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El Código establece reglas que cambian el anterior sistema que, como dijimos, se basaba
en el derecho de propiedad, procurando dotar de ciudadanía a personas con marcada
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hiposuficiencia jurídica y transformarlas en sujetos plenos de derechos, estén internadas
o no, estén en crisis o no. En este contexto, merecen destacarse algunos conceptos que
involucran directamente al paciente y a los profesionales de la salud.
El CCyC establece la Capacidad de Derecho expresando que “Toda persona humana goza
de la aptitud para ser titular de derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar o
limitar esta capacidad respecto de hechos, simples actos, o actos jurídicos
determinados”.
El derecho al igual reconocimiento como persona ante la ley entraña que la capacidad
jurídica es un atributo universal inherente a todas las personas en razón de su condición
humana y debe mantenerse para las personas con discapacidad en igualdad de
condiciones con las demás. La capacidad jurídica es indispensable para el ejercicio de los
derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, y adquiere una importancia
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especial para las personas con discapacidad cuando tienen que tomar decisiones
fundamentales con respecto a su salud, su educación y su trabajo.
El CCyC incorpora el principio de capacidad de ejercicio: toda persona puede ejercer por
sí los actos jurídicos, con las solas excepciones establecidas en la norma.
Importante
De dichos supuestos de incapacidad del CCyC, nos referiremos a los dos últimos:
1. La persona menor de edad que no cuenta con edad y grado de madurez suficiente
(inc. b)
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normativa es la que delimita entre niños y adolescentes, siendo el punto de efracción el
de los 13 años de edad.
Sin embargo, esta sola circunstancia —si bien aporta una serie de presunciones
relacionadas con la existencia de un cierto grado de aptitud para determinados actos
(por ejemplo, la actuación con patrocinio letrado)—, no basta por sí sola para definir la
existencia de capacidad para todos los casos. El requisito normativo es mixto: la edad y
la madurez suficiente.
El calificativo “suficiente” guarda relación con el acto de que se trata: así, la suficiencia
puede existir para ejercer un acto y tal vez estar ausente en relación a otros.
Tomar nota
El CCyC mantiene el discernimiento como requisito del acto voluntario (art. 260), pero
modifica su piso etario, estableciéndolo en los trece (13) años para los actos lícitos. Este
piso de los trece años es entonces la pauta de distinción para los dos grupos que
conforman el universo de infancia: niños y adolescentes. La denominación es,
claramente, un avance respecto de la ya obsoleta del CC en lo atinente a la pubertad
—condición del desarrollo personal—, que fue traducida y elevada a condición jurídica.
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propia denominación y no con referencia a una condición de desarrollo más
despersonalizada.
“Artículo 1°. Objeto. Esta ley tiene por objeto la protección integral de los
derechos de las niñas, niños y adolescentes que se encuentren en el territorio de
la República Argentina...”
• Ley 26.529 de Derechos del Paciente en su Relación con los Profesionales de la Salud:
“Artículo 2°. Derechos del Paciente. Derechos del Paciente. (...) e) Autonomía de
la voluntad. El paciente tiene derecho a aceptar o rechazar determinadas terapias
o procedimientos médicos o biológicos, con o sin expresión de causa, como así
también a revocar posteriormente su manifestación de voluntad. Los niños, niñas
y adolescentes tienen derecho a intervenir en los términos de la ley 26.061 a los
fines de la toma de decisión sobre terapias o procedimientos médicos o biológicos
que involucren su vida o salud...”
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deberá elevar, cuando correspondiere, el caso al Comité de Ética de la institución
asistencial o de otra institución si fuera necesario, para que emita opinión, en un
todo de acuerdo con la Ley 26.061.”
•Ley 26.743 de Identidad de Género: si bien con ciertos reparos, no solo en cuanto a las
denominaciones sino también a la operatividad de la norma,
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franja adolescente genera una presunción de madurez para determinados actos que
habilita su ejercicio por la persona menor de edad, a pesar de su condición de minoridad.
Tomar nota
El CCyC mantiene la solución tradicional propia al derecho civil, que resulta necesaria a
los fines de posibilitar la actuación de derecho eficaz en el caso de las personas menores
de edad: estas ejercen sus derechos a través de sus representantes legales, en el caso
de niños y niñas que no cuentan con la edad y madurez suficiente requerida para la
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actuación personal de sus derechos. Pero la representación no se constituye en la regla
en materia de ejercicio de derechos por las personas menores de edad.
Por ello, podemos concluir que la incapacidad no es un principio en el CCyC, por cuanto
son las limitaciones o restricciones las que constituyen la excepción en el nuevo sistema
(art. 22). La permeabilidad de los requisitos exigidos en la norma comprende una
amplitud de supuestos que pueden ser incluidos en esta suerte de “cláusula de capacidad
creciente o abierta”, de la mano del principio de autonomía progresiva de rango
constitucional (art. 5° CdN) que clarifica que las facultades y derechos reconocidos a los
progenitores guardan relación con el objetivo de orientar y posibilitar el ejercicio de
derechos por parte de las personas menores de edad.
El nuevo código introduce la noción del principio de autonomía progresiva de niños, niñas
y adolescentes.
Ahora bien, en el CCyC la edad es tan solo una pauta a considerar, atendiendo la norma
más especialmente al concepto empírico-jurídico de madurez suficiente para el acto
concreto de que se trate. Así, iguales edades no significan capacidades iguales y un
mismo niño presentará capacidad suficiente para ciertos actos y no para otros. El criterio
es dinámico, mutable: por ejemplo, mientras un adolescente cuenta con capacidad para
solicitar y decidir el empleo de métodos de anticoncepción —por ejemplo,
preservativos— no la presenta para consentir —por sí solo— una intervención quirúrgica
que pone en riesgo su salud o una cirugía estética.
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Esta exigencia surge ya de la previa ley 26.061 que, receptando el principio general del
art. 12 CdN, incorporó al art. 3° —como recaudo integrante del concepto de interés
superior— el derecho de los niños a “ser oídos y atendidos cualquiera sea la forma en
que se manifiesten, en todos los ámbitos”, respetando “su edad, grado de madurez,
capacidad de discernimiento, y demás condiciones personales”.
Así, el art. 26 establece que “La persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo
proceso judicial que le concierne así como a participar en las decisiones sobre su
persona.”
En el otro extremo, la edad de 16 años se introduce como el tope a partir del cual el
régimen de menor de edad ya no es aplicable en función de la presunción que la norma
establece en favor del adolescente mayor de 16 años: él es considerado como un adulto
para la toma de decisiones relativa al cuidado de su propio cuerpo.
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La norma especial en materia de ejercicio de derechos en el campo de la salud, Ley
26.529 de derechos del Paciente en su Relación con los Profesionales e Instituciones de
Salud, incorporó por conducto de su reglamentación —decreto 1089/2012— la cuestión
de la aptitud personal de niños, niñas y adolescentes para el ejercicio de sus derechos.
Así, al reglamentarse el principio de autonomía, el art. 2°, inc. e) del decreto dispone:
“... Los profesionales de la salud deben tener en cuenta la voluntad de los niños, niñas y
adolescentes sobre esas terapias o procedimientos, según la competencia y
discernimiento de los menores. En los casos en que de la voluntad expresada por el
menor se genere un conflicto con el o los representantes legales, o entre ellos, el
profesional deberá elevar, cuando correspondiere, el caso al Comité de Ética de la
institución asistencial o de otra institución si fuera necesario, para que emita opinión, en
un todo de acuerdo con la Ley 26.061...”.
Llegamos así a la solución del CCyC; ¿cuáles son las tres situaciones contempladas
por la norma?
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—y psíquica— la sola petición del adolescente hace presumir su aptitud para el
acto que desea practicar.
CAPACIDAD Y JURISPRUDENCIA
En 2019 se resolvió en un fallo judicial, “F., M. s/Ley N° 26.657” , que merece
comentarse, porque es muy significativo para el tema de las internaciones de N,N yA y
su capacidad.
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La jueza interviniente luego de efectuar un repaso por la normativa y doctrina
aplicable,en la sentencia del 29 de enero de 2016, convalidó la internación (que
ya había cesado) sin perjuicio de instruir a futuro a las autoridades sanitarias
sobre la modalidad de abordaje de las internaciones de adolescentes en los
términos de la Ley N° 26.657, es decir, que todas las internaciones de personas
menores de edad deben tramitarse como si fuesen involuntarias. Para resolver de
este modo, aclara que la internación de salud mental cuenta con una ley especial
que descarta la aplicación de la general. A su vez entendió que el error de
interpretación se originó por el art. 26 del CCyC y que “la intervención judicial de
ningún modo conspira contra la autonomía progresiva que el código garantiza a
las personas menores de edad (…). Por el contrario, aporta una garantía
reforzada para la preservación de sus derechos, cuya necesidad se acrecienta, a
fortiori, en el caso de adolescentes en situación de vulnerabilidad”. Asimismo,
resaltó que el control judicial de la internación genera la designación del abogado
del art. 22 y la intervención del defensor de menores e incapaces operando como
una tutela reforzada.
En este sentido, el art. 26 de la Ley de Salud Mental (LSM) remite a los artículos
referidos a las prescripciones sobre internaciones involuntarias para el caso de
internación de personas menores de edad o declaradas incapaces [1]. En ese tipo
de internaciones resulta imprescindible la intervención y el dictamen del equipo
interdisciplinario, la intervención judicial como órgano de control, la designación
de un abogado defensor y la realización de controles periódicos. Es decir, que en
el caso de internación de personas menores de edad, ésta es calificada
legalmente como de carácter involuntario [2].
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De este modo, el consentimiento informado y la autonomía progresiva se
complementan. Que un niño, niña o adolescente pueda consentir su internación
resulta una clara expresión del principio de autonomía progresiva que implica que
la persona menor de edad pueda decidir según su grado de desarrollo y madurez.
El consentimiento informado además de ser una manifestación de la voluntad de
quien lo ejerce es, principalmente, un derecho personalísimo.
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autonomía progresiva comprende el derecho del NNyA a ser oído y a que su
opinión sea tenida en cuenta, encontrándose contemplado en el art. 12 de la
CDN, el art. 24 de la Ley N° 26.061, y expresamente en la Observación General
N° 12 al especificar que la escucha se erige como principio rector en toda
cuestión que involucre al NNyA, sea en los ámbitos judiciales, administrativos,
familiares, educativos, sociales, comunitarios, etc. Por su parte, lo que busca la
LSM es que las internaciones de los NNyA, dado al mayor grado de vulnerabilidad
al que se ven expuestos, estén protegidas por todas las garantías legales como
son: derecho de defensa, debido proceso, control judicial, revisión inmediata,
etc.; con el fin de velar para que los derechos del menor de edad se respeten.
Autonomía y protección no resultan excluyentes, se complementan.
5. Palabras finales
Como vimos, el hecho de que la internación del menor de edad se considere
involuntaria tiene finalidad tuitiva, razón por la cual la autonomía progresiva
necesariamente debe acompañarse de la idea de protección especial por ser el
menor de edad una persona en situación de vulnerabilidad, sin dejar de lado que
la protección de los derechos de los NNyA no puede omitir la participación de
propio joven. Además, esta participación estará efectivamente garantizada por el
defensor, quien debe respetar la voluntad, preferencias del sujeto internado como
también que las condiciones generales de la misma respeten las garantías
mínimas exigidas por ley.
El respeto de la autonomía progresiva del adolescente al permitirle dar su
consentimiento informado ante su propia internación por razones de salud
mental, es tan importante como reconocer que el ejercicio de ese derecho no
puede estar absolutamente liberado. En todas las decisiones que se adopten
donde se vean involucrados niños, niñas y adolescentes, se debe atender a la
realización y protección sistemática de todos sus derechos de modo que estos no
se vean vulnerados ni amenazados.
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Discapacidad (CDPD), ley 26.378 —particularmente con su art. 12, que sienta el
principio de capacidad jurídica de las personas con discapacidad—; así como con el piso
normativo local preexistente a partir de la Ley Nacional 26.657 de Salud Mental (LSM),
en particular sus arts. 3° y 5° en cuanto establece que se debe partir de la presunción
de capacidad de todas las personas y que la existencia de diagnóstico en el campo de la
salud mental no autoriza en ningún caso a presumir riesgo de daño o incapacidad, lo que
sólo puede deducirse a partir de una evaluación interdisciplinaria de cada situación
particular en un momento determinado.
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incorporación por cuanto la internación de una persona en nada afecta su
capacidad jurídica y su condición ante la ley —arts. 3° y 5° de la ley 26.657—; sin
embargo, la historia pasada y presente que viven las personas en condición de
internamiento y la severa afectación a sus derechos personalísimos —que,
muchas veces, provoca una automática identificación por parte de los operadores
(sanitarios, jurídicos, sociales, psiquiátricos, administrativos) entre “internación”
e “incapacidad”— justifica la aclaración incorporada al enunciado, a fin de
clarificar que la situación de internación jamás implica el cercenamiento de la
capacidad de la persona, más allá de su situación de temporaria.
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El término “beneficio de la persona”, por su parte, da a entender que en ningún
caso la restricción de la capacidad jurídica puede tener otro fin que el respeto de
sus derechos y la promoción de la autonomía personal, de acuerdo con lo previsto
por el art. 43 del CcyC que, al definir las funciones de las figuras de apoyo
designadas en favor de la persona con capacidad restringida, señala: “promover
la autonomía y favorecer las decisiones que respondan a las preferencias de la
persona”.
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persona y las probables causas de su padecimiento o sintomatología, a partir de
una evaluación que articule las perspectivas de las diferentes disciplinas que
intervienen”, y agrega que la evaluación deberá incorporarse a la historia clínica.
Principio consagrado en la Ley de Derechos del Paciente (LDP) como uno de los
derechos protegidos y su importancia en el Consentimiento Informado.
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Empleamos el plural para aludir no sólo al proceso de restricción de la capacidad
jurídica sino también al proceso de control de la internación y cualquier otro
proceso que deba resolver —por ejemplo, sobre derechos personalísimos de la
persona (conc.art. 7°, inc. d) LSM)—.
“El juez puede restringir la capacidad para determinados actos de una persona mayor de
trece años que padece una adicción o una alteración mental permanente o prolongada,
de suficiente gravedad, siempre que estime que del ejercicio de su plena capacidad
puede resultar un daño a su persona o a sus bienes. En relación con dichos actos, el juez
debe designar el o los apoyos necesarios que prevé el artículo 43, especificando las
funciones con los ajustes razonables en función de las necesidades y circunstancias de la
persona. Él o los apoyos designados deben promover la autonomía y favorecer las
decisiones que respondan a las preferencias de la persona protegida.
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de asistencia y apoyo para el ejercicio de la capacidad jurídica de las personas con
discapacidad mental (conc. art. 12 CDPD).
Por lo tanto, en el supuesto en que la persona se halle en una situación extrema, en que
se vea imposibilitada absolutamente de interactuar con su entorno, por cualquier medio,
el Código expresa que el juez, luego de haber provisto los apoyos adecuados para la
toma de decisiones, y si estos resultaran ineficaces, recién entonces se pronuncie por
declarar la incapacidad; pero sólo como última instancia.
Importante
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Finalmente, el efecto de la restricción de la capacidad no es la designación de un curador
—ni siquiera en su modalidad más “benévola” de asistencia— sino la designación de
figuras de apoyo.
Mediante una fórmula objetiva, el CCyC define las personas pasibles de restricción a la
capacidad: mayores de 13 años, con padecimiento de adicción o una alteración mental
permanente o prolongada, de suficiente gravedad.
Efectos
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de las necesidades y circunstancias de la persona y con los ajustes razonables que
corresponda implementar (art. 43 CCyC).
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adopta numerosas modalidades, debiendo diseñarse a partir de las
circunstancias y necesidades concretas de la persona (art. 32 CCyC).
Siendo que la presunción de base es la capacidad que toda persona posee para tomar
sus decisiones, pueden observarse diferentes niveles de apoyos:
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El apoyo, como expresa la norma, puede ser prestado por una o varias personas. El
CCyC sigue el modelo convencional en cuanto a la permeabilidad cualitativa —es decir,
no sólo funcional—, sino también cuantitativa. Asimismo, es coherente con la
modificación de la anterior regla de unilateralidad de las figuras de tutela y curatela —en
el nuevo sistema se admite la pluralidad (arts. 105 y 138 y 139 CCyC)—
También las personas legitimadas para solicitar la restricción de la capacidad (art. 33)
pueden proponer personas de apoyo. En todos estos casos, como la designación final
recae en el juez, él debe evaluar y diseñar los alcances y límites de la actuación con
miras a la protección de la persona, y establecer las salvaguardias adecuadas a fin de
evitar eventuales conflictos de intereses o influencia indebida.
El juez debe establecer la modalidad de actuación del apoyo en relación a los actos
jurídicos a realizar: “... señalar las condiciones de validez de los actos específicos sujetos
a la restricción con indicación de la o las personas intervinientes y la modalidad de su
actuación” (art. 38 CCyC). Estas condiciones incluyen determinar el carácter de la
participación: apoyo más o menos intenso —es decir, simple asistencia para la
comunicación—, asistencia para la toma de decisiones u otra modalidad con mayor
intensidad, incluso la realización en actos en representación (art. 100 CCyC).
La incapacidad
El último párrafo del art. 32 prevé la incapacidad exclusivamente para el caso en que la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno,
expresar su voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de
apoyos resulte ineficaz.
Importante
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Lo que se califica es la “situación” de la persona: absoluta imposibilidad
de interacción y/o comunicación por cualquier modo, medio o formato
adecuado. La imposibilidad no es cualquier dificultad o complejidad, sino
que debe ser un impedimento de carácter absoluto, tal como exige la
norma.
Efectos de la incapacidad
La principal función del curador es cuidar a la persona y sus bienes y procurar que
recupere su salud. La figura se justifica, como dijimos, frente a la absoluta imposibilidad
de la persona de interactuar por su medio y expresar voluntad; no reconocer la opción
de un curador como alternativa en estos casos implicaría impedir a la persona el ejercicio
de sus derechos.
a. el propio interesado;
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c. los parientes dentro del cuarto grado; si fueran por afinidad, dentro del
segundo grado;
d. el Ministerio Público.
Si el equipo interdisciplinario considera que debe pedirse tal declaración, debe canalizarla
a través del Ministerio Público del lugar de residencia o de la internación.
a. diagnóstico y pronóstico;
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También interviene en la revisión y en el cese de la declaración.
● El artículo 37: la sentencia que declara la incapacidad “se debe pronunciar sobre
los siguientes aspectos vinculados a la persona en cuyo interés se sigue el
proceso:
a. diagnóstico y pronóstico;
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b. época en que la situación se manifestó;
● Artículo 706: "Los jueces ante los cuales tramitan estas causas deben ser
especializados y contar con apoyo multidisciplinario".
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