en que todo ataque es per-
mitido, por injusto o antojadizo que sea. Nada
detiene al político para hacer declaraciones desti-
nadas a impresionar al público i a los partidos en
un sentido determinado; ni nada detiene al perio-
dista apasionado para zaherir a unos en beneficio
de otros. Estamos, pues, en la época de los repor-
tajes, de las interjecciones, de los puntos suspen-
sivos... Estamos en plena lucha bizantina, en la
cual imperan el engaño, el cubiliteo i el bluf!
Mas que esto, estamos en el período de las aso-
nadas callejeras en que una juventud irreflexiva i
sin cultura que ayer vejó en Concepción al Jefe del
Estado i a su Ministro de Guerra, hoi no ha tenido
escrúpulo para apedrear la casa de don Antonio Hu-
neeus Gana, so pretesto de zaherir con los mas abo-
minables dicterios al señor Juan Luis Sanfuentes.
— 81 —
Al revés de lo que se asegura con fines que todos
conocemos, este prestigioso político no asistió al
Consejo de Ministros en que se acordó la destitu-
ción del señor Pinochet Le-Brun como medida dis-
ciplinaria de órden esencialmente administrativo,
como tampoco asistió jamas a las reuniones del Ga-
binete coalicionista de que formaron parte los se-
ñores Arturo Alessandri, Manuel Rivas Vicuña i
Jorje Matte G., hoi exaltados anti coalicionistas.
Sin embargo, los enemigos del señor Sanfuentes
han tomado pie de aquel acto gubernativo para
desencadenar en todo el pais—en forma inconve-
niente i poco leal al decir de El Mercurio—un mo-
vimiento popular como arma política.
«Las manifestaciones populares—manifiesta ese
diario—deben ser francas i no es franco mezclar la
medida administrativa fundada en las buenas
prácticas de todo gobierno constituido que se ataca
por muchos, con la cuestión presidencial que se
trata i debe ser tratada en otro terreno. Si hai mo-
tivos claros i de Ínteres público para atacar a un
candidato deben sacarse a luz con valentía; no es
natural que se esgriman armas ocasionales que son
de dos filos porque perturban el criterio público,
alarman las conciencias de algunos grupos sociales
de gran influencia i siembran en todas partes un
fermento de rebelión que debemos detener los
hombres de todos los partidos i de todas las creen-
cias.»
La mas insignificante medida administrativa que
— 82 —
hiera los intereses particulares de alguien, es atri-
buido sin discusión a la iniciativa del señor San-
fuentes; no así los buenos actos de gobierno en
favor de los intereses jenerales del pais que preci-
samente han tenido en este distinguido político
una entusiasta i decidida cooperacion. Como se ve,
no se aplica el mismo criterio para juzgar ámbos
casos, como lo aconsejan la lealtad, la rectitud, la
honradez.
«¡Sanfuentes!—escribe el señor Pinochet Le-
Brun (1), en oposicion a los detractores del jefe del
liberalismo democrático—yo no conozco a este dis-
tinguido político de mi patria. Sin embargo, creo
que de pocas personas debe abusarse tanto como
de él i estoi cierto de que mas de una injusticia se
ha hecho en nombre suyo sin que él haya tenido
conocimiento siquiera. Tememos a Sanfuentes i
no somos capaces de convertirnos en Sanfuentes,
es decir, en individuos con personalidad. No nos
atrevemos a hacer nada. I bien digo yo, tened
cada uno a vuestro Sanfuentes a quien debáis con-
sultar para cada uno de vuestros actos. >
Las jentes honradas sonríen ante la insistencia
de la alianza para introducir la discordia en el seno
de la coalicion i destruir así la candidatura del se-
ñor Sanfuentes que se abre paso triunfalmente; i
desestiman la actitud de aquellos liberales demo-

(1) Un Año Empleado Público en Chile, recientemente pu-


blicado.
— 83 —
cráticos que—débiles ante la tentación—amenazan
i se rebelan contra su partido, desentendiéndose de
la ocasion que llega para que el balmacedismo rea-
lice su programa político i se vindique ante el pais.
I bien, contra el cargo de ser el liberalismo demo-
crático, enemigo de la concentración liberal, el se-
ñor Sanfuentes—en un reportaje (1) ha declarado
categóricamente: —«Pienso por ahora que la con-
centración liberal es una ilusión. Basta recordar que
durante la administración del señor Barros Luco,
los liberales democráticos, tolerados por los conser-
vadores, hemos procurado hacer un Gobierno neta-
mente de concentración liberal, el que no pudo, sin
embargo, mantenerse por las constantes inquietu-
des de los elementos doctrinarios. Se formaron pri-
mero los Ministerios llamados de tres a tres que
presidieron los señores Guillermo Rivera i Guiller-
mo Barros Jara. Los liberales no contentos con esta
influencia que jamas habían tenido en el Gobierno
de la República, derribaron esa combinación. Vino
entonces otra con dos Ministros liberales. Tampo-
co se conformaron i la derribaron también. Se for-
mó, por fin, el Ministerio del señor Charme, con
sólo un Ministro liberal. Tampoco se conformaron
i combatieron a éste, su correlijionario, con una
crueldad que no habría sido autorizado emplear
con el peor de los enemigos, llegando hasta reunir-
se los senadores liberales bajo la presidencia de

(1) El Diario Ilustrado, 21 de Marzo.


— 84 —
don Javier A. Figueroa, con el objeto de negar al
señor Charme su carácter de liberal, i, en cierto
modo, espulsarlo de esta colectividad política. Re-
sultado de toda esta tenacísima campaña: la actual
coalicion, jenerada por obra i gracia del Partido
Liberal!»
Tómese nota, ademas, de que los doctrinarios
que aute el pais se manifiestan decididamente par-
tidarios de la Concentración liberal, de un gobierno
netamente liberal, i que para conseguirlo no les im-
porta convulsionar al pais aun cuando se dañe con
ello la personalidad respetable del viejo correlijio-
nario que preside los destinos de Chile, no comba-
ten ni han combatido jamas a los conservadores
que, según ellos, son sus enemigos irreconciliables.
Los doctrinarios combaten a los liberales democrá-
ticos, olvidándose que, sin la cooperacion de éstos,
no puede haber concentración liberal posible. Al
pais se le engaña cuando se asegura en todos los
tonos que las coaliciones son perniciosas, pues ade-
mas de que liberales i radicales i demócratas han
formado parte de combinaciones políticas de este
jénero, la coalicion actual tiene un propósito eleva-
do que la coloca por encima de toda sospecha, I se
engaña también a la opinion cuando se afirma que
el liberalimo democrático ha olvidado su glorioso
pasado i usufructúa del poder que le da la situa-
ción actual. Fiel a sus tradiciones, este gran parti-
do ha cooperado al gobierno del pais, ha resguar-
dado el principio de autoridad presidencial i ha
— 85 —
evitado recientemente que el Excmo. señor Barros
Luco fracasara en su gobierno. Fiel a sus tradicio-
nes, este gran partido es de orden i no de con-
comitancia. Nadie puede decir que sean liberales
democráticos los grandes prebendados, ni los jefes
de servicio: Caja Hipotecaria, Tesoro, Ferroca-
rriles, Contabilidad, Impuestos Internos, Correos,
Telégrafos, Universidad, Cortes de Cuenta i de
Justicia, Defensa Fiscal, Plenipotencias, etc. Los
Ministros liberales democráticos, en la provisión de
puestos, no han procedido seguramente en ningún
momento, como el ex-Rector de la Universidad del
Estado, señor Valentín Letelier, mente elevada de
la enseñanza nacional, i quien, respondiendo á
ciertos cargos que le hiciera su partido al abando-
nar aquel puesto, declaró en los diarios: «El 90X
de las plazas de rector i profesor de los Liceos de
la República están desempeñados por radicales; la
mayoría de los cuales los he colocado yo». Por otra
parte, ningún Ministro liberal democrático ha pro-
cedido tampoco como aquel funcionario liberal que,
de una sola plumada, arrojó a la calle a 140 jóve-
nes balmacedistas i conservadores empleados de su
departamento para reemplazarlos por otros tantos
amigos i correlijionarios.
Se ha hablado en todos los tonos de las defrau-
daciones municipales de Iquique; i el hecho es que
esos grandes defraudadores, contra les cuales se
han hecho cargos monstruosos, viven en aquel
puerto una vida mas que modesta, modestísima; lo
— 86 —
cual en rejidores que sustraen millones es un ab-
surdo. Sin embargo, radicales i doctrinarios no han
denunciado jamas los robos que se han venido co-
metiendo en la Municipalidad de Valparaíso, por
ejemplo; i cuyos autores son ya grandes propieta-
rios que arrastran un tren de lujo que asombra.
Los que intervinieron en el negocio del dique de
Talcahuano no son liberales democráticos, induda-
blemente; ni tampoco lo son los del lonjitudinal.
Pero sí es liberal democrático aquel ex-Ministro de
Industria (1) que tuvo la suficiente entereza de
carácter para cancelar el contrato de construcción
de un ferrocarril del sur por no convenirle
al Estado; i también es liberal democrático ese otro
ex-Ministro de Relaciones (2) que defendió enéti-
camente la neutralidad territorial de Chile en notas
a las Cancillerías estranjeras i discursos en el Par-
lamento que serán un monumento ante el derecho
internacional.
El liberalismo democrático puede exhibir a la to-
talidad de sus hombres dirijentes como lumbreras,
ora en la diplomacia, en la majistratura o en la ad-
ministración; ora en el Gobierno, en la Lejislatura
o en el Ejército. Al presente unos, los hai que aun
iluminan con sus luces i sus talentos el camino que
recorre el pais; estinguidos otros por la muerte, los
hai que han dejado en pos de sí, como uno de los

(1) Diputado don Belfor Fernández.


(2) Senador don Manuel Salinas.
— 87 —
mas grandes tesoros de su pais, el ejemplo de sus
grandes obras al servicio de su pueblo i de su raza,
el ejemplo de una vida sin mancha, un modelo
para su nación que puede ser imitado en todo tiem-
po venidero.

XVIII
Hasta hoi el otro (1) es un enigma; por lo cual
el desconcierto que se advierte en las filas aliancis-
tas es jeneral. Pero, la idea de unjir un candidato
que divida inevitablemente a los partidos coalicio-
nistas obsesiona a las mentes de la alianza. I ora es
el nombre del Vice-Almirante Montt el que se vo-
cea como enseña de combate alrededor de la cual
se espera ver agrupados necesariamente a todos los
partidos que en 1891 hicieron la revolución; ora es
el nombre de don Agustín Edwards el que se hace
circular calladamente como el poderoso talisman
que romperá inevitablemente a la coalicion.
Empero, ni don Jorje Montt desea ser un pretes-
to para conmover al pais eíi el recuerdo de anti-
guas disensiones i desafectos personales, ni el se-
ñor Edwards intenta combatir a su partido que tie-
ne compromisos de honor con los partidos de la
actual combinación de Gobierno.
Por otra parte, ni el señor Fernando Laicano ni

(1) Candidato alian cista a la Presidencia de la República,


— 88 —
el señor Ismael Valdes Valdes han aceptado la can-
didatura a la Presidencia de la República. El caso
es típico, singular. ¿Se ofrecerá la candidatura a un
liberal democrático? Probablemente; pero ningún
hombre de valer, de talento i de decoro personal
querrá ser un medio de división, de indisciplina en
su partido. El señor Montt, el señor Edwards i
cualquier otro político de su talla que proceda en
la forma citada, i que, en un jesto de altanera dig-
nidad, se niegue para servir de instrumento en
interesados manejos, tendrá siempre el apoyo de
los ciudadanos honrados.
I sépalo el pais: la coalicion no se dividirá ni
romperá por ningún motivo. La coalicion llenará
su cometido—fiel a sus pactos que le dieron vida—
honrada i dignamente; la coalicion luchará en las
urnas por su candidato i combatirá al candidato
contrario aun cuando éste pertenezca a uno de los
partidos de su seno.
Conservadores, nacionales i liberales democráti-
cos serán leales. El nombre de los partidos que
vale mas que el nombre de los hombres está por
encima de toda suspicacia. Los partidos sobreviven
a los hombres, i nada hace creer que la ambición
de algún político vaya a torcer el compromiso con-
traído por la colectividad a que pertenece.
¿Surjirá un candidato universal, una convención
amplia formada por todos los partidos?
«El pais, ha dicho el señor Sanfuentes, está
cansado de componendas, arreglos, transacciones
— 89 —
i combinaciones, que a la postre no traen sino
el desgobierno. El pais está cansado del desgo-
bierno irresponsable i quiere Gobierno sólido i
definido. Este Gobierno, que por lo demás es de
la esencia del réjimen parlamentario, no se forma
sino por la constitución de una mayoría que ad-
ministra i de una minoría que fiscaliza. El candi-
dato universal tiene que ser el producto de una
transacción entre la mayoría i la minoría, es decir,
entre los dos elementos que no pueden ni deben
confundirse porque sus funciones son opuestas.
Las consecuencias prácticas de estos acomodos son
que la minoría se sustituye a la mayoría i se pier-
de hasta la nocion de las responsabilidades en el
Gobierno. Preferible es la lucha. Las luchas son
saludables cuando tienen un objetivo elevado».
Corresponde, pues, a los partidos liberal, radical
i democrático, despejar la incógnita, responder al
enorme interrogante que ante ellos ha trazado la
opinion nacional. I quien quiera que sea el «oíro»,
que se dé a conocer. «El pais necesita saber quié-
nes son los candidatos—ha dicho El Mercurio i no
es posible que se espere la última hora para decir-
lo». Eso sí que el «o¿ro» debe ser necesariamente
hombre de ideas avanzadas que correspondan a los
propósitos políticos que animan a los partidos
aliancistas. Lo contrario, seria un absurdo incalifi-
cable que la opinion consciente excecraria ruda-
mente.
— 90 —

XIX
I así como e&tamos en plena época de los dicte-
rios, nos encontramos también en el período de los
cálculos electorales, de las llamadas «cuentas ale-
gres».
Por desgracia, o por felicidad diremos, las elec-
ciones en Chile ya no se hacen con números. El
señor Rivas Vicuña en reciente reportaje ha espre-
sado que la dictacion de la lei de elecciones vijente
es un gran paso hácia la corrección electoral. De lo
cual se infiere que el triunfo estará de parte de
aquel candidato que cuente con fuerzas electorales
efectivas. Esto está contradicho en parte por el
diputado señor Enrique O. Barbosa al asegurar
que el triunfo de don Arturo Alessandri en Tara-
pacá se debió principalmente al dinero.
La lucha que se libre en Junio próximo debe
ser de opinion, de convencimiento, no de cohecho
vil ni de componendas inaceptables. Es necesario
que en una lucha franca, leal, se sepa definiti-
vamente a favor de quien están los ciudadanos
honrados, a favor de quien están los electores del
pais.
No es del caso siquiera discutir si la alianza o
la coalicion tienen mas o ménos electores. Lo que
urje estudiar es qué bando político está mejor
organizado; está mejor preparado para una lucha
— 91 —
electoral. La disciplina, la cohesion son los únicos
medios para alcanzar éxito en una campaña polí-
tica. El bando que cuente con indiferentes o pesi-
mistas, con elementos perturbadores, disociadores,
no puede, en ningún caso, obtener el triunfo que
desee.
Los partidos de la alianza si están sólidamente
unidos, si tienen el convencimiento absoluto de
que todos sus hombres aceptan la política que se
pretende imprimir al pais, i las reformas que se
anhelan acometer; si tienen la certeza de que todos
sus elementos aceptan la campaña de hostilidad i
de difamación que se ha emprendido en contra del
Gobierno, i de los partidos que forman ia coali-
ción, pueden i deben confiar en el triunfo.
Empero, si en esos partidos hai vacilaciones,
desconfianzas i temores, si muchos de sus hombres
no aceptan la política de violencias que se intenta
implantar en el Gobierno de la República; si el
candidato que desean no lo encuentran entre ellos
pero sí en el de la coalicion, entonces, que se con-
venzan definitivamente que su éxito no está en
este mundo.
— 92 —

XX
Ponemos fin a estas pájinas que, en homenaje a
una causa justa, hemos escrito convencidos de que
hacíamos obra patriótica.
Talvez muchas de nuestras opiniones no sean
las de la totalidad de las jentes, especialmente de
aquellos que, en otros campos de la actividad i del
pensamiento, creerán ver en el homenaje de justi-
cia que hacemos a un gran ciudadano un ataque
a sus intereses i ambiciones personales; pero sí,
ellas encontraran eco en los hombres honrados; en
aquellos que aun luchan incansablemente por el
bienestar i engrandecimiento público, i en los que
en voluntario retiro i llevados de un hondo pesi-
mismo, se abstuvieron de las lidias políticas pero
que aun aman a su pais.
Nuestras opiniones encontrarán eco ademas en la
juventud estudiosa e intelijente, que forma sus in-
dividualidades i sus convicciones en la amplia lu-
cha del pensamiento, en el trabajo i en el claro
concepto del deber; i no en aquella juventud irre-
flexiva i manejable que—puesta al servicio de in-
tereses personales con mentores inescrupulosos—
vocea tumultuosamente por las calles perturbando
el orden público. I finalmente encontrará eco en
el alma del pueblo conciente i patriota que produ-
ce riquezas en la fábrica o en el campo o en las
— 93 —
minas, en aquel pueblo honrado que aun se con-
mueve al recuerdo de nuestro pasado heroico, i en
el cual no prenden ni las ideas disociadoras ni la
campaña de hostilidades i de desprestigio que se
hace en contra del gobierno, i en contra de honra-
dos ciudadanos.
Estamos eñ plena crisis de hombres i es preciso
reaccionar. Las instituciones por buenas que sean
no son suficientes para mantener el tipo de carác-
ter nacional. «Son los hombres—escribe un pensa-
dor—considerados individualmente i el espíritu de
que están dominados lo que determina la situación
moral i la estabilidad de las naciones». I para pro-
curar el perfeccionamiento del organismo nacional,
es necesario levantar el carácter de los individuos.
No serán ciertamente los pesimistas ni los pusilá-
nimes los que puedan acometer la reconstrucción
económica, política i moral del pais; porque esta
obra, esta grande obra, pertenece por entero a los
hombres honrados, enérjicos i capaces, pertenece a
los grandes caractéres. La época no es de contem-
placiones sino de acción enérjica i persistente.
Los cimientos del pais, hemos dicho, no están
carcomidos del todo. La reconstrucción no es difícil.
I esta obra reconstructiva que será para los que
vienen, acometámosla en un jesto de buena volun-
tad, de decisión, de conmocion patriótica, fija la
mirada en el porvenir. La vida de las naciones,
como la de los hombres, es un rico tesoro de espe-
riencias que, bien empleado, conduce al progreso.
— 94 —
La elección presidencial que se aproxima pondrá
a prueba el carácter nacional. Será en ese instante
solemne cuando se defina el porvenir de la Repú-
blica. Los ciudadanos concientes, honrados i patrio-
tas no deben olvidar que ese porvenir depende en
este caso de todos ellos. I los partidos que tienen
en sus manos la vida nacional, que poseen tradicio-
nes que respetar i un compromiso de honor que
cumplir, no deben olvidar que el juicio de sus actos
pertenece a la posteridad i a la Historia.
Obras del mismo autor

Álbum Jeneral de Chile (agotado). Adqui-


rida por el Supremo Gobierno 3 tomos
Estudios de Chile (editados por El Mercu-
rio de Barcelona) 1

EN PREPARACION

Patria (testo de lectura cívica i moral para los


establecimientos de instrucción pública).

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