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EPIFANÍA DEL 

SEÑOR.- Lectio divina


Mt. 2. 1-12

Póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos.

Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector;

él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los


pobres;

él rescatará sus vidas de la violencia, su sangre será preciosa a sus


ojos.

Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol;

él sea la bendición de todos los pueblos,

y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas.

TEXTO BÍBLICO Mt. 2. 1-12

Visita de los Magos

    Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey


Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?
Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

    Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él;


convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les
preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

    Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito


el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la
última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que
pastoreará a mi pueblo Israel”».

    Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le


precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó
a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del
niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a
adorarlo».

    Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la


estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a
pararse encima de donde estaba el niño.

    Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la


casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo
adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro,
incienso y mirra.

    Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a


Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

    Estos
tres hombres buenos que salieron de su lejana tierra con el
deseo de encontrar y adorar a Dios contrastan enormemente con
Herodes y los representantes del pueblo judío que no supieron
interpretar sus propias Sagradas Escrituras que profetizaban que el
Mesías habría de nacer en Belén de Judá.

    Las palabras de Herodes, “Id, averiguad, avisadme, iré yo


también” solo las podemos interpretar desde la hipocresía de un
hombre falso que no buscaba a Dios sino su propia seguridad. Los
magos habiendo percibido correctamente la intención de Herodes y
por eso regresarían a su tierra por otro camino.

    La
escena central de este evangelio es la adoración de los magos.
Estos hombres, guiados por la estrella, llegan hasta el lugar donde
había nacido el niño. Estaban ante el final del camino de su
búsqueda interior: Jesucristo.

    Habían recorrido miles de kilómetros, peripecias, dificultades,


inclemencias… pero ahora estaban ante Él. Ya no hacía falta
palabras. Se arrodillaron y le ofrecieron sus presentes. El evangelio
nos dice que regresaron a su tierra.

    Regresaron siendo otros porque habían encontrado al Niño-Dios.


De ellos podemos aprender: el estar siempre en búsqueda de Dios,
sin cansarnos, sin rendirnos ante las dificultades. Buscar a Dios,
adorarle, postrarnos ante Él, y ofrecerle nuestros dones: nuestra
vida, nuestro corazón, todo nuestro ser.

 los Magos buscan a Jesús recién nacido y Herodes se


estremece al conocer
semejante noticia. Ambas actitudes, la acogida y el rechazo,
continúan dándose en nuestra historia y en tu historia. ¿En qué
medida te identificas con esos sabios que buscan a Dios? ¿De qué
manera son modelo para tu fe?

 “Hemos visto su estrella” El Señor te convoca desde la


realidad de los sucesos diarios, agradables o desagradables, desde la
Palabra leída y meditada, desde un buen consejo, un testimonio,
desde la oración, la celebración de los sacramentos… todo ello son
luces de pequeñas estrellas que el Señor te pone para que le sigas.
¿Eres capaz de descubrirlas? Una vez descubiertas, ¿cómo actúas?

 ¿Qué dones tienes que entregar a Jesús para reconocerlo como


Hijo de Dios y tu Salvador? No son oro, incienso y mirra, sino las
actitudes que debes cambiar. ¿Cuáles son?
 A la luz del testimonio de los Magos, ¿qué proceso debes
recorrer para encontrarte con el Señor? ¿Cómo te encuentras con Él?
¿Dejas que Él cambie tus planes para tomar otros caminos en la vida
que sean de acuerdo con su proyecto?

 “Hemos visto la estrella en Oriente y venimos a adorarle”.


Porque vieron la estrella y la siguieron llegaron a adorar al Niño-
Dios.

 Nosotros vimos primero nuestra estrella y después de verla la


seguimos, y siguiéndola llegamos a Jesús, nos entregamos a Él, le
adoramos, nos dimos a Jesús en el silencio de nuestro corazón.

 Bendita estrella que nos saca de Oriente, nos libra de Herodes,


nos conduce a Belén y nos entrega a Jesús.

 Los Magos nos indican el camino que debemos recorrer en


nuestra vida. Siguiendo una luz ellos buscan la luz. Cuando vieron el
signo de la estrella, lo interpretaron y se pusieron en camino. El
Espíritu Santo es el que los llamó e impulsó a ponerse en camino, y
en este camino tendrá lugar también su encuentro personal con
Dios.

 En su camino, los Magos encuentran dificultades…pierden de


vista la estrella… atraviesan un momento de dificultad, de
desolación, que consiguen superar gracias a la moción del Espíritu.
Retoman el camino y vuelven a ver la estrella.

 Llegados a Belén, encontraron «al niño con María, su madre»


y «cayendo de rodillas lo adoraron», ofreciéndole sus dones. La
gracia que, mediante la estrella, los había llamado y guiado por el
camino, ahora los introduce en el misterio. Dios no se manifiesta en
la potencia de este mundo, sino que nos habla en la humildad de su
amor.

 ¿Cuál es el misterio en el que Dios se esconde? ¿Dónde puedo


encontrarlo? Vemos a nuestro alrededor guerras, explotación de los
niños, torturas, tráfico de armas, trata de personas… Jesús está en
todas estas realidades, en todos estos hermanos más pequeños que
sufren tales situaciones.

 Agradece al Señor el don de la fe, que Él te regala desde el


bautismo. Trata de buscar al Señor en los sucesos de cada día, en su
Palabra, en la oración.

 Los Magos, salieron de su tierra, buscaron a Jesús, y cuando lo


encontraron lo adoraron, tú, que lo conoces y buscas seguirlo, ¿qué
te propones para darlo a conocer, para que otros lo reconozcan como
rey, como Señor, como Dios vivo y verdadero?

 Los Magos ofrecieron sus dones a Jesús como expresión de su


reconocimiento y adoración. Concreta como vas a expresar que
Jesús es todo para ti.

 Da gracias a Dios por las personas que han sido “estrella” en tú


camino de fe. Reza por ellas.
LECTIO DIVINA - SOLEMNIDAD
DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
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  SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

ORACION INICIAL

Te doy gracias Dios Padre


por hacerte presente en nuestras vidas.
Una estrella sirvió para marcar el camino hacia tu Hijo,
Una estrella orientó a los magos de oriente
Gracias Padre por poner en mi camino
tantas personas que son “estrellas”,
Que me ayudan a no perderme en tu seguimiento.
Gracias Señor.
TEXTO BÍBLICO Mateo 2:1-12

“Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos
magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el
Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y
venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda
Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y
les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén
de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no
eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un
jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a
los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella,
y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del
niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que
habían visto salir co-menzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de
donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llena-ron de inmensa alegría.
Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas
lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y
mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a
Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino”.

LECTURA

El ejemplo de estos “magos” es un ejemplo de fe y de sencillez. Su vida estaba


resuelta. Eran felices. ¡Vaya ganas de complicarse la vida! Y sin embargo, ven
la estrella y no tardan en seguirla.
Tenían fe y supieron descubrir en el brillo de esa estrella diminuta el paso de
Dios por sus vidas. Y es que, hace falta tener los oídos interiores bien limpios
para escuchar la voz de Dios.

El rey Herodes, a través de estos magos, recibió también una invitación de


Dios para sumarse a los que adorarían al Niño. Pero el egoísmo y el ruido del
poder acumulado, no le permitieron escuchar. Se quedó en su palacio.
La sencillez de los magos, se nos presenta unida a su fe, en el momento del
encuentro con el Niño: Y de rodillas le adoraron, abriendo sus cofres, le
ofrecieron como dones: oro, incienso y mirra…

Estos hombres, hace más de dos mil años observaron el fenómeno de la


estrella, Una estrella ha nacido, y nace en esta Navidad, y nacerá en las
siguientes navidades. Esa Estrella la lla-mamos Jesús.

Esos magos le llevaron unos regalos al Niño Dios, pero no se dieron cuenta
que ellos fueron quienes recibieron el mayor regalo, el conocimiento de Dios a
través de la Fe.
Ojalá que en este día, escuchemos la voz del recién nacido. Y curemos nuestra
sordera de alma y no nos quedemos solos y tristes como Herodes.

MEDITACION (Meditamos con el Papa Francisco)


“Los Magos, “siguiendo una luz, buscan la Luz”. La estrella que aparece en el
cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los lleva a buscar la
gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente aquella luz que los ilumina
interiormente y encuentran al Señor.

Nuestra vida es un camino iluminado por luces que nos permiten entrever el
sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros
cristianos reconocemos en Jesús, Luz del mundo. … Lo importante es estar
atentos, vigilantes, escuchar a Dios que nos habla. Sobre todo, escuchar el
Evangelio, leerlo, meditarlo y convertirlo en alimento espiritual nos permite
encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor.

Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es también “astucia”.


Se trata de esa sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros y
evitarlos. Los Magos supieron usar esta luz de “astucia” cuando, de regreso a
su tierra, decidieron ir por otro camino. (y)…nos enseñan a defendernos de la
oscuridad que pretende cubrir nuestra vida. Ellos, con esta santa “astucia”, han
protegido la fe. Y también nosotros debemos proteger la fe. Prote-gerla de esa
oscuridad que a menudo se disfraza incluso de luz.

En esta fiesta de la Epifanía sintamos cerca a los Magos, como sabios


compañeros de cami-no. Su ejemplo nos anima a levantar los ojos a la estrella
y… a no contentarnos con una vida mediocre, de “poco calado”, sino a
dejarnos fascinar siempre por la bondad, la verdad, la be-lleza… por Dios, que
es todo eso en modo siempre mayor.

Tenemos que ir más allá, más allá de la oscuridad, más allá de tantas
modernidades que existen hoy, ir hacia Belén, allí donde en la sencillez de una
casa de la periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe,
resplandece el Sol que nace de lo alto, el Rey del universo. A ejemplo de los
Magos, con nuestras pequeñas luces busquemos la Luz y prote-jamos la fe”.
(Papa Francisco)

ORACION

Te ofrecemos, Jesús lo que tenemos:


el oro de nuestro amor, de nuestra fe y confianza en Ti;
el incienso de nuestra oración y adoración;
la mirra de nuestra pobreza y el deseo de permanecer fiel a Ti.
Llénanos de tu luz,
Y haz que seamos pequeñas lucecitas
Que alumbren al mundo de hoy.
Que nuestras miserias
No se interpongan nunca
a la Luz que sale de Belén

CONTEMPLACION
Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y saben que Jesús
ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en marcha
para adorarlo. Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de su vida: hostilidad
y rechazo. Sólo quienes buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.

Los magos prosiguen su larga búsqueda. A veces, la estrella que los guía
desaparece deján-dolos en la incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo
llenándolos de «inmensa alegría». Por fin se encuentran con el Niño, y
«cayendo de rodillas, lo adoran». Después, ponen a su servi-cio las riquezas
que tienen y los tesoros más valiosos que poseen. Este Niño puede contar con
ellos porque lo reconocen como su Rey y Señor.
Podemos vislumbrar también el significado simbólico de los regalos que le
ofrecen. Con el oro reconocen la dignidad y el valor inestimable del ser
humano. El incienso recoge la llamada a participar de la vida misma de Dios.
La mirra… la necesidad del hombre de cuidados y con-suelo, no de violencia y
agresión.
Nos decimos cristianos:
     ¿vivimos adorando al Niño de Belén?,
     ¿ponemos a sus pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?,
     ¿estamos dispuestos a escuchar su llamada a entrar en el reino de Dios y
su justicia?

En nuestras vidas siempre hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.

ACCION
Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son
acogidos en la casa de Dios. En tu realidad acoge a cuantos se acercan a ti,
dedícales tu tiempo y ayúdales a encontrar su estrella.
     “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”
    Que tu oración de hoy sea contemplar, adorar y agradecer el misterio que
hoy se nos revela.
    Agradece el don de la fe y procura ser una pequeña luz, que con tu vida,
ilumines a otros.
     A los magos les guía una estrella. Procura ser una pequeña estrella que
ayude a poner en camino a otros que buscan al Salvador.
     La luz de la estrella es inextinguible. Que tu pobreza, tu cansancio y tu falta
de fe no se interpongan robando brillo a la luz que sale de Belén
Explicación para niños de la Epifanía del Señor ante
los Reyes Magos - 6 de Enero

El Evangelio de San Mateo (2,1-12) relata la historia de los magos.

Epifanía significa "manifestación". Jesús se da a conocer. Aunque Jesús


se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la
Iglesia celebra como epifanías tres eventos:

Su Epifanía ante los Magos de Oriente: Se trata de una manifestación a


los paganos, para poner de relieve que el Niño Dios que nace, viene
para salvarnos a todos, independientemente de nuestra raza.

Su Epifanía del Bautismo del Señor: Manifestación a los judíos por


medio de San Juan Bautista.

Su Epifanía de las Bodas de Caná: Manifestación a Sus discípulos y


comienzo de Su vida pública por intercesión de su Madre María.
LOS OBSEQUIOS

Melchor, que representa a los europeos, ofreció al Niño Dios un


presente de oro que atestigua su realeza. Gaspar, representante de los
semitas de Asia, cuyo bien más preciado es el incienso, lo ofreció al
Niño como símbolo de su divinidad. Y por último, Baltasar, negro y con
barba, se identifica con los hijos de Cam, los africanos, que entregan la
mirra, en alusión a su futura pasión y resurrección.

LA ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS

Según las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerich.


"Vi la caravana de los tres Reyes llegando a una puerta situada hacia el
Sur.
Un grupo de hombres los siguió hasta un arroyo que hay delante de la
ciudad, volviéndose luego. Cuando hubieron pasado el arroyo, se
detuvieron un momento para buscar la estrella en el cielo. Habiéndola
divisado dieron un grito de alegría y continuaron su marcha cantando.
La estrella no los conducía en línea recta, sino por un camino que se
desviaba un poco al Oeste.

La gran Estrella

"La estrella, que brillaba durante la noche como un globo de fuego, se


parecía ahora a la luna vista durante el día; no era perfectamente
redonda, sino como recortada; a menudo la vi oculta por las nubes (...)
El camino que seguían los Reyes era solitario, y Dios los llevaba sin
duda por allí para que pudieran llegar a Belén durante la noche, sin
llamar demasiado la atención.
Los vi ponerse en camino cuando ya el sol se hallaba muy bajo. Iban en
el mismo orden, en que habían venido ; Ménsor, el más joven, iba
delante; luego venía Saír, el cetrino, y por fin Teóceno, el blanco, que
era también el de más edad.

Les hablaron del valle de los pastores como de un buen lugar para
levantar sus carpas. Ellos se quedaron durante largo rato indecisos. Yo
no les oí preguntar nada acerca del rey de los judíos recién nacido.
Sabían que Belén era el sitio designado por la profecía; pero, a causa
de lo que Herodes les había dicho, temían llamar la atención.

Pronto vieron brillar en el cielo, sobre un lado de Belén, un meteoro


semejante a la luna cuando aparece; montaron entonces nuevamente
en sus cabalgaduras, y costeando un foso y unos muros ruinosos,
dieron la vuelta a Belén, por el Sur, y se dirigieron al Oriente hacia la
gruta del Pesebre, que abordaron por el costado de la llanura donde los
ángeles se habían aparecido a los pastores (...) "El campamento se
hallaba en parte arreglado, cuando los Reyes vieron aparecer la
estrella, clara y brillante, sobre la colina del Pesebre, dirigiendo hacia
ella perpendicularmente sus rayos de luz. La estrella pareció crecer
mucho y derramó una cantidad extraordinaria de luz (...)".
Un gran júbilo

"De pronto sintieron un gran júbilo, pues vieron en medio de la luz, la


figura resplandeciente de un niño. Todos se destocaron para demostrar
su respeto; luego los tres Reyes fueron hacia la colina y encontraron la
puerta de la gruta. Ménsor la abrió, viéndola llena de una luz celeste, y
al fondo, a la Virgen, sentada, sosteniendo al Niño, tal como él y sus
compañeros la habían visto en sus visiones.

Volvió sobre sus pasos para contar a los otros lo que acababa de ver
(...) Los vi ponerse unos grandes mantos, blancos con una cola que
tocaba el suelo. Tenían un reflejo brillante, como si fueran de seda
natural; eran muy hermosos y flotaban ligeramente a su alrededor.
Eran éstas las vestiduras ordinarias para las ceremonias religiosas. En
la cintura llevaban unas bolsas y unas cajas de oro colgadas de
cadenas, cubriendo todo esto con sus amplios mantos. Cada uno de los
Reyes venía seguido por cuatro personas de su familia, además de
algunos servidores de Ménsor que llevaban una mesa pequeña, una
tapete con flecos y otros objetos.

Los Reyes siguieron a San José, y al llegar bajo el alero que estaba
delante de la gruta, cubrieron la mesa con el tapete y cada uno de ellos
puso encima las cajas de oro y los vasos que desprendieron de su
cintura: eran los presentes que ofrecían entre todos".
En el pesebre

"Ménsor y los demás se quitaron las sandalias, y José abrió la puerta de


la gruta. Dos jóvenes del séquito de Ménsor iban delante de él;
tendieron una tela sobre el piso de la gruta, retirándose luego hacia
atrás; otros dos los siguieron con la mesa, sobre la que estaban los
presentes.

Una vez llegado delante de la Santísima Virgen, Ménsor los tomó, y


poniendo una rodilla en tierra, los depositó respetuosamente a sus
plantas. Detrás de Ménsor se hallaban los cuatro hombres de su familia
que se inclinaban con humildad. Saír y Teóceno, con sus acompañantes,
se habían quedado atrás, cerca de la entrada.

María, apoyada sobre un brazo, se hallaba más bien recostada que


sentada sobre una especie de alfombra, a la izquierda del Niño Jesús, el
cual estaba acostado en el lugar en que había nacido; pero en el
momento en que ellos entraron, la Santísima Virgen se sentó, se cubrió
con su velo y tomó entre sus brazos al Niño Jesús, cubierto también por
su amplio velo.

Entre tanto, María había desnudado el busto del Niño, el cual miraba
con semblante amable desde el centro del velo en que se hallaba
envuelto; su madre sostenía su cabecita con uno de sus brazos y lo
rodeaba con el otro.

Tenía sus manitas juntas sobre el pecho, y a menudo las tendía


graciosamente a su alrededor (...)  Vi entonces a Ménsor que sacaba de
una bolsa, colgada de su cintura, un puñado de pequeñas barras
compactas, pesadas, del largo de un dedo, afiladas en la extremidad y
brillantes como el oro; era su regalo, que colocó humildemente sobre
las rodillas de la Santísima Virgen al lado del Niño Jesús (...) Después
se retiró, retrocediendo con sus cuatro acompañantes, y Saír, el Rey
cetrino, se adelantó con los suyos y se arrodilló con una profunda
humildad, ofreciendo su presente con palabras conmovedoras. Era un
vaso de oro para poner el incienso, lleno de pequeños granos
resinosos, de color verdoso; lo puso sobre la mesa delante del Niño
Jesús.

Luego vino Teóceno, el mayor de los tres. Tenía mucha edad; sus
miembros estaban endurecidos, no siéndole posible arrodillarse; pero
se puso de pie, profundamente inclinado, y colocó sobre la mesa un
vaso de oro con una hermosa planta verde. Era un precioso arbusto de
tallo recto, con pequeños ramos crespos coronados por lindas flores
blancas: era la mirra (...) Las palabras de los Reyes y de todos sus
acompañantes eran llenas de simplicidad y siempre muy
conmovedoras. En el momento de prosternarse y al ofrecer sus
presentes, se expresaban más o menos en estos términos: «Hemos
visto su estrella; sabemos que Él es el Rey de todos los reyes; venimos
a adorarlo y a ofrecerle nuestro homenaje y nuestros presentes». Y así
sucesivamente (...)

Dulce y amable gratitud

La madre de Dios aceptó todo con humilde acción de gracias; al


principio no dijo nada, pero un simple movimiento bajo su velo
expresaba su piadosa emoción. El cuerpecito del Niño se mostraba
brillante entre los pliegues de su manto.

Por fin, Ella dijo a cada uno algunas palabras humildes y llenas de
gracia, y echó un poco su velo hacia atrás. Allí pude recibir una nueva
lección.

Pensé: «con qué dulce y amable gratitud recibe cada presente! Ella,
que no tiene necesidad de nada, que posee a Jesús, acoge con
humildad todos los dones de la caridad. Yo también, en lo futuro,
recibiré humildemente y con agradecimiento todas las dádivas
caritativas» ¡Cuánta bondad en María y en José! No guardaban casi
nada para ellos, y distribuían todo entre los pobres(...).

Los honores solemnes rendidos al Niño Jesús, a quien ellos se veían


obligados a alojar tan pobremente, y cuya dignidad suprema quedaba
escondida en sus corazones, los consolaba infinitamente. Veían que la
Providencia todopoderosa de Dios, a pesar de la ceguera de los
hombres, había preparado para el Niño de la Promesa, y le había
enviado desde las regiones más lejanas, lo que ellos por sí no podían
darle: la adoración debida a su dignidad, y ofrecida por los poderosos
de la tierra con una santa magnificencia. Adoraban a Jesús con los
santos Reyes. Los homenajes ofrecidos los hacían muy felices (...)

Agasajo

"Entre tanto, José, con la ayuda de dos viejos pastores, había


preparado una comida frugal en la tienda de los tres Reyes. Trajeron
pan, frutas, panales de miel, algunas hierbas y frascos de bálsamo,
poniéndolo todo sobre una mesa baja, cubierta con un tapete. José
había conseguido estas cosas desde la mañana para recibir a los Reyes,
cuya venida le había sido anunciada de antemano por la Santísima
Virgen (...) En Jerusalén vi hoy, durante el día, a Herodes leyendo
todavía unos rollos en compañía de unos escribas, y hablando de lo que
habían dicho los tres Reyes. Después todo entró nuevamente en calma,
como si se hubiera querido acallar este asunto".

"Hoy por la mañana temprano vi a los Reyes y a algunas personas de


su séquito, visitando sucesivamente a la Sagrada Familia. Los vi
también, durante el día, cerca de su campamento y de sus bestias de
carga, ocupados en hacer diversas distribuciones. Estaban llenos de
júbilo y de felicidad, y repartían muchos regalos. Vi que entonces, se
solía siempre hacer esto, en ocasión de acontecimientos felices".

"Por la noche, fueron al Pesebre para despedirse. Primero fue sólo


Ménsor.
María le puso al Niño Jesús en los brazos; él lloraba y resplandecía de
alegría.
Luego vinieron los otros dos, y derramaron lágrimas al despedirse.
Trajeron todavía muchos presentes; piezas de tejidos diversos, entre
los cuales algunos que parecían de seda sin teñir, y otros de color rojo
o floreados; también trajeron muy hermosas colchas. Quisieron además
dejar sus grandes mantos de color amarillo pálido, que parecían hechos
con una lana extremadamente fina; eran muy livianos y el menor soplo
de aire los agitaba.
Traían también varias copas, puestas las unas sobre las otras, cajas
llenas de granos, y en una cesta, unos tiestos donde había hermosos
ramos de una planta verde con lindas flores blancas. Aquellos tiestos se
hallaban colocados unos encima de otros dentro de la canasta. Era
mirra. Dieron igualmente a José unos jaulones llenos de pájaros, que
habían traído en gran cantidad sobre sus dromedarios para alimentarse
con ellos".
La despedida

"Cuando se separaron de María y del Niño, todos derramaron muchas


lágrimas.

Vi a la Santísima Virgen de pie junto a ellos en el momento de


despedirse.

Llevaba sobre su brazo al Niño Jesús envuelto en su velo, y dio algunos


pasos para acompañar a los Reyes hasta la puerta de la gruta; allí se
detuvo en silencio, y para dar un recuerdo a aquellos hombres
excelentes, desprendió de su cabeza el gran velo transparente de tejido
amarillo que la envolvía, así como al Niño Jesús, y lo puso en las manos
de Ménsor. Los Reyes recibieron aquel presente inclinándose
profundamente, y un júbilo lleno de respeto hizo palpitar sus
corazones, cuando vieron ante ellos a la Santísima Virgen sin velo,
teniendo al pequeño Jesús. ¡Cuántas dulces lágrimas derramaron al
abandonar la gruta! El velo fue para ellos desde entonces la más santa
de las reliquias que poseían".

"Hacia la medianoche, tuve de pronto una visión. Vi a los Reyes


descansando en su carpa sobre unas colchas tendidas en el suelo, y
cerca de ellos percibí a un hombre joven y resplandeciente. Era un
ángel que los despertaba y les decía que debían partir de inmediato, sin
volver por Jerusalén, sino a través del desierto, siguiendo las orillas del
Mar Muerto".

"Los Reyes se levantaron enseguida de sus lechos, y todo su séquito


pronto estuvo en pie. Mientras los Reyes se despedían en forma
conmovedora de san José una vez más delante de la gruta del Pesebre,
su séquito partía en destacamentos separados para tomar la delantera,
y se dirigía hacia el Sur con el fin de costear el Mar Muerto atravesando
el desierto de Engaddi".

"Los Reyes instaron a la Sagrada Familia a que partiera con ellos,


porque sin duda alguna un gran peligro la amenazaba; luego
aconsejaron a María que se ocultara con el pequeño Jesús, para no ser
molestada a causa de ellos.
Lloraron entonces como niños, y abrazaron a san José diciéndole
palabras conmovedoras; luego montaron sus dromedarios, ligeramente
cargados, y se alejaron a través del desierto. Vi al ángel cerca de ellos,
en la llanura, señalarles el camino. Pronto desaparecieron. Seguían
rutas separadas, a un cuarto de legua unos de otros, dirigiéndose
durante una legua hacia el Oriente, y enseguida hacia el Sur, en el
desierto".

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