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CAMBRIDGE – Desde que a finales del siglo XIX, cuando la economía, que cada
vez recurría más a las matemáticas y la estadística, adquirió pretensiones
científicas, sus profesionales han sido acusados de una diversidad de pecados.
Las acusaciones –incluidos el orgullo desmedido, la desatención de los fines
sociales, aparte de los ingresos, la atención excesiva a las técnicas formales y los
fallos al predecir los acontecimientos económicos más importantes, como, por
ejemplo, las crisis financieras– han solido proceder de personas ajenas a ella o
de unos heterodoxos marginales, pero últimamente parece que incluso los
principales teóricos de la disciplina están descontentos.
Paul Krugman, premio Nobel que también publica artículos en una sección fija
de un periódico, ha convertido en un hábito las críticas muy severas a la última
generación de modelos de macroeconomía por haber desatendido las anticuadas
verdades keynesianas. Paul Romer, uno de los iniciadores de la nueva teoría del
crecimiento, ha acusado a algunos nombres destacados, incluidos el premio
Nobel Robert Lucas, de lo que llama “matematicidad”; utilizar las matemáticas
para enturbiar en lugar de aclarar.
Pero hay una desconcertante connotación en esa nueva ronda de criticas que se
debe explicitar... y rechazar. La de la economía no es la clase de ciencia en la que
pueda haber jamás un modelo auténtico que funcione mejor en todas las
situaciones. La cuestión no es la de “llegar a un consenso sobre qué modelo es el
correcto”, como dice Romer, sino la de discernir qué modelo es el mejor para
aplicarlo en una situación determinada y eso siempre será un arte y no una
ciencia, sobre todo cuando se deba hacer la elección en el presente.
El mundo social difiere del físico, porque es producto del hombre y, por tanto,
casi infinitamente maleable. Así, pues, a diferencia de lo que ocurre en las
ciencias naturales, la economía avanza científicamente no substituyendo
modelos antiguos por otros mejores, sino ampliando su conjunto de modelos,
cada uno de los cuales arroja luz sobre una contingencia social diferente.