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¿Qué es la vulnerabilidad?

En este contexto, la vulnerabilidad puede definirse como la capacidad disminuida de una


persona o un grupo de personas para anticiparse, hacer frente y resistir a los efectos de un
peligro natural o causado por la actividad humana, y para recuperarse de los mismos. Es un
concepto relativo y dinámico. La vulnerabilidad casi siempre se asocia con la pobreza,
pero también son vulnerables las personas que viven en aislamiento, inseguridad e
indefensión ante riesgos, traumas o presiones.

La exposición de las personas a riesgos varía en función de su grupo social, sexo, origen
étnico u otra identidad, edad y otros factores. Por otra parte, la vulnerabilidad puede adoptar
diferentes formas: la pobreza, p. ej., puede resultar en que las viviendas no puedan
resistir a un terremoto o huracán, y la falta de preparación puede dar lugar a una
respuesta más lenta al desastre, y con ello a más muertes o a un sufrimiento más
prolongado.

La otra cara de la moneda es la capacidad, que puede describirse como los recursos de que
disponen las personas, familias y comunidades para hacer frente a una amenaza o resistir a
los efectos de un peligro. Estos recursos pueden ser físicos o materiales, pero también
pueden encontrarse en la forma en que está organizada una comunidad o en las aptitudes o
atributos de las personas y/o las organizaciones de la misma.

Para determinar la vulnerabilidad de las personas es necesario plantearse dos preguntas:

 ¿a qué amenaza o peligro son vulnerables las personas?


 ¿qué les hace vulnerables a la amenaza o el peligro?
Para contrarrestar la vulnerabilidad es necesario:

 reducir en la medida de lo posible los efectos del propio peligro (mediante


mitigación, predicción y alerta, y preparación);
 fortalecer la capacidad para resistir y hacer frente a los peligros;
 abordar las causas subyacentes a la vulnerabilidad, como la pobreza, el mal
gobierno, la discriminación, la desigualdad y el acceso insuficiente a recursos y medios de
subsistencia.

El grado de vulnerabilidad de las personas y el alcance de su capacidad para resistir y


hacer frente a los peligros y recuperarse de los desastres dependen de factores físicos,
económicos, sociales y políticos. Desde luego, la pobreza contribuye de manera importante a
la vulnerabilidad. Es más probable que las personas pobres vivan y trabajen en zonas
expuestas a peligros potenciales y menos probable que dispongan de los recursos necesarios
para hacer frente a un desastre.
Normalmente, en los países más ricos, las personas poseen una capacidad mayor para
resistir a los efectos de un peligro. Suelen estar mejor protegidas frente a los peligros y
disponer de sistemas de preparación. Además, la solidez de los medios de subsistencia y los
ingresos mayores incrementan la resiliencia de las personas y les permiten recuperarse más
rápidamente de un desastre.

Los desastres hacen peligrar los logros del desarrollo. Del mismo modo, las acciones de
desarrollo por las que optan los individuos, las familias, las comunidades y los gobiernos
incrementan o reducen el riesgo de desastres.

A continuación se exponen algunos ejemplos de grupos potencialmente vulnerables:

 personas desplazadas que han abandonado su hogar y sus medios de


subsistencia pero permanecen en el territorio de su país;
 refugiados que han huido a otro país por temor a ser perseguidos o por razones
de supervivencia;
 repatriados: antiguos refugiados o personas desplazadas que vuelven a su hogar;
 grupos específicos en el seno de la población local,
como personas marginadas, excluidas o desposeídas;
 niños pequeños, mujeres embarazadas y madres lactantes, niños no
acompañados, viudas, personas mayores sin apoyo familiar y personas
discapacitadas.
En casos de desastre, por lo general, las mujeres resultan afectadas de distinta manera que
los hombres, dada su condición social, sus responsabilidades familiares o su importancia
para la reproducción, pero no necesariamente son vulnerables. En situaciones de crisis,
también poseen recursos y capacidad de resistencia y desempeñan un papel crucial
en la recuperación. Para determinar qué mujeres o niñas podrían ser vulnerables, y en qué
modo, puede realizarse un análisis de género.
1. Significado y alcance del principio de proporcionalidad en
Derecho penal.

En general, de la proporcionalidad se predica el adecuado equilibrio entre la


reacción penal y sus presupuestos, tanto en el momento de la individualización
legal de la pena (proporcionalidad abstracta) como en el de su aplicación judicial
(proporcionalidad concreta).15

 Cabe precisar que el principio de proporcionalidad se erige en un elemento


definidor de lo que ha de ser la intervención penal, desde el momento en que trata
de traducir el interés de la sociedad en imponer una medida de carácter penal,
necesaria y suficiente, para la represión y prevención de los comportamientos
delictivos, y por el otro, el interés del individuo en la eficacia de una garantía
consistente en que no sufrirá un castigo que exceda el límite del mal causado, en
otros términos, la minimización de la violencia en el ejercicio del ius puniendi. 16 Así,
la justa medida de la pena se configura como un principio rector de todo el sistema
penal.

Pero a pesar de ello, sin dejar de advertir que en el contenido del principio en
estudio se entrecruzan consideraciones empíricas con criterios eminentemente
valorativos,17 concuer-do con que la idea de proporcionalidad se inspira en
consideraciones político criminales más que en determinadas líneas de pensamiento
filosófico,18 ya que, como en adelante se dirá, al surgir desde las bases
constitucionales, el principio en examen se erige en una de las directrices que el
Estado debe observar al momento de criminalizar y castigar conductas.

En esta misma línea, el profesor Silva Sánchez, junto con advertir sobre la ausencia
de un sistema de reglas que permitan construir juicios o pronósticos de naturaleza
empírica, en las que se basan en gran medida las consideraciones político-
criminales generales sobre el hecho o la persona del autor, y que determinan el
impedimento de traducir la respuesta penal en una conclusión cualitativa, nos
señala que:

"La determinación de la pena se explica como un ámbito en el que no inciden sólo


argumentos relativos al hecho delictivo realizado, vinculado a las reglas dogmáticas
de imputación, sino también (y sobre todo) una argumentación asentada
directamente en la teoría de los fines de la pena (esto es, en principios político
criminales)"19

Para ilustrar esto, y sólo a modo de ejemplo, vale decir que dicho principio exige
que la actuación dolosa se califique como más grave que la imprudente, que la
reacción penal a la tentativa sea de menor entidad que la aplicada a la
consumación, etc. Pero también se invoca para argumentar el distinto tratamiento
penal dirigido a los infractores adolescentes en relación con el que corresponde a
los sujetos adultos. En fin, sin tener el mismo contenido del principio de igualdad se
trata de aplicar desigualmente un tratamiento a lo desigual en el marco de una
valoración material y político criminal.20

En fin, no se trata aquí, de destacar la funcionalidad del principio de


proporcionalidad en el análisis del delito,21operatividad que puede observarse
nítidamente en el ámbito del análisis del injusto típico o en el de la valoración de la
antijuricidad material del comportamiento, 22 cuestión que excede la pretensión de
este breve trabajo, sino de plantear el problema de su aplicación en un ámbito
donde aún los criterios de actuación son difusos y escasamente precisados por la
doctrina y la jurisprudencia.

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