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Ensayo sobre la protección y cuidado de la Biodiversidad en tiempos de Pandemia

Realizado por: Ana Sofía Padilla Paredes C.I. Nº 32.899.589 3er Año Sección “B”

La biodiversidad es muy importante para la vida en nuestro planeta y para preservar


la salud, muchas especies y ecosistemas están desapareciendo, se están extinguiendo, lo
cual verdaderamente es muy grave; hoy en día se cuentan con medios para revertir muchos
de los problemas que el hombre causa sobre el ambiente; hoy en día cuando estamos en
medio de esta Pandemia por causa del Coronavirus, es cuando debemos aún más de tratar
de recuperar el planeta, el cual ha tomado un descanso, ha respirado, pues ha bajado la
contaminación, pero, cuando una especie se extingue no hay absolutamente nada que
podamos hacer para repararlo; por lo tanto, debemos aprender primero que nada que es la
biodiversidad, sobre su importancia y las causas de este problema es fundamental para que
todos contribuyamos en las acciones para preservar la biodiversidad y que podamos tener
una vida saludable.
La biodiversidad o diversidad biológica, definida como el “conjunto de
ecosistemas, especies y variabilidad genética existente en un espacio determinado” en el
Convenio sobre la Diversidad Biológica; es una de las riquezas y valores más importantes
de nuestro país, debido a que el Perú ocupa el quinto lugar entre los países con mayor
biodiversidad en el mundo, por lo cual es considerado un país megadiverso destacado y
especial como pocos, albergando el 70% de la biodiversidad del mundo; según el CONAM
(2006). “Debiéramos partir de una estimación del número total de especies que existen en
nuestro planeta. Sin embargo, a pesar de que durante siglos muchos especialistas se han
dedicado a tratar de completar el inventario biológico y a dar nombres a las diversas
especies que nos rodean, resulta triste darnos cuenta de que estamos muy lejos de conocer
con exactitud este dato. Las estimaciones actuales del número de especies presentes en
nuestro planeta, oscilan entre 5 y 80 millones”. (PNUMA, 1995).
Según Cardona (2017), el mundo entero tiene una problemática global, en la que las
acciones humanas están contribuyendo a la pérdida de la biodiversidad; cuando se hace
referencia a la pérdida de la biodiversidad, en realidad se está hablando de la pérdida de
ecosistemas, lo que conlleva a la pérdida de las poblaciones y especies que habitan en ellos;
las amenazas más importantes a la diversidad biológica son la fragmentación, la
degradación y la pérdida directa de los bosques, humedales, arrecifes de coral y otros
ecosistemas. Los cambios en la diversidad biológica han sido más rápidos en los últimos 50
años que en cualquier otro periodo de la historia de la humanidad; algunas amenazas que
enfrenta la diversidad biológica son: Pérdida de hábitat por cambio de uso de suelo sobre
explotación, Cambio climático, Especies invasoras y Contaminación.
La acciones del hombre, está causando cambios irreversibles, en la diversidad de la
vida en el Planeta Tierra, que en su mayoría suponen una pérdida de biodiversidad, los
cambios en componentes importantes de la diversidad biológica se han producido en los
últimos 50 años a una velocidad nunca antes vista en la historia de la humanidad, las
diferentes previsiones y escenarios señalan que este ritmo continuará o aumentará en el
futuro. Asimismo, la extinción de especies forma parte del curso natural de la historia de la
Tierra; durante los últimos cien años el hombre ha acelerado el ritmo de extinción al menos
100 veces respecto al ritmo natural, lo que ha provocado una pérdida neta de biodiversidad.
Aproximadamente, un 12% de las especies de aves, un 23% de mamíferos, un 25% de
coníferas y un 32% de anfibios está actualmente en peligro de extinción, y es posible que
los organismos acuáticos se enfrenten en estos momentos a un peligro de extinción similar.
En otro orden de ideas, el COVID-19 obligó a todo el planeta a responder de forma
inmediata a un problema de salud que creció repentinamente, pero que no está desligado a
décadas de abusos a la naturaleza. La incertidumbre ronda en los temas ambientales y
económicos, pero los expertos coinciden en que volver al escenario previo a la crisis sería
la peor opción; hoy más que nunca una de las mayores dudas en el mundo es qué pasará
con el planeta, no solo durante la pandemia del COVID-19, sino después de que termine la
crisis sanitaria; para el Día Internacional de la Tierra, que se conmemora el 22 de abril,
Naciones Unidas reflexiona sobre el sufrimiento de la naturaleza; no se pueden olvidar los
recientes incendios en Australia y anteriormente los ocurridos en la Amazonia, o la peor
invasión de langostas de los últimos 70 años en Kenia. Hoy, la pandemia causada por el
virus SARS-Cov-2 es la más reciente angustia y no solo está relacionada con la salud
humana, sino con la salud de los ecosistemas. (Cardona, 2020). “Estamos viendo que las
dinámicas de muchos patógenos están cada vez más relacionadas con los cambios
drásticos que estamos haciendo al ambiente, como la deforestación, la contaminación, la
invasión de zonas naturales o la pérdida de diversidad”, explica Gerardo Suzán Azpiri,
investigador del Laboratorio de Ecología de Enfermedades de la Facultad de Medicina
Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y quien
fue presidente de la Wildlife Disease Association (WDA) para Latinoamérica entre 2017 y
2019.
Todo esto trae como consecuencias, que merma de la diversidad biológica, con la
consecuente afectación al patrimonio natural de cada país; hay pérdida del recurso genético;
alteración de los ecosistemas, disminución de ingresos económicos de campesinos,
pescadores, y otros usuarios de recursos biológicos, debido a la disminución de los recursos
biológicos aprovechados; disminución de fuentes de alimentación y otros productos usados
por los pobladores rurales; disminución de los ingresos de las familias en las zonas rurales;
disminución de la cantidad y calidad de las aguas en las cuencas; aparición o expansión de
enfermedades infecciosas; y aumento de la vulnerabilidad de las poblaciones. (Lozada,
2009)
Por otra parte, Venezuela está entre los diez países con mayor diversidad biológica
del mundo, esto queda evidente al observar que en su territorio existen 650 tipos de
vegetación, 15.820 especies de plantas vasculares (helechos, plantas con flores, pinos), 27
zonas climáticas, 23 formas de relieve y más de 137 mil especies de animales, distribuidos
a lo largo de la geografía nacional (Aguilera y col., 2003); asimismo, a nivel mundial el
país se encuentra en cuarto lugar en el número de especies de anfibios, sexto en el número
de aves, octavo en el número de mamíferos y noveno en el de reptiles. Este atributo es uno
de los recursos fundamentales para el desarrollo nacional, y por lo tanto, de su adecuada
conservación dependen el suministro de agua potable, la producción de energía
hidroeléctrica, la diversidad de productos alimenticios y de valor farmacológico, el
potencial turístico, la protección contra desastres de origen natural y la producción agrícola,
entre otros servicios ambientales (Ministerio del Poder Popular para el Ambiente MPPA,
2010).
Sin embargo, a lo largo de los últimos años, muchas organizaciones e instituciones
han alertado sobre el problema creciente de la contaminación en Venezuela, donde no ha
ocurrido mejoría en ninguna de las situaciones, a pesar de algunos avances, principalmente
en el campo de la normativa ambiental, y la implementación de sistemas de gestión
ambiental en algunas industrias; además de eso, algunos de los problemas parecen haberse
agudizado, con la acumulación de los procesos de contaminación y la aparición de nuevos
compuestos tóxicos, que parecen estar generando situaciones de riesgo cada vez más
graves, las cuales parecen estar alertando sobre la posibilidad de que ocurran situaciones
que pongan en peligro la salud de extensos sectores de la población.
La pandemia del Coronavirus llevó a que todos los países del mundo trabajen en
combatirla, sin embargo, la Tierra se enfrenta a otros problemas que pueden llegar a ser
igual o peores, hay mucha insistencia en la preocupación por la deforestación, la pérdida de
hábitat de las especies, la contaminación de los océanos y las actividades humanas
insostenibles que están llevando al planeta a un nivel de estrés cada vez más crítico; desde
hace siglos se habla de cómo el cambio climático es una amenaza que puede traer
consecuencias desastrosas para la vida como la conocemos actualmente. En 2019, la
Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y
Servicios de los Ecosistemas (Ipbes) destacó “que un millón de especies están en peligro
de extinción; el cambio climático es una de las causas y también se encuentran: la
transformación de áreas silvestres por agricultura, deforestación y urbanización; la
sobreexplotación directa de las especies; la contaminación de las aguas y de los suelos, y
las invasiones biológicas producidas por la introducción de especies exóticas”.

Durante las últimas semanas, la lucha contra la COVID-19 se ha convertido en la


principal prioridad de más de 200 países y territorios afectados por la propagación de la
enfermedad, es muy probable que la COVID-19 y otros brotes similares de enfermedades
infecciosas, se perciban actualmente como una de las principales amenazas para la
humanidad para la mayoría de la población; sin embargo, hace unos meses, el riesgo de una
pandemia causada por un agente infeccioso no se encontraba entre los principales riesgos
percibidos a nivel mundial, como lo indica la edición 2020 del Informe de Riesgos
Globales; este año, por primera vez en sus 15 años de historia, el Informe de Riesgos
Globales del Foro Económico Mundial señala el riesgo ambiental en las primeras
posiciones, incluido el cambio climático y la biodiversidad. (O'Callaghan, 2020)

Los efectos del confinamiento en el medio ambiente han demostrado que sí es


posible vivir en un mundo con aire más limpio, así como trabajar y transportarnos de
manera más saludable. Además, el COVID-19 ha demostrado la necesidad de estar sanos
para evitar correr mayores riesgos. La agencia de salud de la ONU, con el apoyo de
millones de trabajadores sanitarios ha publicado un manifiesto con los pasos a seguir para
una recuperación verde y saludable de la pandemia. “La pandemia nos ha dado una idea
de cómo podría ser nuestro mundo si tomáramos los audaces pasos necesarios para frenar
el cambio climático y la contaminación del aire. Nuestro aire y agua pueden ser más
limpios, nuestras calles pueden ser más tranquilas y seguras, y podemos encontrar nuevas
formas de trabajar mientras pasamos más tiempo con nuestras familias”, expresó Tedros
Adhanom Gebreyesus.

Finalmente, se puede decir que las economías son producto de sociedades humanas
saludables, que a su vez dependen del medio ambiente natural, la fuente original de todo el
aire, agua y alimentos limpios. Las presiones humanas, desde la deforestación, hasta las
prácticas agrícolas intensivas y contaminantes y el manejo inseguro y el consumo de vida
silvestre, socavan estos servicios. También aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas
emergentes en humanos, más del 60% de las cuales se originan en animales, principalmente
en la vida silvestre. Los planes generales para la recuperación posterior a COVID-19, y
específicamente los destinados a reducir el riesgo de futuras epidemias, deben ir más allá de
la detección temprana y el control de los brotes de enfermedades, también necesitan
disminuir nuestro impacto en el medio ambiente.

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