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El Papel de Rusia en Eurasia
El Papel de Rusia en Eurasia
¿PRAGMATISMO O EURASIANISMO?
Introducción
Pese a que gracias a su simplicidad conceptual esta clasificación sigue gozando de una
difusión muy amplia en la opinión pública y algunos medios de comunicación,
consideramos que ya no representa con exactitud las tendencias existentes en la
Rusia actual. Aparte de un evidente etnocentrismo —según el cual los dirigentes rusos
que no traten de integrar a su país en nuestra comunidad de Estados occidentales han
de ser, por fuerza, nostálgicos del imperio zarista / soviético—, se trata también de un
marco erróneo para interpretar la política exterior de Moscú, al presentar las
relaciones ruso-occidentales como un “juego de suma cero” y obviar la existencia de
intereses comunes en determinadas áreas.
1. ¿Qué es el eurasianismo?
El eurasianismo es una corriente intelectual que surge a partir de 1920 entre los
intelectuales rusos emigrados tras la revolución bolchevique; su iniciador es el
príncipe Nikolai Trubetskoi, catedrático de Filología Eslava en la Universidad de Viena.
El punto de partida de estas ideas se encuentra medio siglo antes, en el paneslavismo
de Nikolai Danilievski, quien se basaba en su formación como zoólogo para dividir la
humanidad en “tipos culturales” o civilizaciones independientes y autosuficientes,
similares a las especies animales. Con esto se justificaba la especificidad de la “cultura
eslava” y el rechazo de cualquier influencia de la “cultura europea”; considerando, en
última instancia, a los eslavos como una civilización superior, que debía unificarse en
un mismo imperio bajo el dominio del zar1.
Eurasia sería así, desde un punto de vista geográfico, un continente separado tanto de
Europa como de Asia, que —según Trubetskoi— incluiría a los rusos junto con pueblos
ugro-fineses y túrquicos del Volga, Siberia y Asia Central. Esto coincide con el
territorio del antiguo Imperio Ruso, dejando fuera sus regiones más occidentales y
“europeas”, como Finlandia, el Báltico o Polonia. Más tarde, otros teóricos
eurasianistas como Piotr Savitski identificarán aproximadamente Eurasia con las
fronteras de la URSS. No obstante, al contrario que los paneslavistas, Trubetskoi
rechaza una restauración del imperio zarista, ya que considera que la civilización
eurasiática es multicultural, por lo que los rusos no pueden atribuirse el papel de
nación dominante. De esta forma, el eurasianismo se distancia inicialmente del
nacionalismo ruso extremo, ya que lo consideran en cierto modo como una forma de
“separatismo” respecto a Eurasia3.
Por su parte, los “civilizacionistas” —representados por los comunistas— ven a Rusia
como el núcleo de una civilización propia, incompatible con la occidental, y para la
cual Occidente representa una amenaza. En consecuencia, defienden la recuperación
del estatus de superpotencia, así como la restauración de la unión entre los países ex-
soviéticos en torno a la influencia política y el potencial militar rusos; para ellos las
fronteras de la URSS eran las naturales de Rusia, mientras que las actuales se
tratarían de una construcción artificial impuesta por Occidente.
Sin embargo, son los “expansionistas” quienes se identifican más abiertamente con el
eurasianismo tradicional. Su principal ideólogo, Alexander Dugin, crea una ideología
política que se ha denominado neoeurasianismo, caracterizada por considerar la
influencia occidental como una amenaza y definir a Rusia como un imperio en
constante expansión territorial, basado en una civilización propia con unos valores
superiores a los occidentales13. El neoeurasianismo conserva del eurasianismo clásico
el rechazo tanto de la influencia política de Occidente como de su influencia como
modelo cultural para Rusia; así, para autores como Alexander Panarin, la “civilización
ortodoxa” eurasiática es una alternativa a la “globalización tecno-económica” liderada
por Occidente14.
Europa es ahora percibida bien como un mero instrumento de EE.UU., bien como una
víctima de la globalización atlántica que ve igualmente en peligro su propia identidad
cultural. Esto abre para Dugin la posibilidad de una alianza ruso-europea, aunque
manteniendo la independencia de ambas civilizaciones, que se plasmaría en un eje
París-Berlín-Moscú para contrarrestar la influencia estadounidense15 La competición
con el mundo Atlántico se plantea así como un juego de suma cero en el que Rusia
debe luchar por el control total de Eurasia, formando un “Nuevo Imperio” que se
extienda no sólo hasta las fronteras de la URSS, sino más allá, incluyendo parte de
Europa, Asia y Oriente Medio (gráfico 1)16.
Así, el neoeurasianismo de Dugin supera los límites del eurasianismo tradicional para
convertirse en una ideología mesiánica, en la que la civilización rusa y sus valores
espirituales se convierten en modelo para toda la humanidad19. Este tono visionario
queda patente en los escritos de este autor y los documentos de su partido,
situándolos en una posición maximalista que sin duda ha contribuido a limitar su
impacto en la opinión pública20. Por otra parte, hay que destacar que aunque en el
partido creado por Dugin figuren líderes religiosos ortodoxos, musulmanes y judíos,
esta ideología tiene sus orígenes en el resurgir del nacionalismo ruso más extremo en
la última etapa de la URSS: tanto Dugin como otros dirigentes de su partido
pertenecieron en los años ochenta al movimiento de ultraderecha Pamiat, de marcado
carácter antisemita21.
18 Light, 1996; Kubicek, 2004: 5; Berman, 2001; Bassin, 2008: 286, 288; Shlapentokh, 2007: 154.
19 Morozova, 2009: 21-22; Schmidt, 2005: 94-95.
20 Véase la página web del Movimiento Eurasiático Internacional (Mezhdunarodnoye Evraziyskoye
Dvizheniye), http://www.evrazia.info.
21 Black, 2004: 124-125; Kubicek, 2004: 4.
22 Light, 1996: 34.
La recuperación de argumentos geopolíticos para identificar los intereses de política
exterior de Rusia no se trata solamente de un fenómeno de origen interno, enraizado
en la tradición intelectual eurasianista. Por el contrario, responde también a una
percepción de que EE.UU. trata de llenar el vacío de poder dejado por Moscú en
Eurasia, consolidándose como la nueva potencia hegemónica en una región
fundamental desde el punto de vista estratégico. A esto contribuyen factores como el
libro del ex-consejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Jimmy
Carter, Zbigniew Brzezinski, publicado en 1997; que recupera la teoría del Heartland
de Mackinder para afirmar que “la primacía global de los Estados Unidos depende
directamente de por cuánto tiempo y cuán efectivamente puedan mantener su
preponderancia en el continente euroasiático”23.
Dentro del gobierno, uno de los principales partidarios de una cierta orientación
eurasianista es Sergei Stankevich, asesor de Yeltsin en cuestiones de política exterior.
Stankevich considera que en ese momento Moscú no puede aspirar a más que a ser
tratado como un junior partner por Occidente; por tanto, deben reforzarse las
relaciones con otras regiones más allá de EE.UU. y Europa. La “misión” de Rusia en el
mundo sería así liderar el diálogo entre culturas, civilizaciones y Estados, actuando
como puente entre Asia y Occidente, entre la Ortodoxia y el Islam; así como
desempeñando un papel estabilizador en el espacio postsoviético. Esta posición
mediadora destaca por su carácter instrumental: es decir, no parte de una supuesta
especificidad de la civilización eurasiática, sino que se trata de un medio para reforzar
la posición de Rusia frente a EE.UU.25
Sin embargo, estas ideas no se ven reflejadas en los niveles más altos de decisión, es
decir, en los verdaderos responsables de la formulación de la política exterior. El
propio Yeltsin se refiere al carácter eurasiático de Rusia en un sentido estrictamente
geográfico, como país presente en Europa y Asia; no como una civilización separada28.
En el mismo sentido, el ministro Kozirev considera a su país como un puente entre
civilizaciones, más que como un modelo que preservar de toda influencia exterior:
Occidente nos está imponiendo la idea de que […] el sistema de valores occidental es
el único verdaderamente humano y democrático […] la guerra en Yugoslavia ofrece un
ejemplo de choque de civilizaciones […] Se ataca una nación que está lo más cerca
posible de la civilización rusa […] Serbia es el puesto avanzado de nuestra civilización.
Por eso el corazón de los Balcanes poblado por los eslavos del sur ha interesado
durante siglos a Occidente, que ha intentado destruir ese puesto avanzado […] La
aceptación indiscriminada de los valores ideológicos occidentales y su transplante al
suelo ruso sin tener en cuenta la cultura rusa propia puede causar la destrucción de la
civilización rusa31.
La articulación más clara de las ideas de Putin acerca de la existencia de una supuesta
especificidad cultural es su definición en 1999 de unos “valores rusos” tradicionales e
inherentes a su carácter nacional, que habrían sido asumidos antes que los valores
universales, como los derechos y libertades individuales. Estos valores rusos
fundamentales serían cuatro: patriotismo, Rusia como gran potencia (derzhavnost),
poder estatal fuerte (gosudarvennichestvo) y solidaridad social34. Sin embargo, no se
llegaba a plantear una alternativa incompatible con la cultura occidental —como sí
hacían los eurasianistas radicales—, sino que se pretendía ante todo reforzar el orgullo
por la grandeza histórica de Rusia, como soporte de su política de gran potencia en el
exterior y de fortalecimiento del Estado en el interior.
Del mismo modo, la incorporación efectiva de las repúblicas bálticas a la OTAN —que,
desde un punto de vista geopolítico como el de Dugin, pretendería privar cada vez
más a Rusia de su “espacio natural” de expansión imperial— es acogida con una
oposición notablemente menor que la que cabría suponer teniendo en cuenta los
debates de los años noventa, en los que comunistas y ultranacionalistas habían
acusado a Yeltsin de debilidad ante la Alianza Atlántica. Esta resignación al hecho
consumado de la ampliación no parte de una identificación con Occidente, como había
sucedido en la etapa de Kozirev, sino de una apreciación realista de los recursos con
los que cuenta Rusia para oponerse a ese proceso; así como de la percepción de
amenazas más graves para la seguridad nacional que la OTAN o EE.UU., como el auge
del terrorismo, que es necesario afrontar mediante la cooperación internacional.
Conclusiones
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